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En que sueñas mexicano.

Cuando era niño era frecuente escuchar la frase “por eso México no progresa” cuando
alguna persona realizaba tonterías de cualquier índole. Y este modismo permaneció sin
saber nunca quien lo dijo primero, y aún sin saber el sentido de su origen tiene validez hasta
nuestros días. Esto será porque las tonterías son habituales en cada persona que habita
nuestro país, al grado de festejarlas con chistes y refranes. Y como se puede dejar esta
actitud si con los años el mexicano es retratado con todos sus defectos pintorescamente;
sólo para esconder el verdadero carácter enfermizo y aletargado que ha estado presente en
él desde poco más de dos siglos. Esta doble moral es la que sostiene la existencia del
mexicano promedio, que odia esa mala filosofía de vida, pero de la cual no se puede
desprender; o el verse evidenciado como parte de una sociedad fallida amedrentará su ser,
haciéndolo más débil de voluntad y con ello consumar su derrota final. Como Octavio Paz
relata en el Laberinto de la Soledad, este estado será el de un “ser chingado” que no tendrá
nada, ni a sí mismo, porque sus máscaras se han resquebrajado, sólo por aceptar que no ha
obrado correctamente durante su vida.

México como país independiente tiene una historia relativamente corta, pero cargada de
acontecimientos revulsivos sin mucha trascendencia debido a una confusión de ideales
acerca de cómo debe conducirse un estado. Esta afirmación la sustento en el hecho de ver
que desde que nacimos como país en 1824, sólo hemos visto luchas de los grupos que se
han autonombrado iluminados, quienes insisten en ser las personas ideales para gobernar.
No es fácil nombrar un proyecto de nación que prepondere el bienestar a largo plazo,
ocurrido en algún punto de nuestra historia.

El hecho de haber escogido una monarquía en los primeros años de independencia basta
para notar la confusión de las personas quienes ocuparon las altas esferas políticas en esa
época. Ni siquiera Hidalgo, Allende, la Corregidora tenían un plan de nación a futuro, sólo se
alzaron en armas para buscar tener los mismos derechos que los españoles nacidos en la
península Ibérica. Morelos no siguió el mismo ideal y pudo hacer que se promulgará una
constitución, y desde luego su documento “Sentimientos de la Nación” para decirles a todos
como debíamos ser si lográbamos nuestra independencia de la monarquía española. Sin
embargo, dentro del mismo movimiento insurgente Morelos fue desacreditado más tarde;
esto por atentar contra los intereses de las personas que esperaban la independencia para
saciar sus apetitos de dinero y poder.
Al lograr la independencia México comenzó una era de problemas de carácter interno que
terminaron en guerras con países extranjeros, los cuales aprovechaban la confusión y peleas
entre los grupos de poder en nuestro país, para sin permiso intentar llevarse una parte de los
bienes que habían sobrado de la época colonial.

Durante todo el siglo XIX no hubo un momento en que todos los grupos en disputa, en este
caso liberales y conservadores, se detuvieran a pensar cual podría ser el mejor camino a
tomar, considerando las virtudes y debilidades del país. En lugar de haber un consenso para
dejar de pelear y buscar el progreso, cada grupo se dedicó a buscar el poder para asegurar
el bienestar frívolo de sí mismo y de sus descendientes. La guerra de los pasteles, las
guerras con Francia y Estados Unidos, la Guerra de Reforma debilitaron al país al punto en
que la población ya no le preocupaba buscar una ideología de vida, sino un pan para poder
saciar el hambre y mantenerse en pie. Y este punto es el motivo de tanto desorden interno.
México no tenía ni ha tenido una ideología firme que lo lleve a un estado de bienestar. La
razón es porque desde su nacimiento como nación nadie se la enseñó. La Madre Patria nos
quitó la voluntad de trascender en nuestra cosmovisión y a cambió nos dio un estandarte con
una efigie para enjugar las lágrimas por el arrebato desmedido que duró poco más de tres
siglos.

