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El libro Dios y la filosofía, es una traducción del título en inglés God and
philosophy de Demetrio Ñañez, en el año 1945. Étienne Gilson, su autor, reúne en este
libro un conjunto de conferencias, distribuidas en cuatro capítulos, a saber: capítulo I.
Dios y la filosofía griega; capítulo II. Dios y la filosofía cristiana; capítulo III. Dios y la
filosofía moderna; capítulo IV. Dios y el pensamiento contemporáneo. En esta obra del
Gilson se puede evidencia su habilidad para desarrollar una historia de la filosofía,
breve, pero con los aspectos importantes de los autores importantes de cada época. A
continuación, se realizará una explicación sucinta de cada uno de los capítulos que
constituyen esta obra.
En el capítulo I: Dios y la filosofía griega. Se hace una introducción partiendo
del hecho que el hombre al conocerse a sí mismo puede decir soy, y por ende, conoce
otras cosas de las que puede decir son. En esta sintonía de conocimiento de sí mismo y
de las cosas, el hombre como ser capaz de conocer y como parte del mundo, ha buscado
conocer la naturaleza y sus principios, sus causas. Así como también su propio origen.
En este sentido Gilson afirmará que «los dioses griegos son la expresión cruda pero
sonora de esa absoluta convicción de que, por ser el hombre alguien y no sólo algo, la
explicación última de lo que le suceda debe fundarse en alguien y no sólo en algo»1.
En este orden de ideas, la idea de Bien será para Platón «el autor universal de
todas las cosas bellas y justas, padre de la luz y del señor de la luz en el mundo visible y
la fuente inmediata de la razón y de la verdad en el mundo intelectual; y que ésta es la
fuerza adonde debe dirigir su vista quien quiera actuar racionalmente en la vida pública
o en la privada»2. Definición que tendrá una semejanza a la definición del Dios
cristiano. Sin embargo, Platón no identificó su idea de bien con Dios. De lo que se
puede afirmar que las ideas al no ser personas difícilmente se habrían podido identificar
con el Dios porque los dioses de Platón serían simplemente individuos con vida,
dotados de los atributos fundamentales de las Ideas.
Finalmente, Gilson concluye este capítulo haciendo referencia a los dioses de los
epicúreos, los cuales eran seres naturales eternamente subsistentes que no se habrían de
preocupar por nada, ni mucho menos de los hombres por lo cual «la interpretación
filosófica griega del mundo es una explicación de lo que las naturalezas son, sacada de
lo que cierta naturaleza es; en otras palabras, que los griegos han intentado
empeñosamente explicarlo todo mediante uno o varios principios, a los que
consideraban como cosas. Cuando la filosofía griega se estaba agotando, la teología
2
PLATÓN, república, 517; cita de The dialogues of Plato, trad. de B. Jowett, con introducción por el prof.
Raphael Demos (Ney York, 1937), I, 776.
3
Cfr. Dios y la filosofía, 55.
natural necesitaba con urgencia progresar en el campo de la metafísica. Tal progreso
filosófico sólo había de lograrse en el siglo IV de nuestra era; pero más curioso aún es
que la metafísica lo lograra bajo los auspicios de la religión»4.
Este capítulo inicia haciendo referencia a los judíos, a quienes se les había
revelado Dios, dándoles a conocer su nombre a través de Moisés (Cfr. Ex 3, 14).
Asimismo, el Señor le manifestará al pueblo su unicidad, como primera característica,
cuando les dice: «Escucha, Israel: el señor, tu Dios, es el único Señor» (Dt 6, 4). En este
sentido, para los judíos sería más fácil entonces, reconocer que su principio religioso
coincidiría con el principio filosófico, es decir, el Dios de los judíos sería la causa de
todo. Por lo que estarían lejos de detenerse en los argumentos sobre la naturaleza de la
realidad. por el contrario, los griegos encontrarían mayor dificultad en conocer el
principio por la multiplicidad de dioses en los que creían.
