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El fallo Blanco es emblemático desde la perspectiva de la actuación administrativa

porque define cuáles son el derecho aplicable y la jurisdicción competente para


conocer el contencioso que nace de la actuación de la Administración. En
Colombia, ni la jurisdicción especializada del derecho francés, ni el fallo Blanco
fueron ajenos al modelo de la responsabilidad de la Administración por falla en el
servicio. El concepto jurisprudencial más explícito que se tiene en Colombia sobre
la falla en el servicio data del año 1976, cuando en la Sentencia del 28 de octubre
el Consejo de Estado aludió a “una falta o falla del servicio o de la Administración
por omisión, retardo, irregularidad, ineficiencia o ausencia del servicio”.3 A partir de
la Constitución Política de 1991 el daño tomó un papel importante en el ámbito de
la responsabilidad extracontractual. En efecto, el artículo 90 se refiere al daño
antijurídico causado por la acción u omisión de las autoridades públicas, cuando
dichos daños le sean imputables. Conforme a esta norma, la responsabilidad
patrimonial del Estado no puede derivarse frente a todos los daños antijurídicos
que sufran las personas, ni siquiera frente a todos los daños antijurídicos
causados por la acción u omisión de sus servidores, porque en todo caso se
requiere que tales daños le sean atribuibles. Los criterios de atribución han sido
elaborados por la jurisprudencia del Consejo de Estado, bajo dos títulos básicos:
de responsabilidad subjetiva por falla del servicio y de responsabilidad objetiva por
daño especial o riesgo excepcional.4 En efecto, la connotación del daño
antijurídico cuenta con una clara inspiración del ordenamiento español, en el
artículo 106 numeral 2 de la Constitución española. Así, la jurisprudencia española
ha definido igualmente
los requisitos de la responsabilidad patrimonial de la Administración,5 como la
acreditación del resultado dañoso,6 efectivo, evaluable económicamente e
individualizado en relación con una persona o un grupo de personas. Ello conlleva
a la lesión patrimonial materializada en un daño o perjuicio en la doble modalidad
de lucro cesante o daño emergente7 y a la antijuridicidad de la lesión producida
por no concurrir en la persona afectada el deber jurídico de soportar el perjuicio
patrimonial que sobrepase los límites impuestos por el Estado.8 Además, en 1991
en Colombia se introdujo un concepto, adicional al ya manejado por el Consejo de
Estado, de actuación administrativa irregular que se traduce en: “lo que se ha
denominado como una culpa, falla o falta del servicio, o culpa de la administración,
figura de origen jurisprudencial que se presenta cuando el servicio público no ha
funcionado, ha funcionado mal o ha funcionado tardíamente”.9 Sin embargo, la
noción de la falla del servicio no siempre ha sido la misma y los elementos que la
configuran han tenido una evolución importante, de tal suerte que a lo largo de
este artículo se mostrarán, mediante vía jurisprudencial, los avances significativos
en la materia y también cómo se ha logrado consolidar un concepto alrededor de
lo que también se ha denominado la culpa de la Administración. Es pertinente
entonces hacer una breve alusión a los antecedentes de la responsabilidad de la
administración (i) en el derecho francés (ii) y la evolución jurisprudencial en el
derecho español, (iii) para luego abordar la evolución de la noción de falla del
servicio en el derecho colombiano, (iv) su evolución jurisprudencial y (v) la
posición reiterada del Consejo de Estado de la falla del servicio hasta nuestros
días. Veamos cómo ha evolucionado la jurisprudencia colombiana, ampliando el
concepto de la
falla del servicio hacia una protección encaminada a proteger la vida, honra y
bienes de las personas cuando existen “riesgos de naturaleza prohibida”.

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