Buenos Aires, miércoles 21 de octubre de 2020 • ISSN 1666-8987 • Nº 14.
957 • AÑO LVIII • ED 289
D i a r i o
Las quiebras, su conclusión, la inflación y el despojo ilícito
de los acreedores
(Conclusión del diario del 20 de octubre de 2020)
4.4. La duración de los procesos
Los enormes perjuicios que padecen los acreedores
concurrentes se agravan por la duración a la que son so-
metidos los procesos de quiebra que, paradojalmente, tie-
nen por objeto la reparación.
Veamos primero el problema del tiempo dilatado, ilegal
e injustificado, que se carga sobre los derechos de esos
acreedores. Ese factor sin duda intensifica los efectos ero-
sivos de la inflación y acentúa la licuación.
4.4.1. La paradojal duración de un proceso de reparación
La duración de los procesos y la morosidad de los jue-
ces en dictar sentencias han sido objeto de algunas normas
procesales nacionales y muchísimas provinciales. Sin em-
bargo, la experiencia de esas disposiciones en el ámbito
nacional es reveladora de la gravedad del vicio y de la
cuestionable cultura judicial que lo alimenta.
En efecto, en el Código Procesal sancionado por el go-
bierno de facto autodenominado “Revolución Argentina”
(ley 17.454), su artículo 167 sujetaba el incumplimiento
de los plazos para dictar sentencia a un régimen de pér-
dida de la competencia del juez moroso y determinaba la
nulidad del pronunciamiento dictado vencido el plazo. La
severidad de la norma no solucionaba las dilaciones del
trámite de los procesos y solo se ocupaba de las senten-
cias. Aun así fue objeto de críticas claramente corporativas
que cuestionaron su constitucionalidad(141). Estas objecio-
nes interesadas motivaron su mitigación a través de dos re-
formas sucesivas, mediante las leyes 22.434 y 25.488. En
definitiva, se esterilizó un régimen modesto, que intentaba
acercarse a lo que debía ser, y se lo reemplazó por un ré-
gimen anodino, que continuó la triste realidad que “es”,
(141) Muchas veces la invocación de la Constitución es un meca-
nismo automático de defensa de una cultura judicial nociva, enquista-
da en nuestro sistema y claramente divorciada de lo que debe ser el
ejercicio de la función de la jurisdicción en un Estado Constitucional de
Derecho. Resulta revelador recorrer viejos fallos y comprobar los esfuer-
zos dialécticos para limitar y neutralizar el texto original del artículo.
La doctrina, al menos, se ocupó de colocar los conceptos en su lugar:
Clemente Díaz, Instituciones de Derecho Procesal, volumen II-A, Buenos
Aires 1968, pág. 399.
CONTENIDO
DOCTRINA
Las quiebras, su conclusión, la inflación y el despojo ilícito de los acreedores, por José A. Iglesias (Conclusión del diario del 20 de octubre de 2020).......................................... 1
JURISPRUDENCIA
Corte Suprema
CUENTA Nº 13.547
Daños y Perjuicios: Mala praxis: prueba; historia clínica; irregularidades; médico y establecimiento asistencial; responsabilidad; configuración. Recurso Extraordinario: Improce-
dencia: doctrina de la arbitrariedad; inaplicabilidad (CS, septiembre 10-2020)....................................................................................................................................... 6
OPINIONES Y DOCUMENTOS
El médico y la virtud de la prudencia en tiempos de pandemia, por Germán Calabrese................................................................................................................................ 8
CASA
COLUMNA LEGISLATIVA......................................................................................................................................................................................................................
ARG
C 8
d e D o c t r i n a y J u r i s p r u d e n c i a
por José A. Iglesias
diluyendo su ilicitud, haciendo desaparecer cualquier atis-
bo de sanción concreta(142).
Un avance fundamental en la calificación de la dilación
aconteció con la incorporación al Bloque de Constitucio-
nalidad de los Instrumentos de Derechos Humanos, y la
vinculatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Interame-
ricana de Derechos Humanos. Los derechos reconocidos
en los tratados y su jurisprudencia no pueden ser modi-
ficados o incumplidos por el Estado obligado, invocando
disposiciones de su derecho interno (C.I.D.H., 5/7/2006,
caso “Montero Aranguren y otros –Retén de Catia– v. Ve-
nezuela”, y sus citas)(143). Esta afirmación en la actuali-
dad no genera conflictos en el derecho interno argentino,
ya que ha sido reconocida y sancionada por el Código
(142) Alguna opinión llegó a considerar esta conducta dilatoria
como un abuso de poder: Roberto O. Berizonce, El exceso en el ejerci-
cio del Poder Jurisdiccional, Themis Revista de Derecho, n° 43, 2001,
págs. 71-77: “Sin embargo, frente a las expectativas prevalentes de los
litigantes de obtener pronunciamiento a través de mecanismos como la
pérdida de la competencia de quienes no respeten los plazos legales
(artículos 167, 168, C.P.C.N. y concordantes), no parece desatinado
encuadrar como un verdadero abuso de poder la demora endémica
que, bajo ciertas circunstancias que pudieran de uno u otro modo
series imputables, arrastran algunos órganos… los plazos se convier-
ten en previsiones virtuales vacías de contenido cuya inobservancia
no genera sanciones concretas —a salvo la posibilidad de recurrir al
enjuiciamiento político, por muchas razones también a menudo si no
inoperante, inconducente a los fines del servicio y para la tutela del
interés concreto de los ciudadanos”.
(143) “Todo tratado internacional incorporado a nuestro derecho
interno es una norma de naturaleza federal, cualquiera sea la materia
que regule, aunque dicha materia sea dentro de nuestro derecho una
materia propia de derecho común o local (por ejemplo de derecho
civil, laboral, penal o comercial). Reconocer naturaleza federal a los
tratados no es cuestión puramente teórica, porque tiene como efecto
práctico el hacer judiciable por tribunales federales toda causa que ver-
se sobre puntos regidos por un tratado y hacer viable el recurso extraor-
dinario ante la Corte para su interpretación… cuando el país ratifica un
tratado internacional, se obliga internacionalmente a que sus órganos
administrativos y jurisdiccionales lo apliquen a los supuestos que el
tratado contemple, máxime si éstos están descriptos con una concreción
tal que permita su aplicación inmediata. Por ello, la prescindencia de
las normas internacionales por los órganos internos pertinentes puede
originar responsabilidad internacional del Estado argentino (…). La me-
ra posibilidad de que esta atribución de responsabilidad internacional
argentina se vea comprometida por la interpretación y aplicación de
un tratado con una potencia extranjera configura, de por sí, cuestión
federal bastante” (CS, 26.12.1995, Méndez Valles Fernando v. A. M.
Pescio S.C.A.; JA 1998 - I-548; Fallos 318:2639).
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Civil y Comercial de la Nación en sus artículos 1º y 2º,
sin perjuicio de receptar en la regulación de la responsa-
bilidad numerosas directrices de aquella jurisprudencia
­internacional.
Sin perjuicio de ello, antes de la sanción de este cuerpo
legal, la Constitución Nacional y la jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación habían estableci-
do, con suma claridad, la vinculatoriedad de esos tratados
y la obligatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Inte-
ramericana. En efecto, el más alto Tribunal de la Nación
había reconocido que “la jurisprudencia de la Corte Inte-
ramericana de Derechos Humanos debe servir de guía pa-
ra la interpretación de los preceptos convencionales en la
medida que el Estado argentino reconoció su competencia
para conocer en todos los casos relativos a la interpreta-
ción y aplicación de la Convención Americana de Dere-
chos Humanos” (CS, 7.4.1995, “Giroldi”, JA 1995-III-571
y LL 1995-D-461).
Precisamente, en la Convención Americana sobre De-
rechos Humanos (conocida como Pacto de San José de
Costa Rica, suscripta en Costa Rica, noviembre de 1969)
en su artículo 8 se regulan las garantías judiciales en la
sustanciación de todos los tipos de procesos. Establece
la norma que “Toda persona tiene derecho a ser oída,
con las debidas garantías y dentro de un plazo razona-
ble, por un juez o tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada
contra ella, o para la determinación de sus derechos y
obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier
otro carácter”.
La Corte IDH se ha expedido en diversas sentencias en
contra de la República Argentina en relación al principio
en estudio(144), destacando que el plazo razonable es una
garantía que integra las contenidas en el artículo 8 y que
se aplica a todo tipo de procesos(145). Incluso, la violación
a esa garantía se consuma en procesos civiles sujetos al
impulso de las partes, ya que aun para este tipo de instan-
cias “La Corte recuerda que es el Estado, a través de sus
autoridades judiciales, quien debe conducir el proceso. Al
respecto, conforme la legislación procesal civil aplicable
al presente caso, el juez tiene el deber de dirigir el pro-
(144) Corte IDH. Sentencia del 22 de agosto de 2013, Caso Mé-
moli Vs. Argentina. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Serie C No. 265. Corte IDH. Resolución de 30 de enero de
2019, Caso Argüelles y otros Vs. Argentina. Supervisión de Cumpli-
miento de Sentencia.
(145) Corte IDH. Sentencia de 22 de agosto de 2013, Caso Mé-
moli Vs. Argentina. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Serie C No. 265.
 2 Buenos Aires, miércoles 21 de octubre de 2020
cedimiento, manteniendo la igualdad de las partes en el
proceso, vigilando que la tramitación de la causa procure
la mayor economía procesal y evitando la paralización
del proceso”(146).
Es claro que la mora judicial siempre ha sido ilícita.
Sin embargo, como ha ocurrido con la mayoría de los de-
rechos fundamentales, la concreción efectiva de sus ga-
rantías es el resultado de luchas, procesos y víctimas, que
jalonan su conquista. La garantía de la defensa en juicio,
que hoy parece indiscutible, también es fruto de un pro-
ceso parecido. Y aun así, este derecho humano, a pesar
de su teórica incontrastabilidad, se ve afectado a diario en
su plenitud por los impiadosos meandros de las estructu-
ras jurisdiccionales. La historia de su reconocimiento evi-
dencia la separación entre formulación jurídica y vigencia
efectiva, incluso si también se sigue la evolución de los
conceptos que lo expresan(147).
Precisamente, si hay un ámbito procesal en que este
hecho ilícito se comete reiteradamente, es el proceso de
quiebra. Se ha naturalizado la duración excesiva de las
quiebras, a pesar de que su finalidad primordial es la rea-
lización de activos, tarea que la más elemental lógica evi-
dencia como contraria a la dilación. Entre nosotros, según
hemos destacado, no existen estudios estadísticos sobre
el efectivo funcionamiento de los procesos concursales.
Menos aún se ha medido la duración promedio de esos
procesos y, particularmente, de los actos de enajenación
y reparto de los activos. Singularmente, sin estadísticas
locales algunos índices internacionales clasifican pobre-
mente a la regulación argentina de la insolvencia(148).
(146) Corte IDH. Sentencia de 22 de agosto de 2013, Caso Mé-
moli Vs. Argentina. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Serie C No. 265.
(147) Así, defensa en juicio, luego debido proceso, acceso a la jus-
ticia y tutela judicial efectiva. El constitucionalismo argentino tradicional
no mencionaba textualmente al “acceso a la justicia” como un derecho
o garantía fundamental (Maurino, Gustavo et al. en “Acceso a la justi-
cia” en Roberto Gargarella et al. [coord.] “Comentarios de la Consti-
tución de la Nación Argentina”; Buenos Aires, Ed. La Ley, año 2016,
Tomo II). La inviolabilidad de la defensa en juicio y el debido proceso
han sido naturalmente interpretadas como esferas de protección consti-
tucional que operaban dentro de un proceso judicial de determinación
de derechos, una vez que éstos eran activados o iniciados. En palabras
de Bidart Campos lo que hoy se denomina como “tutela judicial efec-
tiva” es una ampliación del derecho de “acceso a la jurisdicción” que
si bien no estaba reconocido expresamente en la CN sí lo era por la
doctrina y jurisprudencia (“Manual de la Constitución Reformada”, Bue-
nos Aires, Editorial Ediar, año 2006, Tomo II, pág. 145). La CSJN lo
ha incluido dentro de las garantías del art. 18, que consideró violadas
en casos donde se le impidió al actor acudir a la justicia para obtener
una sentencia. Según el mismo autor, la tutela judicial efectiva se inte-
gra, entre otros, con el derecho a una sentencia justa, fundada y en
tiempo razonable. La propia jurisprudencia de la Corte Suprema en su
evolución va mostrando la explicitación de la garantía, constituyendo el
plazo razonable uno de los últimos desarrollos.
