El confesor de Juan XXII, Alvaro Pelaez o Pelayo (Pelagius),
obispo de Silves, según destaca Marcelino Menedez Pelayo, compuso un enorme volumen llamado “De Planctu Ecclesiae” en el que se pueden “ver tales cosas que mueven a apartar los ojos del cuadro fidelísimamente trazado y por ende repugnante. No hay vicio que el no denunciara en los religiosos de su siglo: el celo le abrasaba. ¿Dónde hallar mayores invectivas contra la simonía (corpus christe pro pecunia vendunt) y el nepotismo? ¿Dónde mas triste pintura de los monasterios, infestados, según el, por cuarenta y dos vicios? No hay orden ni estado de la Iglesia o de la sociedad civil de su tiempo, desde la cabeza hasta los miembros, que no se encuentre tildado con feos borrones en su libro. Y el que esto escribia no era ningún reformista o revolucionario, sino un franciscano piadosísimo, adversario valiente de las novedades de Guillermo Ockham, y fervoroso partidario de la autoridad pontificia. Del seno de la Iglesia, no de la confusión, del motin, se han alzado siempre las voces que sinceramente pedían corrección y reforma. Asi oímos, consonando con la de Alvaro Pelayo, la de Fr. Jacobo de Venavente en su Viridiario. “o perlados et ricos, desyt: ¿Qué provecho os face el oro et la plata en los frenos et en las siellas…. ¿et que pro facen tantos mudamientos de pannes presciadors et de las otras cosas sin necesidat?... ya ¡mal pecado¡… tales pastores non son verdaderos, mas son mercenarios de Luzbel, et lo que es peor, ellos mesmos son fechos lobos robadores… et pastores et perlados que agora son, por cierto velan et son muy acueidosos por fenchir los establos de mulas et de caballos, et las cámaras et las arcas de riquezas et de joyas et de pannos preciados. Et piensan de fenchir los vientres de preciosos manjares et aver grandes solaces, et de enriquecer et ensalzar los parientes: et non han cuidado de las sus animas nin de las de su grey que tiene en su acomyenda, sinon solamente que puedan aver de los súbditos oi de lsa ovejas mesquinas leche et lana” . No con menos vigor, y en términos harto crudos, denuncia el insigne Arzobispo de Sevilla, D. Pedro Gomez de Albornoz, en su libro De la Justicia de la vida espiritual, los concubinatos1, la gula y el 1 Una parte de la doctrina religiosa sobre el sexo se centró en la soltería devota, cuyos amoríos y transgresiones sexuales preocuparon a las autoridades eclesiásticas y civiles de manera continuada y repetida, pues, aunque la prohibición del casamiento a los clérigos pueda remontarse hasta fusto de los clérigos de sus diócesis. De los de Toledo dejo tristes noticias el satirico arcipreste de Hita en la Cantiga de los clérigos de Talavera2; y aun en todo el cuerpo de sus desenfadadas poesías, donde el autor mismo aparece como personificación del desorden, y sacrílegamente se parodian himnos sagrados, y hasta el nombre deTrota Conventos, dado a una Celestina, revela a las claras lo profundo del mal” (Histori de los Heterodoxos españoles, edición dirigida y ordenada por Felix F. Corso, tomo II, Buenos Aires 1945, Librería Perlado Editores, pgs. 158 y 159)
los concilios de Elvira (300-306) y Nicea (325), el asunto siguió discutiéndose
en las centurias siguientes, de modo que todavía los siglos IX y X aparecen como un período de incertidumbre6 e incluso en la literatura eclesiástica de fines del XI y principios del XII se debatía el tema de los curas casados y la validez de su sacerdocio7. Sin embargo, desde la undécima centuria, se incrementó la preocupación por el comportamiento sexual de los clérigos como consecuencia de la actitud de distintos papas que trabajaron para imponer el celibato: León X, en el concilio de Roma, de 1050; Gregorio VII en el concilio de Roma, de 1074; Urbano II en el concilio de Melfi, de 1089; y Calixto II, en el concilio de Letrán, de 11238. El éxito, sin embargo, fue escaso en muchos lugares, por lo que, en años posteriores, surgió una nueva ofensiva contra el concubinato clerical, de la que son claros exponentes el III concilio de Letrán (1179), en el que toda la parte XVIII con quince cánones se ocupa «de clericis matrimonio copulatis et aliis fornicarias habentibus», y el IV concilio de Letrán (1215), cuyo canon XIV trata de nuevo sobre el problema, imponiendo severas penas económicas, que podían llegar hasta la deposición, a los clérigos incontinentes. Acerca del concubinato volvieron otros concilios celebrados en diversos lugares a lo largo del siglo XIII: Siena (1269), Reading (1279), Colonia (1280), Melfi (1284), Londres (1286) y Exeter (1287)9.
Según el popol vuh el mundo estuvo en un principio cubierto por las aguas y fueron los creadores de Tepeu y Gucumatz quienes dieron origen a la tierra a las plantas y animales los dioses lo quedaron contentos con s
Así Que No Temas, Porque Yo Estoy Contigo No Te Angusties, Porque Yo Soy Tu Dios. Te Fortaleceré y Te Ayudaré Te Sostendré Con Mi Diestra Victoriosa. Isaías 4110