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Lonergan - Las Personas Divinas Consideradas en Sí Mismas - El Dios Tripersonal
Lonergan - Las Personas Divinas Consideradas en Sí Mismas - El Dios Tripersonal
1. Cuestión 10: Lo que parece que haya de entenderse por el nombre de la Persona.
{153}
Por lo anterior consta que en lo divino hay tres relaciones reales, subsistentes,
realmente distintas entre sí, a saber, el Padre, el Hijo, y el Espíritu santo. Ahora se pregunta
si estas relaciones son en verdad personas en sentido propio. Por lo cual conviene
determinar primero lo que debe entenderse con el nombre de persona.
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
son personas, tanto de acuerdo con el nombre, como de acuerdo con la definición, como de
acuerdo con la constitución metafísica, como de acuerdo con la conciencia, como de
acuerdo con las relaciones entre ellos mismos y respecto a nosotros.
Ahora bien, conviene declarar lo anterior más particularmente pues la estructura
heurística suele desarrollarse de tal manera que no sólo pasa a conocer más plenamente lo
verdadero, sino que también nos entrega y nos manifiesta la mentalidad oscurecida del
hombre caído. Por lo cual parece que ha de decirse algo acerca de cada una de las etapas.
Primero, pues, aunque puede exponerse correctamente la definición de Boecio8, con
todo, no se la expone sin dificultad. Pues si la persona es la substancia individual de
naturaleza racional, tres personas parecen ser tres substancias; pero en Dios no admitimos
sino una substancia, por tanto, tal como suenan las palabras, la definición de Boecio más
crea dificultades que las resuelve. La definición de Ricardo no parece tener sino
importancia histórica, por lo que decidimos hablar después, en una cuestión anexa, del
asunto de la incomunicabilidad9. Por lo que no queda sino la definición de Aquino, misma a
la que ya hemos expuesto más ampliamente en otra parte10. {156}
Segundo, {314} aunque discutan los autores sobre todo acerca de la constitución de la
persona finita11, apenas pueden discutir acerca de la constitución de la persona infinita,
pues hay tanta simplicidad en la persona divina, que son realmente uno y lo mismo la
esencia, la existencia, la relación, la subsistencia, la propiedad, y el acto nocional de la
misma persona. Por lo cual, como no tiene caso el ponerse a discutir sobre las realidades
[que ya son], no se hacen debates sino sobre la definición de la persona divina; y estos los
dejamos para responderlos más convenientemente en unas cuestiones anexas.
Tercero, respecto a la conciencia se da una cuestión más profunda, más sutil y más
grave. Su gravedad es patente: pues si son tantas personas cuantas conciencias, o bien de
las tres personas se concluye en un triteísmo, o se afirma un Dios unipersonal debido a la
unidad divina12; e igualmente en Cristología: o la unidad de la persona conduce al
monofisismo, o la distinción de las dos naturalezas conduce al nestorianismo; y tampoco el
kenoticismo abre en verdad un camino intermedio.
La sutileza de la cuestión se origina en la misma noción de la conciencia. Pues una
cosa es ser consciente, y otra es saber (con una ciencia en sentido propio) que se es
consciente. Lo primero versa sobre todo, pues no es sino la misma presencia de la mente
para ella misma; y tal presencia se realiza por lo mismo que nuestra naturaleza sensitiva o
intelectual actúa captando o tendiendo-a; y no importa qué objeto se capte o al que se
tienda, con tal que conscientes y conscientemente captemos y tendamos a otras cosas, ni
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nos volvemos conscientes porque nos volvamos hacia nosotros mismos, pues la conciencia
se halla del lado del mismo sujeto que se hubiera de volver, y no del lado del objeto al que
se vuelva. Ahora bien, realizada dicha vuelta, empieza otra cosa que se llama saber que se
es consciente. Pues el consciente se coloca a sí mismo del lado del objeto, en la medida en
que entiende y concibe la conciencia y afirma que él es consciente. Por lo cual, el sujeto
consciente mismo y la misma conciencia del sujeto antecede y acompaña toda intelección,
concepción y afirmación de sí mismo como consciente y, si se omiten estos, el sujeto sale
sobrando; pero a no ser que definamos lo que es la conciencia y a no ser que afirmemos
verdaderamente {316} que nosotros somos conscientes de acuerdo con la definición, no
alcanzamos la ciencia en sentido propio de nuestra propia conciencia13.
{157}
A dicha sutileza se le agrega la profundidad de la cuestión. Pues el
conocimiento humano se lleva a cabo por tres pasos, a saber, primero, el que
experimentemos interna o externamente; segundo, el que entendamos y concibamos al
inquirir en lo sensible o en lo consciente, y tercero, el que afirmemos lo verdadero, y por lo
verdadero como en un medio conozcamos al ser, cuando reflexionamos y ponderamos la
evidencia. Pero una cosa es llevar a cabo por estos tres pasos el proceso de conocer, y otra
cosa es conocer en tres pasos el conocimiento nuestro llevado a cabo en esos tres pasos. Por
lo cual, quien lleva a cabo esos tres pasos de suerte que llega sólo a conocer el primero, se
afiliará al partido de los empiristas, que no reconocen como cognoscible para nosotros sino
las cosas sensibles externas y el 'yo' empírico interno; y aunque esto choca evidentemente
con la misma inteligencia de ellos, con todo, una misma doctrina se defiende de muchos
modos diversos, y por ello a veces se llama materialismo; luego, sensismo; tercero,
empirismo, cuarto, fenomenología; quinto, positivismo; sexto, pragmatismo. Otros llevan a
cabo esos tres pasos del conocimiento de suerte que perciben clara y distintamente no sólo
el primer paso sino también el segundo.; y como los sensibles mismos o los sensibles y
conscientes suelen entenderse de manera diversa por diversas gentes, estas gentes se llaman
relativistas en cuanto que no pueden tener por verdadero ningún inteligible sin más, o se
llaman inmanentistas en cuanto que no se llega al ser sino por algo verdadero desconocido
para ellas; o se llaman idealistas en cuanto que nada puede ser verdadero sino cuando se
lleve a cabo la intelección de todos los inteligibles; o se llaman pragmatistas
(instrumentalistae) en cuanto que consideran que verdadero aquel inteligible que conduzca
a consecuencias prácticas y felices. Y por fin, otros no sólo conocen por tres pasos, sino
que también perciben cuáles son estos mismos pasos; y estos son los realistas que afirman
que el ser proporcionado a nuestro conocimiento se compone de potencia, forma y acto así
como que nuestro conocimiento se lleva a cabo experimentando, entendiendo y juzgando.
Siendo esto así, quien habla de la conciencia humana, fácilmente cae en el error a no
ser que tenga contempladas casi todas las filosofías y sepa lo que expresan de verdadero o
de falso. Y si se yerra tan fácilmente acerca de la misma conciencia humana, más
fácilmente se introduce la falsedad cuando desde la conciencia humana se pasa
analógicamente hasta concebir la conciencia divina. {318} Por lo cual no fue irracional el
proceder de aquellos teólogos que {158} prefirieron más bien callar que errar acerca de la
conciencia divina.
