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TEXTO 2:
"El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no existe, hay por
lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser
definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre[…]El hombre, tal como lo concibe el
existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal
como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. El
hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe
después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no
es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo […] Queremos
decir que el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un
porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir. El hombre es ante todo un proyecto
que se vive subjetivamente […]".
SARTRE, J.P. (1980) El existencialismo es un humanismo. Bs. As., Sur
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81- Se ha de tener presente que uno de los elementos más importantes de nuestra condición actual es
la « crisis del sentido ». (…) La pluralidad de las teorías que se disputan la respuesta, o los diversos
modos de ver y de interpretar el mundo y la vida del hombre, no hacen más que agudizar esta duda
radical, que fácilmente desemboca en un estado de escepticismo y de indiferencia o en las diversas
manifestaciones del nihilismo.
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84- Es necesaria una filosofía de alcance auténticamente metafísico, capaz de trascender los datos
empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo absoluto, último y fundamental. Sólo deseo
afirmar que la realidad y la verdad transcienden lo fáctico y lo empírico, y reivindicar la capacidad
que el hombre tiene de conocer esta dimensión trascendente y metafísica de manera verdadera y
cierta, aunque imperfecta y analógica. La metafísica permite precisamente dar un fundamento al
concepto de dignidad de la persona por su condición espiritual. La persona, en particular, es el ámbito
privilegiado para el encuentro con el ser y, por tanto, con la reflexión metafísica.
Dondequiera que el hombre descubra una referencia a lo absoluto y a lo trascendente, se le abre un
resquicio de la dimensión metafísica de la realidad: en la verdad, en la belleza, en los valores morales,
en las demás personas, en el ser mismo y en Dios. Un gran reto que tenemos al final de este milenio
es el de saber realizar el paso, tan necesario como urgente, del fenómeno al fundamento. No es posible
detenerse en la sola experiencia; incluso cuando ésta expresa y pone de manifiesto la interioridad del
hombre y su espiritualidad, es necesario que la reflexión especulativa llegue hasta su naturaleza
espiritual y el fundamento en que se apoya. Por lo cual, un pensamiento filosófico que rechazase
cualquier apertura metafísica sería radicalmente inadecuado para desempeñar un papel de mediación
en la comprensión de la Revelación.
90- (…) actualmente parece constituir el horizonte común para muchas filosofías que se han alejado
del sentido del ser. Me estoy refiriendo a la postura nihilista, que rechaza todo fundamento a la vez
que niega toda verdad objetiva. El nihilismo, aún antes de estar en contraste con las exigencias y los
contenidos de la palabra de Dios, niega la humanidad del hombre y su misma identidad. En efecto,
se ha de tener en cuenta que la negación del ser comporta inevitablemente la pérdida de contacto con
la verdad objetiva y, por consiguiente, con el fundamento de la dignidad humana. De este modo se
hace posible borrar del rostro del hombre los rasgos que manifiestan su semejanza con Dios, para
llevarlo progresivamente o a una destructiva voluntad de poder o a la desesperación de la soledad.
Una vez que se ha quitado la verdad al hombre, es pura ilusión pretender hacerlo libre. En efecto,
verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente.
97- En el marco de la tradición metafísica cristiana, la filosofía del ser es una filosofía dinámica que
ve la realidad en sus estructuras ontológicas, causales y comunicativas. Ella tiene fuerza y perenne
validez por estar fundamentada en el hecho mismo del ser, que permite la apertura plena y global
hacia la realidad entera, superando cualquier límite hasta llegar a Aquél que lo perfecciona todo.
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TEXTO 4: LA ANALOGÍA
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capacidad, de su mismo ser y de todo lo demás. Pero cuando este nombre lo damos a Dios, no pretendemos
expresar algo distinto de su esencia, de su capacidad o de su ser. Y así, cuando al hombre se le da el nombre
de sabio, en cierto modo determina y comprehende la realidad expresada. No así cuando se lo damos a Dios,
pues la realidad expresada queda como incomprehendida y más allá de lo expresado con el nombre. Por todo
lo cual se ve que el nombre sabio no se da con el mismo sentido a Dios y al hombre. Lo mismo cabe decir de
otros nombres. De donde se concluye que ningún nombre es dado a Dios y a las criaturas unívocamente. Pero
tampoco equívocamente, como dijeron algunos. Pues, de ser así, partiendo de las criaturas nada de Dios
podría ser conocido ni demostrado, sino que siempre se caería en la falacia de la equivocidad. Y esto va tanto
contra los filósofos que demuestran muchas cosas de Dios, como contra el Apóstol cuando dice en Rom.
