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TEMA 4: SANTO TOMÁS DE AQUINO (1225-1274)

La filosofía de Tomás de Aquino es una síntesis del sistema aristotélico con el


dogma cristiano.

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO: EPISTEMOLOGÍA. FÍSICA Y


METAFÍSICA TOMISTA: ONTOLOGÍA

San Agustín se había planteado el problema de la relación entre razón y fe. Santo
Tomás de Aquino se replanteará de nuevo esa relación e introducirá un modelo de
mayor autonomía de la razón y de cooperación entre ambas.
Para Santo Tomás la fe y la razón son dos fuentes (facultades) de conocimiento
distintas que dan lugar a dos ciencias o saberes también distintos: la teología y la
filosofía.
Las diferencias entre la razón y la fe son las siguientes:
1) La razón conoce a partir de los datos de los sentidos, de abajo arriba; en cambio,
la fe conoce partiendo de la revelación o iluminación divina, de arriba abajo, o
sea, de una gracia especial que la divinidad otorga a las personas.
2) El objeto de la razón son los seres o las cosas que aparecen ante los sentidos y el
entendimiento, o sea, los seres que pueden ser percibidos o demostrados por
nuestras facultades cognoscitivas, por ejemplo, los objetos de las matemáticas y
la física, los del arte, etc, las verdades de razón. Al contrario, el objeto de la fe
es “aquello que no es evidente para nosotros, pero sí para Dios”, es decir, las
verdades reveladas o verdades de fe (artículos de fe), que solo se pueden
aceptar basándonos en la autoridad divina, como por ejemplo, el misterio de fe de
la Santísima Trinidad (que Dios es uno y trino), o la encarnación de Dios en
Cristo. Pero, Tomás de Aquino también incluye como objeto tanto de la fe como
de la razón la existencia de Dios, la creación del mundo, la inmortalidad del alma
humana y otras de carácter análogo, es decir, los preámbulos o prolegómenos
de la fe (presupuestos por la revelación), verdades reveladas que el ser humano
puede razonar. Por tanto, razón y fe tienen contenidos propios y específicos, pero
también contenidos comunes. Razón y fe se ayudan mutuamente.
3) La razón conoce de forma imperfecta la esencia de Dios y tiene unos límites que
sólo pueden ser ampliados por la fe.
4) El acto de la razón consiste en comprender el sentido de las cosas o los seres. El
acto de la fe consiste en creer o aceptar las verdades reveladas con ayuda de la
gracia divina.
Ahora bien, para Tomás de Aquino, la fe y la razón no se contradicen porque la
Verdad es sólo una. Además tanto la fe como la razón proceden de Dios; la primera
porque necesita de la gracia divina y tiene por objeto verdades reveladas, y la razón
porque es una facultad natural del alma y ésta ha sido creada por Dios. En consecuencia,
quien razone correctamente no podrá llegar a conclusiones diferentes a lo conocido por
la fe. En caso de conflicto entre ambas (conflicto aparente y nunca real debido a errores
de la razón) prevalece la fe, con lo que se mantiene la idea de la filosofía como sierva o
esclava de la teología, tal y como había sido formulada por uno de los padres de la
Patrística, san Juan Damasceno, en el s. VIII.
Santo Tomás considera, pues, que fe y razón son distintas, pero no contradictorias, y
que además existen contenidos comunes a ambas. Por tanto, el Aquinate se opone a la
teoría de la doble verdad de Averroes, según la cual una afirmación puede ser verdad

