Está en la página 1de 14

UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD


LICENCIATURA EN NUTRICIÓN

FISIPATOLOGIA II
DR. MAURO HERNANDEZ

REVISION BIBLIOGRAFICA
EJE MICROBIOTA- CEREBRO – INTESTINO Y SU RELACION CON
TRASTORNOS GASTROINTESTINALES

GERALDINE MELISSA VIDAL HERNANDEZ 2381522


ANDREA LETTICIA GIRÓN SAGASTUME 2251922
ELENA MARIBEL ALDANA PAZ 2222822
ZULMY MARISSA LEON MONZON 2015719

ZACAPA, GUATEMALA
CAMPUS SAN LUIS GONZAGA, SJ
22 FEBRERO 2024
INTRODUCCION
La siguiente revisión bibliográfica proporciona información detallada sobre la
relación entre la microbiota intestinal y el eje cerebro-intestino-microbiota, así como
el uso de probióticos en enfermedades neurológicas y trastornos digestivos. Se
discuten temas como la disbiosis, la influencia de la microbiota intestinal en la salud
mental, la comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro, y las estrategias
terapéuticas para modificar la composición de la microbiota intestinal. Además, se
aborda la relación entre la microbiota y enfermedades neurológicas como la
enfermedad de Parkinson, la esquizofrenia y la enfermedad de Alzheimer, así como
la influencia de los psicobióticos en la función gastrointestinal y los síntomas de
depresión y ansiedad. El documento también explora las opciones terapéuticas para
mejorar los síntomas tanto digestivos como neuropsiquiátricos asociados a la
disbiosis intestinal, incluyendo cambios en la dieta, el uso de prebióticos,
probióticos, antibióticos y trasplante de microbiota fecal.
OBJETIVOS
1. Examinar el Papel de los Probióticos en el Síndrome de Intestino Irritable (SII)
y su Relación con el Eje Cerebro-Intestino-Microbiota
2. Determinar la Eficacia de los Probióticos en la Enfermedad de Parkinson (EP)
3. Evaluar la Eficacia de los Psicobióticos en el Tratamiento de enfermedades
neurológicas.
DESARROLLO DEL TEMA
EJE CEREBRO-INTESTINO-MICROBIOTA
El eje cerebro-intestino-microbiota es un sistema de comunicación bidireccional que
conecta el sistema nervioso central con el tracto digestivo. Incluye el cerebro, la
médula espinal, el sistema nervioso autónomo y los sistemas neuroendocrino y
neurohumoral. La microbiota intestinal, compuesta principalmente por bacterias,
desempeña un papel crucial en este sistema. La composición equilibrada de la
microbiota, conocida como eubiosis, es fundamental para su funcionamiento
óptimo, mientras que la disbiosis, un desequilibrio en esta composición, se asocia
con enfermedades intestinales y extraintestinales.
La microbiota intestinal realiza diversas funciones, como la metabólica,
inmunológica, fisiológica y de barrera. Esto incluye la producción de ácidos grasos
de cadena corta, la regulación del sistema inmunológico mediante la activación de
linfocitos y la secreción de hormonas y neurotransmisores. Además, la microbiota
contribuye al mantenimiento de la función de barrera intestinal, evitando el paso de
sustancias no deseadas al torrente sanguíneo. La disbiosis puede aumentar la
permeabilidad intestinal, lo que puede desencadenar respuestas inflamatorias y
afectar sistemas como el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal, relacionado con
enfermedades neuropsiquiátricas.1

El intestino “el pequeño cerebro”


