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A.

La Identificación primordial Fundadora del YO como Imagen Propia

La emergencia de un sujeto, tal como lo hemos venido demostrando, supone el pasaje obligado del
neonato, por identificaciones fundadoras. La autopercepción de la pertenencia a un grupo, con cuyos
miembros, el individuo comparte una impronta significante: la filiación paterna a través del apellido,
ordena la genealogía y la generación en la que se inscribe el recién nacido.

Pero si bien, la constitución del ser se inscribe en el narcisismo de la cadena generacional, lo que
Freud advierte, es que aunque ligado a esa pertenencia primaria, efecto de la filiación a una estirpe, y
a las demandas del grupo familiar, cada sujeto es una entidad individualizada, un YO. 1 Subraya, que
el Yo, como unidad, como entidad psíquica representada para el sujeto, no existe desde el principio y
tiene que ser desarrollada. 2

a) La imagen del otro como modelo de la imagen propia.

En el ya renombrado “estadio del espejo” construido por J. Lacan para mostrar la conquista de la
propia imagen por parte del individuo,3 destaca la importancia, inadvertida hasta ese momento, de la

1 La elaboración de Freud de la teoría del Yo, dice Lacan, cubre el período que va de 1910 a 1920 y en la que aparece
inscribiéndose enteramente en la estructura de la relación narcisista. […] Psicología de las masas y análisis del yo, es uno
de los escritos con los que Freud inaugurará el último período de su pensamiento, en el que acabará de definir al Yo en la
tópica. Ver Jacques Lacan, “Variantes de la cura tipo”, óp. cit., 331.
2En Introducción al Narcisismo, detalla Freud, de qué manera en su estudio de las profundidades psíquicas de los

individuos, la idea del narcisismo primario se le impuso, después de permanecer por largo tiempo oculta a su investigación.
El examen de características psíquicas estructurales en algunos fenómenos patológicos, le permitieron transferir al ámbito
de la vida psíquica normal, rasgos, cuya constancia Freud encontraba en su trabajo clínico. El egoísmo o instinto de
conservación, como característica normal de un sujeto, y que aparecía en sus pacientes, lo encuentra asociado - no ya a
una perversión – sino a cargas libidinales del yo, que por presentarse en la vida anímica de los sujetos infantiles y en los
pueblos primitivos, le hicieron sospechar y luego deducir, que se trataba de una evolución sexual normal del individuo. De
otro lado, infiere de la indiferencia hacia los otros y hacia la realidad, propia de la enfermedad orgánica y de la hipocondría,
una libido retraída hacia el YO, o estancada en determinados órganos, que reconoce libidinizados (a pesar de la distinta
naturaleza de estas dos afecciones), bajo la tesis de que la excitación libidinal no se produce sólo en los órganos genitales,
sino que como evento psíquico, puede transmudarse a cualquier otro órgano del cuerpo. “La cualidad erógena - dice Freud
– puede hallarse señaladamente adscrita a determinadas partes del cuerpo, distinta de los genitales”. La queja y la
ansiedad curativa, en estos dos casos de enfermedad, (la enfermedad orgánica y la hipocondría) se convierten en el único
y privilegiado interés de la actividad física y psíquica del sujeto, por el re-centramiento anímico en sí mismo. Considera
además, las manías de grandeza que caracterizan la esquizofrenia; las fantasías de omnipotencia de los niños y de los
primitivos, y finalmente la vida erótica de los sujetos, en la que la escogencia del objeto de amor, se halla íntimamente
vinculada a una determinada relación del sujeto con su YO, es decir, a un tipo de narcisismo del sujeto. Sigmund
Freud, Introducción al narcisismo, óp. cit., 12.
3 En XVI Congreso de Psicoanálisis J. Lacan presenta su comunicación “El Estadio del Espejo como Formador de la

Función del Yo, tal como se revela en la Experiencia Psicoanalítica. Zurich, julio de 1947. En su texto “La Agresividad en
función que en términos de humanización tiene la auto - representación en el niño de su propio cuerpo,
como fuente de la constitución del Yo o de la identidad de un sujeto. No se tiene al nacer imagen del
cuerpo. Entre los seis y 18 meses4 la relación especular originaria, en la que el niño se ve en el
semejante, funda ese hecho psíquico, que singulariza al ser humano: la construcción de una imagen
de sí asociada a una imagen del otro.