El dolor es fundamental en el estancamiento de la trascendencia. Es imposible pensar con


claridad cuando la furia, la ansiedad por tantas carencias nubla el juicio de las personas.
México es un país dolido, fuimos conquistados con violencia, convertidos al catolicismo con
violencia, nos independizamos con violencia, perdimos territorios con violencia, y aún hoy
buscamos subsistir violentamente. En papel la república se asienta sobre los principios de la
revolución francesa “Igualdad, Fraternidad y Legalidad” pero en la práctica se ha justificado el
interés de unos cuantos a través de pseudo reformas que le ponen eufemismos a los atracos
de bienes por parte de las élites de la oligarquía. Entonces es claro que los principios
heredados de los franceses no están claros en las conciencias de las personas que
gobiernan. Y si falta claridad en ellos que son los encargados de gobernar, el resto de la
población de plano ni siquiera sueña con un ideal, si tiene una familia que alimentar con un
sueldo miserable, lo que buscará es ver cómo hacerle para sobrevivir día a día.

Alguien por ahí me diría que sí existe un ideal de vida en los mexicanos, y es casi el mismo
que en el resto del mundo: estudiar, conseguir trabajo, formar una familia y morir. Pero nadie
especifica la calidad de estudios, que clase de trabajo y el tipo de familia. Es común ver a los
ciudadanos sobrellevando su existencia al saber desde muy pequeños su destino, el cual es
practicar los mismos convencionalismos que la generación anterior; o de lo contrario el
rechazo podría terminar con lo poco que le queda de individualidad.

México carece de una ideología que lo lleve al progreso y eso es evidente. La cuestión es
que ninguno de los ciudadanos que habitan este país, puede proponer la mejor forma de
encauzar al país por el progreso, debido a que los ideales enfermizos y erráticos se vienen
arrastrando desde hace mucho tiempo. Al no saber el origen de los problemas, es imposible
buscar la mejor solución. Sólo nos limitaremos a decir eufemismos y decirle a la gente
palabras de aliento para aletargarles su dolor, tal cual lo hicieron los españoles cuando nos
dieron la cruz a cambio de voluntad. Sin un ideal bueno, la vida es una práctica doble
moralista la cual hace de la vida de las personas una “vida de buey”. ¿Qué quiero decir con
esta frase? El significado que yo le doy es que el mexicano al no tener ideas claras para
trascender, se limita a llevar su vida como si fuera bestia de carga, no consigue la felicidad,
sólo acepta la rutina para día con día sobrellevar su propio malestar; perdiendo toda
capacidad de asombro, sensibilidad, curiosidad, e imaginación. Es necesario que cambie
esto para hacer de su existencia una autorrealización enriquecedora, la cual sirva de ejemplo
para todos.

En 1824 nacimos como nación, pero nos faltó la claridad para definir ideales que nos
condujeran al bienestar a largo plazo. La prueba es que Iturbide tuvo que valerse de tretas y
traicionar a quienes le ayudaron a consumar la independencia, para autonombrarse
Emperador de México. Y lo que vino después suena vergonzoso pero muestra claramente
esta carencia ideológica: Guerrero fue depuesto y traicionado. Los conservadores llegaron al
poder, luego Santa Ana los quita para instaurar una dictadura, las guerras de intervención, la
guerra de reforma, la revolución mexicana, y en pleno siglo XX los hechos trágicos en
Tlatelolco, el levantamiento de los Zapatistas y la desfachatez del PRI para hacerse del
poder en el 2012; quebrantando todo ideal de democracia, haciendo a un lado las garantías
individuales, y confundiendo más al país sobre cuál es el verdadero ideal del progreso.

Pero dentro de nuestra vilipendiada historia hay hechos importantes que pudieron ser
trascendentes a futuro, sin embargo una vez más por intereses particulares quedaron de lado
y sólo se convirtieron en parte de las anécdotas bonitas de los libros de historia escolares.
Hablo de la época Juarista cuando se elaboró una nueva constitución y por primera vez se
armó un plan que debía durar y rendir frutos muchos años después. Cómo esperar más
años, si desde 1521 el mexicano lleva sufriendo carencias y amargura. El oportunismo de los
caciques y líderes políticos se aprovecha de este dolor generalizado para hacerse dueño de
una parte de México, y de nuevo el mexicano enfrenta una confusión de ideas. O come o
piensa, esta es la disyuntiva que permanece hasta nuestros días, y si no puede tener una u
otra, toma las armas sin saber que espera al dispararle una bala a su compatriota que no
piensa como él.

