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INDICE
3 LA CONSTITUCIÓN DE 1812.
Esta guerra se saldó con un fracaso tanto en el terreno militar como en el diplomático, y tuvo graves
repercusiones económico-financieras y puso en peligro a la propia monarquía. La paz de Basilea (1795)
reanuda la tradicional alianza con Francia («Pactos de Familia»). En 1796 se firma el primer tratado de
San Ildefonso que liga a España con la Francia revolucionaria. Desde ese momento se suceden los desastres
en el exterior (guerra con Inglaterra, 1796- 1808). En 1801 se declara la guerra a Portugal de acuerdo con el
segundo tratado de San Ildefonso. Tras la breve paz de Amiens (1802) se reanuda la guerra contra
Inglaterra (derrota de la flota hispano-francesa en Trafalgar, 1805).
Estas guerras tienen una inmediata repercusión: paralización del tráfico marítimo con las colonias, crisis
de la industria algodonera y agrava el maltrecho estado financiero de la monarquía. Desde 1805 todo el
crecimiento comercial e industrial y la recuperación naval española del siglo XVIII se hunden en el
marasmo de la crisis de comienzos del siglo XIX.
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Un nuevo tratado con la Francia napoleónica, Tratado de Fontainebleau (1807) ligara a España al
sistema de bloqueo continental contra Inglaterra. A raíz de este tratado penetran en territorio español las
tropas francesas con el pretexto de ocupar Portugal. Godoy intenta entonces reaccionar ante lo que en
realidad es una ocupación del país. Desde este momento, tres acontecimientos clave van a desembocar en
la crisis de la monarquía española: el motín de Aranjuez, las abdicaciones de Bayona y el dos de mayo.
El motín de Aranjuez (17-18 de marzo de 1808), dirigido por la nobleza y el clero así como por la
«camarilla» de Fernando, arrastró a los habitantes de Aranjuez, utilizando como excusa la decisión de
Godoy de trasladar a los Reyes a Andalucía y evitar así que cayesen en manos del emperador. Los
instigadores del motín pretenden la caída de Godoy, ministro todopoderoso, y la elevación al trono de
Fernando VII. El apoyo de las autoridades francesas a Godoy contra Fernando VII le ganaría la enemistad de
los españoles, enemistad que se vería reforzada cuando la inmensa mayoría del pueblo rechazase las
abdicaciones de Bayona (mayo de 1808).
El dos de Mayo constituye el tercer acto de esta crisis. Ante la pasiva actitud de las autoridades españolas,
la Junta de Gobierno y el Consejo de Castilla, el propio mariscal francés Murat se autodesigna presidente
de la Junta, depositaría de la soberanía. Esto va a desencadenar, por un lado, el levantamiento y la resistencia
del pueblo español a la ocupación y, por otro, un vacío de poder que será asumido por autoridades de rango
inferior y por las nuevas instituciones: juntas provinciales y locales y la Junta Suprema Central.
La Guerra de la Independencia (1808-1814) hay que entender la en una doble vertiente: por un lado, hay
que considerarla como una guerra de liberación nacional que marcaría la evolución histórica posterior, no
sólo por sus graves consecuencias económicas, sino también por sus efectos sociales. Además de este
carácter de lucha patriótica, determinados pasajes de ella tuvieron un carácter liberal y reformista, y en este
sentido revolucionario, porque ilustrados hispanos aprovecharon la ocasión para realizar los cambios desde
hacía tiempo pretendidos.
◦ Su primera fase (2 de mayo a julio de 1808) se inicia con el levantamiento popular de Madrid (2 de
mayo de 1808) dirigido por Daoiz y Velarde. En los meses de mayo- junio, el hecho de que las
juntas provinciales D asuman la soberanía y sus declaraciones de guerra al invasor abren
definitivamente la etapa bélica. La Junta Suprema Central tratara de organizar pronto la resistencia,
sin conseguir establecer un plan de campana. Las distintas fases de la guerra vienen caracterizadas
no sólo por los planteamientos bélicos, sino también por las distintas formas de resistencia: la guerra
regular, los sitios y las guerrillas. Entre 1808-1809, el levantamiento nacional desarticula el plan
francés de ocupación que consistía en controlar los principales puertos peninsulares (Barcelona,
Cádiz y Lisboa). La derrota del cuerpo de ejército francés de Dupont a manos del general Castaños
en Bailen (19 de julio de 1808) y la capitulación del mariscal Junot ante el ejercito inglés, obligan al
gobierno «intruso» de José I a retirarse tras la línea del Ebro.
