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Según Freud (2007b), estos estratos presentan cada vez mayor den-
sidad resistencial, a medida que se va transitando por tramas que re-
quieren una fuerte determinación subjetivante (sexualidad, paternidad,
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Entonces, si bien el primer objeto de amor será esta imago (Yo), para
que esa imago sea digna de ser objeto de amor, se torna necesario que
otro sostenga esa imagen (narcisista, dado que se amor así mismo) re-
presentando así “lo simbólico”. Por este motivo es que el Yo es propio,
pero a la vez es exterior y ajeno. Aquí entonces, el Yo está alienado, en
el sentido de que depende de la mirada del Otro.
Así, el estadio del espejo se relaciona con la formación del Yo, y si
bien este estadio se describe en la infancia, es un estadio en el que es-
tamos toda la vida (vivimos en lo imaginario característico del estadio
del espejo).
Lacan apunta a demostrar y explicar cómo el Yo es la “representación”
de una superficie corporal, que no se forma de otra manera sino me-
diante identificaciones, en el sentido de que no se puede constituir el Yo
sin otro, generándose entonces una alineación.
Entonces, el Yo no es algo interno, es algo variable que nos obliga
hablar de identificación y no de identidad.
Se forma, gracias a esto el “Yo” “Ideal”, siendo la fuente de proyec-
ciones “imaginarias”, y la carga libidinal propia de este momento es el
“narcisismo primario”.
Ya posteriormente, el “Ideal del Yo” es una introyección simbólica y
se relaciona con la confirmación de lo que ve en el espejo por parte del
Otro.
En el momento en que termina el estadio del espejo se inaugura, por
la identificación con la imago del semejante y el drama de los celos pri-
mordiales, la dialéctica que, desde entonces, liga al yo con situaciones
socialmente elaboradas. Todo el saber humano es mediatizado por el
deseo del otro.
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Pero ¿Qué tiene que ver el padre en estos asuntos? El lugar que ocupa
el padre en el complejo es fundamental, y hay que tener en cuenta que
el padre interviene sobre todos los registros presentes en el niño.
La situación inicial es que la madre va y viene, y el pequeño ser per-
cibe que el mundo varía con su llegada. Pero esta situación puede/debe
poder desvanecerse, y si eso pasa el niño se pregunta qué es lo que su
madre quiere (dado que el ya no ocupa más ese lugar). El niño quisiera
ser él lo que su madre desea, pero está claro que no lo quiere solamente
a él, y esa otra cosa que desea llamémosolo “x”. Pero ¿qué es el “x”?
¿Qué es esa incógnita? No sabemos, ni siquiera hay una respuesta “ver-
dadera”, pero el niño, para poder seguir desarrollándose necesita darse
una respuesta. Esa respuesta que el niño se da es el “Significado”.
Ese significado, sea cual fuere la forma que tome, lo llamaremos “el
falo”. Lo llamamos el falo así como podríamos llamarlo de otra forma,
pero Lacan lo toma en función de estar releyendo a Freud.
La respuesta universal, entonces, sería: “la madre desea el falo”. El
niño, entonces, por deducción lógica, intenta hacerse “falo”, intenta ser
eso que la madre desea. Se cree ese papel de falo y lo sostiene, en el
mejor de los casos, solo por un tiempo. Pero se hace falo por la vía
imaginaria, en lo imaginario. Esto no es lo “normal”, ya que si se sostu-
viera en el tiempo haría el polimorfismo de la perversión. Por lo tanto,
se pasa a la vía simbólica, metafórica. Y busca una respuesta diferente,
adjudica al falo alguna otra cosa simbólica.
Ahora bien, eso “simbólico” puede suceder en tanto el niño haya de-
jado de ocupar ese lugar primitivo, en tanto haya ocupado luego el lu-
gar de falo y en tanto posteriormente tampoco le haya servido ese papel
imaginario. Para que esto suceda, es necesaria la función del padre.
Que exista la función del padre y se produzca una intervención sobre
esta posición primitiva del niño, permite que hablemos de “sujeto” en
vez de hablar de individuo (lo cual remite puramente a una existencia
biológica). ¿Qué es entonces un sujeto para Lacan?
Lacan (2009b), sostiene que a partir del momento en que una persona
habla, eso mismo permite que se vaya desarrollando una estructura. Se
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convierte en “sujeto hablante”. Pero ser una persona que habla, no signi-
fica ser “sujeto” en sentido lacaniano. Ser un sujeto hablante no significa
simplemente hablarle a otra persona (otro).
