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RESUMEN 

PSICOLOGÍA SOCIAL
EXAMEN - 2018
SEMESTRE IMPAR

Material recopilado por estudiantes para


estudiantes. No realizado por estudiantes
de CGU

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PSICOLOGÍA SOCIAL-
2018

1
Módulo 1

De Brasi, J. (1990). A modo de Introducción. Crítica del Dualismo. En: Subjetividad, Grupalidad,
Identificaciones. Apuntes meta grupales. (pp. 9- 24). Buenos Aires; Búsqueda Grupo Cero. …………….pág.

Fernández, A. (1999). Notas para la constitución de un campo de …………….pág.

Guattari, F. y Rolnik, S. (2006). Subjetividad e historia (Apartados 1, 2 y 3). …………….pág.

Ibáñez, T. (2004). El cómo y el porqué de la psicología social. …………….pág.

Módulo 2

Carabaña, J. y Lamo de Espinosa, E. (1978) Un esquema del pensamiento de G. H. Mead. …………….pág.

Miranda, M. (2003) La versión sociológica del Pragmatismo: la Escuela de Chicago. …………….pág.

Monferrer, J., González, Mª J. y Díaz, D. (2009). La influencia de George Herbert Mead …………….pág.

Mora, M. (2002). La teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici. …………….pág.

Moscovici, S. (1979). La representación social: un concepto perdido. …………….pág.

Módulo 3
Ibáñez, T. (2003) La construcción social del socioconstruccionismo: retrospectiva …………….pág.

Ibáñez, T. (2001). La psicología social como dispositivo …………….pág.

Iñiguez, L. (2005). Nuevos debates, nuevas ideas y nuevas prácticas …………….pág.

Módulo 4
Giorgi, V., Rodríguez, A., y Rudolf, S. (2011). La Psicología Comunitaria en el Uruguay. …………….pág.

Montenegro, M., Rodríguez, A. & Pujol, J. (2014) La Psicología Social Comunitaria…………….pág.

Montero, M (2004). Origen y desarrollo de la psicología comunitaria. …………….pág.

Rodríguez, A. y Montenegro, M. (2016) Retos Contemporáneos para la …………….pág.

Módulo 5

Fernández, A. M. (1986). La demanda por los grupos (pp. 61- 81). …………….pág.

Jasiner, G. (1996). El grupo operativo, ¿cura?. …………….pág.

2
Langer, M., (1984). Documentos. Declaración del grupo Plataforma. …………….pág.

Marqués, J. (2001). En el cruce de la clínica y el aprendizaje. …………….pág.

Percia, M. (1989). Introducción al pensamiento grupalista …………….pág.

Pichon Rivière, E. (1982). Freud: un punto de partida de …………….pág.

Raggio, A. (1996) Prólogo. En: J. De Brasi. …………….pág.

Zito Lema, V. (1993). Conversaciones con Enrique Pichon Riviére. …………….pág.

Módulo 6
Acevedo, M. (2001). La implicación. Luces y sombras del concepto lourauniano. …………….pág.

Fernández, A. (2007). Los imaginarios sociales y la …………….pág.

González, F. (2002). Análisis Institucional y Socioanálisis. …………….pág.

Módulo 7
Deleuze, G. y Foucault, M. (1988). Un diálogo sobre el poder. …………….pág.

Gibson- Graham, J.K. (2002). Intervenciones posestructurales. …………….pág.

Guattari, F. (2015). Hacia una ecosofía. Y ¿Qué es la ecosofía? …………….pág.

Módulo 8
Fernández, A. (2007). Haciendo met-odhos. (pp. 27- 37). …………….pág.

Maceiras J. y Bachino, N. (2008). Territorio, ámbito y campo…………….pág.

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FERNÁNDEZ- Notas para la constitución de un campo de problemas de
la subjetividad. Fernandez.

El individuo no solo ha sido uno de los modos de subjetivación de la modernidad (el visible), sino
también un dominio de objeto alrededor del cual se ha constituido, en complemento/suplemento
con su antinómico “la sociedad” el conjunto de las disciplinas que constituyeron las llamadas
ciencias humanas y/o sociales. Una vez que ambos se han separados como territorios
disciplinarios, se ha intentado tejer puentes que los unan. Las diferentes corrientes de la
psicología se dan cuenta de los límites de articular aquello que se “supone” pertenece a áreas
diferentes. Se han brindado herramientas desde el psicoanálisis (Lacan – Freud) para pensar esta
cuestión por fuera de la antinomia individuo-sociedad, sin embargo las aperturas conceptuales de
esta corriente suelen cerrarse a través de diversos modos de sustancializar lo inconsciente.

Las territorializaciones disciplinarían han generado la construcción de certezas en relación a


cuestiones que siempre deberían quedar abiertas a la interrogación. Otra cuestión de
importancia ha sido ligar las disciplinas “psi” y las sociales al modo de la interdisciplina donde los
corpus producidos son tomados en bloque en su totalidad conceptual, donde no quedan lugar
para las fisuras (dudas) de la tan anhelada relación.

El trabajo con los sectores marginales, mujeres, homosexuales, jóvenes, etc, hablan de los límites
de pensar en un modo universal de subjetivación. Las nuevas formas de violencia, la caída del
deber, la crisis de los contratos conyugales estarían dado cuenta de significativas
transformaciones en el lazo social en función de una mutación, aun en curso, de las
significaciones imaginarias sociales fundantes de la modernidad. Tal vez hayamos tenido el
espejismo de universalizar aquello que puede conservar un enorme valor si se puede re- situarse
en su localidad.

Para que aquello que se universalizó pueda particularizarse es necesario realizar dos operaciones
en estrecha relación:
1. Una elucidación critica de las nociones universalizadas, es decir, desesencializar
2. Trabajar una dimensión socio-histórica en la noción de subjetividad.

Para la desesencialización, han sido importantes instrumentos conceptuales las nociones de


elucidación crítica, deconstrucción y análisis genealógico. La importancia de abrir visibilidad y por
ende crear condiciones de enunciabilidad de las dimensiones socio históricas de la subjetividad y
sus nociones derivadas es al menos doble:
1. Permite ejemplificar sobre el abordaje de criterio multirreferenciales. Los criterios
unidisciplinarios se habían vuelto reductivos para pensar lo grupal.
2. Permitiría pensar de otro modo la relación entre lo individual y lo social, de forma que
no queden en territorios separados que luego se vuelvan difíciles de articular.

Caja de herramientas- Deconstrucción, genealogía y relatos únicos-


J.Derrida, Castoriadis y Foucalt son tres autores (sin excluir otros) que pueden ser de utilidad
en la construcción teórica y metodología de un campos de problemas de la subjetividad.

Derrida ha puesto en marcha la llamada “estrategia general de la deconstrucción”. Esto es

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desmontar, problematizar la relación inmediata y “natural” del pensamiento unido a la verdad
y al sentido. Supone una rigurosa problematización de los supuestos hegemónicos que
legitiman la búsqueda y garantía del origen como fundamento último de la razón patriarcal.
Implica analizar en los textos las operaciones de la diferencia, y las formas en que se hace
trabajar a los significados. Articula la inversión y el desplazamiento de las oposiciones binarias,
de manera tal de hacer visible la interdependencia en términos aparentemente dicotómicos y
como su significado se relaciona con una historia genealógica y particular construida para
“propósitos particulares en contextos particulares” Hace visible que las oposiciones no son
naturales sino construidas. Se desnaturalizan patrones de significado que son utilizados
diariamente y que los cuerpos teóricos incorporan sin advertir sus implicancias epistémicas y
políticas.

Otra herramienta es el análisis genealógico, que permite encontrar los puentes entre las
narrativas teóricas y los dispositivos histórico-sociales-políticos-subjetivos que sostienen.
Indaga sobre las condiciones de posibilidad, los principios de ordenamiento, las formas de
enunciabilidad y los regímenes de verdad de sus producciones teóricas.
El criterio de elucidación crítica es otra herramienta útil y necesaria para la construcción de un
campo teórico de la subjetividad.

Con estas tres herramientas podemos:


 Institucionar regímenes de verdad en las teorías
 Permiten desmontar las teorías que se han cristalizado en cuerpos de doctrina
 Abren visibilidad y consiguiente enunciabilidad, permitiendo nuevas teorizaciones
 Permiten pensar problemas y no dejan instituir sistemas
 Permiten pensar con criterios multirreferenciales y no unidisciplinarios
 No anulan los campos unidisciplinarios sino que relativizan los efectos de verdad que
estos instituyen.
Aunque no estén claros los caminos para la constitución de un campo teórico de la
subjetividad, parece observarse la tendencia a construir espacios transdisciplinarios donde las
teorías intervinientes aporten problemas, más que sus sistemas.
Se ha vuelto necesario repensar la noción de subjetividad de modo tal de superar su
inscripción en las oposiciones clásicas binarias de:
 Sujeto-objeto
 Individuo-sociedad
 Interioridad-exterioridad
 Inconsciente-consciente
La subjetivad es plural, polifónica, el pensar desde la diversidad de distintos modos de
producción subjetiva, sitúa en una reflexión crítica los efectos de sustancialización de los
relatos de interioridad psíquica estructurada básicamente en la infancia, el inconsciente, el
deseo. En suma, lo que hoy día está puesto en cuestión de la existencia de un mecanismo
universal de estructuración del sujeto.

Un modo de crítica: la elucidación-


Castoriadis dice que Elucidar es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen
y saber lo que piensan, este modo de producción de pensamiento evitará adhesión u oposición
a los autores con los que se trabaje. Problematizar es abrir a la crítica, desde sus respuestas
reconstruir preguntas, para poder así indagar impensables. Desde sus respuestas construir sus
preguntas, desde sus enunciados teóricos inferir las condiciones de posibilidad (teórico-
epistémicas, pero también institucionales y/o socio-históricas), desplegar sus enunciados para

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poder sostener el desafío de pensarlos desde otro modo.

No se intenta legitimizar lo que ya se sabe, sino abrir interrogaciones sobre los enunciados y sus
prácticas, que permita pensar el problema de otro modo. Se debe des dogmatizar el cuerpo
teórico y erradicar la “teoría completa”. Se deberá des-totalizar los sistemas teóricos.

Los criterios transdisciplinarios-

Hay una fuerte tensión entre las epistemologías de objeto discreto y la producción de redes
transdisciplinarios que permitan crear nuevos pasajes de lo visible o enunciable. Es necesario
interrogar críticamente la epistemología de las ciencias positivas que fundamentaban tramos de
las ciencias humanas. Tal epistemología supone un objeto discreto autónomo, reproducible, no
contradictorio y unívoco. Implica una lógica de Lo Uno donde la singularidad del objeto no se vea
afectada por eventuales aproximaciones disciplinarias. Las lógicas de objeto discreto tienden a
dificultar transferencias entre diferentes territorialidades.

La aparición de propuestas transdisciplinarias dan cuenta de otras formas de abordaje de las


cuestiones, así como la necesidad de utilizar criterios epistemológicos pluralistas. Los
atravesamientos disciplinarios mueven a ciertos objetos “científicos” de su referencialismo
dogmático e invita a construir una red epistemológica a partir de intercambios locales y no
globales, donde las transferencias se realizan según el eje de la metáfora y no según el de la
analogía.

Un criterio transdisciplinario significa replantear cuestiones: en primer lugar, un trabajo de


elucidación crítica sobre los cuerpos teóricos involucrados. Abandona aquellas disciplinas
“reinas” con sus postulados y códigos. Los sistemas teóricos funcionan como cajas de
herramientas, aportan instrumentos y no sistemas conceptuales. Los criterios transdisciplinarios
se sustentan a partir de una elucidación critica, buscando nuevas formas de articular lo uno y lo
múltiple.

Cartografías del deseo- guattari y Rolnik

Subjetividad e historia- Subjetividad: superestructura —ideología— representación versus


producción En lugar de ideología prefiero hablar siempre de subjetivación, de producción de
subjetividad.+

El sujeto, según toda una tradición de la filosofía y de las ciencias humanas, es algo que
encontramos como un être-là, algo del dominio de una supuesta naturaleza humana. Propongo,
por el contrario, la idea de una subjetividad de naturaleza industrial, maquínica, esto es,
esencialmente fabricada, modelada, recibida, consumida. Las máquinas de producción de
subjetividad varían. En los sistemas tradicionales, por ejemplo, la subjetividad es fabricada por
máquinas más territorializadas, a escala de una etnia, de una corporación profesional, de una
casta. En el sistema capitalista, la producción es industrial y se da a escala internacional.

Todas estas cuestiones de la economía colectiva del deseo dejan de parecer utópicas a partir del
momento en el que dejamos de considerar la producción de subjetividad como un caso particular

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de superestructura, dependiente de las pesadas estructuras de producción de las relaciones
sociales; a partir del momento en el que consideramos la producción de subjetividad como
materia prima de la evolución de las fuerzas productivas en sus formas más «desarrolladas» (los
sectores de vanguardia de la industria). La materia prima del propio movimiento que anima la
actual crisis mundial, esa especie de voluntad de potencia productiva que revoluciona la propia
producción a través de las revoluciones científicas y biológicas, a través de la incorporación masiva
de la telemática, de la informática y de la ciencia de los robots, a través del peso cada vez mayor
de los equipamientos colectivos y de los medios de comunicación de masas. Si los marxistas y
progresistas de todo tipo no comprendieron la cuestión de la subjetividad porque se encerraron
en un dogmatismo teórico, esto no es lo que ha sucedido con las fuerzas sociales que hoy
administran el capitalismo. Estas fuerzas han entendido que la producción de subjetividad tal vez
sea más importante que cualquier otro tipo de producción, más esencial que el petróleo y que las
energías. Es el caso de Japón que no tiene petróleo, pero tiene —¡y cómo!— producción de
subjetividad. Es esta producción la que permite a la economía japonesa afirmarse en el mercado
mundial, hasta el punto de recibir la visita de centenares de delegaciones patronales que
pretenden «japonizar» las clases obreras de sus países de origen.

Tales mutaciones de la subjetividad no funcionan sólo en el registro de las ideologías, sino en el


propio corazón de los individuos, en su manera de percibir el mundo, de articularse con el tejido
urbano, con los procesos maquínicos del trabajo y con el orden social que soporta esas fuerzas
productivas. Si eso es verdad, no es utópico considerar que una revolución, una transformación a
nivel macropolítico y macrosocial, concierne también a la producción de subjetividad, lo que
deberá ser tomado en cuenta por los movimientos de emancipación.

No considero que haya una teoría o una cartografía general de la forma en la que son
semiotizadas esas problemáticas. Este punto es fundamental, pues la representación teórica e
ideológica es inseparable de una praxis social, inseparable de las condiciones de esa praxis: es algo
que se busca en el propio movimiento, incluyendo ahí los retrocesos, las reapreciaciones y las
reorganizaciones de las referencias que fueren necesarias. Desde mi punto de vista, es la
condición para que elementos de apreciación como los orixás del candomblé sean tomados en
consideración en el modo de cartografía, de semiotización, de comprensión de las problemáticas
en Brasil.

Todo lo que es producido por la subjetivación capitalística —todo lo que nos llega por el lenguaje,
por la familia y por los equipamientos que nos rodean— no es sólo una cuestión de ideas o de
significaciones por medio de enunciados significantes. Tampoco se reduce a modelos de identidad
o a identificaciones con polos maternos y paternos. Se trata de sistemas de conexión directa entre
las grandes máquinas productivas, las grandes máquinas de control social y las instancias psíquicas
que definen la manera de percibir el mundo. Las sociedades «arcaicas» que aún no se han
incorporado al proceso capitalístico, los niños aún no integrados en el sistema o las personas que
están en los hospitales psiquiátricos y que no consiguen (o no quieren) entrar en el sistema de
significación dominante, tienen una percepción del mundo completamente diferente de la que se
acostumbra a tener desde la perspectiva de los esquemas dominantes. Eso no quiere decir que la
naturaleza de su percepción de los valores y de las relaciones sociales sea caótica. Corresponden
con otros modos de representación del mundo, sin duda muy importantes para las personas que

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se sirven de ellos para poder vivir, pero no sólo para ellas, su importancia se podría extender a
otros sectores de la vida social en una sociedad de otro tipo.

No contrapongo las relaciones de producción económica a las relaciones de producción subjetiva.


Me parece que, al menos en las ramas más modernas, más avanzadas de la industria, se desarrolla
un tipo de trabajo al mismo tiempo material y semiótico. Pero esa producción de competencia en
el dominio semiótico depende de su confección por el campo social como un todo: es evidente
que para fabricar un obrero especializado no existe sólo la intervención de las escuelas
profesionales. Existe todo lo que pasó antes, en la escuela primaria, en la vida doméstica, toda una
suerte de aprendizaje que consiste en habitar la ciudad desde la infancia, ver televisión, en
definitiva, estar inmerso en todo un ambiente maquínico.

En realidad, la producción de un bien manufacturado no se restringe a una esfera, a la esfera de la


fábrica. La división social del trabajo implica una cantidad enorme de trabajo asalariado fuera de la
entidad productiva (en los equipamientos colectivos, por ejemplo), y de trabajo no asalariado,
sobre todo el trabajo hecho por las mujeres. Aquello que llamé producción de subjetividad del
CMI no consiste únicamente en una producción de poder para controlar las relaciones sociales y
las relaciones de producción. La producción de subjetividad constituye la materia prima de toda y
cualquier producción. La noción de ideología no nos permite comprender esta función,
literalmente productiva, de la subjetividad. La ideología permanece en la esfera de la
representación, cuando la producción esencial del CMI no es sólo la de la representación, sino la
de una modelización de los comportamientos, la sensibilidad, la percepción, la memoria, las
relaciones sociales, las relaciones sexuales, los fantasmas imaginarios, etc.

La producción de subjetividad se encuentra, y con un peso cada vez mayor, en el seno de aquello
que Marx llama infraestructura productiva. Es algo muy fácil de verificar. Cuando una potencia
como Estados Unidos quiere implantar sus posibilidades de expansión económica en un país del
llamado Tercer Mundo, comienza, antes que nada, a trabajar los procesos de subjetivación. Sin un
trabajo de formación previa de las fuerzas productivas y de las fuerzas de consumo, sin un trabajo
sobre todos los medios de semiotización económica, comercial, industrial, las realidades sociales
locales no podrían ser controladas.

La problemática micropolítica no se sitúa en el nivel de la representación, sino en el nivel de la


producción de subjetividad. Se refiere a los modos de expresión que pasan no sólo por el lenguaje,
sino también por niveles semió- ticos heterogéneos. Por lo tanto, no se trata de elaborar una
especie de referente general interestructural, una estructura general de significantes del
inconsciente al cual se reducirían todos los niveles estructurales específicos. Se trata de hacer
exactamente la operación inversa, que a pesar de los sistemas de equivalencia y de traducibilidad
estructurales va a incidir en los puntos de singularidad, en los procesos de singularización que son
las raí- ces productoras de la subjetividad en su pluralidad.

Todos los fenómenos importantes de la actualidad implican alguna dimensión del deseo y de
subjetividad. Algunos de los fenómenos religiosos que se están dando actualmente —como
aquello que reúne al pueblo de Afganistán en su lucha contra el opresor soviético o lo que está
sucediendo en Irán— no pueden ser explicados únicamente en términos de ideología. En mi
opinión, se trata de procesos de constitución de la subjetividad colectiva que no son el resultado

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de la sumatoria de las subjetividades individuales, sino de la confrontación con las maneras con las
que hoy se fabrica la subjetividad a escala planetaria.

Estamos embarcados en este proceso de división social general de la producción de subjetividad y


no hay vuelta atrás. Pero, por eso mismo, debemos interpelar a todos aquellos que ocupan una
posición docente en las ciencias sociales y psicológicas, o en el campo del trabajo social, todos
aquellos cuya profesión consiste en interesarse por el discurso del otro. Se encuentran en una
encrucijada política y micropolítica fundamental. O hacen el juego a esa reproducción de modelos
que no nos permiten crear salidas a los procesos de singularización o, por el contrario, trabajan
para el funcionamiento de esos procesos en la medida de sus posibilidades y de los
agenciamientos que consigan poner a funcionar. Eso quiere decir que no hay objetividad científica
alguna en ese campo, ni una supuesta neutralidad en la relación, como la supuesta neutralidad
analítica.

En realidad, esas teorías sirven para justificar y legitimar la existencia de esas profesiones
especializadas, de esos equipamientos discriminadores y, por lo tanto, de la marginalidad de
algunos sectores de la población. Las personas que, en los sistemas terapéuticos o en la
universidad, se consideran simples depositarias de un saber científico o simples canales de
transmisión del mismo, sólo por eso, ya hicieron una opción reaccionaria. Sea cual sea su
inocencia o su buena voluntad, ocupan efectivamente una posición de refuerzo de los sistemas de
producción de la subjetividad dominante.

Para el profesional de lo social, todo dependerá de su capacidad de articularse con los


agenciamientos de enunciación que asuman su responsabilidad en el plano micropolítico.

Cualquier revolución a nivel macropolítico concierne también a la producción de subjetividad.

Subjetividad: sujeto (individual o social) versus agenciamientos colectivos de enunciación En lugar


de sujeto, de sujeto de enunciación o de las instancias psíquicas en Freud, prefiero hablar de
«agenciamiento colectivo de enunciación». El agenciamiento colectivo no corresponde ni a una
entidad individuada, ni a una entidad social predeterminada.

La subjetividad es producida por agenciamientos de enunciación. Los procesos de subjetivación o


de semiotización no están centrados en agentes individuales (en el funcionamiento de instancias
intrapsíquicas, egoicas, microsociales), ni en agentes grupales. Esos procesos son doblemente
descentrados. Implican el funcionamiento de máquinas de expresión que pueden ser tanto de
naturaleza extrapersonal, extra-individual (sistemas maquínicos, económicos, sociales,
tecnológicos, icónicos, ecológicos, etoló- gicos, de medios de comunicación de masas, esto es
sistemas que ya no son inmediatamente antropológicos), como de naturaleza infrahumana,
infrapsíquica, infrapersonal (sistemas de percepción, de sensibilidad, de afecto, de deseo, de
representación, de imagen y de valor, modos de memorización y de producción de ideas, sistemas
de inhibición y de automatismos, sistemas corporales, orgánicos, biológicos, fisiológicos, etc.).

Toda la cuestión está en elucidar cómo los agenciamientos de enunciación reales pueden poner en
conexión esas diferentes instancias. Está claro que no estoy inventando nada: esa posición puede
aun no estar verdaderamente teorizada, pero, con certeza, está plenamente en acción en todo el
desarrollo de la sociedad.

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Producción de subjetividad e individualidad Sería conveniente disociar radicalmente los conceptos
de individuo y de subjetividad. Para mí, los individuos son el resultado de una producción en masa.
El individuo es serializado, registrado, modelado. Freud fue el primero en mostrar hasta qué punto
es precaria esa noción de totalidad de un ego. La subjetividad no es susceptible de totalización o
de centralización en el individuo. Una cosa es la individuación del cuerpo. Otra la multiplicidad de
los agenciamientos de subjetivación: la subjetividad está esencialmente fabricada y modelada en
el registro de lo social. Descartes quiso unir la idea de subjetividad consciente a la idea de
individuo (unir la conciencia subjetiva a la existencia del individuo) y hemos estado
envenenándonos con esa ecuación a lo largo de toda la historia de la filosofía moderna. No por
eso deja de ser verdad que los procesos de subjetivación son fundamentalmente descentrados en
relación con la individuación

Podría citar otros ejemplos. En el modo de subjetivación del sueño, es fácil constatar una
explosión de la individuación de la subjetividad. En el acto de conducir un automóvil, no es la
persona en tanto individuo, en tanto totalidad egoica la que lo está conduciendo; la individuación
desaparece en el proceso de articulación servomecánica con el automóvil.

Por lo tanto, fundar sobre otras bases una micropolítica de transformación molecular pasa por un
cuestionamiento radical de esas nociones de individuo, como referente general de los procesos de
subjetivación. Parece oportuno partir de una definición amplia de subjetividad, como la que estoy
proponiendo, para, en seguida, considerar como casos particulares los modos de individuación de
la subjetividad: momentos en los que la subjetividad dice yo, o superyo (ego o superego),
momentos en los que la subjetividad se reconoce en un cuerpo o en una parte de un cuerpo, o en
un sistema de pertenencia corporal colectiva. Pero ahí también estaremos delante de una
pluralidad de abordajes del ego y, por lo tanto, la noción de individuo va a continuar
expandiéndose.

El lucro capitalista es, fundamentalmente, producción de poder subjetivo. Eso no implica una
visión idealista de la realidad social: la subjetividad no se sitúa en el campo individual, su campo es
el de todos los procesos de producción social y material. Lo que se podría decir, usando el lenguaje
de la informática, es que, evidentemente, un individuo siempre existe, pero sólo en tanto
terminal; esa terminal individual se encuentra en la posición de consumidor de subjetividad.
Consume sistemas de representación, de sensibilidad, etc., que no tienen nada que ver con
categorías naturales universales.

Parto de la idea de una economía colectiva, de agenciamientos colectivos de subjetivación que, en


algunas circunstancias, en algunos contextos sociales, pueden individualizarse. Para ilustrar eso,
tomemos el ejemplo particular y obvio del lenguaje. Ferdinand de Saussure fue uno de los
primeros lingüistas que estableció el carácter fundamentalmente social del lenguaje, su carácter
de hecho social que se encarna en lenguas y agentes individuados. Está claro que no son dos
individuos, un emisor y un receptor, los que inventan el lenguaje en el momento en el que están
hablando. Existe el lenguaje como hecho social y existe el individuo hablante. Lo mismo ocurre con
todos los hechos de subjetividad. La subjetividad está en circulación en grupos sociales de
diferentes tamaños: es esencialmente social, asumida y vivida por individuos en sus existencias
particulares. El modo por el cual los individuos viven esa subjetividad oscila entre dos extremos:
una relación de alienación y opresión, en la cual el individuo se somete a la subjetividad tal como

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la recibe, o una relación de expresión y de creación, en la cual el individuo se reapropia de los
componentes de la subjetividad, produciendo un proceso que yo llamaría de singularización. Si
aceptamos esa hipótesis, vemos que va más allá de la circunscripción de los antagonismos sociales
a los campos económicos y políticos, la circunscripción del objeto a la lucha por la reapropiación
de los medios de producción o de los medios de expresión política. Es preciso entrar en el campo
de la economía subjetiva y no restringirse al de la economía política.

Frente a ese sistema de mediación intrínseco a los procesos de deseo por el lenguaje, pienso que
es necesario elaborar otra concepción de lo que es efectivamente la producción de subjetividad, la
producción de enunciados en relación a esa subjetividad. Una concepción que no tenga nada que
ver con postular instancias intrapsíquicas o de individuación (como en las teorías del ego), ni
instancias de modelización de semióticas icónicas (como encontramos en todas las teorías
relativas a las funciones de la imagen en el psiquismo). Un ejemplo de estas últimas es la teoría
freudiana: Freud quiso construir una economía social de la subjetividad a partir de los sistemas de
identificación y de toda la problemática de los ideales del ego.

No es verdad lo que dicen los estructuralistas: no son los hechos de lenguaje ni los de
comunicación los que producen subjetividad. La subjetividad es manufacturada como lo son la
energía, la electricidad o el aluminio. Un individuo es el resultado de un metabolismo biológico del
cual participan su padre y su madre. Podríamos ver las cosas de esa manera, pero, en realidad, la
producción del individuo ahora depende también de la industria bioló- gica y hasta de la ingeniería
genética. Y es evidente que, si esa industria no se hubiese lanzado en una carrera permanente
para responder a las oleadas de virus que atraviesan regularmente el planeta, la vida humana
habría sido destruida. Es el caso de la expansión del sida que lleva a una caza del tesoro de
inmenso alcance, a una carrera permanente para encontrar la respuesta. Actualmente, el
perfeccionamiento y la producción de respuestas inmunológicas forman parte de la creación de la
vida en este planeta.

No existe una subjetividad del tipo «recipiente» donde se colocarían cosas esencialmente
exteriores, que serían «interiorizadas». Tales «cosas» son elementos que intervienen en la
sintagmática de la subjetivación inconsciente. Son ejemplos de «cosas» de este tipo: cierta
manera de utilizar el lenguaje, de articularse con el modo de semiotización colectiva (sobre todo
de los medios de comunicación de masas); una relación con el universo de las tomas de corriente
eléctrica, en las cuales uno puede electrocutarse; una relación con el universo de circulación en la
ciudad. Todos éstos son elementos constitutivos de la subjetividad.

El individuo, a mi modo de ver, está en la encrucijada de múltiples componentes de subjetividad.


Entre esos componentes algunos son inconscientes. Otros son más del dominio del cuerpo,
territorio en el cual nos sentimos bien. Otros son más del dominio de aquello que los sociólogos
americanos llaman «grupos primarios» (el clan, el grupo, la banda). Otros, incluso, son del dominio
de la producción de poder: se sitúan en relación con la ley, la policía e instancias de género. Mi
hipótesis es que existe también una subjetividad aun más amplia: es lo que llamo subjetividad
capitalística.

Sería conveniente definir de otro modo la noción de subjetividad, renunciando totalmente a la


idea de que la sociedad, los fenómenos de expresión social son la resultante de un simple
aglomerado, de una simple sumatoria de subjetividades individuales. Pienso, por el contrario, que

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es la subjetividad individual la que resulta de un entrecruzamiento de determinaciones colectivas
de varias especies, no sólo sociales, sino económicas, tecnológicas, de medios de comunicación de
masas, entre otras.

GUATTARI. Un hecho subjetivo es siempre engendrado por un agenciamiento de niveles


semióticos heterogéneos. El engendramiento histórico de las modelizaciones del inconsciente
corresponde a un fenómeno de inmensa transformación de los modos de territorialización
subjetiva. Algunos modos de referencia subjetiva o modos de producción de subjetividad fueron
literalmente barridos del planeta con el ascenso de los sistemas capitalistas. Se puede decir que
existe un movimiento general de desterritorialización de las referencias subjetivas. Hasta la
Revolución Francesa y el romanticismo, la subjetividad permaneció ligada a modos de producción
territorializados —en la familia extensa, en los sistemas corporativos, de castas, de segmentación
social— que no reconducían la subjetividad operativa al nivel específico del individuo.

La noción de responsabilidad individuada es una noción tardía, así como las nociones de error y de
culpabilidad interiorizada. En cierto momento, se asistió a un confinamiento generalizado de las
subjetividades, a una separación de los espacios sociales y a una ruptura de todos y cada uno de
los antiguos modos de dependencia. Con la Revolución Francesa, no sólo todos los individuos se
volvieron de derecho, y no de hecho, libres, iguales y hermanos (y, perdieron sus adhesiones
subjetivas a los sistemas de clan, de grupos primarios), sino que también tuvieron que rendir
cuentas a leyes transcendentales, leyes de la subjetividad capitalística. En esas condiciones, fue
necesario fundar el sujeto y sus relaciones sobre otras bases: la relación del sujeto con el
pensamiento (el cogito cartesiano), la relación del sujeto con la ley moral (el numen kantiano), la
relación del sujeto con la naturaleza (otro sentimiento con respecto a la naturaleza y otra
concepción de naturaleza), la relación con el otro (la concepción del otro como objeto). En esa
deriva general de los modos territorializados de la subjetividad se desarrollaron no sólo teorías
psicológicas referentes a las facultades del alma, sino también una reescritura permanente de los
procedimientos de subjetivación en el campo general de las transformaciones sociales.

Los sistemas de modelización presentes en las concepciones de la organización de las luchas


sociales están relacionados con los sistemas de modelización del psiquismo. Basta pensar en los
tipos de producción subjetiva engendrados por el movimiento obrero, a través de la II
Internacional, del leninismo o del maoísmo. Tal vez se trate de algo mucho menos palpitante que
las expresiones ficcionales del sentimiento, pero sin duda alguna nos remiten a un modo de
expresión que no tiene nada que ver con referirse directamente a la evolución de la subjetividad
burguesa.

De algún modo, las producciones artísticas y científicas proceden de agenciamientos de


enunciación que a la vez atraviesan no sólo las instituciones y las especialidades, sino además
países y hasta épocas. Hay siempre una suerte de multicentrismo de los puntos de singularización
en el campo de la creación. Esto no impide que haya, en un momento o en otro, un individuo
creador o una escuela —pero siempre es retomado por un phylum de producción que se cruza con
otro phylum. Sólo en la cabeza de lxos generales y de los déspotas de la cultura existe la idea de
que se pueda planear una revolución, aunque ésta sea cultural. Por esencia, la creación es siempre
disidente, transindividual, transcultural.

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Ibáñez- El cómo y el porqué de la Psicología Social.

La psicología social es una disciplina que estudia cómo los fenómenos psicológicos están
determinados y conformados por procesos sociales y culturales. Desde el nacimiento de la
psicología social se perfilan dos grandes perspectivas: la psicología social psicológica (PSP) y la
psicología social sociológica (PSS). La primera admite que es posible proporcionar definiciones
diferenciadas tanto de los fenómenos psicológicos como de los sociales, admite que entre estos
fenómenos hay relación, pero que es de mera exterioridad y, finalmente, mantiene que es posible
utilizar los métodos de las ciencias positivas para analizar esta relación y encontrar leyes generales
que la regulen. La segunda sostiene que lo psicológico y lo social son una suerte de tejido sin
costuras, por lo que resulta difícil poner un límite que marque dónde empieza un fenómeno y dónde
el otro. En consecuencia, la relación que se postula entre procesos psicológicos y sociales es de
mera interioridad y se apuesta por el uso de métodos interpretativos para entenderla.

Como disciplina científica y campo de estudio con identidad propia, su origen se localizaría en la
segunda mitad del siglo XIX en Europa. Lo que encontramos en etapas previas son reflexiones
pertenecientes al ámbito del pensamiento o filosofía social. Algunas cuestiones centrales que hay
que considerar en tales reflexiones son:

1) Si la persona, en tanto que individuo, es única o idéntica a los otros.


2) Si la persona es producto de la sociedad o, a la inversa, la sociedad es una función
de los individuos que la componen.
3) Si la relación entre individuo y sociedad es un problema con sentido o la expresión
de una ideología latente.
4) Si la naturaleza de los seres humanos es egoísta y necesita de procesos de
socialización o si los seres humanos son sociales por naturaleza.
5) Si las personas son agentes libres o están determinadas por fuerzas sociales y
culturales.

La dimensión social - Para llegara reconocer el peso que tienen las circunstancias en nuestra propia
manera de ser, fue necesario elaborar, primero, la constatación de que las personas, a pesar de ser
cada una única y diferentes entre sí, presentan un amplio conjunto de características comunes según
pertenezcan, por circunstancias de nacimiento o por circunstancias de la vida, a una u otra de las
diferentes comunidades que coexisten en la sociedad. También fue necesario llegar a la
constatación de que las creencias y las maneras de ser de las personas son de un tipo o de otro según
los usos y las costumbres que imperan en las sociedades respectivas.

La separación entre lo social y lo psicológico - Nadie duda de que el ser humano es un ser
plenamente social que necesita la presencia y las aportaciones de los otros para poder desarrollarse
satisfactoriamente. Este entorno social, cambiante a medida que la persona se va desarrollando le
marcará profundamente y configurará progresivamente su propia manera de ser. No existe ningún
consenso en el grado en el que la dimensión social incide sobre los procesos psicológicos y todavía
menos en la manera en que esta incidencia se produce.

Hay muchos que consideran que existen, sin embargo, dos realidades bien diferentes: la
realidad psicológica, por un lado, y la realidad social, por el otro. Se trata de la idea de que la parte
psicológica es primera y constituye la materia básica, mientras que la social viene después y
alimenta la psicológica con contenidos concretos y dándole formas particulares.

El impacto de los estímulos sociales sobre los procesos psicológicos - La idea de que hay dos
realidades bien diferenciadas, la psicológica y la social, y que conviene estudiar, por lo tanto, el
impacto de lo social en lo psicológico ha sido tan influyente que merece que la presentemos aquí
detalladamente.

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A raíz de varios experimentos se ha llegado a la conclusión de que los factores sociales inciden no
sólo en la percepción, sino también en el resto de procesos psicológicos que configuran el ser
humano. La idea según la cual los factores sociales impactan en los procesos psicológicos está en la
base de una concepción de la psicología social que la sitúa como disciplina complementaria de la
propia psicología. Según esta concepción, la psicología estudia los procesos psicológicos básicos
que se dan en el individuo, mientras que la psicología social estudia la manera como estos procesos
psicológicos se ven afectados por los fenómenos sociales.

La intersección entre sociología y psicología -


La psicología social se situaría, por lo tanto, en la frontera que separa la psicología y la
sociología. Más concretamente, se ha considerado que la psicología social se sitúa en la
intersección entre estas dos disciplinas. En el espacio delimitado por la intersección se
encuentran los fenómenos psicológicos demasiado cargados de determinaciones sociales para que la
psicología los pueda analizar debidamente, y los fenómenos sociales demasiado cargados de
determinaciones psicológicas para que la sociología los pueda analizar debidamente; es decir, los
fenómenos cuyo estudio es competencia de la psicología social.

La fusión entre lo social y lo psicológico - Cada día hay más psicólogos que se alejan de esta
concepción anterior y que que cuestionan la supuesta separabilidad de lo social y de lo psicológico.
Por otro lado, la importancia creciente que se ha concedido al lenguaje en el desarrollo de la
persona ha contribuido decisivamente a difuminar la separación entre lo psicológico y lo social. El
lenguaje es un objeto eminentemente social, que se presenta al mismo tiempo como un producto y
como un elemento constitutivo de la cultura en la cual se desarrolla la persona. Pieza clave para el
desarrollo del pensamiento, el lenguaje es aquello que proporciona al niño las categorías que le
servirán para estructurar la percepción del mundo, para estructurar la afectividad, para desarrollar
las relaciones con los otros.

El lenguaje y el mundo - A la vez que subraya el carácter convencional del lenguaje, esta cita del
antropólogo Benjamin Lee Whorf enfatiza el papel que ejerce el lenguaje en nuestra construcción
de la realidad. "Disecamos la naturaleza siguiendo unas líneas trazadas por nuestra lengua materna.
Las categorías y los tipos que aislamos del mundo de los fenómenos no los encontramos en la
realidad, allí [...] sino que, al contrario, el mundo se presenta como un flujo de impresiones
calidoscópicas que nuestras mentes tienen que organizar, y eso, en gran medida, significa que los
sistemas lingüísticos de nuestras mentes lo tienen que organizar. Desmenuzamos la naturaleza, la
organizamos en conceptos y le adscribimos significados, y lo hacemos de esta manera, en gran
medida porque estamos ligados a un pacto para organizarlo todo de este modo: convenio que se
mantiene estrictamente dentro de nuestra comunidad idiomática y que se codifica en los patrones y
en los modelos de nuestra lengua. Ni que decir tiene que este pacto es implícito e informulado, pero
sus términos y sus cláusulas son absolutamente obligatorios y no podremos decir nada a menos que
suscribamos todos los datos de organización y clasificación que el mencionado pacto decreta como
vinculantes y las aceptemos enteramente."

La construcción social de lo psicológico - El lenguaje lo social está directamente presente en el


desarrollo mismo de los procesos psicológicos y, más generalmente, es por medio de la propia
relación con los otros como lo social interviene desde el primer momento en la construcción de los
procesos psicológicos. Psique y sociedad no son dos realidades independientes, sino que
constituyen un todo inextricablemente entrelazado.

Hay muchos problemas con los que tropezamos si no contestamos que el lenguaje está dentro y
fuera de nosotros. La comunicación es posible porque disponemos del lenguaje, porque está
instalado dentro de nosotros igual que el resto de capacidades que tenemos y porque podemos
utilizar esta capacidad para construir desde dentro de nosotros todos los enunciados que emitimos
hacia los demás. Pasa lo mismo con lo social: está dentro y fuera de nosotros al mismo tiempo.
Desde esta perspectiva, el objeto que define la psicología social como disciplina deja de ser el

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estudio del impacto que tienen los factores sociales en los procesos psicológicos y pasa a definirse
como el estudio de la construcción social de los procesos psicológicos.

La genealogía de la psicología social - Los antecedentes: Vico y los significados compartidos -


Muchos psicólogos sociales coinciden en situar el inicio de la psicología social hacia mediados de
siglo XIX y algunos ven en la obra del filósofo francés Auguste Comte, padre del positivismo, las
primeras definiciones de la disciplina. Pero también se pueden tomar otros puntos de referencia y,
por nuestra parte, nos parece que la obra del filósofo italiano del siglo XVIII Giambattista Vico. Él
desarrolló una serie de conceptos que serán clave para la psicología social: la idea según la cual las
sociedades presentan una dimensión histórica ineludible: se constituyen, evolucionan y cambian en
el transcurso de la historia.

Vico, Giambattista (Nápoles, 1668-1744) - Filósofo italiano, autodidacta, fue profesor de retórica
en la Universidad de Nápoles. Convirtió el racionalismo en un historicismo, al presentar la razón
como una realidad que actúa por sí misma con una inagotable fecundidad creadora. El propósito de
su gran obra Principiodi una scienza nuova d'intomo alla comune natura delle nazioni (1725) era
mostrar el fundamental papel agente de las ideas en la historia, que es el lugar de realización del
hombre, y buscar en ella el verdadero conocimiento de la naturaleza humana. Vico insistió,
también, en el carácter construido de la sociedad. Para él, la sociedad es un producto puramente
humano que resulta de la actividad desarrollada por los individuos.

Conocemos mejor lo que hemos construido nosotros mismos - Vico investigó la manera en que se
iban constituyendo las significaciones compartidas que constituyen el fundamento de una sociedad
y sin las cuales no sería posible la interacción entre los que la integran; como se constituyeron los
primeros significados compartidos a partir de las reacciones comunes que tenían los seres humanos
ante los acontecimientos naturales.

La formación de la psicología social en la Europa del siglo XIX - Es la segunda mitad del siglo
XIX se entrevén dos grandes orientaciones: una centrada en el individuo y en los determinantes
innatos de las conductas sociales y la otra centrada en las grandes colectividades humanas y en los
determinantes culturales de las mencionadas
conductas.

En el marco de la primera de estas orientaciones se enfatizan los instintos sociales que


empujan al individuo a desarrollarse como ser social, buscando el contacto con sus congéneres
(instinto gregario) y aprendiendo las pautas del comportamiento social (instinto de imitación). La
otra orientación pone el acento en los factores culturales que regulan la socialización de las
personas y que marcan la vida social, prestando una atención muy particular a la sedimentación de
la historia de los pueblos en sus lenguas, en sus creencias y en sus tradiciones culturales. Es, por
ejemplo, desde esta segunda perspectiva desde donde Wilhelm Wundt desarrollará a finales del
siglo XIX y comienzos del siglo xx una obra importantísima y voluminosa sobre la psicología de
los pueblos.

El desarrollo de la psicología social en los Estados Unidos - La psicología social psicológica (PSP)
tendrá un importante desarrollo en Estados Unidos durante el siglo XX y que influirá a partir de este
momento sobre la psicología social desarrollada en otros lugares del mundo. Paralelamente a la
PSP, se desarrollará, también en Estados Unidos, una psicología social sociológica (PSS) más
próxima a los planteamientos de
Wundt, pero que no alcanzará un grado de difusión parecido a los de la PSP y quedará
circunscrita básicamente al ámbito de la sociología. Mientras que en la primera de estas dos
orientaciones se toman los fenómenos sociales y los individuos como unidad de análisis y se
estudian sobre todo la conducta social y el impacto de los estímulos sociales en los procesos
psicológicos, en la otra orientación se toman la interacción social y la dimensión social como
unidad de análisis y se estudian sobre todo las características de la vida colectiva y su repercusión
en la configuración social de las personas.

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También se manifiestan diferencias metodológicas: mientras que la PSP recurre con frecuencia a la
experimentación en laboratorio o a diseños experimentales en situaciones naturales, la PSS se
inclina por los estudios de campo, la observación sistematizada y la recogida de datos en
situaciones de la vida cotidiana. La separación y a veces el enfrentamiento entre estas dos
perspectivas se ha atenuado después de la importante crisis por la que pasó la PSP a finales de los
años sesenta. Como consecuencia de esta crisis, parte de la PSP se ha acercado a los planteamientos
de la PSS y ha desarrollado una tercera vía que intenta superar la división disciplinar entre
psicología y sociología restituyendo a la dimensión social toda la importancia que tiene en el
análisis psicosocial y rescatando el papel fundamental del lenguaje en la construcción de los
fenómenos psicológicos. Esta tercera vía ha recibido el nombre de psicología social
construccionista (PSC). La rapidísima exposición de la genealogía de la psicología social que
acabamos de leer nos ha hecho sobrevolar en pocos párrafos más de dos siglos de historia hasta
desembocar en el momento actual. Es necesario remontamos, ahora, a los inicios de la disciplina
para ver más detenidamente cuáles fueron los grandes temas que solicitaron la atención de los
primeros investigadores y que favorecieron la progresiva constitución de la psicología social.

Los temas fundacionales: instintos sociales, imitación, sugestión y fenómenos


colectivos - 1) Los instintos - En la segunda mitad del siglo XIX, época en la que la psicología
social fue tomando forma, la influencia de los escritos de Darwin era muy importante. Este hecho
explica que, por analogía con lo que pasa en el resto de especies animales, la psicología social
prestara una gran atención, igual que toda la psicología, a la cuestión de los instintos e intentara
explicar la conducta de los seres humanos en términos de diferentes instintos sociales que mueven a
las personas. Detrás de cada fenómeno psicosocial se buscaba el instinto que lo producía. De aquí
viene que se hable del instinto gregario para explicar que las personas tienden a buscar la compañía
de sus semejantes, del instinto agresivo para dar cuenta de la hostilidad interpersonal o intergrupal,
y del instinto altruista para explicar la solidaridad entre las personas, etc.

2) La imitación - Otro de los grandes temas fundacionales de la psicología social es el fenómeno de


la imitación. La observación de la conducta de los niños conduce a los primeros psicólogos sociales
a ver en el fenómeno de la imitación la explicación de la manera en que los seres humanos aprenden
a desarrollar las conductas consideradas como "normales" y deseables en su sociedad. Se trata, en
realidad, de un primer intento de explicar el fenómeno de la socialización.

El interés por la imitación permaneció durante muchos años en la psicología social, pero fue
dejando paso, poco a poco, a planteamientos más sofisticados en términos de aprendizaje social.

3) La sugestión - Mediante la sugestión se pretende explicar la manera como las personas se


moldan al contexto social y acaban reproduciendo sus características sometiéndose a las
indicaciones y a las exigencias de los otros; es decir, en definitiva, a las exigencias de la sociedad.

En los primeros estudios sobre la imitación, el papel desarrollado por el adulto es


esencialmente pasivo: se limita a figurar como un modelo que el niño intenta imitar con más o
menos acierto y es en esta facultad de imitar donde descansa la posibilidad misma del proceso de
reproducción social. Tomar en consideración la sugestión invierte los papeles, ya que es el adulto
quien pasa a tener el rol activo mientras que el niño se convierte en un receptor pasivo de las
influencias ejercidas por los que lo rodean. Pero el resultado es el mismo. Con el fenómeno de la
sugestión, lo que se estudiaba, sin que quedara explícitamente formulado, era la manera como la
sociedad consigue imponer las pautas de actuación socialmente establecidas sin que las personas
sean realmente conscientes de esta imposición y así puedan conservar, por lo tanto, el sentimiento
que las asumen para ellas mismas.

4) Los fenómenos colectivos - El estudio de los fenómenos colectivos dio lugar a la preocupación
por conocer las producciones colectivas de los pueblos, como las tradiciones culturales, las
peculiaridades lingüísticas, los mitos y las creencias colectivas, los hábitos de todo tipo.

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Como parte del interés por los fenómenos colectivos, también se manifestó una notable
preocupación por estudiar las conductas de las masas. Gustave Le Bon, desarrolló un
influyente tratado sobre la psicología de las masas en el que intentaba dilucidar los
mecanismos psicológicos que intervenían en las actuaciones colectivas. En este tratado, Le Bon
atribuía a las masas un efecto de despersonalización de los individuos que los impulsa a liberar los
instintos más primarios. Convertido en un ser anónimo, el individuo se deja influir con mucha
facilidad por los estados anímicos y las conductas de las otras personas presentes en la masa, y
también por las consignas y las actuaciones de los líderes que emergen en la confusión de las
congregaciones masivas.

Las grandes orientaciones teóricas de la psicología social - Hemos visto en el capítulo anterior que
la psicología social nunca ha sido una disciplina unitaria y homogénea, sino que durante mucho
tiempo coexistieron dos psicologías sociales, la PSP y la PSS, y una tercera psicología social que se
creó después de los años setenta, la PSC.
Intentaremos dar cuenta ahora de las principales orientaciones que podemos encontrar en las
diferentes psicologías sociales.

El interaccionismo simbólico - El IS nació de los trabajos de George Herbert Mead a comienzos del
siglo XX y se asienta sobre tres premisas básicas: Herbert Blumer define de la manera siguiente el
interaccionismo simbólico: "La expresión 'interacción simbólica' hace referencia, sin duda, al
carácter peculiar y distinto de la interacción, tal como se produce entre los seres humanos. Su
peculiaridad reside en el hecho de que estos seres humanos interpretan o 'definen' las acciones
ajenas, sin limitarse únicamente a reaccionar. Su 'respuesta' no se elabora directamente como
consecuencia de las acciones de los otros, sino que se basa en el significado que otorgan a estas
acciones. De esta manera, la interacción humana se ve mediatizada por el uso de los símbolos, la
interpretación o la comprensión del significado de las acciones del prójimo. En el caso del
comportamiento humano, tal mediación equivale a intercalar un proceso de interpretación entre el
estímulo y la respuesta."

1) La importancia de los significados: el ser humano no actúa tanto con relación a las
supuestas características objetivas de los objetos con los que se relaciona, como sobre la base del
significado que atribuye a los mencionados objetos. Es fundamental, por lo tanto, conocer cuál es la
interpretación subjetiva que una persona hace de una situación si queremos entender su conducta en
esta situación.

La creación de los objetos - "El hombre vive en un medio simbólico tanto como en un medio físico
y puede ser 'estimulado' a actuar tanto por símbolos como por estímulos físicos. Un símbolo se
define como un estímulo que tiene un significado aprendido y un valor para la gente, y la respuesta
del hombre al símbolo se hace en términos del significado y valor que tienen, en lugar de en
términos de la estimulación física de los órganos sensoriales. Por poner un ejemplo sencillo: una
'silla' no es simplemente una colección de estímulos visuales, auditivos y táctiles, sino que significa
un objeto en el que la gente puede sentarse. Si uno se sienta en ella, el objeto responderá
dándole asiento. Tiene un valor para este propósito. Un significado es equivalente a una
definición' acertada' de diccionario, que se refiere a la manera como la gente realmente utiliza un
término en su conducta. El valor es la atracción o la repulsión aprendida que siente hacia el
significado. Un símbolo es un acto incipiente o condensado en el que las etapas posteriores, que
implican tanto elementos de sentido como de valor, ya están implicadas en la primera etapa. De la
misma manera que el símbolo 'silla' implica el confort físico, la oportunidad de hacer ciertas cosas
que se hacen mejor estando sentado y otros resultados parecidos de sentarse en una silla, hay que
entender, como Mead señala, que el lenguaje no simboliza simplemente una situación o un objeto
que ya existe; hace posible la existencia o la aparición de esta situación o este objeto, ya que es
parte del mecanismo mediante el cual la situación o el objeto se crea. Arnold M. Rose

2) La importancia de la interacción social: los significados no los traen los objetos en sí

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mismos, sino que emergen a partir del intercambio y de las relaciones con las otras personas. Es en
la interacción con los otros donde se forja nuestra forma de interpretar la realidad.

