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Siglo XIX

Tema 1. Crisis del Antiguo Régimen. La Guerra de Independencia


y los comienzos de la revolución liberal. La Constitución de 1812.
Introducción.
EI período que transcurrió entre 1808 y 1833 se caracterizó en España por una profunda crisis del Antiguo
Régimen. El reinado de Carlos IV marcó el fin del modelo del despotismo ilustrado y condujo a la Guerra de
la Independencia. En ella los españoles lucharon contra la invasión francesa, se organizaron políticamente de
forma autónoma y se enfrentaron entre sí a causa de sus diferentes ideas.

En este proceso los españoles descubrieron, además, los conceptos de nación, ideología política,
representación, libertad e igualdad, encarnados en las Cortes de Cádiz, dónde se diseñó la Constitución de
1812, la primera de nuestra historia. La Constitución de 1812 constituyó, durante décadas, el programa esencial
del liberalismo español que inició el desmantelamiento de la sociedad estamental y la supresión de los
privilegios.

Las políticas liberales sufrieron avances y retrocesos durante el reinado de Fernando VII debido a los
enfrentamientos entre los partidarios de la monarquía tradicional y los de una revolución más democrática.
Durante este período de transformación, España perdió la mayor parte de sus dominios en América.
Paradójicamente, los criollos americanos invocaron, para obtener la independencia, las mismas ideas liberales
que tanto costaba imponer en la metrópoli

1. La crisis del despotismo ilustrado: el reinado de Carlos IV (1788-1808)


Carlos IV (1788-1808) intentó continuar la política autoritaria y moderadamente reformista de su padre, el rey
Carlos III. No obstante, su reinado constituyó el inicio de la crisis del Antiguo Régimen y, por tanto, el fin de
la sociedad estamental y de la monarquía absoluta.

En 1789 estalla la Revolución Francesa, los ilustrados españoles se dividen entre quienes moderan sus ideas
aterrados por las noticias provenientes de Francia y quienes se radicalizan al ver en el proceso revolucionario
un ejemplo a seguir.

El conde de Floridablanca, Secretario de Estado de Carlos IV, quiso evitar que las ideas revolucionarias
llegaran a España estableciendo un férreo control en las aduanas y una estricta censura. Se aparcaban los
proyectos reformistas de los primeros meses de reinado. Tras un corto período de gobierno del conde de
Aranda, de talante más conciliador con Francia y que fracasó en sus gestiones para salvar la vida a Luis XVI,
Carlos IV nombró ministro a Manuel Godoy en 1792, que fue la figura clave durante el resto de su reinado.
España se unió a una coalición internacional contra la Francia revolucionaria y participó en la denominada
Guerra de la Convención (1793-1795). Tras el fracaso bélico y la firma de la Paz de Basilea, Godoy se acercó
a Francia y coincidiendo con la moderación del régimen republicano francés, la monarquía española retornó a
la tradicional alianza con Francia frente al Reino Unido.

Se iniciaba así una deriva diplomática en la que el ascenso al poder de Napoleón I en 1799 y la debilidad del
gobierno de Godoy condujo a España a una creciente dependencia de la política exterior francesa y, por
consecuencia, al enfrentamiento con Gran Bretaña. Las consecuencias pronto se hicieron notar: la victoria
sobre Portugal, fiel aliada de Gran Bretaña, en 1801 en la Guerra de las Naranjas y la consiguiente anexión
española de Olivenza (en Badajoz), no compensaron la catástrofe naval de la armada franco-española frente a
Nelson en Trafalgar (1805).

Godoy se había granjeado una fuerte oposición entre los grupos privilegiados: la derrota de Trafalgar había
desbaratado el poder marítimo español y la crisis económica concretada en el enorme déficit del Estado y en
la drástica disminución del comercio con América avivaron la oposición de la nobleza, desairada por el favor
real a un advenedizo, y del clero, asustado ante la tímida propuesta de desamortización de bienes eclesiásticos.
En este contexto se fraguó la Conjura de El Escorial (en octubre de 1807), que trató de aupar al príncipe de
Asturias al trono, pero el asunto fue destapado por Godoy. Después de retractarse, Fernando fue perdonado
por su padre, al igual que sus cómplices.

Con esta creciente oposición interna a Godoy, de los intentos del Príncipe de Asturias por hacerse con el trono,
Napoleón I propuso a Godoy un plan dentro de su política de Bloqueo Continental a Gran Bretaña (1807).
Se trataba de invadir Portugal, país fiel a los ingleses y que los españoles solos no habían podido conquistar
en la Guerra de las Naranjas. Pero lo que ocultaba realmente ese plan era el dominio de la toda la Península
Ibérica. Para ello, ofreció a Godoy un futuro principado en el Algarve (sur de Portugal), tras su conquista;
Godoy sabiendo de su impopularidad y ante esta tentadora oferta sucumbió.

Por el Tratado de Fontainebleau (1807) las tropas napoleónicas penetraron en España con unos 100.000
soldados (cuando lo tratado era el paso de unos 27.000); estos se dirigieron a Portugal, pero también realizaron
un amplio despliegue hacia Madrid, Barcelona, País Vasco, etc. El plan de Napoleón I era ocupar
conjuntamente Portugal y España, esta última sin resistencia por el tratado.

Cuando Godoy vio las verdaderas intenciones de Napoleón I, ordenó trasladar la Corte a Andalucía y, si el
avance francés lo hiciese necesario, embarcarla rumbo a América (como habían hecho los monarcas
portugueses hacia Brasil). La familia real hizo un alto en el camino en el Palacio Real de Aranjuez y allí ocurrió
el llamado Motín de Aranjuez (17 de marzo de 1808), que fue una revuelta popular instigada por los nobles
amigos del príncipe Fernando y que se nutrió del malestar por la presencia del ejército francés y las pesadas
cargas de su mantenimiento que empobrecían la ya de por sí maltrecha economía española. Así se produjo la
caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo, desde entonces Fernando VII (19 de marzo de 1808).

El triunfo del motín llevó a Carlos IV a escribir a Napoleón I para comunicarle lo sucedido y solicitar su ayuda
para recuperar el trono que le había arrebatado su hijo. Napoleón I convocó a Carlos IV y Fernando VII a
Bayona (Francia). Una vez allí, Napoleón logró que ambos monarcas renunciaran a la corona española y se la
ofreció a su hermano José Bonaparte (José I) para que implantara en el país las necesarias reformas y reforzara
la alianza con Francia (mayo 1808). También se aprobó el Estatuto de Bayona, una Carta Otorgada (una ley
fundamental que el monarca concede al pueblo, sin que este participe) presentada por el emperador a unas
Cortes españolas reducidas convocadas en suelo francés. El Estatuto establecía:
- La igualdad de los españoles ante la ley, ante los impuestos y ante el acceso a los cargos públicos.
- La abolición de los derechos señoriales y la Inquisición.
- Un proyecto de la reforma de la Administración.

