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de Derecho
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O 2019 ERREIUS
Este Compendio de Derecho Procesal Civil Eficaz ha sido concebido como una
guía para conocer los aspectos esenciales de la materia.
En la ejecución de esta obra nos enfkentamos al desafío de incluir en un texto
breve la mención de lo más importante del rito civil argentino, desde el punto de vista
de la práctica forense y de la eficacia procesal.
El libro expone -condensados- ideas y conceptos desarrollados durante años de
ejercicio profesional y de actividad tanto autoral como docente. El desempeño en tan
diversos ámbitos nos ha ~ermitido conocer cuáles son las discusiones verdaderamente
atingentes y los debates que conducen a dotar de real eficacia la tarea del operador.
En todos los casos, esos tópicos se han reflejado en las presentes páginas con el
lenguaje más claro y llano posible.
Se trata de un texto actual, producido en tiempos de permanente cambio y en
una sociedad profundamente influenciada por las tecnologías de la información.
Con este escenario, el plan expositivo se construyó sobre la base de uno de los
regímenes procesales de los varios hoy vigentes en el país -el de la Provincia de Bue-
nos Aires- y se agregó, cuando h e pertinente, la referencia a aspectos diferenciales
del sistema vigente en la Nación. Partiendo de ese marco legal -en pleno proceso de
reforma, tanto a nivel provincial como nacional-, se abordaron los institutos genéri-
cos del derecho procesal civil, aludiéndose -de manera sintética- a sus fbndamentos,
finalidades y fbncionamiento.
El lector contará, de este modo, con una visión panorámica de la materia que le
permita -es nuestro gran anhelo- advertir cómo funciona la maravillosa maquinaria
que se echa a andar cuando una pretensión procesal es llevada a los tribunales y,
claro está, el procedimiento judicial con el que se encuentra responde a las pautas del
derecho procesal eficaz.
Esa mirada omnicomprensiva del fenómeno busca que el interesado pueda tran-
sitar con soltura y comodidad por los dominios del procedimiento civil, reconociendo
el lugar que ocupa cada instituto, en qué momento aparece y cómo puede ser utilizado
para la mejor defensa de los derechos de las personas que llegan ante el juez con sus
conflictos y requerimientos vitales.
Una vez situado adecuadamente en la geografia del rito, conociendo las rutas y
las fronteras, el lector requerirá necesariamente y de acuerdo con sus objetivos espe-
cíficos acudir a otras fuentes del derecho.
De modo imperioso, a la ley procesal vigente en el tiempo y jurisdicción en la que
deba actuar. Y ello -cuando corresponda- previa adaptación de lo aquí expuesto a la
letra de la norma en vigor en cada caso.
También -particularmente, cuando se trate del ejercicio profesional- habrá de
acudirse a la jurisprudencia. Será imprescindible contar con la voz actualizada de los
tribunales, en especial de aquellos que tengan incidencia jurisdiccional en el tiempo y
lugar donde se despliegan las tareas.
Asimismo, la doctrina autora1 vendrá en auxilio cuando sea necesario profun-
dizar en las características de una determinada figura procesal o dotar de mayores
argumentos a una petición específica.
Para hallar esta información -ley, jurisprudencia y doctrina- hoy todos acudimos
a Internet. Existen allí sitios oficiales donde se puede conocer de manera gratuita
tanto la última versión de las leyes aplicables como la jurisprudencia de muchos tri-
bunales. Asimismo, productos on line de editoriales jurídicas ofrecen jurisprudencia
sistematizada y doctrina de los autores en formato digital.
También contamos, claro, con los libros de texto -tanto en soporte papel como di-
gitales o similares-. En cada sección de esta obra sugeriremos los títulos que el lector
puede utilizar para continuar profundizando en los temas específicos.
Esperamos, en suma, que esta obra sea de utilidad al lector y que disfrute de su
lectura tanto como nosotros disfmtamos de su proceso de edición.
El derecho procesal
CAP~TULO 111
La jurisdicción. la judicatura y el proceso
XII
CAP~TULO IV
Los actos procesales
CAP~TULO v
Las partes y los terceros
XVI
5.3. Falta manifiesta de legitimación de las partes ..................................
5.4. Litispendencia ......................................................................................
5.5. Defecto legal .........................................................................................
5.6. Cosa juzgada y casos asimilados: transacción, conciliación y
desistimiento del derecho ....................................................................
5.7. Defensas temporarias ..........................................................................
5.8. El arraigo .............................................................................................
5.9. Aspectos procesales ..............................................................................
6 . La oposición a la pretensión: el resto de las defensas ...............................
6.1. Plazo .....................................................................................................
6.2. Cargas específicas del opositor a la pretensión: las defensas
no previas ............................................................................................
6.3. Cargas específicas del opositor a la pretensión relativas a los hechos
y la prueba ............................................................................................
6.3.1. Cargas específicas del opositor a la pretensión respecto de
documentos traídos con la demanda ........................................
6.3.2. Excepciones a las cargas del demandado ................................
6.3.3. Cargas específicas del opositor a la pretensión: los hechos en
los que se basa la oposición ......................................................
6.4. Cargas específicas del opositor a la pretensión: forma de la oposición
6.5. Reconvención: la pretensión del demandado .......................................
6.6. Los traslados subsiguientes ..................................................................
6.7. Cierre de la etapa postulatoria .............................................................
7. Acumulación de pretensiones .......................................................................
7.1. Acumulación objetiva de pretensiones .................................................
7.2. Acumulación de procesos .......................................................................
7.2.1. Recaudos formales ......................................................................
7.2.2. Intervención del tercero excluyente ..........................................
7.2.3. Acumulación y alteración de las reglas de competencia ..........
7.2.4. Iniciativa de la acumulación ......................................................
7.2.5. Trámite del incidente de acumulación ......................................
7.2.6. Acumulación y conflicto entre jueces ........................................
7.2.7. Acumulación y suspensión del trámite .....................................
Bibliografia...........................................................................................................
XVII
Cmfmo VI1
La fase probatoria
XVIII
3.1.6. Los libros de comercio...............................................................
3.2.Prueba testimonial ..............................................................................
3.2.1. El testigo ...................................................................................
3.2.2. Personas excluidas como testigos ............................................
3.2.3.Deberes de los testigos .............................................................
3.2.4. Trámite de prueba testimonial ................................................
3.2.5. El cuestionario ..........................................................................
3.2.6. La cantidad de testigos .............................................................
3.2.7. Fijación de audiencias testimoniales .......................................
3.2.8. Frustración de la prueba testimonial ......................................
3.2.9. La audiencia de testigos ...........................................................
3.2.lO.Valoración de la prueba testimonial ........................................
3.3.Prueba de confesión .............................................................................
., ..............................................................................
3.3.1. La confesion
3.3.2. Los sujetos que pueden confesar ..............................................
3.3.3. Excepción a la carga de confesar ante el juez .........................
3.3.4. Procedimiento de la prueba de confesión ................................
3.3.5. La eficacia procesal y la absolución de posiciones: el
interrogatorio cruzado o libre ..................................................
3.3.6.El registro de la audiencia .......................................................
3.3.7. Valoración de la prueba confesional ........................................
3.3.8. Confesión extrajudicial ante la parte interesada....................
3.4.Prueba pericia1.....................................................................................
3.4.1. El conocimiento técnico o científico..........................................
3.4.2. Informes de instituciones .........................................................
3.4.3. Aspectos procedimentales de la prueba de peritos .................
3.4.4. Perito: aptitud para el desempeño del cargo ...........................
3.4.5.El dictamen pericia1..................................................................
3.4.6. Valoración de la prueba de peritos ...........................................
3.5.Prueba informativa ..............................................................................
3.5.1. Trámite de la prueba informativa ...........................................
3.6.Reconocimientojudicial .......................................................................
Bibliografía ........................................................................................................
CAPfTuLo VI11
La fase decisoria
La fase recursiva
CAPLTULOXI
Los juicios ejecutivos
CAP~TULO XII
Los procesos especiales
1 Camps, Carlos Enrique, ''La reforma procesal civil y el Código Civil y Comercial: primeras
reflexionesn,RCCyC, 2016 (octubre),3,AFiíDOC/2920/2016.
3
la vida es una heladera que conserve los alimentos, reclamada por un consumidor
a la empresa vendedora de electrodomésticos que entregó un aparato con desper-
fectos, y también es el aire limpio que respira toda una comunidad cuando este se
encuentra enrarecido por las emisiones de las chimeneas de una fábrica de reciente
instalación en el barrio.
El bien de la vida es lo que nos mueve a llamar a un abogado para que nos
auxilie en un reclamo determinado. Luego este, el letrado, traducirá procesalmente
ese pedido en una pretensión determinada, la incluirá en una demanda, requerirá
una decisión -título- determinada al juez (objeto inmediato), construirá todo un
edificio de tecnicismos y mecanismos legales junto a alegaciones fácticas, a los que
responderá la contraparte y frente a lo cual el juez emitirá decisiones y arbitrará el
juego que involucra a ambas partes.
Pero en la base, en la espera diaria de la persona afligida, estará el dinero para
reparar el auto abollado, los medicamentos, la heladera que enfríe o el aire que no
produzca irritación al respirarlo.
Hoy -volvemos- es eficaz u n proceso que entregue esos bienes a quien tenga
derecho a gozar de ellos cuanto antes y del modo más completo y parecido a lo re-
clamado posible. Hoy el bien de la vida debe llegar a quien lo reclama con derecho
cuanto antes y en la forma más parecida posible a como se encontraba antes de la
amenaza o transgresión por el demandado.
8 Artículo 26 de la CDPD.
24
En esta tarea, los jueces y órganos vinculados a la administración de justi-
cia deben tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación
que de este ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención
Americana. En conclusión, con base en el control de convencionalidad, es necesario
que las interpretaciones judiciales y administrativas y las garantías judiciales se
apliquen adecuándose a los principios establecidos en la jurisprudencia de este Tri-
bunal en el presente caso.
Se pasa, luego, a la fijación de los montos en concepto de reparación de daño
material, inmaterial y por gastos y costas.
9 Camps, Carlos Enrique, ''La reforma procesal civil y el Código Civil y Comercial: primeras
reflexionesn,RCCyC, 2016 (octubre),3,AFiíDOC/2920/2016.
25
De la lectura de este fallo -y, como vimos, también de "Fornerón" y "Mémo1i"-
surge claramente cómo el tribunal con sede en Costa Rica condenó la forma en que
en nuestro país se violaron derechos humanos de varios ciudadanos al no contar
con u n proceso judicial que, abierto por pretensiones relativas a derechos de los que
regula ahora el Código Civil y Comercial unificado, tramitara de manera respetuosa
del mentado derecho a la eficacia del proceso.
10 Camps, Carlos Enrique,"El federalismo procesal luego de la reforma del Código Civil y Comer-
cial",RCCyC, 2017 (mayo), 3, ARIDOC/971/2017.
11 Camps, Carlos Enrique, "Eficacia como estándar hermenéutico para la validez de normas pro-
cesales: breves reflexiones sobre el caso del arbitraje en el Código Civil y Comercial",RCCyC,
2016 (junio), 3,AFVDOC/1560/2016.
medida en que tales reglas rituales sirvan para dar eficacia a la figura del derecho
de fondo con la que se vinculan.
Sin embargo, creemos que es útil recordar la regla: cada provincia debe fijar
un proceso que sirva a sus propios intereses, acorde con las formas de litigar espe-
cíficas de cada región, ajustado a la particular idiosincrasia local12.Como dijimos,
las distintas extensiones geográficas, las diferentes conformaciones poblacionales,
los variados climas, las múltiples costumbres, etc., todo hace que una realidad pro-
vincial pueda requerir de una forma distinta de organizar los tribunales y los trá-
mites judiciales respecto de otra provincia. Pueden ser necesarios diferentes modos
de garantizar los principios básicos de igualdad y defensa en juicio, dependiendo
del ámbito en el que se desarrollen los pleitos. Esto, que ya había sido visto por el
constituyente fundacional, no ha variado en la última reforma, la que tuvo lugar
en el año 1994.
Tal es el mandato contenido en la Constitución de la Nación del federalismo
procesal tradicional: reivindicar ese poder de dictar leyes procesales locales ajusta-
das a las necesidades de cada comunidad. Para ello, podrá ser de utilidad conocer las
figuras procesales de las demás provincias, así como de otros países; sin embargo,
estas solo habrán de ser adoptadas -previa adaptación al medio local- cuando se
exhiban útiles a los ñnes de la eficacia perseguidos. De tal modo, en este contexto
clásico del federalismo procesal, observamos que tal pauta permitiría -por caso-
descalificar por inconstitucionales las reglas procesales que no surjan de una le-
gislatura provincial. Ateniéndonos a la rigidez literal del reparto de competencias
mencionado y que hoy encontramos en la Constitución Nacional vigente, la norma
procesal que dicte la legislatura nacional sería, entonces, inconstitucional.
Sin embargo, ello no hnciona de manera automática o mecánica:juega aquí un
nuevo esquema justificativo de validez constitucional de normas procesales, que se
independiza del origen normativo y atiende -de manera prioritaria- a la finalidad
buscada.
El federalismo procesal -tradicional- convive, ahora, con el moderno desafío
de la eficacia.
12 Camps, Carlos Enrique, ''La reforma procesal civil y el Código Civil y Comercial: primeras
reflexionesn,RCCyC, 2016 (octubre),3,AFiíDOC/3972/2016.
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La regla de la eficacia para sostener la validez constitucional de normas pro-
cesales ubicadas en leyes nacionales y, de ese modo, resistir la impugnación por lo
inadecuado de su origen legislativo no es nueva. Ella obra en la jurisprudencia de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación desde hace muchos años. Se suele citar
como el precedente más antiguo a aquel donde se resuelve un pedido de declaración
de inconstitucionalidad de las normas procesales aplicables a la ejecución derivada
de un contrato de prenda agraria y contenidas en la ley nacional que regulaba esta
figura.Tal h e la pretensión que dio lugar a la sentencia de la Corte Suprema del año
1926, en los autos "Bernabé Correa" -Fallos: 138:157- y que le permitió al Alto Tri-
bunal sentar la doctrina de la validez de las normas de rito en la medida en que sean
necesarias para la vigencia y eficacia del instituto del derecho de fondo vinculado.
Como se puede ver, esa es la moderna regla que permite, entonces, que una
pauta ritual contenida en un formato legal emanado de la Legislatura nacional sea
considerada válida: su eficacia para dar operatividad al instituto del derecho de fon-
do. Se trata, por lo tanto, de la eficacia procesal -entendida en este contexto como
aptitud de una norma de rito para coadyuvar en la aplicación realmente efectiva de
una norma fondal- como regla hermenéutica para contrarrestar la tacha de inva-
lidez constitucional fundada en la violación a la norma de reparto de competencias
legislativas.
Lo nuevo en este plano es el hecho de que el estándar así plasmado en 1926 se
ha visto remozado y reforzado en los años posteriores de la historia jurídica argen-
tina. A tal punto que hoy, en pleno siglo XXI y luego de la aludida reforma consti-
tucional del año 1994 -con la constitucionalización del derecho internacional de los
derechos humanos-, los desarrollos propios de la jurisprudencia de la Corte Supre-
ma de Justicia de la Nación, así como de la doctrina de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos y, como último hito en este derrotero, la sanción del Código Civil
y Comercial -en especial, las pautas que surgen de sus artículos 1y 2-, la eficacia
procesal puede ser considerada como un derecho humano con anclaje normativo
en los artículos 8 y 25 del Pacto de San José de Costa Rica, integrante del genérico
derecho al debido proceso en los países de esta región.
Y, en lo que a estas reflexiones atañe, la eficacia procesal se consolida como
el argumento basilar y preponderante que -a nuestro juicio- permitirá resolver
el conflicto que hoy existe en muchos ámbitos del derecho privado en el que se ven
enfrentados, con contenidos y soluciones opuestas, el derecho procesal de los códigos
procesales locales con el derecho procesal del Código Civil y Comercial recientemen-
te sancionado.
Concretamente, puesto el juez en la disyuntiva de aplicar una u otra norma
procesal -una inserta en un código procesal local, y la otra, en una ley nacional,
como el código unificado- o el abogado, en la tarea de requerir la operatividad de tal
o cual pauta de rito, se deberán atender los argumentos que permitan sostener la so-
lución legal que mejor convenga a la eficacia de la figura de fondo que concretamen-
te se encuentre en discusión. Como se observa, siempre será un estudio particular,
en un contexto de debate concreto y observando en todos los casos las derivaciones
específicas que de tal elección normativa se deriven.
3.2. Validez de la norma procesal en el tiempo
En lo que hace a la aplicación de la ley procesal en el tiempo y más allá de los
debates que al respecto se observan en la doctrina, entendemos que, en los casos en
los que debido a una mala técnica legislativa no se regula adecuada y expresamente
el derecho transitorio frente a la sanción de un nuevo régimen procesal -general o
parcial-, una buena pauta de interpretación son las reglas de aplicación en el tiem-
po de otras leyes procesales, especialmente las que se dictaron respecto de códigos
completos. Ello así por provenir del propio cuerpo legislativo en cuyo seno deben
concebirse las leyes rituales y, junto con ellas, las reglas basilares de aplicación,
como son las atinentes a la vigencia o validez temporal de los regímenes procesales.
Por caso, el artículo 854, CPCCBA, bajo el título "Vigencia temporal"13,refiere a
la pauta básica de aplicación en el tiempo de las normas de ese digesto:
Las disposiciones de este Código entrarán en vigor el lode febrero de 1969, y serán apli-
cables a todos los juicios que se iniciaren a partir de esa fecha. Se aplicará también a los
juicios pendientes, con excepción de los trámites, diligencias y plazos, que hayan tenido
principio de ejecución o empezado su curso, los cuales se regirán por las disposiciones
hasta entonces aplicables, salvo lo dispuesto en el art. 832.
Art. 855. &tardo de justicia.- La disposición del art. 167, sobre retardo de justicia, en-
trará en vigencia seis (6)meses después de la fecha establecida en el art. 827 [actual 8541.
Art. 856. Prueba.- Las normas del art. 365 sobre plazo de ofrecimiento de prueba y la
del art. 428 sobre número de testigos, sólo regirán en aquellosjuicios en los que, al lode
febrero de 1969, no hubiere comenzado su curso el período de prueba, siendo aplicables
las normas hasta entonces vigentes.
Art. 857. Juicio sumario. Juicio summ'simo.- Las dis~osicionesde los arts. 320 v 321.
y sus correlativas sobre juicio sumario y juicio sumarísimo se aplicarán a las demandas
que se promuevan con posterioridad a la fecha mencionada en el art. 827 [actual 8541.
Art. 858. &cursos.- Las normas sobre apelaciones diferidas se aplicarán sólo a aque-
llos recursos que, a la fecha mencionada en el art. 827 [actual 8541, no hubiesen sido
concedidos.
La misma regla se observará respecto de los recursos previstos en el artículo 246.
Art. 859. Caducidad de instancia.- La excepción contenida en el párr. 2" del art. 827
[actual 8541 no regirá en lo que hace a las normas sobre caducidad de instancia (arts.
310 a 318),las que entrarán en vigencia el día lode febrero de 1969. No obstante, si los
litigantes, o el juez o tribunal, impulsaren el procedimiento dentro de los dos (2) meses
siguientes a dicha fecha, no será declarada la caducidad, aun cuando al tiempo de em-
pezar a regir el Código, hubiesen transcurrido los plazos del art. 310.
13 La numeración de los artículos citados dentro de los artículos de este tramo del CPCCBA no
fue objeto de adecuación a las sucesivas reformas que el texto original de la norma sufrió desde
el año 1969.
Art. 860. Plazos.- E n todos los casos en que este Código otorga plazos más amplios para
l a realización de actos procesales, se aplicarán éstos a u n a los juicios anteriores.
De este modo, encontramos que el legislador, al dictar la ley 7425 -Código Pro-
cesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires-l4 se preocupó por dejar es-
tablecido un adecuado régimen de derecho transitorio, para que el paso del anterior
régimen procesal (el Código de Procedimientos en lo Civil y Comercial, ley 2958,
sancionado el 21 de diciembre de 1905) al nuevo no generara zozobras en la vida
judicial respecto -esencialmente- de los procesos en marcha.
Luego de sentarse las dos pautas básicas -la aplicación del nuevo régimen a los
juicios que se inicien después de cierta fecha y la operatividad inmediata, dentro de
los procesos en curso, de las nuevas pautas a los trámites que "hayan tenido prin-
cipio de ejecución" o a los plazos que han "empezado su curson- para minimizar el
impacto de esta aplicación inmediata se regulan supuestos especiales (en la figura
del retardo de justicia, en materia probatoria, recursiva, caducidad de instancia),
cerrando con la regla de "plazo más extenso" (en los casos en que se establezcan
nuevos plazos que sean mayores a los previamente regulados, se utilizarán los más
amplios aun a juicios ya iniciados).
Asimismo, además de estas pautas precisas de derecho transitorio, el legisla-
dor -en el artículo 861, CPCCBA15- brindó un expreso aval a un superior tribunal
(en el caso, la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires) para que pueda realizar
la tarea reglamentaria indispensable para el mejor desenvolvimiento del sistema
procesal legal, dictando normas generales en el marco de su función legisferante
que regulen cuestiones operativas o de detalle para hacer, en definitiva y utilizando
una expresión de nuestra época, más eficaz la aplicación del derecho procesal que
surge de la ley.
Entendemos que esta tarea es de complementación o ampliación de regulacio-
nes, no pudiendo en ningún caso la producción normativa del tribunal contradecir
las reglas sentadas por las legislaturas. A todo evento, de encontrarse que el texto de
la ley atenta de modo grave contra la eficacia procesal, a los tribunales que ejercen
las jefaturas de los poderes judiciales les asiste la potestad de proponer a los pode-
res ejecutivo o legislativo las reformas pertinentes.
Asimismo, como tribunales de justicia -al igual que todo otro órgano judicial-
pueden acudir (en los casos en los que cada legislación habilite) a la declaración de
inconstitucionalidad de las normas que se observen irremediablementeinaplicables
por conducir de modo necesario a la adopción de medidas o a la toma de decisiones
manifiestamente contrarias al aludido mandato de la eficacia.
16 Camps, Carlos Enrique, "La dimensión actual del principio dispositivon,SJA, 19/10/2005;
JA,
2005-N-1293.
previa en pos de la celeridad referida a ciertos reclamos, si es correcto que el juez
active la maquinaria probatoria cuando las partes no lo hicieron, etc.
En tal contexto se forjan los principios procesales de un determinado orden ju-
rídico que caracterizarán -por s u parte- un cierto derecho procesal y que pueden co-
nocerse a partir de un estudio sistematizado de sus normas, ya que estas habrán de
reflejarlos tanto de manera premeditada -cuando el sujeto normativo busca crear
una norma sobre la base de cierto principio- como en forma inconsciente -ya que
ese mismo sujeto no puede sustraerse a la aplicación de tales valoraciones jurídicas
compartidas comunitariamente-.
La doctrina tradicional viene mencionando desde antiguo que estas reglas o
directivas tienen específicas funciones, como fue adelantado. Así, los principios pro-
cesales sirven para:
Los principios o reglas procesales no son estáticos, sino que adquieren mayor
o menor vigencia, o cambian sus perñles y alcances al compás de las modificaciones
que experimenta la conciencia axiológica y jurídica general de la comunidad que
produce y, al mismo tiempo, rige sus destinos mediante ese derecho.
Junto con la mutabilidad, Palacio señala otra nota que los identifica: los princi-
pios procesales no revisten carácter absoluto. "Difícilmente, en efecto -apunta este
autor- la ley que adopta un determinado principio no prevé, respecto de ciertas si-
tuaciones, la necesidad de hacer prevalecer, en mayor o menor medida, un principio
distinto, y aun opuesto"17.
Pues bien, tanto aquella mutabilidad como el referido carácter relativo de los
principios procesales constituyen el punto de partida que adoptaremos para abor-
dar, a continuación, el estudio de dos de ellos: el principio dispositivo y el de orali-
dad, por considerarlos esenciales a los fines de analizar la relación entre el proceso
civil actual y la eficacia en la protección de derechos.
Ello así por cuanto la eficacia procesal -como h a sido dicho- manda que se
atiendan de especial modo las pretensiones que tienen por objeto la protección
de derechos donde existe orden público y ese especial modo importa dotar al juez de
poderes que alteran profundamente el perfil clásico del principio dispositivo.
17 Palacio, Lino E., Derecho procesal civil, cuarta edición actualizada por Carlos Enrique Camps,
Abeledo Perrot, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2017, pág. 187.
Y, asimismo, un trámite eficaz será el que brinde respuestas en tiempo opor-
tuno -en plazo razonable- y respetuosas de las particularidades de los intereses en
juego. Para ello, la oralidad se muestra en abstracto como la mejor técnica de debate
procesal. El desafío será lograr que ello también se traslade a la realidad concreta
de la actividad de los tribunales.
18 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal civil, ob. cit., pág. 189.
19 Morello, Augusto Mano y otros, Códigos Procesales en lo Civil y Comercial de la provincia de
Buenos Aires y de la Nación. Comentados y anotados, 1982,Ed. LEP-Abeledo Perrot, pág. 570.
20 Couture, Eduardo J.,Fundamentos del derecho procesal civil, tercera edición, Depalma, Bue-
nos Aires, 1993,pág. 185.
importante conocer, siguiendo la teoría tradicional, cuáles son las específicas mani-
festaciones del dispositivo en su modalidad clásica.
Iniciativa
De acuerdo con esta visión tradicional, en materia procesal civil y comercial no
puede haber proceso sin petición de parte, ya que, si ella no plantea la pretensión a
través de la demanda, nadie echará a andar la maquinaria judicial en su lugar para
la defensa de derechos que solo a ese sujeto interesan. Se aplica el adagio "nemo
iudex sine actore; ne procedat iudex ex officio".
Impulso procesal
Para que haya "proceso" en el sentido de actividad útil que se dirija hacia el
destino natural del litigio judicial que es la sentencia, no basta con plantear la de-
manda, sino que ese es solamente el punto de inicio de una serie de cargas técnicas
a través de las cuales ambas partes -movidas por sus propios intereses- deberán
llevar adelante determinados actos regulados por los códigos rituales para evitar
que la litis se estanque y muera por caducidad. De acuerdo con este concepto del
principio dispositivo, el juez deberá esperar esta actividad de las partes para tomar
decisiones, no pudiendo adoptar medidas de impulso en forma oficiosa.
Aportación de la prueba
También la concepción tradicional respecto del principio dispositivo manda que
el aporte de los hechos a la causa habrá de ser completo, esto es, no bastará con
alegarlos -como se vio-, sino que también habrá que acreditarlos. Tarea que, nue-
vamente, recaerá en forma exclusiva en las partes. En este marco se desarrollan
las teorías respecto del onus probandi: directivas -que, al igual que los principios
procesales, han ido evolucionando con el tiempo- destinadas a señalar, frente a cada
supuesto fáctico, a cuál de las dos partes incumbe su demostración.
En suma, la "publicización genérica" del proceso civil busca que este ya no sea
patrimonio exclusivo de las partes y que el juez tenga poderes para llegar a una
sentencia que atienda -antes que al exclusivo interés de los contendientes- a la
justa resolución judicial de conflictos suscitados en el seno de la comunidad, para
propender de mejor modo a afianzar la justicia y lograr la paz social. Por supuesto,
frente a este fenómeno no hay quietud en las aguas de la doctrina procesal. Muy por
el contrario, el tema ha dado lugar a encendidos debates entre los autores.
Desde nuestro punto de vista y habiendo repasado las posiciones expuestas
por ambos grupos de autores inmersos en el debate señalado, consideramos que
no se le ha otorgado la debida relevancia a un concepto que -entendemos- podría
llevar a conciliar las dos posiciones sin que ninguna de ellas aparezca como derro-
tada, dado que ambas evidencian -desde diferentes puntos de vista- preocupación
por la obtención de finalidades loables y compartibles. Nos referimos al ya tantas
veces referido concepto de orden público como línea divisoria de aguas que permite
señalar con claridad en qué parcela del derecho privado el principio dispositivo
debe regir con estrictez y en cuál es válido que se disminuyan sus alcances o bien
se lo deje de lado.
Hemos señaladoz2que, en ese sentido, un juez "activo" dentro del proceso civil
ocasionará que se reduzca la vigencia del derecho de igualdad de las partes para
posibilitar que se cumpla con el de "debido proceso" que manda que se indague hasta
llegar a la "verdad jurídica objetiva", y conseguir así una resolución judicial acorde
con los hechos tal como se dieron en la realidad de la vida, alejada de ritualismos y
exenta de eventuales actividades procesales reñidas con la buena fe o simplemente
negligentes. Sin embargo, en nuestra opinión, este sacrificio de un derecho en pos de
otro solo constituirá un válido ejercicio de balance de intereses a la luz de las pautas
axiológicas que hoy rigen nuestra sociedad si se realiza en el campo de los derechos
que afectan el orden público.
No desconocemos la complejidad de la tarea de deñnir el concepto de orden
público. A los fines de este trabajo, habremos de entender por ordenpúblico, toman-
do palabras de Llambías, al "conjunto de principios eminentes -religiosos, morales,
políticos y económicos- a los cuales se vincula la digna subsistencia de la orga-
nización social establecida". Y en lo que hace al derecho privado, las leyes que se
refieren a estos "principios eminentes" son las que "conciernen a la 'personalidad'
(nombre, estado, capacidad, domicilio, etc.), a la 'familia' (matrimonio, parentesco,
patria potestad, tutela, curatela, etc.), a la 'herencia' (orden sucesorio, libertad de
testar, legítima, desheredación, etc.) y al 'régimen de bienes' (dominio, condominio,
propiedad horizontal, usufructo, uso, habitación, servidumbres, hipoteca, prenda y
anti~resis)"~~.
Cuando el proceso contenga una pretensión a través de la cual se ventilen cues-
tiones como las mencionadas, el juez puede echar mano -siempre con la debida pru-
dencia- a todo el completo arsenal de figuras propias de la "publicización" referida.
Y ello así porque en estos supuestos es evidente que las partes no son las "due-
ñas" del proceso. Sabido es que uno de los principales efectos del orden público con-
siste en limitar la autonomía de la voluntad de los individuosz4.Ello surge en forma
prístina de normas genéricas como las contenidas en los artículos 19 ("La renuncia
general de las leyes no produce efecto alguno; pero podrán renunciarse los dere-
22 Camps, Carlos Enrique, "La dimensión actual del principio dispositivo",ob. cit.
23 Llambías, Jorge J., Tratado de derecho civil. Parte general, t . 1, Lexis Nexis-Abeledo Perrot,
2003,pág. 140.
24 Ibíd., pág. 145.
chos conferidos por ellas, con tal que sólo miren al interés individual y que no esté
prohibida su renuncia") y 21 ("Las convenciones particulares no pueden dejar sin
efecto las leyes en cuya observancia estén interesados el orden público y las buenas
costumbres") del derogado Código Civil, hoy plasmadas en el Código unificado en el
artículo 12 cuando manda que "Las convenciones particulares no pueden dejar sin
efecto las leyes en cuya observancia está interesado el orden público".
Esta indisponibilidad del derecho de fondo tiene su correlato con la indisponi-
bilidad del proceso. Si los derechos son indisponibles, sobre ellos no puede operar el
desistimiento, la transacción, el allanamiento, el sometimiento a arbitraje, etc. Nos
encontramos, entonces, en un terreno en el cual el juez deberá conducir la litis de
modo que los hechos se reflejen en el fallo tal como ocurrieron y no como las partes
dicen que las circunstancias tuvieron lugar: por idénticas razones, la plataforma
fáctica no es aquí disponible.
Nada de eso, por el contrario, ocurre en materia plenamente disponible. Aquí
la intervención de los magistrados adoptando medidas oficiosas junto con las par-
tes -entendemos- altera la igualdad de estas sin suficiente justificativo y, por ello,
violenta derechos constitucionales sin una adecuada razón.
Es misión de la prudencia judicial determinar cuándo una pretensión -o parte
de ella- se encuadra en una u otra parcela. Y, luego de esa decisión, si se encuentra
en el campo de los derechos indisponibles,actuar sobre la base de las pautas de "pu-
blicización" con respeto del derecho de defensa y bilateralidad de las partes. Y, si se
halla dentro del campo de lo disponible, acudir a esas herramientas solo en casos de
notorio exceso o fraude procesal en perjuicio de uno de los contendientes.
En nuestra opinión, solo así se despliega un ejercicio de la magistratura res-
petuoso de los actuales perñles del principio dispositivo a la luz de las superiores
reglas del debido proceso constitucional.
En este cuadro evolutivo, forzoso es hacer referencia a la sanción del Código
Civil y Comercial de la Nación. Resulta, ahora, innegable que el legislador ha dado
una nueva dimensión al principio dispositivo por conducto del aumento del orden
público en las cuestiones de derecho privado. El código unificado recoge y positiviza
estas valoraciones actuales, a la luz de las prácticas jurisprudenciales más exten-
didas y, especialmente, al traer a ruedo las referencias a derechos humanos que in-
gresan al derecho privado por conducto de las pautas contenidas en la Constitución
Nacional.
De este modo, los principios procesales involucrados -especialmente el que nos
ocupa: el dispositivo- aparecen en su versión actualizada o nueva. Recordemos que
-como se señaló- es una nota esencial de los mismos su mutabilidad o variabilidad.
A continuación, pasaremos revista al modo en que, en la actualidad, hallamos
reconfigurado el principio dispositivo a la luz de los contenidos del derecho material.
Iniciativa
Hasta la entrada en vigencia del Código Civil y Comercial no existían normas
-ni posturas teóricas con consenso- que propiciaran que el juez civil reemplace la
voluntad de los sujetos procesales privados a los fines de iniciar un juicio determi-
nado. Y esto era así tanto en el marco de los derechos disponibles como respecto de
aquellos donde se veía comprometido el orden público. Hoy, luego de la entrada en
vigencia del nuevo Código Civil y Comercial, no podemos sostener lo mismo.
Encontramos casos donde la actividad oficiosa del juez puede llegar hasta el
extremo de dar inicio a trámites judiciales. Entendemos que ello importa el salto
cualitativo más importante dado en este terreno por el nuevo digesto de derecho pri-
vado, generando posibilidades de actuación judicial en derecho privado nunca vistas
en la historia procesal vernácula, en las que habrá que apelar en grado sumo a la
responsabilidad social de la magistratura y a la extrema prudencia, exigiéndose una
clara fundamentación en aquellas situaciones en las que surja indiscutidamente en
juego un derecho de orden público.
Observamos el caso del último párrafo del artículo 111del Código Civil y Comer-
cial, donde se regula lo relativo a la protección de niños, niñas y adolescentes que ca-
recen de un referente adulto que los proteja. Asimismo, en lo que hace a los daños cau-
sados al tutelado en el marco de una tutela (art. 118).O lo que hace a las cuentas de la
tutela (art. 1301, a la remoción del tutor (art. 136) y a la afectación y desafectación de
una vivienda al régimen protectorio que instaura el nuevo digesto unificado (arts. 245
y 255). El juez puede, de oficio, iniciar el juicio de adopción (art. 616). Y, ahora fuera
del derecho de familia, el juez puede, también de oficio, adoptar medidas "definitivas o
provisorias" para evitar que ocurra un daño o impedir que se agrave (art. 1713).
Véase cómo en la mayoría de los casos de posibilidad de actuación -de inicio de
trámites o incidencias- oficiosa del juez nos encontramos en el marco del derecho
de familia. Ello es consistente -para que no queden dudas- con lo previsto de mane-
r a general en la manda del artículo 706.
Impulso procesal
Aquí observamos uno de los cambios más notorios derivados de la mentada
"publicización" del proceso civil. Así como esta corriente entiende que la resolución
judicial de los conflictos interesa a la comunidad toda y por ese motivo se relacio-
n a con el orden público, como derivación de ello se señala que corresponde al juez
realizar actividad impulsoria cuando se observa falta de intervención útil de las
partes, y ello a los fines de que el conflicto se cierre de manera "normal", esto es, con
la sentencia de mérito.
Es en ese marco que se han dictado normas como las que recoge el CPCCN en
s u artículo 36. La manda citada resulta la más clara manifestación de los efectos
de esta "publicización general" del proceso civil, sin perjuicio de que existen otras
pautas donde se observan poderes ordenatorios oficiosos particulares.
La norma aludida se encuentra en las antípodas del concepto tradicional del
principio dispositivo y las reglas derivadas de impulso procesal. De atenernos estric-
tamente a sus términos, el magistrado debería abandonar para siempre la figura de
la caducidad de instancia en su juzgado, ya que posee la obligación de dar él mismo
impulso oficioso al trámite iniciado por el actor, haciendo pasar la litis de una etapa
a la otra al vencimiento de los plazos establecidos, independientemente de la activi-
dad impulsoria de las partes.
En el CPCCBA se regula como mera potestad lo que en el CPCCN es deber de
los jueces (art. 36, CPCCBA).
Más allá de la letra del Código, encontramos que son pocos los casos en que en
la realidad tribunalicia se aplican estos poderes ordenatorios oficiosos. Es eviden-
te que, aun cuando la ley fija determinada posibilidad, el derecho consuetudinario
judicial muestra otro contenido, más ajustado a la visión tradicional o clásica del
principio dispositivo en lo que hace al impulso del proceso. Ello puede deberse a
una cuestión de principios, pero también -creemos- puede incidir en esta práctica
el alto cúmulo laboral de los juzgados que se vería incrementado muy notoriamente
si el juez y su equipo, además de atender los puntuales pedidos de los litigantes,
debieran revisar periódicamente las causas para adoptar las medidas oficiosas de
impulso a las que aludimos.
Yendo ahora al texto del CCCN, entendemos que, si la materia en juego justifi-
ca la posibilidad de inicio de oficio de actuaciones (o incidencias) tal como se observó
en el punto anterior, en los mismos casos debe admitirse el impulso oficioso. Esto es,
si el ordenamiento admite que esté en cabeza del juez el planteo de una pretensión
(que atenderá a intereses especialmente considerados), resultaría incoherente de-
jar en manos de partes privadas (que, quizás, no existan en el caso concreto) hacer
avanzar el trámite.
Inicio oficioso e impulso oficioso van, creemos, necesaria e inescindiblemente
unidos. Lo dicho, sin perjuicio de que exista u n terreno teñido de orden público don-
de pueda operar el impulso oficioso aun cuando tal posibilidad no venga acompaña-
da de la posibilidad de inicio oficioso.
Ello surge, creemos, con claridad del juego de los artículos 706 y 709, CCCN. Se
erige en el primero de ellos -como principio general del proceso de familia- la regla
de la "oficiosidad". Entendemos que aquí se alude tanto a la posibilidad de inicio
como al impulso de oficio de modo genérico. Sin embargo -como ya se señaló- cree-
mos que, para que exista posibilidad de inicio oficiosa, debe haber una norma espe-
cífica que lo habilite (como las que se indicaron en el punto que antecede), mientras
que basta que nos encontremos en el marco de los procesos de familia que atiendan
cuestiones no patrimoniales o bien cuestiones patrimoniales que involucren a su-
jetos con capacidad restringida (vemos aquí un adecuado recorte de la materia de
familia que la circunscribe a lo no disponible) para que juegue la regla del impulso
procesal a cargo del juez, como lo señala el artículo 709.
Directa -y lógica- consecuencia de ello es que en este terreno no opere la cadu-
cidad de instancia. También, en los casos relativos a este ámbito -derecho de familia
extrapatrimonial o patrimonial que involucre a personas de capacidad restringida-
donde la regla es el impulso oficioso, una manda especíñca puede hacer excepción a
ello y volver a la vigencia del dispositivo (pedido de parte).
Aportación de la prueba
Se trata de otra parcela donde el principio dispositivo ha mutado sensible-
mente. Hoy se dice que el juez no puede estar en este punto atado por la actividad
de las partes. Frente a la existencia de hechos controvertidos, se sostiene que debe
atender a la prueba que aportan los interesados. Pero, si ello no es suficiente -por su
cantidad o calidad-, el juez está habilitado para realizar él mismo prueba de oficio.
Esta categoría probatoria se compone de las conocidas como "medidas para mejor
proveer", que, por lo común, se adoptan luego del llamamiento de autos para sen-
tencia, momento en que el juez se aboca a la tarea de evaluar todas las constancias
probatorias del expediente e intenta formar certeza sobre la forma en que los hechos
en disputa tuvieron lugar.
Sin embargo -y a pesar de ser la forma más popular de la actividad instructoria
sin pedido de parte-, no se agota allí esta categoría,ya que la misma ley procesal con-
templa formas de prueba de oficio que pueden ser ordenadas antes de que cierre la
etapa probatoria (por caso, las reglas de los artículos 413,450,473 y 477, CPCCBA).
Más allá de que cuente con respaldo legal, podemos decir que es mayoritaria la
doctrina que ve con buenos ojos el instituto de la prueba oficiosa. Se señala que su
utilización habrá de ser mesurada y siempre que se respete el derecho de defensa de
las partes, lo cual se logra anoticiándolas de que se habrá de producir tal actividad
y convocándolas para que puedan participar de su producción. Quienes así piensan
entienden que la búsqueda de la verdad jurídica objetiva es algo sumamente tras-
cendente en la tarea de resolver con justicia los entuertos intersubjetivos.
Pues bien, de nuestra parte observamos que, con la adopción de medidas de
prueba oficiosa, se deja de lado el principio de igualdad de las partes en el proceso.
Si aceptamos que el proceso civil es regido por el principio dispositivo donde la ac-
tividad de las partes es la que modela la cuestión fáctica ante el juez y que operan
en él -como natural derivación- reglas de carga de la prueba que hacen que quien
tenía a su cargo probar algo y no lo hizo se perjudique, la actividad oficiosa en este
terreno claramente inclina el fiel de la balanza, beneficiando a alguno de los dos
adversarios. No debe horrorizarnos esta circunstancia, pero -creemos- tampoco se
la debe disfrazar.
No tenemos dudas de que, en lo que se refiere a derechos de orden público, por
sobre la actividad de las partes es aceptable que el juez indague y llegue más allá,
hasta averiguar cómo se dieron las cosas cuyas consecuencias importan a una comu-
nidad toda. Pero, en lo que hace a derechos disponibles, no estamos de acuerdo con
el uso indiscriminado de la prueba oficiosa.
Aquí también, el CCCN nos habla de posibilidades instructorias oficiosas. En-
contramos que, en todos los supuestos, se alude a contextos en los que el interés
común prima por sobre el individual.Un primer caso es el relativo a la prueba en el
juicio de filiación (art. 579); otro -ya referido- es el de la oficiosidad en materia de
procesos de familia (art. 709).
1.Concepto y trascendencia
La pretensión procesal es un acto petitorio por el que un sujeto -actor- recla-
ma a un tercero imparcial -juez- frente a otro sujeto -demandado- la adopción de
medidas tendientes a restablecer el orden que ha sido transgredido por la alegada
violación de determinada normativa del derecho de fondo. La persona que acude a la
justicia portando una pretensión procesal busca la obtención del bien de la vida -el
objeto mediato de esa pretensión-, el cual puede revestir múltiples aspectos (desde
la suma de dinero para reparar un automóvil dañado o mitigar el daño moral cau-
sado por la indebida intromisión en la vida privada hasta el estado de hijo adoptivo
o el estatus de heredero testamentario, desde la posibilidad de volver a casarse
derivada de un divorcio hasta la clausura de una planta fabril que arroja residuos
contaminantes a un curso de agua).
Ahora bien, lo que concretamente se requiere del juzgador -el tipo y contenido
de las específicas resoluciones judiciales o, dicho de otro modo, el objeto inmediato de
la pretensión- para, al fin, obtener la satisfacción de un determinado interés puede
revestir diferente entidad.
En todos los casos, será necesario que el juez se instruya sobre la cuestión que
generó la controversia. Conozca qué pasó. Por eso, en toda pretensión subyace -en
mayor o menor medida- el pedido de que el juez adquiera el conocimiento suficiente
para resolver. A veces, alcanza con este solo conocimiento y una declaración poste-
rior. Otras veces, es necesario que el juez -con base en la certeza adquirida- haga
algo más: emita una condena a algún tipo de prestación, determine o especifique el
alcance de cierto derecho o constituya una determinada relación jurídica.
En otro momento, el ciudadano requerirá al juez que dicte actos de cumpli-
miento forzado contra la contraparte. Sobre la base de un conocimiento previamente
establecido, se pide a la justicia concretas medidas compulsoria (p. ej., remate de un
bien para cobrar una suma de dinero).
Desde otro lugar, antes o durante un proceso determinado se le puede pedir al
juez que adopte medidas provisorias de resguardo de diferente tipo.
2. Tipos de pretensiones
2.1. Según el objeto inmediato requerido
Como se dijo, son diversos los tipos de actuación judicial (y, por ende, de reso-
lución judicial -objeto inmediato de la pretensión-) que pueden ser solicitados ante
los tribunales.
Con base en esta pauta, las principales pretensiones de acuerdo con lo que ope-
rativamente se requiere del juez son: las pretensiones de conocimiento (que incluye
tanto las meramente declarativas como las constitutivas, determinativas o de con-
dena), las pretensiones de ejecución (en sus diferentes variantes) y las pretensiones
cautelares.
El diferente tipo de pretensión da lugar al proceso -y hasta sentencia- del mis-
mo nombre: una pretensión de conocimiento da lugar a un proceso de conocimiento
y, en este caso, la sentencia que se dicte llevará el nombre de la subespecie: mera-
mente declarativa, de condena, constitutiva, determinativa, etc.
El juicio ordinario
Así, encontramos que los procesos de conocimiento que regula la ley procesal
son de diverso tipo.
La regla es la utilización del proceso plenario mayor -juicio ordinario- para
los casos en los que una determinada pretensión no tiene atribuido un trámite es-
pecífico (art. 319, CPCCBA). Se h a dicho que -entre otros casos- tramitan por esta
vía la pretensión relacionada con el vicio de lesión enorme, la acción de nulidad del
instrumento público derivada de deficiencias atinentes al incumplimiento de for-
malidades consideradas esenciales en los actos notariales, la responsabilidad civil
de los demandados producto de una supuesta mala praxis médica unida a la que le
competería al sanatorio y a la obra social desde la órbita de lo contractual, la acción
de colación -que persigue conservar la igualdad entre los herederos y se reduce a
una operación de contabilidad-, etc.
Es, por otra parte, el proceso marco, el regulado con mayor detalle por los có-
digos de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación. Se trata del trámite "madre"
respecto del cual se regulan todos los institutos propios del juicio de conocimiento y
al cual luego se remitirá la ley al momento de referirse a los demás procesos plena-
rios, realizando las adaptaciones pertinentes.
Las excepciones al empleo del juicio ordinario vendrán establecidas -como ve-
remos a continuación- por expresa previsión legal, o bien, en ciertos supuestos, por
la determinación judicial.
Una de esas excepciones está dada por la simplificación de la estructura pro-
cedimental del plenario mayor, aunque siempre manteniendo la regla de la pleni-
tud en la indagación y en la búsqueda de certeza. Según los tipos de pretensiones
de fondo, sus características y la urgencia con que deben emitirse las respuestas
jurisdiccionales, la ley prevé procesos cognoscitivos de mayor o menor extensión o
complejidad.
Surgen así los denominados "plenarios abreviados", dentro de los cuales encon-
tramos el juicio "sumario" (plenario abreviado) y el "sumarísimo" (plenario excepcio-
nalmente abreviado).
Como señalamos, en algunas ocasiones, la ley deja en manos del juzgador l a
determinación del tipo de trámite por el que habrá de desarrollarse el proceso. Esta
facultad de adaptar el formato del trámite a las necesidades de cada pretensión
debería ser -a nuestro ver y como lo adelantamos- la regla en todos los casos. Ello
permitiría ganar en eficacia procesal permitiendo que sea el juez, ante quien se
plantean los concretos casos a debate, el que decida qué tipo de proceso de conoci-
miento se ajusta mejor a las necesidades de la investigación. A todo evento, si tal
determinación temprana del tipo de proceso de conocimiento agraviara seriamente
a alguna de las partes -quienes podrían alegar limitación a s u derecho de defensa,
por caso, derivadas de restricciones probatorias o recursivas-, ello podría ser objeto
de revisión ante l a alzada.
Hoy, como vimos, la posibilidad de que el juez disponga el tipo de proceso de
conocimiento a transitar es limitada a ciertos casos. La observamos en los supuestos
de las tercerías (art. 101, CPCCBA), de la acumulación de procesos (art. 188, último
tramo, CPCCBA), de la acción meramente declarativa (art. 322, CPCCBA), de liqui-
dación en casos especiales (art. 514, CPCCBA), etc.
Normalmente no se admite discusión por parte de los litigantes respecto de la
decisión del juez que determina el trámite procesal (ordinario o sumario) a seguir.
Se entiende que ello no puede generar agravio alguno desde el momento en que no
se priva a los litigantes de la posibilidad de alegación de defensas, debate y prueba.
Sin perjuicio de esta posición, como vimos, si se construye adecuadamente un plan-
teo basado en el real y concreto agravio al derecho de defensa por limitaciones en
la búsqueda de la certeza judicial para el caso en estudio, la apelación debería ser
atendida por la cámara.
El juicio sumario
El CPCCN eliminó la figura del proceso sumario -que sobrevive en el CPCCBA
y en otros ordenamientos procesales argentinos- para dejar solo dos formatos de
procesos de conocimiento: el ordinario y el sumarísimo.
El proceso ordinario, es este caso, sufrió una notoria sumarización: tomó mu-
chas de las pautas de trámite del plenario abreviado. Asimismo, el artículo 319,
CPCCN, aclara que, cuando ese Código remita al juicio sumario, se entenderá que
el litigio tramitará conforme a las reglas del proceso ordinario, y también que, si la
controversia versare sobre derechos que no fueren apreciables en dinero o existie-
ren dudas sobre el valor reclamado y no correspondiere juicio sumarísimo o proceso
especial, el juez determinará el tipo de proceso aplicable. En estos casos y en todos
los demás donde se autoriza al juez a fijar el tipo de juicio, la resolución será irre-
currible.
Insistimos, si la apelación se sostiene seriamente en un menoscabo al derecho
de defensa derivado de la decisión relativa al tipo de proceso a seguir, debería ser
habilitado tal carril de revisión.
La ley procesal bonaerense -como antes lo hacía la nacional- llama sumario,
siguiendo una tradición procesal muy arraigada, al proceso de conocimiento plena-
rio abreviado, y, asimismo, indica las cuestiones que habrán de ser sometidas a ese
formato (art. 320, CPCCBA).
Lo abreviado del trámite se vincula con la presunción de que las pretensiones
canalizables por esta vía son de una menor complejidad que aquellas que tramitan
por el plenario mayor, ello de acuerdo con la enumeración de temas que disponen los
ordenamientos que regulan este tipo de proceso de conocimiento.
Podríamos afirmar que se considera a las pretensiones que integran este elenco
como de mayor simpleza -en comparación con las que tramitan por el juicio plenario
mayor- y, por ello, al ser más simples, poseen menos aspectos sobre los que disipar
incertidumbre, lo que genera una menor discusión dentro de la litis. Por este motivo
es que se puede llegar de todos modos a un conocimiento pleno del conflicto, aun
cuando exista en el procedimiento una serie de simplificaciones y reducciones.
Estos cambios -que tienden a reducir el trámite, en tiempos y tareas- básica-
mente se refieren a un acortamiento de los plazos, eliminación de actos procesales
admisibles, concentración de varias diligencias en un solo paso y restricciones re-
cursivas.
De la lectura del artículo 320, CPCCBA, surge que las pautas legales para sa-
ber cuándo una controversia tramita por vía del sumario son tres: en primer lugar,
los temas o materias; en segundo lugar, la ley, y, por último, el monto.
Estadísticamente, el plenario abreviado ("sumario") es el tipo de proceso por el
que tramita la mayor cantidad de pretensiones de conocimiento en nuestros días,
superando en mucho a los juicios ordinarios y sumarísimos. Este fenómeno ha lle-
vado a un sobredimensionamiento de la figura y, en muchos casos, a una desnatu-
ralización de ella, ya que difícilmente en la realidad se pueda encontrar un juicio
plenario abreviado que cumpla con la finalidad -celeridad y simplificación- que la
norma tuvo al instaurarlo. De este modo, se observa que los plazos se alongan, las
incidencias aumentan, algunos tribunales de alzada en pos de la defensa en juicio
admiten recursos no contemplados en el ordenamiento vigente, etc.
Estas realidades -en muchos casos sustentadas en buenas intenciones de la
judicatura y en otros, en conductas negligentes o dilatorias de las partes- operaron
el efecto inverso al buscado por el sistema. Estos plenarios resultan ser abreviados
solo en la letra de la ley, ya que su duración real a veces suele superar en mucho
la que corresponde a un juicio ordinario de acuerdo con el código de rito. De allí la
necesidad de volver a los inicios y propender a que el molde del plenario abreviado
sirva tal como fue concebido. Ello es tarea conjunta de jueces y letrados. Los prime-
ros, haciendo uso de sus poderes ordenatorios, saneadores y disciplinarios para im-
primir ritmo a la tramitación, evitar planteos y conflictos secundarios que atrasan
y complejizan el expediente y sancionar severamente las conductas dilatorias que
exhiban abuso o mala fe. Y los segundos, siendo diligentes y céleres en la realización
de los actos procesales que le incumben a la parte a la que asisten, para así obtener
rápidamente -en los tiempos legales- una solución al litigio que aflige a su cliente y
que -junto con muchos otros- atiborra los anaqueles de los juzgados atrasando toda
la maquinaria judicial.
El artículo 495, CPCCBA, establece que al juicio sumario se le aplican todas
las pautas del proceso ordinario. Ello así con dos condiciones: que no haya regulacio-
nes legales especiales al respecto y que no se desnaturalice el carácter abreviado y
rápido previsto para estos trámites. La utilización supletoria de esas reglas no debe
llevar a desnaturalizar el carácter sumario de este tipo de trámites, por lo que el
juez será el encargado de realizar las adaptaciones necesarias, que consistirán -bá-
sicamente- en acortar plazos y simplificar o reunir trámites.
Entre las pautas legales específicas que van a caracterizar el juicio sumario en-
contramos las siguientes: plazo de diez días para contestar la demanda, además de
agregarse la prueba documental como en el juicio ordinario (art. 332, CPCCBA);en
el sumario se ofrece en los mismos escritos de demanda, reconvención y contestación
de ambas todo el resto de la prueba de que intenten valerse las partes; no opera en
el juicio sumario la recusación de jueces sin expresión de causa; mientras en el juicio
sumario las pretensiones del actor y del reconviniente deben derivar de la misma
relación jurídica o ser conexas entre sí, en el ordinario no haría falta este requisito;
todas las cuestiones referidas a las defensas denominadas "excepciones previas" -y
a las que el CPCCBA regula en los artículos 344,345 y 346- serán resueltas sobre la
base de las reglas generales de esta materia en el juicio ordinario con una diferencia
importante: su introducción al proceso se hará en el mismo escrito de contestación
de demanda o de reconvención; no se establece en la ley duración del período de
prueba -se deja su determinación a la prudencia del juez-; se limita el número
de los testigos: de los doce que pueden ser ofrecidos en el juicio ordinario, aquí solo
es posible proponer cinco; la ley veda que en el marco de un proceso sumario se
pueda disponer un plazo extraordinario de prueba como el que regula el artículo
367, CPCCBA, para producir prueba en el extranjero (art. 493, CPCCBA); no existe
posibilidad de que las partes presenten alegatos en el proceso plenario abreviado;
los tiempos legales para que el juez cumpla con su deber de dictar la sentencia de
mérito son más breves que los que corresponden respecto del juicio ordinario; se
enumeran las resoluciones que pueden ser objeto del recurso de apelación mediante
lista taxativa; entre otras diferencias.
El juicio sumarísimo
Luego, encontramos otro formato: el plenario excepcionalmente abreviado o
juicio sumarísimo. Reservado para un número de casos todavía más acotado (art.
321, CPCCBA), de las normas específicas (art. 496, CPCCBA) surgen las restriccio-
nes procesales que lo hacen el trámite más concentrado destinado a canalizar una
pretensión de conocimiento. Normalmente ello también se justifica aquí por el tipo
de reclamos que se incluyen, tanto por la urgencia del pedido como por la sencillez
que generalmente debe revestir la cuestión.
Es de destacar que entre las pretensiones que se vinculan con el primero de
los aspectos ("procedimientobreve y de pronta resolución", conforme al artículo 20,
Const. Prov. de Buenos Aires) encontramos la figura del amparo contra actos de
particulares, a la que aludiremos más adelante.
Asimismo, la ley procesal -de Buenos Aires, en este caso- regula a lo largo de
su articulado varios supuestos de procesos "sumansimos". Son los que corresponden
a los trámites de los interdictos (de retener, art. 605; de recobrar, art. 609; de obra
nueva, art. 613, y de adquirir, art. 6011, la determinación de frutos o intereses cuan-
do no fueron establecidos en la sentencia (art. 1651,los planteos generados a raíz del
nombramiento de tutor o curador (art. 814) y la oposición al otorgamiento de segun-
da copia de una escritura pública (art. 816). Por su parte, el artículo 321, CPCCN,
incorpora un inciso 1que contempla los procesos de conocimiento en los que el valor
cuestionado no exceda de los cinco mil pesos.
Como en el caso apuntado del proceso plenario abreviado, el legislador regula
el juicio "sumarísimo" por remisión a reglas generales -en el caso del CPCCBA, del
"sumario", y en el caso del CPCCN, del "ordinario" - y aporta en un solo artículo las
pautas diferenciales que caracterizan la figura en estudio. Dentro de estas, la ley
nacional refiere que con la demanda y la contestación se agregará toda la prueba
documental v se ofrecerá la restante:. los lazos serán de tres días. salvo el de contes-
A
2 Al primer caso corresponden los supuestos de la tercena del artículo 99, la citación de evicción
del artículo 107 y las excepciones de previo y especial pronunciamiento de los artículos 345 y
SS.,todos del CPCCBA.
procedente, el juez deberá rechazarlo sin más trámite. La resolución será apelable
en efecto devolutivo", toda vez que, si bien al trámite de la perención se le aplican
las normas relativas a los incidentes, la específica norma contenida en el artículo
317, CPCCBA, prevalece sobre la genérica del artículo 179, CPCCBA, la que queda
así desplazada. Por lo tanto, si es inapelable la resolución que rechaza la caducidad
cuando ha existido traslado a la contraria, también debe serlo si el rechazo se pro-
duce in limine.
Recuérdese que el artículo 69, CPCCBA, prevé que el "condenado al pago de
las costas del incidente, no podrá promover otro mientras no haya depositado su
importe en calidad de embargo. No estarán sujetos a este requisito de admisibilidad
los incidentes suscitados en el curso de las audiencias".
Por más que se trate de una cuestión accesoria y -comparada con la preten-
sión central- de entidad relativamente menor, no por ello puede haber mengua del
derecho de defensa del incidentado. La ley garantiza el contradictorio mediante el
traslado de la presentación a la contraparte por el plazo legal (art. 180, CPCCBA).
En su planteo de oposiciones el incidentado también habrá de comportarse -en lo
pertinente- de acuerdo con las pautas del artículo 354, CPCCBA. Como fundamento
de su oposición, este sujeto habrá también de aportar la prueba que asista a su dere-
cho. Finalmente, se prevé la forma de anoticiamiento que corresponde -notificación
personal o cédula-, lo cual es coherente con la entidad de la cuestión a comunicar,
equiparable a la notificación del traslado de la demanda (art. 135, inc. 1,CPCCBA).
Puede ser que el planteo incidental no requiera comprobaciones fácticas. En
ese caso, el incidente será resuelto como de puro derecho (art. 185, CPCCBA). Sin
embargo, por lo general habrá circunstancias controvertidas que requerirán demos-
tración. En estos supuestos entra en juego directamente la garantía de defensa en
juicio que establece la posibilidad de que se permitan probar los extremos que sos-
tienen las pretensiones de las partes.
Para llevar adelante esta actividad, el CPCCBA regula escuetamente el régi-
men probatorio de los incidentes. Si bien hace referencia a algunos de los medios
probatorios, debe entenderse que no limita la introducción de aquellos no menciona-
dos (documental,reconocimiento judicial, etc.), en la medida en que su utilización no
desnaturalice el marco procesal abreviado de este trámite. En estos casos, las reglas
para la producción de la prueba serán las contenidas en el capítulo V, título 11, del
libro 11 del CPCCBA, tomándose solo las pertinentes.
La norma establece dos pautas especiales para la producción de la prueba. Por
un lado, la fijación de una audiencia para todas las diligencias que requieren de esa
modalidad dentro de los diez días (entendemos que este plazo se cuenta desde que
se produce la contestación de la demanda incidental o vencido el plazo para ello -de
cinco días, según el artículo 180, CPCCBA-, siendo la celebración de la audiencia
prorrogable según lo que estatuye el artículo 182, CPCCBA)y, por otro lado, la adop-
ción de las "medidas necesarias" -lo que parece propiciar el accionar oficioso- para
el diligenciamiento del resto de la prueba que no pueda ser producida en audiencia,
prefiriéndose el agregado de ella antes de la mentada audiencia. Sin embargo, de
no ser ello posible, se señala que solo podrá ser ponderada si llega a incorporarse
antes de que se resuelva el incidente, "cualquiera sea la instancia en que éste se
encontrare". A tenor de la literalidad de esta frase del Código, parecería procedente
que, estando el incidente en trámite ante la alzada por la vía de la apelación (la re-
solución aquí recaída consiste -por regla- en una sentencia interlocutoria, art. 242,
inc. 2, CPCCBA), este tribunal puede agregar y ponderar la prueba que se produjo
en primera instancia y no llegó a agregarse antes de la sentencia allí recaída.
Si tenemos en cuenta que el recurso de apelación en estos supuestos se concede
-por regla- en relación (art. 243, CPCCBA), estaremos frente a un caso excepcional
de evaluación de nueva prueba en la alzada fuera del supuesto previsto en el artí-
culo 255, CPCCBA, y que se corresponde con las apelaciones concedidas libremente.
El artículo 406, CPCCBA, contempla especialmente el caso de la prueba de
posiciones, señalando que, si, previo a la contestación de la demanda -en juicio ordi-
nario-, se promovió algún incidente, junto con las posiciones referidas a los hechos
del pleito principal podrán plantearse las relativas a los incidentes.
La ley (art. 183, CPCCBA) restringe las posibilidades de prueba en lo que hace
a la cantidad de peritos que pueden intervenir en un incidente y al número de tes-
tigos por cada parte. Se entiende que esta limitación encuentra justificativo en la
naturaleza abreviada del trámite de los incidentes.Respecto de la prueba pericia1 y
luego de que el juez la considerase procedente, solo se admite la designación de oficio
del único experto admitido por la ley.
Con relación a testigos, son solo cinco por cada parte y se agrega una curiosa
prohibición: no podrán declarar fuera de la jurisdicción del tribunal por más que allí
tengan su domicilio. De tal manera, al testigo no le quedará otra posibilidad que
trasladarse hasta la sede del órgano que lo convoca para prestar su testimonio, lo
cual entra en conflicto con otras normas del Código que genéricamente contemplan
la producción de prueba en extraña jurisdicción (arts. 451,452, y 380 y SS.,CPCCBA).
En el artículo 183, CPCCN, se veda la posibilidad de que en incidentes partici-
pen consultores técnicos. No podrán "proponerse" (en lugar de "admitirse") más de
cinco testigos por cada parte.
Como no se admite la posibilidad de que se sustancien incidentes derivados de
incidentes (art. 184, CPCCBA) es que las cuestiones accesorias -"incidencias"- a la
ventilada por la vía incidental serán resueltas -todas ellas- en la sentencia inter-
locutoria que da finalización a este trámite. Una vez más, se trata de una manda
protectoria de la sumariedad de este tipo de litis.
Por lo mismo, las decisiones del juez durante la tramitación del incidente son
irrecurribles.
La mentada irrecurribilidad no es de aplicación a las medidas cautelares con-
cedidas o denegadas durante el trámite incidental, desde que ellas tienen un régi-
men de apelabilidad que les es propio y que resulta de aplicación, cualquiera sea el
procedimiento que se transite.
Una vez que el incidente se encuentra cerrado, ya sea porque no existe prueba
ofrecida o introducida por el juez o bien porque concluyó la etapa probatoria, se
dictará la sentencia interlocutoria que le pone ñn (art. 185, CPCCBA). Al referir la
norma "sin más trámite" se entiende que tampoco resulta necesario -por la suma-
riedad del trámite- el dictado de la providencia de "autos para sentencia".
A los ñnes de ahorrar tiempo y conseguir un trámite más ordenado y sencillo
(art. 186, CPCCBA), se requiere que se presenten en una misma pieza todos los
incidentes que puedan resultar suspensivos para que se tramiten al mismo tiempo.
Ello con condicionantes procesales (que sea posible s u tramitación conjunta) y otros
que surgen de la propia naturaleza del planteo (que las causas existan simultánea-
mente y sean conocidas por s u promotor). Se propende -como se advertirá- a que
no aparezcan en el curso del proceso obstáculos suspensivos cuando pudieron ser
introducidos y resueltos en s u totalidad en un momento inicial o previo.
Cuando los incidentes tienen lugar en el marco de procesos de conocimiento
abreviado ("sumarios" y "sumarísimos"), el juez puede adoptar medidas oficiosas
con el objeto de que no se desnaturalice el procedimiento principal ya de por s í
abreviado.
Bibliografía
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La jurisdicción, la judicatura
y el proceso
1 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado,segunda edición aumentada, corregida y actualizada, Abe-
ledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
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posee todo habitante de nuestro suelo. Esta prerrogativa constituye una manifes-
tación específica del más genérico derecho constitucional de peticionar ante las au-
toridades. En el marco procesal, se trata de reclamar a los órganos judiciales una
respuesta frente al planteo de una concreta pretensión por parte del actor y de
específicas oposiciones por parte del demandado.
La jurisdicción no es ejercicio omnímodo del poder. Muy por el contrario, es
el producto de un responsable cumplimiento de funciones estrictamente pautadas
en pos de la supremacía de un plexo de derechos y valores como son la defensa en
juicio, el debido proceso, l a igualdad, la seguridad, la paz social y la justicia. En los
tiempos que corren, la jurisdicción está, además, condicionada por el mandato de la
eficacia procesal.
El desempeño de esta función sobre la base de los derechos aludidos debe dar
lugar a u n proceso eficaz: aquel que logre resultados valiosos, concretos, adaptados
a las necesidades especiales que evidencien las pretensiones judiciales que se expo-
nen ante los estrados y, siempre, en tiempo adecuado. Por eso mismo adquiere, hoy,
una dimensión especial lo relativo a la gestión de la oficina judicial como parte de los
deberes instrumentales del juez: tales los atinentes a la organización de los recursos
humanos y de infraestructura que coadyuvan a lograr el objetivo primordial de la
función jurisdiccional estatal, que es gerenciar procesos judiciales de modo simple,
ordenado y rápido para que la solución a los conflictos se obtenga de la mejor y más
célere manera.
Una vez más, insistimos en la necesidad imperiosa de que todo cambio de este
tipo venga precedido de un análisis previo serio y efectuado por quienes posean ade-
cuada versación sobre el tema, además de conocimientos de la práctica tribunalicia
y del especial tipo de tareas que allí se desarrollan. Este diagnóstico de situación
será de importancia crucial para diseñar líneas de acción concretas y, fundamental-
mente, monitorear la implementación de estas. Si ello falta, las mejores intenciones
-como las referidas- estarán destinadas al fracaso.
2 En la normativa de la Provincia de Buenos Aires se da una situación peculiar, que bien haría el
legislador en corregir. Entendemos que, cuando el artículo 126, ley 5177 -t.o. dec. 288512001-
establece:"Quedan derogadas las leyes 3527 y 4265, Capítulo 111 del Título 1 del Código de Pro-
cedimiento Civil y Comercialn,no resulta operativo respecto del actual Código Procesal Civil y
Comercial. Se trata de una norma que, a pesar de haber sido mantenida indebidamente por un
texto ordenado reciente, reproduce en forma literal el artículo 254, ley 5177, tal como fue publi-
cado en el Boletín Oficial del 1311111947.En ese momento tuvo efectividad respecto del "Código
de Procedimiento en lo Civil y Comercialnen vigencia -ley 295%, ya que ese cuerpo normativo
contaba en su estructura con solo un "Título 1" ("Disposiciones generales y comunes a todos los
juiciosn).En el año 1968, con la reforma procesal provincial,la previsión del artículo 126 -si bien
aún no eliminada del texto normativ* perdió toda posibilidad de aplicación. No solo porque el
viejo "Código de Procedimientonfue reemplazado por el "Código Procesal Civil y Comercialn-ley
74255, sino, fundamentalmente, porque la referencia al "Capítulo 111 del Título 1" es ahora de
imposible identiñcación atento a la existencia de tramos normativos así denominados en cuatro
de los nueve libros que lo integran: el 1 -Disposiciones generales-, el IV -Procesos especiales-,
el V -Procesos universales- y el VI1 -Procesos voluntarios. Por otro lado, y en lo que hace
concretamente a este capítulo, normas posteriores al año 1968 le han introducido reformas -el
decreto-ley 868911977, al artículo 14, y la ley 11.593 del año 1994, al artículo 29-, lo que abona
la tesis de la plena vigencia del sistema de recusaciones y excusaciones del CPCCBA.
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cordemos que esta condición de quienes están llamados a dar solución a los pleitos
viene impuesta desde la letra del artículo 8.1, Pacto de San José de Costa Rica, a
través de la recepción que realiza el artículo 75, inciso 22, CN.
2. Competencia: concepto
El derecho procesal -tanto con fuente en las leyes como en la Constitución-
contiene las pautas que organizan la especial actividad de decir el derecho -juris
dictio- y establecen el modo en que esta se debe ejercer. Las mismas -fundamenta-
les para esta faena- determinan, entre otras cosas, la competencia de los jueces en-
tendida como la medida de la jurisdicción. Hace a la esencia de la judicatura contar
con jurisdicción. Sin embargo, no todos los jueces tienen competencia para entender
en todos los pleitos o conflictos intersubjetivos llevados ante los tribunales.
Diferentes razones han determinado la variedad de criterios de división en este
terreno: la creciente complejidad de los conflictos lleva a la especialidad temática y
esta da lugar a la competencia por materia; la extensión geográfica y el crecimiento
demográfico imponen una división de la competencia en el aspecto territorial; el de-
sarrollo ordenado y garantista de la jurisdicción que permita la revisión de los fallos
determina una competencia por grados; la forma federal del Estado argentino obliga
a que exista una competencia federal y una local, etc.
La competencia como aptitud del juez para ejercer su jurisdicción en un caso
determinado constituye un presupuesto liminar para que exista un proceso tra-
mitado en legal forma. E n efecto, ella atribuye a determinado juez competente el
deber y el derecho de administrar justicia en el caso concreto, con exclusión de todo
otro órgano jurisdiccional. precisamente, la competencia está determinada por las
reglas que la Constitución o el legislador han establecido confiriendo a los distintos
órganos jurisdiccionales el conocimiento de las causas sometidas a su decisión, con
la ñnalidad de organizar una correcta administración de justicia.
Las mencionadas divisiones respecto de la competencia de los jueces surgen del
derecho procesal y constitucional vigente. Emanan de normas dispersas en la Cons-
titución y el Código Procesal Civil y Comercial, así como en leyes complementarias.
2.1. Caracteres
A continuación, pasaremos revista a los caracteres de la competencia.
2.1.1.Improrrogabilidad
Suele señalarse como regla que la competencia territorial es improrrogable.
Eso se puede leer en el primer artículo del CPCCN. Allí se menciona a los tratados
internacionales y al artículo 12, inciso 4, de la ley 48 como fuentes de regulación en
casos especiales, para luego señalarse la prorrogabilidad por acuerdo de partes de
la com~etenciaterritorial en casos exclusivamente ~atrimoniales.El artículo 12,
inciso 4, ley 48, señala que "siempre que en pleito civil un extranjero demande a una
provincia, o a un ciudadano, o bien el vecino de una provincia demande al vecino de
otra ante un juez o tribunal de provincia, o cuando siendo demandados el extranjero
o el vecino de otra provincia, contesten a la demanda, sin oponer la excepción de
declinatoria, se entenderá que la jurisdicción ha sido prorrogada, la causa se sustan-
ciará y decidirá por los tribunales provinciales y no podrá ser traída a la jurisdicción
nacional por recurso alguno salvo en los casos especificados en el art. 14".
También se hace alusión en el primer artículo del CPCCN a los asuntos de
índole internacional donde la prórroga podrá admitirse aun a favor de jueces ex-
tranjeros o árbitros que actúen fuera del país, salvo en los casos donde los tribuna-
les argentinos tengan jurisdicción exclusiva o la prórroga se encuentre prohibida
legalmente.
De este modo, si la ley -de forma o fondo- atribuye a un determinado juez la
jurisdicción respecto de cierto tipo de controversia, será este y no otro el que deba
resolverla. Ello es el principio básico y se mantendrá incólume cuando las preten-
siones versen sobre derechos indisponibles o cuando en un pleito esté en juego el
orden público. Ello ocurre -de modo evidente- en el caso del derecho de familia, que,
si bien integra el derecho civil, se encuentra impregnado por normas que afectan
directamente ese orden público y, por ello, a su respecto, la estrictez de estas reglas
es plena.
Normalmente, el derecho procesal contiene una excepción flexibilizadora: si
las cuestiones debatidas giran exclusivamente en torno a temas patrimoniales, ello
habrá de poner en juego derechos disponibles. De allí que en esos casos las partes
puedan prorrogar la competencia territorial, esto es, decidir ante qué juez querrán
tramitar el juicio por más que este magistrado no sea el que por ley correspon-
de desde el momento que la competencia territorial es prorrogable en los asuntos
exclusivamente patrimoniales cuando exista conformidad de partes. Directa con-
secuencia de ello es que, no habiéndose planteado el impedimento procesal de in-
competencia por medio de la excepción respectiva, no resulta viable la declaración
ex oficio de ella.
La incidencia en la eficacia procesal de estas peculiaridades de la competencia
es directa: sabemos que una de las pautas basilares en tal ámbito es responder a
pretensiones que involucran derechos de especial protección con un especial proce-
so, uno que atienda debidamente el planteo y le brinde respuesta útil. Normalmen-
te, este tipo de situaciones involucrarán derechos indisponibles, esto es, diferentes
de los que se ponen en juego con cuestiones puramente patrimoniales. De allí, enton-
ces, que, en tales casos, el juez no pueda ser cambiado por acuerdo de partes y deba
tramitar el proceso ante aquel magistrado establecido por la ley con anterioridad a
la demanda y que, por lo general, se ubicará en algún punto cercano a la ubicación
del actor.
Ardua es, por otro lado, la tarea en ciertos casos grises para establecer el estric-
to alcance de lo "exclusivamente patrimonial". La cuestión no es menor por poner en
juego -eventualmente- el orden público procesal. Las partes deberán ser diligentes
en el planteo de su voluntad de prorrogar la competencia territorial, ateniéndose a
las formas estipuladas, ya que el tratamiento de la competencia -sea por declina-
toria, sea por inhibitoria- posee un medio de deducción y un tiempo específico, en-
contrándose estos extremos contemplados en nuestra legislación procesal. Y, luego
de tal oportunidad, no cabe discusión alguna sobre tal aspecto, quedando definitiva-
mente fijada la competencia del juez.
En cuanto a las formas para practicar esa prórroga, la ley admite la excepción a
las reglas de atribución de competencia territorial con la condición -además de que
se trate de materia exclusivamente patrimonial- de que sea acordada por todos los
litigantes (art. 2, CPCCN).Ambas partes deben estar de acuerdo en sacar el juicio de
la órbita territorial del juez al que la ley atribuye competencia para llevarlo ante otro,
puesto que, de lo contrario, se estaría menoscabando el derecho de defensa en juicio
de quien no admite el cambio de sede. El convenio de prórroga puede ser expreso o
tácito. El acuerdo expreso de las partes para prorrogar la competencia puede consti-
tuirse antes o durante el juicio. Se trata del denominado "pacto de foro prorrogando"
y se instrumenta por escrito. Clásico es el caso de las cláusulas de prórroga de compe-
tencia territorial incluidas en contratos de los que surgen obligaciones frente a cuyo
incumplimiento nace la causa de la pretensión. Ahora bien, en un primer momento
era necesario determinar si la prórroga de competencia territorial no había consti-
tuido una cláusula abusiva tendiente a limitar el derecho de defensa del contratante
que adhiere a lo ya predispuesto por la parte que se encuentra en condiciones de
imponer el contenido del negocio. Imagínese el caso de que el adquirente de un bien
de escaso valor aparezca firmando un contrato por el cual, en la hipótesis de algún
tipo de incumplimiento, deberá litigar en el lugar donde tenga sede la casa matriz a
miles de kilómetros de su domicilio y del lugar donde se celebró la compraventa. Hoy
ello se encuentra regulado -y fulminado de nulidad- por la ley 24.240 de Defensa del
Consumidor y la jurisprudencia generada en su derredor. Es la solución que dimana
de la pionera causa "Cuevas" de la Suprema Corte de Buenos Aires3y del posterior
plenario de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial4.
También, las partes pueden convenir la prórroga dentro del juicio. Si bien no
es habitual, pueden presentar tal pacto ante el juez que se entiende competente con
firma de ambos litigantes admitiendo la tramitación del pleito en esa jurisdicción
territorial.
Sin embargo, la forma más frecuente de prórroga durante el pleito es la tácita,
y se da por iniciativa del actor que plantea la pretensión ante un juez que no es el
que naturalmente debería entender en ella. Al correrse traslado de la misma al de-
mandado, este la admite implícitamente al no oponerse de manera expresa, ya sea
3 SCBA, C. 109.193 "Cuevas, Eduardo Alberto contra Caceres, Claudio Maximiliano. Cobro Eje-
cutivo", resol. del 11de agosto de 2010.
4 Penso, Matias Andrés, "La competencia según la ley de defensa del consumidor. Doctri-
na plenaria", Sup. Doctrina Judicial Procesal 2011 (agosto), 1/8/2011, 29. Cita online: AFU
DOC/2425/2011.
porque directamente contesta la demanda, se abstiene de hacerlo o plantea oposi-
ciones previas dentro de las cuales no incluye la específica destinada a controvertir
la competencia territorial del órgano (declinatoria).
2.1.2.Indelegabilidad
Otro de los caracteres que se atribuye a la competencia es el de la indelegabi-
lidad (art. 3, CPCCN). La regla señala que los jueces no pueden resignar su compe-
tencia. Ni la que tienen por ley ni la que le atribuyen las partes cuando las normas
positivas las habilitan a hacerlo. Una manera de resignar esa competencia sena
negándose a resolver el conflicto planteado. Otra, hacer que un juez distinto resuel-
va por él.
En ambos casos nos enfrentamos a incumplimiento de funciones propias, que
podría acarrear sanciones administrativas y, en casos extremos, también penales.
Téngase en cuenta que una conducta de menor entidad en comparación con los ca-
sos citados, como es la demora injustificada en el dictado de resoluciones judiciales,
determina -al menos desde el formal plano normativo- graves consecuencias para
el juez, con la eventual posibilidad de que se configure alguna causal de enjuicia-
miento, tal como se analizará luego.
Consecuencia del principio de la indelegabilidad de la competencia es que to-
das las cuestiones litigiosas que se susciten en una causa ya radicada ante determi-
nado juez necesariamente deben ser resueltas por este.
Como se ha dicho, es principio recibido el de la prohibición de la delegación de
la competencia: un juez no puede requerir a otro que decida por él. Sin embargo,
ello no impide que un juez solicite la colaboración de un colega para que este lleve
adelante ciertas diligencias en su jurisdicción territorial. Cooperación que no im-
porta delegación de competencia, ya que el juez requirente seguirá conduciendo el
proceso. Solo que, por razones de conveniencia,economía y celeridad, cuando existan
diligencias que deban ser realizadas en lugares alejados, se solicita auxilio a otro
juez. Estas medidas, si bien las realiza el juez requerido, serán dispuestas por el
requirente y solo él determinará su valor dentro del proceso.
Son de aplicación al respecto -entre otras- las normas del convenio sobre co-
municación entre tribunales de distinta jurisdicción territorial que implementó la
ley nacional 22.172, a la que han adherido las provincias.
3. El arbitraje
Los códigos procesales en lo civil y comercial dedican la mayor parte de su
articulado a regular una manera de dirimir conflictos intersubjetivos: aquella que
tiene lugar ante un órgano estatal que, adoptando la posición de tercero imparcial y
sobre la base del derecho aplicable, resuelve la cuestión con imperium, esto es, con
posibilidad de imponer coactivamente la solución una vez firme el auto judicial que
la plasma.
Sin embargo, esta forma no es la única. Cuando la ley regula los "modos anor-
males" de terminación del proceso, también contempla otros carriles a través de
los cuales las personas pueden poner fin a sus disputas sin llegar al acto con el que
"normalmente" culminan los procesos: la sentencia de mérito. Se trata de mecanis-
mos donde la voluntad de las partes, ya sea unilateral o común, desempeña un papel
determinante: desistimiento, allanamiento, transacción y conciliación.
Como vemos -y es connatural a las controversias respecto de derechos dis-
ponibles-, la voluntad de las partes es un elemento primordial para evitar litigios
judiciales o resolver los ya puestos en marcha. De allí la necesidad de que en todos
los casos se intente que las partes lleguen a acuerdos que disipen la necesidad del
planteo de pretensiones ante la justicia, donde el desgaste temporal, emocional y
económico es muy grande para todos los sujetos interesados. Tal el fundamento de
muchas de las normas procesales donde se contemplan audiencias a las que deberá
convocar el juez para tratar de resolver cuestiones suscitadas durante el decurso de
un proceso judicial.
Más allá de eso, puede darse el caso de litigantes que no logren resolver por sí
solos la controversia y que, al mismo tiempo, encuentren inconveniente en recurrir
a la "jurisdicción tradicional", conscientes de los importantes costos que ello implica-
rá, independientemente de la condición de vencido o vencedor en el juicio.
Para estos supuestos, se contempla una figura intermedia: el proceso arbitral.
Sin perjuicio de que existan -como veremos- algunos casos de arbitraje le-
gal obligatorio, esta vía se caracteriza por constituir una forma "mixta" de resolver
conflictos desde el momento en que, por un lado, deja librado a la voluntad de las
partes -esencialmente- el sometimiento al sistema, la elección del tribunal y la
determinación de aspectos procesales de este trámite, y, por otro lado, mantiene un
"juez tradicional" expectante, listo para intervenir en aquellos casos donde el acuer-
do de partes flaquee y sea necesario resolver con imperium las discrepancias entre
las partes. Por supuesto, el magistrado judicial será quien se encargue de adoptar
medidas de coerción y de la ejecución forzada de la resolución o laudo arbitral, ya
que, por ser "jueces privados", tanto los árbitros como los amigables componedores
carecen de la posibilidad de imponer conductas compulsivamente.
Se trata de una muy útil forma de resolver conflictos, pero que no resulta de
frecuente aplicación en las relaciones civiles. Sí encontramos casos vinculados con
pretensiones sustentadas en el derecho comercial, donde normalmente en los con-
tratos se pacta la "cláusula compromisoria" previendo eventuales conflictos y bus-
cando una solución más económica -en tiempo y dinero- a los diferendos que pue-
dan suscitarse.
5 "Artículo 1649.-Definición. Hay contrato de arbitraje cuando las partes deciden someter a
la decisión de uno o más árbitros todas o algunas de las controversias que hayan surgido o
puedan surgir entre ellas respecto de una determinada relación jurídica, contractual o no con-
tractual, de derecho privado en la que no se encuentre comprometido el orden público".
ante árbitros. Veremos luego las formas en que estas manifestaciones de voluntad
habrán de ser hechas a los efectos de adquirir virtualidad.
