Está en la página 1de 6

ORGELINA HIBA |

Los pueblos originarios, las


primeras víctimas de la
deforestación en el norte
argentino
Las cuatro provincias del Gran Chaco argentino (Formosa, Santiago del
Estero, Chaco y Salta) concentraron el 75% del desmonte de los últimos 25
años en la Argentina.
30 DE JULIO DE 2022 - 19:07

El norte argentino es la región en la que más avanza la deforestación


para sembrar pasturas ganaderas o cultivos agrícolas como la soja.
Gentileza: Martín Katz | Greenpeace.
POR JORGELINA HIBA

“Las topadoras borran posibilidades de vida, no sólo árboles. Borran


creencias, cultura, historia, identidad y potencialidades de pueblos que
siempre estuvieron aquí”. Con esas palabras define Pablo Chianetta lo que
significa la deforestación para los pueblos originarios. Está a cargo de la
Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo (APCD) ubicada en
la localidad de Las Lomitas, en el centro de la provincia de Formosa,

Sentado en una de las oficinas que la asociación tiene en ese lugar, en el


extremo norte argentino, cuenta que hace más de 30 años que vive allí tras
dejar su Buenos Aires natal. Una opción de vida atada a su historia personal y
a sus convicciones religiosas, que encontraron en la opción por los pobres de
la Iglesia Católica de finales del siglo pasado otra forma de acercarse a
territorios desposeídos, con todo o mucho por hacer.

Pablo Chianetta, referente de la Asociación para la Promoción de la Cultura y el


Desarrollo (APCD), advierte sobre el brutal impacto de la deforestación en los
pueblos originarios.
Gentileza: Martin Katz | Greenpeace.
En el oeste de Formosa hasta el 80% de la población es de origen
indígena. En los últimos 30 años, la deforestación de parcelas de monte
nativo para hacer ganadería con pasturas exóticas o soja transgénica se
convirtió en un nuevo vector de presión sobre esos pueblos, sobre quienes
dicen que no precisan tierra, porque no producen nada. “Los criollos nos
dicen que para qué queremos tierras si no tenemos animales, y nosotros les
decimos que para qué quieren animales, si no tienen tierras”, retrucan los
referentes de la comunidad wichi Tres Pozos, ubicada a unos 30 kilómetros
de Las Lomitas.
El desmonte en el noroeste argentino
Formosa desmonta hoy cuatro veces más que antes de la Ley de Bosques:
entre 2002 y 2006 desaparecieron 7.500 hectáreas por año, pero eso se
aceleró en el período 2008/2021 para llegar a las 30.000 hectáreas por año.
“Formosa blanqueó el desmonte con su plan de ordenamiento territorial”,
sintetizó Hernán Giardini, a cargo de la campaña de bosques de Greenpeace
en Argentina.
Ese plan provincial hizo que -según Greenpeace- casi el 80% del territorio
formoseño quedara pintado de verde y fuera así considerado apto para un
cambio en el uso del suelo. “Acá la propuesta es el desmonte, no lo
silvopastoril. Por eso nosotros generamos ideas para tener corredores
biológicos para permitir la circulación de la fauna y de las personas, sino el
territorio queda fragmentado”, agregó Chianetta.

La Comunidad Wichi de Tres Pozos insiste en que el acceso al río es fundamental


para desarrollar su modo de vida y su cultura.
Gentileza: Martin Katz | Greenpeace.

Si bien entre los 10 criterios que fija la Ley de Bosques para “ordenar” la
deforestación aparece la consulta a los pueblos originarios, en la práctica
esto no se cumple. “El criterio 10 para autorizar el cambio en el uso del suelo
es la consulta a las comunidades de pueblos originarios, pero no los
escuchan y las audiencias que hace el gobierno no son vinculantes”, dice el
dirigente social, para quien el problema es que el Estado plantea un modelo
de desarrollo opuesto al de los pueblos originarios.

