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TESIS 47 LA IGLESIA ANTIGUA

La expansión de la Iglesia apostólica. La tensión entre cristianismo y judaísmo. El conflicto entre el


cristianismo y el Imperio Romano: las persecuciones y el diálogo con el helenismo. De la paz
constantiniana al catolicismo como religión de estado bajo Teodosio. El fenómeno del monacato.
Visión general de las tres grandes tradiciones patrísticas: asiática, alejandrina y agustiniana. La
progresiva separación entre el oriente y el occidente cristianos. Orígenes del cristianismo en
España: Santiago, antiguas tradiciones, origen africano.

1. La expansión de la Iglesia apostólica


El imperio romano mantuvo una actitud hostil con el cristianismo, pero algunos piensan que fue
providencial para la difusión del cristianismo por la paz interior, la facilidad de las comunicaciones, la
existencia de dos lenguas universales (el latín y el griego) y la crisis de la religión tradicional. Donde
primero llegó el Evangelio fue a los puertos de mar, las grandes urbes y las colonias judías de la diáspora.
1.1. La época apostólica: La expansión de la Iglesia en sus inicios tuvo lugar a raíz de las primeras
persecuciones sufridas en Jerusalén, que provocaron la dispersión de los Apóstoles. Pedro y Pablo fueron
considerados fundadores de muchas iglesias, o por haberlas fundado directamente o por haberlas visitado en
sus comienzos y establecer allí la jerarquía eclesiástica. Pedro se estableció en Antioquía, después
en Corinto y finalmente en Roma. Pablo es el Apóstol que mejor conocemos por el libro de los Hechos de
los Apóstoles. Poco sabemos de los demás Apóstoles. La Tradición habla de que Marcos fue el
primer obispo de Alejandría, que Tomás evangelizó la India y Andrés a los escitas.
1.2. La expansión en Oriente: fue urbana hasta el siglo IV, cuando el cristianismo se empezó a difundir
también en medios rurales. Los principales focos comenzaron en el siglo I y desde ahí se extendieron: En el
siglo I, desde Antioquía de Siria, se extendió en el siglo II hacia Edesa. En el siglo IV avanzó por
Mesopotamia, se introdujo en Persia y desde ahí a la India. En el siglo I en Asia Menor, las iglesias se
multiplicaron, y desde ahí se difundió hasta Armenia. En Egipto hubo un gran florecimiento de la Iglesia
de Alejandría, desde el s. III envía misiones al campo. En Grecia fue más lento, Corinto el principal centro.
1.3. La expansión en Occidente: En el siglo I, la Iglesia de Roma tuvo un elevado número de miembros y
se extendió por Italia. En África, el centro era Cartago, con una notable comunidad. En el siglo III era la
religión mayoritaria en las ciudades, pero apenas penetró en las zonas rurales. En las Galias entró
por Marsella y el valle del Ródano. En España entraron tanto por Roma como de África.

2. La tensión entre cristianismo y judaísmo


La oposición de los judíos a la naciente Iglesia se hizo cada vez más dura. El Sanedrín primero prohibió
a los Apóstoles anunciar a Jesús, después fueron prendidos y azotados. Finalmente, el martirio de Esteban
fue lo que inició la primera persecución, que dispersó a los discípulos y originó la expansión de la Iglesia.
En Antioquía comienza la predicación tanto a los judíos de la diáspora como a los gentiles. En el año 44
sucede la persecución de Herodes, que aleja definitivamente a Los Doce de Jerusalén, exceptuando
a Santiago, que permanece como obispo.
Para entonces el cristianismo se ha extendido a otras ciudades y muchos gentiles habían entrado ya en
la Iglesia. Pero el ambiente de las iglesias de la gentilidad era distinto del de la Iglesia de Jerusalén, que
seguía observando la ley mosaica. Así, las relaciones entre estos judeocristianos de Palestina y las iglesias
de los gentiles no eran fáciles, pues ni pertenecían al pueblo elegido ni guardaban la ley de Moisés. Surgio
la cuestión de la circuncisión de los gentiles.
En el 49 se celebró el Concilio de Jerusalén, que determinó que no se debían imponer a los
gentiles cargas inútiles. El judeocristianismo perduró y los cristianos de Palestina acudían al Templo,
pero quedó como un fenómeno local en un mundo donde la Iglesia cada vez se extendía más a los gentiles.
Finalmente, con la destrucción del Templo en el año 70 los judeocristianos de Jerusalén rompieron los
lazos que les
unían con la sinagoga.

3. El conflicto entre el cristianismo y el imperio romano: las persecuciones y el diálogo con


el helenismo
3.1. Las persecuciones: Es conocida la tolerancia hacia casi toda religión o culto en el imperio romano.
¿Por qué se persigue entonces al cristianismo? Se han dado tres hipótesis: 1º Una ley especial de Nerón o de
Tiberio; 2º los cristianos eran un problema de orden público; 3º los cristianos cometían delitos comunes. Los
judíos tenían una larga tradición y no daban problemas. Entonces aparecen los cristianos con un mensaje que
no tenía ninguna tradición, y sin tradición no valía nada. Este mensaje se presenta como universal y tiene un
éxito tan grande que pone en peligro las tradiciones religiosas de Roma. Los cristianos eran mal vistos
por los judíos, pues allí donde llegaba el Evangelio provocaba la división de las comunidades judías, por lo
que muchos judíos denunciaban a los cristianos.
También eran denunciados por los paganos, con acusaciones por odio al género humano, incesto o
antropofagia. Consideraban a los cristianos como algo contrario a la tradición romana por rechazar el culto
oficial, lo cual traería las desgracias al pueblo. Esto era alimentado por los filósofos que no admitían una
actitud contraria a las costumbres de los mayores y aislarse política y religiosamente de la sociedad. Se
presenta a los cristianos como ateos, porque no adoran a los dioses del estado. El Imperio no actuó sólo
como perseguidor, también intentó la persuasión o la tolerancia. Esto se ve en el rescripto que Trajano
envía a Plinio el Joven (110-112) o en el rescripto de Adriano (124).
Etapas de las persecuciones:
1ª etapa de persecución: Nerón (54-68) y Domiciano (81-96). Fueron de bastante extensión, más la segunda,
ya que no sólo se centró en Roma, también se extendió a otras provincias, como Asia Menor y Palestina.
2ª etapa de persecución: Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Cómodo (100-250). Se les presentaba como
sacrílegos y homicidas, y al que perseveraba en la fe hay que castigar. Hay gran veneración por los
mártires.
3ª etapa de persecución: Septimio Severo y Maximino de Tracia. Muy parecido a la etapa
anterior.
Últimas persecuciones (249-313); Decio y Valeriano. Periodo más violento. No se va ya contra los
cristianos, se intenta exterminar a la propia Iglesia. Hubo grandes martirios y apostasías. En esta época
nacen los confesores, encarcelados que sufrieron torturas por Cristo. Otros apostataron de diversas formas
como los libeláticos, los lapsi, los sacrificati y los thurificati. Valeriano generaliza la persecución con
dos edictos, en los que promulgaba la adoración a los dioses del estado y condenaba a quien no los
realizara.
3.2. El diálogo con el helenismo: Frente al mundo pagano, los cristianos tenían dos posturas
opuestas:
- Rechazar todo lo que provenía del paganismo, pues constituía un peligro para la conservación de la
fe.
- Dialogar, porque consideraban que cuanto había de verdadero en esa cultura era por inspiración.
S. II algunos autores, los apologetas, comienzan a defender la religión cristiana frente a ataques,
objetivos:
- Apologético: defender al cristianismo de los ataques que sufría.
- Propagandístico: por el deseo de comunicar a los demás la verdad de aquello que habían
encontrado.
- Cultural: reflexión ante cómo el cristianismo se debía situar ante la cultura
dominante.
Si la verdad, bondad y belleza de Dios habían empezado a manifestarse en la creación, el cristiano no podía
ir ahora y decir que eso era malo. La literatura apologética supuso que el cristianismo repensase
sus relaciones con la cultura griega. Los principales apologetas fueron Cuadrato, Arístides, Justino, Taciano
El sirio, Atenágoras, Teófilo de Antioquía y el autor de la Carta a Diogneto.

4. De la paz constantiniana al catolicismo como religión de Estado bajo Teodosio


Galerio publicó en el 311 un edicto, en él reconoce al cristianismo un derecho de existencia legal y
dejando de ser una superstición ilícita. A principios del 313 se promulgó la legislación de libertad
religiosa, el Edicto de Milán. Tres causas: El triunfo de Constantino sobre Majencio; la educación
recibida por Constantino, que sentía aprecio por los cristianos y su inclinación por el monoteísmo, su culto
al sol invicto. El edicto fue un pacto entre Constantino y Licinio que acordaba la plena libertad religiosa
para todos los
súbditos. La Iglesia recobraba sus lugares de culto y propiedades. En el 324, Constantino queda como
único emperador y en un nuevo edicto hace profesión de fe cristiana. Ahora es el paganismo el que aparece
como tolerado. El estado sufraga la construcción de templos y el emperador interviene en la Iglesia,
convocando el Concilio de Nicea. Las leyes se empiezan a impregnar de orientación cristiana: se restringe el
divorcio, el domingo se convierte en fiesta, se otorgan inmunidades y exenciones a clérigos, y valor civil a
las sentencias de los obispos. Esta nueva situación trajo el peligro de la decadencia moral y religiosa con
falsas conversiones. Finalmente Teodosio, en la constitución Cunctos Populos (380), ordenaba la conversión
a la fe cristiana bajo pena de infamia legal al que desobedeciera.

5. El fenómeno del monacato


5.1. Los orígenes monásticos en Oriente: Comenzó a principios del siglo IV. El monaquismo antiguo se
nutrió de una espiritualidad propia, fundada en la segregación del mundo como condición para la
purificación interior que abre el camino a la contemplación. Evagrio Póntico (346-349) adaptó para los
monjes la doctrina espiritual de Clemente y Orígenes. Juan Casiano (360/5-433/4), después de pasar mucho
tiempo con los monjes de Palestina, Egipto y Constantinopla, fundó dos monasterios en Marsella.
Escribió las Instituciones monásticas y las Collationes, que introdujeron en Occidente las doctrinas del
monacato de Oriente. La espiritualidad monástica animaba un fenómeno ascético y social de grandes
proporciones, cuyas primeras manifestaciones aparecieron en Egipto durante el siglo IV.
San Antonio Abad (251-356) congregó a un gran número de discípulos que poblaron los desiertos de
Nitria y Scete. Su vida anacorética se caracterizaba por la soledad y el silencio. Estaban dedicados a la
oración, la penitencia y el trabajo manual. San Pacomio (286-346) puso los fundamentos de vida
cenobítica y aportó al monaquismo: la vida común y la obediencia al superior religioso. Gracias al
monaquismo egipcio el cristianismo penetró en las poblaciones campesinas de lengua copta. Estos monjes
fueron siempre acérrimos defensores de los patriarcas de Alejandría. Cuando éstos cayeron en la herejía
monofisita, los monjes les siguieron, y con ellos la población. Así surgió el cristianismo copto.
En Asia Menor san Basilio de Capadocia fue el promotor de la vida monástica bajo la forma
cenobítica. No hizo una regla y sus monasterios fueron de modestas dimensiones. En Palestina y Siria el
monacato alcanzó gran difusión en su forma anacorética. Los anacoretas sirios se hicieron famosos por sus
extraordinarias penitencias, sobresaliendo entre ellos los estilitas. En el mundo griego la vida monástica
penetró incluso en las grandes ciudades. En Constantinopla llegaron a existir 80 monasterios.
5.2. El primer monacato occidental: San Agustín dio un fuerte impulso a la vida monacal en África tanto
entre las vírgenes como el clero. La regla de san Agustín es la adaptación para las comunidades de
varones de una carta que dirigió a la superiora de una comunidad femenina. Instituyó con carácter
obligatorio la comunidad de vida para sus clérigos. San Martín de Tours fue el promotor en las Galias,
que fueron el germen de los monasterios de Ligugé y Marmoutier. En el sur, san Honorato erigió un
monasterio en la isla de Lernis, en Provenza. En Marsella, Casiano fundó el monasterio de san Víctor e
introdujo las tradiciones ascéticas que había vivido en Oriente.
En Italia, san Benito (480-547), organizó la primera comunidad en Subiaco. En Montecasino
establece un nuevo monasterio con bases distintas: la comunidad de vida era más intensa, la dirección del
abad más inmediata y la existencia de los monjes se dividía entre la oración litúrgica, la lectio divina y el
trabajo manual. Compuso una regla, que tiene influencias de Pacomio, Basilio, Agustín y Juan Casiano.