3) La importancia del carácter activo de la persona: cuando decimos que los significados se forman
mediante nuestra relación con los otros, no decimos que son los otros quienes nos indican o nos
transmiten estos significados, sino que somos nosotros mismos quienes los elaboramos, aunque
para hacerlo sea necesaria la interacción con los otros. En efecto, la persona ejerce un papel activo,
seleccionando, transformando, negociando los significados adecuados en función de las acciones
que pretende desarrollar en las diferentes situaciones.

A partir de estos supuestos básicos, se han desarrollado en el pasado y se desarrollan


actualmente muchas e interesantes investigaciones sobre una extensa gama de fenómenos
psicosociales, como la construcción de la identidad social. En el marco de la PSP reseñaremos
ahora tres orientaciones cuya influencia ha variado según las épocas: la orientación conductista, la
orientación psicoanalítica, la orientación cognitiva.

El socioconductismo - La definición de la psicología que proporcionó ]ohn Broadus Watson, el


padre del conductismo, fue adoptada por algunos investigadores en el estudio del comportamiento
social: "La psicología desde el punto de vista conductista es una rama experimental puramente
objetiva de la ciencia natural. Su objetivo teórico es la predicción y el control de la conducta. Las
formas de introspección no son parte esencial de sus métodos, ni el valor científico de sus datos
depende de la disposición con la que se prestan a sí mismas a interpretación en términos de
conciencia. El conductista, en los esfuerzos por obtener un esquema unitario de la respuesta animal,
no reconoce ninguna línea divisoria entre el hombre y la bestia. La conducta del hombre, con todo
su refinamiento y su complejidad, forma solamente una parte del esquema total conductista de
investigación."

La orientación conductista recoge, de hecho, un conjunto muy diversificado de teorías, a veces


bastante contrapuestas, pero que tienen en común una misma insistencia sobre la necesidad de
estudiar los comportamientos observables de las personas y de explicados en función de unos
fenómenos que sean también observables. Así, por ejemplo, el conductismo considera que, para
predecir la conducta que desarrollará una persona, hace falta conocer, por una parte, las
características concretas de la situación en la que se encuentra y conocer, por otra, la experiencia
previa que haya tenido la persona con estas características o con características similares. La idea
básica es que, mediante estas experiencias previas, la persona aprende a establecer determinadas
relaciones estables entre las características de una situación (estímulos) y las conductas adecuadas a
dichas características (respuestas). Es comprensible que, a partir de estos supuestos, los conductistas
interesados en la psicología social hayan dedicado muchos de sus esfuerzos a dilucidar los procesos
de aprendizaje social mediante los que las personas consiguen desarrollar las pautas de
comportamiento adecuadas a su vida social.

La orientación psicoanalítica - La orientación psicoanalítica se inspira obviamente en las


formulaciones de Sigmund Freud para explicar los fenómenos psicosociales. El propio Freud
desarrolló importantes análisis psicosociales sobre la constitución de los grupos sociales, las
relaciones interpersonales y los fenómenos de liderazgo. Sus seguidores también realizaron
contribuciones importantes a la psicología social, estudiando, por ejemplo, la formación del
autoritarismo como rasgo de personalidad. Sin embargo, la principal aportación del psicoanálisis a
la psicología social no proviene tanto de las investigaciones realizadas por los seguidores de esta
corriente teórica como de las huellas que las formulaciones de Freud han dejado en los
conocimientos de todos los psicólogos sociales y en el conocimiento culto en general.

"En la vida de un individuo, el otro ejerce el papel de un modelo, de un objeto, de un socio o de un


adversario; o sea que de alguna manera la psicología individual es también desde el inicio una
psicología social" Sigmund Freud

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La teoría de la Gestalt y el sociocognitivismo - Mucho antes de que se produjera la revolución
cognitiva en psicología, la psicología social prestaba ya una atención particular a los procesos
cognitivos y participaba de unas formulaciones de indudable carácter cognitivista. Esto se debe,
posiblemente, al impacto que tuvo la teoría de la Gestalt, o la teoría de la forma, en psicología
social, y también a la dificultad de analizar las relaciones interpersonales sin hacer intervenir en
ello atribuciones de intenciones, interpretación de significados, representación del otro u otros
aspectos de carácter escasamente conductual y fuertemente mental. La orientación cognitiva se
centra en el estudio de los procesos inferenciales que caracterizan el pensamiento humano y, en el
campo de la psicología social, analiza el impacto que tienen los factores sociales en los
mecanismos y en los resultados de la actividad intelectiva. A partir de los años sesenta esta
orientación teórica ha ido suplantando poco a poco la influencia que tenían las orientaciones
conductistas, y se ha convertido en la principal orientación de la psicología social convencional.

En el campo de la psicología social esta formulación se traduce de la siguiente manera:


"El estudio de la cognición social hace referencia a la manera como las personas dan cuenta de las
otras personas y de sí misma. Se centra en la comprensión que tienen las personas de la vida
cotidiana [...] Se refiere, por lo tanto, a la manera como las personas piensan sobre el mundo social
[...]." Susan T.

El socioconstruccionismo - "El construccionismo social se propone básicamente dilucidar los


procesos mediante los que las personas consiguen describir, explicar y, en definitiva, dar cuenta del
mundo en el que viven [...]. Los términos en los que se comprende el mundo son artefactos sociales
que resultan de los intercambios, siempre históricamente situados, entre las personas. Desde el
construccionismo se considera que los términos de esta comprensión no provienen automáticamente
de las características propias de la naturaleza, ni tampoco de nuestra conformación genética. Son el
resultado de un proceso activo y cooperativo que se da en la relación interpersonal [...]. Desde esta
perspectiva, la investigación social ya no corre el riesgo de limitarse a ser una actividad secundaria,
preocupada solamente de elaborar las implicaciones sociales de los fenómenos psicológicos más
fundamentales [...] el núcleo explicativo de la acción humana deja de ubicarse en las interioridades
de la mente para pasar a situarse en la estructura y el proceso del intercambio humano. Las
explicaciones ya no se formulan aludiendo a un determinado estado o proceso psicológico, sino
considerando las relaciones entre las personas."

La PSC retoma, en buena medida, las premisas del interaccionismo simbólico (IS), concede gran
importancia a la dimensión subjetiva de la realidad social, a los significados y a la consideración de
la actividad del individuo. Pero esta orientación acentúa todavía más el papel que ejerce el lenguaje
en la formulación de la realidad psicológica, a la vez que extiende la consideración del papel del
lenguaje a las teorías elaboradas por los psicólogos y muestra cómo inciden las convenciones
puramente lingüística s en los conocimientos que elaboran las ciencias humanas y sociales.

El construccionismo social pone atención en el hecho de que la realidad social y todo aquello que
la compone se construye literalmente mediante las prácticas sociales concretas que desarrollan las
personas y los colectivos en la vida cotidiana. Al mismo tiempo, la realidad social construida por
estas prácticas revierte en ellas mismas y define el marco de posibilidad.

Esta dependencia entre el marco social que incide sobre nuestras actividades y las actividades que
inciden, a su vez, sobre la conformación del marco social ha sido teorizada por el sociólogo
Anthony Giddens con el nombre de dualidad estructural. La insistencia en el papel constructivo de
las prácticas sociales desemboca inmediatamente en el reconocimiento de la historicidad de lo
social, ya que éste emerge de unas prácticas que se modifican necesariamente en el transcurso de
los acontecimientos sociales. Dicho de una manera lapidaria, nuestras costumbres producen cosas y
estas cosas modifican las costumbres que las han producido.

Desde esta perspectiva que va adquiriendo una influencia creciente en la psicología social, queda
claro que, cambiando las costumbres, los seres humanos tienen la posibilidad de cambiar a la

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sociedad que resulta y cambiarse ellos mismos.

¿Para qué sirve la psicología social?- Cuando se hace la pregunta sobre la utilidad práctica que
pueden tener determinados conocimientos científicos, aparece, inmediatamente, la gran dicotomía
entre investigación básica e investigación aplicada. "[...] La investigación básica apunta y se dirige
hacia la acumulación de conocimiento en torno a algunos principios fundamentalmente de la
conducta, mientras que la investigación aplicada pretende suministrar alguna ayuda a la solución de
un problema."

Sin embargo, no siempre es fácil de mantener esta diferenciación en el campo de las ciencias
sociales y humanas. El influyente psicólogo social Kurt Lewin aseveró una vez, con gran acierto,
que "nada es más práctico que una buena teoría". Si esto es efectivamente así, y nos inclinamos a
pensar que lo es efectivamente, se difumina la frontera entre las actividades que conducen a
elaborar conocimientos y las actividades enfocadas a resolver problemas prácticos de la vida
cotidiana. Esta difuminación se hace todavía más patente si consideramos, junto con Lewin, que es
por medio de la intervención activa en la resolución de problemas prácticos como se pueden
constituir determinados conocimientos teóricos. El propio Lewin un planteamiento que, con el
nombre de investigación/acción, incitaba a los psicólogos sociales a involucrarse en la resolución de
los problemas sociales para hacer avanzar, de esta manera, el conocimiento teórico.

La intervención en los problemas sociales - A pesar de estas consideraciones, se puede mantener


una diferenciación entre el ámbito de las aplicaciones del saber y el ámbito de la producción del
saber, aunque sólo sea para dar cuenta de la mayor o menor implicación del psicólogo social en los
problemas concretos de su sociedad.

Aceptando, con las reservas mencionadas, la distinción entre lo básico y lo aplicado, no hay duda de
que la psicología social se preocupó desde los primeros momentos no sólo de producir
conocimientos sobre los fenómenos psicosociales, sino también de diseñar los instrumentos para
poder intervenir en la realidad social y contribuir a resolver algunos de sus problemas. Así, por
ejemplo, se ha manifestado una preocupación prácticamente constante a lo largo de toda la historia
de la psicología social para facilitar la reducción de la hostilidad entre los grupos humanos y para
atenuar los fenómenos de discriminación que nacen de los prejuicios sociales.

Si nos detenemos un momento para pensar quiénes somos cada uno de nosotros, podemos recorrer
un largo camino que va desde las definiciones más generales según las cuales somos, por ejemplo,
seres vivos o somos seres humanos, hasta las definiciones más particulares que nos sitúan como
individuos absolutamente irrepetibles, con un nombre propio y una historia de vida que nos
diferencia del resto de seres humanos. Pero entre estos dos extremos hay muchos niveles
intermedios: también somos hombres o mujeres; heterosexuales, homosexuales o bisexuales; niños,
jóvenes o viejos; catalanes o gallegos; anarquistas o conservadores; culés o periquitos; etc. Es decir,
pertenecemos, sea por elección o por circunstancias o por ambas cosas al mismo tiempo, a una
multitud de categorías y de grupos que contribuyen a hacer que seamos precisamente quienes
somos. De la misma manera que nuestras relaciones interpersonales transitan por episodios de
colaboración y de apreciación mutuas y por episodios de competición y de conflicto, también las
relaciones entre los grupos transitan por momentos de armonía y momentos de tensión que
desembocan a veces en enfrentamiento s violentos que salpican diariamente las páginas de los
diarios.

El conflicto entre los grupos- "No se puede dudar de que las diferencias culturales y físicas
observables entre grupos facilitan las reacciones discriminatorias hacia los miembros ajenos al
grupo. Es innegable que estas diferencias ejercen un papel en la hostilidad y los prejuicios entre
grupos, pero esta etapa del conflicto entre grupos ha demostrado que no hacen falta diferencias
culturales, físicas o económicas para que surjan conflictos entre grupos, actitudes hostiles e
imágenes estereotipadas de los miembros ajenos al grupo."

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Los psicosociólogos han intentado conocer los mecanismos que conducen al enfrentamiento entre
los grupos para poder articular, a partir de este conocimiento, los procedimientos susceptibles de
reducir los conflictos. Una de las observaciones más interesantes es que, si se establecen relaciones
de competición entre los grupos, aunque sea sobre la base de actividades puramente lúdicas, pronto
se fortalece la cohesión interna de los grupos y pronto se desarrollan descalificaciones y prejuicios
mutuos que multiplican las ocasiones de fricciones y de agresiones.

Por ejemplo, si se asigna, aunque sea puramente al azar, a los niños de un campamento a diversos
grupos, y se da un nombre y unos signos distintivos a cada grupo y se les hace participar en juegos
competitivos, con ganadores y perdedores, veremos aparecer muy rápidamente reacciones de
solidaridad de los niños con los miembros de su propio grupo y reacciones de hostilidad hacia los
niños de los otros grupos. Una manera de romper este clima consiste en proponer unas metas que
ningún grupo pueda alcanzar para sí mismo, sin la participación de los otros grupos. Es lo que el
psicosociólogo Muzafer Sherif llamó las metas supraordenadas.

Objetivos compartidos- "Nuestra definición de meta supraordenada pone énfasis en el hecho de que
es inalcanzable para un grupo aisladamente: así, no tiene ningún significado más que una 'meta
común'." Otro psicólogo social, Henri Tajfel, demostró que ni siquiera era necesario introducir una
relación competitiva para que naciera la hostilidad entre los grupos. Basta crear el sentimiento de
pertenencia a un grupo para que se desarrollen mecanismos de discriminación que favorecen a los
miembros del propio grupo y que perjudican a los miembros de los otros grupos. Escomo si, por el
simple hecho de poder pensar en términos de "ellos" y de "nosotros", ya fuera imposible de evitar
favorecer a "los nuestros" y descalificar a "los otros".

Una manera de romper esta propensión consiste en cruzar las categorías de pertenencia; es decir,
multiplicar las circunstancias en las que una parte de los que antes formaban el fronteras trazadas
por las pertenencias grupales. Los ejemplos que hemos dado no agotan ni mucho menos las
múltiples formas de intervención que ha diseñado la psicología social para mitigarla hostilidad
intergrupal.

Las aplicaciones de la psicología social- Los conocimientos que ha establecido la psicología social
tienen un campo de aplicación tan extenso que aquí difícilmente podemos ir más allá de una simple
enumeración de algunos temas. Por ejemplo, los conocimientos sobre la dinámica de los grupos
humanos permiten incidir sobre el fortalecimiento de la cohesión de los grupos, o decidir cuáles son
los modelos de liderazgo más adecuados a los objetivos que se marquen los grupos, o indicar qué
mecanismos de toma de decisión pueden ayudar a conseguir los mejores resultados.

Por su parte, los estudios sobre la influencia social han permitido diseñar las actuaciones más
adecuadas para persuadir a las personas a adoptar puntos de vista más de acuerdo con las normas
de una convivencia social que no discriminen a aquellos que son diferentes de la mayoría (racismo,
estereotipos, prejuicios, etc.), aunque también se pueden utilizar, y lógicamente se utilizan de
hecho, para convencer a la gente de que tal marca es mejor que la otra o de que tal candidato
merece más confianza que tal otro.

En otros ámbitos, las investigaciones sobre los fenómenos colectivos han proporcionado
indicaciones para intervenir sobre los efectos del pánico que adquiere consecuencias de gravedad
extrema cuando se produce en situaciones de gran amontonamiento o para actuar en el seno de las
poblaciones que, muchas veces por causas naturales (terremotos, inundaciones, etc.), se encuentran
en situaciones dramáticas.

Finalmente, los conocimientos acumulados sobre las relaciones interpersonales permiten ayudar a
mejorarlas y desactivar las agresiones, lo que favorece la atracción entre los individuos o suscitando
los comportamientos de ayuda mutua. No hay que decir que también se pueden utilizar para
manipular a los otros con la finalidad de satisfacer intereses particulares.

21
El conocimiento de la realidad social y los efectos del saber Psicosocial - Estas aplicaciones de los
conocimientos psicosociales, junto con muchas otras que no tenemos tiempo de relatar aquí, han
ido favoreciendo poco a poco la constitución de nuevos campos del saber que han integrado
aportaciones de otras disciplinas y que han diversificado considerablemente el mapa de las
especializaciones posibles. Por ejemplo, se han ido formando especialidades como la psicología
social de la educación, la psicología jurídica, la psicología de las organizaciones, la psicología
ambiental, la psicología política o la psicología cultural, entre otras

No querría concluir este tema sin llamar la atención sobre una cuestión de carácter general que
permite matizar la separación, aparentemente tan clara, entre los conocimientos teóricos, por un
lado, y las aplicaciones concretas de dichos conocimientos por otro. Hay una diferencia
fundamental entre los conocimientos que producen las ciencias sobre los fenómenos naturales y los
conocimientos que versan sobre los fenómenos humanos. La Luna, por poner un ejemplo,
continuará imperturbablemente su movimiento elíptico alrededor de la Tierra con total
independencia del hecho de que conozcamos las leyes que lo gobiernan o no. Nuestro conocimiento
no incide de ninguna manera sobre este fenómeno y lo único que podría incidir en él eventualmente
serían determinadas aplicaciones de este conocimiento.

No obstante, no pasa lo mismo con nuestro conocimiento de los fenómenos humanos. Si una
persona se entera de que su conducta obedece a una influencia u otra, porque así lo ha establecido el
conocimiento producido por los psicólogos sociales, esta persona puede tomar las medidas
oportunas para que dichas influencias no tengan los efectos esperados, y contradecir, de esta
manera, las leyes establecidas por la psicología social. Por ejemplo, una persona puede haber
aprendido, estudiando los trabajos del psicólogo social Stanley Schachter, que los individuos
buscan preferentemente la compañía de los que participan del mismo estado de ánimo. Esta
tendencia afiliativa se puede observar cuando al finalizar un examen los estudiantes esperan que
salga la lista de notas. Aquellos que sienten una determinada euforia porque están convencidos de
que lo han hecho bien tenderán a juntarse con los que tienen el mismo sentimiento, mientras que los
que experimentan una ansiedad elevada porque piensan haberlo hecho mal, buscarán la compañía
de los que estén en las mismas condiciones. Ahora bien, al salir del examen, la persona que ha leído
la obra de Schachter puede decidir buscar la compañía de los que participan del estado opuesto al
suyo e invalidar, de esta manera, el conocimiento elaborado por Schachter. Eso se puede hacer
deliberadamente como en el ejemplo que acabamos de dar, pero en la mayoría de los casos el
conocimiento que hemos adquirido de las ciencias sociales y humanas afecta a nuestra conducta sin
que ni siquiera seamos conscientes de ello.

Dicho de otra manera, lo que aquí decimos es que el mismo conocimiento producido por los
investigadores puede engendrar efectos sobre el fenómeno estudiado, sin que haya que recurrir a
ningún procedimiento de aplicación. El psicólogo social Kenneth Gergen ha desarrollado las
implicaciones de esta característica peculiar de los saberes psicosociales que él denomina
Enlightenment ('Ilustración') y que tendrían que incitamos a reflexionar sobre la responsabilidad de
los investigadores en ciencias humanas y sociales, no sólo en cuanto a los tipos de aplicaciones en
las que pueden dar lugar los conocimientos que producen, sino también -y sobre todo- en cuanto al
conocimiento que son capaces de producir.

Módulo 2

Carabaña, J. y Lamo de Espinosa, E. (1978) Un esquema del pensamiento

La idea política que se halla en el trasfondo del pragmatismo en general es al del liberalismo, y su
intención política es la de fundamentar la armonía del individuo con la sociedad. Ello implica a-
individualismo, en el sentido de que la libertad es ante todo libertad individual y b-

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antideterminismo, necesario para que esta libertad tenga sentido y posibilidad. El pragmatismo es,
por tanto, antideterminista y se opone tanto al naturalismo instintivista como al organicismo, sea
este hegeliano o evolucionista.

El individuo es concebido como activo frente al ambiente y este como modeable por el inviduo y
viceversa, el individuo también es flexible para poder adaptarse al ambiente mismo. La relación
entre ambos es de interacción y mutuo influjo. Se quiere superar todo dualismo y monismo.

La categoría fundamental de esta mediación es la categoría de acción: ella supera el dualismo y la


sustanciación unilateral de uno de los principios opuestos en el monismo. La teoría del significado
pragmatista, el significado de una idea, objeto o concepto es la conducta que provoca: el espíritu
se relaciona en términos de acción con el mundo.

El liberalismo democráctico encuentra su expresión en el intento de Mead de anclar la


racionalidad del individuo en la racionalidad de la sociedad, haciendo así posible la armonía entre
ambos, frente al pesimismo sobre la naturaleza humana de las concepciones instintivistas e
irracionalistas, la psicología social de Mead se propone dotar de una base científica a su convicción
liberal y optimista.

La psicología social se define como “el estado de la experiencia y conducta del organismo
individual o persona como dependiente del grupo social al que pertenece. Se trata de explicar la
interacción de la persona y el grupo social: a- explicando la génesis de la persona en al interacción,
b- explicando la acción de la misma sobre el grupo. Un acto social es una unidad de interpretación
entre 2 organismos, lo mismo que se subraya la unidad de acción hay que concebir el acto social
como una unidad en que los diversos actos indivudales se complementan y adquieren sentido
unos por referencias a otros. Un gesto es el comienzo de un acto social que es estímulo para la
reacción de otro individuo. El gesto se asocia al acto subsiguiente, los dientes del perro con su
agresión. Los otros organismos reaccionan al gesto.

El gesto se convierte en símbolo significante cuando provoca en el que lo produce la misma


reacción que en el álter, al menos implícitamente, es decir, cuando el que produce el gesto sabe –
anticipa implícitamente- la reacción del otro, y modifica su conducta según esta reacción. Es el
segundo componente del significado del gesto: el gesto provoca en el que lo produce la misma
reacción que en el álter más la subsiguiente modificación de la conducta del álter.

Inteligencia reflexiva es la influencia sobre la propia acción que el conocimiento de la reacción del
otro posibilita. La unidad y estructura de la persona completa refleja la unidad y estructura del
proceso social como un todo, cada uno de las personas elementales de que está compuesta
aquella persona completa refleja la unidad y estructura de uno de los varios asepctos de ese
proceso en que el individuo está involucrado… la estructura de la persona completa es así, el
reflejo del proceso social completo.

La persona no es anterior a la sociedad, y el contenido mismo del espíritu es primariamente


externo y social, puede, pero ello, estudiarse objetivamente, y no reducir la sociedad a la
imaginación de cada uno.

Mead hace derivar a la socedad humana de alguna forma anterior en que no existía aún la
interacción simbólica, análogamente a como deriva del gesto el símbolo significante. La sociedad
humana se entiende desde 2 polos: a- polo fisiológico: el hombre, como los animales, tiene
impulsos que solo puede satisfacer con sus semejantes: sexo, paternidad y vecindad. Se satisfacen
sobre todo, en la flia, comunidad originaria de vida social.

b- polo institucional- las instituciones, o conjuntos de reacciones idénticas de los otros, con las que
surge el lenguaje simbólico, y que controlan la realización de los instintos. Los vertebrados tienen

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familias y se unen en rebaños, pero sin personas no hay sociedades humanas, y las personas
surgen de la comunicación social.

Monferrer- La influencia de George Herbert Mead en las bases teóricas del paradigma
constructivista

La decisión de centrar esta comunicación en George H. Mead (1863-1931) obedece a la


constatación de que, si bien su obra es de obligada referencia para entender desarrollos teóricos
multidisciplinares, su impacto ha quedado relegado en psicología a fundador de la escuela del
interaccionismo simbólico. El interés en Mead se ha reducido a su consideración de formar parte
de la historia del desarrollo de un campo, el de la psicología social, cuando no injustamente
olvidado, mientras autores con líneas argumentales comparables siguen siendo citados,
mantienen sus obras vivas y son fuente de inspiración.

Si entramos a valorar sus contribuciones particulares, Mead aporta en sus trabajos una de las más
acabadas propuestas del pragmatismo norteamericano, con su señera comprensión del carácter
intersubjetivo y creador de la acción humana. Este es el encuadre imprescindible para entender el
recorrido que realiza en su ensayo sobre el origen del self y el control social, y para interpretar su
pragmatismo, su conductismo social o su particular adscripción al interaccionismo simbólico.
Mead se constituye en autor clave para esta corriente, caracterizada por su profundo interés en la
comprensión de la acción social desde el punto de vista del actor, y la naturaleza simbólica de la
vida social.

Tras la muerte de Mead el interaccionismo simbólico se expande por las universidades


norteamericanas donde ejercen su magisterio sus seguidores directos. Un papel destacado en esta
difusión será protagonizado por Herbert Blumer (1900-1987), quien reconoce en el primer
capítulo de El interaccionismo simbólico: perspectiva y método, su fundamentación teórica en la
obra de Mead (Blumer, 1982). Su punto de partida se sostiene en tres sencillas premisas: el ser
humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo que estas significan para él; el
significado de estas cosas surge como consecuencia de la interacción social; y los significados se
manipulan y modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por la persona al
enfrentarse con las cosas que va hallando a su paso. Blumer subrayará, además, que la objetividad
social no debe disociarse nunca de la subjetividad de los actores.

El enfoque metodológico que se deriva de estos planteamientos para la psicología consiste en la


aplicación de un paradigma interpretativo, según el cual «el investigador debería enfocar el
mundo a través de los ojos del actor», y no suponer que aquello que él observa «es idéntico a lo
que el actor observa en la misma situación» (Blumer, 1982). El interaccionismo simbólico ha
dejado una profunda huella en la psicología social. El objetivo básico de esta disciplina ha sido
estudiar la conducta o comportamiento de un conjunto de individuos, en los que la acción de cada
uno está condicionada por la acción de los otros. De ahí que la influencia interaccionista se haya
concretado en que dentro de su espacio conceptual, lo «social» se refiere directamente a la
interacción –ya sea entre sujetos y entorno, ya sea entre sujetos–, en tanto que el
comportamiento humano siempre implica a otros. Aunque no podemos abordarlo aquí en detalle,
es posible rastrear la huella teórica de Mead en esta disciplina en las áreas de socialización,
actitudes y conducta, identidad social, relaciones sociales, comunicación interpersonal y cognición
social (Acosta, 2006; Rizo, 2008).

24
No se puede obviar, en este sentido, la aportación de Mead a la fundamentación temprana de la
teoría de roles con su concepto de «Role-taking», a partir de su razonamiento de que el individuo
se convierte en un yo en el proceso de desempeñar un rol, de desempeñar el rol del otro en una
situación de interacción.

En su versión meadiana, el interaccionismo simbólico ha tenido también la relevancia de haber


sido considerada la primera teoría comunicativa de la sociedad. Su gran aportación, en este
sentido, es haber puesto de manifiesto la importancia del lenguaje y la comunicación como
factores antropogenéticos esenciales, tanto para la especie como para el individuo, así como
haber mostrado los mecanismos para tal socialización.

Mead es también básico para comprender la sociología fenomenológica de Alfred Schütz (1899-
1959). Si en un primer momento éste se inspira en la obra de Bergson y Husserl, su teorización
encuentra nuevas potencialidades a través del diálogo intelectual con autores de orientación
pragmática como Dewey y el propio Mead. Para Schütz, el individuo es un actor que reproduce su
entorno a partir de sus interacciones cotidianas. La reflexión vuelve a centrarse aquí en las
relaciones intersubjetivas bajo el ángulo de la interacción, otorgándose un rol relevante a los
elementos de negociación y comunicación en la construcción de los contextos de sentido. Supone
volver a hablar de la relación entre el yo y el otro, no tanto en la línea de reflexión antropológica
de construcción de identidades y alteridades, cuanto como punto de partida para la construcción
social de la realidad. La contribución de Schütz y Mead, a su vez, ha dejado profunda huella en la
teoría psicosociológica contemporánea, especialmente a partir del enfoque etnometodológico de
Garfinkel y Cicourel, y muy especialmente en los trabajos de Berger y Luckmann.

Uno de sus ejes básicos será, precisamente, el concepto de intersubjetividad meadiano: el


encuentro por parte del sujeto de otra conciencia que va constituyendo el mundo en su propia
perspectiva. Si nos centramos ahora en los enfoques que destacan cómo la realidad es construida
por el sujeto, podemos diferenciar dos corrientes teóricas, constructivismo y construccionismo,
epistemológicamente compatibles y cuya denominación tiende a utilizarse indistintamente, si bien
difieren en su foco de atención.

El constructivismo parte del marco teórico de la Gestalt y del sociocognitivismo, y se centra en los
procesos de construcción individual de la realidad a partir de las estructuras perceptivas o
cognitivas, mientras que el construccionismo se sustenta en la teorización ligada directamente al
interaccionismo simbólico, la etnometodología y la teoría del acto social y del otro generalizado de
Mead. El centro de atención son aquí los procesos de interacción y elaboración social de
significados que permiten la construcción social de la realidad (Munné, 1999). Ambas corrientes
trabajan bajo un mismo paradigma teórico, que aglutina una amplia variedad de propuestas
teóricas que tratan de explicar la permanente (re)construcción social de la mente. Sus
presupuestos teóricos vienen aplicándose a ámbitos muy diversos que van de la epistemología a la
psicología del aprendizaje o del desarrollo.

El hecho más significativo para nuestro análisis radica en que los autores que investigan bajo este
paradigma comparten fuertes vínculos con las bases de los postulados meadianos: parten de la
convicción de que los seres humanos son producto de su capacidad para adquirir conocimientos y
para reflexionar sobre sí mismos, lo que les ha permitido anticipar, explicar y controlar
propositivamente la naturaleza y construir la cultura. Si nos centramos en el ámbito de la
psicología, un dato que explicaría la escasez de trabajos interpretativos sería el carácter parcial en
que fueron recogidos sus desarrollos dentro del interaccionismo simbólico de la Escuela de
Chicago. Atrapada por el peso de los lugares comunes, su obra habría quedado reducida al corsé
de esta corriente, tal y como fue formulada por Blumer.

25
Pero también las propias bases teóricas de la psicología social ayudan a entender el olvido de
Mead. La psicología social se ha venido interesando por un amplio abanico de fenómenos
abordados también por otras disciplinas, y su espacio conceptual integra una amplia variedad de
teorías. Su particular clasificación habría dado lugar a que, mientras la mayor parte de ellas
pueden ser asimiladas al marco general de una psicología social «experimental», el
interaccionismo simbólico hunde sus raíces en los orígenes de una psicología social
«cualitativista», próxima al área sociológica y fenomenológica. Mead habría sido incluido –con
mayor o menor fortuna– dentro del grupo de autores clasificados bajo esta última rúbrica, lo cual
habría oscurecido su impacto en nuestra disciplina. Mead habría sido observado como un
conductista tibio entre watsonianos, mientras desde el cognitivismo era contemplado como un
conductista más.

La teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici- Mora

Hablar de la Psicologia es, de entrada, un asunto difícil debido al inevitable encuentro con una
disciplina científica versátil y en construcción. Cuando se aborda lo que ha sido denominado
como Psicología Social, este problema se matiza aún más por la inclusión de los elementos
ideológicos de lo aparentemente subjetivo.
En este sentido, resulta interesante estudiar uno de los modelos relativamente recientes en Psicología
social: las "Representaciones Sociales", de Serge Moscovici.

Si se agrega además que dicha propuesta teórica esboza un planteamiento metodológico


interesante y renovador dentro del análisis del sentido común y de lo cotidiano, podrá valorarse
como una explicación útil en el estudio de la construcción social de la realidad.

En este escrito se describe y analiza el modelo de las representaciones sociales desde el punto
de vista del propio Moscovici, así como desde la perspectiva de investigadores que han
trabajado en esta línea, procurando apuntar algunas notas acerca de la teoría como su
metodología.

Se consultaron principalmente fuentes bibliográficas para estructurar de manera temática este


planteamiento, mediante la síntesis mas o menos literal de diversos textos.

Basado en el trabajo de tesis de licenciatura en Psicología en la Universidad de Guadalajara,


México, este documento fue escrito en colaboración con la psicóloga Martha Elba Lares
Gutiérrez y puede considerarse como una introducción al pensamiento de Serge Moscovici para
aquellos interesados en la investigación de las representaciones sociales, así como para quienes
resulta atractiva la teoría dentro de las ciencias sociales contemporáneas.

Siempre que se hace referencia a la Psicología, se consideran sus inicios a partir de la


instauración de esta disciplina como ciencia experimental. El dato más conocido habla que fue
en 1879 con la fundación del Instituto de Psicología en Leipzig, cuando inicia la Psicología como
ciencia experimental de laboratorio, correspondiendo a Wilhelm Wundt dicho mérito.

Wundt era un pensador alemán que dictaba cátedra de filosofía en Leipzig, enfatizando en
problemas psicológicos que hasta entonces eran resueltos mediante la especulación. Motivado
por ese problema, se dio a la tarea de instalar un laboratorio de Psicología experimental en el

26
que, utilizando métodos derivados en gran medida de la fisiología, trataba de abordar problemas
psicológicos. De esa manera, la Psicología dejaba de ser materia de especulación dentro de la
filosofía para iniciar su historia como ciencia experimental.

Conviene señalar que alrededor del proyecto del Instituto se publicaron algunas revistas bajo la
dirección del propio Wundt. Entre 1873 y 1874 apareció su Grundzüge der physiologischen
psychologie, que fue tomada casi como texto de la nueva ciencia psicológica que construía. Al
fundarse el laboratorio de Leipzig se crea el órgano oficial de la Psicología experimental, los
Philosophische Studien, que aparecen publicados entre los años de 1881 y 1904.

Atraídos por la nueva ciencia, por sus métodos y por las cátedras dictadas por Wundt, un
considerable número de estudiantes del extranjero -especialmente norteamericanos- estuvo en
Leipzig aprendiendo todo lo posible con el propósito de fundar laboratorios en sus respectivos
países. De manera tangencial pueden mencionarse los nombres de algunos de dichos
estudiantes quienes más tarde aportaría ideas a la incipiente Psicología: Hall, Cattell, Wolfe;
Pace, Scripture, Angell; Titchener y Witmer, especialmente.

Sin embargo, según dice Robert Farr (1983), estos académicos muy probablemente no fueron
sensibles a los aspectos filosóficos y culturales de la tradición alemana de la investigación y
regresaron a sus países impresionados más bien por los deslumbrantes instrumentos utilizados
por la Psicología experimental alemana. Miopía científica que generaría el posterior auge de la
Psicología de laboratorio, individual y de tipo conductista, favorecida por el positivismo de Mach
y de Avenarius y por la particular manera de interpretar la idea de Wundt por parte del gran
difusor americano de esta Psicología, Titchener, y de su discípulo Boring, autor de la ya clásica
obra A History of Experimental Psychology.

Las preocupaciones de Wundt no estaban totalmente ubicadas en su proyecto de Psicología


experimental, sino que a la par iba construyendo modelos de explicación de otros fenómenos a
los que no se respondía en su laboratorio. Señala Farr (1983) que Wundt, desde principios de
1862, el el prefacio de su Beiträge zur Theorie der Sonneswarhnemung, se propone llevar a cabo
tres tareas: la creación de una Psicología experimental, de una metafísica científica y de una
Psicología social.

En consecuencia, Wundt establecía una distinción entre Psicología experimental y Psicología


social. Al asignarle un lugar a cada una de ellas, siguiendo la distinción básica alemana entre
ciencias naturales y ciencias sociales, diferencia por un lado a la Psicología fisiológica y
experimental y por el otro, a la social o etnopsicología: la völkerpsychologie.

La ciencia de laboratorio de Wundt tenía como idea metodológica central la experiencia de la


persona que brindaba el reporte introspectivo, siendo necesario acudir a otras formas que
dieran cuenta de fenómenos más complejos en donde el individuo no podía ser fiel testigo por
su implicación en el proceso. Desprende, por tanto, una metodología apropiada para los
procesos cognoscitivos superiores del hombre: la interpretación de los productos de la
experiencia colectiva. Los diez volúmenes de su Völkerpsychologie, publicados entre 1900 y
1920, fueron el intento de estructurar esta tendencia.

Buscó trazar la evolución de la mente en el hombre, consciente de la importancia del lenguaje en


este proceso y en su relación con el pensamiento y sus producciones. Influenciado por las
observaciones de Lazarus y de Steinthal sobre los pueblos; por Herder y su noción de cultura; y
por Hartmann en su idea acerca de lo inconsciente en la colectividad; Wundt siguió a Darwin en
su análisis de la evolución del gesto animal para desembocar en la dirección del habla y del
lenguaje humanos.

Echando mano de las versiones antropológicas a las que tenía acceso, Wundt parte del análisis

27
de la acción humana. Debajo de ese nivel de acción deliberada y voluntaria existe un primitivo
movimiento de impulso que implica expresiones afectivas espontáneas y que generan
respuestas de otros individuos. Aclara Kurt Danziger (1980) que existe una respuesta mimética
innata a las expresiones de otros por lo que es posible la transferencia de los estados mentales
del individuo. Según Wundt, este mecanismo de “comunicación de gestos” proveía las bases
indispensables de la vida social, sin la cual, los individuos humanos nunca podrían empezar a
entenderse.

Esta comunicación de los gestos origina productos culturales con existencia concreta: el
lenguaje, proporciona un medio para la operación de la actividad cognoscitiva superior; los
mitos, surgidos de esa base dan forma a la capacidad humana para imaginar; y las costumbres,
enmarcan la referencia dentro de la cual operan las opciones individuales y la voluntad. Con el
tiempo, estos productos culturales van cambiando regular y lentamente de tal suerte que, para
Wundt, la observación del proceso permitía hacer inferencias acerca de lo subyacente en la
Psicología de los individuos, que pudieran contrastarse con sus hallazgos de laboratorio.

Como puede deducirse, estas aportaciones de Wundt influyeron más de lo que se supone en
buena parte de los pensadores de este siglo. Robert Farr (1983) menciona entre otros a
Malinowski, Saussure y Mead; a Thomas, Durkheim, Boas y Freud. Además, es observable su
influencia en una amplia diversidad de ciencias sociales. Dentro de la Psicología alienta a dos
vertientes fundamentales, a saber: 1) la tradición de Mead con el interaccionismo simbólico en la
sociología estadounidense; y 2) a través de Durkheim, la investigación sobre representaciones
sociales por parte de Moscovici.

En conclusión y siguiendo a Pablo Fernández Christlieb (s.f.a), es posible decir que, junto con Le
Bon y Tarde, Wundt construye con su Psicologia de los pueblos el basamento de la Psicología
social en este siglo y particularmente de la Psicologia colectiva.

Siguiendo con la incipiente teorización acerca del espacio disciplinar de la Psicologia social que
Wundt inaugurara, surge un movimiento filosófico en Norteamérica con fuertes implicaciones en
la pedagogía, la comunicación y la propia Psicologia: el pragmatismo. Con William James, pero
más concretamente con John Dewey y George Herbert Mead, el pragmatismo se define como
una filosofía de la acción.

En su crítica al modelo del arco reflejo que supone como objeto la formulación de relaciones
causa- efecto entre estímulos ambientales y reacciones de organismos, John Dewey propone un
entredicho que busca diluir ese mecanismo causal: es la acción del propio individuo lo que
determina la relevancia de los estímulos dentro del contexto delimitado de la misma acción. No
es una reacción organísmica refleja sino una decisión activa la que proyecta los actos de los
individuos. Con esa aportación, Dewey critica la solvencia teórica de los modelos psicológicos
simplistas que aparecían como la novedad en los primeros decenios del siglo XX.

Este pragmatismo -que suele confundirse inexactamente con el utilitarismo-, intenta una
superación del dualismo cartesiano, según apunta Hans Joas (1987). Al desarrollar el concepto
de acción, queda transformada toda la relación entre conocimiento y realidad: El concepto de
verdad ya no expresa una correcta representación cognoscitiva de la realidad, sino un aumento
del poder para actuar en relación con un entorno.(Joas, 1987 p. 118)

Esta influencia del pragmatismo en la sociología se hace más decisiva al establecerse la Escuela
de Chicago, como una vía de realización de esta filosofía social, encabezada por Dewey y Mead.
En este ambiente, Mead empieza a integrar en un cuerpo teórico las ideas de Royce sobre la
colectividad, y las ideas de Charles S. Peirce acerca del signo, para entablar el diálogo con un
concepto fundamental dentro de la Psicología social: la intersubjetividad.

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George Mead basa su Psicología social en una esmerada lectura de Darwin y de la etnopsicología
de Wundt, escudriñando desde el gesto animal el proceso evolutivo de la comunicación humana.
Si Wundt realza el papel del lenguaje como catalizador de la relación del hombre con su
colectividad y con la cultura como su producto, Mead aborda a la comunicación en esta forma de
interacción.

Inicialmente, rechaza analizar el espacio interior de los individuos planteando la pertinencia de


un espacio de realidad en las mediaciones; un espacio interactivo no biológico sino social que es
percibido en términos de significaciones, puesto que su materia es el símbolo. Mead toma como
unidad de análisis lo que denomina el acto social. Aquí, el símbolo y su significado son propiedad
de la situación interactiva, no están fuera. Cabe decir que la existencia de tal significado no
implica necesariamente la consciencia del mismo, puesto que ello sólo se consigue a través de la
simbolización.

El argumento básico de Mead es que en este espacio interactivo radican los símbolos y sus
significados, por lo que sólo ahí puede formarse el espíritu (Mind), conformado en el proceso de
la comunicación. Los individuos no existen como tales sino como la persona (Self), cuyo tamaño
abarca su espacio social teniendo a la sociedad (Society) como fondo. En consecuencia, Mead
enfatiza dos características de esta interacción: a) quien se comunica puede comunicarse
consigo mismo, y b) esta comunicación crea la realidad.

Ampliando acerca del habla significante, Mead puntualiza: Cuando hablamos del habla
significante, queremos siempre decir que el individuo que escucha una palabra emplea, en cierto
sentido, esa misma palabra con referencia a sí propio. El proceso de dirigirse a otra persona es un
proceso de dirigirse también a uno mismo, y de provocar en sí la reacción que provoca en el otro.

En consecuencia, Mead coloca a la intersubjetividad dentro de lo que llama conversación


interior, el pensamiento, constituido por tres interlocutores: el Yo, el Mí y el Otro:

El Yo que actúa, que se aparece, que emerge de repente y sin aviso; el Mí, que constituye el
percatamiento de lo que hizo el yo; y el Otro, que es el bagaje de criterios con que cuenta el mí
para evaluar los actos espontáneos de ese yo... por eso el otro de Mead es un Otro Generalizado,
que corresponde a la colectividad, a la realidad social, a la comunicación en la cual el yo y el mí
existen.(Fernández Christlieb, s.f.a, p. 15)

En síntesis, el mí supone asumir el punto de vista colectivo con respecto a uno mismo, y el otro
generalizado es la gran colectividad con la que uno se relaciona y que tiende a ser interiorizada:
la sociedad crea a los individuos. Parafraseando a Carlo Donolo (1981), puede decirse que gracias
a esa “reflexividad” de la experiencia a través del lenguaje, el individuo se relaciona con su
propio pasado, asume la actitud de los otros respecto a sí mismo y se integra al proceso social en
forma dinámica.(cfr. Martín-Baró, 1983 pp. 123-124)

Todas esas reflexiones hechas por Mead y manejadas en sus cátedras, serían publicadas de
manera póstuma (en 1934) en un libro titulado Mind, Self and Society, editado por la prensa de
la Universidad de Chicago y bautizadas por Herbert Blummer como interaccionismo simbólico.

A manera de recapitulación, pueden acotarse las aportaciones más significativas de Mead a las
ciencias sociales, incluyendo a la Psicología:
a) Enfatiza la noción de una realidad simbólica distinta de una probable realidad natural; susceptible de
creación, de transformación y de destrucción.

b) Anticipa la visión epistemológica que cuestiona lo que es o no científico por medio del consenso
significativo y el criterio de objetividad científica como una construcción simbólica.

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a) Su análisis de la sociedad contempla la posibilidad de la incorporación total del individuo a un universo
de razón, actividad consciente y voluntaria, hacia una esfera pública no restrictiva (v.g. los teóricos de la
Escuela de Frankfurt y de la teoría crítica, como Habermas).

b) La naturaleza social del lenguaje y la naturaleza simbólica de la sociedad, dejan de ser objeto de
especulación filosófica haciéndose accesibles al análisis empírico.

Las lagunas que George Mead dejó dentro de sus supuestos teóricos, han dado pie a muy
diversas disciplinas: sociología fenomenológica del conocimiento (Schutz, Berger y Luckmann);
etnometodología (Garfinkel); teoría de las representaciones sociales (Moscovici). Tal y como
Berger y Luckmann (1967) han señalado al referirse a su deuda teórica con Mead, eslabonar esta
sociología del conocimiento sugiere la posibilidad de la existencia de una Psicología sociológica,
es decir, una Psicología social con perspectiva sociológica y una notoria preocupación por lo
simbólico, por su papel en lo colectivo y por la construcción social de la realidad.

Émile Durkheim, uno de los fundadores de la sociología científica, visitó entre 1885 y 1886 varias
universidades alemanas, entre las cuales se encontraba la de Leipzig donde Wundt dictaba sus
cátedras y tenía su laboratorio de Psicología experimental. El rigor con que Wundt realizaba sus
experimentos, así como el hecho de que contara con una publicación oficial de su propio
laboratorio, fueron motivos para que Durkheim se mostrara interesado en esas propuestas tanto
de la Psicología experimental como de la etnopsicología.

Al igual que Wundt, Durkheim (1898) estableció diferencias entre las representaciones
individuales y las representaciones colectivas, explicando que lo colectivo no podía ser reducido
a lo individual. Es decir, que la conciencia colectiva trasciende a los individuos como una fuerza
coactiva y que puede ser visualizada en los mitos, la religión, las creencias y demás productos
culturales colectivos. Al respecto, Ignacio Martín-Baró señala:

Una sociedad mantiene su unidad debido a la existencia de una conciencia colectiva. La


conciencia colectiva consiste en un saber normativo, común a los miembros de una sociedad e
irreductible a la conciencia de los individuos, ya que constituye un hecho social. (Martín- Baró,
1985 p. 33)

Fundamentado en su visión teórica, Durkheim se atreve a hacer la diferencia entre sociología y


Psicología: a la primera le correspondía analizar todo acerca de las representaciones colectivas y
a la segunda lo propio de las representaciones individuales. En consecuencia, Durkheim (1895)
definía el campo de la Psicología social argumentando que debía estudiar cómo las
representaciones sociales se llaman y se excluyen, se fusionan o se hacen distintas unas de otras.
Sin embargo, estrecha el ámbito de estudio de la Psicología poniendo en la mira de la sociología
una buena cantidad de fenómenos que atañían más a una especie de Psicología social o
colectiva.

Tuvieron que pasar varias décadas para que Serge Moscovici retomara estos planteamientos y
desarrollara una teoría en Psicología social con marcada tendencia sociológica cuando el común
denominador de las investigaciones en Psicología era lo individual, por la influencia
norteamericana. Con su teoría de las representaciones sociales, Moscovici integra en una
Psicología social las aportaciones de diversas disciplinas, dentro de un contexto europeo de
rápida expansión.

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LA REPRESENTACIÓN SOCIAL: UN CONCEPTO PERDIDO

Serge Moscovici- Las representaciones sociales son entidades casi tangibles. Circulan, se cruzan y
se cristalizan sin cesar en nuestro universo cotidiano a través de una palabra, un gesto, un
encuentro. La mayor parte de las relaciones sociales estrechas, de los objetos producidos o
consumidos, de las comunicaciones intercambiadas están impregnadas de ellas. Sabemos que
corresponden, por una parte, a la sustancia simbólica que entra en su elaboración y, por otra, a la
práctica que produce dicha sustancia, así como la ciencia o los mitos corresponden a una práctica
científica y mítica.

Si, en estos textos, Durkheim simplemente quería decir que la vida social es la condición de todo
pensamiento organizado –y más bien la recíproca-, su actitud no está libre de objeciones. Sin
embargo, en la medida en que no aborda de frente ni explica la pluralidad de formas de
organización del pensamiento, aunque todas sean sociales, la noción de representación pierde
nitidez. Quizás haya que buscar ahí otra de las razones de su abandono.

Desde luego se comprende que las huellas, tanto sociales como intelectuales, de representaciones
formadas en sociedades donde la ciencia, la técnica y la filosofía están presentes, sufren la
influencia de estas y se constituyen en su prolongación o se oponen a ellas. A continuación
veremos cuáles son esa huellas. Entre tanto, identificar mito y representación social, transferir las
propiedades psíquicas y sociológicas del primero a la segunda, sin más, significa contentarse con
metáforas y aproximaciones falaces, justamente allí donde, por el contrario, se necesita delimitar
una zona especial de la realidad. Esta aproximación cómoda, generalmente desprecia nuestro
“sentido común”, mostrando su carácter inferior, irracional y, en última instancia, erróneo; no por
ello el mito resulta realzado hasta su verdadera dignidad. No merece que uno se demoro en él.
Por lo tanto tenemos que encarar la representación social como una textura psicológica autónoma
y a la vez como propia de nuestra sociedad, de nuestra cultura.

En forma más general, la noción de opinión implica: - una reacción de los individuos ante un
objeto dado desde afuera, acabado, independientemente del actor social, de su intención o sus
características;

- un lazo directo con el comportamiento; el juicio se refiere al objeto o el estímulo y de alguna


manera constituye un anuncio, un doble interiorizado de la futura acción.

En ese sentido se considera tanto una opinión, como una actitud, únicamente del lado de la
respuesta y como “preparación de la acción”, comportamiento en miniatura. Por esta razón se le
atribuye una virtud predicativa, puesto que, después de lo que dice un sujeto, se deduce lo que va
a hacer.

El concepto de imagen no está muy separado del de opinión, por lo menos en lo que concierne a
los supuestos básicos. Se lo ha utilizado para designar una organización más compleja o más
coherente de juicios o de evaluación. En un librito apasionado, Boulding reclama la creación de
una ciencia, “eikonics”, dedicada al tema. Esta proposición indica una laguna evidente de la
psicología social, de cuya competencia debería ser el estudio de estas imágenes. Es preciso tomar
la preocupación como signo de un renovado interés por los fenómenos simbólicos y un estado de

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insatisfacción frente a la manera como se los ha abordado. Sin embargo, todo el que lo mira de
cerca forzosamente comprueba que las ideas a las que se ha recurrido son muy poco
satisfactorias. Si se trata de la imagen, se la concibe como reflejo interno de una realidad externa,
copia fiel en el espíritu de lo que se encuentra fuera de él. Por lo tanto, es la reproducción pasiva
de un dato inmediato.

Podemos suponer que estas imágenes son una especie de “sensaciones mentales”, impresiones
que los objetos y las personas dejan en nuestro cerebro. Al mismo tiempo, mantienen vivas las
huellas del pasado, ocupan espacios de nuestra memoria para protegerlos contra el zarandeo del
cambio y refuerzan el sentimiento de continuidad del entorno y de las experiencias individuales y
colectivas. Con este fin se las puede recordar, revivificar en el espíritu, así como conmemoramos
un acontecimiento, evocamos un paisaje o contamos un encuentro que se produjo hace tiempo.
Siempre operan como un filtro y provienen de filtrar informaciones que el sujeto posee o ha
recibido en vista del placer que busca o de la coherencia que necesita. Así es posible observar que
una imagen está determinada por fines y que su función principal es seleccionar lo que viene del
interior, pero sobre todo del exterior: “Las imágenes desempeñan el papel de una pantallas
selectiva que sirve para recibir nuevos mensajes, y a menudo dirigen la percepción y la
interpretación de estos entre los mensajes que no son completamente ignorados, rechazados o
reprimidos”.

Si partimos de que una representación social es una “preparación para la acción”, no lo es solo en
la medida en que guía el comportamiento, sino sobre todo en la medida en que remodela y
reconstituye los elementos del medio en el que el comportamiento debe tener lugar. Llegar a dar
un sentido al comportamiento, a integrarlo en una red de relaciones donde está ligado a su
objeto. Al mismo tiempo proporciona las nociones, las teorías y el fondo de observaciones que
hacen estables y eficaces a estas relaciones.

