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Richard Bates
Introducción
La administración es "filosofía en acción", con fundamentos críticos, morales y
epistemológicos de la toma de decisiones administrativa. La administración es un
objetivo público que debe defenderse y justificarse en público en base a criterios
públicamente. Hasta hace poco, la administración educativa como campo de estudio
ha aceptado sin crítica alguna las formulaciones de los teóricos de la gestión, que se
ocupan a la vez del análisis y de la extensión de la burocracia como técnica de
gestión de los asuntos humanos. A menudo se toma a Max Weber como el patrón de
estos planteamientos burocráticos, y se invoca su nombre como el del creador de la
teoría y la práctica burocráticas. De hecho, estas ideas son una parodia de las de
Weber. En realidad Weber, a la vez que hacía un análisis brillante de la
burocratización de la sociedad, sentía horror por el potencial destructivo de la
humanidad que se almacenaba en la burocracia y en el que era su producto, la "jaula
de acero" de la vida organizativa.
Apoyándose en la crítica de la burocracia de Weber, teóricos desarrollan
diversas ideas sobre los cambios que pudieran introducirse en las organizaciones
para que sirvan, a los intereses de los individuos y las comunidades. Los conceptos
de democracia, participación y educación son consustanciales a estos intentos. La
existencia de una estrecha relación entre el contenido educativo de liberar a los
individuos mediante una autoconciencia y una conciencia social reflexivas y el
contenido social de reconstruir la sociedad organizativa a modo que aumente la
posibilidad de una acción autónoma e independiente.
Una de las cuestiones centrales con las que se enfrenta la mayor parte de las
teorías sociales y administrativas es la reconciliación de los individuos con las
estructuras cada vez más racionalizadas de la vida social y económica. A menudo la
cuestión se plantea en términos de adecuar la motivación individual a la prosecución
de los objetivos determinados desde los estamentos políticos o gestores. Hace ya
bastante tiempo que una de las preocupaciones más importantes de burócratas y
gestares ha sido la organización racional de la acción colectiva de cara a lograr
dichos objetivos (véase Hoy y Miskel 1982). En efecto, se considera que uno de los
máximos logros del mundo moderno es el desarrollo de una burocracia a gran escala,
que aparentemente sería la solución a ese problema. Weber, por ejemplo, en su
análisis de la progresiva extensión y el creciente poder de las organizaciones
burocráticas en el mundo moderno, afirmaba que "la burocracia es el medio de
transformar la acción social en acción organizada racionalmente" (1968, p. 987).
Contrariamente a la mitología popular, Weber no fue ni el inventor ni el
abogado de la burocracia. Para él la búsqueda sin límites de los medios
racionalmente calculados para los fines determinados por los "intereses dominantes',
representaba la creación de un mundo esencialmente mecánico e inhóspito para los
seres humanos. “La burocracia se desarrolla con mayor perfección cuanto más se
“deshumaniza”, cuanto mayor éxito tiene en eliminar de los asuntos el amor, el odio y
todos los elementos puramente personales, irracionales y emocionales que escapan a
la previsión y el cálculo" (1968, p. 975). Weber concebía la "jaula de acero' resultante
como un mundo terminal inhumano que abocaría en una última "petrificación
mecanizada, adornada con una especie de autoimportancia convulsiva" (1958, p.
182).
La forma más extrema y el ejemplo más perfecto de esa jaula de acero es,
claro está, la sociedad totalitaria, en la cual se consigue una racionalidad social,
económica y política mediante la subordinación obligada de los intereses individuales
a los intereses del "Estado". Esa petrificación mecánica y esa autoimportancia
convulsiva de esos Estados quedan bien ilustradas en los actuales regímenes
totalitarios, tanto de derechas como de izquierdas.
Normalmente, la principal crítica que se hace a esos Estados es la cantidad de
fuerza que requieren para asegurar la sumisión a la "racionalidad" del Estado.
La creación de siervos amantes, o, para darle un nombre más pomposo, la
ingeniería del consentimiento, es una de las grandes funciones que deben acometer
quienes controlan la jaula de acero. Es un trabajo encomendado "a los ministros de
propaganda, a los editores de periódicos y a los maestros de escuela". Es un trabajo
de integración social.