(148) El índice Doing Business, que elabora el Banco Mundial,
coloca a nuestro país en el puesto 111, valorando “los puntos débiles
de las legislaciones sobre insolvencia y los principales cuellos de bote-
lla procedimentales y administrativos en los procesos de insolvencia”.
Asimismo, sorprendentemente estima la tasa de recuperación de los
créditos alcanzados por un proceso de insolvencia en 19,2 centavos
por dólar. Esa tasa de recuperación “se registra como los centavos
por dólar, recuperados por los acreedores garantizados a través de
los procedimientos de reorganización, liquidación o ejecución (hipo-
tecaria o medidas de administración) de la deuda. El cálculo toma en
consideración el resultado: si la empresa se vende como empresa en
funcionamiento o si los activos de la empresa se venden por partes.
Posteriormente, se deducen los costos del proceso (un centavo por ca-
da punto porcentual del valor de los bienes del deudor). Finalmente, se
toma en consideración el lucro cesante debido al tiempo que el dinero
permanece inmóvil en los procesos de insolvencia, incluyendo la pér-
dida de valor debido a la depreciación”. La metodología con que se
elabora el índice se basa en “cuestionarios que responden abogados
expertos en insolvencia en cada economía y que han sido contrasta-
dos con un estudio de las leyes y regulaciones, así como con infor-
mación pública sobre sistemas de insolvencia. La clasificación de las
economías en la facilidad de resolución de la insolvencia se determina
mediante la clasificación de la puntuación en resolución de insolven-
cia. Estos resultados constituyen el promedio simple de la puntuación
para la tasa de recuperación de la deuda y el índice de fortaleza del
marco regulatorio de insolvencia” (https://espanol.doingbusiness.org/
es/methodology/resolving-insolvency). Ese sistema de recolección y
elaboración de los datos, quita fiabilidad al índice, ya que carecen
del rigor que exige la investigación cuantitativa en ciencias sociales
(Marradi, A.; Archenti, N. y Piovani, J. I., Metodología de las ciencias
sociales, Buenos Aires, 2007, Emecé, caps. 5, 6, 8 y 9; Vieytes, R.,
Metodología de la investigación en organizaciones, mercado y socie-
dad. Epistemología y técnicas, Buenos Aires, 2004, Editorial de las
Ciencias, caps. 4, 11 y 12).
A pesar de esta no inocente(149) carencia de datos, la ex-
periencia de quienes transitan habitualmente el fenómeno
concursal revela que la posibilidad de recuperación del
crédito es mínima, y luego de procesos de tan larga dura-
ción, incluso acercaría su tasa a cero.
La deliberada ausencia de comprobaciones estadísticas
impide referir un promedio de duración común, pero em-
píricamente el trámite consume diez o más años(150). La
reiteración cansina y burocrática de formas de actuar y
de omitir ha ido naturalizando una situación escandalosa:
que los procesos falenciales duren lo que duran.
Resulta inspirador volver a leer a los viejos autores y
reparar en las cosas que perdimos: “el procedimiento de
quiebra tiene por objeto principal el pago de los acree-
dores. Comienza por la declaración del juez, se siguen
las medidas necesarias para asegurar los bienes y admi-
nistrarlos, la verificación y graduación de los créditos,
la venta de los bienes y por último, su distribución. Una
quiebra, donde tantos intereses se chocan, tantos derechos
pugnan por librarse de sus consecuencias o alcanzar una
posición preferente; que reúne ante una jurisdicción y en
un solo juicio todos los negocios del deudor, civiles o co-
merciales, y todas las cuestiones á que den ocasión esos
negocios; que convoca en fin, á una liquidación general
de todas las deudas y créditos del comerciante, sería un
juicio interminable, que absorbería en las costas una gran
parte de los bienes, alguna vez todos ellos, si la ley no se
hubiera esforzado en consistir su especialidad, más que
en la naturaleza del asunto, en la brevedad de los trámi-
tes. Puede decirse que el carácter especial que distingue
a este juicio de los demás, es la brevedad del procedi-
miento, en obsequio a la cual, se organiza una adminis-
tración judicial, cuyo principal encargo es encaminar
las operaciones a su más pronta terminación; brevedad,
que hace mucho menos sensible la pérdida de capitales,
previene los fraudes, fija de una vez la suerte del fallido
y de los acreedores, y economiza el tiempo, uno de los
más preciosos capitales del comercio, pues que el primer
elemento del trabajo, es el buen empleo del tiempo” (José
María Moreno(151), Estudio sobre las quiebras, en Obras
(149) La oscuridad de los resultados favorece la inmovilización, evi-
tando cambios trascendentes que, sin duda, entrañarán costos de toda
índole. Bourdieu ha trabajado mucho sobre estos mecanismos refracta-
rios que se producen en los “campos” –en este caso, el judicial– (Pierre
Bourdieu, Curso de Sociología General 1. Conceptos Fundamentales,
Buenos Aires, 2019, Siglo Veintiuno Editores, pág. 384 y ss., particu-
larmente pág. 407).
(150) En la historia de nuestro derecho de quiebras, alguna vez se
miraron los resultados de los procesos y se intentó hacer algo: “en los
dos años y medio últimos se han producido en los tribunales de comer-
cio de la capital 500 juicios de quiebras… se han liquidado 215… de
esos 215… 63 han terminado por liquidación judicial… muchas de
esas quiebras han producido el 6 %, otras el cinco, otras el uno, y al-
gunas solo centavos: ha habido liquidación en que los acreedores, por
cada cien pesos de crédito han recibido treinta centavos…” (Discurso
del diputado Antonio Bermejo, en la sesión de la Cámara de Diputa-
dos de la Nación, del 21 de mayo de 1900). Fruto del empeño de un
distinguido profesional que reiteradamente ha desplegado funciones
sindicales, hay otra estimación empírica en: file:///H:/Documentos/
concursos%20KIPERMAN_Enrique_La_distribucion_en_la_quiebra.pdf.
En Italia, en un estudio estadístico de 2016, se comprobó que los
acreedores debieron esperar una media de 7 años y un mes para la
clausura de una quiebra (Cerved - analisi sui dati del Registro delle
Imprese e dall’Associazione T.S.E.I. sulle informazioni tratte dal Proces-
so Civile Telematico, en: https://www.filodiritto.com/attualita-fallimenti-
piu-velocita-e-record-di-chiusure-nel-2016-ma-fermo-ci-vogliono-19-anni).
La vecina República de Chile, usando el cuestionable índice de Doing
Business (ver nota 60), concluyó que “el proceso de quiebra en nuestro
país dura en promedio 3,2 años, cuesta un 14,5  % del patrimonio y
tiene una tasa de recuperación de un 30  %, las cuales contrastan de
forma significativa con el promedio de los países desarrollados que
es 1,9 años, 8,8 % y 70 % respectivamente” (https://www.economia.
gob.cl/wp-content/uploads/2015/06/Insolvencia-y-Quiebra-en-Chile.
pdf). La conclusión es cuestionable, no solo por la escasa fiabilidad
de esa medición, sino también porque la hermana República de Chile
cuenta con una Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento,
que hoy elabora estadísticas anodinas y bien podría comprobar en los
procesos que controla el ratio de eficacia (https://www.superir.gob.cl/
informacion-y-estadisticas/). Las causas culturales de la opacidad nos
son comunes a los hermanos iberoamericanos…
(151) Para aquellos lectores que no suele transitar la historia de
nuestro derecho y, menos aún, la de nuestro derecho comercial y el de
quiebras, José María Moreno (Decano de la Facultad en 1877), que en
la década del 50 del siglo 19, alternaba sus estudios de abogacía con
la militancia político-militar en el partido mitrista, también fue Catedráti-
co de Derecho Civil –el primero luego de la sanción del Código Civil–.
Jurídicas del Dr. José María Moreno, reunidas y publica-
das por los doctores Antonio E. Malaver y Juan José Mon-
tes de Oca, Buenos Aires 1883, Félix Lajouane Editor,
tomo segundo, Parte segunda, nº 233, pág. 181).
Es probable que el legislador concursal persiguiera ese
buen empleo del tiempo. En efecto, en la ley vigente, la
regulación normativa de los procesos de quiebra contiene
mandatos concretos contrarios a su prolongación excesiva,
tendientes a la “rápida tramitación de la causa”(152). Así,
el juez tiene “la dirección del proceso, pudiendo dictar to-
das las medidas de impulso de la causa”(153) y está conmi-
nado con plazos expresos de 4 meses(154), cuyo incumpli-
miento puede ser “con­si­de­ra­do cau­sal de mal de­sem­pe­ño
del car­go”(155).
En definitiva, normas que la jurisdicción ha abrogado
en la práctica, convirtiéndolas en letra muerta(156).
Este deliberado incumplimiento, además de los daños
que causa y cuya desatención nos motiva en esta colabo-
ración, también tiene efecto sistémico. La muy baja tasa
de recuperación o de retorno en los procesos de quiebra
influye en la mensuración de la tasa de riesgo y, conse-
cuentemente, en los niveles de la de interés(157). Es la con-
tribución que la incuria del Poder Judicial realiza a los
niveles de la determinación de la tasa del riesgo país(158),
ratio que, indirectamente, contempla las bajas tasas de re-
cuperación falencial.
Ante ello, es necesario recordar y enfatizar que estas
conductas omisivas de los jueces concursales no constitu-
yen una situación impune, ya que generan responsabilidad
internacional del Estado en el ámbito de la Convención
Interamericana, y la consecuente obligación de reparar los
perjuicios. También en el orden interno, dan lugar a res-
ponsabilidad civil(159) por daños(160).
Fue, entre sus múltiples actividades, un jurista destacadísimo y asimismo
el primer concursalista, cuya obra sobre quiebras era estudiada y cita-
da. A su muerte, en 1883, la conmoción fue importante.
(152) Art. 275 de la Ley de Concursos y Quiebras.
(153) Art. 274 de la Ley de Concursos y Quiebras.
(154) Ha expresado la Corte Interamericana de Derechos Humanos
que “en el estudio de las eventuales demoras en las diversas etapas del
proceso, la Corte Europea ha empleado para determinar la razonabi-
lidad del plazo en el conjunto de su trámite lo que se llama ‘análisis
global del procedimiento’ [Motta, supra 77, párr. 24; Eur. Court, H.
R., Vernillo judgement of 20 February 1991, Series A N° 198 and Eur.
Court H.R., Unión Alimentaria Sanders S.A. judgement of 7 July 1989,
Series A, N° 157]” (Corte IDH. “Caso Genie Lacayo vs. Nicaragua”,
párr. 81). En el contexto del análisis global del proceso, la Corte Supre-
ma de la Nación ha identificado un parámetro objetivo para determi-
nar si ha habido un retardo irrazonable por parte del órgano judicial
en definir la situación del actor, el cual “… debe tomar en cuenta las
normas que tenían por objeto modular los tiempos del sumario para
lograr una duración afinada del proceso penal, es decir, adaptada a
las específicas características del caso” (Fallos 332:2159, “Arisnaba-
rreta”, considerando 12).
(155) Art. 217 de la Ley de Concursos y Quiebras.
(156) En 1882 decía Amancio Alcorta, respecto de las normas de
quiebra de su época: “los males que se sienten, son el resultado de los
hombres que las aplican, no de las reglas por sí mismas” (Prólogo a
la obra de Ernesto Quesada, Estudios sobre quiebras, Buenos Aires,
1882, Félix Lajouane Editor, pág. XVI).
(157) José Mª Valle Carrascal, Modelos de medición del riesgo de
crédito, Madrid, 2015, Universidad Complutense de Madrid, Facultad
de Ciencias Económicas y Empresariales, Tesis doctoral, pág. 40 y ss.
(158) Entre los factores que se analizan en la decisión de inver-
siones internacionales, existen riesgos de conversión, riesgos en las
transacciones económicas, riesgos fiscales, riesgos institucionales, ries-
gos políticos, que deben ser mensurados y administrados (James C.
Van Horne, Administración financiera, México, 1993, Novena Edición,
Prentice-Hall Hispanoamérica, pág. 734 y ss.). La tasa de riesgo país,
que es diferente de la tasa de riesgo del crédito, es una prima de riesgo
similar a las que miden el riesgo adicional que enfrenta un inversionista
en el mercado de capitales de EE.UU. por invertir en un valor corporati-
vo, respecto de hacerlo en un valor del Tesoro (Franco J. Fabozzi - Fran-
co Modigliani - Michael G. Ferri, Mercados e Instituciones Financieras,
México, 1996, primera edición, Prentice-Hall Hispanoamérica, pág.
