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Prólogo

2018 fue sin duda un año trascendente en la vida política


de México, después de 7 décadas en las que el pueblo fue
sistemáticamente excluido de las decisiones del país, las
mayorías se unen y levantan la voz llevando a la
presidencia del país a Andrés Manuel López Obrador un
candidato incómodo para los medios de comunicación.

AMLO, como lo nombran sus seguidores, ofreció a los


ciudadanos un gobierno orientado a las mayorías más
pobres, pero al mismo tiempo fomenta un clima
conciliador hacia los grandes empresarios y la inversión
extranjera. La mezcla de estos dos factores genera
incertidumbre y nerviosismo en las clases medias (los
pobres no temen porque tienen poco o nada que perder y
los ricos, cuentan con los recursos para dejar el país
cuando ya no les convenga su estancia en México), pero
aparte de este quizá justificado nerviosismo, sus
seguidores han depositado en él una real esperanza para
terminar o atenuar la flagelante desigualdad económica
causada por políticas neoliberales practicadas por los
anteriores gobiernos.

Evidentemente las elecciones fueron polémicas,


pero de ninguna manera podemos decir que resultaron
cerradas, López Obrador capitalizó el descontento popular
acumulado por décadas y se levantó con más de la mitad
del total de los sufragios emitidos, el doble de los
obtenidos por su más cercano competidor, el panista
Ricardo Anaya Cortés; sin embargo, en el transcurso de la
contienda electoral, se manifestó un México dividido por
serias barreras económicas y sociales; una población
polarizada, viviendo en un precario equilibrio basado en
paradigmas casi dogmáticos.

La evolución de la sociedad mexicana, influenciada


por sus experiencias históricas, ha creado dos grupos
monolíticos, antagónicos y aparentemente
irreconciliables, por un lado una gran mayoría, que ve la
necesidad de un cambio inmediato y el resto, que apuesta
por la continuidad del sistema neoliberal, muy pocos
mexicanos han podido sustraerse a este proceso, la
radicalización política ha creado antagonismos en el
interior de familias y círculos sociales, se aplica
interpersonalmente el “Si no estás conmigo, estás contra
mí”.

Esta división social tiene un origen muy profundo,


que se remonta hasta el México prehispánico, en el que el
resultado natural de las frecuentes guerras, era la total
sumisión del vencido, el pueblo derrotado resultaba
esclavizado por el vencedor, esta práctica influyó para que
cuando llegaron a nuestro territorio los expedicionarios
españoles al mando de Hernán Cortés, les fuera suficiente
vencer a algunos de los pueblos que tributaban a la gran
Tenochtitlan , para reunir un ejército indígena capaz de
derrotar a los poderosos mexica; sin este principio de
sumisión, aunado a la epidemia de viruela y la superioridad
de sus armas y bestias, Cortés no habría podido tomar con
solo 1,300 soldados españoles una ciudad defendida por
cerca de sesenta mil guerreros.