Los conceptos de imagen, de opinión, de actitud no tienen en cuenta esas vinculaciones, ni la


apertura que las acompaña. Se considera a los grupos en forma estática, no por lo que crean y
comunican, sino porque utilizan y seleccionan una información que circula en la sociedad. Por el
contrario, las representaciones sociales son conjuntos dinámicos, su característica es la
producción de comportamientos y de relaciones con el medio, es una acción que modifica a
ambos y no una reproducción de estos comportamientos o de estas relaciones, ni una reacción a
un estímulo exterior dado.

En resumen, aquí vemos sistemas que tienen una lógica y un lenguaje particulares, una estructura
de implicaciones que se refieren tanto a valores como a conceptos, un estilo de discurso que le es
propio. No los consideramos “opiniones sobre” o “imágenes de”, sino “teorías” de las “ciencias
colectivas” sui generis, destinadas a interpretar y a construir lo real. Constantemente van más allá
de lo que está inmediatamente dado en la ciencia o la filosofía, de la clasificación dada de los
hechos y los acontecimientos. En ellos podemos distinguir un corpus de temas, de principios, que
tienen unidad y se aplican a zonas de existencia y de actividad particulares: la medicina, la
psicología, la física, la política, etcétera. Inclusive en estas zonas, lo que se recibe está sometido a
un trabajo de transformación, de evolución, para convertirse en un conocimiento que la mayoría
de nosotros emplea en su vida cotidiana.

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Exagerando apenas, cada uno de nosotros puede decir que fue testigo directo, en una generación,
de muchas ocasiones en las que la palabra y el interés públicos se manifestaron en una escala y
con una intensidad semejantes. Volveremos sobre el significado de esta conversación en el
funcionamiento de la sociedad. Pero era necesario indicar el lugar al cual una persona o un grupo
se acercan e interiorizan los temas y los objetos de su mundo y hacen como un clínico que
acumula muchos signos, los comunica y los verifica con su paciente para emitir un juicio sobre su
enfermedad. Solo realiza análisis secundariamente. Confía en lo que el enfermo le dice, en los
casos que ha visto y estudiado, en lo que otros clínicos le han transmitido, y extrae las
conclusiones que le parecen válidas. Por una especie de hábito, que es una segunda naturaleza, a
través de los síntomas y las descripciones, esa persona o ese grupo descubren un orden para cuya
reproducción experimental carecen de medios y que no desean demostrar mediante fórmulas o
estadísticas.

Los individuos, en su vida cotidiana, no son únicamente máquinas pasivas que obedecen a
aparatos, registran mensajes y reaccionan a los estímulos exteriores; los trata de ese modo una
psicología social sumaria, reducida a recoger opiniones e imágenes. Por el contrario, poseen la
frescura de la imaginación y el deseo de dar un sentido a la sociedad y al universo que les
pertenecen.

Se podría decir que así se constituyen “ciencias” o “filosofías” de la experiencia indirecta o de la


observación. ¿Qué es lo específico de este modo de pensar? La psicología clásica, que acordó
mucha atención a los fenómenos de la representación, nos proporciona útiles indicaciones como
punto de partida. Los concibió como procesos mediadores entre concepto y percepción. Al lado de
estas dos instancias psíquicas, una de orden puramente intelectual y la otra predominantemente
sensorial, las representaciones constituyen una tercera instancia, de propiedades mixtas.
Propiedades que permiten pasar de la esfera sensorio-motriz a la esfera cognoscitiva, del objeto
percibido a distancia a una toma de conciencia de sus dimensiones, formas, etcétera.

El traspaso del exterior hacia el interior, el traslado desde un espacio alejado hacia un espacio
cercano son operaciones esenciales de este trabajo cognoscitivo particular. Pero no nos debemos
limitar a este modo de ver. Para nosotros, la representación no es una instancia intermediaria,
sino un proceso que hace que el concepto y la percepción de algún modo sean intercambiables,
porque se engendran recíprocamente. Así, el objeto del concepto puede tomarse por objeto de
una percepción y el contenido del objeto ser “percibido”.

Se comprueba que la representación expresa de golpe una relación con el objeto y que
desempeña un papel en la génesis de esta relación. Uno de sus aspectos, el aspecto perceptivo,
implica la presencia del objeto: el otro, el espíritu conceptual, su ausencia. Desde el punto de vista
del concepto, la presencia del objeto, incluso su existencia, es inútil; desde el punto de vista de la
percepción, su ausencia o inexistencia es una imposibilidad. La representación mantiene esta
oposición y se desarrolla a partir de ella: re-presenta un ser, una cualidad, a la conciencia, es decir,
las presenta una vez más, las actualiza a pesar de su ausencia y aun de su no existencia eventual.
Al mismo tiempo, las aleja suficientemente de su contexto material para que el concepto pueda
intervenir y modelarlas a su modo. Por un lado, la representación sigue las huellas de un
pensamiento conceptual, puesto que la condición de su aparición es la desaparición del objeto o
de la entidad concreta; pero, por otra parte, esta desaparición no puede ser total y, a instancias de

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la actividad perceptiva, debe recuperar el objeto o la entidad y hacerlos “tangibles”. Del concepto,
retiene el poder de organizar, de relacionar y de filtrar lo que va a ser retomado, reintroducido en
el campo sensorial. De la percepción, conserva la aptitud de recorrer, de registrar lo inorgánico, lo
no conformado, lo discontinuo, la variedad de caminos y el desplazamiento que suponen entre lo
que se “toma” y lo que se “reenvía” a lo real. Se deja entrever que la representación de un objeto
es una representación diferente del objeto. La percepción engendrada por el concepto se
distinguirá necesariamente de la percepción que al comienzo ha sobreentendido el concepto. El
“complejo de timidez”, del que se dice que una persona sufre, comprende los índices psicológicos
habituales –rubor, voz baja, temblor-, pero a esto se agregan índices de tipo afectivo –temor,
duda, conductas de preocupación- que, al parecer, traducen experiencias de la infancia y
provienen de la represión de deseos de naturaleza sexual.

Representar una cosa, un estado, no es simplemente desdoblarlo, repetirlo o reproducirlo, es


reconstituirlo, retocarlo, cambiarle el texto. La comunicación que se establece entre el concepto y
la percepción, mediante la penetración de uno en la otra, transformando la sustancia concreta
común, da la impresión de “realismo”, de materialidad de las abstracciones, porque podemos
actuar con ellas, y de abstracción de las materialidades, porque expresan un orden preciso.

Las representaciones individuales o sociales hacen que el mundo sea lo que pensamos que es o
que debe ser. Nos muestran que a cada instante una cosa ausente se agrega y una cosa presente
se modifica. Pero este juego dialéctico tiene un significado mayor. Si algo ausente nos choca y
desencadena toda una elaboración del pensamiento y del grupo, no sucede por la naturaleza del
objeto sino en primer lugar porque es extraño, y después porque se halla fuera de nuestro
universo habitual. En efecto, la distancia nos ofrece la sorpresa que nos capta y la tensión que lo
caracteriza. El psicoanálisis, al hablar de la infancia, de los sueños, del inconsciente, no solo se
introduce en un campo alejado de la vida humana adulta, sino que igualmente echa una luz que
asombra, que golpea. Los descubrimientos científicos o técnicos golpean, en el sentido propio de
la palabra.

La tensión a la que aludimos revela constantemente su origen. Revela la existencia de una


incongruencia, de una incompatibilidad entre las posibilidades lingüísticas e intelectuales para
dominar las partes de lo real a lo que el contenido, extraño por lo alejado, alejado por lo extraño,
se refiere. Comúnmente carecemos de informaciones, de palabras, de nociones, para comprender
o describir los elementos que aparecen en determinados sectores de nuestro medio ambiente. En
cambio, poseemos otras que está prohibido emplear, tomarlas en cuenta para definir o indicar la
presencia de fenómenos o comportamientos encubiertos, ocultos en nuestro mundo circundante.
Por el contrario, existen sectores en los que disponemos de demasiada información y de palabras,
donde resulta legítimo el uso y el abuso. Los grupos, así como los individuos, experimentan a la
vez la abundancia y la penuria de saberes y de lenguajes que no tienen cómo asociar a realidades,
y realidades para las que no encuentran o a las que no deben asociar saberes y lenguajes.

La elipse, por un lado, y el verbalismo, por otro, expresan este estado de desequilibrio. Cuando un
objeto proveniente de afuera penetra en nuestro campo de atención, trátese de cohetes o de
relatividad, este desequilibrio se acrecienta, porque el contraste entre lo lleno de la elipse y lo
hueco del verbalismo aumenta. Para reducir conjuntamente tensión y desequilibrio, es preciso
que el contenido extraño se desplace al interior de un contenido corriente y que el esta fuera de

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nuestro universo penetre en su interior. Más exactamente, hay que hacer familiar lo insólito e
insólito lo familiar, cambiar todo el universo conservándolo como nuestro universo. Esto solo es
posible haciendo pasar como a través de vasos comunicantes, lenguajes y saberes, desde las
regiones donde hay abundancia hacia las regiones donde hay escasez, y recíprocamente.

En consecuencia, los elementos que pertenecen a distintas regiones de la actividad y del discurso
sociales se trasponen unos en los otros, sirven como signos y /o medios de interpretación de los
otros. Los esquemas y el vocabulario políticos se mezclan con la clasificación o el análisis de los
fenómenos psíquicos; concepciones o lenguajes psicológicos describen o explican procesos
políticos, y así siguiendo. Las teorías y los significados particulares respectivos se unen y pasan de
un campo al otro. En un comienzo, estas asociaciones parecen arbitrarias, convencionales. Pero
pronto se hacen orgánicas, motivadas. Creatividad y redundancia de las representaciones
descubren su gran plasticidad y su no menor inercia, propiedades contradictorias, ciertamente,
pero contradicción inevitable. Solo con esta condición el mundo mental y real se hace siempre
otro y queda un poco el mismo: lo extraño penetra en la fisura de lo familiar y lo familiar fisura lo
extraño.

La noción de representación todavía se nos escapa. Sin embargo, nos estamos acercando a ella de
dos maneras. En primer lugar, al precisar su naturaleza de proceso psíquico apto para volver
familiar, situar y hacer presente en nuestro universo interno lo que se halla a cierta distancia de
nosotros, lo que de alguna manera está ausente. Resulta una “apropiación” del objeto y se
mantiene tanto tiempo como la necesidad de hacerlo se hace sentir. Desaparece en el laberinto
de nuestra memoria o se afina en un concepto cuando pierde su necesidad o su vigor. Esta
impresión –o figura- mezclada en cada operación mental, como un punto del que se parte y al que
se vuelve, da su especificidad a la forma de conocimiento intelectual o sensorial. Por esta razón,
con frecuencia se ha dicho, toda representación es la representación de una cosa.

Al re-presentar una cosa nunca se sabe si se moviliza un índice de lo real o un índice convencional,
social o afectivamente significante. Tan sólo una evolución ulterior, un trabajo consciente dirigido
más allá de lo convencional, hacia el intelecto o más allá de lo figurativo, hacia lo real, permite
superar la incertidumbre. Por ese motivo, estas formas de conocimiento que son las
representaciones, cuya función y estructura acabamos de ver, son, por lo menos en lo que
concierne al hombre, primeras. Los conceptos y las percepciones son elaboraciones y
estilizaciones secundarias; los primeros a partir del sujeto, y las otras, a partir del objeto.
Cualquiera que conozca la historia de las ciencias sabe que la mayoría de las teorías y nociones
más abstractas primero llegaron al espíritu de los sabios o a la ciencia en una forma figurativa,
cargadas de valores simbólicos, religiosos, políticos o sexuales. Así ha sido respecto de los
fenómenos que permitieron la evolución de la biología, de la química o de la electricidad. Sólo por
medio de una serie de destilaciones sucesivas llegamos a recibir una traducción abstracta y formal.
Esta destilación nunca es completa ni acabada.

Muchos investigadores y muchas teorías presentan a los atómos como bolas coloreadas de
dimensiones variadaas y ningún físico –a pesar de esfuerzos seculares- podría hablar de fuerza sin
referirse a la imagen original de un esfuerzo ejercido por alguien sobre algo que se resiste. De
manera que, cuando un individuo o un grupo se hace una representación de una teoría o de un
fenómeno científico, se reencuentra en verdad con un modo de pensar y de ver que existe y

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subsiste, retoma y recrea lo que fue ocultado o eliminado. En una palabra, la produce una vez
más, recorriendo un camino inverso al que ella recorrió. Este hecho, que es muy conocido, sin
embargo, no ha sido suficientemente apreciado ni desde el punto de vista psicológico ni desde el
punto de vista sociológico. Si no fuera así, se comprendería que, al hacer presente lo ausente,
habitual lo inhabitual, los mecanismos representativos descomponen lo que es inmediatamente
evidente y reconstruyen la unidad en el universo entre los vestigios de universos aislados y
separados. Son, sin duda, “arcaicos” o “primitivos”. Justamente por eso permiten superar y
retomar mecanismos que, por muy “recientes” o muy “refinados”, pierden contacto con lo vivido
del sujeto y el flujo de lo real. En el origen de esta superación se encuentra la separación entre lo
que se sabe y lo que existe, la diferencia que separa la proliferación de lo imaginario, del rigor de
lo simbólicos.

El modelo de Mascovici- Definición del concepto de representación


social

Con respecto a las representaciones sociales, Serge Moscovici ha señalado en El psicoanálisis, su


imagen y su público, las siguientes consideraciones: La representación social es una modalidad
particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la
comunicación entre los individuos. La representación es un corpus organizado de conocimientos
y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad
física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los
poderes de su imaginación. (Moscovici, 1979 pp. 17-18)

Dicho en términos más llanos, es el conocimiento de sentido común que tiene como objetivos
comunicar, estar al día y sentirse dentro del ambiente social, y que se origina en el intercambio
de comunicaciones del grupo social. Es una forma de conocimiento a través de la cual quien
conoce se coloca dentro de lo que conoce. Al tener la representación social dos caras -la
figurativa y la simbólica- es posible atribuir a toda figura un sentido y a todo sentido una figura.

Por otra parte, Denise Jodelet, estudiosa que se ha interesado también por el tema de las
representaciones sociales ha dicho que el campo de representación designa al saber de sentido
común, cuyos contenidos hacen manifiesta la operación de ciertos procesos generativos y
funcionales con carácter social. Por lo tanto, se hace alusión a una forma de pensamiento social.

Uno de quienes más ha estudiado la teoría de Moscovici y que ha indagado acerca de sus
antecedentes teóricos es Robert Farr, quien ofrece su versión de la noción de representaciones
sociales señalando que, desde una perspectiva esquemática, aparecen las representaciones
sociales cuando los individuos debaten temas de interés mutuo o cuando existe el eco de los
acontecimientos seleccionados como significativos o dignos de interés por quienes tienen el
control de los medios de comunicación. Agrega además que las representaciones sociales tienen
una doble función: "hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible perceptible", ya que lo
insólito o lo desconocido son amenazantes cuando no se tiene una categoría para clasificarlos.
Parafraseando a Moscovici, Farr escribe una definición sumaria de las representaciones sociales:

Sistemas cognoscitivos con una lógica y un lenguaje propios. No representan simplemente


opiniones acerca de, “imágenes de”, o “actitudes hacia” sino “teorías o ramas del conocimiento”
con derechos propios para el descubrimiento y la organización de la realidad. Sistemas de
valores, ideas y prácticas con una función doble: primero, establecer un orden que permita a los

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individuos orientarse en su mundo material y social y dominarlo; segundo, posibilitar la
comunicación entre los miembros de una comunidad proporcionándoles un código para el
intercambio social y un código para nombrar y clasificar sin ambigüedades los diversos aspectos
de su mundo y de su historia individual y grupal. (Farr, 1983 p. 655)

María Auxiliadora Banchs es otra de las investigadoras que ha trabajado sobre esta temática y
apuntado con respecto a las representaciones sociales su propia definición, en la que remarca el
doble carácter de éstas como contenido y como proceso: en tanto que una particular forma de
conocimiento y también una estrategia de adquisición y comunicación del mismo conocimiento.
Por lo tanto, son una forma de reconstrucción mental de la realidad generada en el
intercambio de informaciones entre sujetos. Aprovechando estos indicadores, Banchs (1984)
elabora una interpretación de la idea de representación social, mostrándola como una forma del
conocimiento de sentido común que caracteriza a las sociedades modernas “bombardeadas” de
manera constante por la información que los medios de comunicación divulgan. Siguen, por
tanto, una lógica propia que es diferente, pero no inferior, a la lógica científica y que encuentran
su expresión en un lenguaje cotidiano propio de cada grupo social.

Es posible encontrar otras exposiciones acerca de lo que son las representaciones sociales en
autores como Di Giacomo (1987) quien resalta su papel práctico en la regulación de los
comportamientos intra e intergrupales; y Páez (1987) quien las observa como una expresión del
pensamiento natural, no formalizado ni institucionalizado. En Acosta y Uribe (s.f.), se alude a la
doble modalidad de la representación social. Por un lado como modo de conocimiento, es decir,
como actividad de reproducción de las características de un objeto; de su reconstrucción mental.
Por el otro como una forma de pensamiento social que estructura la comunicación y las
conductas de los miembros de un grupo.

Finalmente, el propio Darío Páez ofrece una caracterización de las representaciones sociales en
un esquema sintético que habla de las funciones que cumplen como forma de pensamiento
natural. Cuatro son las características esenciales:

1) Privilegiar, seleccionar y retener algunos hechos relevantes del discurso ideológico


concernientes a la relación sujeto en interacción, o sea descontextualizar algunos rasgos de
este discurso.

2) Descomponer este conjunto de rasgos en categorías simples naturalizando y objetivando los


conceptos del discurso ideológico referente al sujeto en grupo.

3) Construir un `mini-modelo' o teoría implícita, explicativa y evaluativa del entorno a partir


del discurso ideológico que impregna al sujeto.

4) El proceso reconstruye y reproduce la realidad otorgándole un sentido y procura una guía


operacional para la vida social, para la resolución de los problemas y conflictos. (Páez, 1987 pp.
316- 317)

1. Condiciones de emergencia de una representación social

Según Moscovici, las representaciones sociales emergen determinadas por las condiciones en
que son pensadas y constituidas, teniendo como denominador el hecho de surgir en momentos
de crisis y conflictos. De manera convergente, Tajfel propone que las representaciones sociales
requieren responder a tres necesidades: a) clasificar y comprender acontecimientos complejos
y dolorosos; b) justificar acciones planeadas o cometidas contra otros grupos; y c) para
diferenciar un grupo respecto de los demás existentes, en momentos en que pareciera

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desvanecerse esa distinción. En suma, causalidad, justificación y diferenciación social. (cfr.
Páez, 1987 p. 300)

A raíz de las comprobaciones hechas en su investigación, Moscovici infiere tres condiciones de


emergencia: la dispersión de la información, la focalización del sujeto individual y colectivo y la
presión a la inferencia del objeto socialmente definido.

a) Dispersión de la información. Según Moscovici, la información que se tiene nunca es


suficiente y por lo regular está desorganizada:
Los datos de que disponen la mayor parte de las personas para responder a una pregunta, para
formar una idea a propósito de un objeto preciso, son generalmente, a la vez, insuficientes y
superabundantes (Moscovici, 1979 pp. 176-177)

Por su parte, la diversidad de autores que han trabajado en esta teoría, interpretan la noción
de variadas formas aunque predomina el hecho de que se considera que hay desniveles en
cantidad y calidad de la información al interior de un grupo, y parcialidad y desfase en relación
con lo requerido para constituir el fundamento sólido del conocimiento. Es decir, nunca se
posee toda la información necesaria o existente acerca de un objeto social que resulte
relevante.

Moscovici (1979) concluye afirmando que la multiplicidad y desigualdad cualitativa entre las
fuentes de información con relación a la cantidad de campos de interés, vuelven precarios los
vínculos entre los juicios y, por ende, compleja la tarea de buscar todas las informaciones y
relacionarlas.

b) Focalización. Una persona o una colectividad -dice Moscovici (1979)- se focalizan porque
están implicadas en la interacción social como hechos que conmueven los juicios o las
opiniones. Aparecen como fenómenos a los que se debe mira detenidamente.

En palabras de otros investigadores como Banchs (1984, 1990) y Herzlich (1979), la focalización
es señalada en términos de implicación o atractivo social de acuerdo a los intereses
particulares que se mueven dentro del individuo inscrito en los grupos de pertenencia. La
focalización será diversa y casi siempre excluyente.

c) Presión a la inferencia. Socialmente se da una presión que reclama opiniones, posturas y


acciones acerca de los hechos que están focalizados por el interés público:

En la vida corriente, las circunstancias y las relaciones sociales exigen del individuo o del grupo
social que sean capaces, en todo momento, de estar en situación de responder. (Moscovici,
1979 p. 178)

Para Banchs (1984) las exigencias grupales para el conocimiento de determinado evento u
objeto se incrementan a medida que su relevancia crezca. El propósito crucial es no quedar
excluido del ámbito de las conversaciones sino poder realizar inferencias rápidas, opiniones al
respecto y un discurso más o menos desarrollado. Citando a Moscovici, Claudine Herzlich
(1979) anota que las exigencias sobre el individuo o grupo social que las circunstancias y las
relaciones sociales imponen, provocan una actuación, una estimación o una comunicación. "Las
informaciones deben llegar a ser, sin dilación, fundamento de conducta, instrumento de
orientación" (p. 397).

Según María Auxiliadora Banchs (1990), la presión a la inferencia quiere describir un hecho

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significativo en la dinámica colectiva que alude al hecho de que frecuentemente existe la
obligación de emitir opiniones, sacar conclusiones o fijar posiciones respecto a temas
controversiales, considerados de actualidad en los círculos sociales de pertenencia.

Estas tres condiciones de emergencia -dispersión de la información, grado de focalización y


presión a la inferencia- constituyen el pivote que permite la aparición del proceso de formación
de una representación social y, en mayor o menor grado, al conjuntarse hacen posible la
génesis del esquema de la representación. El común denominador de esta relación sería la
traducción de la disparidad de posiciones frente a un objeto significativo en términos sociales y
recuperado de un contexto dinámico, cambiante y conflictivo. Con el movimiento de tales
condiciones de emergencia quedaría determinada tanto la naturaleza de la organización
cognoscitiva de la representación, es decir, su estructuración como esquema cognoscitivo; así
como su misma existencia y grado de estructuración.

Las representaciones sociales definidas por Moscovici como "universos de opinión", pueden ser
analizadas con fines didácticos y empíricos en tres dimensiones: la información, el campo de
representación y la actitud.

a) La información. Es la organización o suma de conocimientos con que cuenta un grupo acerca


de un acontecimiento, hecho o fenómeno de naturaleza social. Conocimientos que muestran
particularidades en cuanto a cantidad y a calidad de los mismos; carácter estereotipado o
difundido sin soporte explícito; trivialidad u originalidad en su caso:

Dimensión o concepto, se relaciona con la organización de los conocimientos que posee un


grupo respecto a un objeto social. (Moscovici, 1979 p. 45)

Por lo tanto, esta dimensión conduce necesariamente a la riqueza de datos o explicaciones que
sobre la realidad se forman los individuos en sus relaciones cotidianas.

b) El campo de representación. Expresa la organización del contenido de la representación en


forma jerarquizada, variando de grupo a grupo e inclusive al interior del mismo grupo. Permite
visualizar el carácter del contenido, las propiedades cualitativa o imaginativas, en un campo
que integra informaciones en un nuevo nivel de organización en relación a sus fuentes
inmediatas:

Nos remite a la idea de imagen, de modelo social, al contenido concreto y limitado de las
proposiciones que se refieren a un aspecto preciso del objeto de representación. (ibid., 1979 p.
46)

Banchs (1984) hace suya la definición de Moscovici aunque agrega que "debe analizarse en
función de la totalidad del discurso sobre un objeto y no sólo en un párrafo o en una frase" (p.
9). Enfatiza así el carácter global del campo de representación y la dificultad metodológica para
abarcarlo (problema siempre presente en las investigaciones que hemos analizado y que dicen
utilizar este modelo teórico). Además, según Herzlich (1979), deben considerarse los factores
ideológicos en la estructuración del campo de representación.

c) La actitud. Es la dimensión que significa la orientación favorable o desfavorable en relación


con el objeto de la representación social. Se puede considerar, por lo tanto, como el
componente más aparente, fáctico y conductual de la representación, y como la dimensión que
suele resultar más generosamente estudiada por su implicación comportamental y de
motivación.

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Si bien esta clasificación no sustenta ninguna jerarquía o prioridad, el propio Moscovici lanza la
hipótesis de su cronología que, al verse en conjunto, completa la estructura de la
representación en términos de contenido y de sentido. Señala Moscovici:

Se deduce que la actitud es la más frecuente de las tres dimensiones y, quizá, primera desde el
punto de vista genético. En consecuencia, es razonable concluir que nos informamos y nos
representamos una cosa únicamente después de haber tomado posición y en función de la
posición tomada. (Moscovici, 1979 p. 49) Si la actitud significa una especie de componente
motivacional afectivo en la conformación de una representación social, resulta pertinente la
observación de Herzlich (1979) respecto a hacer estudios comparativos sobre la fisura o
diferencia de los grupos en función de sus representaciones sociales, ya que éstas contribuyen
a definir con cierta precisión tanto a los grupos como a sus tendencias.

La investigación de Moscovici buscaba estudiar el proceso de penetración de una ciencia -el


psicoanálisis- en la sociedad francesa de los años cincuenta. Pudo distinguir dos procesos
básicos que explican cómo lo social transforma un conocimiento en representación colectiva y
cómo ésta misma modifica lo social: la objetivación y el anclaje.

Estos conceptos se refieren a la elaboración y al funcionamiento de una representación social


mostrando la interdependencia entre lo psicológico y los condicionantes sociales, así como su
difícil esclarecimiento en términos exhaustivos. Sin embargo, Moscovici esboza este proceso
evitando en lo posible su inapropiada descomposición o la simplicidad. Con esta advertencia,
puede esquematizarse en los siguientes trazos.

a) Objetivación: selección y descontextualización de los elementos, formación del núcleo


figurativo y naturalización. El proceso de objetivación va desde la selección y
descontextualización de los elementos hasta formar un núcleo figurativo que se naturaliza
enseguida. Es decir, lo abstracto como suma de elementos descontextualizados debe tornarse
una imagen más o menos consistente en la que los aspectos metafóricos ayuden a identificarla
con mayor nitidez. Se constituye así un edificio teórico esquematizado.

La objetivación lleva a hacer real un esquema conceptual, a duplicar una imagen con una
contrapartida material. El resultado, en primer lugar, tiene una instancia cognoscitiva: la
provisión de índices y de significantes que una persona recibe, emite y toma en el ciclo de las
infracomunicaciones, puede ser superabundante. Para reducir la separación entre la masa de
las palabras que circulan y los objetos que las acompañan (...) los `signos lingüísticos' se
enganchan a estructuras materiales' (se trata de acoplar la palabra a la cosa). (Moscovici, 1979
p. 75)

El modelo figurativo o esquema que resulta, cumple muchas funciones: a) constituye punto
común o mediador entre la teoría científica inicial y su representación social; b) aquí se realiza
el cambio de lo que en la teoría es exposición general, abstracta e indirecta de una serie de
fenómenos, en una traducción inmediata y funcional de la realidad que sirve al hombre común
y corriente; c) el modelo asocia diversos elementos en un foco explicativo con una dinámica
propia y suficiente; y d) permite a la representación social convertirse en un marco
cognoscitivo estable y orientar tanto las percepciones o los juicios sobre el comportamiento,
como las relaciones interindividuales.

En un primer momento, la concepción científica se confronta con el sistema de valores sociales


resultando una elección de entre sus elementos. La naturalización otorga a la representación

40
social el carácter de evidencia válida: se convierte en una "teoría profana" autónoma que sirve
para categorizar las personas y sus comportamientos.

Moscovici concluye con su análisis de la objetivación apuntando hacia la realización del objeto
de representación en sus nexos con los valores, la ideología y los parámetros de la realidad
social. La actividad discriminativa y estructurante que se va dando por medio de la
objetivación, se explica precisamente por sus tintes normativos: la representación social
adquiere una armazón de valores.

En estas combinaciones incipientes de experiencias y estructuras simbólicas puede percibirse


un realismo semejante al de los niños que dibujan no sólo lo que ven de un objeto, sino
también lo que saben de él. La imagen es objetivada junto con una carga de afectos, valores y
condiciones de naturalidad. Los conceptos así naturalizados se transforman en auténticas
categorías del lenguaje y del entendimiento.

Como puede apreciarse, Moscovici (1979) presenta un análisis complejo y sistemático del
proceso de objetivación que, en muchos casos, parece denso pero que se explica por esa
preocupación constante para no desarticular inapropiadamente un fenómeno global que no
sigue una secuencia rígida ni causal. De igual manera, tanto Jodelet (1984), como Herzlich
(1979) y Banchs (1984), señalan que la importancia de un proceso como el de la objetivación
reside en que pone a disposición del público una imagen o esquema concreto, a partir de un
ente abstracto o poco tangible como lo es una teoría o concepción científica.

Para concluir con la objetivación de una representación social, conviene recordar que todas las
definiciones intentan explicar el paso de un conocimiento científico al dominio público (el
psicoanálisis, en la investigación de Moscovici), y que el segundo proceso de formación de una
representación social -el anclaje- se liga al primero en forma natural y dinámica.

b) Anclaje. Con el anclaje la representación social se liga con el marco de referencia de la


colectividad y es un instrumento útil para interpretar la realidad y actuar sobre ella.

Designa la inserción de una ciencia en la jerarquía de los valores y entre las operaciones
realizadas por la sociedad. En otros términos, a través del proceso de anclaje, la sociedad
cambia el objeto social por un instrumento del cual puede disponer, y este objeto se coloca en
una escala de preferencia en las relaciones sociales existentes. (Moscovici, 1979 p. 121)

Al insertarse el esquema objetivado dentro de una red de significaciones, la representación


social adquiere una funcionalidad reguladora de la interacción grupal, una relación global con
los demás conocimientos del universo simbólico popular. Las figuras del núcleo de la
representación son teñidas de significados que permiten utilizar a la representación como un
sistema interpretativo que guía la conducta colectiva. Además, el anclaje implica la integración
cognitiva del objeto de representación dentro del sistema preexistente del pensamiento y sus
respectivas transformaciones. Se trata, en suma, de su inserción orgánica dentro de un
pensamiento constituido. Señala Denise Jodelet (1984), que el anclaje genera conclusiones
rápidas sobre la conformidad y la desviación de la nueva información con respecto al modelo
existente y proporciona marcos ideológicamente constituidos para integrar la representación
y sus funciones.

De manera sintética, Moscovici (1979) aclara ambos procesos argumentando que la


objetivación traslada la ciencia al dominio del ser y que el anclaje la delimita en el de el hacer
(p. 121); así como la objetivación presenta cómo los elementos de la ciencia se articulan en una

41
realidad social, el anclaje hace visible la manera en que contribuyen a modelar las relaciones
sociales y también cómo se expresan.

Además de las dimensiones, de la dinámica y de las condiciones de emergencia de una


representación social, existen formas de determinación social: la central y la lateral. Estas han
sido nombradas por Moscovici en trabajos posteriores a su estudio sobre el psicoanálisis, e
incluidos por sus epígonos en reflexiones sobre la teoría.

En el caso de Herzlich, encontramos diferenciadas dichas determinaciones que buscan


responder a la pregunta que se hace respecto a la forma en que la estructura social determina
los aspectos de una representación. Comenta Herzlich (1979) que también Moscovici propone
distinguir a la determinación social central que regularía el surgimiento de la representación y
su contenido, de la determinación social lateral, menos directa y dirigida hacia aspectos
propiamente cognoscitivos y expresivos. Agrega que debe entenderse por un lado la
determinación que produce la totalidad de las circunstancias y por el otro una orientación más
psicológica, combinación de experiencias y factores motivacionales. Se expresa así la manera
como el individuo toma conciencia y responde socialmente.

Banchs (1984) conceptualiza a sendas determinaciones puntualizando que la influencia de las


condiciones socioeconómicas e históricas de una sociedad aluden a la determinación social
central; mientras que la huella del individuo, su aporte como sujeto de una colectividad se
traduce en la determinación social lateral. La importancia de la distinción estriba en que
permite clarificar los papeles que tanto la sociedad como el individuo juegan en la construcción
de las representaciones sociales. Como la misma Banchs expone:

La determinación lateral cobra importancia en la medida en que aumenta el grado de


democracia y de movilidad dentro de una sociedad; mientras que la determinación central
adquiere mayor relevancia en la medida en que aumenta el grado de totalitarismo e inmovilidad
dentro de una sociedad. En su investigación sobre la penetración del psicoanálisis en la sociedad
francesa, Serge Moscovici utilizó algunos procedimientos metodológicos que consideraba
convenientes para su objeto de estudio. Empleó cuestionarios estructurados y
semiestructurados aplicados en distintas muestras de la población así como un minucioso
análisis de contenido de todos los artículos relacionados con el psicoanálisis aparecidos en
periódicos, revistas y diarios entre el 11 de enero de 1952 y el 11 de marzo de 1953. Los
resultados fueron publicados en el libro La Psychanalyse, son image et son public, el año de
1961.

Cabe aclarar que Moscovici no recomendó ningún método en particular sino que sugirió la
utilización de las técnicas que abarcaran las dimensiones que constituyen una representación
social. Dice Moscovici :

Los sondeos no son un medio adecuado para evaluar el impacto de la ciencia en la opinión
pública (...) Para comprender el impacto de la difusión de los conocimientos científicos y
tecnológicos, y los trastornos que esto produce a niveles lingüísticos, intelectuales, culturales,
simbólicos, se requieren otros métodos que los empleados normalmente y otros enfoques
teóricos. (Moscovici, 1963, citado en Farr, 1986 p. 505)

Usar entrevistas abiertas o en profundidad, la observación participante de tendencias


etnológicas o el análisis minucioso del lenguaje de los individuos, son algunas de las técnicas
para la recolección y el análisis de la información que permiten develar las contradicciones que
ocultan a la ideología. De igual manera, las preguntas proyectivas de frases incompletas le han

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permitido a Banchs el estudio de las contradicciones internas en los entrevistados.

En su estudio sobre las representaciones sociales como una alternativa teórica para la Psicología
social en Latinoamérica, María Auxiliadora Banchs (s.f.) reseña en forma breve tres técnicas de
análisis que han sido utilizadas: análisis de procedencia de la información, análisis de los actos
ilocutorios y análisis gráfico de los significantes. Con la advertencia respecto a la existencia de
otras muchas técnicas de análisis empleadas en el tratamiento de las representaciones sociales,
las describimos siguiendo muy de cerca a Banchs.

Análisis de procedencia de la información (Jodelet)-


La autora ideó esta técnica para analizar independientemente del contenido temático, las
fuentes de información de las cuales el sujeto obtenía sus datos. Al estudiar la representación
social del cuerpo humano (1976), encontró cuatro fuentes globales de procedencia de la
información extendidas desde lo más personal hasta lo más impersonal: la vivencia del propio
sujeto, lo que piensa el sujeto sobre sí, lo adquirido a través de la comunicación social y la
observación (refranes y creencias populares), y los conocimientos adquiridos a través de los
medios más bien formales como estudios, lecturas, profesión.

Distinguir entre un contenido y una fuente de procedencia de información requiere de un


criterio establecido y presenta un alto grado de dificultad. Sin embargo, es una técnica muy
valiosa porque al reflejar la distancia que el sujeto toma frente al objeto de conocimiento
permite discriminar el grado de implicación personal y el arraigo social de dicho conocimiento.

Análisis de los actos ilocutorios (Flahault)-


Es una técnica que analiza los diálogos recogidos en textos, medios de comunicación o en
observaciones. Se buscan detectar los actos explícitos como órdenes o peticiones que definen
la relación existente entre los interlocutores, así como los actos implícitos que claramente
señalan las posiciones respectivas entre los interlocutores. Se analizan las relaciones de poder,
las reglas explícitas e implícitas, la dureza actitudinal de la representación social. De alguna
manera se establece una fotografía de los actos de poder, sugestión o intercambio a través del
lenguaje y, sobre todo, de sus usos.

Análisis gráfico de los significantes (Friedman)-


Los materiales grabados son transcritos y enumeradas las unidades de significación (en general,
sujeto y predicado) de acuerdo con su orden de aparición en el discurso y se identifican las
palabras que más se repiten. Por último, se reproducen gráficamente cono en un sociograma
todas las palabras señalando por medio de flechas la relación que tenían en el discurso original.
Se trata de conseguir la forma gráfica más ilustrativa de las relaciones entre las palabras:
núcleos de pensamiento equivalentes a lo que Moscovici llama el núcleo figurativo.

Debido a su laboriosidad es un método recomendado en investigaciones con un número


reducido de sujetos de prueba. Su ventaja está en que no fragmenta el discurso y, como señala
Banchs, el uso de categorías lógicas sigue teniendo la ventaja de hacer surgir los núcleos de
estructuración de las representaciones del propio discurso de los sujetos, sin la mediación
del investigador. Aunque el estilo de este trabajo se basa en la exposición que hacen distintos
autores, quisiéramos señalar, sin mayores intenciones polémicas, que vemos dicha afirmación
con gran reserva y escepticismo. De igual manera, Tomás Ibáñez (1988) ha descrito una de las
intervenciones metodológicas más frecuentemente usadas en la investigación de las
representaciones sociales:

Análisis de correspondencias (Di Giacomo)

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Se trata de un análisis multidimensional de tipo factorial que presenta un alcance
eminentemente descriptivo. Basándose en el diferencial semántico, se selecciona una serie de
palabras-estímulo que aluden al objeto social a indagar. Se pide a una muestra de sujetos que
efectúe una asociación libre a partir de cada palabra hasta desembocar en una especie de
"diccionario de asociaciones" o algo parecido a los "campos semánticos" (en realidad se trata,
según Ibáñez, de "campos lexicales"). Estos datos ayudan a la construcción de la dimensión
información de la representación. Lo siguiente consiste en recurrir al análisis de
correspondencias para establecer el grado de similitud que existe entre los diversos campos
semánticos y así generar unas representaciones gráficas en donde es posible visualizar el grado
de solapamiento o de independencia entre los campos, según sea la zona gráfica de
aglutinamiento. Lo conveniente, como en cualquiera de las vías metodológicas, es
complementarla con otros métodos que permitan una perspectiva dinámica y no sólo una
fotografía de la representación o una mera tipología.

Por su parte, Di Giacomo (1987) hace consideraciones sobre el problema de la metodología y lo


que a su juicio debe orientar los estudios: los procesos antes que los contenidos en sí. Además,
señala tres criterios para identificar a una representación social: que esté estructurada, que
comparta elementos emocionales con el nuevo elemento que la reactiva y que el conjunto de
opiniones esté unido a comportamientos específicos. En consecuencia, Di Giacomo extrae
algunas conclusiones metodológicas:

1) no se puede prejuzgar sobre la extensión posible del campo figurativo del objeto; 2) las
representaciones mismas son las que guían para reconocer a grupos ideológicos diferentes o
antagónicos; 3) debe disponerse de métodos que hagan visible la estructura de opiniones en
un sistema más o menos definido; 4) toda investigación acerca de las representaciones sociales
debe contar con criterios establecidos relativos a la existencia y consistencia de la
representación, con el fin de poder enmarcarla y analizarla; y 5) deben existir criterios
mínimos: la relación de los aspectos emotivos y actitudinales y la capacidad del modelo para
integrar nuevos elementos (carácter modélico), y la relación entre los comportamientos
(carácter funcional).

En otro sentido de análisis, Jodelet (1984) señala que a medida que fue precisándose como
teoría, en las representaciones sociales se han delimitado campos de investigación con ópticas
diferentes. El énfasis en cada una de ellas está en la manera de formular cómo se elabora la
construcción psicológica y social de la representación.

La primera perspectiva, se limita a la actividad cognitiva con la que el sujeto construye su


representación. En la segunda óptica, se considera que el sujeto es un "productor de sentido",
por lo que se acentúan los aspectos significantes de la actividad representativa. El tercer
enfoque trata a la representación como una forma de discurso y obtiene sus características de la
práctica discursiva de sujetos en la sociedad. La cuarta visión, considera la práctica social del
sujeto en tanto que derivada de las ideologías o posiciones relacionadas con el lugar que ocupa
en la sociedad. Para la quinta corriente, es el juego de las relaciones intergrupales el que
determina la dinámica de las representaciones. En la sexta perspectiva, más sociologizante,
convierte al sujeto en portador de determinaciones sociales y de visiones estructuradas por las
ideologías dominantes (cfr. Jodelet, 1984 pp. 479-480). Estas visiones suelen coincidir y
plantearse idénticos problemas, aunque con matices, de tal suerte que abordan la doble
cuestión que se halla en la base de la teoría: cómo lo social interviene en la elaboración
psicológica de la representación social y cómo influye ésta construcción psicológica en lo social.

La misma Jodelet, hace la distinción y ubicación de los distintos investigadores de la teoría y

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encuentra sectores clave de aplicación, en la comunicación social, la difusión y asimilación de
conocimientos, en el campo educativo, en la genética de las representaciones, la formación de
distintas concepciones sobre la realidad dentro de un grupo, entre otras. En cualquier caso, no
debiera olvidarse que las directrices metodológicas marchan de la mano de los objetos
estudiados y de las creencias asumidas por los mismos investigadores. Conviene mantener en
un punto de discusión algunas de las críticas que se han hecho al modelo de las
representaciones sociales y que según Ibáñez (1988) a veces son escamoteadas: la función
mistificadora del concepto de representación social, las falacias conceptuales del modelo de las
representaciones y la inadecuación metodológica.

Finalmente, para ilustrar la amplia gama de investigaciones sobre las representaciones sociales,
se anotan algunos de los temas que tenemos conocimiento de que han sido abordados: la
salud y la enfermedad (Herzlich, 1969 Y 1973); el cuerpo humano y la enfermedad mental
(Jodelet, 1983); la infancia (Chombart de Lauwe, 1971 y 1978); contacto con la cultura francesa
de estudiantes venezolanos (Banchs, 1982); la deuda externa (Dobles y otros, s.f.c.). Como tesis
de grado: la locura (Duarte y Rodríguez, 1983); la depresión (Espinoza y Topetta, 1983); el
feminismo (Espina y Patiño, 1984); la maternidad (Lomely, 1984); los valores transmitidos por
los medios masivos de comunicación (Gómez y Chacón, 1984); el cuerpo de los alumnos visto
por las maestras (Gutiérrez y Salazar, 1984); la Psicología social (Banchs, 1984 y 1985) el cuerpo
(Miguez y Villegas, 1984); el rol de la mujer (Gómez y Velazco, 1984); la pareja (Valencia, 1995).
Asimismo, se tiene conocimiento acerca de investigadores que trabajan en temas diversos
tanto de las representaciones sociales como sobre conducta moral, construccionismo social,
Psicología colectiva y conocimiento cotidiano, quienes integran la Social Representations
Comunication Network, con sede en el Institut für Psychologie de la Universität Linz en Austria.
1. La hipótesis de la polifasia cognitiva

Moscovici encuentra en la base de la forma de pensamiento que estudia en su investigación, dos


principios que correlaciona con aspectos de la representación social: la analogía y la
compensación.

a) la analogía, corresponde a la agrupación de nociones en una misma categoría, a la génesis de


un nuevo contenido; b) la compensación, se refiere a la organización de las relaciones entre los
juicios.

La analogía contribuye a fundar las características representadas del objeto, es decir, se centra
en el objeto; y la compensación edifica las significaciones y enlaces que le corresponden, esto es,
con el marco de referencia que controla y guía el razonamiento.

Asimismo, Moscovici se topa con interesantes aspectos en la génesis del sentido común y su
utilización como guía de conducta social. Señala tres observaciones que le hicieron detenerse
con el fin de sugerir algunas propuestas útiles para una Psicología social del conocimiento: la
primera, es la similitud entre la forma de pensamiento descrita en su libro y la que caracteriza a
la inteligencia concreta; la segunda, es el parentesco que une a la analogía y la compensación
con el sincretismo infantil; y la tercera observación es la de que coexisten en el individuo varios
modos de pensamiento.

Para Moscovici, en la Psicología genética existe un estrecho paralelismo entre socialización y


sucesión cronológica. Entonces, es posible hablar de escalas de socialización y de estructuras
intelectuales superiores a otras puesto que puede definirse lo que se entiende por socialización.
Sin embargo, cuando se analizan situaciones globales, los criterios muestran su insuficiencia y la
Psicología social no tiene posibilidad de recurrir a un paralelismo análogo al de la Psicología

45
genética. En consecuencia, Moscovici observa un fenómeno que la Psicología genética de Piaget
no explica con suficiencia:

Una vez que ha dominado el universo físico e ideológico, el niño, el adolescente, están muy lejos
de llegar a un empleo general de su instrumento intelectual. Por otra parte, la sociedad no se lo
pide. La capacidad de hacerlo no está asegurada (...) la coexistencia de diversos sistemas
cognitivos se convierte más en la regla que en la excepción (Moscovici, 1979 p. 201).

Los mismos individuos o grupos, son capaces de emplear lógicas variables de acuerdo a los
distintos dominios de su actividad. Registros lógicos que dependen, según dice Moscovici, del
grado de dominio y profundidad del medio ambiente objetivo, de la naturaleza de las
comunicaciones, las acciones y resultados buscados y de la interacción entre colectividad y
medio social físico. Visto de manera global, se puede estimar la coexistencia de modos distintos
del conocimiento que corresponden a relaciones definidas del hombre y de su medio: un estado
de polifasia cognitiva.

Al entender que génesis y evolución cronológica no deben confundirse, Moscovici (1979) sugiere
dos vías de estudio: la primera, sería la de analizar las correspondencias entre situación social y
modalidades de conocimiento; y la segunda, partiendo de la hipótesis de la polifasia cognitiva,
llevaría al estudio de la transformación de esas modalidades de conocimiento, las relaciones que
se establecen entre ellas y su adaptación. La polifasia cognitiva pareció ser uno de los hallazgos
más estimulantes para Moscovici y sus colaboradores, por lo que señalaba que convenía
ocuparse del tema en algunas de las investigaciones, hecho que ha sido explorado por la escuela
suiza de las representaciones y la cognición social con Gabriel Mugny y Willem Doise a la cabeza.

2. La representación social y otros conceptos cognitivos

Uno de los temas en que coincide la mayoría de los estudiosos de las representaciones sociales
es el de la necesidad de clarificarlas y distinguirlas de otros conceptos cognitivos que suelen ser
confundidos o utilizados como sinónimos en forma inexacta. En primer lugar, conviene enfatizar
el aspecto social en la representación puesto que muestra, de entrada, una diferencia clave en
relación con otros conceptos. Según Jodelet (1984), en las representaciones sociales interviene
lo social de diversas maneras: por el contexto en el cual se sitúan personas y grupos; por la
comunicación que establecen entre ellas; por las formas de aprehensión que les brinda su bagaje
cultural; por los códigos, valores e ideologías ligados a posiciones o pertenencias sociales
específicas (citada en Banchs, 1984 p. 4).

También la representación social es ubicada como un constructo teórico intermedio entre lo


psicológico y los social. Sin embargo, no es algo definido y contundente. El propio Moscovici
aclara que la representación no es una mediadora sino un proceso que hace que concepto y
percepción de algún modo sean intercambiables porque se engendran recíprocamente. Herzlich
(1979) comenta que resulta más justo decir que, elaborándose a un nivel concreto, la
representación social se presenta al individuo como un dato perceptivo. Moscovici claramente
señala este carácter intermedio aparente de la representación social cuando dice que ocupa una
posición intermedia entre el concepto que abstrae el sentido de lo real y la imagen que
reproduce lo real. Las percepciones y los conceptos son productos, modos de conocer derivados
de lo icónico y de lo simbólico respectivamente. En consecuencia, se expresa esta relación como
de interacción social:

Es bajo la forma de representaciones sociales como la interacción social influye sobre el


comportamiento (o el pensamiento) de los individuos implicados en ella, y es al tratar de poner

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en práctica sus reglas cuando la sociedad forja las relaciones que deberá haber entre sus
miembros individuales (Moscovici, 1979 p. 69).

La representación social es una teoría natural que integra conceptos cognitivos distintos como la
actitud, la opinión, la imagen, el estereotipo, la creencia, etc., de forma que no sea una mera
suma de partes o aglomeración acrítica de conceptos. Definidas las representaciones sociales
como una forma de conocimiento de sentido común, estructural y funcionalmente se distinguen
de otras nociones cognitivas. Con la intención de clarificar dichas diferencias, se muestran las
definiciones de cada concepto cognitivo en su limitación, siguiendo de nueva cuenta a Banchs
(1984): La actitud. Uno de los componentes (junto con la información y el campo de
representación) de toda representación social; es la orientación global positiva o negativa de una
representación.

La opinión. Para Moscovici la opinión es una fórmula a través de la cual el individuo fija su
posición frente a objetos sociales cuyo interés es compartido por el grupo.Los estereotipos. Son
categorías de atributos específicos a un grupo o género que se caracterizan por su rigidez. Las
representaciones sociales, por el contrario, se distinguen por su dinamismo (aunque tienen una
estructura o núcleo figurativo relativamente estable).

La percepción social. El término no se refiere a las características físicas observables sino a rasgos
que la persona le atribuye al blanco de su percepción. La percepción es descrita como una
instancia mediadora entre el estímulo y el objeto exterior y el concepto que de él nos hacemos.
La representación social no es una intermediaria sino un proceso que hace que concepto y
percepción sean intercambiables puesto que se engendran recíprocamente.

La imagen. Es el concepto que suele utilizarse más como sinónimo de representación social. Sin
embargo, la representación no es un mero reflejo del mundo exterior, una huella impresa
mecánicamente y anclada en la mente; no es una reproducción pasiva de un exterior en un
interior, concebidos como radicalmente distintos, tal como podrían hacerlo suponer algunos
usos de la palabra imagen.

De esa diferenciación se desprende que las representaciones sociales se presentan en varias


formas con mayor o menor grado de complejidad. Imágenes que condensan un conjunto de
significados; sistemas de referencia interpretativa y que dan sentido a lo inesperado; categorías
para clasificar circunstancias, fenómenos, individuos; teorías naturales que explican la realidad
cotidiana. Conocimiento de sentido común o bien pensamiento natural (por oposición al
pensamiento científico), que se construye a partir de experiencias, informaciones, conocimientos
y modelos de pensamiento recibidos y trasmitidos a través de la tradición, la educación y la
comunicación social: un conocimiento socialmente elaborado y compartido.

Por otro lado, entre quienes se han propuesto analizar la teoría de las representaciones sociales
haciendo distinciones con respecto a la cognición social, está Darío Páez, quien hace una
caracterización de las representaciones sociales a nivel de estilo de presentación de sus
contenidos. Las representaciones sociales muestran :

1) Una especie de formalismo; un empleo sistemático de estereotipos lingüísticos e


intelectuales (clichés, juicios, etc.). 2) La conclusión, ya conocida y definida normativamente a
partir de las relaciones grupales, prima sobre el resto del razonamiento. 3) Un tipo de
causalidad fenoménica simple y mixta caracteriza también a la representación social a un nivel
formal. 4) La base del funcionamiento cognitivo anteriormente descrito es el razonamiento por
analogía y con economía de medios. 5) A nivel de contenido las representaciones sociales se

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caracterizan por ser: una actitud hacia el objeto, un conjunto de conocimientos sobre este
objeto social, y una serie de temas organizados jerárquicamente en un campo de
representaciones sociales. 6) Por último, el lenguaje de la representación social retoma de los
discursos filosóficos (ideológico y científico) algunas palabras y conceptos. (cfr. Páez, 1987 pp.
303-306).

