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Urquiza Denis A LA PÁGINA PRINCIPAL AL ENLACE URQUIZA DENIS A LA BOTONERA DE ENSAYOS E

INVESTIGACIONES

ANÁLISIS SOBRE EL
SISTEMA MONETARIO
ARGENTINO
(1986)
PROFESOR DOCTOR
CARLOS ALBERTO URQUIZA
DENIS
[DE RIGUROSA ACTUALIDAD / SETIEMBRE 2001]

ÍNDICE
I. SUMARIO
II. DISPOSICIONES CONSTITUCIONALES
1. Atribuciones del Congreso de la Nación
2. Facultades prohibidas a las Provincias
3. El Pacto de Unión de San José de Flores y el Banco Provincia de Buenos Aires
III. EVOLUCIÓN DEL RÉGIMEN MONETARIO ARGENTINO
1. 1875-1890
2. 1890-1935
3. Creación del Banco Central
4. La Ley Nº 18.188
5. La Ley Nº 22.207
6. El Decreto Nº 1096/95
IV. LA INSERCIÓN ARGENTINA EN EL ORDEN MONETARIO INTERNACIONAL
El Fondo Monetario Internacional
Los Derechos Especiales de Giro
V. CONCLUSIONES. PAUTAS PARA UNA REFORMA LEGISLATIVA
IV. BIBLIOGRAFÍA

DOCUMENTOS EN IMÁGENES
I. SUMARIO

El presente trabajo tiene como objeto realizar un análisis jurídico sobre el


sistema monetario argentino.

En primer lugar, poner de manifiesto las mutaciones que se han operado en


las normas constitucionales referentes al tema, a través de sucesivas
legislaciones que por estar imbricadas en circunstancias distintas a la época
en que fue sancionada nuestra Carta Fundamental, se tradujeron en la
desvirtuación de los principios constitucionales.

Baste reflexionar que al tiempo de la sanción de la Constitución, no se había


generalizado el curso forzoso que tornó inconvertible la moneda, no existía el
dinero fiduciario, sin otro respaldo que la economía nacional, ni se había
creado el Banco Central con atribuciones de emitir moneda.

En segundo término, hacemos un somero detalle acerca de la evolución del


régimen monetario argentino, a partir de la primera ley sobre moneda que se
dicta después de nuestra organización nacional, hasta el actual reglamento
monetario sancionado por el Decreto Nº 1096 del 14 de junio de 1985.

Por considerarlo atinente, mencionamos –además– las diversas regulaciones


legales del Banco Central de la República Argentina, en lo que respecta al
privilegio que se le confiere de ser el encargado exclusivo de la emisión de
billetes y monedas de la Nación Argentina.

En último término, consideramos indispensable referirnos a la inserción


argentina en el orden monetario internacional, mediante su incorporación al
Fondo Monetario Internacional, y establecer en qué consisten los Derechos
Especiales de Giro, creados con la pretensión de servir como una unidad
monetaria internacional.

De este análisis hemos extraído algunas conclusiones que estimamos habrán


de servir como ideas-fuerza o pautas para una reforma legislativa y que, en lo
esencial, llevan al propósito de estabilizar el valor de nuestra moneda y
asegurar un tipo de cambio constante con respecto a las extranjeras.

II. DISPOSICIONES CONSTITUCIONALES


1. Atribuciones del Congreso de la Nación
El artículo 67 inciso 19 de la Constitución Nacional establece que le
corresponde al Congreso: "Hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las
extranjeras;…".

Esta disposición fue aprobada por el Congreso General Constituyente el 28


de abril de 1853, oportunidad en que se dejó aclarado que esa atribución no
era extensiva a los gobiernos provinciales, pero que las casas de moneda
podían estar instaladas donde resultara más conveniente, fuere en las
provincias o en la capital, sin que por ello dejasen de ser nacionales.

Tiene como antecedentes de origen el proyecto de Constitución de la


Comisión Especial nombrada en 1812 (capítulo XIV, artículo 5°), el proyecto
de la Sociedad Patriótica (artículo 87), el proyecto federal de 1813 (artículo
35), el Proyecto de las Provincias Unidas de 1813 (artículo 88), la
Constitución de 1819 (artículo XLV), la Constitución de 1826 (artículo 48) y
los proyectos de Constitución de Pedro De Ángelis (artículo 47, inciso 21) y
de Juan Bautista Alberdi (artículo 69, inciso 6).

Estos antecedentes constitucionales, de origen federal y de origen unitario,


denotan una coincidencia básica de principios: el poder de acuñar o sellar la
moneda nacional para conferirle curso legal es una atribución plena,
exclusiva e indelegable del Poder Legislativo Federal y no del Poder
Ejecutivo.

La fórmula deja margen para una amplia regulación legal dentro de un


sistema que no es de libre acuñación, sino, por el contrario, de monopolio
estatal.1

Dice Joaquín V. González que "su propósito principal es la uniformidad,


haciendo desaparecer las diferencias que existían en todas las
provincias, así en monedas, como en pesas y medidas". Antes de que el
Congreso haya ejercido las atribuciones expresas y exclusivas conferidas por
la Constitución, las provincias conservaron el derecho transitorio de legislar
sobre las materias delegadas, y en tal sentido autorizaron las monedas y las
medidas existentes cuando la Constitución fue dictada.

El poder de acuñar, o sellar monedas, fijar su valor y el de las extranjeras


dentro del país, fue sido considerado en todos los tiempos y países como uno
de los atributos más esenciales de la soberanía, y una función propia y
exclusiva del Estado general, porque regular los valores de todas las cosas
afecta la vida económica de todo el país, y en nuestro texto sirve de base a
las reglas que establecen la protección al comercio nacional y extranjero,
suprimiendo las desigualdades entre las provincias y la confusión de los
valores. Esta facultad no está restringida en su ejercicio constitucional: sus
límites serán marcados sólo por las necesidades públicas y por las leyes
económicas, y no excluye otras autorizaciones derivadas y comprendidas en
la palabra moneda, aunque sea oro, plata, cobre, níquel u otra sustancia". 2

Por otra parte, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al confirmar el fallo


de 1ª Instancia, en autos "Posse y otro c/ Frugoni" en 1889 (Fallos T. 36,
pág. 177), dejó sentado el principio que estas atribución del Congreso
Nacional es plena y que está dentro de sus facultades proveer a la creación
de una o más especies de monedas para el país, emitir billetes de crédito y
de banco, imponerla a la circulación por leyes apropiadas a tal fin, darles el
carácter de moneda y suspender finalmente los pagos en metálico, en virtud
ya de un atributo de soberanía jamás desconocido, ya de los poderes
explícitos e implícitos que le acuerdan las cláusulas de la Constitución
Nacional.

Acertadamente opina González Calderón que el inciso 10 del artículo 67 C.


N. no puede interpretarse como que el valor de la moneda puede ser
arbitrariamente fijado por el Congreso, su valor no depende del mero capricho
del legislador al poner sobre ella el sello de la soberanía, "sino del poder
adquisitivo y cancelatorio que tenga por su propia virtud. Lo que hace la
ley al sellar la moneda es garantizar bajo la fe del Estado que ella lo
representa efectivamente en el mercado de los cambios y transacciones
comerciales. Su valor es, propiamente, fijado por el mismo fenómeno
económico que regulariza todos los demás valores y el precio de las
demás mercancías".3

Siendo la función ordinaria de la moneda la de ser portadora de valor, queda


claro que existe una íntima relación entre el poder para acuñar la misma y el
de fijar su valor. Siguiendo a Olivera podemos decir que en los sistemas
monetarios suele existir un bien cuyo precio sirve como regulador del nivel
general de los precios y, por lo tanto, del valor o "poder adquisitivo" del
dinero.

Esta influencia particular no se afinca tan sólo en una relación de mercado,


sino también en conexiones normativas o de política monetaria. El bien que
desempeña esa función especial se designa como "patrón monetario". 4
Volveremos sobre este punto.

También se ha facultado al Congreso a fijar el valor de las monedas


extranjeras. Esta atribución está adoptada directamente de su modelo, la
Constitución norteamericana, no existiendo precedente alguno en las
constituciones nacionales anteriores, ni en los proyectos de Alberdi o de
Pedro De Ángelis. Tampoco existió debate alguno sobre la cuestión en el
seno del Congreso General Constituyente de 1853 ni en la Convención
Nacional "Ad-Hoc" de 1860.

Al respecto caben dos interpretaciones. La primera en relación al contexto


histórico en que la cláusula fue dictada. La segunda es darle un contenido
actualizado, es decir dinámico.
Si interpretamos la norma dentro de su contexto histórico, resulta claro que la
disposición estaba referida a las monedas extranjeras con curso legal en el
país. O sea la de ser medio de pago de las obligaciones monetarias. Por ese
entonces se encontraban en circulación monedas de oro tales como el peso
chileno, el doblón español, el águila estadounidense, el sol peruano, el peso
boliviano, la onza hispanoamericana, el soberano inglés, el napoleón francés,
etcétera; y de plata la moneda chilena y boliviana. Dichas monedas no tenían
un valor uniforme en cada uno de los Estados provinciales, por lo que se
hacían difíciles las transacciones y existía en verdad un caos monetario. Era
indispensable, entonces, que el Poder Legislativo Nacional contara con esa
atribución para superar la anarquía reinante.

Las monedas extranjeras tuvieron curso legal en nuestro país hasta la


sanción de la Ley Nº 1130, del 5 de noviembre de 1881 (artículo 7°). Desde
entonces, las estipulaciones de dar moneda que no sea de curso legal en la
República se consideran como una obligación de dar cantidades de cosas
(artículo 617 del Código Civil).