6. Visión general de las tres grandes tradiciones patrísticas: asiática, alejandrina y agustiniana
La tradición es una categoría de la historiografía patrística asociada a una zona o a una persona o círculo
de personas, que alude a una presentación global o sistemática del misterio de fe y que nos permite
distinguir las diferentes sensibilidades con que se recibió y plasmo el primer anuncio apostólico. Está
categoría, no se circunscribe solamente a la reflexión teológica, sino que implica el resto de facetas de la
vida cristiana. Cada tradición está siempre viva, puede cambiar dentro de un mismo autor inclusive, y de un
autor a otro de la misma tradición. El aspecto que se mantiene consiste en la continuidad de
determinados
principios fundamentales. Una misma tradición puede albergar posiciones tanto ortodoxas como
heréticas.
Si siempre está cambiando, ¿cómo se marca la pauta de una tradición? En general, se advierte en
Ireneo, el representante por excelencia de la llamada tradición asiática; en Orígenes, el de la alejandrina; en
Tertuliano, el de la africana; y en Agustín, el de la agustiniana. Las tres grandes tradiciones patrísticas son:
- La tradición asiática. Representada por algunos Padres Apostólicos, Melitón, Hipólito de Oriente, Teófilo
Antioqueno, Ireneo, Tertuliano, Lactancio, elementos de Gregorio de Elvira, Zenón de Verona,
Prudencio...
- La tradición alejandrina. Arraigada en Filón y definida por los dos grandes: Clemente y Orígenes. Los
origenianos, que son legión, pocos son originales: Ambrosio en puntos de cristología e Hilario en todo.
- La tradición agustiniana. Sigue a san Agustín de Hipona.
6.1. Contraposición entre tradición asiática y tradición alejandrina: Dos ambientes destacaron, en el
período entre la mitad del s. II y del s. III: el asiático y el alejandrino. El florecimiento cultural de los dos no
fue contemporáneo. La cultura asiática tuvo su akmé en la segunda mitad del siglo II, la alejandrina en la
primera mitad del siglo III; y esta no provoco el declive de la anterior. El declive había comenzado ya a
manifestarse antes, aunque es indudable que tal difusión contribuyó a acentuar esa caída de la tradición
asiática. El florecimiento cultural se dio en esas áreas porque: el Asia romana en el siglo II tiene una óptima
condición social y económica que favoreció la literatura en ambiente tanto pagano como cristiano;
Alejandría, también bajo el dominio romano, continuó siendo un centro de estudios y de actividad cultural.
Otra observación concierne a la aparente oposición Asia-Alejandría, por una parte una ciudad
(Alejandría), y por otra una región entera (Asia). Esto es así porque resulta fácil situar en Alejandría el lugar
de origen y de máxima propulsión de la cultura hegemónica, donde se formaron y trabajaron, sus
representantes más importantes, Clemente y Orígenes, no es posible hacer lo mismo para la otra cultura
ligada a personajes con diversa localización: Justino (Éfeso), Melitón (Sardes), Teófilo (Antioquía) e Ireneo
(Lyon). Por eso, el término asiática es indicativo de una impostación cultural que floreció, no en un centro
concreto, sino en una región que, en aquel tiempo, vivía el momento mejor de su historia civil y social, y en
la que no predominaba un solo centro, de igual significado. La asiática se nos presenta más enraizada en el
nivel popular que luego fueron recibidas en un nivel culto y, ahí, elaboradas más adecuadamente; la cultura
alejandrina más elitista, nació en las escuelas de Clemente y, de Orígenes, y se impuso en un nivel culto y
jerárquico. Sólo gradualmente, logró conquistar una base popular. La cultura asiática y alejandrina, han de
asumirse geográficamente sólo en la fase inicial de su actividad, pues ejercitaron su influencia y se
difundieron más allá de su área geográfica y, por consiguiente, la especificación pasa a asumir valor cultural.
La cultura asiática gracias a la notoriedad de sus representantes ejercitó su influjo en áreas incluso
muy distantes. Tertuliano conoció bien a Justino, Ireneo y Teófilo. Por lo que respecta a la
cultura alejandrina, la condena de Orígenes (por su obispo Demetrio enviándole a Cesarea de Palestina) no
dañó en modo apreciable la posición hegemónica y, su traslado a Cesarea inauguró en área siro-palestinense
una actividad cultural alejandrina, al final del siglo III, estaba difundida en parte del Oriente cristiano.
En la raíz de la oposición se encuentra una diversa concepción de la realidad. En Asia prevaleció una
concepción materialista, alejada del espiritualismo platónico. En la base está la influencia judía la cual, no
había recibido en modo apreciable la contraposición entre realidad material y espiritual tal como la
concebían los griegos. Tal influencia judía estaba bien enraizada también en un humus popular,
naturalmente inclinado a apreciar los aspectos más corporalmente visibles y evaluables. En un nivel culto,
tal tendencia se sistematizaba en la filosofía estoica cuyas influencias, se advierten en todos los principales
representantes de esta cultura, sobre todo en Ireneo o Tertuliano. En Alejandría, el espiritualismo platónico
está como en su casa; en Filón se advierte su influencia de modo fuerte y también en Clemente, pero es
sobre todo Orígenes el que lo hace propio de modo orgánico y lo convierte en fundamento de su concepción
del mundo. El universo estoico es monista y postula un único nivel de realidad, aunque articulado de modo
vario. En cambio, el universo platónico funciona en dos niveles: realidad sensible y realidad inteligible. En
consecuencia, la reflexión doctrinal de los asiáticos presenta caracteres más unitarios respecto al
divisismo que caracteriza la reflexión de los alejandrinos en los contextos más diversos, y esta
bipolaridad (asiático-
alejandrina) se advierte en todos los ámbitos en donde tal reflexión doctrinal comenzó a ejercitarse.
6.2. La tradición agustiniana: En Las Confesiones utiliza un tono cordial, la luz de Cristo no sólo ilumina
su sabiduría sino a todo el hombre. Es su corazón iluminado, tocado por la verdad. Utiliza mucho los Salmos
En Contra Académicos: combate su escepticismo sobre el hecho de que el hombre no puede comprender la
verdad y para ello usa los libros platónicos, siempre que no estén en contradicción con la teología cristiana.
Cristo para Agustín es la única autoridad firme. Critica a los neoplatónicos cuando dicen que el mal es un
desorden en sí mismo pero que en la totalidad de la vida tiene sentido. Plotino dirá esto, pero Agustín dice
que el primer orden es lo bueno y que el mal es fruto del pecado original. Recibe de los neoplatónicos la
definición del mal: el mal no es una sustancia (como decían los maniqueos) sino una privación. Cuando
muere su madre habla de la inmortalidad del alma en De quantitate animae. Ve que lo que hay en la
sabiduría pagana se puede llevar a la verdad en el cristianismo. Interviene en tres grandes cuestiones:
- Polémica maniquea: Agustín trata el problema del mal partiendo de una reflexión que al principio de su
vida fue filosófica, proveniente de la doctrina maniquea. Se va despojando a lo largo de su vida de los
condicionamientos filosóficos que no le permiten acercarse de forma teológica. Va habiendo una evolución.
Agustín trata de demostrar que el dualismo ontológico maniqueo es absurdo. El mal es una ausencia de ser
y, por tanto, el no ser no puede tener entidad ontológica. Sólo hay un principio eterno que es la luz. Esto lo
toma de los neoplatónicos, en concreto de Plotino que dice: Sólo hay un único principio.
- Polémica donatista: El problema donatista surgió porque un obispo traditor ordenó obispo a Ceciliano,
cosa que el partido de Donato no acepta y ordena a Mayorino en su lugar. El cisma comienza a amainar en
el
411 por la intervención de Agustín, pero hay un lapso de tiempo en el que la Iglesia va a estar dividida con
mayoría donatista. Agustín, hace evolucionar la doctrina de la Iglesia. Dice que no existen dos Iglesias: los
buenos –los de Donato– y los malos –los traditores–, no existen dos tiempos sino sólo uno, que ya juzgará el
que tiene que juzgar cuando llegue el momento, ahora es tiempo de tolerancia. Habla de la Iglesia permixta
donde los buenos están mezclados con los malos sin ser perjudicados. Así los sacramentos mantienen su
validez aunque los ministros sean malos, a partir del acto en sí, a partir de la obra obrada, no a partir del que
obra. La omnipotencia de Dios no queda privada de validez por el pecado del hombre, Dios quiere salvar por
el bautismo y salva aunque el que lo administre sea un traidor.
- Polémica pelagiana: Cabe distinguir tres fases:
411–418 d.C.: San Agustín toca la doctrina pelagiana en general; escribe tranquilamente contra ellos. 418–
430 d.C.: Contra Juliano de Eclana, es una fase muy polémica.
La última etapa se solapa en parte con la anterior y son los últimos años de vida de Agustín, en los que
mantiene una lucha feroz escribiendo libros contra los monjes de los monasterios de Hadonmeto y Marsella.
Hay que tener muy en cuenta que para Agustín, la predestinación nunca es a la condenación (sí es así en
Calvino) sino a la salvación. No estructura su teología sino que con ella trata de dar respuesta de forma
racional a un problema: ¿cómo es posible que la Iglesia se salve y los otros no? Detrás late la doctrina
africana de que fuera de la Iglesia no hay salvación; no puede ser que Dios pueda ser superado por la
criatura. Sin embargo, Agustín en un momento dado se da cuenta de que incluso la fe es ya gracia.

7. La progresiva separación entre el oriente y el occidente cristianos


En el siglo IV cristalizó de manera definitiva la diferenciación entre el oriente y el occidente como
expresión de dos culturas. La razón estaba en que por debajo de la unidad lograda por el imperio romano
persistían las radicales diferencias, que fueron consagradas por el reconocimiento que hizo Diocleciano con
vistas a un mejor gobierno, la existencia de dos partes del imperio, una oriental y otra occidental. Salvo los
periodos de unidad de Constantino y Teodosio, tuvieron un emperador cada una. La Iglesia recibió también
la impronta de esa división entre oriente y occidente, que no podía dejar de repercutir en el terreno religioso.
Las diferencias temperamentales entre latinos y griegos, entre el sentido jurídico y pragmático de los
occidentales y la inclinación oriental a la especulación, no favorecían el entendimiento. A todo ello se
sumaba la dualidad lingüística. En occidente, donde el griego se había utilizado por la Iglesia en los
primeros tiempos como lengua del culto, la liturgia pasó a ser totalmente latina desde el siglo
IV.
En el siglo V, la curia romana y los Padres occidentales solían desconocer el griego, mientras que los
orientales ignoraban el latín. La falta de un idioma común, resultaba perjudicial en aquella época de grandes
controversias teológicas. Esta misma incomunicación fue un obstáculo para enriquecer la ciencia teológica
con las aportaciones de los Padres de la Iglesia que escribían en otro idioma. Pronto pudo hablarse de una
Iglesia latina y otras orientales, encabezadas por la bizantina, de un cristianismo occidental y otro oriental
de lengua y cultura griega, copta o siríaca. Con el tiempo también existieron diferencias históricas.

8. Orígenes del cristianismo en España: Santiago, antiguas tradiciones, origen africano


Se tardó bastante en introducir plenamente el cristianismo en España. Sucedió lo mismo que en
Roma, tuvo que mantener una lucha continua y encarnizada y sólo al final de las persecuciones adquirió
verdadera consistencia y robustez. Conviene distinguir dos núcleos de tradiciones referentes al origen
apostólico de la Iglesia en España: uno en torno a Santiago el Mayor y otro en torno a san Pablo y los
varones apostólicos. Santiago: Desde el s. VIII domina la creencia de que Santiago el Mayor fue el primero
que vino a España a predicar el Evangelio, aunque obtuvo poco fruto. Ha habido posturas a favor y en contra
de esta tradición:
- Las posturas favorables se basan en la misma tradición existente desde tiempo inmemorial. Desde el
siglo
VIII aparece consignada en la misa y el rito mozárabe y a través del Beato de
Liébana.
- Las posturas desfavorables se centran en el silencio acerca de la venida de Santiago durante los siete
primeros siglos. Se han conservado muchos textos de ese tiempo y sin embargo ningún autor le menciona.
Antiguas tradiciones:
La aparición de la Virgen del Pilar: Unos la defienden y otros la rechazan. En torno al año 300 existía en
Zaragoza un templo dedicado a santa María del Pilar. Los argumentos para rechazar la aparición se
centran en que no se mencionan en los textos antiguos y medievales, ni siquiera en los más apropiados,
como el himno de Prudencio en honor a los 18 mártires de Zaragoza. Tampoco san Braulio, obispo de
Zaragoza (619-631), hace mención, ni la liturgia mozárabe, que consigna los santos y fiestas típicamente
españolas.
Las reliquias del apóstol Santiago: Es claro que los restos corresponden a un sepulcro romano del siglo I.
Hacia el año 900 hay una opinión unánime de que allí se encuentran los restos del apóstol. Pero el
problema es el mismo, durante ocho siglos nadie ha mencionado nada acerca del asunto.
La venida de Pablo a España: Parece históricamente cierta. Su estancia está atestiguada por testimonios
muy antiguos, como el papa Clemente o los libros apócrifos. Pero poco se puede decir sobre su actividad
apostólica. Lo más probable es que estuviera en Tarragona, el puerto más importante de la España romana.
Los siete varones apostólicos, enviados por el apóstol san Pedro. Es una tradición probablemente cierta.
Se dirigieron hacia la Bética. Los cita el calendario mozárabe.
Origen africano: La posibilidad de que la evangelización de España partiera desde África es probable
porque parece la vía más lógica de penetración, pero es algo poco estudiado debido a la escasez de
documentos. Los datos que se poseen son:
- La primera sede primada fue Cartago Nova, capital de la provincia romana y con una relación muy activa
con Cartago. Toledo pertenecía a ella. Fue la llegada de los visigodos, que fortificaron el centro de la
península y quisieron que su capital política coincidiera con la religiosa, la que determinó que la primacía
pasara a Toledo. Algo que los obispos de Cartago Nova no aceptaron.
- La liturgia mozárabe recoge textos de Cipriano y de Agustín que pueden proceder de la liturgia africana.
El problema es que no podemos comprobarlo porque todo lo escrito sobre la liturgia africana fue destruido.
- Se tiene constancia de la intervención de san Cipriano, obispo de Cartago, para solucionar el caso de
los
obispos Basílides y Marcial, depuestos como libeláticos. Ambos apelaron a Roma y el papa Esteban,
convencido de su inocencia, ordenó que fueran restablecidos. Entonces, los obispos españoles no satisfechos
con esta solución, recurrieron a san Cipriano. En el Sínodo de Cartago (254) fue confirmada la
deposición de Basílides y Marcial. Esto les ponía en contradicción con el papa, pero no parece que el papa
recibiera mal esto. De este hecho se podría deducir que los obispos españoles aceptaban una cierta primacía
del obispo de
Cartago.
TESIS 48 LA IGLESIA MEDIEVAL

La conversión de los pueblos germánicos. La reforma de la Iglesia carolingia. El sacro imperio


romano- germánico. La reforma gregoriana. El cisma de la Iglesia oriental. El sacerdocio y el
Imperio en los siglos XII y XIII. Formas de vida religiosa. La herejía medieval. Reorganización de la
Iglesia española durante la Reconquista.

1. La conversión de los pueblos germánicos


La presión de los bárbaros sobre las fronteras del imperio se dejó ya sentir con intensidad en el siglo III.
En la segunda mitad del siglo IV, los pueblos germánicos, empujados por los hunos, comenzaron a instalarse
sobre tierras romanas. Este asentamiento, iniciado por los visigodos en las provincias balcánicas del sur del
Danubio. En algunas ocasiones, los pueblos germánicos recibieron tierras en calidad de federados
del imperio, como los visigodos. El asentamiento se hizo otras veces por invasión violenta: suevos, vándalos
y alanos (406-407) alcanzan Hispania y el África cartaginesa.
Los pueblos invasores abrazaron el cristianismo bajo la forma arriana. Algunos de ellos, como los
ostrogodos o los vándalos, permanecieron arrianos hasta su extinción. Otros, los visigodos, suevos,
borgoñones y longobardos, terminaron por adherirse a la fe católica. El arrianismo penetró entre los
germanos a través de los visigodos, los primeros que recibió el cristianismo en la segunda mitad del siglo
IV. Los visigodos cuando se instalaron, prometieron hacerse cristianos si les enviaban misioneros
conocedores de su lengua. Valente, emperador oriental, accedió, pero era arriano, por lo que envió
misioneros arrianos. Esto tuvo una repercusión en muchos pueblos bárbaros que, para hacerse cristianos,
se sintieron atraídos por el ejemplo del primero y optaron por la confesión arriana.
A lo largo del siglo VI, varios pueblos germánicos abandonaron el arrianismo. Asistimos a
conversiones colectivas de pueblos enteros. El grueso de la nación seguía la pauta religiosa marcada por sus
jefes. La importancia de la conversión del rey, ella es identifica por la historia con la conversión de su
pueblo. Los vínculos de fidelidad personal arrastraban en pos del rey a lo más representativo de la nación.
Una vez bautizados, aunque su vida moral dejase mucho que desear, los príncipes germanos con el
ejemplo de su pública profesión cristiana y con la ayuda que prestaron a la Iglesia, fueron los principales
agentes de la conversión de sus pueblos. Gracias a ellos, los misioneros pudieron realizar su tarea, una
profunda evangelización, lucha contra las supersticiones, cristianización de las costumbres, práctica religiosa.
- La conversión de los francos: El matrimonio de su rey, Clodoveo († 511), con una princesa católica y su
triunfo en una batalla contra los alemanes, hacen que se bautice y con él su pueblo (496). La iglesia
merovingia emprendió la evangelización de las tribus francas. Evangelizadores: Martín de Tours,
Remigio de Reims, Cesareo de Arlés o Gregorio de Tours, auxiliados por monjes irlandeses.
- La conversión de los borgoñones: Por su contacto con los visigodos se hacen arrianos, pero con su rey
se
hacen católicos en el siglo VI.
- La conversión de los lombardos: También arrianos por su contacto con los godos, conquistan el norte de
Italia y maltratan a los católicos hasta que su rey se
convierte.
- Las cristiandades célticas: En Irlanda, la sociedad se agrupaba en clanes, que eran grupos tribales. La
Iglesia se acomodó a ese sistema social y adoptó una organización de tipo monacal, en la que el monasterio
era el centro de la vida religiosa del clan y su abad el superior eclesiástico y obispo. La Iglesia céltica
presenta una vocación misionera. Los monjes celtas practicaban la peregrinación por amor de Dios,
impulsándoles a la aventura apostólica. Destacan san Columba, evangelizador de Escocia, y san Columbano.
- La conversión de los anglosajones: La iniciativa de la cristianización partió de Roma y del papa
Gregorio Magno. La Inglaterra sajona se hallaba divida en siete reinos. En el siglo VI, el rey de Kent,
casado con una princesa franca católica, se bautiza y con él muchos nobles y súbditos reciben el bautismo
en la Navidad de
597. El obispo Agustín fue nombrado obispo de Cantorbery y trató de construir una Iglesia única para toda
la isla, que comprendiera tanto a los conversos anglosajones como a los viejos cristianos bretones, pero
estos se opusieron por el odio que tenían a los invasores sajones y por sus diferentes tradiciones litúrgicas.
- La conversión de los visigodos: La conversión de Recaredo (587) abrió el camino a la rápida conversión
de su pueblo. El monarca reunió a una asamblea del episcopado arriano y consiguió que los obispos
siguieran su ejemplo. En el III Concilio de Toledo (589), Recaredo hizo una solemne profesión de fe y
presidió la abjuración del arrianismo hecha por los obispos y nobles góticos. La vitalidad de la iglesia
visigótica se puso de manifiesto en su capacidad creadora. Los concilios generales debían reunirse siempre
que alguna cuestión de fe o de interés común aconsejase su celebración. En el ámbito del derecho, la España
visigoda produjo su propia colección canónica, la Hispana. Ordenó su propia liturgia, la mozárabe, hasta la
reforma gregoriana del siglo XI. San Leandro, san Isidoro y san Fructuoso compusieron sus propias reglas.

