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Primer parcial Historia de América III Felipe Mistretta Comisión: Miércoles 15 a 17 hs.

Primer Cuatrimestre 2015 DNI: 36100212 Prof.: C. Martínez y B. Fornillo

Grupo 1

1- Teniendo en cuenta al menos dos de los casos analizados en clase, evalué la idoneidad de la
cita en relación con los procesos independentistas en América, el lugar de los grupos
subalternos y sus intermediarios en dichos procesos, así como su relación con los proyectos
políticos de los grupos dirigentes.

“Los grupos subalternos sufren siempre la iniciativa de los grupos dominantes, incluso
cuando se rebelan y se levantan”. (Gramsci, Antonio, “Apuntes sobre la historia de las clases
subalternas. Criterio de métodos”).

Grupo 2

2- Teniendo en cuenta los cambios políticos, económicos y sociales que tuvieron lugar a partir
de la década del ‘30 en América latina, analice y compare la relación que se establece entre el
movimiento obrero y el Estado bajo los gobiernos de los denominados “populismos clásicos’’
en Argentina y Brasil.

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1- Gramsci, en sus estudios, afirmaba que en toda sociedad existe una relación estrecha entre
las clases dominantes y las dominadas, una relación de coerción y de consenso que establecía
las luchas de intereses dentro de un determinado marco difícil de quebrar. A este marco el
autor lo define como Hegemonía. Introduciéndonos a la cita en cuestión, es por esta misma
hegemonía, que demarca los límites del desarrollo de cualquier tipo de conflicto que se pueda
dar en la sociedad, que los grupos dominantes parten de un lugar más favorable que los
subalternos a la hora de cualquier tensión, manteniéndolos a estos últimos en un lugar que los
condiciona, para que aunque haya conflicto abiertos, siempre se dé bajo las reglas de los
dominantes. Siguiendo a Gilly: “Es dentro de ese marco común donde existe y se reproduce la
comunidad estatal […] Si se destruye o no existe ese marco, puede haber dominación y
coerción pero no hegemonía” (Gilly, 2006: 84)
Este concepto gramsciano de hegemonía es aplicable si nos volcamos al análisis de los
procesos independentistas americanos. Estos complejos procesos de emancipación tuvieron a
distintos actores sociales pugnando por sus intereses, que en la mayoría de los casos diferían
entre sí, dando lugar a procesos de negociación o de tensión, llegado en gran parte de los
casos, a resolverse por medio de la violencia.
Siguiendo la idea de la cita, por un lado nos encontraremos con los sectores subalternos,
representados en las independencias americanas por el campesinado, los sectores pequeños
burgueses urbanos, sectores indígenas y también por los esclavos. Lo que caracterizaba casi
unánimemente en todas las independencias americanas a este sector era que, para poder hacer
llegar a buen puerto sus intereses, estos necesitaban de la utilización de intermediaros, líderes
populares, generalmente salidos del sector dominante que, sin necesariamente romper del todo
con su sector de origen, se encargaba de hacer llegar las demandas de los sectores bajos. A
esto hay que aclarar, que el sector subalterno, si bien se encuentra bajo el yugo de una elite, es
autónomo y muchas veces logra manejarse de forma diversa a lo esperado por los sectores
dominantes.
Por el otro lado tenemos a los grupos dominantes. Generalmente eran terratenientes, grandes
hacendados, y también grandes comerciantes. Serán estos grupos los primeros en reaccionar
en este periodo conflictivo, buscando imponer sus políticas como si representasen el interés
toda la sociedad. Una cuestión importante a tener en cuenta es que generalmente en los
procesos independentistas se produce una grieta dentro del sector dominante, generándose
conflicto a su interior, lo que da lugar a que alguna facción dominante se apoye en alianza con
sectores subalternos. Surgirá aquí el intermediario, que será utilizado por el sector subalterno