230 y ss.). Si bien hay varias metodologías y mediciones, existe una
más conocida que técnicamente se denomina EMBI (Emerging Markets
Bond Index Plus o índice del monto adicional pagado por los bonos de
Mercados Emergentes respecto de los Bonos del Tesoro de los EE.UU.),
entre cuyas valoraciones se halla la estabilidad jurídica, los derechos
de cobro, etc.
(159) En el ámbito nacional, regida por la ley 26.944.
(160) En la jurisprudencia se advierte un progresivo abandono
de la posición corporativa asumida por el Poder Judicial, en contra
de la responsabilización civil de los jueces (ver: Fernando D. Álvarez
Álvarez, “La responsabilidad del Estado por su actividad judicial”,
en “La responsabilidad judicial y sus dimensiones”, obra dirigida por
Alfonso Santiago (h.), tomo 2, Buenos Aires, 2006, Editorial Ábaco,
pág. 290). Así, en la jurisprudencia de la Corte Federal se advierte

Aun así, la jurisprudencia debe ser construida.
Es de resaltar que en el derecho comparado se ha asu-
mido la problemática de manera adecuada: en Italia y co-
mo consecuencia de la jurisprudencia del Tribunal Euro-
peo de Derechos Humanos y de su recepción en los años
noventa por los tribunales internos, se sanciona la Legge
del 24 marzo 2001, n. 89, denominada “Legge Pinto”. Esta
norma precisa un mecanismo de liquidación de las indem-
nizaciones debidas por los daños causados por el retardo
irrazonable de los procesos. En su formulación originaria,
la ley Pinto no contemplaba expresamente los procedi-
mientos concursales; sin embargo, progresivamente la ju-
risprudencia fue reconociendo que el sistema los alcanza-
ba plenamente(161). Francia fue objeto de varias condenas
por la citada Corte y, como consecuencia de ellas, modifi-
có el Código de Justicia Administrativa, a fin de atribuirle
competencia al Consejo de Estado para conocer y resolver
las demandas de daños causados por la violación del plazo
razonable(162). Otros países de la comunidad europea tam-
bién fueron objeto de sentencias del tribunal comunitario,
disponiendo la reparación.
Entre nosotros debe comenzar a actuarse en la repara-
ción de estos daños y, fundamentalmente, en su evitación.
Es que la dimensión de los perjuicios que se provocan
es evidente. Si tomamos el escueto lapso promedio de diez
años, antes estimado, la pérdida a la que se somete a los
acreedores es de una gran magnitud. Supongamos la situa-
ción de un acreedor por 1.000, verificado por tal monto en
el año 2010. El valor presente(163) de esa acreencia al año
2019 era de $ 3,23, en tanto la tasa de inflación promedio
entre 2010 y 2019 fue del 30,93 anual(164).
Adicionalmente repárese en el daño que le produce a
un acreedor en moneda extranjera la conversión compul-
siva del artículo 127 de la ley concursal. La diferencia
de cambio existente entre la que se impuso y la fecha
del reparto, sin duda, es un daño reclamable en el mar-
co de estas acciones reparatorias que en algún momento
­sobrevendrán.
Por otra parte, en los procesos concursales cotidianos,
ninguna de las pautas de análisis del plazo razonable,
construidas por la jurisprudencia internacional(165), alcanza
a exonerar la morosidad que se evidencia.
a partir del caso “Hotelera Río de la Plata” (Fallos 307:821, sent. del
4-VI-1985. Luego, la Corte confirma esa línea en “De Gandia” (Fallos
318:845, sent. del 4-V-1995). En el caso “Balda” (Fallos 318:1990,
sent. 19-X-1995), luego de sentar el principio general de que los actos
judiciales no generan la responsabilidad del Estado por actividad líci-
ta, la Corte deja a salvo –en obiter– que sí merecen reparación aque-
llos daños que son producto del ejercicio irregular del servicio. Así
lo consideró cuando, durante el trámite de un proceso, la actuación
irregular de la autoridad judicial había determinado la prolongación
indebida de la prisión preventiva del procesado, y ello le había pro-
ducido graves daños que guardaban relación de causalidad directa
e inmediata con aquella falta de servicio (Fallos 322:2683, “Rosa,
Carlos Alberto”, sent. del 1-XI-1999). También la Corte responsabilizó
al Estado Nacional por la deficiente prestación del servicio de justi-
cia, con fundamento en que el juez penal había prolongado la etapa
sumarial de un modo irrazonable (Fallos 332:2159, “Arisnabarreta”,
sent. del 6-X-2009), no siendo ya –como en el anterior– la libertad el
derecho restringido, sino la propiedad y el derecho de trabajar, puesto
que, al traer aparejado para el actor la suspensión en la matrícula de
escribano, la duración irrazonable de la instrucción penal no le permi-
tió ejercer su profesión.
(161) Giacinto Parisi, “A proposito della liquidazione in favore dei
creditori dell’indennizzo da eccessiva durata delle procedure concor-
suali”, comentario a un fallo de la Casación Civil, en Il diritto fallimenta-
re e delle società comerciale, Fascículo 6, 2019.
(162) Art. 311-7 del Code de Justice Administrative (https://www.
legifrance.gouv.fr/affichCode.do;jsessionid=849B90E7DE6C51EB818
8E50706428DF5.tplgfr34s_1?idSectionTA=LEGISCTA000006150395
&cidTexte=LEGITEXT000006070933&dateTexte=20200209). Aun así,
Francia fue condenada por la sentencia dictada en Palmero c. France
del 30 de octubre de 2014, a propósito de un plazo de más de seis
años para acabar con un procedimiento de reparación, justamente en
materia de violación del derecho a un plazo judicial razonable (Req. n°
77362/11).
(163) 113 VF = VP*(1+i*n), donde VF: Valor final; VP: Valor Pre-
sente (capital inicial); n: tiempo (número de periodos); i: tasa de interés.
(164) https://www.dineroeneltiempo.com/peso-argentino?valor=1
000&ano1=2010&ano2=2019
(165) A saber: a) complejidad del asunto; b) actividad procesal del
interesado; c) conducta de las autoridades judiciales (Caso Genie La-
cayo Vs. Nicaragua, 1997, párr. 77; Caso Díaz Peña Vs. Venezuela,
2012, párr. 49 y Caso Furlan y Familiares vs. Argentina, 2012, párr.
152), y d) afectación generada en la situación jurídica de la persona
involucrada en el proceso (Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia,
Buenos Aires, miércoles 21 de octubre de 2020 3
Más allá de esa evidencia, la consumación de este ilíci-
to debería guiar la actuación jurisdiccional a la hora de la O B R A C O M P L E TA
distribución, teniéndola presente al dirimir los conflictos
que ese reparto suele presentar.
OBLIGACIONES
4.4.2. Las implicancias de las quiebras como procesos Sobre los derechos y deberes de acreedores
de reparación y deudores
Singularmente, si detenemos la observación en la real Daniel Bautista Guffanti
función del proceso de quiebra liquidativa, comprobare-
mos que en ella puede hallarse otra herramienta para solu-
cionar los despojos que nos convocan.
Muchos años de doctrina y jurisprudencia concursalista
han generado un condicionamiento negativo a todo intento
de examinar a la quiebra como un proceso de reparación
y al acreedor como una víctima del daño causado por la
cesación de pagos.
Ambos enfoques son mirados como ajenos a la disci- TOMO I
plina.
Año 2017
Sin embargo, esa función es en realidad la justificación
ISBN 978-987-3790-3-4
dogmática de los procesos de quiebra. Por otra parte, ad- 675 páginas
vertirlo ilumina ciertas prácticas y sus efectos nocivos, y
permite intentar enmendarlos.
Es así pertinente hablar de daños, no solo por las con- TOMO II
secuencias disvaliosas que padece el acreedor común, si-
no también porque los procesos concursales son procesos Año 2018
especiales de reparación, a través de los cuales se hace ISBN 978-987-3790-71-3
efectiva la responsabilidad del deudor (hoy consagrada ex- 790 páginas
presamente en los artículos 242 y 743 del Código Civil y
Comercial)(166).
Este enfoque no ha sido profundizado, quizás como
consecuencia de una óptica concursalista estrecha, que pa-
rece concebir el tratamiento de la insolvencia como una
parcela independiente del ordenamiento jurídico(167).
Sin embargo, las crisis patrimoniales como la quiebra ESTAMOS ATENTOS A LO QUE NECESITES
constituyen instancias regulares de cualquier sujeto de Atención al cliente: (011) 3988-3256
derecho. Su tratamiento no es un microsistema jurídico Correo Electrónico: info@elderechodigital.com.ar
autónomo, sino un capítulo posible de la evolución de los Redacción: (011) 4349-0277
patrimonios. Todos ellos pueden entrar en crisis, imposibi- www.elderechodigital.com.ar
litarse de pagar y contraer cesación de pagos.
Frente a ello y en lo específico, la quiebra es el pro-
ceso de reparación de los daños que el acreedor padece, Esa insolvencia declarada determina de inmediato que
como consecuencia de la ocurrencia de la aludida crisis la mora previa a la quiebra, o el vencimiento anticipado
­patrimonial. que esta determina, causa la conversión de todas las obli-
El acreedor es una víctima del hecho ilícito de la cesa- gaciones dinerarias en obligaciones de valor.
Es sabido que el incumplimiento de las obligaciones es
ción de pagos. Por los efectos de ese estado(168), caerán so-
“el caso típico de ilicitud civil”(169), que “da lugar a la re-
bre su derecho de crédito otras consecuencias disvaliosas.
paración del daño causado”(170). La quiebra produce la ge-
Debe precisarse que el hecho ilícito, cuyos efectos per-
neralización del incumplimiento hacia todos los vínculos
judiciales padece el acreedor, no es el inicio del proceso
obligacionales del deudor. Desde su fecha los pagos a los
concursal de quiebra, sino la insolvencia o la cesación de
acreedores son ineficaces(171); cualquier pago que se haga
pagos. El proceso es una de las consecuencias del citado
“se presume (hecho) en favor de la generalidad de los
hecho ilícito.
acreedores, siendo inoponibles a ellos el otro carácter”,
debiendo reintegrarse al concurso(172) .
2008, párr. 155; Caso Díaz Peña, 2012, párr. 49 y Caso Furlan y Precisamente esa imposibilidad de pagar en que se ha-
Familiares Vs. Argentina, 2012, párr. 194).
lla el fallido, luego de ser declarado, constituye una “im-
(166) Como se ha dicho: “Toda regla de responsabilidad, cualquie-
ra sea su naturaleza, encierra en su interioridad un propósito reparato- posibilidad de cumplimiento”, a él imputable(173). Como
rio y sancionador a la vez” (A. Aguiar: “La Responsabilidad del Estado consecuencia de esa imposibilidad, la obligación de la
por violación de Derechos Humanos [Apreciaciones sobre el Pacto de que es titular el acreedor “modifica su objeto y se con-
San José]”, en Revista Instituto Interamericano de Derechos Humanos,
vol. 17, IIDH, 1993, págs. 9-46). Que la reparación es uno de los fines vierte en la de pagar una indemnización de los daños
esenciales del proceso de quiebra es un principio olvidado en la exegé- causados”(174).
tica doctrina existente, pero que era afirmado en vieja jurisprudencia: Esa reparación, precisamente, debe obtenerse a través
“el proceso de quiebra no tiene por objeto exclusivo la reparación del
daño pecuniario producido a los acreedores, sino que persigue la in-
del proceso de quiebra(175) que, desde este ángulo de exa-
vestigación de la conducta comercial del deudor y la delimitación de su men, es uno de los sistemas de reparación de nuestro dere-
responsabilidad por el juez de la quiebra” (CNCom., Sala C, 24.7.81,
Atenciones Empresarias SRL s/ Quiebra s/ Inc. de calificación de Con-
ducta; íd., Sala B, 13.12.82, Elmeca SAS/ Quiebra s/ Inc. de califica-
ción de conducta; íd., íd., 7.9.83, Ratinoff, Samuel s/ Quiebra s/ Inc. (169) Héctor P. Zárate, La responsabilidad civil y el concepto del
de calificación de conducta; íd., Sala E, 1.6.84, Dadourian, José s/ acto ilícito, en Lecciones y Ensayos, Número 26, Buenos Aires, 1964,
Inc. de calificación de conducta; etc.). pág. 87 y ss.; Mariano Gagliardo, La mora en el derecho civil y comer-
(167) Algo parecido ocurría con el derecho civil y las normas cons- cial. Su estructura y alcances, Buenos Aires, 1979, Editorial Abeledo
titucionales. El hecho asumió tal dimensión que al codificador del Có- Perrot, pág. 16, etc.
digo Civil y Comercial le pareció necesario positivizar esa inserción, (170) Art. 1716 del Código Civil y Comercial.
a través del artículo 1 de ese cuerpo legal. Estas deformaciones de los (171) Art. 125 de la Ley de Concursos y Quiebras.
juristas ya fueron denunciadas por Pajardi (Manuale di Diritto Fallimen- (172) Art. 122 de la Ley de Concursos y Quiebras.
tare, Terza edizione, Milano, 1986, Dott. A. Giuffrè Editore, pág. 3 y (173) Una adecuada sistematización, en el marco de una teoría
nota 2). Constituyen una de las características de los grupos concebi- general del incumplimiento, en: Ernesto C. Wayar, Derecho Civil. Obli-
dos sociológicamente como campos (en este caso, el de los operadores gaciones, volumen I, Concepto. Naturaleza. Elementos. Efectos. Teoría
concursales): Pierre Bourdieu, Curso de Sociología General 1. Concep- del incumplimiento, Buenos Aires, 1990, editorial Depalma, pág. 513
tos Fundamentales, Buenos Aires, 2019, Siglo XXI Editores, pág. 455 y y ss.
ss., particularmente pág. 480. (174) Art. 955 del Código Civil y Comercial; sin embargo, no es
(168) Renzo Provinciali, Tratado de Derecho de Quiebra, volumen una nueva obligación, sino la misma obligación modificada.