El sistema nervioso entérico, a menudo llamado "el pequeño cerebro", comprende
una red extensa de neuronas que se extiende desde el esófago hasta el ano. Estas
neuronas se organizan en dos plexos principales: el plexo mientérico, que controla
la motilidad del tracto gastrointestinal, y el plexo submucoso, que regula las
secreciones de los órganos digestivos. Las neuronas del SNE tienen una estructura
similar a las neuronas cerebrales y pueden liberar los mismos neurotransmisores y
hormonas.
La actividad del SNE está regulada por el sistema nervioso autónomo, con la
división simpática disminuyendo la secreción y motilidad del tracto gastrointestinal,
y la división parasimpática aumentándola a través del nervio vago.
Los nervios simpáticos pueden retardar la digestión en situaciones de estrés o
ansiedad al estimular el SNE.
La influencia del intestino en el cerebro, tanto en la sensación como en la motilidad,
es significativa, con estudios que sugieren que enfermedades neurológicas como la
ansiedad, la enfermedad de Parkinson y la demencia pueden originarse en el
intestino y el SNE. Los neurotransmisores pueden afectar la función cerebral a
través del intestino, y el uso de probióticos y glutamina ha demostrado mejorar estos
trastornos.
El SNE tiene una parte sensorial compuesta por dos tipos de neuronas: las de bajo
umbral, que registran pequeños cambios químicos y mecánicos relacionados con
las condiciones fisiológicas en el tracto gastrointestinal, y las de alto umbral, que
son sensibles a cambios en glucosa, aminoácidos y ácidos grasos. Estas neuronas
también regulan reflejos como el del vómito, que puede ser desencadenado por la
irritación intestinal y la producción excesiva de serotonina.
Los neurotransmisores son sustancias químicas cruciales que facilitan la
comunicación entre las neuronas del cerebro, desempeñando un papel fundamental
en diversas funciones mentales como la memoria, la atención y el estado de ánimo.
Estos neurotransmisores se ven influenciados por los nutrientes obtenidos de los
alimentos, los cuales son procesados por las células intestinales y la flora intestinal,
generando neurometabolitos que llegan al cerebro a través de vías nerviosas o
sanguíneas.
Alteraciones en la flora intestinal pueden afectar la producción de estos
neurometabolitos, lo que repercute en la función mental. Estudios en ratas han
demostrado cambios en el comportamiento al administrarles ciertos
microorganismos.
La serotonina, sintetizada tanto en el sistema nervioso central como en el tracto
gastrointestinal, desempeña un papel crucial en la regulación del estado de ánimo,
el apetito y otras funciones. Su síntesis depende del triptófano, un aminoácido
obtenido de los alimentos, y su deficiencia puede manifestarse, por ejemplo, en
heces tipo I en la escala de Bristol. La influencia microbiana en el metabolismo del
triptófano y el sistema serotoninérgico sugiere una importante relación entre el
microbioma intestinal y el eje cerebro-intestino.
La dopamina, cuyo papel en el intestino aún se estudia, está implicada en la
protección del tracto gastrointestinal y en el control del apetito cuando disfrutamos
de un alimento.
El ácido gamma-aminobutírico (GABA), el principal inhibidor de la actividad
neuronal, regula el dolor y la inflamación, y desempeña un papel en la ansiedad y
la depresión. Ciertas bacterias intestinales tienen la capacidad de convertir el
glutamato en GABA, lo que sugiere que pueden influir en la comunicación entre el
intestino y el cerebro, y podrían ser útiles como complementos terapéuticos en
trastornos relacionados con el estrés como la ansiedad y la depresión.3

