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psiquiatría y psicoanálisis para el acompañante terapéutico

miento general de la libido demasiado violento para que pueda hallar


tramitación por los caminos ya abiertos.
Es por esto que, sostiene que el punto débil debe buscarse en el tra-
mo entre autoerotismo, narcisismo y homosexualidad (allí se situará su
predisposición patológica)1.
Plantea que todas las formas de paranoia responden a la frase “Yo lo
amo”, tanto el delirio de persecución, el delirio de erotomanía, y delirio
de celos. El de persecución contradice al verbo, el de celos contradice al
sujeto, y el de erotomanía contradice al objeto.
Una desautorización de la frase íntegra podría ser “yo no amo a na-
die, no amo”, lo cual implica un “yo me amo sólo a mí”, lo cual daría lu-
gar al delirio de grandeza, concebido como una sobreestimación sexual
del yo propio.
La libido se vuelca al yo, aplicándose a la magnificación del mismo y
alcanzándose el narcisismo. Suponemos entonces, que los paranoicos
conllevan una fijación en el narcisismo y el retroceso desde la homose-
xualidad sublimada hasta el narcisismo indica el monto de la regresión
característica de la paranoia.
Con respecto a la esquizofrenia, dice que se la puede separar de la pa-
ranoia por una diversa localización de la fijación y por un mecanismo
distinto de retorno. No triunfa la reconstrucción como en la paranoia
sino la regresión, la cual no llega solamente hacia el narcisismo sino que
va hasta la liquidación del amor de objeto y el autoerotismo. La fijación
se sitúa más atrás.
Ahora bien, sin dejar de lado absolutamente las afirmaciones de Freud,
vamos a detenernos en la lectura que realiza Lacan y las conclusiones que
extrae mediante la introducción de nuevos elementos teóricos.

2. Los descubrimientos de Jacques Lacan


J. Lacan toma en consideración las diferentes concepciones de las psi-
cosis, las paranoias, las parafrenias, etc., a lo largo de la historia, con la
intención de profundizar en la patología, principalmente en la para-
noia.

1  Lo mismo en el caso de la demencia precoz de Kraepelin o esquizofrenia de Bleuler.

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En un principio, la consideración imperante respecto a la enferme-


dad, provenía de la psiquiatría, la que generalmente tomaba una pers-
pectiva psicologizante o psicogenética.
Lacan, eligió tomar a Clerambault, quien sostenía –a grandes rasgos-
que los fenómenos observables que describían el cuadro de las psicosis,
eran fenómenos a los que llamó “Automatismos Mentales”. Éstos eran
fenómenos basados en una “no sucesión de ideas”. Pero cabe pregun-
tarse, tal como nos propuso Lacan, si esta concepción basada en una
falla en la sucesión de ideas, no deja ver que existía (para la psiquiatría)
una “comprensibilidad” que permitía hablar de “lo comprensible” y de
lo que sería “una ruptura”. Estaríamos nuevamente frente a lo “normal”
y lo “patológico”.
Posteriormente, con la llegada de Freud y el psicoanálisis, la psiquia-
tría progresa y se restituye el sentido en la cadena de los fenómenos,
pero sigue sin comprenderse realmente. ¿Por qué? Porque existía la
creencia de que se sabía, lo cual es un espejismo inconsciente que se
llama “relación de comprensión”.
Pero hasta aquí solo encontramos críticas. ¿Qué sostiene entonces
Lacan respecto a la psicosis? Afirma, en su Seminario N°3 (1984), que
no hay psicogénesis ni comportamientos biológicos del individuo, sino
que todo lo que en el comportamiento humano es del orden psicoló-
gico está sometido a anomalías tan profundas y con paradojas tan evi-
dentes, que no se puede comprender a menos que se introduzcan cier-
tos elementos de su teoría que podrían explicar los fenómenos. Estos
elementos son los famosos registros: El registro de lo Real, lo Simbólico
y lo Imaginario.
¿Pero qué son esos registros? Vendrían a ser tres “vías” mediante las
cuales se “atrapa” la realidad objetiva permitiendo convertirla en “reali-
dad subjetiva”, ya sea mediante un anudamiento “borromeo” o median-
te otras formas de anudamiento que son llamadas “sinthome”.
Los anudamientos borromeos de estos tres registros son los que per-
miten establecer una estructura neurótica, mientras que los demás ti-
pos de anudamientos dan lugar a estructuras perversas o psicóticas.
Pero ¿de qué depende que los registros se anuden “borromeamente” o
se anuden mediante un sinthome? De esto depende toda la teoría y obra
lacaniana.