Empero, existen cuestiones que no pueden transitar este carril. La excepción
a la regla sentada la constituyen los planteos contenciosos que se vinculen con el
orden público. En este terreno, sabido es, la voluntad de las partes tiene poca o nula
trascendencia desde el momento en que el Estado impone la intervención de jueces
que velen por el debido respecto de las normas relacionadas con derechos indisponi-
bles por los interesados. Hoy encontramos previsiones a este respecto en el CCCN.
"Hay contrato de arbitraje -señala el CCCN en el art. 1649- cuando las partes deci-
den someter a la decisión de uno o más árbitros todas o algunas de las controversias
que hayan surgido o puedan surgir entre ellas respecto de una determinada relación
jurídica, contractual o no contractual, de derecho privado en la que no se encuentre
comprometido el orden público".
Luego, en la misma senda, el Código unificado indica -en el art. 1651- un lista-
do de controversias excluidas, a saber: las que se refieren al estado civil o la capaci-
dad de las personas; las cuestiones de familia; las vinculadas a derechos de usuarios
y consumidores; los contratos por adhesión cualquiera sea su objeto; las derivadas
de relaciones laborales. Y concluye advirtiendo lo siguiente: "Las disposiciones de
este Código relativas al contrato de arbitraje no son aplicables a las controversias
en que sean parte los Estados nacional o locaY6.
6 Ello colisiona con lo que establece el CPCCN: "Art.765. - A los jueces y funcionarios del Poder
Judicial les está prohibido, bajo pena de nulidad, aceptar el nombramiento de árbitro o ami-
gables componedores, salvo si en el juicio fuese parte la Nación o una provincian. Es claro que
la norma procesal del Código unificado excluye expresamente al Estado nacional y los Estados
provinciales como sujetos que pueden concertar un contrato arbitral. Por s u parte, del tenor
literal de la norma del Código Procesal se desprende la posibilidad de que la Nación o una
provincia sea parte de un proceso de este tipo.
7 Los casos de los artículos 179,180 y 182 del derogado Código de Comercio -determinación de
indemnizaciones derivadas del contrato de transporte-, 5 de la ley de seguros 17.418 -deter-
minación de los efectos sobre el contrato de declaraciones falsas o reticencia de circunstancias
conocidas por el asegurado- y 1627 del también derogado CCiv. -determinación del precio a
pagar por trabajos o servicios si estos no fueron estipulados previamente y son de la profesión
o modo de vivir de quien los prestó-.
El sometimiento voluntario a arbitraje, entonces, puede realizarse previendo
casos de conflicto futuro o bien una vez que el diferendo se h a instalado entre las
partes.
El primer supuesto, como es evidente, se dará en el ámbito de las relaciones
contractuales v s u forma será normalmente la de una cláusula com~romisoriain-
serta en el negocio celebrado. El segundo supuesto -sometimiento a este sistema
cuando el conflicto está desatado- puede operar tanto en la órbita contractual como
en el plano de lo extracontractual, y también puede tener lugar tanto en el marco
judicial como en el extrajudicial. Si ello se realiza antes de ir a juicio, impedirá que
unilateralmente una de las partes recurra a la jurisdicción estatal. Si, en cambio,
tiene lugar en el marco de u n proceso judicial, los pasos propios de este dejarán de
desarrollarse mientras tenga lugar el juicio arbitral y el juez "judicial" será el encar-
gado de intervenir en los casos en que se lo requiera. La decisión final del tribunal
arbitral "causará ejecutoria" (art. 802, CPCCBA).
De acuerdo con las reglas generales de las convenciones, para acordar la su-
jeción a la vía arbitral es necesario ser capaz. La capacidad -aquí también- estará
vinculada con la aptitud para transigir (art. 776, CPCCBA). De allí que -por remi-
sión, aquí también- habrá que analizar las mandas pertinentes del Código Civil
y Comercial. En consecuencia, carecen por lo pronto de capacidad para someterse
a arbitraje los menores y demás incapaces a que se refiere el artículo 24, CCCN,
aunque pueden hacerlo sus apoyos, tutores y curadores, siempre que obtengan para
ello autorización judicial. Deben tenerse en cuenta, asimismo, las prohibiciones con-
tenidas en el artículo 1646, CCCN; etc. Cuando la ley exige autorización judicial
para realizar actos de disposición (como ocurre en el supuesto ya mencionado de los
tutores y curadores o en el caso de los menores emancipados respecto de los bienes
adquiridos por título gratuito antes o después de la emancipación [art. 29, CCCN]),
dicha autorización también es necesaria para celebrar el compromiso. El Estado
nacional no está habilitado para someter controversias en las que sea parte al arbi-
traje (art. 1651 in fine, CCCN)'.
El arbitraje voluntario puede ser convenido en forma "preventiva" -antes del
conflicto- o bien una vez que el diferendo existe. En el primer caso, el acuerdo de
voluntades tendrá la forma de una cláusula compromisoria incluida en el contrato o
convención de que se trate (art. 777, CPCCBA). Ello constituye lo normal, sin perjui-
cio de que también pueda estar contenida en "un acto posterior" (art. 774, CPCCBA)
-se entiende aquí, posterior al negocio celebrado entre partes pero anterior al surgi-
miento del conflicto concreto-.
A través de esta cláusula compromisoria se establece que, llegado el caso de
diferendo, las partes someterán la cuestión al juicio de árbitros. Si, cumplida esa
condición, una de las partes no acude a la celebración de los actos que permiten
dar inicio efectivo al proceso arbitral desconociendo aquel pacto previo, la ley pro-
cesal contempla u n a "demanda" (art. 780, CPCCBA) por la cual se habrán de sen-
t a r -judicialmente si es necesario- las bases del trámite arbitral convenido en s u
oportunidad.
8 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal civil, t. V, cuarta edición actualizada por Carlos Enri-
que Camps, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, 2017, p. 3806.
La cláusula compromisoria perderá validez cuando las mismas partes que le
dieron nacimiento la desconozcan, ya sea expresamente mediante otra cláusula que
la deje sin efecto o tácitamente al consentir el demandado la jurisdicción estatal
utilizada por el actor para dirimir los conflictos a que se aludiera en aquella conven-
ción. También perderá efecto por prescripción, nulidad, etcg
Entre los actos que permiten dar inicio efectivo al juicio arbitral encontramos
el más importante: el compromiso arbitral. En él se sentarán las pautas concretas y
primordiales para el desarrollo de este proceso "no estatal", constituyendo el presu-
puesto del mismo. Ya no es la simple manifestación de voluntad común y genérica de
fijar la competencia de árbitros para un caso futuro y eventual, ahora es un convenio
en el que las partes someten a esa forma de resolver conflictos una pretensión con-
creta, estableciendo quién y cómo habrá de darle solución. Este compromiso arbitral
puede celebrarse en cumplimiento de una obligación previa -cláusula compromiso-
ria-, u n mandato legal -arbitraje obligatorio- o bien ser el resultado de un acuerdo
espontáneo que no reconoce antecedentes de ese tipo.
Se lo habrá de celebrar por escrito, mediante instrumento público o privado
si es extrajudicial. Podrá también utilizarse la vía del acta extendida ante el juez
de la causa -si ya hay un juicio en marcha- o el que hubiera sido competente para
entender del conflicto.
Como vimos, el compromiso arbitral puede celebrarse antes de que exista un
pleito judicial sobre el tópico conflictivo o bien durante la tramitación de este. En
el segundo caso, las actuaciones judiciales se detienen fl-ente al inicio del proceso
sustanciado ante el tribunal arbitral (art. 802, CPCCBA).
9 Hoy el Código Civil y Comercial contempla, al respecto, las siguientes normas: art. 1649: "De-
finición. Hay contrato de arbitraje cuando las partes deciden someter a la decisión de uno o
más árbitros todas o algunas de las controversias que hayan surgido o puedan surgir entre
ellas respecto de una determinada relación jurídica, contractual o no contractual, de derecho
privado en la que no se encuentre comprometido el orden públicon;art. 1650:"Forma. El acuer-
do de arbitraje debe ser escrito y puede constar en una cláusula compromisoria incluida en un
contrato o en un acuerdo independiente o en un estatuto o reglamento. La referencia hecha en
un contrato a un documento que contiene una cláusula compromisoria constituye contrato de
arbitraje siempre que el contrato conste por escrito y la referencia implique que esa cláusula
forma parte del contraton.
res, o si no se autoriza expresamente a los árbitros a decidir la controversia según
equidad, se debe entender que es de derecho" (art. 1652)''.
10 Esta es, entendemos, la contradicción más profunda entre el Código unificado y la ley procesal
en términos de arbitraje, ya que hace a un aspecto (como es el hecho de que para decidir en
este marco se acuda a las reglas de derecho o no) que 4 e acuerdo con el tipo de controversia a
zanjar- puede impactar de modo decisivo en la eficacia de un arbitraje concreto.
Se podrá prever una multa que deberá pagar quien recurra el laudo a la parte
que lo consienta para poder ser oído, siempre y cuando no se haya renunciado expre-
samente a los recursos de apelación y nulidad, como también se contempla en esta
manda. Tal renuncia no puede alcanzar a los casos que contempla el artículo 798, a
cuyo análisis remitimos.
Respecto del mismo tópico (cláusulas facultativas del arbitraje), establece el
artículo 1658, CCCN: 1)la sede del arbitraje; 2) el idioma en que se h a de desarrollar
este; 3) el procedimiento al que se han de ajustar los árbitros en sus actuaciones; a
falta de acuerdo, el tribunal arbitral puede dirigir el arbitraje del modo que consi-
dere apropiado; 4) el plazo en que los árbitros deben pronunciar el laudo; si no se h a
pactado el plazo, rige el que establezca el reglamento de la entidad administradora
del arbitraje, y en su defecto el que establezca el derecho de la sede; 5) la confiden-
cialidad del arbitraje, y 6) el modo en que se deben distribuir o soportar los costos
del arbitraje.
3.3.6.Los árbitros
Los árbitros serán terceros "no estatales" que habrán de resolver conflictos en-
tre partes a pedido, por designación y según las pautas brindadas por estas (art. 781,
CPCCBA). S u elección normalmente se hace en el compromiso arbitral, aunque los
nombres pueden obrar incluso desde antes en la cláusula compromisoria.
Para el CCCN -art. 1659-, "el tribunal arbitral debe estar compuesto por uno
o más árbitros en número impar", esto es, se admite el arbitraje de un solo árbitro.
Ello no resulta posible en el Código Procesal, donde todas las referencias a árbitros
están en plural, previéndose en todos los casos la actuación de u n cuerpo colegiado.
Cada una de las partes habrá de designar a una persona que actuará como
árbitro. El tercero puede ser nombrado por acuerdo de los litigantes; por los otros
dos árbitros, si así se lo estipuló, o por el juez en todos los demás casos. La única
condición que establece la ley para ser árbitro es que se trate de personas mayores
de edad que se encuentren en el pleno ejercicio de sus derechos civiles. Es claro que
la ley se refiere a personas físicas al hacer referencia a la "mayoría de edad".
En cuanto a la idoneidad para desarrollar sus tareas, entendemos que, además
de saber leer y escribir -dada la naturaleza escrituraria de los actos más importan-
tes del trámite-, resultará conveniente que tengan conocimientos de derecho, ya que
ellos, a diferencia de lo que ocurre con los amigables componedores, deberán actuar
con sujeción a formas legales (art. 807, CPCCBA, a contrario sensu)ll.
11 Por su parte, el Código Civil y Comercial señala que "el tribunal arbitral debe estar compuesto
por uno o más árbitros en número impar. Si nada se estipula, los árbitros deben ser tres. Las
partes pueden acordar libremente el procedimiento para el nombramiento del árbitro o los
árbitros. A falta de tal acuerdo: en el arbitraje con tres árbitros, cada parte nombra un árbi-
tro y los dos árbitros así designados nombran al tercero. Si una parte no nombra al árbitro
dentro de los treinta días de recibido el requerimiento de la otra parte para que lo haga, o si
los dos árbitros no consiguen ponerse de acuerdo sobre el tercer árbitro dentro de los treinta
La ley veda a jueces y funcionarios judiciales aceptar el cargo de árbitros o
amigables componedores (art. 803, CPCCBA). Si se transgrede la prohibición, s u
actuación será nula sin perjuicio de las sanciones que pueden serles aplicadas y que
derivan del poder de superintendencia ejercido sobre estos agentes -en la Provincia
de Buenos Aires- por la Suprema Corte de Justicia. El Código bonaerense hace ex-
cepción del caso en que en el juicio arbitral sea parte la Provincia de Buenos Aires.
Al igual que otros casos regulados a lo largo del digesto ritual de intervención
de terceros (peritos, martillero, etc.), el designado árbitro, una vez notificado de la
convocatoria, puede no aceptar la nominación (art. 782, CPCCBA). En ese caso, las
partes deberán proceder a la búsqueda de otra persona en tal calidad, si es que no
se previeron "árbitros suplentes". A falta de acuerdo sobre el punto, intervendrá el
juez competente.
Ahora bien, una vez aceptado el cargo, deberán formalizar esta manifestación
de voluntad ante el "secretario judicial", donde jurarán o prometerán desempeñarlo
fielmente. Téngase en cuenta que con este acto voluntario se asumen obligaciones
-tramitar el caso y emitir laudo- cuyo incumplimiento generará concretas respon-
sabilidades (arts. 783 y 794, ambos del CPCCBA).
Se busca que los árbitros sean imparciales para que s u laudo mantenga la
objetividad que se requiere en la resolución de conflictos entre partes. De allí que
se contemple la posibilidad de recusarlos siempre con expresión de causa y por los
mismos motivos que a los "jueces judiciales": estos se contemplan en el artículo 17,
CPCCBA (art. 784, CPCCBA).
Se entiende que los árbitros que designan las partes son suficientemente cono-
cidos por estas y cumplen con los recaudos de objetividad buscados. De allí que estos
"jueces privados" solo pueden ser recusados por causas surgidas o conocidas con
posterioridad a s u designación, obviamente desconocidas al tiempo de formularse
la propuesta.
Respecto de los que elige el magistrado -en los casos en que ello procede-, no
hay tal limitación a los ñnes de la recusación. El CCCN señala que "los árbitros
pueden ser recusados por las mismas razones que los jueces de acuerdo al derecho
de la sede del arbitraje. La recusación es resuelta por la entidad administradora del
arbitraje o, en s u defecto, por el tribunal judicial. Las partes pueden convenir que la
recusación sea resuelta por los otros árbitros" (art. 1663).
La recusación con expresión de alguna de las causas del artículo 17, CPCCBA,
se habrá de presentar por una o ambas partes ante el árbitro de imparcialidad
cuestionada dentro del plazo de cinco días de conocido el nombramiento en el caso
de que se lo haya hecho judicialmente o -entendemos- de configurada la causal so-
días contados desde su nombramiento,la designación debe ser hecha, a petición de una de las
partes, por la entidad administradora del arbitraje o, en su defecto, por el tribunal judicial; en
el arbitraje con árbitro único, si las partes no consiguen ponerse de acuerdo sobre la designa-
ción del árbitro, éste debe ser nombrado, a petición de cualquiera de las partes, por la entidad
administradora del arbitraje o, en su defecto, por el tribunal judicial. Cuando la controversia
implica más de dos partes y éstas no pueden llegar a un acuerdo sobre la forma de constitu-
ción del tribunal arbitral, la entidad administradora del arbitraje, o en su defecto, el tribunal
judicial debe designar al árbitro o los árbitros" (art. 1659).
breviniente a que alude el artículo 784, CPCCBA, respecto de los árbitros que desig-
nan las partes de común acuerdo (art. 785, CPCCBA). El árbitro puede reconocer la
existencia de la causal y apartarse voluntariamente, en cuyo caso será reemplazado
según las reglas vistas (art. 782, CPCCBA). Si, en cambio, entendiera que puede se-
guir interviniendo en el proceso rechazando -de ese modo- la causal de recusación
planteada, el tema quedará a resolución del juez competente.
Ante él se sustanciará la cuestión y resolverá de acuerdo con las reglas ge-
nerales de la excusación ya analizadas (arts. 17 y SS., CPCCBA). Lo que decida el
magistrado será irrecurrible y, mientras no recaiga esta resolución, se suspenderá
el plazo para el dictado del laudo.
La recusación sin causa procede según sea el régimen que se considere de apli-
cación: para el Código Civil y Comercial -art. 1663-, "los árbitros pueden ser recu-
sados por las mismas razones que los jueces de acuerdo al derecho de la sede del
arbitraje" -lo que incluye la recusación sin expresión de causa-, mientras que, para
el régimen procesal nacional -art. 746-, "Los árbitros no podrán ser recusados sin
causa".
La función de árbitro es remunerada, así, como la de secretario (art.787, CPCCBA).
Téngase en cuenta que una de las sanciones por no emitir el laudo en debido tiempo
es la pérdida de honorarios (art. 794, CPCCBA).
Una vez aceptado formalmente el cargo -como vimos-, los árbitros se obligan
a desplegar determinadas conductas en cierto tiempo y forma (art. 783, CPCCBA).
Si ello no tiene lugar, serán conminados por los interesados. Y, si estos intentos
resultan infructuosos, operarán las pautas de responsabilidad previstas en el orde-
namiento procesal: si los árbitros no cumplen con su misión de emitir laudo en la
oportunidad indicada y no alegan causa justificada al respecto, quedarán privados
de su retribución y podrán ser responsabilizados por los daños y perjuicios que irro-
gue esa demora a los contendientes que recurrieron a sus servicios para dirimir un
conflicto determinado (art. 794, CPCCBA).
Y todo ello sin perjuicio de otras responsabilidades, como la que se regula en
el artículo 269, Código Penal, que contempla l a figura del prevaricato también apli-
cable a estos "jueces privados" en la medida -claro está- que de la correspondiente
investigación en sede represiva surjan demostrados los extremos que configuran el
tipo penal aplicable.
La actividad de los árbitros viene debidamente regulada, por lo que el incum-
plimiento de aquella será de sencilla determinación. Este incumplimiento podrá ser
de diferente entidad, llegando en grado sumo a justificar su remoción y consiguiente
reemplazo. Para desplazarlo por estos motivos, la ley indica que deberá mediar de-
cisión judicial y consentimiento de las partes. Entendemos que, frente a la denuncia
de uno de los litigantes, si el magistrado encuentra configurada la grave causal de
incumplimiento que justifica la remoción, así lo dispondrá fundadamente, aun cuan-
do no cuente con el consentimiento de la otra parte.
Por supuesto, el árbitro puede cesar en sus funciones antes de haber com-
pletado su cometido. Se impondrá, entonces, su reemplazo. La ley menciona como
motivos para ello la renuncia, la incapacidad sobreviniente o el fallecimiento. Tam-
bién pueden ser la recusación o, en los casos graves vistos, l a remoción (art. 784,
CPCCBA).
Frente a estas contingencias, se recurrirá a las reglas convencionales conteni-
das en el compromiso arbitral. Si allí nada se previó al respecto, se acudirá -una vez
más- al juez competente para que nombre al reemplazante. En el artículo 744 del
Código nacional, entre las causales de reemplazo del árbitro se agrega el haberse
admitido la recusación.
12 E l Código Civil y Comercial, al respecto, señala que 'los laudos arbitrales que se dicten en el
marco de las disposiciones de este Capítulo pueden ser revisados ante la justicia competente
por la materia y el territorio cuando se invoquen causales de nulidad, total o parcial, conforme
con las disposiciones del presente Código. E n el contrato de arbitraje no se puede renunciar a
l a impugnación judicial del laudo deñnitivo que fuera contrario a l ordenamiento jurídicon (art.
1656 in h e ) . Como se observa, los diferentes textos (los del Codigo unificado y el CPCCN)
pueden dar lugar a disímiles interpretaciones respecto de l a mayor o menor posibilidad de
renunciar a vías de revisión del laudo arbitral.
nulidad basada en una falta esencial del procedimiento, en haberse emitido el laudo
vencido el plazo o sobre cuestiones no comprometidas en el acuerdo. Para estos su-
puestos de impugnación no será operativa la renuncia antes aludida y se establece
que el tribunal competente -cámara de apelación- habrá de resolverlo con la sola
vista del expediente y "sin sustanciación alguna".
Entendemos que, si se trata -en cambio- de una apelación, el trámite sí será
bilateralizado de acuerdo con las reglas que gobiernan este tipo de recurso.
En los recursos que no son resueltos por el mismo órgano que dictó el laudo
(apelación y nulidad), habrá de intervenir por regla el tribunal de alzada -cámara
de apelación- que corresponde al juez que tiene competencia en la cuestión some-
tida al tribunal arbitral (art. 801, CPCCBA). Ello así -una vez más- salvo que en
el compromiso arbitral se hubiera establecido que otro tribunal arbitral sea el que
vaya a intervenir como instancia revisora del primero que emitió el laudo.
Se establece un lazo Dara inter~onerlos recursos admisibles ante el tribunal
arbitral -cinco días para todo tipo de recurso-, que correrá desde la notificación del
laudo (art. 797, CPCCBA). La presentación será por escrito y serán fundados depen-
diendo del tipo de recurso y la forma en que corresponda su tramitación. Operan
aquí las pautas de la queja por recurso denegado (arts. 275 y SS.,CPCCBA).
13 Ello no es exactamente igual en el Código Civil y Comercial, donde el artículo 1664 señala que
"las partes y los árbitros pueden pactar los honorarios de éstos o el modo de determinarlos.
Si no lo hicieran, la regulación se hace por el tribunal judicial de acuerdo a las reglas locales
aplicables a la actividad extrajudicial de los abogadosn.Vemos que la primera forma de esta-
blecimiento de honorarios que regula la ley es el pacto que puedan celebrar las partes y los
árbitros. Solo en subsidio, aparece la intervención de la justicia judicial.
14 Dice el artículo 1664,CCCN, al respecto: "Retribución de los árbitros. Las partes y los árbitros
pueden pactar los honorarios de éstos o el modo de determinarlos. Si no lo hicieran, la regu-
lación se hace por el tribunal judicial de acuerdo a las reglas locales aplicables a la actividad
extrajudicial de los abogados".
15 CPCCBA, art. 804:"Objeto. Clase de arbitraje.- Podrán someterse a la decisión de arbitrado-
res o amigables componedores,las cuestiones que pueden ser objeto del juicio de árbitros.
Si nada se hubiese estipulado en el compromiso acerca de si el arbitraje ha de ser de derecho o
de amigables componedores, o si se hubiese autorizado a los árbitros a decidir la controversia
según equidad, se entenderá que es de amigables componedores".
criterio libremente, dictarán una sentencia según su saber y entender. Si bien este
laudo no tendrá fundamento normativo, deberá ser construido sobre la base de ra-
zonamientos expresos, fundados y lógicos, respetándose el derecho de defensa de las
partes. De lo contrario, la solución será producto de una conducta caprichosa o arbi-
traria, descalificable a través de las vías de impugnación adecuadas por contrariar
derechos protegidos constitucionalmente.
Si nada se ha dicho al respecto, el término para laudar será el de tres meses
desde la última aceptación del cargo de amigable componedor que se produzca en
el tiempo (art. 808, CPCCBA). Se trata de una regla legal, supletoria de la volun-
tad de las partes, que tuvieron la ocasión de manifestarse en el caso del artículo
779, inciso 2, CPCCBA -por conducto del artículo 805, inciso 2, CPCCBA- y no lo
hicieron.
El régimen legal procesal busca que el trámite ante amigables componedores
sea muy sencillo y breve, a los ñnes, justamente, de ganar en eficacia. Entre las
medidas para su logro encontramos la eliminación de toda posibilidad de recurrir el
laudo así emitido (art. 809, CPCCBA).Sin embargo y en resguardo de básicos dere-
chos de defensa es que se contempla una figura absolutamente atípica: la demanda
de nulidad ante el juez competente. La SCBA se ha expedido a favor de considerar
que este trámite (que da inicio con la mentada "demanda de nulidad") es autónomo,
independiente del proceso arbitral principal (y, por lo tanto, debe tributar tasa de
justicia como un proceso independiente. Ver causa C. 103.402,"BGH SA contra Car-
sa SA. Nulidad de laudo arbitral", sent. del 30 de marzo de 2011).
Una vez notificada la sentencia de los arbitradores, las partes tendrán cinco
días para plantear esta pretensión anulatoria por escrito ante la autoridad judicial,
debidamente fundada, con copia del laudo y de los demás documentos que sirvan
para dar sustento a la petición. El juez la analizará y, si la cree admisible, dará
traslado de ella a la contraparte -a través de una notificación por cédula-. Vencido
el plazo, contestado el traslado o no, el juez resolverá si el laudo es válido o nulo.
Contra esta decisión tampoco puede haber recurso alguno por expresa prohibición
legal, respecto de la que se ha resuelto que, tratándose de un juicio de amigables
componedores, la decisión de primera instancia que rechaza la nulidad del dic-
tamen arbitral no es recurrible, por lo que tampoco lo es el pronunciamiento de
la Cámara que declara mal concedido el recurso de apelación interpuesto contra
aquella decisión.
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1 Quadri, Gabriel Hernán, Derecho procesal en el Código Civil y Comercial de la Nación, (direc-
tor: Quadri, Gabriel Hernán), tomo 1, La Ley, Buenos Aires, 2017, págs. 573 y SS.
Por ello, en lo esencial -relativo a la necesidad de que un escrito judicial sea
firmado- consideramos que nada ha cambiado, siendo plenamente operativa la ju-
risprudencia desarrollada en torno al concepto de inexistencia del escrito no firma-
do. Lo nuevo, lo diferente, se encuentra en las posibilidades de firmas que hoy se
contemplan. Aludimos, concretamente, a la posibilidad de que la firma sea digital.
Cuando la ley civil hoy tolera una firma distinta de la ológrafa, refiere a la
firma digital. Y ello obliga a que se recurra a la ley especial -25.506- a los fines de
que se conozca cuándo estamos frente a una firma de este tipo. Sabido es que esta
norma regula, además de la firma digital, la firma electrónica. Esta posee las mis-
mas características en cuanto a los resguardos técnicos de los atributos de la firma,
pero carece de un sistema de registro donde intervienen autoridades certificadoras
oficiales. He aquí la gran diferencia.
Muchos sistemas informáticos judiciales hoy intentan habilitar la presentación
de escritos judiciales vía remota, para lo cual es necesario que cuenten con una fir-
ma que no sea la ológrafa.
A nuestro modo de ver, solo la firma digital -en este contexto- puede reempla-
zar válidamente a aquella. Y, para que haya firma digital, esta deberá cumplir con
los recaudos ya mencionados de registro y certificado válido que establece el régi-
men de la ley 25.506. La falta de esta forma de firma en un documento electrónico
determinará, creemos, la misma inexistencia que acarrea la falta de firma ológrafa
en un escrito presentado en soporte papel. En este contexto, se ha optado por exten-
der firma digital a los letrados. Las partes, salvo contadas excepciones, no poseen
firma digital. Se hace necesario, entonces, establecer el modo en que una parte que
no cuenta con certificado válido de firma digital puede firmar un escrito judicial en
formato electrónico.
Las soluciones que se han hallado han sido las siguientes: obligar a la parte a
dar poder a su letrado -lo cual atenta contra la libertad de elección del modo de ac-
tuación del profesional, revistiendo ello la condición de derecho tanto del profesional
como de la parte que requiere de sus servicios, quienes pueden, como veremos luego,
preferir la forma de actuación por patrocinio-, o bien facilitar este apoderamiento
mediante formas de carta poder sin costo, o extendiendo desmesurada e indebida-
mente, a nuestro modo de ver, la categoría de actos de mero trámite -atento a que, en
estos casos, el letrado puede presentarse por sí aun siendo patrocinante-.
No compartimos ninguna de estas salidas: las partes y sus letrados deben po-
der ser libres de actuar vinculados por la figura del patrocinio letrado. En este caso,
el profesional podrá firmar por sí los escritos de mero trámite que, por su propia con-
dición, permiten una actividad petitoria harto acotada. Para el resto de los casos y
mientras no se encuentre la forma de proveer de firma digital a los litigantes -acaso
podría pensarse en un certificado de firma digital con validez acotada al tiempo del
proceso y gestionado por los propios abogados ante la entidad que a ellos les proveen
de firma digital, y que, una vez concluida la litis, se desactiva, devolviéndose el so-
porte (token)para su reasignación-, entendemos que puede utilizarse sin mayores
inconvenientes una forma adaptada de la figura del gestor procesal, actuando el
letrado -mediante ñrma digital- con invocación de ese instituto y luego acercando
copia de la ratificación de lo actuado por parte de su cliente. Esta ratificación se
volcará en papel, firmado tradicionalmente por el litigante, el que -en copia digita-
lizada- se acompañará al proceso mediante escrito firmado digitalmente por el abo-
gado. Será carga de este conservar en su estudio el documento en papel a los fines
de, eventualmente,ser exhibido en juicio frente a cualquier requerimiento.
2 Palacio, Lino E., Derecho procesal civil, t. N, cuarta edición actualizada por Carlos Enrique
Camps,Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2011, pág. 46.
3 Palacio, Lino E., Derecho..., ob. cit., t. N, pág. 50.
sean individuales al correr independientemente para cada una de las partes- es el
de prueba.
Por regla, los días inhábiles no se computan. Veremos más adelante la excep-
ción a este principio que contiene el instituto de la caducidad de instancia (art. 311,
CPCCBA).
En virtud de la vigencia del principio dispositivo en gran parte del proceso civil
y comercial, la ley contempla la posibilidad de que las partes puedan convenir que los
plazos no corran durante cierto tiempo, se extiendan o acorten (art. 157, CPCCBA).
Nacen así los ya referidos plazos procesales convencionales. De esta manera, se per-
mite una mayor flexibilidad en el trámite, en tanto los litigantes podrán acomodar
según sus necesidades los tiempos durante los cuales deben realizar ciertos actos
procesales.
Ya vimos cómo funciona la figura de la prórroga. Ahora se trata de los supues-
tos de suspensión y abreviación. Entendemos que en ambos casos se requiere de
manifestación expresa de las partes presentada en el expediente, sea a través
de un escrito o bien mediante las constancias que se dejan en el acta de una audien-
cia levantada por el actuario.
Para el caso de suspensión, la ley fija en veinte días el tiempo que puede durar
aquella cuando es dispuesta por los letrados apoderados de las partes, requiriéndose
para un plazo mayor la conformidad de sus mandantes. Se busca que la prolonga-
ción de los tiempos procesales tenga un control reforzado por parte del directo inte-
resado en la finalización del pleito.
4 Respecto de esta metodología -uso de "hash1'-, acudimos a la explicación que brinda Agustín
Bender en su trabajo titulado "¿Cómo dar traslado de documentación en soporte magnético?
Reflexiones sobre la res. CSJN 3909/10n,consultado el viernes 2/10/2015 en http://utsupra.
com~php/index2.php?id=A00290794901&base=a~culos~utsupra~O2:
''¿Qué medidas de seguridad podrían implementarse en lugar o además de la 6rma?
1. Transcribir en la cédula el hash de los archivos.-
Los mecanismos de seguridad más utilizados para asegurar la integridad de documentos elec-
trónicos se basan en algoritmos de reducción criptográficos; los más utilizados son SHA y
MD5.-
Estos algoritmos brindan como resultado una 'huella' o hash que representa de manera casi
unívoca al documento que se pretende individualizar y si alguien modifica el archivo, cambia
inmediatamente la huella.-
Una forma de asegurar la autoría e integridad de un documento electrónico obrante en un
dispositivo RW que se acompaña a una cédula común y corriente, consistiría en transcribir al
h a 1 de la cédula, la huella del documento que se acompaña.-
De la misma forma que se suele indicar 'se acompaña copia de la demanda y sus anexos en 150
fs.', se podría indicar 'se acompaña pen drive con el archivo 'Demanda.pdf' cuyo hash MD5 es
'ad7lbd6ce03509923e9c92d09124184d.-
La parte que recibe la cédula, mediante un proceso gratuito -existen numerosos sofiware gra-
tuitos para generar estas huellas- y tan simple como descomprimir un archivo, podría obtener
la huella del archivo que recibió en el soporte de datos RW (pen drive o similar). Si la huella
generada coincide con la huella transcripta -y firmada- de la cédula, se tratará indudable-
mente del mismo archivo.-
La 6rma ológrafa de la cédula donde se transcribe el hash del archivo donde obran las copias,
es funcionalmente equivalente a &mar de forma ológrafa las copias ya que brinda el mismo
nivel de seguridad. Por este motivo, este procedimiento satisface -a mi criterio- el requisito de
firma del art. 120 CPCC".
Como vimos, en el dispositivo digital se pueden incluir archivos digitales con
"imágenes" de documentos existentes en formato papel. Estos documentos pueden
ser tanto el escrito en formato papel del que se da traslado como -y fundamental-
mente- la "documental adjunta": escrituras, cartas, planos, facturas, contratos, etc.
Entendemos que también aquí es necesario aplicar alguna forma de resguardo que
brinde certeza al demandado de que los archivos incluidos en el soporte digital son
los que decidió agregar el actor para que él pueda ponderarlos. En el formato papel,
como se dijo, alcanza con observar l a firma de la parte o del letrado. Aquí, por su-
puesto, la firma ológrafa no es posible de insertar en los archivos digitales. Sin em-
bargo -y tal como se vio antes-, podría ser estampada en el dispositivo electrónico
bajo ciertas condiciones.
Entendemos que esta posibilidad, que es una de las varias a disposición de las
partes cuando de resguardar autoría e integridad de un escrito se trata, es la única
a los ñnes de hacer lo propio con respecto de copias de piezas que no fueron creadas
por los litigantes o sus letrados. En suma, creemos que, si los archivos digitales
incluidos en el "soporte magnético" no cuentan con alguna de estas formas de "au-
tenticación", no abastecerán debidamente la condición de copias para traslado a las
que alude el artículo 120, CPCCN.
Frente a ello, el demandado podría plantear ausencia de este recaudo y solici-
tar al juez la suspensión del plazo para contestar el traslado hasta tanto no reciba la
documentación -en el formato que fuere- con el mínimo resguardo de su fidelidad.
En la reglamentación de marras se establece que, cuando el notificador dili-
gencia una cédula que fuera acompañada de un grupo de copias que excede las cin-
cuenta hojas, deberá desglosar el exceso y devolverlo al juzgado "a efectos de que sea
retirada por las partes. En ese caso, el tribunal deberá comunicar a las partes dicha
circunstancia". Como adelantamos, entendemos que el notificador cumple con la di-
ligencia dejando tanto la cédula como las primeras cincuenta fojas de las copias en
manos -o en el domicilio- del notificado. Y también creemos propicio que se incluya
constancia en la misma cédula que se deja al notificado de que se procedió a retener
el resto de las copias y de que se las remitió al juzgado, como lo manda el artículo 2
de la resolución 3909110 de la CSJN.
1.6. El cargo
Para la mayoría de los códigos procesales, el cargo es la constancia hecha por
escrito de recepción de un escrito en soporte papel consignado en esa misma pieza
por parte del órgano judicial. Si bien existen diferentes formatos -ya que pueden ser
puestos íntegramente de puño y letra o bien simplemente mediante el llenado de
los espacios en blanco de un sello de goma especial o del reloj fechador automático-,
en él deben aparecer -como mínimo- la fecha completa (día, mes y año), la hora de
presentación, la circunstancia de haberse acompañado copias (ello según lo ordena,
en la Provincia de Buenos Aires, el artículo 8, acuerdo 251411992) y la firma del au-
torizante -para la ley bonaerense 13.708, secretario, prosecretario, oficial mayor o el
oficial primero, ampliando así el elenco previsto antes de la reforma, que solo incluía
al secretario y al oficial primero-.
Estos elementos del cargo son esenciales (art. 124, CPCCBA). Y, dado que en
la diligencia interviene un funcionario o empleado designado por la ley al efecto,
esta constancia al pie de todo escrito o comunicación dirigida al tribunal del día,
año y hora en que se verificó la presentación -así como de las demás circunstancias
apuntadas- reviste las características propias de un instrumento público y, por con-
siguiente, lo allí consignado por el secretario u oficial primero goza de autenticidad
y hace plena fe hasta la redargución de falsedad.
Como veremos, existen plazos dentro de los cuales pueden realizarse válida-
mente ciertos actos procesales. La mayoría de estos actos procesales, aún hoy, se
realizan por escrito. De allí que el cargo habrá de constituir elemento esencialísimo
para que el juez pueda constatar que estas presentaciones de las partes se realiza-
ron en tiempo útil y no declarar precluida -perdida en estos casos- a su respecto la
facultad procesal de que se trate.
Hoy, con las presentaciones electrónicas que se admiten en sistemas como el
de la Provincia de Buenos Aires, el cargo es la constancia que queda en el archivo
digital respectivo cuando este ingresa al sistema de gestión de expedientes al que
se accede con la clave de usuario asignada a los letrados. Esta constancia, al ser
impuesta por un sistema oficial -alojado en servidores del Poder Judicial-, brinda
las seguridades suficientes para conocer cuándo tal pieza fue introducida al proceso,
cumpliéndose, de tal modo, lo esencial del rol del cargo.
1.8.1.Reconstrucción de expedientes
Ya señalamos la trascendencia del expediente en soporte papel para el proceso
civil y comercial tal como lo regulan los códigos procesales que aún hoy rigen. De allí
que con su desaparición podemos decir que "desaparece el proceso", ya que se pierde
el cuerpo que reúne en forma íntegra y ordenada todas las constancias originales de
los actos jurídicos realizados en soporte papel.
Frente a la grave contingencia que importa la pérdida del expediente -sea por
extravío o destrucción total o parcial-, está previsto el trámite de reconstrucción
(art. 129, CPCCBA),para lo cual habrá que recurrir a las copias que de las resolucio-
nes dictadas obran registradas en los tribunales y de las copias de los documentos
que las partes pudieron haber conservado en su poder.
La reconstrucción principia con el despacho del juez que dispone esta medi-
da, normalmente luego de un informe del secretario que da cuenta de la falta del
expediente y de la imposibilidad de ubicarlo. Por lo común, esta actividad se ve
motorizada por el pedido de alguna o de ambas partes que solicitan la búsqueda del
expediente. Se convocará formalmente a los litigantes para que en el plazo de cinco
días acompañen todos los documentos referidos a la causa extraviada que tengan en
su poder. De lo que presente una de las partes se dará vista a la otra para que señale
lo que estime que corresponda respecto de la autenticidad de las piezas aportadas
y, a su vez, adune la documentación en su poder, de lo que volverá a darse vista a su
contraria.
Es de buena práctica conservar copia de los escritos presentados -con la cons-
tancia de recepción que coloca en ellas el juzgado a requerimiento de la parte- para
evitar inconvenientes posteriores. Hoy día, la utilización de computadoras en la pre-
paración y el almacenamiento de documentos permite obtener fácilmente copias de
las presentaciones realizadas por los letrados con solo recurrir a la memoria del or-
denador e imprimir nuevamente la pieza de que se trate. Sin embargo, observamos
que una copia que tiene la constancia de recepción del juzgado tendrá mayor valor
probatorio a los ñnes de integrar un expediente reconstruido que la nueva impre-
sión que realice el letrado del escrito guardado en la memoria de su computadora.
Respecto de este último escrito, la contraparte -en la oportunidad idónea- podrá
oponer más reparos respecto de su autenticidad que con relación a aquel que posee
la constancia de recepción mentada.
Al secretario incumbirá obtener las copias de resoluciones de los archivos judi-
ciales respectivos -libros de registros de sentencia, de interlocutorias, caja de segu-
ridad de la secretaría, archivo de tribunales, etc.-, así como de la documentación que
exista en registros públicos de diferente tipo. Él se encargará de recabar la informa-
ción necesaria mediante oficios. Todo ese conjunto de documentos será agregado en
forma cronológica y luego de ello, si aún fuere necesaria alguna otra actividad para
completar la información reunida, la dispondrá el juez sin conferir traslado y me-
diante resolución no recurrible,luego de lo cual dará por concluida la reconstrucción
del expediente perdido prosiguiendo el trámite según el estado en que se encuentre.
5 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado, segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
138
En el caso de oficios que se cursen dentro de la provincia, ellos podrán ser en-
viados por correo o bien diligenciados por la parte interesada -dejándose constancia
de entrega en el expediente-. Entendemos que, cualquiera sea la modalidad que se
adopte por parte del tribunal, ello habrá de ser puesto en conocimiento de los liti-
g a n t e ~a los fines de que se produzca la actividad útil que corresponda, evitándose
el retraso de la causa. Para el caso de urgencia, podrá emplearse el telegrama junto
con otros medios (fax o correo electrónico) para adelantar el contenido del oficio. Hoy,
también y donde se encuentre disponible, la comunicación electrónica.
Ahora bien, la actividad tribunalicia que requiere de la ayuda de un juez de ex-
traña jurisdicción no debe enfrentarse a las trabas burocráticas que pueden derivar
de un rígido y formalista sistema de comunicaciones entre órganos judiciales. Es
por ello que, en el año 1980, mediante la ley nacional 22.172, se aprobó el convenio
celebrado entre los poderes ejecutivos de la Nación y de la provincia de Santa Fe
sobre comunicaciones entre tribunales de distinta jurisdicción territorial. Esta nor-
ma -a la cual adhiere la Provincia de Buenos Aires a través de la ley 9618- tiende
justamente a reducir las formalidades y hacer más expeditivo el referido sistema de
comunicaciones.
A partir de esa adhesión se modifica -entendemos- lo que prevé el artículo 131,
CPCCBA, ya que el convenio mentado establece que la comunicación entre tribuna-
les de distinta jurisdicción territorial se realizará directamente por oficio, sin dis-
tinción de grado o clase, siempre que ejerzan la misma competencia en razón de la
materia, salvo en los casos en que se requieran medidas vinculadas con otro juicio o
con una oficina de la dependencia del tribunal al que se dirige el oficio (art. 1). Podrá
observarse que en la práctica y llevados por la inercia de la tradición, los abogados
-y también algunos jueces- suelen denominar "exhorto" a este oficio.
En el artículo 131, CPCCN, salvo la natural adaptación respecto de las catego-
rías de jueces (nacionales por provinciales) y la expresa referencia a las reglas que
plasman los convenios de comunicaciones entre magistrados, no existen diferencias
esenciales entre ambos textos normativos.
2.2. Notificaciones
2.2.1.Notificaciones y derecho de defensa
Abordaremos ahora esta otra especie dentro de la categoría actos procesales
de comunicación: la que permite la plena vigencia del principio de bilateralidad a
través del cual se corporizan los derechos de defensa en juicio y al debido proceso
que se derivan del artículo 18, CN. Derechos que constituyen el pilar sobre el que se
asienta todo el edificio de la eficacia procesal.
Sin las notificaciones no podrían tener lugar las cargas procesales. Para que
pueda existir en un sujeto procesal un interés propio del cual se derive el imperativo
de realizar determinado acto se debe contar con información respecto de cuáles son
las contingencias que van teniendo lugar durante el curso del proceso. Recién con
ese conocimiento de los actos procesales que se producen -ya sea de oficio o a pedido
de su contraria- la parte podrá evaluar qué conducta asumir para la mejor defensa
de sus derechos. De allí el rol esencial de las notificaciones.
En el marco de los derechos plenamente disponibles, sabido es que la ley no exi-
ge -como condición para la validez del proceso- el efectivo ejercicio de la defensa por
parte del interesado. El derecho constitucional al debido proceso se ve abastecido
con la sola circunstancia de que aquella parte contra la que se dirige una pretensión
sea debidamente anoticiada de esta circunstancia, naciendo -recién entonces- la
carga de defenderse. Tan importante es este válido anoticiamiento que su existencia
puede dar lugar a la condena de un sujeto que nunca compareció en la causa, esto
es, una condena en rebeldía -a&. 59, CPCCBA-.
A los ñnes señalados, el régimen procesal contempla diversas formas de noti-
ficación.
8 Comentado en Camps, Carlos Enrique, "Copias digitalizadas para traslado y exceso ritual",
LL, V8/2016,4.
142
el martes o viernes siguiente al día de su dictado.Y ello permite un avance más rá-
pido del juicio hasta su finalización.
Resulta muy importante aquí destacar la necesidad de un actuar diligente por
parte de los letrados. Ellos son los encargados de cumplir con la carga de la parte de
consultar la información que produce el tribunal para conocer el tenor de las resolu-
ciones que se dicten, ya que a partir de lo que así se decida nacerán nuevas cargas
cuyo incumplimiento puede acarrear grave perjuicio al cliente, con la consiguiente
responsabilidad de su abogado.
Como venimos diciendo, con el sistema previsto como regla por la ley, esta con-
sidera que martes y viernes las partes conocieron el contenido de las resoluciones
judiciales, aun cuando ello no haya ocurrido en la realidad. De ahí la antigua deno-
minación de "notificación ficta". La ley procesal establece esta ficción para tornar
eficaz el anoticiamiento y permitir así que las resoluciones comiencen rápidamente
a surtir efecto.
Claro que sostener esta construcción de manera absoluta resultaría reñido con
el derecho de defensa. Con ese fin es que se ha ideado la manera de superar el esco-
llo, previendo la existencia del libro de asistencia o libro de notas que se encuentra
bajo la responsabilidad del oficial primero, quien deberá ponerlo a disposición de
partes y letrados para que los días martes y viernes (o el subsiguiente hábil) dejen
allí constancia de haberse hecho presentes en el juzgado sin poder encontrar el ex-
pediente que venían a consultar.
De la letra del artículo citado surge que solo dejando la nota referida en el libro
de asistencia por la parte o su letrado pueden estos evitar que opere a su respecto la
ficción legal del anoticiamiento ya mencionada. Sin embargo, encontramos que ello
se ha flexibilizado en los últimos años, desde el momento que han aparecido decisio-
nes en diferentes departamentos judiciales en favor de considerar que la nota en el
libro no es la única manera de evitar los efectos de la notificación automática (como
cuando de las propias constancias del expediente se desprende que, con motivo de
presentaciones posteriores a la resolución que deba notificarse, las actuaciones han
permanecido a despacho).
El régimen del CPCCN no muestra diferencias esenciales respecto del bonae-
rense, salvo la expresa mención de las dos situaciones en la que no se considerará
cumplida la notificación: que el expediente no se encuentre en el tribunal y que,
encontrándose, no se exhibiere al requirente y de ello quede constancia en el libro
de asistencia.
Ahora bien, en el régimen procesal de la Nación y por conducto de la regulación
que de la cuestión de las notificaciones electrónicas ha hecho la Corte Suprema de
Justicia, se cuenta con un "libro de notas digital". Desde el momento en que el es-
tado de la causa no solo puede ser observado en la Mesa de Entradas del tribunal,
contando siempre con que el trámite se halle en la letra, fue menester adaptar la
figura de este resguardo, que permite evitar que opere la notificación ficta de ciertos
trámites cuando el dato del estado actual no está disponible por los nuevos carriles
de información que ahora se tornan operativos.Tanto es así que la Corte Suprema,
mediante la acordada 312015, extendió el alcance de lo ya previamente regulado en
la acordada 812012, donde se había dispuesto habilitar un Libro de Asistencia con la
modalidad de una constancia online en el marco de los datos propios de cada expe-
diente que obran en el programa informático de gestión de causas.
De allí que, luego del 2/5/2016, tal libro en papel se habrá de sustituir por un
registro digital dentro del referido Sistema de Gestión Judicial y, después, la depen-
dencia de que se trate habrá de asentar esa constancia en el expediente mediante
mecanismos similares a los utilizados para el libramiento de cédulas electrónicas o
presentaciones de escritos de mero trámite -normalmente, breve anotación o sello
especial con datos llenados a mano por un funcionario-. La resolución 2028/2015 de
la Corte indicó aue esa constancia manual solo tendrá virtualidad en el caso de dis-
crepancias o impugnaciones respecto de las fechas y su impacto en las notificaciones
fictas. De lo contrario, el Libro de Notas Digital del Sistema de Gestión Judicial será
suficiente documentación de las constancias que dejen los profesionales ingresando
los martes y viernes en el horario judicial (7.30 a 13.30 horas) luego de "comprobar
que el estado procesal en el cual tenga el Juzgado el expediente no sea En Letra
(tendría que estar, por ejemplo, En Despacho).En esos días y en ese horario apare-
cerá un botón azul con la frase 'Dejar nota', el cual se habilitará únicamente para los
profesionales que se encuentren vinculados en la causa, sea por tratarse de uno de
los profesionales de las partes o de los auxiliares de la justicia y también a sus au-
torizados electrónicos. En la línea de actuación de la causa, en el momento se puede
ver la nota dejada. Si se entró al sistema antes de las 13.30,se puede dejar nota aun
cuando sea dejada después de las 13.30 horasng.
9 Villoldo,Juan M., "Aspectos prácticos del sistema de notificación electrónica", Suplemento Es-
pecial Sistema de Notificaciones Electrónicas, Erreius, Buenos Aires, 2016.
expediente"resulta muy trascendente en el ámbito procesal nacional a los ñnes de
la función notificatorialO.
2.2.6. La cédula
La notificación por cédula es aquella que en mayor medida resguarda el de-
recho de defensa de la parte a quien se quiere hacer conocer alguna circunstancia
procesal por su eficacia anoticiadora. Justamente por ello es que los datos que debe
contener esa pieza -en su formato tradicional- están estrictamente establecidos
por la ley, ya que su ausencia o deficiente presencia resultarían frustratorias del
derecho mencionado (art. 136, CPCCBA). Dirigirla correctamente al sujeto intere-
sado, citando en debida forma la carátula del juicio, el juzgado ante el que tramita
y aquello que constituye el objeto de la notificación con la mención del contenido de
las eventuales copias que se adjunten, resultan los recaudos mínimos para la válida
ejecución de este acto procesal. Por tal motivo es que la estrictez al momento de exi-
gir este cumplimiento no puede ser considerada un exceso de ritualismo.
Asimismo, la cédula que vaya acompañada de copias debe contener el "detalle
preciso de aquéllas". Si bien la pauta es general, esta necesidad formal se agudiza
en las cédulas que dan traslado de la demanda, ya que esta posee una entidad y
una trascendencia peculiares desde el momento que con ese acto se está vinculando
formalmente a un sujeto a la litis. Quien hasta ahora era ajeno al pleito se ve invo-
lucrado en él, naciendo cargas a su respecto. De allí que la forma en que es citado al
juicio deba ser especialmente controlada.
Téngase en cuenta, entonces, que en estos supuestos de faltas de copias -o
cuando estas son incompletas o de dificultosa lectura- no es la nulidad de la notifi-
cación lo que se propicia, sino la suspensión del plazo para cumplir con el acto que
corresponda hasta tanto se cuente con la totalidad de la información requerida al
respecto.
El artículo 137, CPCCN alude a la mención -junto con la cédula- de los "demás
medios previstos en el artículo precedente". Téngase en cuenta que el artículo 136,
CPCCN, establece que, cuando alguna providencia deba ser notificada por cédula,
también podrá utilizarse el acta notarial, el telegrama con copia certificada y aviso
de entrega o la carta documento con aviso de entrega, excepto para la demanda,
reconvención, citación de personas extrañas a juicio, sentencia deñnitiva y todas
las que requieran entrega de copias -salvo que se las transcriba íntegramente en
la carta documento o telegrama-, donde solo se utilizará la cédula o acta notarial,
quedando en manos de los letrados la elección del medio de notificación. Los gastos
respectivos integrarán la condena en costas.
El principio dispositivo -en el contexto propio de un proceso tradicional opape-
lizado, agregamos- manda que quien tenga interés en que se produzca el anoticia-
miento de una providencia de las notificables por cédula en formato papel es quien
tiene la carga de confeccionar y suscribir la cédula respectiva. El letrado -o "síndico,
tutor o curador ad litem", según reza el artículo pertinente (art. 137, CPCCBA) - de-
berá presentar en secretaría la pieza notificatoria con los recaudos ya vistos, donde
será confrontada con las constancias de la causa y, si está de acuerdo con estas,
librada, pasando luego a la oficina que habrá de diligenciarla.
De contener errores o inexactitudes, el proyecto de cédula es devuelto para su
modificación por el autor, quien deberá reingresarla al juzgado una vez corregida.El
Código refiere el caso de ciertas cédulas que son firmadas por el secretario del tribu-
nal, si bien fueron confeccionadas por la parte. Obviamente también serán firmadas
por el actuario las cédulas correspondientes a las notificaciones dispuestas de oficio,
como, por ejemplo, las que tienen lugar luego de dictada la sentencia.
El artículo 137, CPCCBA, contiene asimismo, y en relación con la presentación
de la cédula para confronte, una de las formas de la notificación tácita: por mandato
legal, la parte que está interesada en comunicar la resolución recaída adquiere for-
mal conocimiento de ella en esa diligencia. El fundamento de la notificación tácita
radica en razones de buena fe y lealtad procesal, ya que, encontrándose facultado el
letrado patrocinante para suscribir actos de comunicación que producen plenos efec-
tos respecto de la otra parte, resulta apropiado y ajustado a la realidad considerar
extendido a la parte patrocinada el conocimiento de dichas resoluciones.
Sin embargo, la Suprema Corte bonaerense ha sostenido la interpretación res-
trictiva de esta manera de anoticiamiento procesal.Y así ha dicho que la notificación
tácita que resulta del artículo 137, CPCCBA, solo tiene alcance para aquellos su-
puestos autorizados expresamente por la ley, y no puede ser extendida a otros casos
no previstos (ac. 58.533,31/311998, "Pietrovito, Gabriel G. c. Sáez, Luis A. sldaños y
perjuicios").
El artículo 137, CPCCN, por su lado, incluye las adaptaciones requeridas por la
ampliación de los medios de notificación previstos -cédula, telegrama, acta notarial,
carta documento-. Es así que, en lugar de "cédula", se alude al "documento mediante
el cual se notifique" y se incluye entre los que pueden suscribirlos -según correspon-
da- al notario y al secretario -o prosecretario-. También señala que la presentación
del documento en la secretaría o la oficina de correos o el requerimiento al notario
importa la notificación de la parte patrocinada o representada. El secretario firmará
asimismo los instrumentos en que "no intervenga letrado, síndico, tutor o curador
ad litem, salvo notificación notarial".
Luego de realizado el confi-ontejudicial de la cédula confeccionada en papel
por el letrado de la parte -o los demás sujetos mencionados en la ley-, se establece
un plazo para que el tribunal la remita librada a la Oficina de Mandamientos y
Notificaciones (art. 138, CPCCBA). Este envío se hace por el correo interno de los
tribunales, quedando la tarea en manos del letrado solo en los supuestos en que
la notificación deba realizarse fuera del partido donde se encuentra el juez de la
causa. En estos últimos casos es el mismo abogado quien se encarga de llevar la
cédula librada hasta el lugar donde se encuentre la oficina que habrá de diligenciar-
la. En la Provincia de Buenos Aires, en los partidos en los que no existe cabecera
de departamento judicial, la tarea notificadora se realiza a través de las oficinas o
delegaciones de mandamientos y notificaciones, o bien de los juzgados de paz (art.
139, ac. 3397).Una vez efectuada la notificación,las cédulas deben volver al juzgado
por los mismos medios a través de los cuales llegaron a la dependencia encargada
de su diligenciamiento y agregadas a la causa. La reglamentación a la que alude la
norma bonaerense es, hoy, el acuerdo 3397 de la SCBA. La ley nacional (art. 138,
CPCCN) contempla aquí el envío directo de cédulas -sin pasar por la secretaría del
tribunal- a la oficina de notificaciones dentro de las veinticuatro horas, debiendo ser
diligenciadas y devueltas en la forma y los plazos que se fijen a través de la regla-
mentación de superintendencia.
El Código menciona ciertos casos en los que las piezas que acompañan la cé-
dula pueden contener información sensible cuya divulgación puede atentar contra
el derecho a la privacidad de los sujetos involucrados. Cita el caso de los juicios
relativos al estado y la capacidad de las personas (art. 139, CPCCBA). Sin embargo,
la referencia no puede ser entendida de forma taxativa desde el momento en que
se aclara que la medida se aplica a otros escritos que pudieran afectar el decoro del
destinatario. En todos estos supuestos -cuya determinación dependerá de la pru-
dencia judicial-, a pedido de parte o de oficio, los escritos y sus copias se entregarán
en sobre cerrado, dejándose constancias de su contenido. Con ello se concilia la exi-
gencia formal de las copias con el derecho a la intimidad de los sujetos procesales.
El acto de la notificación es realizado por un funcionario público (art. 140,
CPCCBA).Se trata de un agente judicial (sea que dependa de una de las oficinas de
mandamientos y notificaciones de la Corte o bien de los juzgados de paz, conforme lo
regulan el art. 139, CPCCBA, y el acuerdo 3397).Esta condición resulta muy impor-
tante en la mecánica del diligenciamiento, desde que la constancia que allí se deje
bajo la rúbrica del agente notificador de que la cédula fue entregada en el domicilio
indicado es suficiente para tener por cierta esa circunstancia,ya que hace plena fe.
El oficial notificador dejará copia de la cédula en poder del notificado (o de otra per-
sona de la casa o procederá a fijarla en la entrada del inmueble) con la fecha y hora
de entrega y su firma, y conservará el original para su agregación al expediente con
la constancia de haber sido diligenciada en determinada oportunidad.
La diligencia podrá frustrarse, entonces, solo en el supuesto de que el domicilio
consignado no exista o que, de las averiguaciones realizadas, surja que la persona a
anoticiar no vive en ese lugar. En esos casos procede la devolución de la cédula sin
diligenciarse.
La ley resuelve a r t . 141, CPCCBA- la cuestión que se presenta cuando no se
encuentra a la persona a notificar y el acto procesal no es de aquellos considerados
"especiales" a estos fines: la ley procesal regula de manera diferenciada el diligen-
ciamiento de las cédulas que anotician ciertos actos jurídicos. Se trata del supuesto
de traslado de demanda -regulado en el art. 338, CPCCBA- y de los que a ese régi-
men se remiten, como es la citación de terceros (art. 94, CPCCBA) y la preparación
de la vía ejecutiva (art. 524, CPCCBA). Básicamente, se trata de reforzar el efectivo
y personal anoticiamiento del sujeto a notificar, que se produce cuando es este en
persona quien recibe la cédula. Para ello, si la primera vez que concurre al domicilio
el notificador no lo encuentra, dejará un aviso para que lo espere al día siguiente.
Si en esa nueva visita no lo encuentra, entonces se aplica la norma del artículo 141,
CPCCBA.
3.2.1.Resoluciones homologatorias
El Código indica cuáles serán las formas que deben revestir las resoluciones
judiciales relacionadas con manifestaciones de voluntad de las partes que tengan
por objeto desistir del derecho, transar o conciliar (art. 162, CPCCBA). Cuando
el juez las homologue, lo hará a través de resoluciones que tendrán la forma de
una providencia simple, y, cuando no las homologue, dictará una sentencia inter-
locutoria.
Vale decir que el desistimiento del derecho no vincula necesariamente al juez,
quien se encuentra autorizado para desestimarlo en el supuesto de que aquel versa-
ra sobre derechos indisponibles.Así, entonces, en virtud de ser el desistimiento del
derecho uno de los modos anormales de terminación del proceso, requiere para su
plena validez y para adquirir la autoridad de cosa juzgada la homologación judicial.
A su vez. en el su~uestode no reconocérsele eficacia al desistimiento. el "iuez debe
z
11 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado, segunda edición aumentada, corregida y actualizada. 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
no de los requisitos legales, previéndose expresamente la sanción de nulidad a su
respecto en la norma. De otro, porque el acto carece de un requisito indispensable
para que cumpla con su finalidad, aun cuando la sanción de nulidad no se encuentre
regulada expresamente.
En ambos casos se deja a salvo que no procederá la sanción en estudio si el acto,
aun defectuoso, permitió en el caso concreto que se cumpla con la finalidad.A la luz
de estas previsiones legales podemos concluir, entonces, que no podrá declararse
la nulidad por la sola transgresión normativa si, en definitiva, el fin del acto se vio
cumplido. Ello priva de perjuicio -y, por ende, de interés, motor imprescindible de
toda petición procesal- al impugnante.
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CAPITULO
V
1 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado,segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
161
de acción que -como se señaló- poseen todos los ciudadanos, aquel contra quien se
ha dirigido una pretensión normalmente habrá de reaccionar oponiéndose a esta.
Por tratarse también de una pretensión -caracterizada por esgrimirse no de
modo espontáneo, sino como respuesta a una pretensión dirigida previamente en
sentido contrario-, la oposición reviste la naturaleza de una actividad petitoria.
Obviamente, en el marco de este ejercicio requirente de las partes, diferentes ha-
brán de ser los contenidos de las peticiones de actor y demandado. Así, a la preten-
sión del actor se le opondrán la pretensión del demandado materializada en una
serie de defensas y oposiciones a las que nos dedicaremos en la parte pertinente
de la obra.
En esta dialéctica se habrá de desarrollar el proceso entre las partes. Proceso
que, además, hoy deberá ser eficaz en beneficio de todos quienes en él debatan.
2 Palacio, Lino E., Derecho procesal civil, edición actualizada por Carlos Enrique Camps, t. 4,
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2011, pág. 291.
3 Ibíd.
de la antes conocida como capacidad de hecho y hoy redenominada capacidad de
ejercicio (art. 23, CCCN).
La legitimación -%almente- alude a la particular situación de una persona
respecto de la relación jurídica de fondo que se debate en el pleito. Ella se encontra-
rá regulada en el ámbito específico del Código que contemple la materia en disputa.
Vemos, entonces, que el régimen de la capacidad procesal cambia si se modi-
fican las pautas que regulan la aptitud de las personas de ejercer por sí los dere-
chos. Tales mutaciones sistémicas deben ser tenidas en cuenta a los fines prácticos
de establecer si quien toma las decisiones respecto de la conducción de un proceso
donde se ponen en juego derechos e intereses de su titularidad -siempre asistido
técnicamente por un abogado y sea que este lo patrocine o actúe en su nombre, apo-
deramiento mediante- puede hacerlo por sí o requiere del auxilio de otra persona.
No hace falta aquí poner de relieve la trascendencia -en lo atinente al pleno
respeto del derecho de defensa en juicio, acceso a la justicia, igualdad y, ahora, efica-
cia procesal- que posee la presente problemática: se encuentra en juego nada menos
que la libertad de las personas en lo que respecta a su autodeterminación para com-
prometer o disponer de sus derechos, o decidir a su arbitrio respecto de los aspectos
más trascendentes de su personalidad, salud, familia, patrimonio, etc.
Desde lo procesal, establecer con claridad si quien litiga puede hacerlo por sí
mismo o bien si es correcta, suficiente y debidamente acreditada la intervención de
otro u otros sujetos por aquel que constituye la parte en sentido técnico hace a la
adecuada estructuración de la litis, cimenta las bases para la plena validez del trá-
mite y evita futuras nulidades o planteos de tenor asimilable.Y es justamente en el
terreno procesal donde aparecen previstos mecanismos para efectuar tal control: la
diligencia preliminar o preparatoria (tanto la destinada a la averiguación de datos
relativos a la parte contraria como la que tiene por objeto la designación de repre-
sentante a quien carece de él) y la excepción de falta de personería.
Al referirse a la medida preliminar que tiene por objeto la obtención de una de-
claración sobre hechos relativos a la personalidad -específica para los ñnes relativos
al punto en análisis-, Palacio expresa que "el art. 323, inc. 1,CPCCN, reproduciendo
una norma contenida en la mayor parte de los códigos vigentes en el país, habilita
a quien pretende asumir el carácter de parte actora para requerir que 'la persona
contra quien se proponga dirigir la demanda preste declaración jurada, por escrito
y dentro del plazo que fije el juez, sobre algún hecho relativo a su personalidad, sin
cuya comprobación no pueda entrarse en jui~io"'~. Y aclara que "la 'personalidad' a
que alude la norma citada debe entenderse referida tanto a la capacidad como a la
legitimación procesal del sujeto pasivo de la pretensión que se desea interponer. La
medida es admisible, por ejemplo, para determinar la edad del futuro demandado y,
en su caso, el nombre de su representante necesario".
Mientras que, si se trata de la otra diligencia preliminar aquí mencionada, esto
es, la que permite la "designación de tutor o curador", nuestro autor -con terminolo-
gía y base legal que hoy requiere adaptaciones- indica lo siguiente:
4 Palacio, Lino E., Derecho procesal civil, ob. cit., t . 6 , pág. 786.
Cuando las personas sometidas a patria potestad, tutela o curatela general deban de-
mandar a sus padres, tutores o curadores, o éstos a aquéllos; el eventual proceso pudiere
versar sobre bienes o negocios detraídos de la administración de los representantes
necesarios de los incapaces; o el padre negare al menor adulto s u consentimiento para
que éste interponga una pretensión contra u n tercero, el Código Civil impone la solu-
ción consistente en el nombramiento de un tutor o curador especial a ñn de que asuma
la representación del incapaz (arts. 397 y 282). Consecuentemente con ese principio, el
art. 323, inc. 7, CPCCN, autoriza a solicitar, a título de diligencia preparatoria, "que se
nombre tutor o curador para el juicio de que se trate". E n las dos primeras hipótesis
mencionadas precedentemente es aplicable el procedimiento previsto por los arts. 776 y
777, CPCCN, con la diferencia de que, dependiendo exclusivamente del arbitrio del juez,
en la elección de la persona que h a de desempeñarse como tutor o curador especial debe
descartarse la admisibilidad de reclamos formulados por terceros. E n la tercera hipóte-
sis (negativa del padre para que el menor demande a u n tercero), corresponde aplicar el
procedimiento reglado por el art. 780, CPCCN5.
Hasta aquí, la somera descripción de las figuras que sirven al actor para con-
trolar que la persona a la que va a demandar cumple con las normas fondales re-
lativas a la capacidad de ejercicio. El demandado, por su lado, también cuenta con
herramientas para indagar o plantear la falta de capacidad de ejercicio, tanto propia
como del sujeto que lo convoca a la litis. Nos referimos a la excepción de falta de
personería.
Habiendo dejado planteado este panorama de vías procesales para el control
del cumpimiento de los recaudos para que las partes gocen de la adecuada capaci-
dad de ejercicio, volvamos ahora a la regulación del derecho de fondo.
1.6.3.Nulidad y costas
Aquí, en el caso en que se dispone la nulidad de todo o parte del proceso, la ley
aplica las costas con cierto sentido sancionatorio. La condición es que exista un pro-
cedimiento que se malogra por una declaración de nulidad. Y también que la causa
de la nulidad sea imputable a la conducta de una de las partes. Entonces, quien ha
incurrido en ese déficit que determinó la invalidez de una serie más o menos extensa
de actos procesales deberá cargar con sus costos desde el momento mismo del acto
irregularmente producido. El juez en cada caso observará si corresponde la aplica-
ción estricta de esta regla o su flexibilización.
1.6.4. Rubros integrativos del concepto costas
Las costas judiciales están integradas por los gastos del proceso stricto sensu
y por los honorarios de los profesionales intervinientes. A su vez, ese conjunto de
erogaciones que debeln afrontar l d s partels a l d s que se lels imponga la condena en
costas puede dividirse en dos grandes rubros: por una parte, los costos derivados de
la sustanciación y trámite del proceso, y, por otra, los previos a este, realizados con
la finalidad de no llegar a un pleito, persiguiendo la satisfacción extrajudicial del
derecho en pugna. Los códigos (art. 77, CPCCBA) entienden útil este último rubro
-justificando su inclusión en la condena en costas-, ya que por su conducto puede
llegar a evitarse la judicialización del conflicto y su resolución en un ámbito infor-
mal que muchas veces suele brindar una salida mucho más célere, eficaz y económi-
ca al diferendo, además de la consiguiente descongestión de los tribunales.
Como manifestación concreta del principio de economía, las normas procesales
suelen mandar que el juez rechace el reintegro de gastos superfluos o inútiles. En-
tendemos que se hace alusión a los gastos realizados al margen de la actividad del
órgano jurisdiccional y respecto de los cuales luego se requiere su pago ante el juez.
El rechazo se realiza sin más trámite -tanto de oficio como a pedido de la obligada
al pago- luego de constatarse que las erogaciones tuvieron como causa actividad
inconducente para el desarrollo de la litis. En cuanto a gastos exagerados pero útiles
-también hechos fuera del control del órgano-, se contempla la posibilidad de que el
juez mande pagarlos pero reducidos prudencialmente.
En el CPCCN, el artículo 77 -primer párrafo- establece que las costas judicia-
les incluyen los gastos del procedimiento de mediación prejudicial obligatoria. Se
agrega un último párrafo donde se señala que los peritos podrán reclamar de la par-
te no condenada en costas hasta el cincuenta por ciento de los honorarios que le fue-
ron regulados "sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 478" del mismo ordenamiento.
6 Camps, Carlos Enrique, El beneficio de litigar sin gastos, Lexis Nexis, Buenos Aires, 2006.
176
te es que esta persona traída al proceso requiera de una concreta actuación movida
por su propio interés para defender sus derechos, la cual generará costos en mayor
o menor medida.
Así, para determinar si un sujeto puede ser el legitimado activo en el trámi-
te incidental del beneficio de litigar sin gastos, habrá que observar si esa persona
requiere de la realización de actividad litigiosa susceptible de generar gastos para
defenderse, si ese sujeto puede llegar a ser un condenado en costas y si, además,
carece de recursos para afrontar tales erogaciones.
En lo relativo a las personas con capacidad restringida e incapaces, hay que
diferenciar los dos grupos de personas con capacidad restringida que contempla
nuestro ordenamiento jurídico, esto es, por un lado, los menores de edad, y, por el
otro, las personas afectadas en su salud mental. En ambos casos nos encontramos
con sujetos de derecho, con pleno derecho de acción, que pueden necesitar acudir a
la justicia para reclamar o para defenderse del reclamo de otro. En los dos supuestos
también encontraremos que, por su mayor o menor capacidad para ejercer derechos
por sí, de hecho requerirán que otro sujeto actúe en justicia junto a él o en su nom-
bre. Se trata de los representantes legales, que, en el caso de los menores, serán por
lo común sus padres, y, en el caso de las personas afectadas en su salud mental, el o
los apoyos, o, en caso extremo, el curador.
Pues bien, al momento de conceder la franquicia entendemos que es necesario
observar la situación patrimonial de la persona que pretenda ser sujeto procesal, in-
dependientemente de si su capacidad de ejercicio de derechos por sí mismo está o no
limitada. Esta pauta genérica muestra una particularidad en el caso de los menores.
Aquí, si bien es cierto que es él el sujeto procesal y será su patrimonio el que habrá
que tenerse en cuenta en un primer momento, también será adecuado analizar las
posibilidades económicas de sus padres.
En consecuencia, y siguiendo las pautas genéricas del instituto, a la petición
de beneficio de litigar sin gastos de un menor representado por sus padres debería
añadírsele la ponderación de la situación económica de aquel y -en un segundo
momento- de la de estos, a los efectos de determinar si resulta o no viable la con-
cesión de la franquicia. La solución legal, sin embargo, es la contraria. El artículo
79, CPCCBA, establece como uno de los recaudos de la solicitud la mención de 'la
necesidad de reclamar o defender judicialmente derechos propios o del cónyuge o de
hijos menores". Es decir, cuando un padre interviene en juicio por un hijo, es aquel
quien pide el beneficio y su situación patrimonial será la ponderada. Entendemos
que no debe descartarse analizar -en un segundo momento, a partir de la clara
mención legal- la situación patrimonial del menor en los casos en que ella sea de
significativa entidad.
Ha dicho al respecto la Corte Suprema de Justicia de la Nación que correspon-
de que se otorgue el beneficio solicitado por los padres para actuar en representa-
ción de su hijo menor cuyos medios económicos solo resultan suficientes para los
gastos de subsistencia (Fallos: 315:1025).
Del carácter personal del beneficio de litigar sin gastos se desprende que la
franquicia no podrá trasladarse a otros sujetos diferentes de aquellos a los que se
le concedió mediante proceso incidental. El sustituto procesal que ingresa a la litis
habrá de ocupar el lugar de la persona cuyos derechos ahora esgrime luego del cum-
plimiento de los pasos rituales contemplados en el Código Procesal Civil y Comer-
cial. Sin embargo, si la parte original gozaba de esta franquicia, ello no importará el
automático traslado de esta a los herederos o cesionarios. Por tratarse de personas
diferentes, con un patrimonio distinto -esta es la clave- deberán, si se consideran
"carentes de recursos", plantear el pedido y tramitar su propio beneficio de litigar
sin gastos.
7 C. Civ. y Com. Mar del Plata, Sala 2.",RI 21/8/1990, "Assad,Ledia c. Tringali, Susana s/medida
cautelarn;C. Civ. y Com. Mar del Plata, Sala 2.",RI 29/4/1997, "Romero,María E. c. Banco de
Crédito Argentino dmorigeración de interés - rep. y comp. de deudas".
Si este pedido se hace luego de que haya recaído sentencia en el juicio principal
y el beneficiario ha triunfado en él, recibiendo sumas de dinero, podrá el magistrado,
frente a la solicitud de limitación o levantamiento del beneficio por parte de los suje-
tos acreedores de costas o gastos judiciales "causadas en [la] defensa" de quien goza
de la franquicia, aplicar la especial figura del artículo 84, segunda parte, CPCCBA,
donde se establece que en este supuesto el beneficiario deberá pagar esas costas
hasta la concurrencia máxima de la tercera parte de los valores que reciba.
Si bien no necesariamente este supuesto acarrea de modo automático la espe-
cífica figura de la "mejora de fortuna" del beneficiario, se ha entendidojusto que una
parte de ese ingreso patrimonial derivado de la actuación del letrado que lo asistió
en el trance litigioso o de los peritos cuya intervención fue dispuesta a su exclusiva
costa se destine al pago de los honorarios de estos. La ley limita en el tercio de los va-
lores efectivamente recibidos la cuantía de lo que puede ser reclamado a quien goza
de beneficio de litigar sin gastos por parte del letrado que lo asistió en la defensa
técnica para los supuestos en que este intente perseguir el cobro de sus honorarios
directamente a su propio cliente, o bien cuando ha fracasado total o parcialmente el
intento contra el "adversario condenado en costas" de acuerdo con la mención que se
hace en el último tramo del artículo 85, CPCCBA.
En el régimen nacional se agrega, como segundo párrafo de este artículo 84,
que "Los profesionales podrán exigir el pago de sus honorarios a la parte condenada
en costas, y a su cliente, en el caso y con la limitación señalada en este artículo". En-
tendemos que esa pauta es igualmente operativa en el derecho procesal bonaerense
por aplicación de la segunda parte del artículo 85, así como de las reglas generales
de la imposición de costas, de la expresa restricción de cobro al beneficiario ganan-
cioso hasta la concurrencia máxima de la tercera parte de los valores recibidos y de
las que gobiernan la materia arancelaria -concretamente en lo atinente a los deu-
dores de los honorarios profesionales, art. 58, dec.-ley 8904177-.
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VI
CAPÍTULO
La etapa postulatoria
1.1.Medidas preparatorias
La tarea de relevamiento de datos que realiza el abogado del actor desde el mo-
mento de la primera entrevista con el cliente -circunstancia en la que entra en con-
tacto con el conflicto- es determinante. De la sagacidad del letrado para encontrar
los aspectos medulares de la pretensión dependerá en gran medida el perfil que esta
adquiera en la sede judicial. Sin embargo, es posible que para obtener estos datos
no sea suficiente con la actividad que normalmente se desarrolla al respecto, sino
que el abogado de la parte deba recurrir al auxilio judicial para poder proveerse de
este conocimiento hndamental para su tarea profesional, en orden al cumplimiento
acabado de las cargas puntuales que establece el artículo 330, CPCCBA.
Es con este objetivo que la ley regula, dentro de las diligencias preliminares,
las medidas preparatorias. Tienden, en general, a la obtención por la vía judicial de
datos necesarios para una correcta exposición y fundamentación de los elementos
de la pretensión. Concretamente, por este conducto se habrán de obtener datos res-
pecto de los sujetos mediante las medidas previstas en los incisos 1 (declaración ju-
rada sobre hechos o datos relativos a la ~ersonalidadde la demandada). ., 3 (exhibición
.
de testamento en lo que respecta a los herederos allí instituidos), 4 y 5 (exhibición de
títulos en casos de evicción o libros o documentación por parte de socios y comuneros
de los que pueden surgir quiénes son los legitimados respectivos), todos del artículo
323, CPCCBA.
En el supuesto de exhibición de títulos, puede pedirse que el enajenante o el
adquirente, en caso de evicción, exhiba los títulos u otros documentos que se refie-
ran a la cosa vendida. Cuando se intenta una demanda reivindicatoria contra el
comprador y este opta por defenderse personalmente en el proceso, puede solicitar
que el vendedor exhiba los títulos o documentos referentes a la cosa vendida. Si, en
cambio, cita de evicción al vendedor para que salga en s u defensa, en los términos
del artículo 1046, CCCN, es este último quien tiene el derecho de exigir la exhibición
al adquirente, a ñn de poder defender el derecho transmitido.
Y, en lo que hace al testamento, su exhibición procederá "cuando el solicitante
se crea heredero, coheredero o legatario, si no pudiera obtenerlo sin recurrir a la
justicia". La exhibición solo es admisible, por lo tanto, en los casos de testamentos
ológrafos (o cerrados, figura contemplada en el derogado CCiv., que no se encuentra
regulada en el CCCN), pero no si se trata de u n testamento por acto público, pues
respecto de este existe la posibilidad de obtener un testimonio.
Se pueden encontrar datos respecto del objeto mediato utilizando las medidas
previstas en los incisos 2 (exhibición de la cosa mueble que habrá de ser objeto de l a
reivindicación), 3 (el testamento en lo que hace a los bienes del causante), 5 (bienes
o ganancias que surgen de los documentos de socios o comuneros) y 9 (mensura ju-
dicial para determinar el alcance y la extensión de la cosa -inmueble- reclamada)
del mismo artículo.
Finalmente, surgen datos sobre la causa petendi de las medidas contempladas
en los incisos 3 (testamento en lo referido al título que crea), 4 (prueba del vínculo o
circunstancias que darían lugar a la garantía de evicción),5 (documentos que avala-
rían los derechos de socios o comuneros) y 6 (título o condición por la que se detenta
un bien), también del artículo 323 referido.
En el artículo 323, CPCCN, se incluye el inciso 11, que contempla el reconoci-
miento de mercaderías en los términos del artículo 782, y se señala que, salvo los
casos de los incisos 9, 10 y 11 del artículo 326, CPCCN, no podrán invocarse las
diligencias decretadas a pedido de quien pretende demandar si no se dedujera la
demanda dentro de los treinta días de su realización. Si el reconocimiento a que se
refieren el inciso 1 y el artículo 324 fuere ficto, el plazo correrá desde que la resolu-
ción que lo declare hubiera quedado fume.
1.2. Medidas ordenatorias
Estas medidas que denominamos ordenatorias tienden a despejar en forma
previa ciertos escollos que obstan a una correcta o útil interposición de l a deman-
da, con el objeto de que luego l a litis se desarrolle regularmente y sin dilaciones
temporales impropias. El CPCCBA regula algunas en los incisos 7 , 8 y 10 del ar-
tículo 323.
En el rimero de ellos se c o n t e m ~ l ala solicitud de nombramiento de tutor o
curador para el demandado incapaz -todo con denominación hoy desplazada por el
nuevo paradigma de salud mental-, ya que, de lo contrario, no podrá trabarse váli-
damente la litis respecto de estos sujetos que, necesitándola, carecen de representa-
ción necesaria. Esta disposición prevé, entre otras situaciones, las que se configuran
cuando h a de demandarse a una persona con capacidad de ejercicio restringida que
carece de representante legal, curador o apoyos -según el caso-, y cuando un menor
con edad y grado de madurez suficientes debe demandar a terceros por intereses
propios o a sus representantes legales en casos de conflictos de intereses con estos
(art. 26, CCCN).
En el segundo caso, se prevé la intimación a que se constituya domicilio pro-
cesal por parte de aquel que va a ser demandado y está por viajar al exterior del
país, bajo apercibimiento de aplicarse a s u respecto la forma ministerio legis de
anoticiamiento.
En el tercer supuesto, se plasma la citación al futuro demandado para que
reconozca la obligación de rendir cuentas. De tal modo, si ello ocurre, se pasará rápi-
damente a la etapa de liquidación de la deuda por la vía incidental, simplificándose
muchísimo el proceso respectivo (art. 650, CPCCBA).
2.4. El derecho
La ley pide que se exponga sucintamente y sin reiteraciones innecesarias la
mención de las normas que asisten al reclamante. Como vimos, la insuficiencia o
el error en este acápite no obstan -a diferencia de lo que ocurre en la instancia
extraordinaria- a que el juez recalifique la pretensión aplicando debidamente el
derecho (principio iuria novit curia).
Si bien el "juez conoce el derecho", en muchas ocasiones la creatividad de los
letrados ha ayudado en la toma de decisiones, ofreciendo en sus escritos de demanda
-o, en general, actos petitorios- interpretaciones novedosas de las normas o apli-
caciones de ellas a casos en los que no existían antecedentes, dando lugar a que el
magistrado entienda adecuado ese encuadre y dicte sentencia, haciendo propia esa
original interpretación de la ley.
Se trata de una aplicación normativa que, de ser compartida por otros magis-
trados, habrá de dar lugar a una nueva norma de derecho jurisprudencial, erigién-
dose así en fuente del derecho. De ese modo, vemos que muchas soluciones inno-
vadoras se han inspirado en los aportes de abogados ocurrentes y comprometidos
con su función, actuando esta conducta de los letrados como factor "cocreador del
derecho".
1 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal civil, t. 111, cuarta edición actualizada por Carlos En-
rique Camps, Buenos Aires, La Ley, 2017, pág. 2345.
217
En la Provincia de Buenos Aires, a partir de la ley 13.951, se crea el régimen
de mediación como instancia obligatoria previa al planteo de la demanda que regula
el artículo en comentario. Se adopta -a grandes rasgos- el sistema que desde hace
varios años se viene implementando en la jurisdicción donde se aplica el Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación. El artículo 2 establece la mediación con
carácter obligatorio en forma previa a todo juicio, con las exclusiones efectuadas en
el artículo 4, con el objeto de promover y facilitar la comunicación directa entre las
partes que permita la solución del conflicto. Sin perjuicio de ello, en forma previa
a la instancia de mediación obligatoria, las partes podrán someter sus conflictos a
una mediación voluntaria (art. 3). Se aclara (art. 5) que, en los procesos de ejecución
y en los juicios seguidos por desalojo, la mediación previa obligatoria será optativa
para el reclamante, quedando obligado el requerido, en dicho supuesto, a ocurrir a
tal instancia.
Para dar inicio a la mediación, el actor formalizará su pretensión ante la recep-
toría de expedientes de la ciudad asiento del departamentojudicial que corresponda
o del juzgado descentralizado si lo hubiere, según el caso, mediante un formulario
cuyos requisitos se establecerán por vía de reglamentación (art. 6). En la oportuni-
dad señalada en el artículo anterior se sorteará un mediador que entenderá en el
reclamo interpuesto. En el mismo acto se sorteará el juzgado que, eventualmente,
entenderá en la homologación del acuerdo o en la litis.
Ese formulario debidamente intervenido será entregado en original y dupli-
cado al reclamante, quien deberá, dentro del plazo de tres días, presentarlo al me-
diador designado; este, a su vez, retendrá el original y devolverá al reclamante el
duplicado, dejando constancia de entrega en el mismo (art. 8). El mediador, dentro
del plazo de cinco días de notificado, fijará la fecha de la audiencia a la que deberán
comparecer las partes, la que en ningún caso podrá ser superior a los cuarenta y
cinco días corridos de la mencionada designación (art. 9). El mediador deberá notifi-
car la fecha de la audiencia a las partes en forma personal o mediante cédula, carta
documento o acta notarial, adjuntando copia del formulario previsto en el artículo
6. La diligencia estará a cargo del mediador, salvo que el requerido se domiciliare
en extraña jurisdicción, en cuyo caso deberá ser diligenciada por el requirente (art.