El transitivismo en el que la acción del niño, equivale para él, en la acción del otro”5 , registra fácticamente, que
en el comienzo de las relaciones con el semejante, éste es un espejo con el que se confunde, un espejo que no
tendrá la calidad de la fijeza, pero que le brinda la posibilidad de verse, de auto-percibir su esquema facial y
corporal difusamente. Mediante la constancia de la figura y palabras del otro, - fundamentalmente, la madre - en
cuyo rostro y palabras el infans se ve unificado, “aprenderá a ver invertido en el otro, todo lo que en él está en
estado de puro deseo, deseo originario, inconstituido, confuso. Aprenderá – pues aún no lo ha aprendido -, tan
sólo cuando se ponga en juego la comunicación.6

√La radical transformación del neonato, de mero viviente en ser humano, sólo se alcanzará a través
de la construcción psíquica del cuerpo, que corresponde a la subjetivación de una imagen forjada en
el encuentro y en la historia con el otro, que acoge al recién nacido. Es decir, el otro–semejante - es
el modelo de la corporeidad, y el origen de la introyección de una configuración corporal, que al ser
captada como totalidad por el niño, constituye la fuente de la reacción de júbilo y exaltación
(experimentalmente corroboradas), como signos del reconocimiento de la imagen del otro, como
propia.
Singular valor alcanza en este proceso la maduración precoz de la percepción visual por la que el
niño re – conoce el cuerpo del otro, como forma humana, que por sus cualidades de integración,
totalidad, y autonomía, lo cautiva, hasta identificarse con ella, como un yo ideal en el que se ve
reflejado7 y en el que anticipa la imagen propia, integrada con las funcionalidades de su cuerpo, y con
las virtualidades de su ser y de su mundo.

psicoanálisis, particularmente en su sección IV, desarrolla la tesis de la correlativa agresividad que se funda en la
constitución del Yo como imagen propia, instancia psíquica de la identidad. XI Congreso de los Psicoanalistas de lengua
francesa. Bruselas, mayo 1948.
4Esta ubicación temporal en el ciclo de vida del niño, la hace a partir de experiencias fácticas que permitieron constatar

la reacción jubilosa del niño ante el reconocimiento de su imagen. Ver textos citado en la anterior cita.
5 Jacques Lacan, El Seminario. Libro 1 Los Escritos técnicos de Freud, óp. cit., 252.
6 Ibíd., 253.
7 Jacques Lacan, “Acerca de causalidad psíquica”, óp. cit., 176.
“[...] esa primera captación por la imagen del otro, en ese cuerpo aún inacabado en el plano de la
motricidad voluntaria, dibuja el primer momento de la dialéctica de las identificaciones8, […] cuya
función es […] realizar una metamorfosis de las relaciones del individuo con su semejante”. 9 , que vive
en cada sujeto como representación efecto de las primeras imágenes ( imagos) del otro semejante.
A causa de la inmaduración neurológica, el cuerpo del recién nacido, acusa fragmentación y
desarticulación corporal, y falta de coordinación motora. La prematurez al nacer se reconoce en signos
como las fontanelas no consolidadas, la imposibilidad de sostener la cabeza, de sentarse, de caminar,
la ausencia de dentición, etc. Sin embargo, en el deseo de los padres este ser inacabado al nacer,
está completo, y a través de sus palabras le otorgan esa completud que el bebé aún no alcanza. El
niño en cambio no experimenta su cuerpo como totalidad unificada, no tiene auto – percepción de su
cuerpo, ni sentimiento de sí, es decir, no sabe sobre su existencia, ni sobre el mundo al que llega, el
saber está del lado del otro que lo espera; y como no tiene aún representación de la superficie corporal,
no puede establecer diferencia ni separación entre el propio cuerpo y el de madre, ni entre el dentro y
el afuera, ni entre el sujeto y el objeto, como externalidad situado en el medio ambiente que lo rodea,,
al que siente como prolongación de ese real corporal en el que habita.

