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más allá de su mistificación discursiva es una emoción como cualquier otra que puede ser

estudiada desde las ciencias sociales.

En este artículo la palabra “amor” nos permite acercarnos a estudios que no solamente están
interesados en esta emoción sino en el complejo de prácticas a las que el concepto nos remite:
roles de género, matrimonio, sexualidad, familia, otras emociones, etcétera.

El valor de un trabajo de este tipo está en mostrar las clases de preguntas, hipótesis, métodos,
hallazgos, pero también las especulaciones, interpretaciones, críticas sociales, que han marcado
las formas predominantes de investigar esta emoción.

Un aspecto común sobresaliente es que en todas estas perspectivas podemos encontrar que el
amor se ha vuelto un objeto de estudio social legítimo.

Desde las visiones sociales se define como una emoción o vivencia subjetiva que emerge, se piensa
y se actúa en función de relaciones sociales y normas culturales.

Todavía hoy los contenidos de aprendizaje de carácter


cognitivo siguen siendo predominantes en la escuela; y la
dimensión emocional sigue olvidada en los programas
oficiales.
Antonio Vallés Arándiga Departamento de Psicología de la Salud Universidad de Alicante ESPAÑA,
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A pesar de enorme esfuerzo que se está realizando por parte de amplios sectores de la comunidad
científica y de la comunidad escolar para implantar currículums en la escuela con componente
afectivo-emocional, este esfuerzo queda localizado en escasos intentos, aunque muy encomiables,
por parte de los profesionales sensibilizados ante la necesidad de educar la emocionalidad.
Todavía hoy los contenidos de aprendizaje de carácter cognitivo siguen siendo predominantes en
la escuela; y la dimensión emocional sigue olvidada en los programas oficiales. Todavía no
tenemos una materia o asignatura en la Educación infantil, Educación Primaria o Educación
Secundaria que tenga un tratamiento educativo equiparable al que reciben áreas tan clásicas
como el Lenguaje, las Matemáticas o las Ciencias de la Naturaleza. Educar las emociones,
gestionarlas, afrontar situaciones difíciles de la vida, solucionar conflictos interpersonales
adecuadamente, mostrarse socialmente competente, aprender a ser más feliz, son ejemplos de
contenidos de aprendizaje de los que la escuela sigue sin atender de manera reglada. No obstante,
hemos de hacer la salvedad de los esfuerzos que están realizando equipos educativos y
profesionales sensibilizados en el ámbito de la alfabetización emocional a 2 través de la
elaboración, adaptación, aplicación y evaluación de programas de corte afectivo-emocional.

Para Rafael Bisquerra (2003): “La educación emocional es una innovación


educativa que se justifica en las necesidades sociales” (p.8). Este autor
reconoce también que ésta contribuye al bienestar a partir del desarrollo.
integral del individuo, por lo que educar las emociones equivale a educar para
el bienestar.
Convertirse en un buen educador emocional no es nada fácil porque existe un
motivo que lo limita pues “quien no quiere que todo se quede en palabras y
buenos propósitos es fundamental que procure precisar qué medidas concretas
va a poner en práctica”. Junto a esta limitación debemos pensar que controlar
nuestras emociones, tener y llegar a la plenitud de los cinco componentes de la
Inteligencia Emocional es o se hace una tarea harta difícil.
Pero no es menos cierto que los profesores, hablo ahora desde mi experiencia
personal, estamos cada vez más habituados a la violencia en las aulas, al fracaso
escolar o a tener adolescentes embrazadas en nuestras aulas.
Estos hechos pueden, como digo, convertirse en costumbre pero no dejan de ser
problemas con los que uno a pie de aula se encuentra pero que no desearía tener
porque para estos alumnos, que tienen problemas superiores a su edad
cronológica, no tienen como foco central para su aprendizaje el clima o la
orografía española, las ecuaciones o la oración simple.
Y para poder desarrollar esas habilidades tendrán que trabajarse en el aula los cinco componentes
de la I.E.:

• Autoconciencia (habilidad de reconocer y entender nuestras emociones, estado de ánimo...).

• Autorregulación (habilidad para controlar o redirigir impulsos y estados de ánimo, pensar antes
de actuar).

• Motivación (pasión para trabajar por razones que van más allá del dinero y status).

• Empatía (habilidad para entender la apariencia emocional de los temas y tratar con las personas
de acuerdo a sus reacciones emocionales).

• Habilidades sociales (habilidad para encontrar un espacio común y construir simpatía).

3. Intervenir en la realidad inmediata cada vez más afectivamente y participar en


la vida familiar y de su comunidad o relaciones sociales en ámbitos cada vez más
amplios, aprendiendo a articular progresivamente los intereses, puntos de vista y
aportaciones propias con la de los demás.

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