Está en la página 1de 5

1

UN METODO PARA LA NUEVA


EVANGELIZACION

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
La evangelización es la tarea y misión esencial de la Iglesia. La Iglesia dejaría de
serlo si no evangelizara. A lo largo de la historia, ella ha venido cumpliendo esa
tarea. Para ello, con el dinamismo de la encarnación de Jesús, se inserta en la
historia de la humanidad y en cada uno de los pueblos para anunciar así el
Evangelio del Señor. La Iglesia, pues, vive para evangelizar.

A lo largo de la historia, con diversos métodos y formas de acción, la misma


Iglesia ha ido adaptándose para rendir al ciento por uno en esa misión. Lo hace,
ciertamente, con la luz del Espíritu Santo, quien es el protagonista principal de la
Misión. En los tiempos recientes, se habla de una NUEVA EVANGELIZACIÓN.
Esto no significa que haya un cambio esencial en la misión y en el contenido de la
misma. San Juan Pablo II le da las características a esa Nueva Evangelización
cuando afirmó que se trataba de “nueva en métodos, nueva en expresiones y
nueva en ardor”.

Sin embargo, podemos ver cómo el concepto de NUEVA EVANGELIZACIÓN se fue


preparando en los últimos tiempos.
Lo verdaderamente nuevo no es el hecho de la evangelización que, como ya hemos
dicho, la Iglesia lleva a cabo desde el día mismo de Pentecostés, en que algunos de los
que estaban presentes pensaron que los Apóstoles estaban borrachos y se fueron,
mientras que otros, a los que Pedro les anuncia la resurrección de Cristo,
asombrados por lo que están viendo y escuchando, “con el corazón compungido” le
preguntaron “Hermano, que tenemos que hacer”, y Pedro contesta: “arrepiéntanse de
los pecados, bautícense y recibirán al Espíritu Santo” (Hech. 2, 13-42). Lo
verdaderamente nuevo es la situación del mundo, después de la Segunda Guerra
Mundial, donde los cinco grandes se lo reparten según los criterios ideológicos con
que participaron en la guerra, al fin de la cual derrotaron al modelo del nacional
socialismo. La Europa Oriental y China continental quedaron bajo la férula del
marxismo ruso, y la Europa Occidental con el Japón incluido, bajo el poder de
la plutocracia anglo-americana.2

A partir de este terrible acontecimiento, comenzó una nueva etapa, la cual hubo de
enfrentar la Iglesia: el secularismo, la descristianización y el relativismo ético.
Desafían la misión evangelizadora de la Iglesia y va obligando a pensar en una
NUEVA EVANGELIZACION. La situación de la Iglesia es delicada, pues debe
responder a nuevos desafíos con una manera propia de ver las cosas y de

2
A. FOSBERY, op., Fasta y la Nueva Evangelización, Buenos Aires, 2013, p. 4.
2

Presentarse en el mundo. La rigidez, vivida durante muchos siglos, luego del


Concilio de Trento, impedía una acción misionera que atendiera los nuevos retos.
No resulta tan fácil dar las respuestas ante el proceso de secularización. La Iglesia
no se había preparado tanto para esto, lo cual resultaba novedoso. Desde Francia
se empieza a sentir la apertura hacia un proceso de renovación de la acción
pastoral de la Iglesia y, por tanto, de su misma teología. En este movimiento van a
influir el Cardenal Newman y la escuela de Oxford, sobre todo con sus propuestas
de carácter eclesiológico. Chenu, Congar, De Lubac, entre otros, son nombres de
teólogos que dieron un impulso a esta nueva manera de hacer teología y pastoral.
Se centraban en el diálogo con la historia.
En estos intentos de renovación católica están presentes, con sus aportes y
confusiones, los problemas que la Iglesia tendrá que asumir y clarificar para poder
convocar, oportunamente, a una propuesta de nueva evangelización en la sociedad
actual.3

Pío XII, sobre todo luego de la II Guerra Mundial irá dando los pasos para
la renovación de la Iglesia. Mantiene y sostiene la continuidad del Magisterio
Pontificio, pero ya comienza a tocar los temas que reclaman los intentos de
renovación eclesial y pastoral en la Iglesia.4 Un ejemplo claro lo vemos en
su eclesiología, cuando comienza a hablar de la Iglesia como “pueblo de Dios” (cf.
MYSTICI CORPORIS en 1943).