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2.1 Los registros de Lacan


La forma en que Freud supone la estructuración del aparato psíquico es
sumamente apta para explicar los registros tal como los piensa Lacan.
Freud lo plantea como una estructura estratificada que implica un or-
denamiento que se presenta de diferentes maneras:
Said, E. (2001) lo explica de una forma muy didáctica.

a. Contamos con un ordenamiento lineal cronológico que corres-


ponde al yo y que Lacan lo nombra como “Imaginario”, y este
Imaginario por sí solo no basta. Debemos pensarlo siempre en
su articulación con lo Simbólico. Articulados, se puede alcanzar
una completud de sentido, saturación de sentido sin resto.
b. Esto es así porque habitar el lenguaje exige que las palabras di-
gan algo que cierre y esto es posible únicamente si primero se
adquiere el registro de lo Imaginario. El imaginario se concre-
ta sobre una imagen narcisista en el estadio del espejo, del cual
hablaremos más adelante. En este nivel, un significante sucede
a otro y esta es la única forma en que las cuestiones pueden ad-
quirir un sentido. ¿Pero qué pasa cuando algún encadenamiento
falta? Se encuentra un punto de insuficiencia que produce una
“hiancia”, una abertura.
c. Por otro lado contamos con un ordenamiento por estratificacio-
nes, que corresponde ya al inconsciente. Cuando uno produce
encadenamientos simbólicos o representacionales va eligiendo
alternativas, sinónimos, en un eje ya no cronológico o diacróni-
co, sino sincrónico (donde trabaja la metáfora).
d. Por último encontramos un núcleo patógeno, en torno al cual
están configuradas esas estratificaciones. Esta es la falla, la hian-
cia principal que permite un punto potencial de apertura a la
producción de un saber inconsciente. Para Lacan esto es lo Real,
siendo que lo Real es lo nuclear del trauma fundante.

Según Freud (2007b), estos estratos presentan cada vez mayor den-
sidad resistencial, a medida que se va transitando por tramas que re-
quieren una fuerte determinación subjetivante (sexualidad, paternidad,

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maternidad) en las que siempre esta subsumida la dimensión del deseo


reprimido. Si llegáramos a lo nuclear estaría ese deseo que tiene que ver
con el Complejo de Edipo y la castración.
Vemos así, que el psiquismo freudiano no es pura representación. Im-
plica la dimensión de la sexualidad pensada como un imposible, como
un objeto que no termina de entrar y forma estas tres dimensiones.
El Sujeto, entonces, se define desde lo negativo (desde lo que falta,
desde lo que se produce bajo la dimensión de la perdida). Se trata en-
tonces de pérdidas y reposicionamientos, anudamiento frente a ellas, y
es en este nudo dónde habita el sujeto deseante, neurótico.
Desde la obra de Freud, no hay constitución subjetiva sin la dimen-
sión de la pérdida (castración) y sin encontrar como instalarse respecto
a esas pérdidas, lo cual implica desprenderse de una posición de goce
del cuerpo materno. Desde la lectura de Lacan, esta pérdida es leída
como tres dimensiones en que se presenta la falta (en lo Real, en lo
Simbólico y en lo Imaginario), y la forma en que se anuda este triple
agujereamiento determina la estructura subjetiva.