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para satisfacer sus demandas. Entonces la elite se dividirá. Aparecerá una facción
nacionalista, reivindicativa de un nuevo estado independiente, y la colonialista, que buscara
mantener el sistema tradicional.
El sector nacionalista, generalmente estará imbuido con ideales de democracia radical, de
origen popular. Así, fomentando medidas y peticiones con reivindicaciones para los sectores
bajos, plantearan un gran quiebre en la sociedad colonial. Aun así, sus propios líderes nunca
llegaran a tomar al pie de la letra los reclamos radicales de las clases populares, siempre
negociarían en pos de los intereses de la sociedad en su totalidad, buscando la unidad. Los
líderes independentistas a lo largo de su trayectoria política son ejemplo de esta ambigüedad,
oscilando pendularmente de la democracia liberal a la radical. Dice Soler: “[…] los jefes de la
revolución coincidían con los lineamientos generales del proyecto nacional de la democracia
liberal, lo mismo que […] la democracia radical. De ellas se distinguían, sin embargo, en
varias dimensiones especificas” (Soler, 1980: 85)
Ahora, acerquemos este análisis a dos casos puntuales, para ver como se desarrollo esta
interrelación entre sectores dominantes y dominados en los procesos independentistas.
Tomemos el caso de la independencia de Venezuela, donde se origino el más grande
movimiento emancipador americano, y el caso de Haití, la primera independencia y la más
radical.
El caso venezolano es sumamente complejo y da lugar a varias periodizaciones. Pero en líneas
generales podemos distinguir a un sector de la elite dirigente blanca, denominada mantuana,
compuesto por hacendados y grandes comerciantes, que a raíz del vacío de poder dejado por
la crisis de la corona española, buscaron hacerse con el poder. Por el otro lado tenemos a un
vasto sector subalterno, formado por población mestiza, blancos pobres, esclavos e indígenas.
Como gran intermediario lo tenemos a Simón Bolívar. Proveniente del sector de la elite, se
convertirá en el mayor caudillo independentista del continente americano.
Lo interesante en este proceso es que, aunque finalmente la elite mantuana pudo imponer sus
intereses y apoderarse del estado, necesito del apoyo de los sectores subalternos y por eso no
pudo dejar de lado sus demandas. Aquí fue donde Bolívar tuvo un rol preponderante como
intermediario. Pudo atraer a estos sectores a las ideas políticas mantuanas, otorgándoles
beneficios. La libertad a la gran mayoría esclava, fue clave a la hora de tener su apoyo.
También se ve claro como este sector subalterno heterogéneo que obtuvo beneficios y pudo
defender sus intereses mientras estaba Bolívar en el poder, a la muerte del caudillo su lugar
fue mucho menos preponderante. Así como con Bolívar paso también con otros líderes

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venezolanos, como Zamora en la llamada Guerra Federal, perdiéndose a su muerte la causa


popular. La falta de un caudillo intermediario que pueda interpretar sus demandas e insertarlas
en el proyecto político de las elites dirigentes hace que su poder de negociación merme. Y que
la iniciativa de los dominantes sea aun más fuerte. Se sostiene que: “la ausencia de un sólido
liderazgo colectivo que continuara la lucha cercenó las posibilidades del triunfo de los
desposeídos” (López Sánchez, 2003: 48)
El caso de Haití fue muy peculiar. Este proceso de independencia fue de los más largos, y en
el intervinieron no solo los diversos sectores de la sociedad haitiana, sino también de varias
potencias extranjeras, buscando hacerse con lo que en ese momento era la colonia más rica
del Caribe. Después de conflictos muy complejos, donde se enfrentaron varias facciones, el
resultado final fue la toma del poder por parte de los esclavos, convertidos en ciudadanos. Se
dio una gran reforma de la posesión de la tierra, pasando de haciendas esclavistas a una
proliferación de minifundios.
Fue la rebelión más radical de todas, donde finalmente el poder, al menos por un momento,
paso a manos del gran sector mayoritario esclavo, que logro su emancipación. Pero en el
camino al triunfo, el sector subalterno sufrió la iniciativa dominante. Aunque logro alianzas
con las distintas facciones blancas, estas les negaban sus reclamos, especialmente los pedidos
de igualdad ciudadana, considerando a los esclavos negros como una raza inferior. Así
también “[…] los mulatos libres comprendieron que todos los blancos […] no pensaban
concederles los derechos a que aspiraban” (Vilaboy, 2007: 14) Los principios de la
Revolución Francesa no seguían la misma lógica en las colonias que en la propia Francia.
Aun así, las ideas de la misma influyeron en la independencia de Haití.
Esta independencia tan radical condiciono al resto de las revoluciones americanas. Como dice
Knight: “El modelo haitiano de formación del estado lleno de miedo y xenofobia a los
corazones blancos desde Boston hasta Buenos Aires” (Knight, 2002: 29). El “terror negro”
aisló cualquier tipo de movimiento radical esclavo. Hubo libertad de esclavos, pero siempre
controlados por las elites. Haití modifico para negativa de los dominados la iniciativa de los
sectores dominantes del resto de América.
Con estos dos ejemplos podemos concluir que la cita de Gramsci es idónea, ya que existió una
iniciativa de los sectores dominantes en las independencias, pero no por eso los sectores
subalternos fueron pasivos en el conflicto social, sino que supieron manejarse autónomamente
y relacionarse con la elite para la negociación de sus intereses. Pero de manera distinta, como
vimos, según las realidades de cada país.