II, Barcelona, 1958, editorial AHR, pág. 305, n° 234. (175) Art. 125 de la Ley de Concursos y Quiebras.
 4 Buenos Aires, miércoles 21 de octubre de 2020
cho y, como tal, está sujeto a sus principios generales, con
las singularidades que señalaremos(176).
Como proceso de ese objeto(177), su fin teórico es la re-
paración plena(178) del acreedor. Ella supone alcanzar el
“íntegro pago”(179), comprendiendo todos los intereses que
correspondan(180). Esos accesorios son en nuestro derecho
común el contenido del resarcimiento de las obligaciones
originariamente dinerarias (salvo el mayor daño), o de las
convertidas en dinero, por virtud de la ley(181).
El examen de alguna de las “singularidades” del proce-
so reparatorio de quiebra nos permitirá comprobar cuál es
la medida o alcance de esa reparación.
4.4.2.1. Los procesos de reparación en el ordenamiento
jurídico vigente y algunas singularidades de la quiebra
como proceso de reparación
En algún momento se dijo que la teoría de la responsa-
bilidad era la vedette del derecho privado contemporáneo.
Un distinguido civilista argentino agregó como “rival de
cuidado” a la teoría del dinero(182). La aparición rutilante
de ambas estrellas, sin duda, tiene mucho que ver con la
sociedad de riesgos en que vivimos, donde su cobertura
y traslación son problemáticas principales y previas a la
mayor parte de las decisiones.
Por cierto, el régimen de la reparación ha evidencia-
do una constante evolución. En un principio, su perfil
se determinaba por un sistema jurídico presidido por la
centralidad que tuvo el derecho de propiedad, en la fase
preindustrial. En este periodo, caracterizado por una eco-
nomía de base agrícola, la función de la responsabilidad
civil fue, esencialmente, tutelar y controlar la propiedad.
Esta circunstancia ayuda a comprender la razón por la cual
el resarcimiento estaba circunscripto a la categoría de los
derechos subjetivos absolutos.
La revisión de este modelo es paralela a la pérdida de
protagonismo del esquema propietario tradicional, deriva-
do del advenimiento de la sociedad industrial que requería
tutela contra la actividad dañosa de terceros para proteger
a la empresa en su nueva configuración: ya no en su base
(176) Pajardi lo explica con su habitual elocuencia: “en la estruc-
tura de la obligación, de cualquier tipo, encontramos un momento
normativo que se traduce en un mandato, un momento sancionatorio
que se traduce en un ulterior mandato de resarcir el daño provocado
por la inobservancia del primer mandato (responsabilidad); finalmente,
en sentido lógico y cronológico, encontramos un momento coactivo
jurisdiccional, el cual, a decir verdad, se halla presupuesto y conte-
nido en la estructura de la obligación, garantizando la actuación del
ordenamiento jurídico y la satisfacción concreta del derecho subjetivo
cuando desaparece la voluntad del deudor de cumplir…”; la quiebra
no altera estos momentos, sino que sale “del esquema restringido de la
justicia conmutativa y resuelve una situación que reclama una justicia
distributiva (del sacrificio). Y son dos planos no armónicos, antes bien,
contrastantes” (Manuale…, págs. 1 y 13). También lo enfatiza Ragussa
Maggiore: “el primer dato a tener presente es que la quiebra no es sino
la consecuente actuación sustancial del principio de la responsabilidad,
aunque se pueda discutir de qué manera se concreta. El deudor ha in-
cumplido sus propias obligaciones (art. 2740, Cód. Civ.). El otro aspec-
to del débito es, por tanto, aquella de la responsabilidad, la cual debe
ser susceptible de coacción” (Dirito Fallimentare, volumen 1, Napoli,
1974, Morano editore, pág. 9).
(177) Lo afirmado en el texto es también el presupuesto conceptual
de la doctrina concursalista más caracterizada: “no se puede entonces
discutir de ejecución forzada, si antes no se discute de ejecución sin
adjetivos (individual o concursal). Esta ‘pureza’ de la ejecución de-
pende del hecho de que, en cualquier caso, nos encontramos siempre
frente a un deudor que debe satisfacer la espera de cumplimiento de
su acreedor o acreedores. Y el vínculo está dado porque el deudor
es responsable del incumplimiento. La base común de toda ejecución
es, por eso, la responsabilidad” (G. Ragussa Maggiore. Instituzioni
di Diritto Fallimentare, Milano, 1994, segunda edición, Cedam Casa
Editrice, pág. 3). Por tal razón, el derecho del acreedor luego de la
quiebra de su deudor es un derecho “hacia el patrimonio y no sobre el
patrimonio y por esto la acción ejecutiva se configura como una acción
consecuente a una situación instrumental que necesita de la creación
del instrumento (esto es, del título), para poder obtener el bien debido”
(Giuseppe Ragusa Maggiore, Dirito Fallimentare, volumen 1, Napoli,
1974, Morano editore, pág. 8).
(178) Art. 1740 del Código Civil y Comercial.
(179) Arg. art. 135 de la Ley de Concursos y Quiebras.
(180) Intereses que, en las obligaciones de dar sumas de dinero,
constituyen el contenido del resarcimiento de los daños.
(181) Arts. 768, 1716, 1727, 1728, 1738, 1739, 1740, 1741 y
concs. del Código Civil y Comercial.
(182) Acdel Ernesto Salas en su prólogo a la obra de Félix A. Trigo
Represas, Obligaciones de dinero y depreciación monetaria, La Plata,
1978, Librería Editora Platense S.R.L.
material propietaria, sino en el conjunto de relaciones jurí-
dicas que la componen(183).
A esa evolución de la época se añade el impacto que la
incorporación de los Tratados de Derechos Humanos al
ordenamiento jurídico argentino ha ocasionado en la regu-
lación de la reparación.
El instituto se ha universalizado aún más y es la conse-
cuencia de toda violación de un derecho fundamental, no
solo del derecho de propiedad, pero también del derecho
de propiedad.
De allí que no hay sector normativo no alcanzado por
esa regulación y sus principios. Insisto: incluso el con-
cursal. Al ampliar la extensión de la base constitucional
del ordenamiento, por la incorporación de los tratados y
sus normas complementarias, la regla de validez de las
normas amplía sus exigencias. Si la reparación plena es un
requisito de validez constitucional, las trasgresiones son
inconstitucionales.
Y todo proceso de reparación, cualquiera sea su moda-
lidad, debe perseguir la reparación plena. Diversas senten-
cias han sostenido una postura jurisprudencial de la Corte
IDH que ha sido denominada como “principio de integri-
dad e intangibilidad de la indemnización”(184), y la necesi-
dad de lograr la reparación integral, en todas las esferas en
que los daños se produjeron, sin ninguna limitación.
El Código Civil y Comercial ha receptado en regla po-
sitiva una serie de principios que presiden ese proceso,
que también habían sido construidos por la jurispruden-
cia nacional(185) y, luego, reexpresados y ampliados en ex-
tensión, con mayor jerarquía normativa, por los tratados
integrantes del bloque de constitucionalidad(186), y por la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos hu-
manos(187).
Esta reconstrucción de la matriz jurídica de la responsa-
bilidad se asienta además sobre tres exigencias generales
(que son plenamente aplicables a la quiebra como proceso
de reparación):
- Evitación del daño.
- Reparación plena(188).
- Preocupación por la víctima del daño(189).
(183) Stefano Rodotà, “Modelli e funzioni della responsabilità civi-
le”, en Alpa Guido y Marella Maria Rosaria (Comp.), Critica del diritto
privato, Editoriali e saggi de la Rivista Critica del Diritto Privato, Napo-
li, 1984, Jovene Editore.
(184) Sergio García Ramírez, “La jurisprudencia de la Corte Inte-
ramericana de Derechos Humanos en materia de reparaciones”, en La
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Un cuarto de siglo: 1979-
2004, San José, Corte IDH, 2005, pág. 57 y ss.; “Las reparaciones en
el sistema interamericano de protección de los derechos humanos”, en
El sistema interamericano de protección de los derechos humanos en el
umbral del siglo XXI (Memoria del seminario el sistema interamericano
de protección de los derechos humanos en el umbral del siglo XXI, 23
y 24 de noviembre de 1999), tomo I, San José, Costa Rica, Corte IDH,
2003, pág. 148 y ss.
(185) Ver en lo constitucional: Gregorio Badeni, “Derecho
constitucional a la reparación de daños”, Revista Jurídica La Ley,
17/09/2012.
(186) Art. 75, inciso 22 de la Constitución Nacional.
(187) Por todos: Claudio Nash Rojas, “Las Reparaciones ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (1988-2007)”, Santiago
de Chile 2009, Segunda edición corregida y actualizada. Hay repro-
ducción en la red: http://www.corteidh.or.cr/tablas/r15428.pdf.
(188) Principio de radicación constitucional: CS, 5.8.1986, San-
ta Coloma, Luis Federico y otros, Fallos 308:1160; CS, 5.8.1986,
Gunther, Fernando Raúl c/Estado Nacional, Fallos 308:1118, donde
se dijo: “El principio del ‘alterum non laedere’, entrañablemente vin-
culado a la idea de reparación, tiene raíz constitucional y la regla-
mentación que hace el Código Civil en cuanto a las personas y las
responsabilidades consecuentes no las arraiga con carácter exclusivo
y excluyente en el derecho privado, sino que expresa un principio
general que regula cualquier disciplina jurídica”; CS, 27.11.2012,
Rodríguez Pereyra, Jorge Luis y otra c/ Ejército Argentino s/ daños y
perjuicios, Fallos 335:2333.
(189) La jurisprudencia de la Corte Suprema también nos muestra
la articulación de la víctima con los restantes principios: “la reparación
debe ser plena en el sentido de que, con los recaudos que exige el
ordenamiento, alcance el estándar de una tutela efectiva de la víctima
frente al daño injustamente sufrido y, particularmente, en lo que atañe
al ‘quantum’ de la reparación, represente una extensión congruente con
la entidad del perjuicio acreditado” (doctrina de Fallos 314:729, con-
siderando 4°; 316:1949, considerando 4°; 335:2333, considerando
20, entre otros). Este enfoque es el que se corresponde con la visión ac-
tual de los sistemas de responsabilidad: P. Rescigno, “Per uno studio de-
lla proprietà”, Rivista di diritto civile, 1, 1972, 4 ss. La responsabilidad,
en definitiva, ha asumido una dimensión social, en forma tal que ya no
se considera suficiente traspasar, simplemente, la pérdida de la víctima
Veamos cómo actúan en el proceso falencial.
4.4.3.1. Evitación del daño
En el Código Civil y Comercial se han convertido en
norma positiva reglas implícitas en nuestro derecho: el de-
ber de evitar los daños(190), de no agravar el daño ya pro-
ducido(191), e impedir la producción de nuevos daños(192).
Nuestra legislación concursal preveía, a fin de evitar
esos daños a los acreedores, la obligación de la presen-
tación tempestiva, dentro de los tres días de hallarse el
deudor en cesación de pagos(193). Ese acceso oportuno a la
jurisdicción concursal detenía los daños ya producidos y
evitaba nuevos.