2.2 El estadio del espejo

En 1936 Lacan (2006), presenta el estudio originario sobre el estadio


del espejo, y todo lo que se desarrolla en estos tiempos está basado en el
“registro de lo imaginario”.
Con esto, Lacan sostiene que el Yo surge de una exterioridad, enten-
diendo esto como algo “exterior”, que viene de afuera, lo que implica,
por lo tanto, que el Yo surge “por haber captado algo del afuera”. El yo
surge de una captación.
¿Qué es eso exterior que el niño capta y/o percibe? El niño percibe su
propia imagen, percibe que su imagen es propia, que esta unificada,
produciéndose un” júbilo” que lo anticipa a algo que en realidad no está
(por su inacabado desarrollo: Yo = Otro; Otro = Yo).
¿Cómo es esto de que “percibe su imagen del mundo exterior”? Cuando
la madre “festeja” esa imago (cuando la madre recibe felizmente aquello
que el hijo es o da), esto significa para el niño un “Ideal”, por lo que ese
ideal no es otra cosa que el ideal de otro, objeto amado por sus padres.

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Entonces, si bien el primer objeto de amor será esta imago (Yo), para
que esa imago sea digna de ser objeto de amor, se torna necesario que
otro sostenga esa imagen (narcisista, dado que se amor así mismo) re-
presentando así “lo simbólico”. Por este motivo es que el Yo es propio,
pero a la vez es exterior y ajeno. Aquí entonces, el Yo está alienado, en
el sentido de que depende de la mirada del Otro.
Así, el estadio del espejo se relaciona con la formación del Yo, y si
bien este estadio se describe en la infancia, es un estadio en el que es-
tamos toda la vida (vivimos en lo imaginario característico del estadio
del espejo).
Lacan apunta a demostrar y explicar cómo el Yo es la “representación”
de una superficie corporal, que no se forma de otra manera sino me-
diante identificaciones, en el sentido de que no se puede constituir el Yo
sin otro, generándose entonces una alineación.
Entonces, el Yo no es algo interno, es algo variable que nos obliga
hablar de identificación y no de identidad.
Se forma, gracias a esto el “Yo” “Ideal”, siendo la fuente de proyec-
ciones “imaginarias”, y la carga libidinal propia de este momento es el
“narcisismo primario”.
Ya posteriormente, el “Ideal del Yo” es una introyección simbólica y
se relaciona con la confirmación de lo que ve en el espejo por parte del
Otro.
En el momento en que termina el estadio del espejo se inaugura, por
la identificación con la imago del semejante y el drama de los celos pri-
mordiales, la dialéctica que, desde entonces, liga al yo con situaciones
socialmente elaboradas. Todo el saber humano es mediatizado por el
deseo del otro.

2.3 Las estructuras y la metáfora paterna

Las estructuras psíquicas, al menos en lo que se conoce como la “pri-


mera clínica de Lacan”, son tres: Neurosis, Psicosis y Perversión. Están
determinadas por la existencia o no, de lo que Lacan llamó “metáfora
paterna”.
Pero ¿qué es la metáfora paterna? Se trata de una operación psíquica
que puede estar o no presente, afirmación a la que se llegaría mediante

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una exploración o lectura del discurso del sujeto. Deberíamos evaluar si


existió en ese sujeto lo que el llamará “función del padre”.
La función del padre determinará que haya o no metáfora paterna, lo
que a su vez determinará una u otra estructura.
Pero no se refiere al padre de carne y hueso; se refiere a padre como
“leyes, normas, límites, algo que pudiera oficiar de vía de separación de
la madre”.
Diríamos entonces ¿existió en tal o cual sujeto, la metáfora paterna?
Y de la respuesta dependerá que estemos frente a una neurosis, psicosis
o perversión.
Para pensar de esta manera, el autor se planteó principalmente dos
cuestiones:
En primer lugar, Lacan (2009a) se preguntó si el Complejo de Edipo
era algo universal y si estaba presente también en los no-neuróticos.
La pregunta sería: ¿Hay neurosis sin Edipo? Y luego preguntó, ¿Qué
sucedería entonces con el Superyó, que es lo que se forma al atravesar
el Complejo de Edipo? Se lo preguntó porque se observaban casos en
los que el “drama edípico” se daba entre el niño y la madre exclusiva-
mente, dando como resultado un tipo de vínculo pegoteado, donde las
“normas” se aprenden de la madre, sin lugar a otras normas o manda-
tos provenientes de otro participante del drama. Esto traería aparejado
que el Superyó esté formado por un solo discurso (el de la madre), y
no como en el caso de las neurosis (luego de atravesar el Complejo de
Edipo) donde el superyó sería más bien una fusión entre más de un
solo de un discurso.
Por lo tanto, habría un campo “pre-edípico” en el que se van perfilan-
do cuestiones importantísimas.
En segundo lugar, Lacan plantea que alrededor de la cuestión del
campo pre-edípico se ubican dos cosas: por un lado la perversión, y por
otro lado la psicosis. Según él, en ambos casos se trata de individuos que
basan sus relaciones imaginarias (en el sentido de que las vinculaciones
son predominantemente especulares, duales, rivales, etc.), produciendo
manifestaciones patológicas. Esto implicaría que todo lo relacionado a
las perturbaciones en la realidad objetiva, parecieran estar relacionadas
también con el campo pre-edípico.

