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El Inglés de Los Güesos
El Inglés de Los Güesos
(CE BRILAN
---- - - - - ----- ------------
•
•
•
•
•
•
•
•
_ …… *** … … •--- • • * *******- __---
*
**
**
•
•
•
•
•
.ae ·-|-•••
-----********--◄------ --~~~~ ---- --
EL INGLES DE LOS GUESOS
ES PROPIEDAD
Copyright by Calpe, Madrid, 1924.
EL INGLES
DE LOS GUESOS
NO V EL A
COLECCIÓN CONTEMPORANEA.-CALPE
PRESERVATION
C0PY ADDED
r Ó
--
o.
A u
su
una
la
seco
hoja,
de
el
nistrador,
a al en
la se
puestero que
en
exhibir
la
y
ordenaba
a
auxiliara
y
le
Y
él,
espacio
en
ludibrio
el
de
«Los Toros»
o
empe
y,
su
sin embargo,
en
ño, sordo
en
sin conmoverse
y
al
...
él
de
en
minable ansiedad
y
la
cien veces degollarse, hasta que, por último, no
só
pulpe
en
de tortas con azúcar negra, compradas
la
de
moza
saboreó sin menor escrúpulo, sin menor re
y
el
el
proche de
Telmo,
de
de
miraba soslayo, unas veces con ojos
la
otras con
después ocurrió que lógicamente tenía que
Y
...
lo
haciendo
el
asador puesto
Y
al
la
alguna familiari
contacto casi diario, ella en
se
dad de moza en
el
la
de
Aires!
I6 BENITO LYNCH
Y
él entonces, después de meditar un instante con
las cejas contraídas, murmuraba mirándola con ojos
de reproche:
—¡Oh! Si usté hubiera querido!...—. Y luego y en
brusca transición y en tono lastimero: —¿Por qué
no me quiere?, ¿por qué no me quiere, Balbina, un
poco?
Por lo general, la moza no se dignaba contestarle;
pero otras veces, fastidiada por aquella insistencia llo
rona, replicaba agresiva:
—No sea pavo, ¿quiere?
— Pero, Balbinal...
—¡Oh! ¡Qué fastidio! ¡No sea zonzo le he dicho
Y el pobre Santos Telmo, avergonzado, se callaba
entonces, girando en torno suyo los ojos cautelosos
y sombríos para ver si alguno oyó el ultraje...
Otras veces su impotencia irritaba al mozo y le
volvía impertinente, con lo que daba oportunidad a
la muchacha para hacer gala de la impudencia con
que aprovechaba sus ventajas...
La
en la
la
a
palda
de
en
donde
y
doña Casiana
de el
la
como un suspiro:
Balbinal Balbinal
—
él,
por
de
II
A
los quince días de residir en el «puesto» de «La
Estaca», míster James era ya tan estimado como po
pular en todo el pago. El inglés de los güesos no mo
lestaba a nadie, y en cambio divertía con sus excen
tricidades y daba tema de conversación a «todo el
mundo».
Era cosa de verle cada mañana, cuando, después
de rasurarse convenientemente y de tomar su des
ayuno, encendía su pipa y se marchaba hacia la pla
ya de la laguna de «Los Toros», llevando en una mano
su silla plegadiza y sobre un hombro su saco de ar
pillera, sus picos y sus palas...
—All right!
—¡Cuidao, míster, no vaya a agarrar sol!-solía
recomendarle doña Casiana desde la puerta del ran
cho; y añadía en seguida riendo—. Que con esa go
rrita que tiene no sé qué será lo que se tapa...
EL INGLÉS DE LOS GUESOS I9
III
cobró
Y
el
al
rastero...
lugar mujer ella hubiese sido hombre,
en
de
Si
inglés
de
los güesos
hubiera resultado corto para albergar sus puñaladas...
Le vergüenza odio; vergüenza, porque
la
y
tenía
había visto castigar por
la
odio...
el
que ojalá mu
se
riera!...»
Al principio, siguieron
en
se
punta,
de
si ni
le
la
na marcharse...
a
26 BENITO LYNCH
no
y redamase...
la
—¿Y usté qué hizo?
¡Y
—¿Yo?
la
redamé no más
Lindo! ¿Y qué hizo
— —
loco?
el
puso colorao como un pavo que es,
Se
¿Y?
y
no
al de
tuvo más remedio que tirar otro balde agua...
Pero, como ya hemos dicho, esto fué principio;
por apasionada que fuera La Negra sus rencores,
en
al y
ir,
ol
correr del tiempo tuvo por fuerza que
no
si
vidándolos, por
de
exteriori
lo
menos cansándose
zarlos tan sin fruto.
limitaba, por no dirigir palabra
Se
general,
lo
la
a
a
o
acostumbraron
pronto esta cómica tirantez de relaciones entre
y a
ya
siquiera
El
ni
moza
respecto.
al
hacían bromas
las cosas en tal situación, no
es
Y
colocadas de
extrañar que los efímeros prestigios que Santos Tel
mo había adquirido ante moza fueran esfumándo
la
sep
de
se
un gran viento.
a
sentía como
el
hubiera sido
se
si
esos días de
lluvia, grises, fríos, interminables, con que suele des
de
a de
inglés
de
la ni
los güesos,
de tal manera que reunión familiar era casi com
pleta cocina: Don Juan, doña Casiana, La Ne
en
la
la
dueño
el
con míster
y
3o BENITO LYNCH
una vulgaridad
de
en
la
a
tén las
el
de
das ambiente
el
la
a
pronto,
de
Juan
se
un su
a
de
\
EL INGLÉS DE Los GUESOs 35
IV
palenque bajo
en
Santos Telmo desmontó
la
el
...
el de
después dar vuelta
y
a
que no los calara agua, tanteó algo, con cuidado,
debajo del grueso poncho
de
paño que cubría. «Lo
le
Si
único que faltaba era que los hubiera perdido. La
Negra supiera
de
que costaba aquel puñao con
lo
le
de en
su
fites que traiba tan engüeltos pañuelo azul
a
cuadros blancos! Cinco leguas galope bajo llu
la
via, una costalada «macuca» que era peor,
y,
lo
la
pérdida un par
de
el de
de
lo de
horas estar lado ella!» al
El mozo quitó sacu
se
sombrero chorreante,
dió un poco, tornando
se
y
de
cocina... grato olorcillo
la
a
él,
lluvia
y
afuera
la
al
acercó
el
la
a
to
solícito:
y
cara oculta no
la
cuerpo bajo
de
su
su
le
—No!
—Mire que le puede hacer daño...
—¡Qué me importal
—Pero a mí sí.
Y embriagado de belleza y de amor, Santos Tel
mo se quedó otra vez mirándola en silencio.
Una ternura honda, que invadía cosquillante todas
sus moléculas, le hacía crispar los dedos temblorosos
en un deseo indominable de tocarla, de estrecharla,
de infundírsela físicamente, como ya la tenía infun
dida en alma...
Se contuvo, sin embargo, y dijo, hurgando brusca
mente debajo de su poncho azul, todo mojado:
—Le truje, le truje, ¿sabe?, unos confites de «San
Luis»... Parecen lindos, ¿sabe?
Y al decir esto, el gaucho extrajo y presentó a su
amada un modesto envoltorio en papel de estraza.
La niña, al tomarlo, dijo sonriendo y entre malhu
morada y caprichosa:
—Me viá quedar aquí toda la noche, meta comer
confites, y no lo voy a convidar a naides...
Al verla bromear así, a él se le iluminó la cara,
y una oleada de sangre cálida le hinchó las arterias.
—No se aflija, Negra —dijo—, que no ha de fal
tarle quien la quiera, ni quien sea capaz de hacerse
hacer tiras a puñaladas por usté, ¿verdá?
—¿Ah? ¿Ah?
Y desenvuelto ya los confites y escogi
habiendo
do uno muy rojo, que mantenía entre sus dienteci
llos blancos, retrocedía riendo con inconsciente, co
\
EL INGLES DE LOS GUESOS 4I
Pero
...
Santos
la
cual
el
de
deshizo sobre
el
y
mi tata! ¡Qué
se
ha creído!
roja indignación
de
de
la
entraba
en la
cara adusta,
se
de muerte
bajo lluvia, que comenzaba disolver lentamente
la
en
de
aquella misma tarde, debi
Y
un minuto
...
su
se
do
durísima imposición La Negra: «Si
de
tido
él
la
a
que no pisase más en «puesto»...
de imaginarse, ante crueldad del dile la
es
Como
ma, Santos Telmo había humillado, había implo
se
mucha juventud
su
no obstante inexperiencia, no
e
dida alma
el
y,
tan inocuamente
y
en
de
dicha...
Sin embargo, no sabía qué hacer. Temía que,
si
faltaba
a
la
a
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 43
(Jamás
se
las mujeres.»
lo
la
44 BENITO LYNCH
—Bahl...
—Sí, ché; todo lo demás son mamolas... Las mu
jeres son ansina. Si las conoceré yo! Mientras uno
les anda con delicadezas, se güelven puros repulgos
de empanada... ¡Creéme: son hijas del rigor, her
mano!
