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Manierismo: En esta época se estancó el arte y se reorienta con Carracci y Caravaggio, este

influenciado por Rafael, hizo “La incredulidad de Santo Tomás”.


Por su parte, en Francia, Nicolás Poussin representaría la escuela clasicista del siglo XVII
cuyos elementos consistentes en la claridad, la lógica y el orden continúan hasta la fecha.
Poussin estudió a los clásicos para poder plasmar la belleza que caracterizaba a dichas
obras. Claude Lorrain, francés italianizado también representó esta época caracterizando
sus obras la representación del realismo, entre ellos, los árboles.
Por su parte el Nórdico Rubens, que no pertenecía a una escuela o estilo específico, traía la
herencia de los artistas de los países bajos, inició con las pinturas de gran tamaño, vivió una
época en que había conflicto entre el catolicismo y el protestantismo, sin embargo, se
decantó por el catolicismo y recibía encargos de Reyes y Emperadores. Sus obras muy
realistas ya no contenían cuerpos esbeltos ni la belleza clásica. Entre sus obras más
destacadas encontramos “ Las Tres Gracias” y “Sansón y Dalia”.
El sevillano Diego Velázquez tiene un profundo apego al naturalismo, observación objetiva
de la realidad y una armonía intensa en el conjunto representado en sus cuadros. Fue un
miembro muy famoso de Felipe IV y se encargaba de pintar retratos del rey y miembros de
la familia real, una de sus mas famosas pinturas es “Las Meninas” en cuya pintura se refleja
a la infanta Margarita y se caracteriza por un perfecto juego de luz y sombras así como de
profundidad y realismo en las telas de la ropa de los personajes de su obra.
La división de Holanda del siglo XVII en católicos y protestantes generó diferencias
importantes entre la arquitectura protestante y la católica. Dentro de las iglesias: una iglesia
anglicana tiene una sala sencilla en la que la fe se manifiesta por la reunión de la
comunidad, sin pretender evocar una visión de otro mundo, sino simplemente recogernos
en nuestros pensamientos. La católica, por su parte, tiene grandes e imponentes naves llenas
de arte que infunden miedo y culpa y que evocan constantemente a otro mundo lleno de
bendiciones después de la experiencia terrenal.
El más destacado de los pintores de esta época es el Holandés Rembrandt, que se
caracteriza por el realismo, una de sus obras es El Retrato de Agatha. Rembrandt también
fue un excelente grabador que desarrolló la técnica del aguafuerte, en sus obras ponderaba
la verdad y la sinceridad por encima de la belleza y la armonía.

Barroco y la edad de la razón: ridiculizar las tendencia del siglo XVII, sus espirales y
curvas no solo son ornamentales sino dan unidad a las construcciones.
En la Segunda mitad del siglo XVII e inicios del siglo XVIII
En la primera mitad del siglo XVII, el Barroco se desenvolvió totalmente y su estilo más
pulido se observó en la cúpula, las torres de los lados y la fachada de las iglesias, en donde
se emplearon la pompa y la ostentación de las piedras preciosas, el oro y el estuco para
evocar una visión de la gloria celestial de manera más concreta que en las iglesias
medievales.
La Iglesia católica descubrió el poder del arte para impresionar y esta concepción fue
aplicada también por reyes y príncipes de Europa del siglo XVII para ampliar su poderío e
incrementar su influjo en el espíritu de la gente. Un ejemplo de este tipo de decoración y
arquitectura es el Palacio de Versalles y por su puesto el Baldaquino de San Pedro, de
Bernini, el palacio del Príncipe Eugenio de Hildebrandt, el Monasterio Austriaco de Melk.

Posteriormente en el siglo XVIII Versalles, era condenado por absurdo y artificioso, pues
un jardín debía reflejar las bellezas naturales del entorno y fungir como elemento de
acompañamiento ideal para las construcciones.
Manierismo: última parte del renacimiento que va en contra de la belleza de la época
clásico.
Tintoretto: plasma los relatos de la biblia agregando pasión a sus obras, luego El Greco
admira este nuevo estilo y pinta La apertura del quinto sello del Apocalipsis.
Giorgio Bazari: descuidada ejecución, sus obras parecían inacabadas, trazos rudos que
sorprendían a la gente.
Los arquitectos constructores del siglo XVIII rechazaron las extravagancias del Barroco y
se alinearon a las reglas sobre el gusto de la arquitectura impuesta por el famoso
italiano Andrea Palladio, quien destacaba las rígidas reglas del estilo clásico, a diferencia
de los arquitectos de la Europa católica, de una forma lisa y sencilla.

En Inglaterra la norma del buen gusto era la norma de la razón de lord Burlington y de
Alexander Pope, quienes se oponían a los vuelos de fantasía de los diseños barrocos y al
arte cuya finalidad fuera producir una impresión abrumadora.