Sin embargo, a pesar de la precariedad biológica de los primeros tiempos, se produce en el niño esa
precocidad corporal inicial, desencadenada por la subjetivación de la imagen del otro, origen del Yo,
como instancia psíquica a cuya constitución concurren imágenes con ciertas características de forma,
movimiento, sonidos, voces, ritmo, planos, atadas a emociones, sensaciones y deseos que lo
configuran como una entidad que representa al sujeto. Tal como lo dice Lacan; “el ser humano sólo
ve su forma total, el espejismo de sí mismo, fuera de sí mismo”. 10

Es decir, superar la insuficiencia nativa que lo aqueja sólo es posible mediante las primeras
identificaciones, que permiten al recién nacido, superar la inicial autopercepción de fragmentación
corporal en una imagen de unidad y completud, que serán en el futuro los atributos simbólico –

8 Jacques Lacan, “La agresividad en psicoanálisis”, óp. cit., 105.


9 Jacques Lacan, “Acerca de causalidad psíquica” (1946) En Escritos 1, (México: Siglo XXI, 2005), 178.
10 Jacques Lacan. El Seminario. Libro 1 Los Escritos técnicos de Freud, óp. cit., 213.
imaginarios del yo. Son ellas una las que promueven la ortopedia de los actos psíquicos inconscientes
del auto - reconocimiento y del reconocimiento del otro. .

Es preciso subrayar que es la imagen del otro, como entrelazamiento de imágenes – y no lo real del
cuerpo del semejante - la que desencadena la emergencia de la imagen primordial de un sujeto.
Efecto de su reflexividad la imagen del otro se refleja como imagen propia, pero a la vez no deja de
ser la imagen del semejante. La función imaginaria en cada sujeto, se encuentra por lo tanto
íntimamente unida a la imagen de sí, y por ello a “sus identificaciones formadoras” y a una ilusoria
relación con lo real. 11 Lo ilusorio no debe confundirse, sin embargo, con lo irreal, porque esas fantasías
primitivas que cifran imágenes y mociones deseantes, afectará el organismo, produciendo huellas
psíquicas que en el futuro harán parte de un cierto sentimiento de sí, constitutivo de la auto -
representación del sujeto.

La constitución del yo como acto psíquico, supone al mismo tiempo la emergencia del narcisismo en
el sujeto, como libido aportada a la imagen propia, que involucra al cuerpo propio como representante
de esa imagen, con la que instaura un vínculo apasionado que compromete la dialéctica de la relación
con el otro en las que el narcisismo es central, en tanto infiltra las relaciones intersubjetivas. ) Al
respecto dice Lacan: “El narcisismo impone su estructura a todos sus deseos, aún a los más elevados.”
12 y en otro de sus textos dice “Qué cristalizó en torno a la noción de narcisismo la experiencia del
analista? Su ambiguedad. Toda captura del otro por la imagen en una relación de cautivación erótica,
se hace a través de la relación narcisista - y también es la base de la tensión agresiva”.13

Es decir, mediante la identificación primordial aparece la semejanza con el otro en el que se


reconoce, y simultáneamente la diferencia, que crea el mundo de los “otros”; la paradoja de
reconocerse al mismo tiempo similar y diferente al semejante, funda la afinidad y la rivalidad con el
otro, lo que da origen en la vida psíquica a los singulares destinos del narcisismo en cada sujeto, cuyas
fluctuaciones libidinales serán el marco para un tipo determinado de elección de objeto.14