Si nos atenemos a esta interpretación, la norma constitucional habría perdido


su virtualidad; si por el contrario y en virtud de una interpretación dinámica,
entendemos que dentro del orden monetario internacional resulta
indispensable fijar el valor de nuestra moneda en relación con las extranjeras,
a fin de fijar los derechos de importación, de exportación y de cualquier otro
concepto que incida sobre las operaciones comerciales y financieras con el
exterior, la norma recobra todo su contenido y se reflejará en los regímenes y
tipos de cambios y en la concentración y administración de reservas que el
Estado debe disponer, como un medio de redistribución de la riqueza y de
reasignación de los recursos productivos, acción inexcusable en una
economía de factura compleja.

En la jornada del 27 de abril de 1853, el Congreso General Constituyente


aprobó lo que hoy es el inciso 5° del artículo 67 de la Constitución Nacional.
Se confiere al Congreso de la Nación la atribución de: "Establecer y
reglamentar un Banco Nacional en la capital y sus sucursales en las
provincias, con facultad de emitir billetes".

Puesto en discusión "el Señor Zenteno pidió explicaciones sobre si el


Banco Nacional comprendía la emisión del papel moneda. El Señor
Miembro Informante de la Comisión (se presupone que fue Gorostiaga)
expuso: Que el banco emitiría billetes, mas no de circulación forzosa,
con cuya explicación (Zenteno) se manifestó satisfecho".

La Convención Nacional "Ad-Hoc" de 1860 dejó subsistente dicho precepto


constitucional tal como fue redactado originariamente.

A lo que tal sucinta respuesta se refería es que ese billete bancario no


consistía en un dinero puramente facultativo, carente de curso legal, sino que
se trataba de un dinero provisional o "convertible" que implica el derecho de
cambiarlo por otra clase de dinero a una tasa legalmente establecida.

Es por ello que, al sancionarse la Ley Nº 581 el 5 de noviembre de 1872,


autorizando la formación de una sociedad anónima para el establecimiento de
un "Banco Nacional", en cumplimiento de la norma constitucional, dicho ente
podía emitir hasta el doble de su capital realizado, debiendo tener una
reserva metálica que no fuese inferior a una cuarta parte de los billetes en
circulación. Estos últimos serían "pagaderos al portador y a la vista en las
monedas determinadas por la ley respectiva".

Así concebido, el billete bancario se distingue de lo que más tarde fue el


papel moneda, ya que éste es de curso forzoso o sea que es inconvertible
por moneda metálica; pero tanto uno como otro tenían curso legal, es decir
que su aceptación era irrehusable y obligatoria y aparejaba poder
cancelatorio o liberatorio. Por otra parte, el papel moneda es directamente
emitido por el Estado; es un "billete de Estado".

Más adelante nos detendremos en el análisis y evolución del régimen


monetario argentino.

2. Facultades prohibidas a las provincias

El artículo 108 de la Constitución Nacional establece que las provincias no


ejercen el poder delegado a la Nación. En tal sentido no pueden "ni acuñar
moneda; ni establecer bancos con facultad de emitir billetes, sin
autorización del Congreso Federal".

Al respecto expresa Clodomiro Zavalía: "Es indiscutible la bondad del


precepto que atribuye únicamente al gobierno federal la facultad de
acuñar moneda". A este respecto tiene interés la cuestión relativa a la
emisión de "letras de tesorería". Como se sabe, éstos son documentos de
crédito que llevan la garantía de la Provincia que la emite y que no implicarán
una transgresión del precepto constitucional, si no fuera que su excesivo
fraccionamiento y la forma de su circulación las convierte prácticamente en
papel moneda. Nuestras provincias, con todo, no están impedidas, como lo
están los Estados norteamericanos de "emitir billetes de crédito"; de modo
que la duda que se suscita alrededor de las letras de tesorería no es por la
índole legal de las mismas, sino por el excesivo y malicioso fraccionamiento,
que facilita su substitución a los billetes legítimos de la Nación.

La prohibición de establecer bancos con facultad de emitir moneda no tiene


entre nosotros el carácter absoluto que dieron a la cláusula respectiva los
contribuyentes norteamericanos. Las Provincias pueden crear aquellos
establecimientos con la facultad mencionada, siempre que el Congreso las
autorice expresamente".5
Al respecto, existe un ilustrativo fallo de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (T° 148, pág. 65 – 1926) en el caso "Galletti c/ Provincia de San
Juan" en el que se deja sentado que las provincias tienen autonomía
económica y pueden levantar fondos por el uso del crédito con fines de
adelanto y bienestar común, como lo es el de emisión de títulos en
determinadas condiciones. Pero esos títulos no pueden tener la forma del
billete bancario, que se incorpora a la circulación como intermediario de las
transacciones. Que así ocurría, en el caso con las letras de tesorería al
portador emitidas con el designio de darles curso forzoso y circulación
monetaria, en forma, tamaño, escaso valor, tipo y colorido de impresión
visiblemente destinado a realizar funciones de medio circulante con
actuaciones de papel moneda en las transacciones locales de toda especie.
Que en consecuencia debía dejarse sin efecto la patente y multa fundada en
apreciar como cambio de moneda de cancelación una operación de una
deuda en letras de tesorería.

Debido al déficit presupuestario, la implementación del "plan austral" y los


problemas generados con el régimen de la coparticipación federal de los
impuestos, desde 1984 las provincias de Salta, Tucumán y La Rioja han
emitido bonos de cancelación de deudas que, en términos generales, tienen
las siguientes características:

a) se extienden en billetes impresos en la Casa de la Moneda con un formato


similar al del austral;

b) se imprimen billetes de denominaciones equivalentes a las de la moneda


corriente. Desde 0,10 australes adelante;

c) son canjeables por dinero efectivo al ser presentados en cualquier sucursal


del banco de la Provincia emisora;

d) los poseedores de los bonos participan en sorteos. Este arbitrio se adoptó


para estimular la retención entre el público;

e) con ellos pueden pagarse impuestos, tasas y servicios que prestan las
provincias emisoras.

También intereses y capital de créditos concedidos por el Banco de la


Provincia de Tucumán.

En la actualidad las emisiones realizadas por las tres provincias totalizan una
cifra del orden de 28 millones de australes. Si bien esta cantidad no tiene
entidad para afectar la política monetaria nacional, las emisiones provinciales,
al actuar como dinero, tienen efecto monetario, sobre todo en el ámbito
donde actúan e influyen además en el sistema local de formación de precios. 6

A todo esto cabe recordar que la Carta Orgánica del Banco Central de la
República Argentina (artículos 20 y 22 Ley Nº 20.539 y sus modificatorias)
establece que el Banco es el encargado exclusivo de la emisión de billetes y
monedas de la Nación Argentina y ningún otro órgano del gobierno nacional,
ni los gobiernos de las provincias, ni las municipalidades, bancos u otras
instituciones cualesquiera, podrán emitir billetes ni monedas metálicas, ni
otros instrumentos que fuesen susceptibles de circular como moneda. Toda
vez que el Banco compruebe la violación de su función exclusiva de emitir
moneda, comunicará el hecho con todos sus antecedentes al Poder Ejecutivo
Nacional para que éste tome las medidas del caso.

Entendemos que la única diferencia que existe entre estos bonos provinciales
y el dinero corriente emitido por la Nación, es que los primeros carecen del
poder cancelatorio general y forzoso que la ley otorga al dinero nacional.

3. El Pacto de Unión Nacional de San José de Flores


y el Banco de la Provincia de Buenos Aires

El artículo 104 de la Constitución Nacional establece que: "Las provincias


conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al Gobierno
Federal, y el que expresamente se hayan reservado por pactos
especiales al tiempo de su incorporación".

La parte subrayada final y destacada de la norma fue agregada en la reforma


constitucional de 1860, tal como fue redactada por la Convención del Estado
de Buenos Aires encargada del examen de la Constitución Federal, en su
sesión del 7 de mayo de 1860. Sarmiento, al fundamentar esa edición,
manifestó que: "Hemos querido que se diga en la Constitución que
Buenos Aires no cede los poderes que se reservó por el pacto".
Obviamente se estaba refiriendo al Pacto de Unión Nacional de San José de
Flores, celebrado el 11 de noviembre de 1859, por el cual Buenos Aires se
declara parte integrante de la Confederación Argentina.

En el informe de la Comisión Examinadora de la Constitución Federal


presentado a la Convención del Estado de Buenos Aires, de fecha 3 de abril
de 1860 y suscripto por Bartolomé Mitre, Dalmacio Vélez Sársfield, José
Mármol, Antonio Cruz Obligado y Domingo F. Sarmiento, se dijo que: "Esta
adición, concebida en términos genéricos, tiene por objeto salvar
inmensas dificultades, y resolver multitud de cuestiones prácticas de la
actualidad, poniendo el pacto del 11 de noviembre bajo la salvaguardia
de la Constitución. Habiéndose reservado Buenos Aires por ese pacto
poderes que la Constitución atribuía en algunos casos al Gobierno
Nacional; habiendo éste por su parte, consentido en ello, siendo ese
pacto las bases sobre las cuales nos confederamos con la
Confederación Argentina, constituyendo así ambas partes reunidas la
Nación Argentina, tal reserva es perfectamente arreglada al orden de
una nación de pueblos confederados, y conforme al derecho público
argentino, por lo que respecta a la teoría de los pactos preexistentes,
que la misma Constitución reconoce en su preámbulo. No hallándose
representado Buenos Aires en el Congreso de Santa Fe, en que trece
provincias declararon confederarse en virtud de pactos preexistentes;
habiendo sido necesario celebrar más tarde el tratado del 11 de
noviembre, en virtud del cual recién declaró Buenos Aires que era su
voluntad incorporarse o confederarse, previa revisión de la
Constitución; ese y no otro es el pacto preexistente que se refiere a
Buenos Aires y, por tanto, debe quedar garantido en la Constitución
misma, fijando a la vez una regla general para todos los casos, por no
ser propio que en la ley común se establezcan artículos especiales a
favor de una provincia respecto de otra, no obstante que se salven
virtualmente aquellos poderes reservados por cada uno de ellas, que sin
perjudicar a la comunidad, hubiesen sido expresamente garantidos,
como sucede en el presente caso".

