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Mellado
2º Bachillerato.- Historia de España
1. CARLOS IV (1788-1808).
En 1788 accedió al trono Carlos IV, y mantuvo a Floridablanca, quien debía continuar
con las reformas del Despotismo Ilustrado. Pero con el estallido de la Revolución Francesa en
1789, Floridablanca realizó una política de aislamiento (cerró las fronteras, paralizó las
reformas, prohibió hablar de los hechos: prensa, cartas, libros) con la ayuda de la Inquisición.
Los ilustrados españoles no eran partidarios de la revolución, sino de una política de reformas.
Luis XVI fue guillotinado en 1793 y España y otras potencias le declararon la guerra a
Francia. Fue uno de los errores más graves de la política exterior de Godoy. Ante el poco éxito
militar de la coalición antifrancesa, Godoy decidió recuperar la tradicional alianza con Francia:
Tratado de Basilea (1795), España cede parte de la isla de Sto. Domingo.
España reforzó su alianza con Francia en el Tratado de San Ildefonso (1796) para
luchar contra Inglaterra, convencido Godoy de que la verdadera amenaza para España era GB
y su deseo de controlar el comercio con América.
En 1805 la flota franco-española sufrió una grave derrota en Trafalgar frente a una
escuadra británica, desbaratando el poder marítimo español y paralizando el comercio con
América. La drástica disminución del comercio con América provocó un aumento del déficit del
Estado. Este ya venía siendo muy elevado, y Godoy ya había comenzado en 1798 una venta de
propiedades de la Iglesia en beneficio del Estado. Fue la primera desamortización, pasando a
manos privadas una sexta parte de las tierras de la Iglesia. Godoy tuvo que enfrentarse a duras
críticas por parte de la nobleza y la Iglesia, y a la animadversión de Fernando, el hijo de Carlos
IV.
Muy pronto se hizo evidente que la entrada consentida de las tropas napoleónicas en
febrero de 1808 se había convertido en una invasión de nuestro país. La familia real se
trasladó a Aranjuez cuando las fuerzas francesas entraron en Madrid.
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Napoleón le entregó el trono a su hermano José Bonaparte, José I, quien hizo publicar
el Estatuto de Bayona (1808): abolía los privilegios y reconocía la igualdad de los españoles
ante la ley, los impuestos y el acceso a los cargos públicos. Nunca entró en vigor.
Afrancesados: apoyan a José I (sobre todo ilustrados que querían reformas, como el
pintor Goya). Al acabar la guerra, odiados por el pueblo, tuvieron que exiliarse.
Patriotas: en contra de José I, luchan por la vuelta de Fernando VII.
La situación de las ciudades con presencia francesa era muy tensa. La evidencia de que
se trataba de una invasión y no de un tránsito, las extorsiones realizadas por el ejército francés
y el rumor de que Napoleón había secuestrado por la fuerza a los reyes en Bayona provocaron
un malestar del pueblo ante la pasividad de las autoridades españolas.
Fue una guerra de carácter patriótico. Los españoles luchaban contra Francia en
defensa de la Iglesia y la Monarquía (Fernando VII), aunque una minoría viera la oportunidad
para hacer profundas reformas políticas de carácter liberal.
La guerra se decantó del bando aliado (GB, España y Portugal) a partir de 1812 debido
a la victoria decisiva de las tropas aliadas del general Wellington en Arapiles (1812). Después le
seguirían las victorias de Vitoria y San Marcial (1813). También influyó la retirada de algunas
tropas francesas para el frente ruso en 1812 y la intensificación de la guerra de guerrillas.
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DESARROLLO
1. La obra reformista de las Cortes de Cádiz:
Durante la Guerra de Independencia, una minoría de intelectuales liberales quiso
aprovechar la situación de inestabilidad y de vacío de poder (el rey al que reconocían casi
todos como legítimo, Fernando VII, se encontraba exiliado en Francia) para llevar a cabo el
desmantelamiento del Antiguo Régimen, para lo cual hubo de enfrentarse con los estamentos
privilegiados, contrarios a esos cambios. La gran masa de españoles, ignorantes y fanáticos,
estuvo totalmente al margen de este debate político, inclinándose más bien hacia las
posiciones de los absolutistas debido a la influencia que sobre ellos ejercía el clero.
