Cuadernillo 3 - 2024 Definitivo Correcto

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E.E.S.

O N° 204 “DOMINGO DE ORO”

ESPACIO CURRICULAR: LENGUA Y LITERATURA


CURSO Y DIVISIONES: 3° AÑO A-B-C-D-E-F-G
CICLO LECTIVO: 2024
PROFESORAS: Caren Alí y Vanina Trindade

¡¡Bienvenidos a un nuevo año de lecturas compartidas!!!


UNIDAD N° 1: TRAMAS TEXTUALES, FUNCIONES DEL
LENGUAJE Y GÉNEROS DISCURSIVOS (REPASO)

FUNCIONES DEL LENGUAJE:


Cuando hablamos o escribimos, lo hacemos con una determinada INTENCIÓN (para qué). De
ese propósito del emisor depende la función del lenguaje que se emplee.
1. Función Informativa: El acento está puesto en la comunicación de datos, hechos, ideas, por
lo tanto, en el elemento llamado referente. Los textos que poseen esta función en forma predominante
son los textos científicos, textos de estudio, noticias.
2. Función Apelativa: El acento está puesto en el receptor, sobre quien se influye para que
actúe o piense de cierta manera; se trata de convencerlo. La publicidad y los discursos políticos son
ejemplos de algunos tipos de texto que vehiculizan esta función.
3. Función Emotiva o Expresiva: El acento está puesto en el emisor, porque esta función está
centrada en expresar sus emociones y sentimientos. Los textos portadores de esta función no son los
literarios, sino que aparece corrientemente en cualquier texto cotidiano: conversación, carta familiar o
íntima donde se manifiesten sentimientos, sensaciones o pensamientos. Esta función aparece en los
textos literarios como también pueden aparecer las restantes funciones.
4. Función Poética-Literaria: También llamada función estética del lenguaje, es la función
mediante la cual se enriquece la expresión de una idea, fijándose principalmente en la forma en que
se expresa, dándole musicalidad, rima, metáforas y otras figuras de expresión poética. Se usa
principalmente en el lenguaje escrito. Se manifiesta en los textos literarios en general (y no únicamente
en los poemas).
5. Función Metalingüística (meta: sobre- sobre la lengua): Jakobson caracteriza a esta función
como la que está centrada en el código, es decir, habla sobre los aspectos de nuestra lengua.

TRAMAS TEXTUALES:
Además de clasificarse por géneros literarios o no literarios, y por las funciones del lenguaje,
también se clasifican por la FORMA en que se desarrollan. Por ejemplo, un texto informativo puede
narrar sucesos o dar características de ese mismo tema. En general, los textos combinan diferentes
tramas.
DESCRIPTIVA: Presenta características de objetos, personas, lugares o procesos a través de sus
rasgos distintivos. Emplea enumeraciones y abundantes adjetivos. (Informe de experimentos, textos
de enciclopedias, definiciones. Caracterización de personas y ambientes en textos literarios).
NARRATIVA: Presenta hechos o acciones en una secuencia temporal y causal. (Cuentos,
leyendas, mitos, novelas, biografías, crónicas).
ARGUMENTATIVA: Comenta, demuestra opiniones, puntos de vista. (Artículos de opinión,
carta de lectores, publicidades, propagandas).
CONVERSACIONAL: Establece una interacción entre distintos participantes por medio del
diálogo. (Entrevistas, obra de teatro).
EXPOSITIVO-EXPLICATIVA: Presenta información sobre un tema y facilita su comprensión.
(Artículos científicos, textos de estudio).
GÉNEROS DISCURSIVOS:
Es la forma u organización que presenta cada texto y que lo diferencia de los demás. Esto quiere
decir que, dentro del mismo género, los enunciados deben tener elementos en común que permitan
identificarlos ya sea que se trate de una noticia, una obra de teatro o de una receta. La siguiente es una
clasificación aproximada:
GÉNERO NO LITERARIO: Son mensajes que presentan ideas relacionadas con la realidad.
Aparecen personas, lugares, épocas y hechos reales. Utilizan un lenguaje informativo o persuasivo para
lograr un propósito concreto en el destinatario. Su situación comunicativa incluye hablante y oyentes
reales.
A. PERIODÍSTICO: tienen la FUNCIÓN de opinar e informar sobre hechos de actualidad.
(Noticias, crónicas, clasificados, entrevistas, notas de opinión, carta de lectores)
B. CIENTÍFICO: tiene la FUNCIÓN de informar acerca de la realidad a través de principios
científicos. (Informes, experimentos, notas de enciclopedia, textos expositivos)
C. INSTRUCCIONAL: tiene la FUNCIÓN de dar pautas o instrucciones acerca de algo.
(Recetas, prospecto de medicamentos, guías telefónicas, manual de instrucciones).
D. PUBLICITARIO: tiene la FUNCIÓN de promover la venta de algún producto. (Avisos
clasificados, folletos, publicidades).
GÉNERO LITERARIO: Son mensajes que presentan un mundo creado o inventado (ficción) en
el que aparecen personajes, lugares, épocas y hechos realistas o no realistas. Utilizan el lenguaje de
manera literaria para generar un efecto especial en los lectores y su situación comunicativa incluye
hablantes y oyentes reales como así también, hablantes y oyentes imaginarios. Se clasifican en
A. NARRATIVO: (mitos, leyendas, cuentos, novelas)
B. LÍRICO: (poesías, prosa poética, caligramas)
C. DRAMÁTICO: (obras de teatro)

ACTIVIDADES:
1= AGREGAR, DE MANERA GRUPAL, CARACTERÍSTICAS DE CADA SUBGÉNERO LITERARIO:
2 RECONOCER FUNCIONES DEL LENGUAJE, TRAMAS TEXTUALES Y GÉNERO EN CADA TEXTO.
JUSTIFICAR.

TEXTO 1: La comunicación:
La comunicación humana: proceso complejo en el que aparecen involucrados diferentes
códigos —además del lingüístico— que pueden ser abarcados desde diversos ángulos de estudio.
En la vida cotidiana, todo tiene un valor comunicativo: desde los objetos creados por el hombre
con la finalidad de comunicar, hasta aquellos que no fueron creados para tal fin. Por ejemplo, la
vestimenta de una persona refleja —comunica— aspectos de su personalidad.
Investigaciones acerca de la comunicación humana revelan que, en una conversación normal
entre dos personas, los componentes verbales transmiten menos del 35% del significado. El 65%
restante se transmite a través de los componentes no verbales de la comunicación: gestos,
movimientos de manos, postura corporal, tono de voz, etc. Por ejemplo: ingresamos a un bar y el mozo
se acerca y nos pregunta qué vamos a consumir. Al significado que transmiten sus palabras se suma el
significado que expresa su rostro (sonrisa amable, expresión de fastidio, desinterés, simpatía), la actitud
corporal (cuerpo orientado hacia el cliente, dar la espalda), el movimiento de las manos (acompañan
las palabras, subrayan lo dicho, permanecen quietas) y el tono de voz (animado, sereno, nervioso).
Algunos gestos corporales tienen una traducción directa en palabras: cruzar los dedos significa desear
suerte, guiñar un ojo comunica complicidad... Otros gestos, como las sonrisas, son más imprecisos.

TEXTO 2: Carta publicada en redes sociales.


El profesor Leonardo Haberkorn dictaba clases en la carrera de Comunicación en la universidad
de Montevideo, hasta que renunció en diciembre de 2015.
“Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez. No dictaré
clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en
periodismo. Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me
rindo. Tiro la toalla. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos
que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies. Claro, es cierto, no todos
son así. Pero cada vez son más.
Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos –
aunque más no fuera para no ser maleducados– todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea
yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo
cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen.
Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni
le ve sentido a estar informado. Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado.
Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales. Que la
incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que,
con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o
menos lo mismo. No quiero ser parte de ese círculo perverso. Nunca fui así y no lo seré. Lo que hago,
siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible. Justamente, porque creo en la excelencia, todos los
años llevo a clase grandes ejemplos del periodismo, esos que le encienden el alma incluso a un
témpano.
Este año, proyectando la película 'El Informante', sobre dos héroes del periodismo y de la vida,
vi a gente dormirse en el salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook. También les llevé la
entrevista de Oriana Fallaci a Galtieri. Toda la vida resultó. Ahora se te va una clase entera en preparar
el ambiente: primero tenés que contarles quién era Galtieri, qué fue la guerra de las Malvinas, en qué
momento histórico la corajuda periodista italiana se sentó frente al dictador. Les expliqué todo. Les
pasé el video de la Plaza de Mayo repleta de una multitud enloquecida vivando a Galtieri, cuando dijo:
"¡Si quieren venir, que vengan! ¡Les presentaremos batalla!". Normalmente, a esta altura, todos los
años ya había conseguido que la mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación. Este año
no. Caras absortas. Desinterés. Un pibe despatarrado mirando su Facebook. Todo el año estuvo igual.
Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables. Silencio. Silencio. Silencio.
Ellos querían que terminara la clase. Yo también.

TEXTO 3: “No hay que complicar la felicidad.” Autor: Marco Denevi (fragmento)
[Sentados bajo los árboles]
ÉL: Te amo.
ELLA: Te amo.
[él se pone violentamente de pie]
ÉL: ¡Basta! Siempre lo mismo. ¿Por qué cuando te digo que te amo no contestas que amas a
otro?
ELLA: ¿A qué otro?
ÉL: A nadie. Pero lo dices para que yo tenga celos. Los celos alimentan el amor. Despojado de
ese estímulo, el amor languidece. Nuestra felicidad es demasiado simple, demasiado monótona. Hay
que complicarla un poco. ¿Comprendes?
ELLA: No quería confesártelo porque pensé que sufrirías. Pero lo has adivinado. ÉL: ¿Qué es lo
que adiviné?
[ella se levanta, se aleja unos pasos]
ELLA: Que amo a otro.
ÉL: Lo dices para complacerme. Porque yo te lo pedí.
ELLA: No. Amo a otro.
ÉL: ¿A qué otro?
ELLA: No lo conoces.
[silencio, él tiene una expresión
sombría]…

TEXTO 4: “Las líneas de la mano”- Autor: Julio Cortázar


De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por
una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continua por el piso de parqué, remonta el muro,
entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en
un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la
calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del
autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la
pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el
muelle mayor y allí ( pero es difícil verla, solo las ratas la siguen para trepar a bordo ) sube al barco de
turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla
mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta
por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo
se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de
una pistola.

TEXTO 5: “Sin llaves y a oscura”- Fabián TEXTO 6: “Me pregunto”- Fabián Casas
Casas Definitivamente este es mi rostro de hoy
Era uno de esos días en que todo sale bien. Ojeras marcadas, pelo desparejo;
Había limpiado la casa y escrito Los labios hinchados. Nada más.
dos o tres poemas que me gustaban. Me pregunto, porque puedo hacerlo, Cómo
No pedía más. será tu rostro de hoy;
Entonces salí al pasillo para tirar la basura y Mientras tu corazón late al revés,
detrás de mí, por una correntada, Hace ya cuatro años
la puerta se cerró. Bajo la tierra.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte: un
pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro, la
basura en la mano.

TEXTO 7: “Los vikingos”- Revista “Historia”


Vikingos es el nombre colectivo que se dieron a sí mismos algunos pueblos europeos (daneses,
suecos y noruegos) que se dispersaron durante un período de dinámica expansión, desde el año 800
hasta el 1100. En dicho período, denominado Edad vikinga, se sostenía que los incultos asaltantes
llegaban en sus barcos, asolaban y saqueaban toda expresión de la Europa civilizada que encontraran
a su paso, es decir, se asoció durante mucho tiempo a este pueblo con la piratería desenfrenada. Sin
embargo, los modernos historiadores destacan los logros de la edad vikinga en lo que se refiere al arte,
la tecnología naval, los viajes de exploración y el desarrollo del comercio.

TEXTO 8: “Cinco efectos del deporte en tu cerebro”- Revista digital “Vida y salud”
En función del tipo de deporte que se practique, la frecuencia, la intensidad y la personalidad
del deportista, encontramos unos u otros efectos sobre las personas. Por este motivo, siempre es
conveniente que cuando alguien se plantee realizar una actividad física, del tipo que sea, consulte con
un profesional que pueda asesorarle sobre el tipo de ejercicio más adecuado según sus características
y objetivos.
Los estudios han mostrado hasta ahora que obtenemos beneficios siempre que llevemos a
cabo una actividad física de forma constante, es decir, practicándola unas tres veces por semana y con
una duración mínima de treinta minutos. Se ha podido observar también que cuando dejamos de
practicar dicha actividad los beneficios, o al menos algunos, desaparecen, por lo que es importante
instaurar el deporte como un hábito en nuestra rutina diaria.
UNIDAD N° 2: GÉNERO NARRATIVO(CUENTOS)

“PAPÁ NOEL DUERME EN CASA” – DE: SAMANTA SCHWEBLIN.


La navidad en que Papá Noel pasó la noche en casa fue la última vez que estuvimos todos
juntos, después de esa noche papá y mamá terminaron de pelearse, aunque no creo que Papá Noel
haya tenido nada que ver con eso. Papá había vendido su auto unos meses atrás porque había perdido
el trabajo, y aunque mamá no estuvo de acuerdo, él dijo que un buen árbol de navidad era importante
esa vez, y compró uno de todas formas. Venía en una caja de cartón, larga y plana, y traía una hoja que
explicaba cómo encajar las tres partes y abrir las ramas de forma que se viera natural. Armado era más
alto que papá, era inmenso, y yo creo que por eso ese año Papá Noel durmió en nuestra casa. Yo había
pedido de regalo un coche a control remoto. Cualquiera me venía bien, no quería uno en particular,
pero todos los chicos tenían uno en esa época y cuando jugábamos en el patio los autos a control
remoto se dedicaban a estrellarse contra los autos comunes, como el mío. Así que había escrito mi
carta y papá me había llevado hasta el correo para enviarla. Y le dijo al tipo de la ventanilla: -Se la
enviamos a Papá Noel -y le pasó el sobre.
El tipo de la ventanilla ni saludó, porque había mucha gente y se ve que ya estaba cansado de
tanto trabajo, la época navideña debe ser la peor para ellos. Tomó la carta, la miró y dijo:
-Falta el código postal.
-Pero es para Papá Noel -dijo papá, y le sonrió, y le guiñó un ojo, se ve que, para hacerse amigo,
y el tipo dijo:
-sin código postal no sale.
-Usted sabe que la dirección de Papá Noel no tiene código postal -dijo papá.
-Sin código postal no sale -dijo el tipo, y llamó al siguiente.
Y entonces papá trepó el mostrador, agarró al tipo del cuello de la camisa, y la carta salió.
Por eso yo estaba preocupado ese día, porque no sabía si la carta le había llegado o no a Papá
Noel. Además, no podíamos contar con mamá desde hacía casi dos meses, y eso también me
preocupaba, porque la que siempre estaba en todo era mamá, y las cosas salían bien entonces. Hasta
que dejó de preocuparse, así nomás, de un día para el otro. La vieron algunos médicos, papá siempre
la acompañaba y yo me quedaba en la casa de Marcela, que es nuestra vecina. Pero mamá no mejoró.
Dejó de haber ropa limpia, leche y cereales a la mañana, papá llegaba tarde a los lugares a los que
debía llevarme, y después llegaba otra vez tarde para pasarme a buscar. Cuando pedí explicaciones
papá dijo que mamá no estaba enferma ni tenía cáncer ni se iba a morir. Que bien podría haber pasado
algo así, pero él no era un hombre de tanta suerte. Marcela me explicó que mamá simplemente había
dejado de creer en las cosas, que eso era estar "deprimido", y te quitaba las ganas de todo, y tardaba
en irse. Mamá no iba más a trabajar ni se juntaba con amigas ni hablaba por teléfono con la abuela. Se
sentaba con su bata frente al televisor, y hacía zapping toda la mañana, toda la tarde y toda la noche.
Yo era el encargado de darle de comer. Marcela dejaba comida hecha en el freezer con las porciones
marcadas. Había que combinarlas. No podía, por ejemplo, darle todo el pastel de papas y después toda
la tarta de verdura. La descongelaba en el microondas y se la alcanzaba en una bandeja, con el vaso de
agua y los cubiertos. Mamá decía:
-Gracias mi amor, no tomes frío -lo decía sin mirarme, sin perder de vista lo que sucedía en el
televisor.
A la salida del colegio me agarraba de la mano de la mamá de Augusto, que era hermosa. Eso
funcionaba cuando venía a buscarme papá, pero después, cuando empezó a venir Marcela, a ninguna
de las dos parecía gustarle eso, así que esperaba solo debajo del árbol de la esquina. Viniera quien
viniera a buscarme, siempre llegaban tarde.
Marcela y papá se hicieron muy amigos, y algunas noches papá se quedaba con ella en la casa
de al lado, jugando al póquer, y a mamá y a mí nos costaba dormirnos sin él en la casa. Nos cruzábamos
en el baño y entonces mamá decía:
-Cuidado mi amor, no tomes frío -y volvía frente al televisor.
Muchas tardes Marcela estaba en casa, eran las tardes en que cocinaba para nosotros y
ordenaba un poco. No sé por qué lo hacía. Supongo que papá le pediría ayuda y como ella era su amiga
se sentía en la obligación, porque la verdad es que no se la veía muy contenta. Un par de veces le apagó
el televisor a mamá, se sentó frente a ella y le dijo:
-Irene, tenemos que hablar, esto no puede seguir así...
Le decía que tenía que cambiar de actitud, que así no llegaría a ningún lado, que ella ya no
podía seguir ocupándose de todo, que tenía que reaccionar y tomar una decisión o terminaría por
arruinarnos la vida. Pero mamá nunca contestaba. Y al final Marcela terminaba yéndose con un portazo,
y esa noche papá pedía pizza porque no había nada para cenar, y a mí la pizza me encanta.
Yo le había dicho a Augusto que mamá había dejado de "creer en las cosas", y que entonces
estaba "deprimida", y él quiso venir a ver cómo era. Hicimos algo muy feo que a veces me avergüenza:
saltamos frente a ella un rato, mamá apenas nos esquivaba con la cabeza; después le hicimos un
sombrero con papel de diario, se lo probamos de distintas maneras y se lo dejamos puesto toda la
tarde, pero ella ni se movió. Le quité el sombrero antes de que llegue papá. Estaba seguro de que mamá
no iba a decirle nada, pero me sentía mal de todos modos.
Después llegó navidad. Marcela hizo su pollo al horno con verduras horribles, pero como era
una noche especial me preparó además papas fritas. Papá le pidió a mamá que dejara el sillón y cenara
con nosotros. La movió cuidadosamente hasta la mesa -Marcela la había preparado con un mantel rojo,
velas verdes y los platos que usamos para las visitas-, la sentó en una de las cabeceras y se alejó unos
pasos hacia atrás, sin dejar de mirarla, supongo que pensó que podía funcionar, pero en cuanto él
estuvo lo suficientemente lejos ella se levantó y volvió a su sillón. Así que mudamos las cosas a la mesa
ratonera del living y comimos ahí con ella. La tele estaba prendida, por supuesto, y el noticiero
mostraba una nota sobre un sitio de gente pobre que había recibido un montón de regalos y comida
de gente de más plata, y entonces ahora estaban muy contentos. Yo estaba nervioso y miraba todo el
tiempo el árbol de navidad porque ya iban a ser las doce y quería mi auto. Entonces mamá señaló el
televisor. Fue como ver moverse un mueble. Papá y Marcela se miraron. En la tele Papá Noel estaba
sentado en el living de una casa, con una mano abrazaba a un chico sentado sobre sus piernas, y con
la otra a una mujer parecida a la mamá de Augusto, y entonces la mujer se inclinaba y besaba a Papá
Noel y Papá Noel te miraba y decía:
-...y cuando vuelvo del trabajo sólo quiero estar con mi familia -y un logo de café aparecía en
la pantalla.
Mamá se puso a llorar. Marcela me tomó de la mano y me dijo que subiera al cuarto, pero yo
me negué. Volvió a decírmelo, esta vez con el tono impaciente con el que le habla a mamá, pero nada
iba a alejarme esa noche del árbol. Papá quiso apagar el televisor, pero mamá empezó a luchar con él
como una nena. Sonó el timbre y yo dije:
--Es Papá Noel -y Marcela me dio una cachetada y entonces papá empezó a pelear con Marcela
y mamá encendió otra vez el televisor, pero Papá Noel ya no estaba en ningún canal. El timbre volvió a
sonar y papa dijo:
-¿Quién mierda es?
Pensé que ojalá que no fuese el del correo porque volverían a pelear porque papá ya estaba
de mal humor.
El timbre sonó otra vez muchas veces seguidas, y entonces papá se cansó, fue hasta la puerta
y cuando la abrió vio que era Papá Noel. No era tan gordo como en televisión y se lo veía cansado, no
podía mantenerse de pie y se apoyaba un momento de un lado de la puerta, otro momento del otro.
-¿Qué quiere? -dijo papá.
-Soy Papá Noel -dijo Papá Noel.
-Y yo soy Blanca Nieves -dijo papá y le cerró la puerta.
Entonces mamá se levantó, corrió hasta la puerta, la abrió y Papá Noel todavía estaba ahí,
tratando de sostenerse, y lo abrazó. A papá le agarró un ataque:
-¿Éste es el tipo Irene? -le gritó a mamá, y empezó a decir malas palabras y a tratar de
separarlos. Y mamá le dijo a Papá Noel:
-Bruno, no puedo vivir sin vos, me estoy muriendo.
Papá logró separarlos y le dio a Papá Noel una trompada y Papá Noel cayó para atrás y quedó
seco sobre la entrada. Mamá empezó a gritar como loca. Yo estaba triste por lo que le estaba pasando
a Papá Noel, y porque todo esto atrasaba lo del auto, aunque por otro lado me alegraba ver a mamá
otra vez en movimiento.
Papá le dijo a mamá que iba a matarlos a los dos y mamá le dijo que si él era tan feliz con su
amiga por qué ella no podía ser amiga de Papá Noel, cosa que a mí me pareció lógica. Marcela se acercó
a ayudar a Papá Noel, que empezaba a moverse en el piso, y le dio una mano para levantarse. Y
entonces papá otra vez empezó a decirle de todo y mamá a gritar. Marcela decía cálmense, entremos,
por favor, pero nadie la escuchaba. Papá Noel se llevó la mano a la nuca y vio que le sangraba. Escupió
a papá y papá le dijo:
-Maricón de mierda.
Y mamá le dijo a papá:
-Maricón serás vos hijo de puta, y también lo escupió. Le dio a Papá Noel la mano, lo hizo entrar
a la casa, se lo llevó a su cuarto y se encerró.
Papá se quedó como congelado, y en cuanto reaccionó se dio cuenta que yo todavía seguía ahí
y me mandó furioso a la cama. Sabía que no estaba en condiciones de discutir; me fui al cuarto sin
navidad y sin regalo. Esperé acostado a que todo quedara en silencio, mirando nadar en las paredes el
reflejo de los peces de plástico de mi velador. No tendría mi auto a control remoto, eso era clarísimo,
pero Papá Noel dormía en casa esa noche y eso me aseguraba un año mejor.