Cuando hablamos a una persona, en realidad hablamos nuestra pro-
pia lengua, con nuestros propios significados, por lo que le hablamos a
“otro” pero simbólico (además de hablarle a la otra persona). Ese otro
simbólico sería con quien hablamos ese idioma tan propio. Lacan lo
llama otro con mayúsculas (Otro). Ese Otro, implica entonces, nue-
vamente, “otro participante”. Y esto sólo pudo haberse formado si ha
habido “un padre” que introduzca algo más que ese discurso materno.
Pensémoslo así:
Todo parte de una primera relación entre el niño y la madre. Luego,
habrá un “triángulo simbólico” (por la llegada de la función del padre).
Ese triángulo simbólico, es instituido a partir del momento en que hay
“cadena significante y articulación de la palabra”. El nombre del padre
(padre, ley, norma), es entonces una necesidad de la cadena significan-
te, ya que sin éste no se conforma una cadena verdaderamente sim-
bólica. Se producirían, en cambio, cadena de significados. No habría
simbolización propia.
Para que haya simbolización propia, debe haber entonces, atravesa-
miento del Complejo de Edipo. Pero… ¿cómo es entonces el Complejo
de Edipo para Lacan?
Según él, en su clase del 29/1/58 (2009c), se realiza en tres tiempos
diferenciados e interrelacionados entre sí.
En el primer tiempo, el niño busca ser el deseo de su madre, poder
satisfacerlo y para esto se identifica en con el falo. Cree que es el objeto
satisfactorio para la madre.
En el segundo tiempo, el padre interviene como privador de la ma-
dre. ¿Qué significa esto? Que el niño cae de ese lugar gracias a esa ma-
dre que al estar siempre un poquito insatisfecha, genera pregunta en el
niño acerca de qué es lo que ella desea. Esto implica que haya algo más
que él (lo llamamos padre). El niño siente que lo que está dirigido a la
madre como demanda, no es respondido incondicionalmente sino que
es “reenviado” a una especie de “tribunal superior”, que sería el padre, y
que implica, por lo tanto, parte de las “leyes de la madre”.
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2 Sus relaciones con el objeto femenino no son abolidas, sino muy profundamente
estructuradas, pudiéndose ver una relación profunda y también perpetua con la madre.
Como resultado, se produce en el niño la sobrevalorización del objeto (falo) y ningún
partenaire sexual podría estar privado de éste. Así entonces, el niño se identifica con la
madre, y estando en posición de la madre, se encuentra buscando un partenaire que es
sustituto del “personaje paterno con pene”. Al fin y al cabo, indica que es cuestionado,
que se quiere saber si el padre verdaderamente lo tiene o no lo tiene, y es precisamente
eso lo que es demandado por el homosexual a su pareja. El padre es sospechado de no
tenerlo, ya que se muestra en el lugar de la madre, como quien al ser tan dependiente,
le falta algo.
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que no dice nada más que lo que dice, sino que lo vivencia sin velo y
mediante la proyección: algo “le habló”.
Entonces, en realidad, el psicótico comprendió algo que él mismo
formula, sostiene Lacan (1984), y aquello adquiere forma de palabra.
Por si fuera poco, también le habla.
Esto que le habla es lo que podríamos llamar “inconsciente”, pero el
punto es que justamente es lo que le falta. Estaría fragmentado el psi-
quismo, sin que consciente e inconsciente formen una unidad que per-
mite interacción entre los distintos sistemas.
Entonces, como resultado, el psicótico hace que a su “voz” o “men-
saje” (el inconsciente), lo lleve otro. Esas “voces” tan características de
las psicosis son sus propios mensajes de su inconsciente que le vuelven
desde afuera.
A raíz de esto es muy común, por ejemplo, que presenten “neologis-
mos” o palabras que los detienen, que pareciera que resumen un todo
que solo ellos comprenden. Son palabras propias que tienen una signi-
ficación que remite a la significación en cuanto tal (remite a sí misma),
siendo así irreductibles e incomprensibles para los demás. Es por esto
que es imposible interpretar.
Según Lacan (1984), la experiencia demuestra que para los pacientes,
esa palabra “pesa”. Son palabras que hacen surgir algo nuevo, que no
podría transmitirse al “otro”. Estos neologismos o palabras con peso, se
pueden ver mediante dos fenómenos:
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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
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