10). Se establece que ambas partes, de manera conjunta, podrán tomar contacto
con el mediador designado antes de la fecha de la audiencia con el objeto de hacer
conocer el alcance de sus pretensiones (art. 11). El plazo para la mediación será de
hasta sesenta días corridos a partir de la última notificación al requerido. En el caso
previsto en el artículo 5, el plazo será de treinta días corridos. Las partes, de común
acuerdo, podrán proponer una prórroga de hasta quince días, que el mediador conce-
derá, si estima que esta es conducente a la solución del conflicto.Tanto la concesión
como la denegatoria de la prórroga serán irrecurribles. Vencido el plazo sin que se
hubiere arribado a una solución del conflicto, se labrará acta y quedará expedita la
vía judicial (art. 12).
Dentro del plazo estipulado para la mediación, el mediador deberá convocar a
las partes a todas las audiencias necesarias para el cumplimiento de la presente ley,
de cuya realización se labrará acta en todos los casos, dejándose constancia de la
comparecencia o incomparecencia de las partes, sus notificaciones y la designación
de nuevas audiencias (art. 13). Para los casos de incomparecencia injustificada de
cualquiera de las partes a la primera audiencia, cada uno de los incomparecientes
deberá abonar una multa. Habiendo comparecido personalmente y previa interven-
ción del mediador, las partes podrán dar por terminado el procedimiento de media-
ción (art. 14). El artículo 16 establece que las actuaciones serán confidenciales. El
mediador tendrá amplia libertad para sesionar con las partes, pudiéndolo efectuar
en forma conjunta o por separado, cuidando de no favorecer, con su conducta, a una
de ellas y de no violar el deber de confidencialidad. La asistencia letrada será obli-
gatoria.
Cuando la culminación del proceso de mediación deviniera del arribo de un
acuerdo de las partes sobre la controversia, se labrará un acta en la que deberán
constar los términos de este, firmado por el mediador, las partes y los letrados in-
tervinientes. Si no se arribase a un acuerdo en la mediación, igualmente se labrará
acta, cuya copia deberá entregarse a las partes, en la que se dejará constancia de tal
resultado. En este caso, el reclamante quedará habilitado para iniciar la vía judicial
correspondiente, acompañando las constancias de la mediación (art. 18).
El acuerdo se someterá a la homologación del juzgado sorteado según el artícu-
lo 7 de la presente ley, el que la otorgará cuando entienda que este representa una
justa composición de los intereses de las partes (art. 19). El juzgado emitirá reso-
lución fundada homologando o rechazando el acuerdo, dentro del plazo de diez días
contados a partir de su elevación (art. 20).Además, podrá formular observaciones al
acuerdo, devolviendo las actuaciones al mediador para que, en un plazo no mayor de
diez días, intente lograr un nuevo acuerdo que contenga las observaciones señala-
das (art. 21) y, en el supuesto de que se deniegue la homologación, quedará expedita
para las partes la vía judicial (art. 22).
Según el artículo 23, en caso de incumplimiento del acuerdo de mediación ho-
mologado, este será ejecutable ante el juzgado homologante por el procedimiento de
ejecución de sentencia establecido por el Código Procesal Civil y Comercial. En este
supuesto, el juez le impondrá al requerido una multa a favor del requirente.
En el año 1995, por conducto de la ley nacional 24.573, se estableció una ins-
tancia de mediación con carácter obligatorio, previa a todo juicio. Ese régimen fue
reemplazado -con el mismo objeto y finalidad- por la ley 26.589 (sancionada el
15/4/2010 y promulgada el 3/5/2010).
Conforme al régimen instituido por la ley 26.589 -aplicable en el ámbito de la
justicia civil y comercial de la Ciudad de Buenos Aires con competencia ordinaria,
con la reglamentación de los decretos 1467/2011y 253612015- la mediación se halla
estructurada como una etapa preprocesal y obligatoria, por cuanto, salvo los casos
exceptuados que se mencionan más adelante, es previa a la iniciación del juicio y
su fracaso constituye requisito de admisibilidad de la demanda, a cuyo escrito el
actor debe acompañar la documentación demostrativa de que no se ha arribado a un
acuerdo en la mediación intentada (ley citada, arts. 1y 2).
Desde que la referida ley 26.589 erige en requisito de toda demanda compren-
dida en su régimen la agregación de la prueba documental que acredite el fraca-
so del procedimiento de mediación instituido como etapa previa a la iniciación del
juicio, dicho ordenamiento normativo debió diagramar una estructura preprocesal
adecuadamente coordinada con la eventual intervención judicial emergente de la
apuntada circunstancia.
El efecto de la presentación a mediación sobre el curso del plazo prescriptivo de
que se trate se encuentra hoy regulado por el artículo 2542, CCCN norma que reza:
3. La rebeldía
La figura procesal de la rebeldía ha dado lugar a importantes debates doctri-
nario~.Ellos tienen básicamente como eje el interrogante acerca de si aquella es
compatible o no con el derecho al debido proceso judicial. Es importante, a este ñn,
analizar los argumentos supralegales en juego.
En la Provincia de Buenos Aires, la Constitución, en su artículo 14,contempla
el derecho de todos los habitantes de la provincia de petición -individual o colecti-
va- ante todas y cada una de las autoridades, "sea para solicitar gracia o justicia,
instruir a sus representantes o para pedir la reparación de agravios". Encontramos
aquí la norma que positiviza el fundamento del derecho de "acción" tal como hoy
lo concibe la moderna doctrina procesal: la prerrogativa de acudir a los tribunales
(parte del orden estatal) con el objeto de obtener una decisión.Todo ello se concatena
con el aseguramiento de la "tutela judicial continua y efectiva", la asistencia letrada
a quienes carezcan de recursos y la inviolabilidad de la defensa de personas y bienes
en todo procedimiento judicial que plasma el artículo 15.
Se subraya en esta manda la efectividad de la tutela por parte de la judicatura
y la preservación del derecho de defensa, dos aspectos que caracterizan el debido
proceso judicial como forma de llegar a una sentencia válida y útilmente conforma-
da, respetuosa de los demás derechos constitucionales.Y, aun para quienes dudan
de que en las normas citadas se consagre el derecho al "debido proceso judicial", este
encontraría cabida en el generoso contexto de los derechos implícitos o no enume-
rados que prevé el artículo 56 y que dimanan del "principio de la soberanía popular
y que corresponden al hombre en su calidad de tal". Mediante la remisión que hace
el artículo 11 de la Corte bonaerense, podemos incluir en este campo las normas
contenidas en los pactos que incorpora la Constitución Nacional y que se refieren al
tema en análisis.
Así caracterizado el derecho al debido proceso judicial, observamos que uno de
sus aspectos preponderantes lo constituye la defensa en juicio. Aspecto que no pue-
de ser desatendido por el juez que conduce el trámite so riesgo de que la sentencia
que de allí dimane sea tachada de inválida, puesto que "es inviolable la defensa
en juicio de la persona y de los derechos" (arts. 18, CN, y 15 de su par provincial
ya citado).
Si bien es cierto que la defensa en juicio es inviolable, ello no importa la obliga-
ción de que sea ejercida de manera efectiva dentro del proceso. Ya se ha dicho desde
antiguo que, para que se resguarde el derecho de defensa, es suficiente con que se
dé la oportunidad para su ejercicio, siendo luego potestativo para el convocado des-
plegar acciones en ese sentido o no. La defensa en juicio constituye un derecho que
encuentra, pues, acabado respeto con la convocatoria formal a juicio de aquel contra
quien se endereza una pretensión. Solo ello -debidamente cumplimentado- otorga
validez al trámite judicial en lo que hace a este costado del debido proceso.
Consecuencia de lo señalado es que se considere la participación en el pleito y
la defensa de los derechos como una carga procesal. Su incumplimiento dará lugar
al proceso en rebeldía o contumacial, que tiene como principal peculiaridad el hecho
de que, a pesar de que su tramitación se desarrolle con una sola de las partes inter-
viniendo e impulsándolo, la sentencia hará cosa juzgada respecto del rebelde.
Se ha señalado como fundamento de la figura de la rebeldía la necesidad de
que la tramitación de un proceso que tienda a solucionar un conflicto suscitado en
el seno de la sociedad no se vea imposibilitada por la renuencia de una de las partes
a concurrir a los estrados judiciales. Y, dado que no puede ejercerse contra el remi-
so medidas de coerción física, compeliéndolo a participar de un juicio si no quiere,
para evitar aquella circunstancia es que el derecho procesal contempla una serie de
ficciones y cargas a fin de que el juicio prosiga hasta la sentencia de mérito sin la
presencia del rebelde.
Es muy importante la necesidad de que los requisitos para la declaración de
rebeldía se cumplan, ya que de ellos dependerá que la figura se constituya de ma-
nera respetuosa de los ya citados derechos al debido proceso y a la defensa en juicio.
Una de las condiciones consiste en que la parte tenga domicilio conocido, ya que, de
lo contrario, procederá la citación por edictos (art. 145, CPCCBA), que, de fracasar
-esto es, de no comparecer el citado-, implicará la designación de un defensor oficial
que intervendrá en el proceso por esta parte -ausente, figura bien diferente a la del
rebelde- con facultades hasta de recurrir la sentencia (art. 341, CPCCBA).
Otra de las condiciones esenciales es la debida (en el sentido de regular) ci-
tación. A partir de conocerse el domicilio real del citado, se lo deberá notificar por
cédula o personalmente (art. 135, inc. 1, CPCCBA). Debe quedar constancia de que
se anotició de esta forma al demandado. Ello se logra por medio del informe circuns-
tanciado que labra el oficial notificador en el reverso de la constancia de diligencia-
miento de la cédula en cuestión, contenido que, en virtud de la fe pública que da este
auxiliar del juez, se presume auténtico.
Luego debe darse la incomparecencia, o bien el abandono del proceso. No co-
rresponderá la declaración de rebeldía si el citado comparece y constituye domicilio
pero no contesta la demanda ni realiza los subsiguientes actos procesales que le
corresponden como carga. En estos supuestos, simplemente irá perdiendo la posi-
bilidad de ejercerlos, con la consiguiente repercusión negativa en la suerte de su
oposición, pero no litigará bajo la condición de rebelde.
Si bien no mencionada expresamente, surge de la sistemática del Código anali-
zada a la luz del derecho de defensa en juicio que otra condición para la declaración
de la rebeldía consiste en la falta de circunstanciajustificante de la incomparecencia
(ver art. 65,CPCCBA, entre otros).Si el demandado llega al pleito demostrando que
se vio imposibilitado fáctica o jurídicamente de concurrir oportunamente a estar a
derecho -o de mantenerse en ese estado-, el juez, si entiende válidas las razones,
habrá de admitir su presentación -o reaparición-, incluso permitiéndole efectuar
actos procesales que de otro modo se encontrarían preclusos.
También se exige que la rebeldía sea declarada por el juez a pedido de parte.
Si no se la reclama, el juez no podrá actuar de oficio en ese sentido: se limitará a ir
señalando -eventualmente- el incumplimiento de las cargas en cabeza de quien no
actúa en forma diligente, pero nada más.
2 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal civil, t. 1, cuarta edición actualizada por Carlos Enri-
que Camps, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, 2017, pág. 368.
solo se trata de oposiciones referidas a requisitos extrínsecos de admisibilidad de la
pretensión, tanto de naturaleza procesal (p. ej., incompetencia, falta de personería,
litispendencia, etc.) como previstos en la ley de fondo (p. ej., beneficio de excusión,
días de llanto y luto, etc.).
Partiendo, entonces, de esta caracterización, estamos en condiciones de aden-
trarnos en el análisis del funcionamiento de la actividad defensista, la cual -enten-
dida lato sensu- se despliega de forma compleja. El letrado del demandado deberá
analizar detenidamente los contenidos y los alcances de la pretensión para com-
prender su dimensión exacta. Partiendo de ese estudio y del necesario contacto con
su cliente para que lo ilustre respecto de los hechos, habrá de recurrir al derecho
aplicable al caso -fonda1 y procesal- en busca de los fundamentos normativos de las
defensas que habrán de esgrimirse.
Las defensas serán -definidas muy sencillamente- circunstancias obstativas
al progreso total o parcial de la pretensión del actor. Son obstáculos que el deman-
dado habrá de colocar frente al avance del accionante. En esta tarea aparece una
amplia variedad de actos defensivos.
Sin pretender agotar la descripción, podemos citar las defensas que tienen "ca-
rácter previo" y las que carecen de esa condición. La diferencia entre ambas radica
básicamente en la facilidad para su acreditación y -consiguientemente- la rapidez
con la que pueden ser resueltas, más allá de su relación con el aspecto de fondo o
procesal de la pretensión. Se vinculan también con la oportunidad dentro del trá-
mite en que habrán de encontrar respuesta. De tal manera -como veremos-, en el
juicio ordinario las excepciones previas se plantean antes de la contestación de la
demanda, pieza que normalmente contiene las defensas "no previas".
Ello normalmente, ya que algunas defensas que se plantean como previas por
aparecer como de sencilla acreditación en un primer momento pueden requerir -a
criterio del juez- de un esfuerzo probatorio mayor y, por ello, su tratamiento será
aplazado para un estadio posterior.
En el proceso ordinario, entonces, las defensas previas encontrarán resolución
rápida, mediante una sentencia interlocutoria.Según su tipo, las defensas -en cuan-
to a sus efectos- podrán determinar que la litis se extinga definitivamente (defensas
perentorias, tal como se señaló). En este caso, la resolución interlocutoria habrá de
ser asimilada a una sentencia definitiva a los efectos impugnaticios.
En los juicios sumarios (art. 486,CPCCBA), en cambio, tanto las defensas pre-
vias como las que no lo son se plantean conjuntamente, pero el juez habrá de resol-
ver prioritariamente las primeras, reservando las segundas -si es que el proceso
puede continuar atento al resultado de esta parte de la oposición- para la sentencia
de mérito. Algo similar ocurre con el planteamiento de defensas en el juicio sumarí-
simo (art. 496,inc. 1,CPCCBA) con la sola -y fundamental- diferencia de que todas
las defensas -en principio- encuentran respuesta en el resolutorio final.
Hacemos esta salvedad ya que, si bien lo que se intenta resguardar es el princi-
pio de celeridad en juicios que por su naturaleza deben ser rápidos (p. ej., el amparo
contra actos de particulares), en algunos casos el juez +n pos de esa misma celeri-
dad y economía procesal- podrá resolver algunos planteos en forma liminar, antes
de proseguir con el trámite evitando actividad jurisdiccional inútil. Básicamente
ello se puede configurar respecto de presupuestos procesales3 (p. ej., competencia,
personería, etc.).
Como se vio supra, otra categorización divide el género "defensas" en negacio-
nes y excepciones: las primeras se limitan a sostener la ausencia de alguno de los
recaudos de la pretensión procesal o fonda1 que esgrime el actor, mientras que las
segundas afirman la existencia de alguna circunstancia obstativa al progreso de la
petición del demandante.
Es muy importante vincular esta clasificación con la carga de la prueba, ya que
en el primer caso, en líneas generales, la actividad defensista del demandado se re-
duce a negar la existencia o configuración de un hecho constitutivo de la pretensión
de fondo o de un requisito procesal básico, por lo que la prueba será carga de quien
afirma su existencia, mientras que, en el segundo supuesto -excepciones-, el hecho
o la circunstancia alegados (ya sean extintivos o impeditivos respecto de la preten-
sión de fondo o que ataquen algún presupuesto procesal) deberán ser acreditados
por el demandado, que es quien la esgrime.
El CPCCBA prescribe que el demandado que se crea con derecho a plantear las
excepciones enumeradas en el artículo 345 (a las que hay que sumar la de prescrip-
ción contemplada en esta misma manda y la de arraigo del art. 346) dentro del juicio
ordinario deberá hacerlo "únicamente como de previo y especial pronunciamiento".
Ello así por cuanto -como vimos- el juez habrá de abordarlas y resolverlas antes
(en forma previa) de dictar la sentencia de mérito (art. 344, CPCCBA). Todas las
demás defensas que pudiere esgrimir el sujeto demandado deberán ser incluidas en
la contestación de demanda -art. 354, CPCCBA-.
5 Camps, Carlos Enrique, ''La defensa de prescripción y los daños a derechos individuales homo-
géneos", Revista de DerechoAmbiental, n.O 18, abril-junio 2009,Abeledo Perrot.
236
la oportunidad de su alegación- junto con las demás "previas". Sin embargo, condi-
ciona su resolución como "previa" a que las circunstancias alegadas para fundar la
existencia de los recaudos que la tornan operativa no requieran apertura a prueba,
esto es., aue sea suficiente a esos ñnes los documentos o las afirmaciones de las var-
A
tes. Si, en cambio, la causa no es de puro derecho, entonces esta defensa pasará a
ser tratada y resuelta en la sentencia de mérito luego de que se haya producido la
prueba necesaria para ello.
La excepción de prescripción es perentoria. El Código Civil derogado establecía
expresamente que la prescripción liberatoria "es una excepción para repeler una
acción" (art. 3949). En consecuencia, opuesta tal defensa, ella debe ser abordada en
primer término aun en el caso de ser considerada como planteo subsidiario, porque,
si la prescripción es admitida, la demanda se rechaza y el juicio queda inmediata-
mente concluido.
La providencia que decide diferir la consideración de la prescripción opuesta
para el momento en que se dicte la sentencia definitiva es inapelable por no causar
gravamen irreparable.
5.1. Incompetencia
A través de esta negación, la demandada se resiste a la prórroga de compe-
tencia intentada por el actor al llevar su pretensión ante determinado magistrado
mediante el planteo de la declinatoria, tal como lo establecen los artículos 7 y 8,
CPCCBA. Esta resistencia puede basarse tanto en el hecho de que la naturaleza de
la materia en debate no admite la aplicación de la figura de prórroga de jurisdicción
del artículo 1,CPCCBA, o bien, admitiéndosela legalmente, en la falta de conformi-
dad del demandado, ya que ella solo opera por acuerdo de partes.
Lo dilatorio de esta defensa se evidencia en que, luego de los trámites pertinen-
tes, la causa se verá radicada -o eventualmente,reiniciada- ante el juez correcto, y
ante él continuará su tramitación. Si no se opone, se entiende que el demandado ha
consentido en forma tácita la prórroga de jurisdicción.
5.4. Litispendencia
Se trata de una defensa dilatoria y constituye una excepción, ya que el deman-
dado alega la existencia de otro proceso en curso ante el mismo u otro juez cuya
pretensión muestra relación con la ventilada en el juicio donde plantea esta oposi-
ción. Esta relación puede ser de conexidad o de identidad, y se genera el riesgo de
eventuales pronunciamientos contradictorios.
La excepción de litispendencia contemplada en el artículo 345, inciso 4, CPCCBA,
exige -en principio y como recaudo fundamental para su procedencia- la regla de las
tres identidades de ambos procesos. Es decir, debe tratarse de un juicio entablado entre
las mismas partes, por la misma causa y con igual petitorio u objeto. Asimismo, son
requisitos indispensables para su admisibilidad que ambos procesos se sustancien por
los mismos trámites y la simultaneidad de ambosjuicios.
Es dilatoria ya que, si es acogida, no excluye en forma definitiva la pretensión
actoral, sino que el juez remitirá la causa al órgano en el que tramita el juicio inicia-
do en primer lugar o bien archivará el expediente (art. 352, inc. 3, CPCCBA).
En ambos casos sobrevive al menos uno de los dos trámites iniciados (en rigor,
aquel que fue iniciado en primer lugar).
6.1. Plazo
La ley remite al artículo 337, CPCCBA, en cuanto al plazo con que cuenta el de-
mandado para contestar la demanda. En el juicio ordinario es de quince días desde
la notificación del traslado.
Téngase en cuenta que, si esa notificación carece de las copias de la demanda o
de la documental, el demandado puede pedir que se suspenda el plazo para contes-
tarla hasta tanto cuente con toda la información que le permita un correcto ejercicio
de su derecho de defensa. Por otro lado, también adviértase que la oposición de ex-
cepciones previas no suspende el plazo para la contestación (art. 344, tercer párr.,
CPCCBA).
Ambos corren desde el mismo momento (notificación de la demanda) y en for-
ma simultánea. Sobreabundantemente, el Código establece que se aplica aquí la re-
gla de ampliación de plazos derivada de la distancia existente entre el domicilio del
demandado y la sede del órgano judicial donde tramita el pleito (art. 158, CPCCBA).
6 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal ciuil, t. 111, cuarta edición actualizada por Carlos En-
rique Camps, Buenos Aires, La Ley, 2017, pág. 2503.
253
6.6. Los traslados subsiguientes
Con la contestación de la demanda podrá venir también incluida la nueva pre-
tensión (reconvención), y -sin ser ello necesariamente así- existe la posibilidad de
que se adjunten documentos que tiendan a probar los extremos afirmados como
defensa, o bien pueden ocurrir ambas cosas al mismo tiempo (art. 356, CPCCBA).
Si hay reconvención, se dará traslado al actor por quince días. Se trata de la
posibilidad de ejercicio de defensa del accionante ahora contrademandado (reconve-
nido) y esta notificación se hará mediante cédula (art. 135, inc. 1, CPCCBA). E n este
caso, siendo que el demandado en la reconvención es el original actor -quien debió
haber constituido domicilio electrónico-, resulta viable que la notificación de este
traslado se realice vía, también, electrónica.
El actor tendrá las mismas posibilidades defensivas del demandado, en lo que
fueran compatibles (plazos, oposiciones planteables, etc.). Con su contestación de
reconvención también podrá alegar "nuevos hechos" (art. 333, CPCCBA), de los cua-
les se dará traslado al reconviniente a los fines de presentar documentos relativos
a ellos.
También irá notificado por cédula el auto que confiere traslado de los docu-
mentos que acompaña la contestación de demanda (art. 135, inc. 1, CPCCBA). Si
solo se acompañaron documentos y no hubo reconvención, el plazo para que el actor
conteste será de cinco días.
Expresamente se contempla la posibilidad de que el demandado reconviniente
presente -al igual que el actor respecto de su pretensión- documentos posteriores a
la fecha de la reconvención -o anteriores,. bajo
- juramento
- o afirmación de no haber-
los conocido antes-, tal como lo establece el artículo 334, CPCCBA.
7. Acumulación de pretensiones
7.1. Acumulación objetiva de pretensiones
Este caso de acumulación de pretensiones (art. 87, CPCCBA) importa reunir en
un mismo expediente pretensiones que se diferencian por sus elementos objetivos
(objeto y causa).Se trata de un mismo actor que dirige contra un mismo demandado
varios requerimientos dentro de un mismo pleito.
Concurre identidad subjetiva, pero hay multiplicidad en el plano objetivo -de
allí el nombre de este tipo de acumulación-.
La norma sostiene que el actor puede acumular todas las pretensiones (el texto
legal dice "acciones") "que tuviere contra una misma parte". No establece la exigen-
cia de que deba haber cierto vínculo entre ellas, como sí lo requiere en los artículos
88 y 89, CPCCBA. De allí que, a estar al tenor literal de la manda, será la economía
procesal el fundamento esencial de este tipo de acumulación.
En doctrina se sostiene, por el contrario, que debe existir conexidad entre las
pretensiones, por lo que la falta de unificación de trámites podría acarrear conflictos
respecto de la cosa juzgada, con riesgo de contradicción entre las diversas resolucio-
nes de mérito7.
Claro que no en todos los casos es posible reunir estas peticiones ante un mis-
mo magistrado dentro de un único expediente. La ley plantea ciertos condiciona-
mientos que tienden a preservar la seguridadjurídica en este trámite "acumulativo"
de pretensiones.
En primer lugar, introduce la cuestión temporal. Esto es, concretamente, hasta
cuándo pueden reunirse estas pretensiones dentro del mismo juicio. Siguiendo idén-
tica regla que para la modificación de la demanda del artículo 331, CPCCBA, esta
7.2.1.Recaudos formales
La condición sustancial para la acumulación de procesos es la recíproca in-
fluencia que puede darse entre las pretensiones. Sin embargo, para que esta reunión
no sea caótica, generando una incertidumbre equiparable a la que se quiere mitigar
con la acumulación, el CPCCBA plantea ciertos requisitos procedimentales: que las
causas se encuentren en la misma instancia, que el juez que deba entender en el
trámite de los procesos acumulados sea competente en razón de la materia y que
puedan seguir todas ellas el mismo tipo de trámite.
Respecto de esto último -que hace indudablemente al buen orden del juicio-,
se contempla también una excepción en pos de evitar las aludidas contradicciones o
escándalo: cuando la influencia de la cosa juzgada sea evidente, podrán tramitarse
conjuntamente varios procesos de conocimiento o varios procesos de ejecución que
tengan diferente trámite. Queda en manos del juez determinar -en definitiva- qué
trámite se imprimirá a los procesos acumulados.
En lo que hace a la conveniencia -en algunos casos- de la acumulación, se ha
dicho que el estado avanzado de un proceso se trastoca al acumularse otro que se
encuentra en sus inicios, sobre todo cuando en él aún no se ha trabado la litis, pre-
supuesto al que se ha considerado como uno de los condicionantes de la acumulación
con sustento en los efectos que produce en el desarrollo del litigio la integración de
la relación procesal y los derivados del principio dispositivo, en cuanto faculta al
promotor del litigio a desistir de la acción incoada en la etapa anterior a la notifica-
ción de la demanda.
Ello, por lo demás, ha sido receptado en el digesto adjetivo nacional en el inciso
4 introducido al artículo 188, que estatuye -claro está que sin carácter vinculante
en la jurisdicción provincial, pero en tanto muestra idónea de la jurisprudencia do-
minante- como requisito autónomo "que el estado de las causas permita su sustan-
ciación conjunta, sin producir demora perjudicial e injustificada en el trámite del o
de los procesos que estuvieren más avanzados", agregado plausible que apunta al
resguardo de elementales razones de buen orden procesal y excluye la admisión de
postulaciones extemporáneas o maliciosas, dicho esto último con carácter doctrinal
y no en juzgamiento de la conducta seguida por el actor en el otro proceso.
En el artículo 188, inciso 2, CPCCN, se señala: "A los efectos de este inciso no
se considerarán distintas las materias civil y comercial", y se incluye como inciso 4
un párrafo que, como vimos, condiciona la acumulación a que el estado de las causas
permita su sustanciación conjunta, sin producir demora perjudicial e injustificada
en el trámite del o de los asuntos que estuvieren más avanzados.
7.2.4.Iniciativa de la acumulación
El fundamento de la acumulación radica en el intento de evitar decisiones con-
tradictorias, lo cual redunda -como vimos- en la vigencia del valor seguridad. Ello
tiene relación con el orden público y, por lo tanto, la iniciativa de la acumulación no
puede quedar solo librada a la voluntad de las partes (art. 190, CPCCBA).
Por eso es que la manda admite la actividad oficiosa del juez en este punto.
De tal manera, si un magistrado conoce de la existencia de otro u otros juicios que
tramitan ante diferentes órganos cuyas resoluciones pueden llegar a tener recípro-
ca incidencia respecto del que él viene llevando adelante, aun sin petición de parte,
deberá arbitrar los medios para lograr la acumulación ante el juzgador que estime
competente para ello. En lo pertinente se habrán de aplicar las normas del artículo
siguiente.
Sin embargo, lo más frecuente es que sean las partes las que requieran la acu-
mulación. Estas son -en la realidad- quienes se encuentran en contacto con los he-
chos que motivaron el conflicto y normalmente habrán de tener una más completa
información acerca de cuáles fueron las contingencias judiciales que derivaron del
diferendo. Concretamente, sabrán si existen o no otros juicios conexos.
Una de las vías procesales para requerir la acumulación es la de la excepción
de litispendencia si se encuentra el juicio en etapa de planteamiento de estas defen-
sas. Para cierta doctrina, se trata de una variante de esta excepción, o bien de una
excepción de litispendencia "impropia".
La otra vía procesal es la del incidente. En este caso no importa el momento del
proceso en que sea planteado ("cualquier instancia o etapa del proceso", según reza
la norma), mientras se lo haga antes de quedar la causa concluida para dekitiva.
Hasta allí es posible que opere la acumulación, ya que recién a partir de este
momento es cuando se edifica la composición fáctica del pleito previo a la resolución
final, la que en estos supuestos podrá ser construida por el magistrado a partir del
entrecruzamiento de los datos que surjan tanto de la formulación de las pretensio-
nes conexas como de las pruebas reunidas en todas las causas acumulables.
El artículo 190, CPCCN, señala que, en lugar de que el demandado requiera la
acumulación por vía de la excepción de litispendencia -como en la provincia-, ello lo
hará "al contestar la demanda".
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jurisdicción mediante una decisión razonablemente fundada". El juez, al resolver,
deberá dar las razones por las cuales ha arribado a determinada decisión y no a
otra. Entre esas razones se encuentran las jurídicas, pero también -y esencialmen-
te- las fácticas.
El artículo 171 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, por caso,
manda que las sentencias que pronuncien los jueces y tribunales letrados sean fun-
dadas en bases jurídicas, pero siempre "teniendo en consideración las circunstan-
cias del caso". Allí radica la riqueza y la importancia de la actividad de la judicatura
como cuerpo generador de normatividad: las sentencias son normas individuales a
través de las que se opera la aplicación de normas generales a los casos concretos
sometidos a la decisión de los jueces. Es allí, en la sentencia, donde la ley vive, donde
se encuentra con la realidad vital del conflicto intersubjetivo y, a través de la tarea
del juez, busca conseguir la pacificación social.
En lo que puntualmente se refiere a superiorestribunales, como el de la Nación
o el bonaerense, la trascendencia de la materia fáctico-probatoria ha justiñcado la
creación de figuras especiales -la arbitrariedad en la Corte Suprema y el absurdo en
la Suprema Corte de Buenos Aires- con el ñn de mitigar los desvíos en tal terreno,
aun en ámbitos muy excepcionales, como el de la casación, donde la regla es el con-
trol de la aplicación del derecho y no la forma en que se valoró prueba.
Nuestro sistema de derecho procesal actual -en el que predomina el principio
dispositivo- deja en manos de los litigantes tanto la presentación de las versio-
nes acerca de cómo ocurrieron los hechos como el ofrecimiento de las pruebas para
-con ellas- convencer al juez al respecto. Son dos submanifestaciones del derecho
constitucional de acción y, en el marco de las peticiones a autoridades judiciales, se
conectan con el derecho también constitucional de defensa en juicio. Por tales moti-
vos, la normativa procesal, para ser una válida regulación de aquellas prerrogativas
supralegales,debe otorgar estas posibilidades a los ciudadanos.Así nacen las cargas
referidas a los costados fácticos de la pretensión.
En los últimos tiempos, a partir de teorías que pugnan por ahondar en la pu-
blicización del derecho procesal, se ha mitigado la regla del dispositivo en pos de la
búsqueda de la certeza judicial. A ello se le ha sumado un aumento de la dosis de
orden público de muchas de las materias reguladas por derechos cuya transgresión
da lugar a una litis gobernada -en lo judicial- por el derecho procesal civil. Con-
secuencia de lo señalado es la posibilidad de que los jueces, ante una duda que les
impide ejercer debidamente su jurisdicción, puedan recurrir a medidas probatorias
dispuestas oficiosamente.
En suma, si bien es cierto que en el proceso puede haber prueba anticipada
o bien medidas para mejor proveer dispuestas de oficio, resulta determinante la
actividad probatoria que se desarrolla en la etapa establecida por la ley, desde
el momento en que aquí quedará sellada la suerte de las versiones fácticas que
constituirán los presupuestos para la aplicación normativa que persiguen los li-
La fase probatoria
1.Teoría general
1.1.Prueba y eficacia procesal
A las partes que reclaman justicia de los tribunales no les basta con limitarse
a afirmar que poseen el derecho de fondo que esgrimen para resultar victoriosos en
la litis', ni aun cuando ello fuera cierto. Será imprescindible demostrárselo al juez.
Es necesario que las partes cuenten con la adecuada posibilidad de convencer al ma-
gistrado de que les asiste razón en sus afirmaciones fácticas, en tanto ellas servirán
para reclamar la pertinente aplicación de la ley que las favorece.
Mediante la prueba, las partes le dan los hechos al juez. Si la tarea probatoria
se frustra o resulta ineficaz para cumplir con su objetivo -por regla, generar en el
juez la certeza judicial-, puede ocurrir que aquel a quien asiste razón se vea vencido
y se rechacen sus pretensiones en los tribunales.
De allí la innegable trascendencia de la prueba en la resolución judicial de
conflictos.
Para esos fines, el derecho procesal reserva una de las etapas medulares de
todo trámite judicial -la fase probatoria-, dando concreción, de esta manera, a uno
de los contenidos del amplio derecho a la defensa en juicio receptado en la Consti-
tución Nacional en su artículo 18, y en el artículo 8, inciso 1, Pacto de San José de
Costa Rica. Del juego armónico de estas mandas surge que una sentencia judicial
solo puede contener una válida restricción de los derechos de los ciudadanos si ella
ha sido dictada correctamente.
Dentro de los parámetros a tener en cuenta para saber si ello ha ocurrido, en-
contramos su debida fundamentación, aspecto que hoy viene mencionado en el Có-
1 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado,segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
263
1.2. La prueba en el derecho civil y comercial
El Código Civil y Comercial unificado -como lo hacía el derogado Código de
Vélez- establece reglas relativas a los medios de prueba admisibles con respecto
a diversas materias allí legisladas. Por caso, vemos que el artículo 1019 establece
que 'los contratos pueden ser probados por todos los medios aptos para llegar a una
razonable convicción según las reglas de la sana crítica, y con arreglo a lo que dispo-
nen las leyes procesales, excepto disposición legal que establezca un medio especial.
Los contratos que sea de uso instrumentar no pueden ser probados exclusivamente
por testigos".
Respecto de los contratos formales, se prevé en el artículo 1020 lo siguiente:
Los contratos en los cuales la formalidad es requerida a los fines probatorios pueden
ser probados por otros medios, inclusive por testigos, si hay imposibilidad de obtener la
prueba de haber sido cumplida la formalidad o si existe principio de prueba instrumen-
tal, o comienzo de ejecución. Se considera principio de prueba instrumental cualquier
instrumento que emane de la otra parte, de su causante o de parte interesada en el
asunto, que haga verosímil la existencia del contrato.
Saliendo del campo de los negocios jundicos, con respecto a los hechos, el CCCN
alude a aquellos casos que pueden acreditarse por cualquier medio de prueba, como
ocurre con la filiación ("En las acciones de filiación se admiten toda clase de pruebas,
incluidas las genéticas, que pueden ser decretadas de oficio o a petición de parte.
Ante la imposibilidad de efectuar la prueba genética a alguna de las partes, los estu-
dios se pueden realizar con material genético de los parientes por naturaleza hasta
el segundo grado; debe priorizarse a los más próximos. Si ninguna de estas alterna-
tivas es posible, el juez valora la negativa como indicio grave contrario a la posición
del renuente". art. 579).. , la determinación de restricciones a la cavacidad de eiercicio
("Intervención del interesado en el proceso. Competencia. La persona en cuyo inte-
rés se lleva adelante el proceso es parte y puede aportar todas las pruebas que hacen
a su defensa. Interpuesta la solicitud de declaración de incapacidad o de restricción
de la capacidad ante el juez correspondiente a su domicilio o del lugar de su inter-
nación, si la persona en cuyo interés se lleva adelante el proceso ha comparecido
sin abogado, se le debe nombrar uno para que la represente y le preste asistencia
letrada en el juicio. La persona que solicitó la declaración puede aportar toda clase
de pruebas para acreditar los hechos invocados", art. 36) o la liquidación de más de
una comunidad de gananciales ("Liquidación de dos o más comunidades. Cuando se
ejecute simultáneamente la liquidación de dos o más comunidades contraídas por
una misma persona, se admite toda clase de pruebas, a falta de inventarios, para
determinar la participación de cada una. En caso de duda, los bienes se atribuyen a
cada una de las comunidades en proporción al tiempo de su duración", art. 5031, etc.
En otros casos excluye la admisibilidad de determinados medios de prueba,
como ocurre con la de testigos cuando el signatario de un documento dado en blanco
impugna su contenido ("Documentofirmado en blanco. El firmante de un documento
en blanco puede impugnar su contenido mediante la prueba de que no responde a
sus instrucciones, pero no puede valerse para ello de testigos si no existe principio
de prueba por escrito. El desconocimiento del firmante no debe afectar a terceros de
buena fe ",art. 315, primera parte).
Finalmente, el mencionado Código exige para algunas ocasiones un tipo deter-
minado de prueba. Ejemplos de ello son el artículo 96 referente a la prueba del naci-
miento y fallecimiento de las personas, o el artículo 37, que exige el "dictamen de un
equipo interdisciplinario" como requisito de la sentencia que establece limitaciones
a la capacidad de ejercicio de derechos. En este mismo sentido, el artículo 208 del
derogado CCom. enumeraba, como medios de prueba de los contratos comerciales,
los instrumentos públicos; las notas de los corredores o certificados extraídos de sus
libros; los documentos privados firmados por las partes o algún testigo a s u ruego y
en su nombre; la correspondencia epistolar o telegráfica; los libros de los comercian-
tes y facturas aceptadas; la confesión; el juramento y los testigos. En la actualidad,
ese punto se halla abarcado por la norma general -ya transcripta- del artículo 1019
del Código unificado.
Como vemos, la norma del nuevo digesto unificado supera la del Código vele-
zano, proveniente de otra época en la cual las comunicaciones y el tráfico de infor-
mación -legal o normativa en este caso- no eran tan fluidos como hoy y donde no
existían los tratados internacionales aplicables en esta materia, que establecen el
deber de los jueces vernáculos de poner en práctica el derecho extranjero cuando co-
rresponda. En la actualidad, por efectos de la globalización y la Internet no resulta
dificultoso obtener información rápidamente respecto de ordenamientos jurídicos
extranjeros.
Fuentes y aplicación. Los casos que este Código rige deben ser resueltos según las leyes
que resulten aplicables, conforme con la Constitución Nacional y los tratados de dere-
chos humanos en los que la República sea parte. A tal efecto, se tendrá en cuenta la
finalidad de la norma. Los usos, prácticas y costumbres son vinculantes cuando las leyes
o los interesados se refieren a ellos o en situaciones no regladas legalmente, siempre que
no sean contrarios a derecho.
Por ello, en tales casos, será tarea compartida de las partes y del juez indagar y
obtener prueba de estos hechos que constituyen fuente de normatividad específica,
para lo cual no existirá limitación alguna respecto de los medios a utilizar.
2. La etapa probatoria
En el contexto procesal donde rige el dispositivo, por tratarse de derechos ple-
namente disponibles, una de las cargas centrales es el planteo de los hechos que
habrán de sostener tanto la pretensión como la oposición, y, unido a ello, la tarea de
convencer al juez de que esas versiones fácticas son ciertas. La posibilidad de expo-
ner la plataforma de los hechos y acreditarla se vincula íntimamente con el derecho
de defensa, y por ello el régimen legal determina de manera minuciosa las formas y
los plazos en que debe ser realizada esa importante actividad.
Concretamente, para el actor y por regla, ese momento es el de la demanda
(art. 330, inc. 4, CPCCBA), y para el demandado, el de la contestación (art. 354,
inc. 2, CPCCBA, donde aparecerán eventualmente los "nuevos hechos" a que alude
el art. 333 del mismo ordenamiento). Estos son los "escritos respectivos" a los que se
refiere el artículo 362, CPCCBA.
Si bien son los principales, no son los únicos. También puede darse el caso de
los escritos a través de los cuales una parte intenta incorporar el "hecho nuevo", y
la otra, los hechos que se contrapongan a él, siguiendo los linearnientos del artículo
363, CPCCBA. Pues bien, respecto de todos esos hechos y solo de esos hechos, se
podrá realizar actividad probatoria en la etapa señalada.
Como ya hemos visto, en realidad solo de esos hechos en tanto sean controver-
tidos, conducentes y no se encuentren exentos de prueba.
Si, en cambio, en el proceso reina el orden público, bien distinto habrá de ser el
panorama, como luego habrá de analizarse.
Así, como señalamos que solo se prueban hechos conducentes, la prueba úni-
camente se admitirá cuando tenga este propósito. Se tratará, entonces, de prueba
pertinente o conducente, rechazándose por superfluas las que tiendan a brindar
abono a circunstancias del mismo tipo. Por otra parte, hace a un sano concepto de
eficacia procesal descartar este tipo de probanzas -la superflua-, que solo tenderán
a alongar indebidamente el proceso, por lo que ellas podrán también ser conside-
radas "meramente dilatorias". También se producirá el rechazo de una prueba im-
procedente o "inadmisible", es decir, aquella vedada por el orden jurídico -"prueba
prohibida", sea en general o respecto de una pretensión en particular- o bien por no
cumplir con los recaudos procesales previstos al respecto.
La ley procesal no suele fijar un plazo único para que se produzca la prueba
(art. 365, CPCCBA). Deja en manos del juez s u determinación. Esa tarea se realiza-
r á teniendo como parámetro básico la complejidad de las situaciones debatidas y la
cantidad de hechos litigiosos a probar. Establece -eso sí- u n plazo máximo (cuaren-
t a días en el CPCCBA y en el CPCCN).
Esta determinación temporal se realiza en la misma resolución que dispone
la apertura a prueba. Las partes que ya han acompañado la prueba documental
con sus escritos previos deben ahora, en los primeros diez días del plazo probatorio,
presentar una nueva pieza ofreciendo el resto de la prueba de que intenten valerse.
Luego de este ofrecimiento de medidas probatorias, el juez resolverá admitien-
do o denegándolas. En el primero de los casos, arbitrará los medios para s u produc-
ción (fijará audiencias, ordenará que se pidan informes, etc.). Como veremos, todas
estas resoluciones son irrecurribles (art. 377, CPCCBA).
El artículo 367, CPCCN, no contiene el párrafo que obra en la norma bonaeren-
se equivalente donde se menciona el ofrecimiento de prueba posterior a la demanda
y contestación. Se aclara -por otro lado- que el plazo es común y corre a partir de la
fecha en que se celebre la audiencia del artículo 360.
El juez debe velar porque todo el proceso se conduzca en forma ágil, rápida
y sencilla. Ello es una de las claves de la eficacia del proceso, ya que se vincula de
modo directo con la garantía del plazo razonable. La etapa probatoria es una de las
que más tiempo insumen y en la que los pasos procesales pueden llegar a compleji-
zarse por s u multiplicidad y también porque, normalmente, habrán de involucrar a
terceros (testigos, expertos, etc.).
Estas cuestiones, a las que alude el artículo 366 del régimen procesal de la Pro-
vincia de Buenos Aires, se encuentran reguladas en el artículo 360, CPCCN. E n esta
norma -que prevé la audiencia preliminar- se contemplan varias circunstancias
que exceden las que se consignan en el Código provincial. Además de la presencia
del juez como condición ineludible de realización, se establece que allí se invitará a
las partes a conciliar -contemplándose la derivación a mediación que incorporó la
ley 26.589-, se escucharán -y resolverán- las oposiciones a la apertura a prueba,
se oirá a las partes y se fijarán los hechos articulados conducentes a la resolución
del caso, se recibirá la prueba confesional si correspondiere, se proveerá la prueba
admisible y se concentrará en una sola audiencia la testimonial, y se resolverá si
corresponde tramitar la causa como de puro derecho, con lo que esta quedará con-
clusa para deñnitiva.
2.1. El caso de la prueba a producirse fuera del país: el plazo
extraordinario
Excepcionalmente puede darse la necesidad de que alguna medida probatoria
se produzca en el extranjero. Como esta tarea en general habrá de insumir un tiem-
po extenso y ello retrasaría el avance del proceso todo, la ley procesal contempla
una regulación minuciosa. Para esos casos y dado que el plazo máximo habitual de
cuarenta días puede llegar a ser insuficiente, los códigos contemplan un plazo ex-
traordinario (art. 367, CPCCBA).
En estas causas podrá disponerse de más tiempo para tales menesteres, ya que
deberá tenerse en cuenta el tipo de prueba a producir (testigos, informes, etc.), las
citaciones a los sujetos o entidades involucrados, etc. Estos procesos contarán -de
acogerse favorablemente el pedido- de dos plazos de prueba: el ordinario, para las
probanzas a producir en el país, y el extraordinario, para las que se lleven adelante
en el extranjero.Ambos plazos correrán simultáneamente (art. 371, CPCCBA).
El artículo 369, CPCCN, alude a que la prueba a rendirse fuera del país se
ofrecerá junto con la demás, indicándose qué tipo de medidas se requieren, con qué
hechos se vincula y demás elementos que permitan establecer si es esencial o no.
Con la pieza a la que alude el artículo 368, CPCCBA, y que contiene el pedido
escrito y detallado del plazo extraordinario de prueba, se formará un cuaderno se-
parado y, sin dar traslado a la parte contraria, el juez resolverá a través de una pro-
videncia simple. Estas pautas del régimen procesal de la Provincia de Buenos Aires
se encuentran reguladas en los artículos 371 y 372, CPCCN. En el primero se aclara
que no se admitirá la prueba si en el escrito no se cumplen los recaudos aludidos, y
en el segundo se establece que "la parte contraria y el juez tendrán, respectivamen-
te, la facultad y el deber atribuidos por el art. 454".
Si vencido ese especial término la prueba no se encuentra producida y llega
el cierre de la etapa probatoria, como paso previo a la entrega del expediente a las
partes para alegar (art. 480, CPCCBA) el juez deberá determinar si la prueba pen-
diente es o no esencial para resolver la causa (art.370, CPCCBA).Si lo es, dispondrá
las medidas para que se aguarde a su sustanciación y agregación. En cambio, si no
reviste -a su juicio- la condición de esencial, podrá dictar sentencia prescindiendo
de ella luego de cumplidos -entre otros- los pasos reseñados en el referido artículo
480, CPCCBA.
Ello se encuentra previsto en el artículo 373, CPCCN. Se indica en esa norma
que, si, producidas todas las demás, solo queda pendiente la prueba a realizarse en
el extranjero y de la ya acumulada surge que esta no es esencial, se dictará sen-
tencia prescindiendo de ella. Podrá ser considerada en segunda instancia si fuese
agregada cuando la causa se encontrare en la alzada, salvo si medió declaración de
caducidad por negligencia a su respecto.
3. Medios de prueba
3.1. Prueba documental
3.1.1. El documento
Tomando una definición amplísima, consideramos documento a todo objeto
susceptible de contener la representación de u n pensamiento o actividad humanos2.
Este concepto es omniabarcativo y atiende a lo representado -contenido- antes que
a la forma en que esa representación se practica y al soporte en el que se lo plasma.
Incluye no solo los documentos escritos o instrumentos -categoría más frecuen-
te en nuestros procesos en materia civil y comercial, a la luz de las reglas y nomen-
clatura del Código de Vélez-, sino también aquellos de toda otra índole a partir de
los cuales el juez pueda obtener información acerca de cómo ocurrieron los hechos
que las partes alegan en sustento de sus peticiones. De tal guisa, también serán
considerados dentro de la categoría "prueba documental" las grabaciones de audio o
video, los archivos informáticos, etc. Ello así desde la óptica procesal.
En el derecho de fondo, la definición básica de documento, la que porta el dere-
cho privado argentino como parte de la teoría general de los actos jurídicos, ha va-
riado sustancialmente con la sanción de Código Civil y Comercial nacional. El nuevo
digesto indica -en este marco- que la expresión escrita "puede tener lugar por ins-
- -
2 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado,segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
283
Los instrumentos particulares pueden estar firmados o no. Si lo están, se llaman instru-
mentos privados. Si no lo están, se los denomina instrumentos particulares no firmados;
esta categoría comprende todo escrito no h a d o , entre otros, los impresos, los registros
visuales o auditivos de cosas o hechos y, cualquiera que sea el medio empleado, los re-
gistros de la palabra y de información.
3 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal civil, t. 11, cuarta edición actualizada por Carlos Enri-
que Camps, Buenos Aires, La Ley, 2017, pág. 1652.
tos. Es, por lo tanto, requisito la firma del remitente -el tipo de firma habrá de
depender del soporte del documento: si es papel, será ológrafa; de lo contrario, podrá
ser firma electrónica o digital-, aunque algunos precedentes jurisprudenciales han
mitigado a su respecto tal exigencia, admitiendo incluso el reconocimiento forzoso
de cartas suscriptas con sobrenombres, iniciales o expresiones cariñosas o afecti-
vas cuando aquellas hayan sido escritas por parientes o amigos íntimos. A los fines
de su incorporación al proceso judicial, el Código Civil y Comercial trata la cuestión de
la correspondencia en su artículo 318:
Vemos, de este modo, que quien recibe correspondencia puede hacerla valer
como medio de prueba, a menos que sea confidencial, en cuyo caso deberá ser auto-
rizado por quien la envió.
Asimismo, las partes pueden presentar en juicio cartas entre terceros. Para
ello requieren el consentimiento de quien la recibió y, si es confidencial, también
del remitente. Pero, en tales casos, no puede hablarse de prueba instrumental, pues
la ratificación del contenido de la carta por parte de tercero comporta un caso de
prueba testimonial.
Obligados. Excepciones. Están obligadas a llevar contabilidad todas las personas jw'di-
cas privadas y quienes realizan una actividad económica organizada o son titulares de
una empresa o establecimiento comercial, industrial, agropecuario o de servicios. Cual-
quier otra persona puede llevar contabilidad si solicita su inscripción y la habilitación
de sus registros o la rubricación de los libros, como se establece en esta misma Sección.
Sin pejuicio de lo establecido en leyes especiales, quedan excluidas de las obligaciones
previstas en esta Sección las personas humanas que desarrollan profesiones liberales o
actividades agropecuarias y conexas no ejecutadas u organizadas en forma de empresa.
Se consideran conexas las actividades dirigidas a la transformación o a la enajenación
de productos agropecuarios cuando están comprendidas en el ejercicio normal de tales
actividades. También pueden ser eximidas de llevar contabilidad las actividades que,
por el volumen de su giro, resulta inconveniente sujetar a tales deberes según determi-
ne cada jurisdicción local.
Una vez establecido este deber, el mismo digesto indica cuáles son los registros
que deben ser llevados:
Estos registros, por otro lado, deben ser llevados mediante el uso de libros y con
ciertas formalidades (íd., arts. 321,323 a 329).
Ahora bien, en lo que aquí interesa -fuerza probatoria- se establece lo siguiente:
Medios de prueba. Los contratos pueden ser probados por todos los medios aptos para
llegar a una razonable convicción según las reglas de la sana crítica, y con arreglo a lo
que disponen las leyes procesales, excepto disposición legal que establezca un medio
especial. Los contratos que sea de uso instrumentar no pueden ser probados exclusiva-
mente por testigos [art. 10191.
Prueba de los contratos formales. Los contratos en los cuales la formalidad es requerida
a los ñnes probatorios pueden ser probados por otros medios, inclusive por testigos, si
hay imposibilidad de obtener la prueba de haber sido cumplida la formalidad o si existe
principio de prueba instrumental, o comienzo de ejecución. Se considera principio de
prueba instrumental cualquier instrumento que emane de la otra parte, de su causante
o de parte interesada en el asunto, que haga verosímil la existencia del contrato [art.
10201.
4 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal civil, t. 11, cuarta edición actualizada por Carlos Enri-
que Camps, La Ley, Buenos Aires, 2017, pág. 1738.
3.2.2. Personas excluidas como testigos
La ley procesal hoy vigente establece una primera excepción legal a la obliga-
ción de ser testigo: la edad. No podrá ser propuesto como testigo una persona menor
de catorce años. Si se lo hace, recaerá a su respecto un rechazo por inadmisibilidad.
En el caso de que sea mayor de catorce años, podrá ser ofrecido su testimonio aun
cuando haya constatado los hechos sobre los que declarará antes de la edad seña-
lada. Ello, por supuesto, dentro de parámetros razonables -esto es, desde que haya
tenido a la fecha del evento sobre el que habrá de declarar capacidad suficiente para
poder comprender el alcance de lo captado-.
Si, a pesar de esta exclusión, el juez, por las particulares circunstancias, admite
su declaración. ella ~ o d r áser valorada -eventualmente v de acuerdo con la ame-
ciación judicial- como un indicio más respecto de los hechos en debate, del cual se
podrá extraer -así como del resto de los elementos reunidos- presunciones para ela-
borar prueba indirecta (art. 163, inc. 5) en el marco de las reglas de la sana crítica.
Entendemos que, respecto de la edad para ser capaz a los fines de declarar
como testigo en un proceso judicial, debería ser de aplicación el nuevo paradigma
que aporta el Código Civil y Comercial en cuanto al concepto de capacidad progre-
siva que admite la indagación, en cada caso concreto, de la existencia de suficiente
madurez de una persona menor de edad para realizar actos jurídicos.
En lo atinente a este tema, el artículo 426, CPCCN, agrega un párrafo donde se
consigna que los testigos que tengan su domicilio fuera del asiento del tribunal pero
dentro de un radio de setenta kilómetros están obligados a comparecer para prestar
declaración ante el tribunal de la causa si lo solicitare la parte que los propone y el
testigo no justificare imposibilidad de concurrir ante dicho tribunal.
Continúa el CPCCBA (art. 425) indicando qué sujetos no podrán ser traídos a
juicio como testigos. Ahora se trata de los parientes y del cónyuge de alguna de las
partes. La ley busca proteger la estabilidad de los vínculos familiares, que se verían
puestos en riesgo frente a la tensión que significa emitir un testimonio ya sea en
beneficio o en perjuicio de un pariente o de su propio consorte. Por otra parte, se pre-
serva al sujeto declarante del conflicto ético que importa debatirse entre ser fiel a la
verdad constatada, por un lado, y a la persona con la que lo une un vínculo parental
o conyugal, por el otro. Sobre la base de tales fundamentos +scuetamente reseña-
dos- es que la ley dispone que no pueden ser ofrecidos como testigos los parientes
por consanguinidad y afinidad en línea directa de las partes.
Ello no impide, claro está, que, frente a situaciones especiales, el juez admita
un testigo excluido si ello constituye una vía esencial e imprescindible para llegar
a la certeza.
También se excluyen los cónyuges de las partes. La exclusión persiste aun des-
pués de una separación o divorcio vincular legalmente decretado. Más allá de la
persistencia o no del vínculo, la ley evita aquí tener que constatar si, después de
esos trámites normalmente desgastantes y causantes de nuevos enconos, el testigo
mantiene la objetividad suficiente como para dar una versión fáctica en apoyo de
una pretensión o defensa que beneficie a quien fue su cónyuge conviviente.
En materia de exclusión de testigos, la eficacia procesal indica que debe que-
dar en manos del juez, en cada caso, analizar si habrá de dar prioridad a estas
reglas que tienden a preservar la unidad y armonía entre personas que forman -o
formaron- un grupo familiar, o bien dará preeminencia a la necesidad de acceder
a la certeza judicial aceptando que declare alguno de estos sujetos excluidos por el
parentesco respecto de las partes.
Para cerrar, recordemos que el nuevo CCCN, al establecer regulaciones ritua-
les -de modo muy amplio, como lo veremos oportunamente- relativas al proceso de
familia, incluye una manda con directo impacto en los desarrollos anteriores: "Art.
711.- Testigos. Los parientes y allegados a las partes pueden ser ofrecidos como tes-
tigos. Sin embargo, según las circunstancias,el juez está facultado para no admitir
la declaración de personas menores de edad, o de los parientes que se niegan a pres-
tar declaración por motivos fundados".
Por regla -como vimos- se excluyen en la ley ritual como testigos a los parien-
tes y al cónyuge. Sin embargo, constituyen una excepción a esta regla los testimo-
nios para reconocer firmas -no digitales, por supuesto, ya que la firma digital no
requiere de este tipo de prueba corroborante para determinar su autenticidad-.
Excepción que, sin embargo, no exime del deber de declarar. Los referidos fun-
cionarios, cuando sean convocados como testigos, si bien no están obligados a concu-
rrir a tribunales -donde normalmente se desarrollan las diligencias de este tipo-,
siguen teniendo la obligación de responder. En su caso, ello se hará por escrito, con
expresa manifestación de que se lo hace bajo juramento o promesa de decir verdad
y siguiendo un interrogatorio preestablecido.
Desde otro ángulo, el testigo tiene la obligación de comparecer a la audiencia
y, una vez en ella, de contestar todas las preguntas que se le formulen. Regla que
reconoce excepciones (art. 442, CPCCBA). Más allá de las preguntas ofensivas, veja-
torias o cuya formulación sea defectuosa, donde a la oposición del testigo puede se-
guir una reformulación -o eventual eliminación- de ellas, el Código de Buenos Aires
contempla dos supuestos frente a los cuales puede válidamente omitir la respuesta.
Se trata de los casos donde esta pueda implicar el inicio de un proceso penal respec-
to del propio testigo, ponga en juego su honor o requiera para ella la revelación de
un secreto cuando existe un deber de guardarlo.
La conducta del testigo -a diferencia de lo que ocurre en general con las partes-
no se pondera teniendo en cuenta como parámetro la noción de carga procesal. A su
respecto rigen deberes establecidos concretamente por la ley y cuya violación acarrea
diversas sanciones. Uno de estos deberes -el principal- es el de declarar completa
y verídicamente respecto de los hechos por él percibidos (arts. 447, CPCCBA, y 275,
Código Penal).
3.2.5.El cuestionario
Al igual que respecto de las posiciones, existen pautas legales para la redacción
de preguntas dirigidas a un testigo que habrán de ser respetadas por el letrado de
la parte que ofrezca este tipo de pruebas, y frente a cuyo incumplimiento el juez
podrá rechazarlas tanto de oficio como frente al pedido de otro de los litigantes
realizado oralmente durante la audiencia (art. 441, CPCCBA).Se busca no solo que
las preguntas sean fácilmente entendibles por quien vaya a responderlas, sino que
también sean adecuadas a los hechos en investigación para no dilatar inútilmente
la diligencia con cuestiones inatingentes. Por eso es que deben ser claras y concre-
tas, solo referidas a un hecho por vez, y no deben hacer alusión a cuestiones técnicas,
salvo que el testigo tenga especial preparación al respecto.
Contrariamente a lo que se exige en las posiciones, aquí las preguntas no pue-
den ser confeccionadas en términos afirmativos. Deben estar orientadas a aue el
testigo desarrolle una descripción. Para eso, es importante que sean amplias, permi-
tiendo al deponente la narración de lo constatado o vivido respecto de cierto evento.
Resultan impropias las preguntas que estén concebidas en términos ofensivos o
vejatorios, esto es, las que expongan al declarante a dar versiones fácticas que -al
mismo tiempo- constituyan relatos sobre aspectos de su intimidad o que develen
circunstancias que lo descalifiquen o humillen.
Por regla no es necesario en este tipo de procesos acompañar con el ofrecimien-
to de los testigos el pliego de preguntas a tenor de las cuales deberán responder
ellos. Esta pieza será de importancia -para cumplir con la carga respectiva- al mo-
mento de la audiencia, por lo que la parte oferente puede esperar hasta esa ocasión
para introducirla en juicio.
En la ley procesal encontramos otro caso de caducidad de la prueba de testigos
que puede ser declarada aun de oficio, también sin sustanciación y mediante auto
irrecurrible (art. 435,CPCCBA). Como se señaló antes, el pliego de preguntas puede
ser presentado hasta el momento de la audiencia (art. 427,última parte, CPCCBA).
Es condición indispensable, entonces, o bien la presentación previa del pliego que
contenga el interrogatorio o bien la concurrencia de la parte que ofreció la prueba
testimonial, ya que este sujeto tiene la carga no solo de ofrecer a una determinada
persona como testigo, sino también de indicar cuál será el tenor de la indagación,
más allá de los poderes instructorios del juez al respecto.
Si ninguna de esas dos circunstancias se ve debidamente abastecida por el
litigante por sí o por apoderado, operará l a caducidad de la prueba testimonial por
resolución judicial.
sobre los hechos en debate (art. 413, CPCCBA). También el juez podrá aportar -en
ejercicio de sus poderes instructorios- sus propios interrogantes dirigidos a cual-
quiera de las partes presentes. El intercambio de ideas entre los litigantes puede
efectuarse tanto a través del juez como ante él, mediando una previa autorización
para que el debate se torne más informal, ganando en agilidad y profundidad.
Como ya se indicó, entendemos que este formato de audiencia de confesión -el
interrogatorio cruzado o libre- debe ser empleado por el juez cuando entienda que de
ese modo obtiene mayor eficacia y rinde del esencial medio probatorio de que se tra-
ta. Y aun cuando ello importe reemplazar las posiciones aportadas por los ponentes.
Frente a la oposición de alguna de las partes en audiencia, creemos que es su-
ficiente razón para el rechazo de la objeción el argumento basado en que, a criterio
del juez, esta mecánica de indagación brinda mejores perspectivas para la obtención
de datos que lleven a la certeza judicial buscada. Si bien es cierto que las posiciones
escritas pueden ser una guía para el magistrado, en modo alguno puede encontrarse
limitado por ellas.
En el artículo 415, CPCCN, vana la redacción, se amplía a "cualquier estado
del proceso" la oportunidad para el interrogatorio oficioso a las partes por el juez,
remueve la exigencia de que los litigantes se pregunten recíprocamente con autori-
zación o por intermedio del juez, y agrega -como único límite para esta tarea inda-
gatoria- que el magistrado no considere las preguntas "superfluas o improcedentes
por su contenido o forma".
5 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado, segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
Normalmente las pericias suelen ser costosas. No solo por los honorarios de los
profesionales que las efectúan, sino porque en muchos casos son necesarios ciertos
estudios o diligencias previas que requieren la inversión de dinero para su realiza-
ción. Dinero que pudo haber sido adelantado parcialmente a través del pedido que
contempla el artículo 461, CPCCBA. De allí que se prevean reglas especiales a su
respecto, que importan -en cierto modo- una alteración de la pauta genérica del
artículo 68, CPCCBA, que -como vimos- consagra el principio objetivo de la derrota
al hacer cargar con todos los gastos del proceso al que resultó vencido en la litis.
Aquí el legislador establece una distinción respecto de la prueba pericial: si
esta es común o no lo es (art. 476, CPCCBA). Será "común" la pericia si la parte con-
traria a la que la ofreció, frente al traslado que contempla el artículo 458, CPCCBA,
no se opone a su producción -o simplemente calla al respecto- o, con más razón,
cuando adhiera participando de su producción al pedir ella también puntos de peri-
cia o cuestionando los planteados por la contraria.
Por el contrario, la pericia no será "común" cuando en esa misma oportunidad
procesal -traslado o vista del art. 458, CPCCBA- la parte contraria a la que la ofre-
ce se oponga expresamente a su producción, manifestando no tener interés en ella
y absteniéndose totalmente de participar en su trámite. A partir de tales pautas,
entonces, se habrá de determinar el carácter de esta prueba.
La ley establece que el costo total (honorarios, insumos, traslados, análisis,
alquiler de instrumental, etc.) será sufragado por quien solicitó la pericia si ella no
es común. Ello así salvo "cuando aquélla hubiese sido necesaria para la solución del
pleito, circunstancia ésta que se señalará en la sentencia". En este caso y también
cuando -según entendemos- la pericia es común, su costo se incluirá dentro de los
generales del proceso y seguirá la suerte de todos ellos a tenor de las pautas genéri-
cas de imposición de costas (arts. 68 y concs., CPCCBA).
En suma, solo correrá con los gastos de la pericia la parte que la ofreció -sin
importar su condición ñnal de vencedor o vencido- si la contraparte se opuso a ella
y el dictamen constituyó una prueba prescindible. En todos los demás supuestos, el
costo de la pericia seguirá la suerte del resto de los costos del proceso. Ello es razo-
nable: si la prueba, aun rechazada por uno de los contendientes, sirvió para fundar
la sentencia que da solución a una controversia de la que es parte, eso la torna útil
al proceso y, por ello, común.
En el artículo 478, CPCCN, se brindan expresas pautas ("naturaleza, comple-
jidad, calidad y extensión en el tiempo de los respectivos trabajos") para el juez al
momento de establecer los honorarios del perito y otros auxiliares de la justicia
"conforme a los respectivos aranceles, debiendo adecuarlos, por debajo de sus topes
mínimos inclusive, a las regulaciones que se practicaren en favor de los restantes
profesionales intervinientes".
Luego se indica que, al momento de contestar el traslado del "párr. 2" del art.
459", la parte contraria a la que ofreció la prueba pericial podrá impugnar su pro-
cedencia o manifestar que no tiene interés en la pericia y que se abstendrá de par-
ticipar en ella. En el primer caso, si, no obstante habérsela declarado procedente de
la sentencia, surge que no fue de utilidad para sustentar la decisión, los gastos
de peritos y consultores técnicos serán a cargo del proponente. En el segundo caso,
estos gastos serán siempre a cargo de quien solicitó la prueba, "excepto cuando para
resolver a su favor se hiciere mérito" de la pericia.
3.4.2.Informes de instituciones
La ley autoriza al juez a requerir informes a instituciones de carácter cientí-
fico o técnico especializadas en la materia sobre la que versa el litigio respecto de
los puntos allí controvertidos (art. 475, CPCCBA). Ya sea por ofrecimiento de las
partes o por iniciativa oficiosa, el magistrado que considere pertinente contar con el
análisis y las conclusiones de una entidad prestigiosa o reconocida en el campo del
conocimiento vinculado a los temas en debate puede requerir este informe, que, a di-
ferencia de la prueba del mismo nombre, no se dirige a solicitar que se transmitan o
vuelquen los datos o la información que obra en sus archivos o registros, sino que se
estudie una cuestión controvertida para que, sobre la base de la especial formación
de los profesionales que integran ese ente y a tenor de las reglas del arte, ciencia o
técnica aplicables, emitan una opinión fundada sobre el tópico que ilustre al juez de
la causa.
El pedido se hace -en líneas generales- como lo pauta el artículo 459, inciso 2,
CPCCBA, requiriéndose el informe por oficio. La respuesta se hace por escrito. El
magistrado arbitrará los medios para que esta prueba se realice de la forma más
ágil posible.
Normalmente se recurre a universidades, academias, colegios profesionales,
consultoras especializadas,etc. La ley contempla también la posibilidad de que sean
tanto públicas como privadas. La única diferencia se establece respecto de los ho-
norarios por las tareas a realizar: a pedido de las privadas, el juez podrá fijar una
suma en tal concepto.A contrario sensu, podríamos entender que las entidades pú-
blicas no pueden exigir suma alguna por ese trabajo. Ello tendrá que ser establecido
en cada caso y quedará en la prudencia del juez su resolución, de forma tal que no
afecte la debida y célere evacuación del informe solicitado.
Mención especial cabe hacer -en los tiempos que corren- de la pericia informá-
tica. Se trata de una especialidad poco utilizada; sin embargo, creemos que ya hoy es
-y será cada vez más- necesaria con el avance del fenómeno de la informatización
de la vida. Por tal razón, jueces y abogados deberán investigar las posibilidades que
brinda esta rama del saber profesional a los fines de poder contar con los conocimien-
tos básicos para acudir a los auxilios de idóneos en las cuestiones informáticas que se
susciten en los estrados, y, de tal modo, dotar de debida eficacia procesal a un trámite
en el que estas cuestiones tecnológicas brinden pautas dirimentes del diferendo.
Los autores especializados en esta materia serán de mucha utilidad cuando
se requiera información relativa a los principios, reglas y aspectos propios de esta
pericia. Así, Veltani y Atta nos alertan acerca de la necesidad de seguir determina-
das prácticas y protocolos en la realización de las pericias de esta naturaleza, con
cuidados que van desde la toma de muestras y recolección de elementos a analizar
hasta la producción del dictamen. En concreto, nos señalan tanto la importancia de
cuidar el proceso denominado cadena de custodia como la trascedencia de respetar
protocolos preestablecidos de actuación6.
6 Veltani, J. Darío y Atta, GustavoAriel, Tratado de derecho procesal electrónico, Carlos Enrique
Camps (coautor y director),t. 11, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2015, págs. 563 y SS.
321
3.4.3.Aspectos procedimentales de la prueba de peritos
Tal como reza la ley procesal -según vimos- el juez solo declarará esta prueba
admisible si en el juicio los hechos controvertidos y conducentes son de una com-
plejidad tal que requieren para su interpretación de conocimientos especiales en
alguna ciencia, arte, industria o actividad técnica especializada.
En esas normas se describen las cargas respecto del ofrecimiento de esta prue-
ba (art. 458, CPCCBA). Este acto procesal tendrá lugar dentro de los primeros diez
días del plazo probatorio según la pauta genérica del artículo 365, CPCCBA, para el
tipo de juicio en estudio -ordinario-, ya que, como ha dicho la Corte bonaerense, los
artículos 458 y 459, CPCCBA, no resultan aplicables al proceso sumario (SCBA, ac.
52.168, 17/2/1998, "Aramburu, Néstor H. c. Bosnich de Berardi, Catalina y10 demás
herederos sldaños y perjuicios").
No bastará con peticionar que se designen peritos, sino que la parte que los
requiera tendrá que señalar concretamente cuál es la especialidad que deberán te-
ner estos expertos para poder brindar información útil al proceso. Una vez más se
aplicará aquí la noción de pertinencia de la prueba, esto es, la especialidad ofrecida
deberá guardar relación con los hechos controvertidos y conducentes para la resolu-
ción del pleito. Si ello no ocurre, el juez no hará lugar a esta prueba. Podrá ofrecerse
más de una pericia, indicándose las correspondientes especialidades requeridas.
Además, deberán incluirse también los puntos de pericia. Se trata de los inte-
rrogante~que se plantearán al experto y que este deberá evacuar sobre la base de la
observación de datos de la realidad y de los razonamientos construidos a partir de
sus particulares conocimientos en la materia.
En esta tarea -así como en la contestación del traslado que analizaremos se-
guidamente- es donde consideramos de gran trascendencia una apoyatura especia-
lizada brindada a la parte por un experto que analice los hechos desde el prisma
técnico y señale cuáles son las cuestiones a dilucidar y -más importante aún- cuáles
son las preguntas claves a realizar al perito que designe el juez con el objeto de lle-
gar más rápidamente a la verdad.
En el marco del juicio ordinario, del ofrecimiento de prueba pericial se con-
templa un traslado a la contraria. Esta bilateralización tiene lugar en el proceso
sumario con la contestación de la demanda. Para el primero de los supuestos (tras-
lado autónomo en el juicio ordinario),el plazo será el genérico (cinco días, art. 150,
CPCCBA) y correrá a partir de la notificación automática del auto que la dispone.
En los demás casos, será el término que se fije para la contestación de demanda.
Durante ese lapso, la parte contraria podrá oponerse a la prueba pericial ofre-
cida, lo cual tendrá eventualmente incidencia en la condena en costas. Con ese ob-
jetivo podrá alegar, por ejemplo, que ella no es pertinente para la averiguación de
los hechos en disputa. O bien, de no oponer reparos respecto de la prueba ofrecida,
podrá oponerlos en relación con los puntos de pericia. En este caso, criticará los que
introdujo la contraria y podrá, asimismo, incluir propios.
Cumplido este paso, el juez, si encuentra admisible la prueba, fijará una au-
diencia a la que convocará a las partes.
El artículo 459, CPCCN, contempla la intervención de un perito único. También
se agrega la posibilidad de que las partes ejerzan la facultad de designar consultor
técnico -figura que no existe en el régimen procesal de Buenos Aires-, formulen
la "manifestación a que se refiere el art. 478" (impugnación de la procedencia de la
prueba o manifestación de falta de interés en ella) o bien propongan otros puntos de
pericia u observen los ya introducidos por la contraparte -en estos casos se le confe-
rirá traslado- y la potestad del juez de elegir consultor técnico cuando los litisconsor-
tes no se ponen de acuerdo sobre la persona de este asistente de las partes.
Como se señaló, el CPCCBA contempla una audiencia para fijar pautas relati-
vas a esta prueba (art. 459, CPCCBA). La diligencia así regulada reviste una gran
importancia a los efectos de la determinación de la forma y el alcance de la prueba
pericial que habrá de realizarse en un expediente correspondiente al proceso de
conocimiento plenario.
Mediante el despacho judicial a que se alude en el artículo 458, CPCCBA, que-
dó admitida la prueba pericial y también la especialidad -o especialidades- sobre
la que se llevará a cabo. Es decir que aquí no puede ya volverse sobre tal punto.
Recuérdese que las decisiones respecto de la admisibilidad de las pruebas resultan
irrecurribles (art. 377). En esta audiencia, entonces, se avanzará en el tema deter-
minándose quién realizará la o las pericias, cuáles serán los puntos sobre los cuales
deberán expedirse los peritos designados y en qué plazo tendrán que hacerlo.
Las cuestiones a estudiar dentro del expediente por estos especialistas pueden
ser de gran envergadura y complejidad. De allí que la ley prevea la posibilidad de
que intervengan uno o tres peritos para realizar los estudios pertinentes. Si se tra-
ta de perito único, puede ser designado por el acuerdo de las partes. Si, en cambio,
acuerdan que sean tres, cada parte designará a un determinado profesional con el
aval de su contraria y la elección del tercero quedará a criterio del juez. Pero puede
darse que alguna de las partes -o ambas- no concurra o que lo haga pero no acepte
la propuesta de la contraria respecto del perito único, o bien no brinde conformidad
en relación con el que designa como parte del trío de idóneos. También se contempla
el caso de litisconsorcio y falta de acuerdo entre ellos respecto del nombre del exper-
t o de su parte. Para todos estos supuestos, frente a los que no existe posibilidad de
que las designaciones se hagan consensuadamente, la ley dispone que sea el juez el
que termine con la controversia decidiendo tanto la cantidad como la identidad de
los peritos para la causa, mediante resolución -aquí también- irrecurrible.
Se alude aquí a los peritos "particulares".La práctica forense señala que, antes
de llegar a la designación de un profesional de esta categoría, se acude o bien a los
cuerpos periciales oficiales -dependientes del Poder Judicial de que se trate- o bien
a peritos inscriptos en listados que organiza y controla también el Poder Judicial, y
que, ante el requerimiento concreto de un magistrado, son sorteados para intervenir
en determinado proceso.
Las partes, al ofrecer la prueba pericial y al contestar el respectivo traslado
conferido, ya expusieron los puntos de pericia -por un lado- y las críticas a ellos, así
como otros puntos de pericia diferentes -por el otro-. Ahora, en audiencia frente al
juez, tienen la ocasión de volver sobre el tema sustentando oralmente las razones
para mantener o modificar los puntos plasmados por escrito.
Finalmente, de esta audiencia exclusiva para la prueba pericial surgirá el pla-
zo para que el perito realice su tarea y presente su dictamen. Este será determinado
por el juez de acuerdo con la complejidad de las tareas, pero siempre dentro del
término de prueba prefijado. Si nada se dice expresamente, el plazo será de treinta
días.
En el artículo 460, CPCCN, se remite a la oportunidad de la audiencia del ar-
tículo 360 para determinar puntos de pericia, designar al perito único que interven-
drá en el juicio y establecer el plazo en el que habrá de presentar su dictamen -si
nada dice, será de quince días-.
La ley busca que sean las partes las que se pongan de acuerdo en la propuesta
de peritos y en los puntos de pericia (art. 460, CPCCBA). Ello importará economía
procesal y mayor rapidez en la tramitación de esta particular probanza.
Esta coincidencia de los litigantes es alentada en el marco de la audiencia a
la que son convocados por el juez, pero tal diligencia podrá ser reemplazada por un
escrito donde ambas partes manifiesten su conformidad tanto respecto de la iden-
tidad de los expertos que habrán de intervenir como sobre los puntos de pericia a
partir de los que tendrán que edificar su dictamen. En tales casos, si aún no se fijó
la audiencia de los artículos 458 y 459, ambos del CPCCBA, no habrá necesidad de
hacerlo, y, si ya había sido establecida, se la dejará sin efecto por carecer de sentido
ante el acuerdo a que han arribado los contendientes.
Al respecto, el artículo 462, CPCCN, señala que la actividad de las partes debe
darse antes de la audiencia del artículo 360. En esa ocasión también podrán desig-
nar consultores técnicos.
Es frecuente que la tarea de los peritos genere gastos que van más allá de los
honorarios por su labor profesional. De allí que los expertos, luego de haber acepta-
do el cargo, tienen un breve lapso para analizar el tipo de tareas que se les encarga
y determinar si deben realizar ineludiblemente estas erogaciones tempranas para
ir avanzando en los estudios periciales a su cargo.
Si entienden que ello es así, dentro del tercer día de su aceptación del cargo
habrán de requerir por escrito en el cuaderno de prueba de la parte que la haya
ofrecido un anticipo o adelanto de gastos indicando el monto solicitado y explicando
sucintamente el destino de los fondos (art. 461, CPCCBA). La figura en análisis
también opera respecto de la intervención de peritos oficiales, tal como lo señala el
artículo 14, acordada 187011979, en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, no tendrá la carga de satisfacer este requerimiento quien actúe
con beneficio de litigar sin gastos.
Frente a esa petición, el juez considerará si corresponde la entrega del dinero,
teniendo en cuenta los fundamentos del pedido y la entidad de la tarea a desplegar
por el experto. Si lo encuentra viable, ordenará que sea depositada la suma que de-
termine dentro del plazo de cinco días desde que esa providencia queda notificada
ministerio legis. La parte que tiene la carga de hacer el depósito es la que ofreció
la prueba, o bien ambas si esta es común, esto es, si la contraria no se opuso a la
realización de la pericia (con más razón si, además, propuso sus propios puntos de
pericia). Si quien tiene la carga aludida no la cumple, se configurará un caso de ca-
ducidad de la prueba pericial: ello "importará el desistimiento de la prueba", reza el
artículo pertinente en su tramo último.
Si bien limitada, existe la posibilidad de impugnar la decisión del juez que
dispone que se deposite el adelanto de gastos que pide el perito mediante recurso de
reposición: se trata de una resolución asimilable a una providencia simple a pesar
de que se dicta a pedido no de una parte, sino del perito que reviste la condición de
auxiliar de la justicia. Esta medida constituye una excepción a la regla de la irrecu-
rribilidad vigente en todo el período probatorio (art. 377).
7 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado, segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
Los litigantes podrán recurrir a este medio probatorio cuando entiendan ne-
cesario abonar la veracidad de sus dichos con las constancias que se encuentren
reunidas en registros o archivos, los que pueden ser de diferente naturaleza.
Se demanda precisión tanto en los hechos a probar ("claramente individualiza-
dos", dice la norma bonaerense) como en los datos a suministrar por el requerido. Lo
que puede requerirse de los informantes son datos o información respecto de ciertos
hechos, pero solo en la medida en que ellos encuentren respaldo en constancias
obrantes en sus registros, archivos, servidores informáticos, protocolos, constancias
contables, etc.
No solo simples datos por escrito pueden obtenerse por este medio. También
la remisión de documentos que reflejen los existentes en esos registros, tales como
certificados o testimonios de piezas allí obrantes, o, incluso, el mismo expediente.
Aquí es donde -en la práctica- se desdibuja la frontera entre la prueba de in-
formes y la documental. Sin embargo, a los fines acreditantes, la parte puede reque-
rir la remisión de trámites administrativos o judiciales por esta vía o la agregación
de documentación obrante en ellos -a través de copias certificadas- por conducto de
la figura contemplada en el artículo 374, CPCCBA. Entendemos que, más allá del
camino transitado, lo que interesa es que los datos esenciales para dilucidar el con-
flicto se incorporen al proceso resguardándose el derecho de defensa de las partes.
Los informantes pueden ser tanto entidades públicas (bancos estatales, minis-
terios, etc.) como privadas (banca privada, empresas, escribanos con registro, aboga-
dos, contadores, colegios profesionales, etc.). Las diferencias radicarán -a los fines
procedimentales apuntados- en el plazo para contestar el informe y en las sanciones
por incumplimiento.
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VI11
CAPITULO
La fase decisoria
1 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado,segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
337
Por todo ello la sentencia resulta ser una pieza procesal clave. Y de allí la enu-
meración de los recaudos que trae la norma procesal que hoy, a la luz del nuevo Có-
digo Civil y Comercial, resulta reglamentaria del deber de todos los jueces de emitir
una decisión razonablemente fundada2 que luce en el artículo 3.
El deber del juez de resolver toda cuestión que sea adecuadamente sometida a
su conocimiento no es nuevo en el derecho civil. Ya lo encontrábamos en el artículo
15 del Código de Vélez ("Los jueces no pueden dejar de juzgar bajo el pretexto de
silencio, oscuridad o insuficiencia de las leyes"). Claro que el mandato a los ma-
gistrados que imponía la más específica de sus obligaciones funcionales -juzgar,
dirimir la controversia ante ellos formalmente expuesta- se dirigía en este caso a
dar por superadas las falencias o vacíos que el orden jurídico pudiese evidenciar
frente a los requerimientos de un caso en particular. Lo novedoso en el Código Civil
y Comercial es el mandato positivado respecto de la forma en que debe ser emitido
el pronunciamiento.
En el artículo 15, el deber de resolver judicial se establecía a pesar de la insu-
ficiente o poco clara normativa aplicable. En el artículo 3, el deber de resolver viene
acompañado de la obligación de emitir una sentencia de determinada calidad.
En los ordenamientos procesales se establece genéricamente todo el trámite
previo al dictado del fallo -sus etapas, formalidades, recaudos-, con miras a que se
arribe con adecuada regularidad a la fase del llamamiento de autos. Hasta allí ha-
brán tenido lugar -al menos- dos fases esenciales dentro de los procesos judiciales:
la postulatoria y la probatoria. La esencialidad de estas radica en que justamente es
donde las partes tienen la oportunidad de desplegar actividad que haga a su dere-
cho de defensa. Estas fases son presupuesto ineludible para que pueda válidamente
ser dictada una sentencia. De estas etapas surgirán los exactos contenidos de las
pretensiones de las dos partes en contienda, así como las alegaciones jurídicas y
fácticas a su respecto.
Aquí se forja gran parte del material que -debidamente analizado mediante
un razonamiento expreso- utilizará el juez para dar su sentencia "razonablemente
fundada".
Así, cuando la Corte nacional descalifica un pronunciamiento por no ser "deri-
vación razonada del derecho vigente de acuerdo con las constancias objetivas de la
causa" -sintética versión del concepto más básico de sentencia arbitraria-, o bien
la Corte bonaerense revoca una sentencia por contener u n "error palmario, grave y
manifiesto que conduce a conclusiones contradictorias, inconciliables e incongruen-
tes con las constancias objetivas de la causa" -una de las definiciones del absurdo
como vicio de fallo-, están exigiendo que las sentencias se encuentren construidas
tal como lo requiere el artículo 3 del Código Civil y Comercial.
De otro modo, si no están "razonablemente fundadas", no pueden ser considera-
das como acto jurisdiccional válido. El núcleo central del "razonable fundamento" se
encuentra en el adecuado vínculo que debe existir -y explicitarse en el fallo- entre
los hechos acreditados y el marco legal vigente y específicamente aplicable.
Si la sentencia penal decide que el hecho no existió o que el sindicado como responsa-
ble no participó, estas circunstancias no pueden ser discutidas en el proceso civil. Si la
sentencia penal decide que un hecho no constituye delito penal o que no compromete
la responsabilidad penal del agente, en el proceso civil puede discutirse libremente ese
mismo hecho en cuanto generador de responsabilidad civil.
Esta norma contempla el caso de que la sentencia penal haya declarado que el
hecho imputado no existe o que, aun habiendo existido, el acusado no fue su autor.
No es aplicable, en cambio, cuando el pronunciamiento absolutorio, no obstante de-
clarar la existencia del hecho y la autoría del acusado, resuelve que aquel no consti-
tuye delito; o cuando, reconociendo la existencia de u n delito, no aplica la pena por
concurrir una eximente legal (art. 34, CPen.).
Ello es así, en el primer caso, porque un hecho puede no ser un delito del dere-
cho penal y serlo, en cambio, del derecho civil (arts. 1073 y SS.,CCiv.), y, en el segun-
do caso, porque la exención de responsabilidad penal no obsta a que el acusado deba
resarcir los daños ocasionados por su culpa o negligencia (arts. 1108 y SS.,CCiv.).
Mora del deudor. Principio. Mora automática. Mora del acreedor. La mora del deudor se
produce por el solo transcurso del tiempo fijado para el cumplimiento de la obligación.
