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Luis XIV

(Luis XIV, llamado el Rey Sol; Saint-Germaine-en-Laye, Francia, 1638 - Versalles, id.,
1715) Rey de Francia (1643-1715). Primogénito de Luis XIII y Ana de Austria, quien
influyó decisivamente en su carácter y fue, al parecer, la responsable de su mediocre
instrucción («Ni siquiera le enseñaron a leer y escribir correctamente», afirmaba el duque de
Saint-Simon en sus memorias), subió al trono cuando tenía cinco años y durante su infancia
reinó bajo la tutela de su madre y el gobierno de Mazarino.

Al morir el cardenal Mazarino en 1661, Luis XIV asumió por completo sus funciones regias;
de su padre había heredado el prurito de su grandeza y la idea del carácter divino de su
poder. Un año antes, en 1660, había contraído matrimonio con la infanta española María
Teresa de Austria, lo cual no le impidió tener varias amantes, entre ellas La Vallière,
Montespan y Madame de Maintenon, con quien, tras enviudar, casó en secreto en 1680.
Instalado primero en Saint-Germain y más tarde en el imponente marco del palacio de
Versalles, el nuevo monarca se rodeó de dóciles cortesanos, redujo a la nobleza, restó poder
al Parlamento y el clero y centralizó la Administración pública mediante un complejo
aparato burocrático. Su ministro de Finanzas, Colbert, fue el artífice de la organización
administrativa del Estado monárquico.
Para hacer frente a los ingentes gastos de la corte, el rey controló la producción agraria y
manufacturera y el comercio exterior, y aplicó una dura política impositiva. Todas las
fuentes de recursos fueron orientadas hacia la hacienda pública. Al mismo tiempo, sus
ministros Louvois y Le Tellier se ocuparon de reorganizar el ejército en un cuerpo regular, y
Vauban, de construir un sistema defensivo basado en nuevas fortificaciones.
En el interior, la política del monarca se basó en la consolidación del absolutismo,
identificando a la monarquía con el Estado. En el exterior, su máxima preocupación fue
mantener el prestigio de Francia, por lo cual entró en la guerra de Devolución (1667-1668),
sobre la base de los derechos que le correspondían a su esposa sobre Flandes, obteniendo
Lille, y en la guerra de los Países Bajos (1672-1679), que afianzó la hegemonía francesa en
Europa.
Su sueño de crear un bloque francoespañol bajo el dominio borbónico que terminara con el
poder de los Habsburgo, principales rivales de Francia en Europa, desembocó en la guerra de
Sucesión española (1700-1714), con motivo de la instauración de Felipe V, nieto de Luis
XIV, en el trono español. Frente a sus aspiraciones se formó la Gran Alianza, integrada por
Gran Bretaña, los Países Bajos y el Imperio Austríaco, que apoyaban las pretensiones del
candidato Carlos de Austria al trono español.
Tras un desarrollo incierto, el conflicto se resolvió con la aceptación de Felipe V por las
demás potencias en los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714), aunque buena parte de
los territorios españoles en Europa pasaron en compensación a su oponente, convertido en el
emperador Carlos VI. Además, en dichos tratados se preveía la unificación de los reinos de
España y Francia bajo la misma Corona.
Las ambiciones hegemónicas de Luis lo llevaron también a defender la autonomía de la
Iglesia francesa frente al Vaticano y a afirmar su autoridad en el terreno religioso. Sus
choques con el Papado no fueron obstáculo para que protegiera a los católicos y reprimiera a
sus enemigos, quietistas, jansenistas y hugonotes. El enorme despliegue militar realizado
ocasionó unos gastos exorbitantes que, sumados a los derivados del boato de la corte, fueron
una de las causas que llevaron a una aguda crisis económica.
El final de su reinado estuvo marcado por los primeros síntomas de decadencia del régimen y
de la corte, el declive de la hegemonía francesa en el continente, el fracaso de su política
colonial y el inquietante malestar social surgido de las hambrunas que padecía el pueblo
bajo. Sin embargo, el monarca, llamado vicediós por el obispo Godeau, siguió fiel a sí
mismo y confiado hasta el día de su muerte en su voluntad como único motor de la vida del
reino y de sus súbditos.
Obras realizadas por el Rey Luis XIV