El incumplimiento de ese deber bastaba para juzgar im-
putable la insolvencia, sin necesidad de otros hechos de-
terminantes de esa atribución (como, por ejemplo, los que
se enuncian como reveladores de la cesación de pagos en
los incisos 2 a 7 del artículo 79 de la Ley de Concursos y
Quiebras).
Esa obligación preventiva de daños se ha suprimido en
el régimen vigente, de manera que la cautela podría inten-
tarse a través de la acción del artículo 1711(194).
Más aún, el régimen vigente ha suprimido el mecanis-
mo procesal de determinación de la imputabilidad de la
quiebra, que era el proceso incidental de calificación de
conducta(195). La comprobación de si el hecho ilícito de la
quiebra era imputable a título de culpa o de fraude o era
un resultado casual (las tres categorías de imputación tra-
dicionales, previstas en la citada calificación de conducta)
era una actividad trascendente a los efectos de la responsa-
bilidad por los saldos insolutos –con independencia de las
otras finalidades que el instituto perseguía–. La quiebra no
imputable permitía al deudor rehabilitarse más prontamen-
te, y en consecuencia liberarse “de los saldos… quedara
adeudando”(196). Esa rehabilitación además posibilita que
pueda adquirir bienes, sustraídos al desapoderamiento.
En la normativa vigente la rehabilitación se alcanza al
año de la fecha de la sentencia de quiebra o de que fuere
fijada la fecha de la cesación de pagos. Ese efecto opera
automáticamente (“de pleno derecho”), cualquiera sea la
causa de la quiebra(197). En consecuencia, el régimen vi-
gente determina que toda quiebra es imputable, como si la
responsabilidad fuera resultante de un factor de atribución
objetivo(198).
El deber de no agravar los daños ya irrogados o de evi-
tar nuevos perjuicios queda como mandato para el juez
al victimario (Guido Alpa - Mario Bessone, La responsabilitá civile, Mi-
lano, 2001, Giuffrè editore, pág. 18). Además de esta posición actual
del derecho comparado sobre el derecho de la responsabilidad civil, el
desplazamiento hacia las víctimas es resultado de la jurisprudencia in-
ternacional sobre derechos humanos (Ver los votos razonados del juez
Candado Trindade, en Corte Interamericana de Derechos Humanos,
sentencia del 18 de septiembre de 2003, Caso Bulacio Vs. Argentina
y en sentencia de 7 de septiembre de 2004, Caso Tibi Vs. Ecuador) y
de la consecuente constitucionalización del derecho privado (art. 1 del
Código Civil y Comercial). Así, entre nosotros: Recomendaciones de las
Jornadas Nacionales de Derecho Civil, pág. 50, Ed. Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1987.
(190) Art. 1710, inciso a) del Código Civil y Comercial.
(191) Art. 1710, inciso c) del Código Civil y Comercial.
(192) Art. 1710, incisos a y b del Código Civil y Comercial.
(193) Código de Comercio 1857-1862, art. 1522; Código de Co-
mercio 1889, arts. 1389 y 1546, inciso 3; ley 4156, arts. 6 y 137,
inciso 3; ley 11.719, arts. 11 y 169, inciso 3; ley 19.551, art. 236, in-
ciso 5; ley 19.551 conforme ley 22.917, art. 10; ley 24.522, art. 10).
(194) Un distinguido estudioso del derecho, Ignacio Strasser, se
halla trabajando esta aplicación en sede concursal, en monografía de
próxima edición.
(195) En tal sentido, decía el segundo párrafo del artículo 237
de la ley 19.551: “Cuando no exista alguno de los supuestos de los
artículos 235 y 236 o no se haya probado la vinculación indicada
en el párrafo precedente, la quiebra se considera producida en forma
casual, no imputable personalmente al fallido”. En la Ley de Contrato
de Trabajo esa suerte de calificación es realizada por el juez de la
extinción del contrato, en las situaciones previstas en el artículo 247 de
la ley respectiva.
(196) Arts. 186, inciso c y 191 de la ley 11.719; art. 253 de la
ley 19.551.
(197) La reducción, cesación y ampliación de plazo de la inhabi-
litación, previstas en el segundo y tercer párrafo del artículo 236 no
alteran lo expuesto, ya que esas modificaciones no están relacionadas
con la causa de la quiebra, sino con la eventual existencia de un pro-
ceso penal.
(198) Arts. 1722 y 1723 del Código Civil y Comercial.

y los funcionarios concursales. Sin embargo, su cumpli-
miento está ausente en la realidad.
4.4.3.2. Reparación plena
La aplicación de este principio a la quiebra es, quizás,
la que pueda causar más extrañeza: nada más lejano en la
realidad que un acreedor común reparado plenamente de
los daños que le ocasionó la insolvencia de su deudor.
Sin embargo, este principio tiene en el proceso de quie-
bra una concreción específica y singular.
La adquisición de la condición de acreedor concurrente,
como consecuencia de la verificación, lo convierte en titu-
lar del derecho al dividendo concursal. Y también del dere-
cho a que ese dividendo alcance el mayor valor posible.
El eficiente desarrollo de todas las operaciones de la
quiebra(199) tiene por finalidad “la realización de los bienes
del quebrado, a fin de que, trasformados en dinero, pueda
aplicarse su importe al pago de los créditos en su contra”.
Con ese objeto, los funcionarios de la quiebra deben “ob-
tener de ella la mayor ventaja o precio posible”(200).
El acreedor concurrente es, así, titular de una obliga-
ción de valor, que tiene una modalidad especial. Él es
acreedor al mayor valor posible al momento del reparto,
fruto de la enajenación de los bienes integrantes de ese
patrimonio separado, que es el activo falencial.
Esta categoría conceptual ha ido ajustando su significa-
ción(201). Expresa una necesidad contemplada de diversas
maneras por los distintos ordenamientos jurídicos que se
sucedieron en Occidente: como precaverse de las altera-
ciones del valor de la moneda(202). Su denominación se
le atribuye a Arturo Nussbaum en la edición alemana de
1929, de su Teoría jurídica del Dinero(203), editada seis
años después de la hiperinflación que padeció la Repúbli-
ca de Weimar desde 1921.
Dentro de ella se comprenden numerosos supuestos,
además de las indemnizaciones o reparaciones de daños
derivados del incumplimiento(204).
(199) Determinación del activo, su incremento o reintegración, las
exclusiones o desintegraciones, su administración y su liquidación (por
todos: José A. Ramírez, La Quiebra. Derecho Concursal español, Barce-
lona, 1998, Bosch, tomo II, pág. 1313 y ss.).
(200) Ibíd., pág. 1539.
(201) La categoría está emparentada con algunos conceptos gene-
rales de viejos autores. Como recordaba Pachioni, “conforme a la in-
tención de las partes, la deuda de dinero lo es de valor, y no debe des-
naturalizarse tal suposición del contrato” (citado por Eduardo B. Busso,
Código Civil anotado, tomo IV Obligaciones, Buenos ­Aires, 1951,
Ediar Sociedad Anónima Editores, pág. 212, n° 35). Esta ­posición
era también y previamente la de Savigni, conforme al cual el valor del
dinero descansa en la confianza general, por lo que concluye que las
deudas pecuniarias son deudas de valor, y que su objeto es el valor en
curso de la moneda designada, o sea, aquel que la opinión pública le
reconoce (Savigni, Obligaciones II, n° 42, págs. 14, 17 y 26).
(202) Este tema ya fue materia de consideración en el derecho
romano, al distinguir las obligaciones pecuniarias de las subrogadas,
que son aquellas en que la prestación no puede cumplirse y, como
consecuencia, son subrogadas por su equivalente económico (Gayo,
Institutas, traducción, notas e introducción por Alfredo Di Pietro, La Pla-
ta, 1967, Ediciones Librería Jurídica, IV, 48, pág. 305). Puede vérselo
claramente formulado –obviamente que sin la denominación de obli-
gaciones de valor– en las argumentaciones del recurrente, en la causa
XXXVI de la primera integración de nuestra Corte Suprema, citada en
nota 120.
(203) Arthur Nussbaum, Derecho Monetario Nacional e Interna-
cional. Estudio comparado en el linde del derecho y de la economía,
Buenos Aires, 1954, Ediciones Arayú, pág. 262, nota 207. Esa deno-
minación fue replicada entre nosotros por Alberto D. Schoo, La cláusula
oro. Las obligaciones a oro ante la ley, la doctrina y la jurisprudencia,
Buenos Aires, 1937, pág. 12 y ss. Resaltó Trigo Represas que el con-
cepto de “deuda de valor” habría sido utilizado por primera vez en
los tribunales de nuestro país por el doctor Simón P. Safontás, en un
fallo de la sala I de la Cámara Primera en lo Civil y Comercial de la
Plata, recaído en los autos “Delgado c. Martegani”, sentencia de fe-
cha 15/4/1952, publicada en La Ley, 66-659. En dicha resolución se
sostuvo lo siguiente: “En virtud de la desvalorización monetaria, en las
obligaciones de valor, como son las generadas en los hechos ilícitos,
debe establecerse el monto de la indemnización en relación a la fecha
de la última sentencia conforme al principio de la reparación plena,
al que no se opone el principio nominalista” (Trigo Represas, Félix A.,
glosa a los artículos 724 a 864, en Alterini, Jorge H. [Director general],
Alterini, Ignacio E. [Coordinador], Código Civil y Comercial, Tratado
exegético, Editorial La Ley, Tomo IV, págs. 223 y 224).
(204) Ver por todos: Jorge Joaquín Llambías, Tratado de Derecho
Civil. Obligaciones, Tomo II-A, Clasificación de las Obligaciones, ac-
tualizado por Patricio Raffo Benegas, Tercera Edición, Buenos Aires,
1982, Editorial Perrot, pág. 171 y ss., doctrina y jurisprudencia allí
citadas.
Buenos Aires, miércoles 21 de octubre de 2020 5
Se ha afirmado que las deudas de valor tienen una dife-
rencia ontológica con las deudas pecuniarias. Las deudas ÚLTIMOS EDITADOS
de valor, que son aquellas en las que el acreedor lo es de
“un valor”, dan derecho a obtener el mejor valor al mo- Colección “Código Civil
mento de la sentencia o del cumplimiento. En este caso, al y Comercial de la Nación”
momento del reparto.
Dan derecho a ser cumplidas a valores actuales, que es Directores
Dr. Gabriel F. Limodio
la prestación debida: un valor (indeterminable al consti-
Dr. Guillermo F. Peyrano
tuirse pero determinado al cumplimiento).
En definitiva, no están alcanzadas por el nominalis- “Concebida con rigurosa metodología y un criterio
mo(205), que está reservado para las deudas de dinero, y el práctico, procurando brindar un instrumento
monto con el que se cancelarán será la suma que corres- de consulta ágil que armonice la preocupación
ponda al momento en que ella acontece(206) (207). científica con la problemática que plantea diariamente
la actividad profesional, ante la reforma más importante
Incluso la sanción del Código Civil y Comercial, que
del Derecho Privado argentino desde la sanción
las reconoce en el artículo 772, refirma su exclusión del del Código Civil de Vélez Sarsfield”.
nominalismo, con un argumento sistemático: la ley poste-
rior prevalece sobre la norma que prohíbe el ajuste. •••
En definitiva, el acreedor concurrente es titular de una
COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
obligación de esa entidad. Y lo es como sujeto a un proce- Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
so colectivo, donde su crédito es el título legitimante del Esteban María Mazzinghi
derecho al dividendo concursal, con el que se extingue la
DERECHOS Y DEBERES
deuda de valor, pagando el mejor valor de realización del
DE LOS CÓNYUGES
activo falencial.
La titularidad de una obligación de esa naturaleza lo 139 páginas
ISBN 978-987-3790-96-6
legitima plenamente para exigir el cumplimiento de los
actos y operaciones necesarias, que aseguren ese mayor
valor posible o, al menos, el suficiente para reparar el del
crédito. •••
En definitiva, tiene el derecho de exigir, y los funcio-
narios y el juez tienen el deber de procurar, el mayor va- COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
lor posible, que debe acercarse o confundirse con el pago Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
íntegro del crédito concurrente. Franco Raschetti
Ya solvente doctrina ha precisado con claridad que el
CONTRATO DE FIANZA
“pago total” del que habla la ley concursal(208) es un térmi-
no impreciso y ambiguo(209). Se ha dicho bien que “la pa- 326 páginas
ISBN 978-987-3790-93-5
labra pago esta empleada con connotación concursal”(210).
