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Austrias y Borbones
De hecho, la Monarquía Hispánica, primero con los Reyes Católicos y luego con los Habsburgo, era
muy diferente al concepto de monarquía absoluta de los Borbones tal como se conformó en el reinado
de Luis XIV (El Estado soy yo, formulaciones teóricas de Bossuet). La propia concepción del poder de
la dinastía austro-borgoñona (incluyendo a la idea imperial de Carlos V) era mucho más respetuosa con
las particularidades locales y estamentales, como evidenció la necesidad que tuvo el Conde Duque de
Olivares de mostrar al rey Felipe IV lo poderoso que se haría si dejara de ser rey de cada uno de sus
reinos y pasara a ser rey de España (el famoso Gran Memorial de 1624).3 La reflexión sobre estos
asuntos de los intelectuales españoles (especialmente de la Escuela de Salamanca) ha sido interpretada
no tanto como una reacción contra un absolutismo nacional, sino como una respuesta a las tendencias
protagonizadas por otros países europeos (por ejemplo, el Defensio Fidei de Francisco Suárez).4
La monarquía de Felipe V de España, desde 1700 introdujo el absolutismo de origen francés propio de
la dinastía Borbón, y la resistencia suscitada provocó que la Guerra de Sucesión fuera para España una
verdadera guerra civil, en la que algunos territorios (especialmente Cataluña y Valencia) se
caracterizaron por apoyar claramente al candidato Habsburgo. La conformación de un fuerte regalismo
frente al papado alcanzó cotas incluso superiores a las obtenidas por el Patronato regio anterior.5
Despotismo ilustrado
El despotismo ilustrado en España, por su parte, es una etiqueta historiográfica que se aplica con mayor
o menos extensión temporal, pero que suele restringirse a los reinados de la segunda mitad del siglo
XVIII (Carlos III y Carlos IV). La aplicación de la etiqueta a la primera mitad del siglo XVIII (reinados
de Felipe V y de Fernando VI) es menos usual.6
Opuesta a la tendencia ilustrada (también denominada afrancesada, antes de que éste término designara
más concretamente a los partidarios de Napoleón), el germen del movimiento político que
posteriormente se conocerá como absolutismo español fue la tendencia que se denominaba casticista,
representada por clérigos e intelectuales (Fray Diego de Cádiz, Fernando de Ceballos, Lorenzo Hervás
y Panduro o Francisco Alvarado -el Filósofo Rancio-) opuestos a las influencias extranjerizantes y
anticlericales identificadas con la Enciclopedia francesa y el volterianismo; o concretadas en la política
del marqués de Esquilache contra el que se hizo el motín de Esquilache (del que fueron culpados los
jesuitas, que fueron expulsados de España). Las polémicas intelectuales fueron frecuentes, como la
conocida como Pan y Toros.
El grupo político de los absolutistas españoles durante el siglo XIX (desde las Cortes de Cádiz hasta la
configuración del carlismo), fue designado de forma peyorativa con el término serviles, especialmente
por sus adversarios, los liberales españoles.7 También se utilizaba el término realistas.8 En el debate
público entre liberales y absolutistas que se producía en la prensa gaditana y en libelos de contenido
político editados en la misma ciudad, destacaron por el lado absolutista Pedro Inguanzo, Francisco
Alvarado, motejado el filósofo rancio, y María Manuela López de Ulloa.9 También se han denominado
como ultrarrealistas, ultraabsolutistas, o apostólicos (específicamente se recoge un Indulto de 30 de
mayo de 1825 en favor de ultra-realistas y apostólicos10 ).