Consumada la conquista, los peninsulares pasaron


a formar la élite de la sociedad colonial, en premio a su
servicio, el Rey de España les otorgó las mejoras tierras y
les asigna un número determinado de “naturales” con la
encomienda de convertirlos a la fe católica, mismos que los
conquistadores arbitrariamente utilizaron en su provecho
como mano de obra gratuita para la explotación de los
cultivos, la minería o los bosques, el trato generalizado era
una esclavitud disfrazada; los indígenas debilitados y
disminuidos, formaron el estrato más bajo de la sociedad,
su comportamiento era noblemente sumiso; sin embargo,
los encomenderos se dieron cuenta que los naturales
carecían de la fuerza física necesaria para los rudos
trabajos de la minería y el cultivo de la caña de azúcar, por
lo que optaron por adquirir esclavos africanos para
dedicarlos a las labores más rudas. Los africanos tenían
como desventaja un carácter rebelde, carecían de la
docilidad de los indígenas, por lo que los propietarios de
los campos y minas, se veían obligados a incrementar su
vigilancia sobre ellos, los castigos para los esclavos
rebeldes eran severos y a ellos no los protegía la corona
como a los naturales, por lo que su llegada fue la inserción
de un estrato social inferior a los indígenas; muchas veces
ese trato diferenciado entre esclavos y naturales
desaparecía a criterio de la clase española dominante,
propiciando una natural identificación entre ellos.
Consumada la Independencia, con la abolición de la
esclavitud y de las castas, ambos grupos, empobrecidos
por 300 años de miseria y explotación, se incorporaron en
forma desventajosa a una nueva sociedad independiente,
que seguía considerando de manera informal, el derecho
natural de superioridad de la raza blanca, las mejores
tierras y recursos seguían en manos de los criollos,
descendientes de los antiguos encomenderos
peninsulares, el resto de la población, desposeída, vivía un
aceptado servilismo hacía los propietarios.
Este modelo social prevaleció en México durante
500 años, una sociedad basada en la discriminación y
rindiendo tributo al extranjero.

En el México actual, es ventajoso ser de tez blanca


y características raciales de origen europeo, un sector de
la población admira y envidia la forma de vida de los
Estados Unidos o de algunos países europeos, pero un
indígena es difícilmente aceptado en los círculos formados
por la élite extranjerizante,

En diferentes regiones del país son usados y


aceptados adjetivos como: “indio”, “naco”, “teco”,
“prieto», “cambujo», “patarajada”, “bembo” o “chundo”
como sinónimos de analfabeta, ignorante, maleducado o
grosero; quizá con cierta razón, el nivel educativo de la
población blanca es 40% superior al del resto de los
mexicanos; en contraparte el analfabetismo, la pobreza
alimentaria, la población carcelaria y la mortandad infantil,
son características casi exclusivas de la llamada “clase
baja”.

El acceso a los mejores puestos públicos y empleos


privados, está reservado para personas egresadas de
universidades privadas, en donde la población es
mayoritariamente blanca, cuándo una persona de origen
indígena logra ascender en la escala social, fruto de un gran
esfuerzo y talento, sus logros son exacerbados por la clase
dominante, (resaltando claramente su origen), para servir
de ejemplo de inclusión y aliciente de superación por
medio del trabajo arduo y productivo, mismo que
finalmente será utilizado en beneficio de la minoría
dominante.

Una porción de la sociedad admite y vende como


cierta, la idea de que existe un grupo de mexicanos
preparados, educados y cultos capaces de ejercer el
gobierno y tomar las decisiones más adecuadas para el
país, descalificando a la mayoría popular invocando su
falta de educación, aquí se presenta la disyuntiva social:
¿Quiénes tienen los méritos suficientes para pertenecer a
esa selecta minoría? la clase media se divide, los que se
sienten pertinentes o identificados con esa élite y los que
no.

Finalmente, en 2018 le lucha por la presidencia en


México no se desarrolló entre candidatos, ni siquiera entre
partidos (que fueron ridículamente intrascendentes), fue
un choque de frente entre dos formas de pensar, entre dos
modos de vida distintos, el rumbo del país deberá ser
consecuente con esta decisión, el nuevo gobierno podrá
ser bueno o malo, podrá acertar y fallar, pero fue la
voluntad del pueblo la que le otorgó el poder y el pueblo
al igual que da, puede quitar.
Existe un gran interrogante: ¿Acaso no tuvimos una
revolución para terminar con esta desigualdad y para vivir
en democracia? ¿No fue suficiente la lucha de nuestros
abuelos para lograrlo? La respuesta es un ¡No!
contundente, la Revolución Mexicana fue un movimiento
confuso, en ella los líderes nunca se pusieron de acuerdo
si el objetivo de la lucha armada, eran los cambios políticos
o los cambios sociales.

