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El estadio del espejo en la constitución subjetiva1

Alberto Uboldi

La presentación realizada por Lacan en el XVI Congreso Internacional de Psicoanálisis, en


la ciudad de Zúrich, en 1949, es publicada en sus Escritos como “El estadio del espejo como
formador de la función del yo [je]2 tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”3.
Parte de la observación del niño entre los 6 y los 18 meses de vida y su relación con el
reconocimiento de su imagen en el espejo, realizada por diferentes estudios citados allí.

Lacan formula que el niño procura fijar una imagen a la que se identifica: “Basta para
ello comprender el estadio del espejo como una identificación en el sentido pleno que el
análisis da a éste término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una
imagen, cuya predestinación a este efecto de fase está suficientemente indicada por el uso, en
la teoría, del término antiguo imago.4”5 Esta identificación con la imagen, produce una
modificación en el sujeto que describe a partir de una asunción jubilosa de la misma, dada la
prematuración del niño y su dependencia. Esa imagen capturada por el sujeto en constitución
le provee una unidad corporal que se adelanta respecto de la maduración, es una unidad “más
constituyente que constituida”, la imagen fijada se contrapone a la “turbulencia de
movimientos”. La imagen, dice Lacan, “simboliza la permanencia mental del yo”:

(…) la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible, si hemos de dar
crédito a la disposición en espejo que presenta en la alucinación y en el sueño la
imago del cuerpo propio, ya se trate de sus rasgos individuales, incluso de sus
mutilaciones, o de sus proyecciones objetales, o si nos fijamos en el papel del

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Esta ficha de cátedra ha sido elaborada compilando y adaptando lo desarrollado en el libro: Uboldi, A. (2018).
Violencias actuales. Fundamentos psicoanalíticos y transformaciones en el lazo social. Editorial
fundación la hendija.
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En español no hay dos modos de decir “yo” como en el francés, por lo tanto se hace referencia, en la traducción,
aclarando si es “je” o “moi”.
3
Lacan, J. [1949] “El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la
experiencia psicoanalítica” en Escritos 1 II ed., Siglo veintiuno editores.
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Según el Diccionario de psicoanálisis, Elisabeth Roudinesco y Michel Plon. “En su primera teoría de lo imaginario
... Lacan asoció "imago" con "complejo". El complejo, cuyo elemento constitutivo es la imago, constituye el
factor que permite comprender la estructura de una institución familiar, tomada entre la dimensión cultural
que la determina y los vínculos imaginarios que la organizan. Esta estructura complejo-imago prefigura lo que
llegará a ser la tópica de lo real, lo imaginario y lo simbólico.”
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Ibíd.

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aparato del espejo en las apariciones del doble en que se manifiestan realidades
psíquicas, por lo demás heterogéneas.6

Esa fijación de la imagen abre en el sujeto un umbral respecto del mundo a partir de
prefigurarse un cuerpo como propio, es decir, el sujeto que se constituye no tiene hasta el
momento una referencia a un “yo”, dado que esta instancia no está constituida. La imagen de
un cuerpo unificado -que no corresponde a la maduración del niño- es anticipada por la
imagen, capturada en la identificación, siendo dicha identificación el pilar de la formación del
yo. También, va a hacer referencia a la fragmentación del cuerpo en tanto desintegración del
mismo, desunión de los miembros. Esta desintegración, es percibida como agresiva y en la
clínica se presenta como síntomas de la “escisión esquizoide o de espasmo de la histeria”. El
júbilo del niño, al capturar la imagen unificada en el espejo, está relacionado con esa
unificación diferente a la fragmentación.

Lacan indicará en el texto las coordenadas del estadio: “Este momento en que termina
el estadio del espejo inaugura, por la identificación con la imago del semejante y el drama de
los celos primordiales (…) la dialéctica que desde entonces liga al yo [je] con situaciones
socialmente elaboradas.”7 El estadio del espejo, va a ser el mojón inicial de la relación social, de
la relación con el otro a partir de la identificación con la imagen del semejante8 y con la
rivalidad respecto de éste: “Es este momento el que hace volcarse decisivamente todo el saber
humano en la mediatización por el deseo del otro, constituye sus objetos en una equivalencia
abstracta por la rivalidad del otro (…)”9 Refiere así, a esa ambivalencia en relación al otro como
semejante, definida como la relación imaginaria con él. Si bien el sujeto se sostiene en el otro
para identificarse a su imagen y esta identificación opera de soporte de la constitución del yo,
también la imagen está en el lugar del otro, por lo que se presenta el aspecto “paranoico” de la
relación, dado que a nivel especular: si existe el sujeto desaparece el otro y viceversa, si existe
el otro desaparece el sujeto. Entonces, la lógica planteada es “o yo o el otro”. La relación con el
otro se inaugura en esta rivalidad, dado que la imagen de ambos ocupa el mismo lugar. De este
modo, la lógica imaginaria de la relación con el otro semejante es la base de toda agresividad y