El acreedor incurre en mora si el deudor le efectúa una oferta de pago de conformidad
con el artículo 867 y se rehúsa injustificadamentea recibirlo.
Excepciones al principio de la mora automática. La regla de la mora automática no rige
respecto de las obligaciones: a. sujetas a plazo tácito; si el plazo no está expresamente
determinado, pero resulta tácitamente de la naturaleza y circunstancias de la obliga-
ción, en la fecha que conforme a los usos y a la buena fe, debe cumplirse; b. sujetas a
plazo indeterminado propiamente dicho; si no hay plazo, el juez a pedido de parte, lo
debe fijar mediante el procedimiento más breve que prevea la ley local, a menos que el
acreedor opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo
caso el deudor queda constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el
cumplimiento de la obligación. En caso de duda respecto a si el plazo es tácito o indeter-
minado propiamente dicho, se considera que es tácito.
3 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado, segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
348
2.1. Desistimiento
El principio dispositivo manda que sean las partes las que tengan en sus manos
la facultad de dar inicio al proceso y la carga de su impulso hasta la sentencia de
mérito si se trata de pretensiones donde se ventilan derechos disponibles: así como
no se discute que solo a las partes compete concurrir o no a los tribunales en busca de
respuestas judiciales a sus pretensiones en ejercicio de su derecho constitucional
de acción, tampoco se controvierte el hecho de que sean esos mismos justiciables los
que puedan decidir -cuando el pleito ya no resulta útil a sus intereses- terminarlo.
De eso se trata la figura del desistimiento (art. 304, CPCCBA). Las partes in-
teresadas originalmente en que se desenvuelva la relación jurídico-procesal pierden
ese interés y desisten del trámite. Esta medida no afecta -por regla- el derecho sus-
tancial que las partes esgrimen como basamento de sus pretensiones y oposiciones,
el que podrá ser nuevamente canalizado -luego de satisfacer los gastos ocasionados
por la actividad judicial realizada- a través de un nuevo juicio, siempre y cuando no
haya operado a su respecto la prescripción.
La ley contempla el desistimiento bilateral por común acuerdo de las partes
que venían litigando, presentado por escrito ante el juez en cualquier momento an-
tes de la sentencia; ello provoca que el magistrado se limite a declarar la extinción
del proceso y ordene su archivo.
También considera el unilateral, que ocurre cuando es solo el actor quien tiene
la iniciativa del desistimiento. En estos casos, esa única manifestación de voluntad
solamente tendrá eficacia si se realiza antes de la notificación de la demanda. Luego
de ello la situación cambia, ya que en el proceso no se encuentra únicamente el actor.
Este nuevo sujeto que es incorporado a la litis -demandado- puede tener interés
en que el juicio concluya y, de esa manera, la sentencia que recaiga disipe el manto
de sospecha que el actor tendió respecto de una situación jurídica que lo involucra.
Por eso es que, a partir del traslado de la demanda, se debe requerir la confor-
midad de la otra parte para que opere el desistimiento del proceso, salvo que -claro
está- este desistimiento venga "acompañado o subsumido" por el del derecho, figura
que analizaremos a continuación.
El Código protege el citado interés del demandado, ya que, mediante su simple
oposición, hace caer la eficacia del desistimiento y el trámite sigue su curso.
Esta forma de finalización del proceso es también aplicable a los incidentes.
Distinta situación a la previamente analizada se configura cuando el desisti-
miento recae sobre el derecho (art. 305, CPCCBA). Aquí la contienda no podrá re-
novarse, ya que faltará el sustento (derecho o pretensión de fondo) de la pretensión
procesal que en este acto formal se resigna.
Por supuesto que solo puede operar esta figura respecto de derechos disponi-
bles. Será misión del juez determinar en qué casos es viable aceptar este desisti-
miento y en cuáles, por mediar motivos de orden público (la ley alude a la "natura-
leza del derecho en litigio"),ello no es posible.
La actividad judicial en estos casos se encuentra orientada por las pautas del
derecho de fondo. Vale decir, el desistimiento del derecho no vincula necesariamente
al juez, quien se encuentra autorizado para desestimarlo en el supuesto de que aquel
versara sobre derechos indisponibles. Así, entonces, en virtud de ser el desistimiento
del derecho uno de los modos anormales de terminación del proceso, requiere, para
s u plena validez y para adquirir la autoridad de cosa juzgada, la homologación ju-
dicial. A s u vez, en el supuesto de no reconocérsele eficacia al desistimiento, el juez
debe fundar la desestimación mediante una sentencia interlocutoria, guardando las
formas del artículo 161, CPCCBA.
Para el caso en que esta medida sea posible, alcanza con la sola manifestación
de voluntad del actor expresada en cualquier momento anterior a la sentencia. Esto
es, no interesa que ya se encuentre incorporado a la litis el demandado, pues ningún
interés podrá alegar frente a la extinción del derecho que configura la base de la
pretensión dirigida en s u contra, lo que en la práctica importa tanto como reconocer
libre de toda limitación el derecho de l a contraria originalmente cuestionado con la
demanda.
A diferencia de lo que ocurre con el desistimiento de la pretensión, el desisti-
miento del derecho no requiere la conformidad de la contraparte.
Presentado este tipo de desistimiento, el juez realiza el control aludido y, si lo
requerido es viable, se limita a dar por concluido el juicio mediante una resolución
homologatoria con forma de providencia simple conforme lo pauta el artículo 162,
CPCCBA, y lo recepta la jurisprudencia.
Obvia consecuencia de la extinción del derecho es la imposibilidad de iniciar
una nueva causa sobre la base de este. De ocurrir, la parte puede oponer la excepción
prevista en el artículo 345, inciso 7, CPCCBA, para repeler la pretensión. Asimismo,
el pago de las costas causídicas se impone a quien desiste, "salvo cuando se debiese
exclusivamente a cambios de legislación o jurisprudencia" (art. 73, CPCCBA).
El fundamento de la imposición de las costas a quien desiste está dado por el
hecho culpable de haber compelido a otro a intervenir en un proceso que, a la postre,
no agota los distintos estadios que completan s u total desarrollo, en virtud de la
exteriorización de voluntad de aquel de ponerle fin sin necesidad de la declaración
jurisdiccional de certeza.
Tanto el desistimiento del proceso como -con más razón- el del derecho pueden
causar graves perjuicios a quienes lo realizan. De ahí que el orden jurídico proteja
a las partes en este sentido por dos vías. En primer lugar, se establece (art. 306,
CPCCBA) que solo podrá desistirse de manera expresa, mediante escrito llevado
ante el juez. No opera presunción alguna favorable al desistimiento. En segundo
lugar, la protección opera permitiendo una revisión de lo decidido y admitiendo u n
eventual arrepentimiento y consecuente revocación. Se fija como límite temporal
el pronunciamiento del juez o bien -para los casos de desistimiento del proceso- la
constancia en el expediente de la conformidad de la contraparte.
La Corte bonaerense h a señalado, en aquel sentido, que, "conforme los térmi-
nos del art. 306, CPCCBA, el desistimiento no se presume y debe interpretarse de
manera restrictiva" (SCBA, 251212009, C. 102.209, "Bomebouche de F., Elena y otros
slsucesión c. ocupantes sldesalojo").
2.2. Allanamiento
Así como el actor, en virtud del principio dispositivo, puede intentar dar por
concluido el proceso en cualquier momento (dependiendo para lograrlo, en ciertos
casos, de la anuencia de la contraria), también el demandado puede hacer lo propio
a través del allanamiento, que implica reconocer como válido el fundamento de la
pretensión que se esgrime en su contra.
No se requiere en estos casos el acuerdo del demandante, puesto que ningún
perjuicio puede aducir quien ve admitida por su adversario la pretensión plantea-
da. De allí que pueda ser realizado el allanamiento en cualquier estado de la causa
previo a su resolución final.
Presentado el allanamiento, aquí también el juez realizará el control tendiente
a resguardar el orden público. Si entiende que se trata de un derecho plenamente
disponible, dictará sentencia conforme lo que legal y fácticamente resulte de los ac-
tuados. De lo contrario, rechazará el pedido y la causa seguirá su curso.
Si el allanamiento es reforzado con el cumplimiento simultáneo de la presta-
ción reclamada, el auto que la admita tendrá la forma de una interlocutoria.
El allanamiento puede ser total o parcial. En este último caso se produce una
escisión delpetitum original, sobreviviendo solo algunos tramos de la pretensión. El
juez, en esos supuestos, habrá de hacer lugar a la demanda en la medida del alla-
namiento y resolverá en lo demás según el derecho invocado y la prueba producida,
es decir, la causa debe proseguir en lo que se refiere a las diferencias subsistentes.
Rigen en materia de costas las excepciones a la regla general del artículo 68,
CPCCBA, que contienen los artículos 70 y 76 del mismo ordenamiento. Remitimos
al capítulo pertinente.
2.3. Transacción
Cuadra señalar que cierta clase de relaciones jurídicas, en las cuales existe un
interés social comprometido, imponen la necesidad de que, respecto de los procesos
en que ellas se controvierten, prevalezcan los poderes del juez sobre las facultades
dispositivas de las partes. Tal es lo que sucede con los procesos relativos a "derechos
en los que está comprometido el orden público" y a "derechos irrenunciables"donde
no está permitida la transacción (art. 1644, CCCN).
Tampoco pueden ser objeto de transacción -dice ese mismo artículo- los dere-
chos sobre las relaciones de familia o el estado de las personas, excepto que se trate
de derechos patrimoniales derivados de aquellos, o de otros derechos sobre los que,
expresamente, el Código admite pactar.
Cuando ello no ocurre y los derechos son plenamente disponibles, es posible
que las partes -ya inmersas en el litigio- lo modulen realizándose concesiones recí-
procas.
He ahí la esencia de la transacción, figura que delinea sus contornos a partir
de lo que establece el Código Civil y Comercial en el artículo 1641 cuando la define
como un "contrato por el cual las partes, para evitar un litigio, o ponerle fin, hacién-
dose concesiones recíprocas, extinguen obligaciones dudosas o litigiosas".
"La transacción debe hacerse por escrito. Si recae sobre derechos litigiosos
-dispone el art. 1643,CCCN- sólo es eficaz a partir de la presentación del instru-
mento firmado por los interesados ante el juez en que tramita la causa. Mientras el
instrumento no sea presentado, las partes pueden desistir de ella".
Ante la falta de certeza res~ectode la existencia o del alcance de derechos
("obligaciones dudosas"), las partes enfrentadas deciden terminar el diferendo resig-
nando cada una de ellas parte de lo pretendido. De este modo, tal forma de extinguir
obligaciones importa, si ese debate se daba en un contexto judicial ("obligaciones
litigiosas"),una manera de terminar el proceso antes de la sentencia de mérito.
El artículo 308,CPCCBA, a su vez, prescribe que "las partes podrán hacer valer
la transacción del derecho en litigio, con la presentación del convenio o suscripción
de acta ante el juez". Como se advierte, la ley procesal reproduce sustancialmente
la exigencia formal contenida en el artículo 1643,CCCN, transcripto relativo a la
presentación del instrumento firmado por los interesados ante el juzgado en que
tramita la causa, añadiendo solo la posibilidad -implícitamente comprendida en
dicho artículo- de que la transacción se documente en acta judicial.
Entonces, cuando la transacción opera como forma de terminación de una li-
tis. ella debe r e s ~ e t a rciertos condicionamientos. Por eso es aue las formalidades
que contempla la ley ritual respecto del acto bilateral en estudio deben acatar las
plasmadas por el Código Civil y Comercial en sus artículos 1642 y 1643,que, una
vez cumplidas, tendrán la misma validez que una sentencia, ya que, respecto de las
renuncias efectuadas, recaerá la cosa juzgada material y nada más podrán volver a
reclamar las partes.
Si bien es posible la existencia de transacciones fuera de juicio respecto de las
obligaciones simplemente "dudosas", si se trata de las que aquí nos interesan -acer-
ca de derechos "ya litigiosos"- conforme al artículo 1643 solo podrá realizarse tran-
sacción válida mediante escrito que contenga el acuerdo de ambas partes llevado
ante el juez interviniente.
Aquí también es requisito ineludible para la operatividad de la medida que
pase el control del orden público a cargo del juez. Solo en el caso de tratarse de de-
rechos disponibles plenamente se dará curso a la petición y se tendrán por operadas
las renuncias recíprocas contenidas en la transacción.
Recién en ese supuesto procederá su homologación a tenor de lo que indica
el artículo 162,CPCCBA, en cuanto a la forma de la resolución que hace lugar o
deniega esa convalidación oficial de lo resuelto por las partes. Operada la homolo-
gación, el convenio adquiere firmeza y para las partes tiene "la autoridad de la cosa
juzgada" (art. 850,derogado CCiv.), constituyendo la base de una eventual excep-
ción frente a pretensiones vinculadas a los derechos ya dispuestos, como lo manda
el artículo 345,inciso 7, CPCCBA, así como de una ejecución a la que se aplican las
pautas de la ejecución de sentencia, a tenor de lo previsto en el artículo 498,inciso
1,CPCCBA.
Ello sin perjuicio de que, si no está homologada (simple convenio extrajudi-
cial),pueda ser esgrimida como defensa de fondo y sometida al régimen probatorio
común.
2.4. Conciliación
Se h a definido la conciliación judicial como el acuerdo al que llegan las partes
en el marco de una propuesta efectuada por el órgano de justicia en pos de una so-
lución más útil y expedita (art. 309, CPCCBA). Hemos visto que la convocatoria a
conciliación por iniciativa del juez consiste en una potestad de la magistratura que
viene reforzada por l a necesidad de dotar de eficacia al proceso.
Entre las facultades ordenatorias se encuentra la de disponer en cualquier
momento del pleito la comparecencia personal de las partes para intentar una conci-
liación (art. 34, inc. 4, CPCCBA).Téngase en cuenta que ya las partes han planteado
formal y concretamente ante los estrados sus pretensiones y las oposiciones a estas,
con lo que han delineado los términos del conflicto. Ello autoriza válidamente a su-
poner que las instancias prejudiciales han sido transitadas sin éxito.
Sin embargo, tal circunstancia no debe desalentar al juez en el intento de per-
seguir una conciliación, ya que es muy posible que, antes de la llegada a la justicia,
no hayan existido esfuerzos idóneos de acercamiento, y, por otro lado, la intervención
de un juez que propone este tipo de soluciones recubre la diligencia conciliatoria de
otra trascendencia al dotarla de mayor solemnidad, más aún cuando ya las partes
se ven inmersas en u n juicio del que -naturalmente- pretenderán desligarse con la
mayor premura posible.
Expresamente -y ello resulta de mucha importancia a los efectos de avatares
procesales posteriores- la ley contempla que la "mera proposición de fórmulas con-
ciliatorias no importará prejuzgamiento" (art. 34, inc. 4, CPCCBA).
Por último, cabe apuntar que la conciliación está prevista como una etapa fun-
damental en el proceso de familia, trámite que en la Provincia de Buenos Aires es
llevado adelante con la participación de u n funcionario especial, propio de este fue-
ro: el consejero de familia.
Cuando las partes llegan a u n acuerdo, una vez más el juez deberá proceder a
s u homologación, tal como lo manda el artículo 162, CPCCBA. Si bien se contempla
la posibilidad de negativa a esa homologación, lo cierto es que, siendo el juez quien
propone fórmulas conciliatorias, parece raro que, si el convenio se basa en ellas, el
mismo juez deniegue s u convalidación formal. Pero puede darse el caso de que las
partes, sobre la base de esas fórmulas, realicen u n acuerdo que las exceda o impli-
que una variación t a n profunda de las pautas que importe afectación de derechos
indisponibles. E n esos casos, el juez rechazará el acuerdo fundadamente mediante
una sentencia interlocutoria (art. 162, cit., parte final).
Si se homologa, el acuerdo conciliatorio adquiere fuerza de cosa juzgada y pue-
de ser ejecutado según las reglas de los artículos 497 y siguientes, CPCCBA.
Si bien la distribución de las costas es una de las t í ~ i c a scuestiones aue tam-
bién suelen incluirse válidamente dentro del acuerdo, de nada decirse, se hará apli-
cación de la regla del artículo 73, CPCCBA, esto es, por el orden causado.
2.5. Caducidad de la instancia
El principio dispositivo es el que gobierna preponderantemente-aunque, como
veremos, no de modo absoluto- el proceso civil y comercial. Entre otras consecuen-
cias*, de ello se deriva la existencia de cargas procesales en virtud de las cuales
-como regla- es a las partes a las que incumbe mantener viva la litis.
Se trata de cargas cuyo incumplimiento o cumplimiento defectuoso da lugar
a la pérdida de la facultad no ejercitada. Estos efectos disvaliosos se aplican tanto
a cada una de las numerosas diligencias que conforman el iter procesal como a la
instancia en su integridad.
La figura de la caducidad o perención de la instancia viene, pues, a producir
efectos en este último supuesto, ya que constituye un arbitrio instituido por el le-
gislador para sancionar la inacción de los litigantes, cuya mayor carga es procurar
el impulso de la tramitación de la causa hacia su ñn natural, que es la sentencia.
Así, la caducidad de la instancia viene a encontrar justificación en tres planos.
Pues bien, corresponde aquí volver sobre la íntima relación que existe entre la
figura de la caducidad de la instancia y el principio dispositivo dentro del derecho
procesal civil y comercial. Es en el marco de la plena vigencia del dispositivo donde
se destaca la figura de la perención: si las partes y solo las partes tienen la carga de
impulsar idóneamente el proceso, la consecuencia del incumplimiento de ello debe
pesar solo contra sus intereses, ya sea perdiendo la facultad de seguir adelante con
el trámite o, incluso, perdiendo el derecho de fondo. Ese efecto negativo solo puede
explicarse si se conecta el principio dispositivo procesal con la disponibilidad de de-
rechos de fondo. De este modo, se constata que en el proceso civil y comercial la regla
4 Ver Camps, Carlos Enrique, "La dimensión actual del principio dispositivon,JA, 2005-IV-1.
354
es la existencia y la operatividad de la figura de la caducidad de la instancia. Tal es
lo dictado por las normas que prevén este instituto en las leyes procesales actuales.
En las antípodas, encontramos los casos donde la perención no juega. El le-
gislador bonaerense ha establecido como únicas excepciones las contenidas en el
artículo 313, CPCCBA: procedimientos de ejecución de sentencia, procesos suceso-
rios, de concurso, y, en general, en los voluntarios, salvo que en ellos se suscitare
controversia y cuando los procesos estuviesen pendientes de alguna resolución y la
demora en dictarla fuere imputable al tribunal. Como se puede ver, la ley contempla
excepciones al régimen de la caducidad de instancia respecto de cierto tipo de proce-
sos y de determinadas situaciones procesales.
En el primer grupo tenemos la ejecución de sentencia, procesos universales
-sucesión y concursos- y voluntarios, mientras mantengan su esencia y no muten
en contenciosos. Respecto del aludido trámite de ejecución, se ha dicho que la excep-
ción se funda en la necesidad de evitar que durante ese tramo se desnaturalice la
decisión ya pasada en autoridad de cosa juzgada, la que debe cumplirse sin importar
la demora que pudiera existir en la ejecución de esta. Respecto de las sucesiones
y los concursos, dado el orden público involucrado, se ha querido evitar que esos
importantes pleitos culminen por la sola inactividad de las partes, frustrándose el
fin último, que es la obtención de un pronunciamiento judicial que resuelva sobre
la universalidad de bienes en juego. Otro argumento que abarca las sucesiones y
los procesos voluntarios se encuentra en que la caducidad presupone una instancia
abierta, esto es, una controversia que -en principio- no aparece en este tipo de jui-
cios. Al aparecer la controversia, desaparece el fundamento de la excepción.
En el segundo supuesto encontramos las causas detenidas por inacción exclusi-
vamente imputable al órgano que tiene a su cargo el dictado de resoluciones, ya sea
a través de su titular como del secretario o de otros funcionarios con esa potestad, y
ello es comprensible, ya que, como vimos, la caducidad de instancia resulta incompa-
tible con el impulso oficioso. La ley en estos casos es estricta al fijar los supuestos en
que expresamente se excluye la operatividad de la caducidad de instancia.
Entendemos que ello encuentra razón en el hecho de que, en el marco de los de-
rechos disponibles -habitual fuente de las pretensiones procesales civiles y comercia-
les-, la regla debe ser su vigencia por los importantes fbndamentos del instituto que
analizamos: el interés privado de las partes al liberarse de procesos en su contra y el
público de la sociedad, que valora la existencia de un punto de cierre para los procesos
dilatados en el tiempo y que se beneficia de un descongestionamientode los tribunales
como directa consecuencia.
Al respecto, en el artículo 313, CPCCN, se agrega al inciso 1: "[ ...1 salvo si se
tratare de incidentes que no guardaren relación estricta con la ejecución procesal
forzada propiamente dicha". Se elimina el proceso concursa1 del inciso 2 y se agrega
uno nuevo donde se aclara que no opera la caducidad si se llamó autos para senten-
cia, salvo si se dispuso prueba de oficio; "cuando su producción dependiere de la acti-
vidad de las partes, la carga de impulsar el procedimiento existirá desde el momento
en que éstas tomaren conocimiento de las medidas ordenadas".
Sin embargo, el panorama vana profundamente cuando nos adentramos en el
ámbito de los derechos no disponibles -total o parcialmente-, esto es, donde reina
el orden público. En este otro escenario, el principio dispositivo y sus consecuencias
-entre las que se ubica la figura de la perención- se relativizan hasta, en ciertos
casos, quedar muy debilitados.
Recordemos que constituye el presupuesto básico de la caducidad de instancia
el hecho de que solo a las personas que litigan interesa el avance del proceso. Esto
cambia cuando, por ejemplo, quien litiga no lo hace solo por sí, sino en nombre o
representación de una categoría de sujetos o de una comunidad. Aparece en escena
el "derecho de defensa del grupo", aspecto novedoso para el derecho procesal clásico,
que requiere -por ende- de novedosas respuestas y adaptaciones.
Se impone, de todos modos, una aclaración. No creemos que en los casos donde
los procesos canalicen pretensiones teñidas por el orden público la caducidad de
instancia deba ser considerada inexistente de modo automático. Como vimos, ello
solo se dará de ese modo cuando la ley excluya la figura de modo preciso por las
razones de política legislativa referidas. En los demás casos, habrá que analizar los
supuestos que se configuran y realizar una adecuada interpretación de las normas
y principios en juego para llegar a la conclusión fundada del debilitamiento, la mo-
dalización o, eventualmente,la no aplicación de este instituto.
Ya se señaló que en general los derechos civiles y comerciales son disponibles
-por oposición a lo que ocurre en el derecho penal-, pero existen parcelas donde tal
disponibilidad queda de lado por la fuerte influencia del orden público. La presencia
de este elemento es, entonces, una de las claves para analizar la supervivencia -y su
medida- de la figura de la caducidad de instancia. Entendemos por "orden público",
tomando las palabras de Llambías, el "conjunto de principios eminentes -religiosos,
morales, políticos y económicos- a los cuales se vincula la digna subsistencia de la
organización
- social establecida".Y, en el campo del derecho privado -básicamente,
derecho civil-, las leyes que se refieren a estos "principios eminentes" son las que
"conciernen a la 'personalidad' (nombre, estado, capacidad, domicilio, etc.), a la 'fa-
milia' (matrimonio,parentesco, patria-potestad, tutela, curatela, etc.),a la 'herencia'
(orden sucesorio, libertad de testar, legítima, desheredación, etc.) y al 'régimen de
bienes' (dominio, condominio, propiedad horizontal, usufructo, uso, habitación, ser-
vidumbres, hipoteca, prenda y anti~resis)"~.
En estos casos, en lugar de la plena vigencia del dispositivo que pone exclusiva-
mente en cabeza de las partes privadas la carga de impulso del proceso, aparecerán
otros institutos que introducirán variaciones, llegando a aniquilar esta regla.
Uno de ellos será el ejercicio ampliado de los poderes instructoriosy, en especial,
ordenatorios del juez. Recordemos que estos "aun sin requerimiento de parte [...] po-
drán tomar medidas tendientes a evitar la paralización del proceso. A tal efecto,ven-
cido un plazo, se haya ejercido o no la facultad que corresponda, se pasará a la etapa
siguiente en el desarrollo procesal, disponiendo de oficio las medidas necesariasv6.
El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación incluye, entre los principios
propios del proceso de familia, el de la oficiosidad en la actuación de jueces especia-
lizados (art. 706, "Principios generales de los procesos de familia. El proceso en ma-
5 Llambías, Jorge J., Tratado de derecho civil. Parte general, t. I,20."edición, Lexis Nexis-Abele-
do Perrot, Buenos Aires, 2003, pág. 140.
6 Artículo 36, inciso 1, CPCCN.
teria de familia debe respetar los principios de tutela judicial efectiva, inmediación,
buena fe y lealtad procesal, oficiosidad, oralidad y acceso limitado al expediente", y
art. 709, "Principio de oficiosidad.En los procesos de familia el impulso procesal está
a cargo del juez, quien puede ordenar pruebas oficiosamente. El impulso oficioso no
procede en los asuntos de naturaleza exclusivamente económica en los que las par-
tes sean personas capaces").
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CAPÍTULO
IX
La fase recursiva
1 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado,segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
365
encarga, por lo general -con excepción de la figura de la aclaratoria y la reposición
o revocatoria (art. 238, CPCCBA)-, a un tribunal diferente de aquel que las dictó.
De tal modo, al intervenir un nuevo órgano judicial que controla el fallo, se reduce
el riesgo de error.
Cuantas más instancias revisoras existan, mayor será la justicia que podrá
lograrse con los pronunciamientos judiciales. Por el contrario, los procesos se alon-
gan y el valor seguridad jurídica y la eficacia se debilitan desde el momento que los
conflictos suscitados en el seno de la sociedad no terminan de encontrar su solución
ñnal con fuerza de cosa juzgada.
La impugnación también es un acto petitorio, al igual que la pretensión y las
oposiciones.Aquí también el recurrente actúa en el marco de su derecho de acción,
ya que, a través de esta actividad procesal, dirige una petición a las autoridades (ju-
diciales a la sazón).Autoridades aue también estarán limitadas Dor el nuevo thema
decidendum establecido por la sentencia dictada, la impugnación y, eventualmente,
la respuesta o la oposición a esa impugnación. Una vez más, aparece el marco de la
congruencia para acotar las posibilidades de actuar de quien deba efectivizar el con-
trol de una sentencia previamente dictada.
3 Camps, Carlos Enrique, "Una segunda instancia para el siglo XXIn,en Acceso al derechoprocesal
civil, obra colectiva, Augusto M. Morello (director),Libreria Editora Platense, La Plata, 2007.
tos -que conduce en muchos casos a la inapelabilidad lisa y llana- a partir de la
ponderación del monto del pleito que consagra el régimen -reformado- del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación (art. 242).
En este supuesto -en el que no procede el recurso ordinario por antonomasia
si el monto cuestionado del oroceso no suoera una determinada suma de dinero- ha
operado una modificación legislativa en la que no solo se mantuvo la limitación, sino
que se agregó un aspecto operativo que puede considerarse sancionador del abuso
procesal: habiéndose determinado que el monto sobre el que se habrá de aplicar el
cómputo del monto mínimo es el de lo requerido en demanda o reconvención, si este
monto es reducido en sentencia en un veinte por ciento o más, se habrá de tomar -a
los fines de determinar la inapelabilidad- la cifra del fallo. Ninguna de estas limita-
ciones a la apelabilidad -aunque resistidas por las partes a quienes perjudican- han
sido descalificadas: en toda ellas obra un mandato claro del legislador.
Lo contrario, esto es, el silencio legislativo frente a la posibilidad de revisión de
una sentencia definitiva de primera instancia, no puede -en ningún caso- entender-
se como la negación de tan trascendente derecho que, de acuerdo con la doctrina que
refkerza el valioso precedente que dejamos anotado, pasa a formar parte del derecho
constitucional al debido proceso.
1.2. La casación
Siempre situados en el contexto de la teoría general de la impugnación, pa-
samos ahora al último nivel de revisión de las resoluciones judiciales dentro de
una provincia: el control casatorio. En esta nueva etapa del proceso -que solo po-
drá abrirse en la medida en que se reúna una serie de condiciones que habrán de
ser analizadas luego-, el tribunal que tiene competencia para resolver planteos
es -por lo común- el superior órgano de justicia de cada provincia, y el andarivel
procesal a estos fines lo conforman los denominados recursos extraordinarios o de
casación.
En la Provincia de Buenos Aires, ese tribunal es la Suprema Corte de Justicia y
los recursos a utilizar son los de inaplicabilidad de ley o doctrina legal, de nulidad
y de inconstitucionalidad. En esta provincia y dentro del fuero civil y comercial -así
como el laboral y el de familia, por las similitudes que presentan con aquel-, la fun-
ción casatoria respecto de derecho común y procesal se ejerce por conducto de las vías
referidas.
Entendemos por casación la función jurisdiccional de superiores tribunales en
virtud de la cual, a través de los recursos mencionados, revisan pronunciamientos de
órganos judiciales inferiores cuidando de que exista coherencia en la aplicación
de la jurisprudencia (funciónuniformadora),correcta subsunción normativa (función
nomofiláctica) y una justa resolución del litigio (función dikelógica).
Las cortes, al producir sentencias, están creando "doctrina legal" y fijando pau-
tas unívocas respecto de las cuestiones y normas vinculadas. Si bien las cámaras
de apelación son plenamente libres de resolver de acuerdo con el criterio de sus
jueces -salvo lo previsto en la ley bonaerense 5827 respecto de los fallos plenarios-,
esas resoluciones podrán ser eventualmente descalificadas por la Suprema Corte de
Buenos Aires si no respetan la "doctrina legal" por ella sentada.
La finalidad de este mecanismo es la búsqueda de la seguridad jurídica, uno de
los pilares de la paz social. Se intenta lograr que los litigantes tengan la posibilidad
de prever con bastante aproximación cuál será la respuesta estatal frente a ciertas
conductas y que -por otro lado- esas respuestas sean equivalentes en supuestos
equivalentes, aun cuando cambie el órgano decisor. Tal la función de unificación de
jurisprudencia, esencial dentro de la actividad casatoria.
Pero no se detiene allí la tarea de estos máximos tribunales. Estos órganos
judiciales -de máximo rango en el ámbito provincial- son los últimos contralores de
la legalidad. La sentencia es una norma individual que -una vez firme- integrará
el orden jurídico. Para que esa inserción se produzca válidamente debe haber sido
construida por un tribunal competente respetando tanto la ley de fondo como la
ritual: los tribunales de alzada y colegiados de única instancia pueden incurrir en
transgresiones normativas -en sentido lato- y esos desvíos deben ser corregidos por
los superiores tribunales de provincia, para así obtener un fallo nuevo, saneado y
eficaz.
Finalmente, la doctrina moderna agrega una tercera misión dentro del papel
casatorio, que hoy bien podemos vincularla a la eficacia del proceso: la de buscar la
justicia del caso. De tal manera, la SCBA -como última mirada dentro de la Provin-
cia de Buenos Aires sobre los casos llevados ante los estrados judiciales- no puede
ser indiferente a soluciones en las aue se evidencie la existencia de un su~uestode
exceso de rito, o de flagrante violación al derecho de defensa, o de inadecuada -en
grado extremo- ponderación de la prueba o de incoherencia en el discurso judicial,
entre otras hipótesis.
La casación civil y comercial tiene, en la Provincia de Buenos Aires, jerarquía
supralegal. La Constitución local desde antiguo ha contemplado estas especiales
figuras recursivas de manera expresa en su texto.
Al recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley o doctrina legal hace refe-
rencia cuando señala que la Suprema Corte de Justicia "conoce y resuelve en grado
de apelación: a) De la aplicabilidad de la ley en que los tribunales de justicia en
última instancia, funden su sentencia sobre la cuestión que por ella deciden, con las
restricciones que las leyes de procedimientos establezcan a esta clase de recursos"
(art. 161, inc. 3). En los artículos 168 y 171 contempla formalidades específicas de
las sentencias de tribunales de segunda o única instancia cuya transgresión dará
lugar al recurso extraordinario de nulidad que surge en forma expresa del artículo
161, inciso 3,apartado b. Y cuando se refiere a la posibilidad de que la Corte inter-
venga en virtud de "jurisdicción [...] de apelación para conocer y resolver acerca de
la constitucionalidad o inconstitucionalidad de leyes, decretos, ordenanzas o regla-
mentos que estatuyan sobre materia regida por esta Constitución y se controvierta
por parte interesada", está consagrando el recurso extraordinario de inconstitucio-
nalidad (art. 161, inc. 1).
De allí que la ley procesal no haga más que reglamentar el funcionamiento de
estas figuras. Los condicionamientos que se han dispuesto -respecto, básicamen-
te, del recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley o doctrina legal- han sido
considerados válidos a partir de que la misma Constitución los contempla al hacer
referencia, como vimos, en el artículo 161, inciso 3, apartado a, parte ñnal, a las
"restricciones que las leyes de procedimientos establezcan a esta clase de recursos".
4 Camps, Carlos Enrique, "El mal llamado 'certiorari bonaerense' y la eficacia del proceso en
casaciónn,SJA, 2012/05/30-3;
JA, 2012-11-913.
mente análogos. En tal supuesto se considerará suficiente fundamento la referencia a
los precedentes aplicados y la cita del presente texto legal. Con carácter excepcional, la
Suprema Corte de Justicia podrá dar trámite a los recursos de inaplicabilidad de ley
que no superasen las limitaciones legales fijadas en razón del valor del litigio o la cuan-
tía de la pena, si según su sana discreción mediare gravedad institucional o un notorio
interés público, o bien si considerare indispensable establecer doctrina legal, siempre
que se tratare de dirimir cuestiones jurídicas relativas al derecho de fondo aplicable y
el recurrente hubiese formulado adecuado planteo en tal sentido.
2. Recursos ordinarios
2.1. La aclaratoria
La aclaratoria es el medio revisor por el cual el mismo juez o tribunal que dictó
una resolución completa o corrige la expresión original de su voluntad decisoria
al expedirse sobre algún punto omitido, aclarar alguna expresión confusa, corregir
errores numéricos en los que pudo haber incurrido, etc.
No está regulado entre los recursos ordinarios ni en el CPCCBA ni en el
CPCCN, sino que se la encuentra entre las facultades instructorias de los jueces y,
luego, cuando se diseñan las pautas de la actividad decisoria y de la que sigue al
dictado de sentencias de primera y segunda instancia. Es, justamente, con motivo
de analizar tales cuestiones que nos referimos a esta vía de corrección o revisión,
según sea ejercido de oficio o a pedido de parte. A esos desarrollos, pues, remitimos.
5 Corte Sup., 9/3/2010, causa C. 969. XLV., in re "Catani, Néstor E. y ot. v. Sambuco, Reynaldo S/
cumplimiento de contraton.
374
el proceso se desarrolle, o bien ordenan actos de simple ejecución. El juez atiende el
pedido de una de las partes y resuelve sin más. Lo dicho no obsta a que los litigantes
se vean agraviados por lo resuelto. Por eso, una vez dictada la providencia simple,
cualquiera de ellos puede atacarla por vía de la reposición.
Constituye -la reposición- un caso excepcional en la teoría de la impugnación,
ya que está previsto que sea el mismo juez que dictó la resolución el que la analice
y, eventualmente, la reponga o "revoque por contrario imperio" -de allí el nombre
"revocatoria", con el que también se conoce esta figura-, dictando una nueva que la
reemplazará.
La ley menciona dos categorías de providencias simples: las que causan y las
que no causan agravio irreparable. Esta diferencia tendrá trascendencia a los fi-
nes de determinar si, frustrada la vía de la reposición, quedan otros mecanismos
para seguir intentando la modificación de lo resuelto. Por caso, la ley (art. 242,
inc. 3, CPCCBA) prevé entre las resoluciones atacables por recurso de apelación las
"providencias simples que causen un gravamen que no pueda ser reparado por la
sentencia definitiva".
Aun cuando el recurso de reposición fuera inadmisible por no tratarse la ata-
cada por este medio de providencia simple, nada obsta a la concesión del recurso
de apelación en subsidio, como si este hubiera sido interpuesto directamente. Lo
contrario importaría un exceso ritual frustratorio de los ñnes últimos de la jurisdic-
ción? A los efectos del específico trámite del recurso de revocatoria, en nada cambia
si la providencia simple pertenece a una u otra categoría.
Por regla, la reposición se plantea por escrito (art. 239, CPCCBA). Sin embar-
go, esta pauta admite una excepción: el caso de las revocatorias contra decisiones
adoptadas en el marco de una audiencia. Allí, el recurso habrá de introducirse ver-
balmente por parte del letrado de la parte perjudicada, y de ello quedará constancia
en el acta respectiva.
Ya sea a través de un escrito o en forma verbal, la interposición de este recur-
so deberá venir acompañada por los fundamentos de la revisión. Esto es, deberán
explicitarse los agravios que causa la medida adoptada de donde surja la confi-
guración del concreto perjuicio alegado. Planteado ese agravio, será el juez quien
determine su suficiencia a los ñnes de dejar sin efecto una decisión judicial. Por otro
lado, también habrá que describir el vicio en el que se ha incurrido y por el cual se
requiere que el magistrado revoque la decisión.
Téngase en cuenta que, si bien no existe obligación de dar fundamento en las
providencias simples, no por ello el juez habrá de desoír las mandas legales vigentes
y aplicables al caso en estudio, apartándose de ellas para brindar la solución que
plasma en tales proveídos. La falta de cumplimiento de estos recaudos de funda-
mentación puede dar lugar al rechazo in limine del recurso.
6 Camps, Carlos Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires.
Anotado, comentado y concordado, segunda edición aumentada, corregida y actualizada, 3 to-
mos, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012.
375
El plazo para plantear el recurso de reposición es breve: tan solo tres días des-
de la notificación de la providencia que se considera viciada. Por lo general, este tipo
de resoluciones se notifica de manera automática o ministerio legis.
Nada veda que este recurso se utilice ante la cámara: solo procede en la alzada
contra resoluciones simples dictadas por el presidente del tribunal, pero no -natu-
ralmente- contra resoluciones interlocutorias emanadas de la sala.
2.2.1.Audiencia de la contraparte
El mismo juez que dictó el auto supuestamente viciado será quien tendrá a
su carno resolver -revocatoria mediante- si esa resolución es correcta o no. Esa
decisión del juez podrá adoptarse con audiencia de las partes o sin ella (art. 240,
CPCCBA).
Habrá traslado a una de las partes cuando el auto recurrido haya sido dictado
a su pedido y la revocatoria la plantea la contraria. No está previsto el traslado, en
cambio, si la providencia simple se dictó de oficio o a solicitud de la misma parte
que ahora intenta la modificación del auto. Se resguarda, en definitiva, el derecho
de defensa de quien requirió el dictado de una resolución con la cual -a la postre-
se conformó, ante el embate que contra ella realiza su contraparte por entenderla
perjudicial a sus intereses. Ello bajo sanción de nulidad.
Cuando existe traslado, deberá evacuarse dentro de los tres días si el recurso es
escrito, mientras que, si tiene lugar en forma verbal y en el marco de una audiencia,
allí mismo deberá ser contestado por la parte requerida.
Aunque se trata de un caso infrecuente, puede existir la necesidad de que se
realicen actividades probatorias previas a la resolución de una revocatoria. Para
ello, la ley contempla la vía paralela de los incidentes a través de la que tramitará
el recurso.
Serán de aplicación -en lo pertinente, en la Provincia de Buenos Aires- las
reglas de los artículos 175 a 187, CPCCBA.
Serán inapelables las sentencias definitivas y las demás resoluciones cualquiera fuere
su naturaleza, que se dicten en procesos en los que el monto cuestionado sea inferior a
la suma de pesos veinte mil ($20.000).
Anualmente, la Corte Suprema de Justicia de la Nación adecuará, si correspondiere,el
monto establecido en el párrafo anterior.
A los efectos de determinar la inapelabilidad de una sentencia o resolución, se estará al
monto que rija en la fecha de presentación de la demanda o de la reconvención. Si al mo-
mento de dictarse la sentencia se reconociera una suma inferior en un veinte por ciento
(20%)a la reclamada por las partes, la inapelabilidad se determinará de conformidad
con el capital que en deñnitiva se reconozca en la sentencia.
Esta disposición no será aplicable a los procesos de alimentos y en los que se pretenda
el desalojo de inmuebles o en aquellos donde se discuta la aplicación de sanciones pro-
cesales.
La inapelabilidad por el monto establecida en el presente artículo no comprende 10s
recursos deducidos contra las regulaciones de honorarios.
2.3.2. El trámite de la apelación
Como ya lo adelantamos, el recurso de apelación es una herramienta procesal
aplicable a una enorme cantidad de situaciones. Se trata de un instituto muy versá-
til por permitir la revisión de diferentes tipos de resoluciones dictadas en diversos
tipos de proceso y respecto de distintos tipos de vicios, todo ello en el marco de varia-
das pretensiones. De allí que se hayan previsto formas de tramitación que, ante un
mismo recurso, posibilitan que se lo adapte a los requerimientos de cada pretensión
(art. 243, CPCCBA). Por un lado, la apelación tramitará libremente o en relación.
Por otro, también podrá hacerlo con efecto suspensivo o no suspensivo. Finalmente,
en forma inmediata o diferida.
La expresión de agravios
La expresión de agravios es el acto jurídico a través del cual las partes exponen
las razones por las que requieren la modificación de lo decidido por el juez de pri-
mera instancia. Por tal razón, en la expresión de agravios solo sobreviven aquellos
aspectos de la pretensión -o de la oposición- que no fueron receptados de manera
favorable. Allí se encuentra el "agravio" y determinará el alcance del interés para
recurrir.
Y -fundamentalmente- la crítica que contiene esta expresión de agravios, a
diferencia de lo que ocurre en la demanda, habrá de enderezarse contra el razona-
miento del juzgador que, por lo general, no hizo lugar al pedimento en su integridad,
si se trata del actor, o no acogió íntegramente la oposición, si se trata del demandado.
Como ya se adelantó, la expresión de agravios no difiere en esencia del memo-
rial. En ambas piezas uno de los litigantes debe exponer detallada y analíticamente
los vicios que endilga al fallo, indicando las normas violadas. La transgresión puede
referirse a mandas procesales, del derecho de fondo, constitucionales o, incluso, con-
vencionales. Deberá también señalar el perjuicio que le causa la sentencia adversa;
ello importa la demostración del interés que lo lleva a recurrir intentando cambiar
una norma individual creada por la magistratura.
Existe, sin embargo, un elemento diferenciador muy importante entre la expre-
sión de agravios y el memorial, y ello deviene de las diferentes formas de conceder
-y tramitar- el recurso de apelación a las que esos actos procesales se vinculan. El
recurso concedido en relación limita la actuación de la cámara, ya que solo le permi-
te abordar la apelación sobre la base de las constancias del expediente reunidas en
la instancia inferior.
En cambio, el recurso concedido libremente amplía en mucho estas potestades.
En este marco son posibles las alegaciones de hechos nuevos, así como la apertura
a prueba con los alcances que luego se analizarán. Ello hace que el contenido de la
expresión de agravios pueda tener otro vuelo, mayor al del memorial: el recurrente,
aquí, confiado en que la tarea probatoria en segunda instancia será exitosa, podrá
sustentar sus argumentos en circunstancias fácticas diferentes de las que tuvo por
acreditadas el juez de primera instancia, sin perjuicio de la incidencia que esta nue-
va realidad tendrá en el plano de la subsunción normativa.
Prueba en cámara
Para los casos de la apelación concedida libremente y siempre que se haya
efectuado de manera fundada el requerimiento de apertura a prueba que prevé la
ley, la cámara podrá disponer u n plazo probatorio en el mismo acto en que admite
la prueba ofrecida. A partir de aquí y en lo concerniente a la producción de esta, las
reglas a aplicar serán las que operan en primera instancia. Por supuesto, el tribunal
de alzada deberá utilizar, de todo ese conjunto de disposiciones, aquellas que fueren
compatibles con u n trámite de revisión (doble límite de congruencia -el de la etapa
postulatoria y el de la apelación- medida del agravio del recurrente, sentencia ya
dictada como punto de partida, etc.).
Alegatos
Una vez concluida la etapa probatoria -cuyo plazo será determinado por la
cámara de acuerdo con la complejidad de la tarea a desarrollar- se permite a las
partes la introducción de alegatos (art. 257, CPCCBA), al igual que en primera ins-
tancia, según lo manda el artículo 480, CPCCBA.
Los alegatos son actos procesales escritos que contienen una ponderación he-
cha por el letrado del litigante respecto de las probanzas reunidas y la emisión de
conclusiones acerca de cuál debena ser el sentido jurídico que a ellas debe dar el
juzgador. Sin embargo, en la alzada no se admite el retiro del expediente para estu-
diarlo detenidamente y elaborar esa pieza con mayor minuciosidad.
El plazo para presentar "el alegato es de seis días", reza la norma. Al no dar el
CPCCBA en este punto mayores precisiones, será necesario integrar tal manda con
las reglas generales de la prueba en primera instancia, como se lo ordena en el inicio
del artículo 257, CPCCBA.Tomando lo pertinente, entonces, del artículo 480, CPCC-
BA, entendemos que, al igual que en primera instancia, todas las partes tienen el
mismo plazo de seis días para presentar s u alegato ("el alegato", dice la letra de la
ley). La única diferencia es que, al no operar aquí el retiro del expediente, el plazo
de seis días es único e inmodificable, y no acumulativo como en aquel caso (seis días
por cada parte litigante).
Este término empieza a correr desde el momento en que se notifica el auto que
da por finalizado el plazo probatorio y ordena la agregación de la prueba producida.
Como se dijo, corre para todas las partes al mismo tiempo y vence al sexto día res-
pecto de todos los litigantes. E n el juicio "sumario" no proceden los alegatos, según
manda el artículo 493, CPCCBA. Se prevé la posibilidad de que el alegato ante la
cámara se practique en forma oral (art. 259, CPCCBA). Esta figura (alegato in voce)
h a quedado prácticamente derogada por s u falta de uso.
La ley reitera la obligación de los jueces (aquí, de los integrantes de la cámara
de apelación) de cumplir con el principio de inmediación (art. 258, CPCCBA). Con-
cretamente, participando en forma personal en las diligencias probatorias que se
realicen en la segunda instancia. Ello condicionado a que las partes lo requieran
expresamente con no menos de dos días de anticipación,tal como reza el artículo 34,
inciso 1,CPCCBA.
El artículo 263, CPCCN, indica que los miembros del tribunal asistirán a las
diligencias de prueba en los supuestos que la ley establece. Permanece la referencia
al requerimiento previo de las partes con remisión al artículo 34, inciso 1, que en su
actual redacción no contempla esa posibilidad.
2.3.24. El acuerdo
Se denomina así la formal reunión de los jueces que integran un cuerpo cole-
giado a los efectos de emitir algún tipo de resolución. En forma previa a ese acuerdo,
el expediente es estudiado individualmente por cada camarista y luego se emiten
los respectivos votos.
El orden de estudio y de votación de las causas se determina al azar por un
sorteo que se realiza al menos dos veces por mes, de acuerdo con la ley bonaerense.
3. Recursos extraordinarios
3.1. Los recursos extraordinarios provinciales
3.1.1. El control de la aplicación del derecho y de la jurisprudencia: e2
recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley o doctrina legal
El estudio de estas vías de control casatorio7 se realizará sobre la base de las
figuras que contempla el ordenamiento procesal de la Provincia de Buenos Aires,
atento a la antigüedad de tales institutos y a la profksa jurisprudencia generada
en s u derredor por la Suprema Corte de Justicia. Las pautas correspondientes a
estos recursos son aplicables -previa adaptación al particular diseño recursivo local
cuando sea pertinente- a los mecanismos casatorios similares que pueden hallarse
en todas las demás provincias argentinas.
Así, corresponde adentrarnos en el estudio del recurso de inaplicabilidad de ley
o doctrina legal, recurso extraordinario que primero y más exhaustivamente regula
el CPCCBA, estableciendo en forma detallada sus elementos (art. 278, CPCCBA).
Las sentencias que pueden ser objeto del recurso extraordinario de inaplica-
bilidad de ley o doctrina legal de acuerdo con las previsiones del CPCCBA son las
que surjan de las cámaras de apelación en lo civil y comercial o de los tribunales
colegiados de instancia única. Respecto de los colegiados de única instancia, luego
de la reforma que disolvió los tribunales de familia, solo existen en la Provincia de
Buenos Aires los del fuero laboral, que, si bien con normas procesales propias, apli-
can supletoriamente el CPCCBA (art. 63, ley 11.653).
Como ya lo señalamos, no todos los procesos pueden llegar a la Corte por la vía
del recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley o doctrina legal, sino solo aque-
llos donde lo resuelto en segunda instancia genere un agravio que supere cierto piso
en cuanto al valor económico. Ello presupone que el objeto del juicio sea susceptible
de apreciación pecuniaria.
Quedan excluidos, por lo tanto, aquellos procesos en los que "el valor del litigio
fuera indeterminado o no susceptible de apreciación pecuniaria" (art. 280, CPCCBA).
El monto del agravio debe ser -como mínimo- de 500 jus, la unidad arancelaria
para remunerar las tareas de los abogados cuyo valor es fijado por la SCBA, a partir
de la reforma de la ley 14.141. Antes, se trataba de una suma fija ($25.000). Esta
modificación ha buscado, como principal objetivo, "restablecer el rol que le compete
al máximo tribunal de iusticia de la ~rovincia.manteniendo el carácter extraordina-
rio de s u interven~ión"~.A partir de los conflictos originados por el referido cambio
de normativa en lo que hace al régimen a aplicar a los trámites en curso, la SCBA
ha recordado -frente a la renovada tanda de impugnaciones a las exigencias basa-
das en estos nuevos montos- su tradicional doctrina relativa a que los recaudos de
admisibilidad habrán de ser evaluados a la fecha de la interposición del recurso. El
valor del jus vigente a ese día será el computable a los fines pertinentes.
En el caso de litisconsorcio, la regla es la siguiente: para que sea admisible
el recurso deben contabilizarse los suietos aue individualmente reclamen más de
aquella suma. Si estos sujetos son mayoría dentro de l a parte plurisubjetiva, enton-
ces el recurso cumple con la condición de admisibilidad en estudio.
La SCBA h a avalado reiteradamente -tanto de forma directa como indirecta
(SCBA, ac. 82.059, 19/9/2001, "Cacciabue, Nilda A. c. La Banda, Juan C. y otro S/
desalojo por falta de pago - recurso de quejan)- la validez constitucional de esta res-
tricción al acceso a la órbita extraordinaria.
Solo podrá prosperar este recurso -por esta causal- si se alega y demuestra
acabadamente que el tribunal a quo ha violado la ley. Así, una gran división en esta
tarea puede darse entre los conceptos de violación y errónea aplicación, ambos con-
tenidos en el mentado artículo 279, CPCCBA, y que conformarían dos especies de la
categoría o género "inaplicabilidad"que surge -a contrario sensu- del artículo 161,
inciso 3.a, de la Constitución provincial, y, de modo expreso, de la denominación que
a este recurso extraordinario le da el Código ritual.
Habría "violación"de la ley -lato sensu- cuando la cámara elige mal el derecho
aplicable. Ello ocurre si la norma que se utiliza para fundar la sentencia no es la
que corresponde al caso. 0, supuesto más grosero aún, si se utilizó una norma de-
rogada o, por algún otro motivo, no vigente. Normalmente en estos casos hay una
doble situación de "inaplicación"de la ley, ya que se viola la ley inatingente que, sin
embargo, se aplicó causando agravio y, al mismo tiempo, se viola la ley atingente que
se dejó de aplicar.
Habrá, por otro lado, "errónea aplicación"cuando se elija bien la normativa que
corresponde al caso pero se la aplique mal. Se configuran de este modo otros casos
de "inaplicabilidad". También se alude a estos yerros como supuestos de "errónea
interpretación" o "desinterpretación". Una norma, entonces, bien seleccionada pero
mal aplicada en la litis da lugar a diferentes fenómenos.
Algunos de ellos son la modificación del sentido normativo (cuando se selec-
ciona bien la manda pero se extraen de ella consecuencias que no fueron las pre-
vistas por el legislador o las atribuidas a la norma por interpretación indiscutida
de los tribunales).
. , la indebida selección de uno de los sentidos normativos (cuando
la norma debidamente seleccionada permite más de una interpretación posible y,
existiendo otra u otras que mejorarían la situación de la parte, el tribunal escoge
aquella o aquellas también posibles pero que causan agravio a la parte), la indebida
aplicación analógica de la norma (cuando se utiliza incorrectamente tal criterio),el
caso de la autocontradicción (supuesto en el que, luego de resolverse una cuestión en
determinado sentido en los considerandos, al dictarse el fallo se dispone lo contrario,
siempre con sustento en la norma adecuada),etc.
Por definición, los superiores órganos judiciales de las provincias son tribuna-
les de derecho. Solo planteos jurídicos deben llevarse a sus estrados mediante recur-
sos extraordinarios.Sin embargo, y por creación pretoriana, la SCBA ha entendido
importante habilitar una vía para que se puedan ventilar muy excepcionalmente
planteos de hecho. Se trata de la figura del absurdo.
Enclavada en el marco del recurso extraordinariode inaplicabilidad de ley o doc-
trina legal y normalmente relacionada con la violación de las normas procesales que
regulan la actividad valorativa de las probanzas por parte de los jueces -por lo
que solía exigirse la cita de estos artículos, aunque hoy no es uniforme este último
criterio-, esta figura permite ejercitar la función "dikelógica" de la casación, al dar
lugar a que se cuestione la forma en que los magistrados de grado han ponderado
las circunstancias fácticas de un juicio y han obtenido, a partir de ellas, las conclu-
siones que fundamentan el fallo. Se persigue -en última instancia- corregir esas
injusticias cuando ha mediado un error grosero, grave, notorio, con quiebre de las
reglas que gobiernan el razonamiento judicial, con apartamiento de las constancias
objetivas de la causa.
La Corte bonaerense lo ha deñnido como "el error palmario, grave y manifiesto
que conduce a conclusiones contradictorias, inconciliables e incongruentes con las
constancias objetivas de la causa. Su demostración debe ser fehaciente y su percep-
ción ostensible" (SCBA, ac. 78.294,191212002,"Lo Prete, Doménica c. Diez, Felipe N.
y otro sldaños y perjuicios"). La figura encuentra cierto correlato con ciertas formas
de la "arbitrariedad" acuñada por la Corte federal, donde se persigue -entre otros-
el mismo objetivo.
El error que da lugar al "absurdo" puede surgir tanto de una incorrecta valo-
ración de los hechos de la causa (absurdo material), sea por desinterpretación de la
prueba, sea por dejar de lado prueba esencial, sea por obtener erradamente conclu-
siones de la prueba existente, etc., como de la indebida forma de razonar del a quo
(absurdo formal), violándose las básicas reglas de la lógica. En todos los casos, el
yerro debe ser palmario, evidente.
No cualquier error entra en la categoría excepcional del "absurdo". Es frecuen-
te que los litigantes pretendan hacer ver que se ha configurado "absurdo" cuando
en realidad solo existe un razonamiento discrepante respecto del vertido en el fa-
llo por el juzgador. Estos intentos están destinados al fracaso mientras no vengan
acompañados de la acabada acreditación del vicio descripto, ya que no puede la
Corte sustituir con el propio juicio en cuestiones de hecho y prueba el de los jueces
de mérito, desde el momento en que el absurdo no queda configurado aun cuando el
razonamiento de los sentenciantes pudiere ser calificado de objetable, discutible o
poco convincente.
El fallo que surge de la Corte -como todo aquel que dimana de órganos juris-
diccionales colegiados- viene precedido de un acuerdo (art. 287, CPCCBA).En este
caso, la ley requiere en el acuerdo ciertos elementos que habrán de reflejarse luego
en la estructura de la sentencia.
De tal modo, el Código pide que se realice un previo planteamiento de las cues-
tiones que específicamente serán abordadas y resueltas en torno a la aplicabilidad
de la ley o de la doctrina legal. Ello así para que las diferentes opiniones de los mi-
nistros que intervengan se circunscriban concretamente a la cuestión debatida de la
procedencia de las causales casatorias mencionadas.
Respecto de cada una de las cuestiones planteadas previamente -que en la
práctica tienen forma de interrogante-, cada juez emitirá individualmente un voto
fundado. Debe dar las razones de por qué responde en forma afirmativa o negativa
al planteo propuesto. Se admite el voto por adhesión al de otro colega. Se entiende
en estos casos que el magistrado "adherente" hace propias las palabras de la opi-
nión que comparte. Se debe respetar el orden planteado de las cuestiones, obrando
respecto de cada una de ellas el voto de cada juez interviniente. Se busca que la
solución esté sustentada en la "mayoría absoluta de votos".
Concluido el acuerdo, tiene lugar el dictado de la sentencia (art. 288, CPCCBA).
Ella, por ahora, se mantiene en el formato papel. Allí se volcarán por escrito las opi-
niones de cada uno de los ministros respecto de cada una de las cuestiones plantea-
das. Se firmarán por todos los intervinientes ante el secretario respectivo dos origi-
nales: uno se incorpora al expediente y el otro se conservará como parte del protocolo
de sentencias de cada secretaría actuaria de la SCBA, dándose a publicidad -con las
restricciones que impongan algunos casos especiales- por los canales habituales: pu-
blicación en el sistema JUBA o bien por conducto de la incorporación de estos textos
en la página web de la Corte, etc.
Admite la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia el planteo de acla-
ratoria contra sus propias sentencias. Los motivos son los comunes de esta figura (y
que pueden verse en los arts. 36, inc. 3, y 166, inc. 2, CPCCBA) y, en cuanto al plazo,
también pretorianamente se ha aceptado el que la ley reserva para la aclaratoria
contra sentencia de cámara: cinco días (art. 267, CPCCBA). Como en todos los casos,
el planteo de la aclaratoria no suspende el plazo para la interposición del recurso
extraordinario federal.
La ley prevé el contenido del fallo de la corte provincial, el cual dependerá
de la postura mayoritaria en relación con la procedencia de las causales argüidas
(art. 289, CPCCBA). Si se considera que el tribunal de segunda o única instancia
ha violado la ley o la doctrina legal, deberá así declararlo, indicándose cuál fue la
norma o la doctrina de esa Corte transgredidas y de qué modo ello se configuró. De
ese manera, se hará lugar al recurso extraordinario planteado casando (revocando)
total o parcialmente la sentencia puesta en entredicho. La Corte, al dejar sin efecto
todo o parte del fallo en crisis, también tendrá que resolver el punto litigioso que
quedó huérfano de solución, esto es, no lo habrá de devolver -por regla- a la instan-
cia ordinaria.
Si, por el contrario, considera que no se encuentran configuradas las causales
casatorias denunciadas, deberá así manifestarlo también, limitándose a rechazar
el recurso e imponer las costas por las actuaciones en la órbita extraordinaria al
recurrente vencido. Solo excepcionalmente la Corte remite la causa a la instancia
de grado para que resuelva algún aspecto de la pretensión u oposición planteadas.
Ello es así cuando de la decisión que deja sin efecto una sentencia surge la necesidad
de contar con actividad procesal que no ha tenido lugar en el expediente y que no
puede sustanciarse en el ámbito de la Corte -típicamente, la producción de prueba-.
La Constitución bonaerense (art. 168) establece que los tribunales deben re-
solver todas las cuestiones que le sometan a decisión las partes. Luego precisa que
los jueces de los órganos colegiados solo votarán respecto de las cuestiones "esen-
ciales" a decidir. La tarea del recurrente en este caso consiste en demostrar que el
tribunal a quo ha omitido el tratamiento de una de estas cuestiones esenciales, ya
que, de lo contrario, el intento se dirige al fracaso, puesto que resulta improcedente
el recurso extraordinario de nulidad en el que se alega la omisión de una cuestión
no esencial.
No cualquier tópico es esencial según la doctrina de la Corte. Deberá consti-
tuir uno de esos puntos de los que dependa directamente la suerte del pleito o que
haya integrado la traba de la litis o que incida en el resultado final de este. No
son considerados esenciales ni los planteos incorporados extemporáneamente, ni los
meramente accesorios, ni los argumentos de hecho o de derecho que esgrimen las
partes para sustentar sus posiciones, ni las objeciones relativas a la valoración de la
prueba, ni las discrepancias con la solución del juez, etc. La casuística aquí también
es harto amplia.
Y esa cuestión esencial debe haber sido omitida. Esto implica haber sido des-
atendida por el órgano por descuido o inadvertencia. No hay omisión a estos fines
cuando se evita su abordaje fundadamente, o porque se dio respuesta a un planteo
que lógicamente la excluye, o cuando se la responde implícitamente, etc.
Se trata de otra exigencia constitucional plasmada en el artículo 168 citado.
Cada juez que integra el cuerpo colegiado debe emitir su voto individual y fundado
cuando se dictan "sentencias definitivas". Y ello en el marco de un "acuerdo" que,
como ya se vio, es la forma en que se reúne, delibera y decide un cuerpo colegiado.
Es plenamente válido el voto por adhesión, en el mismo sentido y por iguales
fundamentos, respecto de un voto anterior emitido en el mismo acuerdo. Normal-
mente, se configura esta causal anulatoria cuando uno de los jueces omite firmar
en la sentencia o bien no consta en ella la adhesión de uno de los vocales al preo-
pinante. En lo que hace a la forma de "acuerdo" ya referida, el Código -en el tramo
relativo a las pautas generales- la exige solo para ciertas resoluciones de cámara:
se trata de las que resuelven recursos de apelación concedidos libremente (art. 266,
CPCCBA).Y, a su vez, contempla esta forma de concesión para las impugnaciones
dirigidas contra sentencias definitivas recaídas en juicios de conocimiento ordina-
rio y sumario (art. 243, CPCCBA). Para los casos de fallos de cámara que tratan
recursos contra sentencias definitivas de juicios ordinarios y sumarios, entonces, es
requerida esta forma de "acuerdo", la cual, en principio, no juega en el caso de las
restantes resoluciones a través de las que se aborda el otro grupo de apelaciones (las
concedidas "en relación"), donde será suficiente un auto interlocutorio, esto es, sin la
forma de acuerdo y el voto individual de cada magistrado.
Sin embargo, aquí también es necesario volver al específico concepto de "defi-
nitividad" de una sentencia de cámara a los fines del control en casación. Ya hemos
visto que una resolución judicial puede ser "definitiva" de acuerdo con el artículo
278, CPCCBA, no importando cuál sea su estructura formal originaria. Así y más
allá de la forma en que se concediera la apelación (libre o en relación), justamente
por ser "definitiva" a la luz del control por la SCBA, debería cumplir con la forma-
lidad del acuerdo y contar con voto individual. Pero no es así en todos los casos: la
SCBA agrega otro recaudo para la exigencia de tal formalidad. Se trata del hecho
de que la resolución judicial ("sentencia definitiva", a los fines del art. 278) aborde
cuestiones esenciales. Si ello no acontece, la sentencia definitiva no requiere forma
de acuerdo y voto individual.
Trámite: remisión
Aquí también el legislador remite a las reglas procesales ya plasmadas res-
pecto del recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley o doctrina legal (art. 300,
CPCCBA). Concretamente, en lo que hace a la manera y el plazo para interponer
este recurso de inconstitucionalidad, envía al artículo 279, CPCCBA, y señala que la
causal de procedencia que debe esgrimirse es el conflicto que reseña el artículo 299,
CPCCBA. Otra vez, se reenvía a las normas del recurso extraordinario de inaplica-
bilidad de ley o doctrina legal que son de aplicación -en lo pertinente- al extraordi-
nario de inconstitucionalidad.
Como en el de nulidad, no operan aquí ni los recaudos del monto mínimo ni del
depósito, por lo que todas las previsiones a su respecto son inatingentes respecto
de este remedio casacional que, por enderezarse hacia la preservación de la supre-
macía de la Constitución, se regula sin las restricciones derivadas de las aludidas
exigencias vinculadas con cuestiones patrimoniales.
Al igual que en el recurso extraordinario de nulidad, también aquí se busca la
opinión en todos los casos del representante del Ministerio Público.
El tribunal a quo habrá -aquí también- de controlar si se planteó debidamente
un "caso constitucional"y si se respetó el plazo del artículo 279 (art. 301, CPCCBA).
Todo ello sin intervención de la contraparte. Luego de ese examen, lo admitirá o
rechazará, tal como lo indica el tramo pertinente -parte segunda- de la manda a la
que se reenvía.
El contenido de la sentencia aquí también depende del éxito del recurso plan-
teado. Si la norma denunciada efectivamente se encuentra en pugna con contenidos
de la Constitución provincial, la Corte así lo manifestará, declarándola inconstitu-
cional y, por ende, inaplicable al caso al que se refiere el expediente en el que se pro-
duce la resolución del tribunal (art. 303, CPCCBA).Ello es consecuencia de nuestro
sistema de control difuso de constitucionalidad, que no tiene efecto derogatorio de
la norma inconstitucional. Esta declaración opera solo inter partes y para el caso
ventilado.
Por el contrario, si la Corte no encuentra configurada la tacha constitucional
alegada, así también lo dirá, rechazará el recurso extraordinario de inconstitucio-
nalidad e impondrá las cosas del trámite ante la casación al recurrente perdidoso.
Para ello, previamente indicaba contra qué sentencia habría de proceder tanto
este recurso -casación- como el de inconstitucionalidad:
El recurso de casación se deberá interponer por escrito, fundado con arreglo a las cau-
sales previstas en el artículo anterior, ante el tribunal que dictó la resolución que lo
motiva, dentro del plazo de diez (10) días contados a partir de la notificación de la mis-
ma. El escrito indicará concretamente la causal en la que se funda el recurso. Se cita-
rán las previsiones normativas que se consideran violadas, inaplicadas o erróneamente
interpretadas y se expresará cuál es la aplicación o interpretación que se considera
adecuada. De la presentación en que se deduzca el recurso se dará traslado por diez (10)
días a las partes interesadas, notificándolas personalmente o por cédula. Contestado el
traslado, o vencido el plazo para hacerlo, el tribunal de la causa decidirá sobre la ad-
misibilidad del recurso. Si lo concediere, previa notificación personal o por cédula de su
decisión, deberá remitir las actuaciones a la Cámara de Casación respectiva dentro del
plazo de cinco (5) días contados desde la última notificación. Si el tribunal de la causa
tuviera su asiento fuera de la Capital Federal, la remisión se efectuará por correo, a
costa del recurrente. La parte que no hubiera constituido domicilio en la Capital Federal
quedará notificada de las providencias de la Cámara Federal de Casación de que se tra-
te, por ministerio de la ley. La concesión del recurso de casación suspende la ejecución
de la sentencia [art. 2901.
10 De entre las muchas y muy buenas obras nacionales escritas al respecto, encontramos de par-
ticular provecho la de Lino E. Palacio,El recurso extraordinario federal, teoría y técnica, cuarta
edición actualizada por Alberto F. Garay, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2010. El clásico aporte
de Palacio es una obra concreta, concisa, ordenada, práctica, ideal para guiar al letrado en la
senda de la eficacia del proceso, ahora en la fase extraordinaria federal. A ello se le suma el
aporte de Garay, que efectúa una excelente puesta al día de la obra de Palacio, con los mismos
parámetros de rigurosidad científica de los que hacía gala el autor.
existencia de carátula separada, cantidad de carillas del escrito o de los renglones
de esas carillas, etc.)l1.
La sanción por la falta de alguno de esos recaudos es la declaración de inad-
misibilidad del intento y, en muchos de esos supuestos, de inoficiosidad del escrito
presentado a los fines de la regulación de honorarios.
Superado ese control -que de otro modo lleva al rechazo in limine-, se correrá
traslado por diez días a la contraparte del recurrente (conf. art. 257, CPCCN).
Es importante destacar que, con esta finalidad -traslado-, el escrito por el que
se presenta el recurso federal debe venir acompañado de tantas copias como partes
intervengan en el trámite. De lo contrario, la Suprema Corte intimará a que se com-
pleten aquellas.
Se suscitan aquí ciertos inconvenientes al tiempo de adaptar los diferentes
sistemas de notificaciones y presentaciones electrónicas que rigen en la Nación y en
la Provincia de Buenos Aires. Por caso, los letrados bonaerenses están habilitados
para presentar escritos recursivos vía electrónica, cosa que no ocurre en el ámbito
nacional hasta este momento. De allí que, cuando un recurso federal se presenta de
manera electrónica ante la Corte bonaerense, se intima a la parte a que acompañe
la presentación en formato papel. Asimismo, cuando se presenta este recurso en
formato papel, no siempre viene acompañado de la copia digital para traslado como
lo requiere el sistema nacional. Frente a ello, se practica la intimación pertinente12.
Corrido el traslado adecuadamente, la contestación también habrá de respetar
-en lo esencial- las reglas de la acordada 4/07 referida y la adjunción de copias.
En esta ocasión, la Corte local deberá constatar la presenciaprima facie de una
cuestión federal, ya sea de las "nominadas"en el citado artículo 14, ley 48, o bien la
configurada en el caso de la sentencia arbitraria a los fines de fundar la concesión
del recurso extraordinario en el auto interlocutorio respectivo.
De lo contrario, con esa misma forma -interlocutoria- dispondrá que no se
cumple con ese recaudo y lo denegará.
En cualquiera de los dos casos cursará las notificaciones correspondientes por
cédula, remitiendo los autos a la Corte Nacional en el primer supuesto. En el segun-
do -denegatoria de la vía-, la parte afectada podrá acudir ante la Corte nacional en
forma directa por el recurso de queja que prevé el artículo 285 del código procesal
de esa jurisdicción13.
El per saltum
Una figura especial es el recurso federal por salto de instancia.
Artículo 257 ter: El recurso extraordinario por salto de instancia deberá interponerse
directamente ante la Corte Suprema mediante escrito fundado y autónomo, dentro de
los diez (10)días de notificada la resolución impugnada.
La Corte Suprema podrá rechazar el recurso sin más trámite si no se observaren
prima facie los requisitos para su procedencia, en cuyo caso proseguirá la causa según
su estado y por el procedimiento que corresponda.
El auto por el cual el Alto Tribunal declare la admisibilidad del recurso tendrá efec-
tos suspensivos respecto de la resolución recurrida.
Del escrito presentado se dará traslado a las partes interesadas por el plazo de cinco
(5) días notificándolas personalmente o por cédula.
Contestado el traslado o vencido el plazo para hacerlo, la Corte Suprema decidirá
sobre la procedencia del recurso.
Si lo estimare necesario para mejor proveer, podrá requerir al Tribunal contra cuya
resolución se haya deducido el mismo, la remisión del expediente en forma urgente.
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M - LAFASE RECURSIVA
CAP~TULO
1 Camps, Carlos Enrique, "La proyectada recepción legislativa de la tutela anticipada", JA,
1999-111-1091.
sicas: respuesta en tiempo razonable, eficacia en la instrumentación (la necesidad
de que la teoría de la tutela anticipada, si pretende ser eficiente, debe presentar un
aspecto unívoco, una personalidad propia y definida, despojada de ambigüedades
que atenten contra la eficacia en su aplicación) y respeto por garantías básicas del
proceso (cuidado del derecho de defensa de la otra parte, a quien le asiste todo el ple-
xo garantista legal y supralegal, protegiéndolo contra la posibilidad de un accionar
incorrecto, abusivo y hasta delictivo por parte de quien le reclama -a través de los
tribunales- una prestación de manera coactiva).
ellos -reconocimiento judicial, pericia, etc.- del modo más concentrado, expeditivo
y urgente posible.
En el régimen nacional, el artículo 197 del Código hace alusión a la "informa-
ción sumaria" en lugar de a las "informaciones".Se establece que las declaraciones
por escrito de los testigos deben respetar las normas de los "arts. 440, laparte, 441
y 443" del Código de la Nación, debiendo -como en el de la provincia- ratificar sus
dichos en el juzgado. Si no se realiza aquella declaración por escrito, se la tomará en
audiencia -que podrá ser delegada en el secretario-.
ocurrido sin que se lo haya escuchado en forma previa y sin que exista aún, por ende,
sentencia de mérito.
La ley debe custodiar el derecho del afectado (art. 199,CPCCBA) y así no solo
prevé la noticia posterior y la posibilidad de apelar, sino también un resguardo de
tipo económico para los casos en que la cautela fuera pedida sin derecho o de manera
abusiva. La medida siempre se decreta bajo la responsabilidad de quien la solicita y
se indica que deberá prestar caución por los perjuicios que -eventualmente- pueda
causar. Luego de sentar esa regla, la norma deja en manos del juez la determinación
del tipo y cuantía de la caución.
Básicamente existen tres tipos: la caución juratoria, por la cual el demandado
se compromete con su sola palabra expresada formalmente en el expediente a res-
ponder por los daños que cause; la caución real, donde se deja un bien o una suma de
dinero en resguardo, o bien la caución personal, que implica traer a la causa a otro
u otros sujetos solventes que se comprometen de manera formal a hacerse cargo de
la eventual responsabilidad directa del so1icitante.Aeste último supuesto se refiere la
manda cuando alude al ofrecimiento de garantía de instituciones bancarias o de
personas de acreditada solvencia económica.
Salvo excepciones, las cauciones real y personal son las que mejor se avienen a
la finalidad protectoria de este instituto. De allí que exista un criterio contrario a la
estipulación de la simple caución juratoria.
En cuanto a la entidad de la caución, también será el juez quien la determine.
La contracautela a establecer por el juzgador en cada caso concreto ha de guar-
dar estrecho correlato con la mayor o menor verosimilitud en el derecho y demás
circunstancias de la causa. Para fijarla deberá atenerse a ciertos parámetros que
brinda la ley. Genéricamente se refiere a las circunstancias del caso. Ello implica
una evaluación integral del supuesto de hecho -sus peculiaridades, urgencia, su-
jetos, etc.-, y puntualmente se tendrá en cuenta el mayor o menor grado de fumus
bonis iuris. Como regla, a mayor verosimilitud, menor será la entidad de la caución
a prestar -sea en su monto o en su tipo-.
En el artículo 199,CPCCN, la contracautela se requiere a los fines de cubrir
eventuales daños y costas que pudiere ocasionar "en los supuestos previstos en el
párr. lodel art. 208".Se agrega un párrafo donde se establece que, en los supuestos
del artículo 210,incisos 2 y 3,y del artículo 212,incisos 2 y 3,"la caución juratoria
se entenderá prestada en el pedido de medida cautelar".
Aquel contra quien se dictó una medida cautelar puede encontrar que la cau-
ción -su monto o tipo- resulta insuñciente por la entidad del gravamen al que ha
sido sometido. Ello así tanto al momento de conocer la disposición como en uno
ulterior, durante el curso del proceso principal. En ese caso, le asiste el derecho de
requerir que se la mejore. La mejora puede involucrar cambio del tipo de contracau-
tela, su ampliación cuantitativa o bien ambas cosas a la vez (art. 201,CPCCBA).
De esta petición se dará traslado a la contraria para que controvierta las afir-
maciones vertidas y, luego de esa bilateralización, se proveerá. En el régimen nacio-
nal se indica que la resolución por la que se da respuesta a un pedido de mejora de
contracautela será notificada ministerio legis.
2.13.2. Venta de bienes por riesgo de pérdida
La regla aquí también es evitar los perjuicios inútiles o excesivos a quien pade-
ce la traba de la cautelar. El Código (art. 205, CPCCBA) contempla el caso de que los
bienes inmovilizados por la medida precautoria puedan -por su naturaleza- desa-
parecer o perder su valor, o bien resulte muy costoso su mantenimiento o conserva-
ción durante el tiempo que dure la vigencia de la cautela. Todo ello redunda en una
clarísima pérdida económica que no está en miras de la justicia causar, por lo que,
en esos casos, a pedido de parte y luego de escuchar a la contraria, se podrá ordenar
la venta de la manera que el juez estime conveniente -por ej., remate-.
El traslado previo a la decisión y el cumplimiento de la enajenación no pueden
tampoco insumir demasiado tiempo, ya que se profundizaría el perjuicio, por lo que
el Código establece que será el juez quien disponga tanto el plazo para que se expida
el solicitante de la cautelar como así también la manera -rápida- de venta de los
bienes. Resultará posible que la medida cautelar se traslade sobre el producido de
esta operación.
tras que, cuando los bienes no poseen esa característica, deberá designarse un depo-
sitario que puede ser el propietario de las cosas o bien un tercero, en cuyo caso será
necesario, además, recurrir al secuestro de los bienes.
De acuerdo con los casos enumerados (art. 209, CPCCBA), observamos que el
legislador h a entendido que existe verosimilitud del derecho cuando se demuestre
sumariamente la existencia del crédito por instrumento público o privado. Nótese
cómo en este último caso se entiende suficiente a los fines del reconocimiento de la
firma del deudor la versión de dos testigos brindada en primera audiencia, sin que
sea necesario recurrir a una pericia caligráfica. En estos supuestos será operativa
la afirmación por parte de los testigos de que la firma obrante en el instrumento
pertenece a la parte deudora, sin que resulte imprescindible a tal efecto que hayan
presenciado el acto en el que el presunto obligado la estampó.
El mismo mecanismo se emplea si se trata de contrato bilateral, con la con-
dición de que el peticionante -también sumariamente- justifique que cumplió el
acuerdo o que aún no le es exigible, o bien ofrezca cumplirlo en el mismo acto en que
reclame la cautela. Los términos de la norma habrán de interpretarse en el sentido
más favorable a la efectividad de la protección. Otra manera de justificar este "humo
de buen derecho" es a través de ciertos documentos a los que se les otorga especial
valor probatorio (libros de comercio, certificaciones contables, etc.).
Luego se mencionan casos en los que se entiende presente el periculum in
mora. Un supuesto es el de la falta de domicilio del deudor dentro de la República y
otro se configura cuando se demuestre sumariamente que el deudor de una obliga-
ción sujeta a condición o plazo se encuentra adoptando medidas para insolventarse.
El segundo caso es el que resulta más claro como ejemplo de situación de peligro por
el paso del tiempo, ya que, llegado el momento del cumplimiento, el patrimonio del
obligado estará vacío e inútiles serán las medidas compulsorias en su contra.
Aquí también huelga aclarar que la medida no procede -más allá de lo que
parece indicar el encabezamiento del artículo- si no se acredita la existencia de un
derecho verosímil. En todos los casos, hará falta determinar también el tipo y el
monto de caución de acuerdo con las reglas generales.
Entre la norma del artículo 209, CPCCBA, y la del artículo 209, CPCCN, no
existen diferencias esenciales. Se indica expresamente en el inciso 5 de este último
que las conductas del deudor que pueden dar motivo al requerimiento de un embar-
go son las que se desplieguen "comprometiendo la garantía".
Luego, en el artículo 210, CPCCBA -y con dudoso acierto-, el legislador sigue
enumerando supuestos en los que habrá de prosperar un pedido de embargo preven-
tivo. Nuestra crítica se basa en que estas cautelares tendrán éxito si se demuestran
los recaudos esenciales para su dictado, más allá de que encuadren o no exactamen-
te con los incisos de estos dos artículos.
En esta oportunidad, se prevén situaciones relacionadas con ciertos bienes. Se
contempla el caso de sujetos que -junto con otros- tienen particular vinculación con
determinados bienes (coherederos, condóminos y socios sobre aquello respecto de lo
que existen intereses comunes). Aquí se contempla la posibilidad de trabar embargo
sobre el mismo bien objeto de la litis, lo cual no resulta obligatorio, ya que también
podría prosperar sobre bienes distintos de los eventuales deudores.
Otro supuesto es el del dueño o locatario de un inmueble sobre los bienes que
allí se encuentren y que estén afectados a los privilegios legales. Se contempla la
manera de probar la verosimilitud del derecho con el título de dominio, el contrato
de locación o bien el pedido de las manifestaciones correspondientes al inquilino.
El inciso 3 contiene una previsión más abarcativa que la anterior: otro caso
de embargo sobre bienes asiento de privilegios siempre que la deuda se pruebe con
instrumento público o privado con firma abonada con dos testigos. Finalmente, se
admite que pretensiones referidas a ciertos bienes (reivindicación,
petición de herencia, nulidad testamentaria o simulación) traben embargo sobre
esas mismas cosas. Aquí también habrán de presentarse -obviamente- los docu-
mentos que hagan "verosímil" la pretensión deducida.
La ley 14.156 agregó un quinto inciso, buscando proteger a las víctimas de
accidentes de tránsito cuando el automóvil que provocó el daño no cuenta con el
seguro obligatorio contra terceros, sean transportados o no. Renovamos la crítica a
esta inclusión, ya que, en el ñnal, exige -redundantemente- los extremos básicos de
toda cautelar: verosimilitud del derecho y peligro de la demora.
En una norma subsiguiente (art. 211, CPCCBA) se brinda un caso particular
de embargo: el que puede pedir el actor por cumplimiento de contrato de compra-
venta sobre el bien objeto de este. Se aclara lo obvio: el derecho debe ser verosímil, y
agregamos que debe demostrarse -también sumariamente- el peligro en la demora.
Otras circunstancias que -entendemos- permiten considerar configurada la ve-
rosimilitud del derecho y, con ello, darán lugar al embargo -u otra cautelar más ade-
cuada- ya empezado el juicio, a diferencia de los casos anteriores, que perfectamente
podrían ser requeridos en forma previa a la demanda (arts. 195 y 207, CPCCBA) son
la declaración de rebeldía, la confesión expresa o ficta del demandado y la existencia
de sentencia favorable.
La confesión del demandado facilitará. mes., la tarea cautelar del actor al rele-
, A
varlo de la prueba de uno de los extremos para el dictado de esas medidas (el fumus
bonis iuris). Creemos que aun en estos casos habrá que cumplir con la demostración
del peligro en la demora. La contracautela se regulará de acuerdo con la mayor o
menor entidad de los dos requisitos de procedencia.
En el artículo 212, CPCCN, se aclara -en el caso del inc. 2- que l a confesión
ficta es la "derivada de la incomparecencia del absolvente a l a audiencia de posi-
ciones".
Bienes inembargables
La regla de que el patrimonio es la prenda común de los acreedores encuentra
algunas limitaciones. El régimen procesal contempla algunas de ellas, fundadas en
criterios humanitarios de protección del deudor en lo que hace a aspectos de prime-
r a necesidad, posibilidad de trabajar o de resguardo de ciertos valores que van más
allá de lo patrimonial (art.219, CPCCBA).
En lo que hace a las pautas de inembargabilidad que trae el CCCN, remitimos
a lo expuesto con relación al embargo ejecutivo en el tramo pertinente de esta obra.
Como principio, todo lo que pertenezca al deudor puede serle embargado y
-eventualmente- secuestrado, privándose10 de s u uso. Sin embargo, se veda esta
posibilidad respecto de los enseres indispensables para la vida cotidiana del deudor
y s u familia, así como de los elementos necesarios para poder trabajar.
Se excluyen -entonces- las cosas de uso "indispensable" de la familia del deu-
dor. Delinear los alcances exactos de este concepto h a sido una de las tareas más
arduas de la jurisprudencia, no solo por lo ambiguo de s u alcance, sino por lo cam-
biante de las situaciones sociales, que hacen que algo -electrodoméstico, mueble,
etc.- que hoy es considerado suntuario o superfluo, mañana ingrese al terreno de
lo que es "indispensable" para vivir. Las previsiones del artículo 219, CPCCBA, no
amparan los bienes que integran u n fondo de comercio o establecimiento comercial
o industrial. Por muebles de uso indispensable deben entenderse aquellos que resul-
t a n necesarios para el regular desenvolvimiento del deudor y de s u grupo familiar,
quedando fuera de tal concepto no solo los artículos suntuarios, sino también aque-
llos que representan una mera comodidad.
Solo por excepción la ley establece que cierta categoría de cosas no resulta em-
bargable, dejando librado a la tarea de interpretación judicial determinar, en cada
caso concreto, si el objeto cuyo desembargo se pretende se encuentra comprendido
en la protección dispensada por el artículo 219, inciso 1,CPCCBA.