Los logros populares terminaron por ser


secuestrados por una facción oportunista, interesada en el
poder y con un falso sentido social, la explotación solo
cambio de manos, salvo un cortísimo periodo
postrevolucionario de cambios, las políticas sociales han
fracasado una tras otra, los mismos gobiernos
postrevolucionarios se han encargado de revertirlas o
adecuarlas en beneficio de las minorías; de esta manera,
existen muy pocos mexicanos con una idea clara de una
revolución confundida entre una gran cantidad de
caudillos, héroes y villanos, se mal entiende el proceso, los
gobiernos “emanados de la revolución” han tergiversado
los acontecimientos históricos de acuerdo a sus intereses,
los objetivos iniciales se perdieron en el camino, solo fue
un cambio en el poder, sin nada de democrático, social o
popular, fue una pelea entre caudillos por la dirigencia del
país.
¿En qué fallamos? ¿En que seguimos fallando?

Es preciso conocer y entender el movimiento: La


revolución es iniciada por Francisco I. Madero, un
aristócrata hijo de terratenientes, educado en Europa, con
la romántica inquietud de implantar en México la
democracia, que era un tema de moda entre los
intelectuales europeos de la época, pero tras la muerte de
Madero, ni el pueblo ni los caudillos sobrevivientes
entendían plenamente el concepto, al término de la lucha
armada, cuándo un jefe militar se veía en el poder,
adicionaba variantes a la supuesta democracia para
aseguraran su permanencia o la de sus partidarios en el
cargo, ¡Y así hemos vivido más de 100 años!

En este trabajo explico sintéticamente la


Revolución Mexicana, con un enfoque simple y objetivo,
analizo desde un punto de vista objetivo, sus antecedentes
y consecuencias, tratando de hacer llegar mi opinión a
aquellas personas que cuestionan válida pero
confusamente la situación actual de México, recopilo a mi
criterio, los puntos y acontecimientos más importantes y
su reflejo en el mundo actual, esperando que el resultado
sea de su agrado y contribuya a esclarecer algunas de las
razonables dudas que existen, sobre todo en las nuevas
generaciones de mexicanos.

Manuel Garfias MMXXI


El Porfiriato Vicios y virtudes

El General Porfirio Díaz llega al poder por primera vez en


1876, gracias al triunfo de la Revolución de Tuxtepec,
levantamiento iniciado por él mismo, ante su
inconformidad por la reelección de Sebastián Lerdo de
Tejada, de esta manera se inicia el periodo que conocemos
como “El Porfiriato”, cuya característica fue un gobierno
central, fuerte y autoritario, y que concluyó en 1911 con el
supuesto triunfo de la Revolución Mexicana.

El Porfiriato fue una época de progreso para


México, la continuidad en el gobierno propició un largo
periodo de estabilidad y crecimiento, la alta sociedad
disfrutaba de un estilo de vida equiparable al que se veía
en las grandes capitales.

La economía se basaba en la explotación del campo


y de los recursos naturales por medio de haciendas,
mismas que generaron grandes fortunas para una élite de
terratenientes, herederos de los antiguos encomenderos
españoles, que desde tiempos coloniales detentaban la
posesión de las mejores tierras y recursos, el pueblo
mayoritariamente analfabeta, servía en las haciendas
recibiendo jornales de subsistencia, los trabajadores vivían
atados a los hacendados por una semi esclavitud,
obligados por deudas impagables y hereditarias, no
existían leyes que normaran la relación laboral, por lo que
quedaba a capricho de los dueños el salario y el trato
otorgado a los trabajadores, los castigos por ausencia,
embriaguez o baja productividad incluían desde arbitrarios
descuentos al jornal, hasta azotes, pasando por encierros
en la cárcel particular de la hacienda.