Microbiota intestinal y su relación con el eje cerebro-intestino


Se estima que la microbiota está compuesta por aproximadamente 10×10 14
microorganismos, lo que representa una cantidad diez veces mayor que el número
total de células humanas. La composición de la microbiota es dinámica y se adapta
al entorno en el que reside y a las funciones que realiza. Factores como la dieta, el
estilo de vida y el uso de antibióticos pueden influir en esta composición.
La microbiota de un individuo cambia a lo largo de su vida. Durante los primeros
años, factores como el tipo de parto y la lactancia (materna o artificial) tienen un
impacto significativo, con una predominancia de bacterias del filo Actinobacterias,
especialmente del género Bifidobacterias. En la edad adulta, los hábitos de vida y
la dieta contribuyen a la presencia de bacterias del filo Bacteroidetes y Firmicutes.
Además, la composición de la microbiota varía según el órgano en el que se
encuentra. Las condiciones del pH gástrico influyen en estas variaciones, lo que
significa que la región gástrica alberga apenas unos cientos de microorganismos en
comparación con la diversidad presente en el recto.
La microbiota, un conjunto de microorganismos simbióticos en el organismo,
desempeña un papel crucial en el sistema inmunitario, metabólico y hormonal, así
como en la relación entre el intestino y el cerebro. El eje microbiota-intestino-cerebro
es un sistema de comunicación bidireccional que involucra varios componentes,
como el sistema nervioso entérico, el sistema nervioso autónomo y el sistema
nervioso central. Este eje se cree que comunica a través del nervio vago, el sistema
circulatorio y el sistema inmune.
La composición de la microbiota puede variar debido a factores como la dieta, los
hábitos individuales y el uso de medicamentos. Se ha observado que alteraciones
en la composición normal de la microbiota, conocida como disbiosis, pueden
contribuir al desarrollo de enfermedades neurológicas como la enfermedad de
Alzheimer, la enfermedad de Parkinson y la esclerosis múltiple.
En los últimos años, se ha prestado atención al papel de la disbiosis en el desarrollo
de enfermedades neuropsiquiátricas. Se sugiere que los cambios en la composición
de la microbiota intestinal pueden influir en el equilibrio emocional, actuando en el
eje cerebro-intestino-microbiota.
La disbiosis, caracterizada por la disminución de bacterias beneficiosas como
Bifidobacterias y Lactobacilos, puede aumentar la permeabilidad intestinal,
permitiendo la translocación bacteriana y la liberación de lipopolisacáridos que
activan respuestas proinflamatorias.
Estas respuestas inflamatorias pueden afectar el sistema nervioso central,
desregulando el sistema hipotálamo-pituitaria-suprarrenal y predisponiendo a
trastornos psiquiátricos como la depresión. Además, la activación del nervio vago
en respuesta al estrés también puede contribuir a estos trastornos.
Estudios sugieren diferencias en la composición de la microbiota entre individuos
sanos y aquellos con depresión, lo que respalda la asociación entre el estrés, la
depresión y la microbiota intestinal.
La comunicación entre la microbiota y el cerebro se lleva a cabo mediante diversas
vías, incluyendo la liberación de neurotransmisores y neurohormonas. La microbiota
también influye en la liberación de ácidos grasos de cadena corta, que pueden
afectar los niveles de neurotransmisores en el cerebro y mantener la integridad de
la barrera hematoencefálica. Además, la microbiota puede modular el eje
hipotálamo-pituitario-adrenal, afectando la liberación de cortisol en respuesta al
estrés.
En cuanto al sistema inmune, la microbiota interactúa con él a través de patrones
moleculares asociados a patógenos, como los lipopolisacáridos. Estos patrones
activan respuestas inmunes que pueden influir en la salud del individuo.
A medida que se profundiza en la comprensión del eje intestino-cerebro, surgen
postulados que sugieren una conexión entre la microbiota y las enfermedades
neurodegenerativas. Estudios en ratones sin gérmenes muestran que la microbiota
es crucial para un desarrollo cognitivo normal. Por ejemplo, investigaciones en
ratones in vivo han relacionado la ingesta de un oligosacárido presente en la leche
materna con una mejora cognitiva, destacando su efecto sobre el hipocampo y los
patrones de memoria.
La microbiota también desempeña un papel en la generación de neurotransmisores
y moléculas necesarias para el funcionamiento del sistema nervioso central. La
disbiosis puede afectar las concentraciones de estas moléculas y contribuir al
desarrollo de trastornos del comportamiento, ansiedad y enfermedades
neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer y el autismo.
Además, la microbiota participa en la síntesis de péptidos que pueden provocar
reacciones autoinmunes y dañar las estructuras nerviosas. Esto sugiere que la
microbiota podría ser una causa subyacente de varias enfermedades neurológicas,
incluyendo la esclerosis múltiple, el trastorno por déficit de atención-hiperactividad,
la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de Alzheimer.
Los probióticos han surgido como una herramienta terapéutica para estas
enfermedades neurológicas, aunque aún queda por aclarar muchos aspectos, como
el mecanismo exacto de acción, la selección de cepas, dosis y duración del
tratamiento. Sin embargo, estudios clínicos preliminares han mostrado mejoras
objetivas en pacientes tratados con probióticos, lo que respalda la idea de que son
efectivos para el tratamiento.
Los probióticos se han convertido en una opción terapéutica popular para modificar
la composición de la microbiota intestinal en pacientes con enfermedades
neuropsiquiátricas. La manipulación de la microbiota intestinal emerge como una
estrategia terapéutica para mejorar los síntomas de trastornos digestivos y
neuropsiquiátricos asociados a la disbiosis intestinal. Esta manipulación puede
lograrse mediante diversas alternativas, como cambios en la dieta y el uso de
prebióticos, probióticos, antibióticos y trasplante de microbiota fecal.
Los prebióticos son componentes no digeribles de la dieta que fomentan el
crecimiento de bacterias beneficiosas en el tracto gastrointestinal. Estos incluyen
diversos tipos de oligosacáridos y polisacáridos presentes naturalmente en
alimentos como cereales, frutas, vegetales y lácteos, así como aquellos producidos
artificialmente.
Los probióticos, por otro lado, son microorganismos vivos que, cuando se
administran en cantidades adecuadas, proporcionan beneficios para la salud del
huésped. Estos microorganismos han demostrado mejorar la integridad de la
barrera intestinal, fortalecer el sistema inmunológico, combatir bacterias patógenas,
regular la motilidad intestinal y reducir el dolor abdominal en condiciones como el
síndrome de intestino irritable.
En el ámbito de los antibióticos, la rifaximina es el más comúnmente utilizado para
modular la microbiota intestinal. Este fármaco, de amplio espectro y no absorbible,
ha mostrado eficacia en el tratamiento del SII con predominio de diarrea, siendo
bien tolerado y con un perfil de seguridad similar al placebo.
En conjunto, estas estrategias terapéuticas ofrecen esperanza para mejorar los
síntomas tanto digestivos como neuropsiquiátricos asociados a la disbiosis
intestinal, brindando opciones adicionales para el manejo integral de estas
condiciones.