11 Ver Jacques Lacan, El Seminario. Libro 1 Los Escritos técnicos de Freud, óp. cit., 180.
12 Jacques Lacan, “Variantes de la cura tipo”, óp. cit., 178.
13 Jacques Lacan, El seminario. Libro 3. Las Psicosis, óp. cit., 134.
14 Jacques Lacan, El Seminario. Libro 1 Los Escritos técnicos de Freud, óp. cit., 250-253.
La imagen del Yo de todo sujeto, emergerá entonces, alienada a la imagen ajena del semejante, que
le ha proporcionado el esquema de un cuerpo unitario. El Yo como representación propia de sí, será
al mismo tiempo la imagen de otro; el Yo será desde el inicio de sí mismo, otro, que como espejo le
devuelve su imagen. La imagen del otro, proyecta la superación de la imaginarias fragmentaciones,
incoherencias, y del desconocimiento inicial, vividas primariamente en el cuerpo; la identificación como
captura de esa cautivante unidad del cuerpo del otro y de su apariencia de completud, se integra, - de
manera no predecible -, a sus experiencias primitivas con el semejante. “[…] el sí mismo es otro,
porque en el Yo se instaura una dualidad interna del sujeto, […] que hace que todo equilibrio
imaginario con el otro está marcado por una inestabilidad fundamental”. 15

Por ello del sentimiento narcisista por su imagen, que al fin de cuentas es la imagen que el otro le
devuelve de sí mismo, se encuentra ligado al lugar que el niño ha ocupado en el deseo del otro. De la
identificación primordial con el otro, derivarán – sin que el sujeto lo sepa – las creencias y
representaciones fantaseadas sobre sí mismo, que como certidumbres subjetivas inconscientes
operarán como un saber sobre el ser, y que cada uno reivindicará, como atributos a los que se liga
libidinalmente, y por los que se reconoce y desea ser reconocido/a

En el forjamiento de la imagen de sí, a lo que el sujeto accede no es al conocimiento de sí, sino al Re


– conocimiento en la imagen del otro. Nadie se conoce de manera directa, la forma de la imagen
propia existe en el otro. Es decir la imagen del cuerpo y la representación psíquica permanente de sí,
no son innatas en el individuo. La conciencia de sí no es primitiva, no constituye atribución del viviente
- niño del comienzo; alcanzarla supone la relación intersubjetiva con un otro exterior.

-La emergencia del Yo supone entonces la autopercepción de la propia existencia, y simultáneamente


el reconocimiento de la existencia del otro, quien desde el comienzo es su semejante, pero a la vez
el otro, el diferente, a cuyas afiliaciones y deseos deberá plegarse para pertenecer al mundo colectivo
del Gran Otro. Esta tensión inaugural como huella imborrable en el psiquismo, funda la imagen propia
como función psíquica original. Como dice Legendre: “el no conocerse es equivalente a reconocerse
en el semejante, un desenlazamiento, una cierta abolición de sí, una pérdida”. 16 Es por ello preciso