El gobierno brindaba la seguridad y el medio


propicio para hacer de las haciendas un negocio redituable
para los dueños, los robos y asaltos en los caminos eran
controlados por medio de las llamadas Defensas Rurales,
una organización paramilitar que frecuentemente
ejecutaba a los presuntos delincuentes sin un juicio de por
medio; por supuesto, el mismo grupo armado era utilizado
para reprimir cualquier intento de sublevación o para
asesinar a algún personaje incómodo para el gobierno.

La estructura política estaba basada en


compadrazgos, los gobernadores eran elegidos por el
presidente, para garantizar su fidelidad al régimen, estos a
su vez escogían a los jefes políticos de su estado, dentro de
su círculo cercano. La élite militar era controlada por
medio de cotos de poder a la sombra de la presidencia. De
esta manera el presidente prevenía un golpe de estado
proveniente de algún militar descontento.

El auge de las actividades agrícolas y la riqueza


generada por ellas, favoreció la diversificación regional de
cultivos, enfocada a productos que tenían amplia
demanda internacional: Café, caña de azúcar, henequén,
algodón, cacao, vainilla y maderas finas; por otro lado, la
antigua minería colonial se enriqueció con nuevas
tecnologías importadas de Inglaterra, Alemania o los
Estados Unidos, llevando a México a ocupar el primer lugar
mundial en la extracción de plata.

Cobijados por el sistema surgieron inversionistas,


en su mayoría extranjeros, que empezaron a desarrollar
una industria orientada a la transformación de los
productos que ofrecía el campo, así surgieron: Molinos de
trigo, ingenios azucareros, fundiciones, fábricas de papel,
de cigarros, de aguardiente. Se invirtieron grandes
cantidades en el desarrollo de los ferrocarriles, que
proporcionaron el medio de transporte necesario para
transportar mercancías del interior del país hasta los
puertos y fronteras para ser exportados.

La industria heredó de las haciendas el sistema


laboral: jornadas largas, salarios de subsistencia,
condiciones de trabajo insalubres y peligrosas y castigos
enérgicos por bajo rendimiento o indisciplina, de esta
manera nació en México la clase obrera.

El crecimiento de un sistema productivo


industrializado se vio frenado por la baja preparación de
los trabajadores y empleados, (Los empresarios,
hacendados y aristócratas contrataban educadores
privados o enviaban a sus hijos a estudiar al extranjero). La
gran mayoría de los trabajadores, de extracción rural,
carecían de los conocimientos y habilidades indispensables
para desempeñar los trabajos que se les encomendaban,
por lo que se planteó la necesidad de proporcionar al
pueblo una educación básica, necesaria para el desarrollo
económico, el gobierno de Díaz retoma las iniciativas de
educación popular de Benito Juárez (laica y gratuita) y
plantea la necesidad de crear escuelas públicas y normar
la educación, que en ese tiempo era impartida
mayoritariamente en las iglesias católicas.

El gobierno convoca a varios congresos con el fin de


sentar las bases de una educación popular, influenciados
por los trabajos de Heinrich Pestalozzi y Friedrich Froebel,
se plantea el proyecto de construir un sistema oficial, para
educar generaciones aptas para participar en la sociedad
industrializada. En 1882 se celebra el “Congreso Higiénico
Pedagógico” en donde se abordaron bajo que condiciones
higiénicas y ambientales, se debería impartir la educación;
la instrucción buscaba la salud física del alumno, dejando
en segundo término el desarrollo intelectual.

En 1890 se celebra un segundo congreso, en él se


plantea de manera concreta un plan de estudios, enfocado
de acuerdo a la edad del educando. Finalmente, en 1910
se celebra otro congreso en que se aborda la
permeabilidad del sistema educativo; sin embargo, le
penetración de la educación nunca cumplió sus objetivos,
se trabajó mucho en planes y proyectos, pero no en la
aplicación, el pueblo presentaba una tenaz resistencia a la
educación, la que consideraba irrelevante, propia de la
clase adinerada; el alcance de la estructura educativa era
demasiado corto y las condiciones socioeconómicas de la
mayoría de la población no permitía excluir a los niños de
la economía familiar, por lo que los avances fueron
mínimos, apenas suficientes para generar una limitada
clase media, que sin contar con una gran preparación, ya
no era presa del analfabetismo y la ignorancia, así
surgieron escribanos, enfermeros, comerciantes y
periodistas.

