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1.4. Vicios del consentimiento.

Es un requisito de validez la voluntad o el consentimiento exento de vicios (art. 1445 N° 2).

Art. 1445. Para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad es
necesario:
1º que sea legalmente capaz;
2º que consienta en dicho acto o declaración y su consentimiento no adolezca de vicio;
3º que recaiga sobre un objeto lícito;
4º que tenga una causa lícita.
La capacidad legal de una persona consiste en poderse obligar por sí misma, y sin el ministerio o la
autorización de otra.

Cuando la doctrina se refiere a este requisito, habla de voluntad o consentimiento exenta


de vicios, o de voluntad o consentimiento libre y espontáneo, lo cual es lo mismo.
El art. 1451 señala que los vicios de que puede adolecer el consentimiento son: el error, la
fuerza y el dolo.

Art. 1451. Los vicios de que puede adolecer el consentimiento, son error, fuerza y dolo.

A propósito de los vicios de la voluntad se estudia también la lesión, para establecer si


puede o no considerarse un vicio del consentimiento en nuestro ordenamiento.
El art. 1451 habla de vicios del consentimiento, y es lógico que hable de vicios del
consentimiento y no de la voluntad, porque en estricto rigor lo que se regula es la teoría general
del contrato, sin embargo, estos vicios pueden afectar tanto al consentimiento (requisito de actos
jurídicos bilaterales) como a la voluntad (requisito de actos jurídicos unilaterales); así, por ejemplo,
en un testamento la voluntad puede estar viciada por dolo, fuerza, etc.

1.4.1. El error

Si se examinan las normas del CC, en particular los arts. 1452 y siguientes, se puede
comprobar que el legislador no dio un concepto de error, sino que en estas normas se encuentra
una clasificación y tratamiento de los distintos tipos de errores.
La doctrina define al e r r o r como la ignorancia o el concepto equivocado que se tiene de
la ley, de una cosa, de una persona o de un hecho. Se puede observar que el concepto jurídico de
error es más amplio que el que se utiliza normalmente, ya que el concepto jurídico comprende el
concepto equivocado y, además, la ignorancia.
Dentro del error es posible distinguir dos clases o tipos de errores: el error de derecho y el
error de hecho. El e r r o r d e d e r e c h o no es otra cosa que la ignorancia o el concepto
equivocado que se tiene de la ley; y el e r r o r d e h e c h o , en cambio, es la ignorancia o concepto
equivocado que se tiene de una cosa, persona o hecho en general.
El error de derecho es aquel que se tiene sobre la existencia misma de la ley, sobre su
vigencia, alcance, o sobre su sentido o inteligencia. El art. 1452 se refiere a este tipo de error,
señalando que el error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento.

Art. 1452. El error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento.


Con esto, el legislador quiere decir que las personas no pueden alegar la ignorancia de la
ley para los efectos de excusarse de cumplir con sus obligaciones, ni tampoco para los efectos de
reclamar la nulidad de un acto o contrato. Esta solución es lógica y guarda relación directa con lo
dispuesto en el art. 8, el cual establece una presunción general de conocimiento de la ley. El art.
1452 le da una aplicación práctica al art. 8.

Art. 8. Nadie podrá alegar ignorancia de la ley después que ésta haya entrado en vigencia.

El art. 1452 debe relacionarse también con el art. 706 inc. final, disposición que en materia
posesoria declara que el error de derecho constituye una presunción de mala fe, que no admite
prueba en contrario.

Art. 706. La buena fe es la conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa por medios
legítimos, exentos de fraude y de todo otro vicio.
Así en los títulos translaticios de dominio la buena fe supone la persuasión de haberse recibido la
cosa de quien tenía la facultad de enajenarla, y de no haber habido fraude ni otro vicio en el acto o
contrato.
Un justo error en materia de hecho no se opone a la buena fe.
Pero el error en materia de derecho constituye una presunción de mala fe, que no admite prueba
en contrario.

Sin embargo, el propio CC admite que en determinadas hipótesis una persona pueda
invocar en su favor el error de derecho; esta hipótesis se encuentra a propósito de la figura del
pago de lo no debido (arts. 2297 y 2299). La ley permite lo anterior para evitar el enriquecimiento
sin causa.1

Art. 2299. Del que da lo que no debe, no se presume que lo dona, a menos de probarse que tuvo
perfecto conocimiento de lo que hacía, tanto en el hecho como en el derecho.

Art. 2297. Se podrá repetir aun lo que se ha pagado por error de derecho, cuando el pago no tenía
por fundamento ni aun una obligación puramente natural.

La persona que paga una obligación inexistente tiene derecho a pedir la restitución de lo
pagado, pudiendo invocar un error de derecho o de hecho. El caso más claro es en materia
tributaria, ya que si una persona paga un impuesto que ha sido suprimido, el ordenamiento
jurídico le permite exigir la restitución de lo pagado.

En cuanto al e r r o r d e h e c h o , el legislador se refiere a éste en los arts. 1453 y


siguientes, distinguiendo en estas normas distintas clases de errores de hecho, como son el error
esencial, el error sustancial, el error sobre cualidades accidentales del objeto y el error en la
persona.

a. Error esencial o error obstáculo

Se refiere a esta figura el art. 1453, norma que contempla dentro del error esencial dos
hipótesis distintas: una respecto de la naturaleza del acto o contrato, y otra respecto de la cosa.
1
En este caso el error no vicia, para evitar el mayor valor.
Art. 1453. El error de hecho vicia el consentimiento cuando recae sobre la especie de acto o
contrato que se ejecuta o celebra, como si una de las partes entendiese empréstito y la otra
donación; o sobre la identidad de la cosa específica de que se trata, como si en el contrato de
venta el vendedor entendiese vender cierta cosa determinada, y el comprador entendiese
comprar otra.

El error esencial o error obstáculo, es aquel que recae sobre la naturaleza del acto o
contrato que se ejecuta o celebra, o sobre la identidad específica de la cosa de que se trata. Hay
autores, como ALESSANDRI, que también consideran como error esencial, aquel que recae sobre la
causa de la obligación, por ejemplo, una persona se obliga a pagar una indemnización en la falsa
creencia de haber ocasionado un daño, o una persona se compromete a dar una pensión mensual
a un niño, en la falsa creencia de que es hijo suyo.
La doctrina estima que en este caso hay algo que obsta la formación del consentimiento,
impidiendo el cruce de voluntades, por esto se denomina error obstáculo.

Uno de los problemas relativos a esta materia, es el de determinar la sanción aplicable al


acto en que incurran las partes. A este respecto la doctrina se encuentra dividida, en primer lugar,
está la doctrina que sostiene que el error esencial sería causal de inexistencia, pues el
consentimiento nunca llega a formarse y este es un requisito de existencia del acto jurídico.
Una segunda postura, sostiene que la sanción aplicable en este caso sería la nulidad
absoluta. Quienes comparten esta posición plantean que la inexistencia no es una sanción
reconocida en el CC, y que éste sanciona las hipótesis de falta de voluntad con nulidad absoluta,
para lo cual se apoyan en el art. 1682.

Art. 1682. La nulidad producida por un objeto o causa ilícita, y la nulidad producida por la omisión
de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos
en consideración a la naturaleza de ellos, y no a la calidad o estado de las personas que los
ejecutan o acuerdan, son nulidades absolutas.
Hay asimismo nulidad absoluta en los actos y contratos de personas absolutamente incapaces.
Cualquiera otra especie de vicio produce nulidad relativa, y da derecho a la rescisión del acto o
contrato.

El art. 1682 considera en primer término, en el inc. I, que es causal de nulidad absoluta la
omisión de requisitos establecidos en atención a la naturaleza del acto o contrato, y en el inc. II,
considera que se sanciona también con nulidad absoluta, los actos realizados por personas
absolutamente incapaces, personas que el legislador considera carentes de voluntad y cuyos
actos, como se ha dicho, sanciona con nulidad absoluta; y es en razón de esto que se sostiene que
en el caso del error esencial la sanción también sería la nulidad absoluta, ya que la hipótesis es la
misma, cual es: la ausencia de voluntad.
Existe también una tercera postura, que considera que el error esencial, al igual que los
demás vicios, debe sancionarse con nulidad relativa, esto porque, según se extrae del art. 1682
inc. III, una de las causales de la nulidad relativa es la voluntad viciada. Esta postura se basa
fundamentalmente en un aspecto gramatical de la norma, interpretando literalmente los arts.
1453, 1454 y 1682, ya que el 1454 expresa que el error de hecho "vicia asimismo el
consentimiento" y se refiere a casos de error sustancial, que de acuerdo al art. 1682 se sancionan
con nulidad relativa, y el empleo de la expresión “asimismo” estaría manifestando que el error
esencial del art. 1453 vicia de la misma manera el acto que el error substancial del art. 1454.
Además, la presencia del error esencial perjudica sólo el interés privado de los individuos, por lo
tanto, no es lógico aplicarle los principios de la nulidad absoluta, que impide la ratificación del acto
nulo absolutamente.

Art. 1453. El error de hecho vicia el consentimiento cuando recae sobre la especie de acto o
contrato que se ejecuta o celebra, como si una de las partes entendiese empréstito y la otra
donación; o sobre la identidad de la cosa específica de que se trata, como si en el contrato de
venta el vendedor entendiese vender cierta cosa determinada, y el comprador entendiese
comprar otra.

