Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021 • ISSN 1666-8987 • Nº 15.
084 • AÑO LIX • ED 291
D i a r i o
Arbitraje y derecho constitucional
Sumario: I. INTRODUCCIÓN. – II. LAS ARMONÍAS ENTRE EL
ARBITRAJE Y LA CONSTITUCIÓN. – III. LAS COLISIONES ENTRE
EL ARBITRAJE Y LA CONSTITUCIÓN. – IV. EL ARBITRAJE ANTE LA
CORTE SUPREMA. – V. EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD
EN EL ARBITRAJE. – VI. LOS RECURSOS JUDICIALES CONTRA LOS
LAUDOS ARBITRALES. – VII. A MODO DE CONCLUSIÓN.
I. Introducción
El arbitraje es un método privado de solución de con-
flictos en el cual las partes confían a un ente no estatal,
designado por ellas, la función de dirimir una controver-
sia. Existen también mecanismos de arbitraje en los que el
Estado es parte, previstos por leyes especiales.
En este artículo nos ocuparemos de la relación entre el
arbitraje, la Constitución y el Poder Judicial, puesto que el
resto de las materias referidas al arbitraje exceden los lí-
mites del derecho constitucional y se proyectan al derecho
comercial y al procesal.
Las constituciones decimonónicas se inscriben en la co-
rriente del constitucionalismo clásico, caracterizado por su
concepción liberal e individualista. Todas ellas se encuen-
tran inspiradas en la constitución norteamericana de 1787
y en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciu-
dadano adoptada en Francia en 1789. En ellas prima una
ideología liberal en lo político y en lo económico (laissez
faire, laissez passer), e imponen al Estado obligaciones de
NOTA DE REDACCIÓN: Sobre el tema ver, además, los siguientes traba-
jos publicados en EL DERECHO: Orden público en el contrato de arbitraje
del Código Civil y Comercial, por PABLO A. PIROVANO, ED, 262-520;
Compétence-compétence y la remisión al arbitraje, por FRANCISCO GON-
ZÁLEZ DE COSSIO, ED, 263-701; La sede del arbitraje, por ROQUE J.
CAIVANO, ED, 272-463; El contrato de arbitraje en el Código Civil y
Comercial, por DANTE CRACOGNA, ED, 275-721; Internacionalización
subjetiva, deslocalización de la jurisdicción, y desnacionalización del
derecho en la Ley Modelo de Arbitraje Comercial Internacional de la
CNUDMI: las paradojas del sistema jurídico global, por CRISTIAN GIMÉ-
NEZ CORTE, ED, 276-577; Observaciones preliminares a la ley argentina
de Arbitraje Comercial Internacional 27.449 (primera parte), por ANTO-
NIO BOGGIANO, ED, 279; Observaciones preliminares a la ley argentina
de Arbitraje Comercial Internacional 27.449 (segunda parte), por AN-
TONIO BOGGIANO, ED, 279; Las controversias marítimas con contenido
geopolítico y el rol del arbitraje internacional. Contrastes y matices en
su utilización, por LEOPOLDO M. A. GODIO, ED, 290. Todos los artículos
citados pueden consultarse en www.elderechodigital.com.ar.
(*) Doctor y posdoctor en Derecho, profesor de Derecho Constitucio-
nal en grado y posgrado de la UBA, www.pablomanili.com.ar.
CONTENIDO
DOCTRINA
Arbitraje y derecho constitucional, por Pablo Luis Manili ..........................................................................................................................................................................
JURISPRUDENCIA
COMERCIAL
CUENTA Nº 13.547
Medicina Prepaga: Aumentos por franja etaria: ilegitimidad; cobro; cese; plazo; art. 50 de la LDC; inaplicabilidad; deber de informar a los afiliados; incumplimiento; daño
punitivo; aplicación; procedencia (CNCom., sala F, marzo 29-2021) .....................................................................................................................................................
NOVEDADES EN EL DERECHO DE CONSUMO
Derecho fácil para consumidores y proveedores. Breve comentario de la Resolución 274/2021 de la Secretaría de Comercio, por Juan Ignacio Cruz Matteri y Victoria Sofía
CASA
Pacevicius .......................................................................................................................................................................................................................................
ARG
C
COLUMNA LEGISLATIVA .....................................................................................................................................................................................................................
d e D o c t r i n a y J u r i s p r u d e n c i a
por Pablo Luis Manili(*)
no hacer, es decir, de respeto de los derechos, pero no de
promoción de estos. Ello es la resultante de una reacción
dialéctica frente al absolutismo monárquico que había rei-
nado hasta esa época. En ese marco, la ideología que sus-
tenta al arbitraje encaja perfectamente: frente a un Estado
al cual la constitución coloca en el rol de garante de los
derechos y de espectador del proceso económico-social,
la solución de conflictos fuera de la órbita del Estado no
perturba el accionar de este; y, a la inversa, el accionar del
Estado no debe interferir en lo que las partes han conveni-
do libremente en contratos celebrados entre iguales, con
consentimiento válidamente emitido, capacidad suficiente,
libertad para la ejecución del acto y objeto lícito. Cum-
plidos esos requisitos, que son los que la mayoría de los
códigos civiles escritos establecen (siguiendo al Código
Napoleón y a la doctrina francesa), el Estado debe respetar
y garantizar la plena autonomía de la voluntad de las par-
tes y la no interferencia estatal en la voluntad privada (por
ejemplo, el art. 1197 del Código Civil que rigió entre 1871
y 2015).
Con el advenimiento del constitucionalismo social, en
las primeras décadas del siglo XX, ese escenario sufrió un
cambio. A partir de las constituciones de Querétaro (Mé-
xico, 1917) y de Weimar (Alemania, 1919) comienza una
nueva corriente en la cual, al liberalismo y al individua-
lismo que caracterizaron al período anterior, se adiciona
un rol más intervencionista del Estado en ciertas materias,
manteniendo el liberalismo en otras. En este nuevo esce-
nario, el Estado deja de ser un espectador del proceso eco-
nómico y social para asumir un rol activo: tanto frente a
la sociedad (dando prestaciones) como dentro de esta (in-
terviniendo en los conflictos que surjan entre sus distintos
sectores). Ello fue el resultado de la constitucionalización
de los derechos económicos, sociales y culturales, para cu-
ya puesta en práctica el Estado está obligado a tomar par-
tido por la parte más débil en la relación jurídica de que se
trate, en lugar de permanecer prescindente, como ocurría
durante la época del constitucionalismo clásico. En ese
marco, el arbitraje puede chocar contra principios cons-
titucionales que rigen en ciertas materias, especialmente
en derecho laboral, donde la autonomía de la voluntad de
las partes se encuentra restringida (casi al máximo en el
sistema jurídico de algunos países) y el arbitraje resulta
impensable, salvo en aquellos casos en los que la ley es-
Director: Alejandro Borda
Consejo de Redacción:
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Pablo María Garat
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Daniel Alejandro Herrera
Nelson G. A. Cossari
pecíficamente lo contempla; lo cual ocurre, generalmente,
en casos de conflictos colectivos, en los cuales el arbitraje
no es privado sino que está a cargo de un órgano estatal
(el art. 14 bis de la CN establece: “… Queda garantizado
a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo;
recurrir a la conciliación y al arbitraje…”). Otro tanto
ocurre con el derecho de familia. En ambas materias, el
orden público se manifiesta con mayor intensidad y relega
a la autonomía de la voluntad a un segundo plano.
En las últimas décadas del siglo XX, surgió una nueva
generación de derechos, llamados de tercera generación o
de incidencia colectiva, entre los cuales se encuentran los
de los usuarios y consumidores, a los cuales haremos refe-
rencia más adelante por las particularidades que asume el
arbitraje con respecto a esta categoría de sujetos.
Esta evolución del constitucionalismo fue sedimentan-
do en las constituciones de todo el mundo, reformas me-
diante, normas de distinto tipo e inspiradas en distintas
filosofías, que, a esta fecha, conviven en un solo cuerpo
normativo y deben ser interpretadas conjunta y armónica-
mente: a) normas decimonónicas de filosofía liberal indi-
vidualista y dirigidas a lo que el individuo es; b) normas
surgidas a mediados del siglo XX inspiradas en filosofías
solidaristas y dirigidas a lo que el individuo hace; y c) nor-
mas originadas a fines de ese siglo, dirigidas, no ya a los
individuos, sino a la sociedad toda, o a grupos, o a catego-
rías de sujetos dentro de ella.
El resultado de esa sedimentación es que algunos prin-
cipios constitucionales están en armonía con el arbitraje,
mientras que otros entran en colisión con él. Analizaremos
los principales.
II. Las armonías entre el arbitraje y la Constitución
Consolidar la paz interior: Muchas constituciones, sea
en su preámbulo (que tiene la misma fuerza vinculante
que el resto del texto constitucional(1)) o en su articulado,
contienen una previsión –así sea como mera declaración–
referida a la paz interior o a la convivencia armónica de
los habitantes (hemos estudiado el derecho a la paz en el
capítulo referido a los derechos de incidencia colectiva).
Evidentemente, ese objetivo constitucional se ve satisfe-
cho cuando dos o más personas recurren al arbitraje para
solucionar sus diferencias.
Libertad de comercio e industria: Todas las constitucio-
nes decimonónicas contenían este derecho como uno de
los pilares del sistema constitucional, el cual no ha recibi-
(1) Al respecto puede verse nuestro libro Teoría Constitucional, Bue-
nos Aires, Hammurabi, 2014, cap. IV, passim.
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do modificaciones en las siguientes etapas del constitucio-
nalismo. Resulta claro que la libertad de comerciar incluye
la de resolver los litigios que ella suscite por los medios
que las partes libremente acuerden. Desde este punto de
vista, si las partes pueden comerciar y pueden resolver por
sí mismas sus litigios mediante acuerdos y negociaciones
directas, sin recurrir a un tercero, no existen motivos por
los cuales no puedan delegar la resolución en un tercero.
Usar y disponer libremente de la propiedad: Este es
otro de los pilares del constitucionalismo clásico que com-
patibiliza perfectamente con el arbitraje: quien puede dis-
poner de su propiedad puede comprometer en árbitros la
suerte de esa propiedad, por ejemplo: los derechos que
surgen de un contrato.
III. Las colisiones entre el arbitraje y la Constitución
Monopolio del poder coactivo en cabeza del Estado:
Ninguna constitución del mundo permite el ejercicio del
imperium ni del poder de coacción legítima en cabeza de
otro sujeto que no sea el Estado. Ello hace que los tribuna-
les arbitrales no estatales vean frecuentemente dificultada
su tarea: sea para trabar medidas cautelares, para conducir
a un testigo renuente, para obtener un informe de algún
sujeto moroso en brindarlo, o para ejecutar el laudo. Para
todas esas actividades el tribunal debe acudir a la justi-
cia para que esta –ejerciendo el poder coactivo– le brinde
asistencia.
Monopolio de la administración de justicia en cabeza
del Estado: Muchas constituciones –aunque no todas ni
la mayoría– establecen que todas las causas que se sus-
citen entre particulares, o entre estos y el Estado, serán
decididas por el Poder Judicial. En Argentina ello se aplica
solamente a las causas de competencia federal, ya que el
art. 116 de la CN establece que “Corresponde a la Corte
Suprema y a los tribunales inferiores de la nación el co-
nocimiento y decisión de todas las causas que versen so-
bre…” temas federales. Mientras que, respecto de las otras
causas, la Constitución nada ordena.
El principio de igualdad: En todos aquellos casos en
los que una relación jurídica se desarrolla entre partes de
distinto poder negociador, el arbitraje resulta constitucio-
nalmente impugnable, por ejemplo, en casos de derecho
individual del trabajo: es notorio que empleador y em-
pleado no se encuentran, en la mayoría de los casos, en
igualdad de posición para negociar un compromiso arbi-
tral y delegar la resolución de sus litigios en un árbitro.
En estos casos, se haría necesario crear un sistema estatal
de arbitraje permanente, con reglas procedimentales pre-
establecidas y que garantice la igualdad de ambas par-
tes. Distinto es el caso del derecho de los consumidores
y usuarios, que también contempla situaciones donde hay
desigualdad entre las partes, pero aquí el propio Estado
ha organizado sistemas de arbitraje para el consumo, para
paliar esa desigualdad entre el consumidor-usuario y la
empresa prestadora.
IV. El arbitraje ante la Corte Suprema
Desde fines del siglo XIX, la Corte reconoció la natura-
leza jurisdiccional del arbitraje.
En “Cerruti”(2), de 1873, expresó que “La competencia
del juez no excluye la de jurisdicción arbitral, sea que esta
provenga de la ley, sea que nazca de la convención de las
partes; porque en uno y otro caso debe haber un juez com-
petente para compeler a las partes a acatar y ejecutar lo
que la ley, o ellos mismos hubiesen prescripto”.
En el caso “Bruce”(3), de 1880, lo reconoció como un
sucedáneo de la justicia ordinaria en los casos en que las
partes pactaron ese método de solución de sus controver-
sias. Sostuvo que los árbitros de derecho (por oposición a
los arbitradores o amigables componedores) “proceden y
determinan conforme a las leyes, observando los trámites
que ellas prescriben, como los jueces ordinarios, y los ar-
bitradores en cualquier manera que ellos tengan por bien,
(2) Fallos: 13:236.
(3) Fallos: 22:371.
con tal que sea de buena fe y sin engaño”. Y citó la ley
23 de las Partidas para sostener: “son válidos los juicios o
sentencias de los arbitradores maguer non fiziessen ante
si comenzar los pleitos por demanda o por respuesta, e
non catassen aquellas cosas que los otros jueces son teni-
dos de guardar”.
Años más tarde, en 1963, profundizando esa doctrina,
sostuvo que “La garantía de los jueces naturales y el prin-
cipio según el cual la defensa en juicio supone la posibili-
dad de ocurrir ante un tribunal de justicia no son óbice a
la jurisdicción arbitral con fundamento convencional”(4).
A su vez, a partir de las primeras décadas del siglo XX,
la Corte convalidó el sometimiento a arbitraje del Estado
Nacional, afirmando en el fallo “Pagano”(5), de 1920, que
“Ningún principio de orden público se opone a que la insti-
tución del arbitraje sea practicada por el Estado como per-
sona jurídica a los fines de dirimir sus controversias con
los particulares; y establecida esa institución por la ley e
incorporada a un contrato debe producir los efectos que en
términos generales establece el artículo 1197 del Código
Civil, toda vez que las obligaciones creadas por conven-
ciones bilaterales no pueden modificarse ni extinguirse por
voluntad de una sola de las partes...”. Para decidir de ese
modo, la Corte rechazó el argumento fundado en el art. 100
de la CN (hoy art. 116), que mencionamos más arriba.
No obstante, en “Cía. Ítalo Argentina de Electricidad”,
de 1937, limitó el alcance de ese fallo y dispuso que el ar-
bitraje no es aplicable cuando el Estado actúa como poder
público (actos iure imperii, por oposición a los actos iure
gestionis). Manifestó que “... la libertad para contratar la
solución arbitral en caso de diferencias tiene, sin embar-
go, un límite, y es el de que no pueden serle sometidas las
cuestiones que afectan el orden público o social, como son
las que se refieren, por ejemplo, al estado civil de las per-
sonas... Cuando una de las partes es el Estado, tampoco
pueden ser sometidas al fallo de árbitros, con prescinden-
cia de los jueces, las cuestiones que lo afecten como poder
público o las atribuciones de la soberanía… Cuando la
Constitución ha establecido en su artículo 100 la juris-
dicción de la Corte para los juicios en que la Nación es
parte, no ha excluido la jurisdicción arbitral”(6).
En “Empresa de Navegación y Astilleros Bussio Hnos.
c. Capitán y/o armadores del buque Del Oro”(7), de 1967,
se presentó un caso interesante: se trataba de un arbitra-
je entre una empresa naviera y los armadores del buque.
Se interpuso recurso extraordinario contra la sentencia
apelada que, con fundamento en el art. 1269 del Código
de Comercio, condenó a la recurrente a constituir tribu-
nal arbitral con motivo de una colisión ocurrida entre dos
embarcaciones. Se sostuvo que la sentencia era contraria
al art. 100 de la CN, según el cual corresponde a la justi-
cia federal el conocimiento y decisión, entre otras, de las
causas de almirantazgo y jurisdicción marítima, entre las
cuales se encuentran “las que se originen por choques y
averías de buques…” que prevé el art. 2º, inc. 8º, de la
ley nº 48. La Corte revocó la sentencia apelada por los si-
guientes motivos: a) Solo como excepción, la ley permite
a las partes sustraerse voluntariamente a la intervención
de los órganos jurisdiccionales del Estado para someter la
decisión de sus controversias a jueces de su elección, que
reciben el nombre de jueces árbitros, arbitradores o ami-
gables componedores. b) No existen razones para sustraer
a los jueces de la constitución el conocimiento y resolu-
ción de las causas por daños y perjuicios ocasionados por
choques y abordajes, sin que ello importe desconocer que
aquellos deben ajustar su cometido a las normas estable-
cidas por el art. 1269 del Código de Comercio. c) La fun-
ción acordada a los peritos arbitradores es la de establecer
la responsabilidad y los daños derivados por choques o
abordajes, quedando reservada para el juez la decisión del
pleito sobre la base de los elementos de juicio reunidos
en el proceso. d) De hacerse caso omiso a lo expuesto
precedentemente, se estaría frustrando la garantía del art.
(4) Fallos: 257:105.
(5) Fallos: 133:61.
(6) Fallos: 178:293.
(7) Fallos: 267:199.
18 de la CN, por cuanto esa cláusula asegura a todos los
habitantes de la Nación la garantía de ser juzgados por
sus jueces naturales, que no son otros en la especie que
los mencionados en el art. 100 de la CN. La conclusión
que extraemos de este fallo es que aquellas causas que la
constitución expresamente asigna a los jueces federales
no pueden ser sustraídas de la competencia de estos por
vía de su sometimiento al arbitraje. En cambio, ello sí es
viable en las controversias privadas donde no exista cláu-
sula constitucional que en forma expresa las someta a la
jurisdicción del Poder Judicial federal, es decir, las causas
de derecho común.
En 2007, en “Techint”, introdujo una pequeña correc-
ción en ese criterio, al sostener que “no existe obstáculo
constitucional alguno para que el Estado Nacional some-
ta a jurisdicción arbitral sus controversias con particu-
lares, siempre que exista una ley que así lo establezca…
(… Fallos 152:347, 160:133; 235:940)… La exigencia de
esa previsión normativa expresa encuentra sustento en la
Constitución Nacional, en la que se establece –en los ca-
sos de competencia federal por razón de la materia– que
la Nación, en principio, solo puede ser llevada ante sus
propios tribunales (art. 116). Por ello, toda excepción a
dicha regla debe hallarse claramente establecida ya que
la jurisdicción arbitral es de interpretación restrictiva en
razón de la excepcional competencia que le es confiada
y que le permite conocer en cuestiones que, en el orden
normal de las instituciones, les correspondería decidir a
los jueces… Que de lo expuesto se sigue que el someti-
miento de la Nación a Tribunales Arbitrales –ya sean los
previstos de modo permanente o los que se estipulen en
particular– sin previsión expresa que lo autorice, vulnera
la cláusula constitucional citada al afectar la facultad ju-
risdiccional para el conocimiento de una causa”(8).
En síntesis, en opinión de la Corte, el art. 116 de la CN
no obsta al sometimiento de esos asuntos a la jurisdicción
arbitral cuando así se hubiere pactado en contratos celebra-
dos de acuerdo con leyes especiales dictadas por el Con-
greso o cuando la Nación actuare como persona jurídica
(iure gestionis), no así cuando actúa como soberano (iure
imperii). Prueba de ello es que siempre admitió la jurisdic-
ción arbitral prevista en el Código de Comercio para resol-
ver las cuestiones provenientes del abordaje, aun cuando
uno de los buques fuera de propiedad del Estado(9), pero no
cuando uno de los involucrados era un buque de guerra(10).
V. El control de constitucionalidad en el arbitraje
Como una demostración más de la amplitud con que
la Corte contempla al arbitraje y a su autonomía, llegó a
aceptar que se sometan a árbitros las cuestiones constitu-
cionales que pudieran surgir entre las partes. Obviamente,
esta discusión se plantea en aquellos casos en que el com-
promiso arbitral no incluye referencias a la posible incons-
titucionalidad de alguna norma, porque si la incluye, las
partes luego no podrán articular queja alguna respecto del
ejercicio que el árbitro haga de esa facultad(11).
En “SA Puerto el Rosario”(12), de 1928, expresó: “los
árbitros juris pueden resolver toda cuestión que se les so-
meta no siendo de las exceptuadas por la ley, sea de puro
derecho, sea de carácter mixto o simplemente de hecho.
Y en la amplia dilucidación de las causas, pueden tomar
en consideración todas las razones que se aduzcan, tanto
legales como constitucionales. El hecho de que en el curso
de los debates aparezca una razón de orden constitucio-
nal, invocada por una de las partes, no puede tener el
efecto de desplazar al tribunal arbitral”.
En “SA Roggio DYCASA”(13), de 1979, reiteró la doc-
trina al rechazar un REF por no haber planteado la recu-
(8) “Techint Compañía Técnica Internacional SA c/ Empresa Nu-
clear Argentina de Centrales Eléctricas”. Fallos: 330:2215.
(9) Fallos: 160:133 (1931).
(10) Fallos: 235:940 (1956).
(11) No obstante ello, ha ocurrido en un caso y, por supuesto, fue
rechazado por el árbitro de la Bolsa de Comercio de Rosario, según
refiere Palacio, Lino E., “Otra vez sobre el arbitraje y el control de cons-
titucionalidad”, en La Ley 2004-D:19.
(12) Fallos: 152:347.
(13) Fallos: 301:198.