2. La Guerra de Independencia, 1808-1814.


Durante este proceso se conjugaron tres aspectos:
- Colapso del Antiguo Régimen, provocado por la invasión francesa y que adecuó el modelo
napoleónico a la realidad española.
- El nacimiento del proyecto liberal, que encontró su plasmación en las Cortes de Cádiz y en la
Constitución de 1812.
- El restablecimiento del Antiguo Régimen, tras el retorno de Fernando VII, apodado El Deseado.

La Guerra de la Independencia fue un proceso complejo:


- se inscribe en un conflicto internacional iniciado en 1792, desarrollado en los años posteriores por
Napoleón y finalizado en 1815 (Congreso de Viena).
- adquirió carácter de guerra civil: algunas élites intelectuales, políticas y sociales que colaboraron
con los franceses (afrancesados) frente a políticos ilustrados, miembros de las clases populares y
nobles y eclesiásticos que se sentían amenazados por las reformas que pudieran llevar a cabo los
franceses.
- la ausencia del monarca legítimo provocó un vacío de poder y, por tanto, una grave crisis política.
Como buena parte de la Administración española colaboraba con el Ejército francés, se improvisó un
poder político alternativo que actuaba en nombre del rey, que, en la práctica, construyó un nuevo
Estado, lo que constituía un hecho revolucionario.

La Guerra pasa por tres etapas:


a) La primera fase de la guerra: del 2 de mayo a la creación de la Junta Central (1808).
Cuando el pueblo tomó conciencia de la ocupación francesa y del secuestro de los monarcas en Bayona estalló
la revuelta popular del 2 de mayo en Madrid, que fue duramente reprimida con los fusilamientos al día
siguiente (un total de 1.200 muertos españoles). Pero el detonante del inicio de la guerra y de las primeras
rebeliones armadas fue la difusión, por toda la Península, de la noticia de las abdicaciones (5 y 6 de mayo) de
los reyes.
Las abdicaciones de Bayona y la insurrección contra José I significaron una situación de vacío de poder. Se
crearon unas Juntas Provinciales, que englobaban a su vez a las locales, para resistir al invasor. El Ejército
francés fue incapaz de dominar la Península Ibérica, numerosas ciudades se rebelaron y fueron sitiadas. Las
tropas francesas que invadían Andalucía fueron derrotadas en Bailén (22 de julio de 1808). El ejército
napoleónico se retiró de Madrid y en Aranjuez se creó la Junta Central Suprema, un nuevo gobierno que
englobaría a todas las demás Juntas.

b) Segunda fase de la guerra: predominio francés (1808-1812).


Al comprender Napoleón I que la ocupación de España no sería fácil decidió ponerse al frente con su Grande
Armée (más de 300.000 soldados) conquistando todo el país, excepto Cádiz (donde se refugió la Junta Central
Suprema).

La conquista no significó el fin de la resistencia, sino que surgió una exitosa forma de luchar de forma irregular:
la guerrilla, que no plantaba batalla directa, sino que operaba contra sus líneas de comunicación y
abastecimiento, contra unidades aisladas y contra los afrancesados. Esto obligó la necesidad de mantener un
numeroso ejército en la península frente a los escurridizos guerrilleros. Este tipo de lucha se caracterizó por:
- ser la primera guerra terrorista contemporánea.
- partir de la idea de inferioridad.
- todo estaba permitido frente al enemigo.
- apoyarse en el anonimato, en el conocimiento del terreno y en la complicidad de la población.

c) Tercera fase de la guerra: predominio español (1812-1814).


Tuvo lugar una gran ofensiva de los aliados que culminó con la derrota y expulsión de las tropas francesas.
Estas habían disminuido de forma considerable al ser destinados numerosos soldados a la campaña de
Napoleón en Rusia. Al mando de Wellington, británicos, portugueses y españoles vencieron a los franceses en
la batalla de Los Arapiles (1812) y en Vitoria y San Marcial (1813).

Tras la firma del Tratado de Valençay (diciembre de 1813), Napoleón reconoció a Fernando VII como rey de
España.

Consecuencias de la guerra:
- Pérdidas humanas. Guerra y hambre provocaron muchas muertes, tanto militares como civiles.
- Pérdidas económicas. Gran déficit de la Hacienda Real, agravado por la destrucción del tejido
industrial por parte de los franceses para imponer sus productos y por la pérdida del comercio colonial.
- Destrucción del patrimonio artístico por actos de guerra y saqueos.
- Pérdidas territoriales. Las colonias americanas inician su proceso de independencia, restando sólo
al final del proceso Cuba, Filipinas y Puerto Rico.
- Politización de la población y del ejército, que explicará los pronunciamientos de todo el siglo XIX.
- Primer gran exilio español: los afrancesados (15.000 familias).

3. Las Cortes y la Constitución de Cádiz, (1810-1812).


En el bando de los que empezaron a llamarse patriotas, se produjo una auténtica revolución política: surgieron
una serie de nuevas instituciones que decían actuar en nombre del rey ausente.

Los organismos más importantes fueron las Juntas. Eran de ámbito local y provincial y estaban formadas por
ilustrados, militares, clérigos y otras personalidades elegidas por los ciudadanos. La necesidad de coordinarse
política y militarmente obligó a constituir Juntas Supremas Provinciales y, más tarde, una Junta Suprema
Central en Aranjuez (septiembre de 1808). Esta última, huyendo del Ejército francés, tuvo que establecerse en
Cádiz y convocó unas Cortes Extraordinarias, se disolvió en 1810 y, en tanto se reunían aquellas, cedió el
poder a una Regencia.

El 23 de septiembre de 1810 quedaron constituidas las Cortes de Cádiz. La guerra impidió que se celebrara la
elección en muchos distritos y un elevado número de diputados fue elegido por ciudadanos de las
correspondientes provincias residentes en la ciudad. Un gran número de los miembros fueron profesiones
liberales y eclesiásticos (no era un grupo homogéneo). Los representantes a Cortes se reunieron de forma
provisional en la isla de León, actual San Fernando, y de forma definitiva en la Iglesia de San Felipe Neri de
Cádiz.
Entre los diputados de las Cortes se configuraron tres grandes corrientes de opinión:
- Los absolutistas partidarios de que la soberanía residiera en la figura del monarca absoluto, del que
emanaban todos los poderes, las Cortes deberían reducirse a recopilar y sistematizar las leyes
existentes.
- Los jovellanistas, reformistas ilustrados que defendían la idea de la soberanía compartida entre las
Cortes y el rey.
- Los liberales, defendían el protagonismo de la nación como único sujeto de soberanía, aunque no fue
el grupo más numeroso acabó imponiéndose.