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Ibíd.
7
Ibíd.
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Nótese que Lacan parte de una cuestión relativa a la observación del niño y sus reacciones frente al espejo, pero
rápidamente deja en claro que, de lo que se trata en la constitución subjetiva, es de la identificación con la
imagen del otro, el espejo es el otro.
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Ibíd.

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rivalidad imaginaria; es la que surge habitualmente en la relación entre los niños, pero también
en situaciones en las que se plantea una confrontación imaginaria entre los adultos,
poniéndose en juego la rivalidad y la agresividad.

(…) hace del yo *je+ ese aparato para el cual todo impulso de los instintos será un
peligro, aún cuando respondiese a una maduración natural; pues la normalización
misma de esa maduración depende desde ese momento en el hombre de un
expediente cultural: como se ve en lo que respecta al objeto sexual en el complejo
de Edipo.10

En este fragmento, Lacan también hace referencia a que esta identificación con el
semejante y su carácter de rivalidad y agresividad, va a ligar al yo con situaciones de orden
social, en tanto que dicha ligazón estará mediada por el deseo del otro, inaugurando su relación
con la cultura a partir de esta relación con el otro como relación ordenada, normativizada.
Posteriormente irá fundamentando lo que viene a pacificar la relación con el otro especular,
una legalidad, una terceridad que pone límite a la agresividad y posibilita la convivencia.

Lacan se va a referir en el escrito al "narcisismo primario" explicitando que “designa la


carga libidinal propia de ese momento”, pero la asociación con la agresión estará dada por “(…)
la relación evidente de la libido narcisista con la función enajenadora del yo [je], con la
agresividad que se desprende de ella en toda relación con el otro, aunque fuese la de la ayuda
más samaritana.”11 Queda claro que Lacan se está refiriendo al narcisismo primario y a la
relación de la libido narcisista con la agresividad que originalmente se proyecta hacia el otro. De
este modo, el origen de la relación (imaginaria) con el otro, es una relación de agresividad,
gobernada por la lógica que mencionamos: “o yo o el otro”. Dicha relación, vendrá a ser
pacificada por otra relación, ya no a nivel imaginario sino mediada por lo simbólico.

La agresividad en psicoanálisis

En ocasión del XI Congreso de los psicoanalistas de lengua francesa realizado en mayo


de 1948, Lacan prepara un informe que lleva como título: La agresividad en psicoanálisis.12 El
informe plantea diversas tesis en torno a la cuestión de la agresividad, procurando conformar
10
Ibíd.
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Ibíd.
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Lacan, J. [1948] “La agresividad en psicoanálisis”, en Escritos 1 II ed., Siglo veintiuno editores.

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una referencia científica sobre el tema. En el texto, intenta fundamentar que la agresividad no
tiene una relación con lo biológico en términos de supervivencia, sino que puede atribuírsele a
la economía psíquica. El desarrollo orienta la construcción teórica sosteniéndose en la
experiencia psicoanalítica, que en esa época era entendida por Lacan como “captura dialéctica
del sentido”13. Dicha captura: “Supone (…) un sujeto que se manifiesta como tal a la intención
de otro”14. Así, fundamenta su metodología de investigación, planteando que la subjetividad
siempre está presente, incluso en las investigaciones del ideal de la física: “Solo un sujeto
puede comprender un sentido, inversamente todo fenómeno de sentido implica un sujeto.” 15

La agresividad supone una intención agresiva manifiesta, lo que surge en la clínica en


torno a las imágenes de castración, mutilación, desmembramiento, etc., son “imagos del
cuerpo fragmentado”. Es importante aclarar, que en los tiempos de este texto, Lacan piensa la
imago como formadora de la identificación. “El diálogo parece en sí mismo constituir una
renuncia a la agresividad (…)”16. El diálogo, como relación a partir de la palabra entre dos
sujetos, modo en que Lacan piensa el análisis en esta época.17

