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En primer lugar, las infecciones cardiovasculares son aquellas infecciones que atacan al corazón,
grandes vasos o sistema vascular periférico, y que suelen estar presentes en personas con o sin
dispositivos vasculares, valvulares o no valvulares. Dentro de ellas se encuentran:
• Endocarditis infecciosa.
• Miocarditis infecciosa, las que pueden ser virales o bacterianas.
• Pericarditis infecciosa, las que suelen ser de etiología viral.
• Infección del tracto sanguíneo asociada a catéter vascular.
• Infección del tracto sanguíneo asociada a marcapasos.
Existen factores de riesgo para que una persona desarrolle endocarditis. Estos pueden ser del pa-
ciente o comorbilidades:
Ante pacientes con estos factores de riesgo se puede considerar la profilaxis antimicrobiana previa
a realizar algún procedimiento odontológico, como exodoncias, o cualquier procedimiento en ca-
vidad oral o el sistema estomatogmático. Esta profilaxis suele ser amoxicilina.
Con respecto a la enfermedad cardiaca congénita, esto alude a que existen alteraciones en cuanto
a la forma del corazón o las paredes que lo constituyen, lo cual puede propiciar la aparición de
obstrucciones y la alteración del flujo, ocasionando que este no sea tan laminar y que se produzca
ectasia, lo que propicia la acumulación de bacterias y que se forme la vegetación.
De esta manera, a modo de ejemplo, un correcto diagnóstico sería “endocarditis en válvula nativa,
aguda, no nosocomial”.
Ahora bien, definiciones útiles que tener en consideración en este contexto son:
• Endocarditis aguda → aquella que es rápidamente progresiva y cuya duración es menor a
un mes.
• Endocarditis subaguda → aquella de curso silente, con febrícula y síntomas inespecíficos;
cuya duración es entre 1 – 6 meses.
• Endocarditis nosocomial → aquella que se desarrolla en un paciente hospitalizado por más
de 48 horas.
• Endocarditis no nosocomial → aquella que se desarrolla en un paciente hospitalizado por
menos de 48 horas.
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Enfoque diagnóstico
Los pilares básicos del diagnóstico son la anamnesis,
el examen físico y las pruebas complementarias.
Con respecto al episodio embólico vascular, este puede desencadenarse a partir de situaciones
que ocasionan que parte de la vegetación sea liberada al medio intravascular y desencadene ém-
bolos sépticos.
Por su parte, signos clásicos en el contexto de fiebre y soplos deben inducir la sospecha de endo-
carditis son la hemorragia en astilla (lesiones en la uña), hemorragia conjuntival, lesiones de Jane-
way, nódulos de Osler y manchas de Roth (manchas retinales causadas por sangrado). Las lesiones
de Janeway y los nódulos de Osler son difíciles de diferenciar cuando no son manifestaciones tan
características, aunque se caracterizan y distinguen debido a que la primera no duele mientras
que los segundos sí.
Ahora bien, el estudio más relevante es la ecocardiografía, pues permite ver qué está pasando
dentro del corazón. Al respecto, hay dos modalidades, que son la ecocardiografía Doppler trans-
torácica (ETT) y la transesofágica (ETE), las que además de hacer el diagnóstico de la EI permiten
la detección de las complicaciones y el manejo terapéutico. La primera se hace por sobre la piel
del paciente mientras que la segunda se puede comparar a una endoscopía, pues para llevar a
cabo el procedimiento se inserta un tubo, que es el que tiene el transductor que percibe los haces
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de ultrasonido, que se inserta por el esófago hasta que llega al área en la que está el corazón,
permitiendo ver con mayor definición las cavidades.
El elemento cardinal del diagnóstico ecográfico es la vegetación, definida como una masa móvil,
solidaria a una válvula del lado expuesto al jet turbo –es decir, que se encuentra junto a la válvula
que se encuentra junto al flujo turbulento– (del lado atrial para las válvulas atrioventriculares y
del lado ventricular para las ventrículoarteriales), próxima a la línea de cierre valvular, que puede
también ubicarse sobre otras estructuras endocárdicas, como el borde de una comunicación
interventricular o sobre material protésico intracardíaco.
