El feudalismo fue el sistema político, económico y social característico de Europa occidental entre los siglos IX y XV. El sistema adquirió sus rasgos característicos durante la Alta Edad Media; es decir, entre los siglos IX y XI. Los rasgos más destacables fueron la pérdida de poder político de los reyes, una economía principalmente agraria, una organización social basada en relaciones de dependencia entre las personas, y una enorme influencia de la religión cristiana. En sus inicios, además, la época feudal se diferenció por el empobrecimiento cultural y artístico, hasta que con el tiempo surgió un estilo artístico común en toda Europa: el románico.
1.2 Origen y extensión del feudalismo
El origen del feudalismo se remonta al siglo IX, pues fue una consecuencia de la inseguridad y los momentos de crisis y pobreza que siguieron a la muerte del emperador Carlomagno en 814. Los motivos de esta inseguridad fueron las luchas entre los sucesores del emperador; los ataques de los musulmanes a las costas cristianas del Mediterráneo, sobre todo de Italia y Sicilia; y una segunda oleada de pueblos invasores: los vikingos o normandos, en el Atlántico; y los búlgaros, magiares y eslavos, en el centro de Europa. Ante esta situación, los reyes, incapaces de proteger todo su territorio, confiaron su defensa a poderosos nobles locales, que les juraban fidelidad y ayuda militar a cambio de concesiones. Los campesinos, por su parte, buscaron la protección de los nobles, entregándoles a cambio su tierra o su trabajo. Todo ello provocó la concentración de grandes extensiones de tierra en manos de nobles, obispos y abades, a los que estaban subordinados una gran masa de hombres y mujeres sin propiedades. El feudalismo se extendió por los territorios europeos situados entre el litoral atlántico y las llanuras rusas, y entre las costas del norte del continente y el mar Mediterráneo.
1.3 Monarquía feudal
Los reyes se ayudaron para gobernar de la Curia Regia, una asamblea de nobles y eclesiásticos que les aconsejaban en los principales asuntos. Para su administración, los reinos se dividieron en condados, dirigidos por condes; y en ducados, gobernados por duques.
1.4 La organización del señorío
La Europa medieval era un mundo agrario en el que la riqueza se fundamentaba en la posesión de la tierra. El centro de la actividad económica eran los feudos o señoríos, grandes territorios pertenecientes al rey, o concedidos por este a la nobleza y al clero a cambio de sus servicios. Los señoríos constaban de dos partes: la reserva señorial y los mansos. La reserva señorial era el territorio explotado directamente para el señor. Incluía su residencia (el castillo o la casa señorial); las mejores tierras de labor, que eran cultivadas por siervos o campesinos libres; prados con pastos para el ganado; bosques donde cazar y obtener leña; y ríos donde pescar y aprovisionarse de agua. Los mansos eran pequeñas parcelas otorgadas o arrendadas por el señor a los campesinos. A cambio, debían entregarle una parte de su cosecha y trabajar las tierras de la reserva señorial algunos días al año, como arar en primavera, cortar la hierba o recoger la cosecha. También debían prestar al señor ciertos servicios: domésticos, de construcción, hacer reparaciones, etc.
1.5 Trabajo de la tierra
Empleaba herramientas rudimentarias, como la azada, la hoz, la guadaña y el arado romanos tirado por bueyes, que era poco pesado y apenas profundizaba el suelo. Y para mantener la fertilidad de la tierra se practicaba la rotación bienal, que dejaba cada año en barbecho la mitad de la superficie. Como consecuencia, los rendimientos de la tierra eran muy escasos. 1.6 Una sociedad dividida en estamentos La sociedad feudal era estamental; es decir, se dividía en órdenes, estamentos o grupos sociales a los que se pertenecía por nacimiento, excepto en el caso del clero. Los estamentos eran tres, y cada uno desempeñaba una función social: La nobleza guerreaba y defendía a la sociedad. El clero oraba por la salvación de la humanidad. Los trabajadores realizaban las tareas necesarias para mantener y alimentar a los otros dos grupos. En su mayoría eran campesinos libres o siervos, que junto a los escasos artesanos y comerciantes constituían el grueso de la población. La nobleza y el clero eran estamentos privilegiados, ya que no trabajaban, no pagaban impuestos, gozaban de leyes especiales y ocupaban en exclusiva ciertos cargos. Los trabajadores, en cambio, carecían de privilegios.
