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Pablo Cobreros

CYL 4: Racionalismo y empirismo. ¿Son las matemáticas analíticas? pcobreros@unav.es

1 Racionalismo y empirismo

Racionalismo y empirismo son tradiciones de pensamiento que están en desacuerdo sobre


el origen del conocimiento y sobre qué formas de conocimiento son más fundamentales.
Se trata de una disputa, por tanto, en el ámbito de la teoría del conocimiento (a diferencia
de la distinción entre realismo y antirrealismo) aunque al tratarse de una cuestión tan
central dentro de la Filosofía tiene ramificaciones en otros ámbitos.
El conocimiento puede analizarse en términos de creencia verdadera justificada.1 Una
creencia acerca de algo (enunciable en un juicio o proposición), por su parte, puede
entenderse en el sentido mínimo de tener la disposición de afirmar que el juicio que
expresa el contenido de la creencia es verdadero. Así pues, si Juan tiene la creencia de que
Platón fue un filósofo griego entonces está dispuesto a responder afirmativamente a la
pregunta de si Platón fue un filósofo griego. No es necesario (de hecho es seguramente
imposible) que Juan se forme una creencia acerca de absolutamente todos los asuntos.
Es decir, habrá cuestiones acerca de las cuales Juan no tenga disposición a afirmar por el
simple motivo de que jamás había considerado antes el asunto. Por ejemplo, Juan puede
no creer que la Hipótesis del continuo sea independiente de ZFC, no porque piense que
no lo es, sino simplemente porque no ha formado ninguna creencia al respecto. En este
caso, es imposible que Juan sepa que la Hipótesis del continuo es independiente de ZFC,
pues no tiene disposición a afirmar. En este sentido, tener una creencia acerca de un
asunto es condición necesaria para tener conocimiento acerca de ese asunto – esta idea
puede conectarse, quizá, con la idea clásica de la intencionalidad del conocimiento.
La verdad de una creencia es la segunda condición para que pueda darse conocimiento
acerca del contenido de la creencia. Algunas creencias son verdaderas y otras falsas,
dependiendo de si el contenido de la creencia se ajusta o no a cómo es el mundo (las
respuestas a la pregunta de en qué consiste exactamente este “ajuste” dan lugar a diversas
teorías de la verdad). Si Juan está dispuesto a afirmar, por ejemplo, que Tegucigalpa está
en Nicaragua, entonces cree (falsamente) que Tegucigalpa está en Nicaragua. Juan puede
incluso creer que sabe que Tegucigalpa está en Nicaragua, pero en todo caso, Juan no sabe
que Tegucigalpa está en Nicaragua, puesto que es falso que Tegucigalpa esté en Nicaragua
(Tegucigalpa es la capital de Honduras).
Tener una creencia acerca de un asunto y que tal creencia sea verdadera son condiciones
necesarias pero no suficientes para el conocimiento de tal asunto. Supongamos que
Juan es supersticioso y tiene particular preferencia por el número 7. En el contexto del
desayuno, su madre le pregunta cuántas rebanadas de pan quedan en el paquete y Juan,
sin preocuparse de contarlas, se forma la creencia de que hay 7 (movido por su superstición
y preferencia por el 7) y así lo afirma a su madre. Podemos decir, independientemente
del número de rebanadas en el paquete, que Juan no sabe que hay 7. Si el número
de rebanadas en el paquete no es 7, entonces es evidente que Juan no sabe que hay 7
(puesto que la verdad es un requisito para el conocimiento). Imaginemos que, por una
casualidad cósmica, el número de tostadas en el paquete es 7. Aunque la creencia de Juan
es verdadera, no se puede decir que Juan tenga conocimiento del número de tostadas,
pues el modo y motivo por el que ha formado la creencia no es fiable (la creencia así
formada es, en cierto sentido, “frágil”). Pues supongamos que en el paquete hubiera 8
1
Esta caracterización pretende proporcionar un análisis en el sentido de condiciones suficientes y nece-
sarias. No es la única caracterización posible ni quizá la más fundamental, de modo análogo a la caracteri-
zación del ser humano como bípedo implume.