3. Nuevos rumbos en las investigaciones de Serge Moscovici

En sus investigaciones acerca del psicoanálisis en Francia, Moscovici mostró interés por el
sentido común, su conformación a partir de una ciencia y lo que se ha denominado pensamiento
profano y epistemología popular. Había contemplado también investigar al marxismo en
condiciones similares a como lo hizo con el psicoanálisis, suponiendo que las teorías económicas
y políticas (como el marxismo) provocaban repercusiones sociales suficientemente ricas como
para merecer la exploración. Trataba de complementar lo que había realizado con una teoría
científica (el psicoanálisis). Según dice Farr (1983), es hasta los años ochenta cuando Moscovici
se planteó nuevamente la idea de investigar la representación social del marxismo en la Francia
contemporánea. Actualmente y luego del derrumbe del llamado "socialismo real", no se tiene
conocimiento sobre publicación de resultados al respecto.

A lo largo de las últimas décadas, Moscovici ha trabajado en distintas líneas de investigación con
aparente desinterés del tema de las representaciones sociales tal cual las ideó. Esta situación
permitiría cuestionar si el modelo de las representaciones sociales sigue siendo la punta de lanza
de la escuela de Moscovici, cosa que parece no ser ya tan contundente. Digamos mejor que sus
derivaciones van desde el intento de dar cuerpo a la visión de Gabriel Tarde sobre la Psicología
social como "estudio comparativo de conversaciones", hasta el fenómeno de la influencia social
y la Psicología de las minorías activas. A Moscovici le interesan -dice Farr (1983)- los mecanismos
por los que las ideas y pensamientos de un individuo llegan a influir sobre el pensamiento de la
mayoría de los demás: la influencia minoritaria. Es decir, la forma en que unos pocos
individuos muy creativos llegan a influir sobre la opinión pública e inclusive a conformarla.
Estudios que apuntan hacia lo que es la ideología y el poder político.

Al respecto Moscovici ha hecho interesantes hallazgos en contraste con las clásicas afirmaciones
de la influencia social, la contaminación y la sugestión a través de los medios de información.
Moscovici habla de una "rebelión de las minorías" relacionada con la elevación general del nivel
de intrucción y con la importancia de las escuelas; con la consciencia social facilitada por las
comunicaciones y el crecimiento de lo individual o minoritario como reacción a la masificación
social consecuencia de la planeación centralizada y racional. Señala Serge Moscovici:

Hoy en día, las minorías son un componente normal de la vida social. Los estudiosos deberían
mirar el mundo desde el punto de vista de las minorías y ya no exclusivamente desde el punto de
vista de las mayorías de las masas unitarias, como lo han hecho hasta ahora (Moscovici, 1980 p.
690). Esto significa para Moscovici que la Psicología de las masas surgida en Europa bajo ciertas
condiciones, no puede explicar con precisión los fenómenos de las minorías que han surgido en
las últimas décadas. Moscovici busca comprender esta influencia de la minoría, distinguiendo
varias condiciones:

a) representa una postura desviante o prohibida que es socialmente conveniente en cierto


momento

b) puede provocar un conflicto, aunque la mayoría evite o rechace dicha crisis de cambio;

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c) como la minoría muestra una ausencia de compromiso tácito su negativa a ceder genera
que el conflicto sea resuelto sólo a través de una concesión de la mayoría;

d) el éxito de la influencia minoritaria se cifra especialmente en estilos de comportamiento. Se


persuade más por el comportamiento y la convicción sobre un punto de vista, que por el hecho
de representar a un gran número de personas, ser especialista o gozar de prestigio.

La influencia de la minoría desfasa la actitud de las mayorías: quizá se maneje un mensaje


dictado por el consenso, pero las opiniones asociadas al mismo -lo subjetivo, la intimidad del
individuo- serán las más moldeadas por la influencia de la minoría a través de la comunicación
interpersonal y, más precisamente, de las conversaciones: modalidad de la comunicación social
cuya influencia es igualmente capital pero que no ha recibido, ni de lejos, la misma atención que
los medios de comunicación de masas (cfr. Ibáñez, 1988).

A estos rumbos teóricos que Moscovici ha enfilado después de su estudio sobre las
representaciones sociales, debe incluirse lo que ha visto en perspectiva: la verdadera
reconstitución de una Psicología colectiva entendida como una Psicología de las masas, de la
muchedumbre, del comportamiento colectivo, de las comunicaciones de masas, de los estilos de
comportamiento, de la "conversión", de la "criptomnesia social", entre otros temas; que se
dejaron hace tiempo para la sociología y para la antropología. Paralelamente, preludia el
nacimiento de tendencias psicológicas fuera de la especialidad propiamente dicha y un
"mestizaje metodológico" entre la experiencia y la observación: la hermenéutica.

4. Representaciones sociales: Ciencia e ideología

Las representaciones sociales aparecen en las sociedades modernas en donde el conocimiento


está continuamente dinamizado por las informaciones que circulan bastamente y que exigen ser
consideradas como guías para la vida cotidiana. A diferencia de los mitos, las representaciones
sociales no tienen la posibilidad de asentarse y solidificarse para convertirse en tradiciones ya
que los medios de información de masas exigen el cambio continuo de conocimientos y la
existencia de un receptor típico de nuestro tiempo al que Moscovici llama el *sabio aficionado o
amateur+. Éste, es el aficionado consumidor de ideas científicas ya formuladas y que convierte
en sentido común cuanta información recibe: como forma desacralizada y vital de conocimiento
científico.

Además de distinguirse de la ciencia, el conocimiento de sentido común tiene rasgos que lo


diferencian de la ideología. Apunta Moscovici: La ciencia se preocupa por controlar la naturaleza
o por decir la verdad sobre ella; (la ideología) se esfuerza más bien por proporcionar un sistema
general de objetivos o por justificar los actos de un grupo humano. Subsecuentemente reclaman
conductas y comunicaciones adecuadas (Moscovici, 1979 p. 52).

Significa entonces que la representación social contribuye exclusivamente al proceso de


formación de conductas y a la orientación de las comunicaciones. Resolver problemas, dar forma
a las interacciones sociales, proporcionar un patrón de conductas son motivos para constituir
una representación y separarse de lo que es la ciencia y lo que es la ideología.

Por otra parte, la ciencia se liga ideológicamente con el poder de "quien sabe", y el sentido
común es vilipendiado porque significa la vulgarización y la caída de ese saber. Tal menosprecio
se explica por la desigual valoración de los conocimientos: por un lado la ciencia y por el otro el
sentido común. En efecto, se olvida que así como el conocimiento científico es incorporado al
lenguaje de la vida cotidiana constituyendo una auténtica red de opiniones, válida para la

49
convivencia social, el conocimiento popular de sentido común aporta -a la larga, quizá- los
sustentos que la ciencia requiere para ser ideada.

Indagando sobre la doble dirección de flujo dada en este proceso, Moscovici y Hewstone
plantean al sentido común como una especie de conocimiento de menor jerarquía científica
(aunque no por ello menos complejo), y que suele aparecer en dos formas:

Primero, en tanto que cuerpo de conocimientos producido de forma espontánea por los
miembros de un grupo, basado en la tradición y el consenso. Siendo un conocimiento de primera
mano, es un terreno donde nace y prospera la ciencia. Segundo, en tanto que suma de imágenes
mentales y de lazos de origen científico, consumidos y transformados para servir en la vida
cotidiana (Moscovici y Hewstone, 1984 p. 685).

Cuando el sentido común ha sido estructurado en forma tal que el rigor lo pueda hacer ciencia,
se producen desequilibrios y tomas de posición contradictorias que se traducen en el lenguaje. El
mismo vocabulario tiende a asimilarse al nuevo implicando reemplazo y desmantelamiento
simultáneos de las cadenas lingüísticas existentes. Inversamente, la formación de una
representación social y su generalización entrañan la injerencia de la propia lengua en la teoría, a
manera de una jerga científica que se convierte en una versión socialmente autorizada de un
modo de acceso al saber y a los fenómenos que son inaccesibles a la colectividad. Mediante lo
que Moscovici y Hewstone (1984) denominan positividad, es decir, la repetición afirmativa de
una información para minimizar sus aspectos negativos y sus particulares cualidades, se facilita
que circulen dentro del grupo las nociones que la representación social estructura como
explicación de lo cotidiano. En este amplio dominio de la ideología, las representaciones sociales
se refieren a entidades más concretas, aprehensibles cognitiva y comportamentalmente, así
como a unidades de significado en las cuales se cuela mucho de lo ideológico.

Para Darío Páez (1987) las representaciones sociales son la forma presistematizada o
vulgarizada, en el discurso del sentido común, de las ideologías. Son un auténtico discurso
ideológico no institucionalizado: la ideología es el discurso social de la legitimación de la
hegemonía sustentada en la división del trabajo y en el lenguaje. Además, la ideología no se
concreta a un conjunto de representaciones, sino que implica una serie de instituciones
productoras del discurso de legitimación y de las prácticas sociales que lo concretizan.

De esta manera, llegamos a la consideración de la ideología y de las representaciones sociales


como aspectos que la Psicología social debe examinar en sus funciones. Como lo ha señalado
Martín-Baró (1983), analizar la acción humana en cuanto ideológica, es decir, en cuanto
determinada por factores sociales vinculados a los intereses de clase grupal. Acción en la que se
pretende que el sujeto tome conciencia de esos determinismos y pueda asumirlos (aceptándolos
o rechazándolos) mediante una praxis consecuente.

Según el mismo Martín-Baró (1983), resulta significativo constatar que la Psicología social se ha
dispuesto bajo la óptica de la ideología imperante al atender a procesos como la sumisión, la
obediencia y el conformismo, e investigar muy excepcionalmente sobre la desobediencia, la
inconformidad y el cambio social.

Cuando Moscovici complementa su teoría de las representaciones sociales con sus trabajos
acerca de las minorías activas y la influencia social, da dimensión al descubrimiento de la
ideología que subyace y domina, al sentido común como una forma de pensamiento social que
puede resultar valiosa para el análisis, descripción y desmantelamiento de la ideología como
discurso de dominación. En suma, hacer una auténtica Psicología política.

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Consideramos que un primer acercamiento sería dado si se valorara el sentido común mismo, ya
que pareciera ser una máscara pública, idea o coartada a la que se aspira o tras la que se suele
esconder. No se trata de quedar en el simple reconocimiento del sentido común, ni en su
elevación a categoría moral de comunicación popular o "de la gente". Ni se trata tampoco de
dibujar las supuestas imágenes de las representaciones, apelando a una tecnología de
investigación que desprecia el espíritu metodológico que Moscovici estableció y que la mayoría
de sus epígonos conocidos por nosotros parece ignorar o al menos enfocarlo con el punto ciego
de la retina. Lo que sí conviene es descubrir su trasfondo para detectar las ideologías que lo
utilizan como explicaciones acríticas de la realidad. Tal como lo sugiere Fernández Christlieb
(s.f.), a la sombra del sentido común existe la colectividad efervescente en privado. Es decir,
partiendo de esta hipótesis o creencia puede argumentarse, junto con Fernández Christlieb, que
"la Psicología colectiva debe dedicarse a romper el sentido común".

Módulo 3

La construcción social del socioconstruccionismo: retrospectiva y


perspectivas- ibañez

A lo largo de estos últimos años la orientación socioconstruccionsita se ha afianzado de manera


muy notable en el seno de la psicología social, y esto se evidencia de multiples formas. Valga como
botón de muestra el volumen ya considerable alcanzado por las publicaciones generadas desde esta
orientaión, o el importante número de investigadores/as que se reclaman de ella en distintos países.
Valga también el hecho de que nadie, en la disciplina, puede pasar por alto su existencia y que no
haya otra alternativa que la de estudiarla y conocerla, con mayor o menor detalle, aunque sea para
problamar que convieen ignorarla. Pero lo más llamativo es quizás que algunos de sus presupuestos
están influyendo, y se van incoporporando aunque sea en dosis homocopaticas en el seno de las
demás orientaciones.

Se habló de una nueva orientación que pugnaba por abrirse un espacio en la psicología social. Hoy
esa ya ha perdido su aura de no verdad, y pertenece a la historia reciente de la misma. También se
habló de una orientación alternativa hoy el socioconstruccionismo ha abandonado los márgenes de
la disciplina para situarse a una distancia de sus núcleos centrales que, sin ser del todo cercana,
tampoco aparece como desmesurada. Aunque sesa anecdótico resulta llamativo por ej: que el último
congreso nacional de psicología social se haya celebrado bajo un lema que reza “construyendo
encuentros”.

Repaso histórico- sus antecedentes se hayan en el fuerte cuestionamiento interno al que fue
sometida la propia disciplina hacia fines de los 60 y 70, en el periodo de la crisis de la psicología
social. Se desarrolló entonces un doble cuestionamiento de los principales supuestos metodológicos,
teoricos y también prácticos de la disciplina. La primera vertiente de este doble cuestionamiento,
que podríamos calificarlo como nuncia de la asunción acrítica de los postulados positivistas y neo
positivistas por parte de la disciplina. La segunda vertiente, de naturaleza más política se dirigía a la
nula implicación social y a la escasa utilidad practica de las aportaciones realizadas por la
investigación psico sociológica.

51
El cuestionamiento político conectaba muy directamente con el clima contestatario que se había
extendido por numerosos campos universitarios, así como con una agitación social que encontraba
en la juventuda uno de sus principales protagonistas, y con el inicio de una profunda recomposición
de los movimeintos sociales.

A principios de los 80, la intensa actividad crítica desarrollada en los años anteriores desemboque
finalmente sobre unas propeustas mucho más elaboradas que prefiguran ya el construccionismo
social.

Kenneth Gergen en las formulaciones de estas propuestas publica un libro de un rigos


epistemológico y de una densidad filosófica poco habituales en el ámbito de la psicología social,
que testimonia de la seriedad y de la solidez de la nueva agenda que se estaba elaborando. Bien es
cierto que la expresión construccionismo social aún no se utiliza en ese libro para denominar la
propuesta teorica que en él se presenta, y que será preciso esperar a la publicación en 1985 de un
sonado articulo “the social construccionist movement in modern psychology”.

El socioconstruccionismo no habría conseguido consolidarse, ni presentaría las características que


lo definen actualmente si el clima intelectual de fines de los 70 y principios de los 80 no hubiese
estado marcado por un conjunto d eaportaciones que, pese a su diversidad, presentaban un
inequívoco aire de familia. Me estoy refiriendo a Foucault, a los desarrollos del segundo giro
linguistico protagonista por la escuela de Oxford, por otra parte, pero también al resurgir del
pragmatismo de la mano de Richard rorty, así como el auge del post estructuralismo, sin olvidar la
constitución del paradigma de la complejidad, ni tampoco la creciente atención prestada a la
discursividad y a los planteamientos post modernos. Es decir, en definitiva, a la construcción de un
contexto intelectual que permitió enriquecer considerablemente la segunda teórica inicialmente
propuesta por el construccionismo social, al mismo tiempo que facilitaba su aceptación por parte de
quienes, dentro de la disciplina, se mostraban sensibles a una o varias de las mencionadas
aportaciones contemporáneas.

El acierto consistió en privilegiar la dimensión instituyente del socioconstruccionismo por encime


de su dimensión instituida, o su carácter de proceso en desarrollo por encima de sus carácter de
producto más o menos acabado. Simple diferencia de énfasis, si se quiere, pero diferencia de
énfasis, si se quiere, pero diferencia consonante con las propios supusetos epistemológicos que
nutrían al construccionismo social y que inducía a pensar esta orientación mediante la metáfora de
un archipiélago más o menos disperso en lugar d erecurrir a la me´tafora de un macizo constinente
teórico.

Tras mucho es correcto atribuir al socioconstruccionismo los siguientes resultados y efectos:

- El haber conseguido alentar una permanente incisive sensibilidad critica en relación a los
diversos procedimientos de auto legitimación aritulados por las Corrientes tradicionales y
dominantes de la psico. Social. Cuando esta sensibilidad critica se nutre ademas de un
fuerte bagaje de conocimientos epistemológicos y filosóficos, se torna muy difícil no
solamente desembocar dichos procedimientos sino también argumentar convincentemente
la propia aceptabilidad de los mismos.
- El haber forzado, ensachándolos considerablemente, los espacios de legitimación de la
propia disciplina, para así dar cabida a metodologías de investigación a planteamientos
teóricos, y a intereses investigadores que no hace tanto tiempo habrían sido
vehementemente descalificados. Gracias en parte al socioconstruccionismo, los grados de
libertad de los que se dispone para producer conocimientos legitimos en psico. Social se
han incrementado notablemente.

52
- El haber contribuido a tornar mas permeables las fronteras disciplinarias, impulsando flujos
de intercambio con la sociología, etc.
- El haber realizado aportaciones substantivas en la investigación de un amplio conjunto de
fenómenos psicosociales, entre los cuales solo mencionare ej: la identidad, subjetividad,
discriminación o las relaciones interpersonales.
- El haber elevado el grado de sensibilidad hacia la dimension política de las diversas
prácticas, de investigación u otras, que se desarrollan en y desde la propia psico. Social.
- El haber constituido una importante red de soporte de publicaciones susceptible de acoger
los textos que no encajan en los parametros estándar de la disciplina.

Una de las principales debilidades del construccionsimo social proviene de aquello mismo que le ha
dado parte de su fuerza y que ha realizado el interés que presenta. Me estoy refiriendo a su
flexibilidad a su carácter abierto y a su configuración como un movimiento más que como una
doctrina teórica dotada de una fuerte coherencia interna. En efecto, la capacidad que ha tenido, para
acoger en su seno formulaciones y planteamientos tan diversos, ha generado variso efectos
problemáticos. Primero el adquirir poco a poco cierta apariencia de cajón de sastre, donde casi todo
tiene cabida.

La propia especificidad de las diversas orientaciones que conforman el socioconstruccionismo


genera unas tensiones entre ellas que cuestionan la cohabitación en un mismo marco teórico y
amenazan con hacerlo estallar en islotes inconexos.

Otra debilidad de aquello mismo que hizo su fuerza, me refiero a su rápida y fuerte consolidación
en el seno de la disciplina y a su reconocimiento como na de las corrientes legítimas de la psico.
Social.

No faltan argumentos para considerar de forma eminentemente crítica las actuales limitaciones del
socioconstructivismo, la primera se relaciona con el énfasis que supo poner el construccionismo
social sobre la incuestionable importancia del lenguaje, y sobre la naturaleza discursiva de una
entidades y de unos fenómenos psicológicos que convenía des-naturalizar, des-esencializar y
arrancar a la supuesta interioridad del individuo. El problema radica más bien en que la necesaria
atención prestada al ámbito de la discursividad no haya ido de la mano de un igual interés por el
campo, amplísimo, de las prácticas de carácter no discursivo. Se han dejado de lado los objetos que
ejercen sus efectos por medio esencialmente no linguisticos tales como con el cuerpo, tecnologías,
etc, esta parcialidad no es grave porque nos haya privado de ciertos conocimientos sobre objetos
interesantes sino porque por decirlo de alguna manera, ha desequilibrado el socioconstruccionismo
haciéndose olvidar la importancia de las codiciones materiales de existencia. No solo se ha ignorado
aquello que actúa con independencia del discurso, sino que se le ha invisibilizado con todas las
consecuencias que se desprenden de este tipo de operación.

La segunda línea tiene que ver con la incapacidad, las resistencias para extraer las consecuencias
explícitamente políticas de sus propios presupuestos y para desarrollar una intervención en el plano
teórico y en el de las prácticas, que estauviece en consonancia con el carácter insoportable de las
condiciones de existencia que nuestro modelo de sociedad impone a la inmensa mayoría de los
seres humanos y con la insoslayable urgencia de construir un mundo distinto.

53
La psicología social como dispositivo desconstruccionista

Según el supuesto ontológico, se ha ido consolidadno progresivamente la idea de que la realidad


social no es independiente de las prácticas humanas, y de que constituye precisamente un
resultado de estas prácticas. Este reconocimiento no deja otra opción más que la de resaltar la
insoslayable dimensión histórica de los fenómenos sociales, con todo lo que ello implica, todos los
fenómenos sociales son producciones históricamente situadas, y por lo tanto son, por naturaleza,
cambiantes con las épocas. La modificación de los fenómenos sociales resulta inevitable si se
piensa que las prácticas humanas que los constituyen presentan, precisamente, la peculiaridad de
ser unos procesos que crean en el transcurso de su desarrollo las condiciones para su propia
transformación.

El conocimiento que elabora la psicología social sobre sus objetos de estudio no es un


conocimiento que cambia, al igual que los conocimientos de otras ciencias, únicamente porque se
hace más preciso, rico o acertado, sino que es un conocimiento que también es cambiante porque
cambian las características de los objetos sobre los que versa. Es conveniente por lo tanto, que el
psicólogo social adquiera la mentalidad de un constructor de obras efímeras, aunque solo sea
porque no tiene sentido utilizar los mismos materiales y métodos para realizar una construcción a
prueba de los siglos o para realizar un puente provisional. Se puede considerar que todo
fenómeno social lleva incorporada la memoria de las relaciones sociales que lo instituyeron como
tal y que han visto los postestructuralistas, entre otros, no se puede dar cuenta satisfactoriamente
de un fenómeno sino se dilucida también su proceso de constitución.

La genealogía de un fenómeno de un fenómeno social cambia a medida que se producen


acontecimientos posteriores y por otra parte, nunca se puede acceder a un conocimiento total de
esa genealogía. Las consecuencias, si para conocer un fenómeno es preciso conocer su genealogía,
si esta es cambiante, entonces también debe ser cambiante el conocimiento del fenómeno, la
genealogía de un fen{omeno no es nunca totalmente cognoscible, tampoco lo es el fen{omeno,
con lo cual el conocimiento psicosocial es necesariamente incompleto.

Entre los científicos quizá sean los psicólogos sociales, junto con los sociólogos, los antropólogos e
historiadores, quienes tengan, o deberían tener, una conciencia más aguda del carácter
sociohis´toricamente situado, de las categorías de pensamiento a las que recurren para dar cuenta
de la realidad. El conocimiento que podemos producir en un período histórico dado es
dependiente del entramado sociocultural que caracteriza ese periodo. Esos conocimientos son
intrínsicamente provisionales, puesto que ninguna forma sociocultural es invariante. Los
conocimientos deben ser permanentemente desconstruidos para poder hacer aflorar las
determinaciones socioculturales implícitas que vehiculan de forma acrítica.

La combinación entre la dimensión simbólica de la realidad social, por una pate, por otra, la
dimensión agencial del ser social, se traduce por lo que Gergen ha llamado el efecto de ilustración,
es decir por el hecho de que los conocimientos producidos acerca de su determinado fenómeno
social revisten sobre ese fenómeno, modificándolo.

54
No es el nivel fenomenológico sino el propiamente ontológico el que queda parcialmente
constituido por los saberes a los que recurrimos para conceptualizarlo. Sea cuáles sean sus
opciones políticas, el psicólogo social se encuentra en la necesidad de interrogar
permanentemente los conocimientos que produce para saber cuáles son las formas sociales que
contribuye a reforzar o a subvertir y para saber en definitiva cuáles son los intereses que está
sirviendo. Hay una provisionalida intrínseca de los conocimientos psicosociales y de la
correspondiente necesidad de proceder a deshacerlos con cierta frecuencia. Uno de los
instrumentos más eficaces, y que el psicólogo social debe recurrir a la desconstrucción sistemática
como método básico par aproducir conocimientos relevantes en el marco de su disciplina.

En la actualidad lo único que se está afirmando aquí es que ya no se puede ignorar la dimensión
hermenétucia de los hechos sociales, como tampoco se puede pasar por alto la dimensión
hermenéutcia de las explicaciones que ofrecen las ciencias sociales. La nueva psico. Social debe
situarse de lleno en el periodo posrepresentacionista y que esto constituye una condición
necesaria para la construcción de la nuevas orientaciones que están emergiendo en la actualidad.

Para avanzar a una psicología social post positivista: a- reconocimiento de la naturaleza simbólica
de la realidad social, no significa que se agota en dicha realidad simbólica, sino que esta dimensi´n
es insoslayablemente constitutiva de los fenómenos sociales. Lo social se construye
efectivamente, al igual que los significados y la intersubjetividad, en la interacción entre las
personas. Pero no significa que sea suficiente con que exista una interacción o relación
interpersonal para que también exista la dimensión social, como lo ha considerado
tradicionalmente la psicología social. En efecto, la interacción es tan solo una condición, necesaria
pero no suficiente para que emerja lo social.

Reconocimiento de la naturaleza histórica de la realidad social. La idea según la cual la sociedad


constituye una producción humana, que se modifica a través del tiempo es ella misma un idea que
ha sido producir en un periodo sociohistórico determinado, y por cierto, en un periodo
relativamente reciente.

En el plano reconocimiento de la naturaleza histórica de la realidad social, y por tanto del


conocimiento producir sobre esa realidad, es oro de los puntos que figuran como postulados de
partid de la agenda de una nueva psicología social. Con todas las consecuencias que esto implica
para la identidad de la discipina, y con el estatus privilegiado que se otorga de esta manera a los
procedimientos genealógicos o arqueológicos, en el sentido de Foucault.

Reconocimiento de la importancia que revista el concepto y el fenómeno de la reflexividad, la


capacidad que tiene el ser humano de romper la disyunción objeto/ sujeto y de fundir ambos
términos en una relación circular lo que posibilita la construcción de la naturaleza social de ese
mismo ser humano. Es porque el sujeto es capaz de tomarse así mismo como objeto de análisis
por lo que puede constituirse un mundo de significados compartidos y un espacio intersubjetivo
sin los cuales la dimensión social no podría constituirse como tal.

La psicología social debe tomarse a sí misma como objeto de análisis, y se quizá porque empezó a
hacerlo por lo que estalló la famosa crisis que la sacudió tan profundamente. La cuestión de la
reflexividad no es fácil, pero no deja de constituir por ello otro de los puntos básicos a partir de los

55
cuales cobra sentido la elaboración de una agenda de trabajo para una psicología social de nuevo
cuño.

Reconocimiento de la agencia humana. La idea según la cual la conducta humana es en buena


medida, de naturaleza propositiva ya estaba presente en los inicios de la psicología moderna, pero
esta idea pasó a ser letra muerta por obra del hegemonismo conductista. El reconocimiento del
carácter intencional de la conducta dibujaba de esta forma un concepto del ser humano como
agente capaz de constituirse en fuente de determinación última de sus propias conductas, es
decir, capaz de autodirigir sus conductas con base en unas decisiones internamente elaboradas.

El ser humano cumple con cierta propiedades que lo excluyen del tipo de objetos susceptibles de
ser tratados desde los supuestos de las ciencias galileo-newtonianas, es decir, desde el ideal de
inteligibilidad de la ciencia moderna que ha inspirado hasta el presente a las ciencias sociales .la
plena asunción de la agencia humana constituye otro de los puntos de arranque de la nueva
psicología social y la obliga a situarse en la perspectiva del ideal de inteligibilidad de las ciencias
posmodernas.

Reconocimiento del carácter dialéctico de la realidad social- la concepción dialéctica de la realidad


social enfatiza especialmente dos aspectos: la naturaleza relacional de los fenómenos sociales y el
carácter procesual de estos fenómenos. No tiene cabida la dicotomía ontológica entre individuo y
sociedad, puesto que ninguno de los dos es definible con independencia del otro: la sociedad solo
adquiere un estatus de existencia a través de las prácticas desarrolladas por los individuos, a la vez
que estos no existen como seres sociales si no es mediante su producción por la sociedad. Es un
proceso de mutua construcción, en el que las causas y efectos intercambian continuamente su
estatus.

Lejos de estar constituidos de una vez por todas, los objetos sociales se encuentran en un proceso
de constante devenir, de continua creación y recreación, de constante reproducción y
transformación. El concepto de dualidad estructural, que da cuenta del carácter simultáneamente
estructurado y estructurante de la sociedad y de prácticas sociales, debe unirse en la agenda de la
nueva psicología social, a la concepción según la cual es en el proceso mismo de su desarrollo
donde se va configurando cualquier fenómeno social de una forma que no se encuentra
enteramente predefinida por las condiciones antecedentes. Lo ya hecho abre, pero no determina,
las posibles líneas de desarrollo de lo que acontecerá.

Reconocimiento de la adecuación de la perspectiva construccionista para dar cuenta de la realidad


social. Una de las tereas de la psicología social consiste en poder de manifiesto el papel que
desempeñan las construcciones culturales y las convenciones linguisticas en la generación de una
serie de evidencias que se imponen a nosotros con toda la fuerza de las cosas mismas.

Existen ciertos conflictos: Las cosas son como son con independencia de lo que podamos imaginar
acerca de ellas. Esto es cierto y falso a la vez- el simple hecho de que no se pueda sobrevivir si no
se actúa de acuerdo con esa proposición es un buen argumento para considerarla como cierta.
Pero ya hemos visto que en el ámbito de la realidad social nuestra imaginación tiene una eficacia
causal, o si se prefiere, que las cosas son, en parte, el resultado de la forma en que las vemos.
Otra de las proposiciones realistas: el criterio de aceptibilidad del conocimiento científico es que
dé cuenta de la realidad tal y como es por lo menos bajo una de sus descripciones posibles. El

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realista puede admitir perfectamente que no tiene ningún sentido hablar de un supuesto acceso
independiente a la realidad para comprobar si es efectivamente como se la describe, pero seguir
afirmando, no obstante que la aceptación de la proposición arriba mencionada es necesaria para
explicar de forma inteligible el hecho de que se pueda incidir propositiva y eficazmente sobre la
realidad a partir del conocimiento científico. El problema es que esta argumentación pone sobre
pie de igualdad las teorías aceradas, las que son falsas pero que conducen sin embargo a
predicciones acertadas y a consecuencias prácticas eficaces.

Este repaso esquemático de algunas de las proposiciones que me parecen más interesantes es
tanto en el marco del realismo como en el del neopragmatismo ha dejado entrever algunos
aspectos que no acaban de ser plenamente convincentes. Las dos reproducen en cierta medida el
movimiento cíclico que caracteriza desde la época griega hasta hoy el pensamiento sobre el
conocimiento. La alternancia histórica entre el énfasis puesto sobre el objeto de conocimiento, y
el énfasis puesto sobre el sujeto del conocimiento. Es obvio que el realismo se enmarca en la
tradición que privilegia el papel desempeñado por las características del objeto en la
confrontación del conocimiento “válido”, mientras que el neopragmatismo acentúa el papel
desempeñado por el otro polo.

Con respecto a la nueva psicología social, se trata concretamente del reconocimiento de que la
realidad social constituye un sistema autoorganizativo con todas las consecuencias que esto
implica a nivel ontolóigo y epistemológico. Estas se caracterizan por su propiedad de eludir el
segundo principio de la termodinámica con base en una serie de mecanismos internos que
generan por sí mismos proceso snegatrópicos. Conducen hacia incrementos de complejidad
interna autogenerada. Se trata de sistemas dotados entre otras cosas, de la suficiente
redundancia, o variabilidad interna par atransformar los inputs provenientes del entorno en
procesos estructurantes. Significa que se trata de sistemas que mantienen su estructura y la
complejidad gracias a las propias fuerzas y energías que actúan en contra del mantenimiento del
sistema. No hay autoorganización posible sino es a través de la presencia simultánea de fuerzas
antagonistas y de elementos mutuamente incompatibles, es decir, que un sistema que no produce
errores en su funcionamiento, que no experimenta ruidos y que no pueda nutrirse precisamente
de esos errores y de ese ruido es incapaz de realizar por sí mismo cambios internos negantópicos,
mostrando también la impredictibilidad de los cambios efectivos que experimentará el sistema.

Para concluir según Morin “el único pensamiento vivo es el que se mantiene a la temperatura de
su propia destrucción.”

Módulo 4

Víctor Giorgi.La psicología social comunitaria en Uruguay:


Herencias y rupturas en relación con su historia.

En Uruguay, el reconocimiento de la PC como subdisciplina es relativamente reciente y


tiene una impronta singular. Para que una subdisciplina sea reconocida como campo de saberes y

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prácticas definidas dentro de una profesión, debe alcanzar cierta intensidad y autonomía relativa en
cuatro ejes:
1. Prácticas profesionales basadas en instrumentos técnicos y socialmente reconocidos
2. Cuerpo teórico que se reconozca como propio de esa orientación
3. Criterios epistemológicos
4. Aspectos filosóficos e ideológicos que contienen definiciones acerca de elementos
mediadores para asumir un posicionamiento ante los fenómenos emergentes en su campo de
conocimiento.
En la PC en Uruguay, estos ejes no se desarrollan de forma armónica ni acompasada. Esto
dificulta el reconocimiento de un punto de partida en su historia.
Caracterización y delimitación temporal de las fases históricas
Fase 1. Los orígenes de una identidad. Desde los orígenes hasta 1973
Esta primera etapa se extendió desde los orígenes hasta el inicio de la dictadura. Los
primeros acercamientos a lo que llamamos PC se asocian a la extensión Universitaria. Consiste en
el desarrollo de intervenciones sistemáticas que buscan contribuir a la solución de problemas de
interés social. Se caracteriza por el dialogo con los agentes sociales involucrados, generando un
intercambio de saberes. Por primera vez se utiliza la expresión PC en un artículo publicado por
Carrasco.
Fase 2. Represión y silencio (1973-1980)
Es la etapa de la dictadura. Las actividades en el campo de lo comunitario se caracterizaron
por su baja visibilidad y quedaron limitadas a los espacios de las ONG donde comenzaron las
influencias en la educación popular latinoamericana, que tendrá relevancia en las etapas posteriores.
Terminó en 1980 con la derrota en las urnas del proyecto constitucional propuesto por el gobierno
dictatorial.
Fase 3. La primavera instituyente (1980-1989)
Esta fase incluyó el periodo de debilitamiento de la dictadura, la restauración democrática
en 1985 y el primer gobierno postdictadura. Muchos desarrollos que permanecían invisibles del
período anterior salieron a la luz. El retorno de muchos universitarios del exilio movilizó el
ambiente cultural y académico. Fue el momento de reorganización de las organizaciones populares.
La recuperación de la institucionalidad democrática se caracterizó por la tensión entre la
restauración de las lógicas organizativas predictadura y las propuestas institucionales que se habían
insinuado en las últimas etapas de la lucha antidictatorial.
Fase 4. Neoliberalismo y crisis (1990 – 2004)
Período de auge neoliberal en la región. La atmósfera cultural y social se caracterizó por la
resignación, el descrédito de las iniciativas colectivas, el auge del consumismo, la fragmentación y
la competencia. El estado redujo su intervención en el campo de las políticas públicas. Los espacios
académicos fueron atravesados por la controversia acerca del conocimiento como bien de mercado
o como derecho humano universal. Fue el momento del surgimiento de distintas universidades
privadas. El período se cerró con la crisis de 2002, cuando el modelo se resquebrajó
definitivamente. Resurgieron las iniciativas colectivas y autogestivas como forma de afrontar la
situación de adversidad que enfrentaba la población.
Fase 5. Esperanza: entre los cambios y la continuidad (2005 a la actualidad)
En el año 2005 asumió un gobierno de izquierda que se propone recuperar el papel del
Estado en la sociedad y recomponer la malla de protección social, para lo cual realiza fuertes
inversiones. Este es un momento de desarrollo de las políticas sociales y de la elaboración de planes
en los cuales se incorporan concepciones propias de la PC. Se abre un escenario donde la actividad
profesional y la académica tuvieron un renovado impulso y enfrenta nuevos desafíos.
Dimensiones para el análisis
Para orientarnos en la reconstrucción histórica de las diferentes fases, tomemos en cuenta
las siguientes dimensiones:
1. Las prácticas psicológicas en la comunidad
2. Aspectos ideológicos, éticos y de cosmovisión
3. Desarrollo académico y su reconocimiento
4. Marcos y referentes teóricos
5. Relación con el Estado y sus instituciones

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Las prácticas psicológicas en la comunidad
Haremos una breve descripción de las diferentes modalidades que fueron adoptando las
prácticas psicológicas, en relación a las fases antes comentadas.
Fase 1: los comienzos de los psicólogos en las comunidades son de mediados del siglo XX.
Los orígenes de la profesión en nuestro país tiene dos fuentes: el sector educativo
(fundamentalmente la enseñanza primaria) y la clínica hospitalaria. De un primer momento se
intentó romper con la importación de modelos de intervención, teorías y técnicas elaboradas en los
países centrales y generar una impronta propia. Se trataba de colocar a la universidad lo más cerca
posible de los sectores de la población con menos capacidad de satisfacción de sus necesidades. Las
prácticas no dejaban de ser más o menos tradicionales, sin embargo, había una característica en el
posicionamiento desde el que se realizaban que hoy asociamos a lo comunitario. Se subraya la
actitud de permanente búsqueda de acercamiento a los códigos, necesidades y características de la
población, así como de las formas de aportar el cambio y con una cierta tendencia tecnocrática, pero
siempre con una vocación autocrítica que permitió que se evolucionase hacia formas más
participativas, como por ejemplo, el trabajo con sindicatos. El énfasis en la práctica tuvo como
faceta complementaria una carencia de registros, falta de sistematización y escasa producción
teórica publicada y difundida.
Fase 2: Se distinguen 2 momentos: el primero hasta que comenzó la dictadura, que atentó
contra la población universitaria y contra los intentos de promover actividades e iniciativas
culturales. Si hubo trabajo comunitario en éste período no hay registros de ello.
En el segundo momento se produjo un refuerzo de la resistencia y resurgimiento de los
movimientos sociales. Aparecen las actividades colectivas y los psicólogos en ellas. La actividad de
los psicólogos estuvo marcada por el modelo clínico, a la vez que se proponían trascenderlo. La
mayor parte de la experiencia se caracterizó por una traslación de lo asistencial al consultorio
barrial, identificando trabajo comunitario con una mayor proximidad y mejor accesibilidad al
servicio, o con descentralización y ubicación en zonas periféricas. Consulta, diagnóstico y
psicoterapia fueron las actividades más comunes. Las nuevas generaciones que se incorporan a esta
corriente tratan de mantener un hilo conductor, de recuperar algunas referencias teóricas y técnicas,
y se empiezan a desplegar abordajes grupales y actividades que apuntan a la prevención y
promoción de salud. Comenzó a hacerse evidente la necesidad de fortalecer conceptualmente a los
trabajadores comunitarios (no solo a los psicólogos) y se empezó a desarrollar una especie de clase
intelectual que estudiaba, analizaba y teorizaba sobre esta realidad, desde un lugar más profesional
y por ende segmentado. La estrategia de atención primaria en salud (APS), con el énfasis en la
participación comunitaria, favoreció la implementación de experiencias de este orden.
Fase 3: Se visualizó con más contundencia la influencia de cuestiones sanitarias en el
desarrollo de la psicología. Algunas propuestas gubernamentales contribuyeron a abrir brechas con
el fin de que el psicólogo tuviera un lugar en el sistema de salud. Se elaboró un plan de Salud
Mental donde el psicólogo tiene una participación activa. Se promovían centros comunitarios de
distintos tipos. Comenzaron a aparecer en escena las ONG, esto supuso el abordaje de cuestiones de
orden social, constituyendo un espacio nuevo para la intervención de los psicólogos aunque aún con
una perspectiva impregnada de modelo clínico.
Fase 4: El auge de las ONG domino casi totalmente el trabajo comunitario, especializadas
en algún aspecto de pobreza: la vivienda, la salud, las alternativas de educación no formal para los
excluidos del sistema, las madres jefas de hogar, la alimentación, VIH, desempleo, etc. Hubo un
gran desarrollo académico de la disciplina y un colectivo de profesionales que aún no lograba
identificar el PC con un cuerpo teórico y metodológico sólido.
Fase 5: Las políticas sociales pasaron a ocupar un lugar en la agenda del gobierno,
apoyadas por la creación del MIDES. Se realizó una reforma importante en el sector de la salud,
creando el SNIS, que propició un cambio en el modelo de atención. El efecto más visible se produjo
en la generación formal de espacios de trabajo para psicólogos. Encontramos profesionales que
trabajaban con un enfoque comunitario en la educación, la vivienda, la seguridad social, abarcando
todos los tramos etarios y desplegándose a lo largo de todo el país.

Aspectos ideológico, ético y de cosmovisión

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Los desarrollos más destacados de la PC se caracterizan por el compromiso a las
transformaciones sociales, la desestructuración de las relaciones dominador-dominado, la
promoción del fortalecimiento y la autonomía de los sectores más vulnerados. Orientamos el
análisis de estos aspectos a partir de 4 hipótesis:
1) Desde sus orígenes pueden identificarse un conjunto de definiciones éticas y
concepciones acerca de los seres humanos, la sociedad y la vida.
2) Estas concepciones defienden un posicionamiento que constituye un ideal identitario
central de la sub disciplina y uno de los aspectos que nuclea y sostiene un sentimiento de
pertenencia en todos los que practican la PC.
3) Ese conjunto de ideas fuerza desempeña un papel central al momento de analizar la
realidad, construir significados y definir el sentido y la dirección de las acciones y procesos.
4) Las mencionadas definiciones constituyen el eje central de un paradigma en torno al cual
se articulan las teorías que sirven como instrumento para comprender las realidades y operar sobre
ellas. La PC adoptó una postura eclético-crítica recogiendo aportes de las más diversas escuelas y
corrientes, y articulándolas en función de definiciones que hacen a las intencionalidades presentes
en sus prácticas y posicionamientos.
Fase 1: las actividades de extensión universitaria se caracterizaban por ser sumamente
politizadas, con un cierto mesianismo desde los universitarios que creían que debían ponerse al
servicio del pueblo, y a la vez eran demonizados desde los sectores más reaccionarios que
concentraban poder. Se reconocen algunas ideas que conformaron el valor de la PC:
1) Preocupación por la dignidad de las personas, procurando diferenciarse de posturas
asistencialistas. Se enfatizaba la participación y el protagonismo de sectores populares y su
organización.
2) Permanente autocrítica de las actitudes de los universitarios y su dificultad para
relacionarse con las personas.
3) Preocupación y primeros esbozos de análisis de las resonancias en la afectividad de los
universitarios a partir del contacto con situaciones sociales y personas con formas de vida y
problemas diferentes a los de su entorno.
Fase 2: durante la dictadura, la censura y autocensura impidieron rastrear la evolución de
estas ideas. Se adoptó un lenguaje neutro, inocuo, con terminología existencialista que condicionó
el debate y la elaboración conceptual.
Fase 3: documentos y artículos posteriores a 1980 dan cuenta de la profundización y el
enriquecimiento teorico de las siguientes ideas fuerza:
1) Una concepción de los seres humanos que permite aportar a sus potencialidades más allá
de las situaciones de carencia o sometimiento que les toque vivir. Potencialidad intelectual capaz de
pensar críticamente la realidad; potencialidad organizativa en tanto capacidades de estructurar redes
solidarias y articular respuestas colectivas ante situaciones de adversidad; potencialidades creativas
que se expresan en sus formas de contacto con la naturaleza y las soluciones auto construidas ante
los problemas con su hábitat.
2) La jerarquización del papel que en la tensión emancipación-sometimiento juega la
cultura como actividad de producción de significados en referencia a la realidad y a las experiencias
colectivas. En ella da cuenta de la articulación entre la dimensión sociohistórica y la subjetividad
individual y colectiva, abriendo un espacio para la inclusión de la psicología en el conjunto de
disciplinas que estudian los procesos sociales y el desempeño de los sujetos colectivos.
3) El concepto de alienación como expropiación de estas potencialidades a través de las
relaciones de sometimiento que no se consideran exclusivamente económicas, sino también
culturales y psicológicas.
4) La apuesta a las potencialidades organizativas de los sectores populares y la búsqueda de
una democracia radical que se inicie en las relaciones internas de las organizaciones,
desestructurando liderazgos autoritarios. Valoración de las modalidades organizativas propias de
cada enclave social y la crítica a los modelos impuestos desde afuera a las respectivas culturas.
Fase 4: La PC desplego una importante producción crítica y propuso modelos alternativos
al modelo neoliberal. Las políticas neoliberales incidieron en instituciones donde la PC tenia fuerte
presencia (como la educación). El resquebrajamiento del modelo a comienzos del siglo XX genero
una ruptura en la cotidianidad; la ruptura económica en la instituciones genero una falta de

60
protección y se rompieron referentes sociales y reglas que regulaban la convivencia. Ante todo esto
aparecieron iniciativas autogestivas, solidarias, o sea, todo lo que el neoliberalismo había intentado
erradicar. Los psicólogos participaron activamente en todas estas tareas.
Fase 5: El gobierno socialista que asumió en 2005 hizo de la políticas sociales y la justicia
una de las claves de su propuesta. Los psicólogos se integraron mucho a éstas propuestas,
manteniendo una postura crítica pero colaborando activamente en la reconstrucción de las redes de
protección social.
El desarrollo académico y su reconocimiento
El reconocimiento académico de la PC en Uruguay ha experimentado una marcada
evolución a parir de los 90, con el plan de estudios aprobado en 1987.
Fase 1: la PC estuvo vinculada directamente con el mundo universitario a través de las
actividades de extensión. En ese contexto, la teoría psicoanalítica que impregnaba la formación de
los psicólogos comenzaba a dialogar con los desarrollo de la Psico Social en el Río de la Plata.
Fase 2: la intervención de la Universidad por parte de la dictadura imposibilitó hablar de
actividad académica propiamente dicha en este periodo, ya que fue despojada de su componente de
producción. Solo el curso de Psicología Infantil (facultad de Medicina) se constituyó un espacio
relativamente protegido para la formación de un grupo reducido de psicólogos, lo que permitió dar
continuidad al desarrollo curricular de contenidos ligados a la prevención y promoción de salud, y
herramientas psicológicas alternativas a las tradicionales, que luego serían instrumento de uso
frecuente para los psicólogos que trabajan en comunidad. Se inaugura la Escuela Universitaria de
Psicología que contribuyó a empobrecer el desarrollo de la disciplina.
Fase 3: Lo comentado anteriormente llevo a la PC fuera del mundo académico. Fue desde
una comisión de profesionales, que funcionaba en el marco del gremio de psicólogos, cuando
comenzaron a manifestarse necesidades formativas en torno al desarrollo de intervenciones que se
enmarcaban en los principios de la estrategia de la APS. Los psicólogos, auto identificado como
trabajadores de la salud, comprometidos con el bienestar de la población comenzaron a enfatizar las
intervenciones con una perspectiva territorial y en proximidad con la vida cotidiana de las personas.
Con la reinstalación democrática se restituyeron los docentes académicos expulsados y se trabajó
para la concreción de un centro único de formación para los psicólogos que termino con el
surgimiento del Instituto de Psicología de UDELAR.
Fase 4: El nuevo plan de estudios sentó las bases para el desarrollo académico de la PC en
nuestro país. Se jerarquizo el dialogo con otras disciplinas y sectores sociales. Inicialmente, la PC
se presentaba (en el marco académico) como alternativa al modelo tradicional ligado a la práctica
en el consultorio. Esto instaló una dicotomía entre PC y Clínica. La enseñanza de la PC en este
periodo volvió a estar asociada al Extensión Universitaria.
Fase 5: En ésta última etapa, donde la PC como una inclinación más decisiva hacia el
campo de las políticas públicas, como consecuencia de las nuevas orientaciones del primer gobierno
de izquierda.
Marcos y referencias teóricas
Organizamos esta reconstrucción histórica sobre la base de dos ideas orientadoras
1) La posición teórica del PC tal como se ha desarrollado en Uruguay se caracteriza como
un eclecticismo crítico articulado a partir de un conjunto de ideas fuerza que hacen a una forma de
ver los procesos y sus actores. Estas ideas fuerza permiten incorporar y resinificar lo teórico-
conceptual proveniente de distintos desarrollos, ya sea de psicología o de otras disciplinas.
2) Estas influencias no son azarosas, sino que responden a una cierta lógica que
proponemos denominas geoepistémica.
Lo antedicho ha llevado a que la pC que se desarrolló en Uruguay incorporará los aportes
de la PC latinoamericana, sin abandonar el fuerte componente psicoanalítico de la psicología
uruguaya.
Fase 1: En las actividades de Extensión, se utilizaban herramientas teóricas propias de la
psicología clásicos, los cuales fueron re pensados con aportes desde las ciencias sociales. En este
período se destacó el liderazgo intelectual de Juan Carlos Carrasco como referente de la psicología
universitaria. A fines de los 60, llegó la influencia de Pichón-Riviere, entre otros.

61
Fase 2: en la dictadura podemos reconocer la influencia poco visible de la situación popular
latinoamericana y cierta incidencia en los aportes de la psicología no directiva de Carl Rogers
aplicados a procesos educativos no formales que se impulsaban en los barrios.
Fase 3: Con el retroceso de la dictadura, la incidencia de la educación popular en las
prácticas comunitarias se hizo cada vez más evidente. El retorno de los docentes exiliados trajo
nuevos aportes teóricos.
Fase 4: la creación y consolidación de la PC en el ámbito académico generó aportes
significativos en sus componentes teóricos y metodológicos. Se van integrando varios aportes de la
educación latinoamericana y la PS desarrollada en el Río de la Plata, junto con la psicología crítica
alternativa creada por el Uruguayo JC Carrasco. Llega a nuestro país una abundante producción de
origen Argentino, con una impronta psicoanalítica, que influyó en las políticas de estado, con
relación a la producción de subjetividades.
Fase 5: Se sumó en ésta etapa la necesidad de profundizar en una concepción sobre
políticas públicas y sobre los procesos de exclusión-inclusión social, que si bien trascienden a la
psicología y a la PC, necesariamente la interpelan en sus aportes específicos en dialogo con otras
disciplinas. Esto ocurrió en consonancia con los movimientos que se observan en otros países de
américa latina, en coherencia con la asunción de varios gobiernos de izquierda, lo que pareció
desafiar con fuerza a la PC en su capacidad para aportar a tan complejo escenario y en la
intencionalidad de generar mayores niveles de integración y justicia social.
La relación con el estado y sus instituciones
La relación entre PC y Estado no han sido ajenas a las vicisitudes políticas, sociales e
institucionales que el Uruguay ha vivido a partir de la segunda mitad del siglo XX. La PC ha estado
durante la mayor parte de su historia en una posición crítica en relación a las instituciones
gubernamentales y escéptica en cuanto al papel del Estado, sin embargo, su vocación ha sido de
permanente inserción en los espacios público-estatales. Nos importa destacar algunas características
de la fase 5:
Al comienzo del nuevo siglo, la región vivió cambios políticos y sociales. La política
neoliberal mostró su fracaso y aparecieron gobiernos “progresistas” que introdujeron dos nuevos
elementos en Uruguay
1) Se propuso recuperar el lugar del Estado como organizador y regulador de la vida social.
Tomaron impulso las políticas sociales
2) Se procuró evitar el retorno del Estado paternalista y benefactor proponiendo un nuevo
contrato basado en la corresponsabilidad para la que estimular la participación social y la búsqueda
e implementación de soluciones a la graves problemáticas de exclusión e inequidad características
de las sociedades posneoliberales.
Surgieron políticas sociales que pusieron énfasis en la participación de muchos psicólogos
comunitarios. Asistimos a una coyuntura nueva donde lo estatal y lo comunitario coexistía con la
colisión entre lógicas diferentes, con las tensiones burocráticas y participación.