2. La reforma de la Iglesia carolingia


Antecedentes: El hecho clave que marcó nuevos rumbos en la historia de la Iglesia y de la Europa cristiana
fue el giro dado por la Santa Sede a mediados del siglo VIII, se desligó del Imperio de Oriente e hizo del
reino franco el poder secular protector del pontificado romano. Los papas reconocían la soberanía
del emperador bizantino y éste protegía las tierras pontificias de los lombardos, pero la presión del Islam
sobre el Imperio oriental debilitó la potencia bizantina en Italia y la eficacia de su acción protectora de las
tierras pontificias. La crisis iconoclasta llevó a un enfrentamiento entre Roma y Constantinopla. Los papas
se alejan de un imperio bizantino iconoclasta y hostil, incapaz de garantizar la seguridad de la península
itálica.
Los monarcas merovingios (descendientes de Clodoveo) tenían un poder nominal y el poder efectivo
estaba en manos del mayordomo de palacio, que constituía una dinastía hereditaria. Pipino el Breve
(reinó del 741 al 768) acabo con la ficción y, con el apoyo del papa, fue elevado al trono. Recibió del legado
del papa la unción real. La alianza quedaba así ratificada. Pipino derrota a los lombardos y, por
derecho de guerra, todo el territorio desde el río Po hasta Roma pasa a ser suyo. Éste se los cede a Roma,
cesión ratificada por su hijo, Carlomagno, uniendo a la donación de nuevos territorios conquistados en el
sur de Italia (ducado de Roma, Estados Pontificios); así el papa comienza a tener atributos políticos.
La reforma carolingia: Carlomagno (768-814), desarrolla una política cristiana que alcanza a toda la
extensión de sus dominios y a todos los aspectos de la vida de sus súbditos. Se consideraba instrumento para
poner por obra los designios divinos sobre la Iglesia y la cristiandad, fue el llamado renacimiento
carolingio. Hizo de la propagación de la fe y de la civilización cristiana el principio rector de su acción
política (ideal agustiniano de La Ciudad de Dios). No distinguía entre el ámbito espiritual y el temporal y
no hubo ningún terreno que estimase ajeno a su interés y autoridad: el adopcionismo, la cuestión del culto a
las imágenes, la fórmula del Filioque, etc. El buen orden de la iglesia y de la sociedad cristiana era
competencia del poder público. Se sirvió de las capitulares, una serie de leyes, disposiciones y reglamentos
que poco a poco daban solución a los problemas, del reino sobre todo a nivel eclesial. Implicaban:
restauración de la disciplina en los monasterios y dentro del clero, reforzamiento de la jerarquía diocesana,
reforma litúrgica, obligatoriedad a iglesias episcopales y abadías de erigir escuelas, normas sobre misiones.
Reforma del monacato: El monacato franco tuvo durante el siglo VII un momento de expansión, pero en el
siglo VIII se vio influido por la decadencia. Este presta su apoyo a la misión y a la vez a la defensa de los
territorios conquistados. Carlomagno no sólo los instituyó para sus intereses políticos sino que se preocupó
de su reforma espiritual y disciplinar apoyando la introducción de la regla benedictina. Ésta fue implantada
por Benito de Aniano.
La decadencia: Tras la muerte de Carlomagno, la dinastía entra en decadencia. El imperio entra en
un periodo de guerras civiles por la sucesión y el poder, a lo que hay que sumar las invasiones de
normandos y musulmanes. También la Iglesia entra en decadencia. Entramos en el llamado Siglo de hierro,
en el que se suceden papados breves y conflictivos. El papado se disputa entre las familias principales de
Roma y los papas elegidos son, en su gran mayoría, indignos. Los nobles controlaban sus iglesias
particulares, hacían ordenar sacerdotes; el obispo pierde influencia sobre estas iglesias. Cuando esta
intrusión abusiva de lo
político en lo eclesiástico se extendió a los obispados y abadías, la Iglesia esclavizada y prostituida,
padeció las plagas más infamantes de su historia. Sólo en la libertad debía encontrar su regeneración.

3. El sacro imperio romano-germánico


Extinguidas las últimas secuelas del pasado carolingio, los duques de las diversas naciones germánicas
eligieron como rey de Alemana a Enrique I, duque de Sajonia (919). La sucedió su hijo Otón I (936-973).
Otón trató de reforzar la constitución política del reino, haciendo más estrecha la vinculación a la corona de
los diversos ducados nacionales que integraban la monarquía germánica. Lo procuró a través de una íntima
colaboración de la Iglesia en los negocios públicos del reino. Los grandes eclesiásticos habrían de ser
la clave de la estabilidad de la monarquía germánica. Entregó feudos y prerrogativas señoriales a los
prelados para que se convirtiesen en príncipes eclesiásticos. El monarca se reservaba una intervención en la
provisión de obispados y abadías, con el fin de que las ocupasen individuos idóneos para la doble función
espiritual y temporal. Los obispos y abades debían jurar fidelidad al rey y reconocerse sus vasallos, el cual
les entregaba el báculo episcopal o abacial y el anillo. Tras esto, ya podían ser consagrados. El monarca
alemán, al ser elegido por los príncipes, tomaba el título de rey de los romanos y se convertía en
candidato único al imperio, pero la dignidad imperial la recibía en la coronación por el papa, que era el
único poder capaz de conferirla. La Edad Media consideró al imperio como la forma política básica de la
cristiandad.

4. La reforma gregoriana
Contexto: Tras la muerte de Otón III, el pontificado vuelve a caer en manos de las familias romanas, que
imponen a papas indignos, hasta que el emperador Enrique III, s. XI, se arroga la facultad de designar al
papa. Sus designaciones fueron acertadas y recayeron en personas dignas, que pusieron las bases para la
reforma gregoriana. Pero este sistema de elección no era bueno, porque privaba de libertad a la Iglesia.
En
1056 falleció Enrique III, cuando su hijo contaba con 6 años, lo que aprovechó la Santa Sede para
emanciparse de la tutela imperial. Los papas eran elegidos por el clero romano y a posteriori se notificaba al
emperador su designación. En 1059 se regula la elección pontificia, reservándola al Colegio de Cardenales.
Todo el cuerpo de la Iglesia se hallaba necesitado de reforma y de modo especial el clero. Los males que
aquejaban a la Iglesia eran: la simonía, el nicolaísmo (violación de la norma del celibato por vivir en
concubinato) y la investidura laica (provisión de oficios eclesiásticos por poderes seculares). Esta última se
consideraba el origen de los otros dos males. Aparecen movimientos que luchan contra el clero indigno.
Iniciativas de reforma anteriores a Gregorio VII:
La fundación de Cluny: En 910, el duque de Aquitania funda el monasterio de Cluny y lo somete a la
protección de la Santa Sede para librarlo de los abusos del poder temporal. Esta orden reformará casi todos
los monasterios de Europa y su influjo será muy grande, de ella saldrá la gran mayoría de los reformadores.
La reforma del clero secular: Los papas designados por Enrique III apoyarán formas de vida común
o canónica que se basan en la habitación común, la misa, el rezo del oficio divino en común y la lectura de
la Biblia, para luchar así contra el nicolaísmo y la simonía. Pero no solucionan las investiduras laicas.
La reforma iniciada por Gregorio VII (1073) (lucha contra las investiduras). En 1074 se celebra un
sínodo en Roma que emana las siguientes disposiciones: a) Quienes hayan conseguido simoníacamente un
oficio quedan suspendidos. b) Nadie puede comprar o vender cargos eclesiásticos. c) Los sacerdotes
concubinarios no pueden oficiar celebraciones religiosas. d) El pueblo no debe asistir a oficios celebrados
por sacerdotes concubinarios o simoníacos. El emperador Enrique IV acepta estas normas, pero los
obispos y sacerdotes alemanes se oponen, al igual que ocurre en Francia. El sínodo de 1075 publicó un
decreto contra la investidura laical, amenazando con la excomunión a los príncipes y reyes que
confirieran la investidura de los obispados o de cualquier otro oficio eclesiástico. También publica los
privilegios de la Santa Sede en el Dictatus Papae, donde se hallan resumidos los principios fundamentales de
su doctrina. Son
27 proposiciones que recogen las tesis clásicas de los teóricos defensores de la supremacía del
poder espiritual sobre el temporal. Por la investidura laical se desató el conflicto con Enrique IV, el cual
en un
sínodo en Worms depuso al papa. Gregorio VII respondió con la excomunión y la dispensa del vasallaje a
los súbditos del rey (1076). Tras la penitencia ante el castillo de Canosa, el papa levantó la excomunión al
emperador. Pronto la conversión de Enrique IV se reveló falsa, y en 1080 fue de nuevo excomulgado,
reconociendo el papa a Rodolfo de Suabia como emperador. Enrique IV creó un antipapa, Clemente III, que
fue entronizado tras la victoria militar de aquél en 1084. Gregorio VII murió al año siguiente en el destierro,
pero como papa. Los sucesores de Gregorio VII prosiguieron su política hasta acabar con las investiduras:
Tratado de Sutri (1111), por Pascual II y Enrique V, Concordato de Worms (septiembre de 1122), con el
que se dio por terminada la lucha, y con carácter dogmático, el I Concilio de Letrán (1123).

5. El cisma de la Iglesia oriental


Durante la Edad Media se observa un distanciamiento entre la Iglesia bizantina y la romana, que
desembocó en la ruptura oficial del vínculo de la comunión eclesiástica en el cisma del año 1054.
La crisis iconoclasta: El emperador León III (717-741) decretó la prohibición de venerar las imágenes y la
destrucción de los iconos. La cristiandad bizantina se dividió en dos bandos. Constantino V (741-775), su
sucesor, ordenó destruir las imágenes y las reliquias, prohibiendo el culto a los santos. Esto provocó
fricciones con Roma que estaba contra estas medidas, y provocó un acercamiento a Roma de aquellos que
también eran contrarios, buscando un apoyo. Por ello abundaron los reconocimientos al primado romano.
El cisma de Focio: Es el primer amago de ruptura. Ignacio, patriarca de Constantinopla (847), es obligado a
dimitir por cuestiones políticas, eligiendo a Focio nuevo patriarca. Los partidarios de Ignacio y de Focio se
excomulgan mutuamente. El papa Nicolás I envía legados que se extralimitan en sus atribuciones y dictan
sentencia a favor de Focio en contra de los deseos del papa, que les destituye y declara a Focio privado de
toda dignidad eclesiástica, y rehabilita a Ignacio. Focio, que contaba con el apoyo del emperador, acusa de
herejía al papa por la cuestión del Filioque y le excomulga. En el 867 vuelve Ignacio y la situación cambia.
A su muerte vuelve Focio, fue rehabilitado, solucionando relativamente el cisma, pero la distancia aumenta.
El cisma de Miguel Cerulario: Sergio IV (1009-12), al iniciar su pontificado, envió a Constantinopla,
según costumbre, su profesión de fe en la que figuraba el Filioque. El patriarca rechazó esa profesión. En
1043 ascendió al patriarcado Miguel Cerulario, antilatino, que generó un clima de acusaciones mutuas entre
las dos Iglesias, planteando un conflicto en un punto donde iba a tener el apoyo del pueblo: la defensa de los
ritos. Ordenó la clausura de las iglesias latinas existentes en Constantinopla e indujo a escribir una carta
criticando los usos latinos divergentes de los griegos, exigiendo la renuncia a todas esas prácticas (los
sacerdotes latinos no llevaban barba, suprimen el aleluya en Cuaresma, comulgan con pan ázimo, etc.;
cuestiones de orden disciplinar). Roma respondió criticando los usos griegos, tachándolos de heréticos en
ciertos aspectos e incluso dudando de la legitimidad del patriarca de Constantinopla.
El papa envió legados a Constantinopla (el cardenal Humberto de Silva Candida) a los que Miguel
Cerulario menospreció. También ellos se comportaron de forma poco diplomática que llevó al clero
bizantino a hacer causa común con su patriarca. Los legados excomulgaron a Cerulario en 1054 y
se fueron. Canónicamente, la excomunión no era válida, pues los legados no estaban autorizados para ello.
Miguel Cerulario respondió excomulgándoles igualmente a ellos y a quien les había enviado. El cisma
quedaba así abierto, aunque sus protagonistas no fueran conscientes de ello, además el papa ya había muerto.

6. El sacerdocio y el imperio en los siglos XII y XIII


La teoría política medieval consideraba que la cristiandad constituía una vasta unidad, los pueblos
cristianos coronado por dos autoridades supremas: el papa y el emperador.
Alejandro III y Federico Barbarroja: El Concordato de Worms que puso fin a la cuestión de las
investiduras, abrió un periodo de paz entre el pontificado y el imperio. En 1152 fue elegido rey de
Alemania Federico Barbarroja, que pretendió ejercer una autoridad absoluta en el imperio germánico, sin
exceptuar a la Iglesia y a los obispos. Ésa fue la causa de su conflicto con el pontificado. A la muerte del
papa Adriano IV (1154-1159), fue elegido Alejandro III, pero un grupo de cardenales favorables al
emperador dio sus
votos a otro cardenal que se convirtió en el antipapa Víctor IV, reconocido por el emperador. El cisma duró
17 años fue una larga lucha entre el pontificado y el imperio. El papa fue apoyado por las ciudades del norte
de Italia, tras la derrota de Federico en la batalla de Legnano (1176), se puso fin a la lucha.