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tostadas y no 7; en esta situación el motivo por el que Juan ha formado su creencia de


que hay 7 rebanadas en el paquete (su superstición y preferencia por el número 7) le
llevaría otra vez a creer (esta vez falsamente) que hay 7 rebanadas. Consideremos ahora a
Pedro, hermano de Juan, que no es supersticioso etc. La madre pregunta a Pedro cuántas
rebanadas quedan en el paquete, Pedro abre el paquete, las cuenta y responde que quedan
7. En este caso, el motivo que ha llevado a Pedro a formar su creencia sí es fiable (y la
creencia así formada es en cierto sentido “robusta”). Pues imaginemos que en el paquete
hubiera 8 tostadas y no 7; en esta situación el motivo por el que Pedro ha formado su
creencia de que hay 7 rebanadas en el paquete (abrir y contar el número de rebanadas) le
llevaría a creer que hay 8 rebanadas y no 7. En definitiva, el motivo por el que Pedro ha
formado su creencia constituye una justificación para tal creencia.
Exactamente qué motivos o medios de adquirir una creencia constituyen una justifi-
cación es una pregunta compleja que posiblemente tenga más de una respuesta dependi-
endo de la forma de conocimiento que estemos considerando (¿conocimiento ordinario?
¿matemático? ¿histórico? ¿biológico? etc.) Sin embargo, es posible identificar al menos
un modo general de justificación del conocimiento que es la justificación mediata o infer-
encia.
Una justificación mediata consiste en justificar, mediante el uso de una regla de inferencia,
el contenido de una creencia (la conclusión de la regla) a partir de otros conocimientos
(las premisas de la regla). Por ejemplo, si Juan sabe que Pedro sale en bicicleta solo si
hace buen tiempo y, además, sabe que Pedro ha salido en bicicleta, entonces puede inferir
que hace buen tiempo. La regla de inferencia empleada en este caso sería: a partir de las
afirmaciones ‘A solo si B’ y ‘A’ puedes inferir ‘B’.

Table 1: From https://thejenkinscomic.wordpress.com/

Esta idea de inferencia es muy amplia (y poco precisa) e incluye desde la inferencia
lógicamente válida (donde las premisas garantizan totalmente la verdad de la conclusión),
a formas de inferencia probable, donde la verdad de las premisas aporta solamente una
garantía parcial de la verdad de la conclusión (como el “razonamiento inductivo”). La
idea general, sin embargo es similar: una regla de inferencia que nos permite pasar de
unas afirmaciones, digamos, A, B y C a otra afirmación D garantiza (en algún grado) que
si las premisas son verdaderas, la conclusión es verdadera. De este modo, si poseemos
una justificación para las afirmaciones A, B y C, ésta se extiende a D gracias a la inferencia
(la conjunción de las afirmaciones más la regla de inferencia constituyen una justificación
mediata para D).
¿Es posible que todos los tipos de justificación sean mediatos? Aparentemente, la re-

