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1. Trastornos de la eliminación
Cuando hablamos de la eliminación, nos referimos al ámbito del control de esfínteres,
los procesos implicados en la expulsión de heces u orina. Son funciones biológicas sin
intervención de factores psicológicos en animales y niños de corta edad (bebés).
A lo largo de la infancia, los niños aprenden una serie de habilidades que les permiten
controlar la micción y defecación. Controlan los esfínteres externos, identificar el
momento y el lugar para eliminar, usar de forma adecuada el baño etc.
*Enuresis no orgánica
*Encopresis no orgánica
1.1. Enuresis
Se refiere a la eliminación de orina que se produzca de forma incontrolada en lugares
inapropiados para ello, de forma frecuente, y sin que la edad o las condiciones
biológicas del niño lo justifiquen.
Un niño que intencionadamente se orinara encima de las cosas por fastidiar a los
demás, no sería enuresis. Si el niño se orina en el váter o solo ocurren episodios
aislados, tampoco sería trastorno. Y el nivel de desarrollo biológico también es
importante, ya que si el niño tiene un problema orgánico, tampoco habría enuresis.
Los tipos que dice el DSM-5 que puede tener son de tipo solo nocturna, solo diurna, o
nocturna y diurna. Hay que especificar el tipo para poner el diagnóstico.
En la CIE-10 los criterios son prácticamente iguales, excepto que la edad mínima ha
aumentado a los siete años o más. Sin embargo, esto puede ser un problema (igual
que en el DSM-5), ya que el niño puede ser menor pero producir igualmente una
dificultad. No pongamos etiquetas, pero trabajemos el problema.
*Nota: las etiquetas diagnósticas de los sistemas de clasificación son aquellas que
tienen código. Si aparece un nombre sin código, quiere decir que eso no es
diagnosticable y hay que buscar una etiqueta con código.
La enuresis se ha relacionado con factores biológicos diversos, sin embargo, por lógica
el trastorno que nosotros tratamos no puede ser orgánico. La causa no puede ser
jamás biológica ni orgánica.
Lo más incoherente de una aproximación orgánica, es que este fenómeno está muy
relacionado con el papel social y cultural de la conducta.
Además, es posible que el aprendizaje haya sido afectado por emociones o conductas
incompatibles, como es el caso de agresión a los niños o frialdad emocional. Por
ejemplo, sentar al niño en un orinal tras mearse no tiene sentido alguno.
por reforzamiento positivo. La falta de motivación para el control también puede ser
un problema. Sin embargo, los datos clínicos provienen de los pocos estudios
correlacionales que se han hecho.
Es conveniente la restitución del tratamiento tras las recaídas, pero tiene un alto
porcentaje de éxito.
1.2. Encopresis
Consiste en defecar de manera incontrolada, de lugares inapropiados para ello, de
forma frecuente y sin que la edad o las condiciones biológicas del niño lo justifiquen. El
esquema definitorio es el mismo que el de la enuresis. También se llama “Encopresis
funcional/psicógena” etc.
Los criterios de la CIE-10 son similares, solo que la duración mínima es de seis meses.
Además, establece tres subtipos:
*La encopresis secundaria (hubo control), es más común entre niños de 5-8
años.
Defecar es una experiencia neutra, pero si lo haces con estreñimiento el paso de las
heces te produce dolor. Por tanto, defecar se va convirtiendo en un estímulo aversivo
condicionado que produce ansiedad y dolor. Por tanto, el niño evita defecar,
reteniendo las heces más allá del tiempo aconsejable, hasta que se da la evacuación
por rebosamiento (defecación incontrolada).
Lo más sencillo y lo más común es que se dé por estreñimiento, pero cualquier otra
experiencia aversiva (p.e. dada por una fisura anal), podría ser el inicio de todo este
proceso. Además, daños en los esfínteres anales podrían deberse a abusos sexuales.
Los programas de tratamientos conductuales con manejo médico (nivel 1), se basan en
intervención médica (sin mantenimiento de laxantes, solo al principio para vaciar) con
educación dietética. Se realiza reforzamiento positivo para que se relaje y se siente
después de comer, con ejercicios de control de esfínteres.
Con una primera experiencia defecando sin dolor (no se entera), el proceso ya es
rápido. Es importante abordar el problema con los niños cuando son pequeños, si ya
son mayores y hay cronicidad, el tema es bastante más complicado.
*”Pica en la infancia”
2.1. Pica
Se basa en la ingesta frecuente de sustancias no nutritivas (pinturas, yeso, cuerdas,
cabello, ropa, insectos etc., e incluso propia materia fecal o de otros animales
(coprofagia). Hay que tener en cuenta también el factor cultural implicado en la
alimentación.
También hay teorías conductuales clasificando las conductas de pica como un exceso
conductual, que podría generarse por modelamiento o moldeamiento. Sin embargo,
existen factores disposicionales (escasos repertorios conductuales, retrasos, falta de
supervisión o discriminación de alimentos…).
2.2. Rumiación
La rumiación es otro trastorno de la ingesta alimentaria. Consiste en la regurgitación o
vómito en la boca de los alimentos ya ingeridos, masticarlos de nuevo e ingerirlos otra
vez.
En la CIE-10 los criterios son menos claros, ya que se mezcla con el “trastorno de la
ingestión alimentaria en la infancia y la adolescencia”, anterior a los 6 años de edad.
La edad de comienzo suele ser entre los 3-12 meses, y se da hasta casi cuatro veces
más en chicos que en chicas. No sabemos la frecuencia en la población general, pero
en casos graves de otros trastornos se da en el 6-10% de los casos.