Por otro lado, leyes especiales contemplan un gran número de bienes y derechos
inembargables (cierto porcentaje de los sueldos, el bien de familia, determinadas
indemnizaciones, inmuebles comprados con créditos del Banco Hipotecario Nacional,
etc.). Los bienes y las cuentas de la Administración Nacional de Seguridad Social o
del Estado nacional son inembargables, puesto que así lo establece el artículo 23,
ley 24.463.
3.2. Secuestro
Esta medida cautelar importa privar al dueño de una cosa mueble de la guarda
y el uso de ella para entregarla a un tercero, quien la mantendrá a resguardo hasta
que reciba la orden judicial de presentarla (art. 221, CPCCBA). Dada, entonces, esta
necesidad de traslado de la cosa, solo podrá aplicarse -a diferencia del embargo-
sobre bienes muebles.
La ley aclara que también es operativa respecto de semovientes; sin embargo,
estos no son otra cosa que una categoría de muebles, por lo que la salvedad resulta
sobreabundante. Como se vio -art. 216, CPCCBA-, al trabarse embargo sobre mue-
bles, la regla será disponer el secuestro y constituir a un tercero en depositario de
ellos, salvo los casos de bienes de uso cotidiano del deudor -no los inembargables,
por supuesto-, en cuyo supuesto -y también salvo hipótesis excepcional- quedarán
bajo su custodia, siendo el dueño su depositario. Se trata allí del caso del secuestro
como recurso o herramienta que permite materializar el embargo.
En esta norma se regula el secuestro como medida cautelar principal respecto
de un eventual embargo. Y se la deja reservada para dos casos: el primero, cuando el
embargo no resulte suficiente como resguardo para asegurar "el derecho invocado"
respecto de los "muebles o semovientes objeto del juicio", y el segundo, cuando sea
necesario proveer a la guarda de "cosas para asegurar el resultado de la sentencia
definitiva".
También es sobreabundante -semin nuestro modo de ver- la indicación de la
norma de que procederá el secuestro si se acredita la verosimilitud del derecho so-
bre la base de documentos, ya que -de acuerdo con las reglas generales en la mate-
ria- no es este el único modo de demostrar tal extremo.
Habrá que abonar también -y con el mismo grado de profundidad- el peligro
en la demora.
Cuando se produce un secuestro cautelar de bienes, es imprescindible contar
con un depositario, a quien se entregarán las cosas y quien tendrá todas las cargas
y las obligaciones que se regulan en la ley procesal y las leyes de fondo, tanto civil y
comercial como penal. La norma contempla que el depositario pueda ser tanto una
X - LAS MEDIDAS CAUTELARES
CAP~TULO
entidad como una persona física, según mejor convenga. El juez, al designarlo, esta-
blecerá el pago de una remuneración por la tarea.
En ciertos casos en los que se trata de bienes numerosos, muy costosos o de
variada naturaleza, se podrá disponer que, en forma previa a otorgar su tenencia al
depositario, se efectúe un inventario de la cantidad, el valor, la calidad y el estado
de las cosas. Este inventario será realizado por el escribano que designe el juez y
su intervención a estos fines habrá de beneficiar no solo al acreedor, sino también
al depositario.Al primero, porque tendrá una prueba preconstituida para reclamar al
depositario si al final del período de custodia conserva menos cosas de las que se le
entregó, otras cosas o bien las mismas, pero con deterioros o faltantes. Y al segundo
porque de esa manera, dejándose constancia del estado en que se encuentran los
bienes, tendrá elementos para repeler una acción de responsabilidad por daños que
no le son imputables.
3.3.3.Administrador judicial
Cuando las figuras del interventor o del recaudador no resulten suficientes por
existir un conflicto de gran magnitud respecto de la administración de una sociedad,
la ley prevé la figura cautelar más grave de toda esta familia: la administración ju-
dicial (art. 224, CPCCBA). La ley señala que esta forma de administración sobrevie-
ne respecto de una persona jurídica "intervenida", por lo que podría entenderse que
solo habiendo fracasado por insuficiencia una intervención judicial previa puede el
juez disponer una administración judicial.
Esta medida estará justificada por el motivo que el juez entienda -mediante
auto fundado- de importancia suficiente para desplazar las estructuras societarias
naturales y reemplazarlas por un sujeto judicialmente designado -el administrador
judicial- a quien le conferirá los poderes necesarios para que continúe con el manejo
de la firma (art. 224, CPCCBA). La ley señala como motivo las divergencias entre
socios por irregular administración,siendo ello meramente ilustrativo para el juez.
Los poderes que le otorgue el magistrado al administrador también depende-
rán de la entidad de las cuestiones a conducir. Podrá tener facultades para tomar
decisiones y hasta podrá llegar a asumir la representación de la firma. La actuación
de este sujeto se desarrolla bajo la supervisión directa del juez. Ello puede lograrse,
por ejemplo, fijándosele la obligación de informar semanalmente del curso de los
negocios, sea en forma escrita o en audiencia al efecto.
Dadas las grandes responsabilidades que asume el administrador, este deberá
cumplirlas con mucho cuidado y mesura, puesto que, de lo contrario, el juez habrá
de removerlo -la ley habla de "negligencia o abuso de sus funciones"- luego de que
tanto las partes como el mismo administrador puedan manifestarse al respecto en
el expediente.
Por ser la medida cautelar más gravosa de todas las de esta familia, la ley al
pedido de administración judicial agrega un recaudo de procedencia -además de los
propios de toda medida precautoria-, cual es el hecho de que en forma previa a su
petición se haya motorizado la pretensión que busque remover a los socios admi-
nistradores (art. 224, parte final, CPCCBA). Ello es entendible ya que el desplaza-
miento -aun provisorio- de quienes se venían encargando del gobierno de la firma
debe revestir seriedad y gravedad, y, por ello, estar respaldado por la intención de
que sean removidos en forma definitiva al habérseles perdido la confianza, elemento
esencial en este contexto de relaciones societarias.
Claro que, si las tareas se extienden por más de medio año, estos auxiliares
podrán ser autorizados a cobrar -previo traslado a las partes- sumas provisorias2
en carácter de adelanto en relación con el honorario total determinado y según las
posibilidades económicas de la sociedad, o bien en función de los frutos que se per-
ciban de la cosa administrada.
2 "La determinación de los honorarios provisorios del administrador de la sucesión está sujeta
a lo preceptuado por el art. 750, párr. 2", CPCC, en concordancia con la doctrina que surge del
art. 226 in fine del mismo cuerpo legaln (C. Civ. y Com. Azul, Sala l.", 2/2/2001, "San Román,
Daniel M. s/sucesión - incidente de rendición de cuentasn).
dor para que se despache la medida u otras razones atendibles. Una vez trabada y
notificada la medida, el deudor podrá fácilmente lograr su levantamiento ofreciendo
bienes determinados como garantía, reemplazando así la cautelar por otra -embar-
go o secuestro-.
Al igual que el resto de las cautelares, también en este caso se exige la acre-
ditación de la verosimilitud del derecho y del peligro en la demora, a lo que habrá
que agregarse -entendemos- la indicación de la ausencia o insuficiencia de bienes
inrnuebles por el carácter subsidiario que esta medida posee. Operan también aquí
las reglas para la determinación de la contracautela.
El Código requiere en forma expresa que para el pedido de esta medida se in-
dividualice concretamente la persona del deudor que habrá de soportar la cautela.
La necesidad de la correcta identificación del sujeto contra el que operará una
medida precautoria -así como de los bienes involucrados, en su caso- es un recaudo
básico y sobreentendido, ya que deriva directamente de la garantía de la defensa en
juicio plasmada constitucionalmente y cuyo incumplimiento dará derecho al perju-
dicado a que se concrete una inmediata rectificación y, eventualmente, a que intente
una metensión resarcitoria r>or las medidas cautelares trabadas indebidamente a
quien no es deudor o sobre bienes que no fueron objeto de la cautela dispuesta judi-
cialmente.
La ley explicita que el deudor podrá lograr el levantamiento de la medida ofre-
ciendo bienes a embargo o caución en garantía. Ello no es más que una manifesta-
ción concreta del principio de flexibilidad o mutabilidad del que nos habla el artículo
203, CPCCBA. El juez deberá escuchar al acreedor antes de decidir el reemplazo
(art. 203, cit., parte ñnal).
Efectos
Esta medida tendrá por efecto impedir que el deudor inhibido pueda disponer
de bienes inmuebles mientras ella no sea levantada por orden judicial, o bien quede
sin efecto por el paso del tiempo. Recordemos que el artículo 205, CPCCBA, estable-
ce para embargos e inhibiciones un plazo de validez de cinco años, renovables mien-
tras se lo haga antes de s u vencimiento, por orden judicial. No se veda al deudor
la posibilidad de comprar bienes. Nada podría impedírselo, ya que lo buscado por
la medida es evitar la reducción patrimonial y no, por el contrario, su incremento.
Una vez vigente la medida, el deudor no podrá enajenar bienes inmuebles, ya que
el escribano ante quien pasará la escritura de compraventa, en forma previa a la
realización del acto formal, tiene la obligación de requerir un informe al Registro de
-
Anotaciones Personales r e s ~ e c t odel vendedor. Si de allí surge la medida cautelar
trabada y vigente, no podrá autorizar el negocio.
Los bienes que se encuentra impedido de enajenar son tanto aquellos que po-
seía al momento de la traba -y no advirtió el acreedor- como los que incorpore con
posterioridad y hasta tanto no se deje sin efecto la medida -por orden del juez o
por caducidad-. Como se advertirá, esta grave limitación al poder de disposición
de bienes de una persona encuentra fundamento en la protección del crédito de su
acreedor.
X - LAS MEDIDAS CAUTELARES
CAP~TULO
El artículo indica que los efectos de la inhibición general de bienes nacen con
la anotación. Esto es así ya que desde ese momento adquiere debida publicidad.
Expresamente se señala que la prioridad no da preferencia frente a las demás inhi-
biciones que por otros juicios se traben respecto de la misma persona. De tal aser-
t o se desprende que la inhibición general de bienes imposibilita que una persona
pueda enajenar bienes, pero, al no trabarse sobre un determinado objeto o derecho,
no existe prioridad para hacer efectivo el pago sobre una cosa específicamente in-
dividualizada.
De allí que, para que exista tal prioridad, el acreedor deberá trabar una medida
concreta sobre un bien determinado -embargo- y a partir de allí sí operará la regla
de la prioridad. En otras palabras, por más que existan varios acreedores inhibien-
tes, si aparece un bien en el patrimonio del deudor común, tendrá prioridad sobre
él el acreedor que primero trabe embargo sobre ese bien -regla del art. 218- sin im-
portar el orden en que se encuentren anotadas las inhibiciones generales de bienes.
Por eso, si no hay embargo trabado -ni otros créditos preferentes-, los acreedo-
res inhibientes concurren a prorrata.
3.4.2.Anotación de litis
Nos encontramos aquí frente al caso de derechos o bienes registrables que se
encuentran en litigio. De esta manera, se contempla como medida cautelar la ano-
tación de la existencia de un juicio a su respecto para que así, a partir de la debida
publicidad de esta circunstancia, quienes adquieran derechos sobre los bienes in-
volucrados no puedan ampararse en el desconocimiento de su estado controvertido
para alegar ser adquirentes de buena fe (art. 229, CPCCBA).
Se exige implícitamente (art. 299, CPCCBA) que exista una "demanda" pro-
movida, pues, de lo contrario, no habría "litis" susceptible de ser anotada. Si bien
la norma menciona el registro de la propiedad -ello justificado, como hemos dicho,
por ser los inmuebles los típicos bienes a los que se recurre para que operen como
garantía-, la medida puede ser instrumentada respecto de otros bienes en tanto
cuenten con un sistema registral que garantice la publicidad que hace a la esencia
de estas cautelas.
Sobreabundante resulta -una vez más- la mención de la verosimilitud del de-
recho, por ser un recaudo genérico, más allá de que se haya dicho que la verosimili-
tud del derecho necesaria para la admisibilidad de la anotación de la litis se atenúa
manifiestamente respecto de la requerida para la prohibición de innovar, atento a
los distintos alcances que contiene cada una, en tanto la segunda asegura el derecho
inhibiendo su disponibilidad y la primera solo lo hace dando publicidad registral a
la contienda que puede traer aparejada la modificación de la inscripción del bien en
el registro pertinente.
Se enuncian en la norma principios generales, también aquí, respecto de la
vigencia de la medida. Se deja aclarado que, si la demanda se repele, la anotación de
litis perderá virtualidad, "extinguiéndose con la terminación del juicio".
Ello es indiscutible -como ocurre también en el resto de las medidas cautela-
res- ya que, al tratarse de una pretensión accesoria y dependiente del juicio prin-
cipal, terminado este con el rechazo de la demanda, ello implica que con grado de
certeza se determinó la improcedencia de la pretensión fondal, por lo que -natural-
mente- habrá de caer también la simple verosimilitud del derecho. Desapareciendo
el presupuesto que permitió su dictado, la precautoria debe extinguirse.
Sin embargo, ello q u e parecería automático- no funciona así en la realidad,
desde el momento que en algunos casos será necesario que el interesado obtenga
una expresa resolución del juzgado que la deje sin efecto y realizar luego las diligen-
cias ante el registro pertinente para anotar el levantamiento de la medida. Recién
en ese momento y por esas vías se deja sin efecto la anotación señalada.
Por el contrario, si la demanda prospera, la medida recién dejará de tener vir-
tualidad con el cumplimiento de la sentencia. Hasta allí perdurará el aseguramien-
to, anotándose ahora el nuevo estado registra1 derivado del resultado del juicio.
3 Ver nuestro trabajo "La medida cautelar innovativa en la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia de la Naciónn,JA, 2005-IV, n."13 (suplemento).
X - LAS MEDIDAS CAUTELARES
CAP~TULO
llegue, encuentre una plataforma fáctica idónea sobre la cual proyectar sus plenos
efectos.
Podrá decretarse la guarda: lo) De menores de edad que se encontraren en las situa-
ciones previstas en los arts. 307 y 309, CCiv. 2") De menores o incapaces que sean mal-
tratados por guardadores o curadores o inducidos por ellos a actos reprobados por las
leyes o la moral. 3") De menores o incapaces sin representantes legales. 4")De menores
X - LAS MEDIDAS CAUTELARES
CAP~TULO
o incapaces que estén en pleito con sus representantes legales, en el que se controvierta
la patria potestad, tutela o curatela o sus efectos.
Medidas provisionales
Artículo 721.- Medidas provisionales relativas a las personas en el divorcio y en la nuli-
dad de matrimonio. Deducida la acción de nulidad o de divorcio, o antes en caso de urgen-
cia, el juez puede tomar las medidas provisionales necesarias para regular las relaciones
personales entre los cónyuges y los hijos durante el proceso. Puede especialmente: a.
determinar, teniendo en cuenta el interés familiar, cuál de los cónyuges ha de continuar
en el uso de la vivienda familiar y, previo inventario, qué bienes retira el cónyuge que
deja el inmueble; b. si corresponde, establecer la renta por el uso exclusivo de la vivienda
por parte de uno de los cónyuges; c. ordenar la entrega de los objetos de uso personal; d.
disponer un régimen de alimentos y ejercicio y cuidado de los hijos conforme con lo esta-
blecido en el Título VI1 de este Libro; e. determinar los alimentos que solicite el cónyuge
teniendo en cuenta las pautas establecidas en el artículo 433.
Artículo 722.- Medidas provisionales relativas a los bienes en el divorcio y en la nulidad
de matrimonio. Deducida la acción de nulidad o de divorcio, o antes en caso de urgen-
cia, a pedido de parte, el juez debe disponer las medidas de seguridad para evitar que
la administración o disposición de los bienes por uno de los cónyuges pueda poner en
peligro, hacer inciertos o defraudar los derechos patrimoniales del otro, cualquiera sea
el régimen patrimonial matrimonial. También puede ordenar las medidas tendientes a
individualizar la existencia de bienes o derechos de los que los cónyuges fuesen titula-
res. La decisión que acoge estas medidas debe establecer un plazo de duración.
Artículo 723.-Ámbito de aplicación. Los artículos 721 y 722 son aplicables a las uniones
convivenciales, en cuanto sea pertinente.
años de edad que están en pleito con sus representantes legales, en el que se contro-
vierta su curatela.
Reglas de trámite
Por un lado, aquí se establece la competencia del juez del domicilio de la per-
sona a amparar (art. 235, CPCCBA). Se vincula esta manda con las reglas del art.
5, incs. 8 y 12, CPCCBA, donde se fijan pautas referidas a casos similares y siempre
teniendo como elemento atributivo de competencia el domicilio del "presunto inca-
paz" o de "la persona en cuyo interés se promuevan" las pretensiones pertinentes.
En este caso se determinará a partir del lugar habitual de residencia del inca-
paz. Se tiende así a facilitar la tramitación, atribuyendo competencia a un magis-
trado que actúa en el mismo lugar donde el incapaz desarrolla sus actividades coti-
dianamente. Esta cercanía persigue que el juez pueda conocer más acabadamente
la problemática ventilada.
Por otro lado, se señala la intervención obligatoriamente previa -salvo casos
de urgencia- del Ministerio Público a través de la rama del Ministerio Público de
Incapaces, concretamente los asesores de incapaces, cuya competencia se encuentra
regulada en la ley 12.061 que rige esa estructura judicial. Como vimos, esta manda
no hace más que recoger el rol de los asesores como "parte esencial" de estos pro-
cesos, contemplado en los artículos 59,493 y 494, derog. CCiv., y hoy en el artículo
103, CCCN.
Legitimación amplísima
Por la entidad de los intereses en juego se da la oportunidad de que cualquier
persona pueda reclamar esta protección cautelar ante la justicia (art. 236, CPCCBA).
Entendemos que en este caso la intervención que le cabe al particular que denuncia
un caso de los o re vistos en la norma se limita a llevar ante la iusticia la noticia de lo
que acontece. No se transforma por ello en parte y no puede rechazarse el pedido por
insuficiencias formales.
Ello surge de que, a renglón seguido, el Código señala que la guarda será de-
cretada "previa intervención del Ministerio Público". De allí que, de la presentación
del particular que manifiesta la existencia de esa situación de riesgo o falta de re-
presentación, deba darse inmediata vista al asesor de incapaces.
Será este funcionario quien sostenga -ahora sí formalmente- la solicitud de
la medida o sugiera desestimar el planteo cautelar. En el primer supuesto, será el
asesor de incapaces en cumplimiento de sus obligaciones contenidas en la Ley de
Ministerio Público 12.061 y el mandato de la ley civil en los artículos 59,493 y 494,
derog. CCiv., y 103, CCCN, ya referidos. Constatada la situación de peligro y adop-
tada la medida cautelar sin que exista un juicio previo respecto del caso, será este
funcionario quien deberá procurar que se dé curso a la pretensión de fondo, ya sea
a través de los representantes legales, mediante el representante ad litem o bien
por él mismo -art. 103, CCCN-. Para estos casos, deberá flexibilizarse la figura de
la caducidad.
Téngase en cuenta que el plazo previsto en el artículo 207, CPCCBA, lo es para
"obligación exigible", esto es, pretensiones normalmente de neto corte patrimonial.
Nada más distante del contenido de la protección provisoria que ahora se analiza. Si
bien es cierto que las cautelares no podrán mantenerse sine die sin que se plantee
la pretensión de fondo, no lo es menos que, dadas las particulares circunstancias
apuntadas, en estas figuras puede demorarse el inicio del juicio principal y, por eso,
el juez deberá contemplar estas circunstancias teniendo siempre como norte el inte-
rés del incapaz que no puede quedar desprotegido por el simple vencimiento de un
plazo procesal.
Al artículo 236, CPCCN, la ley 26.061 le dio el siguiente texto: "En los casos
previstos en el artículo 234, la petición podrá ser deducida por cualquier persona,
y formulada verbalmente ante el asesor de menores e incapaces, en cuyo caso se
labrará acta con las menciones pertinentes, la que será remitida al juzgado que
corresponda".
Protección suplementaria
Con un criterio altamente realista y protectorio, la ley (art. 237, CPCCBA)
complementa la atribución de la guarda del incapaz mayor de edad en situación de
riesgo o desamparo con la obligación de sus actuales guardadores -representantes
o no- de entregar sus pertenencias (ropas, herramientas, muebles de uso o profe-
sión, etc.) a quien habrá de detentarla a partir de la orden judicial. De ese modo,
se pretende que la vida del incapaz desplazado de su ámbito pueda continuar de
manera regular contando con los elementos de uso cotidiano que poseía en su an-
terior morada.
También se contempla una prestación alimentaria provisoria para proveer de
medios económicos al incapaz mientras dure esta guarda provisoria. El obligado al
pago de ellos será quien tenga el deber legal de prestarlos y su entidad depende-
rá de la fijación judicial, previa "vista" (debió decir "traslado") a quien tenga que
afrontarlos.
Obsérvese cómo la atribución de la guarda se hace sin audiencia previa del
guardador actual, mientras que -de ser necesario contar con una cuota alimenta-
ria- esta prestación se determinará escuchando antes al requerido. Se limita tem-
poralmente la prestación a treinta días, luego de los cuales caducará, excepto que
se inicie "el juicio correspondiente".Entendemos que se refiere al correspondiente
juicio de alimentos de acuerdo con las pautas procesales respectivas (arts. 635 y SS.,
CPCCBA).
Los motivos, por lo general, serán casos de violencia familiar tanto física como
psíquica. Sin embargo, ello no obsta a que se configuren otras situaciones que gene-
ren la necesidad de que uno de los cónyuges salga momentáneamente del domicilio
familiar o de que quien salió en forma previa regrese, adoptándose las medidas de
seguridad del caso. Si bien debe esgrimirse la existencia de verosimilitud del dere-
cho y también podrán ser operativas las reglas de la contracautela, entendemos que
aquí cobra especial dimensión el peligro en la demora que, sumariamente acredita-
do, debe provocar el dictado inmediato de la medida precautoria de marras.
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Los juicios ejecutivos
2. La ejecución de sentencias
Según el subtipo de pretensión de conocimiento de que se trate, a la activi-
dad cognoscitiva del magistrado -que l a caracteriza y define- le seguirá una sim-
ple manifestación judicial que elimine l a incertidumbre (pretensión declarativa o
meramente declarativa), la creación de una nueva situación jurídica (pretensión
constitutiva) o bien el establecimiento de obligaciones en cabeza de una o ambas
partes en litigio (pretensión de condena). La sentencia se constituye, de tal modo,
en fuente de obligaciones: el juez, luego de haber analizado el marco fáctico y jurí-
dico y ante el pedido de las partes, impondrá el cumplimiento de ciertas conductas
(dar, hacer o no hacer) y el respectivo contenido de estas, así como otras pautas
(plazos, lugar, etc.).
En esta etapa procesal y en el contexto de esta pretensión de conocimiento y
condena, el juez se limitará a ello en la confianza de que las partes habrán de acatar
el mandato judicial emitido por un órgano estatal luego de haberse transitado las
diferentes etapas del juicio y habiéndose garantizado los derechos constitucionales
elementales referidos a la defensa en juicio y al debido proceso. Sin embargo, la
conducta esperada no siempre es la que tiene lugar en la realidad. Si las partes
necesitan que el mandato judicial obtenido se cumpla compulsivamente en los he-
chos, deberán acudir a otro tipo de pretensión que, a su vez, dará lugar a otro tipo
de proceso diferente.
Cuando se alude a la ejecución de sentencia, según vimos, se trata de un tipo de
pretensión ejecutiva que habrá de tramitar -normalmente- ante el mismo juez que
dictó aquella (art. 166, inc. 7). La ejecutoria -nombre que la ley otorga a este peculiar
título ejecutivo consistente en una sentencia- presupone un juicio de conocimiento
concluido y derechos establecidos con el grado de certeza en una sentencia pasada en
autoridad de cosa juzgada. Ello incidirá en la gran limitación de defensas que podrán
oponerse al cumplimiento forzado de esta (ver lo que establecen los arts. 504 y 505,
CPCCBA).
Falsedad de la ejecutoria
Técnicamente, se hace referencia aquí a adulteraciones en la sentencia que
se quiere hacer cumplir forzadamente. La ejecutoria -normalmente presentada en
CAP~TULO
X 1 - Los JUICIOS EJECUTIVOS
miento, el cual corre desde que quedó firme el fallo. Entendemos que recién allí este
es "ejecutable" a tenor de lo que indica el artículo 497, CPCCBA.
Se trata de un período en el cual solo el acreedor puede cumplir con esta carga.
Vencido el término que contempla este artículo, consideramos que tanto el acreedor
como el deudor pueden presentar la liquidación respectiva, siempre siguiendo las
pautas de la ejecutoria.
Sea quien fuere el que presenta la liquidación en juicio, el juez dará traslado
a la contraria por el plazo de cinco días, que se computa desde la notificación de ese
auto por cédula (art. 135, inc. 8, CPCCBA). La medida se sustenta en el derecho de
defensa del litigante que no realizó esta estimación para que pueda controlar si ha
sido adecuadamente confeccionada.
Ajustándose el cálculo efectuado por las partes en forma conjunta a las pautas
señaladas en el fallo que lo ordena, corresponde aprobar en cuanto ha lugar por
derecho la liquidación que contiene.
La norma contempla el caso de que sea el acreedor ejecutante el que produjo la
liquidación. Se requiere entonces la conformidad del deudor ejecutado mediante el
traslado notificado por cédula (art. 501, CPCCBA). Existe aquí la carga de controlar
en debida forma y eventualmente controvertir la liquidación efectuada (art. 502,
CPCCBA).Será a veces necesario recurrir al auxilio de un profesional especializado
-contador o experto de formación similar- para que supervise la realización de estas
cuentas que darán lugar a la suma líquida objeto de la ejecución. Como toda carga,
podrá o no ejercerse en la práctica.
Ya sea que se ejerza presentándose por escrito la expresa conformidad con la
suma obtenida de acuerdo con los cálculos realizados por la contraria o que nada
se haga al respecto, dejando simplemente vencer el plazo, la ley en ambos casos
tendrá por admitida la liquidación y se procederá -a pedido de parte- a trabar
embargo (conforme pautas del art. 500, CPCCBA, con su remisión al régimen del
juicio ejecutivo).
Otra posibilidad es que el ejecutado oponga reparos a la liquidación en tiempo
oportuno. Ya sea por haber errores en los cálculos, por haberse apartado de los pa-
rámetros fijados en la sentencia u otros motivos fundados debidamente -explicados
en el escrito respectivo-, se puede controvertir la cuenta efectuada. Estos planteos
deberán ser canalizados a través de la vía incidental, donde podrá existir -incluso-
etapa probatoria al efecto.
Hasta tanto no se resuelva este incidente, no existirá "deuda líquida", por lo
que no podrá seguirse adelante con el trámite ejecutivo. Se trata, en los hechos, de
un caso de incidente con efectos suspensivos del trámite principal.
En el artículo 504 del Código nacional se señala que, sin perjuicio de lo que se
dispone en esta manda y en los dos artículos anteriores, el acreedor podrá solicitar
que se intime por cédula al ejecutado el pago de lo adeudado cuando se trate de can-
tidad líquida y determinada o hubiere liquidación aprobada.
CAP~TULO
X 1 - Los JUICIOS EJECUTIVOS
testimonio, ya que será difícil que se articule una denuncia de este tipo cuando el
trámite de ejecución continúa ante el mismo juez que dictó el fallo condenatoric-
resulta falsa total o parcialmente por haber sido modificada luego de su firma por
el magistrado.
Sin embargo, se ha ampliado el alcance de esta defensa, incluyéndose la inhabi-
lidad de título, a través de la que puede ponerse de manifiesto el incumplimiento de
los requisitos de toda ejecución -sentencia firme y plazo vencido-, la inexistencia
de suma líquida cuando corresponda e, incluso, la falta de legitimación y defectos en
la personería ya mencionados.
Prescripción de la ejecutoria
El término para iniciar l a ejecución de una sentencia era, bajo el régimen del
Código velezano, el de la prescripción decena1 que contemplaba el artículo 4023,
derogado CCiv. Hoy, en ausencia de u n texto legal expreso que contemple esta hipó-
tesis, y por tratarse de una pretensión personal, a la prescripción de la ejecutoria le
es aplicable el plazo genérico de cinco años establecido por el artículo 2560, CCCN.
Se cuenta desde que la sentencia adquirió firmeza y no desde la fecha de su
dictado. Entre uno y otro momento pueden haber pasado muchos años -ténganse en
cuentas las múltiples fases recursivas por las que puede transitar el litigio-, por lo
que solo se considerará la oportunidad en que el derecho se incorporó al patrimonio
del acreedor en forma definitiva e inmodificable.
Pago
El cumplimiento es la defensa por excelencia en el juicio ejecutivo. Debe demos-
trarse adecuadamente el pago en forma total, ya que la figura del "pago parcial" no
viene contemplada en la ley procesal. Debe ser -por lo común- de fecha posterior a
la sentencia condenatoria de marras.
Tanto en un caso como en el otro, el recurso será concedido con efecto suspen-
sivo (art. 243, tercer párrafo, CPCCBA). Si apela el ejecutante, se suspenderá el
rechazo de la ejecución decretada y, por ende, se continúa con los actos compulsorios.
Si apela el ejecutado, por el contrario, se suspenderá la realización de bienes. Ello
así salvo que el acreedor ejecutante diere fianza o caución suficiente para responder
por los daños que pueda irrogar la subasta realizada sobre la base de un resolutorio
luego revocado por la alzada. La ley permite al ejecutante ofrecer esta caución ante
la apelación de la contraria para que no opere el efecto normal del recurso intentado
y, de ese modo, sea concedido con efecto no suspensivo.
Más allá de todo eso, la ley indica que, en todos los casos en que proceda la
apelación respecto de resoluciones judiciales emitidas en el marco de una ejecución
de sentencia, el recurso será concedido con efecto diferido. Sin embargo, no debe en-
tenderse esta manda en el mismo sentido que tienen las previsiones de los artículos
247 y 255, inciso 1,CPCCBA, sino que simplemente se refieren a que, una vez inter-
puestas esas apelaciones contra la resolución agraviante en el plazo legal, la funda-
mentación de estas se hará en el momento en que se expresan agravios respecto de
la resolución que admite o rechaza las excepciones.
Condena a hacer
Los ordenamientos procesales brindan las pautas generales (art. 511, CPCCBA)
respecto de este tipo de prestación que involucra la actividad personal del deudor.
Aquí también -como en el caso que recoge el art. 511, CPCCBA- se debe determinar
la forma en que habrá de reemplazarse ese cumplimiento en especie para el supuesto
de negativa total y absoluta por parte del ejecutado. A los fines de evitar llegar a esta
hipótesis, se contempla expresamente la aplicación de sanciones conminatorias (art.
37, CPCCBA).
En estos supuestos, una cierta habilidad o especial capacidad del deudor hacen
que el cumplimiento personal de la prestación -a criterio del acreedor- no pueda
ser reemplazado, por lo que se busca vencer la resistencia mediante ataques a s u
patrimonio en beneficio de la contraria.
La sentencia ordenará, entonces, la realización de cierta actividad al vencido y
fijará el plazo para ello. Agotado este, habiéndose -eventualmente- hecho uso de las
astreintes procesales y cuando ya se han perdido todas las esperanzas de u n cumpli-
miento en especie, el trámite de ejecución importará para el acreedor una toma de
decisión. Deberá escoger entre dos posibilidades: requerir la ejecución de los actos
por un tercero a costa del obligado remiso o conformarse con una indemnización por
los daños y perjuicios que acarreó el incumplimiento de la prestación debida. La ley
aclara que estas dos opciones también son operativas en el caso en que "no fuere
posible el cumplimiento por el deudor".
CAP~TULO
X 1 - Los JUICIOS EJECUTIVOS
Condena a no hacer
Cuando el contenido de la obligación sea una abstensión y ello sea violado por
el deudor realizando las conductas prohibidas por sentencia -forma de incumplir la
obligación de no hacer-, aquí también podrá el acreedor optar entre requerir que
las cosas sean puestas en su estado original, el que existía antes de la conducta in-
debida del deudor, o que se dejen como están y se indemnice el detrimento causado
(art. 512, CPCCBA).Si es posible la reconstrucción o reposición volviendo al estado
previo, el juez, a pedido de parte, dispondrá que un tercero a costa del incumplidor
realice las tareas.
En muchos casos habrá imposibilidad física de volver al estado originario de
las cosas modificadas sin derecho, por lo que en estos supuestos no habrá otra solu-
ción que la reparación pecuniaria de las consecuencias.Ya sea que la indemnización
se prefiera antes que la reposición al estado previo o que esta última posibilidad sea
inviable, la determinación de aquella se regirá por las pautas ya vistas (que surgen
del art. 511, CPCCBA).
2.3.1. El exequatur
Para el caso en que no existan convenciones internacionales entre nuestro país
y aquel del que proviene la sentencia, el legislador ha establecido que el juez de la
ejecución deberá controlar ciertos aspectos externos del fallo cuyo cumplimiento se
persigue. En ningún caso revisará el acierto o mérito de la decisión, dado que carece
de competencia para ello. Solo se limitará a controlar si se cumplen a su respecto los
recaudos que el artículo en análisis exige para que una sentencia extranjera pueda
generar válidamente actos compulsorios en nuestro ámbito. Se busca determinar, en
suma, que el fallo extranjero es compatible con el orden público argentino.
Este trámite es conocido con el nombre de exequatur y, una vez superado exito-
samente, la ejecución de la sentencia es "autorizada" según nuestro derecho. Se crea
así un "título ejecutorio compatible con el derecho interno argentino".
Los recaudos a controlar mediante la vía del exequatur están expuestos en
los cinco incisos del artículo 515 referido. A través de estos se analizan aspectos
del decisorio extranjero que tienen que ver con derechos y garantías esenciales de
las partes y, fundamentalmente, del ejecutado. Así, se busca preservar el derecho
de defensa del demandado (determinándose si el ejecutado con domicilio en este
país fue personalmente citado a juicio), la garantía del juez natural y las reglas de
competencia (si la sentencia surge de un tribunal competente, si se vincula con un
objeto mueble trasladado a 1aArgentina durante o luego del juicio), el orden público
local (si la obligación a cumplir es válida según nuestro derecho, si la sentencia no
transgrede el orden público interno argentino) y básicos recaudos procesales (si es
formalmente válida en su lugar de origen y aquí fue traída respetándose las normas
de autenticidad aplicables, si en el Estado del que emana cuenta con fuerza de cosa
juzgada, si se contrapone con otro fallo argentino anterior o simultáneo).
Estas mismas cuestiones se hallan reguladas en el artículo 517 del Código
de la Nación. Esta norma señala en el inciso 1 que la sentencia extranjera debe
emanar del tribunal competente según las normas argentinas de jurisdicción in-
ternacional, y en el inciso 2, que la parte demandada contra la que se pretende
ejecutar la sentencia hubiese sido personalmente citada y se haya garantizado su
defensa. Los incisos 3,4 y 5 reproducen los textos de los incisos 5,4 y 6 del régimen
bonaerense.
La pretensión ejecutiva respecto de una sentencia foránea se habrá de plantear
ante el juez con competencia en nuestro ámbito (art. 516, CPCCBA). Esta deman-
da de ejecución requiere, por ello, de documentación esencial. En primer término,
se debe acompañar el testimonio del fallo incumplido legalizado y traducido. Las
pautas de legalización serán las que rijan respecto de todo documento extranjero,
a menos que existan previsiones especiales respecto de las resoluciones judiciales.
También se habrán de acompañar las constancias de las que surja que el fallo
se encuentra consentido o ejecutoriado (también legalizadas y traducidas), así como
toda otra documentación que abone el cumplimiento de la totalidad de los recaudos
que dejan a la sentencia en condición de ser ejecutada si es que tal información no
surge del texto del fallo mismo.
Con este pedido se formará un incidente a través del que tramitará el exequa-
tur. Las partes podrán ofrecer la prueba que permita formar convicción en el juez
respecto del cumplimiento de los recaudos pertinentes. En este marco, el magistrado
se limitará a constatar todos los aspectos que contempla el artículo 515, CPCCBA, y
admitirá o no la validez de la sentencia extranjera como título ejecutivojudicial. Si
lo admite, se aplicarán para la ejecución de las obligaciones allí contenidas las mis-
mas pautas que para una sentencia local. La resolución será apelable por el agravia-
do y el recurso se concederá en relación y con efecto suspensivo (art. 243, CPCCBA).
Puede darse el caso de que se pretenda hacer valer el contenido de una senten-
cia extranjera, pero no a los fines de su ejecución, ya que esta resolución puede ser
de aquellas que no contengan la condena a cumplir con una obligación determinada,
sino que sean simplemente declarativas o constitutivas. En estos casos será necesa-
rio un simple "reconocimiento como válida" para nuestro derecho. En tal supuesto
caso (art. 517, CPCCBA), bastará con el trámite incidental del exequatur donde se
controle si se cumplen los recaudos de los tratados internacionales específicos o, en
su defecto, los del artículo 515 en el caso del régimen bonaerense.
2.5.2.Multas procesales
También se aplica este trámite a la ejecución de resoluciones que establecen
multas procesales. En varios artículos la ley procesal habilita al juez a aplicar san-
ciones pecuniarias por casos concretos de violación a la buena fe procesal. Estas
podrán estar fijadas en beneficio de la contraparte o bien carecer de destinatario. De
ello dependerá la legitimación de quien pida la ejecución: la parte o quien disponga
el régimen procesal aplicable.
2.5.3.Honorarios profesionales
Finalmente, mediante el trámite de la ejecución de sentencias podrán los profe-
sionales intervinientes en el proceso cobrar los honorarios regulados como integran-
tes de las costas judiciales. Normalmente se hace referencia aquí a los honorarios de
abogados, pero también estas pautas son de aplicación respecto de los de los peritos
intervinientes. Con relación a estos profesionales, serán aplicables las reglas perti-
nentes que -por lo común- contienen las diferentes leyes arancelarias vigentes en
cada jurisdicción.
Ahora bien, conforme lo dispuesto en el inciso 3 del artículo 498, CPCCBA,
debe aplicarse el procedimiento de ejecución de sentencia cuando se persigue el
cobro de honorarios regulados en concepto de costas, descartándose, por ende, este
procedimiento contra quien no fue condenado en costas.
2.5.4.Acta de mediación
El Código Procesal de la Nación contempla en su artículo 500 una figura más
-producto de la reforma introducida por el art. 56 de la ley 26.589-. Se trata del caso
del "acuerdo instrumentado en acta suscripta por el mediador, con la certificación de
su firma, salvo en el supuesto en que se hayan controvertido derechos de menores
e incapaces. En estos casos, el representante legal con intervención del ministerio
pupilar, deberá requerir previamente, la homologación del acuerdo al juez anterior-
mente sorteado o al que sea competente de acuerdo a la materia. Tales actuaciones
estarán exentas del pago de la tasa de justicia".
3. El juicio ejecutivo
Se trata de la vía procesal (art. 518, CPCCBA) a través de la cual tramitarán
las pretensiones de ejecución que se sustenten en un título ejecutivo extrajudicial
no administrativo que contenga una obligación de dar sumas de dinero. El legisla-
dor ha buscado dinamizar el tráfico de bienes y la prestación de servicios onerosos,
permitiendo que las partes celebren convenciones de las que surjan créditos cuya
percepción judicial -en caso de falta de cumplimiento voluntario- se vea facilitada.
Es con ese objeto que nace el "juicio ejecutivo", régimen regulado detallada-
mente en los códigos procesales y que contiene previsiones aplicables tanto en las
ejecuciones de sentencia como en las ejecuciones hipotecarias o prendarias, y en
las ejecuciones fiscales -en lo que no se encuentre específicamente contemplado
cuando existan, como en la Provincia de Buenos Aires, leyes de apremios-.
La ausencia de un juicio de conocimiento necesariamente previo como el que
da lugar a una ejecutoria hace que el título ejecutivo aquí tenga menos fuerza
que la sentencia que viene respaldada por una declaración de certeza de u n ma-
gistrado investido de imperio. Ello se evidencia -entre otras cosas- en la mayor
cantidad de defensas que podrán oponerse en el juicio ejecutivo -tanto posteriores
como también contemporáneas a la creación del título- y en la posibilidad de que el
título no se encuentre completo y sea necesario un breve trámite previo a los fines de
ponerlo en condiciones de ser ejecutado -"preparación de la vía ejecutiva".
En u n juicio ejecutivo -por ser una especie de proceso sumario, utilizado este
término en sentido técnico-, el conocimiento del juez será también parcial, acotado.
Solo se le permite conocer en este marco un tramo del conflicto: simplemente el as-
pecto externo del título, su existencia y validez. Y todo ello en tiempos abreviados y
con ciertas restricciones probatorias.
No serán cuestiones a indagar por el magistrado en el juicio ejecutivo las referi-
das al negocio subyacente al título que plasma la obligación que se persigue cumplir
forzadamente. Esa relación quedará fuera del acotado marco de conocimiento en
este proceso donde el título ejecutivo vale por sí solo en virtud de la autonomía que
la ley le otorga respecto de aquel vínculo contractual original. Tal pauta puede ser
vista como gravemente violatoria del derecho de defensa del deudor ejecutado que
puede contar con defensas referidas al negocio base que constituyan circunstan-
cias obstativas a la existencia de la obligación por la que se le reclama y no puede
esgrimirlas ante este formal requerimiento judicial. O que, contando con defensas
canalizables a través de las "excepciones" admisibles, no logra acreditarlas por las
limitaciones probatorias inherentes a esta vía.
Frente a ello, la ley establece la manera de conciliar la celeridad de la ejecución
del título con el resguardo del derecho de defensa, postergando el pleno ejercicio
de este en el tiempo al prever que todas las defensas ajenas al trámite ejecutivo
quedarán reservadas a un juicio de conocimiento posterior, donde no operarán las
restricciones a la acreditación de los hechos que caracterizan a la vía en análisis.
Suma líquida
La ley exige que del título surja la cantidad de dinero que constituye el objeto
mediato de la pretensión ejecutiva, expresada de manera plena -líquida-, o bien que
pueda calcularse mediante una simple operación aritmética a partir de las pautas
allí contenidas -fácilmente liquidable-.
Si no fuere así, no procede este tipo de trámite. Sin embargo, puede configu-
rarse un supuesto intermedio: que del mismo título surja una deuda líquida y otra
ilíquida.
En pos del principio de celeridad procesal, el legislador admite que se pueda
ejecutar mediante esta forma procesal la parte de la deuda que exhibe liquidez,
reservándose los derechos a reclamar la otra deuda a través de un proceso un poco
más complejo que brinde el marco adecuado donde establecer el quantum reclamado
(art. 520, CPCCBA).
Documentos privados
Se refiere aquí al reconocimiento de firmas en documentos privados, ya que,
una vez admitida la autenticidad de aquellas por las personas a quienes se opone,
quedarán equiparados a los instrumentos públicos que "traen aparejada ejecución"
por sí solos.
La ley contempla la forma en que habrá de realizarse ese reconocimiento
(art. 523, CPCCBA). Se ha dispuesto que, si los documentos que sirven de base a la
ejecución instrumentan una obligación exigible de dar suma líquida de dinero que se
le atribuye al demandado, ello es suficiente prima facie para dar curso a la medida
preparatoria que prevé el artículo 523, inciso 1, del CPCCBA, sin perjuicio de la po-
sibilidad que tiene el ejecutado de objetar o no esos documentos en la etapa procesal
pertinente.
Obligación condicional
Si, en cambio, la obligación está sujeta a condición suspensiva, no podrá ser
ejecutada hasta tanto no sea exigible, esto es, hasta que aquella circunstancia no
haya acaecido. Si el deudor reconoce el cumplimiento de la condición y se da el resto
de las exigencias, queda habilitada la vía ejecutiva.
teniéndose por reconocida la firma atribuida al deudor y por ciertos los hechos sobre
los que se le requirió respuesta expresa.
En el artículo 526, CPCCN, el deudor, además de no poder reemplazar s u mani-
festación ante el juez por un escrito, tampoco podrá hacerlo mediante u n gestor. Se
agrega también que el desconocimiento de l a firma por alguno de los coejecutados
no impide que se cumpla con lo dispuesto por los artículos 531 y 542 respecto de los
deudores que hayan reconocido su firma en el documento o a quienes se los haya
tenido por reconocida.
Reconocimiento de firma
Ya sea que la firma en instrumento privado sea reconocida expresamente o de
manera ficta -por inasistencia injustificada a la audiencia debidamente notificada o
negativa a responder en esta-, ello importa dejar expedita la vía ejecutiva del título
(art. 525, CPCCBA) aun cuando se hubiera negado su contenido.
Las impugnaciones vinculadas con este último aspecto -que pueden dar lugar
a indagaciones respecto de abuso de firma en blanco, etc.- exceden el marco de la
vía intentada y quedarán reservadas -eventualmente- al juicio de conocimiento
posterior del artículo 551, CPCCBA.
Si, por el contrario, el deudor niega la autenticidad de la firma -ológrafa, claro
está- a él atribuida (art. 526, CPCCBA), el juez -a pedido del acreedor- deberá pro-
ceder al estudio de esta por peritos calígrafos. De este estudio puede surgir que la
firma -en efecto- no sea de la persona a quien se le atribuye. En ese caso, el título
no servirá para fundar un juicio ejecutivo en su contra. Pero, si del dictamen de los
profesionales intervinientes surge su autenticidad y que, por ende, el deudor mintió
al negar la autoría de l a firma, se pasará directamente a la fase de intimación de
pago y embargo.
Pero ello no es todo, sino que en el régimen de Buenos Aires se atribuye al deu-
dor la carga de los costos del estudio pericial realizado y se contempla una sanción
de multa a su respecto del treinta por ciento del monto reclamado, cuyo depósito
previo -en calidad de embargo- constituirá condición de admisibilidad de las excep-
ciones que oponga a la ejecución intentada. Si no se oponen excepciones, la suma
depositada integrará el capital que se afectará al cumplimiento de la sentencia de
remate.
La resolución judicial que, con sustento en el dictamen pericial, declara que la
firma es auténtica y pertenece al deudor e impone la multa de marras es suscepti-
ble de apelación en efecto diferido para no detener el trámite ejecutivo. Ello -como
vimos- implicará que la fundamentación de este recurso se hará al momento de
apelar la sentencia de remate.
Garantía común. Todos los bienes del deudor están afectados al cumplimiento de sus
obligaciones y constituyen la garantía común de sus acreedores, con excepción de aque-
llos que este Código o leyes especiales declaran inembargables o inejecutables. Los pa-
trimonios especiales autorizados por la ley sólo tienen por garantía los bienes que los
integran [art. 2421.
Bienes que constituyen la garantía. Los bienes presentes y futuros del deudor constitu-
yen la garantía común de sus acreedores. El acreedor puede exigir la venta judicial de
los bienes del deudor, pero sólo en la medida necesaria para satisfacer su crédito. Todos
los acreedores pueden ejecutar estos bienes en posición igualitaria, excepto que exista
una causa legal de preferencia [art. 7431.
Bienes excluidos de la garantía común. Quedan excluidos de la garantía prevista en
el artículo 743: a. las ropas y muebles de uso indispensable del deudor, de su cónyuge
o conviviente, y de sus hijos; b. los instrumentos necesarios para el ejercicio personal
de la profesión, arte u oficio del deudor; c. los sepulcros afectados a su destino, excepto
que se reclame su precio de venta, construcción o reparación; d. los bienes afectados a
cualquier religión reconocida por el Estado; e. los derechos de usufructo, uso y habita-
ción, así como las servidumbres prediales, que sólo pueden ejecutarse en los términos
de los artículos 2144,2157 y 2178; f. las indemnizaciones que corresponden al deudor
por daño moral y por daño material derivado de lesiones a su integridad psicofísica; g.
la indemnización por alimentos que corresponde al cónyuge, al conviviente y a los hijos
con derecho alimentario, en caso de homicidio; h. los demás bienes declarados inembar-
gables o excluidos por otras leyes [art. 7441.
Falta de personería
Respecto de la falta de personería en las partes, se daría un razonamiento
equivalente al analizado en relación con la excepción de falta de competencia en el
órgano judicial. En efecto, si bien la resolución solo puede hacer lugar o rechazar la
ejecución (art. 549, CPCCBA), por remisión a las pautas generales y también a los
principios procesales rectores de economía y celeridad, si el juez entiende proceden-
te la defensa de falta de personería, debe dar un plazo -reducidísimo- para que se
adopten las medidas pertinentes destinadas a que se acrediten las diferentes for-
mas de representación que pueden encontrarse en juego (necesarias o voluntarias)
respecto de la parte que carezca de estas, cumplido el cual se resolverá lo que corres-
ponda, teniendo en cuenta si fue o no subsanado el déficit (art. 352, inc. 4, CPCCBA).
Nos referimos a casos en los que bastará el aporte de un documento (testimonio
de curatela, partidas, poderes, etc.).Diferente será el supuesto en el que sea necesa-
rio todo un trámite judicial para la designación de representante de una de las par-
tes -p. ej., insania y designación de curador o únicamente el discernimiento de este
cargo-. Allí quedará a consideración del juez si se espera hasta ese momento o se
rechaza esta demanda así planteada. Como siempre, debe ponderarse en el balance
a efectuar tanto la celeridad como la economía procesal.
normas a las que este se remite (por ejemplo, el caso del art. 521, inc. 51, o bien el
ejecutante no es el titular del crédito o el ejecutado no es el deudor que surge del
título esgrimido (falta de legitimación).
De manera expresa se excluye de este ámbito la discusión respecto de la legi-
timidad de la causa, la que quedará reservada -eventualmente- al juicio de conoci-
miento posterior (art. 551, CPCCBA).
Ello es así como regla. Una excepción a esta es el hecho de que el título exhiba
de manera palmaria la configuración de alguna ilicitud. De este modo, admitir una
ejecución sobre la base de un título que muestre tamaña irregularidad por el solo
hecho de que luego podrá recorrerse la mentada vía de la pretensión de conocimien-
to importará tanto como violentar el principio de economía procesal y, por otro lado,
conducir el proceso en términos de un rígido -e inaceptable- ritualismo. Claro que
quedará en la prudencia del juez estimar cuán evidente es esta grave anomalía de-
nunciada por el ejecutado.
Otra previsión especial se refiere al caso del reconocimiento por parte del deu-
dor de la firma en el documento privado. En esos casos -reza la manda- le estará
vedado alegar falsedad respecto del título ejecutivo.
Prescripción
El momento de la oposición de excepciones es la oportunidad del deudor para
introducir válidamente la cuestión de la prescripción en el proceso. Ello así a tenor
de la pauta general del CCCN:
Art. 2553.- Oportunidad procesal para oponerla. La prescripción debe oponerse dentro
del plazo para contestar la demanda en los procesos de conocimiento,y para oponer ex-
ceuciones en los procesos de eiecución. Los terceros interesados aue comuarecen al juicio
vencidos los términos aplicables a las partes, deben hacerlo en su primera presentación.
Si bien es cierto que el deudor pudo haber tenido una intervención anterior en
la etapa preparatoria de la vía ejecutiva, entendemos que recién con el diligencia-
miento del mandamiento donde se lo intima de pago y embargo se lo está vinculando
formalmente al proceso, y en ese momento nace el plazo para defenderse con las
oposiciones de las que pueda valerse, entre las que se encuentra la de prescripción.
Los plazos habrán de variar de acuerdo con la naturaleza de la obligación que
contenga el título ejecutivo de que se trate. Será en cada caso la legislación especí-
fica la que habrá de dar pautas válidas al respecto. Operan las reglas generales de
suspensión e interrupción del cómputo.
El instituto en estudio es renunciable, ya sea en forma expresa o tácita, confi-
gurándose esta última cuando, transcurrido el plazo y tratándose de juicio ejecutivo,
no se ha opuesto la defensa de prescripción. Sentado ello se colige que la prescrip-
ción liberatoria no opera de pleno derecho ni se la puede declarar de oficio, sino que
la decisión a su respecto debe ser consecuencia de un expreso y categórico pedido de
la parte interesada al momento de oponer las defensas que la ley establece.
Pago documentado
Se trata del cumplimiento total o parcial de la obligación por la que se reclama
ejecutivamente. Solo serán válidos en este acotado marco procesal, a los efectos de
acreditar ese cumplimiento, los instrumentos que surjan del acreedor y que no dejen
lugar a dudas respecto del pago efectuado. Esto es, recibos u otras constancias por él
firmados que den cuenta de la percepción de todo o parte de la suma dineraria por
la que ahora se está accionando en sede judicial.
Toda otra prueba al efecto podrá ser llevada eventualmente al juicio de cono-
cimiento posterior. Se trata de u n claro caso de limitación probatoria que viabiliza
la procedencia de ese otro proceso más amplio donde se resguardará debidamente
el derecho de defensa del deudor que cumplió pero que carece de "documentación"
idónea para demostrar esa circunstancia.
Es esperable que el ejecutante desconozca la autenticidad de la documentación
que se le opone. Adelantándose a esa contingencia es que habrá de ofrecerse ad
eventum prueba supletoria idónea, que, básicamente, consistirá en pericia caligráfi-
ca respecto de la firma del recibo o comprobante.
Fuera del recibo, los otros elementos que se aportan con el objeto de acreditar
el pago deben ser apreciados de modo riguroso. De lo contrario, la cuestión se intro-
duciría en el ámbito de la causa de la obligación, desnaturalizándose la sumariedad
del proceso ejecutivo.
Compensación
La defensa de marras se inspira en la figura que contempla el artículo 921 del
CCCN, la que establece que habrá compensación "cuando dos personas, por derecho
propio, reúnen la calidad de acreedor y deudor recíprocamente, cualesquiera que
sean las causas de una y otra deuda. Extingue con fuerza de pago las dos deudas,
hasta el monto de la menor, desde el tiempo en que ambas obligaciones comenzaron
a coexistir en condiciones de ser compensables".
Claro que, si se trata, como aquí, de una compensación judicial, opera una
regla específica: la del artículo 928 de ese mismo digesto: "Compensación judicial.
Cualquiera de las partes tiene derecho a requerir a un juez la declaración de l a com-
pensación que se h a producido. La pretensión puede ser deducida simultáneamente
con las defensas relativas al crédito de la otra parte o, subsidiariamente, para el
caso de que esas defensas no prosperen". También, la ley civil y comercial indica -en
el art. 930- los casos en que tal compensación no puede ser admitida.
En el CPCCBA se introducen ciertas precisiones que tienen que ver -una vez
más- con la naturaleza de la vía en cuyo seno se admite. Se requiere en este caso,
para que proceda la compensación como defensa en u n juicio ejecutivo, que opere
respecto de "crédito líquido que resulte de documento que traiga aparejada ejecu-
ción". Solo prosperará si los créditos son líquidos y surgen de títulos ejecutivos com-
pletos -no operaría respecto de este caso, entonces, la preparación de la vía-.
Se busca que la introducción del crédito cuya titularidad ostenta el deudor no
modifique ni retrase o entorpezca la forma procesal en marcha, requiriendo una
mayor prohndidad de conocimiento y prueba.
CAP~TULO
X 1 - Los JUICIOS EJECUTIVOS
Incidente de nulidad
También la ley (art. 543, CPCCBA) contempla la vía incidental para plantear
un pedido anulatorio.
Aquí se tratará del supuesto en el que la intimación de pago no se efectuó
legalmente y, por eso, no pudo haber empezado a correr el plazo para el planteo de
excepciones. De acuerdo con ello -y una prudente aplicación del derecho de defensa
en juicio-, sena viable un incidente de nulidad aun con posterioridad a la sentencia
de remate si recién en ese momento el deudor toma conocimiento del mandamiento
mal diligenciado en su contra.
En este caso, el incidentista que plantea l a nulidad deberá manifestar su in-
terés en la invalidación del proceso acompañando a su pretensión el depósito de la
suma reclamada en el mandamiento para evitar el pago de las costas o la oposición
de las excepciones de que intente valerse y de las que se ha visto privado por esa
indebida intimación.
El trámite será aquí el genérico de esta vía -incidental- y su resultado favora-
ble tendrá diferentes alcances dependiendo de la actitud del ejecutado (si deposita,
se procederá a la liquidación y pago; si opone excepciones, se seguirá con el trámite
normal de estas -art. 545-, etc.).
El régimen procesal nacional, en el artículo 545, y fiel a su posición respecto del
principio de trascendencia, agrega un último párrafo donde se indica que es inadmi-
sible el pedido de nulidad si el ejecutado no mencionare las excepciones que no ha
podido deducir en términos que demuestren la seriedad de su petición.
exige diligencia a la parte actora para que reinicie la ejecución dentro de los quince
días de quedar firme la resolución por la que se puso ñn al anterior proceso por las
razones apuntadas. Si el nuevo juicio no se inicia en el período citado, opera la cadu-
cidad automática del embargo de marras.
Bilateralización
Si se supera el tamiz de la admisibilidad, el juez dispondrá el traslado de las
excepciones a la parte ejecutante. Esta notificación se hará ministerio legis, salvo
que se trate de la excepción de prescripción, como lo señala el artículo 135,inciso 9,
CPCCBA, o que se configure algún otro supuesto de los enumerados en esa norma,
en cuyo caso procederá la notificación personal o por cédula.
Desde la notificación hecha de las maneras aludidas, el ejecutado cuenta con
cinco días para contestar el planteo, manifestarse respecto de la documentación
agregada, adunar la que intente oponer a aquella y ofrecer el resto de la prueba de
la que pueda valerse.
Aquí también -como en los procesos de conocimiento- puede resultar imece-
sario recurrir a mayor prueba a los fines de emitir sentencia (art. 546,CPCCBA).
Se trata del caso en que las cuestiones planteadas por conducto de las excepciones
vistas pueden ser resueltas solo sobre la base del derecho aplicable o con sustento en
las constancias documentales obrantes en el expediente -ya sea preexistentes o bien
aportadas por las partes en la oposición de defensas y en el escrito de contestación
a estas-.
Por las características ya reseñadas de este tipo de juicio, no es necesaria una
declaración expresa de que la causa tramitará "de puro derecho", sino que, cuando
así corresponda, el juez pasará directamente a dictar sentencia.
El artículo 548, CPCCN, aclara que, si no se contesta el traslado, el plazo para
dictar la sentencia se contará desde que se hubiera requerido la resolución.
3.3.15. La subasta
Como fue señalado, si bien es cierto que con la intimación de pago lo común es
que se trabe embargo ejecutivo sobre bienes del deudor, si por alguna razón ello no
opera en ese momento, es posible transitar toda la etapa de contralor de la validez
del título hasta llegar a la sentencia de remate sin cumplir ese paso procesal. Es evi-
dente que solo el ejecutante que no active la efectivización de esta medida habrá de
perjudicarse al correr con el riesgo de que en el ínterin su contraparte se insolvente.
Sin embargo, es requisito esencial de la etapa en la que ahora ingresamos -el
cumplimiento de la sentencia de remate- la efectiva existencia de un embargo tra-
bado, ya que todas las medidas compulsorias que se habrán de regular a continua-
ción requieren la existencia de bienes gravados previamente.
Por lo general, aquel embargo ejecutivo trabado en un inicio mutará en ejecuto-
rio al adquirir firmeza la sentencia de remate. No obstante ello, puede directamente
ser trabado un embargo de este último tipo recién en el momento previo al inicio de
los actos de cumplimiento forzado.
La ley ritual (art. 508, CPCCBA) remite en este terreno a las pautas de la
ejecución de sentencias a los ñnes de hacer efectiva la resolución que manda llevar
adelante la ejecución derivada del cumplimiento de un previo fallo recaído en juicio
de conocimiento. Esto es, la subasta puede venir precedida de una etapa en la que se
ponderó la validez de u n título ejecutivo tanto extrajudicial (juicio ejecutivo propia-
mente dicho) como judicial (ejecución de sentencia).
Ello operará directamente en el caso de tratarse de una sentencia de condena
a dar sumas de dinero, mientras que, si la obligación es de dar otra cosa, hacer o no
hacer, se intentará normalmente el cumplimiento en especie y, de no ser ello posible,
mutará -salvo excepciones- en el deber de pagar sumas de dinero, ya sea en concep-
to de daños y perjuicios por el incumplimiento en la forma originalmente estable-
cida, como equivalente del valor de la cosa no entregada, como pago a terceros que
realizaron la prestación en lugar del directamente obligado, etc.
Oportunamente se analizaron las reglas que juegan para que tenga lugar esta
transformación en deuda líquida (arts. 508 a 514, CPCCBA).
Sustitúyense los artículos 558, 559, 562, 563, 575, 578, 581 y 585 del Decreto-Ley
7.425168, Código Procesal Civil y Comercial por los siguientes:
Artículo 558 - Subasta de muebles o semovientes. Si el embargo hubiese recaído en bie-
nes muebles o semovientes se observarán las siguientes reglas:
1) Se ordenará s u venta en remate, sin base y al contado, de acuerdo al procedimiento
establecido en el artículo 562 del presente Código, con la intervención de un mar-
1 Promulgada por decreto 30111 del 1011111y publicada el 25lY2011, B.O. n." 26.521 (suplemento).
2 A los fines de conocer más sobre el origen y funcionamiento de la subasta electrónica, remiti-
mos al excelente trabajo de Guardiola, Juan José en Tratado de derecho procesal electrónico,
Carlos Enrique Camps (director y coautor), La Ley, Buenos Aires, 2015.
tillero público que se designará de oficio, salvo que existiese acuerdo de las partes
para proponerlo.
2) En la resolución que dispone la venta se requerirá al deudor para que, dentro del
plazo de cinco (5) días, manifieste si los bienes están prendados o embargados. En el
primer caso, aquél deberá indicar el nombre y domicilio de los acreedores y el monto
del crédito; en el segundo, el Juzgado, Secretaría y carátula del expediente.
3) Se podrá ordenar el secuestro de las cosas para ser entregadas al martillero a los
efectos de su exhibición;
4) Se requerirá informe sobre las condiciones de dominio y gravámenes a los registros
pertinentes, cuando se tratase de muebles registrables;
5) Se comunicará a los Jueces embargantes la providencia que decrete la venta y a los
acreedores prendarios para que formulen observaciones dentro de los tres días de
recibida la notificación.
Artículo 559 - Edictos. El remate se anunciará por edictos que se publicarán por dos (2)
días en el Boletín Judicial, y en otro diario, en la forma indicada en los artículos 145,
146 y 147.
En los edictos se individualizarán las cosas a subastar, se indicará, en su caso, el monto
del depósito de garantía, la cantidad, el estado y el lugar donde podrán ser revisadas por
los interesados; la obligación de depositar la seña y comisión de costumbre en el acto del
remate, fecha y hora de comienzo y finalización de la subasta; el Juzgado y Secretaría
donde tramita el proceso; el número del expediente y el nombre de las partes si éstas
no se opusieren.
Artículo 562 - Subasta electrónica,régimen general. Cualquiera sea la naturaleza de los
bienes a subastar, el Juez dispondrá la realización de una subasta electrónica, proceso
interactivo de búsqueda de precio, mediante la puja simultánea entre distintos postores,
realizada a través de Internet, mediante un programa automatizado revestido de ade-
cuadas condiciones de seguridad, cuya información se transmite y procesa por medios
electrónicos de comunicación, en las condiciones que fije, que deberán indicarse en los
edictos y, en su caso, en la propaganda.
A esos efectos, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires regla-
mentará la subasta revista en este artículo, estando autorizada a delegar en las Cá-
maras de ~ ~ e l a c i o nla
e simplementación del sistema. Habilitará una página web con
características de seguridad apropiadas y funcionalidad adecuada a la realización de la
subasta electrónica,la que podráser utilizada en todos los Departamentos Judiciales.
También establecerá los criterios y procedimientos para que el público en general pueda
inscribirse en un registro de postores, que estará abierto de forma permanente, garanti-
zando la seriedad y eficacia de la subasta, así como la sencillez y economía de recursos.
Se podrá exigir el empleo de firma electrónica o de firma digital para validar las ofertas
realizadas y10 para la suscripción del boleto de compraventa.
Cuando la naturaleza o significación económica del bien a subastar lo ameriten, el
Juez, mediante resolución fundada, podrá disponer como condición para la realización
de ofertas válidas, que el postor deposite previamente en garantía hasta el cinco por
ciento (5%)del valor de la base, o una suma razonable cuando no hubiere base. Cuando
la subasta fuere de bienes registrables el depósito previo en garantía tendrá carácter
obligatorio. Los depósitos de quienes no resultaren ganadores serán reintegrados de
manera inmediata, excepto que el oferente solicite su reserva a efectos de lo normado
en el artículo 585, segundo párrafo del Código Procesal Civil y Comercial. Dichos fondos
no podrán ser gravados por impuesto o tasa alguna.
X 1 - Los JUICIOS
CAP~TULO EJECUTWOS
Los bienes tanto muebles como inmuebles serán adjudicados al mejor postor que su-
pere la base fijada judicialmente. La subasta se realizará de manera automatizada en
Internet, durante un período de diez (10)días, ñnalizando la misma en un día y hora
determinado, que recibirá adecuada publicidad. Durante todo ese período se recibirán
las ofertas, las que serán públicas para permitir la puja permanente, adjudicándose
el bien al postor que hubiera efectuado la oferta más alta, mediante un programa que
enviará automáticamente una comunicación al ganador. Esta información figurará en
la página web, como asimismo la totalidad de las ofertas realizadas durante el período
de la subasta, indicando monto, día y hora de su efectivización.
En caso de no haberse fijado base y cuando la importancia del bien lo amerite, el Juez
podrá fijar un precio de reserva por debajo del cual no se adjudicará el bien.
Se permitirá el empleo de medios de pago electrónicos o la transferencia electrónica de
fondos, tanto para integrar la garantía referida en este artículo, cuando corresponda,
como para abonar la postura que resultare ganadora de la subasta.
Artículo 563 - Entrega de los bienes. Realizado el remate y previo pago total del precio,
el Juez notificará al martillero la persona adjudicada. Éste entregará al comprador los
bienes adquiridos, siempre que no se hubiere dispuesto lo contrario en la resolución que
lo hubiere ordenado.
Artículo 575 - Contenido de los edictos. En los edictos se individualizará el inmueble,
indicándose la base, condiciones de venta, el monto del depósito de garantía, estado
de ocupación, fecha y hora de comienzo y finalización de la subasta, horario de visita,
Juzgado y Secretm'a donde tramita el proceso, número del expediente y nombre de las
partes. Asimismo, se hará constar la comisión y la seña, que serán las de costumbre.
Si se tratare de un bien sujeto al régimen de propiedad horizontal, en las publicaciones
y en el momento del acto de la subasta electrónica, deberá indicarse el monto de las
expensas comunes correspondientes al último mes y la deuda por este concepto, si fuere
posible.
La propaganda adicional será a cargo del ejecutante, salvo que el ejecutado hubiese
prestado conformidad o que su costo no excediere del dos por ciento (2%) de la base.
Artículo 578 - Comisión del martillero. Si el remate se suspendiere, fiacasare o se anu-
lare sin culpa del martillero, el monto de la comisión será fijado por el Juez, de acuerdo
con la importancia del trabajo realizado.
Si el remate se anulare por culpa del martillero, éste deberá reintegrar el importe que
percibió, dentro de los tres (3) días de notificado de la resolución que decreta la nulidad.
Artículo 581 - Pago del precio. Dentro de los cinco (5) días de aprobado el remate, el com-
prador deberá depositar el importe del precio que corresponde al contado, en el Banco
de la Provincia de Buenos Aires o transferir electrónicamente los fondos a la cuenta
judicial que se le indicare en ocasión del remate o realizar el pago al contado mediante
medios de pago electrónicos si el Juzgado lo admitiere; si no lo hiciere en esa oportuni-
dad y no invocare motivos fundados para obtener la suspensión del plazo, se procederá
según lo dispuesto en el artículo 585. La suspensión sólo será concedida cuando medien
circunstancias totalmente ajenas a la conducta del adquirente y en situaciones que no
pudieren ser superadas con la sola indisponibilidad de los fondos.
El ejecutante y el ejecutado tienen legitimación para requerir el cumplimiento de las
obligaciones del comprador.
El adquirente podrá requerir la indisponibilidad de los fondos hasta que se le otor-
gue la escritura correspondiente o se inscriba el bien a su nombre cuando se hubiera
prescindido de aquélla, salvo que la demora en la realización de estos trámites le fuere
imputable. La indisponibilidad no regirá respecto de los gastos de escrituración y pago
de impuestos.
Artículo 585 - Postor remiso. Cuando por culpa del postor cuya oferta hubiese sido acep-
tada como definitiva en el acto de la subasta, la venta no se formalizare, se ordenará
nuevo remate, a menos que hubiera habido más de un postor y algunos de los restantes
postores hubieren hecho ofertas mayores o iguales al noventa y cinco (95) por ciento de
la oferta ganadora.
En este último caso se invitará a quien hubiere realizado la segunda mejor oferta a
ratificarla: si lo hiciera, será considerado como el oferente ganador de la subasta; caso
contrario, serán invitados sucesivamente quienes hubieren realizado las siguientes me-
jores ofertas, siempre que cumplan la condición prevista en el párrafo anterior, hasta
tanto alguno la ratifique y formalice la venta. Si las siguientes ofertas no fueren iguales
o mayores al noventa y cinco (95) por ciento de la primera podrá invitarse, de oficio o a
pedido de parte, sucesivamente a los siguientes postores a ratificarla, siempre que hu-
biere acuerdo para ello entre el propietario del bien subastado y el acreedor subastante
y no se hubiere retirado el depósito de garantía.
El postor que no formalizare la venta será responsable de la disminución real del precio
que se obtuviere en la nueva subasta o por la aceptación de la siguiente mejor oferta,
de los intereses acrecidos, de los gastos ocasionados y de las costas causadas por ese
motivo.
El cobro del importe que resultare, previa liquidación, tramitará por el procedimiento
de ejecución de sentencia, quedando embargadas a ese efecto las sumas que el postor
hubiere entregado.
adoptando las medidas que marca la ley y que disponga el juez con el objeto de que
los bienes embargados sean vendidos lo más rápida y ventajosamente posible, su
dominio sea transmitido correctamente al comprador y el precio por este abonado
quede a disposición del magistrado para que de allí se satisfagan a d e m á s de los
gastos causídicos correspondientes- las acreencias que motivaron la venta forzosa.
Veremos cómo a lo largo de este capítulo se incluyen mandas que regulan la
actuación de este profesional en subastas tanto de muebles como de inmuebles.
Publicidad adicional
Los edictos en el Boletín Oficial y en un diario es la publicidad mínima que re-
quiere el Código. Sin embargo, para un mayor éxito de la subasta se admite que se
lleve adelante propaganda adicional (art. 560, CPCCBA). De acuerdo con la entidad
de los bienes a rematar, el ejecutante puede encontrar justificado ampliar las vías de
publicidad del acto. Para ello podrá implementar diferentes medidas: cartelería, im-
presión y reparto de volantes, anuncios en diarios -de mayor tamaño que los edictos-,
avisos por radio y televisión, etc.
El CPCCBA remite en este tema al artículo 575 -referido a la subasta de in-
muebles- en lo pertinente. Para estos casos de publicidad adicional se tendrá que
coordinar la tarea con el martillero y los gastos estarán a cargo exclusivamente de
quien propuso las medidas de propaganda extra -acreedor-, salvo que exista cons-
tancia de la conformidad del ejecutado con estas erogaciones (ya que a este sujeto
también le puede interesar, como vimos, que la subasta se realice de la forma más
ventajosa posible).
Entendemos que estas formas de publicidad adicional deben respetar, en lo que
hace a su contenido, lo esencial de las previsiones referidas a los edictos. Conviene
que estas sean puestas a consideración del magistrado y que sea él quien las autori-
CAP~TULO
X 1 - Los JUICIOS EJECUTIVOS
ce atento a que se trata de quien vela porque este trámite de acción directa sobre el
patrimonio del deudor se realice en debida forma, para así resguardar los derechos
constitucionales del ejecutado.
En el artículo 567, primera parte, del Código nacional, se indica que, si la pro-
paganda adicional se realizare a través de diarios, será aplicable lo dispuesto en
el "último párrafo del artículo anterior": alude al plazo para denunciar defectos de
publicidad.
La ley establece, por la gravedad del acto y su impacto en el patrimonio del
ejecutado, que el remate dispuesto judicialmente debe quedar reservado en forma
exclusiva a los bienes cuya venta forzosa se dispone en la resolución respectiva (art.
561, CPCCBA). En consecuencia, se manda que el martillero no pueda aprovechar
ese acto -ni tampoco, obviamente, la publicidad específica- para rematar bienes dis-
tintos de aquellos ordenados en el expediente. Se le impide mezclar en una misma
subasta bienes comunes con los embargados en la causa, bajo sanción de perder la
comisión que corresponde a estos profesionales por su intervención como auxiliares
de la justicia.
-en salvaguarda de sus intereses- que, dentro de los tres días de recibida la comu-
nicación, los acreedores hipotecarios puedan solicitar al juez del remate que eleve la
base hasta cubrir el monto de los créditos de marras.
De tal modo, el derecho del acreedor hipotecario en estos casos se limitará a ser
pagado con preferencia al ejecutante, para lo cual deberá él mismo iniciar la ejecu-
ción respectiva a los ñnes de que exista posibilidad de que su deudor ejerza su dere-
cho de defensa. Téngase en cuenta que "el acreedor que ha obtenido el embargo de
bienes de su deudor, no afectados a créditos privilegiados, tendrá derecho a cobrar
íntegramente s u crédito, intereses y costas, con preferencia a otros acreedores, salvo
el caso de concurso. Los embargos posteriores afectarán únicamente el sobrante que
quedare después de pagados los créditos que hayan obtenido embargos anteriores"
(art. 218, CPCCBA).
También adviértase que aquel requerimiento de aumento de la base tendrá lu-
gar en la medida en que no se dé el supuesto del artículo 571, CPCCBA, donde habrá
que determinar previamente en qué juicio se habrá de llevar adelante la subasta.
El artículo 575 del Código nacional incluye a los jueces inhibientes junto con
los embargantes, y se aclara que los acreedores hipotecarios "de grado preferente"
podrán pedir el aumento de la base.
ción", tampoco está obligado a afrontar esos gastos que competen al vendedor-deudor.
La interpretación en contrario entraría en pugna con la disposición del artículo 581
in fine CPCCBA. No puede pretenderse que el comprador soporte los gastos de ins-
cripción para luego cobrarlos al deudor ejecutado -máxime cuando este no h a de-
sarrollado en el sub lite actividad procesal alguna- porque la indisponibilidad que
preceptúa el artículo 581, CPCCBA, no es en beneficio del actor ejecutante, sino
que responde a la circunstancia de que, tratándose en este caso de gastos directamen-
te relacionados con la inscripción del inmueble subastado, deben ser afrontados con
las sumas depositadas por el adquirente, claro está, en la porción que corresponde pa-
gar a la ejecutada (Cám. Civ. y Com. San Isidro, Sala l.", 17/9/1998,"Rimasa, Amelia
v. Campos, Alejandro slejecución hipotecaria").
Claramente, el artículo 587 del Código nacional estatuye que el comprador que
pide escrituración toma a s u cargo la realización de diligencias tendientes a ella,
pero no está obligado a soportar gastos que corresponden a la otra parte.
-aplicándose en lo pertinente las pautas de los artículos 501 y 502, CPCCBA- y, una
vez aprobada, se hará efectiva respecto del obligado mediante, eventualmente, un
proceso de ejecución de sentencias.
La ley expresamente señala que, si este postor entregó alguna suma de dinero
-seña, por ejemplo-, esta quedará automáticamente embargada a las resultas del
aludido cobro compulsivo a s u respecto.
El artículo 584, CPCCN, habla del postor "cuya oferta hubiese sido aceptada
como definitiva" y no como aquel a quien "se hubiesen adjudicado los bienes".
Subasta nula
La ley protege los intereses de ambas partes hasta el último momento. Es decir,
si aparecen vicios que invalidan la subasta realizada, tanto ejecutante como ejecu-
tado podrán plantearlos hasta cinco días de realizado el remate (art. 587, CPCCBA).
Como siempre, siguiendo las reglas de la teoría de las nulidades procesales, se de-
berá tratar de u n defecto grave con perjuicio evidente para quien lo lleva ante los
tribunales.
Se h a sostenido aue el artículo 587. CPCCBA. ubica en el momento de realiza-
ción de la subasta el comienzo del plazo para impugnarla. El precepto, que implica
u n apartamiento de la norma general contenida en el artículo 170, CPCCCBA, se
apoya en dos razones. La primera radica en la publicidad de la subasta. Si bien los
edictos que han de publicarse instrumentan, ante todo, un medio de propaganda
para procurar la afluencia de compradores, constituyen también una forma de noti-
ficación, un medio de anoticiar a todos los interesados. En segundo lugar, el artículo
587, CPCCBA, concreta el principio de la convalidación en forma más aguda, o, si
se quiere, en forma más estricta. Se pretende otorgar mayor firmeza y seriedad a la
subasta judicial.
De la presentación anulatoria se dará traslado también por cinco días a todos
los involucrados directa o indirectamente con el acto cuestionado: las partes, el mar-
tillero y el comprador. A las partes, por las razones vistas. Al martillero, porque la
nulidad puede relacionarse con su intervención y, por ello, tendrá interés en defen-
derse para percibir la comisión y, además, no ser pasible de sanciones procesales o
pecuniarias.Y al comprador, porque se pone en tela de juicio la validez del acto del
cual él obtendrá la transmisión dominial de un bien inmueble respecto del cual ya
ha invertido dinero (seña, al menos).
Evacuado el traslado o vencido el plazo para ello, el juez resolverá sobre la nu-
lidad argüida según el tenor de las denuncias.
Estas cuestiones se encuentran reguladas en el artículo 592, Código nacional.
Se indica que el pedido de nulidad será desestimado in limine si las causas invoca-
das fueran manifiestamente inatendibles o no se indicare con fundamento verosí-
mil el perjuicio sufrido. Esta resolución será apelable; si la cámara conñrmare, se
impondrá al peticionario una multa que podrá ser del cinco al diez por ciento del
precio obtenido en el remate. También se aclara que, si procede el pedido de nulidad,
el traslado a las partes, martillero y adjudicatario se notificará personalmente o por
cédula. El artículo 593 prevé la figura de la nulidad de oficio de la subasta.
Znmuebles desocupados
La ley condiciona toda acción destinada al desalojo de los ocupantes del inmue-
ble rematado al pago de saldo de precio y la efectiva tradición. Esto es, presupone
una "venta judicial" perfeccionada (art. 588, CPCCBA). Se entiende que antes no
existe un interés ni un perjuicio suficiente que motorice una pretensión de lanza-
miento de los ocupantes del bien. De no haber vínculo contractual acreditable, se
fijará a los ocupantes un plazo razonable para dejar el bien bajo apercibimiento de
lanzamiento si no se retiran por sus propios medios.
La vía procesal será la del incidente en el que serán parte aquellos que habitan
el bien rematado en la medida en que la determinación de los derechos de cada suje-
to sea relativamente sencilla. De no ser así, el juez dispondrá dar a la pretensión el
carril procesal que entienda corresponde, aun cuando el trámite se alongue.
El artículo 589, CPCCN, aclara que las cuestiones que se suscitaren con motivo
de la desocupación del bien tramitarán por incidente si la ilegitimidad de la ocupa-
ción es manifiesta o no requiriere la dilucidación de controversias que, a juicio del
magistrado, por su naturaleza deban ser sometidas a otro proceso.
Reserva de gastos. Antes de pagar el crédito que goza de privilegio especial, del pre-
cio del bien sobre el que recae, se debe reservar los importes correspondientes a su
conservación, custodia, administración y realización. En todos los casos, también debe
calcularse una cantidad para atender los gastos y los honorarios generados por las dili-
gencias y tramitaciones llevadas a cabo sobre el bien y en interés del acreedor.
El mismo digesto unificado indica el orden de los créditos con privilegio especial:
Enumeración. Tienen privilegio especial sobre los bienes que en cada caso se indica: a.
los gastos hechos para la construcción, mejora o conservación de una cosa, sobre ésta.
Se incluye el crédito por expensas comunes en la propiedad horizontal; b. los créditos
por remuneraciones debidas al trabajador por seis meses y los provenientes de indem-
nizaciones por accidentes de trabajo, antigüedad o despido, falta de preaviso y fondo
de desempleo, sobre las mercaderías, materias primas y maquinarias que, siendo de
propiedad del deudor, se encuentren en el establecimiento donde presta sus servicios o
que sirven para su explotación. Cuando se trata de dependientes ocupados por el pro-
pietario en la edificación, reconstrucción o reparación de inmuebles, el privilegio recae
sobre éstos; c. los impuestos, tasas y contribuciones de mejoras que se aplican particu-
larmente a determinados bienes, sobre éstos; d. lo adeudado al retenedor por razón de la
cosa retenida, sobre ésta o sobre las sumas depositadas o seguridades constituidas para
liberarla; e. los créditos garantizados con hipoteca, anticresis, prenda con o sin despla-
zamiento, warrant y los correspondientes a debentures y obligaciones negociables con
garantía especial o flotante; f. los privilegios establecidos en la Ley de Navegación, el
Código Aeronáutico, la Ley de Entidades Financieras, la Ley de Seguros y el Código de
Minería [art. 2582, CCCN].
Por su parte, el artículo 590, CPCCBA, concede preferencia sobre las sumas
depositadas al cobro de las costas de la ejecución, aun con relación al crédito del
ejecutante.
Esta sanción se aplicará mediante una resolución autónoma o bien como parte
de un auto que disponga otra medida, siempre luego del momento previsto en el
artículo 589, CPCCBA, ya que, de lo contrario, no se contará con el monto final de la
ejecución a los fines de determinar el quantum de la sanción pecuniaria.
El artículo 553, CPCCN, por s u parte, agrega aquí que la falta de cumplimiento
de las condenas impuestas podrá ser planteada con excepción de previo y especial
pronunciamiento en el juicio de conocimiento y que, si este nuevo proceso se promue-
ve mientras se sustancia el ejecutivo, no producirá la paralización de este último.
4. Ejecuciones especiales
Las leyes procesales contemplan previsiones relativas a regímenes de ejecucio-
nes especiales (art. 593, CPCCBA).
Se trata de pretensiones ejecutivas basadas en ciertos títulos a los que la ley de
fondo brinda un trato preferencial desde el momento en que la vía judicial a través
de los cuales se hará efectiva l a realización de los bienes involucrados con el obieto
de satisfacer rápidamente la acreencia respectiva será aún más sencilla y célere que
la del juicio ejecutivo "común". E n ese camino, los artículos 2196 a 2204, CCCN, pre-
vén la vía del proceso de ejecución para hacer efectivo el cumplimiento de las obliga-
ciones garantizadas con derecho real de hipoteca y, asimismo, acuerda la respectiva
pretensión contra el deudor, el tercer poseedor o la persona que dio la garantía.
En el Código de rito se alude a dos títulos que dan lugar a estos procesos: la
garantía hipotecaria y la prendaria; sin embargo, la ley (art. 593, CPCCBA) admite
que otras leyes establezcan la existencia de títulos que justifiquen ejecuciones es-
peciales.
El régimen procesal nacional, por caso, incluye dentro de esta categoría a la
ejecución fiscal. En el ámbito de la Provincia de Buenos Aires, el continente procesal
de este tipo de pretensiones viene regulado por una norma especial: la ley de apre-
mio -la ley 13.406, que derogó el dec.-ley 912211978-, en la que se contempla todo un
procedimiento propio respecto del cual el Código Procesal Civil y Comercial resulta
ser de aplicación supletoria (art. 25, norma cit.).
El legislador -en este caso, bonaerense- h a regulado las ejecuciones especiales
en tres momentos. En primer lugar, exhaustivamente mediante las previsiones del
juicio ejecutivo (arts. 518 a 592, CPCCBA). E n segundo término, estableciendo re-
glas aplicables a todas las ejecuciones especiales (ya sea las contenidas en el Código
como otras que surjan de leyes también especiales, arts. 593 y 594, CPCCBA).Y, por
último, a través de mandas específicas para la ejecución hipotecaria (arts. 595 a 597,
CPCCBA) y la prendaria (arts. 598 y 599, CPCCBA).
