Está en la página 1de 5

RODRIGUEZ GUERRA (2013) → Cap.

2 Liberalismo social (y
socialdemócrata) y reformismo: el Estado de Bienestar

Introducción
El trabajo busca analizar las causas del inherente malestar social característico del capitalismo
y analizar su dinámica, tomando principalmente los problemas de la desigualdad y la pobreza.
El autor comprende que se trata de fenómenos multicausales, multidimensionales y
relacionales y que por eso es difícil definirlos. La idea de las profes es que podamos identificar
las características que asumió el Estado de Bienestar, sus contradicciones en el marco del
estado capitalista de mediados del siglo XX y las críticas que ha recibido.

Liberalismo social (y socialdemócrata) y reformismo: el Estado de Bienestar


Debido a que la simple coacción económica (y policial y militar) no bastaba para asegurar la
viabilidad del socioeconómico liberal y que era necesario dotar este programa de cierta
legitimidad social y política, amén de algún grado de aquiescencia por parte de las mayorías
sociales. De este modo, emerge un “liberalismo social” preocupado, defendiendo reformas
sociales que diesen las condiciones de vida imprescindibles para la liberación y el desarrollo de
las potencialidades de todos los individuos.

Ya que esto supone replantearse la cuestión de los derechos de propiedad y su alcance, esta
vertiente del liberalismo llega a la conclusión de que la propiedad como fenómeno social solo
es posible en sociedad y que por lo tanto debe ser regulada. La propiedad ya no es un derecho
natural intocable sino que, tiene que estar sometida a las necesidades colectivas.

No obstante, el liberalismo social, de la misma forma que el liberalismo clásico, entiende que el
trabajo individual debe seguir siendo la clave de la participación en la riqueza social. Y la
reforma social a realizar no debe en ningún caso menoscabar el deber ciudadano de trabajar,
manteniendo la distinción entre “meritosos” y “no meritosos” de protección social y garantía
de subsistencia.

Ahora bien, el liberalismo social plantea que la sociedad tiene el deber de asegurar que la
suerte del trabajador independiente sea más deseable que la del indigente y si el
funcionamiento del sistema industrial no puede ofrecer esto, el obrero está en su derecho de
reclamar de los recursos nacionales esa diferencia. Esto es la defensa de la necesidad de la
imposición fiscal para garantizar el bienestar colectivo, basándose en los principios de
distribución equitativa.

Esta reforma terminaría convirtiendo en “derechos sociales” de ciudadanía una cierta


seguridad económica para todos los ingresantes de la sociedad fijada en un mínimo vital de
ingresos y la provisión de ciertos servicios por parte del Estado, que darían lugar al desarrollo
del llamado Estado de Bienestar. Dicho proceso no se acepta rápida y fácilmente, de hecho, el
autor dice que la lenta y difícil convergencia entre liberalismo social y socialdemocracia es la
que facilita su éxito.
En el capítulo el autor va a hablar de la emergencia y puesta en práctica de un conjunto de
políticas económicas y sociales que rompen con los dogmas clásicos del liberalismo y que
significan la aceptación de los fallos del mercado para autorregularse y por lo tanto la
necesidad de corregirlos. Asimismo, lxs intelectuales liberales llegan a la conclusión que la
pobreza ni era un fenómeno natural ni un infortunio temporal. Por último, las clases
trabajadoras sometidas empiezan a reclamar, en principio, las viejas promesas de la
modernidad: libertad, igualdad y emancipación de la necesidad. El autor va a decir que todo
esto supone una renuncia provisional (ya que el neoliberalismo luego la retoma) a la edificación
de la sociedad de mercado.

El replanteamiento de la cuestión social


En este punto el autor analiza las 3 fuerzas sociales (junto a los motivos que la guiaron y sus
objetivos políticos) que a pesar de ser contradictorias entre sí y en sí mismas, confluyeron en el
replanteamiento de la cuestión social:
● La fuerza subjetiva (porque la de c/país es distinta) de los sectores hegemónicos de las
clases dominantes del modo de producción capitalista. El interés general de estas
clases fue asimilado de forma lenta y problemática ya que implicaba lidiar con la
necesidad de reactivar la economía y reducir el conflicto con la clase trabajadora a
términos políticamente manejables. Para ello debían ceder la libre disposición de la
propiedad. A su vez, su objetivo final era la supervivencia del orden liberal y mantener
el proceso de acumulación de capital, todo lo contrario a...
● La fuerza subjetiva (porque la de c/país es distinta) de los movimientos
obreros/socialistas y sus aliados del campesinado y de las clases medias ilustradas. Su
lucha tenía que ver con conseguir transformar y/o mejorar sus condiciones de vida y
derechos democráticos en el capitalismo. Sin embargo, también había contradicciones
en sus intereses por la compatibilidad o incompatibilidad entre la “reforma” y la
“revolución”.
*La complejidad y contradictoriedad de estas fuerzas subjetivas dio lugar a que en términos
políticos e ideológicos el proceso de reforma fuese una amalgama de ideas e intereses
extraordinariamente diversos y que en el mediano y largo plazo se abra la posibilidad de
establecer y coordinar “pacíficamente” relaciones de conflicto/colaboración entre ambas.
● La fuerza objetiva es la que está enraizada en la propia estructura socioeconómica
capitalista y puede considerarse como fruto de su “ciego” desenvolvimiento.