“EL DESENTIERRO DE LA ANGELITA” DE: MARIANA ENRÍQUEZ


A mi abuela no le gustaba la lluvia y antes de que cayeran las primeras gotas, cuando el cielo
se oscurecía, salía al patio del fondo con botellas y las enterraba hasta la mitad, todo el pico bajo tierra.
Yo la seguía y le preguntaba abuela por qué no te gusta la lluvia por qué no te gusta. Pero ella, nada,
evasiva, con la palita en la mano, frunciendo la nariz para oler la humedad en el aire. Si finalmente
llovía, fuera garúa o tormenta, cerraba puertas y ventanas y subía el volumen del televisor hasta tapar
el ruido de las gotas y el viento –el techo de su casa era de chapa–, y si el aguacero coincidía con su
serie favorita, Combate, no había quien pudiera sacarle una palabra porque estaba perdidamente
enamorada de Vic Morrow.
Yo adoraba la lluvia porque ablandaba la tierra seca y permitía que se desatara mi manía
excavatoria. ¡Qué de pozos! Usaba la misma pala que la abuela, una muy chica, del
tamaño que usaría un niño para jugar en la playa, pero de metal y madera, no de plástico. La
tierra del fondo albergaba pedacitos de botellas de vidrio color verde, con los bordes tan lisos que ya
no cortaban; piedras suaves que parecían cantos rodados o pequeñas rocas de playa, ¿por qué estarían
en el fondo de mi casa? Alguien debía haberlas sepultado. Una vez encontré una piedra ovalada, del
tamaño y color de una cucaracha, pero sin patas ni antenas. De un lado era lisa, del otro unas muescas
formaban los claros rasgos de una cara sonriente. Se la mostré a mi papá, enloquecida porque creía
encontrarme ante una reliquia, y me dijo que las marcas formaban un rostro de casualidad. Mi papá
nunca se entusiasmaba. También encontré dados negros, con los puntos blancos ya casi invisibles.
Encontré restos de vidrios esmerilados verde manzana y turquesa. Mi abuela se acordó de que habían
sido parte de una puerta vieja.
También jugaba con lombrices y las cortaba en pedacitos bien chiquitos. No me divertía ver el
cuerpo dividido retorciéndose un poco para al final seguir adelante. Me parecía que, si picaba bien a la
lombriz, como a una cebolla, sin dejar contacto alguno entre los anillos, no iba a poder reconstruirse.
Nunca me gustaron los bichos.
Encontré los huesos después de una tormenta que convirtió al cuadrado de tierra del
fondo en una piscina de barro. Los guardé en el balde que usaba para llevar los tesoros hasta
la pileta del patio, donde los lavaba. Se los mostré a papá. Dijo que eran huesos de pollo, o a lo mejor
de bifes de lomo, o de alguna mascota muerta que debían haber enterrado hacía mucho. Perros o
gatos. Insistía con lo de los pollos porque antes, en el fondo, cuando él era chico, mi abuela tenía un
gallinero.
Parecía una explicación posible hasta que mi abuela se enteró de los huesitos y empezó a
arrancarse los pelos y a gritar; la angelita la angelita. Pero el escándalo no duró mucho bajo la mirada
de papá: él admitía las “supersticiones” (así las llamaba) de la abuela
siempre y cuando no se desbordara. Ella le conocía el gesto de desaprobación y se tranquilizó
a la fuerza. Me pidió los huesitos y se los di. Después me pidió que me fuera a la habitación a dormir.
Yo me enojé un poco porque no entendía la causa de la penitencia.
Pero más tarde, esa misma noche, me llamó y me contó todo. Era la hermana número
diez u once, mi abuela no estaba demasiado segura, en aquel entonces no se les prestaba
tanta atención a los chicos. Se había muerto a los pocos meses de nacida, entre fiebres y
diarrea. Como era angelita, la sentaron sobre una mesa adornada con flores, envuelta en un trapo rosa,
apoyada en un almohadón. Le hicieron alitas de cartón para que subiera al cielo más rápido, y no le
llenaron la boca de pétalos de flores rojas porque a la mamá, mi bisabuela, le impresionaba, le parecía
sangre. Hubo baile y canto toda la noche, y hasta hubo que echar a un tío borracho y reanimar a mi
bisabuela, que se desmayó por el llanto y el calor. Una rezadora india cantó trisagios, y lo único que les
cobró fue unas empanadas.
–¿Eso fue acá, abuela?
–No, en Salavina, en Santiago. ¡Hacía un calor!
–Entonces no son los huesos de la nena, sí se murió allá.
–Sí que son. Yo me los traje cuando vinimos para acá. No la quise dejar porque lloraba
todas las noches, pobrecita. Si lloraba con nosotros cerquita, en la casa, ¡Lo que iba a llorar
sola, abandonada! Así que me la traje. Ya era huesitos nomás, la puse en una bolsa y la enterré acá en
los fondos. Ni tu abuelo sabía. Ni tu bisabuela, nadie. Es que nomás yo la escuchaba llorar. Tu bisabuelo
también, pero se hacía el tonto.
–¿Y acá llora la nena?
–Cuando llueve, nomás.
Después le pregunté a mi papá si la historia de la nena angelita era cierta, y él dijo que la
abuela ya estaba muy grande y desvariaba. Muy convencido no parecía, o a lo mejor le
resultaba incómoda la conversación. Después la abuela se murió, la casa se vendió, yo me fui a vivir
sola sin marido ni hijos; mi papá se quedó con un departamento de Balvanera, y me olvidé de la
angelita.
Hasta que apareció al lado de la cama, en mi departamento, diez años después, llorando, una
noche de tormenta.
La angelita no parece un fantasma. Ni flota ni está pálida ni lleva vestido blanco. Está a medio
pudrir y no habla. La primera vez que apareció creí que soñaba y traté de despertarme de la pesadilla;
cuando no pude y empecé a entender que era real grité y lloré y me tapé con las sábanas, los ojos
cerrados fuerte y las manos tapando los oídos para no escucharla –porque en ese momento no sabía
que era muda–. Pero cuando salí de ahí abajo, unas cuantas horas después, la angelita seguía ahí con
los restos de una manta vieja puesta sobre los hombros como un poncho. Señalaba con el dedo hacia
afuera, hacia la ventana y la calle, y así me di cuenta de que era de día. Es raro ver un muerto de día.
Le pregunté qué quería, pero como respuesta siguió señalando como en una película de terror.
Me levanté y salí corriendo hacia la cocina, a buscar los guantes que usaba para lavar los platos.
La angelita me siguió. Apenas una primera muestra de su personalidad demandante. No me
amedrentó. Con los guantes puestos la agarré del cogotito y apreté. No es muy coherente intentar
ahorcar a un muerto, pero no se puede estar desesperado y ser razonable al mismo tiempo. No le
provoqué ni una tos, nada más yo quedé con restos de carne en descomposición entre los dedos
enguantados y a ella le quedó la tráquea a la vista.
Hasta ese momento no sabía que se trataba de Angelita, la hermana de mi abuela. Seguía
cerrando los ojos bien fuerte a ver si ella desaparecía o yo me despertaba. Como no funcionaba le
caminé alrededor y vi, en la espalda, colgando de los restos amarillentos de lo que ahora sé era la
mortaja rosa, dos rudimentarias alitas de cartón con plumas de gallina pegoteadas. En tantos años
tendrían que haber desaparecido, pensé y después me reí un poco histérica y me dije que tenía un
bebé muerto en la cocina, que era mi tía abuela y que caminaba, aunque por el tamaño debía haber
vivido apenas unos tres meses. Tenía que dejar definitivamente de pensar en términos de qué era
posible y qué no.
Le pregunté si era mi tía abuela Angelita –como no habían hecho tiempo de anotarla con un
nombre legal, eran otros tiempos, la llamaron siempre por ese nombre genérico–; así descubrí que no
hablaba, pero contestaba moviendo la cabeza. Entonces mi abuela decía la verdad, pensé, no eran del
gallinero, eran los huesitos de su hermana los que desenterré cuando era chica.
Lo que quería Angelita era un misterio, porque más que mover la cabeza afirmativa o
negativamente no hacía. Pero algo quería con suma urgencia, porque no sólo seguía señalando, sino
que no me dejaba en paz. Me seguía por toda la casa. Me esperaba atrás de la cortina del baño cuando
tomaba una ducha; se sentaba en el bidet cuando yo hacía pis o caca; se paraba al lado de la heladera
cuando lavaba los platos y se sentaba al lado de la silla cuando yo trabajaba con la computadora.
Seguí haciendo mi vida normal durante la primera semana. Creía que a lo mejor se trataba de
un pico de estrés con alucinación, y que se iría. Me pedí unos días en el trabajo, tomé pastillas para
dormir. La angelita seguía ahí, esperando al lado de la cama a que me despertara. Algunos amigos me
visitaron. Al principio no quise atender los mensajes ni abrirles la puerta pero, para no preocuparlos
más, accedí a verlos aduciendo agotamiento mental. Ellos comprendieron, estuviste trabajando como
una negra, me decían. Ninguno vio a la angelita. La primera vez que me visitó mi amiga Marina metí a
la angelita en el placard, pero para mi terror y disgusto, se escapó y se sentó en el brazo del sillón, con
esa fea cara podrida verdegrís. Marina ni se dio cuenta.
Poco después saqué a la angelita a la calle. Nada. Salvo ese señor que la miró de pasada y
después se dio vuelta y la volvió a mirar y se le descompuso la cara, le debe haber bajado la presión; o
la señora que directamente salió corriendo y casi la atropella el 45 en la calle Chacabuco. Alguna gente
tenía que verla, eso me lo imaginaba, seguramente no mucha. Para evitarles el mal momento, cuando
salíamos juntas –mejor dicho, cuando ella me seguía y a mí no me quedaba otra que dejarme
acompañar– lo hacía con una especie de mochila para cargarla (es feo verla caminar, es tan chiquita,
es antinatural). También le compré una venda tipo máscara para la cara, de las que se usan para tapar
cicatrices de quemaduras. La gente ahora cuando la ve siente asco, pero también conmoción y pena.
Ven a un bebé muy enfermo o muy lastimado, ya no a un bebé muerto.
Si me viera mi papá, pensaba, él que siempre se quejó de que iba a morirse sin nietos (y se
murió sin nietos, yo lo decepcioné en esa y muchas otras cosas). Le compré juguetes para que se
entretuviera, muñecas y dados de plástico y chupetes para que mordiera, pero nada parecía gustarle
demasiado, y seguía con el dichoso dedo apuntando para el Sur –de eso me di cuenta, era siempre para
el Sur– mañana, tarde y noche. Yo le hablaba y le preguntaba, pero ella no se podía comunicar bien.
Hasta que una mañana se apareció con una foto de mi casa de la infancia, la casa donde yo
había encontrado sus huesitos en el patio del fondo. La sacó de la caja donde guardo las fotografías:
un asco, dejó todas las otras manchadas de su piel podrida que se desprendía, húmedas y pringosas.
Ahora señalaba la casa con el dedo, bien insistente.
Querés ir ahí, le pregunté, y me dijo que sí. Le expliqué que la casa ya no era nuestra,
que la habíamos vendido, y me dijo que sí otra vez.
La cargué en la mochila con su máscara puesta y nos tomamos el 15 hasta Avellaneda.
Ella no mira por la ventana en los viajes, tampoco mira a la gente ni se entretiene con nada, le
da a lo exterior la misma importancia que a los juguetes. La llevé sentada a upa para que estuviera
cómoda, aunque no sé si es posible que esté incómoda o si eso significa algo para ella; ni siquiera sé
qué siente. Solamente sé que no es mala, y que le tuve miedo al principio, pero hace rato que no.
Llegamos a la que fue mi casa a eso de las cuatro de la tarde. Como siempre en verano, había
un olor pesado a Riachuelo y nafta sobre la avenida Mitre, mezclado con tufos de basura; en las
esquinas, helados caídos de cucuruchos que dejaban el suelo pegoteado.
Hay muchas heladerías sobre la avenida y mucha gente torpe. Cruzamos la plaza caminando,
después pasamos por el Sanatorio Itoiz, donde se murió mi abuela, y finalmente rodeamos la cancha
de Racing. Atrás estaba mi casa vieja, a dos cuadras de distancia del estadio. Pero ahora que estaba en
la puerta, ¿qué hacer? ¿Pedirles a los dueños nuevos que me dejaran pasar? ¿Con qué pretexto? Ni lo
había pensado.
Claramente me estaba afectando la mente andar para todos lados con una niña muerta.
Angelita fue la que se encargó de la situación. No hacía falta entrar. Era posible asomarse al fondo por
la medianera, eso era lo único que ella quería, ver el fondo. Espiamos las dos, ella en mis brazos –la
medianera era más bien baja, debía estar mal hecha–. Ahí, donde solía estar el cuadrado de tierra,
había una pileta de natación de plástico azul, empotrada en un hueco del suelo. Evidentemente habían
levantado toda la tierra para hacer el hoyo, y con esa acción habían tirado los huesos de la angelita
vaya a saber dónde, los habían revoleado, se habían perdido. Me dio lástima, pobrecita, y le dije que
lo sentía mucho, que no podía solucionárselo; hasta le dije que lamentaba no haberlos desenterrado
otra vez cuando la casa se vendió, para sepultarlos en algún lugar pacífico, o cerca de la familia si a ella
le gustaba así. ¡Pero si tranquilamente podría haberlos puesto adentro de una caja o un florero, y
llevarlos a casa! Estuve mal con ella y le pedí disculpas. Angelita dijo que sí. Entendí que las aceptaba.
Le pregunté si ahora estaba tranquila y se iba a ir, si me iba a dejar sola. Me dijo que no. Bueno,
contesté, y como la respuesta no me cayó muy bien, salí caminando rápido hasta la parada del 15 y la
obligué a corretear atrás mío con sus pies descalzos que, de tan podridos, estaban dejando asomar los
huesitos blancos.