En definitiva, el acreedor concurrente tiene el derecho de
exigir que la quiebra concluya por pago total, ya sea a
través de la enajenación de los bienes desapoderados o •••
de la integración con bienes recuperados. Y esa exigencia
COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
(205) En tal sentido, es claramente cuestionable la sentencia de Alejandro Alberto Fiorenza
la Corte de Fallos 316:2605, que impide distinguir a las deudas de
dinero de las de valor, a los efectos de la actualización. Máxime que LA FUNCIÓN RESARCITORIA
el precedente trata sobre un crédito por cuota alimentaria. El fallo está DE LA RESPONSABILIDAD
fundamentalmente asentado en un desvío de la alta función que debie-
ra cumplir la Corte Suprema, pretendiendo fundarse en posiciones de
CIVIL
política económica. Por lo demás, esas razones económicas las rebati- 502 páginas
mos en el texto y, por supuesto, las allí empleadas son extensibles a una ISBN 978-987-3790-82-9
obligación alimentaria en la situación del caso.
(206) Se ha dicho con claridad que “la deuda de valor no tiene
el significado ‘valorista’ que actualmente se le asigna (el de excluir
el valor nominal)… Aunque el Código Civil no persiga un efecto ‘va- •••
lorista’ (o extranominal), lo consigue en aquellos supuestos en que el
valor se fija en un momento coetáneo con el de la realización de la COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
prestación. Ahora bien, se produce asimismo un resultado antagónico; Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
porque en algunos supuestos en los que conforme al Código Civil las
deudas son de valor, la determinación se remite a un tiempo muy ante- Maximiliano N. G. Cossari
rior a aquél en que se han de desplegar los efectos, como sucede de PREVENCIÓN Y PUNICIÓN
manera particularmente acusada en la colocación de las donaciones
EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
o de la dote (art. 1045). De donde se infiere que fuera del campo de
la deuda de dinero —que es donde impera el nominalismo— y en el 241 páginas
seno de la deuda de valor —no atenida al patrón nominalista— las ISBN 978-987-3790-45-4
consecuencias de la inflación son también gravemente perturbadoras
o lesivas” (Hernández-Gil, Antonio, “Derecho de obligaciones”, tomo
I, La obligación y su estructura. Doctrina general de las fuentes de las
obligaciones. Cumplimiento. Pago de las deudas de dinero. Proble- •••
mas de fluctuación y estabilización monetaria, Madrid, 1960, capítulo
“deuda de valor”).
(207) Así lo concibe la propia Corte Suprema: “lo decisivo es el COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
momento en que la obligación se determina en una concreta suma de Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
dinero, pues a partir de allí rige, sin excepciones, la prohibición de es- Alberto Silvio Pestalardo
tipular mecanismos de ajuste automático por depreciación monetaria”
(Fallos 316-2605, 30.11.1993, De la Cruz de Sessa, Adela M. c/ PRESCRIPCIÓN LIBERATORIA
Sessa, Alejandro Julio s/divorcio 67 bis”). Y CADUCIDAD
(208) Art. 228 de la Ley de Concursos y Quiebras. DE LOS DERECHOS
(209) Adolfo A. N. Rouillon, Indexación concursal, Buenos Aires,
1989, Editorial Astrea, pág. 61 y ss. 230 páginas
(210) Alberto A. Conil Paz, Conclusión de la quiebra. Según ley ISBN 978-987-3790-58-4
24.522, Buenos Aires, 1996, Editorial Ábaco de Rodolfo Depalma,
pág. 82. También: Silvia Mabel García, “La Extinción de las Obli-
gaciones de la Quiebra”, Córdoba, 2012, edición de la Academia
Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, pág. 179 (hay Atención al cliente: (011) 3988-3256
publicación en internet: http://www.acaderc.org.ar/ediciones/la- Correo Electrónico: info@elderechodigital.com.ar
extencion-de-las-obligaciones-de-la-quiebra), quien además hace una Redacción: (011) 4349-0277
precisa enumeración de las diferencias entre el “pago” del derecho www.elderechodigital.com.ar
privado y el “pago concursal”.
 6 Buenos Aires, miércoles 21 de octubre de 2020
también incluye demandar que el pago total se asimile al
“pago íntegro”.
Esto último debe enfatizarse, ya que existe una cultura
de los “operadores” en los procesos de quiebra que da
por descontado que la sentencia declarativa consolida las
acreencias en una “moneda de quiebra”. En definitiva, la
quiebra entrañaría una pérdida irremisible no reducible, a
la que cabe resignarse.
Como ya anticipáramos, esa utilizada expresión de
“moneda de quiebra” contiene todo el efecto performativo
de las palabras con supuesta significación jurídica(211). Es
un antiguo concepto conformista; una suerte de “es lo que
hay”. Y, como se verá, muchas veces la cotización de la
“moneda de quiebra” es la expresión de la incuria de los
funcionarios del proceso y la tolerancia a ella de la juris-
dicción concursal. Si bien ha tenido éxito en la doctrina
–sin demasiada reflexión–, traduce una suerte de renuncia
inicial a la eficacia del proceso.
Ahora bien, en el particular proceso reparatorio que es
la quiebra, el reclamable pago total solo se logra:
a) Si los bienes desapoderados y/o reintegrados son
custodiados y administrados conservando su valor o incre-
mentándolo.
b) Si los bienes desapoderados y/o reintegrados son rea-
lizados prontamente, conjunta o separadamente, logrando
que el valor de realización que se obtenga mantenga una
relación de suficiencia.
c) Si el producido de esa realización se distribuye inme-
diatamente, asegurando que se conserve la relación de su-
ficiencia, cuya concurrencia supone que se produzcan
las situaciones que se describen en d) y e):
d) Que el valor de los bienes desapoderados y/o reinte-
grados alcance para extinguir los créditos mediante pago
íntegro (el monto verificado más todos los intereses sus-
pendidos por la quiebra), luego de atendidos los costos y
costas de la quiebra;
e) Que el valor de los bienes desapoderados y/o reinte-
grados alcance (a través del remanente y/o del sobrante)
para cancelar el respectivo ajuste indexatorio.
f) Que el valor de los bienes desapoderados y/o rein-
tegrados alcance para enjugar la pérdida cambiaria que
hayan padecido los acreedores en moneda extranjera, co-
mo consecuencia de la conversión compulsiva y transitoria
que impone el artículo 127 de la ley respectiva(212).
Si la inicial conformación del activo de la quiebra
revela que, en manera alguna, se alcanzará la relación
de suficiencia indicada, ello no obsta a exigir la obten-
ción del mayor valor respecto de los bienes que sean
habidos(213). Ello sin perjuicio de la eventual persecu-
ción de los escasos delitos concursales o de implicancia
concursal existentes en el código vigente(214).
(211) Pierre Bourdieu, Curso de Sociología General 1 Conceptos
Fundamentales, Buenos Aires, 2019, Siglo XXI Editores, págs. 104 y
105.
(212) No es una conversión definitiva, sino que subsiste, mientras
haya “concurrencia” e “insensibilidad del patrimonio falencial” o “cris-
talización” (Ferrara, Il fallimento, Milano, 1974, segunda edición, pág.
299; íd., Piero Pajardi, Manuale di diritto Fallimentare, Milano, 1986,
Dott. A. Giuffrè Editore, terza edizione, pág. 571, n. 120; ídem, Vic-
tor Luigi Cuneo, Le procedure concorsuali: natura, efetti, svolgimento,
Milano, 1988, Dott. A. Giuffrè Editore, tomo II, pág. 1311, n° 392/4;
Provinziali, Tratatto di diritto falimentare, Milano, 1974, sexta edición,
vol. 4, n° 1742). En definitiva, es un efecto instrumental, con el fin
de facilitar la conformación y realización del patrimonio desapodera-
do. Como son instrumentales, por ejemplo, los efectos que reglan los
­artículos 122, 125, 129, 132 y otros de la Ley de Concursos y Quie-
bras. Esa consecuencia rige transitoriamente mientras exista un proceso
de quiebra en curso. Incluso el efecto puede ser permanente cuando
ese proceso se clausura. Cesa la conversión y renace el ejercicio del
derecho del acreedor concurrente a percibir la obligación en moneda
extranjera, en las condiciones originalmente pactadas, cuando con-
cluye la quiebra. Dice bien Conil Paz que “la ley, con técnica no muy
feliz, salvo incidentales referencias, omite especificar los efectos que
ocasiona la conclusión de la quiebra”. Y el autor enuncia esas conse-
cuencias de manera clara: “rige… el reapoderamiento patrimonial del
otrora fallido… queda atrás la ‘cristalización’ patrimonial” (Conclusión
de la Quiebra. Según la ley 24.522, Buenos Aires, 1996, Editorial
Ábaco de Rodolfo Depalma, pág. 171 y ss.).
(213) En general, a la mayoría de los acreedores de nuestras quie-
bras no le son imputables las deficiencias en la calificación crediticia
de su deudor.
(214) Arts. 176 a 180, o alguna modalidad defraudatoria de las
tipificadas en los arts. 173 y 174.
En definitiva, la referencia al derecho del acreedor
concurrente a la “reparación plena”, y a la “obligación
de valor” de la que es titular, y su derecho a exigir el
“mayor valor posible”, que permitan asimilar el “pago
total concursal” con el “pago” del derecho privado, no
son meros ejercicios de precisión terminológica. Tradu-
cen la finalidad esencial del proceso de quiebra y, si se
quiere, su justificación actual.
5. Conclusiones
Como resulta de los desarrollos precedentes, los acree-
dores concurrentes que enfrentan la conclusión de una
quiebra por pago total, con remanente y, en algunos casos,
con sobrante, son objeto de despojos ilícitos.
Esa situación y la reiteración del fenómeno argentino
de quiebras eternas, que concluyen con acreedores pobres
y fallidos ricos (a veces, con auxiliares también favoreci-
dos), no han merecido atención.
No es necesario acudir a experiencias, técnicamente de-
ficientes, como la ley 21.488, sino que los jueces cuentan
con suficientes herramientas conceptuales para producir
repartos justos y, simultáneamente, enmendar la común
violación a la garantía del plazo razonable.
El tratamiento de los acreedores concurrentes a través
de la técnica del patrimonio separado integrado por los
bienes desapoderados, que se realiza a fin de obtener un
mayor valor, es un ámbito ajeno a la posibilidad de una
inflación inercial.
Consecuentemente, la jurisprudencia de la Corte Supre-
ma que valida constitucionalmente los artículos 7º y 10 de
la ley 23.928 (texto conforme ley 25.561) es inaplicable al
patrimonio separado constituido por los bienes desapode-
rados, que constituye un sistema cerrado donde no existen
precios, cadenas de valor, expectativas inflacionarias, ni
circula el dinero.
Los créditos concurrentes son así ajenos al nominalis-
mo permanente que se pretende aplicar, por imperio de
dos disposiciones dislocadas que permanecen en la ley
23.928 (arts. 7º y 10, texto conforme ley 25.561).
Sin perjuicio de ello, la condición de deudas de valor
que invisten esos créditos los excluye de la prohibición del
ajuste. Ello también resulta de la sanción posterior del art.
772 del Código Civil y Comercial.
El reparto del producido de los activos, en el caso de
existencia de bienes suficientes, remanente y/o sobrante,
debe hacerse como reparación plena, hasta el íntegro pago
de los créditos concurrentes, incluyendo, además de los
intereses, el respectivo ajuste indexatorio.
VOCES: CONCURSOS - EMPRESA - INTERESES - DERECHO
DEL TRABAJO - CONTRATO DE TRABAJO - EMER-
GENCIA ECONÓMICA - COMERCIO E INDUSTRIA
- DERECHO COMERCIAL - CÓDIGO CIVIL Y CO-
MERCIAL - PATRIMONIO - DESVALORIZACIÓN
MONETARIA - MONEDA - SOCIEDADES COMER-
CIALES - PERSONAS JURÍDICAS - ECONOMÍA -
OBLIGACIONES - SOCIEDAD ANÓNIMA - PAGO
JURISPRUDENCIA
Daños y Perjuicios:
Mala praxis: prueba; historia clínica; irregula-
ridades; médico y establecimiento asistencial;
responsabilidad; configuración. Recurso
Extraordinario: Improcedencia: doctrina
de la arbitrariedad; inaplicabilidad.