1,20: Lo invisible de Dios se hace comprensible y visible por lo creado. Así, pues, hay que decir que estos
nombres son dados a Dios y a las criaturas por analogía, esto es, proporcionalmente. Pues no podemos
nombrar a Dios a no ser partiendo de las criaturas, como ya se dijo. Y así, todo lo que se dice de Dios y de
las criaturas se dice por la relación que la criatura tiene con Dios como principio y causa, en quien preexisten
de modo sublime todas las perfecciones de las cosas. Este modo de interrelación es el punto medio entre la
pura equivocidad y la simple univocidad. Pues en la relación analógica no hay un sólo sentido, como sucede
con los nombres unívocos, ni sentidos totalmente distintos, como sucede con los equívocos; porque el nombre
que analógicamente se da a muchas cosas expresa distintas proporciones”.
(SUMA TEOLÓGICA I, CUESTIÓN 13, ARTÍCULO 5)
La realidad es analógica. En el caso del concepto ser, su carácter analógico, puesto primeramente de
relieve por Aristóteles, cobra especial importancia por el hecho de que se aplica a todo lo existente:
si no se admiten diferencias en el modo de ser, no sería posible construir ninguna ciencia universal
del ente en cuanto ente, ninguna filosofía primera o ninguna metafísica, que lo tuviera como objeto.
(…) Todo es ser o del ser, pero hay muchas «maneras de ser», según Aristóteles. Estas maneras no
pueden designarse ni mediante términos sinónimos ni mediante términos homónimos; los primeros
son unívocos, y los segundos equívocos. Pero hay una manera intermedia de afirmar un concepto:
según relación a un primero, esto es, por analogía.
Hay una distinción entre los aspectos –lingüístico, gnoseológico y ontológico– si predicamos el
término «ente» (problema lingüístico) con el mismo significado para todos los entes (problema
gnoseológico), entonces los individuos no se diferencian realmente entre sí: las divergencias o modos
de ser –ser mamífero y ser insecto– no serían formalmente entes; serían nada, meras apariencias, pues
todo es un solo ente (problema ontológico). Si, por el contrario, atribuimos «ente» a todo lo que es
(problema lingüístico) con un significado completamente diverso para cada sujeto (problema
gnoseológico), entonces los entes no tendrían ninguna semejanza entre sí y nuestras asociaciones –el
perro y la mosca son animales– serían totalmente arbitrarias, conexiones lógicas, «trucos» de la mente
para agrupar subjetivamente muchedumbres de individuos y hacer más fácil nuestra experiencia de
ellos (problema ontológico). ¿Hay una vía intermedia entre estos dos extremos para la palabra, la
noción y la realidad «ente»?...la analogía.
Las matemáticas griegas las que dieron origen al concepto de analogía –«conformidad, proporción»–
(aná «conforme a» + logía, «razón») para indicar igualdad de relaciones. Platón lo introdujo en
filosofía para fundamentar la estructura de la realidad (cf. República VII, 534A-536B; Timeo 31C-
32A) y Aristóteles lo usó, también, para indicar los múltiples significados de ente, pues «no todas las
cosas se dicen en acto del mismo modo, sino de modo análogo» (Metafísica IX 6, 1048b).
La analogía es la atribución a diferentes sujetos de un mismo predicado que es en parte el mismo, en
parte diverso. Es el instrumento lógico y lingüístico apropiado para pensar y hablar de entes distintos,
dado que la realidad es metafísicamente analógica: entre ente y ente hay semejanzas y diferencias.
Hay dos tipos de analogías: la de proporcionalidad –propia e impropia– que se refiere a la semejanza
de proporciones; y la de atribución –intrínseca y extrínseca– que es la relación de varios sujetos a un
mismo ente, analogado principal, y se basa en la participación metafísica.
1- Analogía de proporcionalidad: Es la que, de modo propio o impropio, enlaza diversos sujetos
con semejanzas de relaciones.
a. Analogía de proporcionalidad propia
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Los diversos sujetos o analogados se relacionan con una misma semejanza estructural
esencial. Por ejemplo: el sol ilumina a la tierra como la lámpara ilumina un cuarto (semejanza
en la función iluminante); las espinas son para los peces lo que los huesos son para los
mamíferos (semejanza en la constitución corporal); en todos estos casos no hay una relación
de igualdad; sólo de similitud de proporción.
2. Analogía de atribución: Entre varios sujetos o analogados se da una identidad en cuanto al punto
de referencia y una diversidad en cuanto a la relación, intrínseca o extrínseca, con ese punto. Un
analogado posee la perfección plenamente y los demás sólo de modo secundario, en dependencia de
él, por derivación. En la analogía de atribución hay siempre un punto de referencia, un «denominador
común», una relación a un sujeto o fuente de la perfección, que se llama «analogado principal»
(princeps analogatum) del cual los demás sujetos –«analogados secundarios»– participan según una
jerarquía o medida de menos a más.
a. Analogía de atribución intrínseca: La perfección analógica se halla realmente en todos
los analogados, porque el principal de ellos causa esa perfección en todos los demás. Así, una
hoguera posee calor en sí misma; las personas y objetos participan de su calor en la medida
en que se acerquen a ella. Dios es el Ser mismo; las creaturas lo tienen según participan más
o menos de Él.