Como telón de fondo de toda ejecución especial se encuentra el régimen ejecuti-
vo común ya analizado. Ahora bien, dentro de las reglas aplicables específicamente
a todas las ejecuciones especiales, encontramos dos que se vinculan directamente
con la idea rectora del trámite ejecutivo especial: la simplificación procesal que lleve
con aún mayor rapidez al cumplimiento efectivo de la sentencia (art. 594, CPCCBA).
Por u n lado, la limitación de excepciones. Solo serán operativas las que se men-
cionen estrictamente en los artículos respectivos. Por otro lado, la restricción pro-
batoria, por la que no se admitirá producción de medidas de ese tipo fuera del lugar
del asiento del juzgado, salvo que resulte imprescindible a criterio del juez, frente
a lo cual se fijará el plazo en el que deberán realizarse las diligencias pertinentes.
El artículo 596 del CPCCN señala en el inciso 1que las excepciones oponibles
serán también las que surjan de la ley que crea el título.
Así, con ese alcance, alude a la prenda que recae sobre cosas o créditos que se
entregan al acreedor o tercero. A continuación, se observarán las vías rituales pre-
vistas para hacer efectivas tales garantías.
Prenda con registro. Asimismo, puede constituirse prenda con registro para asegurar
el pago de una suma de dinero, o el cumplimiento de cualquier clase de obligaciones a
las que los contrayentes le atribuyen, a los efectos de la garantía prendaria, un valor
X 1 - Los JUICIOS EJECUTIVOS
CAP~TULO
consistente en una suma de dinero, sobre bienes que deben quedar en poder del deudor
o del tercero que los haya prendado en seguridad de una deuda ajena. Esta prenda se
rige por la legislación especial.
Art. 2229.- Ejecución. El acreedor puede vender la cosa prendada en subasta pública,
debidamente anunciada con diez días de anticipación en el diario de publicaciones le-
gales de la jurisdicción que corresponde al lugar en que, según el contrato, la cosa deba
encontrarse. Si la prenda consiste en títulos u otros bienes negociables en bolsas o mer-
cados públicos, la venta puede hacerse en la forma habitual en tales mercados, al precio
de cotización. Las partes pueden convenir simultáneamente con la constitución que: a.
el acreedor se puede adjudicar la cosa por la estimación del valor que de ella se haga al
tiempo del vencimiento de la deuda, según lo establezca el experto que las partes desig-
nen o bien por el que resulte del procedimiento de elección establecido; en su defecto,
el experto debe ser designado por el juez a simple petición del acreedor; b. la venta se
puede realizar por un procedimiento especial que ellas determinan, el que puede consis-
tir en la designación de una persona para efectuarla o la venta por el acreedor o por un
tercero a precios que surgen de un determinado ámbito de negociación o según informes
de los valores corrientes de mercados al tiempo de la enajenación que indican una o
más cámaras empresariales especializadas o publicaciones designadas en el contrato.
A falta de estipulación en contrario, estas alternativas son optativas para el acreedor,
junto con las indicadas en los párrafos primero y segundo de este artículo, según el caso.
El acreedor puede adquirir la cosa por la compra que haga en la subasta o en la venta
privada o por su adjudicación.
Art. 2230.- Rendición de cuentas. Efectuada la venta, el acreedor debe rendir cuentas, que
pueden ser impugnadas judicialmente, pero ello no afecta la validez de la enajenación.
Claro que, si el acreedor, en cambio, opta por un trámite judicial en todas sus
fases, resultarán de aplicación las reglas procesales (art. 599, CPCCBA), donde se
expresa que, respecto del trámite por el que se ejecuta un título de estas caracterís-
ticas, se aplicarán las pautas de la ejecución hipotecaria -y concretamente las ex-
cepciones del primer párrafo del art. 595, CPCCBA- y las de la prenda con registro,
sin perjuicio de que aquí también operen, en lo no contemplado específicamente, las
regulaciones del juicio ejecutivo (art. 594, CPCCBA).
5. Proceso monitorio
5.1. Juicio ejecutivo y proceso monitorio
Habremos de abordar el estudio de esta figura procesal junto con los procesos
de ejecución por una razón eminentemente pragmática: el hecho de que es frecuente
que se lo relacione con las vías por las que transitan pretensiones ejecutivas. Es in-
negable que el monitorio se conecta con el juicio ejecutivo cuando le provee del título
base para que esta nueva demanda prospere3.
Sin embargo, si vamos a la esencia de los institutos y los ponderamos desde la
óptica del purismo dogmático procesal, el monitorio se diferencia del proceso ejecu-
tivo tanto como se diferencia una pretensión de conocimiento de una de ejecución.
Y ello aun cuando tal trámite previo al puramente ejecutivo -la fase monitoria- se
desarrolle de un modo peculiar, que lo aleja de la forma en que se desenvuelve una
típica pretensión de conocimiento.
Sentado lo anterior, digamos que -tal como surge del perfil que h a adoptado
legislativamente en nuestro medio- la pretensión ejecutiva requiere de la existencia
de un título a ejecutar, y este puede ser tanto de naturaleza judicial como extraju-
dicial. En el caso de la ejecución de sentencia, el proceso ejecutorio consiste en la
actividad desarrollada por el juez, a instancias del acreedor, para el cumplimiento
de la obligación declarada en la sentencia de condena. Claro que la ejecución no es
un mero accesorio del proceso de conocimiento. El juicio ejecutivo canaliza una pre-
tensión autónoma. Ello se observa con nitidez en los supuestos en que el juicio eje-
cutivo no sigue a otro de conocimiento (caso de los títulos extrajudiciales o del laudo
arbitral), así como, por otro lado, existen casos de sentencias recaídas en juicios de
conocimiento que no requieren de ejecución forzada posterior.
Desde otro punto de mira, en este marco contextual se distingue la ejecución
pura de la ejecución como juicio sumario. Podemos encontrar ejemplos del primer
caso en el derecho francés, sistema que reconoce como fuente al derecho germánico,
por el cual se llevan adelante actos extrajudiciales por el acreedor en forma privada
valiéndose de funcionarios públicos (los Sargents du Roi en la primera época y luego
los huissiers). De ese modo, se traba embargo sobre bienes del deudor procurándose
el pago por parte de este, trámite en el que no participa funcionario judicial alguno.
Si este deudor es quien se considera injustamente perseguido por el acreedor, debe-
r á concurrir ante el juez solicitando las medidas pertinentes.
4 Couture, Eduardo J., Fundamentos del derecho procesal civil, tercera edición, Depalma, Bue-
nos Aires, 1993, pág. 453.
Exhibe tres fases en su estructura:
De este sintético panorama surge que l a utilidad del proceso monitorio está
dada por l a forma acelerada de obtener un título de ejecución.
Artículo 464.-Supuestos. Se aplicarán las normas del presente título a las controversias
que versen sobre:
1". Obligación exigible de dar cantidades de cosas o valores mobiliario o de dar cosas
ciertas y determinadas;
2".Desalojo de bienes inmuebles urbanos y rurales por cumplimiento de convenios de
desocupación celebrados con posterioridad a la causal que dio origen a ellos, y por
las causales de vencimiento de contrato y falta de pago; en este último supuesto
deberá justificarse por medio fehaciente la interpelación al locatario que establecen
las leyes vigentes;
3". División de condominio;
4". Restitución de la cosa dada en comodato;
5". Los procesos de ejecución, de conformidad con las normas que regulan esos procesos.
Artículo 465.-Requisitos. Para acceder al proceso monitorio, salvo en los casos previs-
tos en el Inciso 5" del artículo anterior, el actor deberá presentar instrumento público
o instrumento privado reconocido judicialmente o cuya firma estuviera certificada por
escribano público, de cuyo contenido s u j a el derecho en que funda la pretensión.
Artículo 466.-Sentencia. Solicitada la apertura del procedimiento monitorio, el Juez
examinará cuidadosamente si el título cumple con los recaudos legales para la proce-
dencia de esta clase de procesos. En caso añrmativo dictará sentencia monitoria confor-
me la pretensión deducida.
Artículo 467.-Notificación. La sentencia monitoria se notificará en el domicilio real del
demandado, o en el constituido, si correspondiese, mediante cédula o acta notarial, con
copias de la demanda y de la documentación acompañada. Deberá cumplirse con lo dis-
puesto por el Artículo 316,2"Parte. Se aplicará en lo pertinente lo dispuesto en el Libro
11, Título 11, Capítulo 11.
Artículo 468.-Oposición a la sentencia monitoria. Dentro del plazo de diez (10)días a
partir de la notificación, el demandado podrá deducir oposición por escrito, dando los
argumentos de hecho y de derecho en que la funda y ofreciendo la totalidad de la prueba
de la que intenta valerse. El oponente tiene la carga de la prueba. Si el Juez considera
formalmente admisible la oposición, correrá traslado al actor quien podrá ofrecer los
medios de prueba que pretenda producir.
En todo lo que no se encuentre expresamente modificado, para el trámite de la oposición
se aplicarán las normas establecidas para el proceso sumarísimo.
Artículo 469.- Rechazo in límine. Deberá rechazarse in límine la oposición que no se
funde en hechos concretos y no se ofrezca prueba idónea para desacreditar la eficacia
probatoria del documento que fue base de la sentencia monitoria.
La resolución será apelable.
Artículo 470.- Prueba admisible. La prueba ofrecida para fundar la oposición no podrá
limitarse, en ninguno de los supuestos, exclusivamente en la declaración de testigos.
En los casos previstos en el Inciso 2" del Artículo 464 sólo se admitirá la prueba docu-
mental, la declaración de la parte contraria y la pericial.
Artículo 471.- Eiecución. Costas. Si no hubiese habido oposición dentro del plazo esta-
blecido en el ~ g í c u l o468 o quedare firme el rechazo d; la oposición podrBpedirse la
ejecución de la sentencia de conformidad con lo dispuesto por los Artículos 477y SS.
La falta de oposición no obstará a la impugnación de la condena en costas y la regula-
ción de honorarios mediante el recurso de reposición con o sin apelación en subsidio,que
tramitará por vía incidental sin suspenderla.
Artículo 475: Supuestos. Requisitos. Se aplicarán las normas del presente título a las
controversias que versen sobre:
1. Obligación exigible de dar cantidades de cosas o valores mobiliarios, o de dar cosas
muebles ciertas y determinadas.
2. División de condominio.
3. Restitución de la cosa dada en comodato.
4. Desalojo de bienes inmuebles urbanos y rurales por falta de pago, siempre que se
hubiere justificado por medio fehaciente la interpelación al locatario que establecen
las leyes vigentes.
5. Desalojo de bienes inmuebles urbanos y rurales por vencimiento del plazo contrac-
tual o falta de plazo de restitución, siempre que en éste último caso se acredite la
intimación fehaciente a restituirlo.
6. Obligación de otorgar escritura pública.
7. Obligación de transferir automotores.
8. Cancelación de prenda o hipoteca.
9. Los procesos de ejecución, en los casos autorizados por este Código u otras leyes, con
excepción de la ejecución de sentencia, en cuanto a lo que no esté regulado en las
normas específicas.
Será requisito para acceder al proceso monitorio, salvo en los casos del inciso 91, que el
actor presente instrumento público, o instrumento privado reconocido judicialmente, o
cuya firma estuviere certificada por escribano público, de cuyo contenido surja el dere-
cho en que se funda la acción.
En los supuestos de los incisos 1),6)y 71, la controversia tramitará por proceso monitorio,
o por el trámite sumario, según lo determine el Juez, mediante resolución debidamente
fundada, atendiendo a la complejidad de la causa. Dicha resolución será inapelable.
En el supuesto que se resuelva continuar como proceso de conocimiento, dentro del tér-
mino de cinco (5) deberán las partes adecuar sus escritos de demanda y contestación a ün
de cumplir con los requisitos establecidos en este código para el proceso de que se trate.
562
X 1 - Los JUICIOS
CAP~TULO EJECUTIVOS
N.- Que el Juez señale plazo para el cumplimiento, si el instrumento en que consta la
obligación no lo señalare. En tal caso el Juez convocará a los interesados a una au-
diencia, bajo apercibimiento de realizarla con quien concurra, oirá lo que se exprese
respecto al plazo y resolverá en el acto.
V.- Firma por autorización o a ruego.- Si el instrumento privado hubiese sido h a d o
por autorización o a ruego del obligado, y dicha autorización no resultara de instru-
mento público, quedará expedita la vía monitoria si, citado el autorizante, declarase
que otorgó la autorización o que es cierta la deuda que el documento expresa. Si la
autorización resultare de un instrumento público, bastará citar al autorizado para
que reconozca la h a .
Art. 234 - Fkquisitos
1.- Para acceder al proceso monitorio, el actor deberá presentar título con fuerza eje-
cutiva conforme la legislación de fondo, instrumento público o privado reconocido
judicialmente o cuya h a estuviere certificada por escribano público y que de su
contenido s u j a el derecho en que se funda la acción.
11.- Sentencia monitoria. Solicitada la apertura del procedimiento monitorio, el Juez
examinará cuidadosamente si el título cumple con los recaudos legales. En caso
afirmativo, dictará sentencia monitoria en el plazo de cinco ( 5 ) días conforme a las
particularidades que en cada caso establecen las leyes. La sentencia mandará seguir
la ejecución adelante conforme la naturaleza de cada pretensión, ordenando las me-
didas pertinentes.
En caso de sumas de dinero deberá fijar la cantidad que estime provisoriamente
para responder a intereses y costas. En la misma decisión, en caso de corresponder,
ordenará trabar embargo conforme a las normas de este Código.
111.- Notificación. La sentencia monitoria se notificará en el domicilio que corresponda
del demandado, agregándose las copias de la demanda y documental acompañadas
por medio del oficial de justicia, o por notificación electrónica si fuese posible.
N.- Nulidad de la vía monitoria. El ejecutado podrá solicitar, dentro del plazo de cinco
(5) días de haber tomado conocimiento, que se declare la nulidad del trámite moni-
torio.
Art. 235 - Oposición a la sentencia monitoria
1.- Dentro del plazo de cinco (5) días, salvo disposición en contrario, el demandado po-
drá articular oposición mediante escrito. La deberá fundar en los hechos y el dere-
cho, incumbiéndole la carga de la prueba. Las defensas y excepciones oponibles por
el demandado y las pruebas admisibles para acreditar los hechos en que las funde
se rigen por lo establecido en cada caso por este Código o las leyes especiales según
el supuesto de que se trate.
11.-Salvo disposición especial, las únicas excepciones admisibles son:
1) Incompetencia.
2) Falta de personería en el ejecutante, en el ejecutado o en sus representantes, por
carecer de capacidad civil para estar en juicio o de representación suficiente.
3) Litispendencia.
4) Falsedad o inhabilidad del título con que se pide la ejecución. La primera podrá
fundarse únicamente en la falsedad material o en la adulteración del documento;
la segunda se limitará a las formas extrínsecas del título, sin que pueda discutir-
se la legitimidad de la causa. Si hubiera mediado reconocimiento expreso de la
h a no procederá la excepción de falsedad.
Estas excepciones son inadmisibles si no se ha negado la existencia de la deuda.
5) Prescripción.
6) Pago total o parcial suficientemente documentado.
7) Compensación de crédito líquido que resulte de documento que traiga aparejada
ejecución.
8 ) Quita, espera, remisión, novación, transacción, conciliación o compromiso docu-
mentados.
9) Cosa juzgada.
111.- Ftechazo. Deberá rechazarse sin más trámite aquella oposición que, sobre el fondo
de la cuestión, no sea fundada o no ofrezca prueba tendiente a desacreditar la efica-
cia del documento que fue base de la sentencia monitoria.
Las disposiciones del párrafo anterior no se aplicarán a los procesos de ejecución de
resoluciones judiciales, los que se regirán por sus normas específicas.
m.-Prueba admisible. La prueba para fundar la oposición planteada no podrá limitarse,
en ninguno de los supuestos, exclusivamente a la declaración de testigos.
En los casos del inciso c) del Art. 232, solo se admitirá el ofrecimiento de prueba
documental y la pericia1 para fundar la oposición.
V.- Ejecución. Costas. Vencido el plazo y no existiendo oposición a la sentencia moni-
toria, se considera firme y se continuará con su ejecución aplicándose en cuanto
fuere compatible, las normas correspondientes según la naturaleza de la prestación
debida.
La falta de oposición no obstará a la impugnación de la condena en costas y la regula-
ción de honorarios mediante el recurso de apelación.
Art. 236 - Trámites
1.- Admitida formalmente la oposición, el Juez deberá ordenar suspender la ejecución
monitoria, sin levantamiento de las medidas ordenadas y correrá traslado de la opo-
sición al actor, quien podrá contestar en el plazo de cinco (5) días, ofreciendo toda la
prueba.
11.-Pronunciado el Tribunal sobre la admisión de las pruebas, fijará una audiencia para
su sustanciación en la que deberán agregarse y producirse todas las pruebas admi-
tidas. El plazo para la audiencia será fijado prudencialmente por el Juez a la mayor
brevedad, conforme las circunstancias de cada caso.
111.-La sentencia que resuelva la oposición deberá dictarse en el plazo de diez (10) días
de quedar en estado la causa y tendrá los efectos que correspondan conforme la na-
turaleza procesal y sustancial de la pretensión deducida por vía monitoria. Rechaza-
da la oposición por decisión firme, se continuará con la ejecución de la sentencia mo-
nitoria por el proceso de ejecución de resoluciones judiciales previsto en este Código.
En caso de rechazo de la oposición, al ejecutado que hubiese litigado con temeridad o
malicia u obstruido el curso normal del proceso con articulaciones manifiestamente
improcedentes, o que de cualquier manera hubiese demorado injustificadamente el trá-
mite, se le impondrá una multa a favor del ejecutante, cuyo monto será fijado entre el
cinco (5%)y el treinta (30%)por ciento del importe de la deuda, según la incidencia de
su inconducta procesal sobre la demora del procedimiento.
En caso de acogerse la oposición se impondrá igual multa al ejecutante que hubiese
litigado con temeridad o malicia.
CAP~TULO
X 1 - Los JUICIOS EJECUTIVOS
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CAP~TULO
XII
1.Concepto y clases
Los códigos procesales, en general, luego de regular los procesos de conocimien-
t o y los de ejecución, dedican una extendida cantidad de normas a plasmar las re-
glas correspondientes a los denominados procesos especiales.
Se entiende por proceso especial aquel trámite judicial -contencioso o volun-
tario- que se conducirá mediante pautas procedimentales específicas, diferentes en
todo o en parte de las que gobiernan el proceso madre: el plenario mayor o juicio
ordinario. Así, los plenarios abreviados y el juicio ejecutivo -al igual que todas sus
variantes- también pueden ser incluidos entre los procesos especiales, más allá de
que la sistemática del código no lo haga.
Dentro de esta gran categoría de los procesos especiales hay que distinguir dos
vertientes: aquellos que buscan un resultado más rápido y, por ello, reducen la com-
plejidad procesal de la figura base -juicio ordinario-, aunque sin dejar de analizar
todas las aristas del conflicto y dando lugar a una sentencia que hace cosa juzgada
material, o bien limitando o recortando el conocimiento de los planteos a solo ciertos
aspectos de ellos para resolverlos también rápidamente, pero con posibilidad de que
ese resultado -cosa juzgada formal- se revierta en posterior juicio.
En el primer caso tenemos a los plenarios rápidos o abreviados, como los men-
cionados juicios sumario y sumarísimo. Mientras que, en el segundo supuesto, en-
contramos a los juicios sumarios propiamente dichos.
Pues bien, dentro del tramo del orden procesal dedicado a los procesos especia-
les confluyen juicios que corresponden a ambas subcategorías.
Son procesos sumarios propiamente dichos los interdictos, las pretensiones
posesorias y el desalojo. En todos ellos la discusión se limita a una porción del pro-
blema y existe la posibilidad de que se recurra a un juicio de conocimiento pleno
posterior.
Son formas de plenarios abreviados -veremos que, por lo común, adoptan las
formas del sumarísimo- los juicios de declaración de incapacidad e inhabilitación,
alimentos, litis expensas, rendición de cuentas, mensura y deslinde y división de co-
sas comunes. Aquí la indagación es exhaustiva, aunque con plazos brevísimos y una
gran simplificación en cuanto a pasos procesales y posibilidad de revisión.
A todo ello agregaremos aquí el estudio de otros procesos, diferentes del or-
dinario -y, por ello, especiales- derivados de la transgresión de diferentes tipos de
derechos. Estos estarán organizados -a los fines expositivos- con relación al derecho
de fondo en juego.
2. Derechos colectivos
Los procesos de conocimiento regulados por la mayona de los códigos procesa-
les del país se refieren a los trámites para canalizar pretensiones individuales. Sin
embargo, junto a estas pretensiones individuales coexisten las pretensiones colecti-
vas, esto es, aquellos actos petitorios que nacen a partir de la violación de derechos
de la misma naturaleza.
Se considera a los derechos colectivos como parte del conglomerado de derechos
"de tercera generación". La Argentina los incorpora de manera expresa a su orde-
namiento constitucional en el año 1994. Es así como se marca un hito importante
en el proceso evolutivo local enderezado a mejorar y ampliar la defensa de los de-
rechos del hombre. En ese momento es cuando aparecen consagrados los derechos
en materia ambiental (art. 411, del consumo (art. 43) y todos los otros "derechos de
incidencia colectiva" (art. 43). Este último no solo los contempla como tales de modo
muy genérico, sino que establece una vía de protección especial, cual es la del am-
paro colectivo (art. 43 cit.).
Sin embargo, no se crea que aquel proceso de "positivización" de los derechos
colectivos (de fondo y procesales) se encuentra concluido. Aún hoy existen dificulta-
des en la implementación de medidas protectorias concretas de estos derechos, ya
que tanto la legislación como la jurisprudencia siguen atadas a moldes procesales
clásicos que resultan inadecuados para una problemática que muestra profundas
diferencias ontológicas respecto de aquellas ventiladas en los tradicionales conflic-
tos referidos a derechos de la primera o segunda generación.
Los derechos colectivos presentan, pues, un perfil diferente y plantean nuevos
desafíos. Es esta "incidencia colectiva" o "afectación grupal" (más allá de que de esa
influencia global surjan consecuencias individuales en los integrantes de la colecti-
vidad subjetiva) lo que habrá de determinar la particular protección constitucional
caracterizada -de modo expreso- por una legitimación ampliada y, en cuanto a las
vías, mediante u n especial "amparo" conceptualizado -en esencia- como "acción ex-
pedita y rápida", o bien a través de otros carriles judiciales en la medida que resul-
ten "más idóneos", pero siempre teniendo en cuenta que esta protección supralegal
importa necesariamente la operatividad de mecanismos procesales que -sea cual
fuere la vía concreta que se utilice- otorguen eficacia al trámite a partir de las notas
de "expeditividad" y "rapidez".
Claro que, si bien resulta de suma trascendencia reconocer la existencia y la
importancia de los derechos colectivos, realizar su caracterización y enumerar ejem-
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
plos, la tarea no puede agotarse allí. Es necesario que ahora se dote a la comuni-
dad de medios adecuados para su protección, idóneos y ajustados a la particular
naturaleza ontológica de esta categoría. Tanto en los derechos dihsos como en los
colectivos stricto sensu la pretensión también es única -p. ej., el pedido de que se
obligue a la fábrica a no contaminar el río-, ya que presupone un derecho -p. ej., a
un ambiente sano-respecto del cual existe cotitularidad -p. ej., todos los sujetos que
viven en las proximidades del río-.
Sin embargo, a diferencia de lo que se establece para las pretensiones basadas
en el condominio o en el derecho a l a filiación, donde la integración de la litis es
sencilla y, de hecho, el mismo juez debe averiguar quiénes son los que deben acu-
dir al pleito y de oficio citarlos para que comparezcan a demandar, o bien correrles
traslado de la demanda, en los casos de derechos difusos y colectivos se permite -la
Constitución Nacional lo hace- que demande solo un sujeto (afectado, defensor del
pueblo o asociación), quien podrá llevar adelante un trámite judicial "en nombre" de
una categoría sin necesidad de que se convoque a todos y cada uno de los integran-
tes de esta.
Este punto clave -la legitimación- proyecta efectos sobre todo el resto del pro-
ceso "colectivo", los cuales aún no han sido completamente delineados por la legis-
lación general vigente.
Como vimos, el texto reformado de la Constitución Nacional contempla expre-
samente un proceso de este tipo: el amparo colectivo del artículo 43, párrafo 2. Esta
figura toma los caracteres del amparo "genérico", cuyo núcleo se encuentra esbozado
en el primer tramo de esa manda, pero agrega dos elementos esenciales, que deñnen
el novedoso torso del amparo colectivo: el objeto protegido ("derechos de incidencia
colectiva en general") y la específica legitimación ampliada.
Como ya lo sostuvimos, nuestro derecho procesal sigue regulando de manera
exhaustiva el "proceso individual", y solo parcial y paulatinamente va incorporando
institutos propios del "proceso colectivo".
Del universo de operadores jurídicos, el pionero en la tarea de proveer de nue-
vas reglas específicas sobre estos procesos h a sido el doctrinario, que con sus investi-
gaciones y prédicas h a ido modelando un conjunto de pautas a ser tenidas en cuenta
en esta órbita. Le siguió el constituyente de 1994 y el legislador, pero este último
solo respecto de ciertos ámbitos específicos.
Tímidamente el juzgador también h a ido efectuando aportes. Sin embargo, en-
tendemos que resulta vital para una decisiva recepción jurisprudencia1 de estos li-
neamientos el respaldo legislativo genérico que, a la luz de los términos del artículo
43, C N ya citado no puede hacerse esperar mucho tiempo más.
El proceso colectivo es algo esencialmente diverso del proceso individual. Aquí
existe una pretensión nacida de la violación de un derecho colectivo. Ello importa
la cotitularidad por parte de un grupo o categoría de ese acto petitorio único. Ese
grupo puede estar integrado por cientos, miles y hasta millones de individuos. E
incluso, cuando se trata de daño ambiental que persiste por años, puede incluir a
generaciones futuras.
Las reglas procesales de un tipo de proceso -individual- y de otro -colectivc-
habrán de ser también diferentes si se busca brindar en ambos casos respuestas
eficaces. Es de suma trascendencia, sin embargo, rescatar el valor de las pautas
procesales del régimen clásico que siguen dando soluciones en el nuevo contexto,
aggiornadas y reinterpretadas a la luz de estos nuevos derechos y a los nuevos re-
querimientos sociales de los litigantes.
El proceso colectivo es -sencillamente definido- el que canaliza pretensiones
derivadas de la afectación de derechos colectivos. Si bien estos derechos colectivos
poseen rango supralegal al estar mencionados de manera expresa en el artículo 43,
CN -"derechos de incidencia colectiva en general"-, e incluso en esa misma manda
se alude a vías procesales de protección (concretamente, se menciona el amparo),
los Códigos Procesales de la Nación y de la Provincia de Buenos Aires no contienen
todavía pautas procesales específicas que adapten los institutos existentes -o creen
nuevos- para este diferente tipo de litigación. Solamente encontramos algunas re-
glas rituales diseminadas en leyes específicas regulatorias de los derechos ambien-
tales y de los consumidores, tanto nacionales como provinciales.
Existe, sí, u n gran trabajo de la doctrina y de la jurisprudencia sobre procesos
colectivos. Un trabajo muy importante -a nuestro ver- es el Código Modelo de Pro-
cesos Colectivos para Iberoamérica, cuya última versión fue aprobada el 28/10/2004.
Esta importante obra es el producto de largos años de trabajo en el seno del Insti-
tuto Iberoamericano de Derecho Procesal por parte de sus autores, los juristas Ada
Pellegrini Grinover, Kazuo Watanabe y Antonio Gidi -integrantes de la Comisión
Redactora-, sin perjuicio de los sucesivos aportes de otros doctrinarios, integrantes
de la Comisión Revisora, que efectuaron modificaciones al texto primigenio. La obra
busca ser el modelo normativo sobre la base del cual los Estados de la región adop-
ten regulaciones uniformes respecto de esta problemática que no reconoce fronteras.
En nuestro medio, sin embargo, no se ha avanzado por este camino legislativo.
De allí, entonces, que, a falta de una ley procesal específica, los jueces que vienen
resolviendo pretensiones de este tipo desde hace muchos años utilicen este complejo
de fuentes de derecho para fundar sus resoluciones sobre el punto1.
Desde hace muchos años venimos bregando por la sanción como ley positiva
de cuerpos normativos procesales ambientales completos2.En puridad, de pautas
regulatorias de los procesos colectivos con reglas específicas -cuando corresponda-
para los trámites en los que se discutan derechos relativos a un ambiente sano y
equilibrado.
Sabemos que el derecho procesal ambiental existe, está entre nosotros, surge de
una gran cantidad de fuentes, muchas de ellas muy sólidas, como es la doctrina de
los autores y, mejor aún, la jurisprudencia de los tribunales, además, claro está,
de las reglas constitucionales y legales -insertas en normas de fondo- que, con un
gran esfuerzo integrativo e interpretativo, dan lugar a esta peculiar parcela del de-
recho procesal.
Sin embargo, el derecho procesal ambiental argentino -en su conjunto- carece
de un cuerpo positivo orgánico y completo de normas que lo regulen debidamente.
Estamos convencidos de que esa es -si bien no la única- una de las razones más im-
portantes del escaso avance de la protección de los derechos colectivos en Argentina.
Resulta imperativo, entonces, que las leyes procesales, dictadas cada una en la
órbita legislativa que resulte constitucionalmente competente, prevean mecanismos
diferenciados y específicos para la protección judicial efectiva de estas dos catego-
rías de derechos ontológicamente diferentes.
En la página oficial del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Na-
ción se encuentra publicado u n anteproyecto de le; de procesos colectivos (https:/1
www.justicia2020.gob.ar/wp-content/up1oads/2018/05/hteproyecto-de-Ley-Proce-
Muy a nuestro pesar -ya que desde hace muchos años venimos bregando por la
regulación legal positiva del derecho procesal colectivo- consideramos que este an-
teproyecto está lejos de cumplir con las exigencias constitucionales y convencionales
de eficacia procesal, operativas -para el caso- respecto de los mecanismos protecto-
rios de esta particular categoría de derechos.
El anteproyecto, entendemos, crea un sistema de derecho procesal colectivo inte-
grado por institutos y mecanismos rituales menos idóneos para la eficaz protección de
los derechos colectivos de base que aquellos que podemos hallar en el derecho procesal
colectivovigente,auncuandonoseencuentrelegisladoensuintegridad:susprevisiones
-en conjunto- contienen figuras que o bien resultan ajenas al derecho procesal co-
lectivo vernáculo o bien agravan o dificultan la actuación del sujeto que busca la
protección derivada de una afectación a un derecho colectivo.
Por citar sólo algunos aspectos críticos, se relega la protección procesal de los
derechos colectivos a un segundo plano legislativo respecto de la protección de los
derechos individuales. aún cuando los colectivos son derechos con ranno constitucio-
nal expreso y además, constituye una categoría incluida -también de modo explí-
cito- en el Código Civil y Comercial del año 2015.Ello se observa cuando el Poder
Ejecutivo Nacional -a través del ministerio respectivo y en el marco de un mismo
programa, el ampliamente promocionado Justicia 2020- lleva adelante la elabora-
ción de un proyecto de reforma del código procesal civil y comercial orientando su
articulado a regular el tradicional proceso individual y excluyendo, por ende, de la
principal norma ritual nacional a las reglas del proceso colectivo -a diferencia de
otros textos, como el código procesal de la provincia de Santa Cruz o, incluso, el an-
teproyecto Kaminker- las que ubica en una ley aparte.
Ya abocados a la lectura del anteproyecto de ley de procesos colectivos, es evi-
dente como se prioriza la defensa del derecho individual (homogéneo, en el caso) al
dedicársele la detallada y minuciosa regulación base (todo el extenso título segun-
do), dejando en un plano de inferioridad la consideración y regulación del trámite de
las pretensiones colectivas. La propuesta en análisis pone el foco en estos particu-
lares derechos individuales y pierde de vista el hecho de que 4iscúlpesenos la afir-
mación de lo obvio- el proceso colectivo, para ser efectivo, debe atender a la debida,
prioritaria y urgente defensa del derecho colectivo. El individual homogéneo recibe
esta forma peculiar de protección ritual par ricochet, esto es, por l a simple razón de
que en su génesis se encuentra comprometida la afectación de un derecho colectivo.
Luego, ya ingresando en la somera ponderación de los institutos y figuras con-
templadas en el anteproyecto, notamos con preocupación que se agravan los requi-
sitos para cumplir con la legitimación activa, tanto si la pretensión la esgrimen
afectados individuales como si lo hacen organizaciones de protección o defensa de
derechos colectivos. Cuando en el polo pasivo de la pretensión se ubica el Estado,
este anteproyecto mantiene prerrogativas plasmadas en leyes preexistentes cues-
tionadas en doctrina y, en muchos casos, absolutamente incompatibles con las pau-
tas constitucionales y convencionales del proceso eficaz que busca a adecuada pro-
tección de los derechos colectivos.
Se regulan las medidas cautelares -pieza clave para l a eficacia procesal en
general y, en especial, la ambiental- de modo absolutamente limitante, generando
un sistema para el derecho procesal colectivo mucho menos eficaz que el que rige en
general y al que podna acudirse -por caso- a través de la pretensión preventiva de
daños regulada en el Código Civil y Comercial sin distinción de tipo de derechos a
proteger (individual o colectivo).
Se utilizan institutos ajenos a nuestra cultura jurídica (por caso, la opción para
salir de la clase o categoría, propia de la class action norteamericana) en lugar de
inclinarse por mecanismos previstos en las elaboraciones de la doctrina más cerca-
na a nuestra idiosincrasia (por caso, el Anteproyecto del Instituto Iberoamericano
al que ya hiciéramos alusión). El intento de injertar en nuestro medio este tipo de
figuras provenientes de sistemas con otra base jurídica, cultural, histórica, etc. es
cuestionable no sólo por la ajenidad respecto a nuestra forma de ser sino, además,
porque genera pasos procesales que tornan más complejo el trámite en lugar de
simplificarlo. La eficacia procesal es sinónimo de simplificación.
Sabido es que cuanto más tortuoso es el procedimiento, más posibilidades hay de
que los trámites se tornen intrincados, de que el expediente se estanque y de que los
plazos se alonguen -además de generarse un clima propicio para las conductas proce-
sales dilatorias y reñidas con la buena fe-. En todos estos casos, la mayor complejidad
y la demora judicial van a ir en detrimento del polo débil de la relación procesal que,
en esta materia, habrá de ser -por lo general- quien reclama por los derechos colecti-
vos conculcados y no, en cambio, el sujeto que se opone a la pretensión plurisubjetiva.
No existen en este anteproyecto reglas especiales relativas a los honorarios
de los letrados que intervienen en procesos colectivos. La cuestión no es baladí: el
abogado en estas causas está sometido a un estricto control de representatividad
adecuada -inexistente en otros tipos de procesos- y además, en su tarea cotidiana,
se enfrenta a cuestiones particularmente complejas -en lo jurídico y en lo técnico-,
a arduas negociaciones con demandados normalmente poderosos, a manejo de in-
tereses plurisubjetivos del propio grupo al que representa, a efectos expansivos de
la sentencia que obtiene, en fin, avatares profesionales que no son debidamente
receptados por las pautas arancelarias normales y requieren de previsiones espe-
ciales para dar lugar a regulaciones más justas, acordes con la entidad y efectos del
trabajo que realiza. No olvidemos la directa incidencia que esta cuestión tiene en el
acceso a la justicia colectiva.
El anteproyecto no recepta pautas jurisprudenciales de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación relativas a temas varios (por caso, la caducidad de instancia,
la ejecución, ciertas excepciones, etc.) que han sido analizadas y divulgadas por la
doctrina. Se derogan normas que contienen pautas protectorias relativas a derechos
colectivos y, por otro lado, el anteproyecto remite a leyes que (como vimos) consagran
privilegios estatales incompatibles con la vigencia de derechos colectivos.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
Es valiosa, no hay duda, la intención del Poder Ejecutivo de dar inicio a un pro-
ceso normativo largamente postergado como es el relativo a la regulación legal del
proceso colectivo. Ahora bien, frente al texto propuesto, la evaluación positiva de lo
hecho se torna dificultosa. Más allá de algún contenido normativo general e inocuo,
las particularidades destacadas a partir de esta primera mirada al texto que propo-
ne el programa Justicia 2020, poseen -creemos- la suficiente entidad para predicar
del anteproyecto su falta de ajuste tanto con el derecho procesal colectivo vigente
como con el paradigma de eficacia procesal que necesariamente hoy debe respetar
toda norma y práctica procesal para no resultar descalificada por contrariar al de-
recho humano correlativo.
3. Derecho de daños
La entrada en vigencia del Código Civil y Comercial enfrenta a todos los opera-
dores jurídicos a un nuevo escenario legal: el derecho privado argentino se reorgani-
za cambiando muchas de las pautas basilares sobre las que este edificio normativo
se asienta, evidenciando el nuevo perfil positivo de varios institutos clásicos -reco-
giendo enseñanzas jurisprudenciales- y generando otros, innovadores.
En esta ocasión, habremos de detenernos en el análisis de una de estas figuras
novedosas: la pretensión preventiva de daños3,instituto que entendemos de mucha
utilidad y que exhibe en el digesto unificado tanto su contorno fonda1 como el cos-
tado relativo al proceso al que habrán de dar lugar las controversias en él basadas.
En tal contexto, observamos -como una novedad a destacar- que el Código
Civil y Comercial de la Nación habla de tres funciones de la responsabilidad civil:
una reparatoria -la tradicional- y dos novedosas: la preventiva y la sancionatoria.
De estas dos últimas nos detendremos en la primera: la función preventiva del
daño. Tradicionalmente, el daño resarcible era solo el ya ocurrido. El real. Existente.
Consumado. Cuando se hablaba de "daño futuro" se hacía referencia a un detrimento
que necesariamente iba a tener lugar, existiendo ya el germen de este. Esto es, ha-
biéndose ya configurado los presupuestos fácticos para su acaecimiento, solo queda-
ba aguardar que el proceso concluyera dando lugar al perjuicio en su entidad total.
De acuerdo con esta posición, no se podía accionar judicialmente, entonces,
frente a una simple amenaza de daño. Hoy ello cambió.
He aquí el texto -novedoso- del Código Civil y Comercial que contempla la
figura de marras:
Artículo 1710.- Deber de prevención del daño. Toda persona tiene el deber, en manto
de ella dependa, de:
a. evitar causar un daño no justificado;
b. adoptar, de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables para
evitar que se produzca un daño, o disminuir su magnitud; si tales medidas evitan
3 Camps, Carlos Enrique, "La pretensión preventiva de daños",Revista Código Civil y Comer-
cial, 2, La Ley, agosto 2015.
n . O
575
o disminuyen la magnitud de un daño del cual un tercero sena responsable, tiene
derecho a que éste le reembolse el valor de los gastos en que incurrió, conforme a las
reglas del enriquecimiento sin causa;
c. no agravar el daño, si ya se produjo.
Artículo 1711.- Acción preventiva. La acción preventiva procede cuando una acción u
omisión antijurídica hace previsible la producción de un daño, su continuación o agra-
vamiento. No es exigible la concurrencia de ningún factor de atribución.
Artículo 1712.- Legitimación. Están legitimados para reclamar quienes acreditan un
interés razonable en la prevención del daño.
Artículo 1713.- Sentencia. La sentencia que admite la acción preventiva debe disponer,
a pedido de parte o de oficio, en forma definitiva o provisoria, obligaciones de dar, hacer
o no hacer, según corresponda; debe ponderar los criterios de menor restricción posible
y de medio más idóneo para asegurar la eficacia en la obtención de la finalidad.
Observamos que ahora los ciudadanos cuentan con una acción (rectius: preten-
sión) preventiva de daños. Los letrados, correlativamente, poseen esta nueva herra-
mienta a través de la cual canalizar las inquietudes de sus clientes, por lo que será
imprescindible familiarizarse con ella tanto para plantear la estrategia procesal
de inicio como para oponerse a esta. Los jueces también, por supuesto, habrán de
tener un rol destacado en los primeros tiempos de esta nueva pretensión procesal,
al ir perfilando sus contornos con el trabajo jurisprudencia1 que necesariamente irá
generando este nuevo iter procesal que habilita el digesto unificado.
Observamos que la enorme utilidad de esta nueva pretensión se da en dos
planos: el de la prevención propiamente dicha (cuando el daño aún no acaeció) y el
del cese (cuando el daño ya ocurrió pero se busca detener sus consecuencias lesivas,
evitando que aumente su magnitud).
Siempre estuvo presente en nuestro ordenamiento de derecho privado la regla
del alterum non laedere. Hoy también. Lo que ha variado es la forma de respuesta
del sistema normativo a la transgresión a esa pauta de oro para la convivencia or-
ganizada.Antes se requería un daño producido a los fines de su reparación. Ahora,
con esta nueva figura, pueden adoptarse medidas con la acreditación de amenaza de
daño o frente a un daño en curso a los simples &es de detener el avance o aumento
de sus consecuencias.
Se observa un cambio de paradigma: la respuesta jurisdiccional eficaz -para
esta nueva concepción, que aplaudimos- es la que permite que el daño no ocurra -o
bien, una vez ocurrido, que se detenga cuanto antes- en lugar de la respuesta tradi-
cional, que se dirigía a establecer quién debía pagar el daño ya producido. Posición
que se encuentra en clara sintonía con las tendencias que dan valor preeminente a
la reparación en especie, por ser la forma que de mejor modo logra volver las cosas
al lugar que tenían antes de la conducta que fuera considerada lesiva de intereses
de otro integrante de la sociedad.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
Una vez más, creemos que, si ello es así, si la pretensión de cese se articula
de modo autónomo, dará lugar a un proceso independiente como el ya analizado de
prevención propiamente dicho. Como allí se señaló, solo podrá iniciarse a pedido de
parte legitimada y la sentencia fijará las obligaciones pertinentes previo traslado y
con fuerza de definitiva. También aquí podrán jugar las medidas cautelares especí-
ficas, tanto requeridas por la parte como dispuestas de oficio.
4. Derechos reales
4.1. Interdictos: aspectos generales
De acuerdo con la enumeración que hace la ley (art. 600, CPCCBA) y las cir-
cunstancias a las que se refiere luego el CPCCBA separadamente, podemos carac-
terizar a estas figuras como las pretensiones que surgen -en general- de la per-
turbación o despojo de la posesión o tenencia de un bien mueble o inmueble, o de
una obra nueva que afecte a un inmueble. Quien las esgrime busca una resolución
judicial que proteja esa posesión o tenencia o -si existió privación- que se reintegre
esta, o bien que se detenga el avance de la obra nueva -o se la demuela, en su caso-.
Como se ve, se custodia el interés de quien -por lo común- detenta la mera tenencia
o posesión de una cosa. Tanto una como otra constituyen simples "hechos" a los que
el derecho brinda protección.
Se custodia, entonces, la situación así configurada, más allá de que se tenga o
no derecho para encontrarse en esa particular relación fáctica respecto del bien. Ve-
remos que normalmente, cuando la discusión se centra en la existencia de un mejor
derecho sobre la cosa -derecho real-, la vía del interdicto se verá desbordada por ser
insuficiente respecto de una pretensión u oposición de esta naturaleza.
Aquí la finalidad del legislador es evitar la justicia privada, esto es, la violencia
entre vecinos que puede generarse en torno a la tenencia o posesión de un bien.
Luego de largas discusiones doctrinarias, hoy en día, el Código Procesal Civil
y Comercial atribuye los interdictos de retener y recobrar tanto a tenedores como a
poseedores (arts. 604, inc. 1, y 508, inc. 1).
En cuanto a las "acciones posesorias", luego de los mentados cambios del Có-
digo Civil derogado, en ese digesto se hacía referencia a la protección tanto de la
posesión -"cualquiera sea su naturaleza9'- como de la tenencia (arts. 2469 y 2490,
derogado CCiv.). Por otro lado, después de haber transitado un interdicto y una
pretensión posesoria, solo podrá recurrirse a la pretensión real (arts. 616 y 617 in
fine, CPCCBA). Esto es, no se establece prelación alguna entre aquellos dos grupos
de pretensiones, poniéndolas en un pie de igualdad en cuanto a los efectos de sus
resoluciones, solo subordinadas a la reivindicación -pretensión real más frecuente-.
Como nota diferenciadora encontramos los continentes procesales de cada gru-
po de pretensiones: los interdictos tramitan por la vía del sumarísimo (arts. 601,
605,609 y 613, CPCCBA) mientras que las pretensiones posesorias lo hacen a tra-
vés del juicio sumario (art. 617 del mismo Código).
Pues bien, luego del año 2015, toda esta normativa ritual habrá de ser adapta-
da a las nuevas previsiones que al respecto plasma el Código Civil y Comercial de la
Nación. En su tramo pertinente, esta ley establece las siguientes normas:
Art. 2238.- Finalidad de las acciones posesorias y lesiones que las habilitan. Las accio-
nes posesorias según haya turbación o desapoderamiento, tienen por finalidad mante-
ner o recuperar el objeto sobre el que se tiene una relación de poder. Se otorgan ante
actos materiales, producidos o de inminente producción, ejecutados con intención de
tomar la posesión, contra la voluntad del poseedor o tenedor. Hay turbación cuando de
los actos no resulta una exclusión absoluta del poseedor o del tenedor. Hay desapodera-
miento cuando los actos tienen el efecto de excluir absolutamente al poseedor o al tene-
dor. La acción es posesoria si los hechos causan por su naturaleza el desapoderamiento o
la turbación de la posesión, aunque el demandado pretenda que no impugna la posesión
del actor. Los actos ejecutados sin intención de hacerse poseedor no deben ser juzgados
como acción posesoria sino como acción de daños.
Art. 2239.- Acción para adquirir la posesión o la tenencia. Un título válido no da la
posesión o tenencia misma, sino un derecho a requerir el poder sobre la cosa. El que no
tiene sino un derecho a la posesión o a la tenencia no puede tomarla; debe demandarla
por las vías legales.
XII - LOSPROCESOS
CAP~TULO ESPECIALES
La ley regula, con relación a todos los interdictos, algunas pautas procesales
comunes. Una de ellas es lo que hace al plazo de caducidad.
Los tenedores o poseedores de bienes muebles o inmuebles que se vean afecta-
dos por alguna de las conductas que dan lugar a los interdictos aquí mencionados
(retener, recobrar y obra nueva) tienen un cierto plazo para iniciar estos procesos
desde el momento en que ocurrieron los hechos. Vencido el término, el juez no hará
lugar a ellos por haber operado la caducidad a su respecto.
En cuanto al momento en que comienza el cómputo de este plazo, se ha dicho
que corre a partir de que se produjeron los hechos en que se funda el interdicto o
desde cuando quien lo promueve haya tenido conocimiento de estos en un momento
posterior.
Asimismo y como ya se señaló, una vez transitada la vía del interdicto de ad-
quirir, retener o recobrar no podrá volverse a discutir entre las mismas partes la
tenencia o posesión del bien. Solo quedará habilitada la vía para la promoción de un
juicio sobre la base de una acción real (por ejemplo, reivindicación) en la medida en
que los asista este tipo de derechos (art. 616, CPCCBA).
Dado que la nueva sentencia podría modificar los alcances de la recaída en el
interdicto es que se indica que este tipo de procesos hace -por regla- cosa juzgada
formal. Por ese mismo motivo, las decisiones recaídas en un interdicto de retener no
tienen carácter definitivo en los términos del artículo 278, CPCCBA.
sumarísimo. Ello sin perjuicio de que esta figura se superponga con la del desalojo,
a tenor de lo que contempla el artículo 676, segundo párrafo, CPCCBA.
En suma, se observa una importante limitación al campo de aplicación práctica
de la figura, ya que, si el derecho a poseer proviene de un contrato, podrá canalizarse
el pedido mediante un proceso que tienda al cumplimiento de este. Pero -más grave
aún- entendemos que solo prosperará el interdicto de adquirir si frente al actor se
encuentra un mero tenedor, ya que, si se enfrenta al dueño, usufructuario u otro
poseedor -actual-, deberá escogerse otro andarivel procesal, de más amplio debate.
En el CPCCN, los artículos 607 y 608 -donde se regula este interdicto- le-
gitiman aquí a quien requiera tanto la posesión como la tenencia de un bien y se
condiciona la vía al hecho de que no exista actualmente un poseedor o tenedor de
este (art. 607).
Como se señaló, la vía procesal es la del juicio sumarísimo (art. 602, CPCCBA).
Presentada la demanda, el juez analizará el título que se acompaña y de dónde
dimana el derecho a poseer. Ante la duda respecto de la procedencia, dará traslado
para que quien detenta el bien señale la condición en que lo hace, acreditándola
debidamente. De lo aquí alegado y probado por el demandado podrá configurarse la
causa del rechazo de la pretensión -carácter de propietario, usufmctuario o posee-
dor actual-.
Si, por el contrario, considera que el actor acreditó los extremos a su cargo y no
encontró en el demandado una causal válida de oposición, hará lugar a la pretensión
contra el mero tenedor, entregándole a aquel la posesión del bien y disponiendo la
inscripción del título si correspondiera. Se aclara expresamente que lo resuelto se
hace "sin perjuicio de mejor derecho". El juez ordenará la entrega del bien fijando
u n plazo para ello.
En el artículo 608 del Código nacional no se incluye el pedido de informes sobre
gravámenes del bien y se refiere a la entrega judicial al actor tanto de la posesión
como de la tenencia del bien. Se menciona que, si el título esgrimido por el actor de-
riva del que invoca el demandado para resistir la pretensión, el juez dispondrá que
la controversia tramite por juicio sumario o sumarísimo según el caso.
Medida cautelar
Si la realización de los actos procesales respectivos correspondientes a este in-
terdicto prolonga la duración del trámite, el juez podrá decretar a pedido de la parte
una medida cautelar de no innovar o bien innovativa, ya sea que se dirija a evitar
que las amenazas inminentes se concreten o bien, estando en curso la perturbación,
cese por mandato judicial (art. 607, CPCCBA).A estos ñnes operan plenamente los
recaudos de la teoría cautelar general.
Se agrega como previsión especial el hecho de que el cumplimiento de la medi-
da ordenada por el juez se refuerce a través de la aplicación de astreintes procesales
(art. 37, CPCCBA).
los fundamentos, se indica que la "otra cosa" siempre debe ser inmueble: "1.. .] toda
clase de construcciones, columnas, paredes, árboles, etc.". Respecto de quién puede
hacer el pedido, el artículo parece limitarse al propietario o copropietario (cuando se
amenaza "a sus bienes"). Sin embargo, los fundamentos extienden la legitimación
activa al establecer que "quien podrá formular la denuncia de daño temido puede
ser no sólo por el poseedor (legítimo o ilegítimo) y el tenedor de los bienes, sino que
también puede ser ejercida por locatarios, comodatarios o depositarios".
El tipo de amenaza también es amplio: "daño grave e inminente". Ante este pa-
norama -de mayor o menor urgencia de acuerdo con la gravedad del caso- se faculta
al que va a ser damnificado en lo inminente a que requiera de protección judicial.
El juez evaluará si el caso es verdaderamente urgente. De serlo, el juez adoptará
recaudos ("medidas de seguridad adecuadas") que bien pueden ser calificadas de
cautelares, ya que se disponen sin traslado a la contraria y previa evaluación de lo
fundado del pedido y el peligro en la tardanza. La ley exige al magistrado que com-
pruebe "la existencia de grave riesgo, urgencia en removerlo y temor de daño serio
e inminente". Palabras más, palabras menos, los recaudos básicos de la protección
cautelar.
Entendemos que, en los casos de alta urgencia, luego de la adopción de las
medidas urgentes, protectorias, debe bilateralizarse el planteo a los ñnes del debido
resguardo del derecho de defensa de la parte que debe soportar una restricción a su
actividad. Ello es lo que da validez al procedimiento urgente.
No prevé la apelabilidad en estos supuestos (de allí la mayor importancia de
que en todos los casos haya un trámite que contemple la audiencia de la contraria)
y admite la imposición de astreintes por parte del juez si lo encuentra necesario.
Por otro lado, el nuevo Cód. Civil y Com., al contemplar expresamente en su articulado
que las acciones posesorias protegen tanto posesión como tenencia, profundizan todavía
más la falta de diferencia entre institutos. Y, en lo que hace al trámite, cuando se cana-
licen pretensiones procesales con ese objeto -y más allá del nomen iuris del procedi-
miento impulsado- habrá de respetarse la siguiente directiva: "Las acciones posesorias
tramitan por el proceso de conocimiento más abreviado que establecen las leyes proce-
sales o el que determina el juez, atendiendo a las circunstancias del caso"(art. 224615.
4.3. Mensura
La mensura judicial consiste en una operación técnica encomendada por un
juez a un experto -agrimensor- y que tiene por objeto determinar con precisión y
sobre el terreno la extensión y límites de un bien inmueble de acuerdo con lo consig-
nado en el título respectivo. Esta medida tendrá lugar en los dos casos mencionados
en la norma procesal que la regula (art. 655, CPCCBA).En el primero de ellos, cuan-
5 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal civil, t. IV, cuarta edición actualizada por Carlos Enri-
que Camps, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, 2017, pág. 2861.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
do no existan dudas respecto de los límites del inmueble de acuerdo con el título, por
lo que la mensura se limitará a constatarlos y transferirlos sobre la tierra mediante
el amojonamiento. Se trata del proceso de mensura.
En el segundo supuesto, en cambio, los límites se encuentran difusos, confun-
didos, y, por eso, la mensura deberá determinar líneas demarcatorias claras entre
fundos y luego -eventualmente- transferirlas al terreno también mediante amojona-
miento. Estamos en presencia del proceso de deslinde (regulado a partir del art. 670,
CPCCBA).
El proceso de mensura a diferencia del de deslinde- es considerado un juicio
voluntario por cuanto el titular del bien solo busca transportar los límites que di-
manan del título a la tierra y, de ese modo, contar con un claro amojonamiento que
señale las concretas dimensiones del inmueble. La mensura judicial no otorga dere-
cho de posesión o dominio alguno al peticionante. Solo proyecta sobre la tierra los al-
cances de estos derechos preexistentes.De allí que estos no puedan estar discutidos.
Si de la operación resulta algún conflicto con un vecino lindero, no en cuanto
a la faz técnica de la diligencia de marras, sino respecto de la extensión del dere-
cho que dimana del título, el proceso de mensura será insuficiente para canalizarlo
y deberá transitarse la vía correspondiente a las pretensiones posesorias o reales
pertinentes en el marco de un típico juicio contencioso. La simple operación técnica
de mensura no puede afectar derechos de propiedad o posesión (art. 656, CPCCBA).
La demanda o petición de mensura -para quienes la califican como un "proce-
dimiento" por su naturaleza no adversarial- se planteará por escrito, satisfacién-
dose los recaudos genéricos de estos actos jurídicos de inicio (art. 657, CPCCBA).
Se presentará ante juez competente, que, a estos efectos -ordenar y eventualmente
aprobar la mensura judicial-, es el del lugar donde se encuentra el bien de que se
trate (art. 5, inc. 1,segundo párr., CPCCBA). Se incluirá la información señalada en
la ley y se acompañarán los documentos que se mencionan: datos del peticionante,
domicilios real y constituido, título de propiedad, datos identificatorios -nombres y
domicilios- de los vecinos colindantes o manifestación de que se ignoran estos, y la
designación del agrimensor que realizará la tarea.
Se prevé el rechazo oficioso y liminar de la solicitud si no cumple con los recau-
dos establecidos, sin perjuicio de que el juez ejerza previamente la actividad sanea-
toria del artículo 34, inciso 5.b, CPCCBA.
Introducido el escrito de inicio, considerado suficiente -o saneado a partir de
lo que haya establecido el juez-, la ley procesal indica los pasos subsiguientes del
trámite vinculados básicamente a la publicidad genérica de la medida a realizarse
a través de edictos. La publicidad específica tendrá lugar mediante el anoticiamien-
to concreto a cada uno de los vecinos colindantes. Se establece que el magistrado
deberá, entonces, emitir una resolución que disponga la realización de la mensura
por el agrimensor propuesto por el peticionante, o bien, si no se lo designó, elegirlo
de las listas para designaciones de peritos. También se determinará el día y la hora
en que realizará su trabajo en el inmueble (art. 658, CPCCBA). Asimismo, el juez
dispondrá la publicidad por edictos, que aparecerán durante tres días convocando a
todo aquel que tuviera interés en controlar -por sí o por apoderado- la forma en que
se desarrolla la operación de mensura.
Por último, el juez comunicará el inicio de este trámite a la oficina topográfica
que corresponda de acuerdo con la jurisdicción, para que esta dependencia pública
siga y controle la operación que puede llegar a tener incidencia en los datos que allí
se recogen.
En este trámite, el papel que juega el perito agrimensor es fundamental.Y ello
viene así contemplado en la ley ritual (art. 659, CPCCBA). Como todo auxiliar de
la justicia de este tipo, debe concurrir al juzgado a aceptar el cargo. Se aplican las
reglas de la prueba pericia1 al respecto. Una vez cumplido ese paso, corresponde
-antes de efectuar la mensura propiamente dicha- que el profesional convoque a
todos los interesados directos y conocidos en la medida: los propietarios de los terre-
nos colindantes al que será objeto de mensura judicial, al peticionario y a la oficina
pública respectiva.
A los colindantes los notificará mediante "circular", documento en el que cons-
tará la convocatoria y donde obrará la firma de todos los anoticiados a petición del
perito. Con la debida anticipación, el agrimensor deberá recorrer los domicilios de
todos los vecinos colindantes denunciados en el escrito de inicio, les informará
de la operación a realizar; el día, la fecha y demás datos que constan en los edictos, y
les requerirá la suscripción de la cédula como constancia de la comunicación. Estas
notificaciones por circular se harán en la persona del propietario del fundo lindero o
bien de aquel que lo represente, indicándose ese extremo. Si este también se niega a
ñrmar, se recurrirá a los dos testigos que podrán avalar el hecho de la notificación y
expresa negativa a suscribir la circular.
Si existen terrenos colindantes fiscales, se habrá de convocar a la autoridad
estatal que corresponda.Al peticionario se le cursará "aviso" con los mismos datos
que obran en la circular y edictos. Y a la oficina topográfica se requerirán instruc-
ciones respecto de los requisitos a tomar en la diligencia y en relación con el previo
cumplimiento de requisitos administrativos -pago de tasas o derechos, llenado de
formularios, etc.-.
Si los interesados notificados se hacen presentes el día de la mensura, podrán
manifestar oposiciones a la forma en que esta se viene llevando adelante (art. 660,
CPCCBA). Las podrán formular verbalmente o por escrito. En el primer caso, se
dejará constancia de ellas en el acta que se labre de la diligencia, y, en el segundo,
se incorporarán las piezas que correspondan.
En ningún caso esas manifestaciones tendrán virtualidad para detener el cur-
so de la mensura o impedir el amojonamiento. Las oposiciones presentadas serán
luego objeto de oportuna ponderación judicial.
Una vez superada la etapa de notificación a todos los interesados -conocidos
por "circular" y desconocidos por edictos, peticionante mediante "aviso" y depen-
dencia oficial-, el día señalado en la resolución judicial del artículo 658, CPCCBA,
se dará inicio a la diligencia de la mensura judicial con la presencia de quienes
concurran, sea por sí o a través de representantes (art. 661, CPCCBA).Si no puede
efectuarse la diligencia, el agrimensor y los interesados fijarán -sin intervención
del juez- una nueva fecha, de lo que quedará constancia escrita en el acta. Ello así
tantas veces como sea necesario.
En cambio, será el juez quien disponga la postergación si la mensura se frustró
por ausencia del perito. Este tendrá que renovar todos los actos de publicidad de los
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
artículos 658 y 659, ambos CPCCBA. Ello, entendemos, a su costa si no existió moti-
vo razonable para no concurrir a efectuar la diligencia en el día acordado.
En el escrito de inicio el peticionante debe indicar quiénes son los vecinos
colindantes, pero también puede manifestar su ignorancia al respecto (art. 657,
inc. 4, CPCCBA). De allí que pueda iniciarse la mensura sin que se conozcan todos
los propietarios de fundos linderos y que estos sean identificados ya comenzada la
diligencia (art. 663, CPCCBA).
La citación busca que todo aquel que tenga interés en controlar la forma en que
desarrolla sus tareas el agrimensor pueda hacerlo concurriendo por sí o por apode-
rado el día en que hará la mensura (art. 664, CPCCBA). Las oposiciones que aquí
se admiten solo podrán ser de tipo técnico, referidas a la forma en que el experto
lleva adelante el traspaso de las pautas del título a la tierra. Con ese objetivo, los
interesados deberán ser diligentes y concurrir con un experto de confianza -siendo
los gastos que esta intervención cause a cargo del vecino que utilice sus servicios-
que podrá dar fundamento técnico a la objeción respecto del trabajo del agrimensor.
Por otra parte, también deberán aportar sus propios títulos de dominio a los
fines de dar fkerza a su impugnación y permitiendo que el perito pueda cotejarlos
con el que corresponde al bien cuya mensura le fuera encomendada judicialmente.
De todas estas circunstancias quedará un relato particularizado en el acta de la di-
ligencia, la cual seguirá adelante sin perjuicio de la posterior convalidación judicial.
Previo a la sentencia y respecto de las oposiciones vertidas, el agrimensor de-
berá expedirse sobre la base de su formación técnica, dando argumentos que funda-
menten por qué las ha atendido o por qué las ha descartado. La mensura por regla
no afecta los derechos de dominio o posesión respecto de los bienes involucrados
(art. 656, CPCCBA). Sin embargo, en los hechos ello puede ocurrir cuando, al apli-
car en el terreno los límites previstos en el título, se invada el hndo vecino. Para
evitar estos errores o diferente interpretación de los términos del título es que se da
oportunidad a todos los interesados a que participen y controlen la realización de la
mensura.
Sin embargo, por no haber sido diligentes en el momento en que pudieron con-
trolar la mensura, el CPCCBA establece que las costas de este proceso por el cual
se cuestiona el alcance de la diligencia ya aprobada será a cargo de los actores más
allá de su resultado. Se trata de otra excepción a la regla de imposición de costas
del artículo 68, específica del trámite que nos ocupa y que, en definitiva, tiende a
fomentar la debida diligencia en la conducta procesal de las partes.
Si en la diligencia de mensura se constata la presencia de mojones o marcas
previamente establecidas, el agrimensor solo podrá removerlos si se encuentran
presentes todos los vecinos linderos y manifiestan su conformidad para ello, de lo
que deberá quedar constancia escrita en el acta y suscripta por todos ellos (art. 665,
CPCCBA).
Como vimos, de todo lo realizado el día de la mensura -e incluso los días poste-
riores si la diligencia se extiende en el tiempo- se labrará por el perito acta detalla-
da, donde se volcarán las actividades desplegadas en cada jornada, la identificación
de los vecinos linderos presentes, si intervienen por sí o por apoderado, si formulan
oposiciones, el tenor de estas, la firma de todos ellos y demás circunstancias que se
entiendan de importancia -suspensiones de la mensura, anuencia para el retiro de
mojones anteriores, etc.- (art. 666, CPCCBA).
La oficina topográfica, luego de la toma de conocimiento de la mensura efec-
tuada, habrá de expedirse respecto del valor de la diligencia, emitiendo un informe
acompañado de unejemplar di1 acta y plano de mensura presentados por el experto
(art. 667. CPCCBA). La emisión de este dictamen técnico administrativo se ~roduci-
r á dentro de los treinta días de recibidos el acta y el informe sobre la mensura pre-
vistos en el inciso 2 del artículo 666, CPCCBA, o bien desde que el juzgado remitió el
- -
expediente, en el supuesto de que se hubiese requerido este para contar con mayor
información -concretamente. el título de ~ r o ~ i e d adel
A .
d bien de marras. art. 657.
inc. 3, CPCCBA-.
Si no hay oposición de los vecinos colindantes y la oficina técnica tampoco adujo
impedimento alguno, el juez emitirá resolución que apruebe la mensura y mandará
expedir los testimonios que correspondan (art. 668, CPCCBA). Por supuesto -como
vimos- esta aprobación no tiene efecto alguno sobre los derechos de posesión o pro-
piedad involucrados.
Si, por el contrario, existen reparos de índole técnica contra la mensura efec-
tuada, ya sea provenientes de la oficina técnica o de los colindantes, se dará traslado
de estos a los interesados -peticionario y agrimensor, según corresponda- para que
esgriman las razones que consideren válidas en defensa de la forma en que se llevó
a cabo la diligencia (art. 669, CPCCBA). Contestados los traslados -o vencido el
plazo para ello-, el juez resolverá aprobando o no la mensura. Podrá recurrir -even-
tualmente- a sus facultades instructorias si requiere de otra opinión técnica para
dilucidar el planteo.
Si la aprueba, mandará expedir testimonios, como en el caso del artículo 668.
4.4. Deslinde
El deslinde presupone un estado de incertidumbre común respecto de la ex-
tensión de un inmueble. Esto es, ninguno de los propietarios de fundos colindantes
puede determinar con precisión el lugar por donde debe pasar la línea divisoria
entre ambos bienes. Se trata de "límites confundidos", como indica el artículo 655,
inciso 2, CPCCBA.
No es el caso en el que un propietario afirma que la línea tiene determinada
traza y esta avanza sobre el terreno que el otro vecino entiende como propio. La
situación en este supuesto es diversa porque se configura una zona de terreno que
cada parte reclama para sí. Aquí la que resulta adecuada no es la acción de deslinde,
sino la reivindicatoria.
La ley procesal alude al deslinde por convenio (art. 670, CPCCBA), indicándose
que el instrumento público donde conste ese acuerdo y sus antecedentes se presen-
ten ante el juez competente, quien, luego de dar intervención a la oficina topográfica
respectiva, habrá de aprobar el deslinde si correspondiere. Una o ambas partes ha-
brán de llevarlo ante el magistrado del lugar donde se encuentren situados los bie-
nes involucrados (art. 5, inc. 1,CPCCBA) para que lo apruebe, y, una vez cumplido
ese paso, lo será sin perjuicio de los derechos de terceros, quienes, al no haber sido
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
Vemos cómo el derecho de fondo permite que sea el magistrado quien decida la
traza final entre los predios, aun frente a insuficiencia de prueba. Ello lo diferencia
claramente de la pretensión reivindicatoria, donde juegan plenamente las reglas
normales de carga de la prueba ante la ausencia de previsión expresa al respecto
(art. 375, CPCCBA). El juicio de deslinde es un típico proceso contencioso donde la
resolución hará cosa juzgada material en relación con las partes y respecto de
la ubicación de la línea divisoria de marras.
Aquí también -como lo señalamos respecto de la aprobación del deslinde ex-
trajudicial- intervendrá el juez del lugar donde se encuentre el bien (art. 5, inc. 1,
CPCCBA). Si bien el propietario de uno de los inmuebles cuyos límites se encuen-
tren confundidos dará inicio al juicio y -por ello- será el "actor", en realidad todos
los partícipes de este proceso serán a la vez actores y demandados, puesto que la
incertidumbre respecto de la ubicación de la línea demarcatoria alcanza a todos los
propietarios de terrenos colindantes por igual, quienes tienen el mismo interés en
que la incógnita se disipe en el sentido más ventajoso para cada uno de ellos.
Se establece para el procedimiento la estructura del juicio sumario.
Frente al traslado de la demanda, los vecinos linderos podrán oponerse al des-
linde alegando falta de incertidumbre en la traza y afirmando -por otro lado- una
determinada ubicación para la línea divisoria. Ello será ponderado por el juez y, si
prospera la oposición, esta pretensión carecerá de andamiaje, debiendo ser dejada
de lado y, eventualmente, plantearse una reivindicación. Si, por el contrario, los
demandados no se oponen al deslinde, el CPCCBA establece la realización de una
mensura judicial a cargo de perito agrimensor designado de oficio.
Operarán aquí las reglas de la mensura ya vistas, sin que pueda dejarse de
lado la intervención de la oficina topográfica.
Cumplida la diligencia por el experto y luego de un traslado a las partes por
diez días, si no hay objeción, se la aprobará determinándose definitivamente res-
pecto de los intervinientes en este juicio la línea divisoria entre las heredades. Si
existiere oposición de alguno de los colindantes o de la oficina topográfica, previo
traslado al resto de las partes -y producción de prueba en los plazos que el juez de-
termine si esta h e ofrecida y resulta de utilidad-, dictará sentencia.
La ley ritual remite -en cuanto a la ejecución de la sentencia de deslinde- a
las pautas del proceso de mensura: se habrán de expedir testimonios, disponer las
inscripciones pertinentes y, si corresponde, se realizará la instalación de hitos o mo-
jones para transferir al terreno la línea demarcatoria definitiva (art. 672, CPCCBA).
bilidad de la división y la porción del interés que representa cada comunero, fijará
las pautas para que se cumpla con la división de la cosa común.
Tales disposiciones serán cumplidas por las partes o bien constituirán la guía
para la ejecución forzada de la resolución, como veremos a continuación.
Es presupuesto de esta pretensión, entonces, que las partes estén contestes en
lo concerniente a la comunidad sobre la cosa. Acerca de esa condición, no puede des-
bordarse el marco del conocimiento que hace al objeto singular de este litigio. Así,
negada la existencia del condominio, quien se pretende copropietario debe promover
la acción real que le concede el artículo 2761, derogado CCiv., y no la divisoria, que
presupone que no se discute la existencia de aquel, sino la procedencia o forma de
dividirlo.
Una vez firme o ejecutoriada la sentencia del juicio de división de cosas co-
munes, si no hay cumplimiento voluntario de esta, a pedido de parte el magistrado
convocará a todos los interesados a una audiencia para designar al profesional que
realizará las concretas actividades tendientes a llevar a la práctica el mandato ju-
dicial (art. 674, CPCCBA). Dependiendo del tipo de bien, se habrá de nombrar a un
tasador o un partidor -si la división se hará en especie- o bien a u n martillero -si se
procederá a la subasta y posterior distribución del producido-.
Si, a pesar de lo que se indica en el artículo 673, CPCCBA, la sentencia no
señaló pautas para llevar adelante la división, se aprovechará la ocasión de esta au-
diencia para consensuar la forma en que se la practicará. Como normas aplicables
por analogía se señalan las del trámite de división de herencia en el caso de que no
sea necesario el remate" las del juicio ejecutivo si, por el contrario, procede la venta
judicial de las cosas comunes. Durante el curso del proceso puede discutirse no solo
la admisibilidad de la división, sino también la forma de llevarla a cabo (división en
especie o por venta en remate público), a cuyo efecto corresponde estar a la decisión
adoptada en forma unánime por los condóminos (arts. 1996 y 2369, CCCN), con la
limitación prevista en los artículos 228 y 2375 del mismo Código, según el cual no
procede la división de las cosas (en especie) cuando ello convierta en antieconómico
s u uso y aprovechamiento.
La división de cosas comunes puede realizarse extrajudicialmente y luego ser
llevada ante el juez para que este la apruebe (art. 675, CPCCBA). Presentada la
petición, el juez convocará a todos los que participaron de la división para que ra-
tifiquen s u voluntad, citará a quienes entienda con derecho sobre la cosa y, luego
de todos estos trámites, resolverá lo que por derecho corresponda ante el acuerdo
celebrado. La decisión no será susceptible de revisión.
Nada impide que, frustrado este trámite judicial, las partes presenten un nue-
vo acuerdo -más completo, saneado, etc.- y, si se encuentra en condiciones, logren
s u aprobación por el magistrado.
Una vez aprobada, la ejecución se hará siguiendo las pautas vistas (art. 674,
CPCCBA).
6 Código Civil y Comercial de la Nación, artículo 1996: "Reglas aplicables. Rigen para el condo-
minio las reglas de la división de la herencia, en tanto sean compatibles".
595
4.6. Usucapión
Una de las formas de adquirir el dominio de u n inmueble7 es la posesión ani-
mus domini continuada de la cosa por los plazos legales frente a la inacción del titu-
lar registral. Con la sanción del Código Civil y Comercial unificado se h a mantenido
esta forma de adquirir el dominio, aunque se introdujeron algunos cambios en el
régimen de fondo que habrán de impactar, necesariamente, en el trámite ante los
tribunales de esta peculiar pretensión.
La prescripción adquisitiva de inmuebles o usucapión permite que una cir-
cunstancia eminentemente fáctica, como es el ejercicio de actos posesorios sobre
un fundo durante u n lapso determinado de tiempo, se transforme por imperio de la
ley en una situación susceptible de dar nacimiento a derechos reales, ya que quien
detentó el bien con ánimo de dueño se transformará en el titular -luego registral
cuando se inscriba- de este, desplazando en el derecho de propiedad al anterior do-
minus que manifestó falta de todo interés respecto de la cosa de marras.
Tal grave consecuencia -la privación del derecho de dominio respecto del ti-
tular registral para declararlo adquirido por el poseedor- no puede menos que ser
establecida por sentencia. De allí que se requiera de u n trámite judicial donde el
demandado -anterior dueño- pueda esgrimir todas sus defensas y ofrecer y produ-
cir prueba para desvirtuar las afirmaciones del actor, por las cuales pretende hacer
operativas las mandas del derecho de fondo que regulan la figura en estudio. Ello -el
carácter contencioso del juicio de usucapión- viene ratificado hoy de expreso modo
en el Código Civil y Comercial, más precisamente en s u artículo 1905:
A tales efectos es que en ordenamientos rituales como el de la Provincia de
Buenos Aires se h a delineado el contorno del juicio de usucapión. En el Código na-
cional, en cambio, no se h a regulado este proceso en particular. Son de aplicación las
pautas rituales contenidas en la ley 14.159 -según dec.-ley 575611958-, así como el
régimen del CPCCN en lo no contemplado.
La clave del progreso de esta pretensión (art. 679, CPCCBA) consiste en acre-
ditar los extremos que reclama el Código Civil y Comercial para que opere la pres-
cripción adquisitiva de bienes inmuebles, tal como se desprende del artículo 679,
CPCCBA, que se refiere a "probar la adquisición del dominio de inmuebles, por la
posesión, de conformidad a las disposiciones de las leyes de fondo".
Para ello se requerirá del juicio contradictorio regulado en los códigos que, como
el CPCCBA, remiten al proceso de conocimiento plenario abreviado -sumario- y es-
tableciendo algunas pautas propias aplicables a este tipo de pretensión. Asimismo,
la ley 14.159 -modificada por el dec.-ley 575611958- h a incorporado mediante sus
artículos 24 y 25 algunos lineamientos procesales que, como veremos, encuentran
correlato en las mandas en análisis.
El juez competente para este trámite será el del lugar donde se encuentre el
bien a usucapir (art. 5, inc. 1, CPCCBA).
7 Camps, Carlos Enrique, "El juicio de usucapión de inrnuebles en el Código Civil y Comercial",
Revista del Código Civil y Comercial, La Ley, febrero 2017.
596
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
De este modo, dentro del marco litigioso de una usucapión, se enfrentarán por
un lado quien o quienes se encuentren poseyendo el inmueble y entiendan que a su
respecto se han cumplido las condiciones legales para que opere la figura en estudio.
Demandado será quien o quienes aparezcan como titulares de dominio del bien a
partir de constancias registrales u otras fuentes.
Si se cuenta con este dato -identidad del titular registral-, podría ocurrir que
se carezca de su domicilio. En tal caso, se actuará siguiendo las pautas del artículo
681 -a cuya nota remitimos-. Si, en cambio, no se logra determinar quién es el titu-
lar registra1 del bien agotados los trámites del artículo 680, CPCCBA, el juicio segui-
rá con demandado "incierto" (art. 341, CPCCBA), dándose intervención al defensor
oficial, quien participará en la litis por un ausente en el proceso.
Fundamentales serán a estos ñnes los documentos cuya presentación requiere
el inciso 2 del artículo 679, CPCCBA, y deberán ser emitidos por el Registro de la
Propiedad. Allí se habrá de incluir toda la información concerniente a la "condición
jurídica" del inmueble -veremos que su descripción "fáctica" se hará mediante pla-
no firmado por profesional matriculado y controlado por el órgano administrativo
pertinente-. Sabremos de este modo quién aparece como titular o titulares de do-
minio, sus datos -que, eventualmente,podrán ser ampliados a partir de la copia del
título traslativo de dominio que contenga instrumentado el negocio que dio lugar a
la inscripción pertinente-, si hay condominio, la proporción en que cada comunero
ejerce el derecho de propiedad, si hay anotados gravámenes sobre la cosa, si estos se
encuentran vigentes, etc.
El Código Civil y Comercial unificado ha incluido una pauta especial, que tien-
de a la protección del adecuado tráfico negocia1 inmobiliario al brindar temprana
publicidad a la existencia de un proceso por el que se dirime la continuidad en
cabeza del titular reeistral del derecho de dominio de cierto inmueble. Nos referi-
mos a la actividad cautelar oficiosa que se plasma en el artículo 1905, donde -en
lo pertinente- se expresa: "La resolución que confiere traslado de la demanda o de
la excepción de prescripción adquisitiva debe ordenar, de oficio, la anotación de la
litis con relación al objeto, a fin de dar a conocer la pretensión", impidiendo que un
tercero pueda alegar buena fe si contrata respecto de este inmueble.
En suma, se tratará de un juicio básicamente declarativo donde el juez, luego de
la prueba aportada, tendrá por existentes los recaudos de la usucapión respecto
de determinado bien, que a estos fines deberá venir correctamente individualizado
-como vimos- en lo fáctico mediante la presentación de un plano firmado por profe-
sional habilitado y previo control del organismo técnico administrativo correspon-
diente, tal como lo indica el artículo 679, inciso 3, CPCCBA.
Luego de tales pasos, el juez dictará sentencia declarando operada la transfe-
rencia de dominio y mandará efectuar las inscripciones pertinentes.
Será esencial, entonces, la prueba de los extremos legales alegados en la de-
manda. Concretamente, dos: los actos posesorios y el tiempo continuado de estos.
Respecto de los actos posesorios, se entiende que estos importan la manifes-
tación externa del animus domini, esto es, tener la cosa para sí con la intención de
ejercer sobre ella un completo señorío, aquel que solo corresponde a su pleno propie-
tario. La prueba debe acreditar que el actor se comportó ante los ojos de la sociedad
como el dueño del fundo. Este comportamiento puede desplegarse de innumera-
bles modos: la plantación de árboles; la edificación de mejoras; el mantenimiento de
alambrados y cercos; la instalación de servicios -agua, luz, teléfono, gas, cloacas-;
la ampliación de las comodidades preexistentes; el pago de impuestos, tasas, contri-
buciones; etc.
Leemos en el artículo 1900, CCCN, la caracterización de la posesión que se
requiere para usucapir: "Posesión exigible. La posesión para prescribir debe ser os-
tensible y continua". Es fundamental atender a esta caracterización.
Un tópico que siempre ha suscitado polémica y dificultades en el trámite de las
usucapiones ha sido el que se configura cuando quien comienza a poseer con ánimo
de dueño no es quien inicia la demanda prescriptiva. El Código unificado recoge
tal supuesto en el artículo 1901, al señalar lo siguiente: 'Vnión de posesiones. El
heredero continúa la posesión de su causante. El sucesor particular puede unir su
posesión a la de sus antecesores, siempre que derive inmediatamente de las otras.
En la prescripción breve las posesiones unidas deben ser de buena fe y estar ligadas
por un vínculo jurídico".
Resta también precisar la cuestión de los plazos. Al igual que en el Código Ci-
vil derogado, existe una prescripción larga y otra corta para cosas inmuebles. Y, al
igual que en el régimen anterior, la diferencia estará dada por la presencia o no de
buena fe y justo título. El nuevo digesto alude a todos estos conceptos, formulando
definiciones que serán de utilidad al momento de canalizar esta pretensión ante los
estrados.
En este sentido leemos:
He aquí, entonces, otros elementos que hacen tanto a la pretensión (buena fe,
justo título, actos posesorios de manera "ostensible y continua" durante cierto tiem-
po) como, eventualmente, a la oposición a la pretensión (inexistencia de estos) que
habrá necesariamente que probar en el proceso de usucapión.
Para todos estos menesteres acreditantes, la ley no plantea limitaciones proba-
torias. Veda -eso sí- que la sentencia haga pie solamente en prueba de testigos. Aun
cuando la sentencia no puede fundarse exclusivamente en prueba testimonial en la
usucapión, esta prueba es, por lo común, la más importante y convincente, porque
se trata de acreditar hechos materiales, si bien la ley, con justificada desconfianza,
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
ha querido que los testimonios sean corroborados por elementos de juicio objetivos
e independientes.
El Código regula la usucapión como un típico proceso contencioso. De allí la
necesidad de una correcta individualización de la parte demandada: se encuentra
en este momento en juego nada menos que el derecho de defensa de quien, si bien
pudo haber resignado el ejercicio de derechos sobre la cosa, en modo alguno puede
ser privado del derecho de alegar y probar lo que corresponda frente a la pretensión
de quien expone circunstancias fácticas de las que se derivaría una transferencia de
dominio de un inmueble.
La demandada en estas hipótesis será -en abstracte- quien o quienes aparez-
can como titulares registrales del bien objeto de posesión o -eventualmente- sus
sucesores. Los datos de estas personas -físicas o jurídicas- surgirán por lo general
de los informes de dominio emitidos por el Registro de la Propiedad a que alude
la norma respectiva. Si toda esta averiguación resulta infructuosa y no se logra
determinar quién es el titular de dominio a partir de los datos del Registro de la
Propiedad Inmueble, la ley contempla (art. 680, CPCCBA) que se solicite informes al
organismo técnico administrativo respectivo (Direccionesde Catrastro, de Geodesia,
y hasta podría consultarse la dependencia equivalente dentro de la municipalidad
de que se trate) a los efectos de que se expida sobre si en sus archivos existen antece-
dentes dominiales del bien de marras y, eventualmente,indique si existen intereses
fiscales en juego.
También puede darse el supuesto -muy frecuente- de que se conozca la identi-
dad del titular registra1 y, de averiguaciones posteriores, surja que este ha fallecido
y no se sepa si tiene herederos o no se pueda dar con el paradero de estos. En todos
estos casos se aplicarán las reglas generales que operan para la hipótesis de "cita-
ción de persona incierta" que contempla el artículo 341, CPCCBA, esto es, la vía de
los edictos reguladas en los artículos 145 a 147 del mismo Código.
Si se ha podido determinar quién es el titular de dominio -tanto una persona
de derecho privado como el Estado provincial o municipal- y se conoce su domicilio
real, se dará traslado de la demanda normalmente de acuerdo con las reglas ya
vistas (art. 681, CPCCBA). Si no se trata de persona física, la notificación de la de-
manda seguirá las pautas generales respecto de los representantes de las diferentes
personas jurídicas -se cita en este artículo el caso del fiscal de Estado para el su-
puesto de demandarse a la Provincia de Buenos Aires-.
Ahora bien, si se conoce la identidad del propietario pero no su domicilio, se
habrán de realizar las gestiones tendientes a la averiguación de este dato mediante
los trámites de rigor. Frente al resultado negativo, operará también aquí la citación
por edictos. Se deberán publicar durante dos días (art. 341, CPCCBA) y los intere-
sados tendrán diez días para presentarse en el expediente a contar desde la última
publicación en el Boletín Oficial y en un diario de la zona donde se encuentra el bien
objeto del proceso. En los avisos se indicará que, si no se presenta el citado y con-
testa la demanda, se le designará un defensor oficial -que actuará por el ausente-.
En los mismos edictos se incluirá la convocatoria a todo otro sujeto que se con-
sidere con derechos sobre el bien a usucapir. Clave será incluir dentro del texto de
estos anuncios la correcta identificación catastral del inmueble objeto del proceso,
así como su ubicación respecto de calles, rutas, caminos, etc., y su numeración para
que los potenciales interesados en hacer valer sus pretensiones sobre él puedan
reconocerlo fácilmente.