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spuesta a esta pregunta es negativa (supuesto que exista algún conocimiento en absoluto).
En primer lugar, la justificación mediata parece ser transitiva en el sentido de que si A
es una justificación mediata para B y B es una justificación mediata para C entonces A
es una justificación mediata para C.2 Por otro lado, A nunca es una justificación mediata
para A, pues aunque la inferencia de A a partir de A es válida (la verdad de A garantiza la
verdad de A) la justificación mediata de A a partir de A requiere poseer una justificación
para A, por lo que la justificación no sería mediata sino, en todo caso, inmediata. Así
pues, la justificación mediata es una relación transitiva e irreflexiva sobre el conjunto de
proposiciones (contenido de creencias), es decir, una ordenación (estricta y parcial) del
mismo (podemos, por tanto, emplear la expresión A > j B para decir que A es una justifi-
cación mediata de B). Este hecho excluye la posibilidad de justificaciones circulares (por
ejemplo, A > j B, B > j C, C > j D y D > j A) por lo que, si toda justificación es mediata (para
toda proposición A, existe una proposición A0 tal que A0 > j A) esto solo puede deberse a la
existencia de cadenas infinitas de justificación. Las cadenas infinitas de justificación, sin
embargo, no parecen cuadrar con la finitud humana. De manera que, si hay conocimiento,
debe existir algún tipo de justificación inmediata. Aristóteles (Segundos Analíticos, 72b
5) parece aceptar ideas similares. (Es muy posible, en realidad, que la justificación del
conocimiento no obedezca en absoluto a la estructura de una ordenación, sino que las
teorías científicas tengan una justificación holística. En todo caso, las tradiciones modernas
pertenecientes al empirismo y el racionalismo son fuertemente fundacionalistas.)
Se suele llamar intuición a la justificación inmediata de una creencia. La pregunta que
separa a las tradiciones empirista y racionalista es la de qué tipos de intuición existen
realmente y cuáles son las formas principales de intuición. De acuerdo con los empiristas
la experiencia (en ocasiones llamada ‘intuición sensible’) es el único modo de justificación
inmediata del conocimiento. Los racionalistas sostienen, por el contrario, que la intuición
sensible no es ni la única ni la principal forma de justificación inmediata. Es posible
precisar aún un poco más la diferencia entre empiristas y racionalistas. Si entendemos
por “empírico” el conjunto de sensaciones con el que el mundo es capaz de afectar a
nuestros sentidos, el empirismo puede entenderse como la tradición que afirma que el
único modo de justificación inmediata de una creencia no trivial (que amplíe nuestro
conocimiento del mundo) es de naturaleza empírica.
Aunque en sí mismo el empirismo es una tesis epistemológica, suele ir acompañado de
una visión materialista del mundo. Un empirista podría aceptar la existencia de realidades
inmateriales, pero, dado que éstas no parecen poder afectar a nuestros sentidos, estaría
condenado a un agnosticismo por principio acerca del mundo inmaterial. Por el contrario,
el empirista tiende a considerar que el conocimiento se refiere a entidades capaces de
afectar nuestros sentidos y cuya existencia resulta por ello más patente que la de las
entidades inmateriales.
La precisión anterior acerca del contenido empírico de una experiencia surge de la distin-
ción de Kant entre la posible naturaleza a priori o a posteriori de un juicio. Si consideramos
una experiencia sensible − como las impresiones visuales que experimenta el lector al leer
estas páginas −, podemos distinguir entre la materia, aquello que es estrictamente dado
a los sentidos, y la forma, el modo concreto en que la sensibilidad organiza esa materia
en una representación sensible. Al mirar la pantalla de mi ordenador percibo una serie
de manchas de colores distribuidas en un espacio. De acuerdo con Kant ese espacio no
2
En realidad, la transitividad de la justificación mediata está basada en una buena dosis de optimismo. Si
la inferencia de A a B es meramente probable y la de B a C también es probable, es posible que la inferencia
de A a C no sea siquiera probable.

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es ninguna propiedad o relación de los objetos − algo que tenga subsistencia al margen
de la percepción −, sino el modo concreto en que mi sensibilidad organiza el material
con que son afectados mis sentidos. Los otros sentidos externos configuran también sus
objetos propios de acuerdo a un espacio que no es parte de lo dado a los sentidos, sino
el marco general de la experiencia sensible, el modo en el que se organiza lo dado a los
sentidos. Los sentidos internos (memoria, sentido común e imaginación) organizan el
material aportado por los sentidos externos de acuerdo a una forma que es el tiempo.
Cada sentido externo tiene su objeto específico (colores, sonidos, texturas, lo que sea) pero
las experiencias sensibles que tenemos tienen una cierta unidad (percibo ciertos colores,
sonidos y texturas en una experiencia unitaria); se llama ‘sentido común’ a la facultad
que da lugar a esa unificación de los diversos objetos de cada sentido externo. Es car-
acterístico de esta facultad la intención de presente, en el sentido de que percibimos tal
unificación de los sentidos como algo que acontece ahora, en un momento presente. De
modo similar, la memoria tiene una intención de pasado (los contenidos recordados son
percibidos como algo que fue) y la imaginación de futuro (en el sentido, al menos, de que
no ha sucedido).
La distinción entre a priori y a posteriori se refiere principalmente al tipo de justificación de
que podemos disponer para un juicio (aunque está ligada al contenido, en el sentido de
que cierto tipo de contenidos requieren cierto tipo de justificación). El juicio,

(1) La velocidad de la luz en el vacío es de aproximadamente 300.000 Km/s,

requiere, para su justificación, el acceso a experiencias muy específicas (las primeras


mediciones directas próximas al valor actual son del mediados del siglo XIX) y es, por
tanto, un juicio a posteriori. Los juicios a priori son aquellos cuya justificación no depende
de ningún dato particular de la experiencia. Los juicios analíticos como,

(2) Todo soltero es no casado,

(que discutiremos con más detalle un poco más adelante) no dependen de la experiencia
para su justificación. Sin embargo, Kant defiende que hay juicios que dependen de la
experiencia, pero no de ningún dato específico dado a la experiencia (no de la materia de
ninguna experiencia), sino de la forma de la experiencia sensible, el espacio y el tiempo,
y son, por tanto, a priori. Según la caracterización de racionalismo y empirismo dada
anteriormente Kant estaría del lado de los racionalistas, pues acepta la existencia de
juicios ampliativos a priori. En la siguiente sección se argumenta que Kant tiene razón
en este punto. Terminamos esta sección sobre racionalismo y empirismo con un famoso
pasaje del Discurso del método para saborear el marcado carácter racionalista (inclinación
por argumentos a priori) de la filosofía de Descartes.