Santos Telmo, que había esperado otra cosa sin
duda, se quedó un momento silencioso, y después
dijo, mirando a su amigo con ojos torvos:
—Esas son macanas, ché... ¡Alzar en ancas Tan
fácil que es alzar en ancas, ¿verdá?
—¿Y por qué no?
—Porque vos sabés muy bien que eso no se pue
de; que esas son macanas.
Y añadió más bajo y en tono insinuante:
—Lo que yo quiero, lo que yo quisiera es que vos
me digás cómo tengo que hacer aura pa volver, pa
arreglar este enriedo, vos que sabés tanto, Deolindo.
48 BENITO LYNCH
Y
el ingenuo mozo rogaba ya como un chico, mi
rando a aquel farsante con ojos de agonía...
—A ver, pensá, aconsejáme algo, Deolindo; mirá
que si no voy a hacer algún bolazol...
Y
Deolindo, metido en el brete que él mismo se
había construído, pensó, no tuvo más remedio que
pensar cualquier cosa, en homenaje a aquel buen con
cepto de que gozaba ante su amigo; y... pensó una
brutalidad...
—¡Ché, Santos! ¿Decíme una cosa? ¿Y no será no
más que a la muchacha le esté gustando algún otro?
ASantos Telmo le fulguraron instantáneamente
los ojos.
—¿Cómo otro? —dijo contrayendo el ceño—. ¿Por
qué, ché? ¿Por qué decís eso?
— No Digo no más, se me ocurre... Muchas veces...
Estas mujeres son tan trompetas!
Y hubo una pausa.
Santos Telmo, con las cejas casi juntas, miraba el
suelo con tanta fijeza como si hubiera querido per
forarlo con sus ojos buídos, mientras que Deolindo,
siempre apoyado en el poste y siempre sonriendo, se
acariciaba los labios con las barbillas de una «cola de
zorro» recién abierta...
Al cabo levantó la cabeza Santos Telmo y dijo con
vencido:
—Bah! ¡No, hombre! Qué macanal ¿De ande? Vos
sabés muy bien que ella no ve a naides mas que a
mí dende hacen una punta de años...
Deolindo, entonces, inclinándose para arrancar una
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 49
su
sin más, echó bruscamente
...
colorado
Y
a
galope, haciendo desparramar los novillos overos ne
gros asustando una lechuza que, silenciosa, fué
se
y
VI
amigo
y
«toda
la
la
blancas cocas
a
cia
movía una paja campo co
de
en
no todo trozo
se
el
su de
de 2
-
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 55
mama?
—Esperénse...
mozas, las manos abandona
Y
mientras ambas
costura, aguardaban fallo materno,
de la
das sobre
el
impaciencia
de
aquel que
al
verano
lo
e
Perayra..., no! Pa invierno jué... ¡Ah, ah!... Pa
el
con
la
la
—Sí; jué pa
de
otra, hija
don Serapio, debió juirse, me pa
de
la
menos?
al
o
Pa
lo
en
cierto
primera principal preocupación
de
modo,
la
las
amor propio,
en
de
perfeccionamiento
y
humano afán
lo
que las impulsaba averiguarlo todo.
a
esfuerzo
zarla?
de
pleta?
Solamente un loco.
Además, sabido, nada incita tanto
al
es
y
como
perfeccionamiento como creencia íntima, sugerida
la
no,
o
ción cualquiera.
Es probable que algún hombre
se
reconoce
si
le
a
un
no
algo
de
con
curiosidad de sus hermanas, que, agradecidas tanta
a
devoción,
que sentir
en
pun
de
de
el
que
si
común desprecio, re
en
de
unísono:
—¡Ah?, ¡ah? ¡Qué más quisiera ella!
se
si,
como
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 6I
a
temprano, «dejuramente» porque doña Casiana, que
a
lo
se
había metido
le
a
en
¿Que doña Casiana había comprado «San Luis»
un corte de tartán para hacerse un vestido?
...Bueno, tal corte de vestido tenía que ser por
el
y
o
ella
de
es
simpatías, toda
de
la
brada
piro de alivio..
fué inquietante Deolindo que hizo
Y
bello
el
el
e
64 BENITo LYNCH
VII
...
doña María; pero hasta
de
pensao mandarla buscar
a
dió hoy por
no
ese zonzo Santos Telmo venir
le
e
-
Yo no sé...
con una amplia coleada de pollera, lunares,
su
Y
a
doña Casiana, nerviosa, abandonó míster James
en a
medio del patio
en
desapareció
y
cocina...
la
El inglés quedó un buen rato allí
de
se
los güesos
inmóvil, con
de
su
su
pala sobre silla
y
hombro
el
tijera bajo brazo, hasta que fin, murmurando
el
al
entre dientes un nuevo «carramba!», por mismo
el
de
camino que había seguido
y
dueña casa fué
la
en
su
metió
la
un gemir incesante,
en
de La Negra,
en
se
y donde
sentó pensativo.
Míster James había tenido, sin duda alguna,
lo
que llama «un mal día», no por spleen —no fuera
se
como creyó
lo
en de
su
provocarle, medio
playa Laguna, in
de
decisión,
que hasta obligó
y
sistencia desnudar
le
para
de
de el
el
ponían nervioso.
El
mortificaban
y
hasta
le
le
a
nadie, una pobre criatura inocente como
y
menos
a
«el
y
a
antropológica..
en
su
en
En estos pensamientos entrada
le
la
Juan puestero.
la
cocina de don
el
la
otra tarde...
en
brusca
el
ción:
—¿Usté tuvo hoy
un
de
lo
y le
en
su
no
El
no
güesos
EL INggs DE Los GUESOs 71
el frasquito que
había extraído del cofre, se salió de
su cuartujo andando de puntillas y seguido por
el
muchacho, curioso e intrigado.
Ante el fogó, sin lumbre, estaba el padre
cabiz
bajo y disgustado por el
dolor de la hija.
-Donetanº
-Ahl Dispense, don «Yemes». No
me lo atienden,
¿verdá? Cardho Con la enfermedad e la chica,
¿sabe?, la mujer.
o Pero
míster James no lo dejó continuar.
bsero M no pide nada; mí quiere solamente poné
Babino uno remedio...
o Ah Míster «Yemes»... Muy bien! Voy a
avisar
a la mujer entonces...
mYaizándose vivamente, el viejo penetró en segui
da nºtaehabitación aquélla, en donde
la pobre niña
seguía lanzando sus desgarradores
lamentos...
se propósito de El inglés de los güesos
debió de
causaro sersación, sin duda, porque se oyó
sur un gran
de acomodo adentro, y porque hasta los ge
reidos de La Negra parecieron disminuir
en intensi
ady en frecuencia...
orid Pase nomás...
...
temerosos los
iban inquietos
de
res
El
la
llevaba
e en
nano:
la
de
a
alcoba
la
obscura
cosa
de
cretona,
de
los
de
El
de
Al nombre voz inglés giesos,
el
y
la
La
de
Negra dejó repentinamente gemir
y
abriendo
un
unos ojos muy negros muy grandes, los fijó
y
me
mento con extrañeza en intruso; pero
el
seguida,
en
salto brusco, que hizo crujir
un
en
dándose vuelta
y
ñera colérica:
¡Que servaya
é1!
razón!»
ro
rato,
de de
de
colcha...
«Pero criatura, no seas así Pero m'hija, ...
en razón!»
EL INGLÉS DE Los GUESOS 73
Y
a no haber sido por las quejas de la niña, se
hubiese podido oír sin duda caminar una hormiga:
tal fué el silencio que se hizo cuando El inglés de
los güesos, inclinado sobre la cabecita yacente de-La
Negra, practicó la operación delicada de introdu
cir con sus largos dedos ganchudos y temblorosos
aquel copo de nieve en aquella valvita de nácar
color de rosa...
—All right!
— Bendita la mano que cural—murmuró entonces
doña Casiana persignándose—. ¿Ya está, míster «Ye
mes»?
VIII
-
—¡Aoh, yes
Y
sin levantar los ojos, míster James caminó len
tamente algunos pasos y fué a apoyarse en la pared
del rancho, en la misma actitud en que se encontra
ba antes junto al pozo.
Y es que El inglés de los güesos estaba leyendo en
ese momento una información sobre cierto valioso
donativo antropológico hecho por un museo britá
nico a... otro museo británico...
Si no, hubiera podido constatar de inmediato dos
observaciones interesantísimas. Primero: que La Ne
gra, en vez de lanzar un «chist!», o un «ja ver», como
lo prescribía, sin duda, su protocolo social para estos
casos de tirantez de relaciones entre las personas, le
había dicho muy amable: «¡Con permiso!»; y segundo:
que la niña aquella mañana parecía extraordinaria
mente contenta. Lo primero, aunque raro, quizá tu
viese su explicación en un descuido, porque, justo es
decirlo, a pesar del servicio que le prestó durante su
enfermedad, La Negra no se había creído obligada
hacia El inglés de los güesos en forma alguna... Tanto
era así, que ni sus mismos padres pudieron decidirla
a darle las gracias, aunque más no fuera, por mera
fórmula. La niña instada se «empacaba» y lanzaba
tantos «tsts» despectivos alzándose de hombros, que
hubo que dejarla... ¿Sí, pero lo otro? ¿Por qué esta
ba alegre y tan activa aquella mañana de primavera,
ella, de ordinario tan haragana y que siempre solía
amanecer «con la luna»?... ¿Por el hecho de estar re
gando su jardinillo, no más grande que un pañuelo,
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 77
Y
las manos de La Negra, ya temblorosas de im
paciencia, proseguían su lucha contra los retorcidos
y porfiados meandros de la gruesa cuerda mojada:
en
...