El mandato del Gral. Porfirio Díaz fue fuertemente


aplaudido por la aristocracia, que resultaba favorecida por
la mano firme del gobierno; el Presidente, halagado,
respondía con su compromiso de seguir sirviendo a México
con entrega y patriotismo. El general se convenció que era
el único personaje capaz de asegurar la paz y el progreso
necesario, para convertir a México en una nación
comparable a las potencias mundiales, con esta visión el
presidente aceptó ser reelegido y ocupar por siete
ocasiones la presidencia entre 1876 y 1911, continuidad
que solo fue interrumpida por el periodo de 1880 a 1884,
en que cedió el mandato a su amigo y compadre Manuel
González.

Resulta históricamente irónico que la permanencia


en el poder de Porfirio Díaz se haya dado después de que
el caudillo encabezara los movimientos del “Plan de la
Noria”, contra la reelección de Benito Juárez y del “Plan de
Tuxtepec”, contra la reelección de Sebastián Lerdo de
Tejada; más aún, que el lema de este último movimiento
haya sido “Sufragio efectivo no reelección”, utilizado
posteriormente por Francisco I. Madero contra la
reelección del propio Díaz.

Visto desde esta perspectiva, es evidente una


transformación radical en la ideología del General Díaz y
en la percepción que la ciudadanía tenía de él, llega al
poder con la investidura del héroe contra la intervención
francesa, un militar áspero y rudo, de modales rústicos,
pero al final de sus mandatos, Díaz se había convertido en
un hombre sereno y analítico, de aspecto y modales
elegantes, que dominaba los idiomas inglés y francés,
vestía con gran elegancia y se rodeaba de intelectuales y
aristócratas. El General recibió durante su gobierno, las
más altas condecoraciones otorgadas por los gobiernos
extranjeros, mismas que lucía en su uniforme de gala en
las solemnes ceremonias en las que participaba.
Hombre sagaz e inteligente, Díaz se supo rodear de
ingenieros, médicos, y artistas, especialistas en economía,
en educación, en relaciones internacionales, y protocolo,
destacando un influyente grupo conocido como “Los
Científicos” liderado por José Yves Limantour Marquet,
hábil financiero nacido en México de padres franceses,
este grupo proporcionaba al presidente la asesoría y el
consejo necesario para abordar los problemas del país y
tomar las decisiones más adecuadas, todas sus sugerencias
eran cuidadosamente analizadas por el propio presidente,
el cual aceptaba y rechazaba de acuerdo a su criterio, Díaz
nunca cedió el poder absoluto, aún sus colaboradores y
amigos más cercanos vivían amedrentados por la fuerte
personalidad del presidente.

Ricardo Flores Magón Las primeras oposiciones al régimen


porfirista

Por mucho tiempo las manifestaciones contrarias al


gobierno de Porfirio Díaz, no pasaron de ser aislados
motines regionales. encabezados por algún jefe militar
inconforme con la distribución del poder por parte del
caudillo, las mismas eran prontamente controladas o
reprimidas por el régimen. La prensa era controlada por el
estado por medio del periódico El Imparcial que se
encargaba de difundir noticias y publicar editoriales que
exaltaban la labor del gobierno, las pequeñas
publicaciones independientes y que de alguna manera
ejercían cierta opinión opositora, eran vigiladas y
controladas de manera de dar la apariencia de un clima de
libertad de expresión, pero en cuento externaban algún
contenido considerado peligroso, eran cerradas,
destruidas y sus editores encarcelados.