La ley contempla un proceso contencioso con amplitud de debate y prueba acer-
ca de la configuración de los extremos fácticos que determinan la adquisición del
dominio de inmuebles por la prescripción. Se prevén de modo expreso -en algunos
casos, reiterando pautas ya establecidas- las formas de trabar debidamente la litis
resguardando el derecho de defensa del titular registral. El juez, por otra parte, ha-
brá de resolver sobre la base de lo probado por las partes y, aun en los casos en los
que el trámite se desarrolla sin la intervención efectiva del titular de dominio, podrá
rechazar la usucapión si a tenor de l a evaluación que realice siguiendo las reglas de
la sana crítica no encuentra configurados los basamentos fácticos de la prescripción
adquisitiva esgrimidos.
El magistrado, en suma, tendrá mediante este proceso de conocimiento la opor-
tunidad de indagar con plenitud y profundidad en la cuestión litigiosa. Por eso es
que la sentencia que acoja favorablemente la pretensión -de adquirir firmeza- hará
cosa juzgada material y nada más podrán plantear los eventuales afectados que no
concurrieron oportunamente a estar a derecho frente a la convocatoria realizada
mediante edictos (art. 682, CPCCBA).
Esta sentencia declarativa de la adquisición del dominio por usucapión será
ejecutable mediante la inscripción de su contenido en el Registro de la Propiedad
Inmueble pertinente, operándose -por incompatibilidad- la cancelación de la ins-
cripción dominial respecto del demandado vencido.
Si, por el contrario, se produce el rechazo de la pretensión, habrá que determi-
nar cuál h e la causa de tal medida. Si esta h a sido la falta de los recaudos de fondo,
ello hará cosa juzgada también respecto del actor, mientras que, si lo fue por ausen-
cia de requisitos de admisibilidad, la pretensión podrá ser renovada cumplimentán-
dose debidamente los recaudos que exige la ley en el artículo 679, CPCCBA, visto.
El nuevo Código Civil y Comercial aporta ciertas precisiones respecto de la
sentencia de usucapión. Algunas comunes a todos los procesos y otras específicas
del tipo de prescripción adquisitiva, esto es, la de plazo corto o la de plazo mayor:
Se trata de un esfuerzo continuo, plasmado en dos leyes distintas pero que per-
siguen el mismo norte: una más adecuada protección de la minoridad y la familia
a partir de mecanismos diferentes a los preexistentes, que, adaptados a la nueva
realidad, puedan dar mayor vigencia a los derechos en juego y que, en el caso de
los menores, vienen enmarcados en las directivas de la Convención de los Derechos
del Niño, como normativa basilar, sin perjuicio de la vigencia de otros estatutos que
también encierran pautas a tener en cuenta a estos ñnes.
La ley 13.634 señala cuáles son los principios generales del fuero de familia.
Así, indica lo siguiente:
a) Serán aplicables a las causas seguidas respecto a niños, en cuanto
no sean modificadas por la presente ley, las normas del decreto-ley
7425168 (CPCCN)y de la ley 11.922 -Código Procesal Penal- (art. 1).
b) Las audiencias y vistas de causa serán orales bajo pena de nulidad y se
practicarán con la presencia obligatoria de todas las partes, de acuerdo
con los principios de continuidad, inmediación, contradicción y concen-
tración (art. 2).
C) Los niños tienen derecho a ser oídos en cualquier etapa del proceso, a
peticionar, a expresar sus opiniones y a que estas se tengan en cuenta
en las decisiones que afecten o hagan a sus derechos, considerando su
desarrollo psicofísico. En el caso de los niños por nacer, ejercerá este
derecho la madre. El juez garantizará debidamente el ejercicio de tal
derecho (art. 3).
d) Todo proceso que tramite ante estos heros tendrá carácter reservado,
salvo para el niño, representantes legales o guardadores de hecho y las
partes (art. 4).
e) Queda prohibida la difusión de la identidad de los niños sujetos a ac-
tuaciones administrativas o judiciales, cualquiera sea su carácter y con
motivo de dichas actuaciones, en informaciones periodísticas y de toda
índole. Se consideran como informaciones referidas a la identidad: el
nombre, el apodo, la filiación, el parentesco, la residencia y cualquier
otra forma que permita su individualización (art. 5).
f) La internación y cualquier otra medida que signifique el alojamiento
del niño en una institución pública, semipública o privada, cualquiera
sea el nombre que se le asigne a tal medida y aun cuando sea provi-
sional, tendrá carácter excepcional y será aplicada como medida de ú1-
timo recurso, por el tiempo más breve posible y debidamente fundada
(art. 7).
Artículo 94 quater: Será sancionado con multa equivalente al valor de uno (1) a diez
(10) haberes mensuales del Agente de Seguridad (AgrupamientoComando) de la Policía
de la Provincia de Buenos Aires, y hasta treinta (30) días de arresto, el que revelare la
identidad de los niños sujetos a actuaciones administrativas ojudiciales, cualquiera sea
su carácter y con motivo de dichas actuaciones,en informaciones periodísticas y de toda
índole. Se cónsideran como informaciones referidas a la identidad: el nombre, ápodo, fi-
liación, parentesco, residencia y cualquier otra forma que permita su individualización.
Artículo 705.- Ámbito de aplicación. Las disposiciones de este título son aplicables a los
procesos en materia de familia, sin perjuicio de lo que la ley disponga en casos especí-
ficos.
Artículo 706.- Principios generales de los procesos de familia. El proceso en materia de
familia debe respetar los principios de tutela judicial efectiva, inmediación, buena fe y
lealtad procesal, oficiosidad, oralidad y acceso limitado al expediente.
a. Las normas que rigen el procedimiento deben ser aplicadas de modo de facilitar el
acceso a la justicia, especialmente tratándose de personas vulnerables, y la resolu-
ción pacífica de los confiictos.
b. Los jueces ante los cuales tramitan estas causas deben ser especializados y contar
con apoyo multidisciplinario.
c. La decisión que se dicte en un proceso en que están involucrados niños, niñas o ado-
lescentes, debe tener en cuenta el interés superior de esas personas.
Artículo 707.- Participación en el proceso de personas con capacidad restringida y de
niños, niñas y adolescentes. Las personas mayores con capacidad restringida y los ni-
ños, niñas y adolescentes tienen derecho a ser oídos en todos los procesos que los afectan
directamente. Su opinión debe ser tenida en cuenta y valorada según su grado de discer-
nimiento y la cuestión debatida en el proceso.
Artículo 708.- Acceso limitado al expediente. El acceso al expediente en los procesos
de familia está limitado a las partes, sus representantes y letrados y a los auxiliares
designados en el proceso.
En caso de que las actuaciones sean ofrecidas como prueba ante otro juzgado, se debe
ordenar su remisión si la finalidad de la petición lo justifica y se garantiza su reserva.
Artículo 709.- Principio de oficiosidad. En los procesos de familia el impulso procesal
está a cargo del juez, quien puede ordenar pruebas oficiosamente.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
no transite por la etapa previa y que se radique directamente ante él, tal decisión
-dada su condición de providencia simple- es atacable por la vía de la reposición.
Será irrevisable, en cambio, la decisión que, a pesar de lo informado por el
consejero, ordene que se desarrolle la instancia conciliatoria. Por el contrario, si
el consejero de familia del análisis del formulario presentado no encuentra objeción
al inicio de esta etapa previa, fijará directamente audiencia a tales fines sin necesi-
dad de otra manifestación expresa al respecto.
El consejero de familia es un funcionario propio de los tribunales de familia.
Su misión será -esencialmente- buscar la composición del litigio en la medida en
que los derechos en pugna lo permitan. La ley le otorga funciones específicas a los
efectos de concretar ese objetivo, para lo cual se entiende que deberá mantener la
imparcialidad respecto de los litigantes. Por eso es que, al mismo tiempo, establece
expresamente mecanismos para requerir su apartamiento cuando existan causales
que comprometan esa objetividad (art. 832, CPCCBA), ya sea a pedido de parte a
través de la recusación o por propia iniciativa del funcionario -excusación-.
La tarea del consejero no se limita a la etapa previa (art. 833, CPCCBA). Si la
solución no tiene lugar en forma total en esa fase y la causa debe proseguir, el con-
sejero continuará en el marco de esta ejerciendo sus funciones esenciales, cuales son
las de "asesoramiento y orientación" de las partes con el fin último de llegar a una
"conciliación" que abastezca de mejor manera el interés familiar y el individual de
las partes. La ley 13.634 agregó -como otro interés a tener en cuenta- el del niño.
Recordemos que, cuando el interés del menor se pone en juego junto con el
de adultos, aquel se tornará prevalente de acuerdo con lo que implica el estándar
constitucional del "interés superior" (conf. Convención de los Derechos del Niño).Tal
actividad puede desplegarse hasta el momento previo a la sentencia del tribunal.
No existen formas estrictas ni tiempos preestablecidos que se impongan a la
tarea de este fkncionario. Quedará a su criterio, luego de la ponderación del tipo
de pretensión, de las características de las partes, etc., determinar la estrategia de
composición que habrá de intentar. Para lograr este fin, la ley le otorga atribuciones
amplias (art. 834, CPCCBA). Para el desarrollo de tales diligencias podrá convocar
a las partes y "a toda otra persona vinculada". Este último concepto es amplísimo.
No se trata de testigos o "terceros"en el estricto alcance que le otorga la ley procesal.
En el marco de las relaciones del derecho de familia puede ser de vital importancia
la presencia en estos encuentros de otros sujetos totalmente ajenos a los límites for-
males de la litis pero directamente vinculados -desde lo afectivo, por ejemplo- con
los protagonistas del conflicto.
Un pariente, vecino, padrino, amigo, religioso, etc., a través de su palabra, opi-
nión, consejo o versión de los hechos pueden ser determinantes en la búsqueda de
una solución consensuada respecto de estas problemáticas.
Se debe lograr que las convocatorias a estas audiencias sean efectivas. De allí
que la forma de notificación habrá de variar de acuerdo con lo que resulte más ade-
cuado: cédulas, telegramas, notificación personal o -atento el principio de "informa-
lidad" que rige en esta etapa, art. 828, CPCCBA- cualquier otro medio fehaciente
(carta documento, acta notarial, etc.). La forma ministerio legis solo podrá ser apli-
cada respecto de quienes hayan peticionado la medida.
También el consejero está facultado -a los fines de obtener información que
sirva para conocer mejor el conflicto y proponer fórmulas de acuerdo- a solicitar
informes a entes privados o públicos o a ciertas personas -escribanos, otros profe-
sionales-, así como requerir la intervención de los expertos del cuerpo técnico del
tribunal, o bien de la Oficina Pericial, cuando se necesite de una especialidad con la
que no cuente el órgano.
En estos casos se podrá peticionar su intervención en forma previa a las au-
diencias, durante el desarrollo de estas o luego de concluidas. La visión de la pro-
blemática desde el punto de vista científico resultará de suma utilidad para fUndar
conclusiones respecto de la viabilidad de la etapa previa a los fines de obtener un
acuerdo razonable en su seno.
Podrá asimismo disponerse el reconocimiento de personas o lugares. En todos
estos últimos supuestos se aplicarán, en lo que sea pertinente, las reglas de produc-
ción de las diferentes formas de prueba aludidas.
Todo lo anterior podrá ser decidido en forma autónoma por el consejero. Sin
embargo -claro está-, su competencia no alcanza para la adopción de medidas con-
minatorias o que impliquen una ejecución forzada (intimaciones, allanamientos,
aplicación de sanciones, secuestros, etc.).Ya hemos dicho que el consejero de familia
carece de imperium. Por tal razón, si alguna de estas medidas -incluidas las cau-
telares- es requerida para el mejor cumplimiento de sus fines propios, deberán ser
solicitadas al juez.
así determinado actuaba como "juez monocrático" en todos los pasos del trámite a s u
cargo hasta llegar al dictado de la sentencia que también emitía sin intervención de
sus colegas. Se mantenía, sin embargo, el contralor del plenario sobre la actuación
del juez único a través del recurso de reconsideración que podía plantearse contra
esa sentencia y que resolvían -ahora sí- los tres magistrados.
Hoy, con la reforma de la ley 13.634, esta figura no tiene razón de ser al desa-
parecer la estructura colegiada en el fuero: el nuevo régimen contempla u n juez de
familia para todas las pretensiones en las que resulta con competencia. Y s u senten-
cia se controla mediante la vía de la apelación ordinaria ante la cámara.
importe dentro del tercer día. En este último caso, la audiencia se celebrará igual
-sin perjuicio de la aplicación de la multa- más allá de que las principales finali-
dades de la diligencia no puedan ser cumplidas por falta de una de las partes. Sin
perjuicio de ello, se habrá de proveer la prueba ofrecida en los escritos postulatorios.
Estas mismas reglas -remata el Código- se aplicarán a la audiencia de vista
de la causa (art. 849, CPCCBA).
Llegado el día de la audiencia preliminar, se encontrarán las partes y el juez
de familia frente a frente. De la diligencia participarán también los letrados de los
litigantes, el secretario del tribunal y, eventualmente -si corresponde-, el consejero
de familia, el fiscal y el asesor de incapaces.
La audiencia estará dirigida por el magistrado, quien organizará el debate,
más allá de que resultará de gran utilidad generar un canal de diálogo flexible entre
las partes y el órgano para así predisponer favorablemente a los participantes del
acto respecto de la adopción de medidas que tiendan a una solución rápida y útil del
diferendo (art. 843, CPCCBA).
Agrupando las actividades que se contemplan en la norma de rito bonaerense,
podemos señalar como objetivos de la audiencia preliminar los siguientes:
Aclaratoria
Por aplicación de las reglas generales, puede establecerse que procede contra
toda resolución judicial con los mismos plazos, formalidades y efectos que en el juicio
sumario de acuerdo con las reglas de los artículos 36, inciso 3, y 166, incisos 1y 2,
CPCCBA.
Reposición o revocatoria
El CPCCBA, en este punto, remite a las pautas del libro 1, título IV, capítulo IV
del aludido digesto de rito (art. 852, CPCCBA). En ese tramo de la ley se encuentra
contemplado el recurso de reposición.
Según los supuestos allí regulados -como ya h a sido expuesto en el tramo per-
tinente de esta obra-, procederá contra las providencias simples causen o no grava-
men irreparable.
Apelación
En este caso, la apelación viene a reemplazar al recurso de reconsideración,
figura propia de este fuero en s u anterior estructura, que se vinculaba con la posibi-
lidad de que las resoluciones que adopte u n solo juez sean revisadas por el tribunal
en pleno.
Hoy las cosas se simplifican, ya que la norma ritual remite -como vimos- a
las reglas del libro 1, título IV,capítulo IV del CPCCBA, donde se prevé la vía en
cuestión. Asimismo, torna aquí aplicables las previsiones del artículo 494, CPCCBA,
manda donde el legislador se ocupa de adecuar la figura de la apelación al proceso
de conocimiento plenario abreviado ("sumario").
Se delega en la Ley Orgánica del Poder Judicial la creación de salas especiali-
zadas en materia de familia, que habrán de integrar las cámaras de apelaciones en
lo civil y comercial de la Provincia, órgano ante el que tramitarán y serán resueltas
esta impugnaciones. De este modo, las cámaras del fuero civil y comercial de Bue-
nos Aires recobran la competencia en materia de familia, competencia que habían
perdido con la sanción de la ley 11.453,que creó el fuero especializado integrado por
tribunales colegiados de instancia única.
En todo lo que hace a la estructura y funcionamiento del recurso de apelación,
remitimos a los desarrollos previamente vertidos en páginas anteriores.
Art. 543.- Proceso. La petición de alimentos tramita por el proceso más breve que esta-
blezca la ley local, y no se acumula a otra pretensión.
Art. 544.- Alimentos provisorios. Desde el principio de la causa o en el transcurso de
ella, el juez puede decretar la prestación de alimentos provisionales, y también las ex-
pensas del pleito, si se justifica la falta de medios.
Art. 545.- Prueba. El pariente que pide alimentos debe probar que le faltan los medios
económicos suficientes y la imposibilidad de adquirirlos con su trabajo, cualquiera que
sea la causa que haya generado tal estado.
Art. 546.- Existencia de otros obligados. Incumbe al demandado la carga de probar que
existe otro pariente de grado más próximo o de igual grado en condición de prestarlos,
a fin de ser desplazado o concurrir con él en la prestación. Si se reclama a varios obli-
gados, el demandado puede citar a juicio a todos o parte de los restantes, a ün de que la
condena los alcance.
Art. 547.- Recursos. El recurso contra la sentencia que decreta la prestación de alimen-
tos no tiene efecto suspensivo,ni el que recibe los alimentos puede ser obligado a prestar
fianza o caución alguna de devolver lo recibido si la sentencia es revocada.
Art. 548.- Retroactividad de la sentencia. Los alimentos se deben desde el día de la
interposición de la demanda o desde la interpelación al obligado por medio fehaciente,
siempre que la demanda se presente dentro de los seis meses de la interpelación.
Art. 549.- Repetición. En caso de haber más de un obligado al pago de los alimentos,
quien los haya prestado puede repetir de los otros obligados, en proporción a lo que a
cada uno le corresponde.
Art. 550.- Medidas cautelares. Puede disponerse la traba de medidas cautelares para
asegurar el pago de alimentos futuros, provisionales,deñnitivos o convenidos. El obliga-
do puede o ~ e c e en
r sustitución otras garantías suficientes.
Art. 551.- Incumplimiento de órdenes judiciales. Es solidariamente responsable del
pago de la deuda alimentaria quien no cumple la orden judicial de depositar la suma
que debió descontar a su dependiente o a cualquier otro acreedor.
Art. 552.- Intereses. Las sumas debidas por alimentos por el incumplimiento en el plazo
previsto devengan una tasa de interés equivalente a la más alta que cobran los bancos a
sus clientes, según las reglamentaciones del Banco Central, a la que se adiciona la que
el juez fije según las circunstancias del caso.
Art. 553.- Otras medidas para asegurar el cumplimiento. El juez puede imponer al res-
ponsable del incumplimientoreiterado de la obligación alimentaria medidas razonables
Para asegurar la eficacia de la sentencia.
Art. 554.- Cese de la obligación alimentaria. Cesa la obligación alimentaria: a. si el
alimentado incurre en alguna causal de indignidad; b. por la muerte del obligado o del
alimentado; c. cuando desaparecen los presupuestos de la obligación. La pretensión de
cese, aumento o reducción de los alimentos tramita por el procedimiento más breve que
prevea la ley local.
5.3.1.Alimentos provisorios
En los artículos 375 y 376 aludidos del derogado Código Civil se hacía refe-
rencia a la posibilidad de que se fijen desde el inicio del proceso (y entendemos que
también desde antes -a&. 195, CPCCN-) alimentos provisorios con el carácter de
medida cautelar. Hoy ello está contemplado -como vimos- en el artículo 544, Código
Civil y Comercial de la Nación.
Serán operativos aquí los principios básicos que rigen esta parcela del derecho
procesal asegurativo sin perjuicio de su adaptación a la particular naturaleza de este
tipo de prestaciones. El Código Civil de Vélez establecía una importante pauta, direc-
tamente protectoria del derecho del alimentado: la imposibilidad de que se le requiera
fianza o contracautela. Por tal motivo, la estipulación de la cuota provisoria por los
jueces habrá de ser hecha con discreción y prudencia, fijándose una suma que sirva
para atender los gastos mínimos hasta tanto recaiga la sentencia de mérito luego de
que se haya posibilitado el pleno ejercicio del derecho de defensa de las partes.
5.3.2. Trámite
El legitimado para demandar en estos casos será aquella persona que se con-
sidere con derecho a reclamar alimentos de otra. Una vez más quedará a cargo del
régimen de fondo la determinación de los sujetos que tienen derecho a exigir tal
prestación y contra quién. Recordemos que, cuando quien reclama alimentos es una
persona con capacidad restringida, la demanda será interpuesta por el representan-
te legal o apoyo en su nombre, contándose también con la intervención como parte
en el proceso del Ministerio Público -asesor de incapaces- en ejercicio de la repre-
sentación que por ley le cabe.
La demanda se interpondrá ante el juez del lugar donde reside permanente-
mente el alimentado, ya que ese es el lugar en que debe cumplirse con la obligación
alimentaria, o bien, a elección del actor, el del domicilio del demandado -o el del
lugar del contrato si lo hay- (art. 5, inc. 3, CPCCBA). Hoy, luego de la entrada en
vigencia del CCCN, respecto de los juicios de alimentos y pensiones compensatorias
entre cónyuges o convivientes, es competente el juez del último domicilio conyugal
o convivencial, o el del domicilio del beneficiario, o el del demandado, o aquel donde
deba ser cumplida la obligación alimentaria, a elección del actor (art. 719, CCCN)
Si se trata de una demanda por alimentos derivados de u n divorcio o de la nu-
lidad de matrimonio, el juez competente para entender en este juicio será el mismo
que tiene a su cargo la sustanciación de las causas principales mientras dure la
tramitación de estas (art. 6, inc. 3, CPCCBA).
Se han suscitado controversias jurisprudenciales respecto de la manera de
compatibilizar el trámite especial que se regula en relación con el juicio de alimen-
tos con las formas propias del proceso oral que rige la actividad de estos tribunales
del fuero de familia. Entendemos que quedará en la prudencia de los jueces de este
fuero especializado adoptar las medidas tendientes a que no se desvirtúen los prin-
cipios basilares que vienen desde el Código Civil y Comercial y recogen los códigos
procesales en resguardo de la rápida y efectiva prestación de la obligación alimenta-
ria. Custodiado ese interés principal, las formas podrán ser adaptadas a partir del
ejercicio de los poderes-deberes de todo magistrado de esta provincia en el marco
específico de sus potestades ordenatorias (arts. 34 y 36, CPCCBA).
La ley procesal señala que quien inicie un juicio por alimentos debe -además
de cumplir con los lineamientos genéricos del art. 330, CPCCBA- abastecer cier-
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
tos recaudos. Uno de ellos es la acreditación del título en virtud del cual reclama.
Deberá indicarse cuál de todos los orígenes legales mencionados es aquel de donde
proviene el derecho alimentario del actor. Diferente habrá de ser, desde luego, la
documentación a presentar para demostrar tales circunstancias: se tratará -según
el caso- de partidas de nacimiento, de matrimonio, constancias de la aprobación
judicial del testamento, el contrato de donación, el pacto de alimentos, etc.
Dado que la prestación alimentaria -cuando no se cumple en especie y se re-
curre a la sentencia judicial- por lo común habrá de ser traducida en un quantum
dinerario, para poder tener un parámetro útil a los efectos de su determinación por
el juez se pide al actor que denuncie la capacidad económica del sindicado como
deudor de la obligación alimentaria. En esta presentación se deberá incluir la docu-
mentación que obre en poder del actor y que sustente sus afirmaciones. Se trata de
las partidas y demás instrumentos a los que ya hicimos alusión. Rigen aquí las pau-
tas vistas respecto de este tipo de prueba y su agregación temprana. En este caso
también -como ocurre con los juicios "sumarios" se deberá incluir el ofrecimiento
de toda otra prueba de que intente valerse el reclamante. En pos de la celeridad
procesal se permite que los testigos propuestos declaren en primera audiencia, esto
es, no se requiere de la fijación de una audiencia en un día determinado.
Se contempla la posibilidad de que el juez, frente a la sola interposición de la
demanda por alimentos, pueda -si lo entiende necesario- ordenar medidas tendien-
tes a la producción de la prueba allí ofrecida por la actora (art. 636,CPCCBA).
Luego de la presentación del reclamo y superado el control de admisibilidad
de este, el juez habrá de convocar a una audiencia preliminar de fundamental tras-
cendencia en este proceso especial por alimentos. Por la celeridad que debe primar
en este campo, esta no podrá ser fijada más allá de unos pocos días desde la inter-
~osiciónde la demanda. La fecha de celebración de esta audiencia será notificada
al actor y al demandado. Al primero, ministerio legis, mientras que al segundo se lo
hará mediante cédula, ya que se trata -por lo común y salvo que no haya existido
una medida cautelar previamente dispuesta- de la primera comunicación formal
que tendrá de la existencia de una pretensión judicial en su contra.
A los fines del debido resguardo del derecho de defensa del demandado, enten-
demos que la notificación de este acto procesal deberá diligenciarse con entrega de
copia de la demanda y de toda la documentación agregada. La notificación indicará
expresamente que la concurrencia de las partes a la audiencia habrá de ser per-
sonal, ya que en ella el juez intentará que lleguen a un acuerdo en lo que hace al
cumplimiento de la obligación que motiva el pleito.
Una vez reunidas ante el magistrado, las partes podrán acordar plazos, montos,
modalidades de pago, etc. El juez podrá proponer fórmulas que tiendan a flexibilizar
las posiciones y -en deñnitiva- arribar a una solución razonablemente equitativa,
que, de ser aceptada por ambas partes, será homologada en ese mismo acto, con lo
que se pone ñn al proceso. Si luego sobreviene un incumplimiento de lo convenido, la
vía procesal adecuada será la de la ejecución de sentencia (art. 498, inc. 1,CPCCBA).
Ya se señaló la gran trascendencia de la audiencia preliminar a la que habrá
de convocar el juez ante la presentación de la demanda por alimentos. De allí las
graves consecuencias que se derivan de la inasistencia de las partes a ella.
La ley se ocupa de regular la situación del demandado (art. 637, CPCCBA).
Una vez notificado debidamente de la celebración de este acto procesal, es carga
procesal concurrir personalmente a esta. Si no concurre y no esgrime excusa váli-
da alguna que justifique tal incomparecencia, en el mismo acto de la audiencia se
aplicarán a s u respecto las medidas previstas en la norma. En primer lugar, el juez
le impondrá una multa. Además de determinarse la multa aludida, el juez fijará
fecha para una segunda audiencia dentro del quinto día; ello se notificará también
mediante cédula al demandado con habilitación de días y horas. Aquí la citación se
hace bajo apercibimiento de fijar la cuota alimentaria a partir de lo que se requiere
en la demanda y se desprende de las constancias del expediente.
Pero también puede darse el caso de que sea el reclamante quien no concurra
-sin motivo valedero alguno- a la audiencia preliminar (art. 638, CPCCBA). Aquí
también se verá con disfavor el incumplimiento de esta carga esencial del actor que
se vincula con la seriedad que debe revestir el reclamo judicial cuando involucra a
otro sujeto endilgándole el incumplimiento de la prestación alimentaria. En estos
supuestos, si bien no se aplica l a sanción de multa, se habrá de fijar una nueva au-
diencia -también opera el término de cinco días y la notificación con habilitación de
días y horas- con el apercibimiento al actor de que, si no concurre, se entenderá que
desiste de s u pretensión.
Los criterios sentados anteriormente encuentran s u razonable flexibilización
en la manda donde se contempla la forma de alegar en el proceso circunstancias
que impidan verdadera y justificadamente la concurrencia a la diligencia de marras
(art. 639, CPCCBA).
Según vimos, en el juicio por alimentos no se efectúa u n "traslado de demanda",
como en los juicios de conocimiento que ya hemos analizado. El demandado recién
toma contacto con una pretensión de este tenor en s u contra cuando es notificado
de la audiencia preliminar del artículo 636, CPCCBA, si es que -como vimos- no
se trabó con anterioridad una medida cautelar, como es la prestación de alimentos
provisorios (art. 640, CPCCBA). Entendemos que para resguardar debidamente s u
derecho de defensa es aue este anoticiamiento habrá de hacerse mediante cédula
en s u domicilio real, con copia de la demanda y de la documental acompañada y las
demás previsiones del artículo 338, CPCCBA.
De allí que, en aquella diligencia, junto a s u contraprte y frente al juez podrá
el requerido ejercer concretos actos de defensa -ya hemos visto qué ocurre frente a
5.3.3.Alimentos atrasados
Como vimos, la obligación judicial de pagar alimentos se retrotrae hasta el
momento de interposición de la demanda. Se considera que cuando se exterioriza
la necesidad de la prestación nace el interés por estos, y de allí que el legislador
mande pagar los períodos correspondientes desde tal fecha hasta la de la sentencia
(art. 642, CPCCBA), utilizando el parámetro de la cuota fijada en esta para el cálculo
de lo adeudado.
Si bien se busca que el juicio por alimentos no dure demasiado, es posible que
ello no se logre y corra bastante tiempo hasta la solución de mérito. De allí que la
suma correspondiente a estos "alimentos atrasados" pueda llegar a ser importante,
por lo que habrá de calcularse fijándose una cuota suplementaria que deberá estar
a cargo del obligado y será pagada junto con los alimentos correspondientes a los
períodos posteriores a la sentencia.
Entendemos que, si existió condena a pagar alimentos provisorios como medi-
da cautelar, las sumas entregadas en tal condición habrán de ser descontadas del
monto correspondiente a los "alimentos atrasados", abonándose en este concepto,
entonces, solo la diferencia. Lo contrario importaría u n indebido enriquecimiento
del alimentado a costa de su alimentante.
E n el artículo 645, CPCCN, se aclara que la inactividad procesal del alimenta-
do crea l a presunción, sujeta a prueba en contrario, de su falta de necesidad y, con
arreglo a las circunstancias de la causa, puede determinar la caducidad de derecho
a cobrar las cuotas atrasadas referidas al período correspondiente a la inactivi-
dad. La caducidad no será aplicable a los beneficiarios menores de edad; tampoco
cuando la aparente inactividad del interesado es provocada por la inconducta del
alimentante.
5.3.5. Recursos
Si el juez dicta sentencia rechazando la demanda por alimentos, el actor po-
drá apelar ante la cámara (art.644, CPCCBA). El recurso se concederá en relación
(art. 243) y "en ambos efectos" -esto es, con efecto suspensivo-. En cambio, si admite
la pretensión alimentaria, el demandado también podrá apelar, pero esta revisión
no puede detener la ejecución de la sentencia por mandato del derecho de fondo
(art. 376, derogado CCiv.). De allí que esta apelación se conceda con efecto devolu-
tivo -esto es, no suspensivo-. Y, atento a que el expediente deberá ser remitido a la
cámara, este artículo contempla la expedición de testimonio de la sentencia que se
reservará en el juzgado para que pueda surtir efectos inmediatamente y no se prive
al alimentado de estas vitales prestaciones mientras tramita la apelación ante la
alzada, de manera análoga a lo regulado en el artículo 250, CPCCBA.
Respecto de la apelabilidad del resto de las resoluciones de este trámite, se h a
dicho que el juicio de alimentos constituye un proceso especial en el cual el recur-
so de apelación solo está previsto -en principio- para la sentencia en mérito a la
celeridad del trámite y esencia asistencia1 en que se nutre. De ello resulta la invia-
bilidad de apelar una resolución emitida en la etapa de ejecución de sentencia. Sin
embargo, frente a determinadas circunstancias que exceden el trámite normal del
proceso de ejecución de alimentos, no puede desconocerse al agraviado la posibilidad
de alzarse, precisamente por tratarse de cuestiones que podrían no ser reparables
ulteriormente (arg. arts. 551 y 591, CPCCBA).
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
5.4.1.Legitimación
La norma procesal hoy vigente en los regímenes de Buenos Aires y la Nación
remite implícitamente al derogado Código Civil al momento de establecer quiénes
pueden solicitar judicialmente que se inicie un trámite tendiente a que se decla-
re a alguien incapaz absoluto por padecer demencia en sentido jurídico (art. 618,
CPCCBA). Se menciona a 'las personas que pueden pedir la declaración de demen-
cia" y ellas -a tenor de la previsión del art. 144, derog. CCiv.- eran los parientes
del presunto insano, su esposo o esposa no separados personalmente o divorciados
vincularmente,el Ministerio Público -ante quien podrá cualquiera de la comunidad
llevar oralmente la notitia de la existencia de una persona en estas condiciones-,
el respectivo cónsul si se tratase de un extranjero y cualquier persona del pueblo
cuando el presunto demente sea "furioso o incomode a sus vecinos".
Hoy ya no existen esas normas en el derecho de fondo. Para el artículo 33,
CCCN, están legitimados para pedir la declaración de incapacidad o capacidad
restringida el propio interesado; el cónyuge no separado de hecho y el conviviente
mientras la convivencia no haya cesado; los parientes dentro del cuarto grado; si
fueran por afinidad, dentro del segundo grado, y el Ministerio Público.
Tal como lo señalaba el artículo 59 y específicamente lo reafirmaba el 147 in
fine del derogado Código Civil, el Ministerio Público -más allá de que se mencione
una de sus ramas, el Ministerio de Menores- ejercía la representación promiscua de
los insanos, al ser esta una de las categorías de incapaces. Hoy el rol del Ministerio
Público viene descripto en el artículo 103, CCCN. Debe tenerse en cuenta que los
funcionarios de este cuerpo solo son parte en la sustanciación del proceso de restric-
ción de la capacidad, mas no en otros procesos en que el presunto insano intervenga
como actor o demandado.
5.4.3.Actos de autoprotección
El legislador bonaerense ha incorporado la figura de los actos de autoprotección
como forma de que las personas, en pleno uso de sus facultades mentales, puedan de-
jar plasmada de modo fehaciente -ya que se contempla la vía del acta notarial, del que
deberá tomar nota el registro pertinente al que se alude en este artículo- cuál es su
voluntad para el caso de que su salud mental o ñsica se vea limitada o afectada (art.
619 bis, CPCCBA).Si bien no se trata de pautas que vayan a obligar a los jueces, estos
habrán de tenerlas en cuenta al tiempo de adoptar decisiones respecto de la persona
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
en lo que hace a estos aspectos tan delicados. Se inspira en la figura de los "testamen-
tos de vida" (liuing will del derecho anglosajón) a los que ya se refirió la Corte bonae-
rense en el precedente ac. 85.627,"S., M. d. C. . Insania", sent. del 9 de febrero de 2005.
La norma también reformó el artículo 814 en sentido similar al de este artículo,
esto es, requiriendo a los jueces que, antes de disponer medidas respecto de restric-
ciones a la capacidad, se conozcan las preferencias o directivas dadas por la persona
cuando gozaba de plenas posibilidades de actuar por sí.
La intención de la reforma fue habilitar al juez encargado de un trámite de
restricción de capacidad para que reemplace al curador ad litem, que (como se verá,
de acuerdo con la norma hoy vigente del CPCCBA recae en un abogado de la matrí-
cula) por otra persona: la señalada -a esos ñnes y frente a tal eventualidad- por el
paciente. Entendemos que en ningún caso la elección de esta persona para ejercer
la delicada función que establece la ley habrá de ser condicionada de modo total por
la voluntad que contiene el mentado acto de autoprotección, sino que quedará -su
idoneidad- bajo el control del magistrado con asistencia del Ministerio Público.
La iniciativa -de todos modos- encuentra adecuado marco en el espíritu de la
Ley de Salud Mental que hoy rige la cuestión desde el plano del derecho de fondo, en
lo que hace a la regla basilar que allí se sienta y obliga a los jueces a someter a estas
personas afectadas por cuadros de deficitaria salud mental a la menor limitación
posible de sus derechos.
Finalmente, encontramos que el CCCN recoge algunas de estas posibilidades
en su artículo 60, bajo el rótulo "Directivas médicas anticipadas", al establecer:
5.4.4.Apertura de la causa
Si el juez encuentra que la presentación ha sido hecha por alguna de las per-
sonas habilitadas por la ley para ello, se ha cumplido con las cargas en cuanto a la
somera acreditación de los extremos de la pretensión, o bien, informada la imposi-
bilidad de producir dictamen médico, el juez cuenta con los estudios realizados por
los expertos forenses, dispondrá dar vista del trámite al Ministerio Público (art.
620, CPCCBA). Evacuada esta, si no hay objeción atendible, procede a la apertura
de la causa mediante resolución que se notifica personalmente al demandado, en
la que corresponde "ordenar las medidas necesarias para garantizar los derechos
personales y patrimoniales de la persona. En tal caso, la decisión debe determinar
qué actos requieren la asistencia de uno o varios apoyos, y cuáles la representación
de un curador. También puede designar redes de apoyo y personas que actúen con
funciones específicas según el caso" (art. 34, CCCN).
5.4.5. Prueba
El demandado actúa con asistencia letrada y, eventualmente, con el o los apo-
yos que requiera s u situación de salud -o, en caso extremo, curador- y posee total
aptitud probatoria (art. 621, CPCCBA).A ello se refiere el artículo 36 del CCCN:
La persona en cuyo interés se lleva adelante el proceso es parte y puede aportar todas
las pruebas que hacen a su defensa. Interpuesta la solicitud de declaración de incapa-
cidad o de restricción de la capacidad ante el juez correspondiente a su domicilio o del
lugar de su internación, si la persona en cuyo interés se lleva adelante el proceso ha
comparecido sin abogado, se le debe nombrar uno para que la represente y le preste
asistencia letrada en el juicio. La persona que solicitó la declaración puede aportar toda
clase de pruebas para acreditar los hechos invocados.
5.4.7. Bilateralización
Concluida la etapa probatoria, producidas las medidas ordenadas, agregadas
las conclusiones de estas a la causa, el juez dará traslado (art. 626, CPCCBA) al
actor, al demandado y a quien haya sido designado como apoyo provisional. Contes-
tado este traslado o vencido el plazo para hacerlo, se dará vista a la parte pública:
el asesor de incapaces.
5.4.8. La sentencia
Luego de los traslados y vista contemplados, si las particularidades del caso lo
aconsejan, el derogado Código Civil preveía la posibilidad de que el juez haga com-
parecer al presunto insano a s u despacho, o bien se constituyera en el lugar en que
se encontraba. Hoy, luego de la reforma de la ley 14.363, a la luz de los dictados de la
Ley de Salud Mental y frente al nuevo texto del Código Civil y Comercial de la Na-
ción, ello ya no es facultativo para el juez: se h a tornado un requisito de obligatorio
cumplimiento del que solo podrá exceptuarse mediando gravísimas circunstancias
que deberán ser volcadas en el fallo (art. 627, CPCCBA). E n efecto, antes de dic-
t a r sentencia, el juez debe entrevistar personalmente al demandado en audiencia,
quien deberá contar con asistencia letrada y ante la presencia del Ministerio Públi-
co (art. 35, CCCN, y art. 633, primer párrafo, CPCCN).
El plazo para dictar sentencia corre desde que se evacuó la vista al Ministerio
Público prevista o bien, si se dispuso la entrevista con el presunto incapaz, desde
que esta tuvo lugar. En este período el juez analizará la prueba reunida y la ponde-
rará a la luz de las reglas de la sana crítica. Serán esenciales las pautas previstas
para la valoración de la prueba pericia1 (art. 474, CPCCBA) y el estudio integral
de todas las probanzas arrimadas al proceso. Luego de esta ponderación fáctica, si
hace lugar a la demanda y se disponen restricciones a la incapacidad del demanda-
do -o derechamente s u incapacidad-, se ordenará l a inscripción de la medida en el
Registro de Estado Civil y Capacidad de las Personas (art. 627, CPCCBA, y art. 39,
CCCN).
5.4.9.Apoyos
En el sistema del Código Procesal, procede en este caso la designación de cura-
dor definitivo, elección que se efectuaba de acuerdo con las reglas del derogado Có-
digo Civil (arts. 476 a 480). En ausencia de las personas mencionadas en el Código
Civil, se recurría a lo contemplado por la acordada 198911981 de la Suprema Corte
de Justicia que establece el Régimen de las Curadurías Oficiales de Alienados. Pro-
ducida esta designación y s u discernimiento mediante acto formal en el expediente
-acta-, cesaba la intervención del curador provisional y también -si lo hubo- del
curador ad bona. El curador definitivo discernido judicialmente era el representan-
te necesario del demente declarado en juicio (art. 57, inc. 3, derogado CCiv.).
Hoy ello h a cambiado radicalmente. La figura del curador -tal como era conce-
bida en aquel sistema- hoy solamente quedará reservada para supuestos extrema-
damente graves de incapacidad, aquellos donde no existe la posibilidad de ejercicio
autónomo de acto alguno (v. gr., estados vegetativos, grave cuadro de parálisis o
similares). En toda otra situación, como ya se señaló, se buscará rescatar, conservar
y estimular el desempeño autónomo de la persona, con el auxilio de una o varias
personas que actuarán como apoyos, o, incluso, con la ayuda de una red de apoyos.
Para lograr este objetivo, se deberá establecer claramente qué tipo de actos están
alcanzados con esta forma de asistencia -o representación- y cuál es la modalidad
de actuación de los apoyos en cada caso.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
Cuando ello ocurre, debe buscarse en la justicia una declaración de cese o mo-
dificación -antes, juicio de rehabilitación (art. 629, CPCCBA)- que importa la cons-
tatación judicial de este nuevo estado que le permita a la persona actuar por sí solo
sin riesgos para s u propia persona o patrimonio o para terceros, lo que conllevará
una nueva sentencia y s u posterior inscripción en los registros pertinentes.
El proceso de cese de la incapacidad o de la restricción a la capacidad seguirá el
mismo trámite -en lo pertinente- que el anterior. Tal lo que establece hoy el Código
Civil y Comercial de la Nación en el artículo 47:
La causa tramitará por las reglas procesales del juicio de restricción de ca-
pacidad. En el caso de la prodigalidad, no se halla en juego la dilucidación de las
aptitudes mentales del denunciado, sino el juzgamiento de su conducta en el orden
patrimonial. Asimismo, la rehabilitación del pródigo debe también tramitar por la
vía de cese de la incapacidad o de la restricción de capacidad.
En cuanto al contenido de la sentencia de inhabilitación por prodigalidad, el
artículo 49, CCCN, señala: "Efectos. La declaración de inhabilitación importa la de-
signación de un apoyo, que debe asistir al inhabilitado en el otorgamiento de actos
de disposición entre vivos y en los demás actos que el juez fije en la sentencia".
XII - LOSPROCESOS
CAP~TULO ESPECIALES
Art. 79.- Ausencia simple. Si una persona ha desaparecido de su domicilio, sin tenerse
noticias de ella, y sin haber dejado apoderado,puede designarse un curador a sus bienes
si el cuidado de éstos lo exige. La misma regla se debe aplicar si existe apoderado, pero
sus poderes son insuficientes o no desempeña convenientemente el mandato.
Art. 80.- Legitimados. Pueden pedir la declaración de ausencia, el Ministerio Público y
toda persona que tenga interés legítimo respecto de los bienes del ausente.
Art. 81.- Juez competente. Es competente el juez del domicilio del ausente. Si éste no
lo tuvo en el país, o no es conocido, es competente el juez del lugar en donde existan
bienes cuyo cuidado es necesario; si existen bienes en distintas jurisdicciones, el que
haya prevenido.
Art. 82.- Procedimiento. El presunto ausente debe ser citado por edictos durante cinco
días, y si vencido el plazo no comparece, se debe dar intervención al defensor oficial o
en su defecto, nombrarse defensor al ausente. El Ministerio Público es parte necesaria
en el juicio.
Si antes de la declaración de ausencia se promueven acciones contra el ausente, debe
representarlo el defensor.
En caso de urgencia, el juez puede designar un administrador provisional o adoptar las
medidas que las circunstancias aconsejan.
Art. 83.- Sentencia. Oído el defensor, si concurren los extremos legales, se debe declarar
la ausencia y nombrar curador. Para la designación se debe estar a lo previsto para el
discernimiento de curatela.
El curador sólo puede realizar los actos de conservación y administración ordinaria de
los bienes. Todo acto que exceda la administración ordinaria debe ser autorizado por el
juez; la autorización debe ser otorgada sólo en caso de necesidad evidente e imposter-
gable.
Los frutos de los bienes administrados deben ser utilizados para el sostenimiento de los
descendientes, cónyuge, conviviente y ascendientes del ausente.
Art. 84.- Conclusión de la curatela. Termina la curatela del ausente por:
a. la presentación del ausente, personalmente o por apoderado;
b. su muerte;
c. su fallecimientopresunto judicialmente declarado.
8 Lo relativo a la ausencia con presunción de fallecimiento será analizado luego, ya que, proce-
salmente,la ley la vincula con el proceso sucesorio.
5.6. Proceso sucesorio
Una rama importante del derecho civil está constituida por el derecho suceso-
rio. A través de sus pautas se regula -en esencia- la transmisión de bienes pertene-
cientes a una persona que ha fallecido respecto de aquellos a quienes se considera
con vocación hereditaria. Tal vocación hereditaria puede surgir de estipulaciones
realizadas por el propio causante mediante la forma de un testamento o bien, en de-
fecto de ellas, de la propia ley civil. Encontramos así las dos grandes vías de transmi-
sión de bienes mortis causa: la sucesión testamentaria y la intestada o ab intestato.
La existencia de órdenes sucesorios inmodificables,porciones del patrimonio de
los que ciertos sujetos no pueden ser privados -legítima-, formalidades ineludibles
para expresar la voluntad a través de los testamentos, etc., torna evidente la rela-
ción entre la transmisión de bienes mortis causa y el orden público.
De allí que para darle debida protección es que se ha dejado en manos de los
jueces la conducción de estos actos. Si bien en tal contexto habrá casos en los que la
ley admita ciertas flexibilizaciones basadas en la autonomía de la voluntad de los
sucesores, lo cierto es que, para la hipótesis en que existan discrepancias, siempre
podrá recurrirse a la intervención de juez a los fines de superar los diferendos.
Para ello, los códigos procesales regulan el trámite sucesorio,juicio que se nu-
tre en gran medida del derecho de fondo en tanto el Código Civil y Comercial con-
templa algunas de las reglas básicas de este trámite.
El juicio sucesorio es, entonces, el medio judicial a través del cual uno o varios
sujetos canalizan la pretensión por la que persiguen la operatividad de las reglas
del derecho civil que regulan la transmisión hereditaria respecto del patrimonio de
una persona fallecida. Para el Código Civil y Comercial, "el proceso sucesorio tiene
por objeto identificar a los sucesores, determinar el contenido de la herencia, cobrar
los créditos, pagar las deudas, legados y cargas, rendir cuentas y entregar los bienes"
(art. 2335).
El vertido constituye un concepto amplio y abarcativo. Contempla tanto la eta-
pa de determinación de los herederos como la del activo sucesorio y su distribución.
Se refiere tanto a la sucesión iniciada por los pretensos herederos como por otros in-
teresados -por ejemplo, acreedores-. Alude tanto al trámite que solo se basa en las
reglas legales del Código Civil y Comercial -sucesión ab intestato- como a aquel que
incorpora un testamento y, a través de este, hace que deba atenderse a la voluntad
del difunto a la luz del derecho sucesorio contenido en aquel digesto.
Es un juicio universal desde que -como lo adelantamos- involucra una uni-
versalidad de bienes, como es la totalidad del patrimonio de una persona, y, por
otro lado, el juez competente también lo será -a partir de la aplicación del instituto
del "fuero de atracción9'- respecto de toda otra pretensión relativa a tales bienes,
excluyéndose solo las de carácter real y las personales donde la sucesión resulte
legitimada activa (art. 2336, CCCN).
Y, para una gran parte de la doctrina procesal, es voluntario desde el momento
en que -en principio- no presupone la existencia de pretensiones contrapuestas.
A pesar de esta característica, el Código deja el trámite en manos de los jueces, ya
que, por la aludida vinculación con el orden público, se entiende conveniente su
intervención a los efectos de dar mayor certeza a ciertas situaciones o actos que se
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
habrán de desarrollar en este iter; por otra parte, teniendo en cuenta la necesidad de
dirimir las eventuales cuestiones controversiales que se puedan suscitar -y que
de común ocurren- entre quienes se consideran con derecho preferente a recibir bie-
nes de la sucesión. En estas hipótesis, la esencia del trámite muta, convirtiéndose
en un trámite plenamente contradictorio.
Se trata de un trámite necesario. El CCCN, en efecto, dispone que, salvo para
el caso de los ascendientes, descendientes y cónyuge -en cuyo supuesto el heredero
"queda investido de su calidad de tal desde el día de la muerte del causante, sin
ninguna formalidad o intervención de los jueces, aunque ignore la apertura de la
sucesión y su llamamiento a la herencia. Puede ejercer todas las acciones transmisi-
bles que correspondían al causante" (art. 2337)-, es necesaria la intervención de los
jueces. De tal modo, "en la sucesión de los colaterales, corresponde al juez del juicio
sucesorio investir a los herederos de su carácter de tales, previa justificación del
fallecimiento del causante y del título hereditario invocado. En las sucesiones testa-
mentarias, la investidura resulta de la declaración de validez formal del testamen-
to, excepto para los herederos enumerados en el primer párrafo del artículo 2337"
(art. 2338, CCCN), lo cual supone la necesidad de un acto judicial (declaratoria de
herederos o aprobación de testamento) susceptible de hacer efectiva dicha posesión
hereditaria. Tampoco puede prescindirse del juicio sucesorio en todos aquellos casos
en que la ley prescribe que la partición se realice judicialmente (art. 2371, CCCN).
Pero, aun en el supuesto de tratarse de herederos que adquieren la posesión he-
reditaria ministerio legis (ascendientes, descendientes y cónyuge: art. 2337, CCCN),
la necesidad de la apertura de la sucesión se impone, asimismo, a los efectos de la
percepción del impuesto a la herencia en las jurisdicciones que lo establecen, o bien
-como ahora lo expresa el art. 2337 en su último párrafo- para poder inscribir a
nombre de los sucesores los bienes registrables; etc.
En consecuencia, solo cabe prescindir del juicio sucesorio cuando se trate de los
herederos mencionados por el artículo 2337, CCCN, no existan menores o incapaces
entre ellos, el caudal hereditario se componga exclusivamente de bienes muebles no
registrables y, en su caso, el valor de estos últimos no alcance al límite imponible
establecido por la ley fiscal.
Finalmente, el sucesorio es un proceso especial cuyos fines exclusivos son la
determinación objetiva y subjetiva de los bienes dejados por el causante y de las per-
sonas que revisten el carácter de sucesores (arts. 3279 y concs. del derogado CCiv.;
724 y su doctrina, CPCCBA). Las pretensiones que exceden dicho marco se deben
intentar en un proceso aparte.
Vías de notificación
Se contemplan dos. Una dirigida a sujetos conocidos y otra en relación con toda
persona que pueda tener interés respecto de los derechos que están en juego me-
diante cédula, oficio o exhorto -según corresponda atento al lugar de residencia de
quien vaya a ser notificado respecto de la sede del órgano jurisdiccional intervinien-
te- destinada a los herederos -y acreedores- conocidos y denunciados en el escrito
de inicio con sus datos filiatorios y s u domicilio real (art. 724, CPCCBA).
La segunda forma de publicidad del proceso sucesorio en trámite consiste en
edictos. Ellos -según el CPCCBA- habrán de ser publicados por tres días en el Bole-
tín Oficial y en otro diario del último domicilio del causante, salvo que allí no exista
tal medio de prensa, entonces, se recurrirá a u n diario del lugar donde se realiza el
juicio -por lo común, habrán de coincidir el lugar del último domicilio del difunto
con el del lugar del proceso, art. 3284, CCiv.-.
En el artículo 2340, CCCN, se h a establecido que la publicidad edictal se hará
por u n día y en el diario de publicaciones oficiales. Se trata de uno de los más claros
casos de conflicto entre una norma procesal local (la del CPCCBA, en este caso) y
una norma procesal nacional (la del Código de fondo). El juez deberá en cada caso
optar por la que resulte más eficaz a los efectos del anoticiamiento del proceso de
que se trate.
El texto de estos edictos h a sido estipulado mediante la acordada 178311978 de
la Suprema Corte de Justicia, que contempla el "texto modelo de edicto único" a los
efectos del artículo 734 en estudio.
Por nuestro lado, consideramos que la petición no habrá de ser rechazada sin
antes analizar el juez -en el caso concreto- la procedencia de esta pretensión: si se
demuestra adecuadamente la impotencia patrimonial para hacer frente a los gastos
causídicos, una adecuada aplicación de la regla que manda franquear el acceso a la
justicia al carente de recursos llevará a la concesión de la franquicia.
El artículo 699, CPCCN, indica que el diario donde se habrán de publicar edic-
tos será del lugar del juicio y que estos aparecerán únicamente en el Boletín Oficial
si el monto del haber hereditario no excediere prima facie de la cantidad máxima
que correspondiere para la inscripción del bien de familia.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
También se señala que el plazo fijado por el artículo 3539, derogado CCiv., co-
menzará a correr desde el día siguiente al de la última publicación y se computará
en días corridos, salvo los que correspondan a las ferias judiciales.
La declaratoria de herederos
El juez, entonces, analizará el conjunto de tales constancias y, si lo entiende
procedente, dictará declaratoria de herederos (art. 735, CPCCBA).
Previo a ello habrá de analizar la documentación con la que los presuntos he-
rederos que acudieron a la convocatoria pretenden justificar su vocación. Si aquella
es insuficiente, suspenderá el plazo para el dictado de esta resolución hasta tanto se
produzcan las probanzas necesarias al respecto, ya que el dictado de la declaratoria
de herederos requiere, como uno de sus requisitos esenciales previos, la acreditación
del vínculo de los presuntos sucesores del causante.
Luego de ello, emitirá este auto y declarará herederos a quienes han justificado
tal condición o, frente a la ausencia de estos, reputará vacante la herencia.
Tanto la ley ritual como la de fondo fijan términos dentro de los cuales el juez
deberá resolver la situación relativa al patrimonio de una persona que ya no existe.
Los no comparecientes no tendrán intervención alguna en este momento, ya
que tampoco se les designará defensor, como ocurre con los ausentes a los fines de
hacer oponible a su respecto la resolución recaída.
Los artículo 724,735 y su doctrina del CPCCBA -se ha señalado- prescriben
que la declaratoria de herederos solo ha de pronunciarse en favor de quienes se
han presentado a juicio, prescindiendo de aquellos que no han concurrido. Es que
la inclusión en la declaratoria implica no solo los derechos de tal, sino también las
obligaciones, por lo que únicamente deben declararse herederos a los legitimados
que así lo han solicitado explícitamente, máxime cuando existe la posibilidad de pos-
terior ampliación. Es por ello que, en materia sucesoria, no puede la justicia suplir
de oficio la voluntad de los llamados a la herencia (doct. arts. 3313,3314 y concs.,
derog. CCiv.).
El artículo 700 del Código nacional no incluye la referencia al artículo equiva-
lente al 724, CPCCBA, y, por otro lado, en el caso en que haya que recurrir a prueba
para justificar el vínculo de algún presunto heredero, se pasará a esa etapa instruc-
toria previa vista a la autoridad encargada de recibir la herencia vacante.
Admisión de herederos
La ley procesal regula la forma en que herederos mayores de edad y capa-
ces que demostraron debidamente su derecho a los bienes del de cujus pueden por
unanimidad admitir la inclusión de otros herederos que no logran justificar aquel
extremo. También, del mismo modo, pueden reconocer acreedores del causante
(art. 736, CPCCBA).
Como vemos, se permite que este acuerdo de partes -factible en la medida
en que todas ellas sean capaces- pueda aceptar la participación de sujetos que, en
definitiva, habrán de reducir la entidad patrimonial de la masa de bienes que a
cada uno de ellos corresponda. Se enfoca el planteo desde el punto de vista estric-
tamente económico, único que podría quedar en manos de la voluntad unánime de
los interesados.
Ello se indica expresamente: la circunstancia de que se exima de prueba a he-
rederos y acreedores con el objeto de hacerlos partícipes del reparto del patrimonio
del fallecido no importa -respecto de los primeros- que se reconozca el estado de
familia que correspondería a aquella condición. El orden público veda aquí la po-
sibilidad de que existan cambios o mutaciones respecto del estado civil basados en
el acuerdo de las partes. Se deja a salvo en estas negociaciones lo vinculado con las
obligaciones impositivas.
Reconocidos los herederos y acreedores en las condiciones mencionadas, el juez,
luego de recibir la petición de todos aquellos interesados, habrá de incluirlos en la
declaratoria de herederos efectuando las manifestaciones pertinentes -alusión al
acuerdo arribado mediante presentación escrita agregada al expediente-.
Art. 2337.- Investidura de pleno derecho. Si la sucesión tiene lugar entre ascendientes,
descendientes y cónyuge, el heredero queda investido de su calidad de tal desde el día
de la muerte del causante, sin ninguna formalidad o intervención de los jueces, aunque
ignore la apertura de la sucesión y su llamamiento a la herencia. Puede ejercer todas
las acciones transmisibles que correspondían al causante. No obstante, a los ñnes de la
transferencia de los bienes registrables, su investidura debe ser reconocida mediante la
declaratoria judicial de herederos.
Todo otro sucesor requerirá que el juez le otorgue esa condición de poseedor.
Pues bien, la ley señala que, aun cuando nada se diga expresamente en la declara-
toria de herederos, el simple reconocimiento de la vocación hereditaria bastará para
que se cumpla con el recaudo mencionado.
Sin perjuicio de ello, aun en el caso del artículo 2337 citado -y tal como surge
de su letra-, esos herederos requerirán de la declaratoria con el objeto de contar con
un título oponible respecto de terceros en relación con los bienes individualmente
considerados y no ya como universalidad -que es lo que se recibió en virtud de la
manda referida-.
El testamento ológrafo
Cuando un interesado pretenda abrir la sucesión testamentaria sobre la base
de un testamento ológrafo, habrá de acompañarlo con el escrito de inicio al que
alude el artículo 724, CPCCBA -cumpliendo con sus recaudos ya analizados-, o
bien indicar dónde se encuentra. Se deberán ofrecer también dos testigos para que
reconozcan la firma y letra del autor del testamento.
Una vez agregado el testamento al expediente, el juez observará sus formas
extrínsecas. Si el documento presentado cumple las exigencias del derecho de fondo
para operar como manifestación de última voluntad, habrá de fijar audiencia.
A ella convocará a los testigos propuestos, a los herederos instituidos y a otros
beneficiarios. Las citaciones se harán por cédula a sus domicilios reales denunciados
en el escrito del artículo 724, CPCCBA. En esta audiencia exhibirá el testamento, y
los testigos habrán de reconocer o desconocer la letra y firma del causante.
Dada la profunda diferencia entre un juicio contradictorio y el que aquí se lleva
adelante es que no resultan de estricta aplicación las pautas y limitaciones opera-
tivas respecto de la prueba testimonial previstas esencialmente para un trámite de
aquella naturaleza. Tanto es así que se admite el aporte de nuevos testimonios si
los primeros convocados dudan en atribuir la autoría de la letra y firma al testador.
Si se da, por el contrario, un efectivo y certero reconocimiento y no hay objecio-
nes por parte de los restantes convocados, se continuará con las medidas que prevé
el artículo 740, a cuya lectura remitimos. Si tiene lugar ese reconocimiento pero los
demás interesados plantean objeciones respecto de la forma en que se ha realizado
esta diligencia, el trámite seguirá como lo establece el artículo 741, CPCCBA. Por
último, si no tiene lugar el reconocimiento mentado -aun luego de la participación
de nuevos testigos-, el juez rechazará la pretensión por ausencia de testamento
válido -reconocido- y seguirá adelante el trámite según las reglas de la sucesión ab
intestato (arts. 734 a 738, CPCCBA).
Testamento cerrado
Este testamento (regulado por el Código de Vélez) también constituye un ins-
trumento privado como el ológrafo. Sin embargo, la prueba de su autenticidad es -en
cierto modo- más sencilla, ya que viene presentado dentro de un sobre cerrado en
cuya carátula obra u n acta notarial suscripta por escribano ante testigos, que da fe
de que el causante lo entregó diciendo que contenía su última voluntad.
En tal caso, el juez -aun cuando no le conste verdaderamente si dentro del
sobre presentado se encuentra el testamento del de cujus- fijará audiencia, a la que
convocará a los mismos sujetos -herederos instituidos, beneficiarios y testigos de re-
conocimiento- así como al escribano autorizante del acta de recepción y depositario
del sobre cerrado de marras. En esa audiencia el magistrado, en presencia de todos
los concurrentes, procederá a abrir el sobre cerrado, extrayendo de él el testamento
de puño y letra del causante. Lo exhibirá y requerirá el reconocimiento de este por
parte de los testigos.
Las contingencias que pueden suscitarse luego son las mismas ya vistas res-
pecto del testamento ológrafo.
Protocolización de testamentos
Como manera de resguardar estos testamentos confeccionados por su autor con
forma de instrumento privado -ológrafo y cerrado-, la ley contempla la protocoliza-
ción (art. 740, CPCCBA). Luego de haber sido reconocida la firma y letra del causan-
te en estas manifestaciones de última voluntad, el juez firmará el principio y fin de
cada página del testamento y designará a un escribano de la jurisdicción donde se
encuentra tramitando el sucesorio para que proceda a transcribir10 a su protocolo,
a partir de lo cual tendrá carácter de instrumento público, protegiéndoselo contra
cualquier tipo de adulteraciones o deterioros.
La designación del notario encargado de cumplir con la orden de protocoliza-
ción se hará de oficio, ya que este oficial público actuará en la emergencia como au-
xiliar de la justicia. En el ámbito de la audiencia a la que habrá de convocar el juez
para el reconocimiento de la firma y letra de estos testamentos originalmente
- con
forma de instrumentos privados, como vimos, pueden surgir objeciones por parte de
los beneficiarios o herederos instituidos r e s ~ e c t ode la forma en aue se h a realizado
esta diligencia que culminará en la protocolización del testamento, o bien podrán
oponerse directamente a la validez del testamento o cuestionar su autenticidad
(art. 741, CPCCBA).
En el primer caso, los planteos habrán de referirse a la habilidad de los tes-
tigos que fueron ofrecidos para reconocer la firma y letra del difunto, a la regular
convocatoria a la audiencia en lo que respecta a formas de notificación u omisión de
sujetos interesados, a la competencia del juez, etc. Si, por el contrario, se impugna la
autenticidad o validez en sí mismo del documento que contiene la última voluntad
del de cujus, habrá de recurrirse a un proceso de conocimiento -juicio ordinario- a
través del cual canalizar el más amplio debate que requiere esta pretensión.
Todas estas pautas deberán hoy ser ponderadas a la luz del artículo 2339 del
CCCN que establece al respecto:
Notificaciones
Si el trámite sucesorio se basa en un testamento. resulta necesario aue este
documento revista la forma de un instrumento público para que el juicio pueda con-
tinuar. Ello se logrará en los casos en que originalmente se lo haya confeccionado
utilizando esa forma documental y se acompañe testimonio de la escritura respec-
tiva (art. 724, CPCCBA), o bien, tratándose de testamento ológrafo o cerrado, luego
del trámite de protocolización ya visto (art. 740, CPCCBA).
Contando, entonces, en la causa con la manifestación de última voluntad res-
guardada de la manera aludida, el juez emitirá resolución, donde -entre otras me-
didas (art. 743, CPCCBAI- dispondrá la notificación del trámite en curso. Del texto
del testamento pueden surgir herederos instituidos, otros beneficiarios y el albacea
testamentario -el encargado por el causante del cumplimiento de su voluntad post
mortem-. Normalmente se incluirán allí sus domicilios.
Si esto es así, se los notificará por cédula a sus respectivos lugares de residen-
cia de la apertura del sucesorio testamentario, requiriéndoles que se presenten en el
expediente en el plazo de treinta días desde el anoticiamiento fehaciente (art. 742,
CPCCBA). De no haberse consignado los domicilios y, por otra parte, siendo estos
desconocidos, la ley admite que sean citados por edictos con cumplimiento de las
pautas del artículo 145, CPCCBA.
Como puede haber otros sujetos con interés respecto de lo que se disponga en
este juicio sucesorio es que también se contempla la notificación genérica por edictos
del artículo 734, inciso 2, CPCCBA, la que se llevará a cabo de la misma manera,
durante el mismo tiempo, por los mismos medios y con idénticos efectos que los que
en esa manda se establecen.
El escrito de inicio
La presentación habrá de hacerse por escrito siguiendo las pautas - e n lo per-
tinente- de la demanda. Contendrá los datos de quien se presenta como parte, así
como l a documentación que demuestre prima facie su condición de legitimado para
requerir la apertura del sucesorio.
También se brindarán los datos del difunto, dentro de los cuales será esencial
el domicilio para que el juez pueda realizar el examen referido a su competencia.
Se adjuntará la partida de defunción. Si se cuenta con ella, se deberá brindar la
más amplia información respecto de los demás herederos conocidos y de terceros
interesados -acreedores-, como ser sus datos filiatorios, domicilios, vínculos con el
causante, representantes legales, etc.
Asimismo, se incluirá aquí la mención de los bienes relictos -muebles e inrnue-
bles- aun cuando no sea posible aportar documentación completa respecto de estos
en esta oportunidad. Luego, en la etapa del inventario, será la ocasión para hacerlo.
Por supuesto, como veremos, se hará referencia y -de ser posible- se acompa-
ñará el testamento a aprobar. La ley manda que el solicitante denuncie su existen-
cia y, si está en su poder, que lo acompañe o, en su defecto -si lo conoce- que indique
el lugar donde se encuentra.
Estudio preliminar
Presentado el escrito mencionado en el artículo anterior, el juez determinará si
este cumple con los recaudos legales para dar inicio al proceso sucesorio (art. 725,
CPCCBA). Contemplará la documentación agregada y, si encuentra algún déficit
subsanable, entendemos que podrá utilizar s u poder saneatorio intimando al pre-
sentante a que complete o corrija la información presentada antes de darle curso.
Si el defecto es de una entidad insubsanable o surge de manera evidente la
falta de legitimación para requerir el inicio de la sucesión, podrá el magistrado
rechazar liminarmente el pedido. Si, por el contrario, la presentación abastece los
recaudos legales, dictará el auto de apertura de la sucesión.
Sobre el tópico, en el artículo 690 del Código nacional se agrega la exigencia
de que, dentro del tercer día de iniciado el procedimiento, el presentante deberá
comunicarlo al Registro de Juicios Universales en la forma y con los recaudos que
establezca la reglamentación respectiva.
Como parte de este estudio preliminar encontramos el "examen" de su compe-
tencia. Lo realizará de oficio sin perjuicio de los posteriores planteos que los restan-
tes intervinientes podrán efectuar una vez que sean debidamente citados al proceso.
Se vincula con este punto el denominado "fuero de atracción" que ejerce el suce-
sorio como proceso universal.Al respecto, determinaba el artículo 3284 del derogado
Código Civil que, ante los jueces del lugar del último domicilio del difunto (que son
los competentes para conocer en aquel), debían entablarse: 1)las demandas concer-
nientes a los bienes hereditarios, hasta la partición inclusive, cuando son interpues-
tos por algunos de los sucesores universales contra sus coherederos; 2) las deman-
das relativas a las garantías de los lotes entre los copartícipes, y las que tiendan a
la reforma o nulidad de la partición; 3) las demandas relativas a la ejecución de las
disposiciones del testador, aunque sean a título particular, como sobre la entrega
de los legados; 4) las pretensiones personales de los acreedores del difunto, antes
de la división de la herencia. Agregaba el artículo 3285 del derogado Código Civil
que, si el difunto no hubiere dejado más que un solo heredero, las acciones deben
dirigirse ante el juez del domicilio de este heredero, después que hubiese aceptado
la herencia.
Hoy, el Código Civil y Comercial alude al tema en dos artículos. Por un lado, el
artículo 2336, que reza:
Por otro lado, el artículo 2643, cuyo texto es el siguiente: "Jurisdicción. Son
competentes para entender en la sucesión por causa de muerte, los jueces del último
domicilio del causante o los del lugar de situación de los bienes inmuebles en el país
respecto de éstos".
En cuanto al concepto "último domicilio del causante", se tratará del domicilio
que corresponda a la residencia habitual, más allá de que su muerte se haya pro-
ducido cuando se encontraba momentáneamente viviendo en otro lugar (art. 2613,
CCCN).Esta circunstancia deberá ser objeto de prueba si, por ejemplo, la ubicación
del lugar de marras es puesta en duda por el juez oficiosamente o viene controver-
tida por algún interesado por oponerse a la constancia del certificado de defunción
o del documento.
Téngase en cuenta que el artículo 1,CPCCBA, establece la prorrogabilidad de
la competencia en los casos "exclusivamente patrimoniales". Existen discusiones
doctrinarias y jurisprudenciales respecto de este punto en el juicio sucesorio, ya que
en este no se tratan únicamente intereses de aquella naturaleza. En nuestra opi-
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
nión, la sucesión no encuadra entre las causas a las que alude el artículo 1referido
por la ya apuntada relación entre la cuestión en debate y el orden público.
Por otro lado, recordemos que el artículo 3285 del derogado CCiv. indicaba que,
si el difunto no hubiese dejado más que un solo heredero, las acciones debían dirigirse
ante el juez del domicilio de ese heredero después de que hubiese aceptado la heren-
cia. La cuestión era que, al momento de iniciar el juicio sucesorio -que es cuando el
juez analiza si es o no competente-, no se estaba en condiciones de aseverar que
él heredero que se presentó fuera el único existente, ya que justamente se estaba dan-
do comienzo al trámite aue -entre otras cosas- habría de determinar cuántos v cuáles
eran los sucesores del fallecido.
Protección cautelar
Frente a la existencia de riesgo de pérdida, deterioro o desaparición de los
bienes y documentos de la sucesión, el magistrado podrá adoptar las medidas de
resguardo que considere apropiadas, ya sea a pedido de alguna de las partes o bien
de oficio. El magistrado no está limitado por la letra de la ley. Deberá ser creativo
al momento de plantear una medida con estos fines, de modo de adoptar la que -a
su criterio- sea la más eficaz para la protección de estos bienes del difunto hasta
tanto se los adjudique o se designe un administrador. Si bien pueden ser aplicadas
las pautas genéricas de las medidas cautelares, se diferencian de ella en tanto no
requieren de contracautela, ya que se dictan en protección de los intereses de todos
los herederos, por lo que será difícil que alguno de los interesados pueda alegar vá-
lidamente un perjuicio particular.
No existe impedimento para que se soliciten tales resguardos una vez fallecido
el causante y antes de presentar el escrito por el que se requiere formalmente la
apertura del sucesorio. No opera en estos casos el plazo de caducidad del artículo
207, CPCCBA, por lo antes dicho: en general su implementación no afecta el patri-
monio de los demás interesados, sino que, por el contrario, lo protege al custodiar la
integridad de los bienes hasta tanto se los distribuya.
Según lo señalamos, los acreedores del causante están legitimados para reque-
rir la apertura de la sucesión (art. 720, CPCCBA).Estos vienen movidos por el solo
interés de poder satisfacer sus créditos, y, para ello, desaparecido el deudor original,
querrán determinar quiénes son los que lo suceden tanto en la titularidad del activo
patrimonial como en la del pasivo, y poder así requerirles el cumplimiento.
Sin embargo, la ley prefiere que sean los herederos quienes inicien este trámi-
te. De ese modo, frente a las variadas contingencias por las que el trámite sucesorio
no sea abierto por los herederos y en protección de los intereses patrimoniales de
estos acreedores, la ley ha previsto mecanismos para que los terceros interesados
puedan iniciar la sucesión. Fija para ello ciertos condicionamientos, además del
genérico del artículo 724, CPCCBA, por el que se requiere la acreditación prima
facie del carácter de parte legítima: aquí se tratará del soporte documental del que
surja la acreencia que el tercero busca satisfacer y que tiene por deudor a la perso-
na fallecida.
El Código Civil y Comercial de la Nación establece en el artículo 2289 lo si-
guiente:
Esto es una manifestación clara de lo antes dicho: el acreedor (en puridad, cual-
quier interesado) debe agotar los medios para lograr que sea el heredero quien se
presente a iniciar el juicio. Vencido el plazo aludido sin que la intimación haya dado
frutos, el acreedor podrá actuar por sí.
Además y de acuerdo con otro condicionante, esa intimación a los herederos no
podrá hacerse hasta superados los nueve días que se cuentan desde el deceso del
causante de acuerdo con la pauta del artículo 2289, CCCN -"días de llanto y luto"-,
sin perjuicio de que puedan ser requeridas al juez y despachadas por este medidas
precautorias respecto de los bienes involucrados.
Asimismo y una vez cumplido el requisito ineludiblemente previo de la fe-
haciente intimación a los herederos, si ello fue realizado con resultado adverso, el
acreedor solo podrá iniciar el trámite sucesorio por sí luego de transcurridos cuatro
meses desde la desaparición del de cujus. El artículo en estudio flexibiliza esta pau-
ta permitiendo que sea el juez quien, ante petición debidamente fundada, modifique
el plazo, acortándolo -normalmente a requerimiento de los acreedores en razones
de urgencia que no puedan ser superadas debidamente con medidas precautorias- o
extendiéndolo -por lo general, a pedido de los herederos que manifiestan impedi-
mentos temporales atendibles por los que no se encuentran en condiciones de dar
inicio al trámite-. Entendemos que será adecuado en estos supuestos que, antes
de decidir, el juez escuche a todos los interesados -incluso convocando a una au-
diencia- para resolver esta cuestión brindándoles plena posibilidad de defensa y
argumentación.
Luego de iniciado el proceso sucesorio por parte del acreedor, una nueva manifes-
tación de la preferencia legal por los herederos se observa cuando prevé la cesación de
la intervención de aquel al incorporarse al trámite alguno de los sucesores del difunto.
9 Palacio, Lino Enrique, Derecho procesal civil, t. V, cuarta edición actualizada por Carlos Enri-
que Camps, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, 2017, pág. 4071.
certificar sobre la existencia de cualquier juicio similar respecto del mismo causante
dentro de los diez días en forma inexcusable, sin cuyo requisito los jueces no dicta-
rán declaratoria de herederos ni aprobarán los testamentos. Tratándose de juicios
sucesorios con testamento por acto público, el informe a que se refiere el artículo 3
deberá acompañarse antes de la aprobación de la determinación fiscal para la trans-
misión gratuita de bienes (art. 5).
Como vemos, de acuerdo con este sistema, rápidamente se contará en el expe-
diente con la certificación de donde surja otro u otros expedientes sobre la misma
pretensión en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires.
La manda no hace más que recoger y reglamentar -en esencia- lo que señala
el Código Civil y Comercial de la Nación en su artículo 2369: "Partición privada. Si
todos los copartícipes están presentes y son plenamente capaces, la partición puede
hacerse en la forma y por el acto que por unanimidad juzguen convenientes. La par-
tición puede ser total o parcial".
El orden público se encontraba mucho más comprometido en el momento pre-
vio, donde era necesario analizar la vocación hereditaria y establecer si esta existía
y qué derechos daba en la sucesión del de cujus. ~ntramo;ahora en una etapa en la
que predomina el derecho disponible, ya que las cuestiones a dilucidar se relacionan
generalmente con los aspectos patrimoniales del derecho sucesorio.
Uno de los recaudos para que opere este artículo es la capacidad plena de todos
los herederos. La existencia de incapaces obligará -como fuera expuesto- a que la
partición se realice judicialmente. Se advierten, asimismo, otras dos causas obstati-
vas a la "sucesión extrajudicial": oposición de terceros fundada en interés jurídico y
falta de acuerdo entre las partes.
Obviamente, de ocurrir esto último -la falta de acuerdo entre herederos-, no
podría nunca prosperar una partición privada como la que aquí se regula.
Sin embargo, puede darse que los mentados pasos extrajudiciales comiencen
con la adhesión unánime de todos los interesados y que, luego, surjan inconvenien-
tes y discrepancias. Frente a tales eventualidades se contempla la posibilidad de
volver a dar intervención al juez competente en el sucesorio, quien resolverá los
diferendos adoptando las medidas que correspondan según el avance del proceso de
adjudicación.
Existiendo acuerdo, las partes dispondrán la forma en que se realizará la va-
luación, división y adjudicación, por sí mismos o a través de los profesionales que
nombren. No podrán dejar de lado a los organismos administrativos que correspon-
dan. Concluida esta tarea, se tramitará directamente la inscripción de los bienes
registrables involucrados, previa emisión por parte del secretario de una certifica-
ción donde se refleje la agregación al expediente de las constancias de la actividad
extrajudicial desplegada. Esta documentación servirá de base para la confección de
las hijuelas que se entregarán a los herederos a los fines registrales apuntados.
La intervención de los letrados en esta actividad extrajudicial devengará los
mismos honorarios que si se tratase de idéntica tarea pero realizada ante los tri-
bunales. No podrán ser regulados hasta tanto no se acompañe a las actuaciones la
documentación que acredite que aquellos pasos fueron cumplidos y terminados.
El artículo 698 del Código nacional condiciona la continuidad extrajudicial de
los trámites sucesorios a que la disconformidad que puedan manifestar los herede-
ros no se encuentre fundada en razones atendibles a criterio judicial.
Administración de la sucesión
Desde la muerte del causante hasta la adjudicación a los sucesores observamos
un período durante el cual será necesario adoptar medidas de protección y adminis-
tración que, dependiendo del tipo de bienes y la entidad de estos, serán más o menos
complejas o numerosas (art. 744, CPCCBA). Por otro lado, la necesidad de la admi-
nistración de los bienes relictos venía impuesta por el régimen del derogado Código
Civil en su artículo 3451 ("ninguno de los herederos tiene el poder de administrar
los intereses de la sucesión. La decisión y los actos del mayor número, no obligan a
los otros coherederos que no han prestado su consentimiento. En tales casos, el juez
debe decidir las diferencias entre los herederos sobre la administración de la suce-
sión") y continúa vigente, hoy, según la regla del artículo 2325 del digesto unificado:
Como vemos, para evitar que a cada momento se susciten controversias res-
pecto de las medidas de conservación y administración del patrimonio del de cujus,
hasta tanto desaparezca la comunidad hereditaria es que se ha implementado la
figura de un único sujeto como administrador, cuyas funciones estarán reguladas
por la ley y directamente supervisadas por el magistrado y los demás interesados.
de concurrir a aceptar el cargo por secretaría. Este correrá desde la notificación efec-
tuada de diverso modo según la persona de quien se trate -parte o tercero ajeno-.
El momento de la aceptación del cargo por parte del administrador, asimismo,
será tomado como punto de arranque de sus funciones a los efectos de la determina-
ción de sus honorarios.
En ciertos casos en los que el haber sucesorio contempla una gran cantidad de
bienes o estos son de mucha importancia, suele ser muy compleja la tarea de admi-
nistrarlos; se suscitan normalmente cuestiones relativas al desempeño del sujeto
encargado de esta fajina que deben ser atendidas por el juez. Para que estos trámi-
tes conexos al sucesorio no entorpezcan el curso del juicio principal, se prevé que el
juez disponga -cuando lo estime conveniente- la sustanciación de estos a través de
un expediente separado (art. 746, CPCCBA).
Claramente la ley impone que este sujeto solo podrá realizar actos conserva-
torios (art. 747, CPCCBA). Con esta pauta como norte, el administrador habrá de
adaptar su conducta a la diferente naturaleza de los bienes que debe administrar.
En lo que hace a la retención o disposición de fondos, se efectúa una remisión a las
reglas de la administración judicial del artículo 225, CPCCBA.
En lo que hace a la actuación en juicios en nombre de la sucesión, una vez más
queda condicionada al acuerdo de los sucesores. De no darse este, la ley faculta al
juez para que autorice al administrador a iniciar, continuar o contestar demandas
vinculadas con la sucesión. El magistrado analizará la conveniencia de esa inter-
vención en otras causas judiciales a los fines de proteger debidamente la integridad
patrimonial de la universalidad a transmitir.
También y solo en un caso de urgencia, el administrador podrá disponer por sí
llevar adelante esa actuación judicial, pero deberá poner ello en conocimiento del
juez del sucesorio a la mayor brevedad posible para que este ratifique la gestión u
ordene otro tipo de conducta a seguir.
Se encuentra, en principio, vedado el ejercicio de actos de administración or-
dinaria y de disposición (doct. arts. 3450,3451,3383, tercer párrafo, derog. CCiv.).
El artículo 712 del Código nacional establece que solo podrá retener fondos o
disponer de ellos con el objeto de pagar los gastos normales de la administración.En
cuanto a los gastos extraordinarios,se estará a lo dispuesto en el "art. 255, inc. 5"".
Además del deber de comportarse según las pautas legales y las brindadas por
el juez, el administrador tiene el de rendir cuentas (art. 748, CPCCBA). Su cumpli-
miento defectuoso o tardío puede incidir en la determinación de los honorarios, salvo
casos de gravedad -en los que se incluye la no presentación de estos informes- que
pueden justificar la remoción.
Deberá informar detallada, documentada y periódicamente cuáles han sido las
medidas adoptadas en pos de la conservación de los bienes de la sucesión. La ley
establece que se hará una rendición trimestral, a menos que los herederos por ma-
yoría hayan acordado otro plazo. Y también se rendirá una cuenta ñnal al concluir
con su gestión.
Para debida publicidad y control por parte de los herederos, se dispuso que,
cada vez que el administrador presente un informe que rinda cuentas, el juez or-
denará que sea puesto en secretaría a disposición de las partes para su contralor
por cinco -si se trata de rendiciones parciales- o diez días -si es la cuenta ñnal- a
contar desde las notificaciones que se harán por cédula (art. 135, inc. 8, CPCCBA).
Si las partes nada objetan, el juez las tendrá por aprobadas. Si media oposición por
parte de alguno de los herederos, se sustanciará por la vía de los incidentes en el que
serán parte el impugnante y el administrador.
En el artículo 713, CPCCN, se indica expresamente que el traslado de las ren-
diciones de cuenta se notificará por cédula.
El administrador podrá ser sustituido por diversos motivos: remoción por mal
desempeño, renuncia, incapacidad, muerte, etc. En tales supuestos, corresponde a
los herederos mediante acuerdo o, eventualmente, al juez designar reemplazante
(art. 749, CPCCBA). El orden y las pautas para ello serán los mismos que para la
designación (art. 744, CPCCBA).
Según también vimos antes, el administrador debe respetar pautas legales y
judiciales en el cumplimiento de su misión. De no ocurrir ello y configurarse una
causal de "mal desempeño del cargo", puede ser removido de este a pedido de parte
o de oficio. Será el juez quien determinará el exacto alcance de la expresión aludida
y dispondrá, frente al caso concreto, si la falta atribuida al administrador encuadra
en el supuesto que justifica la remoción y las consecuencias que de ella pueden
derivarse no solo respecto de los honorarios, sino, eventualmente, en el plano de la
responsabilidad civil y -dependiendo de las características de las conductas desple-
gadas- penal.
Para que el administrador pueda ejercer debidamente su derecho de defensa
es que se ha fijado la vía incidental a los efectos de sustanciar el trámite de la re-
moción. Una vez más, la designación del administrador interino se regirá por las
pautas del ya aludido artículo 744, CPCCBA.
Las tareas del administrador son remuneradas a través de los respectivos ho-
norarios (art. 750, CPCCBA). La determinación de estos quedará Xomo siempre
en estos casos- en la prudencia del juez, quien atenderá a la entidad de las tareas
realizadas, el tiempo de duración de la administración, la importancia del acervo
hereditario administrado, el cumplimiento de las obligaciones a su cargo, etc.
De la resolución que determine los estipendios podrán recurrir tanto el admi-
nistrador, por considerarlos insuficientes, como los herederos, por entenderlos exa-
XII - LOSPROCESOS
CAP~TULO ESPECIALES
Inventario y avalúo
Una vez que se han determinado quiénes son los sucesores del difunto en los
aspectos patrimoniales, será necesario establecer a ciencia cierta qué bienes inte-
gran esta universalidad a transmitir y, luego, dar a estos una entidad económica, to-
dos pasos previos a la determinación de la porción que a cada heredero corresponde
y su ulterior adjudicación -y eventual inscripción- (art. 751, CPCCBA).
El inventario busca, entonces, exhibir la composición del acervo hereditario dis-
criminando tanto su activo como su pasivo. La descripción de los bienes se efectua-
rá detalladamente. Recordemos que este relevamiento descriptivo pudo haber sido
ya dispuesto en el marco de las medidas de seguridad del artículo 725, CPCCBA.
En tal caso, este habrá tenido carácter de provisional, tal como lo regula el artículo
752, CPCCBA.
Por su parte, el avalúo expresará tales contenidos en términos dinerarios.
Tanto inventario como avalúo pueden hacerse en forma judicial o extrajudicial.