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Pero ¿Qué tiene que ver el padre en estos asuntos? El lugar que ocupa
el padre en el complejo es fundamental, y hay que tener en cuenta que
el padre interviene sobre todos los registros presentes en el niño.
La situación inicial es que la madre va y viene, y el pequeño ser per-
cibe que el mundo varía con su llegada. Pero esta situación puede/debe
poder desvanecerse, y si eso pasa el niño se pregunta qué es lo que su
madre quiere (dado que el ya no ocupa más ese lugar). El niño quisiera
ser él lo que su madre desea, pero está claro que no lo quiere solamente
a él, y esa otra cosa que desea llamémosolo “x”. Pero ¿qué es el “x”?
¿Qué es esa incógnita? No sabemos, ni siquiera hay una respuesta “ver-
dadera”, pero el niño, para poder seguir desarrollándose necesita darse
una respuesta. Esa respuesta que el niño se da es el “Significado”.
Ese significado, sea cual fuere la forma que tome, lo llamaremos “el
falo”. Lo llamamos el falo así como podríamos llamarlo de otra forma,
pero Lacan lo toma en función de estar releyendo a Freud.
La respuesta universal, entonces, sería: “la madre desea el falo”. El
niño, entonces, por deducción lógica, intenta hacerse “falo”, intenta ser
eso que la madre desea. Se cree ese papel de falo y lo sostiene, en el
mejor de los casos, solo por un tiempo. Pero se hace falo por la vía
imaginaria, en lo imaginario. Esto no es lo “normal”, ya que si se sostu-
viera en el tiempo haría el polimorfismo de la perversión. Por lo tanto,
se pasa a la vía simbólica, metafórica. Y busca una respuesta diferente,
adjudica al falo alguna otra cosa simbólica.
Ahora bien, eso “simbólico” puede suceder en tanto el niño haya de-
jado de ocupar ese lugar primitivo, en tanto haya ocupado luego el lu-
gar de falo y en tanto posteriormente tampoco le haya servido ese papel
imaginario. Para que esto suceda, es necesaria la función del padre.
Que exista la función del padre y se produzca una intervención sobre
esta posición primitiva del niño, permite que hablemos de “sujeto” en
vez de hablar de individuo (lo cual remite puramente a una existencia
biológica). ¿Qué es entonces un sujeto para Lacan?

2.4 El Sujeto para Lacan

Lacan (2009b), sostiene que a partir del momento en que una persona
habla, eso mismo permite que se vaya desarrollando una estructura. Se