Por las circunstancias de la guerra, la Junta Suprema Central, órgano de gobierno
creado en 1808, tuvo que instalarse en Cádiz, la cual, pese al asedio y el bombardeo que sufrió
durante largo tiempo, nunca llegó a ser tomada por los franceses. En enero de 1810 la Junta se
disolvió y en su lugar fue nombrado un Consejo de Regencia colectivo, que en teoría iba a
gobernar en nombre de Fernando VII en tanto durase su permanencia en Francia. Sin embargo
varios meses después llegaron a Cádiz noticias de la rebelión independentista de las colonias
americanas. Este es el motivo por el que la Regencia se decidió a convocar una reunión de las
Cortes en septiembre de 1810, creyendo así ingenuamente que lograrían frenar el movimiento
separatista, pues también acudirían a las Cortes representantes de las provincias americanas.
Las Cortes estuvieron integradas por representantes de todas las provincias tanto
peninsulares como americanas, pero, debido a la situación de guerra, en la práctica fueron
muchos los diputados “sustitutos” gaditanos, entre los que predominaban los liberales,
miembros de clases medias y burguesas y partidarios de reformas profundas. Los miembros
del clero y la nobleza (absolutistas o serviles), contrarios a los cambios, quedaron en minoría.
Las Cortes aprobaron en primer lugar que eran depositarias de la soberanía nacional,
es decir, que ejercían el poder en representación de los ciudadanos que formaban la nación.
Asimismo reconocían a Fernando VII como rey de España.
Los liberales se propusieron desmantelar las estructuras del Antiguo Régimen a través
de una serie de decretos, tales como:
La libertad de imprenta, suprimiendo la censura, salvo para los escritos religiosos.
Abolición del régimen señorial, es decir, eliminación de los privilegios fiscales y
jurídicos de la nobleza y el clero.
Derogación de los gremios, una estructura de origen medieval que suponía un
obstáculo para la industrialización.
Supresión de la Mesta, institución también medieval que perjudicaba el desarrollo de
una agricultura moderna.
Abolición de la Inquisición, asunto que provocó los debates más tensos, por la fuerte
oposición que ofrecieron la mayoría de los diputados de la nobleza y el clero.
Desamortización de las tierras municipales, lo que no llegaría a materializarse debido
a la situación de guerra y el posterior regreso de Fernando VII en 1814.
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2. La Constitución de 1812:
Aprobada el 19 de marzo de 1812 fue la obra más trascendente de las Cortes de Cádiz
(bautizada por el pueblo como “La Pepa”). Su extensísimo texto (384 artículos) constituye un
resumen de las ideas del liberalismo español en su primera época. Esta Constitución se inspira
en muchos principios que proceden de Francia (por ejemplo, la definición de la ley como
expresión de la voluntad popular parte de la idea del “contrato social” de Rousseau; o también
el principio de separación de poderes se atribuye a otro filósofo francés: Montesquieu).
Las ideas principales son:
El principio de la soberanía nacional (art. 3). Corresponde a la nación (es decir a los
españoles, y no al rey, como hasta entonces) el derecho a establecer las leyes por las
que regirse.
El art. 12 proclama al Estado español como católico y no establece la libertad
religiosa. Se pretendía así contentar a los sectores más tradicionales (y por tanto más
favorables a la defensa del catolicismo), aunque esta idea fuera contraria a los
principios del liberalismo.
El principio de la división de poderes.
- El poder legislativo (art. 15) corresponde “a las Cortes con el Rey”. Las Cortes
estarán formadas por los representantes de los ciudadanos, elegidos por éstos, y se
reunirán en una sola cámara (unicameralismo). Las elecciones se celebrarán por
sufragio universal masculino, pero sólo podrán presentarse como candidatos aquéllos
que posean una cierta renta, con lo que las Cortes serán casi monopolizadas por la
burguesía propietaria, además del clero y la nobleza. Ningún campesino o persona
procedente de las clases bajas consiguió ser diputado.
- El poder ejecutivo (art. 16) pertenece al Rey, quien nombra a su gobierno formado
por siete secretarios de despacho (más tarde llamados ministros). El Rey ahora está
sometido a la Constitución y sólo tiene los poderes que ésta le otorga (monarquía
constitucional), entre ellos el veto de una ley.
- El poder judicial (art. 17) corresponde a los tribunales de justicia, con lo cual la
nobleza y el clero pierden definitivamente sus competencias al respecto. Nace el
Tribunal Supremo como órgano judicial independiente del Rey (poder ejecutivo) y de
las Cortes (poder legislativo).