Art. 1454. El error de hecho vicia asimismo el consentimiento cuando la sustancia o calidad
esencial del objeto sobre que versa el acto o contrato, es diversa de lo que se cree; como si por
alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una masa de
algún otro metal semejante.
El error acerca de otra cualquiera calidad de la cosa no vicia el consentimiento de los que
contratan, sino cuando esa calidad es el principal motivo de una de ellas para contratar, y este
motivo ha sido conocido de la otra parte.

b. Error sustancial o en las calidades esenciales.

Esta figura se regula en el art. 1454 inc. I, y basándose en este artículo se puede definir al
error sustancial como aquel que recae en la sustancia o calidad esencial del objeto sobre el cual
versa el acto o contrato.
La doctrina señala que la s u s t a n c i a corresponde a la materia de la cual se compone la
cosa, o que constituye el objeto del acto jurídico; en otras palabras, es la materia de que se
compone el objeto sobre que recae la obligación. Por ejemplo, hay error substancial si una
persona compra unos candelabros de cobre plateado creyendo que son de plata pura; o si cree
que se compra lana animal y en verdad es sintética.
La c a l i d a d e s e n c i a l según la doctrina, es aquella que le da al objeto su fisionomía
propia, que lo distingue de los demás; por ejemplo, la antigüedad o el valor artístico de un objeto
Conceptualmente se trata de cosas distintas, sin embargo, en la práctica ambos conceptos
se utilizan como sinónimos.
Por lo tanto, el error sustancial puede recaer sobre la sustancia de la cosa, es decir, sobre
la composición o materia del objeto sobre el cual recae la obligación, y también puede recaer
sobre cualquiera otra calidad que es determinante para celebrar el contrato. Por esta razón se ha
entendido como aquel el error que recae sobre cualquiera calidad del objeto que mueve a las
partes a contratar, de tal manera que, si falta ella, no se habría consentido.
La sanción en este caso es indiscutiblemente la nulidad relativa, así como en los otros
vicios del consentimiento.

Uno de los temas, a propósito de la calidad esencial, dice relación con el criterio que debe
utilizarse para determinar si una calidad es o no esencial.
Hay quienes consideran, como el profesor ALESSANDRI, que el criterio que debe utilizarse es
un criterio subjetivo, por lo tanto, habrá que atender a la condición particular del sujeto que ha
celebrado el acto o contrato; como por ejemplo si alguien va a una galería y compra una obra de
arte, para esa persona será una calidad esencial que dicha obra sea original.
Otros, como Avelino LEÓN HURTADO, sostienen que la calidad esencial debe juzgarse de
manera objetiva, por lo tanto, no hay que atender a la intención de los contratantes, sino a la
calidad que la generalidad de la gente le atribuye; por ejemplo, si alguien va a comprar a una
tienda de caballos de carrera, será una calidad esencial (para cualquier persona) que el caballo que
se compra sea un caballo de carrera, por el contrario, si el caballo se compra en un fundo y no es
de carrera, no habría error sustancial para esta postura, pero sí lo habría según la postura del
profesor ALESSANDRI.

c. Error accidental o sobre las calidades accidentales.

Basándose en el art. 1454 inc. II, la doctrina señala que el error accidental es aquel que
recae sobre aquellas calidades de la cosa que ordinariamente son indiferentes para determinar el
consentimiento de las partes.

Art. 1454 inc. II. El error acerca de otra cualquiera calidad de la cosa no vicia el consentimiento de
los que contratan, sino cuando esa calidad es el principal motivo de una de ellas para contratar, y
este motivo ha sido conocido de la otra parte.

Por ejemplo, si alguien va a comprar un libro, normalmente la calidad del papel es


indiferente, por esto el legislador señala que el error accidental no vicia el consentimiento, salvo
que concurran dos circunstancias: que esa calidad del objeto haya sido el principal motivo de una
de las partes para contratar, y el segundo requisito copulativo, es que ese motivo haya sido
conocido por la otra parte.
Por lo tanto, se trata de una calidad accidental que ha sido elevada a la categoría de
esencial y ha sido conocida por la otra parte.

d. Error en la persona.

Se refiere a esta clase de error el art. 1455, norma que señala que el error acerca de la
persona no vicia el consentimiento, salvo que la consideración de esa persona sea la causa
principal del contrato, como lo que ocurre por ejemplo en el contrato de matrimonio.

Art. 1455. El error acerca de la persona con quien se tiene intención de contratar no vicia el
consentimiento, salvo que la consideración de esta persona sea la causa principal del contrato.
Pero en este caso la persona con quien erradamente se ha contratado, tendrá derecho a ser
indemnizada de los perjuicios en que de buena fe haya incurrido por la nulidad del contrato.

En primer lugar, el CC señala que el error en la identidad de la persona, por regla general,
no vicia el consentimiento, ya que el legislador entiende que, normalmente, en los contratos la
identidad de los contratantes no es fundamental a la hora de manifestar el consentimiento. La
excepción a esto, es que la consideración de la persona sea la causa principal del contrato; en este
caso se está en presencia de un contrato intuito persona, esto es, un contrato que se celebra
precisamente en consideración a la persona.
Es posible encontrar en el CC casos de contratos que se celebran en consideración a la
persona, como es el caso del contrato de mandato regulado en el art. 2116, norma que califica a
este contrato como un contrato de confianza, de ahí que el error en la persona en el contrato de
mandato vicie el consentimiento.

Art. 2116. El mandato es un contrato en que una persona confía la gestión de uno o más negocios
a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera.
La persona que confiere el encargo se llama comitente o mandante, y la que lo acepta, apoderado,
procurador, y en general, mandatario.

Otro ejemplo se encuentra respecto del contrato de transacción, regulado en el art. 2446,
el cual es un contrato por el cual las partes terminan extrajudicialmente un litigio pendiente o
precaven uno eventual (art. 2456).

Art. 2446. La transacción es un contrato en que las partes terminan extrajudicialmente un litigio
pendiente, o precaven un litigio eventual.
No es transacción el acto que sólo consiste en la renuncia de un derecho que no se disputa.

Art. 2456. La transacción se presume haberse aceptado por consideración a la persona con quien
se transige.
Si se cree pues transigir con una persona y se transige con otra, podrá rescindirse la transacción.
De la misma manera, si se transige con el poseedor aparente de un derecho, no puede alegarse
esta transacción contra la persona a quien verdaderamente compete el derecho.

También se pueden mencionar los contratos de comodato y donaciones irrevocables.


Los anteriores son ejemplos que se encuentran en el área patrimonial, sin embargo,
también es posible encontrar contratos intuito persona en el ámbito del derecho de la familia,
como, por ejemplo, el contrato de matrimonio, respecto del cual la figura del error en la persona
se consagra en el art. 8 N° 1 de la LMC

Art. 8. Falta el consentimiento libre y espontáneo en los siguientes casos:


1. Si ha habido error acerca de la identidad de la persona del otro contrayente;
2. Si ha habido error acerca de alguna de sus cualidades personales que, atendida la naturaleza o
los fines del matrimonio, ha de ser estimada como determinante para otorgar el consentimiento, y
3. Si ha habido fuerza, en los términos de los artículos 1456 y 1457 del Código Civil, ocasionada por
una persona o por una circunstancia externa, que hubiere sido determinante para contraer el
vínculo.

También respecto del matrimonio, se encuentra otra figura de error en la persona en el


art. 8 N° 2 de la LMC, el cual se refiere al error en las cualidades personales, norma que vino a
zanjar un tema muy discutido en el Derecho civil, ya que por mucho tiempo se pensó en poder
alegar un error en la persona moral, lo cual que quedó resuelto gracias a esta norma 2. Por lo tanto,
no sólo se incluye el error en la identidad de la persona, sino que también cuando éste recae en la
capacidad, estado o condición de la persona.

En cuanto a la sanción, en caso de que se incurra en un error en la persona, hay que decir
que por regla general no hay sanción, pero tratándose de contratos intuito persona, la sanción es
2
En relación a qué error en particular puede alegarse respecto de la persona moral, esto queda entregado al
juez, quien determinará las causales que podrán alegarse para la nulidad del matrimonio de acuerdo al art. 8
N° 2.
la nulidad relativa, y una posible indemnización para la persona con quien erradamente se
contrató sin culpa de ella (art. 1455 inc. II).

Art. 1455 inc. II. Pero en este caso la persona con quien erradamente se ha contratado, tendrá
derecho a ser indemnizada de los perjuicios en que de buena fe haya incurrido por la nulidad del
contrato.

Los errores irrelevantes no vician la voluntad, y estos son los casos en que el interesado
habría realizado el acto aun cuando no hubiera padecido de error.
Finalmente, hay que decir que basta el error de una parte para que se vicie el acto, lo cual
se desprende del art. 1454.

Art. 1454. El error de hecho vicia asimismo el consentimiento cuando la sustancia o calidad
esencial del objeto sobre que versa el acto o contrato, es diversa de lo que se cree; como si por
alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una masa de
algún otro metal semejante.
El error acerca de otra cualquiera calidad de la cosa no vicia el consentimiento de los que
contratan, sino cuando esa calidad es el principal motivo de una de ellas para contratar, y este
motivo ha sido conocido de la otra parte.