13 Sum. theol., I, q. 87, a. 1 ss. Véase Cristo: Su Constitución Ontológica y Psicológica, COL7, p.156-89.
[También son relevantes: “Cristo en cuanto sujeto: una respuesta”, Collection, col4, pp. 166-68, y
“Estructura cognoscitiva”, Ibid., pp. 208-10, y Method in Theology, pp. 8-9].
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Pero en nuestros tiempos se incremente lo agudo de la cuestión. Pues por una parte
parece percibirse más claramente la esencia (ratio) íntima de la persona; pues se dice que es
propio y distintivo de la persona el que ella misma sea tal cual haya visto que puede ser y
haya querido llegar a ser. Y dicho percibir y llegar a ser de la persona casi es su existir14, y
no se lleva a cabo en alguna soledad ideal sino en las circunstancias concretas de la vida
humana y a una con otras personas. Ahora bien, por otra parte, si esta es la verdadera
concepción de la persona humana, no se pasa fácilmente a concebir analógicamente la
persona divina. Más aún, es más grave el que de tal manera se insiste en el sujeto y de tal
manera se condena todo aquello que incluya la noción (ratio) de objeto que esta doctrina no
es compatible ni con la fe ni con la teología tradicional. Pues como nuestra fe es la
afirmación de lo verdadero (DB 1789, 1791; DS 3008, 3010) de suerte que, mediante lo
verdadero, alcancemos la realidad divina revelada a nosotros, no puede suceder que se
rechace toda la noción de objeto y de objetividad sin que a la vez se rechace nuestra misma
fe tal como la entiende el concilio Vaticano I. Y como además la tradición católica y
teológica se funda en lo verdadero y en el ser, igualmente es necesario que el desprecio del
objeto sea un desprecio de la teología tradicional.
Visto lo anterior, como no se pueden ignorar ni menospreciar las opiniones
recientes, 15 pensamos que ha de discernirse entre lo verdadero que en nuestro tiempo se
dice con verdad acerca de la persona y, por otra parte, lo que provenga del empirismo y del
inmanentismo filosófico. Pues lo que verdaderamente se capta de la noción de la persona,
no se funda en que no se suba hasta el tercer paso de nuestro conocimiento, más allá de la
experiencia y de la inteligencia. Más aún, en la medida en que se deja de lado a la reflexión
racional, a la captación del incondicionado virtual, 16 a aquella necesidad inteligible
autónoma por la que la expresión de la palabra verdadera emana de la inteligencia refleja, y
a la necesidad consiguiente igualmente autónoma e inteligible en la que consiste una
obligación moral y emisión del acto de querer, en esa medida se dejan de lado las cosas que
son más propias y distintivas de la persona.
Por lo cual, aunque digamos que la objetividad y el objeto sea múltiples según la
diversidad de los pasos por los que se lleva a cabo el conocimiento humano, los demás
sentidos como que se reducen a éste principal: que la objetividad no es sino la verdad, y el
objeto no expresa nada sino lo que se da a conocer mediante lo verdadero. Nadie puede
rechazar este sentido, si ha visto que la {320} suprema perfección de la persona consiste en
las emanaciones inteligibles según la verdad y lo laudable. Y ya sea que se acepte la fe
según la mentalidad del concilio Vaticano I, ya sea que se reconozcan la solidez y
profundidad de la teología tradicional, tampoco se exige ninguna otra objetividad ni sentido
del objeto.
Ahora bien, consideramos que no hemos dejar de lado lo que en estas cosas parece
engañar a muchos, a saber, que así como hay un doble realismo, el innato y el crítico, así
también de dos maneras se dice 'real,' 'objeto,' 'evidente,' {159} 'conocer,' y demás. Pues una
es la esencia (ratio) de la realidad, objetividad, evidencia, y conocimiento en cuanto una
cierta confianza animal se pone en un mundo de los objetos de los que cada uno son 'ya,
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afuera, ahí, ahora, y en este sentido, reales'17. Y otra es la esencia (ratio) de tales nociones
en cuanto que la mente, conducida por las preguntas, debido a la intelección de las cosas
que experimenta concibe las naturalezas de las cosas; afirma lo verdadero debido al
incondicionado percibido, y en lo verdadero como en un medio capta el ser18.
Ahora bien, la ambigüedad del conocimiento prefilosófico es tal que ambos modos
son realistas. La desgracia del inmanentismo consiste en que rechaza el realismo innato sin
llegar al realismo crítico. La fenomenología trascendental es tal que 1) empieza por el
realismo innato, 2) que por una cierta suspensión no sólo del juicio sino también de todo
'interés' considera esta realidad innata como un fenómeno, 3) que reconoce también los
fenómenos internos además del fenómeno exterior, 4) que rechaza aquella tendencia y
orientación innata que reduciría los fenómenos internos a los externos (como el
mecanicismo y el conductismo), 5) que alaba una nueva orientación 'trascendental' que
reduzca los fenómenos externos a los internos19. Sin embargo con todo esto no realiza nada
sino una inversión del realismo innato; pues donde antes todo se reducía al objeto del
realismo innato, ahora todo se reduce al sujeto del mismo realismo, por cierto concebido de
un modo más sutil. Pero un sujeto tal es menos que humano. Y tampoco se llega a revelar el
sujeto humano, hasta que por el incondicionado se llegue a lo verdadero y en lo verdadero,
como en un medio, se conozca el ser. Y si no se llega hasta lo verdadero y al ser entendidos
en este sentido, se pueden por cierto usurpar {322} las palabras 'verdadero y falso, ser y
existencia, existente y trascendente, presencia y participación,' pero no por eso se llega en
realidad más allá de los límites de un cierto inmanentismo nuevo.
Y se ha dicho todo lo anterior para que aparezca más claramente el modo como
convenga proceder respecto a la conciencia. Pues si se capta y considera la conciencia bajo
la esencia (ratio) de lo verdadero y del ser, se salvan a la vez la misma noción y naturaleza
de la conciencia y el método tradicional de la teología que trata de las cosas verdaderas y de
los seres, y el dogma católico que por lo verdadero se acerca a Dios en cuanto tripersonal.
Pero si alguien teme aparecer con una opinión anticuada, si renuncia a la esencia (ratio) de
lo verdadero y del ser para escrutar más íntimamente al sujeto, no sólo se implica a sí
mismo en el inmanentismo, idealismo, o relativismo sino que también, queriendo o no, se
suscribe al partido de los liberales y modernistas.
Siendo esto así, es necesario que reflexionemos en la conciencia de la persona
divina como en un ser conocido por lo verdadero. Y si esto se hace, todo el asunto se lleva
a cabo casi sin ningún problema. Pues carece de sentido el 'entender [estando] inconsciente'
(intelligere inconscium); igualmente carece de sentido el 'entender inconscientemente'.