rrente la cuestión constitucional ante el árbitro: “Si la ac-
tora entendió que la aplicación del ordenamiento procesal
en la forma en que se pactó entraba, ahora, en conflicto
con algún mandato de la Carta Fundamental, debió haber
planteado la inconstitucionalidad de los preceptos adje-
tivos que obstaban a la revisión integral del laudo en la
forma pretendida, cuestión, esta, que no fue suscitada en
la oportunidad debida”.
Así lo han hecho varios tribunales arbitrales, por ejem-
plo, el de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires en autos
“Cie RP SA c/ Grimbank”(14), y ello mereció el comenta-
rio favorable de la doctrina(15).
Apunta Morello que las siguientes razones apoyan esa
facultad: (i) aún cuando no pertenece al PJ, el árbitro es un
tribunal de justicia; (ii) si el asunto es susceptible de ser
arbitrado, no hay motivos para limitar la competencia del
tribunal y extraer de ella la cuestión constitucional; (iii)
no se afecta el orden público porque el laudo tiene efec-
to interpartes. Palacio agrega que no encuentra razones
para negarle esa competencia al árbitro(16) y que, además,
lo considera auspicioso(17); y Bidart Campos(18) sostiene
que las cuestiones de orden público son irrenunciables y
dentro de ellas está el derecho de plantear judicialmente
una cuestión constitucional y obtener un pronunciamiento
sobre ella, “tanto en el laudo como posteriormente, en la
instancia extraordinaria de la Corte Suprema”. A nuestro
criterio, el planteo de inconstitucionalidad de una norma
no puede generar el apartamiento del árbitro porque si se
permitiera eso, sería muy sencillo sustraerse de un arbi-
traje pactado mediante el sencillo recurso de plantear una
inconstitucionalidad el presentar o al contestar la deman-
da. A ello se suma que la constitución es de orden público
y no puede permanecer soslayada o lesionada por el solo
hecho de que la causa no sea tramitada ante un juez sino
ante un árbitro, por lo tanto, este está obligado a expedirse
sobre ella.
VI. Los recursos judiciales contra los laudos
arbitrales
Cuando las partes en un arbitraje pactan la irrecurri-
bilidad del laudo, surge la pregunta acerca de si este es
susceptible de control de constitucionalidad por parte de
órganos judiciales, especialmente la Corte por la vía del
REF. La jurisprudencia tradicional de la Corte había deci-
dido que no procede ese recurso, dando pie, así, a la ela-
boración, por parte de la doctrina, del llamado “principio
de autonomía del arbitraje”. Así surge de los siguientes
fallos:
En “Muzlera de Machado”(19), de 1913, expresó que
“No puede considerarse fenecido a los términos del artícu-
lo 14, de la ley número 48, un juicio arbitral aún pendien-
te de la resolución de los recursos de nulidad y apelación
interpuestos contra el laudo por una de las partes y el de
apelación por la otra”.
En “De Caro c/ R. J. R. Caputo SAICA. s/ Recurso de
hecho”(20), de 1969, sostuvo que las decisiones de la juris-
dicción arbitral, libremente pactada por los interesados,
son irrevisables por vía del recurso extraordinario, “pues
esta es excluyente de la intervención judicial y no admite
otros recursos que los contemplados en las respectivas
leyes procesales, por medio de los cuales ha de buscarse
remedio a los agravios posibles ocasionados por el laudo
pertinente”.
(14) Publicado en El Derecho 198:467, con nota al pie de Morello,
Augusto M., “¿Pueden los árbitros declarar la inconstitucionalidad de
las leyes?”.
(15) Caputo, Leandro J., “Reflexiones en torno a la competencia
arbitral para resolver cuestiones constitucionales”, en Jurisprudencia
Argentina 2003-II, ejemplar del 14 de mayo de 2003, fascículo 7 y
Sacristán, Estela, “Control de constitucionalidad en el marco de un ar-
bitraje”, en Jurisprudencia Argentina 2005-III, ejemplar del 3 de agosto
de 2005, fascículo 5.
(16) Palacio, Lino E., “Arbitraje, control de constitucionalidad y re-
curso extraordinario”, en La Ley 2003-F:1184.
(17) Palacio, Lino E., “Otra vez…”, cit. 9.
(18) Bidart Campos, Germán J., “El control constitucional y el arbi-
traje”, en La Ley 2004-E:393.
(19) Fallos:118:247.
(20) Fallos: 274:323.
Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021
El mismo principio fue reiterado en cantidad de fallos,
con el argumento de que “no procede la vía del art. 14
de la ley 48 respecto de las decisiones de la jurisdicción
arbitral libremente pactada por los interesados, pues esta
es excluyente de la intervención judicial que culmina con
la de la Corte y no admite otros recursos que los contem-
plados por las respectivas leyes procesales, a través de los
cuales ha de buscarse remedio a los agravios ocasionados
por el laudo pertinente”(21).
En la misma orientación, se encuentra el dictamen del
Procurador General de la Nación en la causa “YPF c/
Sargo”(22), en el que argumenta que sería absurda la apela-
bilidad de los laudos si no fueran el resultado del ejercicio
de la jurisdicción.
En “Icer c/ Molinos Florencia s/ Recurso de hecho”(23),
de 1976, la Corte volvió a ratificar la doctrina según la
cual “No procede el recurso extraordinario respecto de
las decisiones de la jurisdicción arbitral libremente pac-
tada, que excluye la que normalmente corresponde a los
jueces...”.
En “Fibraca Constructora S.C.A. c/ Comisión Técnica
Mixta de Salto Grande”(24), de 1993, se recurría un laudo
del tribunal arbitral de la comisión demandada. La Corte
ratificó lo sostenido en fallos anteriores en cuanto al ca-
rácter final de los laudos arbitrales, entendiendo que el
tribunal arbitral de referencia satisfacía las exigencias del
debido proceso y que sus laudos son definitivos y no sus-
ceptibles de revisión en sede interna, con lo cual, al mismo
tiempo, reafirmó la supremacía del derecho internacional.
En “Pirelli Cables c/ ENTEL”(25), de 1999, se presentó
un caso referido a un arbitraje entre un particular y una
empresa estatal. Se discutía si la Corte debía entender en
un recurso de queja deducido por la demandada contra el
pronunciamiento del Tribunal Arbitral de Obras Públicas
de la Nación. La Corte desestimó la queja fundándose en
que, según la jurisprudencia imperante, no cabe recurso
judicial alguno respecto de las decisiones del Tribunal Ar-
bitral de Obras Públicas.
En el caso “Meller”(26), de 2002, la mayoría de la Corte
confirmó un laudo arbitral perjudicial para el Estado emi-
tido por el Tribunal Arbitral de Obras Públicas, que reco-
noció un reclamo de rendición de cuentas y cobro de pesos
formulado contra la empresa estatal Entel (en liquidación).
Esta sentencia formó parte de la acusación y destitución
de los jueces Boggiano y Moliné O’Connor, que integra-
ron la mayoría. La disidencia, en cambio, había votado por
la revisabilidad de un laudo en sede judicial, en atención a
las particularidades del caso.
Esa jurisprudencia firme y longeva cambió en el fallo
“José Cartellone c/ Hidronor”(27), de 2004, en el que,
por primera vez, la Corte sostuvo que el Poder Judicial
era competente par juzgar la validez de un laudo arbitral
“cuando sea inconstitucional, ilegal o irrazonable” o con-
traríe el orden público argentino(28). Lo hizo en una causa
en donde la cuestión discutida era (demasiado) sutil como
para sustentar un REF por arbitrariedad de sentencia: ver-
saba sobre cuál era el momento a partir del cual había que
actualizar cierta suma de dinero: si era enero o febrero de
1985. Según Bidart Campos(29), el fallo significa que “el
control judicial de constitucionalidad del laudo arbitral
siempre es viable y por ende no alcanzan las renuncias
que pudieran haberse pactado por las partes”. La Cor-
te abandonó así una larga tradición jurisprudencial, que
(21) Fallos: 237:392; 241:203; 250:408; 255:13; 274:323;
296:230; 306:455.
(22) Fallos: 290:458.
(23) Fallos: 296:230.
(24) Fallos: 316:1669.
(25) Fallos: 322:298.
(26) Fallos: 325:2893.
(27) Fallos: 327:1881.
(28) Pueden verse los siguientes comentarios del fallo: Casás, José
O., “Breves reflexiones –a raíz de una sentencia– sobre el arbitraje in-
ternacional y el orden público constitucional”, en La Ley, Suplemento de
derecho Constitucional, ejemplar del 23 de noviembre de 2004 (si bien
comenta otro fallo, analiza este); Marchesini, Gualterio M., “Arbitraje y
recurso extraordinario”, en La Ley 2004-E:948.
(29) Bidart Campos, Germán J., “El control constitucional y el arbi-
traje”, cit.
3
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OBLIGACIONES
Sobre los derechos y deberes de acreedores
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Daniel Bautista Guffanti
TOMO I
Año 2017
ISBN 978-987-3790-3-4
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hemos analizado más arriba, según la cual los laudos son
irrevisables en sede judicial.
Este fallo debe ser interpretado en el marco de la estra-
tegia seguida por el gobierno ante el CIADI(30) en las más
de treinta demandas a que se vio sometido el Estado Na-
cional luego de la “pesificación” del año 2002(31). En ese
contexto, si bien el fallo fue adoptado respecto de un arbi-
traje interno, implicó un mensaje a los tribunales arbitrales
internacionales en el sentido de que Argentina se reserva-
ba el derecho de revisar los laudos que allí se dictaren.
En “Cacchione”(32), de 2006, la Corte ratificó que
“…  se trata de un recurso interpuesto directamente con-
tra una decisión adoptada por un tribunal arbitral cuya
jurisdicción para intervenir en la presente controversia
ha sido libremente convenida por las partes, las que, ade-
más, han renunciado expresamente a interponer recursos
judiciales... En tales condiciones solo resulta legalmente
admisible la intervención de los jueces mediante la vía
prevista en el art. 760, segundo párrafo, del CPCCNN, en
cuyo marco y si se configurasen los extremos previstos en
el artículo 14 de la ley 48, cabría admitir la intervención
de esta Corte”(33).
VII. A modo de conclusión
Pese a las distintas ideologías que se han ido sedimen-
tando en las constituciones, en general, hay lugar para el
arbitraje sin colisión con las previsiones que ellas estable-
(30) Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a In-
versiones.
(31) Puede verse Rosatti, Horacio D., “Los tratados bilaterales de in-
versión, el arbitraje internacional obligatorio y el sistema constitucional
argentino”, en La Ley 2003-F:1283 y González Campaña, Germán,
“Revisión judicial de los laudos del CIADI”, en Jurisprudencia Argenti-
na, 2007-II, ejemplar del 23 de mayo de 2007, fascículo 8.
(32) Fallos: 331:422 y en La Ley, ejemplar del 24/4/2007, con
nota de Marchesini, Gualterio M.
(33) Puede verse Rivera, Julio C., “Recursos contra laudos arbitra-
les”, Jurisprudencia Argentina - suplemento del 28/3/07, Vol. 2007-I,
pág. 1268.
 4 Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021
cen. En el caso de la Argentina, el arbitraje goza de buena
salud y encuadra perfectamente en el modelo constitucio-
nal. Por lo tanto, son constitucionalmente válidos:
El arbitraje comercial entre privados.
El arbitraje que tiene como parte al Estado, por actos de
iure gestionis, siempre que una ley lo prevea y salvo cuan-
do la competencia del Poder Judicial federal está asignada
en forma expresa por la constitución.
El principio de autonomía del arbitraje.
La declaración de inconstitucionalidad de una norma en
el marco de un arbitraje.
El recurso extraordinario federal por arbitrariedad
cuando el laudo incurre en ese vicio.
VOCES: DERECHO CONSTITUCIONAL - CONSTITUCIÓN
NACIONAL - CORTE SUPREMA DE LA NACIÓN -
CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD - ESTADO
NACIONAL - DERECHO CIVIL - DERECHO CO-
MERCIAL - ACTOS DE COMERCIO - CONTRATOS -
CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - LEY - ARBITRAJE
JURISPRUDENCIA
Medicina Prepaga:
Aumentos por franja etaria: ilegitimidad; co-
bro; cese; plazo; art. 50 de la LDC; inapli-
cabilidad; deber de informar a los afiliados;
incumplimiento; daño punitivo; aplicación;
procedencia.
1 – Habiendo quedado acreditado que la empresa de medicina
prepaga demandada incumplió las previsiones del art. 4º de
la LDC en cuanto a su obligación de informar a afiliados
accionantes en forma cierta, clara y detallada todo lo rela-
cionado con las características esenciales del servicio que
provee y teniendo en cuenta que, a lo largo del proceso, se
apreció cierta falta de colaboración por su parte a los efectos
de desentrañar si los aumentos cuestionados por los actores
fueron generales y legítimos, o si obedecieron al cambio de
franja etaria, tal como ha quedado evidenciado en su omisión
de cumplir con la orden del Tribunal de grado de acompa-
ñar la documentación requerida por la contraria, así como
su escasa diligencia a los efectos de proporcionar informa-
ción a la experta que debía producir la pericia contable, cabe
concluir que todo ello revela un cierto menosprecio respecto
de la situación de los consumidores demandantes, que han
resultado perjudicados, y justifica la aplicación de la multa
prevista en el art. 52 bis de la LDC.
2 – No corresponde hacer lugar a la defensa de la empresa de
medicina prepaga demandada en punto a la aplicación del
plazo de prescripción establecido en el art. 50 de la LDC,
no solo porque tal cuestión no fue planteada en la anterior
instancia, sino también porque, en tanto se reclama el cese
del cobro del concepto fundado en la franja etaria, no se en-
cuentra cuestionado un acto único, sino que se objeta un ac-
cionar constante que los actores atribuyen a la demandada,
por lo que el daño es continuado y ha de considerarse como
un daño único y no como varios daños. En tales términos,
y en la medida que los aumentos por franja etaria son de
carácter periódico, tales hechos sucesivos hacen renacer o
renovar constantemente el plazo legal de prescripción para
accionar, por lo cual solo cabe el rechazo del planteo intro-
ducido. R.C.
60.696 – CNCom., sala F, marzo 29-2021. – Á., J. O. c. Medicus
S.A. de Asistencia Médica y Científica s/sumarísimo.
Buenos Aires a los 29 días del mes de marzo de dos
mil veintiuno reunidos los Señores Jueces de Cámara fue-
ron traídos para conocer los autos “Á. J. O. c/ Medicus
S.A. de Asistencia Médica y Científica s/Sumarísimo”
Expte. Nº COM 10224/2018 en los que al practicarse la
desinsaculación que ordena el art. 268 del Código Proce-
sal Civil y Comercial de la Nación resultó que la votación
debía tener lugar en el siguiente orden: vocalías Nº 17, Nº
18 y Nº 16.
Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente
cuestión a resolver:
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada, que luce a
fs. 450 de los registros digitales del expediente?
El Sr. Juez de Cámara Dr. Ernesto Lucchelli dice:
I. Antecedentes de la causa
a. J. O. Á. y S. A. R. demandaron a Medicus SA de
Asistencia Médica y Científica (“Medicus”) por reajuste
de cuota mensual, reajuste retroactivo, reintegro de lo pa-
gado en exceso y daño punitivo.
Explicaron que eran mayores de 65 años y que, desde
junio de 1983 hasta la actualidad resultaban usuarios de
Medicus, como grupo familiar.
Indicaron que, en concepto de ambas coberturas, abo-
naron $18.412,39 en febrero de 2018 y $  18.994,07 en
abril de 2018. Aclararon que el monto incluye un improce-
dente recargo etario y es el resultado de aumentos desme-
didos, que tomando como referencia por ejemplo la cuota
correspondiente a enero de 2016, de $  9.012,12, implica
un incremento por el referido período del 95,89% hasta
febrero y del 110,76% hasta marzo.
Afirmaron que han pagado, y lo siguen haciendo, un
ilegítimo recargo por edad desde que cumplieron 65 años,
conforme el art. 12 de la ley 26.682, por cuanto ellos tenían
más de 10 años de antigüedad como usuarios de la empresa.
Agregaron que, además, para determinadas prestacio-
nes como las “consultas en consultorio”, se les cobraba un
“copago”, que fue impuesto por la empresa.
Puntualizó que, al sancionarse la ley 26.682, en mayo
de 2011, momento a partir del cual Medicus debió reducir
las cuotas, eliminando todo recargo etario, pues J. O. Á.
contaba con más de 65 años de edad y más de 10 años
de pertenencia en el sistema, no solo no lo hizo sino que
las incrementó. Dio como ejemplo la cuota de abril de
2011, de $ 3.924,11, y la cuota de diciembre de 2011, de
$  4.721,43. Señaló que el importe se incrementó en un
20.32% en ocho meses.
Manifestó que lo mismo ocurrió cuando S. A. R. cum-
plió 65 años en junio de 2016. Apuntó que Medicus debió
practicar otra reducción de cuotas, suprimiendo los recar-
gos etarios, mas no lo hizo sino que incrementó las cuotas.
Mencionó que en mayo 2016 pagaba $  10.805,58 y en
noviembre de 2016 abonaba $  14.826,64, es decir, hubo
un incremento del 37,21% en seis meses.
Solicitó una medida cautelar, fundó en derecho y ofre-
ció prueba.
b. En fs. 160/170, se presentó Medicus, interpuso ex-
cepción de defecto legal y contestó demanda.
En primer lugar, negó todos y cada uno los hechos ex-
puestos en el libelo de inicio que no fueran objeto de reco-
nocimiento, y desconoció la documentación acompañada
con el escrito inaugural.
De seguido, expuso su versión de los hechos. Aclaró
que los actores ingresaron como asociados el 10 de junio
de 1983, es decir, hace 35 años, a través de un plan de
asociados generales, habiendo optado por el plan Azul,
M6-0006MAX, conforme se desprende de la solicitud de
ingreso.
Luego, mencionó que, cumplidos los 65 años de edad,
el único aumento que los usuarios pueden sufrir a futuro
son aquellos autorizados por la Superintendencia de Salud
en razón de las “variaciones de la estructura de costos y
razonable cálculo actuarial de riesgos”, todo conforme el
art. 17 de la Ley 26.682.
Sostuvo que los únicos aumentos efectuados a los ac-
cionantes desde que cumplieron los recaudos del art. 12 de
la ley 26.682 fueron aquellos autorizados por la Superin-
tendencia de Servicios de Salud.
Agregó que los copagos corresponden a las caracte-
rísticas del plan contratado y que los actores tenían ple-
no conocimiento de tal cuestión. Como prueba de ello,
dijo arrimar el “Cuadro de Beneficios” del plan Azul
M6_0006MAX, en el cual se detallan las características y
beneficios del plan contratado.
Destacó que, en dicho instrumento, consta claramen-
te la leyenda “RIGE UN ARANCEL ADICIONAL POR
LAS 4 PRIMERAS CONSULTAS POR MES Y POR
PERSONA”, el cual fue abonado por los actores por más
de 35 de años de afiliación a la empresa, sin existir impug-
nación, reclamo o reproche alguno, sino hasta el inicio de
las presentes actuaciones.
Por último, peticionó el rechazo del daño punitivo so-
licitado.
Fundó en derecho y ofreció prueba.
c. En fs. 248/249 se rechazó la excepción interpuesta
por la accionada, con costas.
II. La sentencia de primera instancia
En fs. 450 de los registros digitales de la causa, el ma-
gistrado hizo lugar a la demanda y condenó a Medicus a:
i) cesar en la conducta antijurídica observada, consistente
en el aumento indebido de las cuotas del contrato de me-
dicina prepaga que vincula a las partes; ii) restituir las
sumas que percibiera indebidamente de los accionantes,
con el alcance y extensión que resulta de lo dispuesto a
través del apartado V. b. del pronunciamiento; ello den-
tro del plazo de cinco días de quedar firme la liquida-
ción dispuesta al efecto, cuya confección se encomendó
al perito contador interviniente en autos. Agregó que a
los montos adeudados debían adicionarse los intereses
correspondientes, conforme la Tasa Activa que perci-
be el Banco de la Nación Argentina en operaciones de
descuento de documentos comerciales a treinta días, los
cuales habrán de ser calculados desde las fechas en que
se concretaron los pagos sin causa y hasta su efectivo
pago; iii) abonar una multa civil en concepto de “daño
punitivo”, fijada en la suma de $ 80.000 en favor de cada
uno de los reclamantes; y iv) abonar las costas del pro-
ceso por aplicación del principio objetivo de la derrota
(art. 68 CPCC).
III. Los recursos
Conforme surge de los registros digitales del expedien-
te, los actores apelaron en fs. 455 y su recurso fue conce-
dido en relación en fs. 456. Su memorial de fs. 473/480
fue contestado en fs. 482/488.
La demandada apeló en fs. 453 y su recurso fue conce-
dido en relación fs. 454. Su memorial fue presentado en
fs. 457/471 y respondido en fs. 473/480.
En fs. 507 se llamaron autos para dictar sentencia y en
fs. 508 se practicó el sorteo previsto en el art. 268 Cpr. En
fs. 509 se interrumpieron las actuaciones a fin de que se
elevara al Tribunal el expediente físico y la documentación
original. Recibido lo solicitado, en fs. 513 se llamó nueva-
mente los autos para dictar sentencia.
IV. Los agravios
Los actores critican: i) el período que se ordena reajus-
tar y su errónea interpretación sobre la extensión final, que
parece fijarse en abril de 2018, cuando no puede ser otra
que el momento de quedar firme la sentencia; y ii) el mon-
to concedido en concepto de daño punitivo.
Las quejas de la accionada transitan, en sustancia, por
los siguientes carriles: i) la magistrada juzgó el caso en-
tendiendo que los actores tenían contratado un “Plan Fa-
mily” en lugar del “Plan Azul M6-0006MAX”, el cual no
preveé aumentos por rango etario y sí contempla un copa-
go por las primeras cuatro consultas médicas por mes; ii)
existió una errónea interpretación normativa y se aplicó la
teoría de las cargas probatorias dinámicas; iii) la Sra. Juez
erró al evaluar la prueba, en especial la pericia contable, y
al determinar que su parte había violado el deber de infor-
mación; iv) debió aplicar el plazo de prescripción estable-
cido en el art. 50 de la LDC; y v) no cupo hacer lugar al
pedido de daño punitivo.
V. La solución
1. Aclaraciones preliminares
1.a. El análisis de los agravios esbozados por las ape-
lantes no seguirá el método expositivo adoptado por ellos,
y no atenderé todos sus planteos recursivos, sino aquellos
que estime esenciales y decisivos para dictar el veredicto
de la causa (Cfr. CSJN: “Altamirano Ramón c/ Comisión
Nacional de Energía Atómica”, del 11.11.1986; íd: “So-
ñes, Raúl c/ Administración Nacional de Aduanas”, del