“CARNE” – DE: MARIANA ENRIQUEZ


Todos los programas, los diarios, las revistas y las radios querían hablar con ellas. Los móviles
de la televisión se instalaron afuera de la clínica psiquiátrica donde quedaron internadas durante más
de una semana, pero no consiguieron nada. Cuando fueron dadas de alta, los camarógrafos las
persiguieron corriendo, algunos se enredaron en los cables y muchos cayeron sobre el pavimento; pero
ellas no huyeron. Solo los miraron con una sonrisa que después fue descrita como «aterradora» y
«mística», y se fueron en el auto que manejaba el padre de Mariela, la mayor. Los padres tampoco
hablaban: las cámaras solo pudieron registrar sus nerviosos paseos por los pasillos de la clínica, sus
miradas temerosas, y el llanto de la madre de Julieta, la menor, cuando salía de su casa con un bolso
lleno de ropa.
El silencio provocó la mayor histeria jamás vista. Las tapas de los diarios hablaban del caso de
fanatismo adolescente más impactante no solo de Argentina, sino del mundo. La noticia fue levantada
por las cadenas de noticias internacionales. Fueron convocados expertos psiquiatras y psicólogos, el
tema monopolizó los noticieros, los programas de chimentos, los magazines y talk shows de la tarde;
en la radio no se hablaba de otra cosa. Julieta y Mariela, dieciséis y diecisiete años, dos chicas de
Mataderos fanáticas de Santiago Espina, la estrella de rock que en menos de un año había dejado atrás
el suburbio para llenar teatros y estadios del centro de Buenos Aires; Santiago, a quien la prensa
especializada amaba y odiaba en partes iguales: genio, pretencioso, artista inclasificable, artefacto
comercial para hipnotizar niñas alienadas, futuro de la música argentina, idiota caprichoso.
El Espina —como lo llamaban idólatras y detractores— dejó estupefacta a la crítica con su
segundo disco, Carne, once canciones que dividieron las aguas aún más: de un lado lo llamaban obra
maestra; del otro, anacronismo autoindulgente. Las ventas se dispararon, y la discográfica empezó a
soñar con un lanzamiento internacional; Santiago Espina era extraño, sí, era impredecible y casi nunca
daba entrevistas, pero ¿cómo podría negarse a giras promocionales por México, Chile, España? Solo
tenían que convencerlo de que hiciera un videoclip de una vez por todas, para que el mundo pudiera
ver sus ojos y el modo en que el pantalón le rozaba los punzantes huesos de la cadera.
Un mes después de que Carne se agotara, la ciudad empapelada con el rostro del Espina recibía
la noticia de su desaparición, días antes de la presentación del disco superexitoso en el Estadio Obras.
Las entradas estaban agotadas. Las fans —porque eran sobre todo chicas, lo que aumentaba el
desprecio de los detractores— lloraban en espontáneas reuniones callejeras, organizaban marchas y
recitaban las letras de Carne en una letanía extática, arrodilladas frente a pósteres del Espina pegados
con cinta scotch a monumentos y árboles en todas las plazas de Buenos Aires, como si le rezaran a un
dios moribundo.
Cuando la desesperación se contagió a las adolescentes del interior del país, el hallazgo del
cuerpo del Espina provocó un terror desconocido en los padres desorientados. Santiago
apareció en una habitación de hotel de Once, con todo el cuerpo cortajeado: había usado una gillette
y un Tramontina a conciencia para despellejarse los brazos, las piernas, el vientre. En el brazo izquierdo,
había cortado hasta el hueso. En el pecho era posible ver el esternón. Y, posiblemente
semiinconsciente, se había cortado la yugular con un tajo audaz y preciso. No se había mutilado la cara.
Uno de los policías encargado de forzar la cerradura de la habitación abajo declaró que le había
recordado una cámara frigorífica: era pleno invierno, y además Santiago había dejado encendido el aire
acondicionado. Hubo teorías conspirativas sobre un posible asesinato, pero fueron desechadas cuando
trascendió que la habitación estaba cerrada con llave desde adentro y se difundió la nota suicida, casi
ilegible por la letra nerviosa y las manchas de sangre. Decía: «Carne es comida. Carne es muerte.
Ustedes saben cuál es el futuro». Delirios agónicos, dijeron los expertos. Y las fans callaron y lloraron
encerradas en habitaciones donde se mezclaban los osos de peluche, los diarios íntimos con tapas
rosas, las mochilas siempre sobrecargadas y las fotos del Espina más hermoso que nunca, ahora que la
muerte le brillaba en los ojos.
El país esperó una epidemia de suicidios adolescentes que nunca llegó. Las chicas volvieron
al colegio y a los boliches, y apenas se registró un caso de depresión grave en Mendoza, aunque todas
escuchaban Carne como la última voluntad y testamento de su ídolo, tratando de descifrar las letras
en foros de Internet y largas conversaciones telefónicas. La prensa despidió a Santiago Espina con
titulares y elegías, y por un tiempo solo se habló de suicidio, drogas y rocanrol. El entierro en la
Chacarita fue mucho menos concurrido y más triste de lo esperado, y el duelo se aplacó una vez
terminado el desfile del entorno de la estrella por los programas de televisión. Santiago Espina pasó a
las efemérides, listo para ser desenterrado cuando se cumpliera un año de su nacimiento o de su
muerte.
Nadie podía suponer que algo se estaba gestando en Mataderos, entre dos chicas, una foto
arrugada de la nota suicida y Carne en el equipo, de principio a fin, una y otra vez.
Mariela había sido una de las primeras «espinosas». (Así llamaban los medios a las fans, las
chicas con los ojos delineados de negro mortuorio, baratas boas de plumas al cuello y pantalones que
imitaban la piel de los leopardos). Lo había seguido durante un año, noche tras noche, por donde el
Espina tocara. Conocía todos los trenes y colectivos suburbanos, y había pasado madrugadas heladas
en andenes temblando de frío, con la lista de temas en el bolsillo, acariciando el papel con los ojos
cerrados. El Espina la conocía y a veces —muy pocas, porque casi nunca se comunicaba con su público,
ni siquiera para anunciar los temas o decir buenas noches— le daba algún pequeño obsequio: la púa
de la guitarra o un vaso de plástico con restos de cerveza. En el baño de un local de Burzaco conoció a
Julieta, la más célebre de las espinosas porque se había tatuado el nombre del ídolo en el cuello; de
lejos, las letras parecían una cicatriz, como si la cabeza estuviera cosida al cuello. Ella había logrado
sacarse una foto con el Espina: los dos aparecían muy serios, no se tocaban, y el flash les había
enrojecido los ojos. Julieta y Mariela vivían a apenas diez cuadras de distancia y el suicidio del Espina
las unió tanto que empezaron a parecerse físicamente, como las parejas que conviven durante décadas
o los solitarios que adquieren la expresión de sus mascotas.
Ese parecido mimético había sorprendido al cuidador del cementerio que las encontró de
madrugada, cuando trataban de saltar el paredón. «Estaba oscuro todavía», dijo, «pero nunca pensé
que eran chorros. De lejos se notaba que eran pibitas, y cuando me acerqué vi que además eran
gemelas». Julieta y Mariela no lucharon con el cuidador. Aparentemente atontadas, se dejaron llevar
hasta la oficina; el hombre creía que estaban drogadas, y supuso que habían pasado la noche en el
cementerio para velar al Espina. Él y sus compañeros habían encontrado chicas antes, escondidas en
los pasillos de los nichos y detrás de los árboles cerca de la hora del cierre, pero ninguna logró
acompañar al ídolo hasta el amanecer. El cuidador creyó que Julieta y Mariela habían tenido suerte,
pero mientras las retaba y les pedía el teléfono de sus padres, observó que las chicas estaban sucias de
tierra, sangre y una película de mugre que apestaba y les cubría las manos y la ropa y los rostros.
Entonces llamó a la policía.
Por la tarde, la noticia se filtró a los medios. Dos adolescentes habían desenterrado el cajón de
Santiago Espina con una pala y sus propias manos. La sepultura, apenas un mes después de su entierro,
aún no tenía el mármol definitivo que les hubiera dificultado la tarea. Pero la inhumación era apenas
el principio. Las chicas habían abierto el féretro para alimentarse de los restos del Espina con devoción
y asco; alrededor del hueco daban testimonio de su esfuerzo los charcos de vómito.
Uno de los policías también vomitó. «Dejaron los huesos limpios», le dijo a la televisión, y el
conductor, estremecido, se quedó sin palabras por primera vez en su carrera. Las chicas fueron llevadas
en un patrullero hasta la comisaría y allí se decidió su internación en una clínica privada.
Los policías dijeron que Julieta y Mariela nunca habían llorado, ni hablado con ellos; solo se
susurraban cosas al oído y estuvieron todo el tiempo tomadas de la mano. Trascendió que, cuando
quisieron bañarlas en la clínica, se resistieron con tanta furia que una de las enfermeras acabó mordida
y arañada; hubo que medicarlas y limpiarlas dormidas.
Hablar con ellas, con sus familias, con sus médicos, se convirtió en una prioridad. Pero todos
callaban. La familia del Espina decidió no demandar a Julieta y Mariela «para que no siga este horror».
La madre de la estrella, decían, vivía sobrecargada de tranquilizantes. Las versiones de un intento de
suicidio previo no pudieron confirmarse; tampoco se encontró a ninguna novia del Espina solo amantes
que no habían pasado más de una noche con él, y poco tenían para contar. Los músicos de la banda se
negaron a hablar con la prensa, pero quienes los conocían afirmaban que estaban shockeados y, sobre
todo, asqueados. Se supo que todos abandonarían la música para siempre. Nunca habían tenido una
buena relación con Santiago, eran empleados, o más bien esclavos que aceptaban sus caprichos con
resignación, por ambición y una admiración distante.
Las fans se sentaron malhumoradas en livings y paneles televisivos a pelear con conductores y
psicólogos. Habían decidido evitar la ropa negra, y aparecían despatarradas sobre los sillones con los
labios rojos, pantalones de leopardo, remeras brillantes y las uñas rojas, azules, verdes, rosadas.
Contestaban a las preguntas con monosílabos y a veces con risitas irónicas. Una de ellas, sin
embargo, lloró abiertamente cuando le preguntaron qué pensaba de las chicas que habían comido del
ídolo. Desafiante, gritó: «¡Las envidio! ¡Ellas lo entendieron!». Y balbuceó algo sobre la carne y el
futuro, dijo que Julieta y Mariela estaban más cerca que cualquiera de ellas del Espina, lo tenían en su
cuerpo, en su sangre. Hubo un programa especial sobre los adolescentes soldados caníbales de Liberia
que creen obtener la fuerza de sus enemigos devorados y usan collares de huesos. El canal que lo
emitió fue denostado como ejemplo de mal gusto y simplismo. Se habló de la necrofilia como
perversión nacional, y los canales de cable programaron ¡Viven! y Voraz. Hasta Carlitos Páez Vilaró
participó de una mesa redonda y se vio obligado a diferenciar su antropofagia «por necesidad» de
«esta locura». Especialistas en cultura rock y sociólogos desmenuzaron las letras de Carne; algunos
compararon al Espina con Charles Manson; otros, horrorizados, denunciaron ignorancia y simplismo, y
elevaron al Espina a la categoría de poeta y visionario.
Julieta y Mariela, mientras tanto, permanecían en sus casas de Mataderos, separadas por diez
cuadras; les habían prohibido volver a comunicarse. Dejaron el colegio. El padre de Mariela amenazó a
los camarógrafos con un arma desde la terraza, y los medios retrocedieron hasta la esquina. Los vecinos
sí hablaban y decían lo predecible: buenas chicas, adolescentes un poco rebeldes, qué barbaridad, esto
no puede volver a pasar. Muchos se mudaron. La sonrisa de las chicas, congelada en las pantallas de
sus televisores y las tapas de los diarios, les daba miedo.
Mientras tanto, en todo el país, en cada cibercafé, las espinosas se reunían frente a las pantallas
de las computadoras, porque comenzaron a llegar los mails. Ninguna podía jurar que fueran de Julieta
y Mariela, no sabían si ellas tenían acceso a Internet en su aislamiento, pero todas lo sabían, lo
deseaban, y guardaban el secreto celosamente. Los mails hablaban de dos chicas que pronto
cumplirían dieciocho años y se liberarían de padres y médicos para tocar las canciones de Carne en
sótanos y garajes. Hablaban de un culto subterráneo imparable, de Ellas Las Que Tenían Espinas en el
cuerpo. Las fans esperaban con brillantina en las mejillas, las uñas pintadas de negro y los labios
manchados de vino tinto el mensaje que les diera la fecha y el lugar de la segunda venida, el mapa de
una tierra prohibida. Y escuchaban la última canción de Carne (donde el Espina susurraba «Si tenés
hambre, comé de mi cuerpo. Si tenés sed, bebé de mis ojos») soñando con el futuro.

“EL CARRITO”- DE: MARIANA ENRÍQUEZ


Juancho estaba borracho esa tarde, y se paseaba por la vereda bravucón, aunque ya nadie en
el barrio se sentía amenazado, o siquiera inquieto, por su presencia intoxicada. A mitad de cuadra,
Horacio lavaba el auto como todos los domingos, en shorts y chancletas, la panza tensa y prominente,
el pelo en pecho canoso, la radio con el partido. En la esquina, los gallegos del bazar tomaban mate
con la pava en el piso, entre las dos sillas reclinables que habían sacado afuera, porque el sol estaba
lindo. Enfrente, los hijos de Coca tomaban cerveza en el umbral, y un grupo de chicas recién bañadas
y demasiado maquilladas charlaban paradas en la puerta del garaje de Valeria. Mi papá había
intentado, más temprano, decir buenas tardes y darles charla a los vecinos, pero volvió adentro como
siempre, cabizbajo, apenas contrariado, porque era buena gente, pero no tenía conversación, cada
tarde de domingo decía lo mismo.
Mi mamá espiaba por la ventana. Se aburría con la tele dominguera, pero no tenía ganas de
salir. Miraba por las rendijas de las persianas entreabiertas, y de vez en cuando nos pedía un té, o una
galletita, o una aspirina. Mi hermano y yo solíamos quedarnos los domingos en casa; a veces, a la
noche, nos dábamos una vuelta por el centro, si papá nos prestaba el auto.
Mamá lo vio primero. Venía de la esquina de Tuyutí, por el medio de la calle, con un carro de
supermercado muy cargado, y todavía más borracho que Juancho, pero se las arreglaba para empujar
la basura acumulada, botellas, cartones, guías telefónicas. Se detuvo frente al auto de Horacio,
tambaleándose. Hacía calor esa tarde, pero el hombre llevaba un pullover viejo, verdoso. Debía tener
unos sesenta años. Dejó el carrito junto al cordón, se acercó al coche y, justo del lado que le quedaba
mejor a mi mamá para verlo, se bajó los pantalones.
Ella nos llamó a los gritos. Nos acercamos y espiamos por las rendijas de las persianas los tres,
mi hermano, papá y yo. El hombre, que no llevaba calzoncillos bajo un mugriento pantalón de vestir,
cagó en la vereda, mierda floja, casi diarreica, y mucha cantidad; el olor nos llegó, apestaba tanto a
mierda como a alcohol.
Pobre hombre, dijo mi mamá. Qué miseria, a lo que puede llegar uno, dijo mi papá.
Horacio estaba estupefacto, pero se veía que empezaba a calentarse, porque se le enrojeció el
cuello. Pero antes de que pudiera reaccionar, Juancho cruzó la calle, corriendo, y empujó al hombre,
que todavía no había tenido tiempo de levantarse, ni de subirse los pantalones. El viejo cayó sobre su
propia mierda, que le embadurnó el pullover, y la mano derecha. Sólo murmuró un ay.
–¡Negro de mierda! –le gritó Juancho–. Villero y la concha de tu madre, ¡no vas a venir a
cagarnos en el barrio, negro zarpado!
Lo pateó en el suelo. Él también se manchó de mierda los pies, llevaba ojotas.
–Te levantás, conchisumadre, te levantás y le baldeás la vereda al Horacio, acá no se jode, volvé
a la villa, hijo de una remil puta.
Y lo siguió pateando, en el pecho, en la espalda. El hombre no podía levantarse; parecía no
entender lo que estaba pasando. De pronto se puso a llorar.
No es para tanto, dijo mi papá. Cómo va a humillar así al pobre desgraciado, dijo mi mamá, y
se paró, y enfiló hacia la puerta. Nosotros la seguimos. Cuando mamá llegó a la vereda, Juancho había
levantado al hombre, que lloriqueaba y pedía perdón, y trataba de ponerle entre las manos la
manguera con la que Horacio había estado lavando el auto, para que limpiara su propia mierda. La
cuadra apestaba. Nadie se atrevía a acercarse. Horacio dijo “Juancho, dejá”, pero en voz baja.
Mi mamá intervino. Todos la respetaban, especialmente Juancho, porque ella solía darle unas
monedas para vino cuando le pedía; los demás la trataban con deferencia porque mamá era
kinesióloga, pero todos pensaban que era médica, y la llamaban doctora.
–Dejalo en paz. Que se vaya y listo. Nosotros limpiamos. Está borracho, no sabe lo que hace,
no tenés por qué pegarle.
El viejo miró a mamá, y ella le dijo: “Señor, pida disculpas y vaya”. El murmuró algo, soltó la
manguera y, todavía con los pantalones bajos, quiso arrastrar el carrito.
–Acá la doctora te perdona la vida, negro culeado, pero el carro no te lo llevás. La mugre la
pagás, zarpado del orto, en el barrio no se jode.
Mamá intentó disuadir a Juancho, pero él estaba borracho, y furioso, y gritaba como un
justiciero, y en los ojos no le quedaba nada blanco, negro y rojo, como los colores del short que llevaba
puesto. Se puso adelante del carro y no dejó que el hombre lo pusiera a andar. Yo tuve miedo de que
empezara otra pelea –otra golpiza de Juancho, en realidad– pero el hombre pareció despertarse. Se
subió el cierre de los pantalones –no tenían botón– y se fue caminando por el medio de la calle otra
vez, hacia Catamarca; todos los miraron irse, los gallegos murmurando qué barbaridad, los hijos de
Coca a las risotadas, las chicas en la puerta del garaje de Valeria riéndose nerviosas algunas, otras
cabizbajas, como avergonzadas. Horacio puteaba en voz baja. Juancho sacó una botella del carrito y se
la revoleó al hombre, pero le pasó muy lejos y se estrelló contra el asfalto. El hombre, sobresaltado por
el ruido, se dio vuelta y gritó algo, ininteligible. No supimos si hablaba otro idioma (pero ¿cuál?) o si
sencillamente no podía articular por la borrachera. Pero antes de salir corriendo en zigzag, huyendo de
Juancho que lo persiguió a los gritos, miró a mi mamá con toda lucidez y asintió, dos veces. Dijo algo
más, girando los ojos, abarcando toda la cuadra y más. Después desapareció por la esquina. Juancho,
demasiado en pedo, no lo siguió. Nomás siguió gritando, un rato largo.
Entramos a casa. Los vecinos seguirían hablando del tema toda la tarde, y la semana. Horacio
usó la manguera, puro rezongo y negros de mierda, negros de mierda.
Este barrio no da para más, dijo mi mamá, y cerró la persiana.
---
Alguien, probablemente el propio Juancho, movió el carrito a la esquina de Tuyutí, y lo dejó
estacionado frente a la casa abandonada de doña Rita, que se había muerto el año anterior. Pocos días
después, nadie le prestaba atención. Al principio sí, porque esperaban que el villero –qué otra cosa
podía ser– volviera a buscarlo. Pero no apareció, y nadie sabía qué hacer con sus cosas. Así que ahí
quedaron, y un día se mojaron con la lluvia, y los cartones húmedos se desarmaron, y daban olor. Algo
más apestaba entre las porquerías, probablemente comida pudriéndose, pero el asco impedía que
alguien lo limpiara. Bastaba con pasarle lejos, caminar bien cerca de las casas y no mirarlo. En el barrio
siempre había olores feos, del limo que se juntaba junto a los cordones de la vereda, verdoso, y del
Riachuelo, cuando soplaba cierto viento, especialmente al atardecer.
Unos quince días después de la llegada del carrito, comenzó. A lo mejor había empezado antes,
pero hizo falta la acumulación de desgracias para que el barrio sintiera que la secuencia era extraña. El
primero fue Horacio. Tenía una rotisería en el centro, le iba bien. Una noche, cuando estaba haciendo
la caja, entraron a robarle y se llevaron todo. Cosas de suburbio. Pero esa misma noche, cuando fue al
cajero automático a sacar plata, después de la denuncia –inútil, como en la mayoría de los robos, entre
otras cosas porque los chorros entraron encapuchados– descubrió que no tenía un peso en la cuenta.
Llamó al banco, hizo escándalos, pateó puertas, quiso acogotar a un empleado y llegó hasta el gerente
de la sucursal, y después de la red bancaria. Pero no hubo caso: el dinero no estaba, alguien lo había
sacado, y Horacio, de la noche a la mañana, estaba en la ruina. Vendió el auto. Le dieron menos de lo
que esperaba.
Los dos hijos de la Coca perdieron el trabajo que tenían en el taller mecánico de la avenida. Sin
aviso; el dueño ni les dio explicaciones. Lo cagaron a puteadas, y él los echó a patadas. A la Coca,
encima, no le salía la pensión. Los hijos buscaron trabajo una semana, y después se dedicaron a gastar
los ahorros en cerveza. La Coca se metió en la cama, diciendo que se quería morir. Ya no les daban fiado
en ningún lado. Ni para el colectivo tenían.
Los gallegos tuvieron que cerrar el bazar. Porque no se trataba nada más que de los hijos de la
Coca, o de Horacio; cada vecino, de golpe, en cuestión de días, perdió todo. La mercadería del kiosco
desapareció misteriosamente. Al remisero le robaron el auto. El marido y único sostén de Mari, albañil,
se cayó de un andamio y murió. Las chicas tuvieron que dejar los colegios privados porque los padres
no podían pagarlos: el padre dentista ya no tenía clientela, la modista tampoco, al carnicero un
cortocircuito le quemó todas las heladeras.
En dos meses, ya nadie tenía teléfono en el barrio, por falta de pago. En tres meses, tuvieron
que colgarse de los cables de luz porque no podían pagar la electricidad. Los hijos de la Coca salieron a
afanar y a uno de ellos, el más inexperto, lo agarró la policía. El otro no volvió una noche; a lo mejor lo
habían matado. El remisero se aventuró, caminando, hasta el otro lado de la avenida. Allá, dijo, estaba
todo lo más bien. Hasta tres meses después de que comenzara, los negocios del otro lado de la avenida
fiaban. Pero eventualmente dejaron de hacerlo.
Horacio puso la casa en venta.
Todos cerraban con candados viejos, porque no había plata para alarmas ni para cerraduras
más eficientes; empezaron a faltar cosas de las casas, televisores y radios y equipos de música y
computadoras, y se veía a algunos vecinos cargando electrodomésticos entre dos o tres, en changos
de hacer compras, o sólo con la fuerza de los brazos. Llevaban todo a las casas de remate y usados del
otro lado de la avenida. Pero otros vecinos se organizaron y, cuando intentaban tirarles la puerta abajo,
blandían tramontinas o revólveres, si tenían. Cholo, el verdulero de la vuelta, le partió la cabeza al
remisero con el fierro que usaba para hacer el asado. Al principio, un grupo de mujeres se organizaron
para repartir la comida que quedaba en los freezers; pero cuando se enteraron de que algunas mentían
y se guardaban víveres, la buena voluntad se fue al carajo.
La Coca se comió a su gato y después se suicidó. Hubo que ir a la sede de la obra social de la
avenida para que se llevaran el cuerpo y lo enterraran gratis. Algún empleado de ahí quiso averiguar
más, le contaron, y llegó la televisión con las cámaras para registrar la mala suerte localizada que sumía
a tres manzanas del barrio en la miseria. Sobre todo querían saber por qué los vecinos de más lejos,
los que vivían a cuatro cuadras, por ejemplo, no eran solidarios. Horacio les habló un rato, pero a los
diez minutos sacó un cuchillo del pantalón, se lo puso en el cuello al movilero, y se quedó con la cámara
y los equipos, y se hubiera quedado con la camioneta si los periodistas no hubieran escapado
aterrorizados.
Vinieron asistentes sociales y repartieron comida, pero sólo desataron más guerras. A los cinco
meses, ni la policía entraba, y los que todavía iban a mirar televisión en los aparatos exhibidos en las
casas de electrodomésticos de la avenida decían que en los noticieros no se hablaba de otra cosa. Pero
pronto quedaron aislados, porque los de la avenida los echaban si los reconocían.
Quedaron, digo, porque nosotros sí teníamos tele, y electricidad, y gas, y teléfono. Decíamos
que no, y vivíamos tan encerrados como los demás; si nos cruzábamos con alguien, mentíamos: nos
comimos al perro, nos comimos las plantas, a Diego –mi hermano– le fiaron en un negocio de acá a
veinte cuadras. Mi mamá se las arreglaba para ir a trabajar, saltando por los techos (no era tan difícil
en un barrio donde todas las casas eran bajas). Mi papá podía sacar la plata de la jubilación por cajero
automático, y los servicios los pagábamos online, porque todavía teníamos Internet. No nos saquearon;
el respeto a la doctora, a lo mejor, o muy buenas actuaciones de nuestra parte.
Fue Juancho el que, después de robar alcohol de un maxikiosco lejano, mientras tomaba el vino
en botella sentado en la vereda, empezó a gritar y putear. “Es el carrito de mierda, el carrito del villero.”
Horas gritó, horas caminó por la calle, golpeó puertas y ventanas, “es el carrito, es culpa del viejo, hay
que ir a buscarlo, vamos, cagones de mierda, nos hizo una macumba”. A Juancho se le notaba el hambre
más que a los demás, porque nunca había tenido nada, y vivía de las monedas que recolectaba cada
día, tocando timbre (siempre le daban, por miedo o compasión, vaya a saber). Esa misma noche le pegó
fuego al carro, y los vecinos miraron las llamas por la ventana. Tenía algo de razón Juancho. Todos
habían pensado que era el carrito. Algo de ahí adentro. Algo contagioso que había traído de la villa.
Esa misma noche, mi papá nos juntó en el comedor, para charlar. Dijo que nos teníamos que ir.
Que se iban a dar cuenta de que nosotros estábamos inmunizados. Que Mari, la vecina de al lado, algo
sospechaba, porque era bastante difícil ocultar el olor de la comida, aunque cocinábamos cuidando de
que no saliera el humo o el aroma por debajo de la puerta, con burletes. Que se nos iba a terminar la
suerte, que se pudría todo. Mamá estaba de acuerdo. Decía que la habían visto saltando el techo de
atrás. No podía asegurarlo, pero había sentido las miradas. Diego también. Contó que una tarde,
cuando levantó las persianas, había visto a algunos vecinos salir corriendo, pero que otros lo habían
mirado, desafiantes; malos, ya locos. Casi nadie nos veía, por el encierro, pero para seguir disimulando
íbamos a tener que salir pronto. Y no estábamos flacos ni demacrados. Estábamos asustados, pero el
miedo no se parece a la desesperación.
Escuchamos el plan de papá, que no parecía muy sensato. Mamá contó el suyo, un poco mejor,
pero nada del otro mundo. Aceptamos el de Diego: mi hermano siempre podía pensar con más sencillez
y más frialdad.
Nos fuimos a la cama, pero ninguno pudo dormir. Después de dar muchas vueltas, toqué la
puerta de la habitación de mi hermano. Lo encontré sentado en el piso. Estaba muy pálido, todos
estábamos así, por falta de sol. Le pregunté si pensaba que Juancho tenía razón. Dijo que sí con la
cabeza.
–Mamá nos salvó. ¿Viste cómo la miró el hombre, antes de irse? Nos salvó.
–Hasta ahora –dije yo.
–Hasta ahora –dijo él.
Esa noche, olimos carne quemada. Mamá estaba en la cocina; nos acercamos para retarla, se
había vuelto loca, hacer un bife a la parrilla a esa hora, se iban a dar cuenta. Pero mamá temblaba al
lado de la mesada.
–Esa no es carne común –dijo.
Abrimos apenas la persiana y, miramos para arriba. Vimos que el humo llegaba de la terraza de
enfrente. Y era negro, y no olía como ningún otro humo conocido.
–Qué viejo villero hijo de puta –dijo mamá, y se puso a llorar.