Introducción a la psicología comunitaria. Maritza Montero

Capítulo 1: Origen y desarrollo de la psicología comunitaria

Origen y desarrollo: los inicios

Durante las décadas del 60 y 70 (siglo XX) se producen una serie de movimientos sociales que
van a influir sobre los modos de hacer y de pensar de las ciencias sociales. En la psicología se
produce un vuelco hacia una concepción de la disciplina centrada en los grupos sociales,
sociedad e individuos con sus necesidades y expectativas, así como de un método de
aproximación diferente.

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Toda esta tendencia, responde a una sociología comprometida, militante y dirigida a los más
oprimidos y en desigualdad. El reto era enfrentar los problemas sociales de una realidad muy
concreta: el subdesarrollo de América Latina y sus consecuencias sobre la conducta de
individuos y grupos.

El comienzo en América Latina

La psicología comunitaria nace a partir de la disconformidad de una psicología social que se


encontraba bajo el signo del individualismo, que practicaba la fragmentación y que no daba
respuesta a los problemas sociales. La experiencia estaba atada a un paradigma que la
condenaba a la distancia, a una manipulación de las circunstancias de investigación y de
aplicación, donde el sujeto con determinado problema parecía quedar “por fuera” de la
psicología social para luego desaparecer. Poco o nada se lograba transformar de esa “realidad”
que se pretendía estudiar.

Al mirar hacia el mundo, desde el lado de los mismos psicólogos, comprendimos que la acción
derivada de esas formas tradicionales de aplicación era insuficiente, tardía e inocua.

La separación entre ciencia y vida que advertían las Ciencias Sociales llevó a rescatar líneas de
pensamiento, con aportes dejados de lado por ser “poco científicos” al no ajustarse a la
tendencia dominante. Muchas formas de investigación comenzaron a ser revisadas y
reivindicadas, conformando una forma alternativa de hacer psicología. Lo vigente parecía
inadecuado, incompleto y parcial. Se necesitaban respuestas inmediatas, dejar de tratar a
pocos e ignorar dolencias de muchos.
En los años 60 comienza a desarrollarse una nueva práctica que va a exigir una redefinición
tanto de los profesionales de la psicología, como su objeto de estudio e intervención. La
propuesta que se hacía partía de los aspectos positivos y de los recursos de esas comunidades,
buscando su desarrollo y su fortalecimiento, y centrando en ellos el origen de la acción. Los
miembros de dichas comunidades dejan de ser considerados sujetos pasivos (sujetados) de la

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actividad de los psicólogos, para ser vistos como actores sociales, constructores de su realidad.
El énfasis estará en la comunidad y no en el fortalecimiento de las instituciones.

La psicología comunitaria en al América anglosajona

En mayo de 1965, en un congreso de Psicólogos Sociales, Clínicos y Escolares, se dio inicio a


esa rama de la Psicología. Se decidió generar un nuevo tipo de formación para los psicólogos
que les permitiera ejercer su práctica así como desempeñar su nuevo rol en la comunidad.

A partir de esta reunión, no solo se generaron programas específicos para trabajar en la


comunidad, también se abrió un campo para el estudio y la reflexión sobre la nueva práctica.

Características iniciales de la psicología comunitaria desarrollada en América Latina

Los aspectos que marcaron la psicología comunitaria en sus inicios son:

1. Búsqueda de teorías, métodos y prácticas que permitiesen hacer una psicología que
contribuyese no solo a estudiar, sino principalmente a aportar soluciones a los
problemas urgentes que afectaban a las sociedades latinoamericanas.
2. Redefinición de la psicología social, a la vez que se va más allá del objeto de esa rama
de la psicología.
3. Carencia de definición, donde las primeras aparecen a inicios de los 80.
4. Careció de un lugar académico y profesional propio hasta bien entrada la década de
los 80.
5. Orientación hacia la transformación social. El norte de esta rama es el cambio social,
muchas veces definido en función de la noción de desarrollo.
6. La certeza del carácter histórico de la psicología como ciencia, de la comunidad como
grupo social y del sujeto humano. Esto es, comprender que surgen y son parte de un
espacio y de un tiempo y se dan en relaciones construidas cada día, colectivamente, en
procesos dialécticos de mucha influencia.
7. La búsqueda de modelos teóricos y metodológicos que ayudasen a entender y explicar
los fenómenos con los cuales se trabajaba. Esto hizo que en sus inicios apelase a
diversas fuentes, porque suministraban descripciones conductuales certeras y el modo
de producirlas, o porque otras aportaban categorías de análisis y explicaciones
socioeconómicas o políticas a de largo plazo. Esta característica le aportó además una
amplia perspectiva multidisciplinaria, ya que se acudió a campos tan variados como la
educación popular, la filosofía, la sociología y la antropología.
8. La concepción de que el “sujeto de investigación” es una persona no sujeta a la
voluntad y a los designios de quien investiga. Es alguien dinámico, activo, que
construye su realidad, actor social cuya voz forma parte de la polifonía de la vida social
y que al ser parte de la acción y de la investigación que se realiza con su comunidad
tiene derechos y deberes que lo relacionan con ambas tareas.
9. La necesidad de redefinir el rol de los profesionales de la psicología social, que debido
a todo lo anterior, no podía sostener una práctica marcada por una separación o

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distancia “antiséptica” ni por una autodefinición basada en una experticia a la cual
evidentemente le faltaba el conocimiento de la comunidad producido desde ella.

Fases en el desarrollo de la psicología comunitaria

A partir del 60, se construyó una nueva forma de hacer psicología. En un principio, fue con
cautela, mientras que al mismo tiempo se rompieron ciertas fronteras, se crearon nuevos
métodos y técnicas partiendo de las formas menos tradicionales de actuar e investigar, etc.

El saber y las practicas, permitieron que en los 80 apareciera un método ya más dibujado, y a
mitad de los 80 se dio paso a la teoría a través de la generación de conceptos, explicaciones e
interpretaciones. 10 años después estamos inmersos en la problemática epistemológica, con la
presencia de un modelo poco relacionado con el paradigma dominante. Un modelo que ha
sido construido por psicólogos que trabajan arduamente en seis frentes:

 Práctico-Teórico: responsables de construir un cuerpo de conocimiento, cuyo


contenido conforma el producto de una praxis que genera acción, modos de hacer y
explicaciones e interpretaciones sobre los mismos
 Ontológico: define la naturaleza del sujeto cognoscente.
 Epistemológico: busca definir el carácter del conocimiento producido y el tipo de
relación de producción de ese conocimiento.
 Metodológico: hace aportes referentes al método a aplicar para producir
conocimiento.
 Ético: se dirige a definir la naturaleza de la relación entre investigadores-interventores
y las personas que forman las comunidades, aquellas que en la investigación
tradicional son llamados “sujetos”, en tanto son objeto de conocimiento y acción, y
cuyo carácter activo en la producción de conocimiento es un aspecto fundamental
para éste modelo.
 Político: da lugar a la expresión de diferentes voces dentro del hacer y el conocer e
incluye aspectos tales como la autoría y la propiedad del conocimiento producido.

En medida de que crece y se afianza la disciplina, las relaciones de intercambio e


interinfluencia crecen, coincidiendo en los siguientes aspectos

 Unión de teoría y práctica


 Concepción del psicólogo como agente de cambio social, generativo, reflexivo.
 Relación dialógica entre agentes externos (psicólogos) y agentes internos (miembros
de la comunidad) y reconocimiento del carácter activo de los segundos.
 Generación de nuevas formas de investigar e intervenir para transformar el medio
ambiente y fortalecer a las personas.
 Relación entre problemas psico ambientales y vida cotidiana de las personas.
 Interinfluencia de ciertos modelos como la psicología, la teología y la filosofía de la
liberación, la educación popular freiriana, o el desarrollo o movilización de la
conciencia social.

65
 Necesidad de sustituir el modelo médico por modelo psicológico. Reconocimiento del
carácter histórico y cultural de los fenómenos psicológicos y sociales, con la
consiguiente aceptación de la diversidad.

La Psicología Social Comunitaria ante los cambios en la sociedad


contemporánea: De la reificación de lo común a la articulación de las
diferencias Marisela Montenegro

La captura de las posibilidades de acción colectiva acarrea consecuencias negativas para el


desarrollo de una Psicología Social Comunitaria (PSC) transformadora de nuestra realidad social y
política, una inquietud compartida con profesionales e investigadoras de otras disciplinas de las
ciencias sociales con las que desarrollamos nuestras prácticas de investigaciónacción.

Las dificultades, desesperanzas e incertidumbres respecto de la posibilidad de generar cambios


que redunden en mayores niveles de igualdad y justicia social en los escenarios comunitarios
pueden tener distintas lecturas.

En primer lugar, la praxis de la PSC se dirige a subsanar los problemas concretos derivados de un
modelo de sociedad que reproduce y consolida relaciones de dominación, ancladas en las formas
hegemónicas de pensar y actuar enquistadas en las ciencias sociales. Se trata de potenciar la
capacidad de acción de la comunidad para la transformación social. La profundización de los
procesos de fragmentación y desvinculación social dificultan, sin embargo, la construcción de
valores e intereses ―comunes‖ sobre los que se construye y promueve la PSC y que constituyen la
base para una acción colectiva. Asistimos, en segundo lugar, a la apropiación capitalista y pérdida
de potencial crítico de los principales conceptos de la PSC (comunidad, problematización,
participación, autogestión, fortalecimiento, etc.), que deriva en prácticas que con efectos
contrarios a los perseguidos. Este es resultado de la captura de conceptos y prácticas por agentes
no interesadas en las producción de cambios sociales profundos que deriven en intervenciones
acríticas, voluntaristas e ingenuas; insensibles a las relaciones de poder que atraviesan el espacio
social.

Los cambios socioeconómicos y las formas en que se desarrolla la práctica comunitaria están
probablemente interrelacionadas. La interrelación entre la esfera económica y la cultural debilita
los pilares básicos sobre los que se asienta la PSC: sujetos con sentimiento de comunidad anclados
en un espacio e identidad común y susceptibles de ofrecer su tiempo y esfuerzo para mejorar la
comunidad.

A propósito de estos procesos de exclusión-inclusión social, el escenario de las políticas sociales y,


en particular el de las políticas focalizadas, se ha constituido en un ámbito frecuente para la
inserción de los/as psicólogas comunitarias, lo que nos exige interrogarnos sobre las

66
características del sujeto que estas políticas contribuyen a construir (Sandomirsky, 2010). Las
políticas focalizadas, como resultado de un proceso de discriminación positiva al seleccionar a sus
destinatarias, las instituye como sujetos de carencia. El agente externo se aproxima a ellas desde
un diagnóstico predefinido con el consiguiente riesgo de que el sujeto desaparezca en su
singularidad. Aún en el marco del establecimiento de vínculos singularizantes y humanizados entre
los/as operadoras de la política social y los sujetos, se produce una disputa de sentidos acerca de
qué significa ser pobre y se instala una suerte de inevitabilidad de la dependencia (Rodríguez,
2012). De esta manera, suele instituirse un sujeto agradecido que personifica la política en la
persona que ejerce como operadora social y donde aquella queda invisibilizada en su más
profundo sentido político de incidir sobre la desigualdad socia.

Las acciones comunitarias toman como delimitador el criterio geográfico, en base al alcance de las
relaciones cotidianas de las personas participantes, por lo que se intensifica la acción en aquellos
espacios donde confluyen la mayor parte de relaciones. Esta aproximación tiende a vincular la
noción de comunidad con el espacio físico y el territorio. Si bien varias autoras de la PSC coinciden
en que el componente subjetivo (sentido de comunidad) es central frente al geográfico; la práctica
comunitaria tiende a superponer ambos aspectos. Sin embargo, los procesos de segregación
residencial y fragmentación social característicos de las sociedades contemporáneas ,efecto de la
globalización y de las transformaciones en el mundo del trabajo (Fleury, Subirats & Blanco, 2008),
obligan también a reconsiderar la dimensión subjetiva.

La racionalización de la comunidad la transforma en capital social y económico, un recurso más


objetivado en términos de costes y beneficios e instrumentalizado para la consecución de
objetivos individualizados.

En este sentido, las formas de agregación geográfica están dejando paso, potenciadas por el
desarrollo de los medios de comunicación digital, a comunidades culturales basadas en
características identitarias y grupales, comunidades que no necesariamente comparten un espacio
común

La des-significación temporal y espacial de la comunidad sitúa al sujeto en el centro de la


producción de significado, un significado que debe articular sin las coordenadas históricas y
espaciales que configuran la comunidad, llevando a una producción narcisista del yo que se
desvincula material y emocionalmente de un entorno que, a su vez, lo construye publicitariamente
como centro de la experiencia del presente. En el espacio urbano tiene lugar un interjuego entre
distintos intereses en pugna. La intervención estatal, asegurando las condiciones de la producción
y reproducción de la fuerza de trabajo, contribuye a esa segregación socioespacial y a la
distribución y división en el espacio, de los diferentes grupos sociales.

En otros momentos y, particularmente en algunas ciudades latinoamericanas, la presencia de


fábricas en los barrios —asimilados a comunidades desde la PSC— con la consecuente
organización sindical, se constituyó en soporte territorial para las acciones colectivas, todo lo cual
ha cambiado a partir de la crisis de la sociedad salarial. La función integradora que tenía el barrio,
hasta hace unas décadas atrás, ha desaparecido. Ese espacio público mediador entre el universo

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privado de la casa y el mundo público de la ciudad, se ha transformado, con frecuencia, en un
territorio estigmatizado, donde la circulación social se realiza en función de experiencias similares
y limitadas, disminuyendo la referencia de los espacios comunes y debilitando la construcción de
identidades locales. El barrio proporcionaba referencias básicas para la construcción de un
―nosotros‖, de una sociabilidad más amplia que la familiar y más densa y estable que la impuesta
por la sociedad

Los fenómenos de fragmentación social y segregación residencial entonces han impactado en las
relaciones interpersonales, debilitando las capacidades de construcción de lo colectivo en los
espacios locales, en las comunidades y en la ciudad en su conjunto. A ello se suman fenómenos de
discriminación y estigmatización. La sensación de inseguridad, al impactar en las relaciones de
protección cercanas (Castel, 2004) en las relaciones de vecindad, condicionan las posibilidades de
encuentro con el otro, los vínculos de confianza y las experiencias colectivas. El miedo y la
desconfianza ligados a lo desconocido son constantes en los espacios microurbanos

Si el construir un mismo espacio deja de generar las relaciones históricas que constituyen la
comunidad, nos encontramos con comunidades que trascienden los límites geográficos y, al
mismo tiempo, la praxis comunitaria que se desarrolla en los espacios cotidianos de convivencia,
enfrenta nuevos desafíos.

La participación es otro de los pilares sobre los que se asienta la PSC, esta ha de permitir expresar
las problemáticas que atraviesa la comunidad y elaborar, conjuntamente, formas de abordar y
solucionar las mismas en tanto que las personas que participan deben estar directamente
implicadas en el diseño e implementación de las políticas.

El desarrollo de una participación promovida desde los aparatos gubernamentales o empresariales


promueven participaciones interesadas que llevan a liderazgos burocratizados orientados a los
agentes y evaluadores externos, en tanto que, consciente o inconscientemente, hay una
contraprestación de capital social o económico hacia las personas que facilitan y legitiman la
participación. La participación se convierte, de este modo, en un requisito tecnocrático y
burocrático (cuando no político-partidario) que sirve a los intereses de la intervención más que a
los de la comunidad. Los y las informantes ―clave‖, que deberían servir para facilitar la
participación en el proyecto comunitario, se convierten en delegados de las políticas en el
territorio. La misma territorialización de las políticas ha llevado a la formalización y captura estatal
de formas espontáneas e informales de participación y al debilitamiento de su potencial
transformador.

Una acción ―comunitaria‖ puede entrar en conflicto con una o varias de las ―otras‖ comunidades
que habitan el mismo espacio geográfico, reforzando la fragmentación o intentando imponer una
idea de comunidad inexistente.

Los procesos de fragmentación del vínculo comunitario dificultan la construcción de un interés


común que fundamente una acción transformadora. Precisamente, el ejercicio de la soberanía
contemporánea se basa en la delimitación de espacios y la creación de microfronteras que

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establecen sutiles mecanismos de inclusión y exclusión tanto biopolíticos como necropolíticos
(Mbembe, 2003). El desarrollo del postfordismo se ancla en la generación de múltiples procesos
de diferenciación y segmentación entre las distintas zonas en que se potencia la vida y la muerte
(Lamble, 2013). A los efectos que los cambios sociales tienen en el plano de las relaciones y,
consecuentemente, en la potencialidad para construir lo común, han de sumarse las nuevas
modalidades de acción del capital en el territorio (a través de la instalación de barrios privados,
zonas francas, parques industriales y logísticos), ejerciendo nuevas formas de control y
dominación sobre otros sectores sociales y debilitando procesos colectivos y de emancipación. El
conflicto social queda invisibilizado en el marco de relaciones de dependencia que inhiben la
posibilidad de que el mismo se ponga de manifiesto (Falero, Pérez, Ceroni, Da Fonseca &
Rodríguez, 2013). Se trata de un modo de captura de la acción colectiva en donde los procesos de
desnaturalización y concientización (Montero, 2004) propios de la PSC encuentran importantes
obstáculos

Las nuevas formas de gobernanza usan la liquidez de la amalgama comunitaria para desarrollar
intervenciones que realizan un uso estratégico de la diferencia para llevar a cabo proyectos
supuestamente participativos y comunitarios en, por ejemplo, lo que se ha venido en llamar
―modelo Barcelona‖ (Capel, 2005). Intervenciones que definen un nosotros institucional
conformado por las personas que comparten un espacio urbano aglutinadas bajo el paraguas de la
mejora de la calidad de vida, dibujando una nueva historia compartida que se aleja de la propia
para llegar a un futuro mejor de destellos neoliberales. Se trata de una construcción de futuro que
sirve a los propósitos de unas comunidades que se constituyen en oposición a aquellas que no
comparten el proyecto de salvación mesiánico. Una adecuada composición de los intereses de los
distintos fragmentos comunitarios permite elaborar una asociación estratégica en la que, por
ejemplo, comerciantes, propietarios de pisos, nuevos vecinos y familias recién llegadas puedan
alzarse en contraposición a ―los otros‖: inmigrantes, personas mayores, e inquilinos. Todo ello
bajo el significante ―queremos un barrio digno‖.

El desafío para la PSC consiste en desarrollar intervenciones sociales en un contexto de alta


movilidad geográfica y diversidad identitaria sin potenciar procesos de exclusión social sobre la
base de distintos ejes de segmentación social identitarios y/o socioeconómicos.

El concepto de comunidad de PSC naturaliza la noción de entendimiento mutuo propio de la vida


comunal precapitalista, tendiendo a una concepción homogeneizadora e idealizada de comunidad.
La propia Maritza Montero (2004) nos ha advertido sobre los riesgos de esta idealización, mientras
que Esther Wiesenfeld (1997) aporta el reconocimiento de la diversidad como su característica
fundamental. No obstante, la intervención en PSC ha estado orientada frecuentemente a conocer,
a fortalecer y a acompañar la construcción de lo común, a través del rescate del sentido de
comunidad como elemento esencial de la noción de la misma (García, Giuliani & Wiesenfeld,
1994). Sin embargo, los cambios socioeconómicos apuntados ponen en cuestión la idea de ―una‖
comunidad delimitada geográficamente.

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En tanto que la comunidad es el objeto de la PSC, una primera solución consistiría en contribuir a
la reconstrucción del sentido geográfico de comunidad, a partir de promover prácticas que
consoliden los vínculos vecinales.

En tanto que la noción de comunidad está atravesada por el concepto de común (Montero, 2004),
pensar la comunidad nos retrotrae a menudo a la metáfora de conjunto, una agrupación de
personas caracterizada por uno o varios aspectos geográficos, históricos, culturales, afectivos,
identitarios, etc. Si bien la noción de conjuntos borrosos ―puede servirnos para comprender ese
carácter móvil y en constante elaboración de la comunidad‖ (Montero, 2004, p.101), seguimos en
la lógica de los conjuntos, de los que están dentro y fuera, de aquello que se comparte, aunque
sea de forma borrosa.

La metáfora arborescente nos permitiría pensar la comunidad en términos de unas características


comunes que la organizan (el tronco) con múltiples ramificaciones, casi infinitas, que darían
cuenta de la diversidad y complejidad de la comunidad. En esta línea, el trabajo comunitario se
dirigiría a identificar los elementos (espacios, identidades, prácticas, etc.) que constituirían el
tronco común de la comunidad que daría sentido y, en cierta forma, estructuraría la diversidad de
la misma.

Quizás la metáfora del rizoma (Deleuze & Guattari, 2004) nos pueda permitir pensar la comunidad,
en términos de sistema complejo, en un grupo heterogéneo de elementos semiótico-materiales
interrelacionados en asociaciones que no son ni jerárquicas ni horizontales y que no tienen un
elemento organizador común. La comunidad, desde este esquema, formaría parte de un rizoma
más amplio, de una red compleja de interrelaciones entre elementos híbridos. Dar importancia a
la interrelación, más que a los nodos, permite situar al evento como el aspecto central de la acción
comunitaria. No se trata, desde esta perspectiva, de identificar aquellos agentes centrales de la
comunidad, en tanto que nos situaría en la identificación de nodos. Se trata de identificar y
promover, en su lugar, eventos que articulan tanto nodos como formas de relación. Similar a las
redes neuronales

Pensar la comunidad en términos de conexión de diferencias en lugar de agrupaciones de


comunalidades nos permite conceptualizar los espacios en que intervenimos como
intrínsecamente diaspóricos, con una tensión constante entre los espacios identitarios que nos
constituyen, potencialmente diversos geográficamente y los lugares físicos que habitamos,
inherentemente interseccionales. En lugar del principio de identidad que rige en la forma
homogeneizante en el que se busca generar un nosotras como tronco articulador de la
arborescencia de la comunidad, los eventos comunitarios permiten articular epistemologías de la
diferencia donde, a modo de una epistemología diaspórica (Collymore, 2012), elementos en
principio contrapuestos se articulan en la conformación de una acción común sin que ello suponga
renunciar a los elementos diferenciadores que los constituyen y mucho menos, a la conflictividad
que esos elementos puedan implicar. Así, la acción comunitaria nos permite pensar una
comunidad sin lo común.

70
Montenegro, M. y Rodríguez, A. (2015). Retos Contemporáneos para la Psicología
Comunitaria.

A modo general, el concepto de comunidad se ha entendido en el campo de la PC como


aquellas agrupaciones de personas que comparten ciertas características en común y que
desarrollan diferentes tipos de prácticas conjuntamente, al hacer una recopilación de
diferentes nociones de comunidad en distintos campos de las ciencias sociales, afirmó
que: Independientemente del contexto y del motivo (intereses, necesidades) que según
diferentes autores llevan a las personas a agruparse, organizarse y establecer nexos
socioafectivos que los hacen sentirse -por lo menos en la dimensión que los cohesiona-
como parte de lo mismo, existe un denominador común en todas las definiciones que
consiste en la tendencia a destacar las semejanzas entre los miembros de la comunidad
como la condición necesaria para que el grupo se identifique con la misma (p.13).

Siguiendo a Salazar (2011) las perspectivas que destacan las semejanzas entre los
miembros de una comunidad se han heredado de la reflexión sociológica y antropológica
comunitarista que define a la comunidad como sujeto colectivo, producto de procesos
identificatorios donde lo diferente es visto como exterioridad.

Además, en el campo de la PC, la noción de comunidad ha estado frecuentemente ligada


a la idea de territorialidad. En la práctica ha implicado un espacio acotado en el cual
desarrollar iniciativas de transformación a partir de necesidades e intereses compartidos,
asumiendo, en ocasiones, cierta homogeneidad ligada a vivencias cotidianas comunes
(Sánchez, 2001). Sin embargo, a partir de los desarrollos tecnológicos y del surgimiento
de grupos de interés no asentados en espacios físicos compartidos, se pone en duda la
centralidad del aspecto territorial. El mismo se entendería como una característica de
ciertos tipos de comunidad, enfatizando el componente subjetivo e intersubjetivo
inherente al concepto.

Otra aproximación a la noción es la que desarrolló Maya Jariego (2004) según la cual la
comunidad se entiende como grupo relacional, lo que iría más allá de las restricciones
geográficas de la acepción territorial del concepto. Propuso el estudio de redes sociales
en tanto que: (a) puede proporcionar un análisis de los diferentes niveles en los que toma
forma la comunidad, (b) sirve para dar cuenta de las pertenencias múltiples y (c)
permite valorar las relaciones de la comunidad con su contexto.

Particularmente, se ha cuestionado el carácter homogéneo y equilibrado que ha


permeado la noción a partir de la idea de que sus miembros percibirán necesidades
compartidas. Se ha postulado su carácter intrínsecamente diverso y conflictivo ya que
existirán diferentes grupos de interés y posiciones encontradas respecto de la acción
comunitaria (Wiesenfeld, 1997). Afirma Salazar (2011): La posibilidad de experimentar el
nosotros depende completamente de la separación por medio de la diferencia y de la
ausencia. Separación que hace posible el encuentro que, a su vez, permite la
existencia afuera, más allá de uno mismo, como ex-istencia. Nosotros, expresión de
comunidad, es también, nos-otros, encuentro de los que son otros. “Nos encontramos” es
experiencia compartida y al mismo tiempo diferencial (p. 99-100).

71
Se trata de estar con otros u otras, de inaugurar encuentros, lo que es posible
precisamente, porque lo que tenemos en común es la diferencia (Nancy, 2000). En todo
caso, la toma de decisiones es la manera en que la comunidad puede vivirse, la forma en
que estamos con los otros u otras. He aquí, en el tratamiento de la diferencia y de la
posibilidad del encuentro, donde reside el componente político y ético de lo que
entendemos por comunidad. La asunción de la dinámica semejanza-diferencia permite
sustraerse de formas identitarias que se construyen como totalidades clausuradas, como
manifestación del bien y de verdades absolutas que han conducido, en la historia de la
humanidad, a las despreciables manifestaciones totalitarias. A ello contribuye Salazar
(2011) con la noción de “comunidad contingente, como proceso de identidad colectiva en
devenir, que posibilita la acción política en un entorno de permanente constitución y
destitución identitaria” (p. 96).

En la misma línea, Bessant (2014) abogó por una aproximación dialógica al estudio de la
comunidad. Su argumento es que lo comunitario emerge -y existe de manera dinámica-
en la propia experiencia relacional de la agencia colectiva. Propone entender la
comunidad en términos de una praxis dialógica que surge insitu entre las personas,
organizando las múltiples voces y la convergencia entre las líneas de acción individual y el
nosotros/as que se genera colectivamente. Entonces, lo que distinguiría una comunidad
de otras formas de organización social no sería ni el territorio ni la homogeneidad entre
sus miembros, sino el componente intersubjetivo, el sentido de comunidad que refiere a
los sentimientos que unen a los miembros de la comunidad como personas que
pertenecen a un grupo, colectivo o red y que se autodefinen como tal (McMillan & Chavis,
1986). Sería algo intangible que las personas sienten y que actúan como elemento
cohesionador y potenciador de la acción en común (García, Giuliani &
Wiesenfeld, 1994).

Ahora bien, de acuerdo con los planteamientos de Salazar (2011) y Bessant (2014), el
sentimiento de pertenencia e identidad social no debería entenderse como estático o
invariable, sino que, por el contrario, supone dinámica, continuidades y discontinuidades,
contradicciones y tensiones, y la posibilidad de su disolución y reconfiguración. Estas
alternativas se vinculan a las características de los contextos sociales más amplios y a
sus propias variaciones. En ese sentido, en las sociedades contemporáneas las
tendencias en torno a la diferenciación, parcialidad y segmentación de personas y
grupos de interés basadas en los valores de libertad de elección y en las necesidades
extremadamente diferenciadas entre sí, hace que la invocación a la pertenencia y a la
comunidad a veces parezca un romanticismo excesivo que no corresponde con los
espacios en los que se pretende desarrollar proyectos de tipo comunitario (Berger, 1988).

En síntesis, lo central del concepto de comunidad sería, por un lado, la fortaleza de las
relaciones entre sus miembros sostenida en un sentido de comunidad, y la capacidad de
acción que como grupo social tendría para abordar problemas e intereses, movilizando
recursos para la transformación social a partir de la participación y la organización.

Escenarios Contemporáneos y Carácter de los Lazos Sociales


En el mundo contemporáneo, el individuo se ve sometido a fuertes exigencias de
autonomía, a una emancipación compulsiva, donde es responsable de su propia biografía
y cuya identidad es producto de un proyecto reflexivo y autónomo, que supone una
comprensión de sí y de sus prácticas (Beck, 1997; Giddens, 1995). Esto acontece en un
contexto de crisis del lazo social y de déficit de soportes por la pérdida de los marcos
colectivos de socialización que logró instituir la sociedad salarial. En la sociedad de

72
consumo, el orden del egoísmo (Bauman, 2007) sustituye la experiencia de una
comunidad sentida y vivida.

En otro trabajo Rodríguez (2012) expresó que en sus experiencias en barrios urbanos,
encontró expresiones, vivencias y acciones en las que el sentido de comunidad está
debilitado en el discurso de las personas. La diversidad (producto de historias no
compartidas, de modos impuestos de llegar al lugar que se habita, de pertenencias socio-
económicas y culturales diferentes y de distintas experiencias en la construcción del
hábitat residencial), se significa en términos de desconfianza, de estigmatizaciones
mutuas y de discriminación; se vive como fragmentación. Los espacios de circulación se
acotan y prima el aislamiento sobre el deseo de encuentro. La expectativa frecuente es la
de no permanecer en el lugar.

Los espacios de participación que tienen una larga historia, se cierran al ingreso de
nuevas personas porque lo diferente se vive como amenaza de destrucción de lo
construido con esfuerzo. A partir de políticas sociales descentralizadas y territorializadas
que articulan al Estado y a la sociedad civil organizada, emergen liderazgos
burocratizados y más reconocidos por los agentes externos que en los
propios vecindarios. La precariedad designa esa condición inducida políticamente en la
cual ciertas poblaciones sufren por falta de redes sociales y económicas de soporte y se
convierten en expuestas, diferencialmente, a daño, violencia y muerte. Estas poblaciones
están en mayor riesgo de enfermedad, pobreza, inanición, desplazamiento y de
exposición a la violencia sin protección.

La PC se ha preocupado por los sectores más perjudicados por la desigual distribución de


la riqueza, las víctimas de la injusticia social. Se trata de sujetos que no son lo que la
modernidad previó para nosotros y nosotras: ser ciudadanos/as que, formalmente,
gozaríamos de los mismos derechos y seríamos iguales ante la ley, concebidos como
sujetos universales, donde la persona diferente es vista como inferior. Se inauguran así
las diferencias desigualadas (Fernández, 2011). La existencia social de estos grupos es la
del estigma: “son”, en tanto calificados como pobres, indigentes, carentes o excluidos. En
los casos más extremos, podemos hablar de situaciones de muerte social o de nuda vida
(Agamben, 1998). Sobre las personas estigmatizadas pesa la culpa y la responsabilidad
por sus destinos. Lo que está afectado y dañado, además de las condiciones
materiales imprescindibles para hacer la vida vivible, es el vínculo social, las redes
sociales y las políticas que dan soporte a la precariedad de la existencia (Butler, 2010).

El sufrimiento emerge en los procesos de estratificación que discriminan, estigmatizan,


censuran, deshumanizan, o exigen credenciales para reconocer a la otra persona como
ciudadana. Al mismo tiempo, asistimos a una fragmentación del sufrimiento debilitando la
posibilidad de su colectivización. En tanto el dolor es individual y privado, no se logra
hacer público; o cuando se visibiliza, es en función de la construcción de un sujeto de
asistencia y protección por parte del Estado, más que de un sujeto colectivo capaz de
denunciar las condiciones que lo llevaron a su situación vital.

La capacidad de representar un dolor como compartido, supone la capacidad de pensarse


con otras personas, en interdependencia, mientras que el sistema neoliberal ha construido
el individualismo y el aislamiento (Bauman, 2007). La posibilidad de expresar el dolor, la
vivencia de injusticia, la indignación, depende de la conciencia que se tenga de ello, del
grado de reflexión sobre sí mismo/a, sobre los propios deseos, sentimientos e

73
intenciones. En condiciones vitales extremas, con frecuencia, a las personas también se
las ha despojado de la posibilidad de enunciación (Rodríguez, 2013), de modo que
como dijo Svampa (2000), la reflexividad también se distribuye injustamente.

Como ya vimos, la diversidad, inherente a la noción de comunidad, hoy está fuertemente


ligada a procesos de diferenciación y subalternidad que dificultan la construcción de lo
común. Tanto la construcción de lazos intersubjetivos como la capacidad de organización
para el desarrollo de acciones colectivas de carácter político, están fuertemente afectadas
por la hegemonía de significados asociados a la capacidad de autonomía, de libertad, de
ser uno o una misma.

Los riesgos de la despolitización son múltiples: a) la frustración y la sensación de


impotencia; b) las intervenciones técnicas que no persiguen una transformación social; c)
los ejercicios de violencia que pretenden imponer integración en espacios sociales
fragmentados; d) la afirmación de procesos de diferenciación asimétrica; y e) el culpar a
las personas con las que trabajamos por las vivencias de fragmentación en los colectivos
que integramos. Se hace imperioso, entonces, repensar tanto las nociones como las
prácticas a través de las cuales podemos desarrollar procesos de acción comunitaria, sin
asumir a priori la existencia de una comunidad cohesionada, en espacios donde los lazos
sociales están fragmentados y están presentes procesos de estratificación, diferenciación
y discriminación. Aventuramos algunas líneas de reflexión que puedan, por un lado, ser
útiles para comprender los procesos actuales y, por otro, ofrecer herramientas concretas
de acción en los espacios de trabajo de la PC.

En primer lugar, es necesario analizar cómo los procesos de fragmentación y ruptura del
lazo social se manifiestan en los contextos concretos de trabajo comunitario, identificando
y comprendiendo las maneras en las que actualmente se organizan y distribuyen las
diferencias desigualadas. Se trata de interrogarnos sobre cuáles son los ejes de
diferenciación sobre cuya base se construyen hoy los grupos o personas que significamos
como otros y otras. Nuestras experiencias revelan algunas de ellas: la figura del y la
inmigrante, las trayectorias sociales construidas a partir de la caída de la sociedad
salarial, la diversidad en las condiciones habitacionales, entre otras.
Por otro lado, cabe preguntarse también por los procesos en los que el movimiento de
diferenciación y construcción de un otro u otra distinto, se configura como instrumento de
resistencia a identificarse con aspectos ligados a representaciones sociales negativas
(p.ej. ser pobre o indigente). De manera que, profundizar en el carácter que adquieren
estos ejes de diferenciación, permitirá problematizarlos en conjunto con las personas
involucradas y aportaría a construir estrategias de articulación acordes a ellos.

Asimismo, proponemos atender las maneras en las que la noción de territorio puede
conceptualizarse, ya no sólo como espacio físico, sino como ámbito donde se juegan
relaciones de fuerza entre actores/actrices diversos, con intereses diferentes, así como
también distintos recursos de poder que construyen significados diferenciales respecto a
dicho territorio. En este sentido, las condiciones para la construcción de lo común y el
tratamiento de la diversidad en lo que delimitamos como comunidades, no es ajeno al
papel que juegan otros actores: el Estado y los sectores que concentran la riqueza. En el
primero, se tratan de analizar los efectos de la descentralización y la territorialización de
las políticas sociales en los procesos de organización comunitarias y en la construcción
de liderazgos.

74
En el segundo, implica dilucidar las nuevas modalidades de dominación que el capital
ejerce en el territorio, buscando controlar los conflictos, debilitando la emergencia de la
acción colectiva y construyendo un nosotros/as ligado a relaciones de dependencia.
Esta primera línea de trabajo buscaría indagar sobre los actuales ejes de diferenciación y
desigualdad, y sobre las nuevas modalidades de dominación e incidencia del Estado y del
capital en el territorio (control de los conflictos, institucionalización de los procesos
participativos y burocratización de los liderazgos). Se trata de voltear la mirada hacia
estos procesos y ver de qué manera afectan los lazos sociales en contextos concretos de
intervención.

Una segunda línea se relaciona con las maneras en las cuales se puede avanzar en la
redefinición del concepto de comunidad a partir de los cuestionamientos a la idea de un
sujeto supuestamente homogéneo que, sin embargo, aún persiste. Conviene explorar
concepciones alternativas –algunas herederas de las teorizaciones sobre movimientos
sociales- que puedan resultar útiles para la práctica de la PC. Fernández (2011) acude a
la noción de multiplicidad, heredada del pensamiento de Deleuze, para rescatar la
potencia de la diferencia y una mirada desde la cual la totalización no subsuma las partes.

Como exponíamos antes, se trata de generar una noción de comunidad que albergue el
carácter dinámico tanto de los procesos intersubjetivos como de los proyectos políticos, y
que permita hacer posible lo colectivo dentro de lo aparentemente imposible.
La tarea no consistiría en buscar, a riesgo de imponer, la comunidad perdida, sino en
identificar dicha multiplicidad en contextos de trabajo determinados. Desde éstos se
pueden dar conexiones para adelantar procesos de transformación social y buscar
alianzas entre agentes sociales que puedan organizarse en torno a preocupaciones
compartidas, generando algo de común en la diversidad.

Estos conceptos permiten ampliar las miradas en torno a lo comunitario al enfatizar la


importancia de observar las dinámicas de diferenciación que pueda haber en contextos
concretos de intervención, donde esa multiplicidad, por un lado, puede acarrear procesos
de fragmentación y subordinación pero que puede hacer emerger espacios de resistencia
o contrapoder. En estos espacios emergerían diversas formas de pertenencia y sentidos
de comunidad de manera dinámica que, como afirma Bessant (2014), estarían en
constante construcción y reconstrucción.

Una tercera línea de trabajo se relaciona con lo anterior en términos de agudizar la mirada
en los contextos de intervención comunitaria hacia aquellas iniciativas presentes y
pasadas en las que se han llevado a cabo, lo que Rodríguez (2013) ha llamado luchas
invisibles por la dignidad. Se trata de acciones o posiciones que, aunque no se erigen
como representativas de toda una comunidad -como el colectivo amplio al que hemos
aludido- cuestionan relaciones de opresión en sus propios contextos, como pueden
ser las iniciativas socioculturales en las que se trabajan las relaciones de violencias
cotidianas (León Cedeño, 2012).

Al no ser evidentes, accedemos a ellas profundizando en los sentidos singulares que las
personas atribuyen a tales situaciones. Esta misma autora enfatiza en la utilidad de
visibilizar las iniciativas existentes en los espacios de trabajo comunitario con el fin de
fortalecerlas y, en ciertos momentos, de ampliarlas, implicando a otras personas o grupos
en su constitución (León Cedeño, 2012). Siguiendo a Spink (2001), es preciso adentrarse
en las formas organizativas presentes en los diferentes contextos de trabajo comunitario.

75
Frecuentemente los equipos de intervención pasan por alto diferentes maneras en las que
las personas se organizan debido a una búsqueda de iniciativas formales o
representativas de las comunidades. Según el autor, es necesario adentrarse en la
búsqueda de iniciativas con diferentes grados de formalización, tales como redes,
asambleas, comisiones, protestas, comités, periódicos de la calle, radios ciudadanas o
incluso tumultos, masas y movimientos, formas de organización que pueden dar cuenta
de relaciones sociales transformadoras sin que necesariamente sean representativas de
toda una comunidad (Spink, 1999).

Volviendo a Fernández (2011, p, 19) se trataría de rescatar “la multiplicidad de estrategias


de invención colectiva y anónima de libertades”. Esta última línea de pensamiento,
pondría énfasis, entonces, en el esfuerzo de una “arqueología” del lugar y en la búsqueda
de las formas de lucha que se dan en lo cotidiano -con diferentes grados de
formalización y visibilidad- con el fin de identificar las nuevas estrategias de construcción
de lo común, de resistencia a la opresión y de transformación social.

Módulo 5

FERNANDEZ La demanda de los grupos

Los individuos que componen un taller no son simplemente individuos sino que conforman
un grupo dentro de cual han desarrollado “redes informales”, es decir vínculos entre ellos
como así también con los superiores y con los reglamentos de la empresa. Su mejor
rendimiento depende más de la interrelación afectiva entre ellos que de las mejoras en
sus condiciones de trabajo.

Aparece por primera vez el planteo de una moral de grupo. La embrionaria idea de grupo
asociada a un conjunto de personas en intercambio informal afectivo; comienza a
vislumbrarse la noción de un plus que tendrá el grupo con respecto a la simple sumatoria
de sus integrantes; dicho plus se evidenciara por sus efectos: mayor rendimiento.

La dinámica de grupos- Lewin, aporto principios de la Gestalt al estudio de la personalidad


y posteriormente al estudio de los grupos. Había demostrado que la percepción y el hábito
no se apoyan en elementos sino en “estructuras”. La teoría del gestal “el todo es más que
la suma de las partes” según esta corriente la explicación de los fenómenos perceptuales
debía intentarse a través de una unidad de análisis, de un nivel distinto al de las unidades
propuestas hasta entonces. Lewin explicara la acción individual a partir de la estructura
que se establece entre el sujeto y su amiente en un momento determinado. Tal estructura
es un campo dinámico, es decir un sistema de fuerzas en equilibrio. Utiliza el método
experimental para trabajar la noción de campo dinámico, experiencia con grupos de niños
a través de la construcción experimental de tres climas sociales: autoritario, democrático y
laissez faire. La hipótesis: la frustración ocasiona la agresión; pero al concluir la
experiencia puedo observarse que las reacciones agresivas variaban según los climas
grupales, dependiendo esto del estilo de coordinación.

En los grupo conducidos democráticamente la tensión es menor, la agresividad se


descarga en ello de manera gradual en lugar de acumularse y producir apatía o estallidos,

76
el grupo democrático, al alcanzar más fácilmente el equilibrio interno, es más constructivo
en sus actividades.

El grupo es un todo cuyas propiedades son diferentes a la suma de las partes. El grupo y
su ambiente constituyen un campo social dinámico, cuyos principales elementos son los
subgrupos, los miembros, los canales de comunicación, las barreras. Modificando un
elemento se puede modificar la estructura.

Como puede observarse es una concepción netamente “gestraltista” donde ha nacido la


dinamia de grupos. Para Lewin, el grupo es una realidad irreductible a los individuos que
la componen. Es un especifico sistema de interdependencia tanto entre los miembros del
grupo como entre los elementos del campo (finalidad, normas, percepción del mundo
exterior, división de roles).

El funcionamiento del grupo se explica por el sistema de interdependencia propio de dicho


grupo en determinado momento, sea este funcionamiento interno (subgrupos, afinidades
o roles) o referido a la acción sobre la realidad exterior. En esto resida la fuerza del grupo,
su DINAMICA . Tomar una decisión en grupo compromete más la acción que una decisión
individual: que es más fácil cambiar las ideas y las normas de un grupo pequeño que las
de los individuos aislados y que la conformidad con el grupo es un elemento fundamental
frente a la resistencia interna para el cambio.

La teoría del campo elaborada por Lewin, hizo posible la consolidación de las “técnicas
de laboratorio social” y la “investigación – acción”.

La concepción lewiniana del grupo como un todo significa el abandono de la posición que
coloca al individuo en primer plano.

Criterios epistémicos de Kurt Lewin- La ley para Lewin, es ley estructural ya que establece
una relación funcional entre los aspectos de una situación; el acontecimiento depende de
la totalidad de la situación. El campo formado por la unidad funcional de persona y
ambiente, la situación es única, cambiante y caracterizada por la totalidad de las
interrelaciones que se dan en un momento determinado. Según Lewin, no tiene sentido
establecer leyes de acuerdo al criterio aristotélico, en tanto este toma en cuenta los
factores comunes a todas las situaciones o las que aparecen con más frecuencia.
Para Lewin, un grupo es un conjunto de personas reunidas por razones experimentales o
de su vida diaria, para realizar algo en común y que establecen relaciones entre sí,
conformaran de esa manera una totalidad que produce mayores efectos que los mismos
individuos aislados. Es decir que el grupo es irreductible a los individuos que lo componen
en tanto estos establezcan un sistema de interdependencia: en esto radicara la fuerza o
dinamia de un grupo.

Primer momento epistémico- el todo es más que la suma de las partes. Esta idea de la
Gestalt resalta la idea de totalidad. La relación todo partes es un problema cuya respuesta
es siempre compleja.

El tratamiento de la relación todo partes ha tenido diferentes formas de abordaje. Planteos


estructuralistas posteriores a la Gestalt, indicaron que le problema no pasaría por
comprobar que le todo fuera más que la suma de las partes o igual, sino las partes
organizan relaciones y que tipo de relaciones conformes (ya sea entre ella o entre las
artes y el todo).

77
Un todo pensado como un gran todo y no como las diversidades de lo múltiple. La
reformulación planteada por estos autores en tanto acentúan el carácter que posee lo
múltiple irreductible a la unidad. Piensan el todo como producido, como una parte al lado
de las partes que ni las unifica ni las totaliza sino que ese aplica a ellas organizando
relaciones transversales entre elementos que mantienen toda su diferencia en sus propias
dimensiones.

El grupo imaginado como un todo más que la suma de las partes, constituye un primer
momento epistémico en la institucionalización de saberes y prácticas grupales.

Análisis de la demanda- Elton Mayo: demanda social que pone en evidencia un vacío, la
carencia técnico-social frente a los problemas que, en este caso, las nuevas normas de
producción generan.

Lewin, sus investigaciones dieron fundamento científico a los ideales democráticos.


Desde Mayo y Lewin, se organiza una disciplina: la dinámica de grupos, desde su inicio
acoplara campo de análisis y campo de intervención, las primeras investigaciones sobre
grupos surgen en respuesta a una demanda economicopolitica, dando lugar al “dispositivo
grupal”

¿Cuál urgencia? Mantener y mejorar el nivel de producción de gran empresa, estimulando


las relaciones informales entre los operarios. La dinámica de grupos se expandirá
rápidamente por diversos campos: empresarial, educaciones, de mercado etc. Por tanto
urgencia situada históricamente, en función de imperativos económicos y políticos del que
forma parte.

El análisis de un campo disciplinario deberá pensarse en tanto conjuntos de conocimiento


que produce dicho campo, el ciudadano como se articulan estas producciones de
conocimiento con los juegos de poder e interrogándose en que estrategias de saber poder
desarrollaran sus prácticas sociales los técnicos de tal campo disciplinario.

La misma relación que define lo visible de un campo teórico y u práctica define lo invisible.

El nacimiento de lo grupal- Dispositivo de los grupos y dispositivos grupales. El primero se


refiere a la aparición histórica de ciertos criterios en virtud de los cuales comenzó a
pensarse en artificios grupales para “resolver” algunos conflictos que se generaban en las
relaciones sociales.

Desde diferentes puntos de iniciación se inventa una nueva tecnología: el dispositivo de


los grupos; aparece un nuevo técnico: el coordinador de grupos. Una nueva convicción:
los abordajes grupales pueden operar como espacios tácticos con los que se intentara dar
respuesta a múltiples problemas que el avance de la modernidad despliega.

Dispositivos grupales se hace referencia a las diversas modalidades de trabajo con


grupos que cobraron cierta presencia propia en función de las características terico-
tecnicas elegidas.

Los dispositivos grupales forman parte de los dispositivos de los grupos.

Los grupos no son lo grupal.

78
Jasiner, C. (2000). Dispositivos en Psicología social. Observando la
observación: adiós a Pilatos

Se impone como punto de partida preguntarnos por qué hablar de observación hoy. A esta
indagación me condujo mi trayectoria de formadora de observadores y coordinadores grupales,
signada por la sensación creciente de estar atrapada sin salida en un dispositivo. Esta vivencia fue el
efecto, en mi caso, de lo que denominé como la bunkerización cada vez mayor del dispositivo con
el que, y desde el cual, trabajaba. Partiré del relato de una experiencia para continuar planteando la
problemática de la observación como cuestión central para la recreación de los dispositivos
grupales.

Estimado lector: Lo invito a un desconcertante y mágico viaje. Una expedición que nos conduce
desde un universo de objetos externos a nosotros y observables en el sentido de descriptibles, a un
mundo fascinante y misterioso. Es probable que un escalofrío nos recorra. Nos invade la pregunta:
¿Cómo hablar de misterio, si la observación produce efectos supuestamente exactos, seguros y
tranquilizantes? ¿Cómo imaginar que el tema de la observación pueda conectar con el azar, o lo
innombrable? Si la promesa que nos impregna es que una adecuada observación nos lleva a un
conocimiento exacto del objeto y por consiguiente, a seguridades y certezas.

Debo desilusionarlo. Pero puedo prometerle, a cambio, una sensación de estar vivos y latiendo. En
un principio, no lo haré teóricamente. Más bien quiero contactarlo con la vivencia de lo
desconocido.

Lo invito a un taller virtual. En este taller nos conectaremos vivencialmente con la temática de la
percepción y, desde esta experiencia, interrogaremos nuestra concepción de observación. Por favor,
disponga de papel y lápiz a su alcance. Primero le pido que anote brevemente su idea respecto de
qué. es observar. Una vez que escribió. qué es observar para usted, tómese un momento para leer
para sí mismo esa frase.

En segundo término, escriba a continuación una breve observación de la situación en que se


encuentra. Una vez hecho esto, disponga nuevamente de un momento para leerla. El tercer paso
consiste en que usted cierre los ojos e imagine que es un ladrón, por ejemplo. También puede
imaginar que es un pintor, una mucama u otro personaje que se le ocurra. Por favor, abra los ojos y
anote en su papel qué observa usted en tanto ladrón o pintor, en la habitación en que se encuentra.
Por favor, compare ahora esta segunda observación con la primera.

Seguramente las observaciones son diferentes entre sí. En tanto distintas posiciones subjetivas del
observador, la producción de observaciones es distinta. Un ladrón organiza su mundo perceptivo de
forma diferente a un psicólogo social, un psicodramatista u otro profesional que esté leyendo, por
ejemplo, este artículo sobre observación. Imagine ahora que en el lugar en que usted está realizando
con nosotros este taller virtual, irrumpiera corriendo un niño de seis años. ¿Qué observaría? ¿Acaso
los mismos aspectos que usted y el ladrón?

Ahora bien, nos preguntamos a esta altura de nuestra experiencia, que aún no ha finalizado, ¿cuál de
las observaciones producidas es la mejor, la más adecuada o la más objetiva? Resulta interesante
apreciar el intento de atrapar en una frase o bien en una fórmula aquello que nuestro paradigma
naturalizado nos informa que es claro y definido.

79
Mucho más aún, cuando se les pide a los concurrentes que cada uno anote en pocas líneas su
observación de la situación que todos compartimos, ¿cómo seguir manteniendo la confianza en que
es posible y deseable arribar a una observación objetiva en tanto que consensuada, al descubrir que,
para cada uno esta situación implica aspectos totalmente diferentes? ¿Puede una situación quedar
atrapada totalmente en el lenguaje?

A partir de este momento nos internamos en esta experiencia en una cuestión nuclear, el tema de la
percepción. Le solicito ahora que observe con atención el esquema siguiente. El mismo muestra una
estrella y un círculo. Le pido a usted que en tanto participante de esta actividad virtual, observe el
diagrama siguiendo las instrucciones de la figura uno. Luego tómese un momento para reflexionar
acerca de lo que sucede.

Bien, nuevamente cada uno reflexione acerca de esta experiencia en relación con el tema de la
observación. Según Von Foerster, este sencillo experimento nos descubre que no solo no vemos,
sino que, en un proceso de conocimiento de segundo orden, tenemos que aceptar que no vemos que
no vemos. Previamente a la reflexión acerca de este punto, le solicito que observe las figuras que
constan a continuación y que, nuevamente, se conceda un momento para relacionar esta
observación con nuestro tema de observación.