En lo relativo al tema de nuestro estudio, Sánchez Viamonte ha tenido


ocasión de opinar que todos los privilegios que protegen de un modo especial
al Banco de la Provincia de Buenos Aires frente al gobierno nacional, tienen
origen en el Pacto de San José de Flores, de suerte que, asimismo, todo el
problema a resolver reside en la naturaleza jurídico institucional de ese
Pacto.7

El artículo 7° del Pacto de San José de Flores prescribe: "Todas las


propiedades de la provincia que le dan sus leyes particulares, como sus
establecimientos públicos, de cualquier clase y género que sean,
seguirán correspondiendo a la Provincia de Buenos Aires y serán
gobernadas y legisladas por la autoridad de la Provincia".

Se consagra así una especie de extraterritorialidad a favor de la Provincia de


Buenos Aires y que es de la misma naturaleza que la consagrada a favor del
Congreso Nacional en el artículo 67, inciso 27 de la Constitución Nacional, de
ejercer una legislación exclusiva sobre lugares ubicados en cualquiera de las
provincias donde se establezcan fortalezas, arsenales, almacenes u otros
establecimientos de utilidad nacional.

La Ley de Capitalización Nº 1029 del 20 de setiembre de 1880, en su artículo


3° corrobora este criterio, al consagrar que "El banco de la Provincia (de
Buenos Aires), el Hipotecario y el Montepío, permanecerán bajo la
dirección y propiedad de la provincia, sin alteración en los derechos que
a ésta correspondan".

De lo expuesto cabe concluir, siguiendo a Sánchez Viamonte, que el Banco


de la Provincia de Buenos Aires, como establecimiento público de dicha
Provincia, está protegido por los privilegios asegurados en el artículo 7° del
Pacto de San José de Flores.
Que en virtud de esos privilegios el Banco de la Provincia de Buenos Aires
goza de extraterritorialidad en todo lo relativo a su legislación y gobierno y lo
excluye de toda jurisdicción nacional de derecho público.

Que el poder reservado en el Pacto de San José de Flores (1859) pasó a


convertirse en el artículo 104 in fine introducido en la reforma de 1860 de la
Constitución Nacional.

Y, lo que es más importante: el Banco de la Provincia de Buenos Aires no


está comprendido en la regla general del artículo 108 de la Constitución
Nacional (prohibición a las provincias de establecer bancos con facultad de
emitir billetes sin autorización del Congreso federal), porque esa delegación
de poderes fue redactada en 1853, cuando la Provincia de Buenos Aires no
formaba parte de la Confederación y porque cuando se incorporó se reservó
especialmente, por un pacto especial, el derecho de legislar y gobernar el
Banco frente a las autoridades federales y con exclusión de ellas en cualquier
tiempo.

Así pudo decir la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Fallos t° 186, pág.
219 – 15/03/1940) "…que Buenos Aires interesada en conservar plena y
perpetua libertad para manejar su Banco del Estado, tan útil para sus
intereses financieros como por las necesidades mercantiles y
económicas de la población, solicitó que por el pacto del 11 de
noviembre se le asegurase ese derecho y el Gobierno Federal se lo
otorgó. Que Buenos Aires quiso prever la eventualidad de que el
Congreso Federal cercenara en algo las facultades que se reservó sobre
su Banco y convirtió la promesa del 11 de noviembre en una garantía
constitucional (artículo 104 "in fine" C. N.)… Que el derecho de Buenos
Aires para legislar sobre su Banco tiene la misma jerarquía que la
acordada por el artículo 31 de la Constitución a sus propias
disposiciones y que la Ley Nº 1029 es de tipo contractual y garantiza los
derechos de la Provincia sobre el Banco".8

Por ende, para que esa situación de privilegio pueda quedar sin efecto, sólo
podría realizarse mediante una reforma de la Constitución Nacional, a la que
concurriese a ratificarla una Convención Constituyente de la Provincia de
Buenos Aires.

Resulta, pues, innegable que el Banco de la Provincia de Buenos Aires


conserva el poder de emitir billetes sin autorización del Congreso Nacional.
Recientemente, con el propósito de financiar programas de construcción de
viviendas, el Banco de la Provincia de Buenos Aires ha resuelto emitir una
clase de "dinero que da intereses" denominado "libranzas
prevalorizadas".

La entidad emisora ha anunciado que estas letras a la vista "tendrán todas


las ventajas del dinero efectivo y sin su única desventaja. Porque da
intereses". Estas letras son convertibles en australes en cualquiera de las
sucursales del banco emisor, en cualquier momento, reconociendo a su
tenedor los intereses devengados por estas obligaciones desde el día de su
emisión. Siendo por ley la Provincia de Buenos Aires la responsable irrestricta
de todas las obligaciones que asume su propio banco, la confianza del
público queda asegurada y tienen estas letras general aceptación en las
transacciones económicas corrientes. Surge, entonces, un sucedáneo del
dinero –como reserva del valor– competitivo con el emitido por el Banco
Central. Señalamos esta circunstancia, porque va en detrimento de la
soberanía nacional en materia monetaria y desarticula cualquier programa
económico. De hecho, no alienta precisamente el objetivo político fijado en el
Preámbulo de la Constitución, cual es el de constituir la unión nacional.

III. EVOLUCIÓN DEL


RÉGIMEN MONETARIO ARGENTINO
1. 1875-1890

Sancionada la Constitución Nacional y bajo la presidencia de Nicolás


Avellaneda, el Congreso dicta la primera ley sobre moneda nacional, su tipo,
fabricación y valor. Fue la Ley Nº 733, promulgada el 29 de setiembre de
1875, que establecía un sistema metálico oro-plata, creando la unidad
monetaria "peso fuerte", designación ésta ya de uso en el país, con un
contenido de oro de 1 gramo y 2/3 y ley de novecientos milésimos de fino.
Éste se dividía en décimos, centavos y milésimos y sus múltiplos eran el
"medio colón", "colón" y "doble colón", de 5, 10 y 20 pesos fuertes
respectivamente. La acuñación de la moneda nacional se haría por cuenta
del Tesoro de la Nación, en dos casas, establecidas una en Buenos Aires y
otra en Salta, las que estarían bajo la inmediata dependencia del Ministro de
Hacienda. Estas monedas no se acuñaron, pero tiene trascendencia el
artículo 39 de la ley que establecía que el Poder Ejecutivo debía fijar el valor
de todas las monedas extranjeras que tuvieran circulación en la República,
con arreglo a la unidad monetaria creada por la ley, teniendo únicamente en
cuenta la cantidad de oro y plata fina que contuvieran dichas monedas.

Cuando el país se sobreponía de la crisis económica de los años 1873 y 1875


y bajo la presidencia de Julio Argentino Roca, se sanciona la Ley Nº 1130,
promulgada el 5 de noviembre de 1881, que con pocas modificaciones es el
estatuto monetario actualmente en vigencia. La ley instituye el sistema
bimetálico oro con una concesión a la plata, denominado bimetalisme boiteux
inspirado en la Convención de la Unión Latina. 9 La unidad monetaria era el
peso oro (de 1,6129 gramos de oro fino) y el peso plata (25 gramos de fino).
En su mérito la relación oro-plata es igual 1:15 ½. El peso oro es una moneda
de cuenta, pues la ley ordena acuñar monedas de 2 ½ y 5 pesos oro que se
denominaban "medio argentino" y "argentino" respectivamente. El oro tiene
plenitud monetaria pues su acuñación es limitada y tiene curso "legal",
sirviendo para cancelar todo contrato y obligación contraída dentro o fuera del
país y que deban ejecutarse en territorio nacional. Se reconocía circulación
legal a las monedas extranjeras hasta tanto no se acuñara determinada
cantidad de monedas de oro y plata, y una vez alcanzado ese tope de
acuñación, recién se obliga a aceptar y exigir "moneda nacional" en todas las
transacciones y gestiones.

En consecuencia, la unidad monetaria argentina continúa siendo el "peso oro"


y el "peso plata", que por diversas contingencias del proceso económico han
dejado de ser acuñadas y están sustraídas al tráfico de pagos y cobros,
siendo sustituidas por la moneda papel y el papel moneda, cuya existencia ha
sido caracterizada por la convertibilidad, en un primer momento, por la
suspensión de ella transitoriamente, después, y por último, por la
inconvertibilidad permanente y definitiva.

Existiendo una anarquía monetaria, cuya evidencia era la circulación de


distintos tipos de billetes emitidos por los bancos, la Ley Nº 1130 disponía
que los bancos de emisión estaban obligados a renovar en el plazo de dos
años, toda la emisión de sus billetes a "moneda nacional". Empero, el caos
subsistió, dado que por una falla legal, la moneda acuñada entró a los bancos
como encaje metálico, y debiéndose hacerse sobre esa reserva la emisión de
moneda papel, algunas entidades emitían en relación con el valor del oro,
mientras que otros con el de la plata.

