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Historia de España 2º Bachillerato 2022/23. Estándares preferentes.

Ángel Pastor

Bloque 5. La crisis del Antiguo Régimen (1788-1833):


liberalismo frente a absolutismo

1. Guerra de la Independencia: causas, composición de los bandos y desarrollo


de los acontecimientos

En abril de 1808 Napoleón convocó a la familia real española en Bayona, donde obligó a
Fernando VII a devolver el trono a su padre, Carlos IV, que a su vez se lo cedió a Napoleón, quien a
continuación se lo otorgó a su propio hermano, José Bonaparte. Finalmente, las abdicaciones de
Bayona se concretaron por escrito el 5 de mayo: se había hecho realidad la traición de Carlos y
Fernando, que a cambio de una compensación económica y varias propiedades prefirieron quedarse
en territorio francés jugando al billar y felicitando al emperador por sus victorias sobre los españoles.
Ya unos días antes, en España, la población había empezado a expresar su indignación ante la
masiva presencia francesa saliendo a las calles, a lo que el general francés Murat, gobernador militar
de Madrid, había respondido disparando contra los congregados en la Puerta del Príncipe. Este
hecho fue el detonante del levantamiento del pueblo madrileño al que el francés reaccionó enviando
más tropas y declarando el estado de excepción. En respuesta, los mamelucos (mercenarios
musulmanes al servicio de Napoleón) fueron atacados por los madrileños el día 2 de mayo. Se estima
que 250 españoles cayeron frente a las tropas francesas y otros 125 fueron fusilados en el monte de
Príncipe Pío al día siguiente.

La guerra de Independencia, que se extendería hasta finales de 1813, había comenzado. El


conflicto introdujo grandes y rápidos cambios en la política y en la sociedad españolas, hasta el
punto de que desde entonces empezó a hablarse de las dos Españas: la de los afrancesados y la de
los españolistas, pero también la de los liberales y la de los absolutistas, pues además de un conflicto
por la independencia hubo una lucha entre españoles de distintas tendencias ideológicas. La guerra
se llevó más de 300.000 vidas, devastó la agricultura, la ganadería, la industria, y terminó de hundir el
comercio con las colonias americanas, que simultáneamente comenzaron su proceso de
independencia.

Desde el primer momento se constituyeron juntas de gobierno provisionales para organizar


la resistencia contra la ocupación francesa. Estaban formadas por aristócratas, obispos, militares y
funcionarios, muy pocos de ellos influidos por la Ilustración. El carácter heterogéneo y caótico de
estas juntas locales condujo a la formación de una Junta Suprema Central (JSC) presidida por
Floridablanca (aunque era Jovellanos quien tomaba las decisiones), que estableció su sede en
Aranjuez. En el plano militar, las batallas iniciales favorecieron a los españoles como la de Bruch, el
primer sitio de Zaragoza, y sobre todo la de Bailén, donde el general Castaños se impuso al francés
Dupont para entrar a continuación en Madrid y obligar a José I a huir a Vitoria. De modo simultáneo
se habían organizado ejércitos de guerrilleros integrados por campesinos como el Empecinado,
militares como Espoz y Mina, estudiantes, delincuentes e incluso clérigos como el sanguinario cura
Merino que hostigaban constantemente a los franceses. Para acabar con tal resistencia Napoleón
decidió acudir personalmente a España con 280.000 veteranos de guerra. Recuperó Madrid con
facilidad, lo que permitió el retorno de José I al trono, y obligó a la JSC a refugiarse en Cádiz.
Además, el general Palafox rindió finalmente Zaragoza, en cuya defensa había destacado la catalana
Agustina de Aragón; la ciudad fue arrasada, registrándose 60.000 muertos. También cayó Gerona,
cuya población quedó reducida a la mitad. Creyendo que la situación estaba resuelta, el emperador
abandonó España.