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UNIDAD N° 3: VANGUARDIAS: CUBISMO- GÉNERO LÍRICO
(TEXTOS LITERARIOS DE OLIVERIO GIRONDO- LIBROS: “20
POEMAS PARA SER LEÍDOS EN UN TRANVÍA” -
“ESPANTAPÁJAROS AL ALCANCE DE TODOS” y “EN LA
MASMÉDULA”)-

CONTEXTO HISTÓRICO DEL VANGUARDISMO:


La época del vanguardismo estuvo influida por una transformación política, tecnológica,
económica y social iniciada en el siglo XIX. A lo largo de este siglo, tras la caída de las colonias en
América, Europa dio un giro hacia el imperialismo en África y Asia. El intercambio comercial con estas
colonias le permitió el acceso a nuevas mercancías exóticas que despertaron la curiosidad de los
artistas y escritores.
• La ideología del progreso
Junto al imperialismo europeo, el siglo XX sería marcado por la ideología del progreso,
estimulada por el crecimiento de la investigación científica y la economía industrial. En este sentido fue
crucial el papel del desarrollo tecnológico de la segunda revolución industrial, que cambiaba la
percepción espacio-temporal (el auto, el avión, el cinematógrafo, el telégrafo, el teléfono, el
armamento militar de alcance masivo, etc.).
• Transformación social acelerada
Estos factores causaron una acelerada transformación social, y pronto se sintió la tensión
creciente entre la nueva clase social, el proletariado, la alta burguesía y la clase media. El camino
apuntaba a mayores cambios en un futuro no muy lejano: la formación de la sociedad de masas, que
aumentó la percepción del anonimato y el aislamiento personal.
• Las guerras mundiales
Pero la ideología del progreso pronto se derrumbó frente a la mortandad causada por la
Primera Guerra Mundial (1914-1919) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Para los artistas, esta
violencia significó la muerte de los grandes relatos racionales de Occidente. La crítica, la ironía, la
evasión o la confrontación se agudizaron en el arte.

¿QUÉ SON LAS VANGUARDIAS?


Llamamos vanguardismo al conjunto de movimientos artísticos y literarios formados a
comienzos del siglo XX en Occidente que rompieron con la tradición académica y buscaron la
innovación. De hecho, el término vanguardismo proviene de vanguardia. Este se tomó prestado del
francés avant-garde, expresión militar que significa ‘el que va adelante’, el que ocupa la primera línea
de combate.
Las vanguardias literarias se caracterizaron por romper las reglas de composición. En poesía,
se opusieron al refinamiento del lenguaje y experimentaron con la tipografía y la sonoridad. En
narrativa, el narrador se desdobló en múltiples voces y se prestó mayor atención a la construcción
interior del personaje. El espíritu vanguardista también impulsó la obra de autores que, singularmente,
rompieron los paradigmas.
Las vanguardias artísticas, por su parte, se
caracterizaron por revolucionar el lenguaje de las artes
plásticas especialmente, bien fuera para expresar los
nuevos temas del siglo XX, o bien fuera para centrar toda
la atención en la creatividad formal.

CUBISMO
El cubismo nació en Francia en 1907. Sus
principales rasgos son la asociación de elementos
imposibles de concretar, desdoblamiento del autor,
disposición gráfica de las palabras, sustitución de lo
sentimental por el humor, la alegría y el
retrato de la realidad a través de figuras
geométricas. Los inspiradores del
movimiento fueron Pablo Picasso y
Georges Braque.
Dentro de las técnicas usadas se
encuentra el collage, y principalmente la
descomposición de las imágenes en
figuras geométricas para representar el
objeto en su totalidad, incluidos todos
sus planos, en la obra.
Tuvo dos etapas: un cubismo
analítico, que buscaba la
descomposición total del objeto, y un
cubismo sintético, en el cual se descarta
la perspectiva para representar todos
los planos del objeto en la misma obra.
En la poesía, su estilo más popular fue el
caligrama, cuyo principal exponente fue
Guillaume Apollinaire.

A- CUBISMO LITERARIO:
El cubismo literario surge de la influencia del cubismo pictórico, el cual se inicia en 1907 con
pintores como Pablo Picasso y Georges Banque.
En la literatura, el término cubismo hace referencia al tipo de obras de principios de siglo XX
que integran lo visual como parte del hacer poético, desafiando los límites de la literatura. Al igual que
la pintura cubista, incluyó textos y tipografías dentro de sus creaciones literarias.
Es el poeta y novelista Guillaume Apollinaire el representante de esta tendencia en la literatura,
cuya manifestación principal se muestra en la poesía. Algunas de las características que definen al
cubismo literario son la experimentación tipogáfica y la ruptura de esquemas métricos tradicionales.
Caligrama de Guillaume Apollinaire: La paloma apuñalada y el surtidor.
Experimentación tipográfica: Los caligramas son las principales expresiones del cubismo en
literatura. Estos escritos, generalmente poéticos, se basan en la descomposición gráfica con el fin de
formar una figura o imagen, normalmente referida a la temática del poema. Es el caso del poema
anterior de Guillaume Apollinaire, donde se intenta reproducir gráficamente lo que el poema
especifica.
Ruptura de esquemas métricos tradicionales: Se prescinde de la puntuación y de la métrica
tradicional, la rima y gramática. Las palabras se unen en busca de conformar un todo visual que impacte
al lector: una imagen. En este sentido el cubismo literario parte de una idea como el centro de la
creación. Para ello, prescinde de las normas lingüísticas y ortográficas, sobrepone sensaciones y
pensamientos. Asimismo, es común en los poemas las diferencias de tamaños de letras.

Principal autor cubista y sus obras


• Guillaume Apollinaire (1880-1918): Poeta y novelista italiano y el creador del
caligrama. Fue el precursor del cubismo literario y también el primero en emplear los
términos surrealismo y surrealista.
• Oliverio Girondo (1891- 1967): Poeta argentino, vinculado a la vanguardia poética de
los años 1920.
REFERENCIAS:
Imaginario, Andrea. (s/f). Vanguardias artísticas: qué son, y los principales movimientos. En
https://www.culturagenial.com/es/vanguardismo/

GÉNERO LÍRICO: POEMAS Y PROSAS POÉTICAS DE OLIVERIO GIRONDO

“NOCTURNO”
Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.

“OTRO NOCTURNO”
La luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificio público.
¡Faroles enfermos de ictericia! ¡Faroles con gorras de “apache”, que fuman un cigarrillo en las
esquinas! ¡Canto humilde y humillado de los mingitorios cansados de cantar!;Y silencio de las estrellas
sobre el asfalto humedecido!
¿Por qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a la de un par de medias tirado en un
rincón? y ¿por qué, a veces, nos interesará tanto el partido de pelota que el eco de nuestros pasos
juega en la pared?
Noches en las que nos disimulamos bajo la sombra de los árboles, de miedo de que las casas
se despierten de pronto y nos vean pasar, y en las que el único consuelo es la seguridad de que nuestra
cama nos espera, con las velas tendidas hacia un país mejor.

“APUNTE CALLEJERO”
En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa
sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien
se crucifica al abrir de par en par una ventana.
Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las
pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la
vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de
un tranvía.

“ESPANTAPÁJAROS: 6”
Mis nervios desafinan con la misma frecuencia que mis primas. Si por casualidad, cuando me
acuesto, dejo de atarme a los barrotes de la cama, a los quince minutos me despierto,
indefectiblemente, sobre el techo de mi ropero. En ese cuarto de hora, sin embargo, he tenido tiempo
de estrangular a mis hermanos, de arrojarme a algún precipicio y de quedar colgado de las ramas de
un espinillo.
Mi digestión inventa una cantidad de crustáceos, que se entretienen en perforarme el intestino.
Desde la infancia, necesito que me desabrochen los tiradores, antes de sentarme en alguna parte, y es
rarísimo que pueda sonarme la nariz sin encontrar en el pañuelo un cadáver de cucaracha.
Todavía, cuando llovizna, me duele la pierna que me amputaron hace tres años. Mi riñón
derecho es un maní. Mi riñón izquierdo se encuentra en el museo de la Facultad de Medicina. Soy
poliglota y tartamudo. He perdido, a la lotería, hasta las uñas de los pies, y en el instante de firmar mi
acta matrimonial, me di cuenta de que me había casado con una cacatúa.
Las márgenes de los libros no son capaces de encauzar mi aburrimiento y mi dolor. Hasta las
ideas más optimistas toman un coche fúnebre para pasearse por mi cerebro. Me repugna el bostezo
de las camas deshechas, no siento ninguna propensión por empollarle los senos a las mujeres y me
enferma que los boticarios se equivoquen con tan poca frecuencia en los preparados de estricnina.
En estas condiciones, creo sinceramente que lo mejor es tragarse una cápsula de dinamita y
encender, con toda tranquilidad, un cigarrillo.

“ESPANTAPÁJAROS 8”
Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de
personalidades.
En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción;
no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.
Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa
parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el
vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.
¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso!
¡Imposible saber cuál es la verdadera!
Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me
convenzo de que me pertenezcan.
¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto—todas estas personalidades
inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por
ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya
sonrisa es capaz de congelar una locomotora?
El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de
indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los
repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta
de tacto...
Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin
ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las
otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En
vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su
voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia,
que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio.
Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en
demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir
hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.
Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de
fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor
determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante
necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar
que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción
de mandarlas a todas juntas a la mierda.

“ESPANTAPÁJAROS 13”
Hay días en que yo no soy más que una patada, únicamente una patada. ¿Pasa una
motocicleta? ¡Gol!... en la ventana de un quinto piso. ¿Se detiene una calva?... Allá va por el aire hasta
ensartarse en algún pararrayos. ¿Un automóvil frena al llegar a una esquina? Instalado de una sola
patada en alguna buhardilla.
¡Al traste con los frascos de las farmacias, con los artefactos de luz eléctrica, con los números
de las puertas de calle!
Cuando comienzo a dar patadas, es inútil que quiera contenerme. Necesito derrumbar las
cornisas, los mingitorios, los tranvías. Necesito entrar —¡a patadas!—en los escaparates y sacar —¡a
patadas!—todos los maniquíes a la calle. No logro tranquilizarme, estar contento, hasta que, no
destruyo las obras de salubridad, los edificios públicos. Nada me satisface tanto como hacer estallar,
de una patada, los gasómetros y los arcos voltaicos. Preferiría morir antes que renunciar a que los
faroles describan una trayectoria de cohete y caigan, patas arriba, entre los brazos de los árboles.
A patadas con el cuerpo de bomberos, con las flores artificiales, con el bicarbonato. A patadas
con los depósitos de agua, con las mujeres preñadas, con los tubos de ensayo.
Familias disueltas de una sola patada; cooperativas de consumo, fábricas de calzado; gente que
no ha podido asegurarse, que ni siquiera tuvo tiempo de cambiarle el agua a las aceitunas... a los
pececillos de color…

“ESPANTAPÁJAROS 18”
Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas
y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo. Abrir las canillas, las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro
llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan
nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo,
por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de
memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
“ESPANTAPÁJAROS 21”
Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de
herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de
barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que, al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te
obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan
con un meadero.
Que cuando quieras decir: “Mi amor”, digas: “Pescado frito”; que tus manos intenten
estrangularte a cada rato, y que, en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en
sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se
suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de
los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que
no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.

CANSANCIO- (EN LA
MASMÉDULA)
Cansado. ¡Sí!
¡Sí! Cansado
Cansado por carecer de antenas,
de usar un solo brazo, de un ojo en cada omóplato
dos labios, y de una cola auténtica,
veinte dedos, alegre,
no sé cuántas palabras, desatada,
no sé cuántos recuerdos, y no este rabo hipócrita,
grisáceos, degenerado,
fragmentarios. enano.
Cansado, Cansado,
muy cansado sobre todo,
de este frío esqueleto, de estar siempre conmigo,
tan púdico, de hallarme cada día,
tan casto, cuando termina el sueño,
que cuando se desnude allí, donde me encuentre,
no sabré si es el mismo con las mismas narices
que usé mientras vivía. y con las mismas piernas;
Cansado. como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de
playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una
piedra.
UNIDAD N° 4: HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA:
ORIGEN Y EVOLUCIÓN
• Observamos el siguiente video documental sobre el origen y evolución del Español
“HISTORIA - Origen y Evolución del Español o Castellano | MINI-DOCUMENTAL”

TEXTOS PARA ANALIZAR:

“LA BATALLA CULTURAL DEL ESPAÑOL”- DE: EDUARDO VILLA


Villa, Eduardo. (2003). La batalla cultural del español. Revista Ñ. pp. 6,7,8,9
El inglés, las nuevas tecnologías y las variaciones regionales son las presiones que soporta el
idioma, que no se detiene: en EE.UU. los hispanos desplazaron a los afroamericanos y ya son la primera
minoría étnica.
“Una mancha lingüística en expansión, una lengua de migración y mestizaje”. Esas son las
palabras que eligió el escritor mexicano Carlos Fuentes para definir la lengua española. Esa mancha,
formada por unos 400 millones de personas, admite una paradoja: crece y al mismo tiempo está en
crisis. Hay un desafío y una batalla. El mapa en el que pelea por un lugar es el de un mundo globalizado
donde el inglés, la lengua del imperio, es casi omnipresente. Hace poco se conocieron dos datos que
dieron muchísima actualidad a la discusión sobre la situación del español en el mundo: el inglés y el
español son las únicas lenguas en expansión y los hispanos se convirtieron en la primera minoría étnica
de los Estados Unidos, desplazando a los afroamericanos. Son una nación dentro de una nación: 37
millones de personas-equivalentes a la población argentina, que representan casi el 13 por ciento de
los habitantes de Estados Unidos. El español, rasgo central de la identidad cultural de los
hispanoamericanos, soportará en los próximos años tres clases de presión. La primera es la inmersión
en Internet y las nuevas tecnologías de la información, cuyos centros de desarrollo no son precisamente
España ni Latinoamérica: la segunda, una difícil tensión entre el español de todos y el español de cada
país, es decir, la necesidad de mantener la unidad sin perder la diversidad; la tercera, la fricción y el
intercambio con el inglés.
La lengua es parte de la cultura. Además de servir para comunicarse, expresa una identidad
cultural, y es un modo de pensar y de construir sentido. No parece casual que Fuentes haya comparado
al español con una mancha, cuando el lema de la Real Academia Española, afortunadamente en
desuso, parece la mala publicidad de un detergente: "Limpia, fija y da esplendor".
A veces uno puede elegir cuidadosamente las palabras. Bill Gates, por ejemplo, eligió la palabra
Word para bautizar su procesador de palabras, que hoy es prácticamente el único que puede usarse
para escribir un texto en una computadora. Dice al respecto Carlos Tomassino, director de Ingeniería
de Sistemas de la Universidad Tecnológica Nacional de Buenos Aires: "El que genera el software
generalmente es un angloparlante, ese es el problema". Si hay algún terreno donde el español está
perdiendo feamente, es en Internet, donde el inglés es casi una dictadura. "Hay una sociedad de países
nucleados en la Sociedad de la Información, una entidad paragubernamental, donde el español es una
lengua prácticamente inexistente, lo que equivale a la exclusión de 400 millones de hispanoparlantes -
dice Tomassino-. Se usa el inglés y el francés y en menor medida, el alemán, que son las lenguas de los
países donde se generan la mayoría de los contenidos de Internet. La clave, en el ciberespacio, son los
contenidos". Tomassino, que preside la Fundación para el Desarrollo del Conocimiento (Fundesco),
habla con amargura de esa realidad del español en la informática. “Tenemos suerte de que haya un
mercado de teclados para los hispanoparlantes, que somos muchos y por eso les interesamos. Pero ya
hace mucho, desde la época de las máquinas de escribir, que nos acostumbramos a lo que yo llamo el
qwertyismo, (la primera línea del teclado es qwertyuiop) que es la disposición de las letras en del
teclado pensada por y para angloparlantes. Nos hemos adaptado a esa disposición y ese ordenamiento
del teclado. Es algo que se nos ha penetrado de una manera increíble, cuando nuestras manos
escribirían mucho más rápidamente con otra disposición".
Nueve de cada diez hispanoparlantes son latinoamericanos. Los españoles son menos del diez
por ciento. A la Real Academia Española no se le pasa por alto que la mayor vitalidad y el futuro de la
lengua está en América y, por lo tanto, en los últimos años ha decidido abandonar la actitud de entidad
normativa y rectora del idioma que todavía le adjudica el imaginario colectivo de los hablantes de
español.
Españoles hay muchos: La imagen que busca ahora la Real Academia es mucho más horizontal
y democrática. Quiere ser, casi, una más entre las academias nacionales de Hispanoamérica. De este
lado del Atlántico, son muchos los escépticos y suspicaces respecto de la claridad de esas intenciones.
El objetivo explícito es desarrollar una política panhispánica donde las academias trabajen por el
español de todos y, al mismo tiempo, por el que se habla en su país. Mantener esa tensión entre un
español que sigan sintiendo como propio 400 millones de hablantes y los más de veinte que se hablan
en cada país- coinciden los especialistas- es el mayor desafío que enfrenta la lengua de Cervantes.
La Real Academia Española tiene un lugar en la larga lista de víctimas de la ironía certera de
Jorge Luis Borges. El escritor solía decir que la Academia servía sólo para que su diccionario incorporara,
de vez en cuando, el nombre de algún yuyo. Pero los tiempos han cambiado. Hoy el diccionario tiene
el propósito de acopiar la diversidad lingüística hispánica, de modo que se está incorporando cantidad
de americanismos. En ese trabajo tienen un papel central las academias nacionales, que deciden cuáles
son las palabras más divulgadas en cada uno de los países y que merecen incluirse en un diccionario
que represente a todos.
De la misma forma, el diccionario panhispánico de dudas recoge problemas lingüísticos que se
presentan en toda el área hispanohablante y a los que, por consenso, se intenta dar una respuesta. El
objetivo es enfrentar el gran problema que tiene hoy el español: cómo mantener su unidad interna.
"Ahora hay una relación más interactiva de la Real Academia con las academias nacionales, pero yo
creo que se trata, sobre todo, de una cuestión de mercado y que los españoles están dispuestos a
imponerse en el mercado. Ahora España es un gran vendedor de libros, y un gran traductor como antes
lo fue la Argentina". Quien lo dice es Alejandro Raiter, profesor de Sociolingüística y Psicolingüística y
director de tesis de postgrado en la UBA. Más allá de las intenciones comerciales que pueda tener
España, Raiter considera que hay que acompañar a la Real Academia en su política panhispánica. "Si
no -explica-, vamos a empezar a pelearnos entre nosotros, los países latinoamericanos. Ahora todos
decimos que la Real Academia no nos respeta lo suficiente, pero todos estamos de acuerdo con eso.
En cambio, el día que tengamos que decidir entre el tú y el vos, va a ser un lío. Hay una tensión muy
delicada entre la unidad y la diversidad".
La enorme mayoría de los especialistas coincide con ese diagnóstico sobre cuál es el mayor
riesgo que corre el español en el mundo. "Veinte paises en un area linguistica inmensa dice José Luis
Moure, profesor de Historia de la Lengua (UBA). Investigador del CONICET y miembro de número de la
Academia Argentina de Letras implica una enorme dificultad para mantener la unidad. El reto es cómo
hacer para que esto sea posible sin que todo intento de unidad sea visto como una forma de
centralización. La única manera es que exista realmente un consenso de todas las naciones, según el
cual convenga pertenecer a un dominio cultural común. Para esto, las naciones tienen que estar
convencidas de que ese dominio cultural debe ser mantenido".
Palabras prestadas: Sin duda el escritor que más contribuyó a difundir en todo el mundo el
imaginario social y cultural latinoamericano es el Nobel colombiano, Gabriel García Márquez. Sólo de
su novela Cien años de soledad se vendieron unos 30 millones de ejemplares. Hace meses García
Márquez dio otra sorpresa con su libro más reciente, Vivir para contarla: en pocos días vendió en
Estados Unidos 50.000 ejemplares en español, obligando a editores y libreros estadounidenses a tomar
muy en serio al mercado de libros en español. En realidad, los 37 millones de hispanos que viven en
EE.UU. son, además de un enorme mercado de unos 270.000 millones de dólares anuales, una marca
cultural profunda en el escenario estadounidense.”
Para algunos, la contracara de ese fenómeno es la invasión de anglicismos debidos a la
velocidad con que aparecen nuevos términos en inglés que no tienen traducción al español.
Según José Luis Moure, los anglicismos no son un problema grave. "Cuando se habla de los
peligros del idioma -dice-inmediatamente se piensa en los anglicismos. Pero no hay lenguas puras, se
construyen con incorporaciones permanentes de otros componentes léxicos. Qué sería de nuestro
español sin los arabismos. Los galicismos en algún momento también fueron aterradores". Moure
explica que, en buena medida, el fenómeno depende de necesidades técnicas concretas, de la falta de
palabras específicas en nuestro idioma para nombrar cuestiones de la computación o la ciencia. Y
agrega: "Si a esto se suma la incorporación de anglicismos por parte de los jóvenes, más permeables a
las modas y a lo que imponen los medios, es muy difícil ponerle coto de manera consensuada entre
todos los países de América. Pero yo creo que van a quedar las de palabras que deban quedar y las
demás van a desaparecer, como ha sucedido siempre".
Alejandro Raiter coincide con este punto de vista: "Es cierto que hay mucho inglés en el
español de hoy, pero no me preocupa. Esto en lingüística se llama 'préstamo'. Se toma prestada la
palabra delivery, living o computadora (de computer). Pero en la medida en que, como computadora,
pase a ser propiedad del español, o sea que entra en la morfología de nuestra lengua, no se lo vamos
a devolver y va a ser español. Los estudiosos también coinciden en que los idiomas no se degradan:
cambian. Y recuerden que si no fuera así, estaríamos hablando latín y no español, francés, italiano o
rumano. Hay una diferencia importante, explica Moure, entre lengua escrita y hablada. "La gente habla
perfectamente -dice- en la medida en que se haga entender, que es una de las funciones de la lengua.
Pero hay una forma escrita, que tiene reglas necesarias para hacer de ella una lengua de cultura. Tiene
que ser estructurada, con una gramática fija que permita el desarrollo científico, la ordenación y la
exposición de las ideas. Es un código escrito, normativo, que debe ser respetado porque, si cada uno
juega sus propias normas, el código se deshace y se acabó".
Lo que está en juego es, ni más ni menos, una lengua común que nos representa y nos da
identidad frente al resto del mundo. Esa lengua, la nuestra, es uno de los poquísimos elementos de
integración y de identidad real que tenemos. "Aunque de maneras diferentes-dice Moure-, todos
hablamos este idioma. Y lo escribimos igual, nos permite comunicarnos en arte y en cultura, nos
permite intercambiar universitarios, leer a Quevedo, a Borges, a Vargas Llosa o a Camilo José Cela. Es
un prodigio. Una lengua que después de 500 años todavía sigue siendo legible. Es una maravilla".
Para Raiter, el español va a seguir cambiando, y habrá que hacer un esfuerzo grande en América
latina para mantener la unidad lingüística. "La lengua va a cambiar siempre. Pero vamos a mantener
nuestro español argentino-dice-, creo que estamos realmente muy lejos de perderlo. En el proceso, va
a haber muchos neologismos y quizá vaya a haber también muchas palabras que entren en desuso, e
incorporaremos, sí, muchas palabras en inglés". En otro momento, explica, pasó algo parecido con el
francés. Pero ahora nos preocupa más porque sabemos que estamos en crisis y lo lingüístico es una de
esas expresiones.
“CONJUGANDO EL VERBO DE LOS CONQUISTADORES”- DE: CLAUDIO
MARTYNIUK
Martyniuk, Claudio. (2004). Conjugando el verbo de los conquistadores. Revista Ñ. p.11