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teológica (alma inmortal) y su contraria puede ser una verdad filosófica (el alma
mortal). Para Tomás de Aquino esta tesis sería inadmisible porque contradice toda
lógica humana que una cosa pueda ser al mismo tiempo verdad y mentira, y además
porque sería llevar a la contradicción al mismo Dios de quien procede la verdad
teológica y la verdad filosófica.
En conclusión, razón y fe son autónomas e independientes, no puede existir
contradicción entre los contenidos de ambas y deben ayudarse mutuamente.
De modo análogo a como la fe y la razón coinciden en ser dos facultades, teología y
filosofía coinciden en ser dos ciencias. La filosofía es la ciencia de los entes naturales y
las cosas que forman parte del universo, del conjunto de conocimientos que los seres
humanos podemos adquirir mediante nuestras facultades cognoscitivas (los sentidos y la
razón), pero también es la ciencia de los preámbulos de la fe -la existencia de Dios, la
creación del mundo, etc.-, o teología natural. La teología es la ciencia de la fe y de la
revelación, es decir, la ciencia que basándose en las verdades reveladas intenta penetrar
en el significado profundo de estas y descubrir nuevos sentidos. Tomás de Aquino
distinguía entre teología sobrenatural y teología natural. La teología sobrenatural es
una ciencia independiente, se basa en la fe y en la revelación, parte de las verdades
reveladas, y su objetivo es conocer la esencia de la divinidad, es decir, lo que Dios es en
sí mismo. La teología natural o teodicea, como acabamos de señalar, es una parte de la
filosofía y se basa únicamente en nuestras propias capacidades intelectuales. Además,
en lugar de pretender conocer a Dios en sí, el objetivo de la teología natural es conocer
la realidad divina en tanto en cuanto aparece como causa de todas las cosas creadas, o
sea, como fundamento del mundo.
De lo anterior se deduce que la diferencia entre la teología y la filosofía no es tanto
del objeto del que se ocupan, sino de la manera de hacerlo. Hay algunas cuestiones
exclusivas de la teología, como por ejemplo el misterio de la Trinidad, que sobrepasa la
capacidad de la razón humana, y otras de la filosofía porque no han sido reveladas, pero
la mayoría son compartidas: las conocemos por la revelación, pero podemos conocerlas
también racionalmente, son los llamados preámbulos de la fe, por ejemplo, la existencia
de Dios o la creación. Para los teólogos serán puntos de partida, principios revelados, y
para los filósofos o teólogos naturales puntos de llegada o conclusiones de un
razonamiento.
Santo Tomás seguirá la explicación del conocimiento ofrecida por Aristóteles. Así,
opinará que “nada hay en nuestro entendimiento que no haya estado antes en nuestros
sentidos”, esto es, nuestra mente al nacer es como una tabla rasa y no contiene ideas
innatas. El conocimiento empieza por la sensación, fruto de la acción de los objetos
corpóreos sobre nuestros órganos sensoriales. Éstos, como los de los demás animales,
sólo captan realidades concretas, las sustancias. Esas realidades concretas dejan
imágenes o “fantasmas” también particulares en nuestra imaginación, y sobre ellos
actúa el entendimiento para hacer posible el conocimiento intelectual, que es específico
del ser humano.
El conocimiento intelectual es universal, y lo elabora el entendimiento agente
abstrayendo las formas universales de las imágenes, estas formas serán los conceptos o
ideas generales que recibirá y aplicará el entendimiento paciente. Por tanto, el proceso
del conocimiento es de ida y vuelta: de los objetos particulares sensibles nos elevamos a
los conceptos, y una vez poseídos éstos, nos sirven para percibir comprensivamente
dichos objetos sensibles.
El alma, que no es una realidad sensible, se conoce a sí misma de una forma
indirecta, mediante el conocimiento de su capacidad de abstracción; pero si todo
conocimiento comienza por los sentidos, ¿cómo es posible alcanzar algún conocimiento

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racional sobre otras realidades inmateriales, por ejemplo, Dios y los ángeles? Para
Santo Tomás está claro: no es posible tener en esta vida un conocimiento directo de
ellas, porque no son ni pueden ser objeto de los cinco sentidos (de Dios no hay fantasma
o imagen). El conocimiento de la naturaleza (esencia) de estas sustancias sólo se puede
obtener por analogía, o sea, de manera indirecta e imperfecta, por aproximación a lo
que percibimos en los objetos sensibles, atribuyéndoles en su grado sumo las
perfecciones limitadas de los seres materiales (vía eminente) y negándoles las
imperfecciones (vía negativa).
Para Tomás de Aquino, al igual que para Aristóteles, la metafísica es la ciencia del ser
en cuanto ser y las propiedades que le corresponde como ser y la física es la ciencia que
estudia el mundo de los seres corpóreos, en tanto en cuanto se hallan sometidos a
movimiento. Aceptará de Aristóteles la teoría de la sustancia, la teoría hilemórfica, la
teoría de las cuatro causas y la teoría del acto y la potencia. Pero la necesidad de
conciliar el aristotelismo con el cristianismo le llevará a introducir una nueva estructura
metafísica, utilizada ya por Avicena: la distinción entre esencia y existencia (teoría de
la esencia y la existencia).
Para Tomás de Aquino la esencia es la identidad de algo, su definición universal,
aquello por lo que una sustancia es ella misma y no otra. La existencia es la
implantación en la realidad (si realmente existe o no). Valga un ejemplo. Un unicornio
se define como un animal cuadrúpedo con un solo cuerno. Pero por muy bien definido
que esté eso no quiere decir que exista, como nos dice la experiencia. El unicornio
necesita que alguien lo cree. La esencia, aquello por lo que algo es lo que es y no otra
cosa, es potencia de ser (posibilidad), y la existencia es acto de ser (el hecho), y las
cosas son por la voluntad divina de traerlas al ser. Todos los seres creados son
contingentes, es decir, pueden ser o no ser, su esencia no implica necesariamente
existir, y, por ello, participan de la existencia gracias al acto creador de Dios. En Dios,
sin embargo, esencia y existencia coinciden, porque su naturaleza implica existir
necesariamente, ya que es un ser infinitamente perfecto. Es el ser que no puede no
existir. Dios es un ser necesario.
Tomás de Aquino establece una organización jerárquica de los seres basada en sus
grados de perfección según la potencialidad de sus esencias y su semejanza
(participación) con Dios: los seres serán más o menos perfectos de acuerdo a su
parecido mayor o menor con Dios. Se observa en el Aquinate una doctrina de la
participación del ser de inspiración platónica, en la medida en que la creación supone
que las cosas dependen de Dios en su existencia y que, de algún modo, participan de su
mismo ser, ya que los entes creados son imagen de él (los ha creado a su imagen y
semajanza), y manifiestan su ser y reflejan su bondad, su verdad y su belleza.