Su sucesor, Juan XXIII va a dar un paso importante, casi como un salto cualitativo.
Papa considerado como de “transición” abrió las puertas y las ventanas de
la Iglesia a fin de que penetrara “la frescura del Espíritu”. Tuvo la osadía de convocar
el CONCILIO ECUMENICO VATICANO II. Así se lanzó en la aventura de hacer
presente a la Iglesia como servidora de la humanidad y en diálogo con el mundo
actual. Va a invitar a “leer los signos de los tiempos” con los ojos de la fe y la luz
del Espíritu Santo y va a convocar a toda la Iglesia a una tarea muy importante:
enfrentar los desafíos de los tiempos modernos para la evangelización. Podemos
decir que Juan XXIII dio los pasos iniciales para la entrada en la Iglesia de
la Nueva Evangelización.

Pablo VI continuará el Concilio hasta llevarlo a término: será el hombre del


Concilio, ciertamente. Diez años después, luego del Sínodo de Obispos sobre la
Evangelización, el Papa da a conocer su Exhortación post-sinodal: EVANGELII
NUNTIANDI. Obra maestra que ilumina los caminos de la evangelización en los
momentos actuales. En su discurso final en la Asamblea del Sínodo sobre la
Evangelización, Pablo VI dice lo siguiente: “impulso nuevo, capaz de crear
tiempos nuevos de evangelización en una Iglesia todavía más arraigada en la
fuerza y el poder de Pentecostés”. En cierto modo se está adelantando a lo que
años más tarde San Juan Pablo II denominará la NUEVA EVANGELIZACION.

El Papa lo plantea de manera clara y directa:

3
Ibidem, p. 11.
4
Cf. Ibidem p. 15.
3

"Las condiciones de la sociedad —decíamos al Sacro Colegio Cardenalicio del 22 de


junio de 1973— nos obligan, por tanto, a revisar métodos, a buscar por todos
los medios el modo de llevar al hombre moderno el mensaje cristiano, en el cual
únicamente podrá hallar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para su empeño
de solidaridad humana". Y añadíamos que, para dar una respuesta válida a las
exigencias del Concilio que nos están acuciando, necesitamos absolutamente
ponernos en contacto con el patrimonio de fe que la Iglesia tiene el deber de
preservar en toda su pureza, y a la vez el deber de presentarlo a los hombres
de nuestro tiempo, con los medios a nuestro alcance, de una manera comprensible
y persuasiva. (E.N.3).

Juan Pablo II ya habla directamente de NUEVA EVANGELIZACION. Cuando se


dirige a los Obispos de América Latina, les dice que se requiere una Nueva
Evangelización: “nueva en métodos, en expresiones y en ardor”. No será
la única vez que el Papa lo diga. En muchísimas ocasiones y a todos
los episcopados del mundo les comienza a mentalizar sobre la urgencia de la Nueva
Evangelización:
El Papa intentará, a la vez, poner a toda la Iglesia en dirección a la “nueva
evangelización”. Con la autoridad que le otorga el ser Vicario de Cristo, introduce la
fórmula “nueva evangelización” acerca de la cual hace referencia más de 300 veces.
Con esta expresión, a modo de “intuición profética”, muestra el camino que la Iglesia
debe recorrer con su múltiples formas de pastoral5.

Benedicto XVI va a dar algunos pasos concretos. Entre ellos la Creación del
Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización 6: “He
decidido crear un nuevo organismo, en forma de Consejo Pontificio, con la
tarea de promover una renovada evangelización en los países donde ya
resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua
fundación, pero que están viviendo una secularización progresiva de la
sociedad y una especie de “eclipse de Dios”, que constituyen un reto para
encontrar los medios adecuados con la finalidad de volver a proponer
la verdad perenne del evangelio de Cristo”. Como se ve en el texto, uno de los
mayores intereses del Papa es la atención a las comunidades donde resonó
el primer anuncio del evangelio y que están atravesando por situaciones que
él identifica como “eclipse de Dios”7. Siendo aún Cardenal, Benedicto XVI también

5
Ibidem, p. 31. El beato Juan Pablo II reta, de modo especial a las Iglesias de Latinoamérica a renovarse,
conservando el “depósito de la fe”, haciendo patente la misión apostólica y pastoral de la Iglesia,
conforme a los postulados de una “nueva evangelización”, nueva en su ardor, en sus métodos y a
sus expresiones. Ibidem p. 33.
6
BENEDICTO XVI, Car ta Ap o st ó lic a “Ub ic u m q u e e t sem p e r ”
(21-IX-2010).
7
La fundación del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización es, sin lugar a dudas, el
modo de responder al beato Juan XXIII cuando convocó al Concilio Vaticano II para lograr instaurar una
nueva relación Iglesia-Mundo. En la Carta de Benedicto XVI, esta nueva relación se debe dar por medio de
una adecuada laicidad que respete el orden natural y las ordenaciones propias del orden temporal; afirma el
sentido sacral-creacional del cosmos; genera una conciencia religiosa para percibir la presencia de la
historia de la salvación en medio de la historia que construye el hombre y que evita toda forma de
clericalismo en el servicio, orientación y desarrollo de los cuerpos intermedios de la sociedad. La laicidad al
afirmarse, rechaza tanto al “clericalismo” que busca subordinar lo social y lo político a lo religioso y
al
4

nos presentó algunas ideas sobre la Nueva Evangelización. Ante la tarea


permanente de la Evangelización, se requiere abrirse a las culturas y a los tiempos
con sus exigencias. Aquí surge la necesidad de plantearla como NUEVA: Esta
debe ser capaz de hacerse escuchar y aceptar por un mundo alejado, que ha sido
vencido por la secularización y que haga posible el diálogo Iglesia – mundo.