Cabe destacar que Gilson a partir del diálogo de Moisés con el Señor (Cfr. Ex 3,
14) establece un tipo de comparación, es decir, Moisés dijo que Dios es El que es
mientras que Platón diría aquello que es o lo que es. De ahí que las dos expresiones
pueden aplicarse a Dios manteniendo una lógica, a saber: «Si Dios es “El que es”,
también es “lo que es”, ya que ser alguien es también ser algo, la inversión no es lícita,
pues ser alguien es mucho más que ser algo» 5. A partir de esta afirmación Gilson
distinguirá entre cristianismo y filosofía cristiana, el primero es doctrina cuya esencia es
religiosa, orientada a la salvación de los hombres, el segundo, será definido como la
«conjunción de la filosofía griega y de la revelación religiosa judeocristiana,
proporcionando la primera, la filosofía griega, la técnica para explicar racionalmente el
mundo, y la segunda, la revelación judeocristiana, creencias religiosas de valor
filosófico incalculable»6.
4
Dios y la filosofía, 58
5
Dios y la filosofía, 63
6
Dios y la filosofía, 63.
Por otra parte, el cristianismo hizo posible que muchos hombres pudieran hacer un
primer contacto entre la especulación filosófica y la creencia religiosa, entre ellos, San
Agustín, hombre de gran pasión y movido por esta, hizo lectura, por primera vez, de las
enéadas de Plotino, en las cuales encontró las hipóstasis plotinianas, a saber, el Uno, el
nous y el alma, las cuales inmediatamente las identificó con las personas de la Trinidad
con sus atributos. El Uno, con el Padre, el Nous con el Hijo. De igual forma, encontró
en ellas la noción de Creación. Sin embargo, es necesario aclarar que Plotino y sus
nociones estaban ajenas al cristianismo. Por lo cual, la interpretación agustiniana es
comprensible si se tiene en cuenta el contexto de su conversión. Pero Agustín más
adelante purificará su pensamiento cuando este llega a una madurez intelectual.
7
Dios y la filosofía, 79.
8
Dios y la filosofía, 88.
Empezando con René Descartes, en la primera parte del discurso del método
resolvió «no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del
mundo»9, con esto no tenía la intención de quitar a Dios de su horizonte, ni tampoco a la
religión y a la teología, lo que enfatizaba era que tales cuestiones no las consideraba como
objetos de especulación filosófica. La novedad de Descartes se centrará sobre todo en la
separación real y práctica entre teología y filosofía, a diferencia del Aquinate que distingue
para unir. Además de esto Descartes replanteó las conclusiones a las cuales había llegado la
teología natural cristiana, como si esta nunca hubiese existido. Cabe destacar, que el Dios
sobre el cual él habla es el Dios cristiano.
Por otra parte, cuando Descartes habla sobre el mundo le atribuye una
característica: exclusivamente mecánico, el cual puede ser explicado solo con categorías
geométricas y propiedades físicas del movimiento. Asimismo, «la esencia del Dios
cartesiano estaba ampliamente determinada por su función filosófica, que era crear y
conservar el mundo mecánico de la ciencia tal como Descartes lo concebía» 12. Ante esto
Gilson dirá que la esencia del Dios cristiano es ser y no crear, porque El que es puede
crear, pero no quiere decir que exista por ello. Con esa concepción de la esencia del
Dios cartesiano, se llegará a dar a Dios otro nombre, no El que es, sino El autor de la
naturaleza, entendiendo por naturaleza el mismo Dios y el orden que él estableció en las
cosas creadas13.
9
Discurso del método, I parte, Biblioteca Digital Minerd-dominicana Lee, trad. Gabriel Garcia Morente,
p. 22.
10
Dios y la filosofía, p. 98.
11
Meditaciones cartesianas, V parte, p. 85-86.
12
Dios y la filosofía, p. 104
13
Cfr. Discurso del método, Sexta meditación, p. 93.
Al morir Descartes, sus sucesores hicieron todo el esfuerzo humano por hacer
una restauración de la unidad de la teología natural teniendo sus bases en los principios
cartesianos. Entre ellos Malebranche, siendo físico se sintió satisfecho con los
principios mecanicistas establecidos por Descartes. Elaboró una síntesis original
partiendo del cartesianismo y agustinismo, en la cual Dios era considerado como la
única fuente causal del conocimiento humano y de la causalidad física. Además, era un
hombre religioso, por lo que desde el punto de vista teológico sostenía que Dios actúa
de acuerdo con lo que es, cuyo único fin es su propia gloria en la persona de su Hijo.