Posteriormente, analiza en el texto los modos de la identificación en los niños y


ejemplifica esa etapa en que un niño ve caer a otro y él mismo llora, o la circunstancia en que al
pegarle al otro niño, refiere que le han pegado a él. Este punto, en el que la identificación con el
otro surge como indiferenciada, es a lo que Lacan apunta como una “encrucijada estructural”
que permitiría “comprender la naturaleza de la agresividad en el hombre”. Señala allí que en
esa relación en que el sujeto en constitución se fija en una imagen que lo enajena a sí mismo:
“(…) se cristalizará en efecto en la tensión conflictual interna al sujeto, que determina el
despertar de su deseo por el objeto del deseo del otro: aquí el concurso primordial se precipita
en competencia agresiva; y de ella nace la triada del prójimo, del yo y del objeto (…)” 18 Por lo
tanto, en esa identificación que fija la imagen enajenando al sujeto y forma el yo, la energía
puesta en juego en la identificación a la imagen del otro es la base del conflicto, es el sustento
de la tensión agresiva. A partir de esa identificación habrá identificación al deseo del otro, lo
que posicionará al sujeto deseando lo que el otro desea, ya que se constituye identificándose a

13
Ibíd.
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Ibíd.
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Ibíd.
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Ibíd.
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Posteriormente la relación analizante-analista será pensada de otro modo.
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Ibíd.

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él. A esta situación, Lacan la llama competencia agresiva por el objeto respecto del prójimo. A
partir de esta estructuración, que es la estructuración originaria del yo, en la que se produce la
separación yo-otro y en la que se constituye el objeto, surge la agresividad ligada a la
identificación. Lacan denomina “estructura paranoica del yo” a ese movimiento en el que el
sujeto se niega a sí mismo, hace cargo al otro y a partir de eso articula los “tres delirios”
planteados por Freud: los celos, la erotomanía y la interpretación.19

Según lo expresado por Lacan, la agresividad estaría ligada a la relación narcisista y se


enlaza dialécticamente con el complejo de Edipo. La identificación con el rival, dice Lacan, no
cae por su propio peso, sino “(…) preparado por una identificación primaria que estructura al
sujeto como rivalizando consigo mismo.”20. Es decir, que la agresividad parte de esa estructura
en la que el sujeto proyecta en el otro la auto-agresividad. “Pero lo que nos interesa aquí es la
función que llamaremos pacificante del ideal del yo, la conexión de su normatividad libidinal
con una normatividad cultural, ligada desde los albores de la historia a la imago del padre.” 21 La
pacificación de la agresividad estará enlazada al ideal del yo como ley que proviene del padre y
ordena la economía libidinal y la relación con el otro. Por lo tanto, la identificación que se
articula en el Edipo, permite al sujeto trascender “(…) la agresividad constitutiva de la primera
individuación subjetiva.”22 El ideal, estará relacionado al ingreso de la legalidad soportada por
el padre, que de este modo, será la instancia inscripta en el sujeto que habilita la pacificación
de la agresividad, permitiendo la convivencia. Por lo tanto, en este momento piensa que esa
agresividad -a diferencia de Freud- emerge de la identificación como operación inaugural de la
constitución subjetiva y será pacificada por la operación ordenadora y legalizadora del Edipo. El
ideal cumplirá un papel pacificador fundamental en la relación de agresividad respecto del otro.

Finalizando el texto, Lacan va a referirse a los efectos actuales (fechado en 1948), desde
la mirada de la agresividad como elemento de la constitución subjetiva relativo a la primera
identificación y al narcisismo primario. En este sentido, reflexiona sobre los efectos de los
cambios sociales:

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Ibíd.
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Ibíd.
21
Ibíd.
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Ibíd.

