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Rembrandt fue un pintor y grabador holandés, principal partícipe del estilo barroco y la
escuela flamenca, considerado el artista pictórico más talentoso y prolífico de la historia
de Holanda.
Las pinturas de Rembrandt no sólo ofrecen una propuesta estética, además están
repletas de significado y sencillez. Especialista en escenas tradicionales y bíblicas, huía
de la ostentación estética y hasta provocadora que otros artistas barrocos proferían.
Es uno de los pintores neerlandeses más reconocidos del arte Barroco. Vivió
durante la llamada Edad de Oro neerlandesa, en la cual las Provincias Unidas
de los Países Bajos experimentaron un extraordinario florecimiento político,
económico y cultural.
Pintó otras obras, hoy perdidas, de las que se tiene conocimiento por antiguas
actas de subastas. Sus primeras obras fueron de tipo histórico, pero alcanzó la
fama gracias a su pintura costumbrista, muchas veces considerada de género,
que forma la mayoría de su producción. Sus cuadros más conocidos son Vista
de Delft y La joven de la perla. En vida fue un pintor de éxito moderado. No
tuvo una vida desahogada, quizá debido al escaso número de pinturas que
producía, y a su muerte dejó deudas a su esposa y once hijos.
Prácticamente olvidado durante dos siglos, a partir de mediados del siglo XIX
la pintura de Vermeer tuvo un amplio reconocimiento. Théophile Thoré
contribuyó a la consagración de Vermeer con unos artículos periodísticos muy
elogiosos. Actualmente es considerado uno de los más grandes pintores de
los Países Bajos. También es particularmente reconocido por su maestría en el
uso y tratamiento de la luz.
Pedro Pablo Rubens
Se extiende por Sevilla, Granada y Málaga. Huye del realismo exagerado buscando la belleza sin rehusar del contenido
espiritual. El realismo se idealiza predominando la serenidad y las imágenes bellas y equilibradas con un modelado suave.
Es el creador de la escuela sevillana. Su producción es casi toda religiosa. Su talla está bien modelada, sus ropajes
voluminosos dan grandiosidad a la imagen y concede gran importancia a la anatomía.
La obra que revela su verdadera personalidad es El Cristo de la Clemencia en la catedral de Sevilla. Sin excesivo
dramatismo, con poca sangre y aún vivo, mira hacia abajo en actitud de conversar con el devoto. Responde al crucifijo con
dos clavos en los pies, pero para evitar demasiada simetría, las piernas aparecen cruzadas.
Ejecutó obras tan importantes como el Retablo de Santo Domingo, de la que sólo se conserva la estatua de Santo
Domingo, que se halla en éxtasis, aunque la expresión sea de calma, de oración interior.
En el Retablo de San Isidoro del Campo, de Santípoce, en Sevilla, destaca la figura de San Jerónimo, que está visto en todo
su volumen porque saldría en procesión. Su expresión llega al máximo.
Crea el tipo de Niño Jesús desnudo, delicioso y bello. El de la Catedral de Sevilla desprende ternura, colocado sobre un
cojín, extiende sus brazos demandando un abrazo. Supone un acercamiento a los afectos humanos.
La Inmaculada ocupa un lugar especial en su iconografía. Para la catedral de Sevilla hace una Virgen que es una mujer
joven, con el manto caído sobre los hombros, con la cabeza levemente inclinada y una pequeña sonrisa ingenua y
melancólica que la dota de gran religiosidad.
Arte del siglo XX
El arte del siglo XX comienza a inicios de este período, destacándose la vanguardia artística, que avanza hacia la ciencia,
la tecnología y otras ramas como la literatura.
Las vanguardias artísticas de principios del siglo XX, tenían un carácter contradictorio. Surgieron como triunfo del
proyecto cultural moderno (que plantea un rechazo al pasado y búsqueda de progreso), y a la vez son una crítica al
mismo proyecto modernista. La vanguardia no reconoce arte sin acción transformadora.
Hay un quiebre con el pasado y la tradición. Comienza un proceso de experimentación y se reemplaza el producto por el
proceso como fin de la intención artística. La ruptura no se da solo en el plano estético, sino también en el político. Estos
grupos tenían claras ideologías y muchos de ellos eran activos militantes políticos. Con el tiempo vanguardia y política se
fueron distanciando, aunque hoy en día podemos ver todavía algunos grupos que buscan expresar ideas o valores
mediante su arte (por ejemplo el Eco-Art).
Se puede considerar estos movimientos como una revolución del arte porque produjeron cambios profundos en el
lenguaje de las artes. La constante búsqueda de lo nuevo y de ruptura con el pasado dio como resultado la renovación
total del concepto de arte y sus límites.