15 Jacques Lacan, El seminario. Libro 3. Las Psicosis, óp. cit., 135.


16 Pierre Legendre, “El padre como Señor de las Imágenes”, en NARCISISMO, Revista de psicoanálisis. (Stylus, Nov 1989)
registrar en el origen de la existencia una indispensable cesión al Otro, un menoscabo de sí, para
alcanzar el estatuto de humano
- De la imagen del otro, al mismo tiempo propia y ajena, origen de la constitución subjetiva, y que se
ata al narcisismo primordial en el sujeto, deriva la ambigüedad estructural en las relaciones hacia el
semejante, como impronta en la vida psíquica, y que instaura, de un lado, la fascinación por la imagen
del otro, que permite la configuración mental de un cuerpo propio, inescindible de la imagen subjetiva
de sí, y por otro lado, el lazo apasionado que liga a todo sujeto a su propia imagen, y que funda su
pasión narcisista promueve, la rivalidad inconsciente con el semejante, vivido desde el comienzo de
la existencia, como una imaginaria amenaza de desposesión del ser, una especie de menoscabo de
la identidad, por cuanto la imagen estará a la vez adentro y afuera, articulada al otro.
Desde el comienzo la existencia, inconscientemente se instala la pregunta por el ser propio: ¿Si yo
soy el otro, quién soy yo?. Esa tensión entre Yo o el otro, está absolutamente integrada a todo tipo de
funcionamiento originario del Hombre con el semejante, pues la imagen del otro contra la cual se lucha,
es irremediablemente la imagen de sí. Esa dialéctica de imaginaria rivalidad entre el semejante y el
Yo, suscita primero el deseo por el ser del otro, rival imaginario, y más tarde el deseo por el objeto de
deseo del otro. Tal como lo ha develado el psicoanálisis, las imágenes sobre el ser y el objeto del
semejante, promueven el deseo de su destitución, que como aspiración se mantiene latente en el lazo
social.
Tal como dice Lacan:

Si la relación agresiva interviene en esa formación que se llama el Yo, es porque le es constituyente. El yo es
ese amo que el Sujeto encuentra en el otro, y que se instala en su función de dominio en lo más íntimo de él
mismo. Si en toda relación con el otro, incluso erótica, hay un eco de esa relación de exclusión: es él o yo, es
porque en el plano imaginario el sujeto humano está constituido de tal modo que el otro está imaginariamente a
punto de retomar su lugar de dominio en relación a él, que en él hay un yo que siempre es parte de lo ajeno. 17

Se inscribe así en los orígenes, una lucha que en las coyunturas vitales del sujeto precipita un empuje
a primar sobre el otro, a someterlo, a suplantarlo, a destituirlo, a arrebatarle sus posesiones, como
una degradad forma de ser el otro, es decir de no admitirlo en su existencia.
En síntesis:

17 Jacques Lacan, El seminario. Libro 3. Las Psicosis, óp. cit., 135.


el Yo como instancia psíquica, es al mismo tiempo sede del desconocimiento y de un ilusorio saber
de sí, efecto de la alienación constituyente que se encuentra en su origen. Como representaciones
imaginarias sobre sí, el Yo es en cada sujeto, un pretendido saber sobre el propio ser, que ignora al
otro, como condición constituyente de la subjetividad.

Reconocido individual y socialmente como sujeto de la conciencia, el Yo es sin embargo, una imagen
que se sostiene en una imaginaria capacidad de auto - determinación correlativa a un sí mismo
independiente de los otros, que cree en una autonomía - en ocasiones exaltada – para responder a
las demandas del mundo social. Como proceso inconsciente, la identificación al otro, hace del recién
nacido, algo mucho más que un organismo, en tanto apunta a la identificación con la especie humana.

La identificación primordial funda un proceso de transformación psíquica por el cual el niño/a accede
de manera anticipada a la representación mental de su cuerpo, como una unidad, como una forma
integrada en una imagen, efecto de la gestalt visual del cuerpo del otro, a la que se liga libidinalmente,
y que le permite al niño avanzar en la construcción de una esquema corporal, que dará paso al dominio
de su cuerpo.

==========================================0
La IMAGO formación psíquica origen de la imagen inconsciente de sujeto.

En ese ser inacabado, prematuro al nacer, la impotencia y la primitiva condición de desvalimiento


constituye el origen de su absoluta dependencia de la madre como Otro primordial. La relación
especular del niño/a con la madre, promueve las singulares respuestas maternas, a lo que ella
interpreta como llamados del niño: llantos, gemidos, gritos, risas, etc, que como huellas de placer y
displacer, se suman a las excitaciones libidinales que pasan por el cuerpo del niño, constituyendo
IMAGOS, que como estructura de imágenes se asocian a las presencias de los progenitores - – de
las que no se puede esperar coincidencia con las figuras reales, porque esas representaciones están
atadas a las ficciones del primitivo mundo imaginario del infans.