Inocencio III (1198): Ejerció su autoridad suprema sobre todos los reinos cristianos y recurrió con éxito
a las penas canónicas cuando los soberanos se apartaban de la justicia; enfeudó estados a la sede romana. Su
autoridad era obedecida en toda la cristiandad. Impulsó la cruzada para recuperar los Santos lugares.
El pontificado y Federico II: Federico II tuvo una concepción de su autoridad imperial menos cristiana y
más secularizada. Tras recibir dos excomuniones del papa Gregorio IX, Italia se dividió en dos bandos, los
partidarios del papa (güelfos) y los del emperador (gibelinos). En el Concilio de Lyon (1245), el papa
Inocencio IV, volvió a excomulgar a Federico II, lo privó del imperio y predicó una cruzada contra él.
También desligó a sus súbditos del deber de fidelidad. Muerto Federico II en 1250, el papa mantuvo la
excomunión contra su hijo, que murió pronto y sus estados fueron desgajados.
La crisis de la cristiandad: La lucha entre papas y emperadores que se había extendido a lo largo de dos
siglos, pareció terminar con la victoria del pontificado. El imperio alemán salió deshecho y nunca
recobraría la primacía que había tenido. La Iglesia también sufrió las consecuencias: a) Salió herida de
muerte la concepción unitaria de la cristiandad. La violencia con la que se enfrentaron tenía que acabar por
arruinar el sistema. b) El prestigio del pontificado también salió disminuido de su choque con el Imperio.

7. Formas de vida religiosa


Órdenes que toman como base la regla de san Benito
El Cister: El abad de Molesme, san Roberto, quiso implantar la reforma en su monasterio, volviendo a vivir
según la regla de san Benito. No pudo hacerlo y en 1098 se retiró junto con un grupo de monjes al bosque de
Citeaux (Cister) para crear una nueva abadía donde se observase estrictamente la regla benedictina. Al cabo
de unos años dio vida a varios nuevos monasterios que siguieron su misma observancia. El tercer abad, san
Esteban Harding, redactó la Charta Caritatis, que dio origen a la orden del Cister. Los monasterios se
integraban en pie de igualdad en la orden, conservando su existencia autónoma en lo espiritual y temporal, y
eran gobernados por sus abades. Anualmente se reunían en Citeaux todos los abades en capítulo general.
La observancia cisterciense pretendió un retorno a la simplicidad. Los monasterios debían levantarse en
lugares solitarios y sostenerse con el trabajo de los monjes. En 1116, san Bernardo fue hecho abad del
monasterio de Claraval, fue su gran impulsor. A su muerte en 1153 contaba con 343 abadías y serían 700 al
final del siglo. Los cartujos: Fundados por san Bruno de Colonia (+1101). Siguen la regla de san Benito a
la que se añade algunas penitencias como abstinencia todo el año y silencio continuo, teniendo como
ocupación la contemplación. Fue concebida como una fusión de la vida solitaria y la cenobítica.
Órdenes que toman como fundamento la regla de san Agustín:
Los canónigos regulares: Muchos clérigos renovaron en los capítulos catedrales y en las colegiatas la vida
común o canónica abrazando la regla de san Agustín.
Los premostratenses: Se dedicaron a la predicación y a la cura de
almas.
Nacimiento de las órdenes mendicantes: El siglo XIII aporta a la vida monacal la novedad del apostolado
universal. Las nuevas órdenes suponen novedades: El monje iletrado pasa a ser instruido, los conventos se
fundan en ciudades, practican la mendicidad, viven de su trabajo y de las limosnas ofrecidas por lo fieles.
Los franciscanos: Francisco, nacido hacia 1181, sintió la llamada divina a los 25 años. Se convierte en 1206
y en 1209 se le agregan los primeros compañeros, constituyendo una fraternidad de Fratris minores,
ansiosos por imitar la vida de Cristo por la práctica de la penitencia y la pobreza evangélica. Francisco
compuso una regla primera tomada de textos del Evangelio. Su predicación tuvo un eco extraordinario,
tanto que diez años más tarde había 5000 hermanos. También hay una segunda orden de mujeres, fundadas
por santa Clara y una tercera orden para laicos. Escribió una nueva regla definitiva aprobada por Honorio III
en 1223. A finales del siglo XIII se hallaba extendida por Europa, con 1500 conventos y 45000 religiosos.
La discordia
interna surgió en torno a la práctica de la pobreza entre una interpretación literal de la regla y los de la
observancia mitigada, introducida por el primer sucesor de san Francisco, fray Elías. A la muerte de san
Buenaventura (1274), los rigoristas-espirituales, sufrieron el influjo de las doctrinas apocalípticas de Joaquín
de Fiore. Algunos de los espirituales se salieron de la orden y crearon la secta cismática de los Fraticelli.

Los dominicos: S. Domingo de Guzmán viaja en 1204 a Francia con su obispo y ve los estragos que ha
causado los albigenses o cátaros. Comenzó a predicar contra ella y abrazó una vida pobre y penitente que
fuera garantía de su predicación. Terminada la cruzada, Domingo reunió a los primeros compañeros y
fundó la orden de los Frailes predicadores, aprobada en 1217. En el primer capítulo general de 1220 perfiló
la estructura de la orden, que fue reorganizada por el tercer general, san Raimundo de Peñafort. La práctica
de la pobreza fue regulada sin problemas. Consecuentes con su vocación de defensores de la fe,
dieron importancia a los estudios y trabajaron en las grandes universidades. Rama femenina y una orden
tercera.
La orden del Carmen: Nacida en Palestina, se constituyó como orden mendicante. Se vincula a la vida
eremítica llevada por el profeta Elías en el Monte Carmelo. Su regla es aprobada en 1226. Ante la expansión
del Islam se trasladan a Chipre y luego a toda Europa.
Las órdenes redentoras: Se dedicaban al rescate de los cristianos cautivos por los musulmanes. Son la orden
de la Merced y de los Trinitarios.

8. La herejía medieval
El adopcionismo: El obispo Elipando de Toledo (al que se une Félix de Urgel) se permite hacer un retoque
al misterio de la Trinidad y de la Encarnación para quitar lo que los musulmanes rechazaban. Afirma que
Jesús es hijo de Dios por naturaleza divina, pero por naturaleza humana es hijo adoptivo. Para él la segunda
persona adopta la naturaleza humana. Dicho así, a los musulmanes les sonaba bien. Elipando
rechaza abiertamente la doctrina de las dos personas (nestorianismo), pero con sus premisas se podía llegar a
tal conclusión. Lo combatió el abad Beato de Liébana y Eleuterio, obispo de Osma: Jesús no puede
ser al mismo tiempo hijo natural e hijo adoptivo de Dios. La filiación responde a la persona, hijo de es algo
que se predica de la persona, no de la naturaleza. La persona de Cristo es sólo persona divina, con dos
naturalezas, divina y humana. Tomaron cartas en el asunto el emperador Carlomagno y el papa Adriano I y
se condenó este adopcionismo mitigado en el Sínodo de Ratisbona (792) y en el de Francfort (794).
La controversia sobre la predestinación: Godescalco, que fue monje, malinterpreta a san Agustín y a san
Fulgencio de Ruspe. Afirma que existe una doble predestinación, a la gloria o a la condenación. Lo
combatió su propio abad y sus tesis son condenadas en los Sínodos de Maguncia (848) y Quierzy (849).
Pero ahora, aparece la herejía como fenómeno social que requiere una respuesta por parte de la Iglesia y
del poder civil. Hunde sus raíces en el movimiento de exaltación de la pobreza, aparecieron posturas
extremas que al denunciar la riqueza eclesiástica adoptaban una actitud anticlerical y
antijerárquica. Del franciscanismo surgieron grupos de Humillados y Fraticelli, muy ligados a ciertos
espirituales de la orden.
Los valdenses: Tomó el nombre de su fundador, Pedro Valdo, rico comerciante de Lyon que después de
desprenderse de sus bienes, reunió a algunos discípulos que se llamaron Pobres de Lyon, los cuales
practicaban una vida evangélica. A este evangelismo inicial faltó el profundo sentido de fidelidad a la
Iglesia. Por esta razón, ciertos grupos de valdenses del norte de Italia llegaron a romper con la Iglesia.
Los cátaros (albigenses): Se manifestó durante el siglo XII en Italia y otras regiones de Europa, pero
arraigó sobre todo en el mediodía de Francia (Languedoc). Último brote de una antigua corriente herética,
en la que se mezclaban elementos gnósticos con otros de raíz dualista maniquea, y que identificaba el mal
con la materia creada. Tomó la forma de una iglesia, cuyos miembros se dividían en dos categorías: un
grupo escogido de perfectos o puros, que vivían libres de todas la ataduras carnales y adquirían tal
condición en virtud de un rito de iniciación; y la masa de adheridos o creyentes, que no asumían tan
rigurosos compromisos y seguían usando de los bienes materiales. Su éxito se debió a sus predicadores,
cuya austeridad de vida contrastaba con el relajamiento de muchos eclesiásticos. La Santa Sede
observaba con creciente alarma
el deterioro de la situación religiosa en Toulouse y envió sucesivas misiones que no obtuvieron
resultados apreciables. Fue en 1205 cuando santo Domingo de Guzmán se asoció a la misión que dirigía el
legado papal. Inocencio III convocó una cruzada contra los albigenses.
Represión de la herejía: La cruzada antiherética se presentó como una empresa de conquista y la nobleza
del
sur unió sus fuerzas para defenderse contra los barones del norte, que por su condición de
cruzados pretendían adueñarse de las tierras del mediodía. La herejía fue desarraigada por la acción de la
Inquisición y los grandes beneficiarios fueron los reyes de Francia que terminaron por incorporar el
condado de Toulouse a la monarquía francesa. La lucha contra la herejía dio lugar al nacimiento de la
Inquisición como un instrumento de defensa de la fe. Desde el siglo XII aparece una Inquisición a nivel
episcopal, resultaba poco eficaz, el papa Gregorio IX, en 1232, creó la Inquisición pontificia y la confió a los
dominicos.

9. Reorganización de la Iglesia española durante la Reconquista


En la España musulmana: Los cristianos que renegaron de su fe y abrazaron el Islam, y lo hicieron por
motivos utilitarios, serían llamados muladíes. También eran muladíes los hijos de matrimonios mixtos que la
ley obligaba a que fueran mahometanos. Los que permanecieron fieles a sus creencias cristianas fueron
llamados mozárabes. Los mozárabes pudieron conservar su religión cristiana y cierta autonomía civil y
administrativa. La organización se mantuvo igual que en la época visigoda; las mismas provincias o
metrópolis con sus mismas diócesis sufragáneas. Su situación siempre fue complicada. Los obispos
no podían frecuentar la comunicación con Roma y se veían constantemente presionados por los
musulmanes, que favorecían a los cristianos renegados. Hubo persecuciones y martirios.

En la España cristiana: Al ritmo que avanzaba la reconquista, conquistando territorios y repoblando


ciudades, avanzaba también la restauración eclesiástica, levantando templos y restaurando diócesis. El
empeño era conservar exactamente las circunscripciones visigóticas, pero esto no era siempre posible por la
marcha de la reconquista. Surgieron obstáculos en la delimitación de las provincias eclesiásticas:
- Hubo diócesis que tuvieron que cambiar de metrópoli, por hallarse la suya en territorio
musulmán.
- También se crearon diócesis nuevas, provocando conflictos de circunscripción y
jurisdicción.
- Las provincias que se crean son: la tarraconense, la toledana, la compostelana, la de Braga y la de Sevilla.
De ellas dependerán la mayor parte de las diócesis. Se declaran diócesis exentas aquellas que desempeñaron
un papel importante en la reconquista, como Oviedo y León. También Burgos, ya que el rey de Castilla no
tolera que dependiese eclesiásticamente de Tarragona. Cartagena, disputada por Toledo y Tarragona,
también quedó exenta.
TESIS 49 LA IGLESIA MODERNA

La disolución de la cristiandad: el Cisma de Occidente y el Conciliarismo. La expansión de la


Europa cristiana: relaciones con las Iglesias orientales, América. Los primeros intentos de
reforma en España e Italia. Lutero y el luteranismo. La obra doctrinal y reformadora del
Concilio de Trento. La Iglesia postridentina. Tensiones entre la Iglesia y el Estado español durante
los siglos XVII y XVIII.

Introducción: La clásica división de la historia de la Iglesia en cuatro grandes edades (Antigua, Media,
Moderna y Contemporánea) es ampliada con una etapa más por los historiadores de la Universidad
Gregoriana de Roma. En efecto, proponen la inserción de una etapa intermedia entre la Edad Media y la
Moderna a la que han puesto el nombre de Edad Nueva. Abarcaría casi cuatro siglos: desde el atentado de
Anagni (1303) hasta la Paz de Westfalia (1648), cubriendo, pues, la última etapa de la Edad Media
(conocida también como Baja Edad Media) y la primera etapa de la Edad Moderna (también llamada
Renacimiento).