La historia del español en América comienza con la Conquista, pero desde los primeros
encuentros de voces surgirán otros tonos, nuevas palabras y cambios de sentido. Los conquistados,
lejos de la sumisión, lo convierten en bandera de la diversidad.
El descubrimiento de América es un acontecimiento único dentro de la historia de la
humanidad: dos grandes masas de población viven en la ignorancia mutua y de pronto, se enteran de
su existencia.
Este encuentro hizo comenzar la historia moderna.
Luego del desembarco en las Antillas, y por cierta decepción con lo allí hallado, en 1519 se
conquista México. Hernán Cortés con 660 soldados desembarcan en la costa de Yucatán.
Luego de las expediciones del iletrado Francisco Pizarro a Perú, hacia 1550 la conquista del
continente queda, por parte de España, prácticamente concluida. Por avidez y superioridad técnica se
triunfó.
La organización burocrática y económica, así como la estructura familiar y educativa que se
impuso, tuvo un fundamento, el mismo con el que se abona la expansión de la religión de los
conquistadores: el trabajo lingüístico. Las órdenes religiosas hicieron un esfuerzo de comprensión y
traducción para afianzar su obra, como luego lo harán los jesuitas. Fray Bernardino Ribeira de Sahagún,
en el Siglo XVI, fue el padre de la etnología en América.
Desde actitudes opuestas de acercamiento al “otro”, La Malinche y Garcilaso de la Vega
configuran dos modelos de traductores. Malinche, hija de un cacique azteca que cae en desgracia y es
esclavizada, es dada a los 14 años a Cortés. Ella, que dominaba el maya y el Nahuatl, será la traductora
“traidora”: concubina de Cortés mientras le es útil, será por él rechazada después. Hijo natural de una
“noble” inca y de un potentado español, el Inca Garcilaso nació en 1539 y se encargó de representar e
interpretar a los conquistadores, buscando reconciliar los dos mundos en pugna.(...)
En 1550 se concreta, en Valladolid, el debate público entre Bartolomé de Las Casas, defensor
de los nativos y acusador cd los crímenes de los conquistadores, y Juan Ginés Sepúlveda, lector de
Aristóteles y defensor de la superioridad europea. La ausencia de escritura fonética será, para
Sepúlveda, una razón de esa superioridad.
La gran idea griega del alfabeto es un paso adelante que permite identificar los átomos del
lenguaje y, en base a ellos, manipularlo con mayor conciencia.
La escritura ideográfica se basa en una representación pictórica de los objetos, estados de
cosas e ideas, lo cual implica la existencia de un inmenso número de signos. A pesar de que Hegel
afirmó que “la escritura alfabética es en sí y para sí, la más inteligente”, para la lingüística no existe un
modo categórico de establecer que una forma de escritura sea superior a otra.
Rafael Lapesa en su “Historia de la Lengua española”, afirma que “la propagación del castellano
obedeció en gran parte a la presión uniformadora ejercida por los órganos del poder estatal”, aunque
la Iglesia contribuyó a la conservación de las lenguas indígenas, ya que las necesitaba para la
evangelización de los indios. Y a pesar de que Felipe II consideró, a fines del siglo XVI, que “no parece
conciente apremiallos a que dexen su lengua natural”, el virrey del Perú da órdenes de que solo se
utilice el español. Ya en 1770, con los jesuitas expulsados, Carlos III impone el español. Aun así, las
lenguas indígenas aportaron términos como canoa, cacique, maíz, batata, tabaco, tiburón, caimán,
caníbal, loro, cacao, chocolate, tomate, papa, pampa, cóndor, ombú, choclo, tucán, y, entre otras,
malón. Los esclavos negros llegados de África dejan huellas en el idioma a través de palabras como
banana o mucamo y aun nuestro porteño quilombo. la adaptación del español en América también
trae cambios semánticos y ciertos términos pasan a ser malsonantes.
Las lenguas aborígenes influyen también en la pronunciación del español de América, la cual
es “muy rica en variantes, pródigas, subidas y descensos melódicos, mientras la castellana tiende a
moderar inflexiones”(...)

“EL ESPAÑOL EN LA ENCRUCIJADA DE UN MUNDO GLOBAL” DE: CLAUDIO


MARTYNIUK
Martyniuk, Claudio. (2004). El español en la encrucijada de un mundo global. Revista Ñ
13/11/2004
No hay una institución dueña del idioma, ni siquiera un país, aunque sea aquel donde se originó
o en el cual hoy viven el mayor número de hablantes en español. Pero esto no significa que exista un
todo vale dado que el lenguaje es público y cuenta con reglas, aunque ellas puedan estar abiertas a
cambios a través del tiempo. (...)
La actividad de las academias y congresos se vincula a la revisión de las prácticas de
reconocimiento de las reglas, a su adecuación y también a la búsqueda de remedios para la corrección
de distorsiones. Herederas del espíritu racionalista griego, las academias son tribunales que siguen
criterios enciclopédicos basados en la reunión y clasificación de los saberes acumulados; en este caso
lo hacen sobre el lenguaje y su trabajo suele reflejarse en diccionarios y en encuentros (...).
Poroso, sin fronteras que lo contengan, mutable y hasta sin límites entre lo que puede expresar
y lo que no, el lenguaje demanda una especial atención de parte de investigadores, escritores y
operadores de las industrias culturales. Se debe atender a las tendencias que se manifiestan, corregir
las deficiencias observadas y, a la vez, preservar la riqueza de la variedad lingüística presente en una
cultura.
En nuestro mundo globalizado, la comunicación ocupa un lugar central. Ya la información
científico-técnica ha devenido, como lo reconoce el filósofo alemán Jürgen Habermas, la principal
fuerza productiva de nuestra época, mientras que la cultura se halla atravesada por el mercado.
Los problemas del español no pueden ser encapsulados en el ámbito de cada nación donde
esa lengua predomina, requiriendo un abordaje abierto y concentrado, problematizador y no
reductivo.
El III Congreso de la Lengua Española focalizará el análisis de la tensión entre “identidad
lingüística y globalización”, partiendo del supuesto de que, en el mundo contemporáneo, lejos de
disolverse toda diversidad, adquieren mayor potencialidad las diferencias. Así se han organizado los
debates en tres foros, en el primero de los cuales se analizarán “los aspectos ideológicos de la identidad
lingüística junto a la relación del español con otras lenguas con las que convive, las indígenas en
América y las que se utilizan en España.

LENGUA PLURAL: Las voces de los expatriados, de los migrantes, también serán objeto de
análisis (...)
La indagación sobre la vinculación entre sociedad y lenguaje, en la cual el empobrecimiento de
las experiencias subjetivas y el decaimiento de la riqueza lingüística tienen una complejidad que excede
a la mera relación entre pobreza material y achicamiento del campo simbólico, ya que se relaciona con
la unidimensionalidad de los bienes simbólicos producidos para el consumo de las industrias culturales
de masas.
El segundo gran foro temático se referirá a la identidad y la lengua en la creación literaria y
tendrá un tratamiento abierto, capaz de pensar el diálogo entre distintas literaturas y la invención de
una identidad local en el marco de tradiciones que, como lo señala Borges, son universales.
UNA POLÍTICA COMÚN: También se estudiarían las políticas de traducción y la lengua hablada
en películas, series y telenovelas, sean en español de origen o sean dobladas. En Rosario se presentará
la edición de “El Quijote” que ha realizado la Real Academia Española a poco de cumplirse los cuatro
siglos de la aparición de la obra literaria que mostró la riqueza del español para construir mundos de
ficción.
El restante eje merecerá sesiones plenarias y paneles tendrá como tema el español
internacional y la internacionalización del español, y se centrará en las funciones de los medios de
comunicación con respecto a la creación cultural, a la preservación de variedades locales, al espacio
del libro producido en Iberoamérica y a la necesidad de planificar la enseñanza del español en el
mundo. La lengua portuguesa acortará su distancia con el español, merced a algunos representantes
de primer orden: Nélida Piñón, novelista y presidente de la Academia de Letras de Brasil, cuyas obras
completas serán llevadas a nuestro idioma (...), y el premio Nobel portugués, José Saramago, quien
abrirá el homenaje a Ernesto Sábato en la última jornada de sesiones. Se debatirán algunos de los
desafíos más trascendentales que deberá enfrentar nuestra lengua en este milenio: ganar en
coordinación de políticas y estrategias lingüísticas sin que se pierdan los rasgos locales, facilitar que la
lengua española pueda desplegarse como productora de cultura y universos de lectores y espectadores
en las más disímiles geografías y, preservar y extender su posición en un contexto en el que se ha
establecido el imperialismo del inglés como lengua mediadora entre lenguas e idioma dominante en la
ciencia, las innovaciones tecnológicas y el mundo de los negocios.(...)
Los especialistas de la lengua trazan mapas de los flujos de habla, y se revisan y modifican
normas que - dado que el lenguaje es un fenómeno público reglado - orientan usos tenidos como
correctos por los usuarios del idioma. Congresos y Academias, analizan y orientan, porque como lo
afirmó Fernando Lázaro Carreter, miembro de la Real Academia Española, “los idiomas no se
construyen en los laboratorios, sino en la sociedad que los usa” (...)
Ha crecido el reconocimiento de que el español es una lengua internacional y que sus reglas y
los significados de los términos exigen el reconocimiento de particularidades que ya no son meros
regionalismos internos a la geografía española. (...)
La influencia de los estudios contemporáneos sobre el lenguaje fueron llevando a una
valoración positiva de la diversidad lingüística y, además, a concebir a la propia lengua como no
homogénea.(...)
En la actualidad, la enseñanza de la lengua se basa en el uso.
Un elemento básico para transmitir el lenguaje a las nuevas generaciones es el libro. Sobre las
políticas de edición en un mercado homogeneizado por editoriales provenientes de España, y en
relación a los distintos empleos regionales del español, Fernando Esteves, director del grupo Santillana
en el Conosur, que incluye sellos como Aguilar, Taurus y Alfaguara y es una de las principales editoras
de manuales escolares, afirmó que “las diferencias que puedan existir entre los distintos usos del
castellano no deberían neutralizarse (...). Las diferencias y los matices, como todo mestizaje, no
empobrecen sino que enriquecen. Ningún editor que conozca recurre a traductores que propongan
una utilización aséptica del lenguaje.
Cierto lenguaje neutro quizás sea posible en libros técnicos, en literatura es inadmisible”(...)
TRADICIÓN E INNOVACIÓN: Lázaro Carreter enseñaba que “una lengua es el archivo adonde
han ido a parar las experiencias, saberes y creencias de una comunidad”, aclarando que ese archivo se
halla bajo una permanente actividad y hace que palabras y expresiones cambien de sentido, se tornen
obsoletas o se extingan, mientras que otras se incorporan. El idioma es un escenario recorrido por
tensiones. Los académicos y los diccionarios (...) persiguen mantener la lengua tal como fue hallada,
pero las necesidades expresivas, los desvíos propios de grupos que así adquieren su especificidad y los
contactos con otras lenguas, suelen traer cambios, desafiar sonidos y sentidos. Y en la dialéctica de la
continuidad y la renovación persiste el idioma que se encarna en cada uno de nosotros, sus hablantes.
En ese movimiento, la socialización lingüística a través de la familia, pero también por la escuela
y el efecto de los medios de comunicación, deja una marca capaz de enriquecer el universo de sentidos
o, por el contrario, de restringirlo. De este modo, y aunque pueda parecer que el congreso de la Lengua
tiene un alto nivel de abstracción y de impersonalidad, sus problemáticas se relacionan con la
capacidad de producir sentidos y de efectos comunicativos de los hablantes del español en un mundo
global en el que se extinguen lenguas y hay hegemonías aplastantes (...)
El Congreso interviene en un área - la lengua - que produce todo un universo voluminoso de
negocios, que van desde la industria editorial y los medios gráficos a la televisión, la música y el
cine.(...)La expansión del número de hablantes del español, el crecimiento de formas simbólicas que
también son mercancías y brindan ganancias.
El español es signo de identidad para sus hablantes, un idioma de la cultura con una formidable
tradición y un horizonte abierto: acercar el ideal de que sus hablantes puedan participar de la madurez
y potencia de la lengua.

LA LENGUA ESTÁNDAR Y OTRAS VARIEDADES:


Para poder comunicarnos dentro de una comunidad lingüística utilizamos una misma lengua.
Pero esa lengua presenta variedades determinadas por la pertenencia geográfica, la edad, el grado de
escolarización, el canal utilizado y la relación entre las y los hablantes. En la actualidad, se llama lengua
estándar a la variedad de la lengua que presenta las características de léxico, morfología, ortografía y
pronunciación que responden a los usos establecidos como adecuados dentro de una comunidad. La
lengua estándar es la que se utiliza en las escuelas, en los medios masivos de comunicación, en los
textos escolares, en los textos expositivos, etc. Su conocimiento es fundamental para que un hablante
pueda producir y comprender mensajes en diversas situaciones comunicativas. Más allá de esa
variedad estándar, existen distintas maneras en las que las y los hablantes se apropian de las lenguas y
las usan para llevar adelante sus propósitos de comunicación. Por ejemplo, hay grupos que tienen una
manera particular de hablar (una jerga o argot). También hay diferencias, como dijimos, según la
pertenencia geográfica o la edad de las y los hablantes. Las variedades de una lengua son un hecho que
se da no solo en relación con el castellano, sino con todas las lenguas. Esto no implica que haya
personas que hablen “bien o mal” por utilizar una variante u otra. Por el contrario, esto demuestra que
la lengua tiene una riqueza muy grande y que no está fosilizada: vive y cambia, como cambia la realidad
de las y los hablantes. La lengua se transforma porque es, precisamente, lo que utilizamos para hablar
de la realidad, del mundo que nos rodea, que también es dinámico y cambiante.

“EL IDIOMA QUE DE VERDAD HABLAMOS”- DE: MARTÍN CAPARRÓS


Del vosotros y el tú al vos, nuestra lengua ha recorrido un largo camino en el que la historia y
la política han tenido que ver. Sería conveniente que la escuela tomara cuenta del lenguaje que
realmente usamos.
Tú, lectora, y tú, lector, lleváis mucho tiempo equivocados. Sí, no miréis al costado, no
disimuléis: os estoy hablando a vosotros. Y vosotros lo sabéis. Sí, vosotros, que os empeñáis en decir
"vos" a vuestros amigos y parientes cuando son uno; vosotros, sí, que insistís en decir "ustedes" cuando
son cantidad.
Vosotros sabéis que hacéis mal: ¿o vais a decirme que no habéis ido a la escuela, que no os ha
enseñado la maestra que deberíais decirles tú y vosotros?
Nos lo enseñaron, sí. Y sin embargo decimos vos, ustedes.
Solemos creer que somos —también en eso— únicos, pero no: salvadoreños, costarricenses,
hondureños, ecuatorianos, muchos colombianos también hablan de vos. El vos era, en la España de la
conquista, una forma que había sido elegante y se había vuelto vulgar. Suele pasar: los pretenciosos
cambian sus costumbres a menudo porque ciertos pobres quieren imitarlas y, cuando lo logran, los
pretenciosos las desdeñan.
El vos, entonces, ya era mersa cuando los españoles descubrieron. Los primeros
conquistadores —mayoría de campesinos medio brutos— se hablaban de vos, y así fue, al principio, el
castellano en América.
Pero tras los conquistadores llegaron los burócratas: esos señores orondos y empolvados —
marqueses, para empezar a hablar— se hacían los finos tratándose de tú, y el castellano americano se
hizo otro. De las cortes coloniales, el tú se derramó a las poblaciones; la teoría del derrame no suele
funcionar en lo económico, pero en la cultura, queda visto, sí.
Por eso el vos sólo se mantuvo en las zonas más pobres del Imperio colonial, donde no había
cortes ni marqueses. Ni América Central ni las montañas de Colombia ni Buenos Aires eran espacios
importantes: estaban en el margen y los señores que podrían habernos enseñado a hablar tilingo, en
esos tiempos, se iban a lugares más rentables.
A fines del siglo XVIII, cuando Buenos Aires se convirtió en capital del nuevo virreinato, sí tuvo
una —módica— sociedad elegante que hablaba de tú: que imitaba la moda del imperio. Nuestros
próceres —con perdón de la palabra— lo hacían: íbamos camino al tú para todos. Pero el populismo
llamó a la puerta, y nos cambió los verbos.
Cuenta Bertil Malmberg, un sueco que estudió estas cuestiones con detalle, que todo fue culpa
de ese raro señor Rosas —un rico muy rico que decidió seducir a los más pobres para gobernar. A don
Juan Manuel se le ocurrió que podía obligar a todo el mundo a hablar como los peones de su estancia
e impuso el voseo: es uno de los pocos casos en el mundo de una forma gramatical decidida por el
poder de un gobernante.
—¿Pero ¿vos qué te has creído, tirifilo? ¿Qué vas a andar por ahí tuteando a todo el mundo?
¡Morite, salvaje unitario!
Después, cuando voltearon al caudillo, los elegantes trataron de recuperar el tú; de hecho,
durante décadas, hasta principios del siglo XX, hubo una batalla casi encarnizada entre el tú y el vos —
con los resultados que todos conocemos—.
Ahora, en la Argentina, a nadie se le ocurre hablar de tú ni de vosotros. Pero nos siguen
enseñando, en la escuela, esas conjugaciones de los verbos: yo amo tú amas él ama nosotros amamos
vosotros amáis. Es muy extraño: cuando nuestros chicos aprenden nuestro idioma aprenden, en
realidad, un idioma extranjero —o una lengua muerta—. Aprenden que tenemos un idioma que se
habla y otro que se aprende:
—Pero, Jonathan, ¿no sabés que la segunda persona del presente del singular del verbo saber
se dice sabes?
O sea: que lo que decimos no es lo que se debería decir, que es tamos hablando equivocados
todo el tiempo. Es como decirles a los chicos que somos un error: que ni siquiera hablamos como
corresponde.
Es una situación curiosa, al borde de chiflada, y la tomamos como si fuera normal o inevitable.
Supongo que ya vale la pena discutirla.
¿No sería hora de decidir que se enseñe en nuestras escuelas el castellano que efectivamente
hablamos, que cuando los chicos aprenden nuestro idioma aprendan nuestro idioma? ¿No habría que
conjugar los verbos como si no estuviéramos en falta todo el tiempo? ¿No deberíamos empezar a
cambiar los manuales, a incorporar a la regla la realidad de nuestra lengua? Digo: yo sé, vos sabés, él
sabe, nosotros sabemos, ustedes saben. O si no seamos, al menos, coherentes: hablemos de tú y
vosotros y todo bien. ¿Qué opináis? ¿Qué os parece?