.
de
aquellos pies míster James La Negra aca-
y
nazas
.
bó por reírse. Le hacían gracia soltura, habili
la
la
los
El
fuerza con que inglés ataca
de
dad
la
y y
güesos
El
ba vencía odiado enemigo... hombre aquel
al
de
había tenido unas muñecas como «caracuses güey»,
unos dedos «como ganchos colgar carne» de
unos
y
«pieses», Virgen Madrel, que «ande plantaban no
se
dejaban mover naides».
a
gü
los
El
de
la
Y
sobre
sos torció pisó aquí acullá con tanta fuerza
y
y
un
de
el
incomode...
La
¿Y? ¡Güenol...
Después que los dos baldes estuvieron llenos,
ter James ofreció de nuevo muy serio:
—
¿Mí lleva?
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 8I
-
de
cara enojo.
El no comprendió principio. La miraba con sus
al
si
des marchó
EL INGLES DE LOS GUESOS.
6
82 BENITO LYNCH
de
se
Y
los güesos
...
boca
la
mirándola alejarse. Quizá esperara,
al
entreabierta
verla tan hermosa como una primavera pampa, que
aque
en
en
su
a
charquitos negros que iba
de
llas dos rectas hileras
patio, derra
su se
marcando, través del agua que
el
a
la
tivo, pared del rancho,
en
volviendo
y
recostarse
de la
a
en
su
IX
Mientras bajo
de
cruda luz
y
mañana sobre
la
la
tapiz ondulante
de
das
la
a
enormes
e
de
su
el
muchacho
mente cavando una cueva.
su
y
EL INGLÉS DE LOS G.
sin
ser
ser
hurón, ni lagarto, tenía,
ni
cuís, embargo,
algo
de
de
a de
y,
esas alimañas; ima-
es
cada una como
.
ginar, ninguno per
de hallaba dispuesto
se
los dos
dejar mix
de
der una presa semejante, aun riesgo
a
turar majada con del vecino de atrapar un
la
la
o
tabardillo.
El cara como una brasa,
él la la
y
muchacho con
la
en
empeñaban
se
obra común con igual denuedo. Unas veces era
quien desmoronaba cuchi
su
cueva valiéndose de
la la
de
perra que, gimiendo
y
la
la
a
de
la y
mal perseguido...
Pero estos descansos eran breves. Bien pronto
la
sombrero las
el
la
de la
a
respi
en
su
teniendo y
rado grandote del cabestro...
—Un bicho, ¿no?
—¡Ah! ¡Ah!
—¿Peludo?
—No sé..., quizá
no
más!
mientras Bartolo miraba entre sorprendido
Y
le
e
interrogador, vez, fijaba sus ojos tris
su
mozo,
en el
tes
el
fatiga,
de
se
tremecida
en faena.
la
marchitos...
pués de mirar un momento, pasó mano por
la
se
la
frente.
—Está güeno!... ¿Y cómo están por allá?
¿Y? Bien...
— —
Y
al decir esto, el muchacho sonreía con sincera
extrañeza.
Santos Telmo suspiró profundamente, se arregló el
tirador, y después de dirigir hacia el campo una mi
rada circular y escudriñadora, dijo inclinándose y ba
jando la voz:
-Mira, Bartolo; yo necesito que me hagás una
gran gauchada...
El muchacho, al oírle, abrió mucho los ojos y algo
también la boca.
— ¡Ah! ¡Ah! ¿Qué?
—Yo necesito que me le llevés un papel a tu her
mana, ¿Sabés?, una carta...
—¡Ah! ¡Ah! ¿Y pa qué?
-Porque
sí;
y
a
tengo que decirle una cosa...
Bartolo puso serio miró suelo, rascándose
se
el
nuca.
la
¿Un papel?
—
animás?
—Sí, pero...
¿Pero qué?
—
Como
el
explicar
de
de
su
de
repa
en
su
sé
él,
que aspiraba ambos
a
títulos, no podía negar Santos Telmo ese servicio.
a
te
de
a su
entre aquel vago reparo
Y
y
conciencia
el
en
mor de hacer un daño efectivo quien tal forma
suplicaba, Bartolo cedió, tuvo que ceder... porque
le
de
cada mil
en
se
generosidad juvenil
de
y
base
él
la
la
dor humanos.
—¿Me vas hacer servicio entonces, Bartolo?
el
a
—¿Y? ¡Güeno!
—¡Ah! Gaucho! Mirá, viá regalar un rebenqui
en te
tu
la
lo a
se
mana das
le
el
le
una libreta
a
lo
viar.
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 87
-
lindo!
Nol ¿Ande lo pongo? ¡A la pucha! ¡Cómo jiede
92 Pgo To LYNCH
regalo»
a
curiosa.
lo
EL INGLES DE LOS GUESOS 93
per
de
«Ojepto-de la per-sen-de
— Calláte!...
la
eso?
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 95
rancho...
Y
el
XI
en
su
covacha disponiéndose para marcharse
sus tareas
a
habituales, cuando una risita cristalina, que des
se
granaba sus espaldas, hizo volver cabeza:
la
le
a
—Aohl «Babino»l
Era La Negra efecto; LaNegra, que, con her
en
tabique car de la
en
de
la
muy
de
El
su
enemiga, inglés
de
ceñirse
el
a
ni
ni
entraba
siquiera ya. Había bajado cabeza, vuelta
se
reía
la
tabique,
de
en
ocupaba seriamente
se
cara hacia
el
pila.
de
en
el
allí
la
lectura.
y
con mucha
a
razón. -
es
y
no ha
leído una letra entoavía... Yo sin tantas pintu
ni
—¡Aoh! ¡Yes!
—¡Ah! ¡Ah! ¿Y cómo no lee entonces?
El bri
no
su
playa
en
la
la
baúl, hojearlo
se
de
que que
trataba era
se
de decirle leer
lo
ta Sorna:
pa
leer mís
Si
de
en
aviados. Esas no eran cosas aprenderse un
rato!... Nadie mejor que ella sabía; ella que estudió
lo
más de un año «la letura»...
los güesos no parecía participar
El
inglés
la de
Pero
del desaliento de niña,
así, mientras ésta entre
y
tenía espera paseando sus ojazos curiosos sobre las
la
se
él
vez con más ardor tarea de descifrar manuscrito:
el
la
a
va
se
il
de
la
de
bresalto:
¿Yo? ¡Ah! ¿Cómo dice, míster?
—
grave
y
tonces:
la de
va
ancas...
ter!... Se dice dir «en ancas»...
—All right!
Y,
incli
El
satisfecho, inglés
de
narse ya sobre
su
la
detuvo:
—
es
vez
el
su el
a
impropiedad pregunta
de
La Negra acentuaba
la
EL INGLÉS DE LOS GUESOS Io3
la
también
el
la
refugió atropelladamente
en
carta de Santos
se
y
la
Telmo.
—«En anco»,
«en anco»... «leja», «leja»...
de
ambas partes.
trabajaba
El
en
de
al
de
gato,
y
mesa calavera
la
la
de de
tranquilizarse
de
la to
engolfarse traducción
y
la
a
de a
carta, suspendió
el
sí,
dolo miró
-
a
El inglés entrecejo
de
parecía disgustado.
y
V
EL INGLéS DE LOS GUESOS Io7
perque esto carto dice une cose moi feo, moche por
querío... ¿Comprendemí, Babino?
Al oír esto, los ojos de la niña se dilataron de asom
bro y de curiosidad.
—¡Ah!, ¡ah! ¿Y qué? ¿Qué dice, míster «Yemes»?
—Mí dició ya osted, Babino... Dice mocho feo, mo
cho porquerío...
—¡Oohl
—Yes! Ese hombro, Inglatera, carambo!...
Y, muy disgustado, El inglés de los güesos aban
donó su asiento y se puso a recoger sus bártulos,
como dispuesto a marcharse, cuando La Negra in
sistió decidida:
—Sí; pero ¿qué dice la carta, míster? Dígame io
que dice...
Y se veía a las claras que, sobre todo sentimiento,
el de la curiosidad primaba imperioso en el espíritu
de la muchacha, cuyos ojos iban incesantemente de
la cara de El inglés de los güesos a la misteriosa carta
aquélla, que estaba sobre la mesa.
— ¿Qué dice? Leamelá, míster, leamelá! ¿Por qué
no me la quiere leer? ¡Carambal
Y como míster James continuara negando con el
gesto, la pobre muchacha, que no podía comprender
la delicadeza que había en la actitud del mozo, con
cluyó por enojarse y por decirle guaranga:
—La carta es mía, ultimamente..., ¿sabe? Y me
parece que p'algo le pedí que la leyera.