Antes de iniciar los trabajos de elaboración de la constitución, se organizaron como Cámara Unicameral y
formularon el principio de Soberanía nacional: el poder residía en el conjunto de los ciudadanos de una nación
y se expresaba a través de las Cortes, formadas por representantes de la nación que han sido elegidos mediante
sufragio universal masculino e indirecto.

Se entendía el concepto de nación como el conjunto de ciudadanos libres, residentes tanto en la Península
como en los territorios ultramarinos, iguales en derechos, sujetos todos a la misma ley y desprovistos de
cualquier forma de privilegios exclusivos de tipo estamental.

La labor de las Cortes de Cádiz (1810-13) estuvo dedicada a una doble tarea:
- El desmantelamiento del Antiguo Régimen.
- La elaboración de una Constitución.

Entre sus decisiones destacan las siguientes:


- Supresión del régimen señorial y abolición de los derechos feudales
- Continuación de la desamortización, que se aplicó a las propiedades de los afrancesados, de las
órdenes militares disueltas, de los monasterios destruidos por la guerra y a la mitad de las tierras
municipales.
- Supresión de la Inquisición, las aduanas internas y los gremios
- A nivel económico: se quería crear un mercado nacional basado en el liberalismo. Para ello se
tomaron medidas que iniciaron la superación económica del Antiguo Régimen:
- Supresión de los bienes de manos muertas.
- Abolición de los gremios y libertad de trabajo.
- Libre establecimiento de fábricas y el ejercicio de cualquier industria.
- Libertad de comercio, sobre todo en el sector agrario, se acabó con el largo privilegio que la
Mesta había tenido sobre la agricultura.

Las Cortes de Cádiz, en un plazo de tres años, cambiaron el rostro de España, transformando sus estructuras
sociales, económicas y políticas. Se diseñó un nuevo Estado, que se plasmó en la Constitución de 1812. Entre
las figuras destacadas de las Cortes de Cádiz estuvieron: Diego Muñoz Torrero, Agustín Argüelles o el conde
de Toreno.

La Constitución de 1812
El 19 de marzo de 1812, día de San José, las Cortes de Cádiz promulgaron la primera constitución liberal de
la historia de España, popularmente conocida como La Pepa. Su enorme extensión indica la minuciosidad con
la que fue redactada y la presenta como el resultado de largos debates. Esta constitución refleja los principios
de la Revolución Francesa y el compromiso entre liberales y absolutistas, como se aprecia en la declaración
sobre los derechos de la religión católica, defendida por los miembros del clero.

La Constitución de 1812 es importante en sí misma por marcar el comienzo del constitucionalismo español
del siglo XIX. Con ella se lograba:
- desmontar el edificio del Antiguo Régimen.
- acabar con la visión patrimonial del poder y del Estado.
- suprimir los privilegios de los antiguos estamentos, nobleza y clero.
- establecer las condiciones por las que la burguesía vería reconocidos sus derechos sociales y políticos.
Para la España de la época, la Constitución de 1812 supuso una gran conquista histórica, al plasmar en sus
artículos un modelo de vida política y social que aún tardaría varias generaciones en hacerse realidad.

Los principios en los que se sustenta son:


- Soberanía nacional, siendo la forma del Estado la monarquía constitucional.
- División de poderes se establece de la siguiente manera:
- Poder legislativo, reside en las Cortes unicamerales. Sus competencias son: elaboración de
leyes; aprobación de presupuestos; mando del ejército; aprobación de los tratados
internacionales; política tributaria.
- Poder ejecutivo reside en el rey: quien es la cabeza del gobierno, pero sus decisiones deben
ser refrendadas por los ministros, quienes están sometidos a responsabilidad penal. Interviene
en la elaboración de las leyes y posee veto suspensivo durante dos años.
- Poder judicial: la justicia es competencia exclusiva de los tribunales, se establecen códigos
únicos en materia civil, criminal y comercial.
- Reconocimiento de los derechos individuales. Se incluían derechos como la libertad, la propiedad,
la igualdad jurídica y fiscal, la inviolabilidad del domicilio, las garantías penales y la libertad de
imprenta, entre otros.
- Proclamación del catolicismo como religión oficial del Estado. Se prohibía el ejercicio de cualquier
otra confesión. Se afirmaba así la intolerancia religiosa.
- Sistema representativo con sufragio universal masculino indirecto para los mayores de 25 años.
- Democratización de la vida municipal. Las corporaciones municipales serían renovadas anualmente
y sus miembros (alcaldes y concejales) elegidos por sufragio masculino e indirecto. Además, se creaba
la Milicia Nacional, un cuerpo armado civil de voluntarios, independiente del Ejército, encargado de
defender la nación y, por extensión, la Constitución

Esta constitución fue una obra extraordinaria en un país en guerra. En ella se establecieron los principios de
una sociedad moderna, con derechos y garantías para sus ciudadanos, aunque no se puso en práctica, porque
tras la guerra, Fernando VII restauró el absolutismo. Este texto constitucional estuvo en vigor únicamente hasta
1814 fue restablecido durante el Trienio Liberal (1820-23) y durante el gobierno progresista de la Regencia de
María Cristina, viuda de Fernando VII, (1836-37). Sin embargo, tuvo una importancia decisiva en la historia
del constitucionalismo español del siglo XIX.

4. Restauración del absolutismo e intentos liberales durante el reinado de Fernando VII.


Tras las guerras napoleónicas, se inició en Europa el período conocido como la Restauración: desde 1814, los
monarcas legítimos retornaron progresivamente a sus tronos y restablecieron en sus respectivos países los
regímenes absolutistas destruidos por la oleada revolucionaria iniciada en 1789.

El reinado de Fernando VII se divide en tres periodos:


1. El Sexenio absolutista (1814-1820).
2. El Trienio liberal (1820-1823).
3. La Década ominosa (1823-1833).

El Sexenio absolutista (1814-1820).


Tras la guerra y la firma del Tratado de Valençay, Fernando VII recuperó el trono. La situación política era
complicada por el enfrentamiento entre los liberales, partidarios de que siguiera en vigor la Constitución de
1812, y los defensores del poder absoluto del nuevo rey. Fernando VII se vio respaldado por un grupo de
diputados absolutistas, que redactaron el llamado Manifiesto de los Persas, que defendía la derogación de la
obra gaditana y la vuelta al viejo orden.

Fernando VII dio un golpe de Estado el 4 de mayo de 1814 al publicar en Valencia un decreto que anulaba
todas las reformas aprobadas en las Cortes, incluida la Constitución de 1812. El rey procedió a restablecer las
instituciones de 1808:
- se restauraron los Consejos, la Inquisición y la jurisdicción señorial y sus privilegios.
- se anularon las desamortizaciones.
- se restablecieron los gremios y la Mesta.
El problema más grave que se encontró Fernando VII era la crisis de la Hacienda estatal, agravada tras la
Guerra de la Independencia y el proceso de emancipación de los territorios americanos. Este último privaba a
la corona de unos ingresos fundamentales y aumentaba los gastos extraordinarios.

