Está en la página 1de 4

TERAPIA CONDUCTUAL PARA PERSONAS EN PROCESO DE

ENVEJECIMIENTO

Las intervenciones están destinadas a movilizar a la persona deprimida para


que inicie conductas y actividades agradables de manera progresiva, hasta que
consiga normalizar su actividad y recuperar la satisfacción personal. El
enfoque conductual subraya la importancia de que el paciente mayor
deprimido aumente su nivel de actividad en aquello que le resulte
potencialmente satisfactorio según su bagaje y características personales. Para
ello, cabe conocer qué actividades le resultaban agradables en el pasado y en
la actualidad, aunque sea mínimamente. Los psicólogos deben indagar en el
conocimiento de estas preferencias y aficiones mediante la entrevista, los
autoinformes o los autorregistros. Una vez que se dispone de la información
suficiente que permite conocer qué actividades son o serían capaces de
movilizar a la persona deprimida, deben elaborar un programa de actividades
basadas en la asignación gradual de tareas reforzantes, tomando como
referente la técnica del modelamiento de aproximaciones sucesivas, esto es,
empezando por actividades que requieran poco esfuerzo por parte del
paciente, como asistir a las sesiones de fisioterapia o de terapia con animales
si se trata de una persona «institucionalizada» o empezando por ir a buscar el
periódico cada mañana o tomar un café si se trata de una persona que reside en
su domicilio y es autónoma desde el punto de vista funcional. A medida que la
persona empieza a aumentar su nivel de participación en tareas que le resultan
satisfactorias y le supongan un mínimo de esfuerzo, se puede ir aumentado el
nivel de implicación del paciente en la realización de las actividades.
Muchas de estas actividades tienen múltiples efectos beneficiosos para el
bienestar del paciente: la tarea puede permitir mejorar la interacción social de
la persona deprimida, puede favorecer la realización personal del paciente y,
de manera indirecta, ayudar a mantener las capacidades cognitivas y
funcionales de la persona mayor, ya que se incide de manera global en el
bienestar bio-psico-social del anciano. Además, el psicólogo tiene que ayudar
al paciente a darse cuenta de todos sus avances y felicitarlo por todos y cada
uno de ellos, de manera que la persona mayor aprenda también a
«autoreforzarse» por sus logros.
Un aspecto fundamental que hay que considerar al intervenir en la
movilización del paciente deprimido hacia conductas y actividades agradables
es la colaboración con los familiares y cuidadores del mayor. Para garantizar
el éxito de la intervención cabe trabajar con ellos para que conozcan,
comprendan y apliquen correctamente las técnicas que se utilizan en la
intervención. Los verbos «conocer», «comprender» y «aplicar» son
fundamentales para el éxito de la intervención. Los familiares y cuidadores
deben ser considerados como «coterapeutas», y para ello hay que motivarlos y
formarlos. Además, deben ser modelos ejemplares para el paciente, es decir,
deben contagiar alegría, ilusión, y tener verbalizaciones positivas y actitudes
de bienestar.
Junto a la incorporación y al progresivo aumento de conductas y actividades
reforzantes en el paciente cabe trabajar, paralelamente, la disminución de
conductas de queja. De manera frecuente, las personas deprimidas tienden a
expresar su disgusto e insatisfacción. Ello afecta negativamente a su
rehabilitación, puesto que concentran su pensamiento en aspectos negativos,
dinamitando su estado emocional, que se estanca aún más en una situación de
malestar. Por otra parte, estas quejas generan en su entorno una tendencia a
limitar las conversaciones mantenidas con el paciente a sus quejas («¿cómo
está hoy?, ¿le sigue doliendo la espalda?, ¿ha podido usted dormir bien esta
noche?»), o bien a evitar el contacto con la persona mayor deprimida, a la que
se etiqueta negativamente («¡es una quejica!, ¡mejor no le hagas ni caso!»).
Ninguna de estas reacciones, aunque comprensibles, son deseables para