Francia era una superpotencia, y Luis XIV quería dejarlo claro. Su reinado resultó decisivo
para la consolidación de Francia y de lo francés como sinónimo de elegancia y refinamiento.
La lengua francesa se convirtió en el idioma de las clases privilegiadas. También la moda y
la gastronomía galas se expandieron por los salones europeos. Se vestía a la francesa, se
escuchaba música francesa (Lully) y se representaban tragedias francesas (Corneille, Racine,
Molière).
1 Que no pare la fiesta
Luis XIV era un gran amante de las fiestas. Para que no terminaran, se inventó en 1662 lo
que el llamó una commodité (comodidad): un servicio público de alumbrado. El primer paso
fue crear una red de empleados que se situaban con lámparas de aceite o antorchas en los
puntos neurálgicos de la ciudad. Su función era acompañar a los clientes más trasnochadores
hasta sus casas, iluminándoles el camino. El nuevo servicio tuvo tanto éxito que no tardó en
quedarse corto. Así que el rey le pidió al primer alcalde de París que instalara un sistema fijo
de iluminación por toda la ciudad.
2 Vivir la noche
La idea despertó admiración, tanto en Francia como en el extranjero. Con la medida, la
economía francesa tomó impulso, ya que comercios, asadores, tabernas y cafés alargaron sus
horarios hasta las diez o las once. Por primera vez se podía salir a cenar o comprar hasta
tarde, sin miedo a los maleantes que hasta entonces acechaban en la oscuridad
.
3 El inicio del turismo
Puede decirse que el turismo tal como lo entendemos nació en aquellos años. Viajar por
placer era una costumbre que había quedado interrumpida con la caída del Imperio romano.
A partir del Renacimiento algunos artistas emprendieron viajes de iniciación a Italia, pero
fue en el París de finales del XVII donde se publicaron las primeras guías para turistas
corrientes y donde estos pudieron dedicarse a hacer, básicamente, lo mismo que hacen hoy:
comprar, visitar monumentos y divertirse hasta altas horas de la noche.
4 La moda francesa triunfa
Hasta el reinado de Luis XIV, la moda cambiaba muy lentamente. Lo mismo sucedía con los
peinados. A partir de entonces, modistas, perfumistas, peluqueros o zapateros mostraron sus
mercancías en escaparates. Las mujeres se abrieron paso en el sector, compitiendo las
costureras y vendedoras de moda con sastres y merceros. Además, las mujeres pobres ya no
se resignaban a vestir peor que las ricas. Ahora también seguían los dictados de la moda,
aunque tuvieran que conformarse con tejidos y accesorios más modestos. La moda francesa
se impuso a la de otros países y atravesó fronteras.
5 Vestir como en las revistas
La Academia francesa acuñó un término para describir a las adictas a las novedades: esclavas
de la moda. En 1672, pensando en este público, se imprimió la primera edición de Le
Mercvre Galant, la primera revista de moda de la historia. Además de hacerse eco de las
últimas tendencias, Le Mercure inventó un nuevo concepto: las temporadas. Lo que se
llevaba en 1678 quedaba instantáneamente demodé en 1679.
Junto a Le Mercure aparecieron grabados coleccionables que representaban a marquesas y
duquesas con sus mejores galas. En realidad, las destinatarias de estas publicaciones no eran
las mujeres de la corte, sino las de clases inferiores, que ansiaban imitarlas. Se iniciaba así un
star system con aristócratas en el lugar que hoy ocuparían cantantes, actrices y modelos.
6 Denominación de origen
Una de las estrategias del rey para enriquecer el país fue promocionar, siempre que fuera
posible, lo autóctono. Hasta el siglo XVII, la alta cocina se basaba en el uso (y abuso) de
especias orientales: canela, jengibre, nuez moscada... Carísimos productos de importación
para un país que andaba escaso de colonias. El Rey Sol fue el prmero en cantar las
excelencias del tomillo, el perejil y las hierbas provenzales.
Una de las estrategias de Luis XIV para enriquecer el país fue promocionar, siempre que
fuera posible, lo autóctono.
Los chefs franceses empezaron a cotizarse en otras cortes europeas. Luis XIV estrenó la
primera mesa de comedor en 1673 (hasta entonces, ni siquiera los palacios tenían una sala
específica para almorzar o cenar). También abrieron sus puertas los primeros traiteurs,
precedentes de los restaurantes elegantes, amparados por la nueva iluminación callejera.
7 Nacen los gourmets
El servicio de mesa cada vez contaba con más piezas: salseras, tazones para sopa, cucharas
individuales... Esto tuvo dos consecuencias importantes: la creación de la porcelana francesa,
impulsada por Luis XIV para frenar las importaciones chinas, y la aparición de los buenos
modales. Un manual de la época instaba a sus lectores, por ejemplo, a utilizar las cucharas de
servir y a no compartir escudillas, aunque no decía nada sobre comer con los dedos, práctica
todavía habitual. En cualquier caso, sentarse a la mesa se había convertido ya en un arte, a
cuyos entendidos se llamó gourmets.
8 Café y burbujas
Dos nuevas bebidas hicieron furor en el París de la época: el café y el champán. El primero
era un producto tan exótico como prohibitivo. En 1676 abrió sus puertas el café Procope, que
no solo fue el primer café parisino, sino también el primer establecimiento de bebidas que un
noble se habría atrevido a pisar. Entretanto, Dom Pérignon había inventado el vino
espumoso. Solo unos pocos podían permitirse una auténtica botella de champán, y no sin
arriesgarse a tirar el dinero: por entonces, aún no se había logrado fabricar un cristal
resistente a la presión gaseosa, y un 30% de las botellas explotaban antes de ser abiertas.
9 Afán de refulgir
La obsesión del Rey Sol por la luz era absoluta. Cualquier cosa que brillara tenía cabida en
Versalles. Desde trajes con joyas hasta candelabros de cristal, paredes claras, grandes
ventanas... Todo el estilo de decoración del período se basaba en el orden y la luminosidad.
En la Francia del siglo XVII solo había un objeto más valioso que los diamantes: un espejo.
La casa real gastaba millones en traerlos de Murano, así que el ministro Colbert decidió
poner fin a este derroche y aconsejó al monarca crear una Real Fábrica de Espejos en
Francia.
¿Cómo vivía la nobleza?