Salvo el error esencial, que importa ausencia total de voluntad, los otros tipos de error son
menos graves, por lo que no obstan al nacimiento del acto, pero sí lo vician y permiten su
anulación, por lo cual todas esas clases de error se llaman también, genéricamente e r r o r -
nulidad.

e. Error común.

Esta figura cumple una función completamente distinta a las anteriores que son vicios de
la voluntad, y por ende, causales de nulidad.
El error común, es una figura que permite considerar válido a un acto jurídico aunque éste
no esté apegado estrictamente a la legalidad.
La doctrina lo define como aquel que es compartido por un número considerable de
personas, que permite que un acto sea considerado como válido a pesar de no estar ajustado a la
ley. Esta figura se expresa en la máxima de que el error común constituye derecho.
Este error se fundamenta, según la doctrina, en el interés social, porque se estima que en
determinadas situaciones hay conveniencia en fiarse de las apariencias compartidas por todos o
por un grupo de personas.
Los requisitos que deben concurrir para que se constate esta figura son:

i. Debe tratarse de un error compartido por todos o por la mayoría de las personas de la
localidad en que se celebra el acto o contrato (por el entorno).

ii. El error debe ser excusable, lo que implica exigir que el error tenga un justo motivo. Se
dice que un error es excusable cuando cualquier individuo colocado en la misma situación,
habría cometido el mismo error.
iii. Que el error se produzca de buena fe. Esto alude a la necesidad de que el individuo haya
actuado con la convicción de estar obrando conforme a derecho, aunque no sea así.

En el CC no existe una consagración general de esta figura, pero sí se encuentran casos


particulares en que el legislador la acepta, como por ejemplo, en materia sucesoria el art. 1013 se
refiere al caso en que uno de los testigos está afecto a una inhabilidad, la cual no se manifiesta en
su aspecto o comportación; si bien, por regla general, la falta de una solemnidad trae como
consecuencia la nulidad, en este caso, a propósito de la inhabilidad de los testigos, se hace
referencia al error común en cuanto no se considera inválido el testamento.

Art. 1012. No podrán ser testigos en un testamento solemne, otorgado en Chile:


1. Derogado;
2. Los menores de dieciocho años;
3. Los que se hallaren en interdicción por causa de demencia;
4. Todos los que actualmente se hallaren privados de la razón;
5. Los ciegos;
6. Los sordos;
7. Los mudos;
8. Los condenados a alguna de las penas designadas en el artículo 267, número 7º, y en general,
los que por sentencia ejecutoriada estuvieren inhabilitados para ser testigos;
9. Los amanuenses del escribano que autorizare el testamento;
10. Los extranjeros no domiciliados en Chile;
11. Las personas que no entiendan el idioma del testador; sin perjuicio de lo dispuesto en el
artículo 1024.
Dos a lo menos de los testigos deberán estar domiciliados en la comuna o agrupación de comunas
en que se otorgue el testamento y uno a lo menos deberá saber leer y escribir, cuando sólo
concurran tres testigos, y dos cuando concurrieren cinco.

Art. 1013. Si alguna de las causas de inhabilidad expresadas en el artículo precedente no se


manifestare en el aspecto o comportación de un testigo, y se ignorare generalmente en el lugar
donde el testamento se otorga, fundándose la opinión contraria en hechos positivos y públicos, no
se invalidará el testamento por la inhabilidad real del testigo.
Pero la habilidad putativa no podrá servir sino a uno solo de los testigos.

Art. 1014. En Chile, el testamento solemne y abierto debe otorgarse ante competente escribano y
tres testigos, o ante cinco testigos.
Podrá hacer las veces de escribano el juez de letras del territorio jurisdiccional del lugar del
otorgamiento: todo lo dicho en este título acerca del escribano, se entenderá respecto del juez de
letras, en su caso.

Otro ejemplo se encuentra en materia posesoria, el legislador en el art. 704 da un listado


de títulos que se consideran injustos en materia posesoria, y en el N° 4 hace referencia al título
meramente putativo. La posesión es un hecho jurídicamente protegido, y esto se manifiesta en
que el poseedor puede transformarse en dueño mediante la prescripción adquisitiva, respecto de
la cual el legislador fija las condiciones de la posesión, como, por ejemplo, la buena o mala fe, o si
el título es justo o injusto, según lo cual se adquiere por prescripción adquisitiva ordinaria o
extraordinaria. En este caso se protege la apariencia jurídica del heredero putativo, y es por ello
que el legislador lo protege.
Art. 704. No es justo título:
1. El falsificado, esto es, no otorgado realmente por la persona que se pretende;
2. El conferido por una persona en calidad de mandatario o representante legal de otra sin serlo;
3. El que adolece de un vicio de nulidad, como la enajenación que debiendo ser autorizada por un
representante legal o por decreto judicial, no lo ha sido; y
4. El meramente putativo, como el del heredero aparente que no es en realidad heredero; el del
legatario cuyo legado ha sido revocado por un acto testamentario posterior, etc.
Sin embargo, al heredero putativo a quien por decreto judicial o resolución administrativa se haya
otorgado la posesión efectiva, servirá de justo título el decreto o resolución; como al legatario
putativo el correspondiente acto testamentario que haya sido legalmente ejecutado.

Otro ejemplo está en materia de sociedad, tal como se extrae del art. 2058.

Art. 2058. La nulidad del contrato de sociedad no perjudica a las acciones que corresponden a
terceros de buena fe contra todos y cada uno de los asociados por las operaciones de la sociedad,
si existiere de hecho.

Otro ejemplo, por último, se encuentra en el art. 1575 a propósito del pago.

Art. 1575 inc. II. El pago hecho de buena fe a la persona que estaba entonces en posesión del
crédito, es válido, aunque después aparezca que el crédito no le pertenecía.

El legislador no consagró una norma general para invocar el error común, sin embargo, sí
permite invocar ese error común en casos particulares ¿Podría invocarse el error común en casos
que no están expresamente indicados por el legislador? No existe una respuesta unánime al
respecto, porque el error común va en contra de lo que establece el ordenamiento jurídico. En
opinión del profesor ALESSANDRI, sí se podría invocar el error común en casos no contemplados por
el CC, ya que se trataría de una mera aplicación del principio general que señala que el error
común constituye derecho.

1.4.2. La fuerza.

La fuerza se encuentra regulada en los arts. 1456 y 1457.

Art. 1456. La fuerza no vicia el consentimiento, sino cuando es capaz de producir una impresión
fuerte en
una persona de sano juicio, tomando en cuenta su edad, sexo y condición. Se mira como una
fuerza de este género todo acto que infunde a una persona un justo temor de verse expuesta ella,
su consorte o alguno de sus ascendientes o descendientes a un mal irreparable y grave.
El temor reverencial, esto es, el solo temor de desagradar a las personas a quienes se debe
sumisión y respeto, no basta para viciar el consentimiento.

Art. 1457. Para que la fuerza vicie el consentimiento no es necesario que la ejerza aquel que es
beneficiado por ella; basta que se haya empleado la fuerza por cualquiera persona con el objeto
de obtener el consentimiento.
Al igual que lo que ocurre con el error, no hay una definición legal, es por ello que la
doctrina normalmente define la fuerza como la presión física o moral ejercida sobre la voluntad de
una persona para determinarla a ejecutar un acto jurídico. Sobre la base de la definición dada, es
posible distinguir entre fuerza física y fuerza moral.
La f u e r z a f í s i c a consiste en el empleo de procedimientos materiales de violencia,
como ocurre, por ejemplo, si una persona toma la mano de otra y firma. Si bien la fuerza física
cabe dentro del concepto genérico de fuerza, ocurre que en este caso no existe en estricto rigor
un vicio de voluntad, porque en realidad no hay voluntad, se trata de un caso de ausencia de
voluntad, puesto que la fuerza física reduce a la víctima a un estado puramente pasivo, por lo
tanto, no habría ni consentimiento, ni voluntad, sino una falsa apariencia de ellos. De ahí que
cuando se hable de fuerza como vicio del consentimiento, debe entenderse a la fuerza moral.
La f u e r z a m o r a l consiste en amenazas o intimidaciones que pueden ser hechas tanto a
la integridad física como síquica de la persona. La doctrina habla de la fuerza moral como la
presión sicológica que se ejerce sobre la voluntad de una persona, a fin de que ésta celebre un
determinado acto jurídico; se dice también que corresponde a las amenazas dirigidas contra un
individuo para hacer que nazca en su espíritu un temor insuperable.
La fuerza vicio debe provenir necesariamente de una acción humana, no es fuerza vicio,
por ejemplo, vender una cosa porque no se tiene que comer (este es un caso de estado de
necesidad), como tampoco lo son las circunstancias sociales, políticas y económicas. El estado de
necesidad no puede invocarse como vicio para la nulidad del contrato, como se verá más adelante.