Entre las teorías que se dan para explicar el trastorno y sus causas, se encuentran:
Curiosamente, en los tratamientos que mejor van, se ha visto que dejar al niño libertad
para comer y saciarse a su gusto y necesidad, menos conducta de rumiación se
produce. Y conjugándolo con reforzamientos diferenciales y castigos, se pueden
solucionar estos tratamientos.
Se han probado otros tratamientos que para nada son útiles, como biológicos
(trepanación o fármacos), o mecánicos (gorros para evitar abrir la boca, tapones,
alimentación espesada con harina…).
Hay que descartar que se deban a otras alteraciones de carácter orgánico o que se
deba a una bulimia nerviosa o anorexia (los niños no se preocupan por su imagen
corporal). No es simplemente ser melindroso al comer, es un problema en un extremo
de gravedad.
Es tan frecuente en niños como en niñas, y el 1-5% de los niños hospitalizados por
salud mental tienen este trastorno. Inicia durante los tres primeros años de vida, entre
los 6 meses y 5 años. Aunque mejores con posterioridad su peso y talla, alimentarse
mal desde el principio dejará secuelas físicas en la adultez.
Si el niño no está en ese extremo, es más fácil para nosotros. Si el niño tiene un nivel
de salud estable, los padres colaboran en la intervención y si el tratamiento es
aceptado por el entorno del niño.
2.4. Anorexia
La anorexia es otro trastorno de la conducta alimentaria que se suele originar en la
adolescencia. Se debe a un rechazo de mantener un peso corporal superior o cercano
al peso normal.
·CIE-10: peso corporal de al menos 15% por debajo del peso normal (igual que
el DSM-IV).
El trastorno de bulimia comienza más tardíamente, entre los 17 y 19 años de edad, con
90% de prevalencia en mujeres (1-1,5% población), y es un trastorno de baja
prevalencia en el ámbito infantil. Suele ir acompañado de otros problemas
psicológicos, riesgo de suicidio, problemas físicos y del funcionamiento diario.
E incluso factores yatrogénicos, que tratan de ser soluciones para el problema pero
acaban agravando el mismo (p.e. diseñar una dieta mal planteada para la persona
anoréxica).
*Peso corporal
*Episodios de sobre-ingesta.
En el caso de los niños, no estamos en el mismo caso del sueño que los adultos, pues
duermen más horas y necesitan más control y estabilidad. Estos tienen más ciclos del
sueño y cortos, con lo que tienen más micro-despertares.
Los niños suelen dormir de 2 a más horas de sueño de media que los adultos (los bebés
necesitan mucho), pero hay bastante individualidad y diferencias en la necesidad. Al
principio de la infancia los niños necesitan mucha fase REM, y a partir de los 5 años se
estabiliza la cantidad que necesitamos de esta.
*Insomnio no orgánico.
*Hipersomnio no orgánico.
*Sonambulismo.
*Terrores nocturnos.
*Pesadillas.
Este es uno de los problemas más frecuentes que afectan a la calidad de sueño de
niños y familiares, afectando al rendimiento del infante, pero también interfiriendo
con el funcionamiento de los padres.
La frecuencia y distribución es del 30% de los niños durante los primeros años de vida.
Desde el nacimiento hasta la adolescencia, casi un tercio de los niños tienen o han
tenido problemas de sueño.
El más frecuente es despertarse por la noche e irse a la cama con los padres, que va
disminuyendo con la edad. Después, las dificultades para iniciar el sueño parecen
incrementarse con la misma, y son más frecuentes en niños con problemas o
alteraciones del desarrollo psicológico.
Según una teoría conductual, el insomnio infantil puede ser influenciado por:
Para identificar el problema necesitamos hacer una historia completa del sueño-vigilia,
diarios y diagramas, y analizar los hábitos nocturnos del niño (conductas, rutinas,
actividades…). El registro polisomnográfico del sueño no es necesario, primero hayq eu
observar las conductas y luego de ser útil se haría.
que los problemas vengan por el reforzamiento de los padres (caso típico de
insomnio).
Entre los tratamientos psicológicos tenemos un grandísimo repertorio. Los que se han
visto como tratamientos bien establecidos son la extinción y la extinción graduada
(nivel 1). Es decir, ir dejando de prestar atención al niño cuando llore y patalee, sin
reforzar al niño y extinguiendo su conducta. La extinción hay que hacerla bien y de
forma controada, no prestar atención a veces sí y otras no.
Puede aplicarse de forma aislada o con otras técnicas. Por ejemplo, si el niño
quiere meterse en la cama de los padres, que estos se hagan los dormidos y
dificulten la entrada del niño en su cama, haciéndole incómodo estar ahí.
*La extinción puede no ser una estrategia adecuada cuando las conductas
problemáticas no están mantenidas por reforzamiento positivo social,
especialmente cuando están relacionadas con las fobias.
Las más comunes son las pesadillas, sueños desagradables que suelen despertar al
niño o adolescente y se recuerdan bien. Sueñen producirse durante la segunda mitad
del periodo del sueño, y pueden ser repetitivas y comunes durante los primeros años.
Sin embargo, no hay ninguna terapia directa a las pesadillas de los niños. Lo único que
podemos hacer es abordar los miedos diurnos y nocturnos asociados a las pesadillas.
Se puede intentar habilidades de relajación si tienen la edad adecuada, o aplicar
contacto físico tranquilizador.