Y al decir esto había empalidecido ya de cólera,
como siempre que se contrariaba o discutía con al
EL INGLES DE LOS GUESOS Io9
y tan mujer,
que míster James, con ser inglés y ade
más hombre de ciencia, no pudo menos que arrepen
tirse de su severidad y decirle muy conmovido:
—Aoh! Babino! Mí comprende, mí comprende!
Mí no quiere que osted venga triste ahora! ¡Carambo
Y, muy agitado, se movía en torno de la mucha
cha dando muestras de la mayor inquietud.
Felizmente, la misma Negra vino a sacarle del ato
lladero galante en que se hallaba, diciéndole, entre
resentida y risueña, a tiempo que se enjugaba los
ojos:
—Es malo, míster «Yemes»; es malo!...
El inglés de los güesos se destosió, miró primero la
mesa, luego la caja del microscopio, que estaba sobre
una valija; después el winchester, que pendía de un
clavo a la cabecera de la cama; más tarde unas botas
de caucho que estaban en un rincón, y, por último,
tornó a mirar a la niña. Le temblaban ligeramente
los labios, y parecía que iba a decir algo con mucha
vehemencia, algo que la niña aguardó estremecida y
con los ojos bajos; pero míster James no dijo nada
al cabo... Se limitó a suspirar profundamente y a dar
algunos pasos por el reducido recinto de su cueva,
mirando el techo y con los dedos enclavijados en el
cinto...
Entonces La Negra murmuró con desaliento:
— ¿Y aura qué hacemos, míster?
él,
¿Come hacemos?
EL INGLéS DE LOS GUESOS II3
—Sí, ¿qué hago? ¿Qué hacemos con la carta?
El inglés de los güesos se alzó de hombros sonrien
do levemente y contrayendo las cejas.
— ¿Si da a tata?
La Negra denegó con energía:
—No! ¿Pa qué?
—Mi parece que corrisponde...
—¡No, eso no! ¿Pa que haiga disgustos? No
El tornó a alzarse de hombros y se quedó pensativo
por largo rato, hasta que ella volvió a interrogarle:
—Güeno, ¿qué hago, míster? Digamé qué tengo
que hacer...
— ¿Y? Devoilve carto ese hombro. ¿Quí lleva?
— ¿Cómo, míster?
—Mí pregunta ¿quí lleve, quí trajo usted esa carte?
—¡Ah! Me la trajo Bartolo esta mañana.
—Aoh! Schooking
Y sonreía en una mueca, meneando la cabeza.
— ¿Qué, míster?
—Hace mucho malo Bartolo. Aoh! ¡Cose moi fea
hació Bartolo, Babino
—¿Por qué, míster?... ¿Porque me trajo la carta?
—Yes!, ¡yes
— ¿Y? ¡Qué sabe el pobre
El la miró entonces severo:
—Osted enseña, Babino. Carambol
Ella, avergonzada, pero rebelde, se encogió de
hombros.
—¿Y? Güeno, ya sé.
Y ambos tornaron a quedarse pensativos y silen
EL INGLÉS DE LOS GUESOS. 8
II4 BENITO LYNCH
XII
lo
chisme de
el
a
El
pero, cambio,
a
ignoraba
en
asunto
no
juera
se
le
de
vantisca gorda...
No solamente don Juan, encargado de «La Es
el
Telmo,
de
de
era «La
el
de
al
famélicos, desgarraban
y
de «aguaraes» acosaban
a
su
lentamente
...
la
la
en
de
ción absurda del instinto hora suprema
la
los
desamparos absolutos
además de varón, dos
y,
Santos Telmo era varón
veces «guacho»... ¿Qué podía esperar del mundo con
La
de
flaquezas? ternura del retorcido poste ñandu
bay que apoyaba, ternura de aquel hombre
en
la
se
allí descolgando
unos cueros con misma cruel in
la
ca
su
diferencia con que, veinte años antes, ensilló
ballo, una mañana, para irse otros pagos, abando
a
de
el de
su
enrojecidos
y
se
se
marido!...
Por eso mismo sin duda no tardó en reaccionar
Santos Telmo, debilidad,
de
su
como avergonzado
y
echando
y
propia
en en
el su
pensativo sombrío.
y
atravesar
el
hombro,
de
su
ciencia su cuchillo...
II8 BENITO LYNCH
XIII
El viento norte y el calor anormal debían de in
fluirsin duda poderosamente en los nervios de la
puestera de «La Estaca», pese a sus apariencias de
mujer sana y robusta, porque desde que se puso a
lavar aquella tarde no dejó de gruñir un solo momen
to, ya contra los mosquitos que se encarnizaban en
sus gruesos brazos desnudos, ya contra la mugre oleo
sa que ponía el sudor de los caballos en las perne
ras de las bombachas de los hombres; ya, en fin,
contra La Negra, que no servía para nada y que,
en vez de ponerse a componer un poco de ropa, es
taba «paviando» allí, junto al pozo, empeñada en
cazar con aquella trampa que le había «frabicao» El
inglés de los güesos los pechi-amarillos que acudían
al olor del agua...
—¡Pucha con la vida e porra!... Si a veces daba
ganas de agarrar un rebenque y de emprenderla a
guascazos con todo el mundo!
Y
esto pensando y esto diciendo casi en voz alta,
doña Casiana, arreboladas las mejillas y duro el ceño,
restregaba con sus recias manos, ora una bombacha
«a cuadritos» de su marido, ora una camisa color de
rosa de Bartolo, que a juzgar por el aspecto debería
haber servido para tapar alguna cueva... Hasta el
jabón que habían traído de «San Luis» no podía ser
«más pior» aquella vez... ¡Puro sebol
— Balbinal
EL INGLÉS DE LOS GUESOS II9
— ¿Mama?
— Vení p'acál
—Voy, mama
Y sin apartar los ojos de la trampa, la niña comen
zó a acercarse retrocediendo.
—Pero... movéte, «hombre».
Y como tenía las manos mojadas, doña Casiana
trataba de apartarse con el rollizo antebrazo los ca
bellos que se le caían sobre la frente...
— ¿Qué quería?
—¡Qué quería Andá ligero y traéme de adentro
ese pedazo del jabón viejo que está en la cómoda!
Este esuna porquería...
Y como La Negra, sin contestar, continuara mi
rando hacia donde estaba la trampa de míster Ja
mes, un grito descompuesto de la puestera la hizo
estremecerse y marcharse de allí más que de prisa.
—¡Oh, también!
—Te me estás poniendo muy mal mandada, vos!
—¡Oh, también!
Y ya a cubierto de las miradas maternas, La Ne
gra puso tranquilamente un pie sobre el umbral de
la puerta, y
en tanto que se estiraba una media, vol
vió a mirar, curiosa y sonriente, por buen espacio de
tiempo, lo que tanto la interesaba...
Después hizo chasquear la liga, y penetrando en
la desierta y fresca cocina, se dirigió a través de ella
hacia la alcoba de sus padres, en donde se hallaba el
vetusto mueble que doña Casiana denominara pom
posamente cómoda, y que del mismo modo se usaba
I2O BENITO LYNCH
lo
de
esto?
La Negra, intrigada, paseaba sus ojos curiosos
Y
caras, ya nobles, ya vi
de
«¡Oh,
mejor
de
la
de
del
la
creo!»
La
busca de mejor
en
cado
a
escudriñaba desde
muy cerca, enarcando las cejas...
I26 BENITO LYNCH
el
pronto tuvo un sobresalto:
de
le
oír lejanas voces afuera, oprimiendo cartón con
y
el
tra seno, escuchó inmóvil atenta. Nada
se
oía...
el
al
a
y
sí,
lo
una mariposa,
en
y
del ala
muy encarnada,
en
apresuró ponerlo
se
cofre...
de el
a
estaba
patio,
de
la
estallando un
el
salto.
—Virgen
de
los Desamparados!
en es
¿Qué eso?
baúl,
de
tras
su
todo
el
La
XIV
-
¡Ah!, ¡ah! Te parecen poco, ¿no?
¿Y qué culpa tengo yo?
EL INGLÉS DE LOS GUESOS I3I
el
la
la
encontró de
no
a
de
dosis
le
la
la
a
sitiva:
¿Pa quién llevás ese mate?
—
pa
Pa
va
cara
el
la
parece
I32 BENITO LYNCH
boca
como un «pueblero» quien acosa sabandija brava
la
a
de los campos...
Pero, justo decirlo también, ro
en
es
cuanto
la
enre
su
forzado silencio,
se
y
mente madre
e
las
se
tubo
reció roto un anochecer del anterior invierno...
Y, por último, concluyeron por quedarse una
la
de encono
a
en aquella actitud si El
inglés de los güesos no hubie
se reclamado de pronto la presencia de su enfermera
con aquel largo silbido que era la señal convenida...
Al oír el llamado, La Negra se estremeció ligera
mente y se dispuso a salir en silencio; pero como en
el momento en que tomaba el mate, ya frío de tanto
aguardar sobre la mesa, doña Casiana deslizase entre
dientes un «¡Güeno, ya sabés entonces!»..., la niña,
llena de coraje, volvió a gritar que ella «no sabía qué
era lo que tenía que saber, porque ella no había hecho
-
nada»...
Y se marchó sin más, furiosa y haciendo crujir las
faldas...