◦ La segunda fase de la guerra (julio de 1808- 1812) va a dar a la misma un nuevo rumbo. Napoleón,
en noviembre de 1808, al frente de la Grand Armee (250.000 soldados veteranos) entra en la
Península. Derrotado en Ocana el nuevo ejército español levantado por la Junta, las fuerzas
napoleónicas logran asegurarse el control de la Península obligando a los ingleses a replegarse a
Portugal tras las trincheras de Torres Yedras. La superioridad numérica, la mejor organización y
rapidez de concentración de fuerzas del ejército francés pronto provoca la ruptura de las líneas
españolas y, la retirada del cuerpo expedicionario ingles de sir John Moore. El ultimo ejercito
español, el del Centro, es derrotado definitivamente en Uclés (enero de 1809). Este es un periodo de
claro predominio francés, pero varios hechos van a dificultar su control de la península: la
resistencia de ciudades importantes (Zaragoza, Gerona, Tarragona, Valencia, estas dos ultimas
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ocupadas en 1811 y 1812), la decidida intervención inglesa y la aparición de una nueva forma de
lucha, la guerrilla, que va a transformarse en un fenómeno de masas. La guerra de guerrillas se va a
desarrollar fundamentalmente en el mundo rural, contribuyendo a la crueldad que caracteriza a esta
guerra debido al principio de acción-represión. Su mejor arma sera el conocimiento del terreno y la
complicidad del pueblo. Rehúyen el enfrentamiento directo, presuponen la aceptación de la
inferioridad y un grado extremo de violencia. Si bien nunca constituyó un elemento decisivo, sí creó
un ambiente tremendamente hostil hacia el ejército invasor, conocido como “el infierno español”.
Fue a la vez, el máximo exponente del carácter popular de la guerra, y del fracaso militar francés.
Comenzaba así una concepción de lucha muy distinta de la clásica y con gran futuro.
◦ En la tercera fase (1812-1814), los ejércitos anglo-luso-españoles al mando de Wellington y
coincidiendo con la campana de Napoleón en Rusia, inician una ofensiva victoriosa (Arapiles,
Vitoria) que obliga a José I a abandonar definitivamente España, quedando únicamente en manos
francesas el este español que evacuaran a comienzos de 1814.
La invasión y la guerra plantea en el país la aparición de dos poderes: por un lado, el gobierno de José
Bonaparte (Jose I), y por otro el de la Junta Suprema Central, y posteriormente de las Cortes de Cádiz, que
no acepta la renuncia de los Borbones, asume la soberanía nacional y dirige el levantamiento antifrancés.
Ambos centros de poder intentan llevar a cabo unas profundas reformas político-administrativas muy
limitadas por el conflicto bélico.
La organización del gobierno de José I inicia su andadura mediatizado por Napoleón. Su instauración
se plantea sobre unas bases que el propio emperador protagonizara: la promulgación de una Constitución
semejante a las del Imperio y una serie de reformas que entroncan con el programa ilustrado, con el fin de
atraerse a los reformistas españoles.
El Estatuto de Bayona promulgado el 6 de junio de 1808, una «Carta otorgada» ya que los diputados
españoles convocados a Bayona sólo pudieron exponer sugerencias, sin llegar a discutir los proyectos. El
texto resultante de las sesiones celebradas en Bayona tenía la misma condición autoritaria de las
Constituciones imperiales. A pesar del signo autoritario de esta «carta otorgada», su aplicación completa,
prevista hacia 1813, hubiese supuesto por primera vez en España una transformación socio-política y
administrativa ya que tiene contenidos de carácter liberal. A lo largo de su articulado se disponía el
reconocimiento de derechos fundamentales como la libertad de imprenta, inviolabilidad del domicilio,
supresión de privilegios; prevee la elaboración de códigos civiles y criminales, la reforma de la hacienda y
la abolición de las aduanas interiores, se declaraba la libertad de industria y comercio suprimiendo los
privilegios comerciales.
El programa reformista de José I se completó cuando Napoleón, una vez más sin consultarle, decretó,
en diciembre de 1808, la abolición de la Inquisición, la reducción y supresión del número de conventos,
medidas que de haberse aplicado hubiesen significado el final del Antiguo Régimen en España.
El fracaso del gobierno de José I se debió en gran parte a que la mayoría del país rechazó el gobierno
«intruso», aunque un buen número de españoles, bien por convicción o bien por interés, colaboraron con el.
Los afrancesados convencidos estaban persuadidos de que la resistencia contra Napoleón era inútil y que los
últimos borbones — Carlos IV y Fernando VII— habían demostrado su ineptitud para continuar el programa
reformista emprendido en la epoca de Carlos III.