El triunfo del protestantismo en Inglaterra y la hostilidad puritana hacia el lujo y las


imágenes comunicó a la tradición artística inglesa una gran severidad. La única
intervención de la pintura era para hacer retratos y la mayoría de ellos fueron hechos por
extranjeros —Holbein y van Dyck— cuando ya eran considerados grandes artistas en otros
países. Los ingleses adinerados casi no compraban cuadros o esculturas a los nativos,
sino a los extranjeros reconocidos y una de las principales razones, además
del esnobismo, es que la gente no comprendía para qué servía un cuadro.
Willian Hogharth (“El Banco”, “El pintor y su pug” y “Los niños Graham”) y Joshua
Reynolds se inspiraba en Tiziano y los grandes pintores del renacimiento (Coronel George
K, Miss Boules y Miss Sara Campbell, se caracteriza Reynolds por describir en sus obras el
papel de la gente en la sociedad).
Tomas Gainsborough (1727-1788), pintor y retratista inglés, fue su mayor rival. Aunque
se ocupaba menos por la creación, su pintura estaba llena de encanto, simplicidad,
vivacidad y espontaneidad. Fue casi un autodidacta que no consideró necesario estudiar a
los grandes maestros italianos y cuyo placer mayor estuvo en la representación de los
paisajes, aunque su producción estuvo concentrada en hacer retratos.
En el arte, ese cambio se dio con la edad de la razón en Inglaterra y tuvo que ver con la
actitud del artista respecto a los diversos estilos y no a uno solo, sobre todo en el terreno de
la arquitectura en donde se utilizaban los referentes del italiano Palladio, el renacimiento
del estilo gótico —gracias a Horace Walpole, hijo del primer ministro, que tenía gustos
románticos y fantásticos—, la influencia china, así como las normas de la arquitectura
clásica, desde el siglo XV, que habían sido tomadas de unas cuantas ruinas romanas de un
periodo más o menos decadente. El resultado fue que varios se empezaron a preocupar por
encontrar el estilo verdaderamente correcto.
En la pintura y escultura, la ruptura con la tradición no fue tan evidente, aunque tuvo
mayores consecuencias. Una de las primeras dificultades, debido al énfasis puesto sobre los
grandes maestros del pasado, fue que los compradores se inclinaban por adquirir las obras
antiguas más que encargar nuevas creaciones a los artistas de su propio tiempo.

Para contrarrestar esto, las academias de París y Londres comenzaron a organizar


exposiciones anuales de las obras de sus miembros. Los artistas, por su parte, empezaron a
buscar nuevos temas para impresionar al público comprador. Muchas de las nuevas
aportaciones vinieron de los estadounidenses que llegaban a Inglaterra con el ánimo de
tener nuevas experiencias. Ese fue el caso de John Singleton Copley (1737-1815) que
pintó un cuadro sobre Carlos I y la detención, en la Cámara de los Comunes, de cinco de
sus miembros. Era un episodio que se había sugerido a Copley y que nunca se había
pintado, un hecho histórico que al verse en el cuadro había generado gran admiración.

La Revolución francesa dio un impulso enorme por la historia y por la pintura de los
asuntos históricos. Copley —que pintaba cuadros históricos con tensión romántica—, había
buscado más ejemplos haciendo renacer “la grandeza de Roma” con un estilo neoclásico.
El líder de este nuevo estilo fue el francés Jacques-Louis David (1748-1825) —artista del
gobierno revolucionario— que consideraba que vivía en tiempos históricos y que los
acontecimientos vividos eran dignos de atención por parte de los pintores, como lo habían
sido los episodios de la historia griega y romana. Una de sus obras, destacada por su
perfección es "El Juramento de los Horacios”
Entre los artistas que desdeñaron los temas antiguos estuvo el gran pintor español Francisco
de Goya, quien había estudiado la tradición de la pintura española a través de Velázquez y
El Greco, con un estilo de cuadros de brillante colorido a favor de la grandiosidad clásica,
pero manteniéndose independiente de los convencionalismos del pasado.
Al igual que Rembrandt, produjo una cantidad importante de aguafuertes, la mayoría de
ellos mediante una técnica nueva denominada aguatinta —la cual permite grabar líneas y
modificar las manchas—, de temas desconocidos, como visiones fantásticas de brujas y
apariciones espantosas que estaban relacionadas con las acusaciones que él hacía contra los
poderes de la opresión que observó en su tiempo, así como de sus propias pesadillas. En
realidad era la ruptura con la tradición cuando los artistas se sintieron con la libertad de
poder plasmar sus visiones y temas.”La maja desnuda” y “Los Duques de Osuna y sus
hijos".
el del poeta y místico William Blake, un hombre profundamente religioso que vivió
encerrado en su propio mundo, menospreciando el arte oficial de las academias y
renunciando a aceptar sus normas. Algunos lo creyeron loco, pero otros contemporáneos
creyeron en su arte y lo liberaron de su miseria. Vivió modestamente gracias a los grabados
que hizo para ilustrar sus propios poemas y en algunas ocasiones por pedimentos de otros.
Es claro que Blake no se preocupó por la perfecta representación de las figuras, porque el
sentido de cada una venía de sus sueños y eso era tan avasallador para él, que corregirlas le
parecía superficial. Fue el primer artista, después del Renacimiento, que se reveló
conscientemente contra las normas establecidas por la tradición y fue una gran figura
del arte inglés de su época. Newton, El fantasma de una pulga y Nabuconodosor.

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