Mediante la Ley Nº 1354, promulgada el 19 de octubre de 1883, se reformó la


Ley Nº 1130, estableciendo la obligación de los bancos de emisión, ya fueran
del Estado, mixtos o particulares, de emitir billetes pagaderos en pesos
nacionales oro; es decir que reducía a moneda subsidiaria a la plata. Todas
las medidas posteriores relativas a la garantía con el propósito de volver a la
conversión o de formación de fondos para la misma finalidad, han tenido sólo
en vista el metal oro.

La convertibilidad de la moneda papel duró poco tiempo. Siendo aún


presidente Julio A. Roca, se dispuso por decreto del 9 de enero de 1885, la
inconvertibilidad de los billetes emitidos por el Banco Nacional, para
extenderla luego a los del Banco Provincia de Buenos Aires, del Banco de
Santa Fe, del Banco Rodríguez y Muñoz de Tucumán, del Banco de la
Provincia de Córdoba y del Banco de la Provincia de Salta, también por
decretos que fueron ratificados y ampliados por la Ley Nº 1734. Esto ocurrió a
raíz de la gran depreciación sufrida por los billetes bancarios y la gran
demanda de conversión a oro por sus poseedores, que hizo peligrar las
reservas metálicas.

El billete continuó siendo el medio circulante y el oro sirvió de numerario para


determinar la relación del valor del billete con las cosas y fijar el de éstas con
relación al mercado internacional.
En 1887 (Ley Nº 2216) se estableció el sistema de los Bancos Nacionales
Garantidos. Consistía en que los bancos entregaban oro a la Tesorería y
recibían títulos públicos de la deuda interna del gobierno, los que eran
depositados en la "Oficina de Bancos Garantidos". Una vez cumplido este
requisito, los bancos eran autorizados a emitir sus billetes con su nombre.
Pero debido a que el gobierno entregaba al Banco Nacional y a los bancos
provinciales títulos de la deuda pública sin el requisito del depósito previo de
oro, las entidades bancarias emitían en realidad dinero inconvertible.

Por otra parte, a muchos bancos se les autorizaba a depositar "letras de oro"
suscriptas por los mismos bancos de emisión, en lugar del depósito de oro
que requería el sistema. Este procedimiento condujo al crack de 1890. 10

2. 1890 - 1935

En plena crisis del año 1890, habiendo asumido la presidencia Carlos


Pellegrini, se dicta la Ley Nº 2741, por la que se crea la Caja de Conversión,
sólida institución que por cerca de treinta años guardaría las reservas
metálicas del país y atendería todo lo relativo a la emisión y circulación de
billetes y monedas. Se creó con el propósito de retornar a la convertibilidad y
poner nuevamente orden en las finanzas. En 1891 se liquidó el Banco
Nacional y se fundó el Banco de la Nación Argentina. La finalidad de la Caja
de Conversión era atender a la conversión y amortización gradual de la
moneda de curso legal. Se le autorizaba, en las condiciones fijadas, a
entregar billetes a cambio de oro y viceversa para mantener el valor de la
moneda. El artículo 11 de la Ley Nº 2741 fijaba: "Una vez que la suma de
billetes amortizados sea igual al monto de las emisiones de la Nación y
Banco Nacional, o cuando el valor en plaza de la moneda fiduciaria sea
a la par o próximo a la par, el Directorio de la Caja de Conversión, de
acuerdo con el Poder Ejecutivo, podrá entregar billetes en cambio de
oro, o viceversa, con el objeto de fijar el valor de la moneda fiduciaria".

Por lo tanto, el régimen de la Caja de Conversión adopta el Patrón Oro,


puesto que sólo contra entrega de oro físico puede emitir y entregará oro
físico contra billetes. El sistema de la Caja de Conversión daba rigidez al
circulante, cuyo monto estaba ligado a los resultados de los balances de
pagos.

Mientras tanto, para unificar las distintas emisiones de moneda fiduciaria que
circulaba en el país se promulgó la Ley Nº 3062, con fecha 8 de enero de
1884, por la que se autorizaba al poder Ejecutivo a renovar los billetes,
adoptando la denominación de: "peso moneda nacional" para el signo
monetario argentino. La intención de la Caja de Conversión de poner orden
en las finanzas no se logró hasta que, con fecha 4 de noviembre de 1899,
durante la segunda presidencia de Julio A. Roca, se dicta la Ley Nº 3871, de
conversión a oro de la moneda fiduciaria. El artículo 1° de la Ley dispone que:
"La Nación convertirá toda la emisión fiduciaria actual de billetes de
curso legal en moneda nacional de oro, al cambio de un peso moneda
nacional de curso legal por cuarenta y cuatro centavos de pesos
moneda nacional oro sellado". El artículo 7° a su vez, autorizaba a la Caja
de Conversión a emitir y entregar –mientras no se dictara el decreto a que se
refería el artículo 2°, fijando la fecha y modo en que debía hacerse efectiva la
conversión de la moneda de curso legal– a quien lo solicitara, billetes moneda
de curso legal por moneda de oro sellado, en la proporción de un peso
moneda de curso legal por cuarenta y cuatro centavos de peso oro sellado y
entregar el oro que reciba por éste medio, a quien lo solicite, en cambio de
moneda de papel, al mismo tipo de cambio.

Al no hacerse efectiva la emisión de los nuevos billetes que ordenaba el


artículo 1° de la Ley Nº 3871, se creó de hecho una nueva unidad monetaria:
el peso moneda nacional.

Hubo, entonces, dos unidades: el peso oro sellado de cien centavos de oro y
el peso moneda nacional de cuarenta y cuatro monedas oro.

El peso oro sellado continúa vigente como unidad de valor (conf. Código
Aeronáutico – Ley Nº 17.285 – y Ley de la Navegación Nº 20.094).

La declaración de la guerra en Europa en 1914 tuvo honda repercusión, lo


que motivó la suspensión de la convertibilidad dispuesta por las Leyes N ros.
9481 y 9546 y se autorizaron operaciones de redescuento a fin de dar
elasticidad a la emisión. Esta suspensión se mantuvo hasta que el 27 de
agosto de 1927, por Decreto del presidente Alvear, se restableció la
convertibilidad, la que fue nuevamente suspendida por Decreto del 16 de
noviembre de 1929, dictado bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen.

3. Creación del Banco Central

El sistema de la Ley Nº. 3871 que creaba la Caja de Conversión y por el cual
sólo podía emitirse contra oro había sido modificado por las leyes de
redescuento y la emisión contra títulos. Volver al primitivo sistema no parecía
aconsejable, porque respondía a una economía de libre comercio
internacional que provocaba la regulación automática de los saldos de la
balanza de pagos, transmitiendo al interior los movimientos del exterior. El
nacionalismo económico requería otra regulación monetaria que aislara, en lo
posible, la economía nacional de la internacional e impidiera o atenuara que
las fluctuaciones externas repercutieran en el mercado interno. La regulación
de los saldos de la balanza de pagos se conseguiría por intermedio de
reglamentaciones, barreras, clearings, control de cambios, etcétera. Además,
en la República Argentina, existían dispersos los órganos ejecutores de las
tareas propias de un Banco Central. Agrégase a esto que se consideraba
necesario incorporar otras prácticas al sistema para darle elasticidad, como
también para vigilar a los organismos dispensadores de créditos a fin de que
el sistema bancario funcionara con regularidad.

El principal argumento presentado a favor de la creación del Banco Central y


la reforma del sistema de emisión, al que se había introducido las cláusulas
de elasticidad, era la condición económica del país que, eminentemente
agrario y por lo tanto dependiente de las exportaciones e importaciones,
necesitaba una regulación monetaria que impidiera la amplitud de las
contracciones o expansiones del medio circulante.

Los antecedentes más inmediatos del Banco Central, creado por la Ley Nº
12.155 promulgada el 28 de marzo de 1935 bajo la presidencia de Agustín P.
Justo, fueron los de Uriburu, Hueyo y del perito inglés Otto Niemeyer y se
inspira en las recomendaciones de la Delegación del Oro del Comité
Financiero de la Liga de las Naciones.

Como la Carta Orgánica del Banco Central, sancionada favorablemente,


establecía el régimen de "proporcionalidad" según las reservas de oro y
divisas para la emisión de billetes fiduciarios, mereció profundas críticas en
quienes veían que se instalarían una poderosa máquina de emitir. 11

El Banco Central de la República Argentina fue creado como una entidad


bancaria mixta, por un lapso de duración de cuarenta años. Por el artículo 35
de su Carta Orgánica se le confiere el privilegio de emitir billetes de la
República, con excepción de la moneda subsidiaria, que continúa a cargo del
Estado. Se disponía el canje de los billetes que estuvieran en circulación
emitidos por la Caja de Conversión, por los nuevos del Banco Central. El
artículo 41 de la Ley Nº 12.155 –que nunca entró en vigencia por expresa
disposición del artículo 58 de la misma Ley– obligaba al Banco Central a
cambiar a la vista sus billetes en cantidades no menores al valor en moneda
nacional de una barra típica de oro de 12,441 kilogramos, o sea cuatrocientas
onzas troy, o por divisas o cambio extranjero a opción del banco.

Como esa norma no entró en vigencia, la emisión de billetes, desde que se


creó el Banco Central, se efectúa bajo el régimen de inconvertibilidad.

Cuando se "estatiza" al Banco Central, por Decreto Ley Nº 14.957 del año
1946, se le mantiene ese privilegio de emisión, incrementando a la moneda
subsidiaria, que deja de ser una obligación de la Nación para pasar a serlo de
aquél. También se lo obliga al cambio de sus billetes por oro o divisas al
mismo tipo que la Ley anterior, peor también con efectos suspendidos, por
expresa disposición del artículo 58 de ese Decreto Ley. Ese régimen se
mantiene al sancionarse en el año 1949, la Ley Nº 13.571.