(intelligere inconscie){160} Ahora bien, el existir divino es el entender divino; por tanto el
existir divino es consciente y lo es conscientemente. Además, las procedencias divinas, las
relaciones divinas subsistentes, y cualquier otra cosa que se dice que existe realmente en
Dios, también se identifican realmente con la existencia divina; por tanto igualmente son
conscientes y lo son conscientemente. Por lo cual, si las relaciones divinas reales,
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subsistentes, realmente distintas entre sí son personas, entonces son personas conscientes y
se distinguen entre sí conscientemente.
Por fin, se aplica casi la misma idea (ratio) respecto a las relaciones interpersonales.
Pues uno es el personalismo digno de alabar, y otro es el personalismo exagerado.
Llamamos exagerado al que, haciendo a un lado la noción (ratio) de lo verdadero y del ser,
quiere atender a la sola experiencia de la intersubjetividad. En cambio consideramos digno
de alabar al que de tal manera insiste y se apega a lo verdadero que lo verdadero siempre es
la medida, y nunca disminuya lo verdadero revelado para que parezca concordar más clara
o fácilmente con la experiencia concreta, vital, y personal.
Visto lo anterior, hemos de volver a la cuestión principal, a saber, aquello que ha de
entenderse bajo el nombre de persona. Pues hemos entendido cinco cosas. Pues, primero, la
persona es un nombre común con el que respondemos al que nos pregunta ¿qué tres?
Segundo, la persona es, según la definición de Aquino, un 'subsistente distinto en
naturaleza inteligente.' Tercero, la persona divina o bien es una relación subsistente, o bien
un subsistente distinto por su relación. Cuarto, la persona divina es un sujeto distinto y
consciente de sí tanto en cuanto sujeto como en cuanto distinto. Quinto, por las relaciones
interpersonales {324} las personas divinas no sólo se relacionan entre sí, sino que también
son constituidos en cuanto personas.
Estas cosas son coherentes entre sí de tal manera que puesta la definición, se sigue
lo demás. Y por ello no todas las cinco cosas han de establecerse acerca del Padre, del Hijo
y del Espíritu antes de que podamos llamarlos personas en sentido propio, sino que basta la
verificación de la sola definición para que se les atribuya a ellas correctamente el nombre
de personas.
En cambio, como la noción de persona, como se ha dicho, se ha entendido más
plenamente con el paso del tiempo, las cosas que le pertenecen a un descubrimiento
posterior no se encontrarán puestas explícitamente en la tradición anterior. En vano se
buscará en Agustín la definición de Aquino; ni de ello se concluirá legítimamente que la
doctrina católica acerca de las personas divinas no sea otra cosa que la conveniencia de un
nombre común, para que se hable más fácilmente del Padre, del Hijo, y del Espíritu
simultáneamente. Pues {161} dicha conclusión le pertenece al mismo género de la opinión
rechazada, a saber, 'que hay que volver a las fuentes primeras, y que las constituciones y
decretos más recientes del magisterio han de explicarse por los escritos más antiguos.' 20 De
manera semejante, aunque los teólogos medievales no hayan acostumbrado discutir acerca
de la conciencia, es evidente para los católicos que ni los teólogos ni los fieles han adorado
nunca a un Dios inconsciente ni a unas personas divinas inconscientes. Pues, ¿quién le
pediría misericordia a un inconsciente, o quién no considera que tiene que pedirla? Y si le
pertenece al sentido de los fieles el que las personas divinas sean conscientes, al teólogo le
toca buscar el camino para declarar clara y distintamente esta conciencia, para que no
reciba la reprensión del servidor inútil, que escondió en la tierra el talento que recibió de su
Señor.
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1. Términos:
relación: orden de una cosa hacia otra.
divina: increada
real: que no sólo es pensada sino que también se afirma que existe verdaderamente.
subsistente: ser sin más, aquello que existe. Por tanto no son subsistentes 1) los
accidentes que existen en aquello que es; 2) los principios intrínsecos de un ser, pues ellos
no existen sino que con ellos {326} se constituye aquello que existe; 3) las cosas posibles que
pueden existir pero no existen; y 4) los seres mentales que sólo son pensados pero no se
afirma que existan verdaderamente.
realmente distintas son aquellas cosas de las que una en cuanto real no es la otra en
cuanto real.
se llaman propiamente: se llaman de acuerdo con la misma esencia (ratio) de la
cosa, y por tanto no en sentido translaticio, como sucede en la metáfora, en la metonimia,
etc.
persona: un subsistente distinto en naturaleza inteligente. {162}
naturaleza: principio del movimiento y del reposo en aquello en que se encuentra
primariamente y de por sí y no por accidente.
inteligente: que se refiere a todo el ser, a todo lo verdadero, a todo lo bueno.
2. Estado de la cuestión
Se continúa el argumento ya empezado y frecuentemente explicado. Pues lo que se
concluye ciertamente desde las fuentes de la revelación por el camino analítico, eso mismo
se entiende en cierta medida por el camino sintético. Pues se nos manda creer para que
entendamos. Por tanto de las cosas creídas por el camino analítico sacamos conclusiones
para que creamos más plena, exacta y distintamente. Pero procedemos por el camino
sintético para alcanzar el fruto de la intelección.
Por tanto el estado de la presente cuestión es tal que se presuponen muchas cosas ya
llevadas a cabo y a ellas no se les añade sino un pequeño elemento de intelección. Pues se
presuponen todas las cosas que se concluyen directa o indirectamente de las fuentes de la
revelación en el camino analítico, ya sea respecto a otras cuestiones, ya sea también
respecto a la presente cuestión. También se presuponen todas las cosas que se han
entendido en alguna medida en el capítulo segundo acerca de las procedencias, y en el
capítulo tercero acerca de las relaciones. Como se suponen, no se repiten aquí. Por tanto ese
pequeño elemento de la intelección por alcanzar no es sino captar el nexo puesto en la
afirmación, a saber, que si hay relaciones divinas reales, subsistentes y distintas realmente
entre sí, entonces son personas en el verdadero sentido del nombre.
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3. Argumento:
Las Relaciones divinas reales, subsistentes y distintas realmente entre sí
propiamente se llaman y son personas si son subsistentes distintos y en
naturaleza inteligente21.
{328} Es así que son subsistentes distintos y en naturaleza inteligente.
21 [La afirmación parecería tautológica si no se agregaran las palabras “en una naturaleza intelectual”. La
significación parece ser que las relaciones divinas reales son y se llaman propiamente personas si satisfacen
la definición de persona, esto es, si son subsistentes, distintas, y en una naturaleza intelectual. Véase la
breve afirmación sobre la premisa mayor, que sigue inmediatamente].
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3. Siete Cuestiones
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{332}
Y si se insistiera en que Dios subsiste, se responde que esto no se niega. Pues
aunque Dios subsista, con todo no subsiste como un cuarto fuera del Padre, del Hijo y del
Espíritu, pues no se distingue realmente de éstos.