XV
pronto
de
en
El
inglés
se de
entrar
al
alcoba de los
la
Desde que
el
el
le
Ca
en
la
de
La Negra que
en
-
el lecho:
¿No ve? Esa almohada se corre! Ya se corrió
otra vez... ¡Qué porfiada que es mama! ¡Caramba!
E inclinando el busto armonioso y flexible sobre
el rostro pálido de míster James, sobre sus inmóviles
ojos azul de prusia, que el dolor parecía haber agran
dado, se aplicó resuelta a remediar el trastorno. Y
EL INGLÉS DE LOS GUESOS I37
había en
la
138 BENITO LYNCH
besos.
la
ini
su
la
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 139
los
inglés
de
Y
güesos
de manera más sencilla clara que era posible,
le
la
la y
su
hablar de su casa, de
allá en nebulosa ciudad de donde venía. Entonces
la
en
el
el la
la
y
muslo mano
la
en
niendo animando
y
en
un sus
se
La
Así
se
hermanita, cómo
se de
El
la
la
a
El
cuando los
a
I42 BENITO LYNCH
—¡Pero Babino
— ¿Qué? ¡Ay, ay, ay!
— Venga per acál
—¡Sí, míster, sí!... ¡Ay, ay, ay!
Era una nonada... Un pequeño pinchazo de la ti
jera en la falangeta del índice izquierdo.
Míster James, después de examinar aquello, se
echó a reír mirando a La Negra, que, toda trémula,
le interrogaba con sus ojazos llenos de lágrimas.
—My God! ¡Quí ojero! Mí precisa la microscopia
per discubre!...
—Así! ¡Cómo no!—replicó ella entonces.
Y muy seria y asustada todavía alcanzó el boti
quín a míster James para que le practicase la pri
111621
a. Cura.
Y hay que confesar que esta operación se llevó a
cabo a conciencia. -
EL INGLÉS DE LOS GUESOS I45
Y El
inglés de los güesos tornara a sonreírse,
como
moviendo la cabeza dubitativamente, ella entonces,
él,
dijo rápidamente
en
inclinándose sobre
y
le
ese
lenguaje entre mimoso burlón con que suele ha
y
blarse los chicos:
a
yo
Si
él
y
la
un momento, con esa manota que «tene» que todo
lo cural...
XVI
patrón no estaba
El
en
nos Aires,
en
el
en
su
de
se
consabido eterno:
el
te
de
comer
a
léfono..., ¿no?
de imaginarse, noticia hizo un pé
le
es
Como
la
simo efecto.
—¡Qué embromar, hombre! ¡Caramba!
¿Qué? —interrogó, inquieta, esposa—. Chelita
—
la
él,
mundo
el
no
no
esto
el
a
en
recomendante, ministro
el
S. o
M., Club,
de
en
el
a
«La Estancia»
a
trasladado
a
a
de
El
personalmente
y
inglés
de
la
de
pesar
la
verdad
lo
concebía, no
el
XVII
Satisfecho y
risueño como siempre, Bartolo llegaba
de «San Luis» con un paquete de tabaco negro para
su padre y una carta para El inglés de los güesos.
cuando su hermana le detuvo a la puerta de la cocina,
— ¿Qué es eso?
-Nadal Tabaco y una carta p'al míster.
EL INGLES DE LOS GÚESOS I57
de
en
extraviase repente
se
rándose de «mare
el
de
bullente?
»Y fué pensar esto míster James, fué desapa
de en
La
mu
de
recer
el
chedumbre ciega
y
ciudad desconocida...
ella, tan niña, tan
de
de
de
medio
de
su
su
casa
y
a
él,
desaparecido sin dejar rastro, y, para colmo,
en
el
preciso momento en que podía serle más necesario,
encontraba de pronto navegando por
se
océano,
el
a
de
la
enormidad del tiempo
de
distancia
y
y
exacta
la
la
que separaban de niña! la
le
y
de se
vestido rojo
su
su
sombrilla desplegada, La
y
»Con
Negra corría ansiosa detrás del paquebote, conver
un tranvía, llamaba desespe
en
tido
y
sazón
la le
la
a
conmovedor de
el
produjo aque
de
tensa
la
El lla
se
los güesos
arroja agua, y... despertó, emocionado feliz,
en se
preciso momento
el
de
inglés
de
con los
de
la
ravillas exaltaba
a
y
dejo
de
su
timbre grave
en
melancolía voz:
el
tornaron
Y
de a
la
trajo
de
les
la
a
dad
—Si inocó mama, Babino...
la
famosa
la
de
se
propósito
de
la
con
quizá, para bromear un rato con míster James...
—¡Ah! La carta—dijo confusa—. Una carta, Ja
mes; mire, disculpe... La trajo Bartolo recientito
de
yo
cia
la
es
beneficioso
la
apren
en
de
un nada
derse cuando empeño
es
firmel»
el
—¡Ah, ah!
Yes, yes! Babino... ¡Mí asegura osted mocho inte
—
ligente!... -
su
único candidato
y
prisa
un
de
a
de
su
dilatada campaña
en
determinados sitios
EL INGLéS DE LOS GUESOS I69
ramba! A él ya no le
era posible postergar la reanuda
ción de sus trabajos, aunque el médico pensara de
otra manera.
»En aquella carta con sobre encarnado que La Ne
gra estaba viendo allí, sobre la colcha de la cama,
míster Douglas, el patrón, ¿comprendía La Negra?...
míster Douglas le recriminaba su tardanza y le acu
saba de causarle con ella serios perjuicios»...
La niña no pudo contenerse:
—Pero usted está enfermo, James!... ¿Ese hom
bre no sabe acaso que usted está enfermo, James?
¡Oh, tambiénl
El sonrió levemente.
«No. Míster Amstromg ignoraba su enfermedad; -
pero no era ésa la cuestión»...
—¿Por qué no le escribe una carta entonces —vol
vió a interrumpir la niña—; una carta «ande» le diga
todito lo que ha pasao?
—No, Babino, no...
Y trató de hacerla comprender el «porqué» de su
apuro.
«La cuestión no estaba en la enfermedad, que ya
se acabó, y que después se explicaría; la cuestión es
taba en que «su patrón» necesitaba que él estuviese
de regreso en Europa, con sus trabajos terminados,
Ja
él,
de
en
en
bulas desencajadas lividez de
al el
la
la
y
muerte
semblante, retrocedía hacia puerta, mirándole
la
vértigo
de
de
per
de
foraba medula.
la
estupor
de
de
expresión azoramiento
y
conmovedora
los ojos, gimió tan bajo
en
que mostraba
en
y
cara
la
como un suspiro:
—Nada, James, nada!...
El
su
inglés
de
en
Y
los güesos,
...
mientras asombro
infinito, no sabía qué hacer qué pensar, La Negra
ni
pronto
de
de
a se
frente...
I72 BENITO LYNCH
XVIII
si y
no
guía porfiando como
no
comprendiese, como
si
la
pa
en
su
no... La Negra es
su
sí,
muy clarito
la de
¡Ah,
en
dijo que
de
le
al
Uropa... que ya no
en
de
se
Ah, ahl Por Dios, por esta cruz, que dijo así, sin
le
I74 BENITO LYNCH
de
fin pavorosa
en
la
la el
dejaba sola,
de
de
si
él
EL INGLÉS DE LOS GUESOS I75
mo,
en
se
cuanto olvidaba un poco, no ocurría
se
y
le
otra cosa que preguntarle mismo cómo ten
él
ir
a
él
del «puesto»!...»
-
enjugar sus lá
de
su
grimas, ingenua
en
continuaba hilando
y
silencio
El
los güesos:
«¡Ah, ah! ¿Acaso quisiera, impor
si
si
él
a él
su le
la
que, con
a
libro necesitaba
el
no
él
hasta
de
en
no
él
no
le
la
176 BENITO LYNCH
en
su
cuarto
el
su
«el
vértigo, locura,
de
y la
era
el
acabóse» vida!»
la
su
La
Negra, sintiendo que toda
su
Y
alma toda
de
contraían espanto
se
borde
y, al
al
carne asomarse
le
de
el
cho, puso caminar indecisa por alcoba, turbios
se
la
a
de
como
pulmones espíritu,
su
luz para
la y
ñiña
la
se
acercó
la
ab1ió
Pero en las ramas de los sauces, que
ni
ni
sol
el
en
Bartolo,
en en
al
de
su
la
la
rascaba
vertiginosamente pescuezo, vió niña otra cosa
la
el
absurda hacia
gran dolor, que una incapacidad absoluta para ali
viarlo en más mínimo...
lo
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 179
de
-
despectivo
y
casi ofendido.
«¡Bah! Una chinita»...
La «chinita», por parte, retribuía
su
su
mundo
al
en
El
ella
le
a
los
en
se
inglés quedaría
de
güesos
«puesto» bajo que Inglaterra
de
condición expresa
la
Canadá
el
a
de hombros
tan extrañada comodespectiva
mundo:
el
y
ella
le
a
¡A mí qué me importal...
-¡Ah, ah! Las que han de estar bañadas en agua
e rosas serán ellas...
- ¡A mí qué me importal
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 183
—¡Sí,
es
muchacha
la
de
interrogadores los ojos zarcos
en
la
coléricos
e
nes, envolvía
y
uno de sus deditos nerviosos
y
lantal.