La construcción psíquica del cuerpo es la subjetivación de una imagen forjada en el encuentro y en la


historia con el otro que acoge al recién nacido, cuya representación es tributaria de las primeras
imagos del otro semejante y de las identificaciones con el Otro del lenguaje
La representación de la configuración corporal comporta las imágenes que sostienen en el
inconsciente de cada sujeto una determinada relación con el semejante, y con el propio deseo,
derivada de las íntimas representaciones que las figuras fundamentales auspiciaron. “Es la captación
de la imago de la forma humana [...] cuya ausencia se demuestra de todas las maneras en la primera
infancia, la que entre los seis meses y dos años y medio domina toda la dialéctica del comportamiento
del niño en presencia de su semejante”. 18 Como conjunción de imágenes, a la imago se ligan vivencias
eróticas y agresivas, asociadas a sonidos, palabras rostros, olores colores, que como fantasías cifran
apetitos sexuales primitivos, que invisten fantasmáticamente determinadas partes del cuerpo y del
prójimo, erogenizándolas, y como memoria inconsciente, quedan ligadas al orden pulsional que la
intervención del otro constituye, y que el sujeto de la conciencia desconoce, por estar encubiertos por
la amnesia infantil. 19 La ausencia de memoria de la primera infancia convierte en oculta prehistoria
del sujeto, sus ficciones libidinales originarias, se instalan así, los claroscuros recuerdos de la infancia,
como fondo en el que se larvan particulares conflictos, como hechos subjetivos, sociales y psicológicos
del lazo familiar.20

La IMAGO, como estructura psíquica de imágenes libidinalmente fantaseadas, derivadas de las


experiencias reales originarias, condensan en el inconsciente huellas perdurables de cada sujeto,
conformando el fundamento del mundo imaginario primitivo. “La carga libidinal […] anudada a un
objeto, es aquello por lo cual ese objeto deviene deseable, es decir, aquello por lo cual se confunde
con esa imagen que llevamos en nosotros, de diversos modos y en diversas formas, más o menos
estructurada”.21 .

Asociada al deseo del otro, la imago guarda inercias primigenias que se encuentran en el origen de
la íntima e impredecible relación del sujeto con sus objetos de deseo“. La imago, es el prototipo

18 Jacques Lacan, “La agresividad en psicoanálisis” (1944) En Escritos 1, (México: Siglo XXI, 2005), 105.
19La ausencia de memoria en la vida adulta sobre los primeros años infantiles, y la fragmentación de recuerdos sobre
intensas reacciones y afectos de la infancia, constituye la amnesia infantil. La rememoración - traída por quienes
estuvieron a nuestro lado, “de nuestra capacidad […] de exteriorizar en forma humana dolores y alegrías, mostrando
abrigar pasiones que nos conmovían violentamente, como amor, celos y ejecutando actos que eran tomados por los
adultos como prueba de una naciente capacidad de juicio”, muestra ese movimiento inconsciente que sofoca en nuestra
memoria mociones prohibidas, experiencias y sentimientos inquietantes, constitutivos del mundo imaginario inicial, que
perviven en la intimidad subjetiva como afectos reprimidos. Sigmund Freud, “La sexualidad infantil”, óp. cit., 45.
20Según demuestra Freud, el sujeto busca neutralizar los recuerdos no admitidos por su conciencia moral a través de sus

RECUERDOS ENCUBRIDORES definidos como “Recuerdos sustitutivos indiferentes que se fijan en la memoria a causa
de su asociación con una experiencia contra cuya reproducción directa se alza una resistencia”. Sigmund Freud,
Psicopatología de la vida cotidiana (1901) (Madrid: Alianza Editorial, 1987), 56 -59.
21 Jacques Lacan, El Seminario. Libro 1 Los Escritos técnicos de Freud, óp. cit., 214.
inconsciente de personajes que orienta electivamente la forma en que un sujeto aprehende a los
demás; se elabora a partir de las primeras relaciones intersubjetivas reales y fantaseadas en el
ambiente familiar”.22