Artes visuales
Arquitectura
El expresionismo no fue un movimiento homogéneo, sino de gran diversidad estilística: hay un expresionismo
modernista (Munch), fauvista (Rouault), cubista y futurista (Die Brücke), surrealista (Klee), abstracto (Kandinski), etc.
Aunque su mayor centro de difusión se dio en Alemania, también se percibe en otros artistas europeos (Modigliani,
Chagall, Soutine, Permeke) y americanos (Orozco, Rivera, Siqueiros, Portinari). En Alemania se organizó principalmente
en torno a dos grupos: Die Brücke (fundado en 1905), y Der Blaue Reiter (fundado en 1911), aunque hubo algunos
artistas no adscritos a ningún grupo. Después de la Primera Guerra Mundial apareció la llamada Nueva Objetividad, que
si bien surgió como rechazo al individualismo expresionista defendiendo un carácter más social del arte, su distorsión
formal y su colorido intenso les hacen herederos directos de la primera generación expresionista.
Cubismo
El cubismo fue el primer movimiento artístico de vanguardia del siglo XX. Nació
en el año 1907 y finalizó en 1914 de la mano de los pintores Pablo Picasso y
Georges Braque. Su impacto fue tal que se le considera precursor de la
abstracción y de la subjetividad artística en su sentido contemporáneo.
El rechazo a la tradición estética del siglo XIX fue un elemento común de todos los movimientos de vanguardia, incluido el
futurismo. Aquella generación estaba cansada de la estandarización del arte, y captaba que el mundo había cambiado. El
arte debía cambiar también.
El futurismo se gestó en las postrimerías de una generación signada por la Segunda Revolución Industrial (1870-1914), en
la que la dupla conocimiento científico y tecnología era responsable de una profunda transformación. Había quienes veían
esto con desconfianza; pero los futuristas veían el augurio de un tiempo glorioso dominado por la máquina.
La utopía futurista alcanzaba, incluso, la idea del ser humano, que aspiraban se convirtiera en un superhombre.
Automóviles, telégrafos y aviones lucían ante los futuristas como un verdadero salto cualitativo de la civilización, como una
promesa universal inagotable de evolución.
El tiempo ocupa un papel protagónico en el arte futurista. No puede ser de otro modo si el movimiento funda su nombre
en la dialéctica del tiempo. Asumir como nombre el término "futurismo" implica una reflexión respecto del pasado y del
presente.
Sin embargo, no queda claro si la mirada del futurismo estaba en el porvenir o en una toma de posición respecto del
pasado. Al menos en cuanto a la pintura, el historiador Eric Hosbbamw señala que esta y otras vanguardias, adolecieron de
una gran paradoja: interpretar la era del maquinismo con medios pictóricos del siglo XIX, como la pintura de caballete.
El arte abstracto
En 1910 ejecutó la primera acuarela sin tema, conocida como Primera acuarela
abstracta. Sobre un espacio imaginario flotan y se mueven formas abstractas
coloreadas en las que no se encuentran referencias miméticas. La fluidez de las
manchas de color y el gesto nervioso de la línea configuran un espacio de gran
dinamismo.
El arte en los años de la guerra
Dice Stephen Forcer, especialista en surrealismo y dadaísmo de la Universidad de Birmingham, que para muchos artistas la
Primera Guerra Mundial fue una experiencia “profundamente traumática que, paradójicamente, los llevó a desarrollar un
trabajo con unas características y una calidad que de otra manera no habrían alcanzado”.
Décadas antes de la guerra, la perspectiva del sujeto había comenzado a predominar en el arte y los avances de la tecnología,
entre ellos la fotografía, dejaban su huella. Poco a poco la estética entraba en el mundo moderno y rompía con la tradición
para poder mirar hacia el futuro. El presentido estallido de la guerra en 1914 aceleró el proceso y llevó al arte a experimentar
en varios frentes.
Desde finales del siglo XIX el arte se había sumado al
torbellino de la modernidad y exigía a los artistas
originalidad y autonomía más que maestría y fidelidad al
objeto trazado. Animados por los avances de las ciencias,
los pintores renegaron de la tradición y abandonaron la
creencia renacentista de que el lienzo era una ventana al
mundo. La pintura, al igual que la filosofía y la literatura,
dejó de lado la objetividad, se centró en el sujeto y
comenzó a dibujar el mundo desde su perspectiva. Los
últimos descubrimientos de la óptica habían determinado
que el ojo ve en dos dimensiones y las tonalidades son de
suma importancia. Por ello los impresionistas ampliaron su
paleta de colores, comenzaron a desafiar el imperio de la
perspectiva y difuminaron las formas. El lienzo hacía las
veces de una cámara que capturaba un momento tal cual lo
veía el pintor.