No sé si debo hablaros de las primeras meditaciones que hice allí, pues son
tan metafísicas y tan fuera de lo común, que quizá no gusten a todo el mundo.
Sin embargo, para que se pueda apreciar si los fundamentos que he tomado
son bastante firmes, me veo en cierta manera obligado a decir algo de esas
reflexiones. Tiempo ha que había advertido que, en lo tocante a las costumbres,
es a veces necesario seguir opiniones que sabemos muy inciertas, como si
fueran indudables, y esto se ha dicho ya en la parte anterior; pero, deseando

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yo en esta ocasión ocuparme tan sólo de indagar la verdad, pensé que debía
hacer lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que
pudiera imaginar la menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no
quedaría en mi creencia algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto
que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa
alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto
que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos
de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto
al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que
anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin, considerando que
todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también
ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví
fingir que todas las cosas, que hasta entonces habían entrado en mi espíritu, no
eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que,
queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo,
que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: “yo pienso,
luego soy”, era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones
de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla
sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando.
(Discurso del método: cuarta parte)

2 Analítico y sintético. Sobre el contenido de las proposiciones


matemáticas.

Las matemáticas tienen una presencia importante en la tradición de pensamiento occi-


dental y desde el inicio han despertado el interés de los filósofos. Esta fascinación se debe
seguramente al hecho de que las matemáticas parecen reconciliar cuestiones aparente-
mente incompatibles: multiplicidad y cambio con racionalidad e inmutabilidad. En
efecto, las funciones sobre números reales y sus propiedades jugaron un papel clave en
el desarrollo de la Física, particularmente en la definición de los conceptos de velocidad
y aceleración que subyacen a la caracterización de la mayor parte de magnitudes físi-
cas estudiadas por la Mecánica. La aritmética, por su parte, son las matemáticas de la
multiplicidad: cómo contar cantidades de objetos, agregar ciertas cantidades a otras etc.
Se llama ‘estructura de la Artimética’ a la estructura formada por el conjunto de los
números naturales N que incluye al cero como elemento mínimo y las operaciones de
sucesión ‘s’, suma ‘+’, y multiplicación ‘·’ (en álgebra, esta estructura suele designarse así:
N = hN; 0, s, +, ·i). Se llama ‘Aritmética’, también, a la disciplina matemática que estudia
esta estructura. En lógica se emplea el término ‘teoría aritmética’ en un sentido técnico:
un conjunto de oraciones de un lenguaje lógico que tratan acerca de la estructura de la
aritmética.

2.1 Empirismo y analiticidad

El concepto de analiticidad aparece bajo distintas formas dentro de la tradición moderna.


Un lugar clásico es la Crítica de la razón pura donde Kant (CRP B10-B14) define los juicios
analíticos como aquellos en los que el predicado está (ocultamente) contenido en el

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concepto expresado por el sujeto. Así, por ejemplo, el juicio

(3) Todos los cuerpos son extensos,

es analítico, pues no es necesario más que analizar el concepto de cuerpo para encontrar
en él la noción de extensión. Al margen de la estructura de sujeto-predicado y de la visión
concreta de Kant acerca de los conceptos, la idea general detrás de la definición parecer
ser la siguiente (Quine (1951)). La verdad de un juicio (oración declarativa) depende, en
primer lugar, de que el mundo sea como el juicio dice que es. Así, por ejemplo el juicio