En ocasión de publicarse las discusiones de la Reforma Bancaria de 1949,


por iniciativa del Senado de la Nación, el Presidente Juan D. Perón lo
prologó, conteniendo en las partes pertinentes estos conceptos: "Los límites
mínimos de garantía oro o cambio oro son resabios de la vieja economía
liberal individualista en sus bancos de reserva, en sus bancos
comerciales, en sus institutos financieros y hasta en los mismos
comerciantes que olvidan la función social de sus actividades. Los
sistemas bancarios nacionales responden actualmente a encuadres
presididos, por bancos centrales que siguen directivas económicas
trazadas por los gobiernos con miras a lograr la más equitativa
distribución de la riqueza".

"En tales condiciones no podemos seguir viviendo uncidos al


fetichismo del oro, aunque el oro no sea definitivamente eliminado. La
nueva Ley Argentina ha adoptado una posición realista, al dejar en
suspenso los viejos conceptos de los porcentajes de garantía, que
constituían una adaptación de leyes extrañas que incluían disposiciones
de ese tipo de rutina y tradición".

"La emisión monetaria ha de estar vinculada a la renta nacional y las


tenencias metálicas o en divisas a las alternativas del balance de pagos,
quedando al cuidado del Banco Central que se guarden las debidas
proporciones para que aquélla en lo interno cumpla su función
intermediadora, como de un servicio público social, y estos aseguren la
estabilidad necesaria en los cambios exteriores".

Posteriormente, en el año 1957, se sanciona el Decreto Ley Nº 13.126,


modificando la Carta Orgánica del Banco Central. Se le mantiene el privilegio
de emitir billetes y monedas subsidiarios, obligándolo –como las otras leyes–
a mantener una reserva en oro y divisas equivalentes al 25 % de la
circulación monetaria y a cambiar sus billetes en la forma ya expresada, pero
también con efectos suspendidos estas dos obligaciones, por expresa
disposición del artículo 47 del mismo Decreto Ley.

Así se llega a la actual Ley 20.539, promulgada el 11 de setiembre de 1973


que, con sus modificatorias, es la vigente actualmente.

Por su artículo 20 el Banco es el encargado exclusivo de la emisión de


billetes y monedas de la Nación Argentina. Se le suprime la obligación de
cambiar sus billetes por oro o divisas que, por otra parte, nunca estuvo en
vigencia.

El artículo 24 de su Carta orgánica determina que el Banco mantendrá en


todo momento una reserva de oro y divisas y otros activos externos
considerados como equivalentes al 25 %, como mínimo, de sus billetes en
circulación y obligaciones a la vista. Por el artículo 54 se mantiene
"transitoriamente" en suspenso dicha disposición.

4. La Ley Nº 18.188
Bajo la presidencia de Juan Carlos Onganía, con fecha 15 de abril de 1969,
se dicta la Ley de facto Nº 18.188 de reforma monetaria en el sentido de que
cambia la unidad monetaria que utilizaría el Banco Central de la República
Argentina para emitir circulante, dejando en vigencia las Leyes N ros. 1130 y
3871.

El mensaje ministerial da como fundamentos de la adopción de una nueva


unidad equivalente a cien pesos moneda nacional de ese entonces, que el
plan económico del Gobierno nacional ha avanzado firmemente en sus
propósitos de estabilización. Que la depreciación del signo monetario a causa
del proceso inflacionario fue detenida. Que tal circunstancia, reflejada en la
estabilidad traducida en los niveles de precios, ha permitido recuperar la
solidez de la moneda argentina en el ámbito internacional. Que existen pues,
interna y externamente, las condiciones para encarar seriamente la reforma
que se propone.

En definitiva, en el aspecto económico la Ley tendía a ayudar a crear una


nueva mentalidad acerca del valor del dinero, simplificar las transacciones y
las operaciones y registros contables y ayudar al esfuerzo de preservar la
estabilidad monetaria.

El contenido de esta Ley, es técnicamente el de una emisión en base a un


cambio de valores, antes que el de un cambio estructural monetario. En la
práctica sólo se autorizaba al Banco Central a emitir un nuevo billete con un
valor disminuido cien veces con relación a los billetes en circulación. El
impacto "psicológico" no tuvo resultados positivos por cuanto el "valor escrito"
del dinero no coincidía con el "valor de cambio" pues éste es el que influye en
el público, en la medida que con menor cantidad de dinero se satisfacen las
necesidades de bienes y servicios. Como dice Linares Bretón: 12 "Las
alteraciones que afectan a una economía provienen de otras causas
originadas en situaciones internas (fiscalidad, productividad, precios,
salarios, etc.) y externas (balanza de pagos), que no están vinculadas a
la clase de signo monetario que el Estado haya dispuesto hacer circular
con curso legal. El Estado puede, por un acto de imperio, fijar un
determinado valor a la moneda que emita, pero ese ‘valor escrito’ puede
no coincidir con el ‘valor de cambio’, y entonces el proceso económico
continuará su ciclo".

5. La Ley Nº 22.207

Bajo la presidencia de Reynaldo F. Bignone, con fecha 6 de enero de 1983,


se dicta la Ley de facto Nº 22.207, de adopción de una nueva unidad
monetaria denominada "peso argentino", en el sentido de que el Banco
Central de la República Argentina emitiría circulante con esa nueva
denominación, sobre la paridad de 1 (un) "peso argentino" equivalente a diez
mil (10.000) pesos (Ley 18.188).
En el mensaje ministerial se dice: "En lo que hace a los fundamentos de la
medida propuesta, debe tenerse presente, ante todo, que como
resultado del proceso inflacionario ocurrido a partir de la fecha en que
se instituyó el peso (ley 18.188), la consecuente depreciación de nuestro
signo monetario ha deteriorado su capacidad para cumplir funciones en
forma correcta, planteando dificultades en la registración y en el manejo
mecánico de abultadas cifras. En este contexto no puede descartarse
que de persistir con la línea monetaria actual sea necesario emitir
denominaciones de valor nominal muy elevado y prácticamente sin
precedentes en la experiencia argentina e internacional. La modificación
propuesta, constituye un medio idóneo para solucionar los
inconvenientes mencionados, dado que simplificará las transacciones al
permitir la vuelta a precios más adecuados de los bienes y montos de
los contratos".

Se deja aclarado en el mensaje que no se está innovando en materia de


régimen monetario; que solamente se propone modificar la denominación de
la unidad que se habrá de emitir como circulante y que las leyes N ros. 1130 y
3871 continuarán vigentes.

6. El Decreto Nº 1096/85

Bajo la presidencia constitucional de Raúl Ricardo Alfonsín, con fecha 14 de


junio de 1985, se dicta el Decreto Nº 1096, por el cual se declara el curso
legal de los billetes y monedas que, a partir del 15 de junio de 1985, emitiría
el Banco Central de la República Argentina, que circularán con la
denominación de "australes" y con el símbolo A sobre las paridad de 1 (un)
Austral equivalente a 1.000 (mil) pesos argentinos. La centésima parte del
austral se denominará centavo.

Se trata de un reglamento monetario que deja sin curso legal a una moneda,
a la que reemplaza por otra, fija el valor de la nueva en su dimensión
temporal (tabla de conversión), proyectándose sobre las obligaciones
monetarias pendientes de cumplimiento. La referencia que hace a las de dar
sumas de dinero por obligaciones nacidas antes de la reforma y pendientes
de pago, tiene la finalidad de establecer el valor de la nueva moneda en
relación con la anterior, para lo cual distingue según que existan o no
cláusulas de indexación.13) Se establece un sistema dual de valores del
nuevo signo, según se trate del de la oferta monetaria a la fecha inicial de
vigencia de la nueva moneda o de la conversión de la moneda en las
obligaciones pendientes de satisfacción, esto es, nacidas antes y pagaderas
después. Por ello fija un patrón variable, pautado y progresivo del valor de los
pagos, ajustes y limitaciones diferidos, en los que, con el correr del tiempo, se
debilita la moneda anterior frente a la nueva.
Alguna de estas disposiciones, en cuanto legisla sobre formas de extinción de
obligaciones, sobre valor y alcance de cláusulas contractuales, sobre efectos
de la liberación de los contratos, sobre intereses punitorios por atrasos en los
pagos preestablecidos y sobre la forma de los recibos y cartas de pago –al
regular cuestiones de derecho privado– excede lo que constituye un sistema
normativo de orden público monetario y podría tacharse de
inconstitucionalidad, por tratarse de cuestiones reservadas por el artículo 76,
inciso 11 de la Constitución Nacional al Congreso de la Nación, en tanto éste
no las ratifique por la ley formal.4

El reglamento monetario impuesto por el Decreto Nº 1096/85 requirió de todo


un cuerpo normativo interpretativo ulterior para fijar sus alcances. Además de
Comunicaciones del Banco Central de la República Argentina, Resoluciones
de la Secretaría de Comercio Interior, Secretaría de Hacienda, Dirección
General Impositiva, Inspección General de Justicia, Comisión Nacional de
Valores, Contaduría General de la Nación, Superintendencia de Seguros de
la Nación, Acordada General Extraordinaria de la Excma. Cámara Nacional
de Apelaciones del Trabajo e informes producidos por la Secretaría de
Información Pública (1), el Poder Ejecutivo Nacional dictó los Decretos N ros.
1309/85; 1566/85; 1857/85; 2062/85 y 2264/85 que determinaron las
paridades de la Escala de Conversión de pesos argentinos a australes.
Asimismo por Decreto Nro. 1567/85 precisó el procedimiento de aplicación de
las normas del Decreto Nº 1096/85, en cuanto a los contratos de la locación
vigentes al 14 de junio de 1985 que contemplaron cláusulas de ajuste sobre
la base de índices mensuales. Por Decreto Nº 1568/85 establece
disposiciones para la aplicación del Decreto Nº 1096/85 a los contratos de
compraventa, suministro y servicios vigentes al 14/6/1985 en el sector
público. Por Decreto Nº 1725/85, estableció disposiciones para la aplicación
del Decreto Nº 1096/85 a los contratos de locación de obras del sector
público. Por Decreto Nº 1726/85 determinó pautas vinculadas al sector
público con respecto al tratamiento de contratos de obra en lo referente al
reconocimiento de mayores costos. Por Decreto Nº 2050 se fijan los
procedimientos de liquidación de obras públicas que se ejecuten por
contratos de esa especie. Por Decreto Nº 2253/85 se extienden los beneficios
del Decreto Nº 1726/85 a los contratos efectuados en pesos argentinos en
trámite de adjudicación a junio de 1985. Finalmente por el Decreto Nº 425/86
se extiende a los contratos de suministros, servicios o consultorías los
beneficios del Decreto Nº 1726/85, en lo que hace a la posibilidad de
desagregar el costo financiero y elegir para el ajuste índices del mes de
ejecución.