12.2.1987; Fallos: 221:37; 222:186; 226:474; 228:279;
233:47; 234:250; 243:563; 247:202; 310:1162; entre
otros).
1.b. No existen dudas de que los accionantes y la de-
mandada revisten la calidad de consumidor y proveedor,
respectivamente, y que se encuentran unidos por una rela-
ción de consumo (arts. 1, 2 y 3 de la Ley de Defensa del
Consumidor “LDC”) (CNCom., esta Sala F, “Asociación
Protección Consumidores del Mercado Común del Sur
–PROCONSUMER– c/ Galeno Argentina S.A. s/ Sumarí-
simo”, 11.11.2014, entre muchos otros).
2. Fondo de la cuestión
2.a. La accionada critica el pronunciamiento de grado
e insiste en que su obrar se ajustó a derecho por cuanto: i)
no realizó ajustes por rango etario, en tanto el plan médico
de los accionantes no lo contemplaba; ii) los importes que
percibió en concepto de “cargo adicional por consultas”
estaban previstos contractualmente y, por lo tanto, resulta-
ron legítimos; y iii) no violó el deber de información (art.
4 LDC). Asimismo, cuestiona la forma en que fue aprecia-
da la prueba en la sentencia de grado.
Adelanto que propiciaré el rechazo de tales cuestiona-
mientos.
A mi entender, la conducta observada por las partes du-
rante la sustanciación del proceso constituyó un elemento
de convicción corroborante de las pruebas y me conduce a
tener por cierta, sustancialmente, la versión de los accio-
nantes (art. 163 CPCC).
Si bien considero que no se encuentran acreditados con
total precisión los hechos alegados por los actores, lo cier-
to es que dicha parte, a diferencia de su contraria, procuró
la demostración de sus alegaciones (art. 377 CPCC). Véa-
se que, a fin de acreditar su posición, entre otras cosas: i)
arrimaron instrumentos que reflejaban incrementos en los
importes que debían abonar; ii) ofrecieron que se produje-
ra prueba pericial contable; y iii) solicitaron se intimara a
la accionada a aportar al proceso ciertos instrumentos que
se encontraban en poder de su adversaria.
Por el contrario, la demandada desconoció los docu-
mentos arrimados por los reclamantes y sostuvo que los
aumentos efectuados se realizaron en función de lo auto-
rizado por la Superintendencia de Servicios de Salud. Asi-
mismo, afirmó que los copagos estaban establecidos en el
Reglamento de Medicus, fueron informados a los actores
y siempre fueron abonados por ellos. Así, sostuvieron que
la actual objeción de los demandantes se contravenía con
sus propios actos. Por otro lado, entre otras cosas, acom-
pañó documental, ofreció prueba pericial contable, y se
opuso a ciertos puntos periciales ofrecidos por los actores
y a aportar los instrumentos que le fueron solicitados en
los términos del art. 388 CPCC.
En fs. 260/262 la sentenciante rechazó las oposiciones
efectuadas por Medicus y, en fs. 272, hizo efectivo los
apercibimientos de fs. 262 y 264, y los tuvo presentes para
el momento de dictar sentencia, en los términos del art.
388 CPCC.
No desconozco que la accionada, en su expresión de
agravios, insiste en que los instrumentos que se la intimó
a arrimar no resultaban conducentes. Sin embargo, tal afir-
mación no puede rebatir la firmeza del auto que tuvo por
no presentados los documentos y por efectivos los aperci-
bimientos, con los efectos del art. 388 CPCC.
En tal escenario, señalo que el perito contador, en su
informe de fs. 388/398, presentó un cuadro de “Excel con
el detalle de las cuotas abonadas por los accionistas desde
junio de 2012 a la fecha [de la pericia], aportado por Mé-
dicus SA”. Si bien de tal prueba surgen aumentos en los
importes cancelados, los actores lo impugnaron por cuan-
to: “[d]e la simple compulsa entre las facturas agregadas
en la demanda como prueba documental, no coinciden los
importes, las sumas abonadas que surgen de las facturas
aportadas por mi parte son superiores a los que se infor-
man, se reitera, sin respaldo alguno, ni especificación de
los conceptos o rubros que integran. Incluso no coinciden
con el detalle de la facturación informado por MEDICUS
en su contestación de demanda (páginas 11 y 12)” (fs.
412 vta.).
Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021
En la ampliación de su informe, la experta indicó que
Medicus le entregó copia de las facturas de mayo de 2012
a julio de 2019 (fs. 426). No obstante, y más allá de la
impugnación efectuada por los actores a tal presentación
(fs. 432/434), lo cierto es que las facturas invocadas por el
perito no fueron presentadas en la causa.
Por otro lado, remarco que Medicus no observó ni im-
pugnó los informes presentados, pese a que el profesional
no se expidió, en concreto, respecto de los puntos ofreci-
dos por su parte (fs. 164). En particular, llama la atención
que la accionada no haya cuestionado que el perito no
contestara los extremos que resultaban esenciales a fin de
demostrar el núcleo de su defensa, a saber: “c) Si los au-
mentos efectuados (...) se condicen con los porcentajes de
aumento autorizados por la Superintendencia de Servicios
de Salud de la Nación; d) Si Medicus facturó y/o cobró
algún monto en concepto de “Adicional mayor” a los acto-
res al cumplir 65 años de edad. Aclare si en la facturación
figura dicho ítem y si la misma se ajusta a la ley 26.682”
(fs. 164).
Destaco que, en tanto la reclamada negó la versión de
los hechos de los accionantes y desconoció la documenta-
ción presentada con la demanda, pesaba sobre ella la carga
de demostrar que los aumentos efectuados fueron los ex-
presamente autorizados por la autoridad de aplicación (art.
377 CPCC) (CNCom., Sala D, “Nuñez Cynthia Gabriela
c/ Swiss Medical SA s/ ordinario”, del 6.10.2020).
Aclaro que la imposición de dicha carga procesal no
implica exigirle a la accionada la prueba de un hecho ne-
gativo ni la errónea aplicación de la “teoría de las cargas
probatorias dinámicas”, tal como sostiene Medicus. Por el
contrario, tal entendimiento responde a la aplicación del
código adjetivo y la LDC.
Recuerdo que el art. 377 del CPCC “pone en cabeza
de los litigantes el deber de probar los presupuestos que
invocan como fundamento de su pretensión, defensa o ex-
cepción, y ello no depende solo de la condición de actor
o demandado, sino de la situación en que cada uno se co-
loque dentro del proceso. Así, la carga de la prueba actúa
como un imperativo del propio interés, y quien no acredita
los hechos que debe probar arriesga su suerte en el pleito”
(cfr. CNCom., esta Sala, “Merlo Rodolfo Mario c/ Asegu-
radora Federal Argentina SA s/ ordinario”, 23.10.18; íd.,
“Grupo Cosmos Recursos Humanos SRL c/ Estética Laser
1 SRL s/ ordinario”, del 14.05.2019, entre muchos otros”).
Asimismo, el art. 53 de la LDC dispone que “[l]os pro-
veedores deberán aportar al proceso todos los elementos
de prueba que obren en su poder, conforme a las carac-
terísticas del bien o servicio, prestando la colaboración
necesaria para el esclarecimiento de la cuestión debatida
en el juicio”.
Súmase a ello que es lógico concluir que Medicus se
encontraba en mejor situación que los actores de acreditar
las circunstancias debatidas, pues resultaba muy sencillo
para ella “ilustrar al tribunal respecto de la composición
de las cuotas y con ello desvirtuar la tesis sostenida en el
escrito de inicio; esto es: el arbitrario y abusivo incremen-
to de la cuota (incluidos en ellos los denominados incre-
mentos por cambio de franja etaria)” (CNCom, esta Sala,
“Brenner Gualterio Carlos c/ Swiss Medical SA s/ sumarí-
simo”, del 20.11.2014).
Lo anterior toma mayor trascendencia en el caso, pues-
to que –tal como dije supra– los actores al impugnar la
pericia contable sostuvieron que los valores informados
por el experto resultaban distintos a los declarados por la
demandada al contestar la demanda.
No soslayo que la accionada indica que la diferencia se
debe a que “los valores informados a la perito contadora se
corresponden al valor de la cuota base del plan contratado
al cual se le deben adicionar los copagos, que fluctúan
mensualmente según los actores se atiendan o no medi-
camente, el servicio de Medicus Internacional (M.I.) con-
tratado –atención medica en el exterior tipo Assist Card–,
punitorios por pago tardío e I.V.A.”. Sin embargo, al igual
que como lo señalé anteriormente, ello no fue acreditado,
pese a resultar un extremo fácilmente demostrable para la
parte accionada.
5
FONDO EDITORIAL
MAXIMILIANO N. G. COSSARI
COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
Prevención y punición
en la responsabilidad civil
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Asimismo, cabe descartar el argumento que enfática-
mente resalta Medicus en su expresión de agravios en
punto a que “en forma permanente y durante todo el de-
sarrollo del proceso, se ha intentado que sea advertido por
el Señor Juez de Primera Instancia, lo que, no obstante
haberlo denunciado una y varias veces, y probado en au-
tos, jamás fue atendido y no fue considerado al momento
de dictar sentencia: ¡¡¡¡¡¡¡¡el plan que poseen contratado
los actores es del año 1983, es el plan más alto que po-
see MEDICUS en venta, categoría AZUL y NO posee
diferenciación por rango etario, tiene monto fijo el cual
va siendo ajustado únicamente por los aumentos que la
autoridad de aplicación autoriza. Esto significa que NO se
cobran aumentos ni diferencias por edad, no solo porque
la autoridad no daría curso, sino porque la misma natu-
raleza del plan NO LA CONTEMPLA!!!!!!!!” [sic] (fs.
458, según surge de los registros digitales de la causa.
Negrita removida).
Al respecto, basta con mencionar que, el documen-
to donde consta el inicio de la relación contractual entre
las partes es una solicitud de ingreso acompañada a fs.
147 con la contestación de demanda y a 390/391 por la
perito contadora. De ella no surge con claridad qué plan
médico estarían contratando los actores y menos aún cuál
sería el contenido de la relación contractual que unió a
las partes. Tampoco arroja luz al respecto el reglamento
que obra a fs. 148/155, sin perjuicio de señalar que no
se aportó evidencia alguna que indique su entrega a los
accionantes. Lo expuesto hasta aquí permite concluir que
no hay pruebas respecto de la alegada falta de distinción
por edad en el plan contratado por los actores. Aclaro
que no se requería de la entidad demandada un esfuerzo
probatorio desmedido para sostener lo manifestado en su
defensa, bastaba para ello acompañar los términos y con-
diciones del plan o haberle permitido a la experta tener
acceso a ellos a efectos de poder explicitar las circunstan-
cias alegadas.
Por lo demás, mientras que en su presentación de fs.
233/235, Medicus indicó que el plan contratado por los
reclamantes no tenía diferenciación por franja etaria (fs.
234 vta.), en su contestación de demanda, afirmó que: “si-
guiendo la ‘lógica’ aplicada –incorrecta, por cierto– de los
actores, los mayores de 65 años deberían abonar una suma
irrisoria comparado a individuos que se encuentran en una
edad ostensiblemente menor, como, por ejemplo, en sus
25 o 30 años, algo no se condice la normativa ni con el
simple razonamiento lógico” (fs. 164, negrita removida).
La postura mantenida por la entidad demandada en una
y otra presentación luce contradictoria respecto del punto
central de su defensa.
Por otra parte, con relación a la existencia o no de la di-
ferenciación etaria cabe señalar que en el cuadro de pres-
taciones y costos acompañado por la demandada (fs. 156)
surge una mención entre paréntesis “(65+años)” al lado
de la indicación del plan. Lo mismo surge del documento
acompañado por la experta contable, resaltado en color a
fs. 392. Es dable presumir que, a diferencia de lo que afir-
 6 Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021
ma la accionada, el plan médico de los actores sí discrimi-
na por edad y tiene una categoría específica para aquellos