EL PROBLEMA DEL HOMBRE: ANTROPOLOGÍA.

En su concepción del ser humano también sigue fundamentalmente a Aristóteles. El


ser humano consta de cuerpo y alma unidos sustancialmente (composición
hilemórfica). El alma racional es el principio de nuestras funciones superiores y
exclusivas, entendimiento y voluntad, ambas hacen posible la libertad, porque
porporcionan al ser humano la capacidad de juzgar y decidir sus actos. El alma racional
colabora con el cuerpo en las funciones sensitivas: movimiento y sentidos, propias del
alma sensitiva que compartimos con los animales, y en las funciones vegetativas:
crecimiento, nutrición y reproducción, propias del alma vegetativa que compartimos
con animales y vegetales.

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El alma es la forma y el acto del cuerpo, el principio vital que hace que el ser
humano conozca y quiera (entendimiento y voluntad), y el cuerpo es la materia. Santo
Tomás, por tanto, está muy lejos de la teoría platónica. No sólo el alma, sino también el
cuerpo pertenece a la esencia del ser humano. El mismo ser que razona es el que siente,
el que crece, etc. La unión de alma y cuerpo es natural. Así, el alma humana puede
ejercer la sensación, pero para eso necesita el cuerpo; tiene la facultad de la intelección,
pero no posee ideas innatas y tiene que formar sus ideas a partir de la experiencia
sensible, para lo cual necesita también el cuerpo; y, por consiguiente, la unión no es
para un castigo del alma, sino para su provecho, ya que el cuerpo existe para la forma, y
no contra la forma.
Pero introduce cambios para adaptarse a la religión: en relación al origen del alma,
Tomás de Aquino afirma que Dios crea cada alma humana individualmente (tesis
creacionista), por tanto, no acepta el traducianismo de San Agustín, ya que algo
espiritual no puede proceder de lo material; por otro lado, el alma humana no preexiste
al cuerpo, en contra de la tesis platónica; no obstante, el Aquinate deja sin resolver el
cuándo y el cómo creó Dios el alma. En cuanto a su destino, cada alma individual,
como forma simple y pura que es, no experimenta corrupción, es inmortal y tendrá que
responder en la otra vida de la conducta desarrollada en ésta. Explica así que el destino
del alma humana se encuentra en la vida eterna, unida a Dios o alejada de él, según el
comportamiento que haya tenido en la Tierra. Y niega la doctrina de la transmigración
de las almas que habían defendido Platón y los pitagóricos, porque cada alma comunica
su individualidad a un solo cuerpo. Tampoco admitió la tesis averroísta que reducía
todos los espíritus humanos a un intelecto común.
Es importante añadir que el Aquinate, según lo expuesto, no acepta el dualismo
platónico, y asume la teoría cristiana de la resurrección de la carne, considerando al ser
humano como una unión sustancial de cuerpo y alma. El ser humano es una sustancia,
un ser propio, subsistente, que se conserva tras la muerte, y en esto se aparta del
pensamiento aristotélico.