Es evidente que todas las sociedades socializan a sus miembros según
determinados modelos de valor, creencia y conducta. La socialización va unida
inevitablemente a la vida social. Sin embargo, la socialización que propone la
organización burocrática es diametralmente diferente a la de la mayoría de las
culturas, sociedades y comunidades, por cuanto se propone una despolitización
efectiva tanto de los miembros como de los clientes de la organización. .
Esta despolitización fundamental del público es una de las características claves de
los procesos de socialización que propugnan las organizaciones burocráticas en la
construcción de la jaula de acero. En efecto, la forma específica de socialización
requerida por esas organizaciones se está convirtiendo en una característica
generalizada de la sociedad organizada.
Así pues, la burocracia organizada y en general la sociedad organizada,
propician una forma de integración social significativamente diferente a la que
propician otras formas de vida social, cultural o en comunidad. Y ello es debido a que
en las burocracias la acción política como expresión de las ideas y los objetivos
propios queda reducida y restringida a los directivos. A los individuos se les priva de
la posibilidad de una acción significativa, que es sustituida por la jerarquía del control
organizativo.
Sin embargo, esa reducción del espacio por el que se pueda mover el mortal
ordinario, es una consecuencia inevitable de una ficción organizativa cimentada en las
premisas de la explicación, la predicción y el control del mundo social. El tema más
importante es el del control. Y así, la ficción de una burocracia ordenada
racionalmente, neutral, apolítica y desapasionada en su persecución de objetivos
organizativos neutrales puede ser interpretada, por un lado, como una representación
probablemente imprecisa de una realidad social y organizativa desordenada y, por
otro lado, como una ficción al servicio de los intereses de la minoría, al mismo tiempo
que limita el espacio por el que puedan moverse los mortales ordinarios.
Recuperar la comunidad
Uno de los efectos significativos del surgimiento de la sociedad organizada ha
sido la destrucción administrativa de la comunidad; es decir, la destrucción de los
valores comunes, de la experiencia y del compromiso que acompañan a toda la
variedad de acciones humanas y que sirven para diseñar una visión coherente e
integradora del mundo social y para mantener la participación en el mismo del
individuo.
Durante el presente siglo se ha ejercido una presión constante para extender el
modelo racional del control organizativo de forma que abarcara una porción cada vez
más amplia de la vida social. Algunos de los críticos más constantes han sido los
miembros de la "Escuela de la Teoría Crítica de Frankfurt". Han advertido de la
intromisión abusiva de la burocracia en áreas cada vez más amplias de la vida social,
como el deporte, el tiempo libre, el arte, las comunicaciones, la familia y Ia
comunidad.
"Las escuelas públicas se crearon para aliviar los problemas más acuciantes
de conductas marginales y para reforzar la estructura social que se veía
amenazada" (Katz 1980, p. 78).
Las causas de la presión social eran entonces, como ahora, diversas, pero
tenían mucho que ver con las emigraciones masivas de las zonas rurales a las
urbanas bajo el impacto de la mecanización de la agricultura y el auge de la industria
urbana, y con la emigración internacional desde Europa hacia diferentes Nuevos
Mundos. En ambos casos, uno de los problemas sociales significativos que se
plantearon fue le mutua ininteligibilidad de las tradiciones culturales contrapuestas,
fueran éstas regionales (como era el caso normalmente en la migración rural-urbana)
o nacionales (como era el caso habitual en la migración internacional). Se
consideraba que la educación era el instrumento principal de control social y cultural.
Seguir con su cometido significa, cada vez más, adaptarse a las circunstancias
locales, sean éstas sociales, culturales, económicas o políticas. Y las circunstancias
locales son cada vez más diferentes unas de otras. En esta diferenciación social
estriban los principales problemas de las burocracias educativas centralizadas,
porque amenazan el principio burocrático de la estandarización (cuya aplicación se
traduce inevitablemente en objetivos que están en desacuerdo, o son irrelevantes,
con un aporte progresivamente más amplio de la población) y de la jerarquización
(que no puede dominar los múltiples e indeterminados procesos con la suficiente
rapidez como para controlarlos). En esencia existe un reconocimiento cada vez más
extendido de que las burocracias educativas son incapaces de ejercer un control
racional sobre los procesos educativos.
Como tal se ajusta a los requisitos que en nuestra ficción organizativa
alternativa establecíamos: la re-moralización y la re-politización de los individuos en
unas condiciones de autonomía libre de la dominación. Vale la pena el esfuerzo que
supone la labor administrativa necesaria para lograr esa ficción en el trabajo diario de
las escuelas.