Ya hemos visto que la ley ritual canaliza la voluntad concordante de todos los here-
deros a través de la denominada "sucesión extrajudicial" (art. 733, CPCCBA).
Se contemplan en la ley supuestos en los que se impone la realización judicial
de inventario y avalúo como parte del trámite del sucesorio (art. 751, CPCCBA).Tal
evento tendrá lugar cuando lo pida algún heredero que no haya perdido o renun-
ciado al beneficio de inventario. Ello es natural ya que, como vimos, solo si media
el acuerdo de todos los herederos puede llevarse adelante el inventario y avalúo en
forma extrajudicial.Habiendo uno que se oponga, tal conducta motoriza la interven-
ción de la justicia.
También tendrá lugar la participación del juez en el inventario y avalúo frente
a casos en que exista un curador de la herencia o cuando así lo requieran los acree-
dores, ya sea de esta o de los herederos, así como el representante del fisco en de-
fensa de sus respectivos intereses debidamente exhibidos ante el juez del sucesorio,
quien -ante los motivos alegados- determinará si corresponde o no hacer lugar a la
petición. Se busca así que el acuerdo de los herederos no sirva como maniobra para
burlar los derechos de terceros a quienes les interesa que la integridad del patrimo-
nio del de cujus pase a manos de sus sucesores.
Finalmente, será judicial esta etapa del trámite cuando lo establezca una ley.
En tal sentido, podemos citar el caso del artículo 2343, CCCN, del cual, a contrario
sensu, surge la obligación del avalúo judicial en ciertos casos ("Avalúo.La valuación
debe hacerse por quien designen los copropietarios de la masa indivisa, si están
de acuerdo y son todos plenamente capaces o, en caso contrario, por quien designa
el juez, de acuerdo a la ley local. El valor de los bienes se debe fijar a la época más
próxima posible al acto de partición").
Las cuestiones relativas a este punto se encuentran reguladas en el artículo
716 del Código nacional. En el inciso 1 se elimina la mención al artículo 3363, CCiv.,
y en el 3, la referencia al organismo recaudador fiscal y a la posibilidad de que el
juez considere necesario que el inventario y el avalúo se hagan judicialmente. Asi-
mismo, si se conviene en la presentación de una simple denuncia de bienes, no se
menciona la eventual oposición del organismo recaudador fiscal.
a tales efectos. Esta forma de resolver el punto se vincula con la que contempla el
artículo 744, CPCCBA, para el administrador judicial. El magistrado conserva la
potestad de designar escribano cuando observe que los herederos no se ponen de
acuerdo o eente a la sucesiva frustración de las audiencias a tal fin, o bien en los
casos en que se presenten, por los interesados que conformaron la minoría, objecio-
nes que el juez encuentre fundadas a los ñnes de rechazar la propuesta efectuada
respecto de un determinado notario.
De darse el supuesto de bienes del sucesorio ubicados fuera del ámbito de com-
petencia territorial del juez interviniente, la ley no contempla el traslado del es-
cribano hasta el lugar donde se ubican los bienes, sino que dispone la colaboración
entre jueces a estos ñnes (art. 755, CPCCBA).
El documento así producido se agregará al expediente, formando parte inescin-
dible del inventario general.
Aquí también las partes -siempre que no operen las causales de excepción
vistas del art. 751, CPCCBA- podrán prescindir del avalúo judicial mediante con-
formidad de todos los herederos (art. 758, CPCCBA). Las partes podrán convenir
en dar a los inmuebles el valor que indica la valuación fiscal y, respecto de títulos y
acciones, el que surja de las operaciones de la bolsa o mercado de valores realizadas
el día de la muerte del causante.
Para bienes que normalmente suelen ser de escaso valor -como son los mue-
bles de la casa donde moraba el de cujus- se contempla, en pos del principio de eco-
nomía procesal, que la valuación por parte de los peritos sea reemplazada por una
declaración jurada de todos los interesados.
Luego de las diligencias indicadas, el escribano procederá a elaborar, sobre la
base de toda la información colectada y teniendo en cuenta las objeciones formula-
das, el inventario definitivo. Podrá incluso -si alberga dudas- realizar averiguacio-
nes respecto de la titularidad de ciertos bienes, requiriendo al juez de la causa las
medidas que al respecto sean necesarias -libramiento de oficios, pedido de informes,
entre otras-.
Partiendo de este documento -el inventario concluido- habrán de trabajar los
peritos tasadores, confeccionando -con las mismas pautas que operan respecto del
inventario- el avalúo.
Una vez presentados en el juzgado, el magistrado los pondrá en secretaría,
notificándose esa disposición por cédula a todos los interesados. Desde ese momento
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
Partición y adjudicación
Una vez que se ha establecido quiénes son los herederos respecto de los cuales
se habrán de transmitir los bienes relictos y se aprobó el inventario y avalúo, actos
que brindaron el panorama exacto de la composición y valor del activo, corresponde
ahora que se determine con precisión qué porción de este último corresponde a cada
uno de los primeros, a tenor de las reglas sucesorias que, eventualmente, pueden
concurrir con las mandas de última voluntad del testador.
En eso consiste la partición.
Habiéndose fijado la porción de bienes que corresponde a cada sucesor y luego
de su aprobación, se produce la formal adjudicación de estos, dándose ñniquito a la
comunidad hereditaria. Solo resta -para los supuestos que corresponda- la inscrip-
ción registra1 de esa transferencia de dominio, quedando así concluido el trámite
sucesorio. Los herederos tienen, a partir de su vocación, derecho a una cuotaparte
del patrimonio del de cujus. Luego de la partición y adjudicación, esa cuotaparte se
habrá de traducir en bienes concretos y determinados, o, eventualmente y frente a
la imposibilidad de la adjudicación en especie, en una suma dineraria equivalente si
es necesario enajenarlos para así poder dividirlos.
Se aplicará aquí la manda del artículo 3475 bis del derogado CCiv. -agregado
en el año 1968 por la ley 17.711-, que rezaba que, "existiendo posibilidad de dividir
y adjudicar los bienes en especie, no se podrá exigir por los coherederos la venta de
ellos. La división de bienes no podrá hacerse cuando convierta en antieconómico el
aprovechamiento de las partes, según lo dispuesto en el art. 2326", y que hoy puede
hallarse en el artículo 2375 del CCCN: "División antieconómica. Aunque los bienes
sean divisibles, no se los debe dividir si ello hace antieconómico el aprovechamiento
de las partes. Si no son licitados,pueden ser adjudicados a uno o varios de los copar-
tícipes que los acepten, compensándose en dinero la diferencia entre el valor de los
bienes y el monto de las hijuelas".
Como se observa, la ley busca evitar el uso abusivo de la facultad de requerir la
partición de bienes a través de la venta de estos.
El Código Civil y Comercial de la Nación aporta una serie de reglas a los fines
de la partición judicial. Una de ellas es la ya aludida del artículo 2375, tendiente a
evitar el abuso en el pedido de partición por venta de ciertos bienes. Las restantes
-de capital trascendencia para guiar la tarea judicial en la emergencia- son las que
se transcriben a continuación:
Art. 2374.- Principio de partición en especie. Si es posible dividir y adjudicar los bienes
en especie, ninguno de los copartícipes puede exigir su venta.
En caso contrario, se debe proceder a la venta de los bienes y a la distribución del pro-
ducto que se obtiene. También puede venderse parte de los bienes si es necesario para
posibilitar la formación de los lotes.
Art.2376.- Composición de la masa. La masa partible comprende los bienes del causan-
te que existen al tiempo de la partición o los que se han subrogado a ellos, y los acreci-
mientos de unos y otros. Se deducen las deudas y se agregan los valores que deben ser
colacionados y los bienes sujetos a reducción.
Art. 2377.- Formación de los lotes. Para la formación de los lotes no se tiene en cuenta
la naturaleza ni el destino de los bienes, excepto que sean aplicables las normas refe-
rentes a la atribución preferencial. Debe evitarse el parcelamiento de los inmuebles y
la división de las empresas.
Si la composición de la masa no permite formar lotes de igual valor, las diferencias en-
tre el valor de los bienes que integran un lote y el monto de la hijuela correspondiente
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
deben ser cubiertas con dinero, garantizándose el saldo pendiente a satisfacción del
acreedor. El saldo no puede superar la mitad del valor del lote, excepto en el caso de
atribución preferencial.
Excepto acuerdo en contrario, si al deudor del saldo se le conceden plazos para el pago y,
por circunstancias económicas, el valor de los bienes que le han sido atribuidos aumen-
ta o disminuye apreciablemente, las sumas debidas aumentan o disminuyen en igual
proporción.
Si hay cosas gravadas con derechos reales de garantía, debe ponerse a cargo del adjudi-
catario la deuda respectiva, imputándose a la hijuela la diferencia entre el valor de la
cosa y el importe de la deuda.
Las sumas que deben ser colacionadas por uno de los coherederos se imputan a sus
derechos sobre la masa.
Art. 2378-Asignación de los lotes. Los lotes correspondientes a hijuelas de igual monto
deben ser asignados por el partidor con la conformidad de los herederos y, en caso de
oposición de alguno de éstos; por sorteo.
En todo caso se deben reservar bienes suficientes para solventar las deudas y cargas
pendientes, así como los legados impagos.
Art.2379.- Títulos. Objetos comunes. Los títulos de adquisición de los bienes incluidos
en la partición deben ser entregados a su adjudicatario. Si algún bien es adjudicado a
varios herederos, el título se entrega al propietario de la cuota mayor, y se da a los otros
interesados copia certificada a costa de la masa.
Los objetos y documentos que tienen un valor de afección u honorífico son indivisibles,
y se debe conñar su custodia al heredero que en cada caso las partes elijan y, a falta de
acuerdo, al que designa el juez. Igual solución corresponde cuando la cosa se adjudica a
todos los herederos por partes iguales.
Art.2380.- Atribución preferencial de establecimiento. El cónyuge sobreviviente o un
heredero pueden pedir la atribución preferencial en la partición, con cargo de pagar el
saldo si lo hay, del establecimiento agn'cola, comercial, industrial, artesanal o de servi-
cios que constituye una unidad económica, en cuya formación participó.
En caso de explotación en forma social, puede pedirse la atribución preferencial de los
derechos sociales, si ello no afecta las disposiciones legales o las cláusulas estatutarias
sobre la continuación de una sociedad con el cónyuge sobreviviente o con uno o varios
herederos.
El saldo debe ser pagado al contado, excepto acuerdo en contrario.
Art.2381.-Atribución preferencial de otros bienes. El cónyuge sobreviviente o un here-
dero pueden pedir también la atribución preferencial:
a. de la propiedad o del derecho a la locación del inmueble que le sirve de habitación, si
tenía allí su residencia al tiempo de la muerte, y de los muebles existentes en él;
b. de la propiedad o del derecho a la locación del local de uso profesional donde ejercía
su actividad, y de los muebles existentes en él;
c. del conjunto de las cosas muebles necesarias para la explotación de un bien rural
realizada por el causante como arrendatario o aparcero cuando el arrendamiento o
aparcería continúa en provecho del demandante o se contrata un nuevo arrenda-
miento con éste.
Art. 2382.- Petición por varios interesados. Si la atribución preferencial es solicitada
por varios copartícipes que no acuerdan en que les sea asignada conjuntamente, el juez
la debe decidir teniendo en cuenta la aptitud de los postulantes para continuar la explo-
tación y la importancia de su participación personal en la actividad.
Art. 2383.- Derecho real de habitación del cónyuge supérstite. El cónyuge supérstite
tiene derecho real de habitación vitalicio Y
" matuito de ~ l e n o
derecho sobre el inmueble
de propiedad del causante, que constituyó el último hogar conyugal, y que a la apertura
de la sucesión no se encontraba en condominio con otras personas.
Este derecho es inoponible a los acreedores del causante.
Finalmente, en lo atinente a los gastos que toda esta tarea acarree, la ley civil
señala que "los gastos causados por la partición o liquidación, y los hechos en be-
neficio común, se imputan a la masa. No son comunes los trabajos o desembolsos
innecesarios o referentes a pedidos desestimados, los que deben ser soportados ex-
clusivamente por los herederos que los causen" (art. 2384, CCCN).
Tal como fue señalado, la partición puede efectuarse en forma judicial o ex-
trajudicial -"privada". Esta doble vía viene contemplada en el derecho de fondo
(pautas genéricas como las del art. 2343, CCCN, o específicas, como las del art. 2369:
"F'articiónprivada. Si todos los copartícipes están presentes y son plenamente capa-
ces, la partición puede hacerse en la forma y por el acto que por unanimidad juzguen
convenientes. La partición puede ser total o parcialn)y, asimiso, la recoge el Código
procesal: siempre que todos los herederos estén presentes, sean capaces y lleguen a
acuerdos, la partición puede hacerse en la forma y por el acto que por unanimidad
juzguen convenientes (art. 761, CPCCBA). Se trata -una vez más- de una mani-
festación de la intención del legislador de que sean las partes quienes acuerden la
manera más sencilla y expedita de resolver la cuestión.
Como fue expuesto, la partición habrá de ser obligatoriamente judicial siem-
pre si existen intereses de incapaces o ausentes en juego, cuando se opongan a la
partición extrajudicial terceros interesados o bien alguno
- de los herederos. Se busca
Proteger debidámente el interés de los más débiles (incapaces y ausentes), terceros
ajenos a la sucesión (acreedores,por ejemplo)y al integrante del grupo de sucesores
que no está de acuerdo con lo propuesto por el resto.
Fuera de tales hipótesis, los herederos "presentes y capaces" son libres de es-
tablecer por unanimidad la forma en que habrán de dividir el patrimonio relicto y
habrán de adjudicárselo. Recordemos que se trata de derechos plenamente disponi-
bles por su estrecha vinculación con la materia patrimonial. El acuerdo deberá ser
elaborado detalladamente, por escrito, en instrumento público o privado, y llevado
ante el juez para ser incorporado al proceso.
Por su lado, el artículo 726 del Código nacional menciona que los herederos ca-
paces y de acuerdo podrán formular la partición y presentarla al juez para su apro-
bación. Se agrega que podrán igualmente solicitar que se inscriban la declaratoria
de herederos o el testamento y que, en ambos casos, previamente se pagará el im-
puesto de justicia, gastos causídicos y honorarios,"de conformidad con lo establecido
en este Código y en las leyes impositivas y de aranceles.No procederá la inscripción
si mediare oposición de acreedores o legatarios".
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
En los casos en que corresponda esta forma de partición, el juez, luego de que
obre en la causa la aprobación del inventario y el avalúo, y siempre que no exista ya
un partidor designado en la diligencia del artículo 732, CPCCBA, convocará a audien-
cia en los términos del artículo 754 del mismo digesto, ya que el artículo 762 remite
a los mismos mecanismos que se aplican para designar el inventariador (art. 762,
CPCCBA).
El partidor debe ser abogado. Ello se justifica atento a que la tarea a desplegar
importa el conocimiento de la normativa sucesoria a partir de la cual se habrán de
calcular los porcentajes que sobre el patrimonio del causante tendrá cada heredero
de acuerdo con la voluntad del testador -si nos encontramos en una sucesión de este
tipo- o con las pautas que dimanan del derecho civil y que variarán -básicamen-
te- de acuerdo con el tipo y grado de parentesco que lo haya unido al de cujus. En
todos los casos también se deberán conocer las reglas de la "legítima", del derecho de
representación, etc., y, por supuesto, las reglas de aplicación en la partición judicial
de los artículos 2374 a 2384 del CCCN ya señalados.
En la audiencia aludida será propuesto el letrado que realizará la cuenta par-
ticionaria. Su designación tendrá lugar si a esta adhiere la mayoría de los herederos
presentes en el acto. Si no es posible reunir esa cantidad de adhesiones o en los
demás casos en que no pueda consensuarse el nombre del partidor, será designado
por el juez. Por tratarse de un auxiliar del magistrado es que deberá aceptar el cargo
ante el actuario y tendrá derecho a cobrar honorarios.
Como en todos los casos de este tipo de actividades procesales por parte de ter-
ceros, el cobro pleno de esta retribución estará condicionada al correcto y oportuno
desempeño de las tareas encomendadas. Operan las reglas genéricas aplicables en
materia de honorarios de profesionales actuantes en juicio en conjunción con las
pautas específicas de la ley que regula la cuestión de los estipendios de abogados.
5.7.2. Trámite
El conocimiento de la existencia de una herencia vacante (art. 768, CPCCBA)
puede surgir por denuncia tramitada de acuerdo con las mandas mencionadas o
bien en el marco de un juicio sucesorio cuando quienes aparecían como herederos
prima facie no logran demostrar su vocación y no se incorporan -luego de las respec-
tivas notificaciones- otros sujetos que acrediten derecho a los bienes relictos. Este
último es el supuesto que recoge el segundo párrafo del artículo 770, CPCCBA.
En el primer caso -denuncia- será el fiscal de Estado quien adquiera conoci-
miento de la noticia y quien dé inicio a la sucesión. En el segundo caso, el juez, ante
la evidencia de la falta de herederos, deberá anoticiarlo formalmente para que tome
intervención en el trámite.
Presentado ante el magistrado el fiscal de Estado, se lo designará curador pro-
visional de los bienes relictos y podrán adoptarse medidas de seguridad como las ya
indicadas en la ley específica. Intervendrá -cuando corresponda- el Ministerio Pú-
blico. La ley procesal admite que el denunciante particular realice actividad impul-
soria dentro del juicio de herencia vacante. Ello se contrapone con la previsión del
artículo 21, decreto-ley 754311969 -según dec.-ley 914011978-, que expresamente
veda esa posibilidad. Entendemos que tanto por ser norma específica como por ser
posterior en el tiempo deberá darse prioridad a este último texto mencionado. Ello
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
no implica que, si existieron gastos útiles realizados por este sujeto, el juez pondere
la situación a los ñnes de disponer que en la oportunidad adecuada se le reconozcan
tales erogaciones.
Iniciado el trámite de herencia vacante por el fiscal de Estado y adoptadas las
medidas previas y de seguridad que contempla el artículo 768, CPCCBA, y la nor-
mativa específica aplicable ya reseñada, se realizará la convocatoria general a here-
deros y todo otro interesado en los bienes del causante (art. 770, CPCCBA).Una vez
vencidos los plazos correspondientes, si ningún sucesor se presenta, el juez dictará
resolución reputando vacante la herencia y convirtiendo el cargo de curador provi-
sorio que ejercía el fiscal de Estado en definitivo. Este será aceptado bajo juramento.
El fiscal de Estado impulsará la realización del inventario deñnitivo.
Claro que, si algún interesado se presenta esgrimiendo la condición de herede-
ro, automáticamente cesará la reputación de vacancia de la herencia hasta tanto se
dilucide si le asiste razón o no. Aquí se prevé también el caso de la herencia vacante
que surge como consecuencia de las contingencias procesales constatadas en un
trámite que se inicia como sucesión, ya sea testamentaria o ab intestato, y luego los
presuntos herederos no logran demostrar tal condición ni aparecen otros que justi-
fiquen sus derechos a los bienes del de cujus.
Finalmente se contemplan reglas a aplicar en los casos en que sea necesario
vender los bienes de la herencia vacante dejándose a salvo los derechos de terceros
y los gastos del proceso. Una vez más, advertimos que estas pautas juegan en la
medida en que sean compatibles con las regulaciones específicas contenidas en las
leyes especiales mencionadas.
La ley contempla luego la posibilidad de que, tramitada una herencia vacan-
te, apareciese algún heredero con derecho a los bienes así transmitidos (art. 771,
CPCCBA). Tendrá la posibilidad de reclamar ante la justicia acreditando su vo-
cación a través de un juicio de conocimiento pleno -ordinario-: el de petición de
herencia.
Pero -como en todos los casos de juicios sucesorios- solo podrá hacer efectiva
la vocación así declarada sobre el patrimonio del causante en el estado en que se
encuentre. Se resguardan los derechos del fisco por trabajos útiles en favor de la
masa de bienes en la medida en que hayan beneficiado a este heredero que recién
se incorpora al proceso.
El artículo 1 de la muy antigua ley 163 establece: "Falleciendo ab intestato
algún extranjero sin dejar descendientes, ascendientes ni cónyuges legítimos, públi-
camente reconocidos como tales, residentes en el país, o con testamento, si fueren
extranjeros los herederos y estuviesen ausentes y ausente también el albacea tes-
tamentario, el cónsul de su nación podrá intervenir en su testamentaría". Se regula
en la misma norma, a continuación, la forma y alcances de la actuación de este
funcionario en el proceso sucesorio.
Sin embargo, por otro lado, el artículo 487, derog. CCiv., indicaba que, "si hu-
biese herederos extranjeros del difunto, el curador de los bienes hereditarios será
nombrado con arreglo a los tratados existentes con las naciones a que los herederos
pertenezcan".
Dado que tanto una -la ley 163- como la otra -el Código Civil- son "leyes
de la Nación" -tal como reza la norma ritual aplicable (art. 772, CPCCBAI-, con-
sideramos que, como regla, habrá de recurrirse a los tratados internacionales en
lo que se refiere al rol asignado al representante diplomático de marras y, ante la
ausencia de estos o en casos de urgencia, se podrá recurrir a las pautas de la citada
ley 163.
La ley de rito remite para el trámite de una herencia vacante a las normas de
la sucesión que resulten adecuadas a este peculiar juicio (art. 769, CPCCBA). Tén-
gase fundamentalmente en cuenta las modificaciones y previsiones especiales que
contemplan las normas específicas ya aludidas: decreto-ley 732211967, ley 7484 y
decreto-ley 754311969.
Aquí, como peculiaridad, se indica que, si el acervo relicto lo justifica, se podrán
realizar avisos por radiodifusión aplicándose el artículo 148, CPCCBA.
Finalmente, señalemos que las cuestiones a que aluden los artículos 768 a 772
del régimen procesal de la Provincia de Buenos Aires se encuentran reguladas en
los artículos 733 a 735 del Código nacional, aunque de manera mucho más escueta.
Art. 85.- Caso ordinario. La ausencia de una persona de su domicilio sin que se tenga
noticia de ella por el término de tres años, causa la presunción de su fallecimiento aun-
que haya dejado apoderado.
El plazo debe contarse desde la fecha de la última noticia del ausente.
Art.86.- Casos extraordinarios. Se presume también el fallecimiento de un ausente:
a. si por última vez se encontró en el lugar de un incendio, terremoto, acción de guerra
u otro suceso semejante, susceptible de ocasionar la muerte, o participó de una acti-
vidad que implique el mismo riesgo, y no se tiene noticia de él por el término de dos
años, contados desde el día en que el suceso ocurrió o pudo haber ocurrido;
b. si encontrándose en un buque o aeronave naufragados o perdidos, no se tuviese noti-
cia de su existencia por el término de seis meses desde el día en que el suceso ocurrió
o pudo haber ocurrido.
Art.87.- Legitimados. Cualquiera que tenga algún derecho subordinado a la muerte de
la persona de que se trate, puede pedir la declaración de fallecimiento presunto, justi-
ficando los extremos legales y la realización de diligencias tendientes a la averiguación
de la existencia del ausente.
Es competente el juez del domicilio del ausente.
XII - LOSPROCESOS
CAP~TULO ESPECIALES
Art. 88.- Procedimiento. Curador a los bienes. El juez debe nombrar defensor al ausente
o dar intervención al defensor oficial, y citar a aquél por edictos una vez por mes durante
seis meses. También debe designar un curador a sus bienes, si no hay mandatario con po-
deres suñcientes,o si por cualquier causa aquél no desempeña correctamente el mandato.
La declaración de simple ausencia no constituye presupuesto necesario para la decla-
ración de fallecimiento presunto, ni suple la comprobación de las diligencias realizadas
para conocer la existencia del ausente.
Art. 89.- Declaración del fallecimiento presunto. Pasados los seis meses, recibida la
prueba y oído el defensor, el juez debe declarar el fallecimiento presunto si están acre-
ditados los extremos legales, fijar el día presuntivo del fallecimiento y disponer la ins-
cripción de la sentencia.
Art. 90.- Día presuntivo del fallecimiento. Debe fijarse como día presuntivo del falleci-
miento:
a. en el caso ordinario, el último día del primer año y medio;
b. en el primero de los casos extraordinarios, el día del suceso, y si no está determinado,
el día del término medio de la época en que ocurrió o pudo haber ocurrido;
c. en el segundo caso extraordinario, el último día en que se tuvo noticia del buque o
aeronave perdidos;
d. si es posible, la sentencia debe determinar también la hora presuntiva del falleci-
miento; en caso contrario, se tiene por sucedido a la expiración del día declarado
como presuntivo del fallecimiento.
Art. 91.- Entrega de los bienes. Inventario. Los herederos y los legatarios deben recibir
los bienes del declarado presuntamente fallecido, previa formación de inventario. El
dominio debe inscribirse en el registro correspondiente con la prenotación del caso; pue-
de hacerse la partición de los bienes, pero no enajenarlos ni gravarlos sin autorización
judicial.
Si entregados los bienes se presenta el ausente o se tiene noticia cierta de su existencia,
queda sin efecto la declaración de fallecimiento, procediéndose a la devolución de aqué-
llos a petición del interesado.
Art. 92.- Conclusión de la prenotación. La prenotación queda sin efecto transcurridos
cinco años desde la fecha presuntiva del fallecimientou ochenta años desde el nacimien-
to de la persona. Desde ese momento puede disponerse libremente de los bienes.
Si el ausente reaparece puede reclamar:
a. a entrega de los bienes que existen en el estado en que se encuentran;
b. los adquiridos con el valor de los que faltan;
c. el precio adeudado de los enajenados;
d. los frutos no consumidos.
Las mandas del Código Procesal Civil y Comercial son supletorias en la tra-
mitación de esta particular sucesión atento a la atípica situación que da lugar a la
misma (art. 773, CPCCBA).
5.9. Dispensa judicial para contraer matrimonio
Para contraer matrimonio no deben existir respecto de los contrayentes los
impedimentos a que se refiere el artículo 403 del CCCN. Sin embargo, ese digesto
autoriza el enlace en algunos de esos supuestos siempre que previamente haya in-
tervenido un juez.
Se trata de los supuestos de los incisos f y g de esa norma, donde se consig-
na entre los impedimentos para contraer matrimonio -respectivamente- el hecho
de que los contrayentes tengan menos de dieciocho años y 'la falta permanente o
transitoria de salud mental que le impide tener discernimiento para el acto matri-
monial". Para estas dos hipótesis, el derecho civil contempla la figura de la dispensa
judicial, trámite por el que se canaliza una pretensión que busca remontar estos
obstáculos a los fines de una válida celebración del matrimonio.
El Código unificado trata cada uno de esos casos en un artículo diferente:
Art. 404.- Falta de edad nupcial. Dispensa judicial. En el supuesto del inciso f l del ar-
tículo 403, el menor de edad que no haya cumplido la edad de 16 años puede contraer
matrimonio previa dispensa judicial. El menor que haya cumplido la edad de 16 años
puede contraer matrimonio con autorización de sus representantes legales. A falta de
ésta, puede hacerlo previa dispensa judicial.
El juez debe mantener una entrevista personal con los futuros contrayentes y con sus
representantes legales.
La decisión judicial debe tener en cuenta la edad y grado de madurez alcanzados por
la persona, referidos especialmente a la comprensión de las consecuenciasjurídicas del
acto matrimonial; también debe evaluar la opinión de los representantes, si la hubiesen
expresado.
La dispensa para el matrimonio entre el tutor o sus descendientes con la persona bajo
su tutela sólo puede ser otorgada si, además de los recaudos previstos en el párrafo an-
terior, se han aprobado las cuentas de la administración. Si de igual modo se celebra el
matrimonio, el tutor pierde la asignación que le corresponda sobre las rentas del pupilo
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 129 inciso d).
Art. 405.- Falta de salud mental y dispensa judicial. En el supuesto del inciso g) del
artículo 403, puede contraerse matrimonio previa dispensa judicial. La decisiónjudicial
requiere dictamen previo del equipo interdisciplinario sobre la comprensión de las con-
secuencias jw'dicas del acto matrimonial y de la aptitud para la vida de relación por
parte de la persona afectada.
El juez debe mantener una entrevista personal con los futuros contrayentes; también
puede hacerlo con su o sus apoyos, representantes legales y cuidadores, si lo considera
pertinente.
Como se observa de estas normas, los menores de dieciséis años de edad nece-
sitarán en todos los casos de esta venia judicial, mientras que los menores entre die-
ciséis y dieciocho solo habrán de requerirla cuando no cuenten con el asentimiento
de sus padres o de aquel que ejerza la patria potestad, o sin la de s u tutor cuando
ninguno de ellos la ejerce. Lo mismo acontece respecto de las personas con capaci-
dad restringida.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
5.9.2.Recurso
La resolución que dicte el juez en este proceso será susceptible de ser apelada
dentro del quinto día de ser notificada por cédula por cualquiera de los interesados
(art. 813, CPCCBA).Este recurso será concedido -de acuerdo con las reglas genera-
les- en relación.
La cámara resolverá sin que haya existido traslado alguno -en pos de la celeri-
dad de la solución- dentro de un término de diez días.
5.10. Designación de tutores y curadores
El tutor será quien viene a ejercer la patria potestad sobre un menor de edad en
lugar de sus representantes legales naturales -padres-. Esta intervención -los casos
en que procede- se encuentra deñnida en las reglas del CCCN. El curador será el re-
presentante que se otorga a personas mayores de edad pero incapaces de conducirse
en la vida civil por sí solas, tal como se lo preceptúa en varios tramos de ese mismo
digesto. Sin perjuicio de los diversos orígenes que puede tener la tutela, en los casos
en que sea necesario nombrar tutor o curador a una persona, el cargo habrá de ser
discernido por juez competente (art. 112, CCCN).
Con ese fin se regula el proceso voluntario del artículo en análisis, el cual ten-
drá tal naturaleza si no existe oposición al candidato escogido, ya que, si aparece
alguien que se cree con mejor derecho a la designación, la cuestión tramitará por la
vía del juicio sumarísimo, siendo, ahora, plenamente contencioso.
El juez competente (según el art. 112, CCCN) será el del lugar en que el niño,
niña o adolescente posea su centro de vida.
Si el trámite es voluntario, ante la presentación que haga el interesado -per-
sona que habrá de desempeñar el cargo- o el Ministerio Público para indicar los
hechos que motiva la petición, el juez resolverá de acuerdo con tales datos y sobre
la base de las pautas del Código Civil y Comercial al respecto (art. 814, CPCCBA).
Si la presentación no fue hecha por el asesor de incapaces, deberá dársele vista
del pedido. En el caso de que exista oposición de otra persona a la designación, el
trámite tendrá por partes a los dos que reclaman ser nombrados en el cargo y el
Ministerio Público. Las pautas del juicio serán las del proceso sumarísimo (art. 496,
CPCCBA).
El magistrado atenderá los argumentos del presentante o de las partes y re-
solverá designando tutor o curador a la persona ya escogida, o bien realizando un
nombramiento sin atenerse a nominaciones previas. En uno y otro caso, lo que se
resuelva por el juez puede ser apelado, concediéndose el recurso en relación pero sin
sustanciación. Se fija plazo a la cámara para resolver.
Como ya se señaló, en la Provincia de Buenos Aires se ha previsto en estos
casos, en los que se pone en juego la representación de personas incapaces, la nece-
sidad de tener en cuenta -si existen y han sido debidamente instrumentadas- las
manifestaciones de la persona vertidas cuando gozaba plenamente de sus faculta-
des en lo que respecta a la forma en que debía conducirse la etapa de su vida en la
que su salud -mental o Esica- se encontrara disminuida.Aquí, específicamente, en
lo que hace a la persona que habrá de ejercer el rol de curador. A esa parcela de esta
obra remitimos.
Una vez resuelta la designación del tutor o curador, el cargo debe discernírsele
mediante acta judicial (art. 815, CPCCBA). En la diligencia en la que habrá de pro-
ducirse ese acto procesal, el tutor o curador elegido prestará juramento o promesa
de cumplir fiel y legalmente el cargo conferido.
De ello, así como de la autorización judicial para ejercerlo, quedará constancia
instrumental. Un testimonio de esta acta servirá al tutor o curador para acreditar
ante terceros su condición de tal y poder ejercer adecuadamente la representación
del incapaz en los actos de la vida civil que determine la ley aplicable.
XII - LOSPROCESOS
CAP~TULO ESPECIALES
Art. 858.- Definiciones. Se entiende por cuenta la descripción de los antecedentes, he-
chos y resultados pecuniarios de un negocio, aunque consista en un acto singular. Hay
rendición de cuentas cuando se las pone en conocimiento de la persona interesada, con-
forme a lo dispuesto en los artículos siguientes.
Art.859.- Requisitos. La rendición de cuentas debe:
a. ser hecha de modo descriptivo y documentado;
b. incluir las referencias y explicaciones razonablemente necesarias para su compren-
sión;
c. acompañar los comprobantes de los ingresos y de los egresos, excepto que sea de uso
no extenderlos;
d. concordar con los libros que lleve quien las rinda.
Art. 860.- Obligación de rendir cuentas. Están obligados a rendir cuentas, excepto ra-
nuncia expresa del interesado:
a. quien actúa en interés ajeno, aunque sea en nombre propio;
b. quienes son parte en relaciones de ejecución continuada, cuando la rendición es
apropiada a la naturaleza del negocio;
c. quien debe hacerlo por disposición legal.
La rendición de cuentas puede ser privada, excepto si la ley dispone que debe ser
realizada ante un juez.
Art.861.- Oportunidad. Las cuentas deben ser rendidas en la oportunidad en que esti-
pulan las partes, o dispone la ley. En su defecto, la rendición de cuentas debe ser hecha:
a. al concluir el negocio;
b. si el negocio es de ejecución continuada, también al concluir cada uno de los períodos
o al final de cada año calendario.
Art. 862.-Aprobación. La rendición de cuentas puede ser aprobada expresa o tácitamen-
te. Hay aprobación tácita si no es observada en el plazo convenido o dispuesto por la
ley o, en su defecto, en el de treinta días de presentadas en debida forma. Sin embargo,
puede ser observada por errores de cálculo o de registración dentro del plazo de caduci-
dad de un año de recibida.
Art. 863.- Relaciones de ejecución continuada. En relaciones de ejecución continuada
si la rendición de cuentas del último período es aprobada, se presume que también lo
fueron las rendiciones correspondientes a los periodos anteriores.
Art. 864.- Saldos y documentos del interesado. Una vez aprobadas las cuentas:
a. su saldo debe ser pagado en el plazo convenido o dispuesto por la ley o, en su defecto,
en el de diez días;
b. el obligado a rendirlas debe devolver al interesado los títulos y documentos que le
hayan sido entregados, excepto las instrucciones de carácter personal.
dispondrá que sea el actor quien lo haga, siguiendo luego el trámite ya descripto
(traslado al demandado y eventual incidente impugnativo).
Si se allana y rinde cuentas en el plazo estipulado, de ellas se dará traslado al
actor para que las controle y -eventualmente- también pueda hacer uso del inciden-
te de impugnación a su respecto.
reconoce algunos de estos saldos y desconoce otros, el Código admite, en pos de la ce-
leridad procesal -así como oportunamente avaló la ejecución de deuda parcialmente
líquida en el art. 500 in fine, CPCCBA-, que se reclame el pago de los primeros sin
que por ello se entienda que admitió el resto de las cuentas, ya que el trámite habrá
de continuar con la finalidad de dilucidar lo vinculado a esos rubros cuestionados
(art. 653, CPCCBA).
Serán de aplicación, según se señala allí, las normas de la ejecución de senten-
cia (arts. 497 a 514, CPCCBA).Así,el saldo reconocido a que se refiere el mentado
artículo 653, CPCCBA, en principio debe tener como antecedente la formulación de
una cuenta provisional por parte del requirente en los términos del artículo 651,
CPCCBA, o, en su caso, los supuestos aprehendidos por el artículo 650 de dicho
cuerpo legal.
Observamos que, ya sea de modo total -con la sentencia que establezca un sal-
do a favor del actor- o bien parcial -cuando son aceptados algunos rubros por el de-
mandado-, si las sumas así determinadas no son abonadas voluntariamente, puede
sobrevenir una última etapa en el proceso de rendición de cuentas, ahora gobernado
por las reglas de la ejecución de sentencias.
continúa detentándolo luego de extinguido el derecho sobre la base del cual obtuvo
esa tenencia. Lo que aquí importa, más allá de la terminología que se utilice, es la
retención del bien sin título alguno que la legitime, de modo que la obligación de
restituir o entregar sea exigible.
La demanda se debe entablar contra la totalidad de los obligados a desocupar
el bien, aun cuando se desconozca la identidad de todos ellos. Si bien es harto con-
veniente averiguar de antemano la cantidad e identidad de estos sujetos a los fines
de cumplir debidamente las cargas procesales al respecto, que mandan identificar
al demandado y acompañar tantas copias de la demanda como accionados existan,
tal información puede llegar a faltar.
En esos supuestos, bastará con la identificación del inmueble y la alusión de
que resultan traídos al juicio como parte todos sus ocupantes. Entendemos que en el
momento de la notificación de la demanda el oficial interviniente deberá "informar
acerca de la existencia de otros inquilinos, ocupantes o sublocatarios" (art. 57, acuer-
do SCBA 181411978) a partir de cuya mención se podrá identificar debidamente el
litisconsorcio pasivo a los fines de determinar los alcances de la cosa juzgada que
recaiga en este juicio.
Huelna aclararlo. resulta esencial a estos fines la correcta identificación del
bien inmueble a desalojar. La presencia de incapaces como litisconsortes de este
juicio motorizará la intervención del Ministerio Público (art. 103, CCCN).
Del alcance de la pretensión y la condición que habrán de revestir tanto legi-
timados pasivos como activos habrán de surgir los puntos esenciales a acreditar
mediante la prueba a rendirse en este juicio "sumario". Básicamente habrá que de-
mostrar la existencia de aquella obligación exigible de restituir, para lo cual se de-
berá fUndar la existencia del vínculo preexistente y su vencimiento, sea por cumpli-
miento de plazos (locación) o por manifestaciones unilaterales (comodato precario).
Téngase en cuenta que podrá eventualmente recurrirse a la medida preliminar
del artículo 323, inciso 6, CPCCBA, a los fines de que se requiera al ocupante que
manifieste en qué condición ocupa el inmueble que habrá de ser objeto del proce-
so de desalojo. Ello será de trascendencia en los casos de intrusión, ya que -como
vimos-, si se alega y demuestra sumariamente la existencia de posesión animus
domini, la vía procesal intentada no habrá de ser admitida judicialmente dada la
entidad del debate planteado, que excede el marco del trámite propuesto.
Normalmente serán los actores quienes deban acreditar la existencia de un
vínculo jurídico previo (locación,sublocación, comodato, contrato de trabajo que ten-
ga como accesorio la entrega de vivienda, etc.), así como la ñnalización del vínculo y
-por lo común- la intimación fehaciente a retirarse de este. En el supuesto del sim-
ple intruso, se limitará a exponer la existencia de los actos unilaterales que dieron
lugar al ingreso de la o de las personas al predio.
Luego, los demandados deberán revertir los asertos del actor mediante prueba
en contrario -inexistencia de obligación exigible de restituir, o derecho a ingresar al
inmueble y, eventualmente, posesión del mismo-.
El juez competente será -dada la naturaleza personal de la pretensión- el del
lugar en que deba cumplirse la obligación -de restituir- y, en su defecto, a elección
del actor, el del domicilio del demandado y el del lugar del contrato, siempre que el
demandado se encuentre en él, aunque sea accidentalmente en el momento de la
notificación (art. 5, inc. 3, CPCCBA).
Las cuestiones a que se aluden en este tramo del régimen procesal de la Pro-
vincia de Buenos Aires se encuentran reguladas en los artículos 679 y 680, CPCCN.
No existen diferencias entre los textos normativos vinculados. Sin perjuicio de ello,
la regulación procesal del desalojo en el Código nacional es mucho más profusa y de-
tallada, alcanzando normativamente supuestos que en la Provincia se regulan por
el derecho jurisprudencia1 o acordadas de la Suprema Corte de Justicia.
Así, existen artículos que regulan el reconocimiento judicial frente al desalojo
por cambio de destino del inmueble (art. 680 ter), la denuncia en la demanda de la
existencia de sublocatarios u ocupantes (art. 6811, la posibilidad de notificar la de-
manda en el domicilio que corresponde al bien cuyo desalojo se requiere (art. 682),
formas de localizar el inmueble con deficiente identificación (art. 6831, los deberes y
facultades del notificador de la demanda de desalojo (art. 6841, la figura de la des-
ocupación inmediata frente al desalojo por falta de pago o vencimiento de contrato
mediando caución real (art. 684 bis), limitaciones probatorias (art. 685), operativi-
dad de la orden de lanzamiento (art. 686) y previsiones respecto del alcance de la
sentencia (art. 687).
Esta figura se encuentra regulada en el artículo 680 bis del Código nacional.
No se menciona al tenedor precario como legitimado pasivo de la pretensión en este
caso y está ausente el último párrafo de la norma provincial.
6.2.4.Ley 23.091
Esta ley nacional de 'locaciones urbanas" contempla un recaudo de tipo proce-
sal en su artículo 5, el cual reza: "Previamente a la demanda de desalojo por falta de
pago de alquileres, el locador deberá intimar fehacientemente al pago de la cantidad
debida, otorgando para ello un plazo que nunca deberá ser inferior a diez días corri-
dos contados a partir de la recepción de la intimación, consignando el lugar de pago".
Se trata de una norma aplicable a solo uno de los casos de juicio por desalojo
-falta de pago en locación- y la pauta aplicable tendrá importancia en la medida en
que por su conducto se está fijando un plazo de gracia para que el deudor cumpla con
su deber, se lo está constituyendo en mora de manera fehaciente y se determina
con precisión la cantidad debida.
como la escritura matriz. Si hay alguna variación entre ésta y la copia o testimonio,
se debe estar al contenido de la escritura matriz".
En los artículos 300 al 309 el digesto unificado contempla los requisitos a que
están sujetas las escrituras públicas y particularmente en el artículo 308 se refiere
a las copias de dichas escrituras y a la renovación de aquellas.
"El escribano -dice el art. 308, CCCN- debe dar copia o testimonio de la escri-
tura a las partes". Es el escribano, entonces, quien debe entregar a las partes que lo
pidiesen copia autorizada de la escritura que haya otorgado. El notario podrá dar
otras copias cuando se pidieran por haber sido perdida la primera. Sin embargo,
cuando 'la escritura contenga la constancia de alguna obligación pendiente de dar
o de hacer, a cargo de otra de las partes [. ..], se debe requerir la acreditación en ins-
trumento público de la extinción de la obligación, la conformidad del acreedor o la
autorización judicial, que debe tramitar con citación de las partes del acto jurídico"
(art. 308, CCCN).
En este último caso, la copia se otorga con la autorización del juez previo trámi-
te con citación de los que han participado en la escritura, quienes pueden comparar
la exactitud de la copia con la matriz. Si aquellos estuviesen ausentes -establecía el
Código derogado-, el juez podía nombrar un oficial público que se halle presente al
sacarse la copia (art. 1008, derogado CCiv).Asimismo, el digesto de Vélez señalaba
que, si existían diferencias entre la copia y la escritura matriz, prevalecería esta
última (art. 1009, derogado CCiv).
Vemos así que, en estos casos, la ley resguarda el interés de aquellos respec-
t o de los que obran obligaciones plasmadas en instrumentos públicos frente a la
emisión de nuevas copias que dan lugar a otros tantos instrumentos públicos que
hacen la misma fe que la escritura original. La normativa fonda1 contempla, pues,
la necesidad de que esta nueva (o "segunda")copia deba emitirse con citación de los
que han participado en la escritura para que comparen la exactitud de la copia con
la matriz.
Tal la pauta que recoge la ley procesal al respecto (art. 816, CPCCBA).El inte-
resado en obtener esta segunda copia deberá presentarse ante el juez y, por escrito
fundado, explicitar las circunstancias que lo llevan a efectuar la petición. Se men-
cionarán los domicilios de los demás participantes del otorgamiento de la escritura,
así como el del escribano autorizante.
Juez competente será el del lugar donde se otorgaron o protocolizaron las es-
crituras públicas (art. 5, inc. 9, CPCCBA).Se citará a todos ellos a la diligencia en la
que el notario emitirá la segunda copia. Si alguno estuviere ausente, se designará
al defensor oficial para que ejerza el control de lo realizado. Frente a discrepancias
entre el original y la segunda copia habrá de prevalecer aquel.
Si esta operación se realiza con la presencia y anuencia de todos los participan-
tes en el acto plasmado en la escritura, el juez se limitará a aprobar el acto una vez
concluido. Si, por el contrario, alguno de los interesados plantea cuestiones a resol-
ver, el trámite se tornará adversaria1 y seguirá el carril del juicio de conocimiento
sumarísimo.
Certificado de dominio previo
La ley procesal (art. 816, CPCCBA) señala que para la emisión de esta segunda
copia -en la medida en que se vincule con inmuebles- habrá de solicitarse previa-
mente un certificado de inscripción y estado de dominio del Registro de la Propiedad
Inmueble como recaudo formal frente a eventuales discrepancias entre el título y el
asiento registral.
7. Derecho comercial
7.1. Examen de los libros por el socio
La ley procesal regula la vía procesal rápida y autónoma que permite gozar
plenamente del derecho de información respecto de los negocios societarios al socio
que no interviene en la administración del ente (art. 819, CPCCBA). Este derecho
-el de fondo- viene contemplado en el artículo 55, ley 19.550, en relación con las
sociedades comerciales.
XII - LOSPROCESOS
CAP~TULO ESPECIALES
8. Derecho constitucional
8.1.Amparo
8.1.1. El amparo como vía idónea de protección de derechos
Junto con el hábeas corpus y el hábeas data, encontramos el amparo como ga-
rantía residual, elástica, maleable, generosa, que permite reclamar ante la justicia
por la plena vigencia de cualquier derecho constitucional, legal o proveniente de un
tratado que no sea -en términos genéricos- de los que protegen la libertad física y
el acceso a la información contenida en registros públicos o privados. Incorporado
en el derecho constitucional positivo desde 1994, se trata de un proceso sumarísimo
("acción expedita y rápida") para contrarrestar la lesión, restricción, alteración o
amenaza con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta a un derecho, ya sea por parte
de sujetos públicos como privados. Tal lo esencial de la previsión del artículo 43, CN.
Sin embargo, la letra de la manda colisiona frecuentemente con la realidad de
su puesta en práctica. Si bien las regulaciones legales respetan el carácter de pro-
ceso urgente del amparo y le imprimen un trámite con plazos por demás escuetos,
aun así, el juicio puede demorarse más de lo tolerable, teniendo en cuenta que en
muchos casos la naturaleza de los derechos en juego no admite semejante dilación
temporal. Así es como la cuestión se inserta en la moderna tendencia procesal deno-
minada "anticipación de la tutela", surgida a la luz de la problemática que importa
la exagerada duración de los procesos judiciales.
Problemática que constituye, en definitiva, un obstáculo -quizás el más cruel,
porque se ensaña con quien menos tiene, ya que el pudiente, al contar con mayores
medios económicos, "puede esperarn- para el efectivo acceso a la justicia. Tal como
ya se dijo, de acuerdo con nuestro criterio,la anticipación de la tutela (o satisfacción
inmediata del interés del reclamante ante el peligro en la demora que ocasione -por
la naturaleza de derecho vulnerado- un daño irreparable) puede obtenerse de dos
maneras. En forma provisoria mediante la cautela material (medida cautelar que
brinda, en los hechos, lo mismo que se pretende con la sentencia de mérito) o en
forma definitiva a través de procesos urgentes como el amparo. Consideramos que
perfectamente se pueden reunir ambas formas de tutela anticipada para, fundién-
dolas y potenciándolas, optimizar los rendimientos individuales de tales institutos.
Hoy se observa una tendencia jurisprudencia1 que va imponiendo un criterio
amplio en lo que hace a la procedencia del amparo. Ello se traduce en una paulatina
eliminación de obstáculos procesales que otrora han detenido el avance de la figura
como instituto básico para la salvaguarda de derechos. Esta tendencia se ve favore-
cida por la extensión que posee el amparo a tenor del texto constitucional adoptado
en la última reforma.
Se ha ampliado enormemente el abanico de derechos protegidos por esta ga-
rantía, los cuales -luego del año 1994- pueden ser de una extensísima variedad
al consistir en aquellos que expresa o implícitamente dimanen de la Constitución
Nacional, de los tratados y de las leyes. Fácil es suponer -frente a la generosidad de
esta cláusula- que difícilmente exista un derecho que no pueda encontrar protec-
ción en el amparo cuando sea atacado o amenazado con arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta.
De allí que la procedencia de la acción de amparo en cada caso concreto solo
quedará supeditada a la falta de otro medio judicial más idóneo -léase expedito-, de
acuerdo con la naturaleza del bien jurídico lesionado.
El artículo 43, CN, ha eliminado la necesidad de recorrer previamente la vía
administrativa antes de acudir al amparo. Hoy solo se limita la exigencia a los me-
dios estrictamente judiciales, siempre y cuando, como vimos, sea "más idóneo".
A tenor de lo que establece esa manda, el amparo procede aun si existen otras
vías alternativas utilizables cuando estas -por resultar lentas o dificultosas- no
sean útiles para la preservación del derecho conculcado o amenazado. Ello así por
estar ausente, en estos supuestos, el requisito de la idoneidad de la vía ya referido.
La urgencia en la tutela constituye, pues, el eje central en lo que se refiere a la
protección de derechos mediante el amparo. Si bien el amparo ya -de por sí- adelan-
ta la tutela de los derechos que, de seguir las vías ordinarias, seguramente se verían
frustrados, normalmente no resulta suficiente frente a situaciones acuciantes que
no soportan ni siquiera la duración del trámite sumarísimo.
Aparece, entonces, en escena la pretensión cautelar.
El resguardo de las garantías básicas del debido proceso con relación a todos
los involucrados en el litigio debe ser una preocupación constante al momento de
la implementación de estas estrategias tutelares, ya que resultaría muy sencillo
desarrollar sistemas protectorios de los derechos de quien aparece como afectado,
olvidando que frente a él existe otra parte (el supuesto transgresor) que también
cuenta con derechos que deben ser salvaguardados. Flaco favor haría a la justicia
un proceso de amparo donde, so pretexto de la custodia de derechos del actor, se
violentaran los de la contraparte.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
14 Corte Sup., 7/6/1998, "CamachoAcosta, Maximino c. Grañ Graf SRL y otros",ED, 176-61.
703
da al amparo jerarquía supralegal, sino que, al permitirlo contra actos de personas
privadas, lo asimila -en el ámbito civil- al juicio sumarísimo, que puede producir
sentencias definitivas a los efectos de los recursos extraordinarios.
En la esfera provincial, entonces, la figura está plasmada en el artículo 20 de
la Carta bonaerense, manda que -en lo esencial- reproduce el contorno del instituto
nacional, cuyo alcance es plenamente operativo en nuestro ámbito y se verá amplia-
do -donde corresponda- por las previsiones locales al respecto.
Dos eran -antes de la reforma de la ley 13.928- las leyes que reglamentaban
la mentada garantía en la Provincia de Buenos Aires. Para el amparo contra actos u
omisiones de las autoridades públicas, resultaba de aplicación la ley 7166, mientras
que, para el amparo contra actos u omisiones de particulares, operaba exclusivamen-
te este artículo 321, CPCCBA. Hoy, luego del dictado de la ley 13.928, conviven am-
bas pautas: la de esta ley y las del artículo 321, y, en general, las de todo el CPCCBA,
que jugarán como regulación supletoria del trámite del amparo en lo pertinente (art.
25, ley 13.928).
En realidad, lo que hace el legislador en este punto (art. 321, inc. 1)es estable-
cer que la garantía del amparo -a la que no menciona pero caracteriza- tramitará
por el "sumarísimo", juicio de conocimiento más rápido con que se cuenta. Ello así
para no desvirtuar procesalmente su espíritu. Adviértase que el artículo 20, Const.
prov., agrega -respecto del trámite procesal- "sin perjuicio de la facultad del juez
para acelerar su trámite, mediante formas más sencillas que se adapten a la natu-
raleza de la cuestión planteada".
El artículo del Código en análisis señala en qué supuestos habrá de prosperar
este proceso de amparo. Entendemos que hoy ello resulta sobreabundante, ya que
hubiera bastado con remitir, en lo que hace a los recaudos de procedencia del ampa-
ro contra actos u omisiones de particulares, a la letra del artículo 20, Const. prov.,
como lo hace la ley 13.928 en su artículo 1.
Si bien no con una coincidencia textual, este artículo del CPCCBA recoge los
lineamientos esenciales de la figura, siendo plenamente operativa la manda consti-
tucional en lo que amplíe aquella regulación legal.
Se señala que este proceso sumarísimo procede ante la lesión (restricción, al-
teración o amenaza) ilegítima (contraria a la ley) o arbitraria (inadecuada,abusiva,
infundada) de un derecho o garantía explícita o implícitamente recogidos por la
Constitución nacional o provincial. Esta primera agrega como objeto de protección,
además de los derechos constitucionales,los que surjan de "un tratado o una ley".
El Código regula el amparo como una vía residual, a la que se recurrirá solo si
no existe otro proceso previsto "por este Código u otras leyes". Ello debe compatibi-
lizarse con lo que manda la Constitución de la Nación, cuando solo lo condiciona al
tránsito previo por otras "vías judiciales", descartándose así la necesidad del ago-
tamiento de las instancias administrativas. Y. aun si las vías iudiciales son lentas
o tortuosas -causando a la postre una frustración del derecho cuya protección se
reclama por la vía del amparo-, podrán ser obviadas en pos de la efectividad de la
garantía.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
15 Nos hemos referido reiteradamente a ello. Ver, entre otros aportes, Camps, Carlos Enrique,
"Proceso colectivo de consumo y excepción de 'litispendencia administrativa'",Revista La Ley
Código Civil y Comercial, n.O 10, noviembre 2017.
16 CIDH, sent. del 31 de agosto de 2012.
17 CIDH, sent. del 22 de agosto de 2013.
amparo, aquella en la que -justamente- no existía esta acción como tal, aun cuando
ya se constataba en la sociedad argentina la necesidad de contar con una vía de
protección de derechos constitucionales que fuera expedita, rápida, en suma, eficaz.
Por esa época y producto de esa necesidad social, hallamos autores que proponían
canalizar reclamos urgentes por violación a derechos constitucionales -diferentes
del derecho a la libertad individual- mediante el antiguo hábeas corpusls.
Frente a ello, se erigían varias de las llamadas posiciones negatorias, es decir,
las que sostenían que esa posibilidad -canalizar pedidos mediante hábeas corpus
que no pretendieran proteger la libertad de las personas- era inviable. La jurispru-
dencia de los tribunales avalaba esta postura. Existía, en consecuencia, en estos
tiempos y especialmente hacia ñnales de los años cincuenta un movimiento genera-
lizado que clamaba por la regulación normativa del juicio de amparo.
Finalmente, el amparo nació en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Jus-
ticia de la Nación. Los celebérrimos fallos " ~ i r i , h ~ e l " ( 1 9 5y7"Kot,
) Samuel" (1958)
fueron su cuna. Precedentes capitales del derecho constitucional argentino, integran
también las bases vernáculas del movimiento de la eficacia procesal. Allí -como
se adelantó- se sentó una premisa esencial, la base filosófica del derecho procesal
de la eficacia:cuando existe un derecho especialmente protegido que se encuentra
amenazado o vulnerado -tanto por parte del Estado como de particulares-, la falta
de una vía procesal específica establecida en la ley no puede ser argumento para
impedir que los tribunales provean de un mecanismo expedito y efectivo para el
cese de esa amenaza o lesión. Podemos derivar de ello la obligación de los jueces de
brindar debida (eficaz)protección cuando se constata amenaza o lesión de derechos,
aplicando la ley si esta contempla mecanismos adecuados a la eficacia procesal que
se requiere en la emergencia o, de lo contrario, generando pretorianamente estos
mecanismos.
Así, con estas sentencias, hacen su debut las dos variantes de amparo: contra
actos estatales y contra actos de particulares. Y así nace, también, el recelo del
propio Estado respecto de este mecanismo que protegía a los ciudadanos de actos
o medidas adoptadas,justamente, por funcionarios públicos. Ello podría explicar la
demora en llegar a la siguiente etapa del amparo: la de la regulación legislativa.
Luego del año 1958, en el que el Máximo Tribunal de Justicia de la Nación dio
su clara postura respecto de la procedencia de una "vía de amparo" como carril pro-
Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no
exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades pú-
blicas o de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o
amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos
por esta Constitución, un tratado o una ley. E n el caso, el juez podrá declarar la incons-
titucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisión lesiva.
Luego de este núcleo básico -relativo a los derechos hasta ese momento re-
conocidos en la letra de la constitución: los derechos individuales-, la norma se
va a referir al especial amparo para derechos colectivos ("Podrán interponer esta
acción contra cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que
protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al consumidor, así como a los
derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y las
asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que deter-
minará los requisitos y formas de su organización").
Después, a su variante respecto de datos personales -hábeas datalg- ("Toda
persona podrá interponer esta acción para tomar conocimiento de los datos a ella
referidos y de su finalidad, que consten en registros o bancos de datos públicos, o
los privados destinados a proveer informes, y en caso de falsedad o discriminación,
para exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o actualización de aquéllos.
No podrá afectarse el secreto de las fuentes de información periodística").
Finalmente, alude al hábeas corpus ("Cuando el derecho lesionado, restringido,
alterado o amenazado fuera la libertad física, o en caso de agravamiento ilegítimo
en la forma o condiciones de detención, o en el de desaparición forzada de personas,
la acción de hábeas corpus podrá ser interpuesta por el afectado o por cualquiera
en su favor y el juez resolverá de inmediato, aun durante la vigencia del estado de
sitio").
19 El hábeas data se encuentra legislado en la ley nacional 25.326. El artículo 1dispone: "La pre-
sente ley tiene por objeto la protección integral de los datos personales asentados en archivos,
registros, bancos de datos u otros medios técnicos de tratamiento de datos, sean éstos públicos
o privados destinados a dar informes, para garantizar el derecho al honor y a la intimidad de
las personas, así como también el acceso a la información que, sobre las mismas, se registren
de conformidad a lo establecido en el art. 43, párrafo tercero de la Constitución Nacional. Las
disposiciones de la presente ley también serán aplicables en cuanto resulten pertinentes a los
datos relativos a personas de existencia ideal. En ningún caso se podrán afectar la base de
datos ni las fuentes de información periodísticasn.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
La reforma del año 1994 fue muy amplia en lo que hace a contemplar vías de
protección de derechos. Como se ha visto, no solamente incluyó el amparo, sino que
también reguló otras figuras que con eficacia custodian la vigencia de los variados
derechos que surgen de la Constitución y, ahora también, de leyes y tratados inter-
nacionales. Recordemos que en esa misma reforma se incorporan con rango consti-
tucional una serie de pactos relativos a derechos humanos que, por este conducto,
reciben también la protección de la figura del amparo.
A partir de este momento, las reglas restrictivas de las leyes que regulan el
trámite del amparo, sea contra actos de la autoridad pública o de particulares, en la
medida en que resultan menos eficaces que las que dimanan de los parámetros que
brinda la Constitución -en conjunción con normas específicas, como son las de los
arts. 8 y 25 del Pacto de San José de Costa Rica-, pasan a ser derechamente incons-
titucionales y deben ser suplantadas por los jueces por otras pautas, más idóneas
para el ñn tuitivo.
Asimismo, a partir de la reforma del año 1994 y la incorporación a nuestra
Constitución de la-Convención Americana de ~erechos~ u m a n o -y, s junto con ella,
el sometimiento a la iurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
allí regulada-, se consolidó otro importante hito en el camino hacia la eficacia proce-
sal: la posibilidad de que la eficacia de los trámites procesales que se llevan adelante
en nuestro país a través de sus organismos judiciales y sobre la base de su derecho
interno pueda ser analizada a la luz de los derechos humanos relativos al proceso
en una tribunal internacional.
En esa senda, como se ha dicho, la Argentina ha sido condenada en causas en
las que se ventiló la forma en que se desarrollaron procesos judiciales sobre materia
no penal, determinándose que el Estado había violado las garantías procesales que,
en suma, hacen al derecho humano a la eficaciaprocesal, provocando daños a cuya
reparación nuestro país fue condenado. Esa es justamente la jurisprudencia del tri-
bunal americano de derechos humanos que debe guiar la tarea de ajustar nuestro
derecho y nuestras prácticas internos a los mandatos de la eficaciaprocesal. Con tal
premisa como punto de partida es que estamos ahora analizando los contornos de
la acción de amparo.
Este nace como respuesta a la falta de mecanismos procesales eficaces para la
protección de derechos constitucionales fuera de la libertad individual. Es decir -en
palabras de hoy-, el amparo fue creado para dotar de eficacia procesal al sistema
tuitivo de esos derechos supralegales.
No había hasta ese momento una vía adecuada y rápida para dar respuesta a
la amenaza o violación de derechos contemplados en la parte dogmática de la Cons-
titución: si no estaba en juego la libertad individual, entonces era necesario acudir
a los trámites comunes que preveía el ordenamiento legal procesal, tales como re-
clamos administrativos,juicios de daños y perjuicios, acciones posesorias o reales,
interdictos, etc.
Es notorio cómo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, esta última respues-
ta -que para las generaciones anteriores habría podido abastecer adecuadamente el
concepto de eficacia procesal- ya no era suficiente para la sociedad argentina. Una
vez más, es la Corte Suprema de Justicia de la Nación la que, auscultando las nece-
sidades y requerimientos de la comunidad, traduce ese clamor en jurisprudencia y
da a luz una figura esencial.
El amparo llega, entonces, hasta nuestros días como una vía expedita y rápida
con la que cuenta toda persona contra todo acto u omisión de autoridadespúblicas o
de particulares que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o amenace,
con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos por la
Constitución, un tratado o una ley, siempre y cuando no exista otro medio judicial
más idóneo.
La cuestión medular -que conforma el eje de estas reflexiones- consiste en de-
terminar si hoy, a la luz de la evolución que ha experimentado el concepto de eficacia
procesal en los últimos tiempos, este amparo es el medio judicial más idóneo (enten-
diendo, claro está, idóneo en el sentido de eficaz)para evitar la lesión, restricción, al-
teración o amenaza actual o inminente de derechos, ahora de toda estirpe -legales,
constitucionales o convencionales-.
Claramente, el amparo ha sido una vía mucho más eficaz que las que existían
y se hallaban disponibles hasta los años cincuenta. Cabe preguntarnos si podemos
decir lo mismo hoy, casi setenta años después, tiempo en el que ha variado profun-
damente el concepto de eficacia procesal, pasándose de la clásica mirada patrimo-
nialista decimonónica de la forma de conducir una litis (sobre la cual se construyó el
derecho procesal que hoy aún nos rige y en la que bastaba, para que un juicio civil
fuera eficaz, la obtención de un buen embargo que garantizara la solvencia del de-
mandado para que, a la postre, se pudiesen cobrar las indemnizaciones y eventuales
intereses) a una nueva concepción, donde se persigue la obtención inmediata de los
efectos de hecho del bien de la vida 4bjeto medianto de la pretensión-, la repara-
ción en especie, la prevención de los daños, etc.
En suma, se busca -y se exige- otra calidad de respuesta jurisdiccional.
Es cierto que el amparo, como se señaló, fue una figura de avanzada y permitió
que se adoptasen medidas judiciales idóneas para evitar daños derivados de ame-
nazas a derechos constitucionales cuando en otros ámbitos procesales esas medidas
-con ese nivel de eficacia- no podían ser conseguidas por proceso autónomo de cono-
cimiento alguno. Y, además, se buscaba que esas medidas se adoptasen en tiempos
breves, aun cuando ello no siempre se lograra en la práctica tribunalicia y debiera
recurrirse al auxilio de la teoría cautelar. Sin embargo y como contrapartida, el am-
paro es necesariamente un continente procesal limitado, de excepción. No solo debe
acudirse a él a falta de otro medio judicia más idóneo, sino que, por la brevedad de
los plazos, la cognición se encuentra limitada -por lo que, si las pretensiones a de-
batir exhiben una cierta complejidad probatoria, ya el carril del amparo no abastece
debidamente el requerimiento de tutela-.
A su vez, es sabido que resulta materia ajena al marco del amparo toda preten-
sión resarcitoria.
Desde otro punto de vista, siempre ha sido connatural a la figura del amparo
el impulso de parte: aun cuando la protección se dirigiera respecto de derechos en-
clavados en la Constitución -y siendo que en muchos de esos casos puede advertirse
una fuerte dosis de orden público-, nunca se h a admitido la posiblidad de que toda
o parte de la pretensión amparista -incluyendo aspectos cautelares- pueda ser in-
troducida o activada oficiosamente por el órgano judicial.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
Así las cosas, frente a los requerimientos actuales de otra calidad de respuesta
jurisdiccional, el amparo -harto eficaz en su inicio- hoy podría evidenciar ciertas
limitaciones. Más aún a la luz de las novedades del derecho privado que porta el
Código Civil y Comercial de la Nación.
Como ya es conocido, el Código Civil y Comercial de la Nación incorpora una
serie de regulaciones de neto corte procesal en relación con varias de las figuras de
derecho de fondo allí plasmados. El fundamento de validez de estas normas proce-
sales situadas en la ley nacional está dado por la finalidad de asegurar la eficacia o
efectividad ("la existencia misma de los derechos", dirá la Corte Suprema de Justi-
cia en el caso "Bernabé Correa", del año 1926) de los institutos de fondo, a lo largo
de toda la extensión territorial argentina.
Pues bien, en esta oportunidad, la incorporación de pautas procesales en el
Código unificado encuentra esa misma finalidad -la eficacia de los institutos de
derecho común- potenciada: tal es la consecuencia de la constitucionalización del
derecho procesal civil y comercial, efecto que deriva necesariamente de la constitu-
cionalización del derecho civil y comercial al que se encuentra vinculado. Ello así
en tanto, con esta unificación del derecho privado, se completa un ciclo iniciado con
la aludida reforma constitucional del año 1994: allí ingresaron con expreso rango
supralegal los derechos y garantías provenientes de una nutrida nómina de trata-
dos de derechos humanos. Ahora, con la sanción del Código Civil y Comercial, esa
misma materia constitucional enriquecida con los derechos de los tratados aludidos
se vuelca i n totum en el derecho privado argentino.
Ya no serán necesarias construcciones pretorianas para acudir, cuando sea ne-
cesario, a la aplicación de las reglas plasmadas en tales cuerpos internacionales.
Ahora ese derecho es parámetro expreso de validez del derecho legal positivo in-
terno (art. 1, CCCN) y constituye, asimismo, pauta esencial de interpretación de
todo el sistema (art. 2, CCCN). En tal contexto, observamos -como una novedad a
destacar- que el Código Civil y Comercial de la Nación habla de tres funciones de la
responsabilidad civil: una reparatoria -la tradicional- y dos novedosas: la preventi-
va y la sancionatoria.
De estas dos últimas nos referiremos a la primera: la función preventiva del
daño. Ya hemos aludido a ella. A partir del 1 de agosto del 2015, no es necesario
aguardar a que el daño ocurra. Ni siquiera sus fases iniciales, aquellas que darán
lugar fatalmente a un detrimento constatable en un tiempo más o menos prolon-
gado. Basta ahora con acreditar la existencia de una amenaza que, de permanecer,
hace esperable que un daño ocurra, o bien de circunstancias que permiten avizorar
la continuación o agravamiento de un daño ya en curso.
Vemos, entonces, que existe ahora un mecanismo procesal previsto en el Código
Civil y Comercial unificado para que cualquier persona con un interés razonable o
bien el juez, de oficio, requiera y obtenga medidas judiciales deñnitivas (por lo cual,
en este caso, solo pueden ser dictadas previa bilateralización y prueba) que impidan
que se produzca un daño derivado de la lesión, restricción, alteración o amenaza a
un derecho -no se fija una limitación al origen de estos derechos, pero, a estar al
nuevo alcance del art. 1 de ese digesto, consideramos que es innegable que abarca
tanto legales como supralegales- sin importar quién sea el autor de estos actos con-
trarios a derecho (sea el Estado o un particular), o bien, si el daño está en curso, se
detenga su evolución o agravamiento.
Por el concreto mandato de eficacia de la última parte del artículo 1713, sea a
pedido de parte o de oficio, esta finalidad puede ser lograda mediante medidas pro-
visorias, cautelares (ahora sí, dictadas sin bilateralidad previa), si ello es necesario
para llegar en tiempo útil a generar el cambio en el mundo mediante el mandato
interino.
Se trata de una figura maleable, adaptable, sin un encorsetamiento estricto en
un determinadoformato de juicio de conocimiento. Este, el trámite, deberá ajustarse
a las necesidades de prueba derivadas de las complejidades de la pretensión con-
cretamente ventilada. El juez habilitará, entonces, el proceso de conocimiento que
mejor se amolde al entuerto llevado ante sus estrados. Y, si la situación es acuciante
y por ello no puede aguardarse a todo el desarrollo instructorio de la causa principal,
no habrá razón para limitar las posibilidades de defensa y prueba, ya que el peligro
en la demora encontrará adecuado resguardo con la adopción de medidas cautelares
específicas.
Por otro lado, toda la tarea acreditante desplegada podrá servir para -en un
mismo continente procesal- dar base a los aspectos resarcitorios de la pretensión,
concentrándose en un mismo juicio los dos aspectos salientes de la nueva responsa-
bilidad civil en el digesto unificado argentino: las funciones preventiva y reparato-
ria. Con el mismo material probatorio, el juez podrá disponer mandatos de preven-
ción de daños, de cese de daños y de reparación de daños, todo ello de acuerdo con el
cronograma que permita la urgencia de la concreta pretensión ventilada.
No dejaremos de repetirlo: el amparo es una figura hndacional del movimiento
de la eficaciaprocesal que hoy encuentra marco y fundamento mucho más generali-
zado, de la mano del derecho de los derechos humanos. Su importancia es capital y
ha sido -creemos- uno de los principales antecedentes de la posibilidad de obtener
protección (concretas medidas judiciales) ante la inminencia de la afectación de un
derecho que habría de provocar un daño. De ese modo, evitando el daño, se cumplía
del modo más perfecto posible el mandato del alterum non laedere: en esos casos
nada había que indemnizar, ya que -por la adecuada intervención de la judicatura
requerida por un amparista comprometido- el daño no llegaba a producirse.
Hoy, desde 2015, contamos con una vía para el logro de esa forma de atender a
la protección de derechos de modo temprano -impidiendo que la amenaza de estos
provoque daños o bien obteniendo el cese de estos cuanto antes-.
Y ya no se trata de una vía excepcional, sino de un proceso de conocimiento
común. Cierto es, bien haría el legislador en preverlo en la ley procesal. Pero, hasta
tanto ello no ocurra, nada impide que sean los jueces los que establezcan su formato
operativo a partir de las bases procesales que están ya plasmadas en normas del
Código Civil y Comercial unificado, tales como el artículo 1713 referido.
De tal guisa, si la cuestión requiere de medidas urgentes, estará disponible la
teoría procesal cautelar tradicional al servicio de la eficacia procesal, ahora refor-
zada por la específica posibilidad de adopción oficiosa de medidas provisorias de
prevención del daño a tenor de lo que estipula el aludido artículo 1713.
Como se adelantó, estas nuevas figuras procesales comunes -el 'Suicio de pre-
vención de daños", "la demanda de prevención de daños", "el incidente de prevención
de daños" o la "pretensión preventiva de daños" como parte o acápite de una deman-
da mayor-, resultan combinables, flexibles, permitiendo gran economía procesal al
XII - LOSPROCESOS
CAP~TULO ESPECIALES
2 1 "Una pluralidad de normas constituye una unidad, un sistema o un orden cuando su validez
reposa, en último análisis, sobre una norma única. Esta norma fundamental es la fuente co-
mún de validez de todas las normas pertenecientes a un mismo orden y constituye su unidad.
Una norma pertenece, pues, a un orden determinado únicamente cuando existe la posibilidad
de hacer depender su validez de la norma fundamental que se encuentra en la base de este
ordenn,Kelsen, Hans, La teoría pura del derecho, Eudeba, Buenos Aires, 1987, pág. 135.
Y no basta con que se trate de normas generales, sino que deben referirse a
cuestiones reguladas en la Constitución provincial y haberse denunciado una con-
tradicción con los contenidos de esta.
8.2.2.Aspectos procesales
El actor deberá fUndar debidamente su pretensión indicando qué artículo o
artículos de la manda en crisis colisionan contra qué artículo o artículos de la Cons-
titución provincial, y argumentar en torno al vicio así configurado, demostrándolo
con nitidez, ya que resulta insuficiente a los efectos de dar lugar al procedimiento
regulado por los artículos 683 a 688, CPCCBA, la demanda de inconstitucionalidad
que solo realiza la enumeración genérica de diversos preceptos de la Constitución
local, sin llegar a poner de manifiesto la forma en que las disposiciones cuestionadas
pudieron lesionar garantías en ellos consagradas.
El confronte debe hacerse en abstracto, esto es, el tenor de la previsión legal
debe aparecer en pugna con el contenido de la Constitución local, más allá de que
luego esa misma norma haya causado o pueda causar perjuicio concreto al actor.
En este sentido, se ha dicho que, si no se cuestiona la validez constitucional
del precepto legal en abstracto, la demanda originaria de inconstitucionalidad es
formalmente improcedente. Será de aplicación en lo pertinente el resto de las previ-
siones procesales que contiene el Código.
No es ocioso recordar que la Corte, a través de su jurisprudencia, ha contri-
buido a modelar el perfil definitivo de este proceso, por lo que el abogado diligente
deberá estar particularmente atento a los últimos pronunciamientos sobre el tópico
para conocer la opinión más reciente del tribunal que -en definitiva- tendrá la ú1-
tima palabra respecto de la procedencia de esta particular y excepcional pretensión
declarativa.
A tenor de lo que establecen el artículo 684, CPCCBA, y, en particular, el si-
guiente (art. 6851, la acción declarativa de inconstitucionalidad puede ser utilizada
con carácter preventivo desde el momento en que se admite el planteo de la in-
validez de una norma general aun antes de que esta sea aplicada al demandante
afectando concretamente sus intereses patrimoniales. Ello se configuraría en los
supuestos en que la norma general se encuentre ya conformada definitivamente
(esto es, sancionada, promulgada y publicada), pero aún sin entrar en vigencia, o
bien cuando, habiendo comenzado a regir, todavía no se la haya aplicado concreta-
mente al actor. En ambos casos, este conoce de la existencia de tal manda que habrá
de afectarlo por encontrarse dentro de la categona de sujetos normativos a los que
la norma se dirige y, dado que la considera viciada por inconstitucionalidad, acude
ante la Suprema Corte para que este tribunal -haciendo uso de la competencia ori-
ginaria de que está investidc- la descalifique.
También puede darse el supuesto de que la pretensión de marras se intente
una vez ocurrida la concreta afectación de sus intereses. Aquí no podrá hablarse de
un accionar preventivo, sino que directamente se estará cuestionando la validez en
abstracto de una norma que, al mismo tiempo, ha comenzado a causar efectos per-
judiciales sobre el reclamante.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
Estas dos hipótesis son importantes a los ñnes de determinar el plazo con que
cuenta el litigante para plantear su pretensión ante el tribunal. Si la presentación
se realiza en forma preventiva, no existirá plazo alguno, mientras que, si se intenta
una vez aplicada la norma respecto del actor afectándolo efectivamente, desde ese
momento corre un término de treinta días, luego de lo cual se extingue la competen-
cia originaria de la Corte, quedando -eventualmente- al damnificado por la norma
inconstitucional las pretensiones resarcitorias o patrimoniales -en general- ante
los jueces ordinarios.
Dándose el presupuesto de la afectación concreta de intereses patrimoniales
y vencido el plazo señalado, la presentación de una demanda en este contexto será
considerada inadmisible. El plazo se vincula con lo excepcional de la vía y la parti-
cular importancia que exhibe la revisión de la constitucionalidad de las leyes.
Se trata de una tacha de suma gravedad, por lo que debe hacerse seriamente
y de modo fundado, y en un plazo relativamente breve, para que esta posibilidad de
que un litigante pueda motorizar el control de uno de los poderes públicos -el judi-
cial- sobre la actividad legisferante de otro -el legislativo o ejecutivo- no se extienda
en el tiempo generando incertidumbres y zozobras, al existir todo un sistema norma-
tivo claudicante frente a la posibilidad de que en cualquier momento un sujeto pue-
da controvertir la validez constitucional de una norma general que forma parte de
aquella estructura aun luego de haber consentido su aplicación en casos anteriores.
Hemos visto que en el régimen procesal de esta figura se establece un plazo de
treinta días para el planteo de esta pretensión ante la Suprema Corte de Justicia de
la Provincia desde el momento en que la norma general considerada inconstitucio-
nal ha afectado concretamente el patrimonio del actor. La ley, luego, hace referencia
a dos supuestos en los que tal plazo no opera (art. 685, CPCCBA).
Uno es aquel al que ya aludimos: la utilización de la pretensión declarativa de
inconstitucionalidad con carácter preventivo, esto es, la presentación del planteo
ante la justicia una vez que la manda existe jurídicamente pero antes de que haya
sido aplicada de modo concreto al interesado en su invalidación.
El otro tiene relación con la naturaleza de los intereses afectados por la norma
tachada de repugnante respecto de la Constitución provincial. Si estas leyes, decre-
tos, ordenanzas o reglamentos son de carácter institucional o bien afectan derechos
de la personalidad no patrimoniales, el planteo puede hacerse en cualquier tiempo.
Por el contrario, el carácter exclusivamentepatrimonial de la pretensión impli-
ca la sujeción de la demanda de inconstitucionalidad al plazo de caducidad estable-
cido por el artículo 684, CPCCBA.
Si bien el objeto de la acción de inconstitucionalidad ha sido clásicamente en-
tendido como la verificación de la validez de la norma "en abstracto" -es decir, en
sí misma, directamente-, tal carácter no lleva a prescindir, sino que, antes bien,
exige el análisis de la afectación concreta -efectiva o inminente- de los derechos a
que se refieren los artículos 684 y 685, CPCCBA. Así, se ha planteado la necesidad
de ponderar qué tipo de intereses subyacen al pedido de invalidación de una norma
general y, de tal modo, determinar si opera o no la excepción referida al plazo de
interposición de la demanda respectiva.
Para esta determinación, una vez más será decisivo conocer la doctrina legal
al respecto. Los conceptos de "carácter institucional" y afectación de "derechos de
la personalidad no patrimoniales" solo pueden adquirir una concreta significación
a partir del profkso laboreo jurisprudencia1 de nuestra Corte, tribunal que se ha
encargado de establecer los casos en que la pretensión involucra cuestiones o dere-
chos de neto corte patrimonial y los supuestos que encuadran en alguno de los dos
ámbitos que permite eximir al justiciable del recaudo del plazo aludido.
Bilateralización de la pretensión
El proceso de declaración de inconstitucionalidad conducido por la SCBA con-
templa la bilateralización, esto es, se permite que el funcionario representante del
poder público que dictó la norma general en crisis argumente a favor de la validez
constitucional de esta (art. 686, CPCCBA).Es evidente que la materia litigiosa será
por regla una cuestión de derecho, de allí que solo excepcionalmente -entendemos-
será necesario recurrir a medios probatorios que no versen sobre documentos rela-
tivos a las mandas en juego.
Para la exposición de tales fundamentos es que la ley contempla un traslado
por quince días al asesor de gobierno -si la manda general fue dictada en la órbita
de los poderes legislativo, ejecutivo o judicial de la Provincia- o al representante
legal del municipio o funcionario titular del organismo involucrado de donde pro-
venga la norma cuestionada.
Por supuesto, el traslado se hará con copia de la presentación que deberá ser
aportada por el actor (art. 120, CPCCBA).Rigen las pautas genéricas para la notifi-
cación de la medida respecto -especialmente- de funcionarios públicos.
Es improcedente la demanda de inconstitucionalidad dirigida contra el órgano
del que no emanó la norma cuestionada. En tal caso, el ente citado no puede ser su-
jeto pasivo de la acción interpuesta, sin perjuicio de la intervención que como tercero
pueda asumir en el proceso.
Luego de que el representante del órgano que emitió la norma impugnada eva-
cuara el traslado conferido o vencido el plazo para hacerlo, si corresponde, el presi-
dente de la Suprema Corte de Justicia emitirá resolución que ordene la producción
de la prueba que estime conveniente (art. 687, CPCCBA).
Como señalamos, resultará bastante extraño el hecho de que se requiera prue-
ba en el marco de una pretensión que por su naturaleza es netamente jurídica. Sin
embargo, de ser ello procedente, este es el momento procesal adecuado. El presiden-
te determinará el plazo en que se habrán de producir las medidas ofrecidas y las
modalidades de estas. Será de aplicación todo lo ya visto respecto de producción de
prueba. Obviamente, opera respecto de la Corte la potestad instructoria general, por
lo que también podrá producirse prueba requerida de oficio.
Concluida esta etapa, se dará intervención al jefe del Ministerio Público. Como
ocurre en relación con la intervención del procurador general en los recursos ex-
traordinarios, su opinión aquí tampoco será legalmente vinculante, más allá del
enorme peso que tiene el criterio del jefe del Ministero Público por las funciones de
que está investido.
Luego de tal intervención, se emitirá la resolución que llama autos para sen-
tencia, a partir de lo cual el cuerpo se abocará al análisis de los argumentos vertidos
y a emitir su pronunciamiento.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
8.3.1.El trámite
El CPCCBA contempla en solo dos artículos las pautas mínimas referidas a
este trámite, que -ante todo- habrá de ser rápido (art. 689, CPCCBA).
Del tenor de la regulación se advierte que la parte actora será el poder público
(poderes del gobierno provincial o departamentos del municipal) que decida llevar
el planteo ante la Corte. Deberá hacerlo por escrito y en forma debidamente docu-
mentada. Si bien no está previsto, podrá ofrecerse prueba en la medida en que ello
sea absolutamente imprescindible para la solución del diferendo.
Presentada la demanda, si esta es admisible -control que también queda a car-
go del tribunal-, se dispondrá la remisión de los antecedentes presentados al poder
público que constituye el otro extremo de la disputa.
El CPCCBA establece que el presidente debe dictar la providencia de autos en
los recursos extraordinarios (art. 283 y por remisión de los arts. 297 y 302), dar tras-
lado de la demanda en la acción originaria de inconstitucionalidad (art. 686) y, en
los conflictos de poderes, establece que la Corte requerirá del otro poder la remisión
de los antecedentes (art. 6891, aunque en los hechos es el presidente quien firma ese
requerimiento.
Mediante esta figura equivalente al traslado de la demanda, el poder público
"accionado" tomará conocimiento formal de los términos en que su contendiente h a
planteado el conflicto en la esfera judicial y tendrá la oportunidad -en el plazo de
cinco días- de aportar sus propias argumentaciones, documentación y, eventual-
mente, otros tipos de prueba.
Si el poder público demandado no actúa del modo señalado, se resolverá el caso
a partir de los antecedentes presentados por el demandante. Como vimos, solo si la
Suprema Corte de Justicia lo entiende imprescindible, podrá disponer una breve
etapa probatoria.
Realizados los pasos anteriores, dará intervención al jefe del Ministerio Públi-
co para que dictamine en cierto plazo, justificándose tanto su intervención como la
brevedad del plazo por la evidente y estrecha relación entre el normal desenvolvi-
miento de las hnciones de cada poder o departamento estatal y el orden público, que
repercute en los intereses generales de la comunidad (art. 690, CPCCBA).
Cumplido ello, la Corte resolverá ("de inmediato", señala la ley sin dar otra
precisión) lo que corresponda respecto de la controversia suscitada, se comunicará
la decisión a los órganos involucrados y se dispondrá toda otra medida que sea ne-
cesaria para dar debido cumplimiento a lo establecido como solución del diferendo
entre los poderes públicos en pugna.
XII - LOSPROCESOS ESPECIALES
CAP~TULO
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CAP~TULO