En el último tercio del siglo XIX se consolida la etapa de expansión mundial del capitalismo
caracterizado por el nacimiento de las grandes multinacionales y el inicio de la era del
imperialismo: conquista, ocupación y administración de territorios ultramarinos y dominio
económico y político de territorio y pueblos mediante la imposición de las reglas de libre
comercio que le interesa a las potencias imperiales, y sin que necesariamente sean ocupados
militar y administrativamente. Ésta era, dice el autor, es un periodo clave en el proceso de
expansión de la intervención e implicación del Estado en la organización de la economía y la
sociedad. Porque, en definitiva, va a tener que asegurar “las condiciones generales de la
producción encargándose de todos aquellos procesos materiales que no pueden ser operados
sobre una base capitalista” (ej: la infraestructura de transportes, laborales de investigación, la
socialización y cuantificación de la fuerza de trabajo). Sin embargo, el Estado va a tener que
tener también la capacidad de poner freno a los excesos de los grandes monopolios y regular
su actuación.

El reformismo social
Rodriguez Guerra va a decir que los verdaderos arquitectos de los fundamentos del Estado de
Bienestar moderno fueron las clases dirigentes (autócratas conservadores o liberales
burgueses) y que su principal función va a ser la regulación del proceso de proletarización.

Los inicios: Educación y Seguridad Social


Un ámbito de la reforma social de primera aceptación generalizada fue el de la puesta en
marcha de sistemas de educación pública organizados, controlados y financiados por el Estado
en sus niveles básicos. Se lo veía como un mecanismo para:
● Elevar las destrezas productivas de los trabajadores.
● Evitar la degeneración moral de la masa del pueblo con valores de trabajo y disciplina.
● Posibilitar el acceso a la Universidad de los elementos más valiosos de las clases
trabajadoras.
● Conformar y consolidar la conciencia nacional.
● Reforzaba el ideario individualista ya que cada uno tenía la posibilidad de
responsabilizarse de su mejor y progreso personal y social.

Lxs trabajadorxs por su parte consideraban que era un derecho inexcusable que ellxs mismxs
no podían satisfacer y que tenía un valor emancipatorio extraordinario. Con estas diferencias,
la educación pública ha sido uno de los ámbitos de la reforma social en la que hubo más
consenso.

El desarrollo de la seguridad social fue más problemático ya que afectaba a tres ámbitos de
enorme relevancia para el propio desarrollo y dominio del capital y para los intereses
económicos concretos de algunas de sus fracciones:
➔ Las empresas privadas de seguros, la profesión médica y las empresas de cuidados
sanitarios.
➔ Los seguros sociales (en especial el de desempleo) ya que distorsionaba gravemente los
mecanismos del mercado de trabajo y producía indisciplina en lxs trabajadorxs.
➔ El aumento de la presión fiscal y la recaudación de impuestos.

Como punto de partida del reformismo (dejando atras alguna que otra cosa) se pone la
legislación alemana sobre seguridad social de la década de 1880. La solución a los conflictos
sociales pasa, entonces, por el modelo corporativista de articulación social durkheimiano, que
consta de la creación de diferentes cuerpos de intereses que, bajo la protección y fomento del
Estado, habrían de servir para articular la sociedad en su conjunto.