Y si se insistiera en que Dios se distingue mentalmente de las personas, se responde
que las distinciones mentales fundan la enumeración de aquellas cosas que no están en Dios
sino en nuestra mente.
Y si se insistiera que en Dios no hay sino un ser subsistente, un subsistir, un
principio de subsistir, todo esto se ha de conceder. Pues por el modo de significar, estas
cosas no expresan aquello-que-es sino aquello-por-lo-que es; por tanto, claramente no se
refieren a las personas divinas sino a la substancia común.
Y si se insistiera en que las relaciones no le añadan al mismo existir subsistente un
subsistir ulterior, y que por ello no puede suceder que haya tres subsistentes, se responde
que la objeción supone algo falso, a saber, que las relaciones le añadan realmente algo al
mismo existir subsistente y que se combinen con él. En verdad, las relaciones son lo mismo
que el mismo existir subsistente, y porque son lo mismo, subsisten igualmente. Y si
subsisten las tres relaciones distintas realmente entre sí, hay en Dios tres que subsisten.
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25 [Esta noción filosófica (escolástica) de número trascendental no es la misma que la noción matemática de
número trascendental. Lonergan se refiere a ésta última en Fenomenología y Lógica…, p. 60].].
26 Sum. theol., I, q. 30, a. 3.
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estas causas es subsistente. Por tanto, aunque el subsistente finito de naturaleza inteligente
sea distinto y tenga relaciones, sin embargo, así como el subsistente mismo, así también la
distinción del subsistente y las relaciones del subsistente tienen unas causas intrínsecas, y
ninguna de estas causas intrínsecas es subsistente. Por tanto, en la naturaleza inteligente
finita no puede suceder que la distinción provenga de una relación subsistente; pues en tal
naturaleza se dan el subsistente distinto y relacionado por causas que no subsisten y, como
toda relación sea el orden del sujeto hacia otro, antes se da un subsistente distinto, que es el
sujeto, que el que se dé el orden del mismo hacia otro.
29 Sum. theol., I, q. 3, a. 5. [Respecto a la reducción, Tomás da el ejemplo del ‘punto’ y la ‘unidad’ reducidos
o resueltos en el género ‘cantidad’ porque ellos generan la extensión y el número].
30 Ibid., q. 29, a. 4; véase q. 40, a. 1 [Lo que está entre corchetes en este parrafo el el añadidio propio de
Lonergan aclarando el texto de Tomás].
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ponga la esencia subsistente como distinta por la relación, o ya sea que se ponga la relación
subsistente por la simple realidad divina.
Objeción: Pudiera alguien decir que la subsistencia le pertenece más a la esencia
que a la relación.
Respuesta: aunque esto sea verdadero respecto a las cosas creadas, no por eso es
verdadero de lo divino. Pues como en lo divino no se da ninguna distinción entre aquello-
que y aquello-por-lo-que, nada es real en lo divino sin que por ello mismo sea subsistente.
Además, aunque nosotros concibamos primero la esencia que la relación, no por eso se
penetra {342} más profundamente en la realidad divina misma en la que no hay ningún
género, ni nada anterior ni posterior. [DB 39, DS 75].
Con todo, se insiste que la persona se significa hacia sí misma (ad se), por lo que
parece más verdadera la noción que pone la esencia directamente y la relación lateralmente.
Respuesta: hacia sí mismo no es sino la relación de algo consigo mismo; y toda
relación de ese tipo es sólo un ser mental; por lo cual, hacia sí mismo no parece que
manifieste el concepto íntimo de la persona31. Y si por la relación 'hacia sí mismo' se
entiende la subsistencia, entonces 'hacia sí mismo' ciertamente expresa algo totalmente
propio de la persona. Con todo, {170} como en lo divino todo lo real por eso mismo subsiste,
la noción de la subsistencia no prefiere a la esencia sobre la relación, como se ha dicho
antes.
Con todo, se insiste en que unos nombres son absolutos y otros relativos. Relativos,
como 'amigos,' 'parientes' y 'vecinos; absolutos como 'individuo,' 'supuesto,' 'persona,' o
como 'hombre,' 'caballo,' o 'león.' Por el hecho de que alguien es amigo, pariente, vecino,
padre, o hijo, es amigo, pariente, vecino, padre o hijo de algún otro. Pero por el hecho de
que alguien es individuo, supuesto, persona, hombre, caballo o león, no por eso es
individuo, supuesto, persona, hombre, caballo o león de algún otro. Y este es el sentido que
pretendió Agustín cuando concluyó que la persona no se significa hacia otro, sino hacia sí
misma32.
Respuesta: Este argumento parte del uso de la palabra humana. Ahora bien, aquí no
se trata de la conveniencia del nombre de la persona sino del concepto de aquello que existe
como persona en lo divino. Y no hay que admirarse porque el dogma trinitario no se
encuentre contenido implícitamente en los nombres inventados por los hombres para
designarlos a ellos mismos en cuanto subsistentes distintos racionales.
De nuevo se insiste: pues el concepto formal de la persona habla de un subsistente
distinto en naturaleza inteligente, mientras que el concepto material por el que se verifica el
concepto formal, en lo divino es la relación. Por lo tanto la relación no le pertenece al
concepto formal de la persona sino sólo al concepto material. 33
Respuesta: el que así objeta habla según un concepto análogo que se verifica de un
modo en lo divino y de otro en lo creado; pero la cuestión presente no se refiere a este
concepto análogo, sino al concepto de la persona en cuanto divina.
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Se argumenta {344} ahora lo contrario, diciendo que hay tres personas divinas, y tres
relaciones subsistentes distintas realmente entre sí, y no tres esencias. Por lo tanto ha de
preferirse aquel concepto de la persona divina por el que la persona divina se concibe como
relación.
Respuesta: se resuelven más fácilmente algunas objeciones porque el concepto de la
persona divina sea la relación; pero no por eso se impide que también se resuelvan con el
otro concepto. Pues aunque son tres personas, de ahí no se sigue que sean tres esencias;
pues cuando en el concepto de la persona se coloca la esencia directamente, no se coloca la
esencia en cuanto esencia sino la esencia en cuanto hipóstasis; pero en lo divino la
hipóstasis es distinta por la relación; por lo que las tres personas o tres hipóstasis no son
tres esencias, sino tres subsistentes por la esencia y distintas por las relaciones propias. 34
Se insiste en que la esencia en cuanto esencia es la divinidad, mientras que la
esencia en cuanto hipóstasis es Dios. Es así que no son tres dioses, Luego no hay ninguna
solución.
Respuesta: Si se procede bajo la sola luz de la razón, son lo mismo la hipóstasis, el
subsistente y el supuesto; y según esto vale la objeción. {171} Pero, supuesta la fe, ha de
decirse que la hipóstasis y el supuesto sí son lo mismo, pero uno y otro le añaden algo al
subsistente; pues la hipóstasis o supuesto (real) es un subsistente distinto. Por lo cual,
supuesta la fe, cuando se habla de la esencia en cuanto hipóstasis, marginalmente implica
una relación que la distingue. 35
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pertenece a la noción de la persona, pues en Cristo hay una persona pero dos naturalezas, y
en Dios hay una naturaleza pero tres personas. Por lo tanto la unidad que le pertenece a la
persona es la unidad actual.