Los r e q u i s i t o s d e l a f u e r z a p a r a q u e v i c i e e l c o n s e n t i m i e n t o , son:

i. Q u e l a f u e r z a s e a g r a v e . Esto implica que la fuerza debe tener una intensidad


importante, y el legislador entiende que la fuerza cumple con este requisito cuando es
capaz de producir una impresión fuerte en personas de sano juicio, tomando en cuenta su
edad, sexo y condición3. El criterio que utiliza el legislador es subjetivo, en el sentido que
atiende a las condiciones particulares del sujeto respecto del cual se ejerce la fuerza.
Como se exige que cause una impresión fuerte en una persona que está en su sano juicio,
se entiende que la amenaza debe ser verosímil, es decir, que ofrezca posibilidades de
realizarse. No presentaría este carácter, por ejemplo, la amenaza que se hace a una
persona de mandarla a la Luna en un aeroplano, si no consiente en un contrato.
La gravedad es el elemento fundamental y cuantitativo, el que finalmente decide a la
persona a celebrar el contrato.

Art. 1456 inc. I. La fuerza no vicia el consentimiento, sino cuando es capaz de producir una
impresión fuerte en una persona de sano juicio, tomando en cuenta su edad, sexo y
condición. Se mira como una fuerza de este género todo acto que infunde a una persona
un justo temor de verse expuesta ella, su consorte o alguno de sus ascendientes o
descendientes a un mal irreparable y grave.

El art. 1456 señala que se mira como fuerza de este género todo acto que infunde a una
persona un justo temor de verse expuesta ella, su consorte o alguno de sus ascendientes o
descendientes a un mal irreparable y grave, lo que corresponde a una presunción de
fuerza grave, es decir, concurriendo estas amenazas se habla de fuerza grave. El legislador
presume que estas amenazas producen una impresión fuerte.

3
Se entiende por persona de sano juicio, una persona psíquicamente normal.
El mal irreparable y grave puede recaer sobre la persona o también en los bienes, o en
otras personas que no están mencionadas en el art. 1456 (por ejemplo, una novia), ya que
las personas mencionadas por el art. 1456 tienen por objeto establecer una presunción,
pero ello no obsta para que haya otros casos en los cuales quien alega el vicio de fuerza,
será el que deba probar que el constreñimiento le produjo una impresión fuerte.
Tratándose de las personas mencionadas en el art. 1456, basta probar que se amenazó en
forma verosímil al contratante, para que se repute que la fuerza produjo una impresión
fuerte.

ii. L a f u e r z a d e b e s e r i n j u s t a o i l e g í t i m a . La fuerza es injusta cuando es contraria


a derecho, es decir, cuando su ejercicio no está amparado por el ordenamiento jurídico.
Dicho de otra manera, la fuerza es injusta o ilegítima cuando el procedimiento o la
amenaza de que se vale la persona que la ejerce, no son aceptados por la ley o el derecho
(este es el elemento cualitativo de la violencia).
Sobre este particular, hay que tener presente el art. 1456 inc. II, el cual se refiere al temor
reverencial, que es aquel temor a las personas sólo por respeto; y este temor, no vicia el
consentimiento.

Art. 1456 inc. II. El temor reverencial, esto es, el solo temor de desagradar a las personas a
quienes se debe sumisión y respeto, no basta para viciar el consentimiento.

iii. L a f u e r z a d e b e s e r d e t e r m i n a n t e , es decir, según la doctrina, debe haber sido


empleada con el objeto preciso de obtener una determinada declaración de voluntad
(ésta debe ser el efecto de aquella). Sin embargo, esto no pone énfasis en el aspecto
fundamental, ya que lo determinante debe ser analizado desde el punto de vista del
sujeto pasivo, por lo tanto, la fuerza es determinante cuando ha sido eficaz para que un
individuo manifestare una intención distinta a la que realmente tenía.

iv. L a f u e r z a d e b e s e r a c t u a l . Hay autores que también consideran como requisito, el


que la fuerza sea actual, lo que implica que haya sido ejercida necesariamente al
momento de la celebración del acto o contrato. Sin embargo, también hay quienes
consideran que la actualidad se encuentra dentro del tercer requisito, esto es, dentro del
requisito que exige que la fuerza sea determinante.

Para nuestra legislación, el acto en que incide la fuerza moral que reúne los requisitos de
grave, injusta y determinante, existe, pero con un vicio que lo expone a ser invalidado. Así, la
sanción para la fuerza moral es la nulidad relativa, de conformidad con lo dispuesto por el art.
1682 inc. final.

De acuerdo con el art. 1457, para que la fuerza vicie el consentimiento, no es necesario
que la ejerza aquel que es beneficiado por ella, sino que basta con que se haya empleado la fuerza
por cualquier persona con el objeto de obtener el consentimiento.

Art. 1457. Para que la fuerza vicie el consentimiento no es necesario que la ejerza aquel que es
beneficiado por ella; basta que se haya empleado la fuerza por cualquiera persona con el objeto
de obtener el consentimiento.
El legislador consideró en esta norma que cualquiera sea el causante de la fuerza, esto es
un vicio suficiente; esto se debe a que generalmente el que quiere presionar a otro para que
celebre un contrato se vale de terceros, lo que difiere a lo que ocurre con el dolo, el cual debe
provenir necesariamente de la otra parte.

En cuanto a la p r u e b a d e l a f u e r z a , l a fuerza es un hecho, y como tal, puede ser


acreditado por todos los medios de prueba que franquea la ley.
Como se dijo anteriormente, en el art. 1456 el legislador contiene una presunción que dice
relación con la gravedad, y para que opere esta presunción, quien la invoca va a tener que
acreditar todos los elementos a partir de los cuales el legislador establece la presunción.

Por último, en relación con la fuerza, es necesario referirse al e s t a d o d e n e c e s i d a d ,


en cuanto a la posibilidad de invocarlo como un vicio de la voluntad. Se trata de determinar qué
consecuencias derivan cuando una persona impulsada por una necesidad imperiosa, realiza un
acto que en otras condiciones no hubiera realizado (bajo peligro inminente o en una situación de
violencia).
En el estado de necesidad un sujeto que se sienta amenazado por un hecho de la
naturaleza (como un naufragio, un incendio) o por un acto del hombre (como el secuestro de una
o más personas), para evitar el daño que teme en su persona o en sus bienes, adopta un
determinado comportamiento que produce un perjuicio a terceros o resulta perjudicial para los
propios intereses del sujeto. En estas emergencias suelen celebrarse contratos que algunos llaman
necesarios, en donde el sujeto necesitado estipula con otro para que le salve la vida o sus bienes
materiales o la vida o los bienes materiales de un pariente o un amigo; por ejemplo, un súbito
incendio atrapa en un cuarto rodeado por las llamas a un niño y un familiar pacta con un valiente
un precio para que entre en la casa y saque de ella a los que están a punto de morir quemados; o
la persona que está en peligro de morir, para lograr que otra persona la ayude y salve su vida, le
dona un bien (hechos de la naturaleza);.o el secuestro de un hijo por cuya liberación se pide un
subido rescate (hecho el hombre), así, si el padre tiene el dinero, se limita a pagar (bajo influencia
de violencia o fuerza moral) y el resto corre por cuenta de la policía, pero si no tiene la suma
requerida, el padre deberá pedir un préstamo, o vender sin demora alguna cosa; todos esos
contratos se celebran a causa del estado de peligro.
Se producen en las hipótesis planteadas una situación semejante a la fuerza, ya que tanto
en ésta como en aquella se presentan al sujeto similares alternativas de reacción: en la fuerza,
resistirse a ella o ceder a la amenaza prestando el consentimiento; en el estado de necesidad,
soportar el peligro que lo amenaza, aceptando implícitamente los daños que podrían irrogarse a
su persona o bienes, o tratar de sustraerse a la situación de peligro, adoptando el comportamiento
que estime adecuado para lograr tal objetivo. Pero el estado de necesidad y la fuerza se
diferencian, según VIAL DEL RÍO, porque en el primero, la coacción psicológica puede derivar de un
hecho natural o humano, en tanto en la segunda, el apremio o amenaza proviene necesariamente
del hombre; además, en el estado de necesidad, el hecho que lo provoca no está encaminado a
obtener una manifestación de voluntad en un determinado sentido, en cambio en la fuerza, el
apremio va directamente dirigido a obtener el consentimiento de la víctima.

El profesor ALESSANDRI considera que no se puede invocar el estado de necesidad como


vicio de la voluntad, esto principalmente porque el legislador no lo consideró ni como vicio del
consentimiento, ni como causal de nulidad. Por lo tanto, basándose en el art. 1545, dicho acto es
válido. A la misma solución llega VIAL DEL RÍO, señalando que el acto tampoco puede rescindirse por
lesión enorme, ya que ésta es casuística, y el legislador no consideró la lesión creada por un estado
de necesidad.

Art. 1545. Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser
invalidado
sino por su consentimiento mutuo o por causas legales.

Otros autores, como el profesor Carlos DUCCI, consideran que el estado de necesidad
puede asimilarse a la fuerza, y por lo tanto, podrían anularse aquellos contratos en que una de las
partes obtuvo ventajas desmesuradas al aprovecharse del estado de necesidad de la otra. Sin
embargo, ALESSANDRI critica esta postura, porque si constituye fuerza, entonces sería anulable sin
necesidad de atender a si la contraparte se benefició o no.
También hay quienes, como el profesor Rafael VALENZUELA, creen que, al no poder anularse
el acto por fuerza, quedaría una laguna legal, por lo tanto, el juez deberá pronunciarse conforme
al espíritu general de la legislación o a la equidad natural (art. 24 del CC y 170 N° 5 del CPC), y los
principios de equidad pueden decirnos que el acto debe ser declarado ineficaz o modificado.