Por otra parte, los hemocultivos son el estudio de laboratorio más importante para el diagnóstico
de EI, la definición de su etiología y la indicación de un tratamiento antibiótico adecuado. Al res-
pecto:
1. Siempre se deben tomar hemocultivos antes de iniciar el tratamiento antimicrobiano.
2. Se deben tomar tres muestras, siendo que las muestras arteriales no tienen ventajas sobre
las venosas; al respecto, siempre se debe mantener la técnica aséptica. Si se usan sistemas
automatizados, se debe agregar una botella anaerobia. Ahora bien, lo óptimo es obtener
seis muestras, pues aumenta mucho el rendimiento con tal de poder rescatar el MO en
sangre en caso de que la carga bacteriana no sea tan elevada.
3. El volumen de sangre recomendado para el adulto es no menor de 10 ml por botella de
hemocultivo (30 ml por serie de hemocultivos). Es importante mantener esto debido a que,
de otra manera, la concentración de bacterias cambia y, por ende, el resultado puede ser
falsamente positivo o negativo.
4. El tiempo de incubación recomendado para los sistemas convencionales es de 7 días; si en
este plazo no se obtiene un resultado positivo, el diagnóstico se descarta. Por su lado,
cuando se usan sistemas automatizados se ha demostrado que 5 días son suficientes para
detectar crecimiento de la mayoría de los MO causales. Un ejemplo de sistema automati-
zado consiste en el BACT/ALERT; una vez que se introducen los frascos de hemocultivo en
este equipo y esto arroja un resultado positivo, suena una alarma que indica el tiempo en
el que se produjo este suceso.
5. Si los hemocultivos son negativos después de las 48 horas de incubación y el cuadro clínico
es sugestivo de EI, deben considerar la realización de procedimientos especiales (en parti-
cular si el paciente no recibió antibióticos). En primer lugar, se debe prolongar la incubaci-
ón 3 – 4 semanas para reconocer MO fastidiosos que son de crecimiento lento.
6. El grupo HACEK suele crecer dentro de los 5 primeros días de incubación.
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La tabla adjunta muestra los criterios de Duke modificados, los cuales permiten hacer el diagnósti-
co de EI; de esta manera, se puede determinar una EI definitiva, una EI posible y una EI rechazada.
Manejo
Para iniciar la terapia antimicrobiana empírica se debe definir si la válvula afectada es nativa o
protésica. En el caso de que la EI se desarrolle en una válvula nativa el esquema terapéutico consta
de vancomicina de 20 – 30 mg/kg de carga y luego 15 – 20 mg/kg/8 – 12 horas IV + ceftriaxona
2 g/24 hrs IV; lo anterior considerando que la principal causa por la cual se desencadena el cuadro
es consecuencia de la acción de MO gram (+) y particularmente de S. aureus, ante lo cual igual-
mente se debe otorgar cobertura para SAMR; ahora bien, es relevante considerar que ante la
prescripción de vancomicina se debe ajustar la dosis según la capacidad del paciente. Por su parte,
en caso de que la EI se desarrolle en una válvula protésica se debe administrar vancomicina 20 –
30 mg/kg de carga y luego 15 – 20 mg/kg/8 – 12 hrs IV + gentamicina 1 mg/kg/8 hrs IV + rifam-
picina 300 mg/8 hrs VO; en este contexto igualmente es fundamental monitorizar la función renal;
con respecto a la rifampicina, la dosis que se administra se debe a la penetración con la que debe
contar este antibiótico en el tejido.
En primer lugar, este concepto alude principalmente a las infecciones asociadas a catéter vascular,
las que son una de las IAAS más frecuentes en el ambiente hospitalario y centros de hemodiálisis.
En el ámbito nacional, las infecciones del tracto sanguíneo (ITS) son la quinta infección más frecu-
ente, por ello, existe un sistema de vigilancia epidemiológica con indicaciones específicas para el
manejo de cada una de las distintas infecciones. Ahora bien, es importante distinguir entre catéter
vascular para hemodiálisis de aquellos que no son usados para este fin, porque la microbiología
es distinta y, consecuentemente, la terapia antimicrobiana empírica igual.
Ahora bien, el término “catéter vascular” alude a todo aquel catéter que se inserta dentro de un
vaso sanguíneo. Dentro de ellos se encuentran:
- Catéter venoso periférico, que es la clásica vía con la que cuentan pacientes hospitalizados.
- Catéter arterial periférico, como son aquellos que se utilizan para la monitorización invasiva
de la PA (líneas arteriales).
- Catéter venoso central no tunelizado, el cual es el clásico catéter venoso central de instala-
ción yugular o subclavia con tal de manejar la administración de drogas vasoactivas, la re-
posición de electrolitos, entre otros.