(4) Bruto mató a César,

es verdadero porque que el mundo fue como el enunciado dice que fue. Un segundo
motivo para la verdad de la oración, sin embargo, está en que las palabras significan lo
que significan. Si la expresión ‘mató’ significara ‘procreó’ entonces el enunciado (4) sería
falso. Podemos pensar en los juicios analíticos como casos límite en los que la verdad
del juicio depende enteramente del significado de las palabras de manera que cómo sea
el mundo es completamente irrelevante para la verdad del enunciado. Por este motivo
los juicios analíticos son necesarios aunque triviales, en el sentido de que son capaces,
como mucho, de aumentar el conocimiento acerca del significado de los términos, pero
no de aumentar el conocimiento acerca del mundo. Si disponemos de una idea precisa
de verdad lógica o tautología, podríamos caracterizar los juicios analíticos como aquellos
que pueden reducirse a verdades lógicas con ayuda de relaciones de sinonimia. Así, por
ejemplo,

(5) Todos los cuerpos son extensos


∀x(Cx ⊃ Ex)

Puede transformarse en la siguiente verdad lógica,

(6) Todo aquello con extensión limitada y perceptible por los sentidos es extenso,
∀x((Ex ∧ Lx ∧ Px) ⊃ Ex)

con ayuda de relaciones de sinonimia ("Cuerpo: Del lat. corpus. 1. m. Aquello que
tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos." RAE). Esta caracterización parece
estar en línea con los comentarios de Kant de que los juicios analíticos son aquellos
‘pensados mediante identidad’ (la verdad lógica de enunciados de la forma A ⊃ A suele
llamarse “identidad”) así como que, ‘del concepto puedo sacar el predicado por medio
del principio de contradicción’.
El empirismo, según lo definimos anteriormente, parece forzado a aceptar que las matemáti-
cas son analíticas. Consideremos el siguiente ejemplo,

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a El empirismo está comprometido con


decir que las matemáticas son
analíticas. Dificilmente va a poder
a justificar las leyes como esta diciendo
que son inducciones a partir de la
experiencia.

b Pensar que todos los juicios de la


matemática son analíticos no es
verosimil porque en lo sestandar, la
simple comprensión de los términos
b es suficiente para determinar si un
juicio es verdadero o falso.
Figure 1: (a + b)2 = a2 + b2 + 2ab

En el dibujo se puede observar que el área formada por a + b al cuadrado (la superficie
completa del cuadrado) es igual al área formada por b al cuadrado (cuadrado coloreado
mayor) más el área formada por a al cuadrado (cuadrado coloreado menor) más el área
del rectángulo formado por a y b dos veces (rectángulos blancos).
En la explicación hemos dicho que es posible observar, aunque esto requiere una mati-
zación. Aunque la intuición juega un papel en esta demostración, la justificación de la
proposición ‘(a + b)2 = a2 + b2 + 2ab’ no puede deberse a ningún dato particular de la
experiencia sensible (pace John Stuart Mill, ver (Shapiro, 2000, 91)). Pues, en primer lugar,
la proposición es universal (se cumple para cualesquiera segmentos a y b) mientras que
las figuras percibidas en la demostración tienen un tamaño determinado. En segundo
lugar, la demostración implica el uso de líneas rectas y figuras geométricas y nada de
eso puede darse propiamente como dato de los sentidos (las “líneas” del dibujo tienen
cierto espesor, de otra manera no podrían afectar nuestros sentidos, etc.) La analiticidad
es la única alternativa para que el empirismo pueda explicar la verdad y necesidad de las
proposiciones matemáticas.
La idea de que todas las proposiciones matemáticas son analíticas no es particularmente
plausible. Por una parte, proposiciones analíticas como la proposición en (5) más ar-
riba son trivialmente verdaderas (basta con comprender el significado de los términos
involucrados para saber que son verdaderas), mientras que gran cantidad de proposi-
ciones aritméticas no parecen ser triviales en este sentido. En la Conjetura de Goldbach, por
ejemplo,

(7) todo par mayor que dos es igual a la suma de dos primos

el significado de las expresiones que forman esta proposición resulta (aparentemente)


evidente a cualquier a que haya cursado la educación primaria y, sin embargo, a día de
hoy no sabemos si esta proposición es verdadera.
Por otra parte, la demostración en el ejemplo anterior parece estar basada realmente
en la percepción de las figuras y no en la comprensión de ciertas definiciones. Si el
lector no sabía que la identidad en 2.1 era verdadera antes de la demostración y ha
entendido la demostración, ha aumentado su conocimiento de las matemáticas con una
nueva proposición. La justificación para tal aumento de conocimiento, sin embargo,
no ha requerido una demostración analítica, donde se ponga de manifiesto la verdad
tautológica de la proposición con ayuda de definiciones.
El empirismo podría tratar de sortear estas dificultades por la vía directa: mostrando que
las proposiciones matemáticas pueden reducirse a verdades lógicas (de manera similar

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al modo en que la definición de ‘soltero’ nos permite reducir la proposición en (1) a una
verdad lógica). En la siguiente sección explicamos a grandes rasgos de qué manera se
podría intentar llevar a cabo esta reducción de las matemáticas a la lógica.