Art. 24. En los casos a que no pudieren aplicarse las reglas de interpretación precedentes, se
interpretarán los pasajes obscuros o contradictorios del modo que más conforme parezca al
espíritu general de la legislación y a la equidad natural.

Art. 170. Las sentencias definitivas de primera o de única instancia y las de segunda que
modifiquen o revoquen en su parte dispositiva las de otros tribunales, contendrán:
5. La enunciación de las leyes, y en su defecto de los principios de equidad, con arreglo a los cuales
se pronuncia el fallo.

ALESSANDRI no cree que sea un caso de laguna legal, en cuanto los estados de necesidad se
dan por supuestos en algunos contratos rescindibles por lesión, ya que está implícito que la
desproporción se explica por la ligereza, la inexperiencia o, casi siempre, por el estado de
necesidad de la parte lesionada (por ejemplo, la persona que vende un cuadro de un pintor
famoso por la cuarta parte de su valor real); por lo tanto, esa es la solución legal, ya que él es
partidario de la ampliación del campo de la lesión, en vistas a que nuestro legislador civil sólo la
formuló para casos determinados y taxativos (ALESSANDRI señala que una de las reformas que exige
el CC, está una que contemple dicha acción general).

1.4.3. El dolo.

El art. 44 inc. final contiene un concepto de dolo, señalando que es la intención positiva 4
de inferir injuria a la persona o propiedad de otro.

Art. 44 inc. final. El dolo consiste en la intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad
de otro.

Lo primero que hay que señalar, es que el dolo es una figura que no solamente interesa
dentro del ámbito de celebración de actos y contratos, ya que se trata de una institución que
4
Positiva no es en el sentido de que solamente se puede cometer con acción, ya que existe el dolo con
omisión, es en el sentido de deliberada, dándole fuerza a la intención.
interesa en distintos campos del derecho civil, campos que según la doctrina son principalmente
tres:

i. En primer término, el dolo actúa en la fase de celebración de actos y contratos, fase en la


cual actúa como un vicio de la voluntad o consentimiento, y por ende, como causal de
nulidad del acto.
El dolo es un concepto legalmente definido, sin embargo, la doctrina sostiene que el
concepto del art. 44 se identifica de mejor manera con el dolo como elemento del delito
civil o como fuente de responsabilidad civil extracontractual, ya que no da una idea
acertada de lo que es el dolo como vicio de la voluntad.
La doctrina ha elaborado un concepto de d o l o v i c i o , definiéndolo como el conjunto de
maquinaciones fraudulentas que realiza uno de los contratantes con el objeto de inducir al
otro a consentir en un contrato, que de no mediar tales maquinaciones, jamás habría
celebrado.
Se dice también que el dolo consiste en el empleo, por una de las partes, de
maquinaciones, trampas, artificios, mentiras o engaños, respecto de otra persona, con el
fin de inducirla a consentir en un contrato que, a no mediar dichas maniobras, jamás
habría celebrado.
El profesor Rafael VALENZUELA dice que el dolo como vicio del consentimiento, consiste en
el artificio o maquinación que se emplea con el propósito de inducir a errar a una persona
o de mantener a esa persona en el error en que se encuentra, con la finalidad de decidirla
a celebrar un acto jurídico determinado.

ii. Un segundo ámbito en que actúa el dolo es en la fase de ejecución, es decir, en la fase de
cumplimiento del contrato, fase en la cual actúa como agravante de la responsabilidad
civil contractual.
Al legislador no le es indiferente la causa que ha provocado el incumplimiento de un
contrato, así, el régimen de responsabilidad civil adoptado por el CC es un régimen de
responsabilidad subjetiva, es decir, para que el incumplimiento de un contrato genere
responsabilidad para el deudor, es menester que este incumplimiento le sea imputable, le
sea atribuible a título de dolo o culpa.
Como se dijo, al legislador en sede contractual no le es indiferente si el incumplimiento de
un contrato se produjo por dolo o por culpa, y dentro del ámbito de la responsabilidad
subjetiva, el legislador considera que es mucho más grave el incumplimiento doloso, esto
es, aquel que estaba motivado por la intención de dañar a otro, lo que se traduce en que
el legislador amplía la indemnización del contratante doloso. Así, el contratante que
dolosamente incumple un contrato, está obligado a responder por perjuicios que otros no
responden (perjuicios imprevistos; art. 1558).

Art. 1558. Si no se puede imputar dolo al deudor, sólo es responsable de los perjuicios que
se previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato; pero si hay dolo, es responsable
de todos los perjuicios que fueron una consecuencia inmediata o directa de no haberse
cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento.
La mora producida por fuerza mayor o caso fortuito no da lugar a indemnización de
perjuicios.
Las estipulaciones de los contratantes podrán modificar estas reglas.
Por regla general, en caso de incumplimiento el deudor sólo responde de los perjuicios
previstos o que pudieron preverse al tiempo del contrato, en cambio, en caso de dolo, el
deudor está obligado a responder por todos los perjuicios que hayan sido una
consecuencia inmediata y directa del incumplimiento, sean previstos o no.

iii. En el ámbito de la responsabilidad civil extracontractual, el dolo opera como elemento del
delito civil, y por ende, como fuente de responsabilidad civil extracontractual. El legislador
en el art. 2284, entrega una definición de delito civil, señalando que el delito es el hecho
ilícito cometido con la intención de dañar.

Art. 2284. Las obligaciones que se contraen sin convención, nacen o de la ley, o del hecho
voluntario de una de las partes. Las que nacen de la ley se expresan en ella.
Si el hecho de que nacen es lícito, constituye un cuasicontrato.
Si el hecho es ilícito, y cometido con intención de dañar, constituye un delito.
Si el hecho es culpable, pero cometido sin intención de dañar, constituye un cuasidelito.
En este título se trata solamente de los cuasicontratos.

Los delitos civiles, al igual que los cuasidelitos civiles, constituyen fuente de
responsabilidad civil aquiliana, porque quienes los cometen están obligados a indemnizar
los perjuicios resultantes de ellos, así lo indica el art. 2314, el cual señala que el que ha
cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la
indemnización.

Art. 2314. El que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es
obligado a la indemnización; sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el
delito o cuasidelito.

A diferencia de lo que ocurre en sede contractual, al legislador en este ámbito le es


indiferente si el daño fue causado con dolo o culpa, ya que sea que se cometa un delito o
un cuasidelito civil, la extensión de la reparación es la misma, porque en este ámbito la
extensión de la reparación se establece en función del daño; aquí se dice que “el daño es
la medida de la responsabilidad”. En relación con los daños patrimoniales, la afirmación
anterior es absoluta, en cambio, con los daños morales no ocurre lo mismo, por lo menos
así lo ha entendido la jurisprudencia, ya que hay fallos que consideran más grave el daño
moral causado con dolo; sin embargo, no hay una norma que respalde esto.

Por lo tanto, los civilistas tienen una noción única de dolo, en cuanto es la intención
positiva de inferir un perjuicio a la persona o propiedad de otro, ya sea incitándolo a negociar, o
defraudándolo en el cumplimiento de una obligación, o ya sea causándole un daño por causárselo.
El dolo en sí mismo no sería el vicio, sino el error a que él conduce. Según VIAL DEL RÍO,
tanto en el error como en el dolo existe por parte de la víctima una falsa representación de la
realidad, lo cual atenta contra la voluntad. Pero la diferencia entre uno y otro está en que, en el
error, la falsa representación que se hace el sujeto surge en forma espontánea, en cambio en el
dolo, la falsa representación no surge en forma espontánea, sino, de manera provocada por las
maquinaciones o maniobras fraudulentas fraguadas por otra persona para engañar o inducir a
error. Es por ello que al dolo se le define como el error provocado engañando a otro.
Pero es necesario tener presente que el dolo constituye un vicio del consentimiento
distinto del error y, por lo mismo, una causa por sí relevante para anular un acto; y aun cuando el
error provocado por el dolo no sea relevante, el acto en que éste incide va a ser ineficaz por haber
tenido como causa el dolo. En otras palabras, el dolo induce a error, por lo tanto, debido a ese
error se contrata, y si ese error no es suficiente para viciar el consentimiento, como él se debió a
dolo, se puede desentender del error y anular el contrato por dolo.