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El gobierno de los afrancesados, que nunca pasó del intento de mantener una mínima administración e
impedir el fraccionamiento del país. Al final de la guerra, muchos afrancesados fueron perseguidos y
marginados por lo que unas 12.000 familias afrancesadas terminaran por exiliarse.
La invasión de España por las tropas francesas planteó una grave crisis política. Ya hemos visto cómo
la negativa de la mayoría de la población a acatar la soberanía francesa, aceptada por la monarquía española
en Bayona, y la pasividad del gobierno provisional ante el invasor, provocaron la formación de las Juntas.
Estas eran organismos creados con la voluntad de expulsar al ejército francés y restituir en el trono
a Fernando VII. Los miembros de cada Junta eran elegidos por votación, por lo que por primera vez el
pueblo asumía la soberanía y escogía a sus gobernantes. A pesar de esta apariencia de cambio, en realidad,
las Juntas eran controladas por las clases privilegiadas, ya que estas no podían permitir que el pueblo
aprovechara la confusión y pidiera reparto de tierras y reformas sociales, pues se temía una revolución
similar a la de 1789 en Francia.
Pronto se constituyó una Junta Suprema Central, formada por delegados de las Juntas Provinciales.
Estos eligieron presidente a Floridablanca, que había sido ministro con los monarcas Carlos III y Carlos IV.
Así pues, las Juntas se habían constituido en gobierno soberano. Asumían por tanto el poder que les
delegaba el pueblo mientras estaba ausente el monarca.
En mayo de 1809 se inició el proceso que culminaría en la reunión de Cortes, dejando a estas la tarea
de transformar el Estado y la sociedad del Antiguo Régimen. Antes de inaugurarse las Cortes en septiembre
de 1810, se delinearon dos posturas: por un lado los jovellanistas, bajo el influjo británico, que pretenden
mantener la continuidad histórico-constitucional española, constituyendo dos Cámaras, una de las cuales
representaría a los estamentos privilegiados; y, por otro, los revolucionarios, más tarde llamados liberales,
que son partidarios de una Cámara única que asuma la soberanía nacional y lleve a cabo la tarea de construir
un nuevo estado mediante una Constitución escrita que recoja la tradición histórica y las novedades
revolucionarias aportadas por la Revolución Francesa.
La guerra iba a favorecer al grupo de los diputados liberales, pues, muchas provincias estaban ocupadas
y no pudieron designar y enviar a sus representantes. Sólo las regiones periféricas, donde existía una
importante burguesía comercial abierta a las ideas modernas, lograron trasladar por mar a sus representantes
(Ver grafica). En definitiva, la composición de las Cortes de Cádiz hubo de completarse en la propia ciudad,
sede fundamental del liberalismo hispano. Estas circunstancias determinaron que la composición de las
Cortes fuese mayoritariamente de miembros de las denominadas “clases medias”, favoreciendo la
concentración de diputados liberales en las Cortes, aunque no existiera en realidad una gran implantación del
liberalismo en España.
Los liberales consiguen que las cortes no se convoquen por estamentos, al estilo del Antiguo Régimen,
sino como Asamblea, dando el voto por cabeza. Además lograron imponer sus principios y las Cortes se
autoconstituyeron en Asamblea Nacional Constituyente, asumiendo la soberanía nacional. Las Cortes de
Cádiz serán así, algo mas parecido a la Asamblea Nacional francesa que a las Cortes tradicionales de
Castilla. Querían proclamar la primera constitución que garantizase las libertades de los ciudadanos, que
controlara el poder real, que acabara con las instituciones del Antiguo Régimen y que abriera para España un
futuro de libertad y progreso. Al mismo tiempo proclamaron rey a Fernando VII, al ser el legítimo heredero.
Las Cortes de Cádiz, en un plazo de tres años, cambiaron el rostro de España, transformando sus
estructuras sociales, económicas y políticas. Para ello llevaron a cabo una obra revolucionaria, que presentó
dos dimensiones distintas pero complementarias: por una parte, procedieron a la liquidación de los
fundamentos del Antiguo Régimen; por otra, diseñaron un nuevo Estado, reflejado en la constitución de
1812.