1 – El recurso extraordinario interpuesto ha sido mal concedi-
do, pues la sentencia en crisis –por la cual la Suprema Corte
local desestimó el recurso de inaplicabilidad de ley deducido
por el médico y el sanatorio codemandados respecto de la
sentencia que había admitido la demanda por indemnización
de los perjuicios derivados de las graves secuelas con que ha
quedado la hija de los actores con motivo de la atención mé-
dica brindada durante el parto– halla adecuado sustento en
las consideraciones relativas a la procedencia de los recursos
locales y en las circunstancias de hecho y de derecho co-
mún; por lo que no resulta así descalificable en los términos
de la excepcional doctrina de la arbitrariedad. Ello es así,
por cuanto el Superior tribunal provincial, para confirmar
el fallo de la Cámara, ponderó esencialmente las irregula-
ridades existentes en la confección de la historia clínica de
la paciente y en los informes de su atención, que sirvieron
de sustento a las pericias médicas, y en base a ello entendió
que correspondía presumir un actuar antiprofesional con ap-
titud para causar el daño cuya reparación se solicitaba; sin
que los accionados hayan aportado prueba alguna que logre
conmover las premisas de las cuales partió ese tribunal (del
dictamen de la Procuradora Fiscal que la Corte comparte
y hace suyo).
2 – Resulta procedente el recurso extraordinario interpues-
to contra la sentencia por la cual la Suprema Corte local
desestimó el recurso de inaplicabilidad de ley deducido por
el médico y el sanatorio codemandados respecto del deci-
sorio que había admitido la demanda por indemnización
de los perjuicios derivados de las graves secuelas con que
ha q­ uedado la hija de los actores con motivo de la aten-
ción médica brindada durante el parto, pues el a quo omitió
­ponderar las conclusiones de los peritajes médicos obran-
tes en autos que, de modo coincidente, concluyeron que las
causas del cuadro que presenta la hija de los actores no
obedecen a una mala praxis médica. Por lo cual lo resuelto
guarda nexo directo e inmediato con las garantías constitu-
cionales que se invocan como vulneradas (art. 15 de la ley
48), de modo que corresponde su descalificación como acto
jurisdiccional en los términos de la doctrina sobre arbitra-
riedad (del voto en disidencia de la doctora Highton de
Nolasco). R.C.
60.496 – CS, septiembre 10-2020. – B., R. W. y otros c. Sanato-
rio Privado María Mater S.C.A. y otros s/daños y perjuicios (CSJ
883/2015/CS1).
Dictamen de la Procuradora Fiscal ante la Cor-
te: I. La Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires,
por mayoría, rechazó el recurso extraordinario de inapli-
cabilidad de ley interpuesto por los demandados, contra
la resolución de la Sala Segunda de la Cámara de Ape-
laciones en lo Civil y Comercial del Departamento Judi-
cial de Quilmes, por la cual se hizo lugar a la demanda
interpuesta contra el Sr. J. V. y el sanatorio privado María
Mater S.C.A., condenándolos a pagar solidariamente a la
niña F. B. la suma de $746.000 y a sus padres, R. W. B. y
A. M. B., el monto de $250.000, más intereses, haciendo
extensiva la responsabilidad (en la medida de sus cobertu-
ras) a Allianz Ras Argentina S.A. de Seguros Generales y
Colón Compañía de Seguros Generales S.A. (fs. 743/766
y 905/943).
A tal efecto, la suprema corte provincial señaló que de-
terminar la existencia de relación de causalidad entre el
obrar y el daño constituye una cuestión de hecho irrevi-
sable en sede extraordinaria salvo absurdo, lo cual –con-
cluyó– que no se evidenciaba en la sentencia recurrida. En
ese sentido, expuso que, del análisis de las premisas y de-
ducciones efectuadas por la anterior instancia, no surgie-
ron conclusiones dogmáticas o contradictorias, sino que
el discurrir recursivo evidenció una insatisfacción con el
mérito otorgado a las constancias probatorias.
El tribunal sostuvo que la responsabilidad atribuida por
la Cámara al médico y al sanatorio tiene sustento en las
constancias de la causa, de las que surge la excesiva de-
mora en la debida atención médica –más de diecisiete ho-
ras desde su internación–, y que la paciente al momento
de ingresar se encontraba en condiciones normales para
el alumbramiento, con trabajo de preparto. Agregó al res-
pecto que las numerosas irregularidades en la confección
de la historia clínica por parte del centro médico y los
profesionales, reconocidas por las pericias médicas, resul-
taron de una entidad suficiente para relativizar las conclu-
siones arribadas por dichos informes periciales y eviden-
ciar el encubrimiento por el deficiente servicio brindado a
la parturienta.

El superior tribunal local puntualizó que en las dos pe-
ricias realizadas se reconoció que el cuadro de hipoxia
perinatal se habría desarrollado durante un lapso anterior
a la cesárea, por lo que la demora apuntada y la falta de
atención necesaria, devino concluyente, sin que los con-
denados hayan aportado otro elemento probatorio que per-
mita rebatir la imputación efectuada.
Contra dicho pronunciamiento, el médico y el sanatorio
dedujeron recurso extraordinario, que fue concedido (fs.
950/966 y 971/972).
II. En síntesis, los recurrentes sostienen que la sen-
tencia es arbitraria, por incongruente, pues omitió la va-
loración de prueba agregada a la causa, violando garan-
tías constitucionales (arts. 1, 14, 16, 17, 18, 19, 28 y 31,
C.N.). En particular, argumentan que el tribunal para con-
denar a los demandados se apartó de las conclusiones de
las dos pericias médicas (una del perito de oficio y otra
del Cuerpo Médico oficial de la provincia) que habrían
descartado la existencia de mala praxis y la relación cau-
sal entre el tratamiento y las consecuencias psicofísicas
de la niña.
Señalan que la internación de la señora A. M. B. cons-
tituyó una medida de prudencia médica, y que no existió
demora alguna en la asistencia médica. Por otro lado,
afirman que no existieron irregularidades en la historia
clínica, que debe interpretarse junto con protocolos, es-
tudios médicos y hojas de enfermería. Arguyen que el
hecho de que en la hoja de evolución falten algunos da-
tos o algunas firmas, no les impidió a los peritos, recu-
rriendo a la misma y al resto de la documentación, deter-
minar la correcta asistencia de la parturienta durante su
­internación.
De igual modo, concluyen que las aseveraciones acerca
de la tardía detección del sufrimiento fetal, y que ello con-
dujo al daño en la salud de la niña, no tienen fundamento
en las pruebas agregadas al expediente, pues la encefalo-
patía hipóxica isquémica que padece, según los informes
periciales, “muy probablemente pudo ser provocada por
la hipoxia perinatal ocasionada como consecuencia de la
hipertonía uterina y la circular ajustada en el cuello”, o
a un desprendimiento de la placenta, lo cual es ajeno al
accionar médico.
III. Conferida la vista a la Defensoría General de la
Nación, solicitó que se desestime el remedio federal, con
imposición de costas, y se confirme la decisión apelada
(fs. 986/991).
En ese contexto, cabe recordar que, en principio, cuan-
do las sentencias recurridas emanan de los superiores
tribunales de provincia en oportunidad de pronunciarse
sobre los recursos extraordinarios previstos en el orden
local, la tacha de arbitrariedad debe ser considerada co-
mo particularmente restrictiva (Fallos: 313:493; 307:1100;
326:750, 1893; entre otros).
A su vez, la doctrina de la arbitrariedad posee carác-
ter excepcional y no tiene por objeto corregir pronuncia-
mientos presuntamente equivocados en orden a temas no
federales –en el caso, los agravios en estudio remiten, en
definitiva, al examen de cuestiones de hecho y de derecho
común–, pues para su procedencia, se requiere un aparta-
miento inequívoco de la solución normativa o una absoluta
carencia de fundamentación, que descalifique la sentencia
apelada como acto jurisdiccional válido (v. doctrina de Fa-
llos 311:2660; 316:2930; 330:834; entre otros).
En mi opinión, la sentencia recurrida halla adecuado
sustento en las consideraciones relativas a la procedencia
de los recursos locales, así como en las circunstancias de
hecho y de derecho común, por lo que no resulta así des-
calificable en los términos de la excepcional doctrina de la
arbitrariedad.
Considero que ello es así, pues el superior tribunal pro-
vincial para confirmar la sentencia de la Cámara ponderó
Interior: Bahía Blanca: Notas Jurídicas: Tel. (0291) 4527524 / La Plata: Tel. (011) 4349-0200, int. 1181 / Mar del Plata: Jorge Rabini Tel./Fax (0223) 4893109 / Córdoba: Alveroni Libros Jurídicos (0351) 4217842
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Noreste: Jorge Thea Tel. (011) 1564660335 / Patagonia: Nelson Ramírez Tel. (011) 1564629553
Buenos Aires, miércoles 21 de octubre de 2020
esencialmente las irregularidades en la confección de la
historia clínica de la paciente, de los protocolos y de los
informes de su atención, que sirvieron de sustento de las
pericias médicas de la causa. En este sentido, los jueces
destacaron la existencia de enmiendas, omisiones y con-
tradicciones en la historia clínica, reconocidas en las men-
cionadas pericias, cuya sección denominada “Evolución”
no fue suscripta por un profesional médico como exige
el artículo 11, inciso 2, del decreto ley 3280/1991 (v. fs.
296/297).
A su vez, el tribunal precisó que si bien ambos exper-
tos reconocieron que la encefalopatía hipóxico isquémica
de la niña contrariamente a lo argumentado por los re-
currentes, no coinciden en las circunstancias que habrían
desencadenado tal dolencia –la perito oficial sostuvo que
la causa podría ser el desprendimiento de la placenta, y
el profesional de Cuerpo Médico Oficial de la provincia
consideró que podía deberse a la hipertonía uterina y a la
circular de cordón ajustada en el cuello de la beba– (fs.
373/380, 407, 422, 600/608, 622/625 y 915).
Del mismo modo, analizó, en especial, el comporta-
miento de los responsables médicos durante el desarrollo
de la dañina sintomatología, para lo cual tuvo en cuenta
que la obstétrica recién fue citada para gobierno y control
del parto a las 17, cuando la paciente había sido interna-
da a las 0 horas de ese mismo día, y que el profesional
­condenado recién se presentó instantes previos al parto
(cf. fs. 296/297). En función de ello, entendió que no me-
dió la prudencia y diligencia requeridas para el caso por
parte del profesional responsable, considerando que se-
gún la prueba anexada, el monitoreo realizado a las 19
horas (v. horario enmendado, fs. 292), evidenciaba un su-
frimiento fetal agudo, con diagnóstico no reactivo, y la
cesárea fue practicada más de una hora después. Nótese
que no obstante el informe referido de fojas 292, en la
historia clínica figura que ese monitoreo dio positivo (v.
fs. 296 vta.).
Esta lógica de razonamiento no fue puntualmente criti-
cada por los demandados, sin que los planteos del recurso
extraordinario –que constituyen reiteraciones de argumen-
tos ya vertidos en las instancias anteriores– logren conmo-
ver las premisas de las que parte el tribunal.
De igual manera, en el pronunciamiento se hizo hinca-
pié en las opiniones periciales encontradas acerca del efec-
tivo suministro de anestesia peridural precoz y su eventual
incidencia (fs. 422, 604 vta. y 608), en tanto no se cuenta
con datos precisos en relación a ella y las contradicciones
sobre las posibles acciones de reanimación fetal intrauteri-
na antes de la cesárea (fs. 752 vta. /753).
En tales condiciones y ante la ausencia de prueba adi-
cional aportada por los demandados –que estaban a cargo
del tratamiento de la paciente–, que acrediten la conducta
diligente que alegan, el superior tribunal provincial enten-
dió que correspondía presumir un actuar antiprofesional
con aptitud para causar el daño cuya reparación solicitan
los actores.
En este punto, no es ocioso recordar que la doctrina
de la arbitrariedad no tiene por objeto convertir a la Cor-
te Suprema en un tribunal de tercera instancia ordinaria,
sino que procura cubrir casos de carácter excepcional, en
los que groseras deficiencias lógicas del razonamiento, o
una total ausencia de fundamento normativo, no permi-
tan considerar el pronunciamiento de los jueces ordina-
rios, como una “sentencia fundada en ley”, con directa
lesión a la garantía del debido proceso (Fallos 324:4321;
325:3265, entre otros), situación que conforme lo expues-
to en los párrafos precedentes, no ocurre en el caso de
autos.
IV. Por todo lo expuesto, opino que corresponde decla-
rar mal concedido el recurso extraordinario interpuesto.
Buenos Aires, 28 de noviembre de 2017. – Irma A. García
Netto.
7
Buenos Aires, 10 de Septiembre de 2020
Vistos los autos: “B., R. W. y otros c/ Sanatorio Privado
María Mater S.C.A. y otros s/ daños y perjuicios”.