1. La disolución de la cristiandad: el Cisma de Occidente y el Conciliarismo


La modernidad hunde sus raíces en el s. XIV, donde la conciencia europea experimenta un cambio: la
cristiandad comienza a resquebrajarse y nacen el laicismo, individualismo, y secularización, que llegaran a
madurar en la Ilustración. La cristiandad, que podríamos definir como el sistema social, político, económico,
espiritual y cultural propio de los siglos centrales de la Edad Media (s. XII-XIII), un ordenamiento global
de la sociedad que cohesionó a todos los países occidentales: encabezados por la autoridad paternal del
papa y la protección del emperador. El fundamento ideológico es el agustinismo político, cristalizado en la
teocracia pontificia. Mientras el papado pierde fuerza y autoridad moral en el panorama de Occidente, las
monarquías irán afianzando su poder al margen de la legitimación del romano pontífice. Este fortalecimiento
de los monarcas irá acompañado de constantes injerencias en las cuestiones eclesiásticas, provocando
disputas y divisiones. Son los primeros brotes del regalismo.
Por otra parte, interviene en este proceso el desprestigio en que fue cayendo la institución papal:
cuestionamiento de la plenitudo potestatis, nepotismo, luchas entre familias cardenalicias, excesivas
concesiones al poder político, sistema fiscal que absorbía muchas riquezas, y, sobre todo, dudas de
legitimidad. Comenzaron algunos a preguntarse quién tenía la máxima autoridad en la Iglesia; el concilio o
el papa (Conciliarismo). En el incidente de Anagni (1303) encontramos la primera muestra del cambio: el
jefe del ejército francés, Pedro Nogaret, invadió la ciudad de Roma por orden del rey Felipe IV el
Hermoso y humilló públicamente al papa Bonifacio VIII en la ciudad de Anagni, a la que había huido el
romano pontífice. Bonifacio VIII murió pocos días después; fue un papa de mentalidad medieval (bula
Unam Sanctam). Este acontecimiento es el punto de referencia principal para señalar el fin de la Edad Media
y el inicio de la Nueva (Moderna). A este cambio contribuyeron muchos factores, los más importantes:
El Cisma de Occidente: Es un momento crítico de la historia de la Iglesia. No fue una escisión
motivada por errores doctrinales, sino una división ocasionada por la ignorancia acerca de quién era el
legítimo papa. Antecedente: el pontificado aviñonés: A la muerte del papa Benedicto XI, los cardenales
se reunieron en Perusa en un largo cónclave, imposible de conciliar los intereses franceses y romanos.
Finalmente salió elegido el arzobispo de Burdeos, Clemente V. Una victoria francesa. El deseo inicial del
papa era trasladarse a Roma, pero el viaje se fue aplazando por las presiones de Felipe IV y por el temor del
papa a la turbulenta situación de Roma. Finalmente, acabó estableciéndose en Avignon, ciudad que
albergará la residencia de los papas durante casi setenta años (1309-1377). El pontífice más fuerte y
autoritario de este periodo fue Juan XXII. Organizo un buen sistema gubernamental y fiscal y tuvo una
disputa con el emperador del Imperio, que acabó ocasionando el divorcio definitivo entre pontificado e
imperio. También tuvo que hacer frente a dos problemas doctrinales: la pobreza evangélica, frente a las
tendencias de los frailes rigoristas (bula Cum Inter Nonnullos), y la visión beatífica (solucionado por
Benedicto XII en Benedictus Deus). Con Gregorio
XI se logró el ansiado retorno del papado a Roma, tras el intento fallido de Urbano V. Personaje de capital
importancia para este retorno fue el cardenal toledano Gil de Albornoz, pues pacificó los Estados
Pontificios y elaboró para ellos las Constituciones Egidianas, sabio código legislativo vigente hasta 1816 .
Además se había generado en la Iglesia un clima espiritual que percibía la estancia en Avignon como una
irregularidad. A esta labor contribuyeron santa Brígida y santa Catalina de Siena. Este periodo
acarreó numerosos problemas, los papas estuvieron sometidos al rey de Francia, y aumentó el descrédito de
la institución papal debido a la excesiva secularización de sus actuaciones y por la acumulación de riquezas.
El Cisma: En 1378 muere prematuramente el papa Gregorio XI. En el cónclave se dan fuertes presiones por
parte de Roma para que salga elegido un papa romano, o al menos italiano. Finalmente sale Urbano VI,
arzobispo de Bari. Pero no se comportó con prudencia, actuó despóticamente disgustando mucho a los
cardenales que le habían elegido: les privó de ingresos, les infringió duras críticas, pretendió reformar el
consistorio, etc. Los cardenales galos acaban por alejarse de Roma, reunirse y elegir un nuevo
papa, alegando que la elección de Urbano VI fue realizada bajo presión y por tanto es ilegítima. Eligen un
papa francés, Clemente VII, que residirá en Avignon. La ya deteriorada cristiandad quedará ahora dividida.
Para tratar de solucionar esta división se pidió ayuda a las universidades, que proponían varias vías: la
derrota de uno, la dimisión a favor del otro, o ambos a favor de un tercero, o la reunión de ambos para
buscar la reconciliación. En 1409 un grupo de doce cardenales indignados decidió reunir un concilio en Pisa
en el que se declaró a estos dos papas herejes y se les depuso, eligiendo un nuevo papa que tomó el nombre
de Alejandro V. La situación pues, se había agravado: ahora la Iglesia tenía tres papas.
Consecuencias del Cisma, Conciliarismo: La confusión provocó un lógico desprestigio de la institución
papal, y condujo a un profundo cambio en el orden de las ideas, aquí cuajó la doctrina del Conciliarismo.
Iniciada por: Guillermo Durante, Juan de París o Marsilio de Padua, esta doctrina defendió que la autoridad
suprema en la Iglesia no la tenía el papa, sino el concilio. Se pueden indicar dos fuentes de esta teoría:
- Filosófico-política: Aristóteles enseñaba que el origen del poder público está en la comunidad. Según
esto,
si el papa recibe su autoridad del conjunto de los fieles, debe estar sujeto al Concilio
Universal.
- Canónico-teológica: Algunas disposiciones canónicas antiguas parecen aceptar que un papa herético debe
ser depuesto, correspondiendo al concilio la tarea de deponerlo.
Había un presupuesto de esta época: la indefectibilidad de la Iglesia (la Iglesia Universal siempre será fiel
a lo que Cristo quiso que fuera). El problema está en considerar qué es la Iglesia Universal: ¿la Congregatio
fidelium o sólo la Iglesia de Roma? Los conciliaristas respondieron con la primera opción: la
indefectibilidad de la Iglesia corresponde a la Congregatio fidelium que, según ellos, es el concilio, luego
es el verdadero sujeto de la plenitudo potestatis. El conciliarismo fue una doctrina heterodoxa.
El Concilio de Constanza: fin del Cisma. Fue un concilio convocado por el papa Juan XXIII (sucesor de
Alejandro V, no es verdadero papa) a instancias del emperador Segismundo. Tenía dos objetivos principales:
acabar con el cisma (causa unionis) y reformar la Iglesia, sobre todo su cabeza: papa y curia. El
desarrollo fue complicado. Juan XXIII, cuando se dio cuenta de que iba a ser depuesto, huyó de Constanza.
Se generó una situación delicada, pues varios miembros de la asamblea, siguiendo al papa, abandonaron la
ciudad, y el concilio amenazaba con fracasar. Segismundo consiguió que la asamblea conciliar no se
disolviera, pero las sesiones que celebró en los meses siguientes fortalecieron la doctrina conciliarista:
afirmadas las sesiones IV y V. Ante las presiones de los miembros del concilio, Juan XXIII retornó a
Constanza, donde fue depuesto en la sesión XII. Se necesitaba entonces que otro de los papas
convocase de nuevo el concilio para legitimarlo. Finalmente accedió Gregorio XII, después de los
esfuerzos de Segismundo. Este papa realizó además, un admirable gesto al abdicar. Tan sólo quedaba
conseguir la renuncia de Benedicto XIII, el cual, se negó. Su testarudez le valió la deposición. Eliminados
los tres papas, este concilio de Constanza logró la ansiada unidad de la Iglesia cuando en 1417 salió elegido
Martín V. Una de sus primeras decisiones fue promulgar los decretos conciliares, por la situación de
debilidad de la Iglesia. Martín V tenía que conseguir que el cisma no se repitiera. Para ello era necesario
establecer buenas relaciones con los reyes, y con este fin firmó los célebres Concordatos, pero tuvo que
ceder muchos privilegios a los reyes, viéndose de nuevo en
manos del poder político. Desde el punto de vista de la conciencia europea, el concilio de
Constanza disolvió la cristiandad como modo de comprender la realidad. La expansión de la Europa
cristiana: relaciones con las Iglesias orientales, América
En los siglos XIV y XV la Iglesia conoció una ampliación de sus horizontes hacia el Este (intentos de
unión con la Iglesia ortodoxa) y hacia el Oeste (descubrimento de América).
Relaciones con las Iglesias orientales: Tras la división en el s. XI, hubo ocasionales intentos de unión (II
concilio de Lyon 1274), pero fue inevitable una separación cada vez mayor. Uno de los factores que más
contribuyó fue la invasión que el ejército cruzado de Inocencio III realizó en la ciudad de Constantinopla
en el año 1203. La cuarta cruzada quería tener en esta ciudad una cabeza de puente para conquistar
Tierra Santa. Fracasadas las negociaciones para que el ejército residiera en la capital, terminó
estableciéndose por la fuerza. El emperador huyó; se procedió al nombramiento de un emperador y un
patriarca latinos, fieles a Roma. Poco tiempo duró este régimen, en el año 1261 se produce la restauración
paleóloga, que recompone todo como antes, sólo que ahora con más resentimiento hacia la Iglesia de Roma.
Los recelos no impidieron, que después se pidiera la unión con la Iglesia de Roma. Las motivaciones
eran políticas: el Imperio bizantino estaba a punto de sucumbir ante el ejército turco. La petición de unión
llegó al papa Eugenio IV cuando se estaba celebrando el concilio de Basilea (comenzado en 1431). Era
una ocasión propicia para lograr la unidad. El papa decretó trasladar el concilio a la ciudad de Ferrara.
Comenzado en 1438 fue planteado como un concilio principalmente unionista. También pretendía
reformar la Iglesia y reintegrar a los husitas. Las discusiones acabaron individuando cuatro puntos
doctrinales en los que había que ponerse el acuerdo: a) Procesión del Espíritu Santo (Filioque); b) Materia
válida para la consagración; c)Penas temporales del Purgatorio; d) Primado del obispo de Roma. Estos
problemas fueron tratados cuando el concilio se trasladó a Florencia. El punto más complicado fue el
trinitario: tras largos enfrentamientos se demostró con textos de san Basilio y san Epifanio que la
adición del Filioque al símbolo no es una interpolación ilícita y que es conforme a la doctrina de los
padres griegos. Los otros puntos se solucionaron: el pan eucarístico fermentado (griegos) o ácimo (latinos)
es válido para consagrar con tal de que sea de trigo; el purgatorio es un lugar de penas; el pontífice romano
debe ser aceptado como la máxima autoridad. Podía darse por culminada la unión, pero cuando los
representantes de los orientales regresaron a Constantinopla se encontraron con todo el pueblo, alentado
por los monjes, en pie de guerra, contrario a la unión. Ésta terminó de disolverse cuando en 1453 el ejército
turco invadió la ciudad de Constantinopla.
Así apareció el uniatismo, que fue una fórmula de unión para las iglesias orientales. Se trata de
permitir que estas iglesias particulares continúen con su liturgia propia, su propio ordenamiento jurídico y
sus propias tradiciones, pero se les pide el acuerdo en los cuatro puntos definidos por el concilio. A partir del
s. XVI esta forma de unión se extendió hasta el s. XVIII. En la expansión hacia Oriente, se trabó contacto
con otros cristianos: la Iglesia maronita, y los Cristianos de santo Tomás, establecidos en la India.
América: Con su descubrimiento se abre para la Iglesia un gran reto evangelizador.
Fundamento de la acción evangelizadora de España en América: La primera cuestión, la legitimidad de la
presencia española en la tierra descubierta. Fue el papa el que concedió estas tierras a los Reyes Católicos.
Ellos, en efecto, sabían que tenían que acudir al papa para poseerlas. Alejandro VI, accedió a la donación de
estas tierras, poniendo como condición que se responsabilizaran de la evangelización de los lugareños. Las
bulas de concesión son: a) Inter coetera: Bula de donación. b) Inter coetera: Bula de partición
(modificada por el Tratado de Tordesillas). España y Portugal se dividen el territorio descubierto. c)
Eximiae devotionis: Concede algunos privilegios para el gobierno eclesiástico de aquellas tierras. d) Dudum
siquidem: Bula de ampliación, se conceden también los demás territorios que se siguen conquistando. Había
la concepción del papa como Dominus mundi: tiene la potestad suprema sobre toda la tierra en virtud de su
misión de propagar y defender la fe. Por eso los príncipes seculares, en este caso los Reyes Católicos, han
de acudir al papa para poseer estas tierras; Él se las concederá con el objetivo de extender la fe. El problema
era si los habitantes no aceptan a los extranjeros. Entonces es lícita la guerra contra ellos. Tuvieron que
reelaborar la doctrina estableciendo dos causas de guerra justa: ante cristianos que incumplen la ley
natural y el Evangelio, y
contra paganos que incumplen la ley natural y adoran ídolos. En este caso estamos en el segundo
supuesto.

Proceso de establecimiento en América: El asentamiento socio-político y la expansión misionera se


desarrollaron en dos fases: 1ª la del Caribe (1493-1524), para evitar la esclavitud se establece el sistema de
las encomiendas, pero hubo muchos abusos. Las Leyes de Burgos intentaron poner freno a los desmanes.
2ª la América nuclear (1524-1573). Abarca de la llegada a Tenochtitlán-México hasta la prohibición
definitiva de las conquistas armadas como sistema de anexión territorial mediante Real Cédula de 1573.
En esta época se realiza una gran actividad misional protagonizada especialmente por los misioneros
franciscanos. Mientras tanto el modo de establecer el dominio español en los territorios que se van
descubriendo pasa desde la guerra de conquista a otros medios de anexión no violentos. La conquista
de Perú a cargo del ejército español liderado por Pizarro provocó movimientos de protesta que, alimentados
por corrientes antibelicistas, lograron la prohibición de las conquistas armadas. En este proceso influyeron:
Bartolomé de las Casas desde América y Francisco de Vitoria desde España.
La Iglesia tuvo que encontrar el modo adecuado para organizarse. En este proceso, los Reyes
Católicos no permitieron al papa decidir sobre la Iglesia del nuevo continente. El papa por deseos del
rey tubo que erigir, tres diócesis sufragáneas de la sede metropolitana de Sevilla. Era una forma de vincular
a España la Iglesia que iba creciendo en América. Hasta 1550 no se erigieron en América dos archidiócesis
metropolitanas, independientes de Sevilla: México y Lima, que poco a poco fueron estableciendo diócesis
sufragáneas. En ellas se celebraron concilios decisivos para la vida de la Iglesia América. Los
Reyes Católicos para tener bajo su control la Iglesia de América, consiguieron que el papa les
concediese el derecho de Patronato Regio (derecho de presentación de todos los beneficios por ellos
fundados y dotados; presentar el candidato para cada cargo eclesiástico).
Está reconocido que la tarea evangelizadora de América se debe a las órdenes religiosas. Los
franciscanos fueron los primeros en llegar (1493). Los dominicos llegaron en 1510. Al principio se
dedicaron a la evangelización de los indios paganos, después al cuidado pastoral de los ya convertidos. Otras
órdenes que participaron en la evangelización: Mercedarios: Llegaron en 1514. Tuvieron conflictos con la
Corona en los primeros momentos, pues siendo una orden muy vinculada al rey, se vieron obligados a
denunciar los abusos de los encomenderos, lo cual les enfrentó al poder real. Agustinos: Llegaron en
1533, su labor se circunscribe a un territorio pequeño. Jesuitas: Tardaron en llegar (1566), pues el rey no
les daba permiso. Poseían gran ímpetu misionero, sobre todo en los pueblos que aún no habían conocido a
Cristo. Utilizaron unos métodos de evangelización peculiares, como las célebres reducciones. Las más
famosas fueron las de Paraguay.
Con respecto a la praxis sacramental, en un primer momento se fue exigente con los indios, luego se
fue encausando con las normas dadas por los concilios especialmente de Lima y México, además de las
normas que emanaban los papas. En cuanto los problemas derivados de la Conquista, se vio que los
fundamentos usados antes para la conquista no eran verdaderos. En Salamanca especialmente Francisco de
Vitoria, demostró la ilegitimidad de los títulos de Conquista y de la guerra, y propone otros títulos que sí
legitiman la evangelización que los misioneros españoles están realizando. Concluyó que no era aceptable la
guerra de conquista en América. El poder político terminó pidiéndole que no se pronunciara.