Después La Negra bajó los ojos, temblaron los
le
para contenerse
cisiva:
—¿Por qué dice eso?
¿Y? Porque cierto—contestó doña Casiana--.
—
es
de
tu
madre?
I86 BENITO LYNCH
—Sí
—Fíjate, Balbina, en lo que decís...
—Sí! ¿Por qué dice entonces eso? Si usté sabe
muy bien que eso no es cierto, ¿por qué lo dice en
tonces?
Y al hablar así, la muchacha miraba a su progeni
tora con una expresión tal en los ojos, que no parecía
sino que se hubiese estado dirigiendo a su más cruel
y odiado enemigo.
—¡Sí ¿Por qué dice eso?
Doña Casiana vaciló por espacio de algunos segun
dos, y después replicó, trémula de cólera y con una
mueca de desprecio excesiva en sus labios crispados:
—Desgraciada! ¡Para tu madre han de ser todos
los malos modales y todas las malas contestaciones,
y pa los otros, blandita como manteca, ¿no?... Sos
muy viva pa alegar conmigo, ¿no?, y pa faltarme, y
con los otros te dejás tratar como trapo, ¿no?... Mejor
sería que en vez de ser tan respondona jueras más al
vertida pa darte cuenta de ciertas cosas!...
Y doña Casiana continuó, bajando la voz y alar
gando la barbilla autoritaria hacia la moza, que la
interrogaba y la desafiaba con la expresión agresiva
de sus ojos sombríos:
—Infeliz!... Decíme, infeliz: ¿De quién te imaginas
que es la carta esa que ha determinao que al hombre
le dentre de pronto esa priesa tan grande de dirse pa
su tierra?... A ver, decí!...
La Negra se estremeció visiblemente.
—¿Qué carta?
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 187
a de
la
a
nerviosamente peinado.
el
hacer?
a
de de
XIX
de
En laguna
la
de el
el la
de
de
viento un pedazo
y
ni
a
quizá propia madre, ya re
no
su
se
Y
abismó
sus cavilaciones, que sus pu
en
tan profundamente
pilas azules dilataron como las de un maniático
se
sobre arena...
la
El
no
estaba ante
el
viejo egoísmo
de
su
asombro...
La Negra?... Nadie sabía mejor
la lo
¿Que amaba
a
de
Y El inglés de
los
güesos, inclinando aún más
el
busto, bajó los ojos pensativos.
«Dolor, dolor Morirse
de
en
dolor! ¿Podría realidad
alguien, La Negra, por ejemplo, morirse
de
dolor?»
Míster James no De
lo
sabía ciencia cierta...
...
a
dolor físico, quizá; pero de dolo1 moral... «Pstl»
recogiendo que estaba sus pies,
Y
...
la calavera
a
en
El
inglés puso
de
el
a
trecejo contraído.
Sin embargo, cuán lejos estaba
en
su
pensamiento
ese instante de aquel despojo vulgar, aquella vieja
de
calavera que reía entre sus manos...
Míster James, revolverlo entre sus dedos gan
al
de
hombre», un pobre hombre ignaro, que costa
de la
importaba cuál,
no
afanosa
la
un salvaje, los
un
de
de
su
disci
su
los imaginaba
plinado cerebro de estudioso.
EL INGLES DE LOS GUESOS I95
el
o
a
los pómulos, haciéndole estremecer:
caso era duro; pero qué iba ha
El
«¡Qué diablos.
a
cérsele La vida era lucha dolor, estúpido hom
y
el
su
se
edad metiese en
a
sentimentalismos.
»El, míster James, bien quisiera hacer algo por «esa
chicuela»; pero podía... ¿qué remedio?»
se
no
si
Pero
y
en
reflexio
El
principio
en no
él
a
país
en
volverse
a
la
recortaba austero
espe
de
de
jismo...»
esto, tan sabido, pronto,
de
Ahl Pero
se
ocurría
le
muy amargo
El
aquella mañana,
y
desalentador
a
aparte
de
él
jornada...
de
recién mitad
la
a
»— ¿Pero
su
no tiene límites...
»—Bien; bien... Suponiendo entonces que alcan
mucho más todavía:
la
y
los
existencia; formaría un hogar con una
de
halagos
la
bella
»—Bueno; pero, ¿qué edad tendría entonces?
»— ¿Y? Cincuenta, sesenta años...
»— Prety well! ¿Y creía que amor está para
él
el
cuando
él
cuenta años
jercitas que veras? ¿Que hay
de
en
quieran uno
a
200 BENITO LYNCH
inglés
...
viejo crá
de
de
inclinaba
se
XX
quizá
«y
tió aquella madrugada para declarar
ir
a
muy sinvergüenza
¡Y
más chata!...»
la
lo
de
bían
la
alma
a
pectivas...
Quién sabe cuánto tiempo hubieran permanecido
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 2o.7
ca» era más desgraciada que ella con la hija tan «trom
peta» que le había tocado en suerte... El macho tuerto,
olvidada por completo del viaje de Deolindo, de La
Negra, de El inglés de los güesos y de «cuanto Dios
erió», barajaba en su cerebro afiebrado mil vengan
zas pueriles contra su hermana; y, por último, Car
mela, la pobre y desdibujada Carmela, volvía una
vez más todos sus pensamientos de solterona irreme
diable hacia la imagen vaga y ya casi mística de cier
to mozo desconocido que veinte años antes y en una
calurosa tarde de estio le dijo sonriendo y al devol
verle el jarro de agua que ella le había alcanzado en
el palenque:
- Que Dios se lo pague, vida, y... guárdeme
ojitos,...,
esos
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 2II
XXI
se
se
saba de todo, que
se
cansaba tanto de tan aviesa
y
manera, que muchas veces hasta antes de haber co
menzado un trabajo ya estaba tremendamente can
sado.
en
Tal ocurría una vez más aquel momento en
le
La Talquina
de
a
de los vidrios de su alcoba.
media hora que estaba allí, inmóvil
de
Hacía más
bajo sol sacudido por viento, sin decidirse
y
el
el
a
yuyos bravos
de
habituales...
de
alcoba
él
la
diera detener
el
a
su
tear de guadaña.
—¡Ah!
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 2I 3
— Pst!
La Talquina sonreía leal y bondadosamente como
cualquiera mujer enamorada y... correspondida; pero
él la miró tan hosco y ceñudo como era fuerza que la
mirara desde que es ley de toda humana miseria mo
ral física eso de aprovecharse brutal e implacable
o
mente de cualquier rara ventaja...
— Pst, Isidro, pstl
Y así, asomando por la puerta entornada su rubia
cabeza, que despeinaban los zarpazos del viento, y
animado el color de la tez por aquel rosicler de bo
chorno que la violencia de la posición hacía subir a
su cara, La Talquina parecía casi bella...
—Pst, pst! ¿Pero?... Isidrol
cabo se decidió él a atenderla, y abandonando
Al
su guadaña sobre el montón de cortados yuyos, se
allegó a la moza muy despacio, como con desgana y
enjugándose con el pañuelo el delgado y cenceño
rostro.
—¿Qué quieres?
—Nada, Isidro, nada... Quería decirte no más que
no te cansés mucho, que está muy juerte el sol...
— Toma! ¡No digas Ven a cortarlos tú, entonces...
-
—Malo!
—Malo no; tonto, dirás...
—¿Por qué, Isidro? ¿Por qué estás siempre con eso?
El estalló
brutal entonces:
— Toma! ¿Por qué?... Porque ya estoy harto, ¿sa
tí,
vieja,
de
de
de
tu
puerta
de
El
su
cuarto
trabajo...
su
no menos velozmente
a
EL INGLES DE LOS GUESOS 2I 5
XXII
Deolin
do, envolviendo
de
ma
22O BENITO LYNCH
se
extrañaría; pero que Deolindo precisamente viniese
darle aquel disgusto...
a
de
«aguachaos»
la
es
y
y
«a
los educó en
importaba nada que Deolindo
no
»A ella «tru
le
lo le
aquella
le en
hicieran sin
y
consentimiento como
si
de
que
lo
lo
...
de
sorpresa deleite, es
lo
y
piando allá, cautelosamente oculto, entre las espada
de
de
laguna «Los Toros», pasar
al
y
ñas detenido
la
se
se
abrazaba, ella
le
«...
taba en arena y..., último, alzó en brazos
al
la
él
al la
pa
agarró tranco, con ella,
y
las casas...»
—Oyl...
—Mirálos!...
—¿Pero estás seguro, m'hijo?
—Por esta cruz, mi madre!... Digo que vide...
lo
Por esta cruz
—¡Qué me contás!...
entre las tres mujeres un relampa
se
Y
•- cambiaba
de
de
de
en
gueo miradas connivencia consulta,
o
de
su
de sus sonrisas...
El primera
en
echó reír.
a
de
—¿Y
ellos pa sentir que hablaban?
lo
—No, pero...
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 225
Carmela, despertadas de
Y
y y
...
macho tuerto
bito, hu
se
bieran sorprendido
en
una falta...
XXIII
por un instante
de
cara morena muchacha,
la
la
en
de
su
alzaba
alivio.