“MESSI Y SU VALIJA”- DE: HERNÁN CASCIARI


Yo me acuerdo de que los sábados del 2003. A la mañana. En el canal TV3 de Cataluña, se
transmitía en directo los partidos de las inferiores del Barça. Los sábados a las 11 y media y los
domingos a las 9 y 30. En los chats de argentinos emigrados se repetían dos preguntas: '¿cómo hacemos
dulce de leche hirviendo lata de leche condensada?' y '¿a qué hora juega el chico rosarino de 15 que
hacía goles todos los partidos?
En la temporada 2003/2004, Messi jugó 37 partidos en el juvenil A, juvenil B, Barza C y Barza
D. Y en esos 37 partidos convirtió 35 goles. Yo recuerdo que el rating matutino de la televisión catalana
superaba al rating prime time de la noche. Mucha gente empezaba a hablar de este nene. En las
peluquerías, en los bares y en las tribunas del Camp Nou. El único que no hablaba era él.
En las entrevistas post partido, todas las preguntas las respondía con un sí o con un no. A veces
decía 'gracia' y después bajaba la vista, no hablaba mucho. Los argentinos emigrados hubiéramos
preferido a un charlatán, pero había algo bueno cuando por fin hilvanaba una frase más o menos larga,
se comía todas las eses y decía ful en lugar de falta. Descubrimos, con alivio, que era de los nuestros,
de los que teníamos la valija sin guardar.
En esa época había dos clases de inmigrantes en Barcelona: los que guardaban la valija en el
ropero, ni bien llegaban a España, decían 'vale', 'tío' y 'hostias'. Y los que teníamos la valija sin guardar
manteníamos las costumbres, como por ejemplo el mate o el yeísmo. Decíamos yuvia, decíamos caye,
para no olvidarnos. Empezó a pasar el tiempo. Messi se convirtió en el 10 indiscutido del Barça.
Llegaron las Ligas, las Copas del Rey y las Champions. Y tanto él como nosotros, los inmigrantes,
supimos que el acento era, de todas las cosas, lo más difícil de mantener.
A todos nos costaba mucho seguir diciendo gambeta en vez de regate, pero al mismo tiempo
sabíamos que era nuestra trinchera final. Y Messi fue nuestro líder en esa batalla. El chico, aquel que
no hablaba, nos mantenía viva la forma de hablar".
Celebrábamos que, en el vestuario, siempre tuviera el termo y el mate. De repente era el
humano más famoso de Barcelona pero, igual que nosotros, nunca dejaba de ser un argentino en otra
parte.
Es difícil explicar cuánto nos alegró la vida a los que vivíamos lejos de casa. Cómo nos sacó del
hastío de una sociedad monótona y nos justificó. De qué manera nos ayudó a no perder la brújula.
Messi nos hizo felices de una forma tan serena, y tan natural, y tan nuestra, que cuando empezaron a
llegar los insultos desde Argentina no lo podíamos entender.
Pecho frío. Solamente te importa la plata. Quédate allá. No sentís la camiseta. Sos gallego, no
argentino. Si alguna vez renunciaste, pensalo otra vez. Mercenario. Viví quince años lejos de Argentina,
y no se me ocurre pesadilla más espantosa que escuchar
voces de desprecio que llegan del lugar que más querés en el mundo. Ni dolor más insoportable
que oír, en la voz de tu hijo, la frase que escuchó Messi de su hijo Thiago: 'Papá, ¿por qué te matan en
Argentina?'.
La renuncia de Messi a la Selección Argentina fue casi un alivio para nosotros, los inmigrantes.
No podíamos verlo sufrir así, porque sabíamos cuánto amaba a su país y los esfuerzos que hacía para
no romper el cordón umbilical
Ahí ocurre, creo yo, el hecho más insólito del fútbol moderno: la tarde de 2016 en que Lionel
se cansó de los insultos y decidió renunciar, un chico de quince años le escribió una carta por Facebook
que terminaba diciendo: 'Pensá en quedarte. Pero quedate para divertirte, que es lo que esta gente te
quiere quitar'. Siete años después, Enzo Fernández, el autor de la carta, resultó el jugador revelación
del Mundial de Lionel Messi.
Su renuncia duró unos meses porque el amor hacia esta camiseta se impuso frente a sus
críticos. La ida de ciertos referentes lo ungió como el nuevo líder visible del plantel. Y al volver, ganó
todo lo que le faltaba y cerró las bocas de sus detractores. Aunque algunos lo encontraron por primera
vez vulgar frente a un micrófono. Fue cuando dijo: 'Qué mirá', bobo, andá payá'. Para nosotros, los que
vigilamos su acento durante quince años, fue una frase perfecta, porque se comió todas las eses y su
yeísmo sigue intacto.
Ahora algunos inmigrantes ya volvimos; otros se quedaron. Y ayer, como cada año, Messi volvió
de Europa para pasar la Navidad con su familia en Rosario, para saludar a sus vecinos. Sus costumbres
no cambian. Lo único que cambia es lo que nos trajo en la valija".

LAS JERGAS JUVENILES YA NO SON COSA DE CADA BARRIO O CIUDAD:


CÓMO INTERNET ESTÁ HACIENDO QUE CHAVALES DE CUENCA A BUENOS AIRES
HABLEN IGUAL
Fuente:https://www.xataka.com

Míralo, un smile. De mejillas rubicundas.


¿Cómo se ha colado esa cara sonriente en nuestras conversaciones, desde los tuits más
impersonales a los DM privados o incluso nuestras charlas por WhatsApp? Pues en gran medida por
obra y gracia de Internet, las redes sociales y herramientas de mensajería instantánea que vienen ya
de tan atrás como el difunto MSN Messenger y se mantienen a fecha de hoy de la mano de WhatsApp,
Telegram o Viber. Los smiles no son además su único poso en el idioma. Extranjerismos, a menudo
llegados del inglés vía Sudamérica o Centro América; neologismos —palabras de nuevo cuño—
, una ebullición de signos de exclamación e interrogaciones, hashtags, gifs, stickers o abreviaturas, entre
otros ingredientes, componen el aderezo de una nueva variedad lingüística que germina, poco a poco
pero con energía, al calor de la Web.
Quienes se dedican al estudio de las lenguas llevan tiempo percibiéndolo. La Red y plataformas
como Facebook o Twitter han generado nuevos usos del idioma marcados por la hibridación entre el
idioma convencional y los apoyos visuales. También por una fuerte oralización de la escritura. “Las
redes e Internet introducen en la escritura rasgos de la lengua oral, que es espontánea, inmediata e
interactiva; pero como hay cosas que no se pueden reflejar (los gestos, el volumen…) se recurre a
ciertos signos, como mayúsculas y minúsculas o alteraciones en la puntuación. Las redes han añadido
todo eso. Crean una cuña entre la oralidad y la escritura, menos sujeta a la gramática”, reflexiona José
Pazó, doctor de Lengua Española y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Tal variedad parece haber prendido además con una fuerza especial entre las capas más
jóvenes de la población, permeables, empeñadas en definir su propia personalidad, familiarizadas con
el manejo de las redes ya desde la cuna y que, a menudo, destacan por un uso frecuente de plataformas
como Twitter o Instagram. No es que el fenómeno sea exclusivo de adolescentes y chavales; pero sí ha
encontrado en esa franja de edad un terreno particularmente bien abonado. Los jóvenes son además
grandes creadores de léxico y de cambios de acepción de palabras. Eso se ve en las redes. Muchos
youtubers son epítomes de esa oralidad juvenil, líderes lingüísticos que afectan a sus seguidores, señala
Pazó.
La población adolescente tiene la necesidad de distinguirse de sus mayores, de marcar su
propia identidad y a la vez generar grupo. Lo que hacen con la lengua es crear nuevas expresiones,
abreviaturas… Para marcar esa distinción, esa diferencia generacional. Es lo que se ha hecho siempre;
pero es verdad que ahora está muy potenciado”, comparte Carmen Maíz Arévalo, profesora del
Departamento de Estudios Ingleses: Lingüística y Literatura de la Universidad Complutense de Madrid
(UCM). Al afrontar esa construcción de recursos y expresiones propias, los adolescentes parten además
de un entorno rico en imágenes, con gran peso de la fotografía y el audiovisual. “Parece que esta
generación es mucho más visual que las anteriores. Según varios autores se utiliza más un lenguaje que
llamamos híbrido, mezcla de emojis, gifs… con texto, que incluye además abreviaciones, muchas
onomatopeyas, repeticiones de caracteres… Es un rasgo que se da en distintos idiomas entre la
población más joven”, abunda Maíz Arévalo, añade que, además de híbrida, la nueva variedad es
dinámica, cambia con rapidez. “El uso de las expresiones es más corto. El ritmo, más acelerado. Lo que
puede ser más diferente con respecto a lo que ocurría antes es la velocidad con la que nacen y mueren
las expresiones”. A modo de ejemplo, Maíz Arévalo recuerda la deriva de la expresión LOL, acrónimo
de la frase inglesa Laughing out Loud. Irrumpió en el lenguaje. Se popularizó. Llegó a colarse hasta en
la sopa. Y, con las mismas, va camino de esfumarse. Son marcas generacionales. No suelen durar
mucho en el idioma. Todas estas expresiones, por ejemplo 'bro', seguramente se quedarán dentro de
esta generación y no creo que tengan mayor trascendencia. No suelen permanecer.
Su reflexión conecta con otra de las características de la variedad del idioma que se está
cocinando en las redes. Si su aderezo son una mayor oralización, un fuerte peso de la imagen, la rapidez
en los cambios… no puede perderse de vista que Internet, la olla donde se cocina ese mejunje, es a la
vez una plaza en la que lidian infinidad de idiomas. Y no en igualdad de condiciones, precisamente. Por
influencia cultural y peso geopolítico manda —y con mucho, además— el inglés.
En cierto modo, la causa vuelve a estar directamente ligada a la tecnología. Al margen de sus
propias influencias y del peso de géneros musicales como el trap, el rap o el reguetón, en 2021 un
adolescente tiene a su alcance una gama de opciones para acceder a contenidos en versión original
que a duras penas podía imaginarse otro de los 90. YouTube o plataformas como Netflix y Spotify le
ofrecen un flujo casi ilimitado de canciones, películas y series a golpe de clic. “Tienen un nivel de inglés
mucho más alto, por lo que es fácil incluir algunos de estos términos en su día a día. La lengua española
tiende a llenarse de extranjerismos relacionados con la tecnología y todo lo que ella deriva”, apunta
María Jesús Machuca, profesora del Departamento de Filología Española de la Universidad Autónoma
de Barcelona (UAB).
Extranjerismos, emojis, gifs, acrónimos, signos de puntuación, hashtags, un contacto más
sencillo entre hablantes con gustos en común, por minoritarios que sean… La siguiente pregunta que
surge, en rigor, es: ¿Se está produciendo una homogenización del idioma, en cierto modo, entre los
más jóvenes? Al menos en el foro de las redes y por escrito. En otras palabras: ¿Están motivando
YouTube, Tiwtch, Facebook… una globalización en las jergas juveniles? ¿Lo favorece que hoy en día las
redes permitan conectar en tiempo real a un joven de Montevideo, otros dos de Londres y Barcelona,
un cuarto de Lugo y un quinto de Singapur? Para Lola Pons, autora del libro El árbol de la lengua y
catedrática de la Universidad de Sevilla (US), la respuesta es clara.
Indudablemente el léxico juvenil, que es proclive al cambio generación a generación, mostraba
antes tendencias de uso más locales. El hecho de que, por ser justamente generacional, fuera
fagotizado por la siguiente generación de jóvenes no hacía posible la extensión geográfica amplia que
pueden alcanzar innovaciones más sostenidas en el tiempo. Ahora el chetado de un chico de México
es oído en tiempo real por una muchacha de Cádiz, y la globalización se constata en la adopción de
usos de otras áreas”, comparte Pons: “Los resultados de cualquier fenómeno de globalización
lingüística se muestran en una mayor uniformización léxica y, también, curiosamente, en una mayor
exposición a ciertos usos dialectales, marcados geográficamente, a los que si no es por plataformas de
comunicación no estaríamos expuestos. Ojalá resultase la consecuencia de una mayor cultura
lingüística”. Méndez concuerda en que hay tendencias relevantes, como una aceleración en el ritmo
de los cambios, una mayor facilidad para crear comunidades o el uso de extranjerismos, pero se
muestra cauta sobre la posibilidad de que las redes sociales y el peso de sus influencers estén
favoreciendo una mayor homogenización del idioma.
Lo que parece generar mayor consenso entre los filólogos es la idea de que, en la era de
Internet, de las redes, de lo instantáneo, global y visual, con los emojis y gifs señoreando en las
conversaciones por escrito y los mensajes salpicados de abreviaturas, extranjerismos, interrogantes,
hashtags y exclamaciones, el idioma no se utiliza ni mejor ni peor que hace dos décadas. Simplemente
— insisten— se maneja de otra manera, con otras peculiaridades. La lengua evoluciona, muta, igual
que ha venido haciéndolo desde los tiempos del Arcipreste de Hita y aun antes, en los todavía más
lejanos de las Glosas Emilianenses. “¿Se empobrece el idioma? Si le preguntas a alguien que no sea un
lingüista te va a decir que claro, que ya no se sabe comunicar. Pero los lingüistas, en mi caso, y sé que
muchos compañeros piensan lo mismo, vemos el lenguaje como una entidad viva. No va ni a mejor, ni
a peor; solo cambia, evoluciona. Ya no hablamos como nuestros abuelos. Y eso no es ni bueno, ni malo,
solo una evolución”, defiende Maíz Arévalo. Si Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat y un largo
etcétera de plataformas han revolucionado la comunicación, forzosamente debían pasar antes por su
base: el idioma. A su calor se fragua una nueva variedad lingüística, con fuerte impronta de la oralidad,
híbrida, mucho más visual, trufada de extranjerismos y con la capacidad de saltar por encima de
fronteras. Una además que prende con energía entre los más jóvenes. Ha llegado para quedarse y
evolucionar.

Fuente: https://elgatoylacaja.com/la-lengua-degenerada

LA LENGUA DEGENERADA- SOL MINOLDO, Y JUAN CRUZ BALIAN ¿TIENE


SENTIDO HABLAR CON LENGUAJE INCLUSIVO? ¿AFECTA NUESTRA PERCEPCIÓN
DE LA REALIDAD? (FRAGMENTO)
Todos los que nacimos y fuimos criados en el mundo hispanohablante tenemos, rápido y
pronto, certezas sobre cómo funciona el castellano porque es la lengua que aprendimos intensamente
durante nuestros primeros años de vida. Y en algún punto no nos equivocamos. Incluso si nos
preguntasen qué es el castellano podríamos responder en un parpadeo: “es nuestra lengua materna”.
Pero esa respuesta no estaría dando cuenta de la verdadera naturaleza del asunto, porque en
definitiva: ¿Qué demonios es la lengua?
Eso, ¿qué demonios es la lengua?
Si tenemos que elegir una entre muchas definiciones, diremos que la lengua es un fenómeno
social. Ocurre siempre con relación a un ‘otro’, a una comunidad con la que establecemos
convenciones respecto a qué significan las palabras y cómo significan esas palabras. En este sentido,
vale decir que nos pertenece a todos los que la hablamos. Y, en el caso de la lengua castellana, a la Real
Academia Española (RAE).
¡Momento! ¿Por qué a la Real Academia Española? No parece muy lógico que la segunda
lengua más hablada del globo (después del chino y antes del inglés) sea tan celosamente protegida por
unos pocos señores enfurruñados. Pero menos sentido tiene cuando uno piensa que estos señores a
veces se paran como caballeros templarios protegiendo algo que nadie, absolutamente nadie, está
atacando.
Ah, ¿cómo? ¿Nuestros jóvenes no son como los peces descuidados y rebeldes? ¿No van por la
vida con una promiscuidad lingüística escandalosa, escribiendo ke, komo, xq o todes? Sí, muchos sí.
Los lectores se preguntarán cómo puede ser que permitamos semejante atropello.
Resulta que la lengua no es una foto, es una película en movimiento. Y la Real Academia
Española no dirige la película, sólo la filma. A eso llamamos ‘gramática descriptiva’, que es el trabajo
de delimitar un objeto de estudio (en este caso lingüístico) y dar cuenta de cómo ocurre más allá de las
normas. Por eso, cuando un uso se aleja de lo que indican los manuales de la escuela, si es llevado a
cabo por suficiente cantidad de personas y se hace lugar en determinados espacios, la RAE acaba
incorporándolo al diccionario. Ese es su trabajo descriptivo. Luego informa al público y ahí todos
horrorizados ponemos el grito en el cielo porque cómo van a admitir ‘la calor’ si es obvio, requete
obvio, que el calor es masculino. Es EL calor.
¿Esto significa que podamos hacer lo que se nos antoja con la lengua? No. Hay cambios que el
sistema simplemente no tolera. Uno puede comprarse todas las témperas del mundo y mezclarlas a su
placer, pero no puede imaginar un nuevo color. Algunas partes de la lengua funcionan de la misma
manera: por ejemplo, no es posible pensar el castellano sin categoría de sujeto (ese que en la escuela
había que marcar separado del predicado y cuando no estaba se le ponía ‘tácito’ al costado de la
oración). ¿Es culpa de la Real Academia que no nos deja? No, esta vez la pobre no hizo nada, es el
sistema mismo del castellano el que no nos deja. Es simplemente imposible.
Pero entonces, si podemos usar la lengua como queramos e igual no se va a romper, ¿por qué
hace falta tomarse el trabajo de formular normas y leyes? La gramática que no es descriptiva, la que se
encarga de definir qué está bien y qué está mal, se llama gramática normativa y existe por una razón:
las normas son necesarias para poder analizar una lengua, sistematizarla y enseñarla mejor a las
siguientes generaciones.
Lo importante en este punto es comprender que el castellano no puede ser atacado, o que en
todo caso sabe defenderse solo porque está en permanente movimiento. Cada generación cree que la
lengua de sus padres es pura y prístina mientras que la de sus hijos es una versión degenerada de
aquella. Pero antes de hablar castellano rioplatense hablábamos otra variante del castellano moderno.
Y antes de eso, hablábamos el castellano de Cervantes, y antes de eso las lenguas romances que
fermentaron con la disolución del Imperio Romano, y antes de eso latín vulgar y antes del latín vulgar
pululaban las lenguas indoeuropeas y antes de eso vaya uno a saber qué. Lo único que podemos saber
a ciencia cierta es que la versión más pura, prístina y primigenia de cualquier lengua son unos gruñidos
apenas articulados en el fondo de una caverna.
Las formas del agua: Una de las capacidades más poderosas de cualquier lengua es la
capacidad de nombrar. Poner nombres, categorizar, implica ordenar y dividir. Y desde que nacemos
(incluso antes), las personas somos divididas en varones y mujeres. Nos nombran en femenino o
masculino, se refieren a nosotros utilizando todos los adjetivos en un determinado género. Muchísimo
antes de que nuestro cuerpo tenga cualquier tipo de posibilidad de asumir un rol reproductivo,
aprendemos que es diferente ser varón o mujer, y nos identificamos con los unos o las otras. A esa
inmensa construcción social, que se erige sobre la manera en que la sociedad da importancia a ciertos
rasgos biológicos (en este caso relacionados con los órganos sexuales y reproductivos), es a lo que
refiere el concepto de ‘género’. Lo que los estudios sobre el tema han teorizado y documentado es que
la división de géneros no es una división neutral, sin jerarquías: por el contrario, las diferentes
características y los diferentes mandatos que se atribuyen a una persona según su género devienen, a
su vez, en desigualdades que giran, spoiler alert, en torno a una predominancia de los individuos
masculinos.
Haber identificado que esas desigualdades tienen su correlato en el modo en el que hablamos
es lo que motivó, unas cuantas décadas atrás, que se plantee desde el feminismo y desde algunos
ámbitos académicos y oficiales la importancia de revisar el uso del lenguaje sexista. ¿Qué es el lenguaje
sexista? Es nombrar ciertos roles y trabajos sólo en masculino; referirse a la persona genérica como ‘el
hombre’ o identificar lo ‘masculino’ con la humanidad; usar las formas masculinas para referirse a ellos
pero también para referirse a todes, dejando las formas femeninas sólo para ellas; nombrar a las
mujeres (cuando se las nombra) siempre en segundo lugar.
Las indeseables consecuencias de esta desigualdad lingüística se traducen en lo que el
sociólogo Pierre Bourdieu define como ‘violencia simbólica’, y esto nos sirve para comprender uno de
los mecanismos que perpetúan la relación de dominación masculina.
La violencia simbólica tiene que ver con que nos pensemos, al mundo y nuestra relación con
él, con categorías de pensamiento que, de algún modo, nos son impuestas, (…) y consigue que la
dominación sea naturalizada. Su poder reside precisamente en que es ‘invisible’. De nuevo, como el
agua, se vuelve parte de la realidad y ni nos damos cuenta que está ahí.
¿Y entonces qué hacemos?: Es en esta línea que puede comprenderse mejor la relevancia de
los esfuerzos del feminismo por introducir usos más inclusivos de la lengua. Muchos se han ensayado,
empezando por la barrita para hablar de los/as afectados/as, los/as profesores/as, los/as lectores/as.
Pero esta solución tiene algunos problemas. Primero, la lectura se tropieza con esas barritas que saltan
a los ojos como alfileres. Por otro lado, supone que la multiplicidad de géneros del ser humano puede
reducirse a un sistema binario: o sos varón, o sos mujer.
Otras soluciones fueron incluir la x (todxs) o la arroba (tod@s) en lugar de la vocal que demarca
género, pero la arroba era demasiado disruptiva ya que no pertenece al abecedario y además rompe
el renglón de una manera distinta al resto de los signos. La x, por otro lado, sigue utilizándose, pero al
igual que la arroba, plantea un problema fonético importante ya que nadie sabe muy bien cómo debe
pronunciarla. Hay quienes (por ejemplo, la escritora Gabriela Cabezón Cámara) ven en ello una ventaja:
lo disruptivo, lo que incomoda, es justamente lo que atrae las miradas sobre el problema de género
que ese uso de la lengua busca denunciar, es la huella de una pelea, la marca de una puesta en
cuestión.
Un hit argentino: Mientras tanto, la disputa por el lenguaje continúa. Y de todas las formas que
puede tomar este problema, acaso la más emblemática sea el uso de falsos genéricos, es decir,
términos exclusivamente masculinos o femeninos, utilizados genéricamente para representar tanto a
hombres como a mujeres, como cuando decimos ‘los científicos’: técnicamente podríamos estar
refiriéndonos a Varones, mujeres, etc., aunque también diríamos ‘los científicos’ si quisiéramos
referirnos sólo a los que son varones. En cambio, sólo usaríamos ‘las científicas’ para hablar de las que
son mujeres.
En castellano, incluso los sustantivos comunes en cuanto al género, como ‘artista’ o ‘turista’,
que se mantienen invariables sin importar si se refieren a un varón o una mujer, acaban señalando el
género de lo que nombran a partir de las otras palabras que los complementan (adjetivos, artículos,
etc.). Entonces, de nuevo, para referirnos a grupos mixtos, recurrimos al género que los nombra sólo
a ellos. Tal vez los únicos genéricos genuinos que tenemos sean los llamados sustantivos epicenos
como, por ejemplo, ‘persona’ o ‘individuo’, que no sólo van a mantenerse invariables (no hay ni
persono ni individua) sino que ni siquiera tienen la posibilidad de marcar el género en el adjetivo
(porque aunque una persona sea varón, nunca será ‘persona cuidadoso’, ni la mujer será ‘individuo
cuidadosa’).
Anécdotas como esta nos recuerdan que la lengua es maleable y que apoyar o rechazar un uso
disruptivo, que tiene por objeto reclamar derechos larga e injustamente negados, es una decisión
política, no lingüística. Que si se busca un mundo más igualitario, la lengua no es una clave mágica para
conseguirlo, pero tampoco se lo puede negar como espacio de disputa. Y que mientras las estadísticas
de femicidios crecen y el sueldo promedio de las trabajadoras permanece por debajo del de ellos,
conviene no indignarse si alguien mancilla un poquitito las blancas paredes del lenguaje.
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UNIDAD 5: LA ARGUMENTACIÓN
Una argumentación es un texto que tiene como fin o bien persuadir al destinatario del punto
de vista que se tiene sobre un asunto, o bien convencerlo de la falsedad o veracidad de una teoría,
para lo cual debe aportar determinadas razones. Aparte de esta intención comunicativa, el texto
argumentativo se caracteriza por una organización del contenido que lo define como tal: se presentan
unas opiniones, que deben ser defendidas o rechazadas con argumentos, y que derivan de forma lógica
en una determinada conclusión o tesis.