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A finales de 1809 los franceses tomaron Andalucía, donde José I fue muy bien recibido.
Solamente resistió la ciudad de Cádiz, que se vería asediada durante más de dos años. Pero en las
zonas rurales las guerrillas no cedieron, de modo que en 1810 España era el único país continental
que resistía al avance francés. Por su parte, Inglaterra se sobreponía al bloqueo naval napoleónico.
1811 significó un punto de inflexión, pues Rusia rompió su alianza con Francia, lo que obligó a
Napoleón a abrir un nuevo frente en la enorme frontera rusa. En 1812 se produjo el desastre militar
en el frente ruso que costó la vida a cientos de miles de soldados franceses, anticipando la derrota
definitiva de Bonaparte. Entretanto, el británico Wellesley, futuro I duque de Wellington, que
capitaneaba un ejército compuesto por ingleses, portugueses y españoles, fue haciéndose con
Ciudad Rodrigo y Badajoz, para después vencer a los franceses en Arapiles (Salamanca) y finalmente
entrar en Madrid. No obstante, los ingleses aprovecharon su presencia en territorio español para
destruir instalaciones industriales, así como para cometer brutales saqueos, asesinatos y violaciones.
Este proceder, junto con la política de tierra quemada francesa supuso un daño irreparable para el
patrimonio artístico y documental español. En agosto de 1813 tuvo lugar la batalla de San Marcial,
cerca de Irún, que puso fin a la ocupación francesa.

Inmediatamente, las autoridades de Cádiz comenzaron las negociaciones para la vuelta de


Fernando VII al poder, pues la mayoría de los españoles consideraba que el rey traidor no era tal, sino
que había estado recluido contra su voluntad por el emperador francés. A finales de 1813 se firmó el
Tratado de Valençay, por el que finalizaba oficialmente la guerra y Bonaparte reconocía a Fernando
VII como Rey de España. Napoleón siempre achacó a los españoles el fracaso de su plan de
conquistar Europa.

La guerra, además de devastadora, fue contradictoria. Por una parte, tuvo un carácter
revolucionario, pues la participación de las clases populares en las juntas de gobierno provisionales
constituyó una novedad importante; pero por otra se trató de un conflicto retrógrado en cuanto a
que salieron derrotados los defensores de la modernidad frente a los partidarios del absolutismo.
Esto explica que en los años siguientes se produjeran más retrocesos que avances: las universidades
fueron clausuradas, el analfabetismo volvió a despuntar y campos en los que España había
empezado a marcar la pauta en Europa, como la campaña de vacunación contra la viruela de 1804,
quedaron en el olvido. La guerra puso fin a un largo periodo de paz relativa de casi un siglo e
inauguró el siglo XIX, que se caracterizaría por las constantes asonadas militares y guerras civiles
(carlistas). El legado de la guerra también fue el principio del fin del imperio de América, así como un
Ejército dividido y una deuda pública insostenible. Aunque quienes se llevaron la peor parte fueron
los afrancesados, que desde la constitución de la JSC fueron declarados traidores y se convirtieron
en objetivo del odio popular; muchos fueron asesinados, torturados y vejados mientras que otros se
vieron abocados al exilio.

2. Características esenciales de la Constitución de 1812

La JSC convocó elecciones constituyentes en 1810 para conformar unas Cortes unicamerales
cuyo objetivo primordial sería coordinar la resistencia a través de la formación de un gobierno
provisional y a continuación elaborar una constitución para el país. Este segundo aspecto supondría
un conflicto con el Consejo de Regencia, que defendía los intereses de Fernando VII, y se oponía a la
proclamación de una Asamblea Constituyente que apelaba a principios como la soberanía nacional y
a la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, incluidos los americanos. Tras un largo y
complicado proceso, la cámara gaditana se constituyó con 296 diputados, de los que un tercio eran
religiosos, otro tercio abogados y funcionarios, y el tercio restante lo constituía gente de muy
diversa condición. En todo caso, dominaron los partidarios del absolutismo, frente a los que se
posicionó la minoría liberal liderada por Muñoz Torrero y Argüelles, que abogaba por cambios más

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profundos así como por la abolición de la esclavitud y la tortura como medidas inmediatas. Las
Cortes desarrollarían su actividad en Cádiz hasta finales de 1813, cuando se trasladaron a Madrid.