1.7 Las relaciones de dependencia
En la época feudal, las personas estaban unidas entre sí por relaciones de dependencia personal. Pero estas relaciones eran distintas según el estamento al que se pertenecía. Las relaciones feudo-vasalláticas o de vasallaje se establecían entre el señor, que podía ser el rey o un gran noble o eclesiástico; y el vasallo, generalmente otro noble de menor categoría. Eran pactos de alianza militar a cambio de concesiones económicas. Se llevaban a cabo en una ceremonia solemne, conocida como acto de vasallaje, a la que asistían familiares y parientes. Dicha ceremonia constaba de dos partes: el homenaje y la investidura. – En el homenaje, el vasallo, arrodillado, introducía sus manos en las del señor aceptando ser su vasallo. Después, le juraba fidelidad, comprometiéndose a no perjudicarlo y a prestarle ayuda militar y consejo. – En la investidura, el señor entregaba a su nuevo vasallo un símbolo del beneficio que le concedía, como un puñado de tierra, una vara, un anillo o, en el caso de los obispos, un báculo. En la mayoría de los casos, este beneficio era un feudo; es decir, una gran extensión de tierra que aseguraba el sustento del vasallo y el derecho de gobernarla. Las relaciones de servidumbre se establecían entre los campesinos y los señores. El señor daba a los campesinos protección, justicia y permiso para trabajar la tierra. A cambio, el campesino estaba obligado a trabajar la reserva señorial, entregarle una parte de su cosecha y pagar los llamados derechos señoriales. 1.8 El estamento nobiliario La nobleza era un estamento social compuesto por un reducido número de personas. Se dividían en dos grupos: La alta nobleza, formada por vasallos directos del rey, como duques, condes, marqueses y barones La baja nobleza, integrada por nobles de menor categoría, como los caballeros o las personas que podían mantener un caballo y armamento de guerra.
1.9 El estamento eclesiástico
El clero no era un estamento homogéneo, pues existían grandes diferencias entre el alto y el bajo clero y según el lugar de residencia de sus miembros. El alto clero incluía al papa, los obispos y los abades y las abadesas de los grandes monasterios, que disfrutaban de importantes feudos y rentas. El bajo clero comprendía a los sacerdotes y a los monjes y las monjas de los monasterios, y vivía más pobremente. El lugar donde habitaban distinguía al clero secular, que vivía entre los laicos y estaba integrado por obispos y sacerdotes; y al clero regular, que vivía en comunidad en un monasterio y estaba integrado por abades y monjes, o por abadesas y monjas.
La sociedad feudal era profundamente religiosa. En ella, la Iglesia predicaba la doctrina cristiana y administraba los sacramentos. Pero también influía en otros ámbitos de la vida diferentes al religioso. En el terreno político, intervenía en los asuntos de los reinos cristianos, aconsejaba a los reyes y arbitraba en sus disputas. También frenaba la violencia a través de la «paz de Dios», que prohibía atacar a personas o lugares indefensos; y la «tregua de Dios», que prohibía hacer la guerra en domingos, días de fiesta y ciertas épocas del año. En el terreno económico, la Iglesia era un estamento privilegiado que no pagaba impuestos, poseía grandes feudos y recibía donaciones. También tenía derecho al diezmo, o décima parte de todas las cosechas. En el terreno social, controlaba el comportamiento de las personas y el cumplimento de las obligaciones religiosas. También asistía a pobres y a enfermos, recogía a los huérfanos, refugiaba a los perseguidos y hospedaba a los peregrinos. Las campanas de las iglesias y de los monasterios, incluso, regulaban las horas de trabajo y descanso, y eran la referencia más habitual para medir el tiempo. En el terreno cultural, la Iglesia organizaba la enseñanza y financiaba numerosas obras de arte.