mejorar el estado del paciente. En el primer caso, solo se favorece aún más
que el paciente se recree en su situación de malestar; en el segundo, solo se
consigue evitar el contacto social y, en consecuencia, aumentar su aislamiento.
¿Cómo reaccionar, por tanto, ante las conductas de queja?
Desde el enfoque conductual, la aplicación de la técnica del refuerzo
diferencial parece la más adecuada. Consiste, en un primer momento, en
reforzar al paciente por cualquier conducta que no sea una queja al mismo
tiempo que se ignoran, siempre con delicadeza, los comentarios y temas de
conversación que inicien la negativización de la interacción (por ejemplo,
ignorar la lamentación relativa al desinterés que tiene el paciente por todo lo
que le rodea, al tiempo que se intenta provocar una leve sonrisa con
comentarios como «¡qué guapa está Dolores, cuando sonríe!» o «¡qué suerte
que su hermana la visite tan a menudo, Dolores!». De esta forma se pretende
que el paciente depresivo vaya disminuyendo los comentarios de queja y
disgusto y se acostumbre a hacer comentarios o hablar sobre temas mucho
más positivos para él y para quienes le rodean. Con la técnica del refuerzo
diferencial se inicia un cambio en la inercia y la dinámica comunicativa.
Como ya se ha mencionado anteriormente, la colaboración de los familiares y
cuidadores resulta fundamental, por lo tanto, hay que motivarlos y formarlos
para que conozcan, comprendan y apliquen adecuadamente las técnicas
escogidas y las incorporen en su dinámica cotidiana con naturalidad,
espontaneidad y calidez.
Puede ser interesante complementar esta intervención con el desarrollo de
habilidades sociales. Trabajando de manera individual, directamente con el
paciente, o realizando talleres grupales, se puede fomentar habilidades
sociales sobre cómo mostrar interés por los demás, cómo expresar
sentimientos positivos, cómo iniciar y mantener una conversación, etc. De esta
forma, se facilita la integración del mayor en actividades y entornos en los que
debe relacionarse con los demás, pues se aumenta la probabilidad de su
aceptación dentro del grupo al ser comunicativamente más competente.
Si bien hasta el momento se ha presentado una intervención basada en técnicas
propias de un enfoque de Terapia de Conducta con un paciente mayor que
presenta un estado de ánimo depresivo, existen múltiples programas, de
carácter estructurado, que se han mostrado útiles en investigaciones científicas
en relación a grupos placebo, para el tratamiento de este tipo de trastornos del
estado de ánimo. El autor más prolífico en la aplicación y publicación de
programas para el tratamiento de la depresión desde el enfoque de Terapia de
Conducta es sin duda Lewinsohn. Entre todos ellos, el más difundido es el
Curso de Afrontamiento para la Depresión (CAD). Este programa, altamente
estructurado, consta de 12 sesiones de terapia de grupo en la que se trabajan la
programación de actividades agradables, las habilidades sociales, la
modificación de cogniciones (incorporando aportaciones de la Terapia
Cognitivo-Conductual) y los valores y planes de vida de los participantes en el
programa. El CAD se viene aplicando con éxito contrastado desde los años 70,
y toma como punto de partida la publicación Control your depression, así
como el libro de trabajo para el participante y un manual para el terapeuta. A
pesar de que el CAD fue inicialmente diseñado para tratar la depresión en
adultos, se ha demostrado su efectividad en diversos grupos de pacientes,
entre ellos personas mayores y cuidadores. Su aplicación es asimismo
recomendable en centros cívicos y hogares de jubilados, como taller
preventivo de la depresión, ya que incide en el desarrollo de habilidades
saludables.

1.- ¿Cuáles son los objetivos de la terapia conductual para tratar la depresión
en persona en proceso de envejecimiento?

2.- Explique la importancia que para esta terapia tiene el incorporar a los
integrantes de la familia.

3.- ¿Que se debe evitar hacer según esta terapia?

También podría gustarte