Bien, nuestro taller prosigue a partir de este momento, dando lugar a las sensaciones e interrogantes
que se desprenden de él. Luego de plantearlos, compartiremos un fragmento literario, antes de
despedirnos.

La sensación predominante es el asombro, la extrañeza. Percibir alternativamente, en la misma


figura, una calavera y una mujer mirándose al espejo, por ejemplo, abre la puerta de lo complejo, de
lo incontrolable. Constatamos que nuestra idea de objetividad en la observación, hace agua. Más
que mostrarme realidades, la observación me descubre a la vez lo captable y lo inasible.

¿No sienten al imaginarlo, una sensación de escalofrío? Surge la pregunta ¿qué veo cuando veo? Y
también una más inquietante: ¿qué no veo cuando veo?

A pesar de que intente sumar, añadir y completar con otros los registros perceptuales, ellos no
pueden reflejar el mundo, no puedo totalizar porque mi percepción construye el mundo. Percibir
implica seleccionar, distinguir, filtrar, priorizar, imaginar.

¿No es curioso que cuanto más reflexionamos sobre la observación, cuanto más intentamos
completar una descripción, buscando dar cuenta de la totalidad, más cerca estamos de poder percibir
que sólo aumenta lo innombrable, lo indecible, lo que nuestro lenguaje no puede aprehender?

¿Cómo sostener dispositivos basados en una rigurosa transcripción de lo sucedido en los grupos si
al intentar llevar a cabo esta tarea constatamos asombrados que cada uno ve otras cosas? Algunos
jerarquizan lo que escuchan, otros priorizan el clima emocional, cada uno produce al observar
elecciones personales conscientes o inconscientes. Compartimos ahora la lectura de un tramo de El
Aleph, en el que Borges relata su experiencia de haberse entregado a los lineamientos de un
dispositivo de observación gracias al cual pudo en un solo instante observar un punto inefable desde
el cual se observaban todos los puntos, los cuales a su vez eran observados en la esfera de el Aleph.

La lectura de esta experiencia imaginada por Borges nos permitirá conectarnos con lo asombroso.
Si el dispositivo es adecuado, puedo en un segundo, observarlo todo. Todo está. allí., en un instante.
Nos dimos cuenta que un instante, si es vivido desde adentro, puede contener todos los instantes. Y

80
que ninguna observación, por más estricta, aséptica y detallada que fuera, puede dar cuenta de
nuestra vida, si la realizamos desde afuera y creyendo que puede o debe nombrar, designar,
describir o reflejar.

Esta propuesta busca a través de experiencias perceptivas, desestabilizar las certezas acerca de la
observación, sobre todo del ideal de objetividad que nos ajeniza de nuestra propia vida y que
empobrece, en nuestro caso, los dispositivos. Podemos pensar que observamos aquello que el
dispositivo permite, indica y, más aun, construye. Pero no basta el dispositivo. Dado que el mismo
está sostenido por nuestra subjetividad. Debemos dar cuenta complejamente de este entramado para
pensar la observación.

Si este relato no bastara para convencerlo, lector, de que la observación produce mundos muy
lejanos de lo objetivo y mensurable, la observación subjetivante se desprograma a sí misma, se
demuestra productora del desgarro, de lo inasible. Si este relato no bastara, lo invito a que usted
mismo haga una experiencia sugerida por Denise Najmanovich en relación con el problema de la
supuesta objetividad de la observación: Imagine que de pronto, se dedica a observar el destello de
los ojos de la gente. ¿Qué observación producirá? De ningún modo podría observar esto desde un
borramiento de la propia subjetividad.

Observar el destello de los ojos de los otros conllevará observarse a sí mismo reflejado en ellos.

El grupo operativo de aprendizaje fue creado por Pichon Riviére para enriquecer la formación en
psicología social de observadores y coordinadores grupales. Sin embargo, han transcurrido varias
décadas y la novedad ya no es tal. Al no renovarse las fuentes teóricas y las modalidades de la
práctica, el dispositivo se fue cristalizando y, por lo tanto, empobreciendo. La apertura devino
cierre. En un afán creciente de mantenerse idéntico a sí mismo, un dispositivo que había sido
diseñado para formar agentes de cambio, clausuró sus propias posibilidades de transformación. El
cierre fue de tal magnitud, que propuestas teóricas que mantienen su interés aún hoy, perdieron
nitidez y parecieron sucumbir al achatamiento y la pobreza derivadas de la repetición sin
cuestionamiento.

Propongo el desafío de ir más allá. del grupo operativo a través de una observación renovada del
propio dispositivo. Invito a cada lector a emprender la travesía que lo llevar. más allá de la propia
práctica y la propia teoría, ya que el dispositivo no es externo a cada uno de nosotros.

La invitación consiste en emprender juntos un periplo que no incluye punto de llegada pero sí
desafíos y paisajes nuevos, así como la promesa de aventuras. Existe cierto riesgo pero
garantizamos que en esta excursión no nos invadirán el letargo ni el aburrimiento, característicos de
la repetición del discurso y las prácticas grupales. Aburrimiento generado por la imposición de
eternizar el dispositivo del grupo operativo, convertido en un fin en sí mismo.

El primer sendero nos lleva a un cartel enorme que nos convida a ir construyendo dispositivos de
dispositivos. Detrás de este cartel, surgen las puertas misteriosas de una mansión que todos llaman
observación. Veamos qué descubrimos.

Es imprescindible interrogar como primer hito nuestra concepción de observación, ya que, en tanto
impregna nuestros dispositivos de trabajo y de investigación, nuestro marco referencial construye
subjetividad.

En un bucle de construcción compleja, se genera a la vez subjetividad en la grupalidad y grupalidad


desde lo subjetivo. Más perentorio aún es pensar de qué estilos de subjetividad emergen dichas

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concepciones de observación y, por consiguiente, ciertos dispositivos. Esta doble interrogación es
necesaria para revitalizar la tarea de quienes trabajamos con grupos. La idea central consiste en
ubicarnos en observadores de la observación. Esta intención conlleva, en términos de Maturana, la
propuesta epistemológica de utilizar el instrumento de conocimiento para conocer el mismo
instrumento. Lo cual tiene derivaciones éticas y repercusiones en nuestra práctica.

Nuestros dispositivos están impregnados por una red de suposiciones derivadas de la idea de que
observamos un objeto externo a nosotros y que lo percibimos tal cual es. Esta perspectiva, además
de otros efectos de cierre, nos desimplica respecto de lo observado y respecto de nosotros mismos.
Por el contrario, según Maturana, la observación emerge de una experiencia que tiene más que ver
con nuestra configuración como organismos que con las características del objeto: nuestra
observación produce un mundo.

¿Por qué interrogar la observación como cuestión nuclear para pensar aperturas y flexibilizaciones
imprescindibles en nuestras modalidades de trabajo grupal?- Cada dispositivo indica, dispone, cómo
vamos a trabajar, pero sobre todo, qué voy a recortar, qué voy a considerar válido y relevante, qué
tomo en cuenta. Es decir, cada dispositivo, centralmente, construye en mí una propuesta, una
concepción de observación, indica qué se observa, para qué, y sobre todo, en un bucle de segundo
orden, qué es observar.

Vivimos en un mundo cada vez más complejo, confrontados con problemáticas polifacéticas, que
no se dejan recortar dócilmente en campos claramente delimitados. Situaciones imprevisibles,
ambiguas, inaprehensibles desde las perspectivas tradicionales de la ciencia. La aventura consiste,
como lo sugiere Von Foerster, retomando a Bateson, en construir conocimiento del conocimiento.
Observar la observación implica, entonces, producir procesos cognitivos de segundo orden.

Transitamos una crisis en los modos tradicionales de abordaje del acontecer humano; los
dispositivos habituales se revelan hoy insuficientes para dar cuenta de nuestro caleidoscópico
mundo. No solamente tenemos que abordar el tema la observación hoy, sino interrogar por qué
surge la metáfora del abordaje tan ligada a la observación . Es decir, tenemos que observar cómo y
por qué abordamos la observación.

Ahora bien, encontramos escollos en este intento. ¿Cómo expresar lo que está naturalizado en
nuestra cultura, aquello inefable que, a través de nuestras metáforas, nos habla? Quiero decir que
tenemos que abordar el tema de la observación hoy para desabordarlo. Dado que abordar implica
uno de los modos con que nuestros paradigmas nos indican qué es conocer y cómo conocer.

Abordar conlleva al menos dos sentidos: tocar, tomar contacto con dicho objeto y meterse por la
fuerza dentro de él, someterlo. Abordar supone un objeto de abordaje anterior e independiente y por
consiguiente, externo, ajeno a quien lo aborda. Se trata de un ejemplo privilegiado para dar cuenta
de los complejos sistemas metafóricos que construyen, desde nuestros paradigmas naturalizados,
nuestra constelación conceptual relativa a la observación. Dado que observar conlleva la idea de
abordar desde afuera el objeto de conocimiento.

Siguiendo a Denise Najmanovich, la concepción de la observación constituye una zona paradójica


de nuestra cultura. Se trata al mismo tiempo de un eje en nuestras concepciones teóricas y prácticas
acerca del conocimiento; por otro, se mantiene como un área de invisibilidad teórica, ya que al estar
organizada como sistema metafórico, forma parte de nuestras categorías de conocimiento, construye
nuestra subjetividad, sin que habitualmente, tomemos nota de ello. Esta autora afirma que las
teorías clásicas no podían dar cuenta de las redes y relaciones informales porque no las veían. Esto
implica que nuestros sistemas conceptuales nos habilitan para ver ciertas situaciones. Usamos

82
nuestra ideas acerca de la observación, pero no la vemos como una zona que delimita y legitima
nuestra modalidad de conocer.

Ahora bien, esta concepción de observación conduce a que, por ejemplo, la comunidad quede
ubicada como aquel lugar de donde los alumnos provenían y al cual, una vez ubicados dentro del
dispositivo, tenían que salir para reencontrarse o bien trabajar con ella o en ella. Nunca desde ella.
Queda, al finalizar la formación, una zona totalmente separada de la comunidad, zona que se
delimita como el área del grupo operativo y que excluye aquello que no está planteado en términos
del dispositivo.

Se impone, pues, una critica epistemológica a la concepción objetivista de la observación. Para ello,
más que abordar el concepto de observación, es imprescindible desentrañarlo, construirlo de otro
modo y al hacerlo, deconstruirnos y reconstruirnos de distintos modos posibles.

La concepción objetivista de observación funciona como un modelador cultural. Implica un sistema


de conceptos y metáforas que ubican de cierto modo la relación con los otros y con los objetos. Por
ello, des-abordar el concepto de observación implica por un lado interrogar qué efectos produce en
la construcción de subjetividad, la concepción según la cual el observador da cuenta, desde la
descripción, de un objeto externo a él, recortable y delimitable desde el área de la cual da cuenta el
marco teórico del que observa. De qué modo nos configura como sujetos este sistema metafórico
que incluye, por ejemplo, el abordaje del objeto de conocimiento.

Ahora bien, es ineludible, y en esto consiste mi propuesta para desabordar el tema de la


observación, preguntarnos de qué estilos de subjetividad surge esta concepción acerca de la misma.
Esta perspectiva, intersectada con la anterior, permite pasar del abordaje del tema de la observación,
a una interrogación a nuestra subjetividad. A un cuestionamiento acerca de nuestros modos de
conocer y vivir. Y también nos permite crear dispositivos más flexibles. Dado que de lo contrario,
en lugar de producir y crear, podemos quedar fagocitados por el dispositivo. Ya que todo
dispositivo tiene modalidades que posibilitan y limitan. Cuando los factores limitantes son mayores
que los que propugnan el cambio, se produce una fagocitación por el dispositivo. Esto implica
rigidez y empobrecimiento subjetivo. Lo paradójico es que estos dispositivos fagocitantes están
producidos muchas veces desde discursos que pretenden la apertura.

El dispositivo del grupo operativo para lograr operar como agente de cambio tiene que aceptar
cambiar él mismo. Y las subjetividades en juego, las nuestras concomitantemente, tienen que
aceptar interrogarse. Los invito a seguir la propuesta de Proust cuando nos dice que “El acto real de
descubrimiento no consiste en encontrar nuevas tierras sino en ver con nuevos ojos”.

LANGER- Declaración del grupo Plataforma

A LOS TRABAJADORES DE LA SALUD MENTAL- Los que suscriben, psicoanalistas


que constituyen el grupo Plataforma Argentino, integrante del Movimiento Plataforma
Internacional, deciden hacer pública su separación de la Asociación Psicoanalítica
Internacional y de su filial argentina.

83
Es ésta la culminación de una línea de trabajo previa y opción crucial para quienes la
asumimos, dado que cancelamos así nuestra pertenencia a una institución que algunos
de nosotros contribuimos a crear y en la cual invertimos muchos años de nuestras vidas,
aprendiendo, enseñando, investigando y ejerciendo el Psicoanálisis.

Sabemos que este alejamiento nos trasciende como psicoanalistas y aun como personas,
cobrando un significado que se proyecta en un contexto mucho más amplio que el de la
vida científico-institucional. Para explicitar los motivos y los propósitos que nos animan,
nos dirigimos a los trabajadores de la salud mental, incluyendo entre ellos a nuestros
colegas. Con esta comunicación, con trabajos científicos y a través de tareas de docencia,
investigación y asistencia, aspiramos a dar una clara imagen de nuestra identidad, a todos
los sectores. En este sentido publicaremos un anteproyecto de actividades y estructura
organizativa que definirá la forma de incorporación a nuestro movimiento.

Consideramos que la Obra de Freud, el psicoanálisis, produjo una revolución en las


Ciencias Sociales con su aporte específico de conocimiento científico y que ese
surgimiento estuvo y está determinado, pese a su autonomía relativa, por el contexto
socio-económico-político en el que se practica. Entendemos que, como más abajo
detallamos, el psicoanálisis ha sido distorsionado y detenido necesitando para retomar su
línea de innovación y desarrollo, de la imprescindible contribución de otras ciencias así
como de una distinta y explícita inscripción social, ineludible en este momento histórico.

Nuestra disciplina provee el conocimiento de las determinaciones inconscientes que


regulan la vida de los hombres, pero la misma, como conjunto de prácticas sociales
articuladas, está regida también por otros órdenes determinantes: fundamentalmente el
sistema de producción económica y la estructura política. Tales relaciones generan en los
individuos sistemas de creencias acerca del lugar que ocupan en la Sociedad,
configurando las Ideologías de clase. Estas son entonces registros parcializados de la
realidad de las prácticas sociales destinados a orientar y justificar toda práctica. Ser
coherentes con estos conceptos nos obliga a entender que el ejercicio científico,
indisolublemente ligado a nuestro estilo de vida y a la organización institucional a la que
pertenecemos, está igualmente condicionado e ideologizado en todos los aspectos por su
inserción en el sistema, siendo tan sólo una particularidad de las instituciones que lo
integran y sostienen.

La razón de nuestro alejamiento pasa por disidencias con la organización societaria


psicoanalítica a todos los niveles: teórico, técnico, didáctico, investigativo, económico,
pero aquí queremos enfatizar uno decisivo, el ideológico. En este plano el enfrentamiento
y las exigencias de acción concreta que comporta es insuperable e impugna a la ideología
global de la Institución, por lo cual queremos que quede claro que no nos impulsa grupal o
individualmente ninguna intención más o menos reformista ni reivindicatoria
intrainstitucional y que las críticas que siguen no aluden a personas, muchas de las cuales
apreciamos, por las que fuimos formados psicoanalíticamente y a las que formamos. Por
nuestra parte hemos sido criticados repetidamente tanto por quienes sostienen que
somos negativos o superfluos como por los que nos reprochan de no haber asumido
antes lo necesarios que éramos alcanzando desde el comienzo una línea madura. No
volveremos, por ahora, a ocuparnos de las críticas que desde el quietismo o los pactos
con el sistema intenten entorpecernos.

Sostenemos que esta separación, producto de un largo y difícil proceso, es indispensable,


y que no puede ser callada y resignada Puesto que nos declaramos abiertamente

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partidarios de una inscripción cualitativa y cuantitativamente distinta dentro del proceso
Social, económico y político nacional y latinoamericano. Como científicos y profesionales
tenemos el propósito de poner nuestros conocimientos al servicio de las ideologías que
cuestionan sin pactos al sistema que en nuestro país se caracteriza por favorecer la
explotación de las clases oprimidas, por entregar las riquezas nacionales a los grandes
monopolios y por reprimir toda manifestación política que tienda a rebelarse contra él. Nos
pronunciamos, por el contrario, comprometiéndonos con todos los sectores combativos de
la población que, en el proceso de liberación nacional, luchan por el advenimiento de una
patria socialista.

En el marco institucional, siendo como es partícipe sumiso de ese orden, el pensamiento


psicoanalítico ha sido distorsionado y detenido, paradojalmente, porque la organización
fue creada con la misión de defenderlo y cultivarlo. Esta paralización está esencialmente
dada por la política ejercida desde los cargos directivos, cuyo efecto, más allá de las
buenas intenciones de quienes también son esterilizados científica y afectivamente por su
papel, es consolidar cada vez más la estratificación jerárquica destinada al sostenimiento
del privilegio económico de quienes están en el vértice de la pirámide. Esto se vuelve a su
vez indoctrinante para quienes están en la base aspirando a llegar a la cúspide del poder.
Mencionaremos algunos hechos que resten a este enunciado el valor de una mera
afirmación y que permitan justipreciar los pactos ideológicos que se establecen entre
Ciencia y Sistema, articulaciones entre estructura institucional e ideología de clase
dominante, que se expresan en esta modalidad de la práctica científica: la Asociación
Psicoanalítica Argentina está compuesta actualmente por 367 personas de las cuales 194
pertenecen como miembros a la Institución y el resto al Instituto del Psicoanálisis en
calidad de egresados y candidatos. Este sector de la población no tiene ningún acceso
legal a la política institucional, ni puede recibir información exhaustiva acerca de la misma
so pretexto del cuidado del encuadre analítico. Por otra parte, del total de miembros
aceptados en la Institución sólo los 79 Miembros Titulares tienen voz y voto en las
decisiones importantes. De los restantes, sólo los 116 Miembros adherentes tienen voz
pero no poder para tomar parte en las decisiones. Aun dentro de la minoría dirigente los
subgrupos más encumbrados excluyen con maniobras más o menos legales a los demás.

En el Instituto de Psicoanálisis existe una situación semejante.

Hay una Comisión de Enseñanza que es el máximo nivel de la organización pedagógica,


compuesta por miembros titulares que pertenecen a su vez a la misma minoría que rige
los destinos de la Institución. Existe también un Claustro de Profesores, donde votan sólo
los profesores titulares y adjuntos, pertenecientes en su mayoría al grupo antes
mencionado. Frente a esa concentración de poder, para resaltar el contraste,
consignamos que un cuerpo de delegados representa a los estudiantes que se hacen
escuchar por su intermedio en la Comisión de Enseñanza en cuanto a algún tipo de
reestructuración pedagógica circunstancial sin contenido demasiado innovador ni
científico, ni objeciones a las relaciones de poder.

Por otra parte, cabe recalcar que un candidato a psicoanalista se ve forzado a destinar a
su formación entre 40 y 50 horas semanales de trabajo-estudio-dinero, lo cual significa, o
bien una renuncia a toda otra actividad esencial por un período de cuatro años, o bien su
realización en tiempo de descanso a costa de la salud física y mental. Con todo son, en
última instancia, los pacientes, quienes pagan ese artificial sobrecargo, y sorprende ver
cómo los candidatos, pese a ese régimen de exacción, encuentran la forma de usar el

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lapso casi inexistente que les resta para elevar su estándar de vida mimetizando las
pautas de consumo de les estratos superiores de la Institución.

Este ordenamiento vertical en que la autoridad jerárquica no necesariamente coincide con


el mayor nivel científico sino con la antigüedad y la experiencia burocrática, tiene un
resultado claramente visible. No solamente desnaturaliza la función específica de la
Institución de promover la evolución teórico-técnica del Psicoanálisis: profundizando en
los conceptos, intercambiando conocimientos con otras ciencias, inaugurando
procedimientos y campos de aplicación originales, ensayando formas novedosas en la
docencia, etc., sino que la sustituye por la búsqueda de prestigio, status y logros
económicos.

Ya otras voces se han levantado en protesta contra la así llamada "falta de democracia"
en la Institución y reclamado una supuestamente posible reestructuración.

Pero no es esa falta de liberalidad el punto clave de fractura que nos desliga de la
Institución. Sabemos que la verticalidad administrativa y el paternalismo es justamente
típico de las organizaciones liberales cuya máxima capacidad de permanecer está dada
por una cierta posibilidad que exhiben de hacer concesiones. No ignoramos que esas
características de modelo institucional son efectos indicado- A. res de la necesidad del
sistema socio-político-económico de sostenerse también sobre los pilares que le
representa un poder científico prestigiado y monopolista del conocimiento que se maneja
para su producción específica con las pautas y la ideología que el mismo sistema
suministra en otros ámbitos para su perpetuación.

Lo que nos separa esencialmente es que esas modalidades de funcionamiento societario,


a más de los efectos citados, al aislar entre sí a los distintos cuadros en cuanto a la
política interna y a la Institución con la realidad en cuanto a la externa, van
paulatinamente encastillando a los psicoanalistas, con la aquiescencia de los mismos en
su larga espera por el ascenso, en el reducto de un estricto quehacer profesional apolítico
y asocial. Esa penosa condición es racionalizada con el criterio de la "neutralidad
valorativa" del científico, supuestamente posible y necesaria, integrante de toda una
concepción utópica que incluye ilusas esperanzas de cambio social al que como hombres
no podemos aportar porque el profesionalismo nos absorbe y como psicoanalistas
tampoco porque todo intento en ese sentido es acusado de "violación ética" y "mezcla
entre Ciencia y Política".

Así nos formamos y así hemos formado a otros. Estamos en camino de ser y hacer otros
psicoanalistas, uniéndonos a todos aquellos que deseen colaborar en una línea afín a la
nuestra. Queremos practicar el verdadero psicoanálisis. Esta es una decisión que nos
compromete en el trabajo y la denuncia enrolándonos junto a otros científicos y
profesionales que entienden que su ciencia no puede ni debe utilizarse para construir un
muro aislante que la enajene de la realidad social ni enajene a la misma de su
instrumento teórico convirtiéndolo de esta manera en herramienta mistificante y
mistificada al servicio del no-cambio. Para nosotros, desde aquí en más, el Psicoanálisis
no es la Institución Psicoanalítica oficial. El Psicoanálisis es donde los psicoanalistas
sean, entendiendo el ser como una definición clara que no pasa por el campo de una
Ciencia aislada y aislante, sino por el de una Ciencia comprometida con las múltiples
realidades que pretende estudiar y transformar.

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En el cruce de la clínica y el aprendizaje. Los desarrollos de Enrique
Pichón Riviere. Marqués

Desde el comienzo nos planteamos el contenido y la forma de comunicación en los desarrollos de


Pichón Riviere, impulsado por la concepción del hombre como un ser de necesidades y un ser en
situación. Para profundizar, vamos a discriminar la noción de encuentro y la de vínculo.
Encuentro se refiere a ese campo de intensidad que se genera entre los sujetos y de cada uno
consigo mismo donde prevalece lo inédito, lo creativo y el contacto. El encuentro permite el
establecimiento del vínculo. En el vínculo se desarrollan dos procesos fundamentales que son los
procesos de comunicación y aprendizaje. Para el aprendizaje como proceso vital del ser en
situación, la comunicación va a ser el riel por el que transita el aprendizaje.

Del psicoanálisis a la psicología social - Pichón fue el generador de la corriente de


pensamiento que fue denominada como Psicología Social, pero también fue uno de los primeros
seis psicoanalistas que fundaron la Asociación psicoanalítica Argentina. Basándose en estos
aportes fue conformando su marco conceptual y técnico.

La clínica y el aprendizaje - A fines de los 40, en un hospital donde no había enfermeros,


Pichón arma grupos con los mismos internados para realizar tareas. Se introduce una instancia de
aprendizaje. Se desarrolla la técnica operativa de grupo, instrumento de articulación entre la
clínica y el aprendizaje. Pichón desarrolla primero un instrumental: la técnica de grupo operativo,
lo que posteriormente se ira conformando como la concepción operativa. Se llega a una
conformación teórica, como es la teoría del vínculo, de la enfermedad única, ideología, la noción
de ECRO, la teoría del aprendizaje y la comunicación, etc.

Pichón habla de praxis como una continua realimentación de la teoría a través de su confrontación
en la práctica. Hay tres niveles en esta noción de práctica y acción: la vivencia, la experiencia y las
nociones y conceptos. Estos tres niveles juegan constantemente. La vivencia son los sentimientos
que nos produce esa sensación que estamos viviendo, como nos afecta. Con cierto grado de
reflexión sobre la vivencia aparece la experiencia, que es cuando podemos elaborar un relato y
una referencia de las vivencias. Las nociones y conceptos, pasarían a ser una elaboración mayor de
reflexión sobre las vivencias, sobre las experiencias que vamos teniendo, dando lugar a un
pensamiento articulado de teoría y práctica.

Pichón plantea que el sujeto se va desarrollando y construyendo en relación a otros y a la


naturaleza. Plantea la idea de crisis como un momento y la idea de cambio como un
permanente proceso de los sujetos y los grupos. Dentro del campo grupal, las situaciones
de crisis son más frecuentes que las situaciones de cambio. Las crisis desencadenan en los
sujetos estados de ansiedad, que junto a cada logro operan como embates de cambio hasta llegar
a ser un hombre situado, comprometido y adaptado. La adaptación activa a la realidad es
expresión de salud. Toda la praxis estaría volcada a la adaptación del sujeto en forma activa a la
realidad, que se daría como un aprender a pensar, donde el aprendizaje es una apropiación de la
realidad para modificarla.

87
La técnica de los grupos operativos - Para él, la situación grupal es un conjunto restringido de
personas ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio y articuladas por su mutua
representación interna, que se propone de forma explícita e implícita una tarea, que constituye su
finalidad. Se plantea el grupo como instrumento primordial de trabajo e investigación.

El ECRO (Esquema conceptual referencial operativo) lo conceptualiza en base a la idea de


interdisciplinariedad. La práctica y el aprendizaje esta pasado en la multi y la interdisciplina.
A mayor heterogeneidad de los miembros del grupo se da una mayor homogeneidad en la tarea,
se logra una suma de información que se potencia dando lugar a un cambio cualitativo y a una
mayor productividad. Esta heterogeneidad jugada en un proceso grupal, da lugar a una mayor
profundidad y homogeneidad de la tarea, que sería todo el despliegue del trabajo grupal. En cada
grupo que uno conforma, uno viene con un esquema internalizado de nociones y conceptos, que
funciona como referencia y que permite operar en la realidad, y mediante el trabajo grupal ese
ECRO que se trae, se va a ir modificando y se va a ir generando un nuevo ECRO llamado grupal.

En toda situación de aprendizaje (como en toda interacción) se generan dos miedos básicos y dos
ansiedades básicas: miedo a la perdida y miedo al ataque. El miedo a la pérdida del equilibrio que
se ha logrado en una situación y miedo al ataque en una situación nueva en la que el sujeto no se
siente adecuadamente instrumentado. Ambos miedos coexisten, cooperan y se conjugan, cuando
el monto de ansiedad aumenta, se genera una resistencia al cambio, que se expresa en
dificultades de comunicación y aprendizaje en un grupo. La rigidez en la que se encierra un grupo,
lo que luego se empieza a estereotipar, o sea, es una pauta de conducta dentro de un grupo que
se repite. Esto se trabajará mediante una tarea de esclarecimiento grupal, donde no alcanza solo
con el coordinador y que diga lo que está pasando. El abordaje y la resolución de la resistencia al
cambio es una producción grupal. Este esclarecimiento implica el análisis del aquí y ahora de la
situación grupal, de los fenómenos de interacción, de las fantasías que se generan, los vínculos
entre los integrantes y los modelos internos que evitan la acción y también con relación a los
objetos y las tareas establecidas para el grupo.
No debemos confundir objetivo de grupo con tarea. Hay todo un proceso el logo de un objetivo,
esa es la tarea. La tarea de un grupo terapéutico es el proceso terapéutico. Aparecen los
conceptos de tarea manifiesta y latente. La tarea manifiesta está mas ligada al objetivo y a las
actividades que realiza el grupo. La tarea latente está ligada a los procesos de discriminación,
elaboración de ansiedades, resolución de conflictos generados en torno al trabajo y al proceso
grupal.

Se describen tres momentos de la tarea: pretarea, la tarea y el proyecto. Pretarea se comienza a


trabajar y aparecen las ansiedades. Tarea es cuando ya hay un abordaje de las ansiedades básicas
y se trabaja sobre la resolución de la resistencia al cambio y se continúa con la producción que esa
resolución posibilidad, hay un trabajo de elaboración y creación. Proyecto es cuando está logrado
el nivel de la tarea y se empieza a pensar más allá de lo que está pasando en el aquí y ahora del
grupo, se empieza a pensar por donde seguir. Dato este tercer momento y logrados de alguna
manera los objetivos del grupo, se puede concretar la elaboración del duelo por el grupo, en la
medida que la producción colectiva es la que queda y el grupo es el que cae.

Bauleo plantea que hay tres momentos en el proceso grupal: indiscriminación, discriminación y
síntesis. En el primero momento de indiscriminación, los integrantes no saben que van a hacer,
comienzan las ansiedades y mediante el trabajo se va pasando al segundo momento de

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discriminación. Este pasaje está dado por la clarificación de los roles, sobre todo los de
coordinador y los integrantes. En el momento de discriminación se da la elaboración de la
articulación de la información y la emoción. Esta elaboración daría paso al m omento de la síntesis
de producción colectiva y estaría acompañada por una ansiedad de tipo depresiva, que tiene que
ver con la culminación de ese trabajo.

La técnica operativa tiene como finalidad aprender a pensar en una coparticipación en torno al
objeto de conocimiento. El coordinador tiene una función de co-pensador y establece una relación
asimétrica con ese grupo y su tarea consiste en reflexionar con el grupo acerca de la relación que
los integrantes establecen entre sí y con la tarea. Cuenta con dos herramientas: el señalamiento y
la interpretación. El señalamiento apunta al esclarecimiento del acontecer explícito y la
interpretación apunta al esclarecimiento de los niveles implícitos o latentes del proceso grupal.
Este camino nos lleva a tratar el concepto de emergente. Esto es la aparición de un sentido que
permanecería latente si no hubiera un portavoz que lo expresara. El emergente es una expresión
significativa que da cuenta de un aspecto, de una cualidad del proceso grupal que se está
procesando. Pichón plantea que el valor de una interpretación se mide básicamente por la
operatividad que genera, en relación a una mayor producción grupal.

Hay un esquema de evaluación de los procesos grupales, conformado por una serie de
vectores. La afiliación tiene que ver con el sentirse parte de la experiencia. El vector de
pertenencia tiene que ver con el sentirse más o menos dentro del grupo. El vector de
pertinencia se refiere a si hicieron lo que iban a hacer, este vector está anudado al
objetivo del grupo. El vector de la comunicación se refiere al grado de la calidad de la
comunicación que se da en el grupo. El vector de la cooperación apunta a marcar distintos
momentos dentro del trabajo grupal y ver que cooperación hay entre los integrantes, lo
que muchas veces depende de la tarea.

El vector de aprendizaje da cuenta de lo incorporado en los distintos niveles del


aprendizaje, en información, en experiencia, en aprender a pensar. El vector del telé lo
toma de la conceptualización de Moreno, creador del psicodrama, que es el clima afectivo
que se da en el proceso, la actitud ante el cambio y la posibilidad de planificar ya sea dentro del
proceso grupal como cuando el grupo llega a la finalización del proceso y hay que ver a donde
dispara cada uno, hacia donde se proyecta. Dos puntos más a tener en cuenta: el primero
dice que los integrantes se dan cuenta de la dimensión de la tarea cuando finaliza el
grupo. Lo segundo: al desarrollarse el proceso grupal, podemos ver como cada integrante
va delineando una trayectoria diferente. Los procesos grupales nos hacen cada vez más
diferentes, no iguales. Y es a partir de la diferencia que se generan los cambios y las
producciones.

Percia- Introducción al pensamiento grupalista en la Argentina y algunos de sus


problemas actuales

89
1. Condiciones subjetivas de los años sesenta y setenta: compromiso y responsabilidad
Introducción- El pensamiento grupal en Argentina no tiene una sola puerta de entrada. Se
diferencian dos corrientes en el grupalismo, una de ellas es la “tendencia a la aplicación” y
la otra es la “tendencia de ruptura o desvío”.

Tendencia de aplicación- Un posible punto de comienzo fue en la década del 50. Los
primeros grupalistas eran psicoanalistas y pertenecían a la Asociación Psicoanalítica
Argentina. Ellos desplazaron sobre la situación plural sus referencias y métodos del
psicoanálisis, suponiendo que se trataba solo de cambiar de territorio. Los llevo a pensar el
trabajo en grupos como un “psicoanálisis aplicado”. Esto tiene dos sentidos: la idea de
poner el saber psicoanalítico sobre otra cosa y mostrar que se trataba de un buen
psicoanálisis.

Esta tendencia contribuyó a uno de los equívocos más importantes del grupalismo: la
propuesta de un psicoanálisis de grupo, el observar situaciones equivalentes a los que se
ven en la situación analítica, tendencias a organizar la manera de pensar lo grupal, etc.

Tendencia de ruptura o desvío- Es ruptura del encierro unificante dentro de la institución


psicoanalítica oficial y de la esclerosis del pensamiento de la época. Intento de inaugurar lo
grupal pero no subordinado a una legalidad o serie de principios explicativos únicos.
Desvío del modelo de aplicación, salida de la dirección autorizada y entrada a otra
encrucijada de sentidos.

a) Subjetividad e intelectualidad crítica en los sesenta-setenta - Se reconoce en los 60 una


notable vocación por la política y por el trabajo en los espacios públicos. Prevalecía la idea
de que el cambio social era posible, que iba a ser profundo y que estaba inscripto en el
sentido de la historia. Los actores de la psicología creían que tenían un papel importante en
la construcción de una sociedad más justa.

El espacio cultural y universitario de los sesenta se puede caracterizar por la pasión, la


convicción, la insistencia y por la fuerza de la intención formativa. Golpeado por la
dictadura de Onganía en 1966, se reestructuró bajo una forma de resistencia intelectual que
inauguró una particular red de pensamiento alternativo a las instituciones oficiales. Los
docentes expulsados de la enseñanza oficial recompusieron sus prácticas en una especie de
red contra institucional que se conoció con el nombre de grupos de estudio.

A principio de los setenta, se fractura la Asociación Psicoanalítica Argentina, permitió abrir


el camino para autorizar a los psicoanalistas a pensar e inventar otras prácticas posibles en
el campo de la salud.

b) La vocación pública: el trabajo institucional - Una característica es que el discurso de los


intelectuales de la psicología debía ser significativo para la sociedad y especialmente para
los sectores populares, era una auténtica posición respecto del derecho social. Estas
prácticas (en la que sitúo a esta tendencia grupalista) se configuran en una relación de
contigüidad con los ideales políticos y sociales de la época.

90
El trabajo del espacio público gestó otro estilo, tanto por el cruce de saberes como
articulaciones prácticas. El moverse en situaciones no tradicionales arrojó como resultado
la detección de cuestiones como el trabajo institucional, el equipo de salud o la diversidad
de las prácticas terapéuticas.

Los analistas entran en relación con las instituciones porque ahí era donde llegaban los
pedidos de asistencia de la población. Otro punto de entrada a las instituciones fueron los
equipos de salud. Dominaba una convicción: el valor de los espacios de trabajo colectivo.
Otro punto refiere a la diversificación de las prácticas. La entrada en otro lugar implicó
transformaciones. El instalarse en el espacio público obligó a dar respuestas en situaciones
inéditas: familia, pareja, grupos de padres, grupos terapéuticos, etc. El trabajo en
instituciones llevó a inventar otras figuras y dispositivos para la acción. Si ningún modelo
previo daba cuenta de la nueva situación de trabajo, lo único que podía posibilitar un lugar
para los profesionales era la innovación, la diversificación de las experiencias y el
desarrollo de nuevos instrumentos.

c) Critica de la institucionalización del psicoanálisis - Muchos autores de la tendencia de


ruptura generaron trabajos que cuestionan los límites que imponía el pensamiento
dogmático, donde se advierte un desafío y un intento inaugurador. En dichas producciones
se mezclan dos temas: las relaciones de poder en la situación clínica, formativa e
institucional y las relaciones entre psicoanálisis y otras teorías.

La inauguración de una práctica es una de las formas de rebeldía y resentimiento ante la


religiosidad de la cultura de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Lo grupal se inauguró
sobre un vacío y en contra del dogmatismo que llenaba con certezas inútiles.

2. Transformaciones de la subjetividad en los 80 y encrucijada de lo grupal - En esta última


década predomina entre los protagonistas del campo “psi” un particular
proyecto intelectual marcado por una actitud estrictamente profesionalista. Esto responde,
al menos, a dos razones: por un lado, es posible que se trate de una reacción contraria a la
franja del pensamiento de los sesenta-setenta que al insistir en la función social del
intelectual, en algunos casos, disolviera la especificidad de su práctica profesional; por
otro lado, creo que expresa cierta indiferencia hacia problemas que no son vistos como
propios de la actividad. Circunstancia que pone de manifiesto la perdida de una intención
transformadora y el desencanto con una perspectiva del intelectual como crítico de la
sociedad.

Ensayar la crítica es interrogar la manera de pensar. El pensamiento hoy, valora la paradoja


y la vacilación antes que la afirmación de una idea. Invade a la conciencia una sensación
de que se han quebrado las nociones vinculantes entre el hombre y las condiciones de la
historia social: entre el sujeto y el acontecimiento. Hoy es mejor identificarse con lo
hipotético que con lo inequívoco. Declararse en contra de todo esto no es lo que importa,
sino que importa la duda sobre nosotros mismos. Es una propuesta de acción que imagina
que siempre es posible pensar y obrar de otro modo.

Si el pensamiento grupal quiere contribuir a la propuesta de un espacio alternativo para el


posicionamiento subjetivo, el análisis de las instituciones y las relaciones de poder, tiene

91
que darse tiempo en el presente para examinar numerosas cuestiones, donde elijo tres: la
legitimidad de su saber, su crítica y la distinción entre lo grupal y los grupos.

El rechazo de los grupos sin más, es tan inútil como el festejo irreflexivo de lo grupal.
Ambas son posiciones que no practicaban la crítica. Pero dar cuenta de un saber no es
atenerse a las fórmulas preestablecidas que disciplinan un pensamiento. Por el contrario, es
imaginar fundamentos para acciones grupales que participen en opciones que se necesitan
inventar. Lo grupal comienza por ser declaradamente utópico: elige situarse más allá del
horizonte de posibilidades al que remiten los grupos conocidos hasta el momento.

Según Lechner: ya vimos la valoración de la heterogeneidad por parte de la cultura post


moderna: ella permite enfrentar la complejidad social sin pretender reducirla de inmediato.
Hoy no se trata de fomentar una multiplicidad de sentidos. Desde este punto de vista, la
incertidumbre es un rasgo distintivo de la posmodernidad. No obstante esa nueva
disposición por asumir la ausencia de certezas, ello tiene un límite. Más allá de cierto
punto, el desencanto deja de ser una benéfica perdida de ilusiones y se transforma en una
peligrosa perdida de sentido.

Hago una aclaración entre singularidad y la subjetividad: ocuparse de la singularidad es


distinto a fijarse en la individualidad. La singularidad se practica. Y Si la subjetividad es un
posicionamiento o una ejercitación de uno mismo en el pensamiento: la singularidad es la
huella que queda dibujada en el sendero de lo subjetivo. Interrogarse sobre esta dimensión
en los grupos, no busca la detección simplificadora de lo personal, persigue el tanteo de su
afectación. Cuando lo grupal conmociona al individuo ensimismado y lo arranca de su
aislamiento y lo sitúa fuera de lugar, ofrece la oportunidad para que esa relación de
intimidad que une al sujeto con su deseo quede figurada y no solo desfigurada por lo que
alguien piensa sobre sí mismo. El grupo es una producción de un espacio común en el que
se realiza una implicación diferente. Hay convergencia pero la manera en que cada cual es
afectado por eso es singular. El deseo puede coincidir sobre una misma figura, pero no se
ajusta una forma general de articulación.

La voluntad de síntesis se manifiesta como un acto de violencia sobre el conjunto. Un error


frecuente en la imposición de la unidad: la unificación de afectaciones diversas. En los
escritos de Pichón se encuentra mucho de esto: heterogeneidad y homogeneidad, rol
adscripto y rol asumido, vocación del sujeto y necesidad del grupo, grupo interno y externo,
emergente y portavoz. El desafío que tenemos es pensar una situación grupal que no aplane
las diferencias, niegue la singularidad o reduzca la diversidad. Insistir en las diferencias nos
lleva a inventar otra perspectiva: en lugar de preguntarnos a partir de una unidad
supuestamente dada, nos preguntamos cuanta diversidad soportamos, cuanto caos y cuanta
heterogeneidad.

Nos equivocamos si creemos que lo grupal está dado por un principio de esencialidad, pero
también erramos en el caso de no poder fijar las condiciones que posibilitan su trabajo.
Todo grupo está situado, determinado como posición por la coordinación, las consignas y
las reglas que encuadran su trabajo, el espacio institucional en el que se desenvuelve y la
coyuntura social en la que se inscribe. Por ello el análisis de la relación de un grupo con el
dispositivo de su conformación es imprescindible. El dispositivo fija una posición y asigna

92
determinadas condiciones de producción.

Es un ordenamiento necesario, donde la calidad de lo necesario debe entenderse como


punto de partida y no como trayecto forzoso e inevitable. Situar debe sortear el riesgo de
sitiar. Sin un dispositivo, no se funda un grupo, pero este mismo esquema puede cercar sus
producciones cerrándole todas las salidas que conducen a lo impensado. Para que un grupo
pueda instituir sus acciones como propias, es necesario un trabajo crítico sobre su
dispositivo de producción. Se quiere decir, una crítica que revele como problema el poder
productor de los dispositivos grupales. El encuadre no configura solo el nivel de
delimitación de las variables que entran en juego en la situación grupal, sino que produce
variaciones.

La “multiplicidad dramática” es una de las propuestas que mejor orientan al trabajo grupal
en los últimos años. Es un procedimiento que solicita la captación de lo uno en lo
diferente. Es una técnica que puede describirse así: un protagonista presta una escena, es
decir, relata algo que lo involucra y lo ofrece para que sea dramatizado. Luego, cada
integrante improvisa otra escena que asocia a la primera por resonancia o consonancia con
algo que lo impactó. La técnica, demás, despliega la concepción del trabajo en grupo.

El sujeto no se conoce a través de la información que el otro le da, sino en la producción de


sí que hace por medio de las palabras que el otro pronuncia por resonancia con su discurso
inicial. La captación de lo semejante es solo un momento en el trazo de otra cosa: la
vacilación.

La multiplicidad, actualizada, reinscribe relaciones que al sujeto se le escapan, entonces,


aturdido, duda. La multiplicidad provoca la soledad y el silencio, soledad que no es igual
que aislamiento, sino presencia simultánea con otros que están solos. Silencio que no se
define por callar sino por escuchar la llamada de su deseo.

La teoría de la comunicación, en el campo grupal, se traduce como el cuestionamiento de la


teoría de la interacción, aun cuando estuviese mediatizada por las hipótesis psicoanalíticas
de la identificación, la transferencia y la fantasía. La perspectiva que propongo, es que la
comunicación es la acción de un desvío, la oportunidad o excusa para realizar un salto, una
rotación hacia otra conexión del sujeto con su propio discurso. Para este criterio el otro es
necesario. Si decimos, por ejemplo, que comunicarse es extraviar la propia palabra y
recuperarla en la del otro, no lo hacemos por acentuar la distorsión comunicativa, sino por
fundamentar la producción de imágenes a partir de los fragmentos comunicativos dispersos
y actualizados en el campo grupal.

FREUD: PUNTO DE PARTIDA DE LA PSICOLOGIA SOCIAL

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Sigmund Freud señala claramente su postura frente al problema de la relación entre psicología
individual y psicología social o colectiva en su trabajo Psicología de las masas y análisis del yo.
Dice en la introducción de este libro, en general tan mal comprendido: "La oposición entre
psicología individual y psicología social o colectiva, que a primera vista puede parecernos muy
profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la sometemos a un más detenido
examen. La psicología individual se concreta, ciertamente, al hombre aislado e investiga los
caminos por los que el mismo intenta alcanzar la satisfacción de sus instintos, pero sólo
muy pocas veces y bajo determinadas condiciones excepcionales, le es dado prescindir de
las relaciones del individuo con sus semejantes. En la vida anímica individual, aparece integrado
siempre, efectivamente, 'el otro' como modelo, objeto, auxiliar o adversario y de este modo la
psicología individual es al mismo tiempo y desde el principio psicología social, en un sentido
amplio, pero plenamente justificado."

Se refiere luego Freud a las relaciones del individuo con sus padres, con sus hermanos, con la
persona objeto de amor y con su médico, relaciones éstas que han sido sometidas a la
investigación psicoanalítica y que pueden ser consideradas como fenómenos sociales. Estos
fenómenos entrarían en oposición con aquellos denominados narcisísticos por Freud (o autísticos,
por Bleuler). Podemos observar, de acuerdo con los aportes de la escuela de Melanie Klein, que
se trata de relaciones sociales externas que han sido internalizadas, relaciones que
denominamos vínculos internos, y que reproducen en el ámbito del yo relaciones grupales o
ecológicas. Estas estructuras vinculares que incluyen al sujeto, el objeto y sus mutuas
interrelaciones, se configuran sobre la base de experiencias precocísimas; por eso excluimos de
nuestros sistemas el concepto de instinto, sustituyéndolo por el de experiencia. Asimismo,
toda la vida mental inconsciente, es decir, el dominio de la fantasía inconsciente, debe ser
considerado como la interacción entre objetos internos (grupo interno) , en permanente interrelación
dialéctica con los objetos del mundo exterior.

Freud insiste en la necesidad de una diferenciación de los grupos, pero afirma que de todas maneras
las interrelaciones entre individuos siguen existiendo, y que no es necesario apelar para su
comprensión a la existencia "de un instinto social primario e irreductible pudiendo los
comienzos de su formación ser hallados en círculos más limitados, por ejemplo, en la familia".

En otro párrafo Freud dice: "Basta con reflexionar que el yo entra, a partir de este
momento, en la relación de objeto con el ideal del yo por él desarrollado, y que, probablemente,
todos los efectos recíprocos (que pudiéramos señalar como regidos por el principio de acción
recíproca funcionando en forma de espiral) desarrollados entre el objeto y el yo total, conforme nos
lo ha revelado la teoría de las neurosis, se reproducen ahora dentro del yo."

Este conjunto de relaciones internalizadas en permanente interacción y sufriendo la actividad


de mecanismos o técnicas defensivas constituye el grupo interno, con sus relaciones, contenido de
la fantasía inconsciente.

El análisis de estos párrafos nos muestra que Freud alcanzó por momentos una visión
integral del problema de la interrelación hombre-sociedad, sin poder desprenderse, sin embargo, de
una concepción antropocéntrica, que le impide desarrollar un enfoque dialéctico. Pese a percibir la
falacia de la oposición dilemática entre psicología individual y psicología colectiva, su apego

94
a la "mitología" del psicoanálisis, la teoría instintivista y el desconocimiento de la dimensión
ecológica le impidieron formularse lo vislumbrado, esto es, que toda psicología, en un sentido
estricto, es social.

Raggio- prologo de De Brassi

Un texto requiere un proceso de apropiación. Ser situado de acuerdo a las perspectivas que
permite visualizar, los pensamientos que provoca y la crítica que promueve. Desde ahí que un
texto es antes que nada herramienta de trabajo.

Una aclaración necesaria: mientras algunos preconizan la muerte de Freud, dejando entrever una
fuerte incomodidad frente al supuesto cadáver, otros se encargan, en un movimiento casi
complementario al anterior, de efectivamente quitarle todo lo que tiene de vital la propuesta
freudiana, haciendo de la letra del pionero “letra sagrada”, es decir, letra muerta. Por lo tanto, su
consideración como obra abierta, el reconocimiento de su carácter inquieto, la aceptación de su
complejidad, así como de su naturaleza problemática, conforman un diseño estratégico con un
objetivo preciso: el sostén del pensamiento como práctica de supervivencia.

La propuesta de Carlos De Brassi, busca retomar el movimiento de la aventura intelectual. Ya no se


buscará defender la vigencia del pensamiento freudiano, sino de ejercerla tomando su referencia
como herramienta de trabajo en un campo de problemas específico, que es el que en última
instancia determinará tal vigencia. Acotamos que el movimiento no debe comprenderse como una
virtud que proviene exclusivamente de la naturaleza del texto, es antes que nada algo que ocurre
entre el texto y su lector a partir del encuentro de ambos, agenciamiento texto-lector. El
movimiento es así, condición de existencia de los procesos identificatorios, no hay identificación
sin acto. Como se afirma en los escritos aquí prolongados, el régimen que más le conviene a la
identificación es el del verbo. Desde aquí la identidad no es otra cosa que la cristalización del
proceso identificatorio, su detención y clausura en el punto donde sutilmente se instala la ficción
moderna del individuo y su sacrosanta mismidad.

Freud no le interesaba la identidad, sino como plantea en psicología de las masas y análisis del yo,
a los procesos identificatorios inmanentes a las formaciones colectivas. Solamente la función del
olvido es capaz de encerrar la problemátia de las identificaciones en el universo del sujeto. La
complejidad es otra característica de los fenómenos aquí investigados que requiere ser
considerada en el sitio preciso donde parece reinar soberanas la simpleza y la voluntad de clausura
propias del espíritu profesionalista moderno.

La perspectiva freudiana de las masas y su naturaleza metapsicológica han sido sutilmente


reducidas a una simple preocupación del psicoanálisis por lo social y las masas reconducidas al
sitio preciso del cual Freud propuso sacarlas: el ámbito empírico de las multitudes.
Simultáneamente, la problemática de las identificaciones fue encorsetada en el universo
imaginario del sujeto y separada de las dimensión social en la que la había ubicado la reflexión
freudiana.

Los procesos identificatorios, desde el mismo texto freudiano hasta las consideraciones de estos
escrítos, son fenómenos que están indisolublemente ligados y abiertos a una diversidad de

95
formaciones colectivas y sus modos específicos de producción subjetiva. A esto se refiere también
la aludida complejidad.

En solidaridad con las referencias anteriores, otra condición elemental de esta propuesta es la
elección del problema, allí donde el dogmatismo de la respuesta había obturado cualquier
producción de conocimientos, colocamos la perspectiva del problema.el problema hace referencia
al desconocimiento , a un área donde el requerimiento es justamente la producción del
conocimiento. Es la elección del investigador, que es también una elección ética: la ubicación de la
producción de conocimientos por encima de cualquier adhesión doctrinaria y su correlativa
voluntad de adoctrinamiento.

La actualidad de la propuesta- precisar el campo de problemas en que se inscribe la propuesta


aquí presentada requiere un movimiento preliminar: una reflexión critica que cuestione la
insistente reclusión de la problemática de la subjetividad y las identificaciones en el venerable
“ámbito psíquico” y la correlativa sustancialización de los fenómenos subjetivos (el sujeto, el
individuo, la persona).