—¡Oh!... Gracias, James, gracias! ¡Ya decía yo!...
en
arena.
la
le
a la
los ojos.
El inglés los güesos, conmovido,
de
se
acercó
le
quiso levantarla.
—Sienta acá, Babino—dijo señalando silla de
la
far angustia
su
desconcertado
qué hacer, restregando
y
en
míster James estaba
Y
eso cuando
...
a en
se
a
miró cara cara con esa expresión entre trá
él
le
y
en
y
de de
heroísmo
El inglés
se
y
los güesos estremeció una como
aura de extraña cobardía pasó largo de sus ner
lo
a
vios.
decir La Negra? ¿Qué argumentos
de
¿Qué iría
a
la
su
prueba
en
su
que hallaban metidos
se
y
corazón
cerebro?
El
Pero
se
los güesos
La Negra haber concebido ningún argu
de
no debía
mento nuevo, traído suprema contienda otras
su la
ni
a
su
su
inocencia
porque
de
de
cabo
de
de
de
ojos, angustia,
al
enturbiados
y
ingenuo
y
mori1!
a
él,
en
como sonriendo
moviera aire del que busca
la
la
se
Y
...
playa, cubriendo
y
sobre clamando incoherencias
la
con sus voces los rumores del viento; hasta que, por
último,
de
sus grandes ojos,
la
en
tras una mirada
y
y
elocuencia
en
su
la
nera mano de un síncope tendió de un empellón
la
sobre arena...
la
El
parecía todavía una muerta cuando inglés
Y
...
su en
fatiga
en
su
impaciente
su
hostigando caballo...
XXIV
casi
María, prestigiosa médica del pago,
al
y
venerable
la
por
de
de
-
—¿Es ése, no?
¡Ah, ah!
—¡Hacéme el favor, ché!...Si parece un pavo apes
-
tao, mesmamente!...
Y juntas desaparecieron en la silenciosa estancia
de la enferma, dejando a El inglés de los güesos otra
vez solo en aquella gran cocina, tan desolada enton
ces como su espíritu y de donde todas las cosas ami
gas y familiares, desde el candil parpadeante hasta
234 BENITO LYNCH
al
de
rancho...
el
y y
la
las cejas casi juntas los rasgos faciales contraídos
por mental,
El
esfuerzo
el
en
su
en
se
sobre metió
la
-
covacha...
XXV
casos se
en
en
como
de
su se
el
y la
dad sobre
el
aplicaba
de
«La Estaca»,
se
cocina conciencia
a
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 235
de
la
de
más quería
en
el
carne
la
de
acudir socorro
no
un
en de
(1) Epitelioma.
238 BENITO LYNCH
durito frío...»
e
lo
ya
se
dbmo
sublevación del espíritu femenino
y
doméstico ante
espectáculo de sus odiosos desmanes...
el
de
en
111OZOS:
O bien:
—Caray! Sirváse no más, aparcero. Ni que juera
el ñeto e la médica!
Pero a Pantaleón todo eso se le importaba «un pito»,
yla mejor prueba de ello era que cada día se ponía
más exigente y más gordo, y que, no haciendo aún
media hora que había llegado al «puesto», ya estaba
allí en la cocina como único dueño del fogón y remo
viendo sobre el ardiente rescoldo el cuerpecillo inani
mado y chirriante del mejor de los pollos del galli
nero de «La Estaca»...
—¡Ché, chiquilín, dame sail
Bartolo, que, sabedor de la leyenda pantagruélica
que adornaba al mocetón,
le había estado conside
rando con esos grandes ojos de admiración y de cu
riosidad temerosas con que los niños suelen mirar las
fantásticas reproducciones gráficas de los gigantes de
sus libros de cuentos, se puso bruscamente de pie,
sujetándose a dos manos la holgada pretina de su
bombacha.
—Sí, señor; sí...
—También, si hay, un poquito e manteca; me haces
el favor, ¿no?
—Sí, señor; sí...
— Perfetamentel
Y el monstruo se restregaba las manos mirando
con ojos de verdadera concupiscencia el tierno man
jar que tenía sobre las brasas...
—Aquí está—dijo a poco Bartolo—. ¿Le alcanzará,
don...?
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 24 I
él,
apartando un poco ban
su
de cuanto necesitaba,
co
hubo entre
se
del fogón, para estar más cómodo,
pollito, con grande
de
gado
la
y
tarea comerse
el
a
chasqui
de
de
ruidoso acompañamiento regüeldos
y
dos, Pantaleón demostró recién algún interés por sus
vecinos.
—¿Y ustedes no cenan?
Quizá porque
no
la
a
de
de
se
que éste hubiese propuesto descaradamente que
le
de
La
Negra que estaba crujiendo entonces entre las muelas
del monstruo; pero don Juan, arrancándose con es
fuerzo sopor que dominaba, repuso con displi
y al
de le
boca llena
la
a
mejor,
en
más no
lo
se
la
a
eso ya
de
ha
sanar, amigo,
-
dirá
lo
Se sana
si
y
a
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 243
A
«¿Y?... ¡Que sábia
que tuviese de que no juera
lo
y
muchacha estar
la
la a
«muy pasada», porque veces acontecía— gente
a
la
a
ya
—¡Ah, ah!
don Juan, tan vivamente interesado como pu
Y
caso, aco
se
el
su
alargó hacia
en
el
nieto
el
la
no, amigo,
de
se
y lo
si
sé
pa
«puesto»
al
a
3
de
«La Blanca»?...
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 245
Todita, señor!...
de
el
ya
médica prosiguió,
de
en
tono serio:
la
-Vea,
de
se
he
la
EL INGLES DE LOS GUESOS 247
-
¡Ah! ¿Le da el mal?
en
—Sí señor, que
sí.
día lastimó
lo
Dende
el
el
hijo Telmo jué
se
que ella verlo
al
y
hombre ése,
al
é
pa
redondita suelo, ya quedó siempre ansí,
al
lisiada.
—¿Ah, ah?
—Y una cosa bárbara, amigo, cada vez
es
ahura
se
más pior. agarra como una ansia
A
cada rato
la
y
nos queda como muerta... Yo no sé... Caray!
—Tagüeno!...
mientras Pantaleón,
se
labio belfo alargado,
Y
el
el
su la
de
de
nóstico experiencia, padre La Negra, con
el
los codos otra vez sobre las rodillas cara otra vez
y
la
entre las manos, pensaba que vida era una porque
la
él,
sencilla
a
«guascas», para
de
de
le
de
Tata! Tatal
... — —
¿Eh?
era Bartolo, pobre Bartolo, que, mo
en
Y
un
el
ha
su
—Tata! Tatal
—¿Qué quiere, m'hijo?
—Tata! ¿No cenamos hoy? Yo tengo un hambrel
en
su
que padre
en
cumbrera del
la
XXVI
Pese
a
de
cuadros blancos
y
de
de
de
de
de
de
de
barro laguna,
la
chorreadura mate
o
no
A
su
le
cosa, por más que Ciriaco, aquel muchacho en
la
tecao
pa descascarriada, hubiese hablado con tanta
le
la
insistencia «lo
parecía que alguno viniese proponerle seme
si
le
y a
el
casaba «también»
el
costaba hacerle
le
el
El
ahí todos!...
pudo aprender escuela; pero pa
en
nunca nada
le
la
en
gente»...
la
El
»...
é
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 259
y
el
ya no decía una palabra, como hubiese perdido
si
el
habla!...
»Y menos mal entoavía que vino doña María
la la
y
en
de
curó La Negra. Y... hasta caso mismo
el
a
hermana por
su
la
encontraba Bartolo incongruencias absurdas.
»Si habían curao La Negra tan lindamente
la
se
y
con hasta
el
su
en ocasiones, ¿pa qué quería hermana ahora este
en
do»
le
de
todo
aquel enriedo,
y,
más
11t111Ca...)
corazón ge
de
su
lo
muchacho
el
lo
miento...
-
en
momento
el
el
varón...»
26o BENITO LYNCH
XXVII
pasó!... ¡Qué
es
...
pechadal, ¿no?...
se
reía
la
dientes
la
—¡Ah, ahl
El
monstruo
el
lo
de
en
puesto voluntad...
XXVIII
En cue
el
terciopelos varios,
en
El
inglés
de
baba
bien acondicionadas para largo viaje, algunas de
el
266 BENITO LYNCH
el
al
no
tenía reposo
la
inglés evo
de
los güesos
...
playa
de
dramática escena de
la
y
caba famosa
la
la
«—¡No
a
su
malhumor tristeza:
y
centaban
«Aquellos ojos, aquella postrer mirada Ne
de
La
gra!...»
las pupilas azules ponían tur
de
míster James
se
Y
de
de
experimen
El
impasible, inglés
en de
el
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 269
El
ve
en de
nido vida.
y
le si
la
la
entraña, con
en
ese encono casi sádico con que los perros hacen crujir
caparazónde las «mulitas»...
el
El
se
irse
para siempre, arrancado de cuajo, único corazón
el
e
de
pesar
por las formidables bibliotecas
y
de
Cambridge Oxford...»
y
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 271
El
inglés los güesos, que unas veces sen
de
sin duda
a llamar La Negra, para gri
de
tía como impulsos locos
a
otras, una de
en
y
la
si
a
no estaría enfermo, todo aquello tan raro, todo aquel
trastorno no fuera sino yconsecuencia de un mal
la
físico...