En política exterior, las dos grandes cuestiones fueron: la pérdida de peso en la política europea, como se
demostró en el discreto papel jugado en el Congreso de Viena y la incapacidad para impedir la emancipación
de las colonias americanas.

Los liberales, para intentar derribar la monarquía absoluta, recurrieron a la conspiración y a la rebelión militar
que se expresa en los pronunciamientos que son un alzamiento militar contra el Gobierno. Tras varias
sublevaciones fracasadas (en las que fueron ejecutados sus protagonistas: Espoz y Mina, Porlier, etc.), la
protagonizada por el comandante Rafael Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) en enero de 1820
desencadenó un cambio político que inició una nueva etapa en España.

El Trienio Liberal (1820-1823).


Tras el pronunciamiento de Riego estalló un movimiento revolucionario en Galicia que rápidamente se
extendió a todo el país. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812, haciendo público el
famoso manifiesto que rezaba: "Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional".

En realidad, era la primera vez que la Constitución de Cádiz iba a poder funcionar en toda su extensión. Porque
hay que tener en cuenta que en el anterior periodo de vigencia (1812-14) el rey estaba ausente y ello impedía
que todos los mecanismos pudieran actuar correctamente. El programa político de los liberales consistió en
restablecer las leyes aprobadas por las Cortes de Cádiz:
- supresión definitiva del Tribunal de la Inquisición y abolición del régimen señorial.
- reanudación de la desamortización, aplicándola a los mayorazgos (que fueron suprimidos).
- reforma eclesiástica para reducir el número de monasterios y órdenes religiosas. Los bienes de las
órdenes eliminadas se nacionalizaron (pasaron a manos del Estado) y se vendieron.

El gobierno creó una Milicia Nacional: cuerpo de ciudadanos armados que tenían la tarea de defender la
Constitución. Estaba compuesta por individuos con propiedades (tenían que pagarse el uniforme) y dirigidas
por los ayuntamientos, que también aportaban las armas. La Milicia tuvo un importante papel en la defensa
del liberalismo.

Los liberales se dividieron en dos grupos:


- los moderados, que se conformaban con aplicar las leyes de Cádiz y buscaban la colaboración del
rey en el proceso reformista, conocidos como doceañistas.
- los exaltados, más radicales en su intento de llevar a la práctica el espíritu constitucional. Controlaron
los movimientos populares urbanos de signo liberal y tenían gran influencia en la Milicia Nacional.

Durante esta etapa se extendió la libertad de expresión, reunión e imprenta:


- surgieron cientos de periódicos de todas las tendencias.
- se crearon las Sociedades Patrióticas o clubes de discusión política.
- se difundieron entre la población canciones de contenido político: el Himno de Riego o el Trágala.

En este período surgió un grupo de oposición al régimen liberal, conocido como absolutistas, realistas o
apostólicos y, más despectivamente, calificados de serviles. Acuñaron el lema “Dios, patria y rey”.

De la oposición conservadora formaban parte:


- el rey, apoyado por un sector del Ejército y de las élites del Antiguo Régimen.
- la mayor parte del clero. Se oponía a las reformas y a la desamortización.
- el campesinado, que percibía que el liberalismo favorecía a los terratenientes y convertía a los
labradores en asalariados y contribuyentes.

Fernando VII pidió ayuda a la Santa Alianza que en el Congreso de Verona de 1822 decidió enviar a España
un ejército francés, los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema. El Gobierno,
carente de apoyo popular, se trasladó a Sevilla y después a Cádiz, llevándose al rey consigo. Finalmente, se
vio obligado a capitular y a liberar al monarca (octubre de 1823). El segundo período de Gobierno liberal en
España volvía a fracasar.

La Década ominosa (1823-1833).


Entramos en la última etapa del reinado de Fernando VII, donde se restablecieron las instituciones del Antiguo
Régimen (excepto la Inquisición), se eliminó toda la obra del anterior gobierno liberal y se evolucionó
políticamente hacia unas posiciones más moderadas, en la línea del Despotismo Ilustrado. Este periodo de
gobierno se destacó por:
- La represión política contra los liberales, siendo ejecutados personajes como Riego (héroe del
Trienio), El Empecinado (guerrillero de la Guerra de Independencia), Mariana Pineda y José María
Torrijos.
- La Milicia Nacional fue sustituida por el Cuerpo de Voluntarios Realistas, que velaron por el orden
en el país, la seguridad pública, la religión…
- Los intentos de reformas técnicas, sin tocar la estructura del estado absoluto, con el objetivo de
mejorar la situación económica. En este sentido, lo más importante fue: la creación del Consejo de
Ministros (1822), la confección de Presupuestos Generales del Estado (1828) o la aprobación del
Código de Comercio (1829).
- Las movilizaciones de los sectores ultras, en desacuerdo con esas tímidas reformas. En 1827, estalló
en Cataluña la llamada Guerra de los Malcontents, una rebelión de campesinos realistas apoyada por
la nobleza y el clero, que al ser reprimida con dureza hizo que muchos apoyaran a Carlos María Isidro,
hermano de Fernando.

5. La emancipación de Hispanoamérica.
Las causas del proceso:
En el primer tercio del siglo XIX, se produjo la independencia de la mayoría de las colonias españolas en
América. Las causas que desencadenaron el proceso fueron variadas:
- El descontento de los criollos por su escasa participación en política y por las restricciones
económicas impuestas desde la Península.
- La difusión de las ideas liberales e ilustradas que habían extendido los principios de libertad e
igualdad.
- El ejemplo de Estados Unidos, que había logrado su independencia de Gran Bretaña unos años antes,
y el deseo de esta de comerciar con las colonias españolas.
- El vacío de poder, pues como consecuencia de la Guerra de la Independencia en América surgieron
Juntas que se opusieron al rey José I y gobiernan con un poder autónomo.

Desarrollo del proceso:


La independencia de la América española fue protagonizada por las minorías criollas y blancas, que
rechazaban cualquier tipo de revolución social.

Aunque los líderes de la independencia americana eran de ideología liberal, las rebeliones que promovieron
tuvieron un carácter autoritario y caudillista, apoyadas en el Ejército y al margen de las reivindicaciones
populares. Los independentistas manifestaron un escrupuloso respeto al orden estamental de la sociedad
colonial.