La nobleza habitaba en castillos y su principal ocupación era cazar. Con regularidad hacían
guerras contra otros grupos de nobles o solían entrenarse en torneos violentos. Los castillos
de la Edad Media consistían principalmente en una torre que se hallaba rodeada por una
muralla.
Los nobles no contraían matrimonio con la plebe, de hecho, era deshonroso que un noble se
casase con una plebeya y lo era más en el caso contrario. Esta alianza era desaprobada y la
descendencia de esta no se consideraba como un verdadero noble. El matrimonio debemos
entenderlo como herramienta para construir alianzas y poder; el matrimonio podía significar
la unión de dos familias nobles poderosas. Por otro lado, para continuar siendo noble era
estrictamente necesario vivir noblemente, lo que implicaba no trabajar en ninguna clase de
oficio. La nobleza podía vivir sin trabajar porque contaba con mucho poder de mando sobre
los siervos.
El trabajo también se consideraba deshonroso y hacía que se perdiera la nobleza. Cuando el
rey Luis XIV trató de convencer a la nobleza para que se estableciera en las colonias y se
dedicaran al comercio, hizo un decreto. Se estableció que el comercio marítimo era una
activada que no permitiría perder la nobleza.
¿Cómo vivía el pueblo?

Eran muchas las injusticias que se vivían, no había respeto hacia los derechos qué les
pertenecían como personas. El hecho de que no tuvieran un salario, llevaba a las familias a
ser sucias, antihigiénicas, a contraer grandes enfermedades o virus, y peor aún, no poder
acudir a algún servicio médico. Lo cual poco a poco desencadeno lo que hoy llamamos
“Revolución Francesa”

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