afiliados que hayan superado los 65 años.
Por último, aclaro que lo aportado a la causa respecto
de la situación de otro matrimonio afiliado, que tiene con-
tratado el mismo plan que los actores y también supera
los 65 años, no esclarece la cuestión. Es que en la causa
no existen elementos que demuestren que Medicus cobra
a tales consumidores el importe que corresponde según la
normativa vigente. Así, tal extremo nada aporta a la solu-
ción del conflicto.
En otro orden de ideas, destaco que la accionada tam-
poco evidenció lo discutido en torno a los copagos. No
se me escapa que insiste en que: i) “tal cargo fue abonado
por los actores por más de 35 de años de afiliación (...), sin
existir impugnación, reclamo o reproche alguno a los mis-
mos, sino hasta el inicio de las presentes actuaciones; y ii)
del “Cuadro de Beneficios” del plan Azul M6_0006MAX
consta claramente la leyenda “RIGE UN ARANCEL ADI-
CIONAL POR LAS 4 PRIMERAS CONSULTAS POR
MES Y POR PERSONA”.
Sin perjuicio de ello, respecto del primer punto, alcan-
za con mencionar que la demandada no demostró que los
accionantes hubieran abonado tales conceptos por el plazo
que indica y sin efectuar reclamo alguno. Es que Medicus
no aportó a la causa ningún instrumento que diera cuenta
de la previsión contractual que establecía dichos ítems a
cargo de sus contrarios. Ello, insisto, pese a resultar un
extremo fácilmente demostrable por ella.
Con relación al segundo argumento, señalo que, con-
trariamente a lo apuntado por la demandada, tampoco
se encuentra acreditado que los accionantes tuvieran co-
nocimiento, con anterioridad al presente proceso, de la
existencia del mencionado “cuadro de beneficios” –aun
cuando estuviera presentado en internet–. Dicho sea de
paso, aclaro que lo mismo sucede con el Reglamento de
Medicus que fuera arrimado al contestar demanda, el cual
no contiene firma de los actores ni constancia de recepción
alguna.
A mayor abundamiento, resalto que es erróneo que el
“cuadro de beneficios” demuestra “claramente” que el
abonado debe pagar un cargo en concepto de copago. Nó-
tese que si bien es cierto que en la parte inferior del cua-
dro, en letra pequeña, existe la leyenda invocada por la de-
mandada, en la columna de la derecha se reitera, respecto
de las prestaciones, que ellas son “S/ CARGO S/ TOPE”
(fs. 156, en especial el punto 07).
De allí que quepa concluir que la información brindada
al consumidor no resulta cierta, clara y detallada en todo
lo relacionado con las características esenciales del servi-
cio prestado (art. 4 LDC).
2.b. En conclusión, al no poder contar con la documen-
tación necesaria para determinar con precisión lo debatido
en la causa, no puede esclarecerse si los aumentos fueron
generales y legítimos, o si obedeció al cambio de franja
etaria (en similar sentido, CNCom., esta sala, “Brenner
Gualterio Carlos c/ Swiss Medical SA s/ sumarísimo”, del
20.11.2014).
Así las cosas, por los argumentos que fueron desarro-
llados hasta aquí, entiendo que corresponde desestimar las
quejas de Medicus, con excepción de aquella relativa a
que la liquidación encomendada al perito para la etapa de
ejecución de la sentencia debe llevarse a cabo sobre los
valores del “PLAN AZUL o M6_0006MAX” para afilia-
dos con edad inferior a 65 años y no del plan “FamilyCare
I One JJ”. Ello surge del informe de la experta a fs. 426,
el que no ha sido objeto de impugnación en este aspecto,
donde se indica que el Sr. Á. es afiliado al mencionado
Plan Azul.
Asimismo, aclaro que corresponde receptar la queja de
los actores relativa a que el iter temporal que deberá te-
nerse en cuenta para la mencionada liquidación no debe
limitarse a abril de 2018, sino hasta el momento de quedar
firme la presente.
Por último, señalo que no corresponde hacer lugar a
la defensa de la demandada en punto a la aplicación del
plazo de prescripción establecido en el art. 50 LDC, por
cuanto tal cuestión no fue planteada en la anterior instan-
cia (art. 277 CPCC).
No obstante, aun cuando se soslayara tal limitación
procesal, en tanto se reclama el cese del cobro del con-
cepto fundado en la franja etaria, cabe ponderarse que no
se encuentra cuestionado aquí un acto único, sino que se
objeta un accionar constante que los actores atribuyen a la
demandada, por lo que el daño es continuado y ha de con-
siderarse como un daño único y no como varios daños. En
tales términos, y en la medida que los aumentos por franja
etaria son de carácter periódico, tales hechos sucesivos
hacen renacer o renovar constantemente el plazo legal de
prescripción para accionar, por lo que solo cabe el recha-
zo del planteo introducido (CNCom., esta Sala, “Rosem-
berg, Soledad Azucena c/ Swiss Medical SA s/ ordinario,
del 28.03.2019).
3. Daño Punitivo
Ambas partes cuestionan lo decidido con relación a este
rubro.
Mientras la accionada se queja de su procedencia y
cuantía, los actores se agravian por cuanto consideran que
el monto fijado por dicho ítem resulta exiguo.
Anticipo que ambos agravios deberán ser rechazados.
Al respecto, resulta preciso señalar que el art. 52 bis de la
LDC, modificada por la ley 26.361, incorpora la figura del
“daño punitivo” en los siguientes términos: “Al proveedor
que no cumpla sus obligaciones legales o contractuales
con el consumidor, a instancia del damnificado, el juez po-
drá aplicar una multa civil a favor del consumidor, la que
se graduará en función de la gravedad del hecho y demás
circunstancias del caso, independientemente de otras in-
demnizaciones que correspondan. Cuando más de un pro-
veedor sea responsable del incumplimiento responderán
todos solidariamente ante el consumidor, sin perjuicio de
las acciones de regreso que les correspondan. La multa
civil que se imponga no podrá superar el máximo de la
sanción de multa prevista en el artículo 47, inciso b) de
esta ley”.
Por su parte, al momento de interpretar la norma citada,
cabe recordar que la jurisprudencia ha señalado en forma
reiterada que si bien es cierto que se ha sido criticado el al-
cance amplio con el que ha sido legislada la multa civil, en
cuanto alude a cualquier incumplimiento legal o contrac-
tual, existe consenso dominante en el derecho comparado
en el sentido de que las indemnizaciones o daños punitivos
solo proceden en supuestos de particular gravedad, cali-
ficados por el dolo o la culpa grave del sancionado o por
la obtención de enriquecimientos indebidos derivados del
ilícito o, en casos excepcionales, por un abuso de posición
de poder, particularmente cuando ella evidencia menos-
precio grave por los derechos individuales o de incidencia
colectiva (conf. CNCom., esta Sala, “Rodríguez Silvana
Alicia c/ Compañía Financiera Argentina s/ sumarísimo”,
10.05.2012, y jurisprudencia allí citada).
Bajo tal marco conceptual, se advierte que la demanda-
da incumplió las previsiones del art. 4º LDC en cuanto a
su obligación de informar a los consumidores accionantes
en forma cierta, clara y detallada todo lo relacionado con
las características esenciales de los bienes y servicios que
provee. Por lo demás, a lo largo del proceso se aprecia
cierta falta de colaboración por parte de la accionada a los
efectos de desentrañar la verdad de los hechos, tal como ha
quedado evidenciado en su omisión de cumplir con la or-
den del Tribunal de grado de acompañar la documentación
requerida por la contraparte (ver fs. 272), así como su es-
casa diligencia a los efectos de proporcionar información a
la experta que debía producir la pericia contable (ver infor-
me de fs. 397/398). Todo ello a mi juicio revela un cierto
menosprecio respecto de la situación de los consumidores
actores, que han resultado perjudicados, y justifica la apli-
cación de la multa prevista en el art. 52 bis LDC.
En cuanto al monto de la sanción establecido en el gra-
do, resulta a mi juicio ajustado a derecho, ponderando la
gravedad de los incumplimientos mencionados (art. 165
del CPCC). Por lo expuesto, propondré rechazar los agra-
vios de ambas partes y confirmar el decisorio recurrido en
este aspecto.
4. Costas
Atento el modo en que progresan los agravios, las costas
de esta instancia deberán ser soportada por la demandada,
quien ha resultado sustancialmente vencida (art. 68 CPCC).
5. Conclusión
Por lo expuesto, propongo al Acuerdo que se modifique
la sentencia apelada en cuanto a que la liquidación enco-
mendada al perito para la etapa de ejecución de la sen-
tencia debe llevarse a cabo sobre los valores del “PLAN
AZUL o M6_0006MAX” para afiliados con edad inferior
a 65 años, contemplándose a tales fines las sumas abona-
das por los actores a la demandada desde el mes de ma-
yo de 2011 hasta que el presente decisorio quede firme,
confirmándose en los restantes aspectos que fuera materia
de agravio. Con costas de Alzada a la demandada que ha
resultado sustancialmente vencida (art. 68 CPCC).
Así voto.
El Doctor Rafael F. Barreiro dice:
1. Comparto en los sólidos fundamentos que inspiran la
decisión que sugirió mi distinguido colega, el Dr. Ernesto
Lucchelli.
Sin embargo, entiendo necesario realizar algunas consi-
deraciones en orden a la justificación de la procedencia del
daño punitivo.
2. Con sujeción al criterio de interpretación que ex-
presé en reiterados votos (“Bava Mónica Graciela y otras
c/ ALRA SA y otro s/ ordinario” del 19.06.18; “Vega
Gustavo Javier c/ MasterCard SA y Otros s/ ordinario”
del 29.08.17; “Feurer Eva y otro c/ Banco de la Provin-
cia de Buenos Aires s/ ordinario” del 22.08.17; “López
Bausset Matías c/Automilenio S.A. y otro s/ ordinario”
del 12.07.17; “López Hernán Javier c/ Forest Car SA y
otros s/ sumarísimo” del 12.07.07; “Martínez Aranda Jor-
ge Ramón c/ Plan Ovalo SA de Ahorro P/F Determinados
y otro s/ ordinario” del 27.04.17; “Robledo Brigo Adán c/
Fiat Auto Argentina SA y otros s/ ordinario” del 14.02.17;
“Berrio Gustavo Osvaldo y otro c/ La Meridional Com-
pañía de Seguros SA s/ ordinario” del 15.12.16), cuyos
esquemas expositivos no reiteraré aquí a los fines de evitar
alongar en demasía este Acuerdo., que coinciden con el
pensamiento que volqué en una publicación relativa a la
sustancia del daño punitivo (Barreiro, Rafael F., El factor
subjetivo de atribución en la aplicación de la multa civil
prevista por el art. 52 bis de la ley 24.240, Revista del De-
recho Comercial, del Consumidor y de la Empresa, Año
V, Nº 3, La Ley, junio de 2014, ps. 123/135), es corriente
asignar a la multa civil, además del propósito punitivo,
otras dos finalidades: reparatoria y preventiva.
La característica de habitualidad o generalidad en las
prácticas o comportamientos comerciales (arts. 4 LDC),
habilita la procedencia del daño punitivo. La justificación,
entonces, puede apreciarse desde dos perspectivas: a. la
compensación de daños extraordinarios; y b. la conducta
socialmente intolerable del proveedor.
3. Si se estimara que la multa civil solo procede en
aquellos supuestos en los que los fabricantes o proveedo-
res se prevalen a sabiendas de conductas dañosas procu-
rando obtener ganancias, especulando con la posibilidad
de lucrar a expensas de los consumidores que no formulen
reclamos, se estaría introduciendo una limitación que no
tiene base legal y que en poco contribuiría a sanear las dis-
torsiones en las relaciones de consumo.
4. En el caso, coincido con el apreciado Vocal preopi-
nante en punto a que la conducta desplegada por la de-
mandada merece ser castigada mediante la aplicación de
la sanción prevista por el art. 52 bis, LDC. Y, de la misma
manera, en base a los fundamentos expuestos en la senten-
cia apelada, estimo adecuada la cuantía fijada.
Así voto.
La Dra. Alejandra N. Tevez dice:
1. Comparto en lo sustancial la solución propiciada por
el distinguido colega preopinante en el voto que abrió este
Acuerdo.
 Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021 7