ESTRUCTURA:
1. Presentación o introducción
Tiene como finalidad presentar el tema sobre el que se argumenta, captar la atención del
destinatario y despertar en él el interés y una actitud favorable.
2. Tesis
La tesis es la idea que se defiende o se rebate, por tanto, es el núcleo de la argumentación, por
lo que tiene que aparecer de forma clara.
3. Cuerpo argumentativo o argumentos.
Son las razones o pruebas que demuestran o refutan la tesis. Esta parte constituye la
argumentación propiamente dicha.
4. Conclusión
Se recuerda al interlocutor la tesis, las partes más relevantes de lo expuesto y se insiste en la
posición argumentativa adoptada.

ESTRATEGIAS ARGUMENTATIVAS:
Son aquellos recursos que se utilizan para argumentar, es decir, las justificaciones que se
emplean para corroborar lo planteado en la tesis.
Esas estrategias pueden ser:
• Ejemplificación: consiste en probar una idea o reforzar un concepto mediante
casos concretos que se ajustan a una norma, ley o principio. El ejemplo sirve para ilustrar una
afirmación o explicación con el propósito de facilitar su comprensión. Conectores: Por ejemplo,
tal es el caso de….
+Existen muchas mujeres poderosas y exitosas en el ámbito de la política. Por caso, en la última
década la Argentina, Chile y Brasil tuvieron presidentas mujeres. (Ejemplificación)
• Definición: Se emplea para explicar el significado de conceptos. No se trata sólo
de una definición de diccionario, muchas veces es una definición personal del autor, que se
utiliza para mostrar qué sentido tiene para él el empleo de determinada palabra.
+El libro es una fuente de consulta imprescindible a la hora de estudiar, es el instrumento más
conveniente para transmitir información.
• Cita de autoridad: consiste en mencionar la opinión de una persona o
institución reconocida en determinada área del conocimiento para respaldar la idea u opinión
del autor del texto. Se colocan las comillas.
+ El Secretario de Seguridad de la Provincia de Córdoba, Dr. José María Lozano, afirmó respecto
de la problemática del menor, lo siguiente: "La violencia juvenil tiene raíces estructurales en la
sociedad, por ello requiere urgentes decisiones políticas que modifiquen las condiciones sociales y
económicas.”
• Analogía: establece una comparación o paralelo entre dos situaciones
semejantes. Conectores: como, a diferencia de, en comparación con.
+Así como en Japón los trabajadores redoblan su trabajo como medida de protesta, aquí los
trabajadores del tren deberían levantar los molinetes y extender los horarios del servicio para generarle
pérdidas a la compañía.
• REFUTACIÓN: se cuestiona y se trata de invalidar otras opiniones mediante
argumentos opuestos. Conectores: pero, sin embargo, no obstante.
+Es cierto que las nuevas tecnologías facilitan a escalas impredecibles el acceso a la
información, sin embargo, si no se sabe leer, interpretar, resumir, encontrar ideas clave e incluso tener
la capacidad de diferenciar información falsa de la verídica, poco nos va a servir tener acceso libre a
internet.
• CONCESIÓN: al escribir un texto argumentativo es necesario tener en cuenta
las opiniones de los demás, para aceptarlas o rechazarlas. Una posibilidad es cuando
aceptamos que otras personas tienen razón en algún aspecto (acuerdo parcial), y sin embargo
creemos que se olvida de algo, a veces lo fundamental. Por ejemplo,
Aunque es cierto que los jóvenes todavía no somos muy maduros, eso no significa que nuestra
opinión no se debería tener en cuenta cuando se trata de nuestros problemas.
La concesión es una forma de contraargumentación, o sea, de contradecir argumentos de las
otras personas. A veces incluso se les puede reconocer parte de razón, pero para luego señalar que se
equivocan, o que no han tenido en cuenta algunas razones.
• PLANTEO DE CAUSA-CONSECUENCIA: se plantean las causas y las
consecuencias de lo que se analiza.
+El bullying debe tratarse desde la familia y desde la escuela, pero hay que tener en claro que
si hay desinterés por parte de la escuela (directivos, docentes) esto va a generar, ineludiblemente, un
problema mayor.
• Pregunta retórica: Es aquella que el autor de un texto formula, no para que sea
respondida, sino para hacer reflexionar al lector.
+ ¿Estamos construyendo democracia o una sociedad más violenta?

• Datos estadísticos. Se brinda información numérica o estadísticas confiables


que refuerzan y le dan mayor veracidad a la hipótesis planteada por el emisor. Los datos ayudan
a ilustrar el planteo.
+La emergencia alimentaria sigue siendo una amenaza a nivel mundial pese a que el planeta
produce alimentos para el doble de su población. De acuerdo, a la FAO, 113 millones de personas de 53
países experimentaron niveles elevados de inseguridad alimentaria en 2018. (Datos estadísticos)
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TEXTOS PARA ANALIZAR:

EDUCACIÓN: RECURSO INDISPENSABLE PARA EL DESARROLLO


Autora: Inés Peralta -Coordinadora del Programa Infancia y Derechos del Seap. Directora de la
Escuela de Trabajo Social (UNC)
A pesar de que la mayoría de los políticos no lo ha comprendido, todavía, es indiscutible que
ningún país puede crecer si no tiene como prioridad la educación de su pueblo. En principio, hay que
reconocer y aceptar que el factor económico, que determina la suerte de un país, siempre debiera
estar subordinado a los condicionamientos culturales y sociales de una nación. En segundo lugar,
también hay que advertir que la clase dirigente de un país es quien decide el valor que se le asigna a
la educación y a la economía, porque de ello depende cuánto y cómo se invierte en educación. Por
ejemplo: el fabuloso desarrollo que evidenció Japón en la segunda mitad del siglo XX fue el resultado
de la decisión de sus gobernantes de invertir en la formación de su pueblo, desde jardín de infantes a
la Universidad. Además, es necesario admitir que, en las democracias del mundo, es la gente, a través
de sus representantes, quien determina el valor de la cultura y la educación. Sin embargo, en nuestro
país, ninguno de estos tres principios colabora en el desarrollo de la educación y, por ende, en el
progreso económico, social y cultural del pueblo. Porque la cultura está subordinada al poder
económico; porque los dirigentes políticos no toman la decisión de invertir en educación y porque la
voz del pueblo no es interpretada por sus representantes. Ante esta situación, ¿cuáles son las acciones
adecuadas que deben concretar la clase política y los ciudadanos para revertirla?
Hay quienes consideran, equivocadamente, que un país debe ser económicamente fuerte para
poder destinar los recursos necesarios a la educación. Pero, la realidad ha demostrado que, por el
contrario, mientras más pobre sea un país, más imperiosa será la necesidad de invertir en cultura y
educación. La mayoría de los gobiernos que ha tenido nuestro país ha desestimado ese requerimiento
ya que la inversión en educación siempre evidencia resultados a largo plazo y no les permite obtener
inmediato rédito político. Por lo tanto, la ciudadanía debe tomar conciencia de su derecho a exigir a
los representantes una impostergable revisión del presupuesto educativo. La educación es una
responsabilidad de
todos que depende tanto de la decisión política de la clase dirigente como de la concientización
y el compromiso del pueblo para exigir un nivel de educación que nos permita ser una nación libre
cultural y económicamente.
TIRAR DEL CARRO Por Claudia Fernández Chaparro
16 de febrero de 2024
Ayer muchos medios de comunicación nos dejaron como última imagen tu cuerpo quemado y
desorientado subiendo a la ambulancia. Dejaron también abierta a comentarios las notas e
inmediatamente las y los lectores vomitaron su odio. Pocos rescataron la carta que te dedicó tu maestra
en la que decía que eras un alumno alegre y que te gustaba que te leyeran cuentos.
Ezequiel era tu nombre, un joven de 21 años, cartonero, al que la economía no le derramó
nada. Iba a una escuela donde los chicos y chicas faltan porque no tienen calzado. Allí tienen su refugio,
un comedor, y cuentan con la contención de maestras como Melina, a la que no les dan las manos para
ayudar a tantos.
Ezequiel podría haber sido el protagonista de esas notas que romantizan la pobreza: ”Cartonea
de noche y estudia de día“, pero no le dio para sostener la regularidad en la escuela "Carlos
Fuentealba", quizás el punto que lo conectaba con la humanidad. Por eso, cuentan sus docentes,
cuando andaba cerca cartoneando, pasaba por la escuela. Intentó robarse unos cables y gran parte de
la sociedad puso por primera vez sus ojos en él. Pero ya era tarde. Su joven cuerpo recibió la primera
descarga; la segunda fue el de una sociedad intolerante, individualista, que se cree meritócrata y de
“bien”.
Ezequiel tenía la ternura y la sensibilidad que vio su maestra Melina que lo llora y postea: "Era
tan dulce, tiraba de su carro". Otra historia será ver quién regula a las empresas y de dónde provienen
los materiales que compran al peso. Cada tanto vemos cómo desaparecen porteros eléctricos, buzones,
timbres, porque se paga bien por el bronce y también rinde unos pesos el cobre, y las noticias hablan
de robos de cables. Hay un mercado para esto, alguien que consume y gana mucho dinero con el
sacrificio de los que cirujean o cartonean. Pero la vista se posa en el más débil. En tiempos como estos
nuestra sociedad tendía a ser más compasiva, más empática con los que más necesitaban. Porque
como dice la maestra de Ezequiel "la deuda la tenemos todos, uno se encuentra con la situación y
cuando te estalla la bomba en la mano. Llegamos tarde".
Debemos recuperar urgente nuestra humanidad. Ezequiel recorría las calles en soledad. Quizás
sea tiempo de tirar todos del mismo "carro".
Claudia Fernández Chaparro es exconsejera por la Legislatura de CABA ante el Plenario del
Consejo los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.

EUROPA FRENTE A LA VIOLENCIA MACHISTA- www.elpais.com


La nueva ley aprobada en Bruselas es un salto adelante, pero demuestra resistencias en el
tratamiento de las agresiones sexuales.
La primera gran ley europea contra la violencia machista no incluirá el delito de violación, que
es una de las agresiones más graves que pueden sufrir las mujeres. Este contrasentido se produce por
la falta de consenso en la definición jurídica de violación. El borrador, que seguía el criterio acordado
en la Comisión Europea y en la Eurocámara, proponía basar este delito en la ausencia de
consentimiento, es decir, que sería violación toda relación sexual no consentida, sin necesidad de que
las víctimas tuvieran que aportar pruebas de que hubiera mediado fuerza, amenaza o intimidación. El
borrador fue presentado por la Comisión en marzo de 2022 y desde entonces ha sido objeto de un
intenso debate, al oponerse varios países a la definición propuesta, que es novedosa, pero que ya se
ha adoptado en la legislación interior de varios países, entre ellos España.
En la negociación, 14 países miembros se opusieron a esa definición. En algunos casos, como
Hungría o Polonia, por razones ideológicas: estaban en contra de que el consentimiento fuera la base
del tipo penal de la violación. Otros se han opuesto a una definición común, alegando que es una
competencia de la legislación penal de cada país. Es el caso de Alemania y Francia, que han sido muy
criticados por su posición de bloqueo. El voto favorable de cualquiera de ellos hubiera bastado para
alcanzar la mayoría cualificada de 15 Estados miembros —el 65% de la población de la UE—, que
permitía que el proyecto prosperara.
No ha sido así y la tramitación ha dejado un sabor agridulce porque la nueva ley supone un
salto adelante en la lucha contra la violencia machista, pero demuestra que las resistencias a un cambio
de mentalidad en el tratamiento de las agresiones sexuales siguen siendo importantes. El resultado es
especialmente incongruente con el hecho de que la mayoría de los Estados miembros de la UE han
suscrito el Convenio de Estambul, que centra la definición de violación en la ausencia de
consentimiento.
Con todo hay que poner en valor que la nueva normativa, aunque incompleta en relación a las
expectativas iniciales, haya salido adelante porque unifica y penaliza otras formas de violencia contra
las mujeres como el matrimonio forzado, la mutilación genital o la ciberviolencia —el hostigamiento o
el acoso sexual a través de medios digitales—. La ley, que debe pasar el filtro final de la Eurocámara y
el Consejo Europeo, permitirá homologar y unificar la lucha contra la violencia machista en la Unión,
donde ahora conviven legislaciones y recursos públicos muy dispares.
Se entiende la decepción de los diputados, diputadas y partidos que han promovido
la redacción inicial, pero este revés solo indica que todavía habrá que seguir dedicando grandes
esfuerzos a cambiar el marco conceptual sobre la violencia contra las mujeres. Por eso es importante
que en el último momento se incluyera una cláusula de revisión al cabo de cinco años.

ANESTESIA- Por: LEILA GUERREIRO - 07/01/2024


"En un siglo en el que tan preocupados parecemos por proteger las disidencias de los disidentes
y la sensibilidad de los sensibles, las redes funcionan como un río que, lejos de llevar respeto por lo
distinto, arrastra miserias formidables"
Madrid. Un informe reciente del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos contiene esta
frase fabulosa: “Las muertes están en su punto más alto”. Podría ser el fragmento de una novela que
transcurriera en un mundo en el que enormes pantallas dieran cuenta minuto a minuto del avance de
la extinción de la especie. Es posible que, si tal cosa existiera en la vida real, los humanos reaccionaran
como lo hacen ahora, mirando de reojo esa información desagradable para hundirse, apenas después,
en el teléfono móvil, desplegar las tranquilizadoras plataformas de la virtualidad y apresurarse a
esparcir likes como quien echa insecticida: si no lo veo no lo recuerdo, si no lo recuerdo no sucede.
Según aquel informe, 2023 fue el tercer año de mayor violencia en el planeta desde la Segunda Guerra
Mundial. Si durante las últimas tres décadas el número de muertos provocados por conflictos bélicos
se mantuvo anualmente por debajo de los 100.000, durante 2023 alcanzó los 267.700. A esos y otros
números -cada treinta segundos mueren entre ocho y diez personas de hambre en el mundo, etcétera-
, se responde con la fragancia de moda: la indiferencia. Elie Wiesel, escritor rumano que sobrevivió a
los campos de concentración, escribió: “Es problemático estar envuelto en los dolores y las
desesperanzas de otra persona (…) ser indiferente a ese sufrimiento es lo que hace al ser humano
inhumano (…) La indiferencia (…) es siempre amiga del enemigo”. Se dice que la indiferencia es la
respuesta a la cantidad abrumadora de información y a la rapidez con la que se propaga. Es cierto que
el dolor necesita tiempo para encarnar. Es un pájaro lento y el vendaval de desastres narrados a toda
velocidad se transforma en un ruido de fondo que pocos escuchan. Pero en su libro La sociedad
paliativa, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han sostiene otra cosa. Dice que vivimos en una sociedad
que ha desarrollado fobia al dolor, y que está sostenida en el imperativo "sé feliz": “la propia vida –
escribe- tiene que poder subirse a Instagram, es decir, debe carecer de conflictos que pudieran ser
dolorosos". Según él, esa fobia al dolor “acarrea una anestesia permanente (…) el continuo “me gusta”
provoca un embotamiento, un desmantelamiento de la realidad. La digitalización es una anestesia”. La
digitalización es, también, el campo donde se hace realidad la frase de Thomas Hobbes: "en su estado
natural todos los hombres tienen el deseo y la voluntad de causar daño”. Ahí están, aumentando tanto
como las muertes y la pobreza, los comentarios homofóbicos y antisemitas, los ataques a las mujeres
y a los inmigrantes. En un siglo en el que tan preocupados parecemos por proteger las disidencias de
los disidentes y la sensibilidad de los sensibles, las redes funcionan como un río que lejos de llevar
respeto por lo distinto, arrastra miserias formidables. Wiesel decía que incluso la ira y el odio eran
mejores que la indiferencia. El tiempo que vivimos parece una encrucijada en la que convergen esos
tres leviatanes. En 1985 una chica colombiana, Omayra Sánchez, de 13 años, quedó enterrada entre
escombros después de la erupción del volcán Nevado del Ruiz. Su agonía se transmitió por la televisión.
Del barro y las ruinas sólo sobresalían su cabeza y sus brazos. Recuerdo que cantaba y pedía dulces,
que se le ennegrecieron los ojos por la sangre, que querían amputarle las piernas para sacarla. Al tercer
día se murió. El dolor es un pájaro lento y la muerte de aquella chica todavía me afecta. Me parece
bien que eso suceda porque el rostro del espanto es también el de la vida. El televisor donde vi agonizar
a Omayra Sánchez estaba en casa de mi abuela materna. Ella miraba siempre el noticiero de las ocho
y, cada vez que el presentador decía “Buenas noches”, le respondía “Buenas noches, hijo, que Dios lo
bendiga”. Su diálogo con alguien que no podía escucharla, a quien no conocía y por quien pedía una
bendición, aconteció en un tiempo quizás más cándido pero lleno de cosas a las que mirábamos de
frente. Éramos capaces de aguantar desgracias. Teníamos menos miedo. Quizás estábamos más vivos.

