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Mi paciente tiene una familia muy invalidante

que impide la activación, ¿qué hago?


• 28/02/2018
• Equipo de Redacción

Tips para psicoterapeutas, es una sección con recomendaciones breves para ayudar a
terapeutas que enfrentan dificultades en la consulta o se encuentran estancados en algún
proceso del tratamiento. Puedes leer todos los artículos aquí.

Una de las claves por las cuáles funciona la activación conductual para la depresión es que
pone en contacto a la persona con las potenciales fuentes de bienestar que ya pueden existir en
su entorno. No se trata tanto de buscar nuevas fuentes sino de fortalecer el contacto de la
persona con fuentes que han sido relegadas.

Un hombre que esté pasando por un estado de depresión —y en cuya historia podamos ver
estrategias de autocuidado bien trabajadas— puede recuperar sensaciones de bienestar y
momentos de calma volviendo a entrar en contacto con actividades relacionadas, como
dedicar tiempo a cocinar platos que le gusten y centrar su atención justo en lo que ocurre en
esos momentos. Eso puede aplicarse a relaciones sociales, mundo profesional o cualquier otra
fuente de bienestar.

El problema viene cuando aquel aspecto de la vida de una persona que debería ser fuente de
bienestar, resulta ser todo lo contrario: es el ejemplo de la familia, para quienes algunas
personas la convivencia diaria supone algo parecido a un infierno inevitable.

Es posible que atendamos a personas jóvenes, sin demasiados recursos económicos, que
dependan de la unidad familiar para prosperar, y que reciban una carga aversiva importante
por parte de todos o algunos de los miembros de su familia; esto lo sabremos porque
exploraremos mediante entrevista semi-estructurada, cuestionarios sobre fuentes de
reforzadores y auto-registros.
Una vez que lo valoremos, la meta terapéutica está clara: debemos hacer todo lo posible por
poner en contacto al usuario con otras fuentes alternativas de reforzamiento. El planteamiento
sería el siguiente:

1. Explorar fuentes de estimulación apetitiva.

2. Reforzar aproximaciones sucesivas, en este caso hacia metas y acciones alejadas del
entorno invalidante.

3. Extinguir comportamientos depresógenos relacionados con verbalizaciones


generalmente aversivas sobre el entorno invalidante.

Gran parte del malestar que experimenta la persona tiene que ver con poner su atención en
aquello que va mal. Si bien en consulta podemos escuchar sus quejas y lamentos con la
intención de validar, sobre todo en la primera sesión, más allá debemos dirigir la conversación
hacia otros temas. Preguntar por sus amigos, sus aficiones, el tiempo que pasa fuera de casa o
cómo podría pasar más tiempo en otros lugares, pueden abrir caminos para que al menos en
tiempo en consulta sea un espacio en el que ese entorno invalidante que decíamos antes quede
afuera.

Pongamos que el entorno invalidante fuera la familia: entonces, tendremos que prestarle
máxima atención a cualquier verbalización de la persona que tenga que ver con cosas
diferentes a su familia. Una vez se produzca que nos diga el nombre de uno de sus amigos,
por ejemplo, le podemos preguntar más: ¿cuándo le conociste?, ¿qué es lo que más te gusta de
él/ella?, ¿qué planes soléis hacer juntos?, ¿supone un apoyo para ti? Igual, si lo que nos dice
es que le gusta tocar la guitarra: ¿desde cuándo llevas tocando?, ¿tienes guitarra?, ¿qué te
parece si la traes la siguiente sesión?, ¿algún amigo tuyo toca la guitarra también? Con esta
conversación, es más fácil programar acciones para la semana que tengan que ver con
acciones apetitivas.

Por último, por mucho que dirijamos la atención de la persona a otros recursos de bienestar, es
bien posible que rumie sobre sus barreras. Debemos estar atento a ello, para validar
inmediatamente y dirigir de nuevo la atención a las cosas importantes. Cuando extinguimos,
es posible que la persona sienta frustración al ver bloqueadas todas sus posibilidades de queja,
incluso puede llorar y decirnos que necesita sacar todo el malestar y que está frustrado/a
porque no le dejamos: si esto ocurre, es un gran punto para que sea consciente de cómo todo
ese malestar está dirigiendo su vida hasta el punto de reventar, y agradecerle por decírnoslo
porque así podemos hacer algo con ello. Estaremos ante una fuerte reacción condicionada que
podemos trabajar utilizando exposición a esas sensaciones de una manera amable y cálida,
tomando a la persona suavemente de las manos y animándole a estar en consulta con esas
sensaciones tan horribles sobre él mismo y su situación, haciéndole hueco, durante el tiempo
que sea necesario, antes de continuar. En nuestra experiencia, estos momentos son excelentes
por los cambios que se producen en la persona en ese momento.

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La idea general, por tanto, es dirigir a la persona a otras fuentes de reforzamiento. Esto no
implica apartarle de su familia: en absoluto es así, ya que cuando la persona encuentra
satisfacción en otras áreas, su propia actitud hacia su familia cambia y eso hace que, si su
entorno está dispuesto, la relación con ellos mejore enormemente. En el peor de los casos,
nuestro paciente no estará tan pendiente de aquello que ha perdido o que nunca tuvo, y se
centrará en los aspectos positivos y constructivos de su vida.

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