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convierte en “sujeto hablante”. Pero ser una persona que habla, no signi-
fica ser “sujeto” en sentido lacaniano. Ser un sujeto hablante no significa
simplemente hablarle a otra persona (otro).
Cuando hablamos a una persona, en realidad hablamos nuestra pro-
pia lengua, con nuestros propios significados, por lo que le hablamos a
“otro” pero simbólico (además de hablarle a la otra persona). Ese otro
simbólico sería con quien hablamos ese idioma tan propio. Lacan lo
llama otro con mayúsculas (Otro). Ese Otro, implica entonces, nue-
vamente, “otro participante”. Y esto sólo pudo haberse formado si ha
habido “un padre” que introduzca algo más que ese discurso materno.
Pensémoslo así:
Todo parte de una primera relación entre el niño y la madre. Luego,
habrá un “triángulo simbólico” (por la llegada de la función del padre).
Ese triángulo simbólico, es instituido a partir del momento en que hay
“cadena significante y articulación de la palabra”. El nombre del padre
(padre, ley, norma), es entonces una necesidad de la cadena significan-
te, ya que sin éste no se conforma una cadena verdaderamente sim-
bólica. Se producirían, en cambio, cadena de significados. No habría
simbolización propia.
Para que haya simbolización propia, debe haber entonces, atravesa-
miento del Complejo de Edipo. Pero… ¿cómo es entonces el Complejo
de Edipo para Lacan?
Según él, en su clase del 29/1/58 (2009c), se realiza en tres tiempos
diferenciados e interrelacionados entre sí.
En el primer tiempo, el niño busca ser el deseo de su madre, poder
satisfacerlo y para esto se identifica en con el falo. Cree que es el objeto
satisfactorio para la madre.
En el segundo tiempo, el padre interviene como privador de la ma-
dre. ¿Qué significa esto? Que el niño cae de ese lugar gracias a esa ma-
dre que al estar siempre un poquito insatisfecha, genera pregunta en el
niño acerca de qué es lo que ella desea. Esto implica que haya algo más
que él (lo llamamos padre). El niño siente que lo que está dirigido a la
madre como demanda, no es respondido incondicionalmente sino que
es “reenviado” a una especie de “tribunal superior”, que sería el padre, y
que implica, por lo tanto, parte de las “leyes de la madre”.

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Al niño le “vuelve” la ley del padre, momento en el que el niño se


des-identifica con ese falo imaginario y se vuelve a dar cuenta de que
la madre esta insatisfecha. Esto significa que la madre “no tiene” algo.
En el tercer tiempo, se debe dar la salida del Complejo de Edipo.
¿Cómo es esto? Al soportar la ley del padre que priva, el niño capta que
obedeciendo, tendrá lo que el padre tiene (lo que le permite tener ac-
ceso a la madre dejándolo en lugar privilegiado). El niño se identifica
con el padre (por ser portador del falo) y es una identificación que se
llama “Ideal del Yo”. Si cumple ese ideal, tendrá entonces eso que ahora
no tiene y lo arrancó del lugar privilegiado para la madre.
¿Qué pasa con la mujer? No se identifica con quien, según ella, tiene
el falo, sino que sabe quién tiene el falo e intenta conquistar a quien
lo tiene. Pero ¡ojo!, porque si el padre ama “demasiado” a la madre y
aparece como dependiente, puede ocurrir como en la psicosis: la ley del
padre no es estricta, la madre utiliza su propia ley, y finalmente tenemos
un solo discurso, como por ejemplo, en el caso de algunas homosexua-
lidades masculinas2.

3. Lacan y la psicosis 304


3.1. ¿Qué pasa con los tres registros en la psicosis?

Cuando dijimos que con la palabra formamos un sujeto hablante, esto


implica que se forma el inconsciente. Entonces, el inconsciente, según
Lacan (1964), está “estructurado como un lenguaje”. Ahora bien, ese
lenguaje (el que nos permite hablar con Otro y con otro), no está del
todo reconocido para nosotros mismos. No somos conscientes de que

2  Sus relaciones con el objeto femenino no son abolidas, sino muy profundamente
estructuradas, pudiéndose ver una relación profunda y también perpetua con la madre.
Como resultado, se produce en el niño la sobrevalorización del objeto (falo) y ningún
partenaire sexual podría estar privado de éste. Así entonces, el niño se identifica con la
madre, y estando en posición de la madre, se encuentra buscando un partenaire que es
sustituto del “personaje paterno con pene”. Al fin y al cabo, indica que es cuestionado,
que se quiere saber si el padre verdaderamente lo tiene o no lo tiene, y es precisamente
eso lo que es demandado por el homosexual a su pareja. El padre es sospechado de no
tenerlo, ya que se muestra en el lugar de la madre, como quien al ser tan dependiente,
le falta algo.