EL PROBLEMA DE DIOS (TEOLOGÍA NATURAL)

La teología natural de Tomás de Aquino constituye la parte más original y brillante


de su filosofía o metafísica, a diferencia del resto de su obra, que es altamente deudora
de Aristóteles. La teología natural (también llamada teodicea) se ocupa del
conocimiento de la divinidad a las solas luces de la razón humana, es el tratamiento
racional del tema de Dios.
Al comienzo de una de sus principales obras, la “Suma Teológica”, Tomás de
Aquino se plantea tres interrogantes: si es o no evidente la existencia de Dios, si se
puede demostrar su existencia, y cómo se demuestra. A continuación, vamos a
desarrollar cómo intenta el Aquinate dar respuesta a estas cuestiones.
La proposición “Dios Existe”, es evidente considerada en sí misma, porque, según él,
en el concepto de Dios necesariamente se halla incluido el de existencia, o sea, cuando
decimos “Dios existe”, el predicado de esta proposición se identifica con el sujeto, y
estamos emitiendo así un juicio de identidad del tipo “A es igual a A”, ya que no hay
distinción entre Dios y el ser o existir. Pero, de ello no se sigue que sea también
evidente para nosotros, porque si lo fuera nadie la negaría. La existencia de Dios no es
una verdad evidente para la naturaleza humana, para la razón, porque nuestra razón es
finita y limitada y no conoce el auténtico contenido de la esencia de Dios. Entonces, si
no es una verdad evidente para nosotros, o sea, no podemos conocer su existencia de

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una manera inmediata, sí que podemos llegar a su conocimiento de una manera mediata,
es decir, mediante ciertas pruebas o demostraciones.
A la hora de demostrar la existencia de Dios, tradicionalmente se distinguen dos
tipos de argumentos o demostraciones: la demostración a priori y la demostración a
posteriori.
 Demostración a priori: es la prueba que va de las causas a los efectos. Parte de
la idea de Dios que es anterior a la experiencia (a priori).
 Demostración a posteriori: en esta demostración se procede en sentido inverso,
de los efectos a la causa. Se parte del conocimiento que proporciona la
experiencia humana, de los seres que conocemos, tomados como efectos, y nos
remontamos a su causa (a posteriori).
Tomás de Aquino rechaza la argumentación a priori para demostrar la existencia de
Dios, por eso critica el “argumento ontológico” de San Anselmo (s. XI) porque no
arranca de la experiencia, es a priori. Este argumento toma como punto de partida la
idea de Dios y afirma lo siguiente: Dios es aquel ser mayor que el cual nada puede
pensarse (ser perfecto). Por tanto, tiene que existir, porque la existencia es una
perfección. Para Tomás de Aquino no está claro que la palabra Dios signifique lo
mismo para todos y además el argumento de San Anselmo contiene un paso ilegítimo de
lo ideal a lo real: pensar algo como existente no quiere decir que exista en la realidad.
La existencia pensada no tiene más realidad que la de ser pensada, la de estar como tal
en nuestro entendimiento, pero no fuera de él. Una cosa es que exista la idea de Dios en
nuestra mente y otra cosa distinta es que exista fuera de esta, en la realidad. Así, para él,
la existencia de Dios sólo puede ser alcanzada si partimos de la experiencia sensible y
argumentamos a partir de ella, o sea, utilizando la argumentación a posteriori: a través
de los efectos de la Creación que sí son evidentes para nosotros. Estudiando los efectos
debemos llegar a la causa.
Tomás de Aquino presenta cinco vías que son argumentos o caminos diferentes para
demostrar la existencia de Dios. Estas cinco vías pueden clasificarse en estáticas y
dinámicas:
 Las vías estáticas son la tercera y la cuarta. Ambas parten de la limitación de los
seres, bien sea en su aspecto temporal (la tercera), bien en sus perfecciones (la
cuarta)
 Las vías dinámicas son la primera, la segunda y la quinta. Cada una de ellas
abarca uno de los tres puntos de vista desde los que puede considerarse todo
aquello que se mueve: el del propio móvil (la primera), el del que mueve (la
segunda) y el del fin al que tiende aquello que se mueve (la quinta).
Estas cinco vías o caminos son razonamientos cuya estructura siempre es la misma:
se parte de un hecho de experiencia en el mundo sensible y se procede a la aplicación
del principio de causalidad (principio metafísico), se muestra la imposibilidad de
proceder hasta el infinito en la serie de causas y se finaliza con una conclusión que
define alguna cualidad de Dios.
Primera vía, inspirada en Aristóteles. Argumento del motor inmóvil. Los sentidos
nos muestran que hay cosas que se mueven (seres que pasan de la potencia al acto).
Pero lo que no se mueve por sí, es movido por otro. En la serie de cosas movidas por
otro no podemos llegar hasta el infinito. Luego, tiene que haber un primer motor que
mueva todo lo demás. Dios existe como Primer Motor.
Segunda vía, inspirada en Aristóteles y Avicena. Argumento de la causa
incausada o de la Primera causa eficiente incausada. La experiencia muestra cosas
que son efectos (seres que tienen una causa). Ahora bien, lo que es efecto ha sido
causado por otro, porque las causas eficientes no son causas de sí mismas. Pero en la