2. Los primeros intentos de reforma en España e Italia


La reforma de los Reyes Católicos en España: tiene un sorprendente carácter estatal: los Reyes Católicos
la tomaron como una responsabilidad propia. Doble motivación: deseo sincero de edificar la Iglesia,
y función unificadora de la fe. Comprendieron que para que una nación tenga conciencia de unidad
es necesario un elemento que cohesione a todos sus miembros. Impulsan la reforma en tres sectores:
- La reforma del Episcopado: consiguen del papa el derecho de presentación de los candidatos. Los
reyes
siguieron unos criterios: que sean naturales de su reino, de clase media, doctos y
piadosos.
- La reforma de las órdenes religiosas: conventuales y observantes, los observantes son
favorecidos.
- La reforma del pueblo: Se hace un enorme esfuerzo de catequesis, surge el deseo de purificar la fe; en este
clima nace la Inquisición, se solicita al papa Sixto IV que accedió en 1478, bula Exigit sincerae devotionis.

La reforma en Italia: es diversa de la española. No hay un poder central que la impulse. Es una reforma
que nace de una peculiar evolución del mundo asociativo medieval (gremios). Hay dos intentos de reforma:
- Las Compañías del Divino Amor: Formadas por sacerdotes y laicos. Entienden que han de hacer visible en
la Iglesia el amor de Dios a través de las obras de misericordia, (hospitales, casas de acogida, etc.). Son
Compañías circunscritas cada una a su ciudad. Proliferan por toda Italia, entre ellos algunos alcanzaron el
ministerio episcopal y elaboraron los célebres Memoriales de reforma.
- Las nuevas órdenes de Clérigos Regulares: Somascos, Teatinos y Barnabitas. Surgidas por el influjo de
las Compañías del Divino amor. Carácter laical y social. Comprenden que dentro de la vida religiosa entra
también la actividad caritativa. Se busca la libertad respecto de los compromisos conventuales clásicos
(coro), no por comodidad, sino para dedicar la mayor parte del tiempo al ministerio.
Hay que situar el nacimiento de la Compañía de Jesús en el contexto de la reforma en Italia. Fundada
por san Ignacio de Loyola. Su cuarto voto de obediencia al papa configura su actividad. Otra expresión de la
reforma en Italia es el V Concilio de Letrán (1512-17). Fue sin embargo un intento de reforma fallido.

3. Lutero y el Luteranismo
Vida y doctrina de Lutero: Nace en 1483. Tuvo una personalidad atormentada. Recibió la educación
académica propia de la clase social pobre. Le influye también la espiritualidad de los Hermanos de la Vida
Común, centrada en la experiencia interior de Dios y en la preocupación por la propia salvación. Entra en
la orden de los Agustinos Reformados en 1505. Pronto es reconocida su capacidad, por parte de su maestro
el P. Staupitz. Va ganado autoridad en la orden. En 1512 viaja a Roma y conoce la corte papal renacentista.
Comienza a enseñar teología en la universidad de Wittenberg. La explica desde la filosofía nominalista, el
gran referente del momento es Gabriel Biel. Las doctrinas fideístas de este autor le convencen: las cuales
proponían que sólo accedemos a Dios por la fe. Le influyen varios factores: la doctrina de la gracia de san
Agustín, según la cual la debilidad humana, en su incapacidad para obrar el bien, sólo puede esperar de la
gracia el encuentro con Dios; la mística alemana, muy preocupada por la propia salvación; y la corriente
humanista, con su gran interés por el estudio de la Escritura y los Padres de la Iglesia.
Con estas influencias, Lutero hace una síntesis en la que hay tres
pilares:
- Justicia de Dios, que se ha cumplido en Cristo, en la cruz se ha saldado la deuda contraída por el
pecado.
- Justificación por la fe, Fe totalmente pasiva en la justicia de Dios, creer en su salvación: justicia
extrínseca.
- Sola Scriptura: única fuente del conocimiento de Dios y del hombre. En contraposición a la Tradición.
Tal síntesis teológica tiene profundas consecuencias eclesiológicas y políticas:
- La sola fides (justificación por la fe) excluye cualquier mediación entre el creyente y Dios. Por tanto todo
ministerio ordenado es inútil. Los sacramentos no son ya signo eficaz de la gracia sino recuerdos de Cristo.
- La Iglesia es la comunidad de los salvados. Es una comunidad invisible en la que no hay autoridad visible.
Corresponde a los príncipes temporales la organización de los aspectos institucionales de la comunidad.
La crisis luterana estalla en 1517, por la predicación de la indulgencia. Lutero, indignado ante estos
tejes y manejes económicos, cuelga en las puertas de la universidad de Wittenberg sus 95 tesis (31/10/1517),
en las que denuncia los errores y abusos de la Iglesia. El teólogo Eck se reúne con Lutero para discutir los
errores doctrinales en la Disputa de Heildelberg (1518). Se comprende la gravedad de la situación
y Lutero escribe al papa explicando su posición. Afirma que es una doctrina verdadera y solicita del
sumo pontífice un concilio que decida en materia de fe. El Imperio alemán decide tomar cartas en el
asunto. En la Dieta de Augsburgo (1518) se aborda el conflicto: interviene frente a Lutero el cardenal
Cayetano. En la disputa de Leipzig (1519), Lutero se encuentra de nuevo frente a Eck. Las universidades de
Lovaina y Colonia condenan las doctrinas de Lutero como contrarias a la fe.1520 fue el año decisivo, Lutero
escribe tres pequeñas obras en las que marca claramente el límite entre su doctrina y la doctrina católica:
- A la nobleza cristiana de la nación alemana: toda la jurisdicción temporal y religiosa está en los
príncipes
- De la cautividad babilónica de la Iglesia: Acusa al papa de no proceder a ninguna
reforma.
- De la libertad cristiana: Síntesis de toda su doctrina. León X, tras la publicación de estas
obras, decide excomulgar a Lutero (bula Exsurge Domine 15/06/1520). Lutero responde quemando
públicamente la bula junto al Corpus Iuris Canonici. El emperador Carlos V es ahora el encargado de
reducir a Lutero. Le convoca a la Dieta de Worms (1521) pero Lutero se niega a retractarse. En el
Edicto de Worms (25/05/1521), Carlos V le declara proscrito en todo el Imperio. Pero para entonces
Lutero tiene ya muchos seguidores el pueblo alemán le veía como un libertador. El luteranismo: Para
comprender la rápida extensión de sus doctrinas hay que adentrarse en el contexto político,
económico, social y religioso en el que cuajaron sus ideas: el Imperio alemán de los inicios del
siglo XVI. Este territorio era un conglomerado de pequeños estados gobernados por príncipes. El
emperador ejercía un gobierno de alta tutela con poco poder de decisión en los asuntos particulares de
cada estado. Esta atomización hacía que el papa tuviera bajo control a los príncipes y que pudiera
apropiarse con facilidad de los beneficios de muchas diócesis. Eso generó un clima de rencor hacia el
papado, y la doctrina de Lutero se hacía muy atractiva. Por otra parte, había una fuerte crisis social
en la que los caballeros y campesinos estaban en franca decadencia. El clima turbulento también
favorece la predicación de Lutero, marcada por el desprecio de las instituciones. Por otro lado: confusión
teológica provocada por las disputas entre escuelas; misticismo germánico teñido de nacionalismo;
influencia de la Devotio moderna y del humanismo reflejado en una búsqueda de la religión íntima y
auténtica; y anticlericalismo debido a los abusos del clero alto.
Cronología de la confesión luterana y de la respuesta católica: La confesión luterana se va estabilizando:
se reforma la liturgia y aparece una organización eclesiástica. Los príncipes alemanes que declaran su
apoyo, forman una liga en 1525. En 1530 Carlos V convoca la Dieta de Augsburgo. Pretendía, suprimir el
cisma. Para ello quiere imponer el Edicto de Worms, pero los príncipes luteranos responden abandonando la
dieta. Queda claro que Alemania se ha dividido en dos partes. En 1531 los príncipes alemanes crean la
Liga de Esmalcalda para defenderse del poder imperial. Entre 1532-36, el emperador da un periodo de
tregua para centrarse en la lucha contra los turcos; aprovechan para extender el protestantismo. Por otra
parte, la disputa que mantiene Carlos V con el rey francés Francisco I por la preponderancia en
Europa, obstaculiza la lucha contra el protestantismo. En 1541 la Dieta de Ratisbona intenta un
acercamiento teológico que fracasa. En 1545 da inicio el Concilio de Trento, al que no acude ningún
protestante. En 1546 muere Lutero. En 1547 las tropas de Carlos V derrotan la Liga de Esmalcalda en la
batalla de Mühlberg. Pero los problemas políticos de Carlos V con el imperio alemán, las
decisiones que toma acerca de su sucesión y los desacuerdos entre los católicos, hacen que todo se eche a
perder. Finalmente, en 1555 la Paz de Augsburgo cierra esta etapa, cambio de actitud: Carlos V deroga el
Edicto de Worms y se asume que no hay reconciliación posible. A partir de ahora no se hablará de unión,
sino de guerra de religión.

4. La obra doctrinal y reformadora del Concilio de Trento


Fue un concilio con dos objetivos: reformar la Iglesia y solucionar el problema del
protestantismo.
Obra doctrinal: La doctrina expuesta en los decretos de Trento tiene un carácter parcial en cuanto obra
teológica, pues su objeto era la respuesta a las cuestiones disputadas con los protestantes. Por otra parte, era
una teología reformada y no mera reproposición; la altura teológica del concilio no puede subestimarse. En
especial se han de considerar las aportaciones de los teólogos de Salamanca.
Los decretos de reforma: Se centraron en las iglesias particulares; la reforma de la curia romana se dejó al
papa para evitar tensiones. La reforma se realiza a través de la separación entre persona y oficio. Los oficios
son: obispo y párroco. Se definen todas sus competencias y a continuación se pide que se elijan a personas
idóneas para el oficio. Con respecto al oficio episcopal se define al obispo como pastor. Su principal función
es la vigilancia para el bien de los fieles. Ha de velar por la unidad. Para ello tiene una serie de obligaciones
(residencia, visita pastoral, formación de los sacerdotes -nacen los seminarios-). Del oficio de párroco,
representa al obispo, tiene obligación de residencia. Se le encomiendan funciones de control y
unidad:
predicación, cumplimiento del precepto pascual y observancia de la forma canónica del
matrimonio
(aplicación del decreto Tametsi contra los matrimonios celebrados en
secreto).

5. La Iglesia post-tridentina
Clausurado el concilio, supuso gran esfuerzo llevarlo a la práctica, tarea que se encomendó al papa. Pío
IV, san Pío V, Gregorio XIII y Sixto V son los grandes papas reformadores. Tomaron
medidas:
- Se prohíbe interpretar los decretos del Concilio de Trento; Pío IV crea la Congregación del
Concilio.
- Publicación de libros únicos para toda la Iglesia: Catecismo para párrocos, Breviario Romano,
Misal
Romano (Pío V, 1570), Corpus Iuris Canonici (1580-82), Biblia Vulgata sixto-clementina
(1592).
La otra tarea que el concilio encomendó al papa fue la reforma-creación de la curia romana. Sixto V quiere
reformar el gobierno papal, al que ayudaba el consistorio de cardenales. El papa acaba con este
consistorio, y crea congregaciones encargadas cada una de una tarea específica.
También hay que hablar de la recepción del concilio por parte de Europa. Los luteranos, por
supuesto, no hicieron caso. Los católicos aceptaron bien lo doctrinal, pero lo disciplinar no tanto. En
efecto, el poder político veía recortados sus derechos. Lo que hicieron los monarcas fue acudir al
exsequatur: si un decreto de un concilio no es promulgado por el rey, no tiene validez.
La teología después de Trento está marcada por el modo de hacer teología de la universidad de
Salamanca. Sintetizan teología escolástica y humanismo. Utilizan un método teológico nuevo, muy
riguroso y racional, de gran eficacia en la controversia con los protestantes. El autor más representativo es
Melchor Cano (De locis theologicis, 1562). Se dividen los saberes, cada disciplina elabora su propio manual.
Esta época se llama manualística. En el siglo XVII la teología vivió un momento de perplejidad por la
controversia de De auxiliis. Tiene lugar el Jansenismo doctrinal, cuyos protagonistas son: Cornelius
Janssens y los hermanos Arnauld. También la abadía de Port Royal. Inocencio X y Alejandro VII
condenan las proposiciones erradas extraídas del libro Augustinus. En esta época hay también un
desarrollo de la mística y de la teología espiritual con autores como san Francisco de Sales y Pierre de
Bérulle. Respecto a la vida religiosa destacan las Hermanas de la Caridad. La actividad pastoral se reactiva,
se utilizaron las misiones populares para cristianizar al pueblo. También las misiones en territorios no
cristianos (India, Filipinas, Japón, China) marcaron la vida de la Iglesia. Como aspecto negativo están, las
guerras de religión, España, Francia e Inglaterra se disputan la preponderancia en Europa; los Países Bajos
se dividen en razón de la confesión católica o protestante; Inglaterra hace la vida imposible a España.

6. Tensiones entre la Iglesia y el Estado español durante los siglos XVII y XVIII
Regalismo: Los siglos XVII y XVIII están marcados por una progresiva unión de trono y altar. Los reyes de
España fueron obteniendo privilegios de la Santa Sede con los que conseguían un fuerte control sobre la
Iglesia muy perjudicial para la vida de la misma. Se produjeron injerencias recíprocas que llevaron a un
desprestigio eclesial. En efecto, cuando surgían quejas contra el Estado, solían ir acompañadas de críticas al
clero. Las ideas ilustradas favorecían esta mentalidad. En España, el gran ideólogo del regalismo es
Pedro Rodríguez de Campomanes y el rey que con más fuerza llevó a la práctica estas ideas fue Carlos III.
Expulsión de los jesuitas: En este episodio se puede ver un ejemplo de hasta qué punto las decisiones de un
monarca influyen en la vida de la Iglesia. Los jesuitas habían ido cayendo en desprestigio en España
por diversos motivos: influencia del jansenismo, soberbia de algunos jesuitas, privilegios que habían
obtenido, conflictos con otras órdenes, etc. El rey Carlos III los veía como enemigos. Aprovechó el
motín de Esquilache para iniciar una campaña de desprestigio contra ellos, pues les declaró culpables.
Finalmente el rey decide expulsar a los jesuitas de España el 2 de abril de 1767, a través de la Pragmática
Sanción, que
fue leída en todos los institutos jesuitas de España. Se les permitió coger lo necesario para el viaje. Salieron
532 jesuitas en dirección a Italia. Encontraron asilo en Córcega. Tras esta expulsión, Carlos III inició
negociaciones con el papa Clemente XIV para lograr la supresión de la Compañía. Intervino el embajador
José Moñino. Tras negociaciones que no estuvieron exentas de amenazas e intentos de soborno, el papa
publicó el breve Dominus ad Redemptor del 31 de julio de 1773, en el que se decretaba la supresión de la
Compañía de Jesús.
TESIS 50 LA IGLESIA CONTEMPORÁNEA

Absolutismo monárquico: jurisdiccionalismo y formas que presenta en cada país (febronianismo,


josefinismo, regalismo, galicanismo). La Iglesia y la Revolución francesa: Constitución civil del
clero y el proceso de descristianización. La Iglesia en la sociedad liberal: Pío XI. La cuestión
social y la crisis modernista. La reforma liberal de la Iglesia española en el siglo XIX. Entre
dos guerras mundiales: Benedicto XV y la Primera Guerra Mundial. Pío XII y la Segunda Guerra
Mundial. El Concilio Vaticano II.