Psicobioticos y su influencia en enfermedades


Los "psicobióticos", una categoría de probióticos propuesta por Dinan en 2013, son
particularmente prometedores. Estos probióticos pueden influir en funciones y
comportamientos relacionados con el sistema nervioso central a través de varias
vías, incluyendo inmunológicas, humorales, neurales y metabólicas, lo que puede
mejorar tanto la función gastrointestinal como los síntomas de depresión y ansiedad.
Los estudios han demostrado que los psicobióticos, como las especies de
Lactobacillus y Bifidobacterium, pueden reducir los síntomas de depresión y
ansiedad en pacientes que los consumen durante períodos variables.
Además, se ha encontrado que los probióticos también tienen efectos beneficiosos
en la enfermedad de Alzheimer, mejorando la capacidad cognitiva y reduciendo los
niveles de inflamación.
Aunque los resultados en trastornos del espectro autista han sido mixtos, algunos
estudios sugieren que ciertos probióticos podrían mejorar los síntomas relacionados
con el comportamiento y los problemas gastrointestinales en niños con TEA.
La evidencia sobre el uso de probióticos en la enfermedad de Parkinson (EP) es
limitada pero alentadora, con algunos estudios que sugieren mejoras clínicas y
cambios favorables en marcadores de inflamación y oxidación. Sin embargo, en la
esquizofrenia, los datos son escasos y no concluyentes, con algunos estudios que
no muestran diferencias significativas en comparación con el placebo, aunque hay
investigaciones más recientes que sugieren beneficios potenciales en la mejora de
los síntomas y los biomarcadores asociados con la enfermedad.

SII y su relación con eje-cerebro-intestino


El síndrome de intestino irritable puede considerarse un modelo para entender la
disfunción del eje cerebro-intestino-microbiota. Se caracteriza por dolor abdominal
recurrente junto con cambios en la defecación o en los hábitos evacuatorios, siendo
la distensión abdominal un síntoma común.
La etiología del SII parece ser multifactorial, con factores biológicos, psicológicos y
sociales. La disbiosis, un desequilibrio en la microbiota intestinal, desempeña un
papel crucial en su fisiopatología, afectando la comunicación entre el intestino y el
cerebro y dando lugar a síntomas y cambios en marcadores serológicos.
La disbiosis también se relaciona con el aumento de la actividad del eje hipotálamo-
pituitaria-suprarrenal, desencadenado por la presencia de lipopolisacáridos
bacterianos, lo que conduce a una mayor sensibilidad al dolor visceral.
Además, la disbiosis está implicada en el síndrome de intestino irritable
postinfeccioso y el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, condiciones
que pueden surgir tras una gastroenteritis aguda, con cambios significativos en la
composición de la microbiota intestinal.2
CASO CLÍNICO
Paciente: Ana, mujer de 35 años
Anamnesis
Ana presenta síntomas neuropsiquiátricos como ansiedad y cambios de humor, así
como molestias gastrointestinales recurrentes, incluyendo dolor abdominal y
episodios de diarrea.