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cuando hablamos, estamos diciendo muchas otras cosas además del


mensaje que conscientemente queremos transmitir. Podríamos decir
que en las neurosis el Sujeto habla y no sabe de qué habla… hay sig-
nificantes reprimidos, hay inconsciente y consciente. Cuando se repri-
me algo, el sujeto estaría rehusando el acceso de la representación a su
mundo simbólico.
En las psicosis no hay significantes reprimidos, directamente estarían
faltando (Lacan, 1984). Y cuando se rechaza o falta algo, no vemos lo
inconsciente como síntomas, sino que eso que no permitió que se for-
me estrictamente el inconsciente, reaparece en lo Real.
¿Cómo sucede que estos significantes falten? La psicosis tiene lugar en
una etapa donde la simbolización no se lleva a cabo todavía, y por esto
mismo no se llevará de manera completa. No se simbolizan aquellas
cuestiones que deben ser necesariamente simbolizadas para permitir la
simbolización posterior y la entrada en la neurosis. ¿Cuáles son los efectos
de que no se estructure una neurosis? Podríamos pensar que no tiene con-
secuencias, aunque sin embargo, en determinado momento se produce
un brote o descompensación. ¿Qué significa que se produzca ese brote?
Significa que esa persona, ese psiquismo, se topa en la realidad con
algo que no tiene significado en su psiquismo, que no se puede vincular
a nada porque nunca entró en el sistema de simbolización, por lo que
no hay respuestas siquiera Imaginarias. Y esto genera una defensa que
culmina en los síntomas psicóticos (delirio, alucinación, como modo
de respuesta), motivo por el cual al delirio no hay que tocarlo.
En síntesis:

a. cuando lo no simbolizado reaparece en la realidad, aparece una


defensa.
b. esto genera un movimiento tendiente a la represión, pero no
produce lo mismo que en la neurosis (no funciona efectivamen-
te la represión).
c. se produce, entonces, algo que queda totalmente excluido de
toda simbolización posible, y se traduce en otro registro (el que
manejan, el Imaginario).
d. Su cadena de significados termina entrando en profundos reor-
denamientos ya que exige un significado para aquel significante

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problemático, lo cual determina una desagregación en cadena,


un delirio generalmente.º

¿Cómo se sostiene antes del desencadenamiento? El hijo se ubica en la


“imagen paterna”, debido a que no hay registro simbólico del padre, y
entonces todo se limita únicamente a la imagen. Esto es una “alienación
especular” que le permite al sujeto tener un “punto de enganche”, pero
esta alienación es tan radical que no da lugar a un Yo propio.
Es por esto que Lacan dice que los “taburetes” de los psicóticos se sos-
tienen con 3 patas (1998), y es posible que se sostengan, pero no puede
faltar ninguna otra pata porque se desencadena la psicosis.
Cuando se descompensan, se produce una perplejidad, y esta perple-
jidad es respuesta a ese significante que no se puede significar. El sujeto
tiene la sensación de haber llegado al borde de un agujero (por haberse
topado con ese significante insimbolizable) y debido a que un signifi-
cante “nunca está solo”, la falta de un significante lleva necesariamente
al sujeto a poner en tela de juicio el conjunto de significantes.
Se encuentra con el significante “en crudo” y hay imposibilidad de
abordarlo debido a la forclusión3, momento en que se produce ese “ca-
taclismo imaginario”. Luego, se produce el despliegue y se pone en jue-
go separadamente todo el aparato psíquico apareciendo la disociación,
fragmentación, movilización de la palabra, descomposición del discur-
so anterior, etc.
Después de esta colisión, se trata de reconstruirlo, y debe ponerse de
acuerdo con sus significantes, culminando en cosas extremadamente
descocadas que constituyen el desarrollo de una psicosis.

3.2. El discurso psicótico

Cuando el psicótico habla, en realidad hay un “Otro”, el quid de la cues-


tión, es que él no lo vivencia como un neurótico, velándolo y creyendo

3  Concepto elaborado por Jacques Lacan para designar un mecanismo específico de


la psicosis por el cual se produce el rechazo de un significante fundamental, expulsado
afuera del universo simbólico del sujeto. Cuando se produce este rechazo, el significan-
te está forcluido. No está integrado en el inconsciente, como en la represión, y retorna
en forma alucinatoria en lo real del sujeto.