El día de san José (19 de marzo) de 1812 se proclamó el primer texto constitucional de la
historia de España, por lo que fue popularmente conocido como la Pepa. Mucho menos moderna
que la constitución estadounidense de 1787 y que las francesas de 1791 y 1793, inspiró no obstante a
muchas otras constituciones posteriores en Europa y en América. Su vigencia fue corta: entre 1812 y
1814 en la España no ocupada por Napoleón; de 1820 a 1823, durante el Trienio Liberal; y a lo largo de
unas semanas cuando en 1836 se produjo el motín de los sargentos en La Granja. Como todos los
textos constitucionales, significó notables avances en algunos campos, pero en otros los progresos
quedaron frustrados. Podría decirse que la Constitución de 1812 fue resultado del compromiso entre
los liberales, defensores de un modelo de Estado moderno económica y administrativamente
hablando; y los absolutistas, a los que se aseguró la conservación de la mayoría de los privilegios de
la religión católica y de la Monarquía.

La Constitución establecía el principio de soberanía nacional, según el cual la autoridad


suprema residía en el conjunto de la nación representada en las Cortes. También declaraba que el
nuevo Estado se constituía como una monarquía limitada, con división estricta entre los poderes
Legislativo (el Rey con las Cortes), Ejecutivo (el Rey, que presidía el Gobierno); y Judicial (los
Tribunales). Las Cortes tenían entre sus cometidos la elaboración y aprobación de las leyes, decidir
sobre la sucesión de la Corona o ratificar los tratados internacionales. También se abolieron los
señoríos, los gremios, la Mesta y la Inquisición; se inició una propuesta de reforma agraria y se
planteó la necesidad de crear un Estado unitario y centralizado basado en una nueva división
territorial, una fiscalidad común, un Ejército nacional y la supresión de las aduanas interiores. Por
otro lado, la Constitución garantizaba una amplia serie de derechos fundamentales del individuo
(igualdad ante la ley, inviolabilidad del domicilio, libertad de imprenta, educación elemental,
garantías penales y procesales, etc.), pero sin otorgar verdaderas libertades, pues todo lo anterior
quedaba en suspenso ante cualquier problema de orden público. Se impuso un fuero único para
todos los ciudadanos, aunque en la práctica eclesiásticos y militares siguieron conservando el suyo
propio. Y, pese a que se restaron atribuciones legislativas al Rey, se le concedió el derecho de veto,
lo que le otorgaba un poder enorme.

Sin duda, uno de los grandes inconvenientes de la Pepa fue su rigidez normativa, así como
su prolijidad (384 artículos). Otros inconvenientes fueron la apuesta por un sufragio excesivamente
restringido e indirecto: solo una minoría de varones mayores de edad elegían unos delegados que a
su vez se encargaban de designar a los diputados. Otro lastre de la Constitución fue su carácter
confesional y el mantenimiento de la figura del diezmo, aunque difícilmente se habría logrado
consensuar algo diferente en aquellos momentos, con unas Cortes dominadas por los partidarios de
Fernando VII.

3. Conflicto entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII

a.) Retorno del Deseado

Aclamado como el Deseado, Fernando VII recuperó la Corona a finales de 1813. Nada más
llegar a tierras españolas fue apoyado abiertamente como absolutista por un documento retrógrado
conocido como el Manifiesto de los persas, que defendía la abolición de la Pepa, la restauración
íntegra del Antiguo Régimen y la instauración de una férrea censura que prohibiese la prensa libre y
cerrase las universidades. Fernando VII anuló la Constitución de Cádiz y restauró el absolutismo con
todas sus viejas instituciones. De inmediato comenzó una dura represión contra los liberales,
muchos perseguidos por la recuperada Inquisición. A las convulsiones políticas se sumó la

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bancarrota económica y el empeoramiento del problema colonial, situación que condujo a distintos
golpes de estado protagonizados por militares como Espoz y Mina, Van Halen y otros, todos fallidos.

b.) El Trienio Liberal (1820-23)

Tras más de un lustro de tiránico absolutismo, el 1 de enero de 1820 el comandante Riego,


encargado de dirigir un ejército que estaba a punto de embarcar hacia América para luchar contra
los criollos independentistas, proclamó en Cabezas de San Juan (Sevilla) la vigencia de la
constitución de 1812. Tras rechazar a un ejército absolutista logró que la revuelta se extendiera por
todo el país, lo que obligó a Fernando VII a jurar la Pepa. Durante este periodo se establecieron
algunos de los símbolos típicos del republicanismo español, como el himno de Riego. El propio
comandante fue ascendido a mariscal y más tarde se convirtió en presidente de las Cortes.