1. Absolutismo monárquico: jurisdiccionalismo y formas que presenta en cada país


(febronianismo, josefinismo, regalismo, galicanismo)
El jurisdiccionalismo es un sistema jurídico-político propio de los estados católicos europeos del siglo
XVIII según el cual, el soberano asume el papel de protector de la Iglesia a la que impone un estricto
control. Las manifestaciones del jurisdiccionalismo en cada país serán:
Febronianismo: Es la aplicación alemana del galicanismo. En Alemania se dieron unos antecedentes
políticos y teológicos que facilitaron la idea de que el monarca siempre podía ejercer sus derechos sobre la
Iglesia. Pero será el obispo coadjutor de Tréveris, Von Hontheim, quien influirá decisivamente sobre este
sistema con su obra El estado de la Iglesia y el poder legítimo del romano pontífice (1763), escrita bajo el
pseudónimo de Justinus Febronius. Sus tesis principales son: a) La Iglesia no es un poder dominativo,
su forma de gobierno se debe basar en los artículos galicanos. b) La infalibilidad reside en la Iglesia en
general, representada en el concilio, y no en una persona particular. c) La Iglesia de Roma es el centro de la
unidad. Pío VI condenó la obra de Febronio en 1786; su autor se retractó. Sin embargo, los obispos
alemanes aceptaron sus tesis en las Puntuaciones de Ems, que el papa también condenó.
Josefinismo: Es la política de José II (1765-1790) en Austria, Países Bajos y Milán. Estuvo influenciado
por su madre, María Teresa, mujer de mentalidad jurisdiccionalista y piedad jansenista. Fue un ejemplo de
monarca absoluto y centralizado. En política religiosa realizó una serie de reformas en la enseñanza
universitaria (quitó a los jesuitas) y en las órdenes religiosas (edad mínima para profesar 25 años y
vigilando todos los bienes eclesiásticos). A partir de 1765 se incrementan las reformas en la enseñanza y en
otros aspectos litúrgicos y disciplinares. Las reformas más significativas comienzan en 1781 con la
proclamación de la tolerancia religiosa, dando a los protestantes los mismos derechos que a los católicos y
suprimiendo todas las instituciones religiosas que no se dedicaban a la enseñanza, a la labor caritativa y a la
investigación, pasando sus bienes a las arcas del estado. Piensa que la parroquia es el centro eclesiástico
fundamental. Reforma el clero creando seminarios jurisdiccionalistas y de espiritualidad jansenista. Pío VI,
ante el intento de crear una Iglesia estatal austriaca, viaja a Viena en 1782. José II entregó al papa un
memorial que justificaba todas sus medidas y moderó algo en sus reformas, aunque continuó con ellas,
ahora en Milán, donde nombró a un canónigo cardenal de Milán, por lo que el papa amenazó con la
excomunión. José II viajó a Roma, donde el papa cedió sus derechos de nombramiento, pensando evitar un
cisma.
Regalismo: Comienza en España con los Reyes Católicos, continúa con los Austrias y tiene su máximo
desarrollo con los Borbones. Es una intromisión práctica del poder real en los asuntos internos de la Iglesia
que tiene su origen en los privilegios otorgados por Roma a la corona española a lo largo de los siglos. La
pretensión regalista aspiraba a aumentar las regalías (privilegios o exenciones en materia económica
respecto de la Iglesia) y defender el Patronato Universal (privilegio de los monarcas para todo tipo
de nombramientos y beneficios eclesiásticos). Características: a) El monarca es el defensor y el garante de
la doctrina católica en su territorio. b) Episcopalismo frente a la intromisión de Roma. c) Reforma del clero
y creación de seminarios. c) Actuaciones sobre las órdenes religiosas: desamortización y limitación de
derechos y exenciones. Durante la Guerra de sucesión española la posición del papa irá oscilando hacia uno
u otro candidato, lo que provocará enfrentamientos con el vencedor, Felipe V. Con Carlos III se
produce la expulsión de los jesuitas de España y sus Colonias (1767) y la supresión de la Compañía. Esto
por: causas
ideológicas (regalismo), sociales (enemistades con obispos y órdenes religiosas) y políticas (acusación de
intervenir en el Motín de Esquilache). En 1773, Clemente XIV suprime la orden, que es restaurada en 1814.
Galicanismo: En esta época, galicanismo y jansenismo dejarán de ser dos problemas separados: el primero
eclesiológico y político, y el segundo de carácter teológico, para unirse y sentar las bases que llevaron a la
Revolución francesa. El galicanismo establece sus principio en los cuatro artículos galicanos: libertad de la
Iglesia Francesa y sometimiento al rey, defensa del conciliarismo e inalterabilidad de las tradiciones de la
Iglesia galicana. Tras la primera condena del jansenismo (Urbano VIII, 1643) surgirán nuevas cuestiones
doctrinales que llevarán a la unión de galicanos y jansenistas en el Parlamento francés. El papa hará
una nueva condena del jansenismo (bula Vinema Domini). Más tarde, a propósito de la obra de
Quesnel, Clemente XI publica la Unigenitus. La publicación de esta bula en Francia dará lugar a la
unión del galicanismo político y el jansenismo en contra del rey. El Parlamento será quien decida en materia
religiosa.

2. La Iglesia y la Revolución francesa: Constitución civil del clero y el proceso de


descristianización
La Revolución francesa supone el fin del antiguo régimen. Francia, en la década de 1780, se
encuentra sumida en una grave crisis económica mientras se suceden los excesos en la corte de Luis XVI.
Distintas medidas económicas y políticas que favorecían a la burguesía, contaron con la negativa del
parlamento, dominado por la nobleza. Intentando buscar una solución, el rey convoca para el 1 de mayo de
1789 los Estados generales. Mientras tanto la Iglesia francesa daba la impresión de ser una Iglesia fuerte,
pero se encontraba profundamente dividida: filorromanos, jansenistas, galicanos... Toda la atención
pastoral estaba en manos del clero bajo, y el pueblo, muy fervoroso, miraba con recelo a la jerarquía.
Reunidos los Estados generales, no se logran poner de acuerdo, forman una asamblea nacional que
pretenderá dotar a Francia de una constitución. Ante esta actitud hostil, Luis XVI llama al ejército, pero el
pueblo de París, que sale a la calle para protestar y toma la Bastilla el 14 de julio de 1789. Ante esto se
firma un pacto entre la Asamblea Nacional y el rey. Se forma la Asamblea Constituyente.
La Asamblea Constituyente: primeras medidas: la abolición de los derechos y los privilegios feudales, la
supresión de las órdenes religiosas de vida monástica y la prohibición de los votos religiosos. Decreta la
nacionalización de los bienes eclesiásticos. El clero se convierte en funcionario estatal. Y se aprueba la
Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano, que afirma entre otras cosas la libertad religiosa.
En un segundo momento, aprueba la Costitución Civil del Clero con la que pretende crear una Iglesia
galicana independiente de Roma que se someta al estado. Cuando comienza la persecución a los sacerdotes
que se niegan a jurar la constitución, Pío VI la condenará en la bula Quod aliquantum.
La Asamblea Legislativa y la Convención: Ante el intento de huida del rey, el pueblo se amotina y se
producen enfrentamientos con el ejército, lo que provoca la caída de la Asamblea Constituyente y la
formación de la Asamblea Legislativa. El clero tiene que hacer ahora un juramento de fidelidad a la nación y
continúa la persecución al clero que se niega a hacerlo. Al mismo tiempo, la Asamblea Legislativa declara la
guerra a las monarquías europeas. Se produce la sublevación de la Comuna de París lo que provoca la caída
definitiva de la Monarquía y de la Asamblea Legislativa. Comienza la Convención. Se dio entonces un
proceso de descristianización. Como primera medida se cambia el calendario en octubre de 1793, se
eliminan las fiestas, se suprimen los símbolos religiosos, se prohíben las manifestaciones externas de
culto, se secularizan los cementerios, se manda vaciar las iglesias, se destrozan ornamentos, altares y
reliquias. Una vez prohibido cualquier acto de culto, la convención decreta un nuevo culto a la razón y se
crean sendas leyes que aprueban la inmortalidad del alma y la existencia de un ser supremo. Nuevos
problemas internos llevarán a una nueva etapa: la Convención termidoriana (julio de 1794-octubre de
1795). Comienza una segunda etapa de terror, manteniéndose todas las prohibiciones y normas contra el
clero. Una serie de derrotas provocan la caída de la convención, que es sucedida por el directorio.
El Directorio, el Consulado y el Imperio Napoleónico: La política del directorio está marcada por el
deseo de recuperar los límites naturales de Francia, atacándose los Estados Pontificios. Se sucederán
distintas campañas dirigidas por Napoleón, imponiéndose numerosos impuestos y privilegios a favor de
Francia,
hasta que se instaura la república romana y se obliga al papa a exiliarse. El papa, antes de su muerte
en
Valence, dejó escrito que la elección debía ser en Venecia bajo protección imperial, fue elegido Pío
VII.
Mientras, en Francia, Napoleón da un golpe de estado, instaurándose un consulado, iniciándose un
nuevo gobierno y una nueva política religiosa. Se exige de nuevo el juramento de la constitución a todo el
clero, y firma un nuevo concordato con la Santa Sede. Se reconoce así el catolicismo como la religión de la
mayoría de los franceses, se afirma la libertad de culto, el restablecimiento del culto romano, una nueva
distribución de diócesis, y el Estado concede sueldo a obispos y párrocos. Por su parte, el papa reconoce a
Napoleón los mismos privilegios que al antiguo gobierno. Para nombrar nuevos obispos se pide que todos
los obispos dimitan. En 1801 una consulta nombra a Napoleón como emperador, y se pide al papa que vaya
a coronarlo. El papa accede con la esperanza de que Napoleón derogue los artículos galicanos. Sin embargo,
mientras Napoleón invade Europa, nuevas disputas con el papa provocarán que Napoleón conquiste Roma,
haciendo prisionero al papa y encarcelándolo. Las derrotas sufridas en Europa permitirán que el papa sea
liberado y que Napoleón abdique. Exiliado a Elba primero, morirá en 1821 en la isla de Santa Elena.

3. La Iglesia en la sociedad liberal: Pío IX


El siglo XIX estuvo marcado por el liberalismo, un nuevo pensamiento que rompe con el
antiguo régimen. Durante el siglo XIX se produce una separación progresiva entre la Iglesia y el estado. El
poder emana ahora del pueblo bajo el principio de igualdad y libertad. Ante las nuevas libertades y el
llamado derecho nuevo, los católicos se dividen en católicos liberales, que proclaman una Iglesia
libre en una sociedad libre, y católicos integristas, que ven en la nueva sociedad un peligro, y proponen
volver a la situación anterior a 1789. En esta situación, Pío IX es elegido papa en 1846. Considerado como
aperturista y bondadoso, pretendía el justo medio entre los extremos liberales y reaccionarios, pero
manteniendo una firme defensa de los derechos de la Iglesia. Sin embargo, tras la revolución de 1848 que le
obligó a huir de Roma, se produjo un cambio de mentalidad, y se convence de los males de la sociedad
liberal.
Ante el cambio social, político e ideológico, un grupo de obispos pide al papa una condena de los
errores modernos. Después de tres proyectos distintos, y tras la proclamación del dogma de la
Inmaculada Concepción de la Virgen (8-XII-1854), el 8 de diciembre de 1864, Pío IX publica Quanta
cura y Syllabus. Quanta cura explica los errores que se condenan en Syllabus, conjunto de 80
proposiciones que el papa condena. Un nuevo paso es el Vaticano I (1869-1870). En 1867, Pío IX
anuncia la convocatoria de un concilio ecuménico, que dará comienzo el 8 de diciembre de 1869. Se
convoca a cardenales, obispos residenciales, superiores religiosos y abades, todos ellos con derecho a
votar. También se invitó a las iglesias no católicas, que rechazaron la invitación. Pronto comenzaron los
debates dentro y fuera del concilio, especialmente a propósito de la infalibilidad pontificia. Obispos y
teólogos se dividieron en dos grupos: uno maximalista, que pretendía que el papa tuviera una infalibilidad
total, absoluta y sin ningún límite, y otro minimalista, que quería un debate sobre el significado,
características y condiciones de la infalibilidad.
El primer documento que se aprobó fue la constitución dogmática Dei Filius, sobre la fe católica, el 24 de
abril de 1870. La constitución está dividida en cuatro capítulos. Enseña la existencia de un Dios
personal, que ha creado libremente el mundo y lo gobierna con su providencia. Declara que la
existencia de Dios puede ser conocida con la fuerza de la razón, pero al mismo tiempo enseña la
necesidad moral (relativa) de la revelación, para que también esta verdad, accesible a la razón, sea conocida
por todos fácilmente, sin ningún error y con plena certeza. También enseña la necesidad absoluta de la
revelación para la verdad sobrenatural contenida en la Escritura y la Tradición. Explica la naturaleza de la
fe, junto con el don sobrenatural y una libre adhesión de la inteligencia movida por la voluntad que acepta la
verdad revelada por Dios no por su intrínseca verdad, sino por la autoridad de Dios que no puede engañarse
ni engañarnos. Al mismo tiempo, condena tres errores: el racionalismo, el tradicionalismo, que niega a la
razón la capacidad para conocer la verdad metafísica, reduciendo su papel a una simple aceptación pasiva y
extrínseca de la verdad, y el fideísmo, que separa radicalmente fe y razón.
Pero el tema más candente fue el de la infalibilidad papal. Los debates dieron lugar a la constitución
Pastor Aeternus donde se trata, sobre el poder de jurisdicción del papa, que se define como ordinario (no
delegado, sino unido a su misión como sucesor de Pedro), inmediato (dado por Dios) y verdaderamente
episcopal (tiene jurisdicción sobre todos los fieles y pastores de la Iglesia). Y, en segundo lugar, define la
infalibilidad pontificia como personal y absoluta, a la que se añadió la fórmula ex sese, non ex consensu
Ecclesia. La aprobación de la infalibilidad provocó que un grupo, capitaneado por Dolinger, crease su propia
Iglesia, La Iglesia de los viejos católicos. Pero el concilio no pudo terminar sus reuniones, en
pleno proceso unificador de Italia, el en septiembre de 1870, las tropas italianas entraron en Roma,
declarándose el papa prisionero en el Vaticano. Promulgó una bula que prorrogaba el concilio
indefinidamente.