Coincidimos con Alterini15 en que "La creación del austral significa, en lo


monetario, una denominación enteramente nueva y la eliminación de
tres ceros a la expresión dineraria. Se ha dispuesto, además, el desagio
de ciertas obligaciones, en circunstancias en las que no parece haberse
acertado siempre con la solución más precisa y adecuada. La cuestión
pasa por otro meridiano: el de sentar nuevas bases económicas, que
permitan mantener, dentro de límites razonables, la estabilidad
monetaria".

Inmediatamente de dictado por el Poder Ejecutivo Nacional, en Acuerdo


General de Ministros, el Decreto Nº 1096/85 se planteó una polémica
doctrinaria acerca de su validez jurídica. Dejando de lado la circunstancia de
que tuvo vigor antes de su publicación oficial (artículo 2° Código Civil), se
consideraba su eventual ineficacia en atención a lo previsto por los artículos
31, 67 inciso 10, 11 y 28 y 86, inciso 2° de la Constitución Nacional.

Es por ello, que los propios considerandos del Decreto 1096/85, hacen un
reconocimiento explícito de la excepcionalidad que representa la sola
intervención del Poder Ejecutivo en esta ocasión. Después de invocarse "la
gravísima situación económica por la que atraviesa la República, la que
exige la adopción de medidas urgentes y extremas a los fines de
mantener la vigencia de las instituciones", se afirma "que las medidas
resueltas sólo pueden ser efectivas si se disponen sin preanuncio,
porque de lo contrario los comportamientos individuales distorsionarían
sus efectos" y "que el Gobierno Nacional tomó la decisión de poner en
vigencia las disposiciones precedentes como autodefensa de la
comunidad para evitar las consecuencias irreparables derivadas de la
publicidad y postergación de las medidas que, por su gravedad y
urgencia, exigen la adopción de recursos extremos para restablecer la
normalidad social, que es presupuesto inherente a la concreta vigencia
de las normas constitucionales y de los derechos humanos (Fallos
246:247)".

Se ha sostenido –por el lado oficial– no sólo la legitimidad del Decreto Nº


1096/85, por cuanto constituye un reglamento de necesidad y urgencia,
adoptado como autodefensa de la comunidad, en cuyo caso el Jefe Supremo
de la Nación (artículo 86, inciso 1° CN) puede y debe dictar y ejecutar los
actos de gobierno pertinentes, sino también que no es necesario que el
Congreso ratifique o convalide el Decreto Nº 1096/85, por cuanto siendo
competente el Poder Ejecutivo dada la necesidad y urgencia de su dictado
resulta procedente la mera comunicación efectuada al Congreso de la
Nación. Tales normas continúan vigentes mientras el Congreso no las
derogue (artículo 67, inciso 28 CN)16 o modifique su alcance.

Al tratarse el Presupuesto Nacional correspondiente al año 1986, la Comisión


de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados de la Nación –no el
Poder Ejecutivo Nacional– incorporó al proyecto de ley un artículo por el cual
se ratificaba en todas sus partes el Decreto Nº 1096/95 y todos los demás
decretos que ya hemos citado, por resultar imprescindibles por su
complementariedad.

En la sesión del 2 y 3 de julio de 1986 17 el Diputado Alberto A. Natale


expresó: "Es evidente que el expreso texto del inciso 10, del artículo 67
de la Constitución Nacional, en cuanto atribuye al Parlamento la facultad
de fijar el valor de la moneda y disponer su acuñación, ha sido
vulnerado con el dictado del Decreto Nº 1096/85. El Poder Ejecutivo
invocó razones de urgencia. Sabemos que una parte respetable de la
doctrina en materia de derecho público argentino admite la existencia
de los llamados reglamentos de necesidad y urgencia. Pero, como
ocurre siempre en cuanto a cuestiones de doctrina, hay diferentes
opiniones. Con toda seguridad el Poder Ejecutivo encontrará calificados
expositores de nuestro derecho público para apoyar la tesis que
sustentara para el dictado del citado decreto. Si la memoria no me es
infiel en este momento, tal vez podríamos encontrar este tipo de
opiniones en algunas páginas de Joaquín V. González, Benjamín
Villegas Basavilbaso y Miguel Marienhoff. Pero también los
sustentadores de las tesis del Poder Ejecutivo tienen que admitir que
otros calificados autores de nuestro derecho público, como Germán J.
Bidart Campos o Carlos Sánchez Viamonte, apoyan la tesis de la
interpretación estricta de las normas constitucionales en cuanto no
admiten la delegación de facultades. En última instancia se podrá decir
que se trata de una cuestión opinable. Pero lo que no se va a poder
afirmar con autor argentino alguno es que el decreto de marras pueda
tener entidad jurídica per se, sin requerir refrendo inmediato por parte
del Congreso de la Nación, y que luego de un año se admita que tal
norma y sus modificatorias puedan ser consideradas por el órgano que
tiene el Decreto Nº 1096, que no solamente cambia nuestro signo
monetario sino que invade el ámbito de los efectos de las relaciones
jurídicas contempladas en el Código Civil, alterando las consecuencias
de los contratos celebrados por las partes".

El diputado Jorge Reinaldo Vanossi, en un momento de su intervención, se


pronunció en el sentido que: "…en la segunda parte de nuestra vida
constitucional, en los últimos 60 o 70 años, en el plano normativo –sólo
voy a citar precedentes de períodos constitucionales– se han aplicado
este tipo de normas en circunstancias graves de emergencia. Además
se ha impuesto la doctrina de que tales normas continúan vigentes
mientras el Congreso no las derogue. He aquí el meollo. Hay un poder
normativo para la emergencia, no en contra de la Constitución, del
orden legal o las Instituciones, sino para la defensa efectiva y real, que
en el caso concreto del Decreto Nº 1096 y las normas que lo
implementan tienen un justificativo obvio: no hay estado sin moneda.
Además, no hay soberanía sin valor monetario, y en este sentido el
decreto Nº 1096 devolvió a la República su signo monetario".

En respuesta, el diputado Natale replicó que su disidencia era "a la tesis


proclamada de las posibilidades del Poder Ejecutivo para dictar
decretos en el ámbito de competencias legislativas y tales
disposiciones tendrían eficacia jurídica mientras no fuesen derogadas
por el Congreso de la Nación. De admitirse tal doctrina se estaría
alterando totalmente nuestro sistema institucional y sustituyendo la
capacidad de estatuir que tiene el Congreso por la de impedir que
continúen en vigencia actos emanados del Poder Ejecutivo. Si el
Ejecutivo pudiera dictar decretos que tuvieran contenidos legislativos y
la única forma de restar eficacia a esos decretos fuera al de sancionar
una ley que los derogase, desde luego que aquél tendría la posibilidad
de vetar esa sanción legislativa y requerir del Congreso de la Nación el
voto de los dos tercios de sus miembros para que ella llegara a tener
eficacia. Por lo tanto, resultaría que la voluntad normativa del Poder
Ejecutivo solo podría ser contrariada con el voto de los dos tercios de
los integrantes del Poder Legislativo y esto no se compadece, desde
luego, con las modernas tendencias que delegan competencia
legislativa en el Ejecutivo. Esto importa, evidentemente, alterar todo el
sistema de normación de la Constitución Nacional, y no podemos
acompañar esa tesis con nuestra expresión de asentimiento".

Adherimos, sin reservas, a la posición sustentada por el legislador Natale.

IV. LA INSERCIÓN ARGENTINA


EN EL ORDEN MONETARIO INTERNACIONAL
Nuestra Constitución Nacional nació en el período en que regían
internacionalmente las normas de patrón oro; un sistema cuya base la
constituía la libra esterlina. Esto se debía al carácter de la economía británica
y a su situación en el conjunto mundial. En torno al mercado londinense se
hizo posible el establecimiento de un sistema de financiación internacional y
de relaciones comerciales internacionales.