El primer gobierno liberal fue adjudicado a Argüelles, bajo cuyo mandato se elaboró el
primer código penal español. También trató de impulsar la enseñanza pública, pero su
impopularidad provocó su sustitución por el más conservador Martínez de la Rosa, que hubo de
enfrentarse al levantamiento absolutista del marqués de Mataflorida en Urgel (revuelta de los
agraviats o malcontents), poco antes de que la Santa Alianza enviase a sus Cien mil hijos de san Luis
bajo el mando del duque de Angulema para restaurar a Fernando VII como monarca absoluto. La
mayoría de la población aceptó de buen grado a las tropas invasoras (que incluían a unos 30.000
españoles), pese a la cercanía de la guerra de Independencia. Riego se dispuso a organizar la
resistencia contra los absolutistas, pero en Jaén fue derrotado, apresado y trasladado a Madrid,
donde fue declarado traidor y arrastrado por las calles hacia el patíbulo, siendo ahorcado y
posteriormente decapitado entre los insultos de quienes meses antes le habían aclamado.

El Trienio fue un periodo fallido a causa de la incompetencia de Riego y sus seguidores, así
como por la escisión en el seno de los liberales entre radicales o veinteañistas, partidarios de
marginar al monarca, y moderados o doceañistas, defensores de la soberanía compartida según el
modelo establecido en la constitución gaditana.

c.) La Década Ominosa (1823-33)

La represión contra los liberales fue ejercida exclusivamente por los absolutistas españoles
y, como es lógico, las políticas del Trienio fueron anuladas. Entre las víctimas del renovado
absolutismo, además de Riego, estuvieron Torrijos y Mariana Pineda. Los que no fueron
encarcelados se exiliaron en Gran Bretaña. En lo institucional se acometieron importantes medidas,
como la creación del Consejo de Ministros o una profunda reforma hacendística; también se elaboró
un Código de Comercio que contemplaba la aparición de las sociedades anónimas y, ya al final del
periodo, se promulgó una Ley de Bolsa (1831) que posibilitó la inauguración del mercado de valores
de Madrid. Fruto de estas reformas económicas apareció el Banco de San Fernando, antecedente del
Banco de España, pero la crisis económica se mantuvo, al igual que la corrupción política y la
intolerancia ideológica.

Por otro lado, Fernando ya estaba achacoso y aún no había tenido descendencia de ninguna
de sus tres primeras esposas (Mª Antonia de Nápoles, Mª Isabel de Braganza y Mª J. Amalia de
Sajonia). Sólo su última mujer, María Cristina de Borbón, le dio dos hijas, la primera, Isabel, nacida en
1830. Pero en España estaba vigente la Ley Sálica, que prohibía a las mujeres acceder al trono desde
la época de Felipe V, de modo que Fernando promulgó una pragmática para que su primogénita
pudiera convertirse en reina. Esta medida constituiría el detonante de las guerras carlistas, pues
Carlos María Isidro, hermano menor de Fernando, se reivindicó como sucesor legítimo. De hecho, a la
muerte de éste en 1833, se autoproclamó Rey de España desde la portuguesa localidad de Abrantes,
donde se había exiliado.