En el año de 1892, en la tercer reelección de


Porfirio Díaz, tuvieron lugar una serie de movimientos
civiles contra el gobierno, encabezadas por un joven
Oaxaqueño, estudiante de jurisprudencia llamado Ricardo
Flores Magón, poseedor de un pensamiento rebelde y
radical, organizó varias protestas estudiantiles contra el
régimen, mismas que fueron reprimidas por la policía, los
participantes y sus dirigentes fueron detenidos y
“cuereados”, el brote de inconformidad fue visto por el
presidente con paternal benevolencia, que nunca
vislumbró un verdadero peligro a la estabilidad del
gobierno y le permitían mostrarse como bondadoso y
tolerante.

Ricardo ya para entonces mostraba un fuerte


sentido social y crítico, colaboraba en el periódico “El
Demócrata”, propiedad del abogado, intelectual y artista
Joaquín Clousell. En 1900 abandona sus estudios de leyes
y busca sin encontrar un medio propicio para difundir sus
ideas radicales, de esta manera decide fundar el periódico
«Regeneración» de crítica y oposición al régimen, esta
publicación irrita fuertemente al gobierno, lo que provoca
que Flores Magón sea encarcelado y torturado con el fin
de atemperar sus ataques, al abandonar la cárcel se dice
que el presidente ordeno sobornar a Flores Magón,
entonces de 27 años y convencerlo de continuar
publicando artículos con una oposición moderada que
legitimara la libertad de expresión, pero sin poner en
riesgo la estabilidad del gobierno –esta mula quiere mais,
(no maíz), habría dicho Porfirio Díaz, aludiendo a que el
joven periodista, podría ser fácilmente controlado por
medio del soborno (los conocidos actualmente como
«chayotes»); sin embargo, en 1901, Ricardo participa en
San Luis Potosí, junto a otros conocidos radicales en el
Congreso de Clubes Liberales, en este foro ataca con fuerza
la corrupción y la desigualdad social fomentada por el
gobierno, al llegar las noticias al presidente, ordena
encarcelar nuevamente a Ricardo y el cierre definitivo de
su periódico “Regeneración” tratando de terminar así con
la fuente de rebeldía.

Al abandonar la cárcel después de un año de


encierro, Flores Magón renta y se convierte en Director
editorial del periódico de sátira política “El hijo del
Ahuizote”, formando mancuerna con el grabador y
caricaturista José Guadalupe Posadas, el 5 de febrero de
1903, durante la celebración del aniversario de la
Constitución de 1857, fija en el balcón de las oficinas del
periódico un gran crespón negro con la leyenda “La
Constitución ha muerto”; esta manifestación le costó ser
nuevamente encarcelado por un año y condenado al exilio,
una vez liberado en 1904 parte hacía Laredo Texas, en
donde publica nuevamente su periódico “Regeneración”,
reviviendo sus actividades de crítica subversiva.

En 1905 participa en la organización del Partido


Liberal Mexicano, uniéndose a otros conocidos activistas
como Juan Sarabia, Librado Rivera y su hermano Enrique
Flores Magón, en 1906 es formalmente constituido el
partido en los Estados Unidos con una línea de oposición
clara al gobierno de Díaz, sus principios políticos y sociales,
muy avanzados para aquella época, incluían:

Principio de no reelección

Abolición de la pena de muerte

Abolición de delitos políticos y la liberación de


presos por motivos políticos.

Educación básica obligatoria

Establecimiento de un salario mínimo

Reducción de la jornada laboral

Expropiación de latifundios y tierras ociosas.


Los principios del partido fueron difundidos en
forma clandestina desde los Estados Unidos y fueron un
factor determinante en los movimientos obreros de
Cananea en 1906 y Río Blanco en 1907, ambos
movimientos desembocaron en manifestaciones violentas
que fueron salvajemente reprimidas por el régimen; en el
caso de Cananea, el gobierno permitió el ingreso de
Rangers norteamericanos, para reprimir la sublevación de
los mineros, como reacción, el gobierno de Estados Unidos
acusó a Flores Magón de violar la neutralidad de aquel
país, al promover una rebelión armada desde territorio
estadounidense, razón por la que fue encarcelado.