Respecto a las c l a s i f i c a c i o n e s d e l d o l o , l a doctrina lo clasifica desde distintos


puntos de vista:

i. Una primera clasificación distingue entre dolo bueno y dolo malo. El d o l o b u e n o


corresponde a halagos, exageraciones, lisonjas en que incurre una parte con el objeto de
influenciar a su contraparte. Se denomina dolo bueno, porque no se realiza con la
intención de engañar; por tanto, esta figura no vicia el consentimiento. Incurren en dolo
bueno algunos vendedores y actores jurídicos, y hay un grado en que la ley lo permite. 5
El d o l o m a l o es el dolo vicio, aquel que no se limita a exagerar las ventajas del objeto,
sino que se realiza con la intención positiva de engañar, de inferir injuria a la persona o
propiedad de otro.

ii. Otra clasificación distingue entre dolo positivo y dolo negativo. El d o l o p o s i t i v o o


p o r a c c i ó n es aquel que supone la realización de un hecho por parte del sujeto que lo
emplea.
El d o l o n e g a t i v o o p o r o m i s i ó n es aquel que consiste en una abstención. Es
importante señalar que para que el silencio pueda considerarse como doloso, es menester
que el sujeto haya estado obligado por ley, por la costumbre, o por las circunstancias del
caso, a hacer una declaración, y es necesario también que haya habido un perjuicio para la
otra parte, perjuicio que para estos efectos se traduce en haber celebrado un acto, que de
no haber existido el silencio, la persona no habría celebrado, o bien, celebrarlo en
condiciones distintas a aquellas en que se habría celebrado si la persona hubiese hablado.
Un ejemplo de dolo por omisión, son los vicios redhibitorios u ocultos.

iii. Una tercera clasificación distingue entre dolo principal y dolo incidental. D o l o
p r i n c i p a l es aquel de tal naturaleza, que determina a una persona a celebrar un acto o
contrato, que de no haber mediado éste, la persona no lo habría celebrado. Por lo tanto,
dolo principal es aquel que ha sido determinante para contratar.
D o l o i n c i d e n t a l es aquel que no determina la celebración misma del acto jurídico,
pero sí lleva a concluirlo en condiciones distintas a las que se hubiese celebrado de no
mediar este dolo. Es decir, se celebra de todas formas el contrato, pero en condiciones
menos favorables a si no hubiera concurrido el dolo.
Hay dolo principal si una persona pide al vendedor unos candelabros de plata y éste le
entrega, a sabiendas, unos de cobre plateado. Pero el dolo sería solo incidental, si el
cliente pide determinados candelabros y el vendedor, a fin de obtener mejor precio,
asegurara que son de plata sin serlo.

5
CARIOTA FERRARA señala que el dolo bueno consiste en el comportamiento lícito, realizado con astucia,
malicia, halagos, jactancias, propaganda, incitaciones e insistencias que se consideran permitidas en la vida
de los negocios o, en general, en las relaciones sociales o jurídicas; para este tipo de dolo, cualquier sujeto
del mundo del derecho está preparado y habituado. De lo anterior se desprende que el dolo bueno es un
engaño menor, producto de las exageraciones que son normales en el comercio a través de las cuales el
comerciante pondera su producto.
Respecto a los r e q u i s i t o s q u e d e b e t e n e r e l d o l o p a r a q u e v i c i e e l
c o n s e n t i m i e n t o , basándose en el art. 1458 inc. I, es que se puede afirmar que debe reunir
copulativamente los siguientes requisitos:

i. Que sea obra de parte.

ii. Que sea principal, esto es, que aparezca claramente que sin él no se habría contratado.

Art. 1458. El dolo no vicia el consentimiento sino cuando es obra de una de las partes, y cuando
además aparece claramente que sin él no hubieran contratado.
En los demás casos el dolo da lugar solamente a la acción de perjuicios contra la persona o
personas que lo han fraguado o que se han aprovechado de él; contra las primeras por el total
valor de los perjuicios, y contra las segundas hasta concurrencia del provecho que han reportado
del dolo.

Concurriendo los requisitos señalados en la norma, el dolo vicia el consentimiento, y, por


ende, el acto o contrato será susceptible de anularse, concretamente, el dolo constituye causal de
nulidad relativa.
Si no se cumplen los requisitos, el dolo igual produce consecuencias jurídicas, pero
distintas al vicio del consentimiento; a estas consecuencias se refiere el inc. II del art. 1458, que
señala que en los demás casos el dolo dará lugar a indemnización de perjuicios, es decir, en estos
casos el dolo da origen a la responsabilidad civil, ya que el sujeto debe indemnizar perjuicios a la
víctima. Por lo tanto, si el dolo es incidental, o si es principal pero no obra de una de las partes, no
vicia el acto, sino que da lugar a la indemnización de perjuicios.

¿Qué ocurre con el dolo en actos jurídicos unilaterales? Es lógico que el art. 1458 se refiera
a actos jurídicos bilaterales, ya que se ubica dentro de la teoría general del contrato. La doctrina a
partir de distintas disposiciones del CC, llega a la conclusión de que, tratándose de actos jurídicos
unilaterales, para que el dolo vicie la voluntad, basta con que haya sido principal, esto es,
determinante para celebrar el acto, siendo irrelevante en este caso quien haya sido el autor de la
maquinación. La doctrina extrae esto de distintas normas, como son:

i. El art. 968 Nº 4, que admite el dolo en el testamento.

Art. 968. Son indignos de suceder al difunto como herederos o legatarios:


4. El que por fuerza o dolo obtuvo alguna disposición testamentaria del difunto, o le
impidió testar.

ii. El art. 1237, que está referido a la repudiación de las asignaciones hereditarias y
testamentarias. La repudiación es un acto jurídico unilateral, y el legislador reconoce que
puede anularse por dolo.

Art. 1237. Ninguna persona tendrá derecho para que se rescinda su repudiación, a menos
que la misma persona o su legítimo representante hayan sido inducidos por fuerza o dolo
a repudiar.

iii. Otro caso se da en materia de sociedad conyugal, en el art 1782. Ocurre que, en materia
de sociedad conyugal, la ley le reconoce a la mujer un derecho absoluto de aceptar o
repudiar los gananciales generados durante la vigencia de ésta, y el art. 1782 señala que la
renuncia a los gananciales no puede rescindirse, a menos que haya dolo.

Art. 1782. Podrá la mujer renunciar mientras no haya entrado en su poder ninguna parte
del haber social a título de gananciales.
Hecha una vez la renuncia no podrá rescindirse, a menos de probarse que la mujer o sus
herederos han sido inducidos a renunciar por engaño o por un justificable error acerca del
verdadero estado de los negocios sociales.
Esta acción rescisoria prescribirá en cuatro años, contados desde la disolución de la
sociedad.

En cuanto a la p r u e b a d e l d o l o , el art. 1459 señala que el dolo no se presume, sino en


los casos específicamente previstos por la ley; en los demás casos debe probarse. El dolo puede
probarse por cualesquiera de los medios de prueba que franquea la ley.

Art. 1459. El dolo no se presume sino en los casos especialmente previstos por la ley. En los demás
debe probarse.

Esta norma es consecuente con la presunción general de buena fe contenida en el art. 707,
por lo tanto, si la buena fe se presume, la mala fe hay que probarla 6 (la presunción implica probar
los hechos de los cuales se deduce dicha presunción). La doctrina señala que hay en este artículo
un alcance general.7

Art. 707. La buena fe se presume, excepto en los casos en que la ley establece la presunción
contraria.
En todos los otros la mala fe deberá probarse.

Excepcionalmente el dolo se presume en los siguientes casos:

i. El art. 706 dice que el error de derecho constituye una presunción de mala fe, que no
admite prueba en contrario.

6
Hay que señalar que dolo y mala fe no son lo mismo, ya que, según ALESSANDRI, el dolo es una forma de la
mala fe, y para determinar el concepto de esta última, es preferible es aclarar su antítesis, la buena fe; al
respecto se distinguen dos especies: la buena fe objetiva y la subjetiva. La buena fe objetiva es el leal
comportamiento que se tiene en las relaciones con los demás (art. 1546). La buena fe subjetiva, en cambio, es
la convicción o creencia firme de que se actúa conforme a la ley cuando, pero en realidad no es así, por
encontrarse la persona en un estado de ignorancia, o tener un erróneo conocimiento, creencia u opinión acerca
de una determinada situación jurídica. Por tanto, la mala fe, a partir de la buena fe subjetiva, se puede definir
como un actuar con conocimiento de que se hace en contra del ordenamiento jurídico. Es importante manejar
estos conceptos, ya que la profesora MEJÍAS los pregunta en muchas ocasiones.
7
El art. 707, sobre la presunción de buena fe, aunque se encuentra ubicada en el título “De la posesión”, se ha
entendido que es una norma general, así lo revelan los términos amplios y comprensivos en que está
redactada, y porque sería absurdo presumir la buena fe sólo en la posesión y no en otras instituciones, siempre
que especial y formalmente la ley no establezca lo contrario. El carácter general o especial de una norma
depende de su propia naturaleza y no de su ubicación en una ley o en un Código. En consecuencia, según
ALESSANDRI, la presunción de buena fe, en los términos en que está concebida en la mencionada disposición,
se aplica no sólo tratándose de la buena fe en sentido subjetivo, sino también respecto de la buena fe en
sentido objetivo, y cabe en todos los casos en que la ley no disponga lo contrario.
Art. 706. La buena fe es la conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa por
medios legítimos, exentos de fraude y de todo otro vicio.
Así en los títulos translaticios de dominio la buena fe supone la persuasión de haberse
recibido la cosa de quien tenía la facultad de enajenarla, y de no haber habido fraude ni
otro vicio en el acto o contrato.
Un justo error en materia de hecho no se opone a la buena fe.
Pero el error en materia de derecho constituye una presunción de mala fe, que no admite
prueba en contrario.

ii. En el art. 968 Nº 5, el legislador dice que es indigno de suceder al difunto el que
dolosamente ha ocultado el testamento, presumiéndose dolo por el mero hecho de la
detención u ocultación.