Exámenes médicos
 Microbioma intestinal: Se observa una disminución en la diversidad
bacteriana, con predominio de bacterias patógenas.
 Imágenes cerebrales: Se detectan cambios en la actividad neuronal,
especialmente en áreas asociadas con el control emocional.
 Análisis de sangre: Se encuentra un aumento en los marcadores de
inflamación.

Diagnóstico:
Síndrome intestino-cerebro. La conexión entre el microbioma intestinal
desequilibrado y los síntomas neuropsiquiátricos sugiere una influencia
bidireccional entre el intestino y el cerebro.

Tratamiento
 Probióticos y prebióticos para restaurar la microbiota intestinal.
 Moduladores de la respuesta inmunológica para reducir la inflamación.
 Terapia cognitivo-conductual para abordar los síntomas neuropsiquiátricos.

Seguimiento
Se observa mejoría en los síntomas gastrointestinales y neuropsiquiátricos con el
tratamiento, respaldando la conexión entre el eje microbios-cerebro-intestino en
este caso clínico.
CONCLUSIONES
1. El SII puede considerarse un modelo para entender la disfunción del eje
cerebro-intestino-microbiota, con la disbiosis desempeñando un papel crucial
en su fisiopatología, afectando la comunicación entre el intestino y el cerebro
y dando lugar a síntomas y cambios en marcadores serológicos
2. La evidencia sobre el uso de probióticos en la EP es limitada pero alentadora,
con algunos estudios que sugieren mejoras clínicas y cambios favorables en
marcadores de inflamación y oxidación
3. Los psicobióticos han demostrado reducir los síntomas de depresión y
ansiedad en pacientes, lo que respalda su potencial terapéutico en trastornos
del estado de ánimo
RECOMENDACIONES
1. Considerar el uso de probióticos y prebióticos como una estrategia
terapéutica para mejorar los síntomas tanto digestivos como
neuropsiquiátricos asociados a la disbiosis intestinal.
2. Evaluar la posibilidad de utilizar psicobióticos, una categoría de probióticos
que pueden influir en funciones y comportamientos relacionados con el
sistema nervioso central, para mejorar tanto la función gastrointestinal como
los síntomas de depresión y ansiedad.
3. Realizar cambios en la dieta para fomentar el crecimiento de bacterias
beneficiosas en el tracto gastrointestinal, incluyendo oligosacáridos y
polisacáridos presentes naturalmente en alimentos como cereales, frutas,
vegetales y lácteos.
4. Considerar el uso de antibióticos como la rifaximina, que ha mostrado eficacia
en el tratamiento del síndrome de intestino irritable con predominio de
diarrea, siendo bien tolerado y con un perfil de seguridad similar al placebo.
5. Evaluar la posibilidad de utilizar trasplante de microbiota fecal como una
alternativa terapéutica para mejorar la composición de la microbiota intestinal
en pacientes con enfermedades neuropsiquiátricas.
BIBLIOGRAFIA
1. Gómez-Eguílaz M, Ramón-Trapero JL, Pérez-Martínez L, Blanco JR. El eje
microbiota-intestino-cerebro y sus grandes proyecciones [Internet].
Summaremeis.com. [citado el 22 de febrero de 2024]. Disponible en:
http://summaremeis.com/evidencias-clinicas/glutazinc/22.pdf

2. Bustos-Fernández LM, Hanna-Jairala I. Eje cerebro intestino microbiota.


Importancia en la práctica clínica. Rev Gastroenterol Peru [Internet]. 2022
[citado el 22 de febrero de 2024];42(2):106–16. Disponible en:
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1022-
51292022000200106

3. [citado el 22 de febrero de 2024]. Disponible en:


http://file:///Users/zulmymarissaleonmonzon/Downloads/calin-alcacer-75-eje-
cerebro-intestino%20(3).pdf

También podría gustarte