Las diferentes etapas de la emancipación estuvieron muy vinculadas a las vicisitudes de la política de la
metrópoli. El proceso se prolongó desde 1808 hasta 1825, alimentándose de las sucesivas crisis peninsulares
(1808, 1814 y 1820).
Virreinato del Río de la Plata:
dirigen la lucha por la independencia José de San Martín y Bernardo O´Higgins
- independencia de Argentina en 1816, de Chile en 1818 y Paraguay en 1811
Virreinato de Nueva Granada:
lideran la rebelión Simón Bolívar
- independencia de Colombia, Venezuela y Ecuador que se unen en la República de la Gran
Colombia
Virreinato del Perú:
- fue el centro contrarrevolucionario de América del Sur, donde no triunfó ninguna rebelión.
La emancipación fue impuesta desde el exterior y por las armas:
- el general San Martín proclamó la independencia del Perú (1821).
- Bolívar y Sucre derrotaron a las tropas españolas en Junín y Ayacucho (1824).
Virreinato de Nueva España
- En esta región, entre 1810 y 1815 surgió un movimiento de masas con contenido social
(reivindicaba el reparto de tierras y la igualdad de derechos entre etnias).
- La rebelión la dirigieron sacerdotes rurales: Miguel Hidalgo y José María Morelos. Tuvieron
el apoyo de los indígenas y los mestizos. El carácter radical del movimiento asustó a los
criollos y terratenientes, que colaboraron en su represión.
- Agustín de Iturbide proclamó la independencia de México (1821)

Consecuencias:
- Para España: El principal efecto económico de la independencia americana fue el incremento del déficit del
presupuesto del Estado español como consecuencia de la pérdida de los ingresos que le proporcionaban las
Indias.

También se produjo déficit en la balanza de pagos: no había recursos para pagar las importaciones que España
realizaba ni para asumir la financiación de los intereses de la deuda externa que se iba generando.
El Estado español se vio abocado a buscar nuevas fuentes de ingresos en la Península: reformas fiscales
liberales, emisión de deuda pública y desamortizaciones.

- Para las Américas: La independencia dio lugar a la formación de múltiples repúblicas, que se enfrentaron en
luchas fratricidas; por tanto, fracasó el proyecto de Bolívar de crear unos Estados Unidos de América. Y no se
tradujo en ninguna mejoría económica, ni social, ni administrativa. Desapareció el monopolio comercial, y por
tanto el proteccionismo, con el empobrecimiento de muchas regiones latinoamericanas que no pudieron
competir con las industrias de Europa. Las nuevas potencias hegemónicas en la zona fueron Gran Bretaña,
primero, y Estados Unidos más tarde.

Conclusión: Entre 1789 y 1814 se asiste a uno de los períodos más convulsos de la Historia de España, durante
el cual se produce la crisis de Antiguo Régimen, una guerra por la independencia y la instauración del
liberalismo por medio de la labor de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.

El pueblo español fue indiferente a la restauración absolutista de 1814. Se inició así un Sexenio Absolutista,
de gobierno reaccionario, que dio paso a una revuelta liberal o Trienio Liberal (1820-1823), que obligó al rey
a jurar la Constitución de 1812 y a poner en práctica un Estado liberal que finalizó con un nuevo
restablecimiento del absolutismo durante la llamada Década Ominosa, fase en la que culminó la independencia
de las colonias americanas. Sin embargo, la obra gaditana fue siempre un referente para generaciones futuras,
como se verá en el desarrollo del siglo XIX.
Tema 1. Crisis del Antiguo Régimen. La Guerra de Independencia y los comienzos
de la revolución liberal. La Constitución de 1812.

Introducción
1. La Crisis del reinado de Carlos IV (1788-1808)
2. La Guerra de Independencia (1808-1814)
3. Las Cortes y la Constitución de Cádiz (1810-1812)
4. Restauración del absolutismo e intentos liberales durante el reinado de Fernando VII.
5. La emancipación de Hispanoamérica.
Conclusión

Introducción.

1. La Crisis del reinado de Carlos IV (1788-1808)


Revolución Francesa
conde de Floridablanca: evitar el contagio revolucionario
conde de Aranda: más conciliador con Francia, fracasó en sus gestiones para salvar la vida a Luis XVI
Manuel Godoy en 1792: coalición internacional. Paz de Basilea, acercamiento a Francia
1801 victoria sobre Portugal en la Guerra de las Naranjas
1805 derrota de Trafalgar armada franco-española frente a Nelson
octubre de 1807 Conjura de El Escorial
Tratado de Fontainebleau (1807)
Motín de Aranjuez (17 de marzo de 1808), caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV
Abdicaciones de Bayona.
Estatuto de Bayona (Carta Otorgada)

2. La Guerra de Independencia (1808-1814)


Tres aspectos:
- colapso del Antiguo Régimen
- proyecto liberal: Cortes de Cádiz y Constitución de 1812
- restablecimiento del Antiguo Régimen
Proceso complejo:
- conflicto internacional (1792-1815)
- guerra civil (afrancesados, patriotas)
- vacío de poder, crisis política, construcción de un nuevo Estado
Tres fases de la guerra:
- del 2 de mayo a la creación de la Junta Central (1808).
revuelta popular del 2 de mayo en Madrid
creación Juntas Provinciales
Junta Central Suprema
- predominio francés (1808-1810).
guerrilla
- predominio español (1812-1814).
Victorias en las batallas de Arapiles, Vitoria y San Marcial. Expulsión de las tropas francesas
Tratado de Valencay (diciembre 1813)
Consecuencias de la guerra

3. Las Cortes y la Constitución de Cádiz (1810-1812)


Junta Central Suprema
Convocatoria Cortes Extraordinarias en Cádiz
Regencia
Cortes se configuraron tres grandes corrientes de opinión:
absolutistas
jovellanistas
liberales
Cortes de Cádiz (1810-13) estuvo dedicada a una doble tarea complementaria:
- El desmantelamiento del Antiguo Régimen.
- supresión del régimen señorial y abolición de los derechos feudales
- continuación de la desamortización
- Supresión de la Inquisición, las aduanas internas y los gremios.
- A nivel económico: se quería crear un mercado nacional basado en el liberalismo.
- supresión de los bienes de manos muertas.
- abolición de los gremios y libertad de trabajo.
- libre establecimiento de fábricas y el ejercicio de cualquier industria.
- libertad de comercio, se acabó con el privilegio que la Mesta
- La elaboración de una Constitución (19 de marzo de 1812)
- principios: - Soberanía nacional, forma del Estado la monarquía constitucional.
- División de poderes
- Reconocimiento de los derechos individuales.
- catolicismo como religión oficial del Estado
- sufragio universal masculino indirecto para los mayores de 25 años
- Democratización de la vida municipal
- Milicia Nacional