4. La cuestión social y la crisis modernista.


La cuestión social: Nos encontramos en la época de la expansión colonial y del liberalismo, lo que supone
la separación de la economía de la moral, la defensa de la libre competencia unida al absentismo estatal y el
individualismo. Las soluciones planteadas a la cuestión obrera fueron variadas: el socialismo utópico, el
colectivismo (Saint Simon), el sindicalismo; el marxismo, que propugnaba la lucha de clases y la
socialización del trabajo mediante la abolición del estado y la religión por la revolución de los trabajadores.
La respuesta católica a la cuestión social pasará por tres etapas:
- Hasta el final de Pío IX (1878): Se da una respuesta caritativa, naciendo numerosas
congregaciones caritativas. Se escriben documentos en que se demanda una intervención del estado y
nuevas leyes. En Alemania, el obispo Von Ketelen defiende el derecho de la Iglesia de intervenir en la
cuestión social.
- Hasta la Rerum novarum (1891): Se manifiesta así la necesidad de que el Estado intervenga y, por
ejemplo, en Alemania se defiende una solución cooperativa y en Francia varias empresas cambian su
modo de organización. Todos estos movimientos propugnan el corporativismo, el derecho a los sindicatos
obreros.
- La Rerum novarum: En 1891, León XIII publica esta encíclica. Los principales puntos son: defensa del
derecho a la propiedad privada, pero señalando su función social; intervencionismo estatal con límites;
la relación patrono-obrero debe incluir salarios justos y respeto del obrero; y defensa del derecho de
asociación de la clase obrera. Estos principios son una nueva era de las relaciones entre la Iglesia y el
problema social. La crisis modernista: Es una nueva forma de comprender la realidad, que comenzó a
cuestionar todos los ámbitos de la sociedad, también el dogma católico y las verdades fundamentales
de la fe. Entre los principales exponentes destaca Loisy, sacerdote y profesor del Instituto Católico de
París. Publica diversos estudios sobre el Génesis, lo que le provocará numerosas críticas y su retirada de la
cátedra de exégesis por León XIII. En respuesta al libro de Harnack, La esencia del cristianismo, Loisy
responde con el libro El Evangelio y la Iglesia. Loisy afirma: Jesús predicó el reino, y vino la Iglesia. Será
finalmente condenado
por Pío X en 1903. Uno de los que más alabarán la obra de Loisy fue el jesuita inglés Tyrrel, que fue puesto
en cuestión por sus enseñanzas morales. Pretendió reconciliar la fe con el pensamiento moderno, para ello
distingue entre fe viva y teología muerta, Iglesia y autoridad. Todo su pensamiento se basa en la crítica
histórica. Expulsado de la Compañía, en 1907 será excomulgado por sus críticas a la Pascendi.
La respuesta de Pío X al modernismo llegó el 8-XII-1907 con Pascendi, que condena en conjunto los
errores modernistas. La condena del modernismo se vio como una condena a todo intento de renovación
teológica, que cerraba las puertas a cualquier diálogo con el mundo moderno.

5. La reforma liberal de la Iglesia española en el siglo XIX


El siglo XIX es para España un tiempo lleno de convulsiones y cambios. Tras la Guerra de la
Independencia contra los franceses y durante el reinado de Fernando VII, todas las colonias americanas (a
excepción de Cuba y Puerto Rico, junto con Filipinas) se independizan. La llegada al trono de Isabel
II (1833-1868) con tres años de edad provocó hasta tres guerras civiles (Guerras Carlistas). La reforma
liberal traerá para la Iglesia las desamortizaciones y un concordato con la monarquía moderada en
1851. La revolución gloriosa de 1868 destronó a Isabel II, sucediéndose distintos gobiernos hasta la
entronización de una monarquía liberal en la persona de Amadeo de Saboya (1870-1873), que ante la falta
de apoyos abdicó, instaurándose una convulsa república que durará hasta que, en diciembre de 1874,
un golpe de estado
restaura la monarquía con Alfonso XII. Durante el reinado de Alfonso XII, Cánovas (conservador) y
Sagasta (liberal) idean el sistema político de la restauración, con una alternancia pacífica de los partidos.
Unen sus fuerzas para lograr una Constitución liberal (1876) que sea aceptada por la mayoría de los
españoles.
En 1885 muere Alfonso XII y todo este sistema entra en crisis, pues el rey murió sin descendencia
masculina. La reina María Cristina, embarazada, dará a luz a Alfonso XIII, haciéndose cargo de la regencia.
Para legitimar la regencia de María Cristina se siguieron distintas medidas: el nuncio Rampolla pidió tras el
funeral de Alfonso XII adhesión a la regencia y a la encíclica Inmortale Dei. Los obispos dieron así
la espalda al partido carlista, que reacciona acusando al papa y a los obispos de equivocación. Pero
la publicación del libro El liberalismo es pecado (del sacerdote Sardá y Salvany donde se presenta como
antagónicos catolicismo y liberalismo) provoca la inclinación de los obispos hacia el carlismo. En este
estado de cosas, León XIII publica una nueva encíclica, Libertas, donde define los tipos de liberalismo, por
lo que no se pueden condenar a todos en su globalidad, y afirma que los católicos tienen obligación de
participar en las instituciones liberales, porque es desde dentro de ellas como se cambia la sociedad.
Para unir a los católicos españoles en la reforma cristiana de la sociedad, se crean los congresos
católicos a imitación de lo que se hacía en Italia o Alemania. Se celebraron seis congresos: Madrid,
Zaragoza, Sevilla, Tarragona, Burgos y Santiago de Compostela. En el de Zaragoza los obispos darán
una serie de normas sobre la intervención de los católicos en política. En 1890 se inicia un periodo de crisis
política y económica de la Regencia, con enfrentamiento con los católicos, aprovechado por carlistas y
republicanos. Los carlistas acusaron a la Regente de masona, pidiendo a León XIII que se investigase el
asunto. El gobierno pide al clero que no apoye a los carlistas en sus revueltas y pide ayuda de nuevo al
papa, que escribirá una carta al obispo de Tarragona donde dice que la reina es acreedora de todo honor y
estimación. Esto significaba el apoyo de León XIII a la monarquía española y su rechazo al carlismo.
En 1898 estalla la guerra hispano-americana en Cuba, produciéndose una estrepitosa derrota
española, con la consiguiente independencia de las últimas colonias ultramarinas españolas. Esto supuso
una grave crisis nacional, la Crisis del 98, que afectó al sistema canovista. Una de las respuestas a esta crisis
fue el regeneracionismo. Hubo dos tendencias que lo entendieron como solución a la crisis social y política
que integrará lo que quedaba del sistema político: el de Canalejas (anticlerical) y el de Maura (revolución
desde arriba). A partir de 1901, con el regreso al poder de los Sagasta (liberales), comienza una política
anticlerical, que tendrá su máximo exponente en el Decreto González, limitando el número de órdenes
religiosas en España, que finalmente no se vieron afectadas. Sin embargo esto incendió los ánimos de los
canalejistas, carlistas y resto de católicos. En el último congreso (Santiago, 1902) se propone que los
católicos no se identifiquen con ningún partido y que tengan libertad para organizarse de acuerdo con sus
propias ideas. Los obispos pretenden así organizar a los católicos al margen de la política, para lo cual León
XIII encarga, en 1902, la organización de la Acción Católica en España.

6. Entre dos Guerras Mundiales: Benedicto XV y la Primera Guerra Mundial, Pío XII y la
Segunda Guerra Mundial
Benedicto XV (1914-1922): El 3 de septiembre de 1914 fue elegido papa, sucesor de san Pío X, tan sólo un
mes después de iniciarse la I Guerra Mundial (1 de agosto). Experto diplomático, amante del derecho
(promulgó el Código de 1917), inteligente y prudente, heredó una compleja situación eclesial en lucha
contra el anticlericalismo y el modernismo. Condena el racismo, el nacionalismo, el modernismo y el
socialismo, e invita a los católicos a mantener la paz y la concordia. Pero, evidentemente, lo que marcó
este breve pontificado fue la Primera Guerra Mundial y el intento de buscar una paz justa. El fracaso en
ambas cosas, las críticas, incomprensiones e ignorancias que sufrió se debió a la misma beligerancia
y a las deterioradas relaciones de la Iglesia con los estados.
En la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se enfrentaron dos bloques: los Aliados (Francia, Rusia,
Inglaterra, Italia, Serbia, Montenegro, Bélgica, Rumanía, Portugal, Japón y EEUU) contra las potencias
centrales (Alemania, Austria-Hungría y el imperio otomano). En su gran mayoría eran países católicos
que
pretendían que el papa tomara partido por unos o por otros.
Benedicto XV, en cambio, buscó la paz y la reconciliación entre las naciones. Pidió una tregua
durante la Navidad de 1914 y sondeó la posibilidad de una mediación vaticana entre Francia y Alemania en
el verano de 1915. A partir de entonces se concentró en actividades de asistencia a los prisioneros,
favoreciendo su atención e intercambio. El gesto más importante fue la nota de paz del 1 de agosto de 1917,
dirigida a los jefes de las naciones beligerantes. En ella calificó a la guerra de masacre inútil, e hizo 6
propuestas: disminución de las armas, creación de un árbitro internacional, liberación del comercio
marítimo, evacuación y reconstrucción de los territorios ocupados, renuncia a las indemnizaciones de
guerra y revisar las pretensiones territoriales de los países. El eco de esta nota fue muy grande, pero la
reacción generalizada fue la indiferencia. Tras el armisticio (11-XI-1918), el papa propuso una
verdadera paz fundada sobre los principios cristianos de la justicia, pero los sucesivos tratados de paz entre
los vencedores y cada uno de los estados vencidos tras la conferencia de Paz de Versalles, hundieron a los
vencidos, dando una tregua de 20 años para que estallase la Segunda Guerra Mundial.
Pío XII (1939-1958): Elegido el 2 de marzo de 1939, había tenido una gran experiencia diplomática y de
gobierno, pues fue nuncio en Alemania. Desarrolló un abundante magisterio sobre los temas más diversos,
inició la reforma litúrgica y proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen en 1950. Su elección coincidió
con una nueva guerra mundial.
En 1933, Hitler se hace con el poder en Alemania. Ese mismo año comienza una política persecutoria
contra los judíos, con las leyes raciales que limitaban la libertad de los hebreos. Los obispos alemanes
protestaron tímidamente. Ante la posibilidad de un ataque contra la Iglesia la Santa Sede firmó un
concordato con Alemania. Sin embargo, cuando en 1936, aumentaron las noticias sobre persecuciones a los
judíos, la Santa Sede comenzó una campaña diplomática y los obispos alemanes pidieron al papa una
encíclica contra el nazismo. El 14 de marzo de 1937, Pío XI publica la Mit brennender Sorge (Con viva
angustia y estupor). En la primera parte de la encíclica son denunciadas y declaradas contrarias a la fe
cristiana las doctrinas estatalistas y racistas profesadas por el nacionalsocialismo, que no es mencionado
explícitamente. En la segunda parte, denuncia las sucesivas violaciones contra el Concordato e invita
a los obispos, sacerdotes y fieles a perseverar en la prueba y a dar testimonio de la fe.
Cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, Pío XII, en su encíclica Summi Pontificatus, denuncia
los horrores de la guerra y la exaltación de las teorías estatalistas que conducen al totalitarismo. Al mismo
tiempo, Radio Vaticana comenzó a denunciar los crímenes contra los judíos. Estos hechos llevaron a Hitler a
amenazar a la Iglesia Católica con la persecución y la invasión de los Estados Vaticanos, lo que llevó a Pío
XII a una campaña diplomática y a establecer en el mismo Vaticano una oficina para refugiados, católicos y
judíos. Por otra parte, hasta que no terminó la guerra las potencias no descubrieron cuál había sido el
resultado de la solución final decretada por Hitler contra el pueblo hebreo.

7. El Concilio Vaticano II
En un mundo dividido en dos grandes bloques tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo
y el marxismo, el 25 de enero de 1959, el papa Juan XXIII anuncia en la basílica de San Pablo extramuros la
convocatoria de un sínodo romano, un concilio ecuménico y la revisión del Derecho Canónico. Juan XXIII
pretendía una reforma de la Iglesia, la unidad de los cristianos y la apertura de la Iglesia al mundo para
ayudarle a resolver sus problemas. Se da paso a la fase ante-preparatoria (1959-1960), en la que se forma
una comisión que recoge las opiniones de obispos, universidades y facultades de teología. A continuación, la
fase preparatoria (1960-1962) prepara 70 esquemas que los padres han de discutir y aprobar. Se crea para su
elaboración una comisión central y 10 subcomisiones para los diversos ámbitos temáticos.
El 11 de octubre de 1962 comienza el concilio. El papa, en el discurso de apertura, presentó la
fecundidad siempre nueva del Evangelio contra los profetas de desventuras que tienen temor a lo nuevo.
Durante los primeros debates se puso de manifiesto la necesidad de cambiar el reglamento para que los
debates pudieran recoger las intervenciones de los Padre conciliares. Al mismo tiempo, se evidenció
las
distintas escuelas teológicas que dieron lugar a la creación de comisiones mixtas para adecuar los
esquemas a los nuevos planteamientos teológicos. Esto tuvo como consecuencia que en el primer periodo
se discutirá el documento sobre la liturgia. El 3 de junio de 1963 muere Juan XXIII, siendo elegido Pablo
VI el 21 de junio, que continúa los trabajos conciliares. Resumió en cuatro puntos los objetivos
principales: la conciencia de la Iglesia, su renovación, el restablecimiento de la unidad de los cristianos y
el diálogo con el hombre actual. Para agilizar los trabajos, Pablo VI sustituyó la comisión de coordinación y
dirección por un colegio de moderadores de las sesiones formado por cuatro cardenales.
El segundo periodo (29-IX-1963 / 4-XII-1963) comenzó con la discusión del esquema de la Iglesia,
habiendo diferencias al tratar la colegialidad. Se discuten también el de los obispos y el del ecumenismo,
aprobándose la constitución sobre la liturgia. En los meses sucesivos se produjo el viaje del papa a Tierra
Santa y su encuentro con el patriarca Atenágoras.
El tercer periodo (14-X-1964 / 21-XI-1964) vio la discusión de textos sobre: escatología, la Virgen,
libertad religiosa, judíos y religiones no cristianas, revelación, seglares, sacerdotes, religiosos, Iglesias
orientales, misiones, seminarios, educación y sacramentos, y se promulgó la constitución dogmática sobre
la Iglesia y los decretos sobre ecumenismo e Iglesias orientales.
En el cuarto periodo (14-IX-1965 / 8-XII-1965) se aprobaron el resto de los decretos y
constituciones, y se instituyó el sínodo de los obispos. Hay que destacar en este momento el viaje realizado
por Pablo VI a la sede de la ONU, donde pronunció un solemne discurso. El 8 de diciembre, Pablo VI
clausuró el concilio, estableciendo un Jubileo hasta Pentecostés de 1966. Documentos aprobados:

NOMBRE TEMA FECHA

Sacrosantum concilium Const. sobre la liturgia 4/12/1963

Inter mirifica Decr. medios de comunicac. social 4/12/1963

Lumen gentium Const. dogmática sobre la Iglesia 21/12/1964

Unitatis redintegratio Decr. sobre el ecumenismo 21/12/1964

Orientalium ecclesiarum Decr. sobre las Iglesias orientales 21/12/1964

Christus Dominus Decr. sobre los obispos 28/10/1965

Perfectae caritatis Decr. sobre la vida religiosa 28/10/1965

Optatam totius Decr. formación sacerdotal 28/10/1965

Gravissimum educationis Decl. educación cristiana 28/10/1965

Nostrae aetate Decl. religiones no cristianas 28/10/1965

Dei Verbum Const. dogmática revelación 18/11/1965

Apostolicam auctuositatem Decr. apostolado de los laicos 18/11/1965

Gaudium et spes Const. pastoral Iglesia y el mundo 7/12/1965

Dignitatis humanae Decl. libertad religiosa 7/12/1965

Ad gentes Decr. actividad misionera 7/12/1965

Presbyterorum ordinis Decr. ministerio y vida presbíteros 7/12/1965

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