1.12 La vida del clero regular. Los monasterios
La vida monástica tuvo una gran importancia en la Edad Media. Los monasterios se construían en el campo e incluían diferentes partes destinadas a cada función: iglesia para orar; y dependencias para los monjes. También contaban con espacios para las distintas actividades: económicas, como huerto, lagar, cuadra, forja y carpintería; sociales, como hospedería y enfermería; y culturales, como escuela, biblioteca y scriptorium o escritorio, un lugar donde se copiaban a mano códices o libros muy antiguos que se ilustraban con miniaturas. Los monjes obedecían la regla o normativa propia de cada orden, y vestían su hábito. En la Alta Edad Media, la principal fue la orden de los benedictinos, fundada en el siglo vi por San Benito de Nursia. Los benedictinos llevaban hábito negro; tenían votos de pobreza, obediencia y castidad; se regían por el principio de «ora et labora» («reza y trabaja»), que combinaba la oración con el manual; y llevaba una alimentación austera consistente en sopa, pan, verdura, huevos, fruta, vino y cerveza. La carne y el pescado era excepcionales. 1.13 El estamento de los trabajadores Los campesinos de los feudos constituían la mayor parte del estamento de los trabajadores. Entre ellos se distinguían dos tipos: Los villanos eran personas libres, que podían vivir donde quisieran e incluso marcharse del feudo. Los siervos eran personas que no podían abandonar el manso que cultivaban, al que estaban vinculados, y transmitían su condición por herencia a sus hijos e hijas. No obstante, poseían algunos bienes personales y el señor, que les debía protección y justicia, no podía golpearlos, matarlos o venderlos como esclavos.
1.14 El primer estilo europeo
El arte románico, desarrollado entre el siglo XI y mediados del XII, fue el primer estilo medieval que adquirió unos rasgos comunes en toda Europa. Su nombre procede de la forma de sus arcos característicos, que recuerda al utilizado por los romanos. A su difusión colaboraron la orden benedictina, que adoptó este estilo en su casa madre de Cluny (Francia), y desde allí lo extendió por los demás monasterios fundados en Europa; las cruzadas; y las peregrinaciones a lugares santos. También contribuyó a difundirlo la existencia de maestros canteros, que dirigían cuadrillas de albañiles, carpinteros y escultores, y viajaban de manera itinerante por las regiones europeas ofreciendo sus conocimientos técnicos. 1.15 La arquitectura románica Los elementos arquitectónicos La arquitectura románica utilizó la piedra como material principal; los soportes interiores a base de columnas y pilares cruciformes; los arcos semicirculares o de medio punto; y las cubiertas con bóveda de cañón, conseguida por la sucesión de arcos de medio punto, o con bóveda de arista, formada por el cruce de dos bóvedas de cañón. Estas bóvedas de piedra son muy pesadas. Por eso en el interior se refuerzan con arcos fajones transversales, que traspasan el peso de la bóveda a los soportes. Y en el exterior el edificio se apuntala con contrafuertes, para evitar que el muro pudiera volcarse con el peso. Los edificios tienen también gruesos muros y pocas ventanas; por eso, los interiores son oscuros. En el exterior, el muro se decora con fajas verticales que sobresalen del muro, con galerías de pequeños arquillos ciegos, y con diferentes tipos de molduras.
Los tipos de edificios
La iglesia fue el edificio principal. Solía tener planta de cruz latina, compuesta por una, tres o cinco naves separadas por arquerías; transepto, o nave trasversal con cimborrio o torre en el centro; y una cabecera formada por varios ábsides semicirculares. Las de peregrinación tenían, además, una girola o nave semicircular que rodeaba el altar mayor y permitía a los peregrinos transitar por la iglesia sin interrumpir el culto; y una tribuna o segundo piso sobre las naves laterales, para acoger a más fieles. Entre las iglesias románicas destacan las de Santa Fe de Conques, Santa Magdalena de Vezelay y San Pedro de Moissac, en Francia; la catedral de Durham, en el Reino Unido; la catedral de Worms, en Alemania, y el conjunto de Pisa, en Italia. Otros tipos de edificios románicos fueron los monasterios, los castillos y las murallas.