Art. 968. Son indignos de suceder al difunto como herederos o legatarios:


5. El que dolosamente ha detenido u ocultado un testamento del difunto, presumiéndose
dolo por el mero hecho de la detención u ocultación.

iii. Otro caso es el art. 1301 a propósito del albaceazgo, norma que prohíbe al albacea llevar a
efecto las disposiciones del testamento que sean contrarias a la ley, acusándosele en este
caso de dolo.

Art. 1301. Se prohíbe a el albacea llevar a efecto ninguna disposición del testador en lo
que fuere contraria a las leyes, so pena de nulidad, y de considerársele culpable de dolo.

Respecto a la c o n d o n a c i ó n d e l d o l o , el dolo no puede condonarse o renunciarse


anticipadamente, ya que habría objeto ilícito. El dolo sólo puede perdonarse una vez cometido o
conocido por la otra parte; por ello el art. 1465 dispone que la condonación del dolo futuro no
vale, esto implica que el legislador considera inválidas las cláusulas en virtud de las cuales las
partes renuncian a reclamar la nulidad del contrato en caso de dolo.

Art. 1465. El pacto de no pedir más en razón de una cuenta aprobada, no vale en cuanto al dolo
contenido en ella, si no se ha condonado expresamente. La condonación del dolo futuro no vale.

Por último, es necesario referirse a la s a n c i ó n d e l d o l o . Si el dolo es principal y obra


de parte, vicia el consentimiento, y por ende, el acto será susceptible de anularse. En los demás
casos sólo se generará una acción de perjuicios, en el caso de los que lo fraguaron, por el total del
contrato, y en el caso del que se aprovechó, éste responde por el monto del provecho.
No es necesario que los que se han aprovechado del dolo tengan conocimiento de él, o
que el acto jurídico del cual se reporta provecho diga relación con el dolo. Basta que se haya
cometido por un tercero y ser fuente de lucro.

1.4.4. La lesión.

La lesión se analiza con el objeto de establecer cuál es la naturaleza de esta figura, y si se


puede considerar o no como vicio de la voluntad o del consentimiento. Esto surge principalmente,
porque en otros ordenamientos jurídicos se le ha considerado como un vicio subjetivo de la
voluntad.
La doctrina define normalmente a la lesión como el perjuicio pecuniario que sufre una de
las partes contratantes al celebrar un contrato oneroso conmutativo, derivado de la
desproporción de las prestaciones recíprocas, recibiendo de la otra un valor inferior al de la
prestación que suministra.
Dada la definición, se hace necesaria una explicación previa en cuanto a qué son los
contratos onerosos conmutativos, explicación que se basa en los arts. 1440 y 1441.

Art. 1440. El contrato es gratuito o de beneficencia cuando sólo tiene por objeto la utilidad de una
de las partes, sufriendo la otra el gravamen; y oneroso, cuando tiene por objeto la utilidad de
ambos contratantes, gravándose cada uno a beneficio del otro.

Art. 1441. El contrato oneroso es conmutativo, cuando cada una de las partes se obliga a dar o
hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra parte debe dar o hacer a su vez; y si
el equivalente consiste en una contingencia incierta de ganancia o pérdida, se llama aleatorio.

El c o n t r a t o o n e r o s o es aquel que tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes,


gravándose cada uno en beneficio del otro, como, por ejemplo, el contrato de compraventa, o el
de arrendamiento.
El art. 1441 subclasifica a los contratos onerosos en contratos onerosos conmutativos y
contratos onerosos aleatorios, y señala que es c o n m u t a t i v o cuando cada una de las partes se
obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra parte debe dar o hacer
a su vez. La característica fundamental de los contratos onerosos conmutativos, es que son
aquellos en que las partes están en condiciones de prever cual será el resultado económico de la
operación.
Los contratos onerosos a l e a t o r i o s , son aquellos en que el equivalente consiste en una
contingencia incierta de ganancia o pérdida, como por ejemplo, vender una cosecha de manzanas
en $200.000; lo que caracteriza a estos contratos, es que las partes no están en condiciones de
prever el resultado económico de la operación.
La regla general, la constituyen los contratos onerosos conmutativos, y la lesión es una
figura que sólo tiene aplicación tratándose de dichos contratos, porque se trata de una figura que
fiscaliza la falta de equivalencia entre las prestaciones de las partes, lo que sólo es exigible
tratándose de contratos onerosos conmutativos y no de contratos onerosos aleatorios.

En cuanto al tema de la l e s i ó n e n n u e s t r o o r d e n a m i e n t o , la lesión no es una


figura que tenga un tratamiento sistemático en el CC, lo que existe en el CC, son casos en los cuales
el legislador la ha sancionado.
Surge así la primera característica de la lesión, cual es que es c a s u í s t i c a , y al analizar los
casos en que el legislador la ha sancionado, surge una segunda característica, que consiste en que
en nuestro sistema la lesión constituye un v i c i o o b j e t i v o , ya que el legislador para configurar
la lesión atiende exclusivamente a las prestaciones de las partes, concretamente a su falta de
equivalencia, con independencia de cualquier consideración subjetiva; el criterio es aritmético, al
legislador le es indiferente porque se llegó a esa desproporción.
En nuestro sistema la lesión no constituye un vicio de la voluntad. La realidad del CC es
distinta a la que existe en otros ordenamientos jurídicos, en los cuales se considera que la lesión es
un vicio subjetivo, es un vicio de la voluntad, y en dichos ordenamientos lo que se sanciona, es el
hecho de que una de las partes, aprovechándose del estado de necesidad, de la ignorancia, o de la
falta de preparación de la otra, haya obtenido condiciones económicas más ventajosas.
En Chile, según se comprobará, la lesión es un vicio objetivo, porque el legislador atiende
para su configuración exclusivamente a la desproporción de las prestaciones de las partes, con
total prescindencia de las causas que la hayan generado. En segundo término, como se ha dicho, la
lesión es casuística, porque sólo se aplica en los casos en que el legislador la sanciona, no
constituye una figura de aplicación general, por lo que sería errado sostener que el legislador exige
como requisito de los contratos la igualdad de las prestaciones.
En tercer término, hay que señalar que la lesión se sanciona sólo cuando es enorme, esto
es, cuando la desproporción alcanza cierta magnitud definida por el legislador.

Respecto a la s a n c i ó n d e l a l e s i ó n , ésta no tiene asignada en el CC una sanción


única, como ocurre con los vicios de la voluntad; en algunos casos la sanción es la rescisión del
acto, esto es, la nulidad relativa, y en otros casos la sanción consiste en una adecuación o
readecuación de las prestaciones de las partes, como lo que ocurre con el mutuo.
Los casos en que el legislador sanciona la lesión son:

i. En primer lugar, se encuentra la hipótesis sancionada en los arts. 1888 y siguientes, los
cuales se refieren al contrato de compraventa. Se señala en el art. 1888, que el contrato
de compraventa puede rescindirse por lesión enorme.

Art. 1888. El contrato de compraventa podrá rescindirse por lesión enorme.

Teniendo en cuenta lo dispuesto en el art. 1891, se llega a la conclusión de que los


contratos de compraventa que son susceptibles de rescindirse por lesión enorme, son
exclusivamente aquellos que recaen sobre bienes raíces y que no se hagan por el
ministerio de la justicia. Un ejemplo de un contrato de compraventa que se haga por el
ministerio de la justicia, es una venta forzada de un bien raíz en un juicio ejecutivo; se
excluyen estos contratos porque el legislador entiende que existe suficiente garantía al ser
hecha la venta por el ministerio de la justicia.

Art. 1891. No habrá lugar a la acción rescisoria por lesión enorme en las ventas de bienes
muebles, ni en las que se hubieren hecho por el ministerio de la justicia.

Aquí se demuestra la clara preferencia del legislador de proteger a los bienes raíces.
El art. 1889 señala cuando se entiende haber lesión enorme, señalando que, en el caso del
vendedor, éste sufre lesión enorme cuando el dinero que recibe es menor a la mitad del
justo precio; y en caso del comprador, este sufre lesión enorme cuando el justo precio de
la cosa que compra, es inferior a la mitad del precio que paga por ella.

Art. 1889. El vendedor sufre lesión enorme, cuando el precio que recibe es inferior a la
mitad del justo precio de la cosa que vende; y el comprador a su vez sufre lesión enorme,
cuando el justo precio de la cosa que compra es inferior a la mitad del precio que paga por
ella.
El justo precio se refiere al tiempo del contrato.

Quien fija el justo precio en cada caso es el juez, y la jurisprudencia ha dicho que el justo
precio de un bien raíz, no corresponde a su avalúo fiscal.
En caso de configurarse una situación de lesión enorme, según el art. 1890, en general, el
efecto se traduce en que el contratante perjudicado queda facultado para solicitar la
rescisión del contrato, esto es, para solicitar la nulidad relativa.