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2- A partir del crack de la bolsa de Wall Street del ’29, se desencadenara una gran crisis en el
comercio internacional, lo que causara enormes cambios en América latina, por su
dependencia con el mercado exterior, afectando su propia estructura económica.
Hasta ese momento, los países latinoamericanos estaban orientados hacia el mercado mundial
como regiones satélites, encargadas de ser exportadoras de materias primas, principalmente
del sector agrícola, y consumidoras de manufacturas europeas. Este sistema económico se
sostenía sobre la base de una sociedad predominantemente oligárquica, con el grupo
dominante dueño de la tierra y los medios de producción, explotando a una clase baja
mayoritariamente campesina. Todo esto estaba sustentado por un sistema político de corte
liberal.
Ahora bien, este sistema entra en crisis con la caída exorbitante de la demanda de productos
agrícolas del mercado mundial, lo que impacta negativamente en la estructura económica, así
como en toda la sociedad. El sistema oligárquico tradicional tiene problemas para sostenerse,
y se iniciara una mayor intervención del Estado en todo tipo de decisiones. De la mano, en la
mayoría de los casos, del sector militar de la sociedad que mediante golpes de estado, se hará
con el poder para tratar de estabilizar la situación. Los militares entraran en juego en lugar del
sector de la elite más tradicional, que se vio incapaz de resolver los problemas que se le
antepusieron. Siguiendo a Ansaldi: “Es, pues, el momento propicio para el nacional-
militarismo” (Ansaldi, 2003: 34)
Comenzaran a darse cambios en diferentes partes de la sociedad. Ahora los Estados
intervendrán en la economía, dando impulso a una industrialización en distintos sectores
donde por la caída del mercado internacional se generaban carencias de productos. También
se impulsara a algunas industrias consideradas estratégicas, como ser las energéticas y las
fabricaciones militares.
En consecuencia esta creciente aparición de nuevas industrias, a veces de propiedad estatal,
generara el crecimiento de un proletariado industrial y urbano. Aunque este no era inexistente
con anterioridad a la crisis, a partir de este momento comienza a expandirse de manera
considerable.
Este nuevo sector social, comenzara a exigir medidas a favor de sus intereses, como ser
beneficios económicos y mayor participación política. Además, estos sectores estaban
imbuidos de distintas ideologías y comenzaran a defenderse a sí mismo con la conformación
de sindicatos. El partido comunista logro tener en este sector un gran poder. Dice Camarero:
“El replanteo del modelo agroexportador […] impulsó la industrialización […] esto condujo