Considero necesario, empero, incorporar las reflexiones
que seguidamente expondré en punto a la procedencia en
el caso de la multa civil.
2. No hay dudas de que se configuró, en el caso, una re-
lación de consumo y que tal situación impone la aplicación
de las disposiciones de la LDC para dirimir el conflicto.
Recuérdese que la relación de consumo alude al vínculo
que se establece con quién en forma profesional, aun oca-
sionalmente, produzca, importe, distribuya o comercialice
cosas o preste servicios a consumidores o usuarios (LDC,
arts. 2 y 3).
El objeto de esa relación puede referirse a: (i) servicios,
considerados como un hacer intangible que se agota con
el quehacer inicial y desaparece e involucra una obliga-
ción de hacer y un derecho creditorio; y (ii) bienes, en
tanto cosas elaboradas y con destino al uso final que son
en realidad productos, cosas sin elaboración materiales e
inmateriales, durables o no e inmuebles (conf. Lorenzetti,
Ricardo Luis, “Consumidores”, pp. 101 y 105, Rubinzal-
Culzoni, Santa Fe, 2003; esta Sala, “Lento Erica Vanina
y otro c/Banco de Servicios Financieros SA y otro s/ or-
dinario”, del 20.11.12; íd., “López Dolores Gregoria c/
Telecom Personal SA s/ ordinario” del 19.11.15).
Y la aplicación de LDC, en tanto normativa específica
que protege los derechos de los consumidores y usuarios,
no puede soslayarse, en función de lo previsto por su art.
65 (cfr. esta Sala, “Kirchner Gustavo Gerardo c/ Hernán-
dez Pablo Daniel s/ secuestro prendario”, del 22.12.09;
“Molina Cristina Irma y otro c/ BBVA Consolidar Compa-
ñía de Seguros SA s/ ordinario”, del 18.10.12).
Ahora bien.
Sabido es que el art. 52 bis de la LDC modificada por
la ley 26.361 –BO: 7/4/08–, incorporó a nuestro derecho
positivo la figura del “daño punitivo”. Dispone la norma
textualmente: “Al proveedor que no cumpla sus obligacio-
nes legales o contractuales con el consumidor, a instancia
del damnificado, el juez podrá aplicar una multa civil a
favor del consumidor, la que se graduará en función de
la gravedad del hecho y demás circunstancias del caso,
independientemente de otras indemnizaciones que corres-
pondan. Cuando más de un proveedor sea responsable del
incumplimiento responderán todos solidariamente ante el

