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NEUROEDUCACIÓN Y EMOCIONES.

Autora: Virginia Allende del Río.

Hacia una cultura emocional

David fue un alumno brillante de Ingeniería informática, pero no es capaz de durar en ningún
trabajo. Su mal carácter, mala relación con los compañeros y carencia de la habilidad de trabajar en
equipo hacen que no le renueven los contratos.

María no saca buenas notas, no le gusta estudiar, no se disciplina ni pone un horario. Pero eso sí,
tiene un montón de amigos y vida social. Es simpática, no se mete en líos y cae bien a todo el mundo.
Su sueño es ser peluquera.

Miguel es un alumno inseguro que no se cree capaz de aprobar y sacar el curso. Su historial
académico está repleto de suspensos y repeticiones de curso. Las clases le parecen aburridas y lo
que se aprende en ellas no le parece útil para la vida. Le gustan la mecánica y la informática y a ello
le gustaría dedicarse. Es un “manitas” que ayuda a su padre en su taller.

Ninguno de los tres parece estar en el camino de conseguir sus objetivos, aunque todos tienen
condiciones para ello. El problema del primero es la falta de habilidades sociales que le impiden
relacionarse positivamente con sus compañeros y jefes, aunque es trabajador y competente, y su
paso por el sistema educativo se saldó con un grado universitario. El problema de María es que la
pereza y su poco espíritu de sacrificio le van a impedir que se forme y encuentre un buen trabajo.
David ha tenido experiencias muy negativas y poco gratificantes en la escuela, que contribuyen a
que se sienta inseguro y poco motivado para los estudios.

Los ejemplos anteriores sugieren varias cosas: que el éxito en la vida no siempre se identifica con
el académico, y que en el aprendizaje influyen tanto factores internos, de personalidad, como
externos, que afectan al currículo y a su pedagogía o forma de impartirlo.

¿Podemos educar a personas con control, automotivación, autoestima, habilidades


sociales, perseverancia, etc que les haga más aptos socialmente?

¿Podemos conseguir que aprender sea una experiencia emocionante para nuestros
alumnos?
Biología de las emociones. ¿Qué son las emociones?, ¿Cuál es su función?

Las emociones son, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática
con los que nos ha dotado la evolución. Darwin fue el primero en estudiar el papel de las
emociones en los animales y en el ser humano. Para él las emociones básicas eran: alegría, miedo,
ira, tristeza, asco y sorpresa. Todas ellas tienen un valor adaptativo. Nos ayudan a sobrevivir y a
adaptarnos en el medio en el que nos movemos. Por ejemplo, sin el miedo y la ira para enfrentarnos
a las amenazas, no hubiésemos sobrevivido como especie.

El cerebro controla nuestras emociones. En concreto, el sistema límbico. El término ‘límbico’ fue
acuñado en el año 1878 por el médico y científico francés Paul Broca, para designar un área
compuesta por tres estructuras cuya función está relacionada con el aprendizaje, la memoria y las
respuestas emocionales. Está situado justo debajo de la corteza cerebral y está formado por
el tálamo, el hipotálamo, la amígdala cerebral y el hipocampo.

Las emociones son estados complejos, fenómenos multidimensionales caracterizados por cuatro
elementos: cognitivo, fisiológico, conductual y expresivo. Los estímulos emocionales interactúan
con las habilidades cognitivas, afectando a la capacidad de razonamiento, la toma de
decisiones, la memoria, la actitud y la disposición para el aprender.

Emociones y aprendizaje. Alumnos “mejor equipados” y contenidos más emocionantes

La investigación nos muestra que las emociones pueden fomentar el aprendizaje al intensificar la
actividad de las redes neuronales y reforzar las conexiones sinápticas. Emoción y motivación
dirigen el sistema de atención, que decide qué informaciones se archivan en los circuitos
neuronales y, por tanto, se aprenden. Cuanto más emocionantes sean los contenidos a aprender,
mejor se aprenderán.

Por otro lado, el psicólogo Daniel Goleman, en su libro “La inteligencia emocional”, sostiene que
el coeficiente de inteligencia no es indicador de éxito en la vida; es la inteligencia emocional, o la
forma de interactuar con el mundo teniendo en cuenta los sentimientos, la que puede lograr
que las personas sean más plenas y felices. Considera que las habilidades emocionales son
primordialmente cinco: Conocimiento de las propias emociones, control de las emociones,
saber motivarse a uno mismo, empatía y habilidades sociales o control de las relaciones con
los demás. Hoy se sabe, por ejemplo, que un alumno sometido a estrés no puede rendir lo suficiente.
Todos sabemos que hay alumnos que, aun habiendo estudiado y sabiendo que saben, son
incapaces de demostrarlo por no saber controlar su nivel de ansiedad y se quedan “en blanco”. Ese
alumno, deberá aprender a controlar su emoción de ansiedad para tener un mejor desempeño en
los exámenes.
Así las emociones pueden cumplir un doble papel: Por un lado su manejo y gestión adecuados
nos pueden hacer más inteligentes emocionalmente, y por lo tanto “mejor equipados” para
aprender (factor interno), y por otro, pueden ser una herramienta educativa que los profesores
podemos utilizar para que nuestros alumnos aprendan mejor (factor externo).