Como constelación de representaciones sobre sí, el Yo cumple su función de relación con el mundo
exterior, poniendo a operar en la realidad que habita - sin que el sujeto lo sepa-, la conjunción de
representaciones del yo ideal infantil, metaforizadas en el ideal del yo de todo sujeto adulto. La lógica
simbólico- imaginaria en que como instancia psíquica se asienta el Yo, provee al sujeto sentidos
cristalizados, anticipables sobre el mundo que habita, concordantes con los juicios dominantes en el
discurso familiar y social Así, por efecto de la vida con el otro, para todo individuo, “el mundo es un
todo NO de representaciones articulables unas a otras sino de elementos que existen articulados de
una determinada manera en su representación”.23

La constelación ideativa y deseante que comanda la acción consciente del Yo, se esfuerza por encajar
en un principio de realidad socialmente exaltado, y en lo que cree saber sobre si, (que realmente no
sabe) como garantía de autodominio y de aceptación social. Corresponden a esta representación de
la realidad, auto - percepciones y auto - apreciaciones, enlazadas al deseo del sujeto, que convergen
en la estructura defensiva que caracteriza al yo, como una instancia que no quiere saber sobre los
fundamentos que la determinan.

Tal como se infiere, desde el comienzo de su existencia, el ser humano, está aquejado del
desconocimiento de si, en tanto constituye su humanidad enajenada a otro. Ese desconocimiento del
sí mismo, paradójicamente es equivalente a unas ciertas certezas sobre sí, procedentes de esas
imágenes originarias, forjadas mediante el lugar que el sujeto ocupó en el deseo del otro, e inscritos
simbólicamente en la historia compartida. Tal como dice Lacan: “el desconocimiento No es ignorancia.
El desconocimiento representa una cierta organización de afirmaciones y negaciones a las que está
apegado el sujeto. Es pues un conocimiento correlativo a un conocimiento. [...] tras su
desconocimiento tiene que haber cierto conocimiento de lo que quiere desconocer. Hay algo que no

22 Luis Santos, Notas sobre el yo en la teoría de Freud y Lacan. (Inédito, 1999), 5.


23
quiere reconocer”.24

En síntesis: en la identificación como proceso inconsciente, el otro se vuelve parte de las estructuras
psíquicas del sujeto mediante la relación que construye con el semejante a través del lenguaje; la
identificación primordial permite la autopercepción de si, de la propia existencia en el YO, como
instancia psíquica, y el reconocimiento de la existencia del semejante, efecto de la relación especular
con el otro, que estuvo permanentemente a su lado, y que forja el horizonte de toda vida humana. ; el
YO como conjunción de imágenes que cifran la semejanza con el otro y a través de las cuales se
reconoce, y simultáneamente instituye la diferencia, que crea el mundo de los “otros”, la distinción y la
separación, condición de la perenne tensión rivalizante entre el yo y el otro.

Lo que la clínica psicoanalítica registra es que a medida que el paciente trabaja en su análisis, van
apareciendo sus identificaciones, rivalidades y conflictos con el conjunto de las imágenes de los
personajes que constituyeron y habitan al sujeto. Hablar de sí siempre es hablar de los otros propios,
a partir de los cuales todo sujeto logra un discurso sobre sí mismo.
En los avatares deseantes del individuo, es posible identificar ese íntimo devenir, entre yo y el otro,
que será siempre el fondo de evocación de imágenes fundadores, que en el inconsciente serán la
huella de la historia con el otro, pero, que sin embargo, serán veladas por los ilusorios discursos del
Yo. “Su unificación (la del YO) nunca será completa porque se hace por una vía alienante, bajo la
forma de una imagen ajena”.25
Yolanda López Diaz.
Abril/ 2020.

24Jacques Lacan, El Seminario. Libro 1 Los Escritos técnicos de Freud, óp. cit., 249.
25 Jacques Lacan, El seminario. Libro 3. Las Psicosis, óp. cit..

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