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SOBRE EL CONCEPTO DE PERSONA EN LA

TEOLOGÍA
El concepto de persona y la idea que hay tras él son producto de la teología
cristiana; dicho de otro modo: no creció hasta que el pensamiento humano no se hubo
de enfrentar con los datos de la fe cristiana, sólo entonces entró este concepto en el
camino de la historia.
Conceptos que no crecieron en la actividad filosófica de los hombres, sino en el
encuentro de la filosofía con los datos de la fe, y en especial de la sagrada Escritura.
Más concretamente, el concepto de persona surgió de dos preguntas que desde un
principio apremiaron al pensamiento cristiano como cuestiones centrales: la pregunta
«¿Qué es Dios?» (el Dios que nos sale al encuentro en la Biblia), y la pregunta «¿Quién
es Cristo?».

1. El concepto de persona en la doctrina sobre Dios

a) El origen del concepto

La primera figura con que nos encontramos es la del gran teólogo de occidente
Tertuliano. De manera que también las fórmulas para la expresión del pensamiento
cristiano sobre Dios se las proporcionó a occidente Tertuliano: Dios es una substantia -
tres personae, una esencia en tres personas2. Aquí aparece por primera vez en la historia
con todo su peso la palabra «persona». Al fondo se halla la palabra prosopon, que es el
equivalente griego para persona. El literato que descubre este truco, pone de manifiesto
que las personas han sido creadas como «roles» para darle fuerza y vida dramática de lo
que se quiere narrar (la palabra prosopon, que más tarde será persona, significa en un
principio la máscara que se ponía el artista, su «rol»).
Los santos padres aplican a esta realidad, al hecho de que Dios aparezca
hablando en plural o consigo mismo, las técnicas de la exégesis prosopográfica, que
adquiere ahora un nuevo sentido. Ya en la primera mitad del siglo segundo dice Justino
(165): El escritor sagrado ha introducido diversas prosopa, diversos «roles».
Justino, dice, pues, que los diálogos que escriben los profetas son algo más que recursos
literarios. El «rol» existe en realidad, es el prosopon, el rostro, la persona del logos,
quien está participando en un coloquio con el profeta.
Resumiendo todo lo anterior podemos decir: el concepto persona expresa, desde su
origen, la idea de diálogo. Se refiere a Dios como un ser que vive en la palabra y se
mantiene en ella como un Yo y un Tú y un Nosotros. Este conocimiento de lo que es
Dios ha hecho conocer al hombre su propia esencia.

b) La persona como relación

Se comprueba que hay que entender persona como relación: las tres personas
que hay en Dios son por su esencia —según Agustín y la teología de los últimos padres
— relaciones. Es decir, no son sustancias que existen una junto a otra, sino que son
verdaderas relaciones, y no otra cosa. Más concretamente: la primera persona engendra
a la segunda no en el sentido de que ese acto de engendrar pusiese junto a una primera
persona ya existente una segunda; sino en el sentido de que ella es el acto de engendrar,
de entregarse y de prolongarse. Es idéntica a este acto de entrega. Aquí se erige la
relación como una tercera categoría fundamental, entre la substancia y el accidente, con
lo que la novedad cristiana de la idea personalista aparece ante nosotros en toda su
claridad.
Nos encontramos en un punto en el que la penetración especulativa de la sagrada
Escritura, la apropiación de la fe por el pensamiento propiamente humano, parece haber
alcanzado su culminación máxima; por eso comprobamos con admiración que
precisamente aquí se abre el camino que lleva de nuevo a la sagrada Escritura. En ella
encontramos, por ejemplo, esta frase: El
Hijo nada puede hacer por su cuenta (Jn 5, 19). Pero el mismo Cristo que sostiene esto,
dice: El Padre y yo somos una misma cosa (Jn 10, 30). Esto quiere decir: precisamente
porque él no puede hacer nada por su propia cuenta, porque no se sitúa junto al Padre
como una substancia bien delimitada, sino que existe en una relación total con él, no
representa otra cosa que esa relatividad, sin ninguna reserva de lo exclusivamente
propio, por eso son una misma cosa. Pienso que nos hallamos ante una luz que aclara
profundamente lo que es Dios y lo que es el hombre. que aclara definitivamente lo que
ha de ser la persona; no una substancia que se cierra a sí misma, sino el fenómeno de la
relación total, que naturalmente sólo puede alcanzar su plenitud en Dios, pero que
indica la dirección a seguir por todo ser personal.

2. El concepto de persona en la cristología

El misterio que constituía la pregunta «¿Quién es y qué es este Cristo?» encontró


esta respuesta teológica: tiene dos naturalezas y una persona, naturaleza divina y
humana, pero persona sólo divina. Hay que decir que esta afirmación ha sufrido en
Occidente graves malentendidos, y que hay que ponerlos en claro para poder llegar al
sentido auténtico del concepto cristológico de persona.
El primero de ellos consiste en entender esta afirmación («Cristo tiene sólo una
persona, la divina») como un menoscabo a la integridad del ser humano de Jesús, cosa
que sucede y ha sucedido continuamente. Se reflexiona con toda simpleza: persona es la
culminación del ser humano; falta esta culminación en Jesús, luego él no posee la
totalidad del ser humano. En realidad, lo que afirma esta sentencia es precisamente que
no falta nada en la humanidad de Jesús. Con esto estamos ante el segundo malentendido
consistente en la idea de que Cristo Constituya una excepción ontológica irrepetible;
considerándola, pues, como tal, es objeto de altas especulaciones intelectuales, pero su
figura debe permanecer estrictamente delimitada en su calidad de excepción a la regla,
sin mezclarla con el resto de temas con los que se ocupa el pensamiento humano.
Una vez superados estos dos malentendidos básicos, nos queda la pregunta por
el significado positivo de la afirmación «Cristo tiene dos naturalezas en una persona».
En la teología, en las grandes discusiones de los seis primeros siglos, se llegó a una
conclusión sobre lo que no es persona, pero no se esclareció tanto el significado positivo
del término. Por eso, no puedo sino intentar dar una indicación de la dirección a seguir
esta cuestión, sobre la que hay que continuar reflexionando.
Finalmente, y para concluir, una tercera idea. La cristología tiene, en mi opinión,
otro aspecto relevante para la comprensión del concepto de persona en sentido
teológico. A la idea de yo y de tú añade la de nosotros. Pues Cristo, a quien la Escritura
llama el último Adán, es decir, el hombre definitivo, aparece en los testimonios de la fe
como el amplio espacio en el que se reúne el nosotros de los hombres encaminado hacia
el Padre. No sólo es un ejemplo tras el que debemos ir, sino que es el espacio que
engloba a los hombres, en el que se reúnen en un nosotros dirigido hacia el Padre.

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