El sistema de patrón oro internacional debía en gran parte su estabilidad al


sistema de tipo de cambio fijo, por cuanto éste preservaba la unidad de las
monedas en la economía mundial. Bajo este sistema, la moneda de cualquier
país era convertible en oro, tanto dentro como fuera del territorio nacional, y
no sólo en oro, sino en la moneda de cualquier otro país; y esto a una tasa
(tipo de cambio) prácticamente fija. La moneda de cualquier país sujeto al
sistema del patrón oro pasaba a ser una moneda internacional como el oro
mismo. En la práctica, si no de nombre, las monedas de todos los países
eran una sola moneda basada en el oro. De hecho el término "convertibilidad"
se usaba precisamente en este sentido.18

Este sistema fue dejado de lado después de la primera guerra mundial,


durante la cual, la mayor parte de los países habían abandonado la
convertibilidad de su moneda con las características que había tenido hasta
ese momento; se cerraron definitivamente muchas instituciones de
conversión oficiales y se establecieron los Bancos Centrales como autoridad
monetaria para manejar el dinero y el crédito.
Por el Tratado de Génova de 1922 se estableció el llamado patrón cambio
oro. El mismo consistía en que las reservas de los llamados Bancos
Centrales estarían constituidas en dólares y libras, a su turno convertibles a
oro a una tasa fija y solamente en lingotes de gran tamaño para los
particulares y a requerimiento de la banca central extranjera.

Terminóse imponiendo un sistema de dinero controlado, bajo el cual la base


de la emisión monetaria fue independizándose progresivamente del oro.

Al contrario de lo que sucedía en el sistema patrón oro, el nivel interno de


precios pasó a ser el eje alrededor del cual los tipos de cambio fluctuaban de
modo inestable.

La fluctuación de los tipos de cambio significaba, en realidad, una variación


constante de la paridad respecto al oro.

Ello hizo necesario la adopción de medidas de control de cambios para el


restablecimiento del equilibrio de pagos al exterior.

El control de cambios, que fue cobrando fuerza en la década de los años


treinta era, en la práctica, no sólo un método de ajuste de la posición exterior
de un país, sino también una forma de organizar la circulación monetaria
interna.

El control de cambios era un medio, gracias al cual cada país llevó a cabo su
propia política monetaria, prescindiendo de consideraciones internacionales.

Según Olarra Giménez19 el control de cambio tiene algunos moldes comunes:


"1. Una ley cambiaria fundamental marca el comienzo del régimen restrictivo
prohibiendo a los particulares el comprar o vender divisas salvo en los casos
expresamente autorizados. 2. Se estatuye para los particulares la obligación
de entregar al Banco Central las divisas que obtienen como pago de
exportaciones o de otras operaciones que las producen. 3. Las operaciones
realizadas con determinados países traen aparejadas la obligación de
entregar las monedas de esos países y no otras. Ello tiene por objeto impedir
que las autoridades reciban monedas menos útiles a la economía del país. 4.
Los tipos de cambio (y a veces los del oro) son fijados en forma coactiva por
las autoridades. El mercado de cambios desaparece. Por razones de
prestigio político se establecen cambios sobrevaluados que ignoran la
depreciación producida en el valor de la moneda nacional. Estos tipos
resultan obligatorios para las relaciones jurídicas privadas. 5. Se prohíbe la
entrada y la salida del país de moneda nacional y/o extranjera, del oro
amonedado o en barras y de los títulos públicos, valores mobiliarios,
acciones, debentures, etc. 6. Se congelan las cuentas de los acreedores
extranjeros. No se autoriza la transferencia al exterior de esas sumas y al
acreedor le cabe elegir entre esperar a que el control termine algún día o el
pago en una cuenta bancaria bloqueada que sólo podrá utilizar para ciertas
inversiones en el país, perfectamente fiscalizadas. 7. Se impide la salida de
capitales y de sus utilidades. Como estas disposiciones provocan represalias
similares en los demás países, el resultado es la virtual desaparición de todo
movimiento de capitales. 8. La autoridad se traza un presupuesto de divisas
calculando los ingresos de las mismas en sus distintas clases y con arreglo al
mismo proyecta su distribución. 9. Se otorga a los Bancos e instituciones
autorizadas para operar en cambios, el carácter de agentes del Banco
Central y como tales deben cumplir al comercio, las normas de control de
todas las operaciones en que intervienen".

El Fondo Monetario Internacional (F. M. I.)

A esta situación se había llevado a nuestro país en 1955. Basta leer, para
arribar a esta conclusión, la Memoria anual del Banco Central de la República
Argentina.

En ese contexto, bajo la presidencia de Pedro Eugenio Aramburu, se dicta el


Decreto Ley Nº 7103 de fecha 19 de abril de 1956, por el cual se resuelve
iniciar las gestiones necesarias para que la República Argentina ingrese al
Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y
Fomento. En sus considerandos se estima que es conveniente que la
República Argentina colabore en los planes internacionales que propenden al
desenvolvimiento económico y la estabilidad monetaria internacional; que es
urgente restaurar la confianza en el exterior con respecto a las finanzas del
país y que resulta perjudicial para la economía argentina continuar en el
estado de aislamiento en que se la mantenía con respecto a las instituciones
internacionales.

Por Decreto Ley Nº 15.970, de fecha 31 de agosto de 1956, se aprueba el


ingreso de la República Argentina al F.M.I. y los convenios de creación de
éste y del Banco Mundial.

En 1944, en Bretton Woods, lord Keynes por Gran Bretaña y Harry Dexter
White por los Estados Unidos, fueron los inspiradores de un Banco Central
Internacional.

Cuarenta y cuatro naciones suscribieron acuerdos por los que se creó un


fondo internacional de estabilización de cambios (F.M.I.), donde se eliminó la
libra como moneda de reserva, como también la posibilidad de convertibilidad
oro-dólar a particulares, limitando esa alternativa a la banca central extranjera
y se introdujo el mecanismo de "valor par" con la intención de evitar
fluctuaciones de las monedas de las naciones firmantes del acuerdo,
respecto de la evolución monetaria del dólar, a su vez vinculado al oro de tipo
de cambio fijo de u$s 35 la onza. El F.M.I. dispone de un capital de oro y
divisas que se forma con los aportes de las naciones adheridas. La cuota de
cada miembro se calcula de acuerdo con su capacidad económica, volumen
de su comercio exterior y monto de las reservas monetarias del país en
cuestión. Las cuotas desempeñan tres funciones:

–En primer lugar determinan el lugar del monto de contribución de cada


miembro y, por ende, el total de los recursos del Fondo;

–en segundo lugar, determinan el monto de las facilidades que puede obtener
cada país;

–por último, determinan el número de votos de cada participante que es


proporcional a la cuota aportada.

La cuota argentina, a su ingreso, se estableció en 150 millones de dólares,


igual a la del Brasil y conforme a los acuerdos vigentes, aportó el 25 % en oro
y el 75 % en pesos moneda nacional. Posteriormente esa cuota fue
aumentada.

El Fondo sólo otorga asistencia financiera para ayudar a los países miembros
a mantener la estabilidad de sus monedas en el mercado de cambio. No
acuerda créditos sino que vende moneda extranjera al país que experimenta
dificultades en su balance de pagos contra la entrega por éste de su moneda
nacional. Este derecho de compra acordado con el Fondo se ejerce, respecto
a la suma establecida, durante un año. Vencido éste, surge para el país la
posibilidad de readquirir su propia moneda y devolver oro o divisas
aceptables por el Fondo. Esto es lo que se denomina obligación de recompra.

La compra de divisas contra moneda nacional se llama "giro" y cada porción


de un 25 % de la cuota se llama "tramo", el primero de los cuales es el tramo
oro y los restantes tramos de crédito.

Las facilidades que acuerda el Fondo pueden adoptar dos modalidades:

a) El Fondo pone a disposición del país miembro una cantidad total e


inmediatamente disponible o

b) El Fondo concierta con el país miembro un acuerdo de stand by mediante


el cual este último puede contar con una suma determinada en un plazo
previsto (generalmente un año) y en base a giros escalonados, pero como
contrapartida, el país miembro debe adoptar determinadas medidas
presupuestarias y monetarias cuyo eventual incumplimiento puede dar lugar a
que vea interrumpida su posibilidad de continuar girando.

Demás está decir que las instituciones financieras internacionales y los


bancos centrales o privados de los países miembros toman debida nota de
las recomendaciones y debido cumplimiento por parte de los países con
dificultades en sus balanzas de pagos, antes de conceder o renovar un
préstamo.
Las finalidades del Fondo se resumen en los siguientes objetivos: promover
la cooperación internacional en cuestiones monetarias; hacer posible un
régimen de cambios estables; facilitar a los países interesados los medios
necesarios para conseguir esa política y fomentar el comercio internacional,
suprimiendo las trabas y cortapisas que se oponen al intercambio de
productos entre las diferentes naciones.20

Los derechos especiales de giro

En 1968 se estableció el mercado doble del oro por medio del cual el
Gobierno de los Estados Unidos acordó dejar de vender oro en el mercado
internacional para seguir manteniendo la aludida relación fija de 35 dólares la
onza. En agosto de 1971, debido a que algunos bancos centrales europeos
amenazaron convertir sus dólares reclamando el oro de Fort Konx, el
gobierno norteamericano decidió abandonar completamente la relación del
oro con el dólar y establecer tipos de cambio fijos.

Esto concluyó en la crisis de 1873, fecha en que se estableció la llamada


flotación sucia, donde las monedas fluctúan dentro de una franja establecida
por los respectivos bancos centrales.

Contemporáneamente (Río de Janeiro - 1967) el F.M.I. modificó sus estatutos


confiriendo al Fondo los llamados "derechos especiales de giro", permitiendo
así la complementación de las reservas monetarias de los países miembros,
de liquidez internacional insuficiente o de necesidad de equilibrar la balanza
de pagos. En la práctica, el sistema D.E.G. significa para los miembros del
F.M.I. la complementación de los derechos de giro estatutarios con el
derecho adicional a recibir por intermedio del F.M.I., determinadas sumas de
monedas extranjeras de parte de los restantes miembros (monedas duras),
no a cambio de su propia moneda, sino a cambio de los D.E.G. en la
proporción atribuída a cada miembro por los reglamentos del sistema. La
asignación es registrada en una cuenta especial que contiene el volumen
total de las asignaciones atribuidas a los 104 miembros del F.M.I. Los
créditos D.E.G. se hacen efectivos en el momento en que un determinado
país adscripto al sistema obtiene un superávit en la balanza de pagos. 21

Dado que el D.E.G. es proporcional a la magnitud de la participación de cada


miembro en el F.M.I., los países altamente desarrollados pueden gozar de
altas cuotas de créditos D.E.G., en tanto que los países en desarrollo sólo
pueden percibir sumas modestas.