2.2 Aritmética y Lógica

Esta sección requiere poder leer algunos símbolos lógicos: ‘∀’ ; ‘para todo’ y ‘∃’ ;
‘existe’ o ‘al menos uno’; ‘∧’ ; ‘y’ (conjunción), ‘⊃’ ; ‘si... entonces’ (condicional),
y ‘¬’ ; ‘no’ (negación), ‘=’ ; ‘es’ (identidad). De este modo, la formalización de las
oraciones en (1),

(1† ) ∀x(Sx ⊃ ¬Cx) ; ∀x(¬Cx ⊃ ¬Cx)

pueden leerse como ‘para todo x, si x tiene la propiedad S entonces x no tiene la propiedad
C’ y ‘para todo x, si x no tiene la propiedad C entonces x no tiene la propiedad C’.

Se llama lógica de primer orden a la lógica para este tipo de lenguajes en los que es posible
cuantificar sobre individuos. Contemporáneamente, la lógica de primer orden es consid-
erada la lógica por excelencia, cualquier lógica que sobrepase a ésta suele considerarse
que va más allá de conceptos puramente lógicos.

Se llama lenguaje de la aritmética, abreviado LA , al lenguaje lógico resultado de añadir


los símbolos: 0 (para el número cero), s (para la sucesión), + (para la suma) y · para
la multiplicación. Algunas oraciones de este lenguaje son evidentemente verdaderas y
algunas evidentemente falsas, como por ejemplo:

• 0 , s(0) X
• ∀x∀y(x , 0 ⊃ x + y , y) X
• ¬∃x(x + x = ss(0)) X.

Otras oraciones de LA son verdaderas o falsas, pero no de manera evidente. Por ejemplo,
con ayuda de las siguientes abreviaturas,

• x < y =d f ∃z(z , 0 ∧ z + x = y)
• Par(x) =d f ∃y(y , 0 ∧ y + y = x)
• Div(y, x) =d f ∃z(z , 0 ∧ z · y = x)
• Primo(x) =d f ∀y(Div(y, x) ⊃ (y = s(0) ∨ y = x))

podemos expresar la Conjetura de Goldbach:

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CG ∀x((Par(x) ∧ ss(0) < x) ⊃ ∃y∃z(Primo(y) ∧ Primo(z) ∧ y + z = x))

En términos generales, los problemas de la Teoría de Números son expresables en el


lenguaje de la aritmética (Hedman, 2006, 358). Se llama teoría de la aritmética (abreviado:
Teo(N)) al conjunto de oraciones de LA verdaderas en la estructura de la aritmética, es
decir, el conjunto de oraciones verdaderas cuando 0, s, + y · significan cero, sucesión, suma
y multiplicación sobre los números naturales. En el intento de mostrar la analiticidad
de la aritmética podríamos tratar de identificar este conjunto de oraciones. Dado que
la lógica de primer orden es la lógica por excelencia y que la teoría de la aritmética está
formulada en un lenguaje de primer orden, si ésta es capaz de representar con fidelidad la
estructura de la aritmética, podemos decir que la aritmética puede reducirse a la lógica (es
decir, es analítica). En el siguiente apartado explicamos por qué la teoría de la aritmética
no representa con fidelidad la estructura de la aritmética.

2.3 Compacidad, finitud y modelos no-estándar

Una lógica es compacta cuando, si una oración A es consecuencia de un conjunto Γ de


premisas, entonces A es consecuencia de algún subconjunto finito de Γ. Equivalentemente,
una lógica es compacta cuando, para todo conjunto de fórmulas Σ, si todo subconjunto
finito Σ∗ de Σ es satisfacible entonces Σ es satisfacible.3 La lógica de primer orden es
compacta en este sentido.

La compacidad de la lógica de primer orden (junto a otras características de la lógica)


tiene como consecuencia que la noción de finitud no pueda expresarse en ningún lenguaje
de primer orden. A continuación damos una demostración informal, pero ilustrativa, de
este hecho. Llamemos ∆ a la siguiente lista de oraciones:

N f Hay una cantidad finita de objetos en el universo


N1 Hay al menos uno
N2 Hay al menos dos
N3 Hay al menos tres
..
.