Pero bien pronto
de
es
contrario:
lo
él se
convencía
decir, que de que estaba enfermo, muy enfermo,
lo
su
sensible que carne, que contra
y
y
más delicado
la
o
morirse...»
de
re
se
El
los güesos,
en
al de
vida
y
mente convidaba
la
a
cue
el
de
trabajar, sin
de
el
o
el
o
272 BENITO LYNCH
él,
Bartolo, pero para Diloboderus abderus, de clase
la
de
de los Insectos, del orden los Coleópteros, suborden
grupo los Lamelicornios—,
de
y
de los Pentámeros
de
a
cruel voracidad de las hormigas suele vivisecar
al
la
de
extremo
en
ganos ventrales, quedan convertidos fúnebres cás
caras que andan, antojó un símbolo de espan
la
se
le
espíritu,
de
de
su
lo
el
fu
de
en
su
lo
turo...
había recogido aquel mísero bicho
lo
Y
y
...
estaba
examinando con verdadero interés, para ver sin duda
de
do La presentó
se
la
a
galpón:
—Viera, James—comenzó decir; pero se
inte
a
espal
de
—Un bicho...
Pero ella, intrigada, insistió:
¿Un bicho?... ¿A ver?... ¡Ah, ah!... Es verdad!...
—
de
añadió
para mirarlo:
EL INGLES DE LOS GUESOS 273
en
¡Qué sabía míster James ese momento iba
si
a
seguir no iba seguir!... Lo que sabía era que mu
a
o
a
allá, playa
de
de
mentas indígenas, laguna
en
la
la
«Los Toros»l...
Ta luego, James!...
—
de
inglés
los güesos, con «un nudo» más grande
Y
martillo,
en
se
garganta
que hubiese tragado
si
el
la
la
cuando
la
al
a
a
puerta, volvió con sobresalto.
se
—Oy! James...
—¿Qué, Babino, qué?
de
explicó entonces.
Y
acor
se
dara ¿no?...»
—¡Aoh, yes!... Osted moi buena conmigue, Babi
no... Mí no olvida nunca, nuncal
bajando los ojos,
El
inglés
de
-
más bien pareció un gemido...
¿Qué, James, qué?...
—¿Osted no es inocado conmigue, Nego?
Ella, al oírle, primero le miró ruborizándose y con
aquella tiera expresión de potranca asustada que po
nía a veces en sus negros ojos ardientes, y después
dijo, pálida ya, inclinando mucho la cabeza y a tiem
po que retrocedía de nuevo hacia la puerta:
-No, James; yo no... yo no... ¿Por qué?...
— Perdónami, Nego!...
—Sí, James, sí...
—Mí no tiene el culpa!...
—No, James, no...
él,
enternecido por
su
de
XXIX
y
...
o
peza Bartolo para conseguir
de sapo, que había
el
la
tenido «con sangre frita», después, esa curiosidad
y
la
tremenda incorregible de madre, cuyos claros
la
a
e
movedizos
tido.
Para proporcionarse cuchilla aquella caja de
y
la
que guardaba entonces
en
seno, pobre
la
fósforos
el
muchacha había pasado «las penas negras», pues tan
pronto como entraba cocina—y eso «que adrede
en
la
entraba
de la
y
crutadores
guirla movimientos,
en
en
todos sus como realidad si
hubiese sospechado alguna intriga.
La Negra, que deseaba evitar todo costo pre
Y
a a
guntas importunas, no
de
atrevía apoderarse
se
ninguna
de
en
intentase, ello,
en
y
lo
genua:
—¿P'ande llevás cuchilla, m'hija?... ¿Pa qué que
la
cuarto
a
puerta plato
un
de
alcoba, restregando
la
tarse
la
a
y
284 BENITO LYNCH
»—¡Oh!...»
vieja mé
en
fué aquel momento,
Y
y
...
cuando
la
dica, incorporándose, rostro para
su
inclinaba sobre
en se
despedirse, que ella, un impulso irresistible loco,
y
había besado
al
había echado los brazos cuello
le
y
la
arrugada cara
su
mil veces, sollozando sobre negra
y
la su
y
el el de
avergonzada ante recuerdo aquella escena, tornó
el
polvo
de
ponerse seria, sus manos,
y
sacudiendo
a
le
«Ya estaría bien hondo... daba
hasta codo...»
el
el
ya
de
de
ennegrecidos tierra...
y
—Güeno!...
con un sordo martilleo de sangre las arterias,
en
Y
de
la
fondo
la
dadosamente
el
se
pie,
el
apisonarlo con
en de
la
a
inquietos dirección
y
desconfiados casa...
la
a
parejas, después
de
la
-
—¿Ya está la comida?...
¡Ah, ahl... ¿Qué estabas haciendo?...
—Nada, ché, nada...
—Y mientras se restregaba las manos con el delan
tal, para quitarles un poco la tierra, La Negra dirigía
inquietas miradas a la perra, que se aproximaba de
masiado, olfateando, hacia el lugar del «sacrificio».
—... Nada, ché... Juera, Diamela!... Juera!... Es
taba, ¿sabés?...
Pero como en ese mismo instante las investiga
ciones olfativas del animal le resultaran alarmantes,
se
Y
se ...
apoyó gallinero,
en
y
sufrido un desvanecimiento...
XXX
El inglés si
de
natural, pro
y,
guiente, acontecimiento
es
como
el
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 293
claras que
296 BENITO LYNCH
y
...
veces
le
de a
o
o
esperanza
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 297
Y los
prin
el los
mientras El inglés de güesos, dedos
jabón amarillo
de
encorvando
su
sobre extremo del lazo, proseguía labor silencio
el
algún gesto, de al
de
de
la
revelase
le
«¿Cuándo
a
momento me
el
de
agua piedra?...
y
si
más
lo
a
¿y
después?...
»¡Ah, no!... Doña María había dicho bien clarito que
con «la liga» no iba dir James aunque juera bru
ni ni
se
de
vida,
de
de toda siempre...»
la
298 BENITO LYNCH
el el
a
la
mientras, obs
la
y
desde
curidad del campo, invadido por noche, llegaba has
la
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 299
el
la
de
y
el
pecho,
el
en
—jNegol...
-James!...
Y pareció que el cielo y que la tierra y que el silen
cio y que la noche y que el aire tibio y el perfume de
los pastos maduros, todo se conjuraba, todo se unía
resuelta y armoniosamente para empujar, para preci
pitar a aquellos dos seres en el vértigo loco de la con
junción suprema...
—jNego/...
—James!...
Pero aquello duró sólo un minuto.
En el instante mismo en que sus recias manos se
alargaban ya, temblorosas, hacia la grácil silueta de
la niña, que, toda estremecida, se refugiaba en la som
bra, El inglés de los güesos tuvo de pronto como una
brusca reacción mecánica.
—Aoh, nol... My God!...
Y clavado en el sitio con la rigidez de una espada,
ceñido el busto por su obscuro «waistcoat» y con aquel
penacho de pelo que la brusquedad del movimiento
había erguido sobre su rubia cabeza como un cres
tón o como una garzota, El inglés delos güesos
parecía una armadura de acero más bien que un
hombre...
se
el y
de
es
su
con un
y
los güesos
fuerzo dirigió hacia
se
casa.
la
Vamos, Negol...
-
EL INGLÉS DE LOS GÚESOS 3o I
como una
y
...
el
gota de plata fundida, una gran estrella caía resba
lando vertiginosa sobre
de
comba hialina bóveda
en la
la
azul iba perderse las negruras del horizonte,
a
e
la
su rancho...
XXXI
el
derecho con
el
El
los
de
de
despedía
se
la
a
emoción gene
de
jorobar...»
de
briosa
la
sulky,
se
al
en
. --". XXXII
za,
era
de
comprometidas del pastoreo o de la ca
a
se
a
exageración, infinito, adopta fas posturas
la
hasta
e
as
extravagantes grotes empleando
en
más ello
y
y
la
a
ciebla por lado del corral de los caballos, piaban
el
llinero, con
su
su
y
Se
su
seguida, no más, recuperando toda
en
Pero
y
la
lomo
el
la
de
de gor
de
de
invasión
la
la
de
en
se
el
3o8 BENITO LYNCH
pata... -r º 3 oe 34.
-,
-
..
.
Le
pareció sin duda una víbora aquel extremo de
lazo mal trenzado que, descendiendo del árbol, ten
se
día sinuosamente delante de puerta... oi:
la
seguida, después de
en
fué
a
un pequeño zapato
de
los
visajes
de
f
su
«mixtos» que
el
dirección
siempre olfateando las cosas...
r
.
EL INGLÉS DE LOS GUESOS 3O9
y
...
dos
el
húmedo am o
se
al
de
y
a
IN
F
31930245
y
A-, º2y
- - es
-
sº,-
- -*,
- --- - --, --
- -
----
.. -
. -
...*
-
sºs
-
.
-
.
º
-- -
-
-
--->
-
- -es
--º
- - - -- - --
14. DAY USE
RETURNTO DESK FROM WHICHBORROWED
LOAN DEPT.
-
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