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serie de causas que a su vez son efectos no es posible llegar al infinito, no es posible una
serie infinita de causas eficientes. Luego, tiene que existir un primer ser que sea causa
de los demás (causa primera). Dios existe como Causa Primera.
Tercera vía, inspirada en Maimónides. Argumento de la contingencia. Vemos
cosas que nacen y mueren (contingentes). Pero las cosas contingentes deben su
existencia a otras cosas. Por ejemplo, la estatua, al escultor. Ahora bien, en la serie de
seres que deben su existencia a otro no podemos proceder al infinito, no es posible una
serie causalmente infinita de seres contingentes. Luego, tiene que existir un ser en sí
necesario que sea causa del existir de los demás. Dios existe como Ser Necesario.
Cuarta vía de inspiración neoplatónica. Argumento de los grados de perfección.
Vemos cosas que son más o menos perfectas (seres con diversos grados de perfección).
Ahora bien, las cosas que son más o menos perfectas, deben su perfección a otras. Pero
en las series de cosas que deben su perfección a otras, no podemos extendernos hasta el
infinito. Luego, debe existir un ser absolutamente perfecto que sea causa de las
perfecciones de los demás. Dios existe como Suma Perfección. En esta vía, Tomás de
Aquino introduce la noción platónica y neoplatónica de participación, esto es, el ser de
las criaturas participa en mayor o menor grado del Ser de Dios; existen distintos grados
de perfección, en mayor o menor grado, en los seres de este mundo (bondad,
inteligencia, ...) y ello implica un modelo con respcto al cual establecemos la
comparación: un Ser Óptimo.
Quinta vía. Argumento del orden o la finalidad. Vemos cosas que tienden hacia
un fin (seres sin inteligencia, pero que actúan ordenadamente). Ahora bien, entre estas
cosas hay muchas que carecen de entendimiento. Mas, las cosas que carecen de
entendimiento solo pueden tender a un fin si alguien las dirige. Luego, debe existir un
ser inteligentísimo que, en último término dirija a su fin todas las cosas. Dios existe
como Ordenador Supremo, como la causa final que ordena el mundo.
Las vías han permitido cierto acercamiento a la esencia de Dios; así, Dios es Primer
Motor, Causa Primera, Ser necesario, Suma perfección y Ordenador supremo. Pero,
además, y a pesar de las limitaciones de la razón humana para conocerlo, Tomás de
Aquino propone otros tres caminos más para acercarnos al conocimiento de lo que Dios
es:
Vía de la analogía: Si Dios ha creado a los seres, estos participan en cierta manera de
su creador, por eso se puede hacer una predicación por analogía de sus cualidades
esenciales, salvando la inmensa distancia que va de Dios (infinito) y el efecto (finito).
Vía de la negación: Teniendo en cuenta nuestra limitaciones como seres creados se
puede negar a la esencia de Dios todas las limitaciones que no pueden pertenecerle y
afirmar que es inmóvil, inmutable, acto perfecto y absolutamente simple.
Vía de la eminencia: Cualquier perfección que pueda pertenecer a una criatura se le
puede atribuir a Dios de modo eminente, en grado máximo e infinito, por eso podemos
afirmar que es perfecto, suma bondad, omnisciente, etc.
Al demostrar la existencia de Dios apoyándose en el principio de causalidad, y al
afirmar que Dios es la causa de todo cuanto existe (2ª vía), Tomás de Aquino establece,
al mismo tiempo, que el mundo ha sido creado por Dios de la nada (ex nihilo),
puesto que si hubiera algo eterno distinto de él mismo ya no sería la causa de todo.
Tomás de Aquino subraya también que la creación es un acto libre de Dios, y que
Dios no sufre ninguna variación por el hecho de que el mundo exista. Dios para Tomás
de Aquino no es solo motor del mundo, como pensaba Aristóteles, sino el creador de
todo (teoría del creacionismo), que además conserva continuamente el mundo, en la
medida en que los seres creados poseen su propio ser, pero lo reciben continuamente de
otro. Dios es, por tanto, creador y conservador del mundo, y dirige a los seres creados.