“El indígena no es un problema, es potencialidad. Vivieron en el Gran Chaco


durante siglos sin destruirlo y nosotros en 100 años lo rompimos. ¿No
tendrán algo para enseñarnos?”, insistió, para detallar que no es fácil trabajar
en la sociedad civil en Formosa, donde hay escasos actores no estatales y los
que existen y cuestionan “son mirados muy de cerca por el poder político y
económico local”.

Una opción de vida


La militancia social de Chianetta, que es veterinario de formación, comenzó
dentro de la Iglesia Católica e incluyó la decisión de dejar la ciudad de
Buenos Aires para instalarse hace más de 30 años en Formosa. “Casi en el
borde del país -suele decir-, casi más allá de los límites”. En la sede local de
la asociación que dirige recibe a un grupo de periodistas invitados por
Greenpeace a conocer la zona cero de la deforestación en Argentina, entre las
cuáles estaba esta cronista.

Las topadoras no sólo derrumban los árboles, también arrasan con la forma de
vida de los pueblos originarios en provincias como Formosa, Salta y Jujuy.

Cuenta que los anglicanos ya venían trabajando con las comunidades wichis
desde principios del siglo pasado, mientras la iglesia católica apoyaba a los
ejércitos. “A principios del siglo XX los wichis eran NN para el Estado
nacional, ni siquiera registraban su existencia, eran invisibles. El anglicanismo
les ofrecía un mundo al cual pertenecer”, recordó.

¿Tierra o territorio?
El acceso a la tierra es una de las claves de los conflictos que atraviesan aún
hoy la vida de las comunidades de pueblos originarios en esa región de
Argentina. Según relata Chianetta, hasta los años 40 del siglo pasado las
comunidades vivían en clanes en el territorio y subsistían gracias a la pesca,
la "algarrobeada" y la cría de pequeños animales, en una economía del
autoabastecimiento.

“No es lo mismo tierra que territorio. La tierra define a la propiedad privada


en su relación con el Estado, mientras que el territorio tiene que ver con el
lugar que habitan estos pueblos culturalmente”, subraya, para agregar que
históricamente la visión estatal fue que las comunidades no precisan grandes
extensiones porque no son grandes productores.

Se estima que hay unas 1.800 comunidades indígenas en todo el país, de las
cuáles unas 180 viven en Formosa como los wichis, que son la mayoría (entre
15 y 20 mil personas), los QOM (10 a 15 mil personas), los pilaguá (unos 5
mil) y los nivaclé. Casi el 7% de la población de la provincia es indígena, sobre
todo en los departamentos del oeste. Históricamente fueron recolectores y
pescadores y el agua (los ríos) está presente en su organización territorial
histórica, así como en toponimia.

La comunidad de Tres Pozos


Una de esas 180 comunidades es la de Tres Pozos, que queda muy cerca de
Las Lomitas y que agrupa a unas 96 familias (cerca de 423 habitantes) que
trabajan en economía de subsistencia criando animales de granja (gallinas,
cabritos, chanchos) y en torno al algarrobo, las artesanías, la madera y la
apicultura.

Los referentes de la comunidad reciben a los periodistas y cuentan que están


organizados en diferentes comisiones dentro de la comunidad. Daniel López,
uno de esos referentes, explica que en la Constitución están expresados los
derechos de los pueblos pre existentes pero que aun así tienen “problemas
amplios” y que uno de ellos es que los productores criollos meten sus
animales a pastorear en su tierra. “El acceso y el control de la tierra es el
principal problema de la comunidad”, repiten.
“Estamos muy en contra del desmonte, queremos preservar la naturaleza,
pensamos al revés que el gobierno porque desmotar no es producir, eso no
es cuidar el territorio. Nuestra cultura de trabajo de la tierra es diferente a la
de ahora”, dice Florencio González.

La comunidad está luchando por preservar una porción de territorio con


acceso al río Bermejo donde hay un antiguo cementerio y restos de una
iglesia de principios del siglo pasado. “El río nos daba la comida antes. Hay
que cuidarlo, para nosotros es muy importante tener acceso y contacto con el
río”, concluye.

También podría gustarte