La cobertura de los D.E.G. descansa en la obligación incondicional de cada


miembro del F.M.I. a aceptarlos como medios de pago en las operaciones
internacionales de compensación.
En 1972 los expertos del F.M.I. se pronunciaron a favor del traspaso gradual
al D.E.G. de la función de reserva monetaria efectiva y de medio de pago
internacional. Se consideró, igualmente, transformar el D.E.G. en patrón de
las paridades cambiarias en reemplazo del oro, de modo que el precio del
metal pasaría a ser expresado en D.E.G. y no en dólares. (en 1969, 1 D.E.G.
= 0,888671 gr. de oro puro, de u$s 35 dólares la onza).

A partir de 1974, el F.M.I. introdujo un nuevo sistema de valorización del


D.E.G. sobre la base de un "canasto" de 16 monedas, entre las cuales el
dólar había de tener una ponderación de 33%, el marco R.F.A. 12,5 %, la
libra esterlina 9 %, el franco francés 7,5 %, el yen 7,5 %, el dólar canadiense
6 %, la lira 6 %, el florín holandés 4,5 %, el franco belga 3,5 %, la corona
sueca 2,5 %, el dólar australiano 2,5 %, la corona noruega 1,5 %, la corona
danesa 1,5 %, el shilling austríaco 1 % y el rand 1 %. El valor diario de la
paridad de las monedas base se constituyó, a partir del 1 de julio de 1974 en
base para el cálculo del valor del D.E.G. en un día cualquiera. En la misma
fecha. La tasa de interés para los D.E.G. fue aumentada al 5%.

Simultáneamente se anuló la paridad hasta entonces estable entre el D.E.G.


y el oro, pero manteniéndose el principio de su inconvertibilidad. Esta unidad
monetaria internacional, llamada también "oro de papel", constituye una
tentativa de crear una moneda artificial, manipulada centralmente por el F.M.I.
El ámbito de circulación de los D.E.G. está limitado a las transacciones
privadas. Los D.E.G. no constituyen un medio de pago directo. El beneficiario
del sistema D.E.G. debe obtener de parte del F.M.I. una autorización para
acceder a una moneda determinada (por una cantidad resultante de la
paridad de aquella, en un día determinado, con el "canasto" de 16 monedas)
y sólo entonces queda en condiciones de dar a dicha suma la utilización
prevista.

El valor de la unidad D.E.G. depende de las variaciones diarias de las


paridades cambiarias entre las 16 monedas del "canasto".

Una derivación de este sistema sucedió en 1975, cuando los países


miembros de la O.P.E.C. decidieron calcular el precio del petróleo en
unidades D.E.G., a fin de independizar dicho precio de las oscilaciones del
dólar.

La idea, pues del dinero-crédito, o dinero abstracto, totalmente incorporal, se


abre camino incluso en el campo que, hasta ahora, quedaba como reducto
indiscutido del oro: el comercio internacional.

V. CONCLUSIONES.
PAUTAS PARA UNA REFORMA LEGISLATIVA
Finalmente, resulta oportuno extraer algunas conclusiones de los
antecedentes que hemos citado en los apartados anteriores.

Estimamos indispensables una reforma gradual peor profunda del sistema


monetario vigente. En primer lugar porque se ha distorsionado, en letra y
espíritu, las disposiciones constitucionales. Aun cuando éstas sean objeto de
una futura reforma, no sólo por ello se han de eliminar los conflictos de
objetivos que resultan característicos de nuestra época y que deben ser
superados por una política monetaria convergente, que armonice la finalidad
de mantener el "valor interno" de nuestra moneda y su "valor externo" en las
transacciones internacionales, cuando su antagonismo nace de una
economía que quiere oxigenarse con una deflación y al mismo tiempo tiene
un balance de pagos negativo. O cuando necesita incrementar su reserva de
divisas en un panorama inflacionario.

Por otra parte la estabilidad en el nivel de los precios (valor interno de la


moneda) y el equilibrio en la balanza de pagos (valor externo de la moneda)
deben conjugarse con la meta de "promover el bienestar general" que es uno
de los valores políticos supremos contenidos en el Preámbulo de la
Constitución Nacional. El equilibrio de pleno empleo y el aumento en el
ingreso nacional resultan ser los medios instrumentales para lograr aquel
objetivo final.

En pocas palabras, de lo que se trata es de encontrar la manera de


estabilizar el valor del billete inconvertible, asegurando su relación constante
con la moneda extranjera e incluso alza primando su valor.

En punto a estas reflexiones y tal como están las cosas en la realidad,


entendemos necesaria una reforma legislativa que contemple las siguientes
ideas-fuerza:

1. Es preciso que el Congreso Nacional, como Poder Legislativo de la Nación,


rescate las atribuciones que le señala el artículo 67, inciso 10 de la
Constitución Nacional, en cuanto le corresponde hacer sellar moneda y fijar
su valor. Si al Congreso Nacional le está conferido el poder de establecer
derechos de importación y exportación, imponer contribuciones, contraer
empréstitos, arreglar el pago de la deuda interior y exterior y fijar el
presupuesto de la Nación, además de proveer lo conducente a la prosperidad
del país (artículo 67 C. N.), debe regular también, deliberadamente, el
volumen de los medios de pago, de acuerdo con los requerimientos de la
coyuntura y persiguiendo logros de política económica. El monto de la
emisión monetaria y su valor deben estar vinculados férreamente a la renta
nacional y al conjunto de los bienes y servicios – reales y relevantes – de la
economía nacional, que debe servirle de "patrón monetario".

"En el sistema monetario actual, exento de condicionamientos a un


patrón monetario determinado, la calidad y cantidad de moneda se
altera como consecuencia de la creación primaria de créditos para
atender los desequilibrios financieros del sector público, del sector
privado, del propio sector monetario (bancos y compañías financieras) y
del sector externo (balance de pagos). Si existe equilibrio general, en el
sentido de que exista equilibrio parcial en cada uno de esos sectores de
la economía nacional o bien de que sus desequilibrios financieros se
compensen entre sí a través del fluir intersectorial del crédito, sin
necesidad de creación monetaria, el caudal monetario permanece
inalterado y el nivel general de los precios tiende a mantenerse estable,
sin perjuicio de que se registren alteraciones de los precios relativos en
el proceso dinámico de ajuste de la economía. Entre ellos, los ‘precios
de equilibrio’ de ciertos ‘bienes claves’ que tienen una decisiva
influencia en la formación de todos los restantes: el salario real, en el
caso del trabajo; la tasa real de interés, como precio del capital; la tasa
real de cambio, como relación de paridad con las monedas extranjeras,
y las tarifas reales y tasa real de tributación como precios claves de los
servicios públicos. Estos ‘bienes claves’ actúan, en la práctica como
patrones monetarios de valor".22

2. Se creará una nueva unidad monetaria "Austral Moneda nacional (A m/n)",


a la que se convertirá la actual moneda según el monto de las reservas
existentes calculadas en D.E.G., a un valor par determinado. Anualmente se
facultará al Poder Ejecutivo a reajustar el tipo de cambio A m/n = D.E.G.,
según el resultado del déficit o superávit previsto en el ejercicio del
presupuesto para ese año.

Esta moneda, así garantizada, no debe ser de curso forzoso y podrá ser
convertida libremente según se cotice en relación al tipo de cambio del día
que tenga la unidad monetaria internacional denominada Derecho Especial
de Giro; luego de esa operación de cálculo se procederá a liquidar la moneda
o divisa solicitada.

3. De ese modo, esta moneda tendrá convertibilidad internacional por la vía


de su aceptación en el exterior, a paridades similares a las vigentes en el
mercado interno.

4. Asimismo, los tenedores de metálico, divisas u otros activos externos,


podrán ofrecer al Banco Central sus excedentes en cambio de esta moneda
según el procedimiento descripto en el punto 2.

5. En la medida que esta moneda goce de las preferencias del público, se


irán esterilizando los billetes emitidos por el Banco Central que se encuentran
en circulación.

6. A partir de la creación de esta moneda se congelaría la cantidad de billetes


emitidos por el Banco Central que se encuentra en circulación; no habrá
expansiones ulteriores de ese signo monetario.
7. Concurrentemente se procederá a una reforma bancaria para establecer la
reserva total de los depósitos a la vista, además de reformarse la Carta
Orgánica del Banco Central de la república Argentina, el que tendrá a su
cargo la fiscalización del sistema.

8. Las "letras de tesorería", "bonos de cancelación de deudas" o "libranzas


prevalorizadas" de los bancos provinciales, no tendrán cabida en el sistema.

Estos criterios apenas si constituyen parte del esqueleto de un andamiaje,


que necesita ser apuntalado y seguramente corregido por parte de los
expertos en el tema. Sólo hemos pretendido, desde nuestra limitada óptica,
contribuir al saneamiento de nuestro signo monetario.

BIBLIOGRAFÍA

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22. Adolfo Edgardo BUSCAGLIA: "La Moneda en la Constitución Nacional",


Diario La Prensa, 2ª. Sección, Página Editorial, Buenos Aires, 1 de diciembre
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