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En cuanto a si el mundo ha sido creado por Dios en el tiempo, o existe creado
desde siempre, Tomás de Aquino afirma que la razón no puede zanjar esa cuestión, ya
que tanto la tesis como la antítesis son indemostrables para la razón. Por eso, él, como
creyente, se adhiere a lo que manifiesta la Revelación: que la creación tuvo lugar en el
tiempo, y como filósofo piensa que no se puede adoptar ninguna decisión sobre el tema.
Por último, en cuanto al problema del mal en el mundo, afirma que Dios lo ha
permitido (tanto el físico como el moral) para obtener un beneficio mayor: la libertad de
la voluntad y el perfeccionamiento del mundo.

EL PROBLEMA DE LA MORAL: ÉTICA

En relación con la moral y la acción humana, Tomás de Aquino desarrolla tres


conceptos:
 El bien y el fin, ya que todo lo creado tiende a un fin o bien propio.
 La virtud, que es el camino que conduce al fin del ser humano.
 La ley u orden racional, que también es necesario para alcanzar ese fin.
Al igual que la de Aristóteles, la ética de Tomás de Aquino es teleológica (fin) y
eudemonista (felicidad), ya que afirma que la felicidad es la finalidad última a la que
todos los seres humanos tienden por naturaleza. También está de acuerdo en que la
felicidad no puede consistir en la posesión de bienes materiales como el dinero o las
propiedades. Pero a diferencia de Aristóteles, que identificaba la felicidad con la
posesión del conocimiento, con la vida del filósofo: la contemplación de la belleza y el
orden del mundo, Tomás de Aquino, en su continuo intento por acercar aristotelismo y
cristianismo, identifica la felicidad con la contemplación beatífica de Dios, con la vida
del santo, y de acuerdo con su concepción trascendente o sobrenatural del ser humano
opina que la auténtica felicidad se halla en la otra vida.
Son las virtudes las que encaminan al ser humano hacia ese fin último. En sus
escritos, Tomás de Aquino distingue entre:
 Virtudes sobrenaturales, religiosas o teologales que tienen que ver con el
culto y reverencia a Dios, como la fe, la esperanza y la caridad.
 Virtudes naturales (acepta la distinción aristotélica entre virtudes intelectuales
y morales):
 Virtudes intelectuales que perfeccionan nuestro entendimiento y
proporcionan una mayor capacidad para llevar a cabo las tareas intelectuales
y conocer la verdad; por ejemplo, arte, prudencia, ciencia, etcétera.
 Virtudes morales que perfeccionan nuestra voluntad y la inclinan a obrar de
modo adecuado y correcto. La define igual que Aristóteles, como un término
medio (cumbre o excelencia) que la razón impone frente a los apetitos o las
pasiones, y que para ser virtuoso se necesita actuar moralmente bien de
forma habitual, no basta con actos aislados; la repetición de actos buenos
produce en el ser humano las virtudes o “hábitos buenos”, y estos a su vez
facilitan la repetición en el futuro de tales actos buenos. Entre estas caben
destacar la justicia, la fortaleza y la templanza o moderación.
Tomás de Aquino coincide con Platón en la distinción de virtudes tales como la
prudencia, la fortaleza, la templanza y la justicia.
Así, para el Aquinate, la prudencia es una virtud intelectual que determina el término
medio en las facultades apetitivas y permite elegir la acción correcta; la justicia se
asienta en la voluntad y tiene por objeto promover el bien, no solo del individuo, sino
también del prójimo y la sociedad; la fortaleza subordina el apetito irascible a la razón,
y es el término medio entre los extremos de la cobardía y la temeridad; y la templanza