Art. 1890. El comprador contra quien se pronuncia la rescisión, podrá a su arbitrio


consentir en ella, o completar el justo precio con deducción de una décima parte; y el
vendedor en el mismo caso, podrá a su arbitrio consentir en la rescisión, o restituir el
exceso del precio recibido sobre el justo precio aumentado en una décima parte.
No se deberán intereses o frutos sino desde la fecha de la demanda, ni podrá pedirse cosa
alguna en razón de las expensas que haya ocasionado el contrato.

La nulidad en este caso es especial, porque la ley permite que se purgue (sanee) la lesión;
de ahí que la acción rescisoria de la lesión es de una naturaleza especial, y la Corte de
Apelaciones de Santiago ha declarado que, por ello, no se rige por los arts. 1682 y
siguientes del título XX (“de la nulidad y la rescisión”) del Libro IV, sino por las disposiciones
del párrafo 13 (“de la rescisión de la venta por lesión enorme) del título XXIII (“de la
compraventa”) del libro IV, porque no nace de ningún vicio proveniente de la incapacidad
de los contratantes, de error o de dolo.
Lo particular, como se ha señalado, es que el legislador en esta norma permite que,
declarada la nulidad, la parte en contra de la cual se pronunció la resolución, enerve dicha
resolución completando o restituyendo el precio recibido, y el legislador aumenta en una
décima parte lo que se debe completar o restituir, porque considera que es una ganancia
legítima.

ii. El segundo caso de lesión está en el contrato de permuta, el cual según el art. 1897, es un
contrato en que las partes se obligan mutuamente a dar una especie o cuerpo cierto por
otro.

Art. 1897. La permutación o cambio es un contrato en que las partes se obligan


mutuamente a dar una especie o cuerpo cierto por otro.

El art. 1900 se refiere a la lesión en el contrato de permuta, y específicamente, a la


permuta de bienes raíces.

Art. 1900. Las disposiciones relativas a la compraventa se aplicarán a la permutación en


todo lo que no se oponga a la naturaleza de este contrato; cada permutante será
considerado como vendedor de la cosa que da, y el justo precio de ella a la fecha del
contrato se mirará como el precio que paga por lo que recibe en cambio.

iii. El tercer caso se encuentra a propósito de la aceptación de una asignación hereditaria. El


art. 1234 contiene un caso de lesión, y señala que sólo puede rescindirse una aceptación
hecha con fuerza o dolo, o por una lesión grave, que es la que disminuye el valor total de
la asignación en más de la mitad; esta lesión no debe haber sido conocida al momento de
aceptar.8
8
Para VODANOVIC, éste no sería un caso de lesión en sentido técnico, sino de perjuicio a consecuencia de la
ignorancia, del error, que jurídicamente comprende a ésta. Y como no es imputable a la persona que acepta la
asignación, la ley por razones de justicia, le permite "rescindir" la aceptación.
Art. 1234. La aceptación, una vez hecha con los requisitos legales, no podrá rescindirse,
sino en el caso de haber sido obtenida por fuerza o dolo, y en el de lesión grave a virtud de
disposiciones testamentarias de que no se tenía noticia al tiempo de aceptarla.
Esta regla se extiende aun a los asignatarios que no tienen la libre administración de sus
bienes.
Se entiende por lesión grave la que disminuyere el valor total de la asignación en más de la
mitad.

iv. Otro caso se encuentra en materia de partición de bienes (partición de comunidad),


específicamente en el art. 1348, que señala que la rescisión por causa de lesión se concede
al que ha sido perjudicado en más de la mitad de su cuota.

Art. 1348. Las particiones se anulan o se rescinden de la misma manera y según las mismas
reglas que los contratos.
La rescisión por causa de lesión se concede al que ha sido perjudicado en más de la mitad
de su cuota.

v. Otro caso se encuentra en materia de mutuo. Aquí hay que tener presente el art. 2206 del
CC y los arts. 6 y 8 de la Ley 18.010 sobre Operaciones de Crédito de Dinero (el CC regula el
mutuo de cosa fungible distinta al dinero, y el mutuo de dinero se regula en la ley 18.010).

Art. 2206. El interés convencional no tiene más límites que los que fueren designados por
ley especial; salvo que, no limitándolo la ley, exceda en una mitad al que se probare haber
sido interés corriente al tiempo de la convención, en cuyo caso será reducido por el juez a
dicho interés corriente.

Art. 6. Interés corriente es el interés promedio cobrado por los bancos y las sociedades
financieras establecidas en Chile en las operaciones que realicen en el país, con exclusión
de las comprendidas en el artículo 5º. Corresponde a la Superintendencia de Bancos e
Instituciones Financieras determinar las tasas de interés corriente, pudiendo distinguir
entre operaciones en moneda nacional, reajustables o no reajustables, en una o más
monedas extranjeras o expresadas en dichas monedas o reajustables según el valor de
ellas, como asimismo, por el monto de los créditos, no pudiendo establecerse más de dos
límites para este efecto, o según los plazos a que se hayan pactado tales operaciones.
Los promedios se establecerán en relación con las operaciones efectuadas durante cada
mes calendario y las tasas resultantes se publicarán en el Diario Oficial durante la primera
quincena del mes siguiente, para tener vigencia hasta el día anterior a la próxima
publicación.
Para determinar el promedio que corresponda, la Superintendencia podrá omitir las
operaciones sujetas a refinanciamientos o subsidios u otras que, por su naturaleza,
distorsionen la tasa del mercado.
No puede estipularse un interés que exceda en más de un 50% al corriente que rija al
momento de la convención, ya sea que se pacte tasa fija o variable. Este límite de interés
se denomina interés máximo convencional.
Será aplicable a las operaciones de crédito de dinero que realicen los bancos, lo dispuesto
en el inciso primero del artículo 17 de la ley Nº 19.496 y la obligación de información que
contempla la letra c) del artículo 37 de la misma ley citada, debiendo identificarse el
servicio que la origina.

Art. 8. Se tendrá por no escrito todo pacto de intereses que exceda el máximo
convencional, y en tal caso los intereses se reducirán al interés corriente que rija al
momento de la convención.
En todo caso, cuando corresponda devolver intereses en virtud de lo dispuesto en esta ley,
las cantidades percibidas en exceso deberán reajustarse en la forma señalada en el
artículo 3°, inciso primero.

Conforme al art. 2206, el interés máximo convencional es el que sobrepasa en más de 50%
al interés corriente, y en este caso la sanción de la lesión, es la rebaja hasta el interés
corriente. Por ejemplo, si el interés corriente es 100, habrá lesión si se pacta un interés en
151.
El art. 6 inc. IV de la ley 18.010 señala que el interés máximo convencional es hasta un 50%
del interés corriente, y el art. 8 establece la sanción para los pactos que excedan el
máximo convencional, que es la rebaja hasta el interés corriente.

vi. Otro caso es la anticresis, cuyo concepto se encuentra en el art. 2435, el cual señala que es
un contrato en que se le entrega al acreedor una cosa raíz para que se pague con sus
frutos.

Art. 2435. La anticresis es un contrato por el que se entrega al acreedor una cosa raíz para
que se pague con sus frutos.

De acuerdo al inc. II del art. 2443, los intereses que se estipularen estarán sujetos, en el
caso de lesión enorme, a la misma reducción que en el caso del mutuo.

Art. 2443. Las partes podrán estipular que los frutos se compensen con los intereses, en su
totalidad, o hasta concurrencia de valores.
Los intereses que estipularen estarán sujetos en el caso de lesión enorme a la misma
reducción que en el caso de mutuo.

vii. Por último, se encuentra el caso de la cláusula penal, que según el art. 1535, es aquella en
que una persona para asegurar el cumplimiento de una obligación, se somete a una pena
en caso de incumplimiento.

Art. 1535. La cláusula penal es aquella en que una persona, para asegurar el cumplimiento
de una obligación, se sujeta a una pena, que consiste en dar o hacer algo en caso de no
ejecutar o de retardar la obligación principal.

El art. 1544 señala que se puede pedir la rebaja de la pena en todo lo que exceda el doble
del valor principal.

Art. 1544. Cuando por el pacto principal una de las partes se obligó a pagar una cantidad
determinada, como equivalente a lo que por la otra parte debe prestarse, y la pena
consiste asimismo en el pago de una cantidad determinada, podrá pedirse que se rebaje
de la segunda todo lo que exceda al duplo de la primera, incluyéndose ésta en él.
La disposición anterior no se aplica al mutuo ni a las obligaciones de valor inapreciable o
indeterminado.
En el primero se podrá rebajar la pena en lo que exceda al máximum del interés que es
permitido estipular.
En las segundas se deja a la prudencia del juez moderarla, cuando atendidas las
circunstancias pareciere enorme.

En cuanto a la s a n c i ó n d e l a l e s i ó n e n g e n e r a l , como se ha visto, la lesión es una


figura que carece de una sanción única, en algunos casos es la nulidad relativa del acto en que
incide, como ocurre con la compraventa o la permuta, y en otros la sanción es una reducción de la
desproporción de las prestaciones de las partes, tal como ocurre en el mutuo o en la cláusula
penal.
En el derecho comparado contemporáneo, la lesión tiene lugar en todo tipo de actos
jurídicos y se le atribuye un carácter subjetivo, en el sentido de sancionar al que ha querido
lucrarse a expensas del empobrecimiento de otro, explotando intencionalmente la necesidad, los
apuros, la ligereza o inexperiencia del otro contratante.

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