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2017
Resumen
Una alteración en la microbiota intestinal ha sido observada en la enfermedad del Parkinson y los
síntomas gastrointestinales pueden preceder a los síntomas motores. La patología de la a-
sinucleína es evidente en el intestino y parece ser la puerta de entrada para la diseminación al
sistema nervioso central , recientes estudios demuestran que la microbiota intestinal interactúa
con el sistema nervioso central a través de diferentes vías, pero esta estrecha relación aún no es
del todo entendida. En esta revisión trataremos de explicar la relación que existe entre la
microbiota intestinal y la enfermedad del Parkinson.
Introducción
nervioso entérico puede actuar como un punto de iniciación de la enfermedad o bien ser la puerta
de entrada a la afectación del sistema nervioso central (2).
Por otro lado, Braak et al sugirieron que la patología puede ser causada por un patógeno que
puede penetrar la barrera mucosa del tracto gastrointestinal y, a través de las neuronas entéricas
posganglionares, llega al sistema nervioso central a lo largo de las fibras preganglionares derivadas
del vago por transporte axonal y transneuronal retrógrado (2,5).
El eje microbiota-intestino-cerebro
La microbiota ejerce
efectos directos en el
sistema inmune, que a su
vez está relacionado
también de forma
bidireccional con el sistema
nervioso central, por
ejemplo, en la producción
de enzimas
proinflamatorias que
afectan directamente a la
barrera cerebral y al tracto
gastrointestinal, por lo que
una modificación en la
microbiota puede regular
la función de la barrera
intestinal o estimular la
Tomada de: Tremlett et al, 2017
respuesta inmune.
Rosa María Nava Nolazco. 2017
Otro de los ejemplos de como la microbiota influye en la comunicación con el sistema nervioso
central es por los metabolitos bacterianos. Las bacterias tienen la capacidad de producir ácidos
grasos de cadena corta, los cuales modulan la actividad en el sistema nervioso entérico y
aumentan la motilidad gastrointestinal (6) (fig.1).
La microbiota intestinal está compuesta de una diversa y dinámica población bacteriana de más de
100 billones de microorganismos, incluyendo aproximadamente 1000 especies distintas (7). El
descubrimiento de que una microbiota diferente puede influir en el comportamiento, la cognición
y a su vez el sistema nervioso central influye en la composición de la microbiota ha dado pie a que
muchos investigadores centren sus estudios en tratar de dilucidar el papel del eje microbiota-
cerebro-intestino en afectaciones que van desde trastornos relacionados con estrés, depresión,
dolor, hasta trastornos del desarrollo neurológico como autismo y enfermedades
neurodegenerativas como el Alzheimer y Parkinson.
Scheperjans fue uno de los pioneros en mostrar que existe una diferencia entre la microbiota
intestinal de pacientes sanos y pacientes con Parkinson, ellos detectaron una correlación directa
entre la cantidad de microorganismos del género Enterobactericeae en el intestino de los
pacientes y la relación con el grado de gravedad en los problemas de movilidad y equilibrio, es
decir, entre más Enterobacteriaceae, más graves eran los síntomas (8).
A raíz de ese estudio se empezó a realizar otros similares. Unger y colaboradores analizaron la
composición de la microbiota en pacientes sanos y con Parkinson y encontraron que las bacterias
que tienen la capacidad de producir ácidos grasos de cadena corta estaban reducidas en pacientes
con Parkinson, lo que confirma la relación entre el Parkinson y la alteración de la microbiota y
sugieren que la reducción de los ácidos grasos de cadena corta podría inducir alteraciones en el
sistema nervioso entérico y contribuir a la dismotilidad gastrointestinal (6).
Conclusión
Con la evidencia presentada en este trabajo queda claro como la microbiota intestinal exhibe una
fina regulación sobre el hospedero a través del eje intestino-cerebro y que puede tener
implicaciones en el desarrollo de trastornos neurodegenerativos como el Parkinson. Los
mecanismos moleculares precisos de cómo ocurre aún no son del todo conocidos pero lo que sí se
sabe es que una microbiota alterada predispone a cambios en el sistema nervioso entérico que
conlleva a desordenes gastrointestinales y el mal plegamiento de la proteína a-sinucleína, los
cuales son síntomas que preceden a la enfermedad y se pueden explotar como biomarcadores
para el diagnóstico temprano. Por otro lado, con todo este conocimiento que se ha generado
podemos buscar alternativas terapéuticas como la recolonización de las bacterias productoras de
ácidos grasos o probióticos que puedan restaurar la microbiota normal para mejorar los aspectos
motores de la enfermedad o inducir una respuesta inmune específica para tratar estos trastornos.
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