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Joel Alejandro Franco Ramírez

Reporte de: “El problema del conocimiento y el escepticismo”, de Cornman, Pappas y Lehrer

Se dice que un filósofo es escéptico respecto a cierta tema si niega que la gente conoce lo que ésta
comúnmente dice que conoce. La motivación más directa surge de la teoría y la especulación, pues
cuando una investigación filosófica lleva a conclusiones que chocan con el conocimiento común, los
filósofos echan abajo las afirmaciones adversas para abrir paso a esa investigación.

Sin embargo, también algunas formas usuales del escepticismo surgen de la teoría y especulación
científica (por ejemplo, los sentidos no son tal cual parecen, pues la luz de una estrella lejana tarda en
llegar).

También las teorías religiosas han llevado a especulaciones escépticas. Alguien que cree en la
revelación sobrenatural puede rechazar afirmaciones de sentido común sobre el conocimiento (p. ej.,
que la Tierra es joven).

Cada periodo de la historia intelectual tiene algún dogma que en ese momento no es considerado
como tal, sino como algo evidente. Si la revelación religiosa fue el dogma del pasado, el empirismo
científico es el dogma de hoy.

La investigación de la verdad debe considerarse como una búsqueda interminable, no limitada.

El objetivo del texto es construir un argumento escéptico sólido en contra del conocimiento tal y
como se entiende en el sentido común. Se puede hablar de “conocer” en varios sentidos (conocer a
alguien, saber montar una bici, etc.), pero lo que interesa al escéptico es el conocimiento proposicional
(p. ej., “José sabe cuál es la capital de Francia”).

Según la definición clásica, una persona posee conocimiento cuando tiene una creencia verdadera
justificada. Pero además, se puede pedir que una persona tenga una justificación que no dependa
esencialmente de alguna suposición falsa.

Un dogma es una suposición que se hace en forma acrítica, sin ningún intento de justificación
reflexiva, ya que se sostiene como evidente. Diremos que un epistemista respecto del conocimiento
perceptual es aquel que no solo acepta la afirmación de que obtenemos conocimiento mediante la
percepción, sino que también piensa que hay muchas buenas razones en favor de esa afirmación. El
escéptico, en contraste, insiste en que hay buenas razones para negar tal suposición. Entonces, el texto
será un intercambio entre el epistemista y el escéptico, no entre el dogmático y el escéptico.
El epistemista supone que el conocimiento perceptual se apoya en el sentido común reflexivo. Tras
reflexionar, el epistemista considera que tiene al menos una razón para aceptar la suposición del
conocimiento perceptual.

Una objeción esto se relaciona con que obtenemos conocimiento del mundo mediante la experiencia
sensorial. Sin embargo, siempre que se formula una creencia perceptual uno puede estar cometiendo un
error. Sin embargo, el epistemista puede responder que del hecho de que a veces nos equivoquemos en
nuestras creencias perceptuales no se sigue que siempre lo hagamos. Sin embargo, la cuestión es que de
hecho a veces nos equivocamos en tales creencias, por lo que entonces es posible que uno esté siempre
equivoque al sostener tales creencias. Y si siempre es lógicamente posible que nuestras creencias
perceptuales estén equivocadas, entonces nunca sabemos si éstas son verdaderas. Por lo tanto, nunca
sabemos que algunas de nuestras creencias perceptuales son verdaderas.

Una posible respuesta al argumento anterior sería cuestionar la premisa de que “Si a veces estamos
equivocados en nuestras creencias perceptuales, entonces siempre es lógicamente posible que nuestras
creencias perceptuales sean falsas”. Puede ser que haya algunas creencias perceptuales que no puedan
ser falsas. El escéptico, sin embargo, puede cuestionar que aunque es lógicamente posible que alguna
creencia perceptual verdadera esté equivocada. Por ejemplo, las experiencias de una persona que tiene
una creencia perceptual verdadera pueden duplicarse en las experiencias de una persona cuya creencia
perceptual sea exactamente similar pero falsa. Entonces, nunca nadie sabe que algunas de sus creencias
perceptuales son verdaderas o no. Con todo, se puede objetar que se llega ilegítimamente a una
conclusión general a partir de un ejemplo particular.

Como respuesta, se habla de cómo se puede estar bajo la influencia de alucinaciones o un


“cerebrino”, que nos engañe de manera general y sistemática. Pero el problema es que en casos de
alucinaciones tenemos maneras de corroborar que estamos bajo su influencia, como el testimonio de
otras personas y la coherencia entre nuestras experiencias. Esto, no obstante, parece cometer una
petición de principio, ya que el testimonio y la coherencia pueden ser parte de la alucinación.

Pero todo engaño encierra la posibilidad de que se lo descubra. El escéptico asume que una
alucinación perfecta es posible. Pero tal cosa carece de sentido. Pero si la hipótesis de la alucinación
perfecta es significativa en un sentido semántico, entonces el que no lo sea en un sentido epistémico es
irrelevante.

Para salir de ese aprieto, el epistemista puede hablar en términos de probabilidad más que de
posibilidad. Pero debe afirmar no solo que nuestras creencias que las hace altamente probables, sino
también que sabemos que tales creencias son altamente probables. Pero para determinar esto último se
ha de saber de antemano cuáles creencias son verdaderas y en qué porcentaje. Se cae en un círculo.

El epistemista puede entonces argumentar que se está pidiendo un estándar muy alto de justificación
y que basta que algo se justifique en términos de nuestras normas de evaluación. El problema con esto
es que no implica que algo se justifique plenamente, sino solo de manera relativa a ciertas normas. Por
ejemplo, del hecho de que el acto X esté justificado según el cristianismo no implic que ese acto X esté
justificado plenamente.

Por otro lado, se puede decir que la hipótesis h, que es la hipótesis de que veo mi lápiz, y la hipótesis
k, que es la hipótesis de que la teoría del cerebrino es correcta. Puestas a competir, h es mucho más
probable que k, por lo que deberíamos preferirla, a pesar de que k es lógicamente posible. Pero la
hipótesis del cerebrino, por débil que sea, tiene una posibilidad. Y si nuestras creencias no se justifican
plenamente, entonces no sabemos si son verdaderas. Pero en tal caso, no tendríamos conocimiento
sobre ninguna creencias perceptual, pues ninguna cumple tal estándar.

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