FACULTAD DE DERECHO - DEPARTAMENTO DE POSGRADO

CURSO DE POSGRADO
DERECHO DE DAÑOS
EN EL CÓDIGO CIVIL Y
COMERCIAL DE LA NACIÓN

  

 
  

   

Director Coordinadora
Dr. Oscar J. Ameal Dra. Elisa G. Romano
CONTACTO
posder@uca.edu.ar
CURSADA DE MODALIDAD VIRTUAL

martes 4 de mayo de 2021

   


 
 
 
 

 


 8 Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021
consumidor, sin perjuicio de las acciones de regreso que
les correspondan. La multa civil que se imponga no podrá
superar el máximo de la sanción de multa prevista en el
artículo 47, inciso b) de esta ley”.
Tal como precisé en otras oportunidades (v. mis votos
en autos “Dubourg Marcelo Adrián c/ La Caja de Seguros
SA s/ ordinario”, del 18.02.14; “Santarelli Héctor Luis y
otro c/ Mapfre SA de Seguros s/ ordinario”, del 08.05.14;
“García Guillermo Enrique c/ BankBoston NA y otros s/
sumarísimo”, del 24.09.15; y “Díaz Víctor Alcides c/ Fiat
Auto SA de Ahorro para Fines Determinados y otros s/ or-
dinario”, del 20.10.15), la reforma legislativa conllevó una
modificación en la concepción de la responsabilidad civil
de nuestro sistema codificado, que posee como presupues-
to la idea de la reparación integral y plena del perjuicio
causado (arg. CCiv. 1083). Los daños punitivos son, según
Pizarro, “sumas de dinero que los tribunales mandan a
pagar a la víctima de ciertos ilícitos, que se suman a las
indemnizaciones por daños realmente experimentados por
el damnificado, y están destinadas a punir graves incon-
ductas del demandado y a prevenir hechos similares en el
futuro” (Pizarro, Ramón, “Daños punitivos”, en Derecho
de Daños, segunda parte, Libro homenaje al Prof. Félix
Trigo Represas, La Rocca, 1993, pág. 291/2).
En esa línea, todas o la mayoría de las definiciones de
los daños punitivos incluyen los siguientes elementos: (i)
suma de dinero otorgada a favor del damnificado por sobre
el daño efectivamente sufrido; (ii) se los aplica con la fina-
lidad de castigar al incumplidor y para disuadir al sancio-
nado de continuar con esa conducta o conductas similares;
(iii) también son aplicados con la finalidad de prevención
general, es decir, para disuadir a otros proveedores que
practiquen conductas análogas a la sancionada.
Concordantemente, enseñan Gómez Leo y Aicega que
“los daños punitivos –traducción literal del inglés ‘puni-
tive damages’– son las sumas de dinero que los tribunales
mandan a pagar a la víctima de ciertos ilícitos, que se su-
man a las indemnizaciones por daños realmente experi-
mentados por el damnificado, que están destinados a punir
hechos similares en el futuro” (Gómez Leo, Osvaldo R. y
Aicega, María V., Las reformas a la Ley de Defensa del
Consumidor, JA, 2008-III-1353 - SJA, 20.08.08).
De acuerdo con la norma antes transcripta, en nuestro
derecho la concesión de daños punitivos presupone: (i) el
incumplimiento por parte del proveedor de sus obligacio-
nes legales o contractuales; (ii) la petición del damnifica-
do; (iii) la atribución del magistrado para decidir su otor-
gamiento; (iv) la concesión en beneficio del consumidor;
y (v) el límite cuantitativo determinado por el art. 47 de la
ley 24.240.
Sin perjuicio de destacar que el incumplimiento de una
obligación legal o contractual es una condición necesaria
pero no suficiente para imponer la condena punitiva -ya
que, además, debe mediar culpa grave o dolo del sancio-
nado, la obtención de enriquecimientos indebidos deriva-
dos del ilícito o evidenciarse un grave menosprecio por
los derechos individuales del consumidor o de incidencia
colectiva; cfr. López Herrera, Edgardo, “Daños punitivos
en el derecho argentino. Art. 52 bis”, Ley de Defensa del
Consumidor, JA 2008-II-1198; Pizarro - Stiglitz, Refor-
mas a la ley de defensa del consumidor, LL 2009-B, 949-,
la norma aludida indica que a los fines de la sanción de-
berá tomarse en cuenta “la gravedad del hecho y demás
circunstancias del caso”.
De allí que para establecer no sólo la graduación de
la sanción sino también su procedencia, resulta de apli-
cación analógica lo establecido por el artículo 49 de la
ley (cfr. Tevez, Alejandra N. y Souto, María Virginia, “Al-
gunas reflexiones sobre la naturaleza y las funciones del
daño punitivo en la ley de defensa del consumidor”, RD-
CO 2013-B-668). Véase que, en efecto, no obstante aludir
puntualmente a las sanciones administrativas, se fija un
principio de valoración de la sanción prevista por la norma
(López Herrera, Edgardo, “Daños punitivos en el derecho
argentino. Art. 52 bis”, Ley de Defensa del Consumidor,
JA 2008-II-1198; Falco, Guillermo, “Cuantificación del
daño punitivo”, LL 23/11/2011, 1).
Establece aquella disposición que: “En la aplicación y
graduación de las sanciones previstas en el artículo 47 de
la presente ley se tendrá en cuenta el perjuicio resultante
de la infracción para el consumidor o usuario, la posición
en el mercado del infractor, la cuantía del beneficio obte-
nido, el grado de intencionalidad, la gravedad de los ries-
gos o de los perjuicios sociales derivados de la infracción
y su generalización, la reincidencia y las demás circuns-
tancias relevantes del hecho”.
Resáltese que la conducta reprochada es la del fabrican-
te o proveedor que realiza un cálculo previo, a sabiendas
de que el producto o servicio ofrecido puede ocasionar un
daño; y mediante el cual se asegura que, descontando las
indemnizaciones, tendrá aún un beneficio que redundará
en ganancia (López Herrera, Edgardo, ob. cit.).
Se trata, en definitiva, de supuestos en los que fabrican-
tes o proveedores utilizan esa técnica –y este dato es muy
importante– de modo permanente y como una forma de
financiarse mediante sus consumidores (Colombres, Fer-
nando M., “Daño punitivo. Presupuestos de procedencia
y destino de la multa”, LL DJ 19/10/2011, 1). Ello así, a
través de una conducta objetivamente descalificable desde
el punto de vista social, esto es, disvaliosa por indiferen-
cia hacia el prójimo, desidia o abuso de una posición de
privilegio (Zavala de González, Matilde, “Actuaciones por
daños”, Buenos Aires, Hammurabi, 2004, pág. 332).
Como señalara la Sala III de la Cámara de Apelaciones
en lo Civil y Comercial de Rosario, al sentenciar en la
causa “Rueda, Daniela c/ Claro Amx Argentina SA”, “Si
bien es cierto que ha sido criticado el alcance amplio con
el que ha sido legislada la multa civil, en cuanto alude a
cualquier incumplimiento legal o contractual, existe con-
senso dominante en el derecho comparado en el sentido
de que las indemnizaciones o daños punitivos solo proce-
den en supuestos de particular gravedad, calificados por
el dolo o la culpa grave del sancionado o por la obtención
de enriquecimientos indebidos derivados del ilícito o, en
casos excepcionales por un abuso de posición de poder,
particularmente cuando ella evidencia menosprecio grave
por los derechos individuales o de incidencia colectiva”.
Mas, en rigor –y esto es decisivo, en el caso que se trata
aquí–, el análisis no debe concluir sólo en el art. 52 bis.
Es que el art. 8 bis refiere al trato digno hacia el con-
sumidor y a prácticas abusivas de los proveedores y, en su
última parte, dice: “Tales conductas, además de las san-
ciones previstas en la presente ley, podrán ser pasibles de
la multa civil establecida en el art. 52 bis de la presente
norma…” (Ferrer, Germán Luis, “La responsabilidad de
administradores societarios y los daños punitivos”, Diario
La Ley del 24.10.11).
La previsión legal del art. 8 bis LDC resulta plausible.
Ello así, tanto desde el punto de vista de los consumido-
res que han sido víctimas de un daño, cuanto desde la
perspectiva de los jueces que deben decidir si cabe res-
ponsabilizar al proveedor frente a supuestos no tipificados
–como la demora excesiva o el maltrato en la atención al
usuario, por citar algunos ejemplos–. Es que la lesión al
interés del consumidor puede surgir, en los hechos, no
solo por el contenido de una cláusula contractual o por el
modo en que ella sea aplicada, sino también de comporta-
mientos no descriptos en el contrato, que constituyen una
derivación de la imposición abusiva de ciertas prácticas
reprobables.
Se trata, en definitiva, de garantizar una directriz de tra-
to adecuado al consumidor, como modo de evitar la utili-
zación de prácticas comerciales que restrinjan o nieguen
sus derechos. El cartabón de conducta exigible al provee-
dor tiende a resguardar la moral y la salud psíquica y física
del consumidor. Así porque la ausencia de un trato digno
y equitativo agravia el honor de la persona. De allí que la
norma deba ser vista como una concreción del principio
general de buena fe y como desarrollo de la exigencia del
art. 42 CN. Así, el proveedor está obligado no solamente
a ajustarse a un concreto y exacto contenido normativo,
sino además está constreñido a observar cierta conducta en
todas las etapas del iter negocial, incluso aún antes de la
contratación. Y no podrá vulnerar, en los hechos, aquellos
sensibles intereses (cfr. Tevez, Alejandra N. y Souto Ma-
ría Virginia, “Trato “indigno” y daño punitivo. Aplicación
del art. 8 bis de la Ley de Defensa del Consumidor”, del
26.04.16, La Ley 2016-C, 638).
Juzgo que es desde dicha perspectiva conceptual que
corresponde evaluar en el caso la procedencia del daño
punitivo.
De los antecedentes colectados en la causa, puede infe-
rirse con suficiente grado de certidumbre, la configuración
de este daño con arreglo al marco de aprehensión de los
arts. 8 bis y 52 bis de la LDC. Ello así, aún juzgada la
cuestión con el criterio restrictivo que debe primar en la
materia.
Como ya fue señalado, este específico daño requiere la
existencia de una manifiesta o grosera inconducta por par-
te del proveedor en el trato comercial con el consumidor.
Claro que es tarea del juzgador discernir con prudencia en
qué circunstancias de modo, tiempo y lugar se verifica tal
conducta antifuncional en la relación de consumo (cfr. mis
votos en esta Sala F, en autos “Rodríguez Silvana Alicia
c/ Compañía Financiera Argentina SA s/ sumarísimo”, del
10.05.12 y “Rojas Sáez Naxon Felipe c/ Banco Comafi SA
s/ ordinario”, del 19.08.14).
En el caso, se advierte que Medicus incumplió con el
deber de informar adecuadamente las características del
plan médico contratado, su composición y alcances, ello
sumado a la reprochable conducta que desarrollara a lo
largo de la tramitación de este pleito omitiendo acompañar
la documentación necesaria a los fines de desentrañar la
cuestión sometida a decisión.
De allí que la conducta de la codemandada observada
en esta causa justifica la imposición de la aludida sanción
ejemplificadora.
Finalmente, cabe decir que a los efectos de determinar
el “quantum” de la multa no puede perderse de vista la
función de este instituto: sancionatoria y disuasoria. En-
tonces, no corresponde evaluar el daño punitivo como una
compensación extra hacia el consumidor afectado o co-
mo una especie de daño moral agravado. Antes bien, debe
ponderarse muy especialmente la conducta del proveedor,
su particular situación, la malignidad de su comportamien-
to, el impacto social que la conducta sancionada tenga o
pueda tener, el riesgo o amenaza para otros potenciales
consumidores, el grado de inmoralidad de la conducta re-
prochada y el de desprecio por los derechos del consumi-
dor afectado, como antes se señaló.
Bajo tales parámetros, y ponderando asimismo el límite
cuantitativo que determina la LDC 52 bis y la prudente
discrecionalidad que ha de orientar la labor judicial en es-
tos casos (Cpr: 165), estimo adecuada la justipreciación de
la indemnización de este concepto efectuada por el distin-
guido vocal preopinante.
3. Con estas aclaraciones y salvedades, adhiero, como
señalé, a la solución propiciada en el voto que abrió este
acuerdo.
Así voto.
Y Vistos:
I. Por los fundamentos expresados en el Acuerdo que
antecede, se resuelve: modificar la sentencia apelada en
cuanto a que la liquidación encomendada al perito para la
etapa de ejecución de la sentencia debe llevarse a cabo so-
bre los valores del “PLAN AZUL o M6_0006MAX” para
afiliados con edad inferior a 65 años, contemplándose a
tales fines las sumas abonadas por los actores a la deman-
dada desde el mes de mayo de 2011 hasta que el presente
decisorio quede firme, confirmándose en los restantes as-
pectos que fuera materia de agravio. Con costas de Alzada
a la demandada que ha resultado sustancialmente vencida
(art. 68 CPCC).
II. Notifíquese (Ley Nº 26.685, Ac. CSJN Nº 31/2011
art. 1º, Nº 3/2015 y Nº 23/17), cúmplase con la protocoli-
zación y publicación de la presente decisión (cfr. Ley Nº
26.856, art. 1; Ac. CSJN Nº 15/13, Nº 24/13 y Nº 6/14) y
devuélvase a la instancia de grado. – Ernesto Lucchelli.
– Rafael F. Barreiro. – Alejandra N. Tevez (Sec.: María
Florencia Estevarena).

