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UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS


CARRERA DE MEDICINA

ASIGNATURA:

CÁTEDRA DE PSIQUIATRIA

DOCENTE:

Dra. MARIA GARCIA MONCAYO

ESTUDIANTE:
BRYAN JAVIER
ECHEVERRIA VÁSQUEZ

SEMESTRE:

SEXTO ‘’G4‘’

2023 – 2024 CI
Eje microbiota-intestino-cerebro

La microbiota intestinal humana es el conjunto de microorganismos que habitan de forma simbiótica


en el intestino, además el establecimiento de la comunidad microbiana intestinal parece ser un proceso
escalonado que cubre el primer año de vida.
El eje microbiota-intestino-cerebro abarca al SNC, las ramas simpática y parasimpática del sistema
nervioso autónomo, el sistema nervioso entérico y los sistemas neuroendocrino y neuroinmune. En
individuos sanos, la microbiota dominante normal es relativamente estable y establece una relación de
beneficio mutuo con el anfitrión. Sin embargo, perturbaciones en esta delicada relación sinérgica
pueden tener serias consecuencias y potenciar trastornos cerebrales, digestivos y metabólicos
El eje microbiota-intestino-cerebro (MIC) es un área de investigación emergente que estudia la
relación entre la microbiota intestinal y la función cerebral. La microbiota intestinal es un conjunto de
microorganismos que habitan en nuestro tracto gastrointestinal y desempeñan una serie de funciones
importantes en el mantenimiento de nuestra salud. La investigación ha demostrado que la microbiota
intestinal puede afectar la función cerebral, y viceversa. En este ensayo, discutiremos la naturaleza de
esta relación y sus implicaciones para la salud.
La microbiota intestinal está compuesta por una amplia variedad de microorganismos, incluyendo
bacterias, virus, hongos y otros microbios. Estos microorganismos interactúan con el sistema
inmunológico y el tracto gastrointestinal, y desempeñan un papel importante en la digestión, el
metabolismo y la absorción de nutrientes. La composición de la microbiota intestinal puede variar en
función de la dieta, el estilo de vida y otros factores ambientales.
Los estudios han demostrado que la microbiota intestinal puede afectar la función cerebral a través de
una serie de mecanismos. Uno de los mecanismos más estudiados es la comunicación microbiota-
intestino-cerebro a través del nervio vago, una estructura que conecta el cerebro con el tracto
gastrointestinal. Las señales producidas por la microbiota intestinal pueden viajar a través del nervio
vago hasta el cerebro y afectar la función cerebral.
Además, la microbiota intestinal también puede afectar la producción de neurotransmisores y otros
mensajeros químicos en el cerebro, lo que a su vez puede influir en el estado de ánimo, la cognición y
otros aspectos de la función cerebral. También se ha demostrado que la microbiota intestinal puede
influir en la inflamación sistémica, que ha sido relacionada con una amplia variedad de enfermedades
crónicas, incluyendo trastornos neurológicos como el Alzheimer y el Parkinson.
Otro mecanismo importante por el cual la microbiota intestinal puede afectar la función cerebral es a
través de la producción de metabolitos, como los ácidos grasos de cadena corta (AGCC). Los AGCC
son producidos por las bacterias intestinales durante la fermentación de los carbohidratos no
digeribles y se ha demostrado que pueden afectar la función cerebral. Por ejemplo, se ha demostrado
que los AGCC pueden reducir la inflamación, mejorar la función de la barrera hematoencefálica y
regular la expresión génica en el cerebro.
La relación entre la microbiota intestinal y la función cerebral es bidireccional. Se ha demostrado que
el estrés y otros factores emocionales pueden afectar la composición de la microbiota intestinal, lo que
a su vez puede afectar la función cerebral. Además, la dieta y otros factores ambientales pueden
afectar tanto la composición de la microbiota intestinal como la función cerebral.
En conclusión, el eje microbiota-intestino-cerebro es un área emergente de investigación que ha
demostrado que la microbiota intestinal puede afectar la función cerebral a través de una serie de
mecanismos. Esta relación es bidireccional y puede tener implicaciones importantes para la salud. Se
necesitan más investigaciones para comprender completamente los mecanismos subyacentes a esta
relación y desarrollar intervenciones terapéuticas.

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