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4. Línea de tiempo 1788-1833

1788: Comienzo del reinado de Carlos IV


1792: Ascenso de Godoy a primer ministro
1793: Comienzo de la guerra contra Francia
1795: Paz de Basilea
1796: Primer Tratado de San Ildefonso
1805: Derrota de Trafalgar
1807: Tratado de Fontainebleau
1808: Motín de Aranjuez. José I Bonaparte, rey. Comienzo G. Independencia. Estatuto de Bayona
1810: Apertura de las Cortes de Cádiz
1812: Constitución de Cádiz
1813: Tratado de Valençay. Final de la Guerra de la Independencia
1814: Retorno de Fernando VII y restauración del absolutismo
1820: Pronunciamiento de Riego y comienzo del Trienio Liberal
1822: Congreso de Verona
1823: Expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis y nueva restauración del absolutismo
1824: Derrota de las tropas españolas en Ayacucho
1833: Muerte de Fernando VII

Conceptos Bloque 5

Motín de Aranjuez: levantamiento ocurrido en marzo de 1808 en esta localidad madrileña en contra
de las políticas de Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV. La mala situación económica, la
impopularidad de Godoy y lo errático de sus políticas (derrota de Trafalgar, presencia de tropas
francesas tras el tratado de Fontainebleau), junto con las ambiciones del príncipe de Asturias,
Fernando, confluyeron para que el motín tuviera éxito. La familia real y el propio Godoy se habían
refugiado en Aranjuez para una posible huida hacia América. El palacio de Godoy fue saqueado y él
mismo golpeado. Finalmente fue destituido por Carlos IV, que abdicó en su hijo Fernando, quien pasó
a convertirse en Fernando VII.

Tratado de Fontainebleau: acuerdo firmado en 1807 en esta ciudad francesa entre los
representantes de Carlos IV de España y Napoleón I de Francia en el que se estipulaba la invasión
militar conjunta franco-española de Portugal —aliado de Inglaterra— así como el paso de tropas
francesas por territorio español.

Abdicaciones de Bayona: proceso iniciado con la convocatoria de la familia real por parte de
Napoleón a Bayona desde finales de abril de 1808 y concluido el 5 de mayo en la misma localidad. Allí
se produjeron las renuncias sucesivas de los reyes Carlos IV y su hijo Fernando VII al trono de España
en favor de Napoleón Bonaparte, quien a su vez cedió los derechos sobre la corona española a su
hermano José Bonaparte, que reinó como José I.

Junta Suprema Central: órgano constituido en septiembre de 1808 que acumuló los poderes
ejecutivo y legislativo españoles durante la ocupación napoleónica de España. Tuvo un papel
importante en la resistencia militar, así como en la comunicación con Inglaterra y con las colonias
americanas. La Junta pasaría a llamarse en 1810 Consejo de Regencia de España e Indias.

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Cortes de Cádiz: institución legislativa creada durante la guerra de Independencia por iniciativa de la
Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, hasta entonces órgano coordinador de la resistencia
contra los franceses. En realidad, la convocatoria era competencia de la Corona, por lo que la
oposición del Consejo de Regencia fue firme. Tras un intenso debate se decidió que las cortes fueran
unicamerales y elegidas por sufragio censitario e indirecto. Se reunieron en Cádiz, en septiembre de
1810, participando en torno a trescientos diputados entre los que predominaban los religiosos y los
individuos de ideología muy conservadora, incluso absolutista. La principal obra de las Cortes fue la
elaboración y posterior aprobación de la constitución de 1812.

Pronunciamiento de Riego: levantamiento militar ocurrido el 1 de enero de 1820 en Cabezas de San


Juan (Sevilla) encabezado por el coronel Rafael del Riego, quien estaba al frente de una expedición
que iba a partir hacia América para luchar contra los criollos independentistas. Riego proclamó la
restauración de la Constitución de Cádiz y ganó apoyos por todo el país hasta que Fernando VII se vio
obligado a jurar la Pepa. Este levantamiento fue el acto inaugural del Trienio Liberal (1820-1823).

Simón Bolívar: político, militar y revolucionario venezolano. Fue la figura más destacada del proceso
de emancipación hispanoamericana, razón por la cual le fue concedido el título de Libertador.
Participó en la fundación de la Gran Colombia, de la que fue presidente, pero el nuevo Estado no
pudo sobrevivirle. Bolívar, pese a ser un criollo burgués y millonario se convirtió a lo largo de los
siglos posteriores en fuente de inspiración nacionalista incluso para dictaduras populistas como la
cubana o la venezolana.

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