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que no dice nada más que lo que dice, sino que lo vivencia sin velo y
mediante la proyección: algo “le habló”.
Entonces, en realidad, el psicótico comprendió algo que él mismo
formula, sostiene Lacan (1984), y aquello adquiere forma de palabra.
Por si fuera poco, también le habla.
Esto que le habla es lo que podríamos llamar “inconsciente”, pero el
punto es que justamente es lo que le falta. Estaría fragmentado el psi-
quismo, sin que consciente e inconsciente formen una unidad que per-
mite interacción entre los distintos sistemas.
Entonces, como resultado, el psicótico hace que a su “voz” o “men-
saje” (el inconsciente), lo lleve otro. Esas “voces” tan características de
las psicosis son sus propios mensajes de su inconsciente que le vuelven
desde afuera.
A raíz de esto es muy común, por ejemplo, que presenten “neologis-
mos” o palabras que los detienen, que pareciera que resumen un todo
que solo ellos comprenden. Son palabras propias que tienen una signi-
ficación que remite a la significación en cuanto tal (remite a sí misma),
siendo así irreductibles e incomprensibles para los demás. Es por esto
que es imposible interpretar.
Según Lacan (1984), la experiencia demuestra que para los pacientes,
esa palabra “pesa”. Son palabras que hacen surgir algo nuevo, que no
podría transmitirse al “otro”. Estos neologismos o palabras con peso, se
pueden ver mediante dos fenómenos:

1. Intuición: la palabra aparece como algo que los colma, como si


la palabra revelara una perspectiva nueva pasando a ser el alma
de la situación.
2. Fórmula: es la forma que adquiere la significación cuando ya no
remite a nada y se reitera, se repite con insistencia estereotipada,
como un estribillo.

Veamos ahora, qué características presenta el lenguaje psicótico.

a. Observaremos lo que se llama “lenguaje de órgano”. Este lenguaje


implica, simplemente, que existe una especie de alucinación cons-
tante relacionada con partes y cuestiones del cuerpo, con un sesgo

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hipocondríaco. Se debe a que la etapa en la que están fijados es


la del cuerpo desfragmentado, previo al atravesamiento completo
por el estadio del espejo. Se habla del cuerpo como algo real, y
habrá que saber diferenciarlo de la histeria, en la que hay síntomas
corporales pero no se habla en un lenguaje corporal.
b. Presentación de neologismos, en tanto intentan crear palabras
nuevas que puedan “atrapar” eso que del orden de lo Real y no
tiene representación en el mundo. En un intento de simbolizar
lo insoportable, inventan términos que sólo tienen significación
para ellos.
c. Un capítulo aparte merecería la certeza que demuestran frente
a todo lo que los angustia, si se me permite usar el término. La
“convicción psicótica”, en jerga psicoanalítica, responde a lo des-
crito. El motivo por el cual aparece manifiestamente esta certeza,
es que para dudar de algo, hace falta preguntarse, y para pre-
guntarse hace falta simbolización, anudamiento, registros, etc.
El neurótico puede padecer muchísimo de una creencia errónea,
pero padece más de sus dudas y oscilaciones que de la certeza.
El psicótico, en cambio, tiene certeza sobre lo que siente. No hay
lugar a dudas, se vive en el cuerpo como realidad incuestionable.
d. Lo concreto y lo abstracto están al mismo nivel (se tratan a las
palabras como si fueran cosas y las cosas como si fueran pala-
bras). Si bien esto es una observación cotidiana, lo que se extrae
de este fenómeno es que se trabaja con un solo registro, que es
justamente lo que impide una adecuada simbolización, y lo que
da cuenta de la forclusión del significante que la habilita.

Vemos entonces, como la psicosis para Lacan, es determinada por


cuestiones que –a diferencia de la concepción freudiana- no represen-
tan una vivencia inconciliable y un modo de defensa frente a éstas, sino
que estaríamos en un campo en el que la configuración depende de la
inscripción o forclusión de un significante. Podríamos decir que lo que
para Freud fue esa vivencia inconciliable, para Lacan es el desencade-
namiento, es decir, la confrontación del sujeto con algo del orden de la
realidad que necesita, para poder dar una respuesta, del uso y valida-
ción de ese significante.