4. Restauración del absolutismo e intentos liberales durante el reinado de Fernando VII.


Reinado de Fernando VII se divide en tres periodos: 1. El Sexenio absolutista (1814-1820).
2. El Trienio liberal (1820-1823).
3. La Década ominosa (1823-1833).
Sexenio absolutista (1814-1820).
Manifiesto de los Persas
golpe de Estado el 4 de mayo de 1814. Se restablecen las instituciones de 1808
grave problema Hacienda Pública
pronunciamientos (conspiración y rebelión militar de los liberales)
Trienio Liberal (1820-1823).
pronunciamiento de Riego
restablecimiento de las leyes aprobadas por las Cortes de Cádiz.
Milicia Nacional
liberales se dividen en dos grupos:
- los moderados
- los exaltados
ayuda de la Santa Alianza (Congreso de Verona de 1822) ejército francés, Cien Mil Hijos de San Luis
Década ominosa (1823-1833).
restablecieron las instituciones del Antiguo Régimen
represión política contra los liberales
Cuerpo de Voluntarios Realistas
movilizaciones de los sectores ultras

5. La emancipación de Hispanoamérica.
Las causas que desencadenaron el proceso fueron variadas:
- el descontento de los criollos
- la difusión de las ideas liberales e ilustradas
- el ejemplo de Estados Unidos.
- el vacío de poder.
Desarrollo del proceso:
- Virreinato del Río de la Plata: José de San Martín y Bernardo O´Higgins
- Virreinato de Nueva Granada: Simón Bolívar
- Virreinato del Perú: fue el centro contrarrevolucionario de América del Sur.
- Virreinato de Nueva España: movimiento de masas con contenido social; Hidalgo y Morelos
Consecuencias:
- incremento del déficit
- formación de múltiples repúblicas: inestabilidad política

Conclusión
Tema 2. Revolución liberal en el reinado de Isabel II.
Carlismo y guerra civil. Construcción y evolución del Estado liberal.
Durante el reinado de Isabel ll, se construyó y consolidó en España el Estado liberal y nacional.

En la primera década del reinado, que coincidió con la minoría de edad de la reina y las regencias, predominó
el proyecto progresista que desmanteló la legislación del Antiguo Régimen para crear una sociedad y un
Estado nuevos. En la segunda década, la opción política protagonista fue la moderada que construyó un
sistema autoritario y oligárquico con el cual se alcanzó una gran estabilidad política. Las masas no se
incorporaron al nuevo sistema liberal y tampoco se produjo una alternancia pacífica en el Gobierno.

Estas circunstancias condujeron al Sexenio Democrático, etapa en la que se ensayó por primera vez un Estado
democrático, primero bajo la monarquía de Amadeo I y, después, durante la Primera República. Ninguna de
las dos fórmulas políticas perduró.

El liberalismo también impulsó la creación de una economía nacional a lo largo del siglo XIX. Las
transformaciones se insertaron en el contexto de la Revolución Industrial, que llegó a España con notable
retraso. La oposición frontal al Estado y a la economía liberal la encarnó el movimiento carlista, que se
mantuvo durante buena parte del siglo, pero fue el gran derrotado, política y militarmente.

1. El pleito dinástico. Carlismo y Guerra Civil


El final del reinado de Fernando VII estuvo dominado por el enfrentamiento entre los absolutistas (partidarios
del infante Carlos María Isidro, hermano del rey) y los liberales, que apostaron por su hija la princesa Isabel.

En 1830 nació Isabel, primogénita de Fernando VII. Ante la existencia de la Ley Sálica (aprobada por Felipe
V), que prohibía reinar a las mujeres, el monarca la abolió promulgando la Pragmática Sanción que ya había
aprobado su padre años atrás pero que no llegó a publicarse. Pero los tradicionalistas reunidos en torno al
candidato Carlos no lo aceptaron. Al morir Fernando VII en 1833, su viuda, María Cristina de Borbón-Dos
Sicilias, se convirtió en regente en espera de la mayoría de edad de Isabel. La sublevación de los absolutistas
marcó el inicio de la Primera Guerra Carlista (1833-40). Tras la cuestión sucesoria se ocultó una lucha entre
carlistas, defensores del Antiguo Régimen e isabelinos o cristinos partidarios del nuevo Estado liberal.

Los carlistas defendían el tradicionalismo, el Antiguo Régimen y la monarquía de origen divino, su divisa era
“Dios, patria y rey”. Rechazaban el liberalismo y lo que implicaba: libertades económicas, políticas y sociales,
laicización y uniformidad territorial. Reivindicaban el mantenimiento de los fueros y privilegios tradicionales
frente a la política centralizadora del régimen liberal, es decir, el foralismo.

Los grupos sociales que apoyaron al carlismo fueron:


- campesinos, especialmente pequeños propietarios que temían convertirse en jornaleros o arrendatarios
de los grandes terratenientes.
- baja nobleza del norte de España, amenazada por la desaparición de los mayorazgos y de la exención
de impuestos.
- grupos conservadores de la Iglesia, sobre todo del clero regular y rural, contrarios a las medidas
desamortizadoras y a la supresión de las órdenes religiosas.
- algunos oficiales del Ejército descontentos a causa de la evolución del país.

Obtuvo un importante apoyo en regiones como el País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y áreas del este
peninsular (comarca del Maestrazgo, al norte de Castellón) y Castilla.

Por el contrario, las grandes ciudades apenas apoyaron al carlismo (ni siquiera en el País Vasco). Tampoco
respaldaron a los carlistas la burguesía comercial, industrial o financiera, los trabajadores de las ciudades, las
altas jerarquías eclesiásticas, la alta nobleza (satisfecha tras la disolución del régimen señorial, que le permitía
comprar y vender sus propiedades) y la mayor parte del Ejército.

En la Primera Guerra carlista: los carlistas se hicieron fuertes en el Norte, donde el general Zumalacárregui
venció a los ejércitos isabelinos en numerosas ocasiones. Pero tras su muerte en el sitio de Bilbao (1835) la
guerra dio un viraje. Carlos María Isidro huyó a Francia y los generales Espartero y Maroto acordaron el fin
de las hostilidades en el Convenio de Vergara (1839), bajo el acuerdo de respetar los grados de los militares
carlistas y los fueros. Aquellos que no aceptaron el acuerdo marcharon al exilio.

2. Isabel II: la consolidación del régimen liberal


Durante el reinado de Isabel II (1833-68) se adoptaron medidas legislativas y políticas destinadas a asentar
definitivamente el Estado liberal.

Este período se divide en dos grandes etapas:


- la primera tuvo lugar entre los años 1833 y 1843 y coincidió con la minoría de edad de la reina (ya
que llegó al trono con tres años). Fue necesario establecer una regencia, ejercida primero por su madre,
la reina María Cristina (1833-40), y después por el general Espartero (1840-43).
- la segunda transcurrió entre 1843 y 1868 y correspondió a la mayoría de edad de Isabel ll. Terminó
con una revolución que implantó por primera vez la democracia en España mientras los Borbones
marchaban al exilio.