Ahora bien, la unidad actual no le añade al ser sino unas negaciones; ya que no estar
dividido en sí mismo niega la división interna, y estar dividido respecto a cualquier otro
niega la confusión con cualquier otro. Por lo cual, como las negaciones no le añaden nada a
las realidades, cualquier cosa es una del modo y con la perfección como sea un ser. Ahora
bien, el ser se significa analógicamente. Por lo cual también la unidad actual se significa
analógicamente de suerte que lo mismo se verifica en varios de manera diversa.
Además, la analogía del ser implica sobre todo una triple distinción en los seres.
Pues unos seres se significan aunque no subsisten, y tales son las causas intrínsecas del ser,
los accidentes a los que les corresponde estar en otro, y los posibles que no le añaden
realmente nada a la potencia del actuante ni a la de la materia, y los seres mentales que no
son nada fuera de la mente. Otros seres se significan sin más, porque ellos mismos
subsisten aunque no subsista todo lo que les pertenece; y tales son los minerales, las
plantas, los animales, los hombres, y los ángeles, todos los cuales subsisten y, con todo,
están compuestos de principios intrínsecos y no subsistentes. Y en fin, otro es el mismo
existir que no sólo subsiste, sino que también es totalmente simple, de suerte que subsiste
todo lo que se identifica realmente con él. Y de este tipo es solo Dios. {172}
La analogía de la unidad actual le sigue a esa analogía del ser. Pues así como los no
subsistentes son menos seres, así también tienen menos actualmente la unidad; pues los
principios constitutivos del ser se refieren uno al otro de suerte que la noción de cualquiera
implique la noción del otro; por lo cual, aunque no estén divididos en sí mismos, con todo,
no están divididos de otro sin más; y lo mismo se diga de los accidentes y mucho más de
las cosas posibles y de los seres mentales. En cambio, los subsistentes creados, así como
son sin más, así son uno sin más, pero de suerte que son muchos bajo un aspecto ya que se
{348} componen de muchas causas intrínsecas; y además, aunque sean sin más en su existir,
con todo en su operar uno necesita de otro de acuerdo con el orden del universo. En
cambio, el mismo existir subsistente, siendo totalmente simple, así como es ser
perfectísimamente, así también es uno perfectísimamente.
Visto lo anterior, hay que añadir algo. De las emanaciones inteligibles se siguen las
relaciones reales distintas realmente entre sí. Tales relaciones, si no están en Dios, no tienen
mayor entidad o unidad que la que se encuentra en el ínfimo grado ontológico de las cosas
no subsistentes. Y si tales relaciones están en Dios, ya que Dios es totalmente simple,
también tales relaciones son Dios y por tanto subsisten; y no subsisten participativamente
como los minerales, las plantas, [los animales], los hombres o los ángeles, sino que
subsisten por esencia ya que su existir es el existir divino y su subsistir es el subsistir
divino. Por tanto las relaciones divinas reales tienen una entidad y subsistencia lo más
perfecta. Ahora bien, lo uno no le añade al existir sino unas negaciones, de suerte que toda
la perfección de la unidad se tenga y se mida por la perfección de la entidad. Por tanto las
relaciones divinas reales, así como tienen una perfectísima entidad y subsistencia, así
también tienen una unidad perfectísima.
Siendo esto así, ahora conviene considerar el modo como las personas divinas y las
creadas se comportan respecto a la incomunicabilidad y a la comunicación.
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
Después de que hemos considerado las cosas que se refieren a la definición de la persona,
ahora tenemos que tratar las cosas que se predican de las personas divinas. Y en primer
lugar, los atributos de las personas divinas se dividen en comunes, propios y apropiados
(Afirmación 9); segundo, se demuestra que las relaciones son propiedades personales
(Afirmación 10); tercero, se investigan los actos nocionales (Afirmación 11); y cuarto, se
pregunta por el orden entre los actos nocionales y las propiedades personales (Cuestión 18).
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Padre e Hijo: Son nombres propios de las personas derivados de sus mismas
relaciones, por las cuales, en cuanto relaciones, se distinguen las personas y, como
subsistentes, se constituyen.
Verbo: Es el nombre propio del Hijo porque implica una relación con el acto de
entender del que emana inteligiblemente. De manera semejante, ser expresado implica la
misma relación, y expresar implica la relación opuesta. Lo mismo valen respecto a ser
concebido y concebir. Sin embargo conviene reservar algunos nombres para designar este
mismo acto en su aspecto absoluto; y así hemos usado la palabra afirmar. (Acerca de expresar,
ver más adelante, p. 368.)
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
cual estos son nombres esenciales. Con todo, si se considera lo verdadero, la verdad, de
acuerdo con el criterio que es la suficiencia de la evidencia captada, implica una relación de
origen, y de acuerdo con esta consideración se tiene como nombre propio del Hijo39. De
manera semejante, si se considera la emanación inteligible desde la evidencia captada en la
palabra, implica lo verdadero de acuerdo con el criterio de verdad, y por tanto la primera
procesión divina puede decirse propiamente emanación de acuerdo con la verdad.
Imagen: Como la imagen es la semejanza expresada, no puede decirse de Dios
Padre. Según Agustín, sólo se dice del Hijo, mientras que según los Padres griegos, al
Espíritu se le llama imagen del Hijo. Aquino resolvió dicha ambigüedad del mismo modo
como prueba que la procedencia del Espíritu santo no es generación, es decir, la imagen no
sólo es una semejanza expresada sino que es aquella que tiene la semejanza en virtud del
origen. Y así la imagen es el nombre propio del Hijo40.
Espíritu: la sola palabra denota la inmaterialidad de la substancia divina, y es un
nombre común. En cuanto se supone que es emitido (spiratus), implica una relación de
origen, y se utiliza como nombre propio41.
Santo: Por la palabra, denota la pureza de la bondad divina, y es un nombre común.
Espíritu santo: Por fuerza de la costumbre, es el nombre propio de la tercera persona
divina. Y por la santidad puede entenderse como propio, en cuanto la emanación del amor
inteligible es aquella en la que {176} consiste la santidad voluntaria (aunque hay que
distinguir con cuidado lo voluntario y lo libre42) de suerte que el Padre y el Hijo son santos
porque son principio del Amor santo, mientras que el Espíritu santo es el mismo Amor que
procede santamente.