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a una multiplicación numérica del proletariado, al crecimiento de sus demandas […] en los
que el PC tuvo una participación central.” (Camarero, 2007: XVII)
No hay que dejar de mencionar que este crecimiento de la masa obrera urbana se debe
principalmente a la emigración desde las zonas rurales hacia los polos urbanos donde se irán
creando las principales industrias. Será un cambio grande para estos sectores antes rurales,
acostumbrados a relaciones más tradicionales con los hacendados, debiendo ahora sumergirse
en el trajín de la vida urbana, más compleja y politizada.
Ahora bien, en este marco de cambio social tan conflictivo y difícil de interpretar para la
política tradicional, es donde surgen los líderes populistas y sus respectivos gobiernos, que
serán tendencia a lo largo de la década del ‘40. Estos gobiernos populistas están
caracterizados por ser los canalizadores de las demandas de los nuevos sectores urbanos,
especialmente del sector obrero. Generaran medidas beneficiosas para este sector de la
sociedad, a cambio del apoyo político a sus regímenes. Otra característica notable de estos
gobiernos populistas serán sus dirigentes, líderes carismáticos, en muchos casos salidos del
ámbito militar, que se transformaran en los intermediarios de las demandas populares. Con el
mando del estado a su cargo, se impulsaran medidas en búsqueda del bienestar de los sectores
populares, dentro de un marco de fomento de la industrialización en cada país.
Ahora bien, la gran estructura que sostendrá el régimen populista será la relación que se
establecerá entre el movimiento obrero y el estado populista. Esta relación, vista por algunos
estudiosos como de manipulación, o de mutuo beneficio para otros, no será la misma en todos
los países, sino que tendrá sus diferencias que beneficiaran tanto más a uno o a otro sector.
El caso de Brasil es muy interesante. La creciente masa obrera, no encontró representación en
ningún partido de los más tradicionales ni en los que surgieron del seno de sectores medios,
como ser la Alianza liberal. Pero quien si supo canalizar gran parte de sus demandas
populares, fue Getulio Vargas, un militar devenido en líder carismático, que logro formar en
la clase obrera una imagen de sí mismo como el garante de un futuro mejor. O al menos eso
era lo que se ideo la clase obrera. Con esta unión se lograron muchas reformas, como ser la
ampliación de la participación política popular con la ley de sufragio. “La legislación de
Vargas de 1945 fue diseñada de manera consciente y exitosa con el fin de alterar la vida
electoral brasileña” (French, 1999: 59) Eso hizo que la presión popular sobre el sistema
político fuese muy creciente, facilitando la ampliación de sus intereses.
Interesante es ver que en la clase obrera brasileña, el partido comunista, representado por su
líder Luis Carlos Prestes, era después del varguismo, un movimiento con mucha fuerza. Esta

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situación fue muy positiva, dado que se dio una alianza entre ambos sectores, en beneficio de
los trabajadores. El partido comunista llevo su estructura sindical organizada hacia el resto del
sector obrero, para la defensa de sus intereses. Cabe aclarar que el partido oficial de Vargas
carecía de una base de organización comparable. A su vez este acercamiento con el partido
comunista brasileño forzó a Vargas a recalcar paulatinamente su tendencia de izquierda.
En cambio, en la Argentina el proceso populista se dio de la mano del peronismo, pero con
ciertos matices respecto del surgimiento de la República Populista de Brasil.
La intervención del estado se venía dando ni bien entrada la década del ’30, pero se agudizo a
partir del Golpe del ’43, cuando un grupo de militares toma el poder, dejando en manos de
Juan Domingo Perón la Secretaria de Trabajo y Previsión. A partir de allí el coronel Perón
logra encauzar a buen puerto las distintas demandas de los sectores obreros, ganándose una
enorme popularidad, que lo llevara mas tarde a la presidencia.
A partir de las medidas del gobierno de Perón, lo que origino acusaciones de manipulación
por distintos estudiosos, la clase obrera va robusteciendo su sistema sindical, creando una
fuerte organización con gran capacidad para desplegar sus demandas contra la patronal.
Además, en la mayoría de los conflictos salariales, el estado peronista se ponía a favor de la
causa trabajadora. Doyon nos confirma esta fuerte relación: “En general, los trabajadores no
dirigieron sus protestas contra Perón, sino […] contra la patronal.” (Doyon, 1977: 437)
Esto contrasta con el caso brasileño. Allí, los obreros varguistas no pudieron consolidar un
fuerte aparato organizativo, en cambio en la argentina el sindicalismo peronista reforzó de tal
manera el sistema organizativo de los obreros, que aun derrocado el régimen, fueron las
únicas estructuras peronistas que se mantuvieron vigentes.
Además hay contraste con el caso del populismo brasileño en la relación de la clase obrera
con el partido comunista. En el caso argentino, el partido comunista, que respondía fielmente
a los lineamientos de Moscú, se opuso férreamente el régimen peronista. Es más, participo en
las elecciones en alianza con otros partidos antiperonistas en la llamada Unión Democrática.
Es así que poco a poco el partido comunista argentino fue perdiendo adeptos, que se pasaron a
las filas de los sindicatos peronistas, además de que los sindicatos más combativos eran
desarmados por el Estado y reemplazados por sindicatos fieles a Perón. Es claramente la
política contraria al caso brasilero, donde la alianza tacita entre Prestes y Vargas llevo a buen
puerto los intereses de la clase obrera.

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Trabajadores: un análisis sobre el accionar de la clase obrera argentina en la segunda mitad
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