Vale la pena redundar: lo social no es algo “externo” al supuesto “sujeto psíquico”; es la materia
misma con la cual está conformado. En la propuesta freudiana, más allá de cierta retórica quizás
necesaria, la idea fuerte no es precisamente la de psiquismo, sino la de inconsciente. De un
inconsciente que lejos está de constituir sustancia alguna, porque es proceso de trabajo, trabajo
que genera sus formaciones específicas. Aún más: la idea de inconsciente que Freud despliega en
psicología de las masas, es la de un inconsciente que es proceso de trabajo colectivo, un
entramado de procesos identificatorios inconscientes encamados en comunidades afectivas e
inmanentes a formaciones siempre colectivas.

Por Vicente Zito Lema [de Conversaciones con Enrique Pichón Rivière
Sobre el Arte y la Locura]

Psiquiatra y psicoanalista (1907-1977). Fue uno de los introductores del psicoanálisis en


la Argentina, y uno de los fundadores de la APA, de la que luego tomó distancia para
dedicarse a la construcción de una teoría social que interpreta al individuo como la
resultante de su relación con objetos externos e internos. En este marco fundó la Escuela
de Psicología Social.

1. Biografía (a).- Enrique Pichon Riviére nació en Suiza en 1907, y de muy pequeño vino a
la Argentina. Su infancia transcurrió en el Chaco y en Corrientes, donde aprendió "el
guaraní antes que el castellano", como él decía. Estudió medicina, psiquiatría y
antropología, aunque abandonó estos últimos estudios para desarrollar su carrera como
psiquiatra y psicoanalista, convirtiéndose en uno de los introductores del psicoanálisis en
la Argentina.

A comienzos de los '40 se convierte en uno de los fundadores de la Asociación


Psicoanalítica Argentina. Luego toma distancia de ella, para centrar su interés en la

96
sociedad y la actividad grupal en el seno social, fundando la Escuela de Psicología social.
Responsable de una renovación general de la psiquiatría, Pichon Riviére introdujo la
psicoterapia grupal en el país (servicio que incorporó al Hospital Psiquiátrico cuando fue
su director) y los test en la práctica de esa disciplina, impulsando también la psiquiatría
infantil y adolescente. Incursionó en política, economía, deporte, ensayó hipótesis sobre
mitos y costumbres de Buenos Aires, y se interesó especialmente por la creación artística
estableciendo un territorio común entre la crítica literaria y la interpretación psicoanalítica
de la obra como expresión de las patologías del autor.

Líder y maestro, desde la cátedra y las conferencias dirigidas al público más amplio y
diverso, se convirtió en referente obligado para más de una generación de
psicoterapeutas, y formó decenas de investigadores en el campo de una teoría social que
interpreta al individuo como la resultante de la relación entre él y los objetos internos y
externos.

2. Autobiografía.- Señala Pichon Rivière que su vocación por las Ciencias del Hombre
surgió de la tentativa de resolver el conflicto entre dos culturas: la europea, su cultura de
origen, y la guaraní, de la que fue testigo desde los 4 años, cuando su familia emigra al
Chaco, hasta los 18 años. "Se dio así en mí la incorporación, por cierto que no del todo
discriminada, de dos modelos culturales casi opuestos. Mi interés por la observación de la
realidad fue inicialmente de características precientíficas y, más exactamente, míticas y
mágicas, adquiriendo una metodología científica a través de la tarea psiquiátrica".

En la cultura guaraní, la concepción del mundo es mágica y está regida por la culpa, y la
"internalización de estas estructuras primitivas orientó mi interés hacia la desocultación de
lo implícito, en la certeza de que tras todo pensamiento que sigue las leyes de la lógica
formal, subyace un contenido que, a través de distintos procesos de simbolización, incluye
siempre una relación con la muerte en una situación triangular".

"Ubicado en un contexto donde las relaciones causales eran encubiertas por la idea de la
arbitrariedad del destino, mi vocación analítica surge como necesidad de esclarecimiento
de los misterios familiares y de indagación de los motivos que regían la conducta de los
grupos inmediato y mediato. Los misterios no esclarecidos en el plano de lo inmediato (lo
que Freud llama "la novela familiar") y la explicación mágica de las relaciones entre el
hombre y la naturaleza determinaron en mí la curiosidad, punto de partida de mi vocación
por las Ciencias del Hombre".

"Algo de lo mágico y lo mítico desaparecía entonces frente a la desocultación de ese


orden subyacente pero explorable: el de la interrelación dialéctica entre el hombre y su
medio". El contacto de Pichon Rivière con el psicoanálisis es anterior a su ingreso a la
Facultad de Medicina. En ella, Pichon Rivière toma contacto directo con la muerte, aún
cuando su vocación es la lucha contra ella. "Allí se reforzó mi decisión de trabajar en el
campo de la locura, que aún siendo una forma de muerte, puede resultar reversible" (9).
Incursionando en la psiquiatría clínica, Pichon Rivière comprende a la conducta como una
totalidad en evolución dialéctica donde se puede discernir un aspecto manifiesto y otro
subyacente, lo que terminó orientándolo definitivamente hacia el psicoanálisis. De su
contacto con los pacientes, concluye que "tras toda conducta "desviada" subyace una
situación de conflicto, siendo la enfermedad la expresión de un fallido intento de
adatpación al medio.

97
En síntesis, que la enfermedad era un proceso comprensible". La formación psicoanalítica
de Pichon Rivière concluye con su análisis didáctico, realizado con el Dr. Garma, y por la
lectura de la "Gradiva" de Freud, donde "tuve la vivencia de haber encontrado el camino
que me permitiría lograr una síntesis, bajo el común denominador de los sueños y el
pensamiento mágico, entre el arte y la psiquiatría". Tratando pacientes psicóticos, se le
hizo evidente la existencia de objetos internos, y de fantasías inconcientes como crónica
interna de la realidad. El examen de este mundo interno llevó a Pichon Rivière a ampliar
la idea de "relación de objeto" formulando la noción de vínculo, que sustituyó además, al
concepto de instinto.

Esta ruptura parcial con algunas ideas del psicoanálisis desembocó en la construcción de
una Psicología Social. Al respecto, señala Pichon Rivière: "la trayectoria de mi tarea, que
puede describirse como la indagación de la estructura y sentido de la conducta, en la que
surgió el descubrimiento de su índole social, se configura como una praxis que se expresa
en un esquema conceptual, referencial y operativo", siendo la síntesis actual de esa
indagación, la propuesta de una epistemología convergente.

Pichon Rivière logra, según él mismo, una formulación más totalizadora de su esquema
conceptual en sus escritos "Empleo del Tofranil en el tratamiento del grupo familiar"
(1962), "Grupo operativo y teoría de la enfermedad única" (1965), e "Introducción a una
nueva problemática para la psiquiatría" (1967).

(a) Extractado de: "Ciencia explicada", Fascículos Diario Clarín, 1996, página 283/4.
De padres franceses y nacido en Ginebra el 25 de Junio de 1907, Enrique Pichon Rivière
llegó a los 3 años a Buenos Aires, para seguir viaje al Chaco Argentino, luego a
Corrientes, donde su padre trata de trabajar el algodón con ningún éxito.

En este entorno selvático pasó los primeros años de su vida, entre los últimos malones de
los Guaraníes y la imagen de su padre colgando sus mejores trajes europeos en un
alambre al sol de la tarde. Primero aprendió a hablar francés, después guaraní y por
ultimo el castellano. Por casualidad, en la escuela secundaria de Goya tiene su primer
encuentro con la obra de Freud.

Concluidos sus estudios en Goya, provincia de Corrientes, es uno de los fundadores del
Partido Socialista de Goya, y luego marcha a Rosario (1924) para estudiar medicina. Su
primer trabajo en esa ciudad es como instructor de modales en un quilombo (prostíbulo),
de prostitutas polacas.

De retorno en Goya por cuestiones de salud (la bohemia lo lleva a la neumonía), ahora
prueba suerte en Buenos Aires, donde conoce y hace amistad con personalidades como
Roberto Art, Conrado Nale Roxlo, y otros. Interesado por la poesía lee con avidez a los
poetas malditos franceses, Rimbaud y en especial por Isidoro Ducasse, Conde de
Lautréamont sobre el cual desarrolló una profunda investigación e indagación de lo
siniestro. Entre 1930 y 1931 trabaja como periodista en el diario Critica, realizando notas
de arte y deporte.

En sus estudios de medicina ya desde temprano comprendió que "...toda la enseñanza


era sobre cadaveres. Había allí una contradicción fundamental, un elegir -tal vez
inconsciente- la muerte. Nos preparaban para los muertos, no para los vivos." Inicia su
práctica como psiquiatra en El Asilo de Torres, para oligofrénicos, cerca se Luján,
provincia de Buenos Aires. Se muda a Buenos Aires donde trabaja en otro sanatorio para

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enfermos mentales y también trabaja como periodista en el diario Critica (1936). Una vez
recibido entra a trabajar en el Hospicio de la Merced (hoy, Neuropsiquiátrico José Tomás
Borda) donde trabaja durante 15 años.

En el Hospicio de la Merced uno de sus primeros trabajos es el de organizar grupos de


enfermeros e instruirlos en el trato del paciente ; pues en esos momentos uno de los
principales problemas era el maltrato que por desconocimiento impartían los enfermeros a
los pacientes. En estas circunstancias desarrolla la técnica del "Grupo Operativo", "...en
esos grupos discutía con los enfermeros los diferentes casos que había, se trataba así de
darles un panorama general de la psiquiatría. El aprendizaje de los enfermeros fue
sorprendente. Ellos tenían acumulada gran experiencia, dado que casi todos, habían
trabajado años en el Hospicio. Su dificultad era que no podían conceptualizar; entonces,
esa experiencia no les servía para nada...".

Las condiciones mejoraron grandemente. Debido a un prolongado paro de enfermeros,


debió capacitar a los enfermos que mejor se encontraban para ocupar este rol; "...Por
ultimo estos internos mejoraban ostensiblemente su salud mental. Tenían una nueva
adaptación dinámica a la sociedad, especialmente porque se sentían útiles..." Las
posturas reaccionarias de otros profesionales y la intención de destruir su trabajo lo
llevaron a renunciar, no sin llevarse las vivencias que luego darían coherencia a
sus proyectos. De esta praxis surgen estas reflexiones: "...Existe en nuestra sociedad, un
aparato de dominación destinado, en ultima instancia, a perpetuar las relaciones de
producción; vale decir relaciones de explotación. Este aparato de dominación tiene sus
cuadros en psiquiatras, psicólogos, y otros trabajadores del campo de la salud, que
vehiculizan, precisamente, una posición jerárquica, dilemática y no dilemática de la
conducta. Son líderes de la resistencia a l cambio, condicionantes de la cronicidad del
paciente, al que tratan como un sujeto equivocado desde un punto de vista racional. Estos
agentes correctores, cuya ideología y personalidad autocrática les impide incluir, una
problemática dialéctica en el vinculo terapéutico, establecen con sus pacientes relaciones
jerárquicas en las que se reproduce el par dominador - dominado. Se incapacitan, así ,
para comprometerse, también ellos como agentes -sujeto de la tarea correctora..."

Junto a Garma, Carcano y Rascovsky fundan en 1940 la Asociación Psicoanalítica


Argentina (A.P.A.) Progresivamente va interesándose por la actividad de los grupos en la
sociedad hasta dejar la concepción del psicoanálisis ortodoxo por el desarrollo de un
nuevo enfoque epistemológico que lo llevará a la Psicología Social. Migración de la que
da cuenta en su libro "Del psicoanálisis a la psicología social" en el que concibe a la
Psicología Social como una democratización del Psicoanálisis.

Esta tendencia de la Psicología Social tiene como objeto "el estudio del desarrollo y
transformación de una realidad dialéctica entre formación o estructura social y la fantasía
inconsciente del sujeto, asentada sobre sus relaciones de necesidad"(E.P.R.). Establece
al grupo como campo "en el que se dará la indagación del interjuego entre lo psicosocial
(grupo interno) y lo sociodinámico (grupo externo), a través de la observación de los
mecanismos de asunción y adjudicación de roles" (E.P.R.). Establece que la praxis es
para el operador social la que mantendrá las coincidencias entre las representaciones y la
realidad. De la praxis surge en concepto de Operatividad que representa lo que para otros
Sistemas Conceptuales sería el criterio de Verdad. "...si enfrentamos una situación
social concreta, no nos interesa solo que la interpretación sea exacta, sino
fundamentalmente , nos interesa la adecuación en términos de operación. Es decir, de la
posibilidad de promover una modificación creativa o adaptativa según un criterio de

99
adaptación activa a la realidad."( E.P.R.).

Dentro de su producción conceptual cuestiona el tradicional enfoque en psiquiatría


basada en el par contradictorio salud - enfermedad, por el de adaptación pasiva -
adaptación pasiva, desplazando el centro de la problemática a la capacidad
transformadora de una realidad dada que posee el ser humano ante las exigencias del
medio. Y nos doce: "...El sujeto es "sano" en la medida que aprehende la realidad en una
perspectiva integradora y tiene capacidad para transformar esa realidad transformándose,
a la vez, él mismo." "...El sujeto esta activamente adaptado en la medida que mantiene un
interjuego dialéctico con el medio y no una relación rígida, pasiva, estereotipada." Rivière
toma como aportes para desarrollar E.C.R.O. de la Psicología Social, conceptualizaciones
de Freud, Melanie Klein, y G. H. Mead desde la perspectiva intrapsiquica y a Kurt Lewin
desde metodología para investigar en grupos a través de la investigación activa. Además
de los ya citados también forman parte importante del E.C.R.O. pichoniano los siguientes
conceptos: mundo interno, cono invertido, vectores del cono, grupo operativo, etc.

PSICOANALISIS

Teoría a la que Pichon Rivière adhirió durante muchos años y cuya ortodoxia criticó en
algunos aspectos, señalando que: a) el antropocentrismo de Freud le impidió a éste
desarrollar un enfoque dialéctico, y b) su planteo instintivista y su desconocimiento de la
dimensión ecológica le impidieron, asimismo, formularse algo que ya había vislumbrado, a
saber, que toda psicología es, en sentido estricto, social.

1. Concepto pichoniano.- Pichon Rivière cuenta su historia con el psicoanálisis, indicando


que en base a los datos que obtuvo sobre la estructura y características de la conducta
tratando a sus pacientes, y orientado por el estudio de las obras de Freud, comenzó su
formación psicoanalítica que culminó, años más tarde, en su análisis didáctico con el Dr.
Garma. Señala asimismo que por entonces, "por la lectura del trabajo de Freud sobre "La
Gradiva" de Jensen tuve la vivencia de haber encontrado el camino que permitiría lograr
una síntesis, bajo el común denominador de los sueños y el pensamiento mágico, entre el
arte y la psiquiatría".

A partir del tratamiento de psicóticos, Pichon Rivière formula su teoría del vínculo en
sustitución de la teoría freudiana instintivista, lo que conducía necesariamente a definir a
la psicología, en un sentido estricto, como psicología social. Pichon Rivière reconoce a
Freud el haber intuído esta última formulación, que el creador del psicoanálisis plantea en
"Psicología de las masas y análisis del Yo". Sin embargo, un análisis más detallado del
mencionado artículo reveló a Pichon Rivière que, si bien Freud alcanzó por momentos
una visión integral del problema de la interrelación hombre-sociedad, no pudo
desprenderse sin embargo, de una visión antropocéntrica que le impidió desarrollar un
enfoque dialéctico. Además, "pese a percibir la falacia de la oposición dilemática entre
psicología individual y psicología colectiva, su apego a la "mitología" del psicoanálisis, la
teoría instintivista y el desconocimiento de la dimensión ecológica le impidieron formularse
lo vislumbrado, esto es, que 'toda psicología, en un sentido estricto, es social'" (42-43).
Podemos sintetizar el análisis de Pichon Rivière sobre la "Psicología de las masas y
análisis del Yo" en los términos siguientes.

Freud comienza refiriéndose a las relaciones del individuo con sus padres, hermanos,
médico, etc., que bien pueden considerarse fenómenos sociales. Estos entrarían en
oposición con aquellos denominados por Freud narcisistas. En este punto, Pichon Rivière

100
refiere que, de acuerdo a los planteos de M. Klein, se trata de relaciones externas que
han sido internalizadas (los 'vínculos internos' de Pichon Rivière) y que reproducen en el
yo las relaciones grupales o 'ecológicas'. Tales estructuras vinculares se configuran en
base a experiencias precocísimas, irreductibles a un mero instinto.

Este conjunto de relaciones internalizadas "en permanente interacción y sufriendo la


actividad de mecanismos o técnicas defensivas constituye el 'grupo interno', con sus
relaciones, contenido de la fantasía inconciente". Todo esto fue efectivamente
vislumbrado por Freud, pero, sin embargo, no pudo desarrollarlo debido a que, como fue
señalado, su posición antropocéntrica e instintivista le impidió desplazar su atención de un
ser individual a merced de sus instintos, hacia un ser social cuyo psiquismo se organiza
ante todo vincularmente. Ya fuera de la ortodoxia freudiana, del esquema conceptual de
Pichon Rivière forman parte también los planteos de Melanie Klein acerca de las
posiciones esquizoparanoide y depresiva, entendidas como configuraciones de objetos,
ansiedades básicas y defensas.

Módulo 6

La implicación. Luces y sombras del concepto lourauniano. Acevedo

El origen de esta disciplina se remonta a Francia, a partir de los médicos de los internados
psiquiátricos cuando toman conciencia del funcionamiento de esos hospitales, y su forma de
relacionarse con los pacientes. Proponen transformar las relaciones sociales dentro de los
hospitales para convertirla en una “comunidad terapéutica”, para ello recurren a psicoterapia de
grupos.

Habiendo cumplido con lo que Laourau llamara “fase empírica” de la modificación de la relación
médico/paciente, llego el tiempo para comenzar a interrogarse sobre que estaban instituyendo a
través de nuevas formas de práctica. Se inaugura así la “fase teórica” en la que se definirá el
concepto de institución, llegando a la conclusión de que se pueden definir dos tipos de
instituciones: las internas que los miembros de la organización pueden modificar a su voluntad, y
las externas, organismos estatales y movimientos sociales sobre los que no se tiene ningún poder.
El hospital psiquiátrico es una articulación entre ambos tipos de instituciones. En esta fase teórica
se desarrollar conceptos clave como grupo-objeto, grupo-sujeto, transferencia y contratransferencia
institucional, transversalidad y analizador.

A fines de los 50 nace el movimiento de Pedagogía Institucional de la mano de Fonvieille y F.


Oury. F Oury impulsa una pedagogía entendida como un conjunto de dispositivos y técnicas que
enfrenten a los alumnos y docentes en situaciones en las que deban asumir mayor compromiso e
iniciativa. La crítica que se le hará a esta corriente es que no logra ir más alla de la fase ideológica,
y que es incapaz de analizar instituciones internas que pone en funcionamiento y sus efectos
institucionales.

Existe un segundo grupo que en verdad introduce el análisis institucional. R Fonvieille y


Lapassade, junto con sus discípulos, se consagran al análisis de las instituciones externas y su
influencia en las instituciones externas creadas por la pedagogía institucional. Es el nacimiento de
la autogestión pedagógica como análisis institucional.

101
Lapassade se aboca al estudio de los fenómenos de la burocracia. Afirma que dicha organización
burocrática tiene originariamente la función de organizar el trabajo de manera que las prácticas
institucionales sean más eficaces y coordinadas. Pero poco a poco quienes las organizan se van
autonomizando y transformando en una casta aislada que imparte ordenes sin escuchar los
mensajes de base. Esto produce disfuciones y conflictos a los que se responde mediante la
multiplicación de las normativas y reforzamiento de controles. Los fines se van perdiendo y la
organización acaba siendo el burocratismo.

Lapassade define la concepción de análisis institucional acerca de la intervención: método por el


cual el grupo de analistas, respondiendo a la demanda de una organización social, instituye en esa
organización un proceso colectivo de autoanálisis.

Paralelamente, Lourau estudiaba las distintas acepciones del termino institución en las diferentes
disciplinas, y designa dos posibles significados de esta noción para el análisis institucional: las
formas sociales establecidas o los procesos a través de los cuales se organiza una sociedad.
En este último sentido retoma la definición de institución de Castoriadis para el cual la institución
de la sociedad es un proceso dialéctico en el que se oponen constantemente lo instituido y lo
instituyente, produciendo como resultado la institucionalización.

Lourau acuña el término de implicación para referirse al fenómeno designado como transferencia y
contratransferencia institucional. Estos aluden a la comunicación inconsciente se establece entre el
paciente y el analista (a nivel de psicoanálisis).

Origen y especificación del término-


La implicación del concepto de contratransferencia llevó a pensarla como “la repuesta a todas las
realidades” tanto del analizado como del analista, como así también de las significaciones
socioculturales y económicas de la institución psicoanalítica. Los signos que permiten descubrir la
contratransferencia son del orden de la percepción. Los psicoterapeutas institucionales requirieron
de la creación de dispositivos aptos para analizar la transferencia y contratransferencia en ámbitos
institucionales.

Hasta ese momento, la implicación de Lourau lo lleva a coincidir con ciertas premisas de la
investigación-acción como metodología etnológica: rechazo a la objetividad como fin en si misma,
a la separación entre investigador y objeto, investigación al servicio del cambio, interés en que el
proceso investigativo forma parte de la propia investigación, etc. Su implicación con la práctica
socio analítica le permitió generar nuevos conceptos: otorgar atención a las autoridades que
presentan consulta y a las demandas del conjunto de los miembros de la organización.

La implicación es de los observados/analizados pero ante todo del investigador/analista con:


 Su objeto de investigación o intervención
 Las instituciones de pertenencia y referencia del investigador/analista (empezando por el
propio equipo)
 El encargo y la demandas sociales
 La epistemología del propio campo disciplinario
 La escritura o cualquier otro medio que sirva para exponer los resultados de la
investigación.

Un discípulo de Lourau propone distinguir en el análisis de cada uno de esos niveles, las
dimensiones organizacional/material, libidinal/afectiva e ideológica/política. El análisis de estas

102
implicaciones, en el aquí y ahora, deviene una tarea clave para los analistas institucionales. La
explicitación de sus implicaciones en el marco de la asamblea general, facilitará la emergencia
de las implicaciones de los miembros de la organización con las instituciones que los
atraviesan. La puesta en palabras de dichas implicaciones producirá el efecto buscado por el
dispositivo socioanalitico: el develamiento de las contradicciones encarnadas en los individuos y
escenificadas en los grupos y las organizaciones.

En el terreno de la investigación ese mismo análisis permitirá al propio investigador y a los


destinatarios de sus descubrimientos, comprenden los condicionamientos que han actuado en el
antes, durante y después del proceso investigativo, dando cuenta de la singularidad de su
producción. Es ese individuo el que decide cuál será su objeto de investigación, el que elige el
marco teórico y la metodología con las que abordará dicho objeto, el que determinará a quien
comunicar sus resultados y la forma de hacerlo. Y lo hará desde el lugar social en el que se ubica,
y también desde el lugar que le es adjudicado por la institución.

La implicación – según Lourau – no es buena ni mala, simplemente existe. No se trata de


eliminarla sino de analizarla. El intelectual implicado se define al mismo tiempo por la voluntad
subjetiva de analizar a fondo las implicaciones de sus pertenencias y referencias institucionales, y
por el carácter objetivo de ese conjunto de determinaciones. Estar implicado es admitir finalmente
que soy objetivado por lo que pretendo objetivar: fenómenos, acontecimientos, grupos, ideales, etc.

Advertencia sobre la trampa del implicacionismo- Implicación no es compromiso. La implicación


viene con nosotros en tanto sujetos socio históricos y políticos, y es activado por el encuentro con el
objeto: el otro, los grupos, las instituciones, todo aquello que involucre un pronunciamiento o una
acción de nuestra parte. Lo deseemos o no, estamos involucrados intelectual y afectivamente, sujetos
a una particular manera de percibir, pensar y sentir en razón a la pertenencia a una determinada
familia, clase social, comunidad religiosa, política, etc. Estas implicaciones condicionaran nuestros
juicios.

La implicación no nos determina. Gracias a la capacidad imaginante de la sociedad, las fuerzas


instituyentes trabajan constantemente lo instituido y lo transforman. Nuestro objeto va cambiando, y
como tiene el poder de objetivarnos, nos reinstituye permanentemente de nuevas maneras.
Implicados sí, pero no sobreimplicados.

Acepciones de la noción de implicación- La implicación no es un concepto que tiene un sentido fijo


y único, es una noción. Las nociones se caracterizan porque existen de ellas diferentes acepciones
según el campo que provengan, y su significación varía a lo largo de las épocas.

El desprendernos de nuestras implicaciones primarias, aquellas que se constituyeron en las distintas


etapas del proceso de socialización, encuentro con otros, y que han devenido en nuestra singular
identidad, no es algo que dependa de nuestra voluntad. El acto voluntario es el tomar conciencia
de esas implicaciones. Esto lo logra el investigador confrontándose con otros, exponiendo su
perspectiva respecto del objeto que lo ocupa frente a otro. Esto puede conducir a un cambio de
posición subjetiva, pero no a un “cambio de piel”.

Lourau distingue dos grandes categorías de implicaciones:


1. La institucional: definida como el conjunto de relaciones, conscientes o no, que existen
entre el actor y el sistema institucional
2. La práctica: indica las relaciones reales que este actor mantiene con lo que antes se
denominó la base material de las instituciones.

103
Ardonino, por otro lado, nos habla de implicación libidinal y social o institucional.
1. Libidinal: dada por la estructura psicológica del individuo, racional e inconsciente, que
determina su forma de observar al mundo y a otros, sus comportamientos en base a la
realidad y su singular manera de ejercer una práctica
2. Social o institucional: ubica aquí los determinantes culturales en general, y en
particular, la clase social de origen.

La sobre implicación-
Aparece como un efecto, como la fatal consecuencia de la incapacidad de analizar las propias
implicaciones. Es la ceguera que lleva al sujeto a una identificación institucional en la que queda
alienado a la voluntad de un poder que desconoce en su particularidad. El individuo
sobreimplicado es un individuo sobre-explotado, explotado en su subjetividad ya que no tiene
conciencia del punto en que sus interés resultan irreductiblemente opuestos a los del sistema para
lo cual trabaja (como puede ser la política del sobretrabajo que el neoliberalismo impone)

Fernández- CAP 2. Los imaginarios sociales y la producción de sentido

LOS IMAGINARIOS SOCIALES. La noción de imaginario social es utilizada en diferentes


contextos. La teorización de este campo fue iniciada por CASTORIADIS. Esta noción alude al
conjunto de significaciones por las cuales un colectivo se instituye como tal, al mismo tiempo que
construye los modos de sus relaciones sociales-materiales, instituye también sus universos de
sentidos. Lo imaginario es siempre simbólico y refiere a la capacidad de inventar significaciones.
Tendrá dos vertientes:

1. Histórica social (los imaginarios sociales instituyentes): distingue entre el efectivo


(instituido) y el radical (instituyente). Al primero pertenecen aquellos conjuntos de
significaciones que consolidan lo establecido, operan como organizadores de sentido de los
actos humanos. Es lo que mantiene unida a una sociedad. El radical es su potencialidad
instituyente, de transformación. Sitúa la dimensión de la producción de significaciones
colectivas como una temática inseparable del problema del poder.
2. Psíquica. (la imaginación radical): la psique se establece cierta sinonimia entre la noción de
ideología y la de representaciones sociales. De éstas se dice que serán una “expresión
nueva y más apropiada para la ideología”.

La trama de significaciones orienta y dirige la vida de los individuos. Estas significaciones son
imaginarias porque están dadas por creación, es decir, no corresponden a elementos estrictamente
reales, y son sociales porque sólo existen siendo objeto de participación de un ente colectivo.

Las significaciones imaginarias operan en lo implícito y establecen el modo de ser de las cosas, los
valores, los individuos. Son aquello por medio de lo cual y a partir de lo cual los individuos son
producidos como individuos sociales, y en tal sentido pueden representar, accionar y pensar de
manera compatible y coherente aún en el conflicto.

¿Qué inventa una sociedad cuando se instituye como tal? Según CASTORIADIS, inventa
significaciones. Estas producciones de sentido, de sentido organizador, son condición de
representabilidad. También afirmará que aquello que mantiene unida a una sociedad e su
institución.

104
Lo instituido y su auto alteración: las significaciones imaginarias centrales.

CASTORIADIS distingue dos tipos de significaciones imaginarias sociales: pueden ser centrales,
(creadoras de ideas organizadoras), y segundas o derivadas. La emergencia de una significación
central reorganiza, resuelve una multitud de significaciones sociales ya disponibles. Acarrea
efectos sobre la totalidad de las significaciones sociales del sistema y no pueden darse sin las
transformaciones de las actividades y de los valores. Por ejemplo, la significación de Dios es
central. Las significaciones centrales son las que dan existencia en una sociedad determinada a la
coparticipación de objetos, actos, individuos. Instituyen un modo de ser de las cosas, condicionan y
orientan el hacer y el representar sociales.

La institución de una sociedad es institución de significaciones imaginarias sociales, y la sociedad


es intrínsecamente historia-temporalidad. Una sociedad es siempre auto alteración perpetua. Los
universos de significaciones sociales no son homogéneos, operan también en latencia, constituyen
individuos sociales, cuya socialización tiende a uniformizar las manifestaciones de su imaginario
radical, pero no puede destruirlas. Además, a partir de los aportes de FOUCAULT sabemos que lo
imaginario social es inseparable del tema del poder.

En un imaginario grupal las figuras y formas que ese número de personas inventa da cuenta de sus
razones de ser como colectivo; aquí adquieren toda su potencia las improntas de los atravesamientos
institucionales y socio-históricos. En la producción de significaciones de un pequeño grupo se
hallan presentes líneas de significación propias de ese grupo, atravesadas por estas dimensiones.
Generalmente operan en latencia. Un grupo se instituye como tal cuando ha inventado sus
significaciones imaginarias.

En este ámbito cobra interés la dimensión ilusional de los colectivos humanos. El término ilusión
ha sostenido dos líneas de significación: ficción o engaño de los sentidos, y sueño, esperanza.
Ambas lineas se despliegan en tensión.

Los sentidos encarnados: un real más real que lo real. CASTORIADIS afirma que lo social-
histórico ha sido desconocido por el “pensamiento heredado” denomina de tal forma la tradición
platónico-aristotélica. Sin embargo no se propuso crear una teoría alternativa, sino que se abocó a
una elucidación.

El uso de la expresión “social-histórico” implica considerar la unidad de la doble multiplicidad de


dimensiones, en la simultaneidad (sincrónica) y en la sucesión (diacrónica). Lo social-histórico es lo
colectivo anónimo. De alguna manera están presentes los que ya no son, los que queda fuera, e
incluso los que están por nacer. Es por una lado una estructura dada y por otro, es lo que estructura,
lo que instituye. Es la unión y la tensión de la sociedad instituyente y la sociedad instituida, de la
historia hecha y la historia que se hace.

Una sociedad no será jamás transparente porque los individuos nunca serán transparentes para sí
mismos. Será la dimensión ICC uno de los elementos que impedirá estructuralmente la
transparencia. Lo social tampoco puede ser pensado como una reciprocidad de relaciones
intersubjetivas; considera que lo social implica siempre algo más. Supone interioridad y
exterioridad. Lo social es lo que somos todos, y lo que no es nadie. No se trata de relaciones de
influencia sino de relaciones de inherencia.

105
Con respecto al lenguaje también hará otra distinción significativa. Con respecto al problema del
sentido, se diferencia de las posturas estructuralistas cuando afirma que es imposible sostener que el
sentido resulta de la combinación de signos. Considera que la combinación de signos resulta del
sentido, ya que el mundo está hecho de gente que interpreta el discurso de los demás. Para que los
signos exitas, primero es necesario que las personas hayan hablado. Según él, una de las
consecuencias más fuertes de pensar al sentido como combinatoria de signos es que se elimina la
cuestión histórica por excelencia: la génesis del sentido. O sea, la producción de nuevos
significados y significantes.

Se da cuenta de la operación repetida del simbolismo, es decir, el deslizamiento de sentido por el


cual bajo un significante sobreviene otro significado. Con el ejemplo de la esclavitud como zoon
vocale, podemos dar cuenta que no necesita su explicación por los conceptos o las representaciones,
y actúa en la práctica como sentido organizador de los comportamientos y relaciones sociales. Es
por tanto “más real que lo real”.

Pensar en significaciones imaginarias que operen como sentido organizador es hablar de


significaciones que no están ahí para representar otra cosa, sino que son condición de
representabilidad de todo lo que en una sociedad puede darse. No existen a modo de representación,
son de otra naturaleza. No puede pensarse la historia según CASTORIADIS por fuera de la
imaginación creadora, que él denominó imaginación radical. Esta se manifiesta en el hacer histórico
como en la construcción de sus universos de significación.

Un antiguo contrincante: el pensamiento de lo Mismo.


Dentro de las conceptualizaciones del fisicalismo y del logicismo no se puede encontrar lo idéntico
de una sociedad de las transformaciones históricas que posibilitaron la emergencia de lo nuevo.

Dentro del fisicalismo, podemos mencionar el funcionalismo, que supone necesidades humanas
fijas y explica la organización social como el conjunto de funciones que tienden a satisfacerlas. Hay
un núcleo inalterable de necesidades abstractas. Se reduce así la sociedad a la biología del hombre.
Desde allí presupone las necesidades humanas. En cuanto al fisicalismo en sí, se vuelve una especie
de causalismo. Se produce una afirmación de doble identidad: identidad en la repetición de las
mismas causas que producen los mismos efectos. Ambos perteneciendo a “lo Mismo”.

Por otra parte, el logicismo se encuentra muchas veces con el estructuralismo. Cree que el
estructuralismo dejará escapar lo esencial en la elucidación del campo histórico social, que
justamente para CASTORIADIS es el origen de las diferencias sociales y la emergencia de lo
nuevo.

Para CASOTIRADIS el razonamiento de “lo Mismo” será una de las bases del pensamiento
identitario, que encierra al ser en la determinación. Tal reducción abrirá la posibilidad de la
construcción de saberes absolutos, la puerta de la dogmatización.

Gonzalez- análisis institucional y socioanálisis

El proyecto epistemológico - A mediados de los años setenta, Lourau presentó su propuesta de AI


como básicamente "contrasociológica". En el libro denominado Les analyseurs de l'eglise (1972),

106
encontramos con gran nitidez tres de los supuestos que pretende practicar esta "contrasociología
institucionalista".

1. Superar los encasillamientos entre sectores y dominios de la sociología. 2. Intentar un


rebasamiento de la sociología, como disciplina rigurosa y artificialmente separada de otras ciencias
sociales. 3. Rebasar la actividad de investigación en ciencias sociales, como práctica separada de
las prácticas sociales de los actores y observadores.

Se trata de un triple intento de superación que implica diversos grados de dificultad, entre otros,
la precisión en el diagnóstico para situar adecuadamente dichas dificultades. Ahora bien, si como
el AI lo postula, tanto los individuos como los grupos son concebidos como "entrecruzamientos de
referencias y pertenencias" o como "revoltijos de instituciones", es lógico que postule que la
sociología se proponga "como objeto la práctica social como totalidad y no la refracción de la
totalidad en cuadros preestablecidos de la ciencia instituida" (Lourau, 1972:62). Los problemas
empiezan cuando se intenta definir qué se entiende por "totalidad", ya que precisamente la
heterogeneidad parece constituirla completamente, y más aún porque no parece reducirse
solamente al campo sociológico. De ahí que al avanzar hacia el segundo intento de "superación",
las cosas se compliquen cada vez más.

Pero lo más importante es que cuando Lourau piensa en la noción de "totalidad" adscrita al
territorio de las ciencias sociales, descarta, por lo pronto, una síntesis que termine por confundir
todas las disciplinas en una especie de magma indiferenciado.

Lo que se puede esperar es una serie de rectificaciones de fronteras entre la sociología y sus
vecinos inmediatos: parapsicología, psicología clínica y experimental, teoría y filosofía del Estado.
[Y añade] que la dificultad se manifiesta en los dos polos opuestos [...] de un lado con el
psicoanálisis [...] del otro con la economía [...] Con el psicoanálisis la indeterminación del
imaginario3 está privilegada en detrimento de las determinaciones socioeconómicas, para la
economía sólo importan las grandes leyes deductivas a priori, de la producción, la acumulación y
el intercambio.

En un primer momento, la sociología estaría definida en función de dos carencias. De ahí que
Lourau considere necesario dar un segundo paso, en el cual una contrasociología que la asediaría
desde adentro le señalara cuál debería ser su "verdadero objeto". Sin embargo, resulta que ese
objeto "propio" estaría compuesto por los "fragmentos de saber global recortado por las ciencias
sociales".

Resumamos hasta aquí (1978). Lourau ha fluctuado —en sentido "negativo" y "positivo"— en
encontrar el objeto de esta contrasociología. Primero, afirmó que ésta debe hacerse cargo de la
"práctica social como totalidad"; luego, cuestionó toda "tentativa de síntesis", y continuó con una
supuesta "rectificación de fronteras", constituida "desde los fragmentos del saber social global,
recortado por los sistemas de las ciencias sociales". Y terminó dando como objeto la
"desmembración" del campo de dichas ciencias. Tanta deriva de ese campo "móvil" resulta
sintomática.

Pasemos ahora al tercer intento de superación, que postula la posibilidad de abolir "la separación
que rige las relaciones entre ciencia y prácticas de los actores y observadores". Lourau prepara el
terreno proponiendo dos tipos de "efectos", que bautiza con los nombres de Weber y Lukács. Al

107
primero lo describe así: A medida que la sociedad está más evolucionada y racionalizada [...] más
llega a ser opaca y desconocida para los individuos que la componen [1972:10].

El segundo, referido a la ciencia, reza así: En la medida en que la ciencia progresa olvida
progresivamente las bases materiales y sociales, de la cual ella salió [...] Las condiciones sociales
de su producción, de su desarrollo, y de sus aplicaciones [ibid.:13].

Esta doble opacidad sería cuestionada por un postulado que pretende devolverle a los actores
sociales la capacidad básica de poder ser de alguna manera sociólogos de sí mismos, ya que se
afirma que "si la sociología es el asunto de todos, hay que abolir todas las oposiciones
epistemológicas sobre la necesidad de una ruptura" (Lourau, 1972:67) —entiéndase
"epistemológica"— y, sobre todo, evitar a toda costa la autonomización de la teoría sobre la
práctica. Obviamente esta polémica se sitúa en el contexto del auge de Bachelard y Althusser.

El análisis de la implicación y sus diferentes planos, en efecto, es un asunto que atraviesa a todas
las disciplinas sociales. Esto amplía el campo del análisis permite que esta "contrasociología" no
quede encajonada en el territorio de las intervenciones socioanalíticas. Pero —justo es decirlo—
no es Lourau el que inventa esa cuestión ni necesariamente el AI tiene la última palabra.
[Se da] la interferencia de la implicación [en la relación] sujeto-objeto, en donde las dos nociones
de ruptura y sutura son simultáneamente necesarias [...] Ahí en donde, de hecho, no existe sino un
conjunto o, por decirlo como los físicos, un sistema observador observado [Lourau)

En cambio, el estatuto teórico del AI queda muy problematizado porque la cuestión de la


institucionalización ha sido colocada en ese "campo móvil", por el que recorre una serie de
disciplinas y tiende a no quedarse con ninguna, en un complicado mestizaje. De otro modo, no se
entendería la siguiente afirmación de 1972: No se pretende haber resuelto la cuestión de la
institución, lo cual supondría no solamente una síntesis teórica, sin duda utópica en sí misma,
entre la economía política, la sociología y el psicoanálisis. [Nos consolamos] con proponer lo que
está, sin duda, en el corazón de todo eso que resta impensado en las ciencias que vienen de ser
citadas [Lourau)

El análisis institucional parte del principio que el centro está siempre presente en la periferia [...]
esto quiere decir que [...] las instituciones, lejos de ser formas neutras, "herramientas"
funcionales, no existen sino en la medida en que ellas están basadas en la fuerza del Estado [...] El
Estado no existe más que en tanto está presente en todas las formas sociales [Lourau, 1977:48].
En resumen, resulta más que sorprendente cómo la gran institución, con esa densidad
aparentemente descrita, se. diluya en los momentos "calientes", y deje ver abiertamente lo
arbitrario de sus formas y no, como es su especialidad, a través de un espejo oscuro. Veamos
ahora lo que Lourau piensa sobre la institución.

La noción de institución en el AI remite a una serie de tríadas que no implican lo mismo. Así,
tenemos la que nos habla de lo instituido, lo instituyente y la institucionalización; o la que la
establece como universalidad, particularidad y singularidad; o definida no como una instancia de
las formaciones sociales: sino [como] el producto del cruce de los niveles o de las instancias, y este
producto sobredeterminado por el conjunto del sistema a través de la mediación del Estado
[Lapassade)

108
Veamos sumariamente de qué se tratan estas nociones. Por lo pronto, las instituciones no son
supraestructuras en el sentido marxista, sino el producto del cruce de las instancias — recuérdese
que así era una de las definiciones de Estado. Cruce que presumiblemente no sería el mismo en
cada caso, so riesgo de volverlas equivalentes antes de conocer su especificidad. Tampoco se les
puede reducir al puro instituido, sino que son el producto de la dialéctica entre lo instituido y lo
instituyente, que es lo que da lugar al proceso de institucionalización. Se comprenderá que no se
pueden establecer fáciles analogías conceptuales entre estos dos tipos de tríadas conceptuales, ya
que ni siquiera se sitúan en el mismo plano. La institucionalización en el AI tiende a fluctuar entre
algo que ya se fijó —principio de equivalencia— y un proceso que nunca puede suprimir lo
instituyente que lo habita y constituye como negatividad radical.

[La institucionalización es vista] como fase activa de estabilización que niega a la vez la actividad
de lo instituyente como negación de lo instituido y el inmovilismo de lo instituido [...]
Políticamente la institucionalización es el contenido del reformismo.

La "transversalidad", noción tomada de Félix Guattari —uno de los creadores de la terapia


institucional—, es descrita por este autor del siguiente modo:
La transversalidad [...] tiende a realizarse cuando una comunicación máxima se efectúa entre los
diferentes niveles y fundamentalmente entre los diferentes sentidos: es el objeto de investigación
de un grupo sujeto [1966:100].

"Grupo sujeto" es aquel que, a diferencia del "grupo objeto", logra conectar al máximo los
diferentes niveles de lo institucional transversalizado. La transversalidad, en ese caso, será el
producto de una dilucidación, aunque al mismo tiempo es concebida como una "dimensión
fundamental". Esta ambigüedad se constata al juntar lo afirmado por Lourau y Lapassade con lo de
Guattari.

Ha llegado el momento de abordar la última cuestión, la del dispositivo de intervención


institucional llamado socioanálisis. A partir de los prolegómenos que he desarrollado de manera
muy resumida, se habrá apreciado que estamos ante una concepción fundamentalmente
sociológica que si bien haría énfasis en la dimensión grupal —dado el tipo de dispositivo que pone
en juego—, la tendencia será pasar rápidamente a la escena institucional que supuestamente
saltaría al primer plano con la sola puesta en juego del dispositivo. Saltará a la vista que el Al
distingue entre el campo de intervención y el del análisis, siendo éste mucho más amplio, y no
limitado a la intervención directa.

Pero, ¿qué entiende Lourau por simbólico?: Es la socialización total, el acceso al lenguaje de todo
aquello que quedaba como no dicho, indecible o privado de sentido [1972:240 y s.].
Especie de "palabra plena" institucional con la que, al parecer, se pretende mirar en la escala
micro parusías laicas que veíamos en el plano macro en relación con los analizadores históricos
(exceso de optimismo, quizás). Con la diferencia de que ésta se consigue a partir de análisis, y la
otra llega y se aleja sin saberse ni cómo ni cuándo.

No obstante, en el socioanálisis no se trata—según lo expresa Lourau— de analizar a los individuos


y su inconsciente, sino a lo que denomina como sus implicaciones sintagmáticas grupales para
relacionarlas con las paradigmáticas sociohistóricas. Veamos un breve ejemplo de una
interpretación hecha por Lourau en una institución psicoanalítica de grupos, que le pidió ser
analizada.

109
Los "límites de la interpretación" en socioanálisis —a los que alude Lourau—, entre otras cosas,
implican no tocar lo individual como tal, sino intentar incluirlo en una escena institucional —o
interinstitucional— de múltiples bandas, como las de ejemplo dado. No se trata tampoco —como
en el modelo de Fernando Ulloa— de reducir el nivel "psi" a puros mecanismos "abstractos", sin
más carne que las que le ofrecen los contenidos de la escena institucional

Modulo 7

UN DIÁLOGO SOBRE EL PODER- Gilles Deleuze / Michel Foucault

FOUCAULT. Un maoísta me decía: "Comprendo perfectamente por qué está Sartre con
nosotros, por qué hace política y en qué sentido la hace; en cuanto a ti, en realidad lo comprendo
bastante, ya que siempre haz planteado el problema del encierro. Pero a Deleuze, realmente, no
lo comprendo". Esta afirmación me asombró sobremanera, ya que para mí la cosa está muy clara.

DELEUZE. Tal vez es que estamos viviendo de una nueva manera las relaciones teoría-práctica.
La práctica se concebía como una aplicación de la teoría, como una consecuencia, o bien, al
contrario, como inspiradora de la teoría. De cualquier modo, sus relaciones se concebían bajo la
forma de un proceso de totalización, tanto en un sentido como en el otro. Es posible que, para
nosotros, la cuestión se plantee de otra manera. Las relaciones teoría-práctica son mucho más
parciales y fragmentarias. Por una parte, una teoría siempre es local, relativa a un pequeño
campo, aunque puede ser aplicada a otro, más o menos lejano. La relación de aplicación nunca es
de semejanza. Por otra parte, desde que la teoría profundiza en su propio campo se enfrenta con
obstáculos, muros, tropiezos que hacen necesario que sea relevada por otro tipo de discurso (es
este otro tipo de discurso el que, eventualmente, hace pasar a un campo diferente). La práctica es
un conjunto de relevos de un punto teórico a otro, y la teoría, un relevo de una práctica a otra.
Ninguna teoría puede desarrollarse sin encontrar una especie de muro y se precisa de la práctica
para perforar el muro. Por ejemplo, tú comenzaste analizando teóricamente un lugar de encierro
como el asilo psiquiátrico del siglo XIX en la sociedad capitalista. Luego, desembocaste en la
necesidad de que la gente precisamente encerrada se pusiese a hablar por su cuenta, que
efectuase un relevo (o bien, al contrario, tú ya eras un relevo a su respecto), y esa gente se halla
en las prisiones, está en las prisiones. Cuando organizaste el grupo información prisiones, lo hiciste
sobre esta base: instaurar las condiciones en las que los mismos prisioneros pudieran hablar. Sería
completamente falso, como parece que decía el maoísta, afirmar que pasabas a la práctica
aplicando sus teorías. Allí no había ni aplicación ni proyecto de reforma, ni encuesta en el sentido
tradicional.

Allí había algo distinto: un sistema de relevos en un conjunto, en una multiplicidad de


piezas y de pedazos a la vez teóricos y prácticos. Para nosotros, el intelectual teórico ha dejado de
ser un sujeto, una conciencia representante o representativa. Los que actúan y luchan han dejado
de ser representativos, aunque sea por un partido, un sindicato que se arrogarían a su vez el
derecho de ser su conciencia. ¿Quién habla y quién actúa? Siempre es una multiplicidad incluso en
la persona que habla o actúa. Todos nosotros somos grupúsculos. Ya no hay representación, sólo
hay acción, acción de la teoría, acción de la práctica en relaciones de relevos o redes.

110
FOUCAULT. Me parece que la politización de un intelectual se realizaba tradicionalmente a
partir de dos cosas: su posición de intelectual en la sociedad burguesa, en el sistema de la
producción capitalista, en la ideología que produce o impone (estar explotado, reducido a la
miseria, rechazado, "maldito", acusado de subversión, de inmoralidad, etc.) su propio discurso en
tanto que revelaba una cierta verdad, en tanto descubría relaciones políticas allí donde no se
percibían.

Estas dos formas de politización no eran ajenas una a otra, pero tampoco coinciden forzosamente.
Se daba el tipo del "maldito" y el tipo del "socialista". Estas dos politizaciones se confundieron con
facilidad en ciertos momentos de reacción violenta por parte del poder, después del 48, después
de la Comuna, después de 1940: el intelectual era rechazado, perseguido, en el mismo momento
en que las "cosas" aparecían en su verdad, cuando no era preciso decir que el rey estaba desnudo.

El intelectual decía la verdad a los que todavía no la veían y en nombre de los que no podían
decirla: conciencia y elocuencia. Ahora bien, los intelectuales han descubierto, después de las
recientes luchas, que las masas no los necesitan para saber: ellas saben perfectamente,
claramente, muchos mejor que ellos; y además lo dicen muy bien. Sin embargo, existe un sistema
de poder que intercepta, prohibe, invalida ese discurso y ese saber. Poder que no está tan sólo en
las instancias superior de la censura, sino que penetra de un modo profundo, muy sutilmente, en
toda la red de la sociedad.

Ellos mismos, los intelectuales, forman parte de ese sistema de poder, la propia idea de que son
los agentes de la "conciencia" y del discurso forma parte de ese sistema. El papel de intelectual ya
no consiste en colocarse "un poco adelante o al lado" para decir la verdad muda de todos; más
bien consiste en luchar contra las formas de poder allí donde es a la vez su objeto e instrumento:
en el orden del "saber", de la "verdad", de la "conciencia", del "discurso". Por ello, la teoría no
expresará, no traducirá, no aplicará una práctica, es una práctica. Pero local, regional, como tú
dices: no totalizadora. Lucha contra el poder, lucha para hacerlo desaparecer y herirlo allí donde
es más invisible y más insidioso, o lucha por una "toma de conciencia" (hace mucho tiempo que la
conciencia como saber fue adquirida por las masas y que la conciencia como sujeto fue tomada,
ocupada, por la burguesía), sino por la zapa y la toma del poder, al lado, con todos los que luchan
por ella, y no en retirada para esclarecerlos. Una "teoría" es el sistema regional de esta lucha.

DELEUZE. Eso es una teoría, exactamente como una caja de herramientas. No tiene nada que
ver con el significante… Es preciso que eso sirva, que funcione. Y no para sí misma. Si no hay gente
para servirse de ella, empezando por el mismo teórico que entonces deja de ser teórico, es que no
vale nada, o que no ha llegado su momento. No se vuelve a una teoría, se hacen otras, hay otras
por hacer. Es curioso que haya sido un autor que pasa por un intelectual puro, Proust, quien lo
haya dicho tan claramente: tratad mi libro como unos lentes dirigidos hacia fuera y si no os van
bien tomad otros, encontrad vosotros mismos vuestro aparato que forzosamente es un aparato de
combate. La teoría no se totaliza, se multiplica y multiplica. Es el poder el que por naturaleza
efectúa totalizaciones y tú, tú lo dices exactamente: la teoría está por naturaleza en contra del
poder. Desde que una teoría penetra en tal o cual punto, choca con la imposibilidad de tener la
menor consecuencia práctica, sin que se produzca una explosión, con la necesidad de otro punto.

Es por esta razón por la que la noción de reforma es tan estúpida e hipócrita. O bien la reforma es
elaborada por gente que se pretende representativa y hace profesión de hablar por los otros, en
nombre de los otros, con lo cual se produce una instalación de poder, una distribución de poder a

111
la que se añade una representación acrecentada. O bien es una reforma reclamada, exigida por
aquellos a los que concierne, con lo cual deja de ser una reforma, es una acción revolucionaria
que, desde el fondo de su carácter parcial, se ve determinada a poner en cuestión la totalidad del
poder y de su jerarquía. Ello es evidente en las prisiones: la más minúscula, la más modesta
reivindicación de los prisioneros basta para deshinchar la seudorreforma Pleven. Si los niños
llegasen a hacer oír sus protestas en una escuela de párvulos, o incluso simplemente sus
preguntas, eso bastaría para provocar una explosión en el conjunto del sistema de la enseñanza.