CRÍTICA DE ESPECTÁCULOS-
La Sociedad de la Nieve
Esta película número 1 en Netflix es un sensible homenaje al sacrificio y a la muerte
Dirigido por J.A. Bayona, el tenso largometraje que lidera el Top 10 exige de mucha valentía
para ser parte de un fragmento de la ansiedad, angustia y desolación que experimentaron los
sobrevivientes
Por: Fiorella Ramírez (Infobae)
La carrera por los premios Oscar 2024 se acerca y, a medida que los títulos laureados en
festivales alrededor del mundo forman fila para estrenarse en salas de cine, ver una película realizada
sin pretensiones resulta tarea difícil. En semanas anteriores, las insípidas Napoleón y Maestro
quedaron en deuda con los espectadores pero; en definitiva, este no es el caso de La sociedad de la
nieve (Society of the Snow). El film español dirigido por J.A. Bayona propone un viaje emocional hacia
la desolación, la angustia y ansiedad. Es necesario cierta valentía para verlo, para seguir el drama
humano de unos jóvenes que, varados en un desierto de nieve, tuvieron que luchar contra la naturaleza
y contra sí mismos para sobrevivir.
Sin embargo, esta no es la historia de los que vivieron, sino de aquellos que no lograron contar
su testimonio. La trama recuerda aquel vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que tuvo a bordo a 42
pasajeros entre los que se encontraban un equipo amateur de rugby. Aquel viernes 13 octubre de 1972
ocurriría lo que posteriormente los medios llamarían “la tragedia de los Andes”, cuando debido a un
error técnico, la aeronave colisionó contra una montaña quedando despedazada y atrapada en un
glaciar argentino a 3,570 metros sobre el nivel del mar, un paraje envuelto en nieve.
Nueve fueron los nombres de los viajantes muertos que aparecen en pantalla escritos en orden
descendente de edades, el último de ellos alcanza apenas los 18 años. La escena es intensa: gritos,
lamentos, silencios. El clima gélido sumado a la ventisca [y al aire acondicionado de los cines] provoca
reacciones psicosomáticas en breves minutos, conduciendo al cuerpo a experimentar malestar.
Pero el metraje no da pausa, y tras trasladar a los cadáveres al exterior, los restos de la avioneta
son usados como un improvisado refugio. En este gran pedazo de chatarra es donde el grupo vivirá los
próximos días, junto a la agonía de los heridos, intentando mantener el espíritu para aguardar un
posible rescate. ¿Aunque qué sucede cuando la fe y la esperanza se agotan?
La paciencia termina a los once días, cuando heridos y sin provisiones, la radio anuncia que su
búsqueda fue cancelada, iniciando el verdadero viaje de agonía. El filme no tiene la necesidad de
recurrir a grandes efectos visuales, diálogos elocuentes ni escenarios distópicos para que, como
espectador, empatices un progresivo desconsuelo que bordea la locura.
La banda sonora original, compuesta por un magnífico Michael Giacchino, presiona la
atmósfera. El uso de coros en lengua mapuche crea una dimensión etérea, lejana, mientras que los
sonidos de metal y reverberaciones, junto con instrumentos de viento, crean texturas inquietantes que
resaltan la tensión o por el contrario, generan contrastes ante el drama. Esperamos su nominación a
los premios de la Academia.
“La sociedad de la nieve” y la masculinidad
En los últimos meses, se ha intensificado el debate en torno a la epidemia de soledad
masculina, un fenómeno caracterizado por la escasez de amistades profundas entre hombres, personas
con quien puedan compartir preocupaciones y sufrimientos. Si bien este largometraje es, como se
mencionó en un inicio, un viaje emocional, es también individual.
Desde el principio, el grupo de sobrevivientes se presenta como entidades aisladas, que a pesar
del compañerismo y la tragedia que los une, prevalece una gran desconfianza hacia cualquier acción
del otro. En este escenario, donde se convive con la muerte, no hay espacio para lágrimas o consuelo.
El alivio emocional solo es tolerable si se presenta en forma de humor, como una píldora ligera de
digerir. Incluso en lo físico, la exposición innecesaria y negligente de los jóvenes amenaza y acaba con
la vida de algunos.
Es crucial recordar que la trama se desarrolla en la década de 1970, un período marcado por la
dictadura de “los hombres no lloran”. Pero es precisamente esta represión emocional la que conduce
a la desesperanza. El cambio solo llega cuando los restantes logran funcionar como un equipo,
compartiendo la carga y permitiéndose ser vulnerables, aceptando la ayuda de los demás.
Sinopsis y dónde ver “La sociedad de la nieve”
Según su sinopsis oficial: “En 1972, el avión 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que transportaba
a un equipo de rugby en un vuelo chárter hacia Chile se estrelló contra un glaciar en el corazón de los
Andes. Solo 29 de los 45 pasajeros sobrevivieron al impacto y, en uno de los entornos más hostiles del
mundo, se vieron forzados a recurrir a medidas extremas para mantenerse con vida”.
UN ZAPATO PERDIDO:
Por: Pablo Gentili. Profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Aquella mañana decidí salir con Mateo, mi pequeño hijo, a hacer unas compras. Luego de
algunas cuadras, Teo se durmió plácidamente en su cochecito. Mientras él soñaba con alguna cosa
probablemente mágica, percibí que uno de sus zapatos estaba desatado y casi cayendo. Decidí
sacárselo para evitar que, en un descuido, se perdiera. Pocos segundos después una elegante señora,
me alertó: “cuidado!, su hijo perdió un zapatito”, “Gracias – respondí – pero yo se lo saqué”. Algunos
metros más adelante, el portero de un edificio de garage, de sonrisa tímida y palabra corta, movió su
cabeza en dirección al pie de Mateo, diciendo en tono grave: “el zapato”. Levantando el dedo pulgar
en señal de agradecimiento, continué mi camino. En el supermercado, los llamados de atención
continuaron. La supuesta pérdida del zapato de Mateo no dejaba de generar diferentes muestras de
solidaridad y alerta.
La preocupación de las personas con el paradero del zapato de mi hijo, aunque insistente, le
brindaba un toque solidario, sin embargo, una vez a resguardo de los llamados de atención, comenzó
a invadirme una incómoda sensación de malestar. ¿Qué hace del pie descalzo de un niño de clase
media motivo de atención y circunstancial preocupación en una ciudad con centenas de chicos
descalzos, brutalmente descalzos? ¿Por qué, en una ciudad con decenas de familias viviendo a la
intemperie, el pie superficialmente descalzo de Mateo llamaba más la atención que otros pies cuya
ausencia de zapatos es la marca inocultable de la barbarie que supone negar los más elementales
derechos humanos a millares de individuos? Sin embargo, de a poco, fui percibiendo que aquel
acontecimiento encerraba algunas de las cuestiones centrales sobre las nuevas (y no tan nuevas)
formas de exclusión social y educativa vividas hoy en América Latina. De allí que, mientras es “anormal”
que un niño de clase media ande descalzo, es absolutamente “normal” que centenas de chicos de la
calle anden sin zapatos y deambulando por las calles pidiendo limosnas. Lo “normal” se vuelve
cotidiano. Y la visibilidad de lo cotidiano se desvanece (insensible o indiferente) como producto de su
tendencial naturalización. Expresado sin tantos rodeos, lo que pretendo decir es que, hoy, en nuestras
sociedades, la exclusión es invisible a los ojos. Son evidencias crueles y brutales que nos enseñan las
esquinas, que comentan los diarios, que exhiben las pantallas. Sin embargo, la exclusión parece haber
perdido poder para producir espanto e indignación en una buena parte de la sociedad. La selectividad
de la mirada cotidiana es implacable: dos pies descalzos no son dos pies descalzos. Uno es un pie que
perdió el zapato. El otro es un pie que, simplemente, no existe. Uno es el pie de un niño. El otro es el
pie de nadie. La exclusión se normaliza y, al hacerlo, se naturaliza. Desaparece como “problema” para
volverse sólo un “dato”. Un dato que, en su trivialidad, nos acostumbra a su presencia. Dato que nos
produce una indignación tan efímera como lo es el recuerdo de la estadística que informa el porcentaje
de individuos que viven por debajo de la “línea de pobreza”. En Brasil, hoy, casi un tercio de la
población, cerca de 50 millones de personas, vive en la indigencia, tiene un ingreso mensual inferior a
32 dólares y no consume el mínimo de calorías diarias recomendada por la Organización Mundial de
la Salud. Según datos recientes de la Cepal (2000), en América Latina, existen 220 millones de pobres,
más de la mitad de ellos son niños, niñas y jóvenes. El mapa de la pobreza latinoamericana contrasta
con una brutal concentración de la riqueza que hacen de esta, la región más injusta del planeta... Datos
que, en rigor, a todos le importan, pero que casi nadie recuerda. Datos que a todos indignan, pero que
rápido se desvanecen. (…)
Ante este panorama, considero que es en la escuela democrática donde se construye la
pedagogía de la esperanza, antídoto necesario contra la pedagogía de la exclusión. Aquella mañana,
el sol tenía un brillo especial. Quizás lo fuera por la risa de Mateo que, ya despierto, me invitaba a
revolearme con él, a morderlo, a besarlo, a cantar. Traté de imaginar qué tipo de escuela iba a tener la
suerte (o la desgracia) de conocer. No lo sé... Espero que sea una que le permita distinguir la diferencia
entre dos pies descalzos, entre un trivial descuido y una brutal negación. Sólo eso. Una escuela que lo
ayude a reconocer la diferencia entre dos pies descalzos, y a sentir vergüenza al descubrir que, muchas
veces, sólo somos capaces de percibir la existencia de aquel que supuestamente perdió el zapato.
(Fragmento)

LA ESI, UN MOTOR DE CAMBIO PARA UNA SOCIEDAD MÁS SANA, JUSTA Y


EQUITATIVA. Por Tamara Drajner-
https://www.infobae.com/educacion/2021/08/30/
Los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y la responsabilidad adulta, así como estatal
para que estos se vean concretados en la vida cotidiana se encuentran actualmente en el ojo del
huracán. En muchos casos son objeto de profundas discusiones y junto con ellas, las políticas públicas
destinadas a hacerlos cumplir encuentran resistencias. Para garantizar estos derechos, creo que es
necesario considerar a niños, niñas y adolescentes como actores activos y escuchar lo que tienen que
decir. Si bien el ejercicio concreto de la ciudadanía se materializa en el momento del sufragio, las
infancias y adolescencias han comenzado a cuestionar el lugar restringido que se les otorga, exigiendo
que se respeten sus derechos y se oigan sus voces. ¿Cómo podríamos incluir una mayor participación
de los principales involucrados a la hora de pensar o elaborarlas?
Cobra relevancia la noción de ciudadanía infantil como forma de pensar las políticas destinadas
a las infancias y jóvenes como sujetos, y no objetos depositarios de decisiones ajenas, con derecho a
formar y expresar un juicio propio respecto a los asuntos que los interpelan. La acción y la participación
de los jóvenes conlleva un profundo potencial transformador de los asuntos y relaciones sociales que
los involucran. Las voces de estos niños, niñas y jóvenes han comenzado a aparecer con más resonancia
en la escena pública y un tema que resulta recurrente es la aplicación de la Educación Sexual Integral
en todos los ámbitos y niveles educativos. En 2006 se sancionó la ley 26150 que creó el Programa
Nacional de Educación Sexual Integral (ESI) y en 2008 se incluyó la educación sexual de forma
transversal en los lineamientos curriculares.
Pero, ¿por qué la ESI garantiza los derechos de los niños, niñas y adolescentes? La capacidad
de agencia de los niños y niñas muchas veces se encuentra permeada por el contexto de marginación,
género, clase o grupo étnico al cual pertenecen, esto tiene que ver con el mayor o menor acceso a
recursos, no sólo económicos sino también simbólicos. Es aquí donde cobra gran relevancia el papel de
la educación pública, y de la ESI como una forma de abrir puertas hacia una mayor equidad en todas
estas categorías. La norma establece que la ESI es una política de Estado y, por lo tanto: “todos los
educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos
públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial”. La perspectiva de la
integralidad incorpora aspectos sociales, psicológicos, biológicos, afectivos y éticos, de forma
transversal a todas las materias y espacios educativos. Así brinda no sólo información, sino una
perspectiva amplia de derechos, respeto e igualdad. Esto permite identificar, y posiblemente eliminar
el acoso y las formas violencia, cuestionar los estereotipos corporales y actitudinales.
Las instituciones educativas, así como otras instituciones presentes en la sociedad, como la
familia y los medios de comunicación, tienen un valor performativo muy profundo: producen modelos
jerarquizados de masculinidad y feminidad, estereotipos corporales y de belleza, entre otros que luego
se difunden mediante formas culturales hegemónicas. (…) ¿Pueden las instituciones escolares, desde
el jardín de infantes hasta la educación superior, influir de forma positiva en la conformación de estos
estereotipos y relaciones de poder? La escuela es un espacio fundamental en la construcción de
ciudadanía, la perspectiva crítica y las relaciones sociales. Uno de los objetivos de la escuela es la
inserción de las infancias en la sociedad, y para ello brinda toda una serie de saberes, valores, actitudes
y comportamientos que se deben aprender y acatar. A su vez, estos se encuentran regidos por un
sistema que establece las relaciones de poder que se establecen entre varones y mujeres. Entonces,
si los medios de comunicación crean y refuerzan determinados estereotipos corporales y formas de
comportarse según seas él o ella, ¿la escuela podría convertirse mecanismo que contribuya a desarmar
esta configuración? ¿Podría producir otro tipo de sentidos más críticos?
Para esto resulta de fundamental importancia involucrar las voces de aquellos que son los
principales interpelados: niños, niñas y adolescentes. Estos se encuentran permanentemente
bombardeados por distintos estímulos sociales, culturales, económicos, que difunden prescripciones
actitudinales, corporales, etc. Necesitan, por lo tanto, de un espacio que les permita expresar cómo se
sienten respecto a ello y que les brinde información. La ESI puede ser el motor para lograr esto en la
escuela. Además de luchar por un mayor respeto y equidad entre todos los individuos, la ESI tiene un
gran potencial a la hora de debatir las relaciones de poder y que en muchos casos terminan
engendrando y legitimando diversas formas de violencia en su mayoría dirigida a la población
femenina, homosexual o trans. Por consiguiente, algunas de las ventajas de la inclusión pedagógica de
las voces de los jóvenes mediante
la integralidad de la educación sexual podrían ser: el cuestionamiento a los roles tradicionales
de género desde la infancia, evitar reproducir estereotipos corporales o actitudinales que asocien
determinadas formas de ser, sentir y actuar a varones y mujeres y contribuir a eliminar las numerosas
formas de violencia a las que se ven sometidos algunos colectivos sociales. Queda entonces seguir
reflexionando en torno a cómo podemos, desde la educación, contribuir para que esas voces sean
escuchadas y amplificadas y sus derechos dejen ser vulnerados. En otras palabras, cómo podemos
contribuir a construir una ciudadanía infantil.
ESI: SOBRE EL ACTO DE PREVENIR Y REPARAR
Por Emiliano Samar Emiliano Samar es docente, actor, director de teatro y escritor. - 31 de
mayo de 2022 - www.infobae.com.ar
Todas y todos podemos recordar los primeros años. Hay quienes recuerdan calesitas de plaza
o patinetas bajando a velocidad por parques con desniveles. Hay quienes tienen la posibilidad de traer
imágenes de años de gateo y quienes recién pueden hacerlo con aquellas de guardapolvo. Seguro vos,
mientras lees estas líneas, podrás recuperar el tacto de algún juguete. Muchas y muchos, entre esas
imágenes, entre esos recuerdos, aromas y experiencias encuentran el imborrable golpe del abuso, el
atropello del maltrato, la tiranía del exceso.
Se abusa más de lo que se presume. Así lo señala Irene Intebi, experta internacional en
prevención del abuso sexual infantil quien de manera categórica sostiene que el 20 por ciento de las
chicas y el 10 de los varones será abusado antes de los 18. El abuso sexual infantil (ASI), “refiere tanto
al abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes, como también la trata y la explotación sexual
comercial, con sus respectivas complejidades”. En todos los casos son violaciones de derechos
humanos, de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Son delitos. El abuso sexual infantil o abuso
sexual contra niños, niñas y adolescentes incluye los contactos e interacciones entre un niño / niña y
una persona adulta, cuando el adulto agresor lo usa para estimularse sexualmente él mismo, al niño o
a otra persona. En algunos casos se puede tratar de abuso una relación entre un o una adolescente y
un niño o niña más pequeño si hay una significativa disparidad en la edad, desarrollo, tamaño o
aprovechamiento de esa asimetría.
Escribirlo eriza la piel, duele en los ojos, nada puede apaciguar la escritura. Imposible imaginar
con certeza el dolor, el desconcierto y el miedo de tantas infancias y adolescencias vulneradas. Ante
esto, la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral es central en las garantías que el Estado
debe desplegar. Sus contenidos transversales que impactan en los distintos niveles del sistema
educativo son no sólo una herramienta cuyos contenidos se entraman en los proyectos educativos de
diferentes espacios y materias de formación, sino la oportunidad para desnaturalizar cuestiones que
en algunos casos pasan desapercibidas en el territorio de las familias.
En la mayoría de los casos, los abusos y las experiencias son intrafamiliares. Por ejemplo, en el
2021, el Ministerio de Justicia y UNICEF presentaron un informe sobre las violencias que padecen
niñas, niños y adolescentes. Se registraron 3.219 víctimas. En todos los grupos etarios, el mayor
porcentaje de víctimas de violencia sexual pertenece al género femenino, representando casi 4 veces
más que el masculino. La diferencia según género se amplía a mayor edad de la víctima. El 74,2% de
las víctimas fueron violentadas por alguien de su entorno cercano o ámbito de confianza. El 44% de las
violencias en entornos digitales fueron por el delito de Grooming.
Por lo tanto, considero que se debe trabajar en las instituciones educativas para prevenir y
concientizar, implementando los contenidos de la Educación Sexual Integral con conocimiento de sus
diseños curriculares, enmarcándolos en proyectos de articulación y con sentido, adecuados a los
sujetos del nivel en cada caso. La Ley de Educación Nacional N° 26.206 expresa que las autoridades
educativas competentes participarán del desarrollo de sistemas locales de protección integral de
derechos, establecidos en la Ley N° 26.061 y obliga a las y los docentes a proteger y garantizar los
derechos de la niñez y adolescencia que se encuentren bajo su competencia.
Es importante poder escuchar cuando aparece la palabra de la víctima del abuso. Escuchar sin
revictimizar, sin re transmitir el relato, estableciendo la denuncia y activando los protocolos
correspondientes. También se vuelve necesario el reconocimiento e identificación de las situaciones
de vulnerabilidad frente al riesgo de abuso sexual. Vulnerabilidades que se observan en un conjunto
de indicadores: físicos, conductuales, sociales, tanto en niñas, niños o adolescentes como en personas
adultas de su grupo familiar. Si bien es compleja la identificación y no siempre se cuenta con las
herramientas o el conocimiento para hacerlo, lo cierto es que una detección temprana de abusos
sexuales, además de prevenir o detener un abuso, evitaría embarazos forzados y maternidades
forzadas.
Cualquier persona que tome conocimiento de delitos contra la integridad sexual hacia niñas,
niños y adolescentes tiene la responsabilidad de denunciar el hecho. También rige la obligación de
denunciar por parte de quienes integran los equipos de salud, funcionarias, funcionarios y personas
integrantes de organismos públicos, docentes y profesionales del ámbito privado, ya que el estado de
indefensión de víctimas de abusos sexuales así lo requiere.
En el acto preventivo y de empoderamiento alrededor de la construcción de conocimiento que
establece la ESI, en el acto reparador y urgente de la justicia, en el acto transformador de la cultura a
través de acciones cotidianas contrahegemónicas y en el necesario acto de decir, allí, en la
multiplicidad de acciones será posible la construcción de un presente de garantías y derechos para las
infancias y las adolescencias.
¿QUIÉN ESTÁ AL MANDO? LA EDUCACIÓN EN ARGENTINA BAJO LA LUPA
La calidad de la educación y la mejora del sistema no pueden lograrse mediante la
confrontación y la desconfianza hacia los docentes
Por: Margarita Stolbizer - 20 Feb, 2024
¿Quién está al mando? Esta pregunta resuena en el debate educativo argentino. Aunque el
gobierno nacional ha declarado que la “educación está en manos de las provincias”, la realidad es más
compleja. La descentralización educativa de los años 90, que convirtió la educación en una
responsabilidad exclusivamente provincial, ha dejado un legado de problemas estructurales y
desigualdades persistentes. La eliminación de las transferencias de fondos hacia la educación ahondará
consecuencias muy negativas para los docentes, y la propuesta de declarar la educación como un
“servicio esencial” plantea interrogantes legales y éticos. En este contexto, es crucial no confrontar a
los docentes en la búsqueda de mejoras educativas, sino destacar su papel fundamental como aliados
en el desarrollo de políticas. A pesar de la declaración del gobierno, la educación es una responsabilidad
compartida que requiere la colaboración de todos los actores del sistema educativo. Por lo tanto, la
pregunta no debería ser ‘¿quién está al mando?’, sino ‘¿cómo podemos trabajar juntos para mejorar la
educación en Argentina?’
La dinámica del debate político en el ámbito educativo nos atrapa en un círculo vicioso
interminable. Temas recurrentes como huelgas docentes, resultados de pruebas de rendimiento,
evaluaciones, formación docente y promociones giran sin llegar a una resolución clara. Los debates
solo se sostienen desde antagonismos políticos o ideológicos, careciendo de la profundidad o la
perspectiva técnica y racional desde la cual se deberían tomar decisiones que apunten a mejores
resultados.
La confrontación con los docentes, o la desjerarquización de sus roles, lo que viene ocurriendo
desde hace mucho tiempo, solo ha traído como consecuencia la baja de la calidad educativa y los
impactos en cuanto a los bajos niveles de los alumnos los tienen a ellos como las víctimas principales.
En primer lugar, el gobierno nacional parece aferrarse a la descentralización educativa de los
años 90. Esta política, al convertir la educación en una responsabilidad exclusiva de las provincias,
generó una serie de problemas estructurales que contribuyeron al deterioro del sistema educativo
argentino. La falta de equidad, la ausencia de una planificación coordinada y la insuficiencia de
estrategias integrales dejaron una huella duradera en la calidad y la igualdad de la educación en el país.
Estos desafíos aún persisten y requieren una atención urgente y coordinada a nivel nacional.

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