Se trata de una lista infinita de oraciones, pues ∆ contiene una oración Nn por cada número
natural n.
3
Que un conjunto de oraciones Σ es satisfacible significa, intuitivamente hablando, que las oraciones
“podrían ser conjuntamente verdaderas”. Por ejemplo, el conjunto de oraciones = {La nieve es blanca, Las
órbitas de los electrones son elípticas} es satisfacible, mientras que el conjunto de oraciones = {La nieve
es blanca, La nieve no es blanca} no lo es. Ver (Zalabardo, 2002, sec. 5.9) para más sobre el concepto de
compacidad.

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Teorema: La lógica de primer orden no puede expresar la oración N f .

Proof. Observación 1: Las oraciones N1 en adelante son expresables en un lenguaje de primer


orden. La fórmula ‘∃x x = x’ (informalmente: hay un objeto idéntico a sí mismo) expresa
la oración N1 en la lista, la fórmula ∃x∃y(x , y) (informalmente: hay un objeto x y
hay un objeto y tal que x e y son objetos distintos) expresa la oración N2 , la fórmula
∃x∃y∃z(x , y ∧ x , z ∧ y , z) (informalmente, hay objetos x, y y z todos ellos distintos
entre sí) expresa N3 y, de manera similar, podemos encontrar una fórmula que expresa
cada oración Nn en la lista.

Observación 2: La lógica para un lenguaje que pueda expresar ∆ no es compacta. Pues aunque
cada subconjunto finito de oraciones en ∆ es satisfacible (es conjuntamente posible la
verdad de, digamos, que hay un número finito de objetos en el universo con la de que
hay al menos 21Gúgol ), el propio conjunto ∆ no es satisfacible.

Dado que la lógica de primer orden es compacta, no puede expresar ∆ y dado que puede
expresar las oraciones Nn para cada número natural n, no puede expresar N f .


En forma de eslogan: un lenguaje de primer orden no puede expresar la noción de


finitud. Una consecuencia directa de la compacidad de la aritmética es que la estructura
de la aritmética N no puede representarse con fidelidad en el sentido de que la teoría
de la aritmética es verdadera no sólo en la estructura de la aritmética, sino también en
estructuras no-isomorfas (glosario: ??) conocidas como modelos no-estándar de la aritmética
(ver Figura 2).4

Figure 2: Modelos estándar y no-estándar de Teo(N)

N = 0, 1, 2, 3 . . .

N += 0, 1, 2, 3 . . . ⊗, ⊕, , . . . ?, ∗, ◦ . . .

Los modelos no-estándar se caracterizan por contener “elementos no-estándar”: objetos


que se sitúan a una distancia infinita de cero. Los elementos no-estándar se agrupan
en galaxias densamente ordenadas con una “galaxia estándar” como elemento mínimo
(Zalabardo, 2002, 304-311). En los modelos no-estándar, la galaxia estándar es una copia
fiel − isomorfa con − de los números naturales, de manera que se puede decir que todo lo
que falta a la teoría de la aritmética para poder representar con fidelidad la estructura de
los números naturales es la noción de finitud. Podemos entender que esta noción de finitud
viene proporcionada por la intuición del tiempo de la tradición kantiana heredada por
Brouwer (ver (Brouwer, 1981, 4-5)). El lector esperará, quizá, una explicación detallada de
4
Ver (Zalabardo, 2002, 304-311) para una explicación detallada de la existencia de modelos no estándar
de la aritmética a partir de la compacidad de la Lógica de primer orden.

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este componente intuitivo de las matemáticas. Recordemos, sin embargo, que se trata de
cierto contenido que escapa a una caracterización analítica de manera que es posible tratar
de aportar alguna elucidación pero no, estrictamente hablando, una definición tradicional.

References
Brouwer, L. E. J. (1981). Brouwer’s Cambridge lectures on intuitionism. D. van Dalen (ed.).
Cambridge: Cambridge University Press.

Hedman, S. (2004 (reprinted with corrections 2006)). A First Course in Logic. Oxford
University Press.

Quine, W. v. O. (1951). Two dogmas of empiricism. Philosophical Review, 60:20–43.

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Zalabardo, J. L. (2002). Introducción a la teoría de la lógica. Alianza Editorial, Madrid.

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