NOVEDADES EN EL DERECHO DE CONSUMO
Derecho fácil para consumidores y proveedores.
Breve comentario de la Resolución 274/2021
de la Secretaría de Comercio
por Juan Ignacio Cruz Matteri(*) y Victoria Sofía Pacevicius(**)
“Una injuria no se lava cuando el castigo alcanza
a quien la aplica”.
Edgar Allan Poe(***)
Sumario: PROEMIO. – I. VENTANILLA ÚNICA FEDERAL. –
II. DOMICILIO ELECTRÓNICO: ALGUNAS CONSIDERACIONES.
OBLIGATORIEDAD DE LA CONSTITUCIÓN DE DOMICILIO ELEC-
TRÓNICO. – III. REGISTRO NACIONAL DE PROVEEDORES. – IV.
DERECHO A LA INFORMACIÓN. – V. COLOFÓN.
Proemio
El 30 de marzo de 2021 se publicó en el Boletín Oficial
la Resolución Nº 274/2021 de la Secretaría de Comercio
Interior del Ministerio de Desarrollo Productivo. En esta
no solo se creó la Ventanilla Única Federal, herramienta
que se encontraba en funcionamiento desde el año 2019,
sino también se estableció la obligatoriedad de la consti-
tución de los domicilios electrónicos por parte de los pro-
veedores de bienes y servicios. En el otro orden de las
cosas, la mentada norma obliga la incorporación del link
de esta misma en las páginas webs de los proveedores, a
fin de dar a conocer al público consumidor su derecho a
reclamar frente a posibles incumplimientos. Esperamos
que este breve comentario esté a la altura de las expectati-
vas de los estudiosos y practicantes del derecho.
I. Ventanilla Única Federal
La creación de la Ventanilla Única Federal como tam-
bién la imposición de las mencionadas obligaciones a los
proveedores encuentran sus fundamentos jurídicos no solo
NOTA DE REDACCIÓN: Sobre el tema ver, además, los siguientes traba-
jos publicados en EL DERECHO: La responsabilidad del proveedor por pro-
ducto elaborado en el marco de la relación de consumo, por ADRIÁN O.
MOREA, ED, 252-766; Particularidades del régimen de tutela a los con-
sumidores y usuarios, por MARCELO C. QUAGLIA, ED, 258-60; Las vías de
resolución de los conflictos en las relaciones de consumo, por IGNACIO
M. BRAVO D’ANDRÉ y SANTIAGO P. IRIBARNE, ED, 260-452; Los derechos
del consumidor a la luz de la unificación civil y comercial... ¿ficción,
realidad o repetición innecesaria de principios? Algunos apuntes de los
derechos de incidencia colectiva, por NÉSTOR S. PARISI, ED, 263-745; La
relevancia de la tutela del consumidor, por FRANCISCO JUNYENT BAS, ED,
266-866; Contradicciones jurisprudenciales. Aplicaciones de las presun-
ciones en el derecho del consumo, por CELIA WEINGARTEN, ED, 268-670;
El orden público en las normas de protección al consumidor incorpo-
radas al Código Civil y Comercial, por NOEMÍ NICOLAU, ED, 269-699;
La competencia del juez del domicilio del consumidor demandado es
relativamente prorrogable, por TORIBIO ENRIQUE SOSA, ED, 274-537; El
defensor del cliente y la protección de los consumidores, por SERGIO
SEBASTIÁN BAROCELLI, ED, 278-800; Los principios que articulan el Estatuto
del Consumidor. A propósito del diálogo de fuentes y el Anteproyecto
de Ley de Defensa del Consumidor, por FRANCISCO JUNYENT BAS y PATRICIA
M. JUNYENT DE DUTARI, ED, 282-643; La tutela al usuario de servicios en
el ámbito de las relaciones de consumo: un interesante precedente. Co-
mentario al fallo “T., G. E. y otros c. Cablevisión S.A. s/ordinario”, por
GABRIEL ABAD y MARCELO C. QUAGLIA, ED, 287-190; El régimen adminis-
trativo sancionador en las relaciones de consumo, por SERGIO SEBASTIÁN
BAROCELLI, ED, 288-918; La protección de los consumidores en el contex-
to de la pandemia de COVID-19, por SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI, ED,
288-1211; El reconocimiento de los consumidores y las consumidoras
hipervulnerables en el ordenamiento jurídico argentino, por CAREN KALA-
FATICH y EZEQUIEL N. MENDIETA, ED, 288-1372. Todos los artículos citados
pueden consultarse en www.elderechodigital.com.ar.
(*) Abogado. Especialista en Contratos y Daños por la Universidad
de Salamanca, España. Secretario Académico del Colegio de Aboga-
dos de Zárate Campana. Profesor de Derecho Civil y Derecho de los
Contratos, en la Universidad de Buenos Aires. Profesor en la Fundación
de Ciencias Jurídicas y Sociales del Colegio de Abogados de la Pro-
vincia de Buenos Aires (ColProBa). Premio Mejor Joven Profesional de
la Provincia de Buenos Aires otorgado por ColProBa (2017). Árbitro
Institucional en el Sistema Nacional de Arbitraje de Consumo.
Interior: Bahía Blanca: Notas Jurídicas: Tel. (0291) 4527524 / La Plata: Tel. (011) 4349-0200, int. 1181 / Mar del Plata: Jorge Rabini Tel./Fax (0223) 4893109 / Córdoba: Alveroni Libros Jurídicos (0351) 4217842
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Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021
en la Constitución Nacional (en su art. 42), sino también
en la Resolución Nº 37, del 15 de julio de 2019, del GRU-
PO MERCADO COMÚN del MERCOSUR relativa a la
protección al consumidor en el comercio electrónico(1); el
art. 43, inc. a), de la ley 24.240, así como en toda la nor-
mativa relativa al fácil acceso de las instituciones en razón
de la pandemia que azota al país y al mundo(2). Dadas las
medidas de aislamiento y distanciamiento social, va de su-
yo que las costumbres de consumo cambiaron; las moda-
lidades de contratación a distancia, la necesidad de acceso
a la información a través de internet respecto de bienes y
servicios, y las vías electrónicas para efectuar reclamos y
consultas adquirieron especial trascendencia. El contacto
por medios electrónicos resultó, a fin de cuentas, la única
vía con la que los consumidores contaron y cuentan para
acceder a sus derechos.
Por todo esto, básicamente esta resolución pone de ma-
nifiesto la importancia de un derecho pilar: información al
consumidor.
Conforme sostiene la Dra. Matilde E. Ballerini en su
voto, el derecho a la información de los consumidores (y,
como contrapartida, el deber de los proveedores de sumi-
nistrarla) posee rango constitucional(3). Y es esta falta de
información lo que hace tan dispar la relación entre los
consumidores y los proveedores de bienes y de servicios;
en palabras de Japaze: “La tutela jurídica del consumidor
parte de una premisa esencial: la desigualdad de las partes
involucradas en la relación de consumo, la situación de
debilidad de una de ellas frente a la fuerza o poderío que
ostenta el otro extremo de esa relación jurídica propiciada
por el mercado (...) El deber de información constituye
una obligación que no solo se impone al proveedor en la
etapa precontractual y al momento de concretar la cele-
bración del acto de consumo sino que debe ser cumplida
asimismo durante todo el iter contractual”(4).
II. Domicilio electrónico: algunas consideraciones
El proveedor de bienes y de servicios tiene la obliga-
ción de denunciar y constituir un domicilio electrónico
(**) Abogada con orientación en Derecho Privado y Derecho Nota-
rial. Facultad de Derecho, UBA.
(***) Poe, Edgar Allan. Historias extraordinarias. “La barrica del
amontillado”. Editorial Maucci. Barcelona, España. 1887.
(1) N.A. Para una mayor profundidad en el tema, véase Scotti, Lu-
ciana. Régimen de los contratos celebrados por medios electrónicos. A
la luz del derecho vigente y del Proyecto de Código Civil y Comercial
de la Nación. Erreius - Errepar. Buenos Aires. 1 de noviembre de 2013
(www.erreius.com). Klein Vieira, Luciane. La hipervulnerabilidad del
consumidor transfronterizo y la función material del Derecho Internacio-
nal Privado. La Ley. Buenos Aires. 2017.
(2) N.A. Véase Ley Nº 27.541 de Solidaridad Social y Reactivación
Productiva, en la que se dispone la emergencia sanitaria, económica y
social, junto con sus normas reglamentarias y complementarias, como
ser el Decreto Nº 260 del 12 de marzo de 2020 y sus modificatorios,
donde se amplió por el plazo de un año, desde la entrada en vigencia
de dicha norma, la emergencia pública en materia sanitaria en virtud
de la pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud
(OMS) en relación con el coronavirus COVID-19. Nótese que el plazo
de la referida emergencia sanitaria fue prorrogado hasta el 31 de di-
ciembre del presente, en virtud de lo establecido en el Decreto 167 del
11 de marzo de 2021.
(3) 10162/2011 - “Asociación de Defensa de Derechos de Usua-
rios y Consumidores (ADDUC) c/ Banco Itaú Argentina S.A s/ ordina-
rio” – CNCOM. - sala B - 14/12/2020. El Dial.
(4) Japaze, Belén. “El deber de información”, en Rusconi, Dante
D. (Coord.). Manual de Derecho del Consumidor. Abeledo Perrot. 1ª
Edición. Buenos Aires. 2009.
9
Director: Walter F. Krieger
ante la Autoridad de Aplicación. Este mismo tiene la ca-
racterística de ser un domicilio especial(5), dándole por
ello ciertas características especiales. En forma reiterada
se ha señalado que el domicilio especial o de elección es
aquel en el cual tendrán lugar todos los efectos derivados
de la relación jurídica y tiene por fin, entre otros, constituir
un centro de recepción de la notificación de los actos pro-
cesales y de actos o manifestaciones de voluntad relativos
al negocio o acto jurídico para el cual se denunció domici-
lio(6). Encontramos al domicilio de elección regulado en el
art. 75 del CCyC: “Las partes de un contrato pueden elegir
un domicilio para el ejercicio de los derechos y obligacio-
nes que de él emanan. Pueden además constituir un domi-
cilio electrónico en el que se tengan por eficaces todas las
notificaciones, comunicaciones y emplazamientos que allí
se dirijan”.
Como última aclaración, relativa a este punto; el domi-
cilio de elección es un domicilio ficticio elegido por las
partes para la ejecución de una convención. En la elección
del domicilio especial se debe ver simplemente una dero-
gación convencional de los efectos normales del domicilio
real. Esta derogación se descompone en un doble elemen-
to: una atribución de competencia a un tribunal que no
es el del domicilio del demandado, y una constitución de
mandatario(7).
Obligatoriedad de la constitución de domicilio
electrónico
“Art. 4º. Establécese que todo proveedor requerido, en
virtud de un reclamo presentado ante la Ventanilla Única
Federal, deberá constituir domicilio electrónico dentro de
los DIEZ (10) días hábiles de notificado, siempre que no
hubiesen constituido domicilio electrónico ante el Servicio
de Conciliación Previa en las Relaciones de Consumo, de
conformidad con lo dispuesto por la Resolución Nº 616
de fecha 25 de noviembre de 2020 de la SECRETARÍA
DE COMERCIO INTERIOR del MINISTERIO DE DESA-
RROLLO PRODUCTIVO.
El mismo tendrá carácter de domicilio constituido y
en él serán consideradas válidas todas las notificaciones
que se cursen en el marco de los procedimientos adminis-
trativos que lleven a cabo por la Autoridad Nacional de
Aplicación de la Ley Nº 24.240 y las Autoridades de Apli-
cación locales que adhieran a la presente resolución”.
(5) Decreto Nº 1759/72 T.O. 2017. Art. 19. Constitución de do-
micilio especial. a. Presentaciones en soporte papel. Toda persona que
comparezca ante autoridad administrativa, por derecho propio o en
representación de terceros, deberá constituir un domicilio especial den-
tro del radio urbano de asiento del organismo en el cual tramite el
expediente. Si por cualquier circunstancia cambiare la tramitación del
expediente en jurisdicción distinta a la del inicio, el interesado deberá
constituir un nuevo domicilio especial. Se lo hará en forma clara y pre-
cisa indicando calle y número, o piso, número o letra del escritorio o
departamento; no podrá constituirse domicilio en las oficinas públicas,
pero sí en el real de la parte interesada, siempre que este último esté
situado en el radio urbano del asiento de la autoridad administrativa.
b. Presentaciones mediante la plataforma electrónica de Trámites
a Distancia (TAD). Toda persona que comparezca ante una Autoridad
Administrativa mediante la Plataforma Electrónica de “TRÁMITES A DIS-
TANCIA” (TAD), por derecho propio o en representación de terceros,
deberá constituir un domicilio especial electrónico en el cual serán váli-
das las comunicaciones y notificaciones.
c. La cuenta de usuario de la plataforma electrónica de Trámites a
Distancia (TAD) será considerada el domicilio especial electrónico cons-
tituido para aquellos trámites que se gestionen utilizando dicha plata-
forma.
(6) CNCiv., sala A, 9/11/98, Rev. La Ley del 20/8/99, fallo
99.178; CNFed. Civil y Com., sala II, 21/10/97, Rev. La Ley del
30/6/98, fallo 97.386 y su nota; cit. en Kalejman, Mauricio. “La cons-
titución del domicilio especial o de elección. Comentario al fallo “Coo-
perativa de Vivienda Crédito y Consumo Armar Ltda. c/ Compañía
Chilena de Tierras SA s/ Ejecución Hipotecaria”. Editorial IJ Editores.
Revista de Derecho Procesal Civil y Comercial - Número 5 - diciembre
2013. IJ-LXX-292.
(7) Ripert, Georges. Boulanger, Jean. Tratado de Derecho Civil.
Según el Tratado de Planiol. Tomo II. Vol. I. La Ley. Buenos Aires. 1988.
Págs. 85 y 86.