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La confrontación es algo que necesariamente nos llega a todos, y es


esa la hora en que se pondrá en juego toda la estructura psíquica, dilu-
cidándose si se trata de una neurosis, psicosis o perversión.
Es así que la psicosis, no es un modo de defensa y no habría una for-
ma de “curarla” sino que es una estructura frágil en cuanto a los modos
de respuesta que desencadena.
¿Cuál es la conclusión? Que la psicosis es una estructura, es cierto.
Pero ¿es real que hay tres estructuras rígidamente separadas? Hoy en
día escuchamos hablar todo el tiempo de diagnósticos y de trastornos
mentales… Pero ¿Qué son todas estas patologías o trastornos? ¿Son psi-
cosis? Creo que Lacan, en su segunda clínica, cuando se torna “elástico”,
da cuenta de que no es tan así.
De hecho, para el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales (DSM), los signos y síntomas son lo valedero para diagnos-
ticar, valiéndose de lo visible, lo fenoménico, lo observable, palpable,
concreto, etc. Encontramos diferentes capítulos para el Trastorno Es-
quizofrénico, el Trastorno Límite de Personalidad (Borderline), la Bi-
polaridad tipo I, II, III, IV, etc., y los Trastornos Psicóticos.
Básicamente, me atrevo a decir que padecer esquizofrenia, ser bi-
polar y ser psicótico es exactamente lo mismo, en esencia, variando
–como mucho- la forma de manifestarse. ¿Y por qué se manifiestan
de diferentes maneras? ¿Qué pasa en los casos en que se llega a hacer
visible un fenómeno absolutamente psicótico, que parece remitir por
momentos?
Me gustaría tomar a la segunda clínica de Lacan, como clínica de los
bordes, ya que considero que son los bordes o los llamados “trastornos
de la personalidad” los que ponen de manifiesto la falacia en la afirma-
ción de que son tres estructuras claramente diferenciadas, dando lugar
a estructuras que bordean, que limitan, que oscilan entre las tres, sin
terminar de instalarse ninguna de forma definitiva.

A modo de anécdota, comento que en el cumpleaños número 152 del


Hospital José T. Borda, un expositor mencionó una metáfora, traída
por un paciente que rezaba, aproximadamente, lo siguiente, y que me
parece apropiada para explicar el punto: “los pacientes somos como
este florero, frágil, cualquier cosa puede romper este florero, pero aun

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psiquiatría y psicoanálisis para el acompañante terapéutico

así, si lo cuidamos no se rompe”. Me pareció excelente, y es exactamen-


te lo que estoy tratando de explicar.
La estructura psicótica, y otras estructuras que no son claramente
neuróticas, son estructuras frágiles, que si no la detectamos a tiempo
y no sabemos reconocerla, nos impide cuidar de ella para mantenerla
estable.
No hace falta “ser psicótico” en sentido lacaniano estricto para estar
en situación de internación. Por ejemplo, basta con haber tenido con-
flictos con la inscripción del significante del Nombre del Padre para
que se esté expuesto al desencadenamiento de una primer “rajadura”
de ese florero.
Las estructuras psicóticas conservan una dinámica psíquica caracte-
rizada por áreas que se encuentran visiblemente afectadas: el área de los
afectos, el área de la voluntad, el área social, no siendo así el área cog-
nitiva. Lo mismo ocurre con las estructuras bordes, aunque sin llegar a
un deterioro demencial y sin armar delirios que toman la personalidad
del individuo.
Se trata de personas que suelen atravesar por historias familiares dis-
funcionales, con dificultad para mantener relaciones personales y labo-
rales estables, reacciones exageradas o fuera de lo común frente al con-
sumo de sustancias como alcohol y drogas, así como inconvenientes en
la sexualidad.
El tema es que, cuando no estamos frente a psicosis francas, todos es-
tos “síntomas” -mucho más llevaderos en las estructuras bordes- suelen
ser leídos por la sociedad como “formas de ser”.
¿Cómo se trabaja al respecto? ¿Qué son, verdaderamente, estas
manifestaciones?

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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