Amor, cariño, amar, querer. De por sí no implican ninguna relación sino al objeto
amado o querido; y como esta relación no es de origen, estos nombres son esenciales, como
se dijo antes de lo verdadero y de la verdad. Con todo, así como todo verdadero formal
procede de la evidencia captada, así también todo amor y cariño intelectual procede del
juicio de valor; y por tanto si nos fijamos más en la realidad que en el nombre, se distingue
fácilmente lo propio. Pues así como nosotros amamos y queremos, no porque seamos
nosotros mismos nuestro amor o cariño, sino porque somos principios intrínsecos de este
amor o cariño, así también el Padre y el Hijo propiamente se denominan 'los que quieren
nocionalmente' o 'los que aman nocionalmente' en cuanto que son el principio del que
procede el Amor o cariño divino. Y de manera semejante, propiamente se nombra al
Espíritu santo {356} cuando se dice 'Amor que procede' o 'cariño nocional', porque estos
implican una relación de origen43. Por lo cual, cuando se pregunta si el Padre y el Hijo se
aman en el Espíritu santo, si el caso ablativo se toma como indicando el principio del amor,
se niega; pero si el caso ablativo se toma como indicando aquel que procede, como el árbol
florece en las flores, se subdistingue: se niega si se entiende del amor esencial, pero se
concede si se entiende de un amor nocional44.
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
Don: en cuanto implica una donación gratuita por la benevolencia, que procede del
donante, se da una relación de origen. En cuanto que el primer don por el que se dan los
demás bienes, es el amor de benevolencia, se tiene el nombre propio del Espíritu santo,
pues este primer don es el amor que procede45.
Principio: Es lo primero en algún orden, y según la diversidad del orden se dice
propio o común. Así, el Padre es principio del Hijo; el Padre y el Hijo son el principio del
Espíritu santo; el Padre, el Hijo y el Espíritu santo son el principio de todas las creaturas46.
Porque un principio expresa algo absoluto47, y porque un principio {177} implica una
relación con aquello que procede48, el Padre y el Hijo son un único principio del Espíritu
santo, y las tres personas son un único principio de todas las creaturas; pues son un {358}
absoluto, y en ese absoluto no se implica otra relación que la que se da con aquello que
procede49.
Además, porque en lo divino no hay nada que no sea Dios, por ello no hay nada sólo
como aquello-por-lo-que, y todo es aquello-que. Por lo tanto, aunque lo absoluto que es
principio es la esencia, y la esencia por el modo de significar expresa aquello-por-lo-que,
con todo, como en lo divino subsiste la esencia, también ese principio es subsistente y
principio-que.
Y si se objeta que el principio-que es un supuesto, y que dos supuestos emiten, y
tres crean, se responde que el supuesto es un subsistente distinto, pero todo subsistente es el
ser-que y principio-que, por lo que el supuesto añade la noción de distinto sobre el
subsistente y sobre el principio-que.
Potencia: de Dios se dice o bien sólo según nuestro modo de hablar, o bien
realmente. Se dice sólo según nuestro modo de hablar en cuanto se distinguen la potencia y
el acto de existir, de entender, de afirmar, de querer o, en general, lo perfectible y la
perfección50. Se dice realmente en cuanto que al interior una persona procede de otra, o al
45 Ibid., q. 38, a. 2.
46 Ibid., q. 33, a. 1; q. 36, a. 4; q. 45, a. 6; q. 32, a. 1 ad 3m. DB 460, 691, 704; DS 850, 1300, 1331.
47 Sum. theol., q. 41, a. 5.
48 [Esta frase parece paradójica, especialmente porque después Lonergan dirá en el apéndice 3 que la
‘relación’ es una ordenación de uno hacia otro, y se opone a lo absoluto. La referencia en la Suma a la se
recurre Lonergan pregunta si la potencia de engendrar signifique una relación y no la esencia. La respuesta
de Tomás es: no. La potencia es squello por lo que actúa el agente, y la potencia de engendrar significa la
naturaleza divina directamente, y la relación sólo indirectamente. La potencia no significa la relación misma
de un principio, sino aquello que es un principio, no en el sentido en que el agente es un principio sino en el
sentido de aquello por lo que el agente actúa. En la generación divina, aquello por la que el Engendrador
engendra es común al Engendrado y al Engendrador por una comunidad de identidad. La esencia divina es
el principio por el que el Engendrador engendra. Presumiblemente esto es lo que Lonergan tenía en mente
al referir al lector a este artículo, com se indica unas pocas líneas después en su observación de que “aquello
absoluto que es el principio lo es la esencia…” En Verbum se discute este asunto (pp. 216-17 y nota 54).
Véase en el libro presente seis notas más adelante (n. 54). Tal vez el contenido de ‘absoluto’ se captura
mejor en la noción de aquellas realidades cuyas definiciones se dan a través de lo que las realidades son en
sí mismas, esto es, un absoluto sería cualquier cosa definida mediante sí misma. Así pues, algo que
funcionara como principio sería algo absoluto si hubiera una definición de su realidad que se diera mediante
él mismo].
49 [Y ésta es sólo una relación mental. Véase LONERGAN, Cristo: Su Constitución Ontológica y Psicológica,
COL7, pp. 94-97].
50 Sum. theol. q. 41, a. 4 ad 3m.
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
exterior en cuanto que la creatura procede de Dios51. Se dice al exterior en cuanto potencia
hacia los opuestos, pero se dice al interior en cuanto que se dice verdaderamente que puede
ser aquello que necesariamente es52. En cuanto se dice al interior, es la potencia de
engendrar o emitir; en cuanto la potencia es un principio, directamente se refiere a la
esencia divina; en cuanto que la potencia de engendrar y emitir expresa algo propio,
lateralmente implica la relación53; y por cierto en cuanto la potencia de engendrar es que
engendre, implica lateralmente la paternidad; pero en cuanto que es que se genere alguno,
implica lateralmente la filiación; e igualmente se distingue activa y pasivamente la señalada
potencia de emitir54.
Visto lo anterior, es de admirar la breve y simple elegancia de Aquino respecto a los
principios o potencias, de donde {178} salen los actos nocionales. Pues como en lo divino no
hay ninguna distinción real entre lo perfectible y la perfección, entre la substancia y la
potencia operativa, entre el entendimiento y la voluntad, las preguntas sobre el principio
remoto y próximo del Verbo y del Amor no son sino preguntas respecto al modo de hablar,
y todas ellas se responden por conclusiones puramente filosóficas. En cambio las
distinciones teológicas se dan entre la emanación causal al exterior y la emanación
inteligible al interior, entre el principio de la emanación y aquello que emana, entre la
emanación inteligible de acuerdo con la verdad (secundum veritatem) y la emanación
inteligible de acuerdo con la santidad. Y estas dos emanaciones no se distinguen porque
uno sea lo verdadero divino y otro lo bueno verdadero, ni porque uno sea el entendimiento
divino y otra la voluntad divino, sino porque se implica una contradicción si se considera
igual la emanación de acuerdo con la verdad y la emanación de acuerdo con la santidad,
como se probó antes.
51 Ibid.
52 Ibid., ad 2m. [Esto es, se llama ad extra con base en la potencia que influye en lo que no es necesario
(‘secundum potentiam ad opposita’, pero se dice ad intra en cuanto que lo que necesariamente es se dice
verdaderamente que puede ser)].