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Entre las medidas que se tomaron para acabar con el Antiguo Régimen habría que mencionar las siguientes:
3. LA CONSTITUCIÓN DE 1812.
El 19 de marzo de 1812, día de San José, dio comienzo la ceremonia de promulgación de la primera
constitución española, conocida popularmente como “La Pepa”, En ella salta a la vista el espíritu
conciliador conseguido entre liberales y absolutistas, sentando así las bases de un Estado liberal. Este se
refleja en varios aspectos, entre los que podemos destacar los siguientes:
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La constitución de 1812 es importante en sí misma por ser el comienzo del constitucionalismo español,
del Estado liberal. Con ella se lograba desmontar el edificio del Antiguo Régimen, se acababa con la visión
patrimonial del poder y del Estado y con los privilegios de los antiguos estamentos de la nobleza y el clero,
y se establecían las condiciones en las que la burguesía iba a ver reconocidos sus derechos sociales y
políticos.
La constitución de Cádiz ha sido considerada por los estudiosos del constitucionalismo como un
modelo de eclecticismo y de compromiso. De hecho, contenía como elementos básicos la tesis de Rousseau
sobre la soberanía nacional, que encarnaba el elemento propiamente revolucionario, y el esquema de
Montesquieu sobre la división de los poderes que representaba el elemento liberal. A ambos se anadió un
elemento tradicional, como el respeto hacia la institución monárquica y al catolicismo. Por eso, empieza por
una invocación religiosa y se establece el Estado confesional mediante toda una profesión de fe católica.
Por otra parte, la revolución española de 1820 convirtió la constitución gaditana de 1812 en el
paradigma liberal de la época.
CONCLUSIÓN
En el largo proceso por establecer un Estado liberal, la Constitución de 1812 se convirtió en un modelo y en un
símbolo para los liberales españoles, e incluso influyó en los movimientos liberales de Italia y Latinoamérica.
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DOCUMENTOS TEMA 1
DOC 1. EL TRATADO DE FONTAINEBLEAU (1807)
“Art. 1º. La provincia de Entre-Duero y Mino con la ciudad de Oporto se dara en toda propiedad y soberanía de S.M. el
rey de Etruria con el título de Rey de la Lusitania Septentrional.
Art.2º. La provincia de Alentejo y el reino de los Algarbes, se daran en toda propiedad y soberanía al Príncipe de la
Paz, para que las disfrute con el título de Príncipe de los Algarbes.
…] Art. 11º. S.M. el emperador de los franceses sale garante a S.M. el rey de Espana de la posesión de sus estados del
continente de Europa situados a mediodía de los Pirineos.
Art. I. Un cuerpo de tropas imperiales francesas de veinte y cinco mil hombres de infantería, y de tres mil hombres de
caballería entrara en Espana y marchara en derechura a Lisboa: se reunira a este cuerpo otro de ocho mil hombres de
infantería y de tres mil de caballería de tropas espanolas con treinta piezas de artillería.
Art. II. Al mismo tiempo una división de tropas espanolas de diez mil hombres tomara posesión de la provincia de
Entre Mino y Duero y de la ciudad de Oporto; y otra división de seis mil hombres, compuesta igualmente de tropas
espanolas tomara posesión de la provincia de Alentejo y del reino de los Algarbes.
Art.III. Las tropas francesas seran alimentadas y mantenidas por la Espana, y sus sueldos pagados por la Francia
durante todo el tiempo de su transito por Espana.
…] Art. VI. Un nuevo cuerpo de cuarenta mil hombres de tropas francesas se reuniran en Bayona, a mas tardar el 20 de
noviembre próximo …]. Este nuevo cuerpo no entrara sin embargo en Espana, hasta que las dos Altas Potencias
contratantes se hayan puesto de acuerdo a este efecto.
Así pues, por un tratado firmado y ratificado, he cedido a mi aliado y caro amigo el emperador de los franceses todos
mis derechos sobre Espana e Indias; habiendo pactado que la corona de las Espanas y la Indias ha de ser siempre
independiente e íntegra, cual ha sido y estado bajo mi soberanía y tambien que nuestra sagrada religión ha de ser no
solamente la dominante en Espana, sino tambien la unica que ha de observarse en todos los dominios de esta
monarquía. (..) Estas disposiciones de mi caro amigo el emperador Napoleón, dirigidas a conservar la paz, amistad y
unión entre Francia y Espana, evitando desórdenes y movimientos populares, cuyos efectos son siempre el estrago , la
desolación de las familias y la ruina de todos. Dado en Bayona en el palacio imperial llamado del gobierno a 8 de mayo
de 1.808.
Gaceta de Madrid 14 Junio de 1.808
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Dado nuestro cuartel general de Madrid, a 2 de mayo de 1808. Joaquin. Por mandato de SAI y R, el Jefe de Estado Mayor General: Belliard.”
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