Hay que sentarnos a reflexionar sobre nuestras acciones. Los seres humanos no somos
entes separados de la naturaleza. Estamos sujetos a la ley de “causa y efecto”. Las acciones
que realizamos tienen un efecto positivo o negativo en nosotros y en las personas con las
que nos relacionamos. Este efecto debe ser evaluado en cuanto a si ha servido de algo las
acciones que hemos repetido sólo porque la costumbre lo dicta; o porque una normatividad
alude a esta costumbre como fin.

Al no haber un ideal progresista con beneficios para todos, el sentimiento de dolor, ansiedad
y de confusión continua. Para compensar la falta de trascendencia, el ciudadano busca
satisfacer sus necesidades materiales consiguiendo dinero de cualquier forma posible. En
cuanto a los problemas de México, la causa es la ideología errónea de vida, practicada
desde que se logró la independencia, y se lleva a la práctica en compensar cualquier
carencia humana con dinero; para sopesar a un espíritu pobre y sin autorrealización.

Quiero ser más específico en esta parte. Ya mencioné el hecho de que al no contar con una
ideología definida que busque el bien común, los mexicanos no buscarán su autorrealización,
sino sólo satisfacer sus necesidades básicas como comer o aquellas que tienen que ver con
la afección. La búsqueda de una mejor ideología ya no existe en la conciencia colectiva;
debido a los dos siglos de conflictos que México ha atravesado. La razón del problema se ha
olvidado, porque las ideas deformadas de los principios de libertad e igualdad, se han
degenerado en costumbres erráticas aceptadas por todos los mexicanos. El temor a ser
rechazado y con ello no poder satisfacer cualquier necesidad, obliga a la población a
practicar convencionalismos que carecen de humanismo y por ende, no se respeta ninguna
de las garantías individuales. Cuando los problemas son insoportables es imposible pensar
en un mejor ideal de vida, debido al coraje que nubla la mente de las personas. Al practicar
una mala ideología de como conducir un país, lleva a la elaboración de políticas o normas
que sólo benefician a unos cuantos; y esto desata conflictos aún entre las mismas personas
que se disputan el poder sólo por satisfacer sus instintos más bajos. El elaborar reformas que
sólo son un diccionario terminológico de eufemismos, es el reflejo entonces de cómo no
existe en todos los mexicanos la idea del bien común.

Y bien, que sería este ensayo si al señalar la problemática del país no propusiera una
solución, y se quedara en un arrebato emocional de un escritor frustrado. Para llegar al ideal
de un país desarrollado, primero debemos enfocarnos a los procesos básicos en los que
nuestra existencia se gesta. La educación temprana en la familia es la base más importante.
En ella se enseña al niño a no mentir, a no robar, a no lastimar a su prójimo, a esforzarse por
lo que quiere y conseguirlo de forma honorable. La educación escolar es el siguiente punto,
ya que el maestro, quien está comprometido con el ideal de progreso de la nación, debe
encontrar los talentos de los estudiantes y canalizarlos hacia actividades que les den
autosatisfacción y sirvan a los demás. La educación es la pieza fundamental del cambio,
aunque a muchas personas no les interese ya que el proceso de reformar a las personas
puede tomar mucho tiempo, pero sus efectos serían benéficos para todos. La educación es
el instrumento necesario para trascender ya que está probado que ningún ser humano
aprende por si solo a subsistir y convivir en el mundo. Todos necesitamos de todos, y para
ello es necesario que todos tengamos el mismo ideal de que haciendo lo que es correcto
para nosotros, también es lo correcto para otros. De no ser así, México es un país
condenado al caos, a la anarquía y a convertirse de nuevo en un burdel para otros países
que sólo les importe el bien material, como se ha visto a lo largo de la historia.

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