53 Ibid., a. 5.
54 Ibid., a. 6, ad 1m. [Lo siguiente de Verbum, pp. 216-17, ´puede ser útil (dejando fuera las notas al calce
donde se citan los textos).
“aunque la generación del Hijo es 'al modo de la acción inteligible,' y aunque un nombre propio del Hijo es la
Palabra, con todo, Aquino no concluye que el principio por el cual el Padre engendre sea el entendimiento
divino ni el entender divino. En nosotros la palabra interior procede del entender, y nuestro entender es
realmente distinto de nuestra substancia, de nuestro ser, de nuestro pensamiento, de nuestro querer. Pero en
Dios, la substancia, el ser, el entender, el pensamiento, y el querer son absolutamente una misma realidad.
Conforme a esto, Aquino hace de la esencia divina el principio de la generación divina (no sólo en su
Comentario a las Sentencias, sino también en la Summa). […] La única esencia divina es común al Padre y
al Hijo. En cuanto del Padre, la esencia es la potencia por la que el Padre engendra; en cuanto del Hijo, la
esencia es la potencia por la que el Hijo es engendrado. La potentia spirandi se concibe de manera paralela.
El Padre y el Hijo son un principio porque son un Dios. Ellos son 'duo spirantes' pero 'unus spirator.' Así
como la potentia generandi significa la esencia divina pero denota una propiedad personal, así también la
virtus spirativa. La procedencia del amor no es voluntaria sino natural, aunque sea 'según el modo de la
voluntad.' El mismo argumento en los mismos pasajes establece la existencia de la potentia generandi y de
la potentia spirandi. […] Parece seguirse que la esencia divina es el principio por el que el Padre engendra
al Hijo y por el que el Padre y el Hijo espiran al Espíritu santo; que la potentia generandi y la potentia
spirandi, aunque in recto signifiquen la misma esencia divina, con todo, in obliquo denotan diferentes
propiedades personales. Todo esto está muy alejado del tipo de teoría trinitaria según la cual el Verbo es
engendrado por el entendimiento divino y el Amor que procede es espirado por la voluntad divina”].
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
Otro, otra cosa: 'Por tanto, aunque uno sea el Padre, otro el Hijo, otro el Espíritu
santo, con todo no son otra cosa'55.
Solo: no se dice absolutamente de suerte que significara solitario; pero se dice
comparativamente acerca de lo esencial, por ejemplo, sólo Dios es eterno56. Pero ha de
usarse con cuidado respecto a los atributos personales por muchas razones intrincadas que
expone Aquino57.
Dios engendró a Dios {362} se dice con verdad. Pues el nombre 'Dios' significa a
aquel que tiene una naturaleza divina, o sea que una esencia señalada concretamente se
pone en lugar de una persona. Ahora bien, uno que tiene naturaleza divina, engendró a otro
que tiene naturaleza divina58.
El Padre, el Hijo y el Espíritu son un Dios, un creador, pero tres existentes, tres
creantes. Lo que se predica de las personas se pone en singular o en plural, según sea
sustantivo o adjetivo el predicado; pues los sustantivos se numeran por sí mismos de
acuerdo con la forma significada, mientras que los adjetivos se numeran por los supuestos
de los que se predican. Se dice un Dios, porque hay una esencia divina; un creador, porque
hay un principio creador, pero tres existentes o creantes, {179} porque hay tres que existen y
crean59. Ahora bien, el símbolo Quicumque [DB 39, DS 75] suele exponerse reverentemente
en cuanto que los adjetivos se formulan con el sentido de sustantivos.
El Padre y el Hijo son un emisor, pero dos emitentes60. La razón de ello es la misma
que antes.
Dios es Padre, e Hijo y Espíritu santo, es una trinidad, es tres personas. Esto es
verdadero por identidad, pues el sujeto y el predicado se refieren a supuestos divinos61.
La substancia, esencia, o naturaleza divina no engendra ni es engendrada ni
procede. (DB 432, DS 804). La razón de ello es que los atributos propios significados
abstractamente no se predican de los atributos esenciales significados abstractamente62. Por
lo demás, conviene recordar lo que se dijo antes63, que es ilegítimo un silogismo que va
desde lo propio a través de lo común hasta lo propio.
55 GREGORIO DE NACIANzo, Ep. 1 ad Cledon., MG 37, 179. DB 432, DS 804. Véase Sum. theol., I, q. 31, a. 2,
donde se aprende además que respecto a las personas divinas han de evitarse los nombres de diversidad,
diferencia, separación, división, disparidad, discrepancia, singular, único, confuso, solitario.
56 Sum. theol., ., q. 31, a. 3.
57 Ibid., a. 4.
58 Ibid., q. 39, a. 4.
59 Ibid., q. 39, a. 3.
60 Ibid., q. 36, a. 4 ad 7m.
61 Ibid., q. 39, a. 6; a. 5 ad 5m. Véase DB 432, DS 804.
62 Ibid., q. 39, aa. 5 y 6.
63 [Véase antes, pp. 264-66].
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2. Afirmación 10: Las Relaciones Divinas Reales constituyen a las personas Divinas,
las distinguen una vez constituidas, y por tanto son propiedades personales.
Es más fácil partir de la prueba, ya que así queda evidente la intención de la afirmación.
Primero, pues, las relaciones divinas reales constituyen a las personas divinas si
dadas las relaciones por eso mismo se dan las personas;
{364} Es así que dadas las relaciones por eso mismo se dan las personas.
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4. Las Personas Divinas consideradas en sí mismas
se da, se dan las personas. Ahora bien, dada la divinidad, o la divinidad subsistente, no se
dan tres personas; y dada la divinidad subsistente y distinta, se dan las relaciones y por
tanto las personas. Luego las personas divinas están constituidas por las relaciones.
Segundo, {181} ha de considerarse la segunda parte de la afirmación, a saber, que las
relaciones divinas reales distinguen a las personas ya constituidas.
Esto se prueba muy fácilmente por una cita respetable.
Pues 'en Dios todas las cosas son uno cuando no se interpone la oposición
relativa' [DB 703, DS 1330].
Es así que las personas no son uno sino tres distintas entre sí.
Luego por la oposición de las relaciones se distinguen entre sí.
Lo mismo se prueba señalando la razón.
Pues las personas divinas se distinguen en la medida en la que cada una de las
personas tiene algo distintivo. Tal distintivo, si es un ser mental, realiza una distinción
mental; pero si es real, o bien es una substancia, o bien un accidente, o bien una relación. Es
así que las personas divinas son realmente distintas, por lo cual lo distintivo no es un ser
mental. También, las personas divinas son consubstanciales y tienen una misma substancia,
por lo cual lo distintivo real no es una substancia. Además, en Dios no se da ningún
accidente, por lo cual lo distintivo real no es un accidente. Y así no queda sino que las
relaciones divinas reales distingan a las personas ya constituidas.
