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Giovanna Vanessa Salcido Rodríguez

Universidad Marista
Doctorado en Educación
Dr. Oscar Barrera Sánchez

Ensayo final

Introducción

El presente ensayo pretende analizar de manera crítica el sentido de la evaluación


“hoy”, en una estructura posmoderna, así que, a manera de complicarnos un poco,
partiremos reflexionando sobre la relación de la educación, la política y la evaluación,
posteriormente nos concentraremos en dos planteamientos fundamentales, mismos que
intentaremos explorar desde los aportes de García León y Molina Juliana para finalmente,
exponer nuestras conclusiones finales que tal vez, no sean del todo finales.

Para el presente trabajo, proponemos considerar la educación como una serie de


actos vivos, dinámicos y permanentes, en dónde el diálogo permite vincular realidades,
siendo así, el lenguaje el reflejo de la realidad, una descripción del mundo, la expresión y
el vehículo del pensamiento, el lenguaje es, por lo tanto, el espacio social de las ideas, son
momentos sociales. De modo que, asumir el lenguaje como un proceso social, implica
valorar el rol de la cultura y sus elementos tales como signos y significados al suponer la
propia gran diversidad de condiciones históricas-sociales, latitudes y situaciones entre
regiones. Al respecto Freire (2000) mencionó que, aprender y enseñar forman parte de la
existencia humana histórica y social, igual que forman parte de ella la creación, la invención,
el amor, el odio, el asombro, el miedo, la fe, la duda, el arte, la ciencia, y la tecnología, en
otras palabras “no es posible ser humano sin hallarse implicado de alguna manera en
alguna práctica educativa”.

Ahora bien, pensar en la educación como noción arraigada a la práctica política nos
brinda la posibilidad de analizar las relaciones de poder que existen y su papel en una
sociedad posmoderna, por lo anterior, la educación y en consecuencia la evaluación no
puede abstraerse de los macro-contextos (políticos, económicos, socioculturales,
científicos, legales) ni de los micro-contextos (regionales, locales y educativos). Hoy, ante
todo, pensar en evaluación es pensar en la diversidad de discursos relacionados con la
eficiencia, eficacia, calidad, productividad, competencia, mejora e innovación, equidad y
derechos humanos, por lo tanto, la relación entre educación, evaluación y política se
expresa en las últimas décadas en la creación de los denominados sistemas nacionales de
evaluación, sistemas de aseguramiento de la calidad, sistemas complejos conformados por
una diversidad de agentes, agencias, discursos y prácticas.
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Por consiguiente, partiendo desde la duda y considerando a la evaluación como la
construcción y emisión de un juicio con base en parámetros objetivos que permitan la
(mejor) toma de decisiones, exploraremos dos líneas:

Planteamiento 1. ¿Cómo sabemos que lo que un docente enseña es lo que un


estudiante debe aprender?

Planteamiento 2. ¿Cómo sabemos que lo que hay en un plan de estudios es lo que


un docente debe enseñar y lo que un estudiante debe aprender?

Desarrollo

En primer lugar, el trabajo de García (2013) nos permite reconocer la urgente


necesidad de replantear las prácticas educativas en una sociedad posmoderna y concebir
la educación como el lugar público donde se encuentran las diversas formas de comprender
la realidad y en donde se llevan a cabo dos tareas principales: aprender a respetar la
pluralidad y pensar sobre los problemas que atañen a todos los miembros de la sociedad,
lo anterior propone educar en una concepción pluralista de la razón que tenga por objetivo
fomentar la democracia.

En este sentido, lo que se enseña hoy debe tener en cuenta, según Mardones
(2003), cuatro elementos centrales: la pluralidad, la universalidad de normas, el respeto por
el pluralismo y el humanismo. Si bien es arriesgado afirmar que es –lo que se debe enseñar-
consideramos que este es un buen punto de partida en la formación de sujetos libres en la
pluralidad y en democracia, además que es justo esta concepción de educación quién
permite y fomenta el diálogo mutuo entre visiones de mundo visibilizando posibilidades,
permaneciendo en una constante búsqueda por el respeto de los diferentes tipos de
racionalidades y formas de vida, el reconocimiento de las identidades híbridas y el
reconocimiento de la solidaridad como eje central de lo educativo.

En segundo lugar, Martínez Boom (2003) (citado en Molina en 2017) plantea un


claro panorama con base a los planes de estudio en donde menciona que la educación está
marcada por un nuevo estilo de desarrollo educativo basado en el desarrollo humano en
clave de productividad y en la satisfacción de necesidades básicas de aprendizaje, ésta
última considerando dos elementos clave; las competencias necesarias que debe
desarrollar el individuo y los resultados medibles de ese aprendizaje.
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Lo anterior, enmarcado en el concepto de desarrollo humano, el cual, a su vez,
designa las políticas del desarrollo y obliga a considerar la educación como una inversión
necesaria en la que el valor del individuo está determinado por los aprendizajes que obtiene.