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introduce el orden de la razón en la inclinación a lo placentero, es el punto medio entre
la insensibilidad y el desenfreno.
En cuanto a las leyes, Tomás de Aquino distingue tres tipos:
 La ley eterna o divina es el plan o proyecto, existente en la mente divina, de
acuerdo con el cual Dios creó el mundo. Es lo que llamamos Providencia,
cuando la sabiduría divina dirige a todas las criaturas hacia su fin natural.
 La ley natural (ley moral) es la propia ley eterna en cuanto se encuentra
presente en los seres creados. Coincide con la ley moral y sus contenidos se
derivan de las inclinaciones del ser humano. Esos contenidos conforman un
conjunto de mandamientos morales que son descubiertos y dictados por la razón.
Se trataría de aquella parte de la ley eterna que hace referencia a la conducta
ética.
 La ley positiva, creada por el ser humano siguiendo los preceptos impuestos por
la ley natural. Son las leyes de la sociedad.
Tomás de Aquino señala como primer principio o precepto de la ley natural “hay
que hacer el bien y evitar el mal” (el deber de desarrollar la propia esencia humana
realizando el bien y evitando el mal), éste es, en sí mismo, universal y fundamento de
todos los demás. Analizando la naturaleza humana se descubren diferentes tendencias o
fines naturales que constituyen nuestro bien y de las que se derivan los demás preceptos
o normas de la ley natural:
 El ser humano como sustancia tiende a conservar su existencia y a conservar
su ser. En consecuencia, será moralmente bueno todo cuanto contribuya a
conservar la vida humana y malo todo lo que tienda a destruirla o dañarla. Por
tanto, la agresión o el crimen, por ejemplo, serán malos, puesto que atentan
contra la vida. De esta inclinación se derivan todos los preceptos destinados a la
conservación de la vida humana, o sea, el deber moral de conservar la vida.
 En tanto que animal, el ser humano tiende a la procreación y al cuidado de
los hijos. De este modo, surgirán toda una serie de normas y preceptos para
orientar y regular el comportamiento sexual, la obligación de alimentar y educar
a los hijos, velar por su salud, etc.
 Como naturaleza racional, el ser humano tiende a vivir en sociedad y a
conocer la verdad. De esta tendencia se derivan determinadas normas que
ayudan a convivir armónicamente y evitar el engaño, las ofensas, etc. Existe, por
tanto, la obligación moral de buscar la verdad y respetar la justicia.
De este modo, la ley moral se fundamenta en la propia naturaleza humana. Ahora
bien, dado que la naturaleza humana es universal e inmutable, es decir, todos los seres
humanos poseemos la misma naturaleza humana, la ley moral también lo será. Es decir,
la moral poseerá una validez universal e inmutable, además de ser evidente: sus
preceptos se conocen fácilmente a través de la razón.

EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD: TEORÍA SOCIAL

La facultad racional del ser humano sólo puede desarrollarse en sociedad ya que el
hombre es para Tomás de Aquino un ser social por naturaleza. De este modo, además
de la ley eterna y la ley natural, los seres humanos en tanto vivimos en sociedad y nos
relacionamos con nuestros semejantes necesitamos una ley positiva. Y esto es debido a
que los preceptos de la ley natural son demasiados generales y deben ser concretados
mediante la ley positiva. Las leyes positivas son las leyes de la sociedad y han de ser
racionales, deben procurar el bien de todos o bien común, y no exclusivamente el de
algunos, tienen que ser elaboradas por los gobernantes y dadas a conocer públicamente.