El Estado se organizará por provincias y municipios, con ayuntamientos electivos.
Supresión de las aduanas interiores, basándose en el principio de la unicidad del
estado.
Igualdad fiscal en todo el territorio, sin privilegios para ningún grupo o estamento (art.
339), lo que también choca con los derechos tradicionales de la nobleza y el clero.
Reconocimiento de derechos (educación, propiedad) y libertades individuales
(pensamiento, opinión e imprenta) iguales para todos los ciudadanos.
Creación del Presupuesto Nacional como forma de control de los ingresos y gastos del
estado.
Se establece la enseñanza primaria obligatoria y la creación de la Milicia Nacional.
CONCLUSIÓN
La situación de guerra y la posterior vuelta de Fernando VII (quien se apresuró a
suprimirla) hicieron que la Constitución de Cádiz no llegara a estar vigente. No obstante es
una constitución mítica para la doctrina liberal, con un enorme prestigio en nuestro país, así
como en Europa y América (las colonias americanas, una vez convertidas en estados
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independientes, la tomarían como modelo para sus respectivas constituciones). Entre 1820-23
y 1836-37 los liberales españoles conseguirán reponerla.
DESARROLLO
El reinado de Fernando VII se divide en tres etapas bien diferenciadas: el Sexenio
Absolutista (1814-1820), el Trienio Liberal (1820-23) y la Década Absolutista (1823-33).
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Fernando VII tuvo en esta década final de su reinado dos oposiciones de signo político
opuesto. De una parte los liberales, muchos de los cuales estaban exiliados (en Londres y
París). Los que sobrevivieron a la represión volvieron a formar sociedades secretas para
preparar, otra vez sin éxito, levantamientos populares (como el de Torrijos en Málaga en
1831). Pero la novedad está en que tampoco estaba contento con la política fernandina el
sector más clerical y reaccionario de los absolutistas, que a partir de 1826 se identifica con la
figura del hermano del rey, Carlos María Isidro, quien por la falta de descendencia real estaba
destinado a ser su sucesor. Entre estos ultrarrealistas (más tarde denominados carlistas)
estaban muchos de los campesinos que durante el Trienio Liberal habían formado grupos
armados y que ahora se consideraban agraviados. El crecimiento de este sector crítico con
Fernando VII fue creciendo a partir de 1828, cuando el rey comenzó a adoptar algunas
medidas que los ultrarrealistas entendieron como propias del liberalismo.
Pero el problema más importante para Fernando VII fue sin duda la cuestión
sucesoria: en 1830, al contraer matrimonio por cuarta vez (con su sobrina María Cristina de
Borbón) y ante la posibilidad de que tuviera descendencia femenina, el rey había publicado la
Pragmática Sanción (que derogaba la Ley Sálica de Felipe V, la cual impedía a las mujeres ser
reinas). El posterior nacimiento de Isabel en 1830 (y luego de Luisa Fernanda) cerraba las
puertas al trono al hermano del rey y sus partidarios (carlistas). En 1832, aprovechando la
grave enfermedad del monarca, los carlistas consiguieron de éste que derogara la Pragmática
Sanción, con lo que volvía a tener vigencia la Ley Sálica. Pero Fernando VII sobrevivió a esa
enfermedad y, una vez recuperado, destituyó a los ministros y a los militares más
reaccionarios, volviendo a dar validez a la Pragmática Sanción. En esta decisión tuvo una
participación activa su esposa María Cristina, que quería asegurar el trono para su primera
hija (la futura Isabel II). El rey nombró presidente del gobierno a Cea Bermúdez, un liberal
moderado, y autorizó la vuelta del exilio de algunos liberales. Los carlistas comenzaron a
prepararse para un levantamiento armado, lo que sucederá en cuanto muera Fernando VII
(octubre de 1833), dando lugar a la primera guerra carlista.
CONCLUSIÓN
La muerte de Fernando VII en 1833 dio paso en la historia de España a un proceso
imparable de cambios políticos, sociales y económicos. Aquello contra lo que había luchado
este rey, tuvo que aceptarlo la reina regente y luego Isabel II, a saber, el establecimiento de un
régimen liberal. Este cambio de régimen consolidará la hegemonía de la burguesía como clase
social dominante junto a la nobleza.
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Tras la derrota de Ayacucho, España perdió todas sus posesiones americanas excepto
Cuba y Puerto Rico.