Pero la guerra obligó a los artistas a cambiar los coloridos paisajes de la campiña francesa por las desoladas praderas de
Flandes donde la muerte y el exceso de sangre derramada aún hoy impiden que crezcan árboles. El pintor Otto Dix, quien
empuñó su fusil en ese frente, uno de los más violentos, dibujó sombríos paisajes llenos de cadáveres y cielos cargados
de violencia y terror. En sus cuadros el artista manipula las formas y los colores para que los sentimientos de angustia y
melancolía sean más perceptibles. Si para los impresionistas lo que importaba era la perspectiva del artista, en los
cuadros de Otto Dix forma y color se rinden ante el dominio del sentimiento y lo que sobresale es el mundo interior del
dibujante.
Con la guerra el arte dejó de lado su más preciado atributo, la belleza, y los visitantes de exposiciones y galerías tuvieron
que acostumbrarse a una estética de lo grotesco, lo ilógico y lo sombrío. Pero el arte no se limitó a hacer el infierno visible
ni a narrar el desorden mental y emocional que enloqueció a los soldados. En 1920 el dadaísmo alemán organizó una de
sus polémicas exposiciones en Colonia. Para entrar a la sala atiborrada de cuadros había que pasar por los orinales de una
cervecería. Dadá –según los propios artistas– era una vanguardia que disparaba a los sentidos, hería el olfato, el tacto y la
vista y desorientaba al sujeto. “El nuevo arte era chocante –dice Millicent Vladiv-Glover, profesora de la Facultad de Artes
de la Universidad de Monash-. Imitaban los efectos de la guerra y destruían a la audiencia como una bomba.” Era la
estética del sufrimiento.
Desilusionados con el arte burgués que había llevado a la humanidad a destruirse a sí misma, Dadá encarnaba la
antiestética y rompía toda lógica. El propósito de esta vanguardia era unir el arte con la vida cotidiana y llevar a las
personas a reflexionar sobre la locura que se había tragado el mundo. Estos artistas dejaron de lado el efervescente
nacionalismo europeo y se dirigieron a todos los hombres y mujeres. Por su parte, el surrealismo, convencido de que la
guerra era producto del exceso de racionalismo heredado de la ilustración, investigaba las infinitas posibilidades del
subconsciente y se apartaba de la violencia.
Después de la guerra el arte ya no podía definirse como lo bello y lo armonioso y una vez más hombres y mujeres se
vieron obligados a indagar por su esencia. En la literatura, la pintura y la poesía predominaban los experimentos, los
ejercicios introspectivos del artista y su irreverencia. Las reglas del pasado habían quedado atrás y ahora cualquiera podía
imponer las propias. La introspección y la curiosidad por probar cosas nuevas se han mantenido en el arte a lo largo de
los años. Lo que no duró mucho, a pesar de haber pisado fuerte, fue el radicalismo y la utopía de las vanguardias que se
propusieron cambiar un mundo que los tenía desilusionados. Un esfuerzo tan digno de admiración como fugaz.
La relación entre arte y política
El arte ha sido utilizado como propaganda política desde siempre. Esta propaganda influencia a la sociedad, marcando cambios,
en algunas obras de una forma positiva haciendo que el ciudadano esté más al tanto de su responsabilidad ante la sociedad. Los
pósters de propaganda política se han convertido en iconos de la historia del arte. El arte cambia opiniones, habla de corrupción
y de derechos humanos, de la distribución de la pobreza y de la riqueza. Por el gran peso que tiene a nivel político y social a
través de toda la historia, varias obras de arte han sido destruidas. Ningún régimen político ha destruido tantas obras como el
nazi.
• El dominio de la ciencia de la perspectiva, que hace posible la representación tridimensional, se convierte en una obsesión para
los pintores. Aparece así la perspectiva lineal y la aérea.
• La luz, lógica y racional, a imitación de la Naturaleza, ayuda a crear efectos de perspectiva, mientras que el color es también
real.
. Qué gran ironía que tuviera interés por el arte cuando los nazis destruyeron a miles de artistas y millones de obras de la época.
En el año 1944 se creó la ‘Lista Gottbegnadeten’, 36 paginas con nombres no solamente de pintores y escultores sino también
de compositores, arquitectos, actores y cantantes. Aquellos perseguidos debían trabajar bajo el yugo del régimen
En pleno desarrollo del Fovismo, Surrelismo, Cubismo y Dadaísmo, el arte moderno fue titulado por los nazis como
arte degenerado. Cualquier obra que no apoyara su política no podía ser exhibida y en varios casos era destruida. El
27 de julio de 1942 varias obras de Picasso, Dalí, Ernst, Klee, Leger y Miro fueron quemadas en una hoguera nazi.
Triste y vergonzosamente, además de aquella época deleznable, a través de la historia tenemos varios ejemplos más
de obras que han sido destruidas o dañadas por su significado político. El arte también ha sido destruido por
ideologías religiosas, movimientos preponderantes de determinadas épocas.