En general, la respuesta inicial de las clases trabajadoras a estas primeras iniciativas fue
ambivalente, acogidas con suspicacia o, en algunos casos, rechazadas ya que consideraban que
tendían a afianzar y legitimar un orden socioeconómico que consideraban injusto y que debía
ser transformado. Aún así, las reformas acentuaron los debates dentro del movimiento obrero
entre revolucionarixs y reformistas, finalmente ganando mayoría estos últimos.
Acá va a decir que tanto la Primera Guerra Mundial, la propia Revolución soviética, como la
Gran Depresión y crisis de los 30’ implicaron un replanteamiento del orden socioeconómico
liberal y una progresivamente mayor aceptación ante la intervención del Estado. La
importancia de Keynes, con todo, quizás no esté tanto en los presupuestos de política económica que
desarrolló como en el hecho de que aumenta, hasta niveles antes insospechados, el techo de
intervención del Estado.
El “pacto social keynesiano”
El pacto social keynesiano va a ser una de las primeras y más fundamentales concreciones
prácticas del Estado de Bienestar y aceptable tanto para lxs trabajadorxs como para el capital:
a cambio de una imposición fiscal no muy onerosa y de ciertos controles gubernamentales
tenían aseguradas las condiciones generales adecuadas para la producción y un mercado para
sus productos. Éste plantea dos pilares básicos:
● El principio de la igualdad de oportunidades: es uno de los soportes fundamentales
sobre el que se asienta el proceso de legitimación de las sociedades capitalistas y el
factor clave que garantice la igualdad formal de oportunidades será la educación. El
sistema educativo va a ser el lugar por excelencia en el que todos los ciudadanos
tengan su oportunidad y en el que poder demostrar lo que valen y lo que merecen. Las
reformas consisten en ampliar y democratizar la educación, haciéndola obligatoria,
facilitando el acceso y poniendo en marcha programas de educación compensatoria
para los grupos más desfavorecidos socialmente.
● El “pacto de productividad”: consiste en la institucionalización y aceptación en sociedad
del movimiento obrero y en la asunción por parte de este de la lógica empresarial
capitalista.
El Estado de bienestar (y con él el capitalismo) había reducido de forma considerable, en
efecto, el malestar social pero no había resuelto, pese a todo, los problemas de la pobreza y la
desigualdad social.

Desigualdad social y pobreza en la Edad Dorada del Estado de bienestar


El autor va a decir que la condición del relativo éxito de Estado de bienestar es el crecimiento
económico, cuando este se ralentiza o retrocede aparecen las críticas hacia él. Asimismo, la
persistencia de la desigualdad social y la pobreza, tiene que ver con que los principios de las
sociedades capitalistas avanzadas las generan estructuralmente. Las reformas pretenden sólo
atenuarlas y hacer que se consideren legítimas aquellas que sean inevitables.
El problema de la desigualdad social
En cuanto a la desigualdad mundial, es decir, entre países va a decir que el capitalismo es un
sistema socioeconómico inherentemente polarizador en la producción y distribución de la
riqueza y el poder mundiales, sumado a los procesos de colonización, dominación y explotación
que lo anteceden. Respecto a la reforma social y el Estado de bienestar, quedan circunscritos a
los países capitalistas avanzados y no alteraron en modo alguno el curso de la creciente
desigualdad mundial.

Respecto a las desigualdades sociales dentro de los propios países capitalistas avanzados, dice
que no se puede afirmar que el crecimiento económico y sostenido modifique de forma
sustancial las estructuras y niveles de desigualdad en las sociedades. Tampoco se supero la
discriminación motivada por la raza y el genero que caracterizó al liberalismo desde su
nacimiento y que sigue formando parte de las democracias liberales. El nivel de vida general sí
mejoró gracias al crecimiento económico y hay presupuestos teóricos que dicen que la clase
que realmente se vio beneficiada fue la clase media.
Reformismo social y pobreza
En el abordaje del problema de la pobreza, la reforma social ha sido más exitosa, si se la
conceptúa exclusivamente en términos de ingresos. Ahora bien, la variante del Estado de
bienestar de la política socialdemócrata, haciendo hincapié en la necesidad de desmercantilizar
ciertos procesos sociales y económicos, consigue una mayor igualdad. La fuerza del
movimiento obrero ha posibilitado además el establecimiento de sistemas fiscales
fuertemente progresivos. En cuanto al análisis de pobreza desde las perspectivas de raza y
género, los patrones clásicos de desigualdad se reproducen una vez más doblando o triplicando
la de los varones blancos.

En definitiva, el desarrollo del Estado de bienestar ni ha eliminado la desigualdad social,


aunque ha contenido su crecimiento, ni tampoco la pobreza, aunque la haya reducido y haya
modificado sus características de manera que sus aristas más duras han sido seriamente
atenuadas. Tampoco debemos olvidar que el orden liberal, sea cual sea el régimen de bienestar
que adopte, sigue generando estructuralmente pobreza. Sin embargo, el autor cierra diciendo
que la conclusión que comienza a imponerse es que la reforma social, había sido demasiado
generosa, que la desmercantilización había ido demasiado lejos y había paralizado las
economías avanzadas, y que por lo tanto, la solución era volver al propietarismo y la primacía
del libre mercado defendidos por el liberalismo clásico.

También podría gustarte