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LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
La evangelización es la tarea y misión esencial de la Iglesia. La Iglesia dejaría de
serlo si no evangelizara. A lo largo de la historia, ella ha venido cumpliendo esa
tarea. Para ello, con el dinamismo de la encarnación de Jesús, se inserta en la
historia de la humanidad y en cada uno de los pueblos para anunciar así el
Evangelio del Señor. La Iglesia, pues, vive para evangelizar.
A partir de este terrible acontecimiento, comenzó una nueva etapa, la cual hubo de
enfrentar la Iglesia: el secularismo, la descristianización y el relativismo ético.
Desafían la misión evangelizadora de la Iglesia y va obligando a pensar en una
NUEVA EVANGELIZACION. La situación de la Iglesia es delicada, pues debe
responder a nuevos desafíos con una manera propia de ver las cosas y de
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A. FOSBERY, op., Fasta y la Nueva Evangelización, Buenos Aires, 2013, p. 4.
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Pío XII, sobre todo luego de la II Guerra Mundial irá dando los pasos para
la renovación de la Iglesia. Mantiene y sostiene la continuidad del Magisterio
Pontificio, pero ya comienza a tocar los temas que reclaman los intentos de
renovación eclesial y pastoral en la Iglesia.4 Un ejemplo claro lo vemos en
su eclesiología, cuando comienza a hablar de la Iglesia como “pueblo de Dios” (cf.
MYSTICI CORPORIS en 1943).
Su sucesor, Juan XXIII va a dar un paso importante, casi como un salto cualitativo.
Papa considerado como de “transición” abrió las puertas y las ventanas de
la Iglesia a fin de que penetrara “la frescura del Espíritu”. Tuvo la osadía de convocar
el CONCILIO ECUMENICO VATICANO II. Así se lanzó en la aventura de hacer
presente a la Iglesia como servidora de la humanidad y en diálogo con el mundo
actual. Va a invitar a “leer los signos de los tiempos” con los ojos de la fe y la luz
del Espíritu Santo y va a convocar a toda la Iglesia a una tarea muy importante:
enfrentar los desafíos de los tiempos modernos para la evangelización. Podemos
decir que Juan XXIII dio los pasos iniciales para la entrada en la Iglesia de
la Nueva Evangelización.
3
Ibidem, p. 11.
4
Cf. Ibidem p. 15.
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Benedicto XVI va a dar algunos pasos concretos. Entre ellos la Creación del
Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización 6: “He
decidido crear un nuevo organismo, en forma de Consejo Pontificio, con la
tarea de promover una renovada evangelización en los países donde ya
resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua
fundación, pero que están viviendo una secularización progresiva de la
sociedad y una especie de “eclipse de Dios”, que constituyen un reto para
encontrar los medios adecuados con la finalidad de volver a proponer
la verdad perenne del evangelio de Cristo”. Como se ve en el texto, uno de los
mayores intereses del Papa es la atención a las comunidades donde resonó
el primer anuncio del evangelio y que están atravesando por situaciones que
él identifica como “eclipse de Dios”7. Siendo aún Cardenal, Benedicto XVI también
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Ibidem, p. 31. El beato Juan Pablo II reta, de modo especial a las Iglesias de Latinoamérica a renovarse,
conservando el “depósito de la fe”, haciendo patente la misión apostólica y pastoral de la Iglesia,
conforme a los postulados de una “nueva evangelización”, nueva en su ardor, en sus métodos y a
sus expresiones. Ibidem p. 33.
6
BENEDICTO XVI, Car ta Ap o st ó lic a “Ub ic u m q u e e t sem p e r ”
(21-IX-2010).
7
La fundación del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización es, sin lugar a dudas, el
modo de responder al beato Juan XXIII cuando convocó al Concilio Vaticano II para lograr instaurar una
nueva relación Iglesia-Mundo. En la Carta de Benedicto XVI, esta nueva relación se debe dar por medio de
una adecuada laicidad que respete el orden natural y las ordenaciones propias del orden temporal; afirma el
sentido sacral-creacional del cosmos; genera una conciencia religiosa para percibir la presencia de la
historia de la salvación en medio de la historia que construye el hombre y que evita toda forma de
clericalismo en el servicio, orientación y desarrollo de los cuerpos intermedios de la sociedad. La laicidad al
afirmarse, rechaza tanto al “clericalismo” que busca subordinar lo social y lo político a lo religioso y
al
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Tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo, como un olvido de
la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante. La memoria es una dimensión de nuestra fe que
podríamos llamar «deuteronómica», en analogía con la memoria de Israel. Jesús nos deja la Eucaristía
como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19). La
alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que
necesitamos pedir. Los Apóstoles jamás olvidaron el momento en que Jesús les tocó el corazón: «Era
alrededor de las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). Junto con Jesús, la memoria nos hace presente «una
verdadera nube de testigos» (Hb 12,1). Entre ellos, se destacan algunas personas que incidieron de
manera especial para hacer brotar nuestro gozo creyente: «Acordaos de aquellos dirigentes que os
anunciaron la Palabra de Dios» (Hb 13,7). A veces se trata de personas sencillas y cercanas que nos
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Francisco va a pedir que la Iglesia siempre esté en salida: que vaya a todos, en
especial a las periferias humanas. Allí se encontrará con los alejados y los
no creyentes y también con los seguidores de Jesús. Lo debe hacer con
una conciencia de discipulado y de misión. Iglesia en salida, la denomina
él. Y nos recuerda a todos los creyentes y seguidores de Jesús que somos
“discípulos y misioneros”.