Considerando:
Que los agravios de los apelantes encuentran adecuada
respuesta en los fundamentos del dictamen de la señora
Procuradora Fiscal, que el Tribunal comparte y hace suyos
por razón de brevedad.
Por ello, se declara mal concedido el recurso extraordi-
nario. Notifíquese y devuélvase. – Carlos F. Rosenkrantz
(por su voto). – Elena I. Highton de Nolasco (en disiden-
cia). – Juan C. Maqueda. – Ricardo L. Lorenzetti. – Hora-
cio D. Rosatti.
Voto del señor presidente doctor don Carlos
Fernando Rosenkrantz
Considerando:
Que el recurso extraordinario es inadmisible (art. 280
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, se declara mal concedido el recurso extraordi-
nario. Notifíquese y devuélvase. – Carlos F. Rosenkrantz.
Disidencia de la señora vicepresidenta doctora
doña Elena I. Highton de Nolasco
Considerando:
1º) Que la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de
Buenos Aires, en lo que aquí interesa, desestimó el recurso
de inaplicabilidad de ley deducido por el médico y el esta-
blecimiento asistencial codemandados respecto de la sen-
tencia que había admitido la demanda por indemnización
de los perjuicios derivados de las graves secuelas con que
ha quedado la hija de los actores con motivo de la atención
médica brindada durante el parto.
Para decidir de ese modo entendió que del examen de
las premisas y deducciones efectuadas por la alzada no
surgían las conclusiones dogmáticas y contradictorias se-
ñaladas por los recurrentes, pues, por el contrario sus agra-
vios dejaban traslucir su disconformidad con la valoración
de los informes de los peritos pero no alcanzaban para
revisar el procedimiento lógico del fallo para llegar a la
solución que se cuestionaba.
Consideró que las irregularidades de la historia clínica
de la paciente tenían entidad suficiente como para permitir
la apreciación del desenvolvimiento de los hechos efec-
tuada por el a quo, conforme el cual, estando la paciente
internada en la clínica, habían comenzado a evidenciarse
progresivamente síntomas de sufrimiento fetal que fueron
tardíamente detectados por quienes se encontraban a cargo
de su cuidado y que habían resultado causalmente adecua-
dos para ocasionar severos daños en la salud de la hija de
los actores.
2º) Que contra dicha decisión los codemandados de-
dujeron recurso extraordinario que fue concedido a fs.
971/972.
Sobre la base de la doctrina de la arbitrariedad los ape-
lantes sostienen que la sentencia se ha apartado de las con-
clusiones de los peritajes que daban cuenta de la inexisten-
cia de responsabilidad médica por entender que se ha sus-
tentado en una errónea interpretación de las constancias de
la causa y en una rigurosa apreciación de la historia clínica.
3º) Que aun cuando los agravios de los recurrentes re-
miten al examen de cuestiones de hecho, prueba y derecho
común, materia propia de los jueces de la causa y ajena
–como regla y por su naturaleza– al remedio del art. 14 de
la ley 48, ello no resulta óbice para su consideración por la
vía intentada cuando, con menoscabo de los derechos de
defensa en juicio y propiedad, la cámara ha omitido con-
siderar elementos conducentes para la solución del litigio
y realizado afirmaciones dogmáticas que dan fundamento
solo aparente a su resolución.

D i a r i o d e D o c t r i n a
4º) Que, en el caso, el a quo omitió ponderar las con-
clusiones de los peritajes médicos obrantes en autos que,
de modo coincidente, concluyeron que las causas del cua-
dro que presenta la hija de los actores no obedecen a una
mala praxis médica.
En efecto, más allá de que no puede asegurarse que se
hubiera suministrado anestesia peridural precoz, los peri-
tos descartaron que su eventual efecto nocivo –bradicardia
fetal–, hubiese tenido, en el caso, relación causal con las
secuelas con las que ha quedado la niña (fs. 373 vta. punto
7 y 10; 374 vta./375, punto 13; 407, puntos C y D; 604
vta., punto 7 y 608/608 vta., punto 2).
5º) Que, asimismo, la experta respondió negativamente
al ser interrogada acerca de la posibilidad de que hubiera
existido abandono de paciente, falta de recaudo en las pre-
cauciones médicas para evitar el daño, falta de control del
personal médico y de la obstétrica en la evolución del caso
o incumplimiento de elementales principios del arte obsté-
trico (fs. 385/386 y 407).
6º) Que, en igual sentido, en respuesta a las explica-
ciones que le fueron solicitadas, el médico legista de la
Asesoría Pericial Departamental de La Plata concluyó que
muy probablemente la encefalopatía hipóxica isquémica
padecida por la niña, pudo ser provocada por la hipoxia
perinatal ocasionada como consecuencia de la hipertonía
uterina y la circular ajustada en cuello, elementos indepen-
dientes del accionar médico (fs. 625/625 vta.).
7º) Que, en suma, no ha quedado acreditado en autos
que la conducta adoptada por el galeno haya resultado
errónea o que las circunstancias del caso hubieran reque-
rido un actuar más diligente a fin de evitar o minimizar las
secuelas con que ha quedado la hija de los actores.
8º) Que, en función de lo expuesto, cabe concluir que lo
resuelto guarda nexo directo e inmediato con las garantías
constitucionales que se invocan como vulneradas (art. 15
de la ley 48), por lo que corresponde su descalificación
como acto jurisdiccional en los términos de la conocida
doctrina de esta Corte sobre arbitrariedad.
Por ello, y oído lo dictaminado por la señora Procu-
radora Fiscal, se declara procedente el recurso extraor-
dinario y, con el alcance indicado, se deja sin efecto el
pronunciamiento impugnado. Con costas. Vuelvan los au-
tos al tribunal de origen a fin de que, por medio de quien
­corresponda, se dicte un nuevo fallo con arreglo a lo ex-
presado. Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. – Ele-
na I. Highton de Nolasco.
OPINIONES Y DOCUMENTOS
El médico y la virtud de la prudencia
en tiempos de pandemia
El avance diario y sostenido de pacientes con COVID-19
hace vislumbrar una probable saturación del sistema de sa-
lud en lo referente a cuidados críticos. Bajo estas circunstan-
cias, quienes hemos transitado este campo de la medicina –y
aquellos que lo hacen actualmente– sabemos que es posible
enfrentarnos a situaciones en las cuales la toma de decisiones
puede condicionar tanto la vida de una persona como la pro-
pia considerando los niveles de exposición ante un enemigo
tan contagioso.
En nuestro arte no se admiten superficialidades ni atolon-
dramientos; no podemos dejarnos llevar por emociones des-
enfrenadas ni por intuiciones no contrastadas. Es por ello que
nuestros juicios deben madurar en la conciencia e indefectible-
mente basarse en una de las virtudes cardinales: la prudencia.
Para santo Tomás de Aquino la prudencia es una virtud
propia de la razón, no de la voluntad, que solo se perfecciona
Buenos Aires, miércoles 21 de octubre de 2020
y J u r i s p r u d e n c i a
intrínsecamente por el hábito. La decisión prudencial se lleva a
cabo en tres actos: consilium, iudicium, imperium(1).
Consilium (la deliberación) indaga las razones para obrar
correctamente con el fin de llegar a obtener la certeza moral
sobre lo que se debe hacer y los medios que vamos a utilizar.
Antes de actuar hay que haberse hecho una imagen lo más
precisa posible de la realidad. Para ello se nos exige un estu-
dio minucioso que permita valorar las diversas circunstancias a
la luz de los conocimientos científicos actuales y de la experien-
cia, ya sea propia o ajena, reconociendo con humildad que
no podemos ser expertos en todos los aspectos de la medicina.
Iudicium (el juicio) consiste en la toma de la decisión sobre
lo que hay que hacer.
Imperium (el mandato) trata de poner manos a la obra, de
ejecutar el acto decidido por el juicio.
Ocho son las partes integrales que se le reconocen a la
prudencia(2):
1. Memoria: Nos permite tener presentes los datos de la
experiencia concreta y ponerla al servicio de la valoración
actual.
2. Entendimiento o ciencia: Nos facilita los conocimientos
de tipo general aplicables al caso concreto, desde los primeros
principios hasta los datos de evidencia científica.
3. Providencia o previsión: Nos ayuda a vislumbrar las con-
secuencias del acto en el futuro y ordenarlo a su buen fin.
4. Docilidad: Nos lleva a buscar, escuchar y seguir el buen
consejo de los más expertos, siempre necesario sobre todo en
cuestiones complejas. Y así como la humildad es imprescindi-
ble para pedir consejo a quien está constituido en autoridad y
cargado de experiencia, la docilidad se requiere para aceptar
lo aconsejado y llevarlo a la práctica.
5. Sagacidad o solercia: Es la pronta disposición para
­resolver acertadamente aquellos casos urgentes que no pue-
den esperar a un proceso más elaborado de discernimiento.
Nos permite captar de un “vistazo” la situación imprevista y
tomar al instante la nueva decisión. Es importante hallar rápi-
damente lo que conviene, sobre todo cuando se nos requiera
ser diligentes en la resolución de una situación de un paso
rápido a la acción, como, por ejemplo, en una emergencia
médica.
6. Razón: Se deriva del examen y reflexión de los cono­
cimientos acumulados sobre la cuestión cuando no obra ur-
gencia.
7. Circunspección: Nos hace considerar bien las circuns-
tancias relevantes en torno a la cuestión que se debe resol-
ver, teniendo una mirada abierta en derredor. Es la actitud de
quien no se obstina por conseguir “alocadamente” aquello que
persigue, es decir, sin tener en cuenta si el momento es opor-
tuno o la ocasión lo permite. Vale de ejemplo la indicación
del momento exacto para un acto quirúrgico o de un examen
complementario, situaciones muy frecuentes en el contexto epi-
demiológico actual. Ser circunspecto no es ser curioso, porque
la curiosidad incita a fijarse en cosas irrelevantes, cuando no
perjudiciales, ni tampoco excesivamente formal o reservado,
porque no se trata de estar a la defensiva, cerrado, sino abier-
to a la totalidad de lo real circundante, pero no ingenuamente
sino sopesadamente.
8. Precaución: Se trata de un cuidado requerido frente a
elementos externos previsibles que pueden ser obstáculo para
el buen fin. Sirve para evitar los males, no de aquellos que
acaecen por azar y son impredecibles, como los que son pro-
vocados por causas naturales o acontecen por casualidad, sino
de aquellos que se pueden prever.
Nuestra profesión debe retornar al ejercicio de la pruden-
cia, sobre todo en estos tiempos agitados y confusos, y no solo
con los enfermos de COVID-19, sino con todos y con cada
uno de los seres humanos que día a día acuden en busca de
nuestra ayuda.
Por último, el ejercicio de esta virtud no solo interesa a cada
hombre sino también a las sociedades y a sus dirigentes en
(1) Suma Teológica II-II, q. 49 a. 1-8.
(2) Suma Teológica II-II, q. 47 a. 8.
Nº 14.957 AÑO LVIII
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Legislación Nacional
Decisión Administrativa 1863 de octubre 14 de 2020
(JGM) – Emergencia Pública. Economía. Empresas. Ais-
lamiento Social, Preventivo y Obligatorio. Excepción para
la construcción privada y a las personas afectadas a di-
cha actividad en el ámbito de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (B.O. 15/10/2020).
Decisión Administrativa 1864 de octubre 14 de 2020
(JGM) – Emergencia Pública. Trabajo. Aislamiento Social,
Preventivo y Obligatorio. Excepción para el personal de
casas particulares, a quienes tengan un único empleador
o una única empleadora, en el ámbito de la Ciudad Au-
tónoma de Buenos Aires. Ciudad de Buenos Aires (B.O.
15/10/2020).
Resolución 551 de octubre 13 de 2020 (MDP) – Empre-
sas. Programa de Asistencia a Empresas Estratégicas en
proceso de Reestructuración de Pasivos. Creación (B.O.
15/10/2020).
Legislación de la Provincia de Buenos Aires
Decreto 884 de octubre 14 de 2020 – Emergencia Públi-
ca. Implementación de la medida de “Distanciamiento
Social, Preventivo y Obligatorio” y para el desarrollo de
las actividades y servicios exceptuados del “Aislamiento
Social, Preventivo y Obligatorio”. Reglamentación (B.O.
15/10/2020).
Legislación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Ley 6331 – Juegos de Azar. Juegos de apuesta. Modifica-
ción (Sanción: 24/9/2020; Promulgación: 13/10/2020;
B.O. 15/10/2020).
orden a alcanzar el Bien Común. Así, la prudencia se convierte
en una de las virtudes naturales más importantes para la paz y
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Medicina Legal, diplomado en Bioética.
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