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(…) está claro que la promoción del yo en nuestra existencia conduce, conforme a
la concepción utilitarista del hombre que la secunda, a realizar cada vez más al
hombre como individuo, es decir (…) en un aislamiento del alma cada vez más
emparentado con su abandono original.23

El viraje narcisístico que Lacan observa en esos años y que vemos amplificado hoy en
día, conduce al sujeto a su abandono original. Ese hombre “liberado”, padece un
desgarramiento que lo lleva a: “(…) las neurosis del autocastigo, con los síntomas histéricos-
hipocondríacos de sus inhibiciones funcionales, con las formas psicasténicas de sus
desrealizaciones del prójimo y del mundo, con sus secuencias sociales de fracaso y de
crimen.”24 De este modo, menciona las manifestaciones clínicas y sociales de esa tendencia que
retorna al sujeto al narcisismo y por consecuencia, a su “abandono original”. Este punto nos
parece clave, dado que Lacan refiere tendencias de orden social articuladas a la constitución
subjetiva y a los síntomas de esa época. Observemos que Lacan señala la concepción social que
lleva a “realizar cada vez más al hombre como individuo”, articulando sintomatologías
generalizadas y a su vez, el retorno de esos efectos en lo social.

Si seguimos la lógica del texto -dado que el retorno al narcisismo implica un retorno a la
agresividad en el sentido mencionado “el sujeto proyecta en el otro la auto-agresividad”-
surgen una serie de sintomatologías que la clínica vislumbraba ya en aquellos años: las neurosis
de auto-castigo, las manifestaciones hipocondríacas, las inhibiciones y las formas psicasténicas,
que podríamos ubicar en el sentido de la hoy tan difundida “depresión”. Finalmente, surgen
“(…) sus secuencias sociales de fracaso y de crimen”. De este modo, Lacan pone un tono de
continuidad en lo social respecto de su análisis de los efectos ligados a esta tendencia narcisista
que avizora ya hacia finales de los años ´40. Así, las manifestaciones sintomáticas expresarían
tal situación del entorno cultural que podemos ligar a una lectura respecto de la proliferación
de la violencia, entre otros efectos. Hoy nos encontramos con manifestaciones, que desde el
acto violento, muestran esa falla en la regulación de la agresividad.

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Ibíd. El resaltado es nuestro.
24
Ibíd.

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Variantes de la cura tipo - El yo en el análisis y de su fin en el analista

En el escrito25 surge nuevamente en Lacan la necesidad de diferenciar agresividad de


agresión. Es interesante cómo retorna el planteo de estas distinciones, tanto respecto a la
situación analítica como en el aspecto social. Refiere allí lo trabajado por Freud en El malestar
en la cultura: “Sólo este estudio dará su sentido a la subida progresiva del interés concedido a
la agresividad en la transferencia y en la resistencia, no menos que en el Malestar en la cultura,
mostrando que no se trata aquí de la agresión que se imagina en la raíz de la lucha vital.”26
Nuevamente, Lacan señala su diferencia de lectura con Freud; no solo vuelve a diferenciar la
agresividad de la agresión, dejando en claro que en la cultura no se trata de la lucha vital, sino
que opera la identificación a la imagen del otro, propia del “estadio del espejo”. En el mismo
texto indica:

La noción de la agresividad responde por el contrario al desgarramiento del sujeto


contra sí mismo, desgarramiento cuyo momento primordial conoció al ver a la
imagen del otro, captada en la totalidad de su Gestalt, anticiparse al sentimiento de
su discordancia motriz, a la que estructura retroactivamente en imágenes de
fragmentación.27

En esta referencia al estadio del espejo ubica el lugar de la agresividad en el


“desgarramiento del sujeto contra sí mismo”, da la pista de que ese desgarramiento es un
efecto de la construcción retroactiva que se produce a partir de captar la unificación de la
imagen que se anticipa en el espejo. Es decir, si hay imagen unificada en el espejo,
retroactivamente se construyen imágenes de fragmentación. Recordemos que, en el “estadio
del espejo”, el sujeto en constitución va a capturar en la imagen del otro su imagen unificada
como anticipación que remite a la discordancia motriz, propia del cuerpo fragmentado. En este
punto, Lacan sitúa la agresividad como originariamente auto-agresividad, que por proyección se
dirigirá al otro. Siguiendo lo que planteamos anteriormente, la promoción del narcisismo no
hace otra cosa que enfrentar al sujeto con este desgarramiento, con lo mortífero como origen
de la subjetivación. Podemos plantearlo como aquello del goce que no entró en ese primer
anudamiento imaginario, simbólico y real.

25
Lacan, J. [1955] “Variantes de la cura tipo - El yo en el análisis y de su fin en el analista”, en Escritos 1 II ed., Siglo
veintiuno editores.
26
Ibíd.
27
Ibíd. El resaltado es nuestro.

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