Aplicaciones didácticas. Educar en inteligencia emocional. El aprendizaje ha de ser


emocionante y emocional. Algunas pautas.

Las emociones, nos movilizan para actuar, ese es su papel biológico, también pueden facilitar o
dificultar el aprendizaje. Como dice Begoña Ibarrola en su libro “Aprendizaje emocionante”: “Los
profesores han de ser conscientes de la importancia de la emoción como vehículo de sus palabras
si desean que estas alcancen de lleno a sus alumnos. Prácticas como la transmisión de conceptos
complejos de modo aséptico, desconectados de significado emocional, deben ser abandonadas para
evitar el fracaso escolar. La neurociencia nos muestra evidencias de que se aprende mejor cuando
un determinado contenido o materia presentan componentes emocionales, aunque hay emociones
que potencian el aprendizaje y otras que lo dificultan”.

Como profesores, tenemos la experiencia de que a veces los alumnos, emplean más tiempo
realizando actividades que les gustan, aunque tengan menos carga en la nota, que en otras con
mayor porcentaje como los exámenes. Por otra parte, un alumno puede no estar motivado para
aprender por no encontrar ninguna experiencia de éxito o positiva de aprendizaje que refuerce su
autoconfianza. Está demostrado que influyen en la motivación las experiencias positivas y los lazos
afectivos que se establecen en el aula. Todo alumno, para estar motivado, necesita atención
emocional, elogios, reconocimiento y experiencias de éxito que le hagan sentirse competente.

Algunas pautas para trabajar las emociones en las clases podrían ser:

1. Mostrar emoción al impartir los contenidos. Si nos apasiona lo que hacemos, lo transmitiremos
más fácilmente.

2. Crear un clima positivo en el aula que fomente la seguridad y la confianza.

3. Utilizar el refuerzo positivo más que el negativo. Alabar los logros de los alumnos más
desmotivados por pequeños que sean, puede contribuir a reforzar su autoestima y a tener
experiencias positivas con el aprendizaje.

4. Fomentar la participación y el trabajo en equipo. Con ello trabajaremos su autoestima y


confianza, a la vez que incrementamos sus habilidades sociales.

5. Procurar incrementar experiencias gratificantes en el aula. Por ejemplo, utilizar juegos, nuevas
tecnologías, películas, canciones, realizar excursiones y actividades extraescolares que resulten
interesantes a los alumnos…

6. Enseñar a reducir o eliminar el estrés y la ansiedad en los exámenes. Se pueden utilizar


técnicas de relajación, enseñar técnicas de realización de distintos tipos de exámenes, verbalizar las
dificultades y errores que tienen los alumnos en los exámenes para que sean conscientes de ellos,
corregir el examen tras su realización, etc…

7. Impartir los contenidos procurando vincularlos con experiencias de los alumnos y con
situaciones de la vida real. El aprendizaje ha de ser funcional, no algo abstracto y
descontextualizado.
8. Insistir en el autoconocimiento y en las actividades de orientación en las tutorías. Cuando un
alumno descubre cuáles son sus fortalezas y debilidades, está en disposición de aprender con más
eficacia.

Del mismo modo, un alumno con un objetivo que le ilusione y tenga que ver con sus destrezas es
más fácil de motivar para que estudie y se prepare.

Un problema filosófico clásico oponía desde los griegos la razón a la pasión como dos tendencias
opuestas en el ser humano. Esta dicotomía parece resuelta a la luz de los nuevos descubrimientos
en neurobiología. Ambas, razón y pasión, son facultades innatas en el ser humano y configuran lo
que somos. El concepto de inteligencia emocional tan en boga en la actualidad corrobora esa idea.

La educación no puede ser sólo racional; ha de ser también emocional y emocionante.

Virginia Allende del Río, profesora de Filosofía y Licenciada en Psicología.

Fuentes y Bibliografía recomendada:

- Darwin, Charles; “La expresión de las emociones”.

- Ibarrola, Begoña; “Aprendizaje emocionante”, ediciones SM.

- Goleman, Daniel;”Inteligencia emocional”, ediciones Kairós

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