14
Malebranche, Entretiens sur la métaphysique et sur la religión, vol. I, cap. VIII, sec. 10, pág. 182.
15
Leibniz, Mohadología, ns. 44 y 45, traduc. ingl. de G. R. Montgomery, en Discourse on
Metaphysics,Correspondence with Arnauld and Monadology (2* ed. The Open Court Ce, 1918), página
258.
El Dios de Spinoza tiene las siguientes, por otro lado, tiene las siguientes
características: absolutamente infinito, o sustancia; causa de sí mismo, la esencia de
Dios implica la existencia. Para él la existencia de Dios se debe a su poder infinito de
existir por sí, pero actúa y existe solo por necesidad de su naturaleza, por tanto, el
nombre de Dios será Naturaleza16. Para Spinoza «Dios es la esencia absoluta cuya
necesidad intrínseca hace necesario el ser de todo lo que es, de suerte que es
absolutamente todo lo que es, así como todo lo que es, y en tanto que es, implica
necesariamente la esencia eterna e infinita de Dios» 17. Por otra parte, para este autor el
cristianismo era considerado como un mito infantil. En definitiva, Gilson afirmará que
«Spinoza es un judío que cambió al “Aquél que es” por un mero “lo que es”, pudo amar
al “lo que es”, pero nunca esperó que él mismo sería amado por ello»18.
Este capítulo Gilson lo concluye haciendo una mención al Dios de los deístas,
cuyas características atribuidas los consideraban un ser supremo, un dios el cual su
justicia sería satisfecha en esta vida o en la otra, dando premio o castigo, por las buena o
mala intención del agente. Dios será entonces, el relojero de Fontenelle y Voltaire, por
tanto, un Dios de un mito filosófico.
Ahora conviene destacar que para nuestros autores el que Dios no sea objeto de
la aprehensión en las formas a priori de la sensibilidad, sólo queda referirlo a la
categoría de causalidad, o mejor, será entendido como principio general de unificación
del pensamiento. En este sentido dirá Gilson asevera que Comte dice que «la ciencia no
16
Cfr. Ética de Spinoza, parte I, defs. 1 y 6, traduc. Ingl, Everyman’s Library. Sobre la filosofía de
Spinoza, véase Víctor Delbos, Le Spinozisme (París, Société Francaise d'Imprimerie et de Librairie,
1916), proposición 11, pág. 8.
17
Ibidem, parte II, proposición 45, pág. 72.
18
Dios y la Filosofía, p. 118.
nos ayuda a lograr la noción de causa, pues los hombres de ciencia nunca preguntan por
qué suceden las cosas, sino cómo suceden. Ahora bien, en cuanto sustituyamos la
noción positivista de relación por la noción metafísica de causa, perderemos todo
derecho a preguntar por qué son las cosas y por qué son lo que son»19.
En consecuencia, dejar a un lado todas estas nociones por considerarlas fuera del
orden de los conocimientos positivos, conducirá a rechazar toda especulación que haga
referencia a la naturaleza y existencia de Dios. Sin embargo, es inevitable observar en
los seres humanos una tendencia a la teología natural, es decir, casi todos en algún
momento se han preguntado si ese ser supremo, Dios, realmente existe, aunque Él no
sea demostrable empíricamente, Gilson sostiene que la experiencia mística es inefable,
por lo cual no llegará al nivel de experiencia objetiva.
Finalmente, Étienne Gilson llega a la conclusión, como hombre de fe, que «un
mundo que ha perdido el Dios cristiano tiene que ir asemejándose al mundo que no lo
conoció. Al igual que el mundo de Tales y de Platón, nuestro mundo moderno está
“lleno de dioses”»20 y a este respecto, continúa diciendo que el hombre contemporáneo
vive atrapado por la fascinación de una nueva mitología científica, política y social. A
su vez existen pseudoagnósticos, que en virtud de una combinación entre conocimiento
científico y una falta de cultura filosófica sustituyen a teología natural por mitologías
muy peligrosas.
19
Dios y la filosofía, p. 125.
20
Dios y la filosofía, p. 148.
21
Dios y la filosofía, p. 154.