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Ahora bien, para que la ley positiva sea válida, ha de fundamentarse en la ley
natural. Esto significa que ha de estar de acuerdo con ella y, por tanto, no puede
contradecirla. Además, la ley positiva ha de contribuir a la aplicación de la ley natural.
En consecuencia, las leyes positivas que no estén de acuerdo con la ley natural serán
injustas (en el fondo, no son leyes), y por tanto, no serán obligatorias y, en este sentido,
existe el derecho a desobedecerlas. La búsqueda de la justicia es el punto de unión entre
la moral y el derecho.
Por tanto, según lo recogido en los párrafos anteriores, Tomás de Aquino distingue
tres tipos de leyes:
 La ley eterna es el plan o proyecto, existente en la mente divina, de acuerdo con
el cual Dios creó el mundo. Es lo que llamamos Providencia, cuando la sabiduría
divina dirige a todas las criaturas hacia su fin natural.
 La ley natural (ley moral) es la propia ley eterna en cuanto se encuentra
presente en los seres creados. Coincide con la ley moral y sus contenidos se
derivan de las inclinaciones del ser humano. Esos contenidos conforman un
conjunto de mandamientos morales que son descubiertos y dictados por la razón.
Se trataría de aquella parte de la ley eterna que hace referencia a la conducta
ética.
 La ley positiva, creada por el ser humano siguiendo los preceptos impuestos por
la ley natural. Son las leyes de la sociedad.
Tomás de Aquino señala como primer principio o precepto de la ley natural “hay
que hacer el bien y evitar el mal” (el deber de desarrollar la propia esencia humana
realizando el bien y evitando el mal), éste es, en sí mismo, universal y fundamento de
todos los demás. Analizando la naturaleza humana se descubren diferentes tendencias o
fines naturales que constituyen nuestro bien y de las que se derivan los demás preceptos
o normas de la ley natural:
 El ser humano como sustancia tiende a conservar su existencia y a conservar
su ser. En consecuencia, será moralmente bueno todo cuanto contribuya a
conservar la vida humana y malo todo lo que tienda a destruirla o dañarla. Por
tanto, la agresión o el crimen, por ejemplo, serán malos, puesto que atentan
contra la vida. De esta inclinación se derivan todos los preceptos destinados a la
conservación de la vida humana, o sea, el deber moral de conservar la vida.
 En tanto que animal, el ser humano tiende a la procreación y al cuidado de
los hijos. De este modo, surgirán toda una serie de normas y preceptos para
orientar y regular el comportamiento sexual, la obligación de alimentar y educar
a los hijos, velar por su salud, etc.
 Como naturaleza racional, el ser humano tiende a vivir en sociedad y a
conocer la verdad. De esta tendencia se derivan determinadas normas que
ayudan a convivir armónicamente y evitar el engaño, las ofensas, etc. Existe, por
tanto, la obligación moral de buscar la verdad y respetar la justicia.
El Estado, como para Aristóteles, es una institución natural, fundamentada en la
propia naturaleza humana. El ser humano no es una individuo aislado, sino un ser
social, nacido para vivir en sociedad porque se comunica por el lenguaje.
Si para Aristóteles el Estado era la sociedad perfecta, capaz de satisfacer todas las
necesidades naturales del ser humano, para Tomás de Aquino el fin último del hombre
es sobrenatural y se logra a través de la Iglesia, y no del Estado. Por eso tuvo que
plantearse un problema desconocido para Aristóteles: el de las relaciones Iglesia-
Estado.
La autoridad del gobernante se fundamenta en Dios, que nos creó como seres
sociales. La soberanía política procede de Dios, que la transfiere al pueblo, y éste la

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delega en el gobernante, que debe ejercerla en beneficio del bien común, y si abusa de
su poder se convierte en tirano (Tomás de Aquino condena el asesinato del tirano,
aunque admite deponerlo siempre que sea posible). El Estado es una institución natural,
autónoma, perfecta en su esfera o ámbito, y con un fin propio: el bien común de los
ciudadanos. Pero el fin sobrenatural de la Iglesia la hace superior al Estado, que por lo
tanto debe subordinarse a ella en los asuntos que afectan a la otra vida de los
ciudadanos; defiende así un cierto poder de la Iglesia sobre el Estado, convirtiéndose
éste, en cierto sentido, en un instrumento al servicio de la Iglesia. Es algo parecido a
la situación de la Filosofía (razón) respecto a la Teología (fe): la razón posee su propio
campo, pero debe estar supeditda a la fe. El Estado tiene su propia esfera, pero de algún
modo debe estar supeditado a la Iglesia.
Respecto a la relación individuo-Estado, Tomás de Aquino es aristotélico. Para él,
al igual que Aristóteles, las leyes tienen que mirar por el bien común, y no por el del
individuo, que está sometido o subordinado a la sociedad, al todo perfecto del que forma
parte. Aunque reconoce que el individuo puede justamente desobedecer al soberano
cuando éste le ordena algo contrario a su fin sobrenatural.
En cuanto a las formas de gobierno, sigue a Aristóteles. Existen tres buenas (las que
respetan la ley natural al hacer sus leyes positivas): la Democracia, la Aristocracia y la
Monarquía, y tres malas: la Demagogía, la Oligarquía y la Tiranía (la peor). La mejor
para el Aquinate sería la monarquía porque da unidad, conduce a la paz y es más
natural, pues rige al pueblo como la cabeza al cuerpo; aunque como es difícil conseguir
que el monarca sea el mejor, es conveniente limitar su poder mediante magistrados
elegidos por el pueblo; por tanto, al igual que para Aristóteles, una forma mixta de
gobierno sería lo mejor.

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