D i a r i o d e D o c t r i n a
Se estableció la obligatoriedad de constituir domicilio
electrónico a los proveedores que hayan recibido un re-
clamo a través de la Ventanilla Única Federal, siempre y
cuando no lo hayan constituido antes en el Servicio de
Conciliación Previa en las Relaciones de Consumo.
La fuerza de dicha obligatoriedad encuentra su ante-
cedente inmediato en la Resolución Nº 616/2020, de la
SECRETARÍA DE COMERCIO INTERIOR del MINIS-
TERIO DE DESARROLLO PRODUCTIVO, en la cual
se establecieron los parámetros para la celebración de las
audiencias de conciliación por medios electrónicos dentro
del Servicio de Conciliaciones Previas en las Relaciones
de Consumo (COPREC)(8). Implementa, a su vez, como
sustento lo contemplado en el Decreto Nº 1759/72 T.O.
2017, en su art. 19, inc. d): “Sede electrónica. La cuenta
de usuario de la Plataforma Electrónica de “TRÁMITES
A DISTANCIA” (TAD) es la sede electrónica del parti-
cular, en donde serán notificadas en forma electrónica
las actuaciones administrativas”.
Es importante remarcar, para los proveedores de bienes
y de servicios, que el domicilio de elección o especial per-
dura en su eficacia mientras surte efecto el contrato que lo
contiene. Siendo la constitución del domicilio convencio-
nal una mera cláusula del contrato, destinada a funcionar
en tanto dure el régimen convencional estructurado por el
contrato, su suerte está ligada a este, y se extingue con él(9).
En tal sentido, el proveedor que no haya constituido
domicilio ante COPREC y haya recibido un reclamo a tra-
vés de la Ventanilla Única Federal contará con el plazo de
10 días hábiles a fin de constituir el domicilio electrónico,
domicilio que podrá ser modificado con posterioridad, ello
de conformidad con el art. 77 del Código Civil y Comer-
cial de la Nación, ya que de lo contrario iría en detrimento
de lo establecido en el art. 344 del mencionado Código(10).
La importancia de ese domicilio constituido radica en
que las notificaciones cursadas a este tendrán carácter de
fehaciente en virtud de lo establecido en el inc. h) del art.
41 del Reglamento de Procedimientos Administrativos,
Decreto Nº 1759/72 T.O. 2017, que establece que las no-
tificaciones podrán realizarse por cualquier medio que dé
certeza de la fecha de recepción del instrumento en que se
recibió la notificación, tomando como supuesto el siguien-
te inciso: (…) h. Por medio de la plataforma electrónica
de trámites a distancia (TAD), que se realizarán en la
cuenta de usuario que es la sede electrónica en la cual
el particular ha constituido su domicilio especial electró-
nico. La notificación oficial se dará como perfeccionada
cuando el contenido de la misma esté disponible en la
cuenta de usuario de destino. A dichos efectos, se consi-
derará al usuario notificado el primer día hábil siguiente
al de la fecha de ingreso de la notificación a su cuenta,
momento en el que comienzan a correr los plazos.
III. Registro Nacional de Proveedores
Art. 6º. Las Autoridades de Aplicación de la Ley Nº
24.240 de Defensa del Consumidor adheridas a la Venta-
nilla Única Federal tendrán acceso a la información de-
clarada por los proveedores de bienes y servicios.
(8) Resolución Nº 616/2020. Art. 2º: “Las partes deberán constituir
domicilio electrónico a los efectos de recibir allí las notificaciones que
se cursen a lo largo del procedimiento conciliatorio. Las y los consumi-
dores, al efectuar el trámite de alta en el Servicio de Conciliación Pre-
via en las Relaciones de Consumo (COPREC), consignarán una única
dirección de correo electrónico, la que tendrá carácter de domicilio
constituido y en la que serán consideradas válidas todas las notificacio-
nes que se cursen en el marco del COPREC”.
(9) Cruz Matteri, Juan Ignacio. Comentario al Art. 75 CCyC, en
Garrido Cordoberá, Lidia María Rosa (Dir.). Código Civil y Comercial
comentado. Astrea. Buenos Aires. T. I.
(10) Ídem.
Buenos Aires, martes 1º de junio de 2021
y J u r i s p r u d e n c i a
Lo novedoso de esta Resolución es que permitirá ins-
tituir un Registro Nacional de los domicilios constituidos
por parte de los proveedores, para que las jurisdicciones
adheridas a la Ventanilla Única Federal tengan acceso a
la información declarada por los proveedores de bienes y
servicios. Este punto permitirá sortear las dificultades que
hoy en día representen para las Direcciones Provinciales
de Defensa del Consumidor las notificaciones a los pro-
veedores, sobre todo cuando no tienen su sede en dicha
jurisdicción, y que impidan la continuidad del proceso ad-
ministrativo a fin de resolver las controversias del ámbito
consumeril.
IV. Derecho a la información
Art. 8º. Establécese que los proveedores que posean
páginas o aplicaciones web deberán incorporar un enlace
que permita el ingreso a la página correspondiente al for-
mulario de denuncia de la Ventanilla Única Federal (…).
Primeramente, debemos hacer notar a los lectores que
es esencial delimitar los sujetos activos y pasivos de la
obligación informativa. Como sujeto activo, conforme lo
dice expresamente la norma transcripta, la información a
suministrar por los proveedores que posean páginas o apli-
caciones webs tiene un destinatario concreto, el consumi-
dor. Es este el acreedor de la obligación de informar, como
también su beneficiario de la herramienta diseñada por la
Autoridad de Aplicación para acortar la asimetría de la
relación y para informar el cúmulo de derechos en cabeza
del consumidor(11). Por el otro lado, como sujeto pasivo
la norma impone el deber de información al proveedor de
bienes y servicios que posean páginas o aplicaciones we-
bs. Como señala Japaze, “Dada la amplitud del concepto
de proveedor contenido en la ley (art. 2º, Ley 24.240), y
cualquiera fuera el rol que este pueda asumir en las dis-
tintas etapas del proceso de creación y comercialización,
todos aquellos que participan en la cadena de comerciali-
zación están obligados”(12), en tanto hagan uso de platafor-
mas webs y aplicaciones. La información de derechos deja
de ser algo meramente estático, y pasa a ser una actividad
impuesta a uno de los protagonistas de la relación de con-
sumo: el proveedor.
El deber de información, conforme señala Stiglitz, no
versa únicamente sobre el adecuado conocimiento de las
condiciones de la operación realizada, de las caracterís-
ticas de los productos y servicios comercializados, sino
también de sus derechos y obligaciones consiguientes que
como consumidores poseen(13). Consecuentemente, el de-
recho a la información es uno de los pilares que recorre
transversalmente todos los institutos de la legislación, con-
virtiéndose en uno de los elementos esenciales para limitar
la asimetría entre las y los consumidores y proveedores.
Ahora bien, estas regulaciones, como dice Quaglia, se
caracterizan por la configuración de una desigualdad en-
tre las partes de la relación, se vincula a un neófito en la
materia (el consumidor o usuario) con el llamado provee-
dor, quien “desarrolla de manera profesional, aun ocasio-
nalmente, actividades de producción, montaje, creación,
construcción, transformación, importación, concesión de
marca, distribución y comercialización de bienes y servi-
cios, destinados a consumidores o usuarios”. Al respecto,
dicho “desequilibrio relacional” impone que las normas se
adapten a esta nueva situación, determinando soluciones
(11) En este sentido, Japaze, Belén. “El deber de información”, en
Rusconi, Dante D. (Coord.). Manual de Derecho del Consumidor. Abe-
ledo Perrot. 1ª Edición. Buenos Aires. 2009. Pág. 196 y ss.
(12) Ídem.
(13) Stiglitz, Gabriel. Hernández, Carlos A. (Directores). Tratado de
Derecho del Consumidor. Tomo I. Capítulo IX. Thomson Reuters. La Ley.
Buenos Aires. 2015. Pág. 299 y ss.
Nº 15.084 AÑO LIX
Primer Director: Jorge S. Fornieles (1961 - 1978)
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COLUMNA LEGISLATIVA
Legislación Nacional
Decreto 336 de mayo 21 de 2021 – Impuestos. Reglamen-
tación del Impuesto a las Ganancias. Cómputo de la Re-
muneración. Modificación (B.O. 25/5/2021).
Decreto 337 de mayo 21 de 2021 – Impuestos. Régimen de
Sostenimiento e Inclusión Fiscal para Pequeños Contribu-
yentes (B.O. 25/5/2021).
en tutela de la parte débil que, dentro de otro campo del
derecho, quizá resulten arbitrarias o irrazonables(14).
Es por ello, que los proveedores deberán readaptar sus
sitios webs conforme lo establecido en la norma, y para
ello contarán con el plazo de 60 días a partir de la fecha de
su publicación en el Boletín Oficial.
La jurisprudencia sostiene lo afirmado. En su voto, el
Dr. Gonzalo Mariño afirma: “se debe reparar en que el
bien protegido es el derecho de quien se encuentra vincu-
lado con un proveedor a raíz de una relación de consumo,
en consideración a su característica de parte más necesi-
tada de amparo”(15).
V. Colofón
En suma, con la creación del registro de domicilios
electrónicos, no solo se busca garantizar un mejor, certero
y expeditivo funcionamiento de la Autoridad de Aplica-
ción, sino también se tiene como fin inmediato compeler
a los proveedores a informar derechos a los detentores na-
turales: los consumidores. La publicidad del acceso a la
Ventanilla Federal garantiza un libre ejercicio de los de-
rechos al público consumeril, buscando equilibrar, así, un
poco más la ecuación de poder; porque: Scientia potentia
est, “el conocimiento es poder”.
VOCES: DERECHOS DEL CONSUMIDOR - DEFENSA DEL
CONSUMIDOR - OBLIGACIONES - CONTRATOS
- CONSTITUCIÓN NACIONAL - COMERCIO E
INDUSTRIA - PODER JUDICIAL - DAÑOS Y PER-
JUICIOS - CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - DAÑO
- DERECHO CIVIL - DOMICILIO - TECNOLOGÍA
- INTERNET - ORGANISMOS ADMINISTRATIVOS -
ECONOMÍA - NORMAS DE EMERGENCIA
(14) Stiglitz, Gabriel. Hernández, Carlos A. (Directores). Tratado de
Derecho del Consumidor. Tomo I. Capítulo II. Principios del Derecho del
Consumidor. Thomson Reuters. La Ley. Buenos Aires. 2015. Pág. 299.
(15) Expte. Nº 632.535-18 - “Jalif, Carlos Martín; Jalif, Mariano Au-
gusto; Jalif, Florencia Sofía vs. Latam Airlines Group S.A. / Lan Airlines
S.A. - acciones de ley defensa del consumidor” - Cámara de Apelaciones
en lo Civil y Comercial de Salta - sala Primera - 18/11/2020. El Dial.
FONDO EDITORIAL
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Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
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DERECHO DEL CONSUMIDOR
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