Ya durante la Revolución, Ricardo Flores Magón se


niega a participar directamente en la Rebelión Maderista,
a la que considera falta de contenido social, a Francisco
Villa lo juzga como un aliado incondicional de Madero, por
lo que nunca tuvo su simpatía; sin embargo, mostró
coincidencias con el movimiento de Emiliano Zapata en
Morelos.

Su estadía en los Estados Unidos fue una secuencia


de permanencias en la cárcel y periodos de libertad, en los
que publicaba en “Regeneración” artículos cada vez más
radicales, hasta ser considerado un anarquista por el
gobierno Norteamericano, una de esas publicaciones fue
el “Manifiesto a los Anarquistas del mundo”, que le costó
una acusación de sabotaje a la labor bélica del gobierno,
fue condenado a 21 años de prisión, en donde finalmente
murió el 21 de noviembre de 1922, a la edad de 49 años.

Ricardo Flores Magón fue sin duda el más


significativo precursor de una revolución que incluyera un
cambio político y social en México, un rabioso e
incuestionable radical y el más fuerte opositor al régimen
de Porfirista.

La Revolución Maderista

Porfirio Díaz se mantuvo en el poder escudado en una


legitimidad que le daba la paz que gozaba el país gracias a
su férrea conducción y al argumento de que el pueblo no
estaba preparado para ejercer una verdadera democracia,
en declaraciones hechas en 1908 al periodista canadiense
James Creelman, declara lo siguiente:

–Nuestra mayor dificultad la ha constituido el hecho de que


el pueblo no se preocupa lo suficiente acerca de los asuntos
políticos como para formar una democracia. Los indios […]
están acostumbrados a guiarse por aquellos que poseen
autoridad en vez de pensar por sí mismos.
Pero en los mismos términos se enorgullece se haber
guiado a México hacia el progreso y la modernidad y
creado una clase media pujante y trabajadora:

–México tiene hoy una clase media, pero, por otra parte,
los pobres son a su vez tan ignorantes que no tienen poder
alguno. Hemos sido duros, algunas veces, hasta la
crueldad, pero todo esto fue necesario para la vida y el
progreso de la nación. Si hubo crueldad, los resultados la
han justificado con creces.

Por último, abre un resquicio dejando ver una aparente


simpatía por una transición hacia la democracia.

Creelman preguntó a Díaz:


–¿Sabe usted que en Estados Unidos tenemos graves
problemas por la elección del mismo presidente por más
de 3 periodos?
Díaz respondió:
–Sí. Lo sé, es un sentimiento natural en los pueblos
democráticos el que sus dirigentes deban ser cambiados;
estoy de acuerdo con este sentimiento, he tratado de dejar
la presidencia en muchas ocasiones, pero he tenido que
permanecer en ella por la propia salud del pueblo que ha
confiado en mí.
Díaz también afirmó:
–Es cierto que cuando un hombre ha ocupado un puesto
investido de poder por largo tiempo puede llegar a
persuadirse de que aquel puesto es de su propiedad
particular.
Después prometió ante Creelman retirarse del poder al
término del periodo gubernamental en 1910, cualesquiera
que fueran las opiniones de sus amigos y partidarios.
–Daré la bienvenida a un partido de oposición; si aparece,
lo veré como una bendición y no como un mal, y si puede
desarrollar poder, no para explotar sino para gobernar,
estaré a su lado. Me olvidaré de mí mismo en la feliz
inauguración de un gobierno totalmente democrático en
mi patria.
–He esperado pacientemente porque llegue el día en que el
pueblo de la República Mexicana, esté preparado para escoger
y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de
revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin
interferir con el progreso del país. Creo que, finalmente, ese día
ha llegado

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