De esta manera, según el mismo autor, la performatividad como tecnología de


reglamentación para medir, permite formar y configurar nuevos modos de ser de la
educación en la medida en que esta es la que regula, controla y evalúa todo lo que se
produce ahí en forma de lineamientos curriculares, estándares y derechos básicos de
aprendizaje. Por tanto, podríamos sugerir que, lo que hay en un plan de estudios pretende
formar sujetos competentes para el mundo laboral, o en palabras de Martínez Bloom; con
estas políticas se consolida la escuela competitiva, que busca la formación en y para la
competencia.

En este punto de la discusión probablemente sea interesante preguntarnos;


“entonces, ¿Por qué evaluar?” Una de las reflexiones que surge es, si se requiere una
escuela de los aprendizajes y no solo para el aprendizaje, requiere calidad de resultados
de aprendizaje, y solo sabremos de ésta si son medibles, por ello se desarrolla un apartado
especial para proponer las competencias que se -deben aprender- y los modelos de
evaluación, es preciso mencionar que las competencias solo serán visibles a través de
desempeños y acciones, es decir, en la cultura de la performatividad la efectividad existe
solo cuando se puede medir. Posteriormente valdrá la pena cuestionarnos,” entonces,
¿Cómo evaluar?” Y no en el sentido de pensar solo en modelos de evaluación
predeterminados, sino, ir más allá y preguntarse con toda honestidad si en realidad estamos
evaluando lo que decimos que estamos evaluando y al mismo tiempo, si estamos
considerando todo aquello -que debemos- considerar.

Conclusiones

Actualmente la educación enfrenta una serie de retos a partir de su responsabilidad


en la consolidación de sujetos reflexivos y activos que participen tanto individual como
colectivamente de manera consciente, voluntaria, autónoma, sin coerción, sin coacción y
responsable para enfrentar, con posibilidades de éxito, la diversidad de problemáticas y ser
parte de los cambios sociales pertinentes para construir una sociedad diversa, justa y
democrática. De este modo es importante generar espacios de reflexión en torno a la
educación y específicamente la evaluación, mismos que abracen el pensamiento crítico a
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fin de aportar a que el alumnado, “hoy”, pueda desenvolverse en diferentes espacios
defendiendo sus ideas con respeto; descubriendo, creando y adoptando nuevos a través
del discurso.

Si bien la evaluación por sí misma no resuelve los problemas, la evaluación hoy”


tiene sentido porque crea nuevas posibilidades, no solo para ejercicios diagnósticos,
sugerencias en currículos o procesos de enseñanza aprendizaje, sino también para
jerarquizar las instituciones o valorar el papel de sus actores y toma de decisiones. Sin
embargo, somos conscientes de que los sesgos en la evaluación probablemente sea uno
de los mayores retos en la educación en diferentes sentidos, y que estos pueden conllevar
–injustas- consecuencias, en muchos casos, para las instituciones y sus actores.

Por otra parte, también somos conscientes de que la evaluación se ha convertido


en una práctica pública y, en consecuencia, hace parte de las políticas públicas, por ello es
importante tener en cuenta que generalizar la evaluación en solo medición es uno de los
problemas más grandes en los que podemos incurrir, tomemos en cuenta que la
evaluación, es uno de los instrumentos más importantes para el cambio; si la relación de
los estudiantes con el saber y con el mundo les impide dar sentido de manera espontánea
a los saberes y al trabajo escolar, problematizarlo y llevarlo al terreno de lo reflexivo y
reflectante, debería ser parte de nuestro compromiso profesional.

Al mismo tiempo, pretendemos transmitir que si el lenguaje vincula realidades y las


realidades son infinitas de acuerdo a las posibilidades de raíces sociales del conocimiento,
el lenguaje entonces es la clave de la construcción social del conocimiento, donde la palabra
y el diálogo serán piedra angular. Vale la pena entonces, reconsiderar el lugar del docente,
no como portador del saber y de la realidad absoluta, sino, como aquel que demuestre que
la realidad es todo menos que absoluta, aquel que asuma su responsabilidad como
mediador entre el aprendizaje y la vida misma, pero además que se interese, que favorezca
el aprendizaje, que esté dispuesto a la innovación, a proponer, aportar a la evaluación pero
también a ser parte de ella, que integre los medios tecnológicos como un elemento más del
diseño curricular, que aproveche el valor del lenguaje para favorecer la transmisión de la
información, pero sobre todo, que adopte una postura crítica, de apertura, de análisis y de
reflexión en el contexto escolar.
Giovanna Vanessa Salcido Rodríguez
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Bibliografía

Foucault, M. (2010). Clase del 1º de febrero de 1984. El coraje de la verdad. Buenos Aires:
FCE

Freire, P. (2000). Política y educación. México: Siglo XXI Editores

García L. (2013). Educar en la posmodernidad: hacia una concepción pluralista y


política. Educere, 17(56),27-32.[fecha de Consulta 22 de Octubre de 2022]. ISSN:
1316-4910. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35630150009

Molina J. (2017). Nuevos discursos de la educación: escolarización, aprendizaje,


autogobierno y performatividad. Folios, (45), 103-111. Retrieved October 22, 2022,
http://www.scielo.org.co/scielo.php?pid=S012348702017000100008&script=sci_ab
stract&tlng=es

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