Tercero, a manera de corolario se añade la definición de una propiedad personal. En
lo divino la propiedad personal es aquel atributo propio que constituye y distingue a la
persona. Pero como se probó antes, las relaciones divinas reales constituyen a las personas
y las distinguen ya constituidas. Luego las relaciones divinas reales, en cuanto constitutivas
y distintivas de las personas, son unas propiedades personales.
Cuarto, se añade otro corolario, a saber, si las relaciones se abstraen mentalmente
[de las personas], desaparecen [de nuestra consideración] las personas divinas66. Pues,
como se ha probado, dadas las relaciones, se dan las personas; y no dadas las relaciones no
se dan las personas; por lo cual si las relaciones se abstraen mentalmente [de las personas],
desaparecen [de nuestra consideración] las personas.
66 Sum. theol., I, q. 40, a. 3. [El artículo pregunta si, habiéndo el entendimiento abstraído de las personas las
relaciones, todavía permanezcan las hipóstasis. De aquí las adiciones puestas entre corchetes en el texto].
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actuante, estarían afuera de Dios, serían hechuras o creados, y no consubstanciales (ya que
nada es causa de sí mismo); y estas consecuencias van contra los símbolos de la fe.
Los actos nocionales son conscientes. Pues lo consciente no le añade nada al ser,
sino que expresa que el ser se halla en un grado suficiente de perfección. Ahora bien, Dios
es infinito en perfección; y porque es totalmente simple, su existencia es su entender, su
afirmar y su querer. Y como estos actos no pueden ser ni inconscientes ni darse en un
inconsciente, cualquier cosa que está en el Dios simple e infinito en perfección por eso
mismo es consciente.
Los actos nocionales, naturales y conscientes son inteligentes. Pues antes se probó
que la misma naturaleza de Dios es inteligente.
Los actos nocionales también pueden decirse racionales, no en el sentido de que la
razón habla de un tránsito desde la potencia hasta el acto, sino en el sentido en que lo
racional se halla en la definición de la persona desde Boecio70.
Los actos nocionales son necesarios. Pues repugna a la infinitud de la perfección
divina el que se capte que basta la evidencia para expresar la palabra y con todo no se
exprese la palabra; e igualmente repugna que se capte el bien infinito, que se juzgue que
este bien ha de amarse por el amor emitido y con todo no se emita el amor.
Los actos nocionales son autónomos. Pues existe la necesidad de los actos
nocionales, no porque Dios esté sometido a ninguna ley superior metafísica, gnoseológica o
moral, sino por la misma perfección intrínseca de la naturaleza inteligente y divina. {184}
Los actos nocionales son eternos. Pues los actos necesarios en el Eterno son
eternos71.
Los actos nocionales fundan el orden en lo divino. Y dicho orden consiste en que el
Hijo sea desde el Padre, y el Espíritu sea desde el Padre y el Hijo72. Pero el orden del Hijo
desde el Padre es {372} por generación, el orden del Espíritu desde el Padre y del Hijo es por
emisión, y estos dos órdenes están ordenados porque el Amor emitido de acuerdo con la
santidad se da desde el Verbo engendrado de acuerdo con la verdad73.
Ahora bien, porque los actos nocionales son eternos, este orden no pertenece a la
sucesión temporal. Y porque los actos nocionales no son causales sino naturales, este orden
no se da según lo anterior y posterior de la causa y del efecto. Sino que se contempla el
orden en lo divino de acuerdo con el origen y a la naturaleza divina inteligente.
Puede decirse que los actos nocionales sean voluntarios por la voluntad
concomitante, así como se dice de Sócrates que es hombre por voluntad propia en cuanto
que quiere ser hombre. Pues así como el Padre y el Hijo y el Espíritu saben, así también
quieren ser Padre e Hijo y Espíritu. En cambio, estos actos no son voluntarios como
procedentes de la voluntad o del querer como de un principio realmente distinto; pues el
Verbo procede desde el Acto de entender en cuanto que expresa; y el Amor procede desde
el Acto de entender y desde el Verbo en cuanto que emiten. Ahora bien, en cuanto que se
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concibe el Amor divino como acto de la voluntad divina, el Amor puede decirse voluntario,
con tal que no se confunda voluntario y necesario con libre, y que no se suponga
erróneamente que la voluntad divina sea un principio realmente distinto del amor divino74.
Cuestión 18: Las Propiedades Personales ¿se entienden antes que los actos
nocionales?
Respecto a los actos nocionales significados pasivamente, es decir, ser engendrado, ser
emitido, no se halla ninguna dificultad, puesto que el acto nocional {185} se concibe como un
camino para constituir la persona por la propiedad; por ello se entiende antes el acto
nocional.
Respecto a los actos nocionales significados activamente—es decir, engendrar,
emitir—tampoco hay ninguna dificultad, ya que la emisión activa no constituye ninguna
persona. Pero a algunos les parece un problema insoluble la pregunta de si respecto a la
primera persona el acto se entienda antes que la propiedad o la propiedad antes que el acto,
es decir, si el Padre es porque engendra, o si engendra porque es Padre75.
Dicha pregunta la respondió Aquino distinguiendo la relación en cuanto relación y
la relación en cuanto constitutiva de la persona, de suerte que la paternidad en cuanto
constitutiva de la persona {374} antecede al acto nocional, mientras que la paternidad en
cuanto relación le sigue al acto y se funda sobre el acto76.
Dicha solución no presenta ninguna dificultad real, pues en lo divino una misma
cosa es constitutiva de la persona, es acto nocional suyo, y es relación suya. Tampoco
presenta ninguna dificultad mental, pues un concepto es la relación en cuanto propiedad
constitutiva, y otro es la relación en cuanto relación, por lo cual no es el mismo concepto el
que se entiende antes que el acto nocional y el que sigue al mismo acto.
Para que quede esto patente tal vez ayuda la consideración de la analogía
psicológica. Pues en nosotros, que somos temporales, como somos constreñidos
inteligiblemente por la evidencia captada, es fácil distinguir entre la ordenación real
anterior en el tiempo, para expresar la palabra verdadera y, [por otro lado], la ordenación
real, posterior en el tiempo, respecto a la palabra verdadera ya expresada. En cambio, en el
Dios eterno es igualmente eterna la necesidad autónoma inteligible, la ordenación eterna
para expresar al Verbo, el Verbo eterno, y la relación eterna respecto al Verbo expresado.
Por lo cual, como somos temporales, preguntamos si la propiedad se entiende antes que el
acto; y como Dios es eterno, no distinguimos sino mentalmente entre la relación entendida
antes en cuanto propiedad, y la relación consiguiente en cuanto relación.
74 Ibid., q. 41, a. 2.
75 [Véase LONERGAN, Verbum, pp. 213-14].
76 Sum. theol., I, q. 40, a. 4; De Pot., q. 10, a. 3; BILLOT, De Deo Uno et Trino, Roma, 1935, pp. 619-21..
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