2.1. Minoría de edad de Isabel II


a) Regencia de María Cristina (1833-1840).
Al principio se apoyó en el político malagueño Cea Bermúdez, que desarrolló una política moderada,
equidistante entre los absolutistas y los constitucionalistas. De este periodo data la nueva organización
territorial de carácter político-administrativo (49 provincias) del ministro de Fomento Javier de Burgos.

Pronto fue sustituido por el liberal moderado Martínez de la Rosa, que aprobó el Estatuto Real de 1834, texto
que supuso un avance desde el absolutismo, aunque resultó insuficiente para los liberales más exaltados. Fue
una Carta Otorgada, en la que todas las libertades eran por gracia real (no se reconocía la soberanía nacional
y el poder legislativo recaía sólo en el monarca; pero fue un paso hacia delante). Además, las Cortes tendrían
un sistema bicameral, formadas por los Estamentos de Próceres (cámara alta) integrada por Grandes de España
y grandes fortunas elegidas por la Corona, y de carácter vitalicio, y el de Procuradores (cámara baja), elegidos
mediante un sufragio muy restringido (16 mil, entre una población 12 millones de habitantes). Las Cortes
estaban a medio camino entre una asamblea consultiva y una legislativa, y en su labor se preveían constantes
interferencias de la Corona en su funcionamiento, lo que impedía su autonomía.

El pronunciamiento militar de los sargentos de La Granja de San Ildefonso (1836) obligó a la reina regente
a llamar a los progresistas para formar gobierno y a restaurar la Constitución de 1812 hasta que se redactase la
Constitución de 1837, mucho más breve y, en bastantes aspectos, más moderada que la de Cádiz porque,
aunque realizada por progresistas, intentó dar cabida a las distintas tendencias liberales. Afirmaba la soberanía
nacional, el reconocimiento de un gran conjunto de derechos y libertades públicas a los ciudadanos, una cierta
división de poderes, la elección directa de los ayuntamientos por los vecinos, un importante papel de las Cortes
y la limitación del poder real (aunque podía disolver y convocar Cortes). Sin embargo, para atraer a los
moderados recogió aspectos como la división bicameral de las Cortes formadas por el Senado (designados por
el rey) y el Congreso de los Diputados (elegidos con un sufragio censitario muy restrictivo pues sólo votaban
los españoles que pagaran impuestos por valor de 200 reales, lo que dejaba el censo electoral en el 5% de la
población española).

El ministro Juan Álvarez de Mendizábal impulsó la desamortización de bienes del clero regular (1836) a fin
de obtener fondos para afrontar la deuda pública y los gastos de la Primera Guerras Carlista. La consecuencia
directa fue que los terratenientes que adquirieron los bienes desamortizados constituyeron un apoyo social y
político para el régimen isabelino. En estos mismos años, además, se volvió a decretar la desaparición de los
señoríos y mayorazgos (1836-1837). Otras medidas de liberalización económica fueron la supresión de la
Mesta y la disolución de los gremios.

Los moderados controlaron el poder desde 1837 hasta la caída final de María Cristina, sucediéndose varios
gabinetes en medio de la inestabilidad. En el verano de 1840, ésta llega a su punto máximo, provocando la
inquietud en las filas progresistas ante varios proyectos legislativos restrictivos (nueva reforma de la ley
electoral y sobre todo la ley de ayuntamientos). María Cristina nombró presidente del Gobierno al general
Baldomero Espartero (“el Pacificador”), de gran popularidad en ese momento, por atribuírsele el triunfo ante
los carlistas. Sin embargo, la oposición de María Cristina al programa progresista del general le obligó a
renunciar a su función como regente y a marcharse al exilio.
b) Regencia del general Espartero (1840-1843).
El general Espartero, convertido en un héroe popular tras sus éxitos militares en América y en la guerra contra
los carlistas, desplazó a la reina María Cristina como regente y respaldó a los progresistas. Se impuso así un
régimen de liberalismo autoritario apoyado en el Ejército.

Entre las actuaciones políticas de los gobiernos de Espartero destacaron los siguientes:
- retomar las leyes de Mendizábal que no habían podido aplicarse, como la desamortización de los
bienes del clero secular o la abolición del diezmo. Estas medidas suscitaron una fuerte oposición de la
Iglesia y del papado.
- intento de firmar un acuerdo de libre comercio con el Reino Unido, lo que le granjeó nuevas
enemistades: Francia (se sentía perjudicada por el acuerdo) y la industria textil catalana (que
reivindicaba una mayor protección para sus productos y la imposición de altos aranceles aduaneros
que obstaculizaran la importación de tejidos británicos).

En Cataluña, tanto patronos como obreros se enfrentaron al Gobierno en una revuelta urbana, contraria a las
medidas fiscales, y de carácter republicano, que tuvo lugar en Barcelona (1842). Para acabar con los rebeldes,
Espartero sitió y bombardeó la ciudad, en diciembre, actuación que le restó aún más popularidad.

Todos los elementos de oposición convergieron en una insurrección general, civil y militar que tuvo lugar entre
los meses de mayo y julio del año 1843. Finalmente, el general Narváez derrotó a las tropas gubernamentales
en Torrejón de Ardoz (Madrid). Espartero se exilió en el Reino Unido, aunque mantuvo su prestigio entre las
clases populares durante el resto del siglo.

2.2. Mayoría de edad de Isabel II


Con sólo 13 años Isabel ocupó la Jefatura del Estado español, acabando con el periodo de regencias. Tras lo
sucedido con Espartero, el gobierno pasó a los moderados durante diez años, aunque después hubo un bienio
progresista y otra nueva etapa marcada por la aparición de una nueva fuerza política: la Unión Liberal.

Durante su reinado se consolidó un régimen liberal, constitucional y parlamentario y se completaron las


reformas económicas y sociales ya iniciadas en la etapa de las regencias, que supusieron el triunfo del
capitalismo y de la sociedad de clases. Sin embargo, la falta de respuesta del régimen a las demandas de mayor
libertad y participación política formuladas por amplias capas de la población, su carácter netamente
oligárquico (con una hegemonía casi permanente de los moderados) y el creciente desprestigio político y
personal de la propia reina, poco dispuesta a jugar el papel de árbitro imparcial que le correspondía, terminaron
por desgastar el régimen y por provocar una revolución de fuerzas progresistas y democráticas en 1868, que
puso fin al reinado y abrió una nueva etapa en la historia de España

a) Década Moderada (1844-1854).