En verdad, este sistema en el que vivimos no puede soportar nada: de ahí su fragilidad radical en
cada punto, al mismo tiempo que su fuerza de represión global. En mi opinión, tú has sido el
primero en enseñarles algo fundamental, tanto en tus libros como en el campo práctico: la
indignidad del hablar por los otros. Quiero decir: nos burlábamos de la representación, decíamos
que estaba acabada, pero no se sacaba la consecuencia de esta conversión "teórica", a saber, que
la teoría exigía que la gente involucrada hablase por fin prácticamente por su cuenta.

FOUCAULT. Y cuando los prisioneros se han puesto a hablar, ya tenían una teoría de la prisión,
de la penalidad, de la justicia. Esta especie de discurso contra el poder, este contra-discurso
mantenido por los prisioneros o por los llamados delincuentes, eso es lo que cuenta y no una
teoría sobre la delincuencia. Este problema de la prisión es un problema local y marginal, ya que
no pasan más de 100.000 personas por año por las prisiones: en la actualidad en Francia tal vez
hay 300 o 400.000 personas que han pasado por la prisión. Ahora bien, este problema marginal
conmueve a la gente. Me sorprendió ver cómo podía interesarse por el problema de las prisiones
tanta gente que no estaba predestinada a entender este discurso de los detenidos y cómo
finalmente lo entendían. ¿Cómo explicarlo? ¿No ocurrirá que, de un modo general, el sistema
penal es la forma en la que el poder en tanto que poder se muestra del modo más manifiesto?
Meter a alguien en la prisión, mantenerlo en la prisión, privarle de alimento, de calor, impedirle
salir, hacer el amor…etc., ahí tenemos la manifestación de poder más delirante que uno pueda
imaginar. El otro día hablaba con una mujer que había estado en la prisión y me decía: "y a mis
cuarenta años me castigaron un día poniéndome a pan seco". Lo que sorprende en esta historia no
es sólo la puerilidad del ejercicio del poder, sino también el cinismo con el que se ejerce ese poder,
de la forma más arcaica, más pueril, más infantil. Reducir a alguien a pan y agua es lo que nos
enseñaron cuando éramos unos niños. La prisión es el único lugar donde el poder puede
manifestarse en su desnudez, en sus dimensiones más excesivas, y justificarse como poder moral.

"Tengo razón en castigar, puesto que tú sabes que está mal robar, matar…" Esto es lo fascinante
de las prisiones; por una vez el poder no se oculta, no se enmascara, se muestra como feroz tiranía
en los más ínfimos detalles, cínicamente, y al mismo tiempo es puro, está enteramente
"justificado", puesto que puede formularse enteramente en el interior de una moral que enmarca
su ejercicio: su bruta tiranía aparece entonces como dominación serena del Bien sobre el Mal, del
orden sobre el desorden.

DELEUZE. Por esto, lo contrario también es cierto. No sólo los prisioneros son tratados como
niños, sino que los niños son tratados como prisioneros. Los niños sufren una infantilización que
no es la suya. En este sentido es cierto que las escuelas son un poco prisiones, y las fábricas mucho
más. Basta ver una entrada en la Renault. O por otra parte: tres bonos para hacer pipí durante la
jornada. Tú has encontrado un texto de Jeremías Bentham del siglo XVIII que, precisamente,
propone una reforma de las prisiones; en nombre de esa gran reforma establece un sistema
circular en el que la prisión renovada sirve de modelo y en el que se pasa insensiblemente de la

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escuela a la manufactura, de la manufactura a la prisión y a la inversa. Esta es la esencia del
reformismo, de la representación reformada. Por el contrario, cuando la gente se pone a hablar y
a actuar en su propio nombre no opone otra representatividad a la falsa representatividad del
poder. Por ejemplo, recuerdo que decías que no hay justicia popular contra la justicia, pues eso
pasa a otro nivel.

FOUCAULT. Pienso que, por debajo del odio que el pueblo tiene a la justicia, a los jueces,
tribunales y prisiones, no hay que ver tan sólo la idea de otra justicia mejor y más justa, sino, en
primer lugar y ante todo, la percepción de un punto singular en el que el poder se ejerce a
expensas del pueblo. La lucha antijudicial es una lucha contra el poder y yo no creo que sea una
lucha contra las injusticias, contra las injusticias de la justicia, y una mejora en el funcionamiento
de la institución judicial. A pesar de todo, es sorprendente que cada vez que ha habido motines,
rebeliones, sediciones, el aparato judicial ha sido el blanco, al mismo tiempo y del mismo modo
que el aparato fiscal, el ejército y las otras formas del poder. Mi hipótesis, pero no es más que una
hipótesis, es que los tribunales populares, por ejemplo, en el momento de la Revolución, fueron,
para la pequeña burguesía aliada a las masas, un modo de recuperar, de recobrar el movimiento
de lucha contra la justicia. Y para recuperarlo, propusieron este sistema del tribunal que se refiere
a una justicia que podría ser justa, a un juez que podría dictar una sentencia justa. La misma forma
del tribunal pertenece a una ideología de la justicia que es la de la burguesía.

DELEUZE. Si se considera la situación actual, el poder forzosamente tiene una visión total o
global. Quiero decir que las actuales formas de represión, que son múltiples, se totalizan
fácilmente desde el punto de vista del poder: la represión racista contra los inmigrados, la
represión en las fábricas, la represión en la enseñanza, la represión contra los jóvenes en general.
No hay que buscar la unidad de todas esas formas tan sólo en una reacción frente al Mayo del 68,
sino mucho más en una preparación y organización concertadas de nuestro futuro próximo. El
capitalismo francés necesita con imperiosidad unas "reservas" de desempleo, y abandona la
máscara liberal y paternal del pleno empleo. Este es el punto de vista desde el que hallan su
unidad: la limitación de la inmigración, una vez dicho que se confiaban a los inmigrados los
trabajos más duros e ingratosla represión en las fábricas, puesto que se trata de volver a
proporcionar al francés el "gusto" por un trabajo cada vez más duro-, la lucha contra los jóvenes y
la represión en la enseñanza, puesto que la represión policíaca es tanto más viva cuanto menos
necesidad de jóvenes hay en el mercado de trabajo. Toda clase de categorías profesionales van a
ser invitadas a ejercer funciones policíacas cada vez más precisas: profesores, psiquiatras,
educadores de toda clase, etc.

Ahí nos encontramos con algo que ya anunciaste hace tiempo y que se pensaba que no iba a
poder producirse: el fortalecimiento de todas las estructuras de encierro. Entonces, frente a esta
política global del poder, se dan repuestas locales, contrafuegos, defensas activas y a veces
preventivas. Nosotros no hemos de totalizar lo que se totaliza por parte del poder y que nosotros
sólo podríamos totalizar restaurando formas representativas de centralismo y jerarquía. En
cambio, lo que tenemos que hacer es llegar a instaurar vínculos laterales, todo un sistema de
redes, de bases populares. Y esto es lo difícil. En todo caso, para nosotros la realidad no pasa
totalmente por la política en el sentido tradicional de competición y distribución del poder, de
instancias llamadas representativas al modo de PC o de la CGT. La realidad es lo que hoy día pasa
efectivamente en una fábrica, en una escuela, en un cuartel, en una prisión, en una comisaría. De
tal modo que la acción implica un tipo de información de una naturaleza completamente diferente

113
de las informaciones de los periódicos (así por ejemplo, el tipo de información de la Agence de
Presse Liberation).

FOUCAULT. Esta dificultad, nuestro embarazo para encontrar las formas de lucha adecuadas,
¿no proviene de que aún ignoramos lo que es el poder? Después de todo, ha sido preciso esperar
al siglo XIX para saber lo que era la explotación, pero quizá todavía no sabemos qué es el poder.
Marx y Freud quizá no bastan para ayudarnos a conocer eso tan enigmático, a la vez visible e
invisible, presente y oculto, ocupado en todas partes, que se llama el poder. La teoría del Estado,
el análisis tradicional de los aparatos de Estado, no agotan sin duda el campo de ejercicio y
funcionamiento del poder. Actualmente, sabemos aproximadamente quién explota, hacia dónde
va el beneficio, por qué manos pasa y dónde se vuelve a invertir, mientras que el poder… Sabemos
perfectamente que no son los gobernantes quienes detentan el poder. Sin embargo, la noción de
"clase dirigente" no está ni muy clara ni muy elaborada. "Dominar", "dirigir", "gobernar", "grupo
de poder", "aparato de Estado", etc., aquí hay todo un conjunto de nociones que piden ser
analizadas. Asimismo, sería preciso saber hasta dónde se ejerce el poder, mediante qué relevos y
hasta qué instancias, a menudo ínfimas, de jerarquía, control, vigilancia, prohibiciones, coacciones.

En todo lugar donde hay poder, el poder se ejerce. Nadie, hablando con propiedad, es su titular y,
sin embargo, se ejerce en determinada dirección, con unos a un lado y los otros en el otro; no
sabemos quién lo tiene exactamente, pero sabemos quién no lo tiene. Si la lectura de tus libros
(desde el Nietzsche hasta lo que presiento de Capitalismo y esquizofrenia) ha sido para mí tan
esencial, se debe a que me parece que van muy lejos en la posición de este problema: bajo ese
viejo tema del sentido, significado, significante, etc., por último, la cuestión del poder, de la
desigualdad de los poderes, de sus luchas. Cada lucha se desarrolla alrededor de un lar particular
de poder (uno de esos innumerables pequeños lares que pueden ser un jefecillo, un guardia de
H.L.M., un director de prisiones, un juez, un responsable sindical, un redactor jefe de un
periódico). Y designar los lares, los núcleos, denunciarlos, hablar de ellos públicamente, es una
lucha, no es porque nadie tuviera aún conciencia de ello, sino porque tomar la palabra sobre este
tema, forzar la red de información institucional, nombrar, decir quién ha hecho qué, designar el
blanco es una primera inversión del poder, es un primer paso para otras luchas contra el poder.

Si discursos como, por ejemplo, los de los detenidos o los de los médicos de las prisiones son
luchas, se debe a que al menos por un instante, confiscan el poder de hablar de la prisión,
actualmente ocupado por la administración a solas y sus cómplices reformadores. El discurso de la
lucha no se opone al inconsciente: se opone al secreto. Eso tiene el aspecto de ser menos
importante. ¿Y si lo fuese mucho más? Existe toda una serie de equívocos a propósito de lo
"oculto", de lo "reprimido", de lo "no dicho", que permiten "psicoanalizar" a bajo precio lo que
deber ser objeto de lucha. El secreto tal vez sea más difícil de conocer que el inconsciente. Los dos
temas que todavía ayer podíamos encontrar frecuentemente: "la escritura es lo reprimido" y "la
escritura es con pleno derecho subversiva", me parece que revelan un cierto número de
operaciones que es preciso denunciar severamente.

Gibson- Graham, J.K. (2002). Intervenciones posestructurales.

114
EL POSESTRUCTURALISMO ES UNA APROXIMACIÓN TEÓRICA AL CONOCImiento y la sociedad que
acoge la incertidumbre de los significados, el poder constitutivo del discurso y la efectividad
política de la teoría y la investigación. Comenzó en la década de 1960 como un movimiento dentro
de la filosofía francesa, y después migró hacia el mundo angloparlante donde tuvo también un
impacto transformativo en la filosofía, al igual que en los estudios literarios y culturales. En épocas
más recientes, ha ganado espacio dentro de la geografía humana y otras ciencias sociales.

el posmodernismo hace referencia de forma diversa a una época histórica (Harvey, 1989)
caracterizada por unas prácticas socioeconómicas particulares y unas condiciones ideológicas; a un
estilo estético en las películas, la arquitectura y otras formas culturales; o a una aproximación
teórica al conocimiento y la sociedad (Gibson y Watson, 1995: I). Esta última es lo que estamos
llamando posestructuralismo –una aproximación al conocimiento y al mundo, sustentada
filosóficamente y distintiva teóricamente (Amariglio, 1999)–. Lo que resulta posmoderno del
posestructuralismo es su rechazo de ciertas concepciones modernistas, claramente identificables,
sobre el conocimiento, el conocedor y lo conocido. Mientras que se entiende que el conocimiento
dentro de un marco modernista es singular, acumulativo y neutral, desde una perspectiva
posestructural es múltiple, contradictorio y poderoso. Lo que deseamos explorar en este ensayo
son sus implicaciones para la geografía económica.

EMERGE DENTRO Y EN CONTRA DE LA TRADICIÓN modernista del estructuralismo. Quizá su


antecedente más cercano sea el estructuralismo lingüístico de Ferdinand de Saussure

Aunque el estructuralismo se considera como algo que desestabiliza la presuposición modernista


en la que el lenguaje es un espejo de la realidad, también es un proyecto esencialmente
modernista. Para los pensadores estructuralistas, subyacentes a los flujos y contingencias del
mundo social se encontraban las formaciones unificadas que configuraban la vida social. Las
teorías lingüísticas de Saussure, culturales de Claude Lévi-Strauss, económicas de Karl Marx y
psicoanalíticas de Sigmund Freud, cada una a su manera, aducían el origen y la organización de
fenómenos sociales complejos a estructuras más profundas. Desvelar o descubrir esas estructuras
era la tarea de la ciencia estructural

Aquellos filósofos que llegarían a ser conocidos como posestructuralistas confrontaron el proyecto
estructuralista, tomando una actitud escéptica hacia la determinación por estructuras subyacentes
y los intentos de encontrar la verdad última del lenguaje,la cultura, la sociedad y la psiquis. Pero
quizá su movimiento más notorio fue cuestionar la relación inmóvil entre significante y significado,
que caracterizaba a la lingüística saussuriana. Desde una perspectiva posestructuralista, el
lenguaje no existe como un sistema de diferencias dentro de un conjunto único de signos. En
cambio, las relaciones significante-significado se crean y revisan continuamente, ya que las
palabras se recontextualizan en una producción eterna de textos. La creación de significado es un
proceso inacabado, un sitio de constante forcejeo –político– donde se generan significados
alternos y cuya firmeza es apenas temporal.

115
A pesar de su antagonismo hacia lo fundamental, los pensadores estructuralistas no ven al
significado y al conocimiento como algo desligado de otros aspectos de la vida social. Se entiende
pues que el significado se produce bajo condiciones sociales e intelectuales específicas y que el
conocimiento no es un reflejo verdadero sino una fuerza productiva y constitutiva. Aunque los
conocimientos no pueden ser diferenciados de acuerdo con un mayor o menor grado de precisión
–su éxito o fracaso para reflejar el mundo–, sí pueden distinguirse por sus efectos –los diferentes
sujetos a los que otorgan poder, las instituciones y prácticas que permiten, al igual que aquellos
que excluyen o suprimen–. De esta forma, el tipo de conocimiento producido es un problema de
consecuencia y no de indiferencia.

POSESTRUCTURALISMO OFRECE UNA VARIEDAD DE ESTRATEGIAS QUE cuestionan las ideas


recibidas y las prácticas dominantes, haciendo visible su poder y creando espacios para que
emerjan formas alternas de la práctica y el poder. Las que exploramos aquí son la deconstrucción,
la genealogía y el análisis discursivo.

Deconstrucción LA DECONSTRUCCIÓN ES UN TIPO DE LECTURA QUE SE ORIGINA EN LA obra del


filósofo francés Jacques Derrida (1967). Trabajando en contra de lo que él denomina la “metafísica
de la presencia”, o el “logocentrismo”, Derrida cuestiona ciertos axiomas fundamentales del
pensamiento occidental. Algunos de los presupuestos cuestionados son:

™ La ley de la identidad y la presencia del ser (si un edificio es fábrica es una fábrica).

™ La ley de la no-contradicción que establece la identidad en relación con su “otro” (si una cosa es
una fábrica, no puede ser también una no-fábrica); y ™ La ley de exclusión del medio (fábrica y no-
fábrica contienen todas las posibilidades de una situación dada) (Jay, 1991: 92-93; Gross, 1986: 26-
28; Hewitson, 1999: 4).

En conjunto, estas leyes nos dan objetos/identidades estables, circunscritos y que se constituyen
mediante una negación

El estructuralismo feminista, entre otros, ha observado cómo los intentos para (re)valorar el
término ausente o subordinado dentro de una estructura binaria son minados fácilmente. Esto
revela la presencia de lo que Saussure identificó como un significante maestro que opera para
estabilizar las relaciones de diferencia. El feminismo posestructuralista ha cambiado el término
logocentrismo por falogocentrismo, recalcando la forma en que la figura masculina –el falo– fija el
significado, dando presencia y positividad a un lado de la estructura binaria y produciendo una
cadena alineada de términos dominantes dentro del pensamiento europeo de la ilustración

Como parte de un proyecto político para crear espacios de heterogeneidad radical, la estrategia
deconstructiva de Derrida se interesa en pensar las diferencias por fuera de las estructuras
binarias y jerárquicas.

Otra estrategia deconstructiva aún más potente es la de desdibujar los límites entre los términos,
socavando la solidez y fijeza de la identidad/presencia, mostrando cómo el otro excluido se
encuentra incrustado de tal forma dentro de la identidad primaria que su diferencia resulta

116
insostenible. Así, el hogar podemos representarlo también como un sitio de producción –de varios
bienes y servicios domésticos– y la fábrica como un lugar de reproducción.

La deconstrucción ilumina los momentos de contradicción e indecisión de lo que parece ser una
estructura o texto nítidamente concebidos (Ruccio, 1999). Enseña la postergación indefinida del
significado dentro de un sistema de diferenciación y coloca en primer plano la incapacidad que
tiene el signo de personificar totalmente un significado esencial. El significado es creado y re-
creado dentro de textos y contextos específicos. Ya que no existe un término maestro para fijar los
conceptos a significantes específicos, el significado siempre está en proceso e incompleto.

Michel Foucault se dirige a examinar la manera como ciertos conocimientos y significados son
normalizados y aceptados como Verdad. El trabajo de Foucault enfatiza sobre las formas en las
que la construcción de significado es una representación del poder que no sólo se encuentra
trazada en el lenguaje sino también grabada sobre el cuerpo y re-constituida continuamente en la
vida social. Al usar el término discurso, Foucault se refiere a una práctica gobernada por reglas,
que incluye significados enmarcados dentro de un sistema de conocimiento y en instituciones y
prácticas sociales que producen y mantienen estos significados

Foucault desafía la universalidad y verdad del significado al desarrollar un método distintivo para
el análisis del discurso que involucra: 1) un análisis crítico de las violencias generadas por cualquier
teoría o sistema de significados (lo que excluye, prohíbe o niega); y 2) un análisis genealógico de
los procesos, continuidades y discontinuidades mediante las que llega a formarse un discurso
(1981). Su trabajo dirige nuestra atención hacia las formas en que los conocimientos ejercen y
producen poder –por medio de aparatos de regulación; por ejemplo, instituciones como escuelas,
prisiones, casa de trabajo y fábricas en donde prevalecen las técnicas de disciplina y vigilancia
corporal–, y mediante el desarrollo y aplicación de tecnologías para administrar el ser –por
ejemplo, presupuestos, dietas, mapas, columnas de ayuda sexual, propagandas de productos de
higiene personal– que ayudan a organizar la vida diaria.

Un análisis crítico del discurso de la industrialización podría ilustrar la manera como los cuerpos y
la producción material que se lleva a cabo en los hogares son devaluados dentro de los sistemas
de saber disciplinarios de la economía y la geografía económica. Tal genealogía podría comenzar,
por ejemplo, con una noción fisiocrática de la economía, en la que un excedente agrícola hace
posibles las actividades no agrícolas –estableciendo de esta forma la dependencia y estatus
secundario de la industria–. Podría virar, entonces, hacia la centralidad y estatus originario de la
industria en el discurso de la industrialización, con su visión de la economía y el crecimiento
económico –incluyendo la demanda de productos y servicios agrícolas– siendo impulsados por los
incrementos en la producción manufacturera; y, finalmente, a la literatura sobre la economía
posindustrial, en la que instituciones y transacciones financieras de alto nivel establecen una vez
más la subordinación de la industria, esta vez a la especulación financiera y los azares del sector
financiero internacional.

Lo que emerge de este proyecto que traza los saberes cambiantes de industria es una concepción
relativamente estable de la economía como una totalidad integrada, centrada sobre un espacio

117
determinante que constriñe, impulsa o dicta hacia otros sitios/actividades. Por medio del proceso
de genealogía, esta noción se ve desnaturalizada, haciéndola visible como una construcción
discursiva. La influencia de Foucault sobre el posestructuralismo ha concentrado la atención sobre
cómo las diferentes formas de poder están entrecruzadas con la producción de conocimiento para
crear ciertas concepciones valorizadas del asunto en cualquier periodo histórico. Aunque gran
parte del trabajo de Foucault parece enfatizar sobre la construcción y consolidación de discursos
dominantes que someten al individuo a fuerzas poderosas fuera de su control, su intervención
abre también un espacio para examinar la proliferación y multiplicidad de discursos que pueden
crear sujetos capaces de resistir y reconstituir el poder de diversas formas. Aquí, el trabajo de
Judith Butler y otros teóricos queer sobre la performatividad del discurso transmite algo de lo
incompleto y abierto de los procesos de subjetivación.

BUTLER, LA PERFORMATIVIDAD ES LA “PRÁCTICA REITERATIVA Y CITAcional por medio de la que el


discurso produce los efectos a los que da nombre” (1993: 2). En Gender Trouble6, Butler explora la
performatividad de forma específica con respecto al género. El género no es una característica
estable del sujeto que emana de una estructura binaria determinada por la biología o que está
inscrita en lo cultural. En cambio, la identidad de género se practica por medio de la
representación –performance– repetitiva de ciertos actos.

El género debe ser re-presentado continuamente con el fin de asegurar su fijeza aparente. Esta
noción de la representación iterativa como algo constitutivo de lo que se toma por una realidad
estable ofrece ideas interesantes acerca de las políticas del conocimiento. Butler enfatiza sobre las
diferencias inevitables entre los performances, los deslices entre las iteraciones, lo que sugiere
que las identidades de género –o cualesquiera otras–, siempre son inacabadas y están abiertas a la
subversión. El concepto de performatividad abre un camino a través de la, a veces, desconcertante
falta de piso del proyecto posestructuralista y apunta hacia las intervenciones comprometidas que
retan los sistemas de saber/poder hegemónicos trazados claramente por Foucault. Lo que llama la
atención de Butler son las aperturas por fuera del orden heteronormativo establecido, a través de
las que se ven emerger los sujetos queer.

Butler está comprometida con el proceso de desestabilizar las categorías binarias de género que
sirven de soporte a la heterosexualidad obligatoria. Al enfatizar sobre las incertidumbres y
discontinuidades inherentes a los performances de género, saca a la luz las posibilidades que
existen para alterar e inventar dentro del proceso cultural de la creación del género. De esta
forma, abre un espacio para la capacidad de actuar (agency) y lo impredecible en un modo de
subjetivación que comúnmente se asume como un dato biológico o cultural.

Para Butler y otros teóricos que hemos discutido aquí, las intervenciones estructurales no son una
retirada hacia la teoría y una desconexión del mundo, la política, la ética o el cambio social. Al
contrario, el posestructuralismo asigna un nuevo papel a la teoría, considerándola como una
intervención política. El conocimiento posestructural da forma a la realidad en vez de reflejarla
pasivamente. La producción de nuevos saberes es una actividad que cambia el mundo, reubicando
otros saberes y validando nuevos sujetos, prácticas, políticas e instituciones.

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RECONOCER LA PERFORMATIVIDAD DEL DISCURSO ES RECONOCER SU PODER, su habilidad para
producir “los efectos a los que da nombre” (Butler, 1993: 2). Sin embargo, el proceso de repetición
mediante el cual el discurso produce sus efectos se caracteriza por sus titubeos e interrupciones.
Los estudios geográficos recientes sobre los sujetos económicos resaltan esta dimensión
performativa del discurso. A diferencia del sujeto modernista racional y coherente, el sujeto
económico posestructuralista está sujeto de forma incompleta. Su identidad siempre está en
construcción y se compone parcialmente mediante las prácticas diarias y discontinuas que dejan
espacios abiertos para la (re)invención y la perversión.

HASTA ESTE PUNTO, CON SU ÉNFASIS SOBRE EL PODER CONSTRUCTIVO Y perturbador del
discurso, la discusión sugiere que el posestructuralismo alberga el potencial para ofrecer un nuevo
modelo de investigación en geografía. Si al conocimiento no se le asigna la tarea de proveer un
reflejo preciso de la realidad.

Ecosofía

La ecosofía es una corriente que, dentro de la ecología y a fines del siglo XX, rebasa la
posición antropocéntrica del movimiento ecológico, involucrando su dimensión espiritual y
global. Ve también la necesidad de tomar medidas no sólo para la protección del medio
ambiente, sino de impulsar un cambio profundo de la visión del mundo, que retorne a los
principios universales.

La ecosofía puede cumplir la función de puente. Dentro de la ecosofía existen muchos


puntos de acceso, pero lo decisivo es que en ella no existe ninguna ideología especial o
limitada. La ecosofía es un modelo en el cual, distintos grupos con ideologías diferentes,
pueden trabajar conjuntamente por el bien del medio ambiente, y podría llegar a ser la
base de una nueva filosofía en el siglo XXI.

Es interesante que la ecosofía haya reconocido que la crisis postmoderna es una crisis de
los valores y de las ideologías fracasadas del siglo XX, es decir, de la visión positiva
materialista. La ecosofía se encuentra a la búsqueda de una visión del mundo más amplia,
más profunda y más global. Para la realización de este trabajo, he tomado como referencia
un libro que contiene una recolección de párrafos de los representantes más importantes de
la ecosofía o de la ecología profunda, como Arne Naess, Fritjof Capra, Gregory Bateson,
Joanna Macy. Ambos términos, ecosofía y ecología profunda serán utilizados como
sinónimos.

LOS CUATRO CAMPOS DE LA ECOSOFÍA- El mandala de la ecosofía

Los editores anteponen un mandala que representa cuatro columnas, o campos de la


ecosofía, como visión del mundo. Esos cuatro campos son:

119
I) El campo científico: Lo cognitivo, es decir, los conocimientos de la ciencia que nos
dirigen hacia una nueva visión del mundo: la teoría general de los sistemas, la visión del
mundo holonística, la teoría de Gea, el principio de la organización propia. Esos
conocimientos deben llevar a una comprensión más profunda de las leyes de la vida.

II) El campo emocional: Este campo se ocupa del desarrollo de un nuevo acceso hacia el
mundo, para poder confrontar emocionalmente la crisis global, sin tener que reprimirla. Se
trata de encontrar la forma de poder transformar la tensión que resulta de la conciencia y
del sentir de la crisis global, en energías y sentimientos fecundos, que nos dirijan hacia un
cambio de estilo de vida y hacia una acción global. La compasión debe ser utilizada como
fuente positiva de energía.

III) El campo práctico: Se encuentran por desarrollar alternativas que posibiliten a la


sociedad y al individuo vivir en mejor resonancia con la naturaleza. Se trata de desarrollar
un estilo de vida y un sistema de valores duraderos y capaces para el futuro, y no a costa de
las generaciones venideras. Es importante también la conexión de todas las iniciativas y
organizaciones que se esfuerzan por desarrollos capaces para el futuro, para promover a
través de ello el nacimiento de efectos sinergéticos.

IV) El campo espiritual: Tiene como finalidad el desarrollar de nuevo un acceso vivo
hacia la naturaleza, el abrirse a una mística natural y descubrir lo común de lo sagrado.
Considerarse a sí mismo como parte de la red de vida, y en razón de ello, desarrollar una
responsabilidad más amplia que sea más global, menos antropocéntrica y oportunista.

La frase el desarrollo del Ser ecológico que aparece en el centro del mandala, indica el
objetivo. La idea del Ser ecológico es una de las claves de la ecosofía. A continuación
profundizaremos un poco más los campos tratados.

EL CAMPO CIENTÍFICO- a) El concepto del “Ser ecológico”- El concepto del Ser


ecológico amplia el concepto antropocéntrico del Ser a una dimensión ecológica. Gregory
Bateson, cibernético y uno de los precursores de la nueva teoría de sistemas, y con ello de
la ecosofía, explica que las fronteras entre Hombre y Naturaleza son de origen artificial.

Como aclaración a la figura expuesta damos las siguientes citas de Bateson: Define el Ser
de un individuo no sólo por su cuerpo físico, sino a través de las informaciones que un
individuo recibe de su entorno. El Ser es ampliado a través de ello y se conforma de
Hombre y entorno. Según la conciencia, cambian las fronteras del individuo.

Del modelo mostrado, se deriva un nuevo concepto del espíritu: Así obtenemos una imagen
del espíritu, según la cual éste tiene la misma función que un sistema cibernético, es decir,
que actúa como unidad total relevante, que asimila la información atravesando las fases de
intento y error. Y nosotros sabemos que dentro del espíritu, en el sentido más amplio, se
encuentra una jerarquía de subsistemas, cada uno de los cuales podríamos definir
individualmente como espíritu… Algo que yo describo como "espíritu", lo enmarco dentro
del gran sistema ecológico, el ecosistema. O cuando desplazo los límites del sistema a otro
nivel, el espíritu de toda la estructura evolutiva se encuentra inmanente.

120
La ciencia del siglo XXI tiene que dar todavía un gran paso para concebir la idea del
espíritu no como un fenómeno humano, sino como algo que se extiende a toda la
naturaleza. Bateson aboga por la superación del pensamiento egocéntrico y por la
identificación con el medio ambiente en el que vivimos. El relacionar el nivel intelectual
con el nivel del pensar y actuar cotidianos, no es fácil, como Beteson observa. Requiere de
un camino en el pensar, que debe identificarse con el entorno o bien integrar el medio
ambiente en la propia conciencia. Esa conciencia es denominada en la ecosofía como el Ser
ecológico.

b) La idea del Holon- Esta idea introducida por Arthur Koestler es una de las más
importantes en las discusiones científicas más recientes y es utilizada muchas veces en
relación con la ecosofía. Joanna Macy, psicóloga americana y pionera de la ecología
profunda, escribe: Todos los sistemas vivos, ya sean éstos orgánicos, como en el caso de
una célula, o superorgánicos como en el caso de una sociedad, un sistema ecológico, son
holones. Esto quiere decir que poseen un tipo de Ser dual. Son en sí mismos un todo y al
mismo tiempo parte de otro todo superior. El escritor Arthur Koestler acuñó esta idea,
tomando como base la palabra griega para "todo", junto con el sufijo "on", el que significa
"parte".

Fenómenos vivos aparecen por ello como sistemas dentro de otros sistemas, como campos
dentro de otros campos, como un juego de muñecas rusas.

Esta idea muestra que todos los niveles se encuentran conectados entre sí y actúan en
conjunto. Una totalidad de holones que actúan en conjunto se llama holonarquía, término
muy parecido al de jerarquía, el sentido de un orden más grande. En todo caso este término
indica que los subsistemas particulares actúan como unidades independientes, y a pesar de
ello están ligados al orden de la "holonarquía". Por consiguiente, cada holón cumple en
forma independiente con el orden de la holonarquía.

c) La teoría de Gea - Lovelock, juntamente con la bióloga molecular Lynn Margulis,


investigó los procesos que se desarrollan sobre nuestro planeta, y mostró que estos procesos
corresponden más a un organismo vivo capaz de regularse a sí mismo, que al producto de la
casualidad sobre un planeta muerto. La idea central es "Autopoiese" (regulación propia).
Esta idea fue desarrollada por Humberto Maturana y Francisco Varela para la explicación
de modelos de organización de sistemas vivos, y ésta representa hoy en día para muchos
científicos el criterio central de la vida. Dice que un sistema frente al medio ambiente puede
regularse a sí mismo; así por ejemplo, puede mantener su temperatura a un mismo nivel, a
pesar de los enormes cambios que pueda sufrir la temperatura del entorno.

La tierra también se encuentra en condiciones de mantener la temperatura a un determinado


nivel, el porcentaje de sal en las aguas de los mares, la composición de la atmósfera. Estos
son sólo algunos indicios que pueden ser mencionados a favor de la teoría de Gea. La tierra,
durante su evolución, ha vivido ya muchas veces situaciones dramáticas, logrando siempre
alcanzar de nuevo un equilibrio dinámico. Evidentemente, a largo plazo, este cambio no es
problemático para Gea, pero sí lo es para la humanidad, que está haciendo desaparecer las
condiciones para su propia vida y para la de otros seres vivientes.

121
La teoría de Gea pone en movimiento un gran proceso de cambio en el pensar, porque
concibe la tierra y todos los seres vivientes que en ella se encuentran como un gran sistema
vivo u organismo, y no como sistemas que compiten entre sí, como sustenta la vieja ciencia
darwinista y positivista.

Fridjof Capra, un pionero del "nuevo pensar", acuñó, a este respecto, la idea de "red de
vida". En su libro Red de vida- un nuevo entendimiento del mundo viviente, ofrece una
síntesis del desarrollo que conduce a la ciencia moderna. Muchas de estas investigaciones
son la confirmación de una visión global y muestran el nacimiento de una "nueva ciencia".
La ciencia del siglo XXI puede ser ya vislumbrada y es un campo de estudios enriquecedor,
ya que nos posibilita la construcción de un puente entre las verdaderas enseñanzas
esotéricas y los conocimientos actuales; pero quizás lo más importante sea que puede
formar los fundamentos para un actuar conjunto y capaz para el futuro, con los pioneros de
la ciencia.

Félix Guattari creó el término “ecosofía” para desarrollar prácticas específicas para
modificar y a reinventar las formas de ser. Reconstruir literalmente el conjunto de las
modalidades del ser-en-grupo no solamente en acciones de comunicación sino a través de
intervenciones en el propio ser, mutaciones existenciales, como objeto de la esencia de la
subjetividad. Este concepto es establecido como respuesta a las formaciones políticas y
ejecutivas que se muestran poco eficaces de comprender la problemática en el conjunto de
sus intervenciones. Aunque haya una conciencia parcial de los peligros más evidentes que
amenazan al medioambiente, en general las políticas abordan el campo de la contaminación
industrial, pero desde una perspectiva tecnocrática. La crisis ecológica debe ser encarada a
escala planetaria y la verdadera respuesta sólo podrá ser encontrada mientras se realice una
auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción
de bienes materiales e inmateriales. Una transformación intelectual, donde se organicen
nuevas prácticas micropolíticas y microsociales, nuevas solidaridades, nuevo bienestar,
nuevas prácticas estéticas y analíticas de las formaciones del inconsciente.

Guattari articula una teoría ético-política entre los registros ecológicos, de las relaciones
sociales y de la subjetividad humana. “El principio común a las tres ecologías consiste,
pues, en que los Territorios existenciales a los que nos confrontan no se presentan como en-
sí, cerrados sobre sí mismos, sino como un para-sí precario, acabado, finitizado, singular,
singularizado, capaz de bifurcarse, en reiteraciones estratificadas y mortíferas o en apertura
procesual a partir de praxis que permiten hacerlo «habitable» por un proyecto humano. Esta
apertura práxica constituye la esencia de ese arte de «la eco» que subsume todas las
maneras de domesticar los Territorios existenciales, tanto si conciernen a íntimas maneras
de ser, el cuerpo, el entorno o a grandes conjuntos contextuales relativos a la etnia, la
nación o incluso los derechos generales de la humanidad.” (GUATARRI, 1996) Tenía la
convicción de que no se trataba de hacer reglas universales como guía para estas prácticas,
sino justamente lo contrario. La cuestión de la enunciación subjetiva sería planteada cada
vez más a medida que se desarrollasen las máquinas productoras de signos, de imágenes, de
sintaxis, de inteligencia artificial, significando una recomposición de las prácticas sociales e
individuales.

122
Habla de una ecología mental que se verá obligada a reinventar la relación del sujeto con el
cuerpo, el fantasma, la finitud del tiempo y los misterios de la vida y de la muerte, donde el
hombre deberá buscar soluciones para la uniformidad y la manipulación. Cuando teoriza
sobre la ecología social, establece que hay que modificar o reinventar la forma de ser en el
seno de la pareja, de la familia, del contexto urbano, del trabajo, etcétera. Con respecto a la
ecología medioambiental, cree que en ella todo es posible, tanto las peores catástrofes como
las evoluciones imperceptibles, donde los equilibrios naturales dependerán de las acciones
humanas. Recalifica la ecología medioambiental como ecología maquínica, “puesto que,
tanto en el cosmos como en las praxis humanas, nunca se trata de otra cosa que de
máquinas, y yo incluso osaría decir de máquinas de guerra.” (GUATARRI, 1996)

Módulo 8

Fernandez- haciendo met-odhos

¿Cuál es la relación entre lo psíquico y lo social?, aquí se tratará de elucidar los tránsitos de
los universos de significaciones imaginarias sociales a las singularidades de sentido, en la
producción de subjetividad.

Se trata de abrir interrogantes en un campo de problemas de la subjetividad por lo que no se


ha trabajo en el marco de un dominio de objeto unidisciplinario. Interrogar por el cómo y
no por el quién no constituye un mero detalle, allí reside uno de los ejes más fuertes del
problema y una de las mayores complejidades teóricas, que habilita a pensar desde una
noción de subjetividad que implique la indagación de sus procesos de producción más que
de sustancias, esencias o invariancias universales.

¿Cómo de un campo de disponibilidaes de significancia- institucional-social-histórico- se


produce, en nuestro caso, en una actividad grupal, en un momento y no en otro, en alguien
y no en cualquiera, en algunos y no en todos una singularidad de sentido?

Pensar las cuestiones a indagar como campos de problemas atravesados por múltiples
inscripciones: deseantes, históricas, institucionales, políticas, económicas, etc, implica un
doble movimiento conceptual que abarca el trabajo sobre las especificidades de las
diferentes dimensiones involucradas y al mismo tiempo su articulación con las múltiples
inscripciones que las atraviesan. Este modo de pensar intenta superar los reduccionismos
necesarios a las lógicas de objeto discreto que se delimitaron en los momentos
fundacionales de las ciencias humanas que territorializaron tales saberes en disciplinas
académico-profesionales para abrir los modos de indagación hacia criterios
multirreferenciales que den otra inscripción a la imbricación de lo individual y lo colectivo
en los procesos de producción de subjetividad.

Retomando cuestiones planteadas en las páginas precedentes, se trata de pensar en un


campo de problemas, este criterio de indagación supone desdisciplinar las

123
territorializaciones disciplinarias, para poder demarcar las cuestiones de otro modo. Es la
forma en que aquí se busca pensar por fuera de las antinomias clásicas: individuo/sociedad,
sujeto/objeto, estructura/acontecimiento, etc.

Desdisciplinar implica complejos procedimientos eludicatorios: desnaturalizar los dominios


de objetos instituidos sin por ello invalidar los conociientos que ellos han producido y
producen. Supone, a su vez, descontruir las lógicas desde donde han operado sus principios
de ordenamiento, así como también generalogizar, o al menos realizar algunos rasteos
genealógicos que permitan interrogar los a priori desde los que un campo de saberes y
prácticas ha construido sus conceptualizaciones.

Desnaturalizar sus territorios, deconstruir sus lógicas y generalogizar sus conceptos son los
procedimientos de indagación para crear condiciones de posibilidad que permitan construir
programas que tiendan a conexiones que desborden los dominios de objeto
unidisciplinarios.

Pensar desde un campo de problemas se diferencia en este sentido de la idea de objeto de


conocimiento. Pensar problemáticamente es trabajar ya no desde sistemas teóricos que
operen como ejes centrales sino pensar puntos relevantes, que operen permanentemente
descentramientos y conexiones no esperadas; el problema no es una pregunta a resolver
sino que los problemas persisten e insisten como singularidaes que se despiegan en el
campo.

Se trata de pensar- entendiendo el pensamiento como un modo de experiencia, sabiendo


que en el camino no quiebre de sentido comunes disciplinarios necesariamente se
transitarán zonas borrosas tal vez imposibles de evitar si se intenta eludir las comodidaes de
lo ya sabido. Atrave sando las fronteras de los setnidos comunes de las territorializaciones
disciplinarias, intentando no recaer en los binarismos que han sido base de
sustancializaciones y esencialismos diversos. Es necesario subrayar entonces que el
pensamiento como mmodo de experiencia supone pensar en el límite de lo que se sabe.

Se trata del desafío de hacer de una serie de preguntas un problema o, mejor dicho una
problemática en el sentido de un agrupamiento de problemas que se relacionan al interior
de un campo abierto. No se trataría tanto de una serie lineal de problemas que, al estilo de
las muñequitas rusas, estarían unos dentro de otros, sino de problemas que en sus derivas e
insistencias presentan puntos y momentos de conexión y desconexión que enlazan y
desenlazan.

Demarcar o delimitar un campo de problemas a partir de las múltiples cuestiones que en el


confluyen. Programa- deleuze, plantea que constituye por los puntos de orientación que
conducen una experimentación que desborda nuestra capacidad de previsión y por tanto se
modifican a medida que se implementan. Indagación- termino foucaultiano aludiendoa a
una modalidad o forma específica de construcción de un saber y a la gestión o ejercicio de
adquirirlo y transmitirlo. Interesa caminar en la heterogeneidad eludiendo el camino de la
constitución o comprobación de sistemas. Deverauz, proponía hacer de la ansiedad método,
se intentará aquí hacer de la incomodidad concepto.

124
Abrir interrogación, dar curso y no obturar la incomodidad, de modo que lo invisible opere
visibilidad, lo impensado se vuelva enunciable. Se trata entonces de establecer una demora
que instale las condiciones de posibilidad de un pensar en un campo de problemas, que
habilita un pensar como experiencia de elucidación e indagación, desde un criterio de
problematización recursiva.

Tomar autores como herramientas o instrumentos para pensar. Esta propuesta de


indagación conceptual trabajará con un criterio de construcción de caja de herramientas.
Esta idea foucaltiana supone en principio dos cuestiones básicas:
La elaboración conceptual no tomará las teorías y/o los autores de los que se nutra como
sistemas que operen como fundamentos de verdad o relatos totalizadores. Se trata de
construir instrumentos para pensar problemas.

Su composición no puede realizarse más que gradualmente a partir de la elucidación de


situaciones específicas. Pensar problemáticamente implica construir estratégias de
pensamiento que eviten adhesiones u oposiciones a los autores con los que se trabaja, en tal
sentido supone interrogar dos problemas que sus teorizaciones han hecho posibles.
Problematizar es abrir a la elucidación, elucidar en términos castoriadianos, como ya se dijo
supone, pensar lo que se hace y saber lo que se piensa.

De aquí desde un principio se ha planteado la tarea de pensar como elucidación,


entendiéndola como una labor propositiva, una exploración acerca de, inacabada, sujeta a
revisiones y ajustes provisorios, aunque no por eso menos rigurosos, se tratará de pensar
sobre lo hecho mientras se buscará conocer con mayor precisión eso que, como hecho
deberá ser deshecho, para entender su irradiada composición, un trabajo elucidativo se
nutre de diferentes procedimientos de indagación, retomando lo señalado en páginas
anteriores, los más frecuentes en el estilo de trabajo que se ha conformado son:

Las desnaturalizaciones de sentido comunes discipinarios. Las deconstrucciones de las


lógicas de la diferencia con que opera un campo de saberes y prácticas. El rastreo
genealógico de la construcción de las nociones de los cuerpos teóricos con que se trabaja.

A priori epistémicos, urgencias sociohistóricas tensiones institucionales, confluyen


constituyendo las condiciones de posibilidad de un saber y de las prácticas que habilita, se
delimitan a sus áreas de visibilidad e invisibilidad, sus principios de ordenamiento y sus
formas de enunciabilidad. Por todo lo dicho es necesario aquí el trabajo de pensamiento
desde un criterio de caja de herramientas, actúan produciendo los diagramas de un
pensamiento en construcción.

En síntesis, la caja de herramientas permite: demostrar las teorías evitando su cristalización


en cuerpos de doctrinas. Abrir visibilidad y consiguiente enunciabilidad, permitiendo
nuevas teorizaciones.

La caja de herramientas, en nuestro caso incluye el diseño de dispositivos d eintervención


grupales, institucionales, comunitarios, estos artificios entendidos como máquinas de
visibilidad crean condiciones de posibilidad para la indagación de situación específicas.

125
Pensar- hacer en situación par aimpedir la dogmatización teórica y la esterilización de las
prácticas. El resorte para ello es justamente la caja de herramientas que habilita a pensar en
situación. Así, la caja de herramientas, dispositivos en acción, elucidación de experiencias y
reformulación conceptual permanente constituyen el ciruito de problematización recursiva
que se ha considerado pertinente para el trabajo emprendido.

No se trata aquí de una metodología que se define a priori, sino que a partir de los
problemas que necesita pensar se despiegan criterios y recaudos metodológicos en situación
que van gestando orgánicamente su propio estilo de indagación.

Así se abordarán los procedimientos por los cuales de un magma de significaciones


imaginarias sociales se produce un sentido; las modalidades rizomáticas con que operan las
lógicas colectivas de la multiplicidad, las modalidades identitarias con que operan las
lógicas de la representación, las afectaciones diferenciales que se producen en ellas y los
juegos micropolíticos que despliegan, arriba finalmente a la elucidación de un taller que
pone en visibilidad algunas modalidades con las que operan los cuerpos en las instancias
colectivas y las consiguientes dificultades de conceptualización que presentan.

Territorio, ámbito y campo. Maceiras y Bachino

Los tres están vinculados a posturas epistémicas. Tienen que ver con la posibilidad de conocer y
comprender lo que hay ahí, en la delimitación de un recorte de realidad puesto a consideración.
Tiene que ver con la naturaleza de la relación entre quien pretende conocer y comprender y
aquello que tiene por destino ser comprendido o conocido.

Territorio- Es tributaria a una concepción epistemológica positivista propia de la modernidad,


la que erige a las disciplinas como organizadoras del conocimiento, y en términos globales de
una cosmovisión del mundo regida por la primacía de la razón y el progreso permanente o
linean. Por lo tanto, todo acto de conocimiento que contemple a un objeto y un sujeto
cognoscente se concibe en “compartimentos”.

La modernidad pone en énfasis la razón como valor último, desplazando a la emoción del sujeto,
la cual se percibe como interferencia u obstáculo, ya que le quita estatuto científico a ese
conocimiento. El sujeto que intenta conocer se ubica separado del recorte de realidad que define
como su “objeto de estudio”. Objeto formal y abstracto que es medible, reproducible,
cuantificable, autónomo, no contradictorio, univoco y que se halla desligado de un sujeto
cognoscente, que a su vez tiene las características de ser a-histórico, aséptico, trascendente y
que en su interpretación de la realidad buscará verdades última regidas por la obtención de una
pretendida objetividad.

Se busca generar visibilidad y comprensión, a la vez que construir estrategias de intervención


desde un territorio disciplinario y disciplinante. Teoría y técnica despliegan, en ese sentido, su
mayor violencia simbólica, ya que diagraman y construyen el objeto de estudio que tiene ante sí.
La violencia simbólica consiste en poner formas conocidas como convenientes y legítimas,
produciendo efectos territorizaliantes que no se presentan como tales al percibirse como

126
universales. El técnico investigador, interpreta y aplica buscando formas de reencontrarse con un
conjunto de certezas que empalmen con el universo teórico disciplinario del cual partió.

Lo que impera es la lógica de la trascendencia, donde a partir del código propio del territorio
teórico disciplinario, se va a otorgar un sentido a lo que se entiende que acontece en aquel lugar
definido como recorte de realidad u objeto. Se interviene sobre un recorte de realidad desde un
referente teórico y que en el encuentro con el referente empírico, produce un efecto de retorno
sobre la teoría en dónde esta se ratifica y rectifica.

Ámbito.
La noción que se plantea Bleger es una categoría que, aunque por momento remite al
disciplinamiento propio del territorio, por otros, tiene la capacidad de abrir el abanico a
nuevas prácticas psicologías que muestran atisbos rupturistas. Estos involucran una ampliación
de los lugares de intervención del psicólogo, al tiempo que promueven el desarrollo de nuevos
modelos conceptuales. Desde una perspectiva actual, lo entendemos como una categoría
bisagra, entre la noción ya referida de territorio y campo.

Bleger toma el concepto de Pichón-Riviere el cual dice que las ciencias del hombre conciernen a
un solo objeto único “el hombre-en-situación”, susceptible de un abordaje pluridimensional. Se
trata de una interciencia, con una metodología interdisciplinaria, la cual permite un
enriquecimiento de la comprensión del objeto de conocimiento y una mutua realimentación de
las técnicas de aproximación al mismo”. También es influenciado por las concepción de Atención
primaria en Salud, donde el hombre es entendido como un ser bio-psico-social y por lo tanto
compartimentado por distintas disciplinas en una lógica propia del territorio.

Bleger apunta a comprender al sujeto en el transcurrir de su vida cotidiana, afirmando que es ahí
donde es necesario intervenir para prevenir la aparición de enfermedad o promover conductas
más saludables. Manifiesta que es necesario desarrollar nuevos instrumentos conceptuales y una
concepción del trabajo en equipos interdisciplinarios. Asocia la práctica con la investigación,
donde la primera ya no es solamente aplicación de técnica, la práctica es el centro de la
investigación, criticando al modelo médico tradicional alejado de la investigación.

Ámbito a veces aparece referido a lugar de trabajo entendido empíricamente y es cuando lo


vemos más cerca de la noción de territorio, propio del paradigma positivista, ya que está
posicionado desde una lógica del objeto discreto, sin embargo establece la siguiente distinción:
la psicología social no se encuentra definida por el número de personas ni por el lugar donde se
trabaja, sino por el enfoque que se utiliza; esto lo aleja de la restricción positivista explicada en
territorio.

Campo
Esta noción nos siguiere que no estamos ante un objeto discreto. Nos ubica en una concepción
epistemológica de la complejidad, que implica una nueva manera de pensar y pensarnos a
nosotros mismos. Campo nos aleja del objeto discreto, nos invita a posicionarnos desde una
epistemología que contemple lo transdisciplinario, que permita generar mayor visibilidad.

Poniendo en consideración el dualismo sujeto-objeto, ya no es sujeto cognoscente y objeto a ser


conocido, sino que todo lo contrario, el signo que los separa debería ser ( : ) y no ( - ), para así

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plantear el “sujeto:objeto”, donde la relación que se establece es de indeterminación, la relación
no está marcada y no sabemos cual es. Las fronteras que separan ahora son difusas.

La figura se ubica en el lugar del objeto cognoscente no sería la del técnico, asentado en
formaciones y dominación y ejercicio de violencia simbólica, sino la del investigador, ya que
como vimos, no hay nada que aplicar, donde el sujeto cognoscente esta desterritorizalizado pero
que deviene en constructor de un campo de conocimientos, mientras que le objeto deviene en
campo de problemáticas a formular.

En el campo no hay un lugar para lo teórico por un lado y lo práctico por otro, sino que hay
relaciones de indeterminación entre teoría y práctica (teoría:práctica). La tarea positiva apunta
al desdisciplinamineto de los cuerpos disciplinarios, cuestión que implica incurrir en
procedimientos complejos, los cuales podríamos descomponer en tres grandes líneas:

1. Desnaturalizar los dominios del objeto instituido sin por ello invalidar los conocimiento
que ellos han producido y producen
2. De construir las lógicas desde donde han operado sus principios de ordenamiento
3. Genealogizar o al menos realizar algunos rastreos genealógicos que permiten
interrogar los a priori desde los que un campo de saber y prácticas han construido sus
conceptualizaciones.

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