- Catéter venoso central tunelizado. Este es un catéter que va por debajo de la piel que se
suele usar en contexto de hemodiálisis.
- Catéter venoso central de inserción periférica. Este se inserta en una vena periférica por lo
general de brazo a nivel de la fosa ulnar o un poco más arriba y desde ahí se avanza con
el catéter hasta alcanzar la vena cava superior.
- Catéter con reservorio implantable, los cuales se suelen utilizar en pacientes que reciben
quimioterapia dado que esta población está constantemente siendo sometida a punciones;
este catéter se ubica inmediatamente por debajo de la piel en comunicación con reservo-
rios de sangre.
- Catéter arterial central, los que no se usan mucho.
- Catéter arterial pulmonar, como el catéter de Swan – Ganz, que se utiliza para la monitori-
zación hemodinámica, medición de presiones pulmonares, entre otros.
Nuevamente, es importante definir si el catéter está siendo usado o no para hemodiálisis debido
a que la microbiología asociada a cada uno es distinta.
En el contexto de hemodiálisis existen muchos factores que pueden alterar la microbiología, sobre
todo el uso de los filtros de hemodiálisis y el agua, esto último debido a que estas bacterias suelen
proliferar en ambientes húmedos.
que se precise hacer una ecografía, el cual no es estéril, por lo cual puncionar sobre esa área y
poner el catéter venoso central en dicha zona se asocia a una mayor morbimortalidad del pacien-
te, y, además, aumenta el riesgo de hospitalizaciones y el tiempo de hospitalización. En el caso de
que se necesite hacer una instalación de catéter ecoguiada en un contexto de urgencia se puede
usar vaselina estéril en vez de gel conductor dado que, justamente, se encuentra estéril.
Otra opción para la contaminación del catéter es que vía hematógena este cuente con una infec-
ción, ante lo cual las bacterias alcanzan el catéter y lo colonizan. Igualmente, esta situación se pu-
ede desencadenar con la formación de un biofilm en el catéter.
Ante eritema, calor local, secreción u otros signos de infección local en el sitio de infección
del catéter. En ocasiones se puede incluso observar pues saliendo del sitio de inserción del
catéter.
Diagnóstico
Existen varios métodos para establecer el diagnóstico, definiéndose el directo y el indirecto. El
directo se hace mediante la extracción del catéter y el cultivo de un segmento de este; por su par-
te, el método indirecto o el método del tiempo diferencial consiste en obtener un hemocultivo
de arrastre del catéter y, además, un hemocultivo periférico.
Terapia antimicrobiana
En pacientes sin factores de riesgo se puede optar por un esquema basado en el uso de cefotaxi-
ma + cloxacilina o de ceftriaxona + cloxacilina, cubriendo Staphylococcus meticilino – sensible
con la cloxacilina y MO gram (-) con la cefalosporina de tercera generación.
En tanto, en pacientes con sepsis grave, gran quemado o inmunodeprimido se puede optar:
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Vale recordar que el Ertapenem no es una opción terapéutica debido a que no tiene actividad
contra P. aureginosa.
Finalmente, en pacientes con larga estadía en UPC y sepsis grave o shock séptico se puede usar
equinocandina + vancomicina + meropenem o imipenem. La equinocandina se utiliza para tratar
hongos, por ende, corresponde a un antifúngico que tiene actividad principalmente contra leva-
duras; en consecuencia, se usa cuando se sospecha que la infección que se encuentra cursando
el paciente es desencadenada por una Cándida spp. Al respecto, ejemplos de equinocandinas son
caspofugina, micafungina y anidulafungina.
Prevención
La mejor manera de tratar las ITS es mediante la prevención. Dentro de las medidas de prevención
existentes se encuentran:
1. No instalar catéteres de manera innecesaria → mientras no se necesite, no se instala.
2. Vigilancia diaria del sitio de inserción → vigilar que no exista eritema, dolor a la palpación,
secreción, entre otros.
3. Uso de clorhexidina como antiséptico previo a la inserción.
4. Preferir inserción subclavia, evitando la inserción femoral debido a su cercanía a las regio-
nes urinaria y perianal.
5. Uso de cobertura transparente impregnada con clorhexidina. La
primera medida es útil para poder ver el sitio en donde está
insertada la punta del catéter.
6. No contaminar durante la inserción (ojo con urgencias).