Con la llegada de Francisco, la Nueva Evangelización adquiere un mayor impulso:


su estilo y sus enseñanzas nos van dando los lineamientos de la misma. Así nos lo
deja ver en EVANGELII GAUDIUM 11:
Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una
nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia
es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto
y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos; aunque sean ancianos,
«les renovará el vigor, subirán con alas como de águila, correrán sin fatigarse y
andarán sin cansarse» (Is 40,31). Cristo es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el
mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura
son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad. La Iglesia no deja
de asombrarse por «la profundidad de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de
Dios» (Rm 11,33). Decía san Juan de la Cruz: «Esta espesura de sabiduría y
ciencia de Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa de ella,
siempre puede entrar más adentro»]. O bien, como afirmaba san Ireneo: «[Cristo], en
su venida, ha traído consigo toda novedad». Él siempre puede, con su novedad,
renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y
debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también
puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos
sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la
fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos,
métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras
cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica
acción evangelizadora es siempre «nueva».

La Evangelización no puede prescindir nunca de Jesucristo. En Él todo se


renueva. Aunque pasen los tiempos, la Evangelización será nueva porque nuevos
son el tesoro y la fuente: el Evangelio de Jesús. (cf. E.G. 12.) 8.

“laicismo” que niega la presencia de lo religioso en el orden temporal. En la “nueva evangelización”


la laicidad será el modo adecuado como se deben relacionar, el trono y el altar, complementándose para que
tanto el Estado como la Iglesia se orienten al bien común de la sociedad FOSBERY, op.cit, pp.34-35

8
Tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo, como un olvido de
la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante. La memoria es una dimensión de nuestra fe que
podríamos llamar «deuteronómica», en analogía con la memoria de Israel. Jesús nos deja la Eucaristía
como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19). La
alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que
necesitamos pedir. Los Apóstoles jamás olvidaron el momento en que Jesús les tocó el corazón: «Era
alrededor de las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). Junto con Jesús, la memoria nos hace presente «una
verdadera nube de testigos» (Hb 12,1). Entre ellos, se destacan algunas personas que incidieron de
manera especial para hacer brotar nuestro gozo creyente: «Acordaos de aquellos dirigentes que os
anunciaron la Palabra de Dios» (Hb 13,7). A veces se trata de personas sencillas y cercanas que nos
5

Francisco va a pedir que la Iglesia siempre esté en salida: que vaya a todos, en
especial a las periferias humanas. Allí se encontrará con los alejados y los
no creyentes y también con los seguidores de Jesús. Lo debe hacer con
una conciencia de discipulado y de misión. Iglesia en salida, la denomina
él. Y nos recuerda a todos los creyentes y seguidores de Jesús que somos
“discípulos y misioneros”.

La Nueva Evangelización, además, tienen que ver con la edificación de la


civilización del amor: anticipo del reino de Dios y anuncio testimonial de la
aceptación de la liberación del Señor Jesús.

Para la realización y puesta en marcha de la Nueva Evangelización, con sus


métodos, entusiasmo, ardor y expresiones, es necesario plantearse un itinerario.
Como lo indicó Juan Pablo II nuevos métodos van apareciendo en el horizonte.
Todo dentro del marco de una decisión y entusiasmo que permita la realización del
acontecer evangelizador (parrêsía). No faltan las propuestas de métodos, los
ejercicios de planificación, las invitaciones a las acciones misioneras. Por eso, a
continuación quisiéramos dar un paso de acuerdo a lo que nos planteamos en la
propuesta que le presentamos al lector. Veremos “un” método. Este ha sido
asumido desde hace años y suele ser el empleado en muchas acciones
eclesiales. Quisiéramos verlo bien enmarcado (desde lo que le originó) y como un
camino para asumir con alegría el desafía de la Nueva Evangelización. Para ello,
también nos valdremos de algunas indicaciones del Papa Francisco: éstas mismas
nos permitirá darle una concreción y nos ayudarán a asumirlo desde el horizonte y
dinamismo de la “encarnación”.

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal,

También podría gustarte