El documento presentado a Fernando VII de España en 1814 por 69 diputados absolutistas de las
Cortes de Cádiz (el Manifiesto de los Persas, posiblemente redactado por su primer firmante, Bernardo
Mozo de Rosales -Marqués de Mataflorida-, aunque también se ha supuesto la intervención de Juan
Pérez Villamil o de Pedro Gómez Labrador), puede considerarse la explicitación del absolutismo
español como ideología política. Entre sus representantes estaría la mayor parte del clero de la época:
encabezado por Pedro de Quevedo y Quintano (Obispo de Orense e Inquisidor General), que al jurar la
Constitución de Cádiz lo hizo acompañando el juramento de tales protestas que fue sancionado
duramente por ello.
Otros destacados absolutistas fueron el obispo Víctor Damián Sáez (confesor del rey), el canónigo Juan
Escóiquiz, los militares Francisco Javier Castaños, Luis Rebolledo de Palafox (hermano del general
Palafox destacado en los sitios de Zaragoza, pero de orientación política opuesta),11 Luis Fernández de
Córdova (que realizó un intento fracasado de sublevación militar durante el Trienio Liberal y volvió a
España con la expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis), Francisco Chaperón, Vicente González
Moreno, Francisco de Eguía y Nazario Eguía o el aristócrata Francisco Tadeo Calomarde (duque de
Santa Isabel).
Carlos II muere y deja la corona en manos de Jacobo II, el cual gobierna algunos sin ningún
parlamento y al ver que no había oposición respecto a su condición católica restablece el parlamento
1685, aunque solo duró un año, cuando volvieron las tensiones producto de las religiones, fue
nuevamente disuelto, todo producto de algunas preferencias que se le estaba dando a los católicos.
Jacobo II muere traicionado por su propia hija la cual se había casado con un protestante Guillermo
III, príncipe de Orange, el cual más tarde lo derroca y permite que Jacobo huya a Francia donde es
recibido por Luis XIV.
ABSOLUTISMO EN FRANCIA
Podría definirse el absolutismo como una “soberanía monárquica sin límites y sin control que no
reconoce a sus súbitos más que el deber de obedecer”. El absolutismo fue concebido principalmente
como la negación del feudalismo.
Aprovechando una época donde la mayoría de las personas no sabían leer, la idea fue buscar elementos
que mostraran el poder y también el prestigio. Luís XIV adoptó por ejemplo el sol como uno de los
símbolos de su poder y creo otros varios símbolos que marcaban su posición como un monarca
absoluto.
En Francia, dos teorías fueron las más importantes la de Jean Bodin y Jacques Bossuet. Estos
pensadores defendían la idea sobre que la autoridad del rey provenía en forma directa de Dios y por
ello el pueblo debía simplemente obedecer al monarca que sólo se encontraba sujeto a la llamada “ley
natural” que era dada por Dios.
Luis XIV toma para sí toda esta teoría del derecho divino cuando asume el poder aprovechando el
hecho que Francia era un país que se encontraba en una grave crisis económica y social sobre todo
motivadas por las guerras de religión a las que se sumaban el hambre, epidemias, pobreza y desempleo.
Los miembros de la nobleza eran la única excepción a tan vasto poder ya que gozaban de privilegios
tanto sociales como económicos y estaban integrados a la burocracia como funcionarios del gobierno o
la milicia. También era una clase privilegiada el clero que disponía de amplios derechos.
Con la llegada y la aplicación de la teoría económica del mercantilismo que predecía que los países
serían ricos y poderosos a través del comercio compuesto por exportaciones que superarían las
importaciones, comenzó en el siglo XVII a fomentarse el desarrollo industrial. Esto fue fundamental
para favorecer a una clase social no privilegiada que era quien pagaba los impuestos y se dedicaba a
realizar actividades comerciales e industriales.
Este fortalecimiento económico de este sector social sería el primer paso que pondría fin al sistema de
la monarquía absoluta tanto en Francia como en el resto de Europa. Los burgueses tomaron la
decisión de luchar por sus derechos a participar del poder político algo que comenzó a ocurrir a
mediados del siglo XVIII siendo la Revolución Francesa la máxima expresión de este cambio
fundamental de la historia de Francia.