En 1844, poco después de la declaración de la mayoría de edad de la reina, formó Gobierno el general Narváez,
líder de los moderados y protagonista de la década. Narváez estableció un sistema político estable y
oligárquico, en el que el pueblo apenas estaba representado, y donde primaba el orden sobre la libertad. A
menudo, las Cortes fueron suspendidas y se marginó a los progresistas.
Se promulgó una nueva ley fundamental, la Constitución de 1845, que reforzó los elementos conservadores
que ya tenía la de 1837. Las características más importantes de esta constitución son:
- afirmaba la soberanía compartida entre las Cortes y el rey.
- limitaba la libertad de imprenta.
- aumentaba el poder de la corona.
- Senado formado por un número ilimitado de miembros designados por el monarca (cargo vitalicio).
- el Congreso era elegido mediante sufragio censitario muy restringido.
La centralización administrativa y legislativa se reflejó en medidas para controlar, desde el Gobierno, la
Administración provincial y local. Así:
- en las provincias se creó el cargo de gobernador civil.
- el Gobierno nombraba a los alcaldes de las ciudades más importantes, y el gobernador civil, a los del
resto de municipios.
- se suprimió la Milicia Nacional y en su lugar se creó la Guardia Civil (1844), un cuerpo militar
encargado del orden público y de la defensa del Estado.
Otras reformas legislativas adoptadas fueron:
- un solo sistema de pesos y medidas (el métrico decimal).
- la regulación para todo el país de la educación pública (Plan Pidal, 1845).
- un nuevo Código Penal (1848).
- Ley Mon-Santillán (1845), reforma tributaria basada en la creación de un presupuesto estatal anual
y en los impuestos indirectos, aplicados a los artículos básicos de consumo, que perjudicaban, sobre
todo, a las clases populares.

Los gobiernos moderados llevaron a cabo un acercamiento a la Iglesia católica. Los moderados suspendieron
la venta de las propiedades del clero que habían sido desamortizadas y firmaron un acuerdo o Concordato
(1851), por el cual el Estado se comprometía a reservar una parte de su presupuesto (dotación del culto y clero)
para hacer frente a los gastos eclesiásticos.

Asistimos también a la Segunda Guerra Carlista 1846-49, (guerra dels matiners “madrugadores”) que se
desarrolló en Cataluña y tuvo como pretexto inmediato el fracaso de la planeada boda entre Isabel II y el
pretendiente carlista al trono (Carlos VI), lo que habría resuelto el pleito dinástico.

b) Bienio Progresista (1854-1856).


La progresiva sensación de corrupción que iba calando en el país, los intentos de endurecer aún más el régimen
y los escándalos financieros acabaron por movilizar una vez más a las masas populares. En 1854 el general
O´Donnell protagoniza un pronunciamiento en Vicálvaro (Madrid) conocido como “la Vicalvarada”. Su
ideario fue recogido en el Manifiesto de Manzanares, redactado por un joven Cánovas del Castillo, donde
hacía una llamada a los españoles, pidiendo la continuidad del Trono, pero “sin camarillas que lo deshonren”,
al mismo tiempo que una mejora de la ley electoral y la de imprenta, y una rebaja de los impuestos.

Tras estos sucesos, Isabel ll encargó al general Espartero (al frente de los progresistas) la formación de un
nuevo Gobierno. Durante los dos años de Gobierno progresista no se alteraron los principios ni el
funcionamiento del Estado liberal. El régimen de Espartero fue una fórmula inestable y breve, pero logró
detener las reivindicaciones democráticas y populares).

Los progresistas elaboraron una nueva Constitución (1856), llamada “non nata” porque no entró en vigor, sus
características son:
- soberanía nacional no compartida, el poder de la corona estaba bastante limitado
- potestad legislativa compartida entre las Cortes y el rey
- bicameralismo: las dos cámaras eran electivas
- amplia declaración de derechos y se contemplaban las elecciones municipales y la Milicia Nacional.

Durante este período culmina el proceso desamortizador (1855), conocido como desamortización general,
promovida por el ministro de Hacienda, Pascual Madoz. La nueva desamortización no solo afectó a las
posesiones de la Iglesia sino también a las tierras y bienes de los municipios y del Estado. En definitiva, se
procedió a subastar todos los bienes raíces (inmuebles) que no perteneciesen a individuos privados

Se aprueban reformas para conseguir la reordenación económica: se trataba de consolidar un mercado de


ámbito nacional e impulsar el crecimiento con la aprobación de normas como la Ley de Concesiones
Ferroviarias (1855) y las leyes bancarias de 1856, que dieron lugar a la creación del actual Banco de España.

La inestabilidad política aumenta y se producen huelgas y motines de subsistencia debido a la carestía del
grano que serán duramente reprimidos, lo que provoca una crisis en el Gobierno. El general O'Donnell fue el
encargado de acabar con la resistencia armada de la Milicia Nacional que apoyaba los motines. Era el final del
Bienio Progresista.

c) El retorno del moderantismo y la etapa de la Unión Liberal (1856-1868).


La preocupación principal de los gobiernos liberales en esta etapa fue restaurar el orden. Además, se produjo,
la alternancia en el Gobierno de dos grupos:
- los moderados, dirigidos por Narváez.
- la Unión Liberal, nuevo partido creado y liderado por O'Donnell.
Este período se caracterizó por un liberalismo pragmático y realista que no encontró excesiva oposición en de
las élites sociales del país.

El objetivo prioritario de esta etapa es el progreso económico para lo que se incrementaron las inversiones
públicas y se concluyen dos obras públicas de enorme relevancia: el tendido ferroviario y el Canal de Isabel
ll, que abastecería de agua a Madrid.

O’Donnell impulsó una política de prestigio en el exterior, embarcando al país en diversas empresas militares:
la guerra de Marruecos de 1859-60, cuya victoria provocó una oleada de entusiasmo nacional, y el envío de
tropas a lugares como México o Cochinchina, en colaboración con Francia.

La política interior se basó en la Constitución de 1845. Sin embargo, se volvió a fracasar en el intento de
lograr la alternancia pacífica en el poder de los distintos grupos liberales:
- por un lado, los ministros eran nombrados o destituidos según el favor y la confianza de la reina y
sus camarillas. Para acallar a la oposición el Gobierno clausuraba las Cortes y reforzaba la represión.
- por otro, prosiguieron las insurrecciones de los grupos que se consideraban marginados del poder.

3. El triunfo de la “Gloriosa” (1868).


La crisis política de la España isabelina era ya claramente perceptible años antes de estallar la llamada Gloriosa
Revolución. El reinado de Isabel II se basaba en un sistema constitucional que perpetuaba el poder y los
privilegios de la oligarquía y donde no existía representación en la práctica, lo que desembocó en el
distanciamiento del juego político del otro partido liberal que sustentó el sistema isabelino en un primer
momento: el Progresista.

El Partido Moderado, con el apoyo de la reina, monopolizaba prácticamente el poder. Sin embargo, después
de tantos años de gobierno, el partido estaba considerablemente desgastado, sin nuevas figuras que hubieran
renovado a los líderes tradicionales y sin nuevas ideas en su programa, y también desprestigiado, debido a los
escándalos palaciegos y las prácticas dictatoriales. El fusilamiento de los sargentos del Cuartel de San Gil
(junio de 1866) alimentó el odio contra el régimen.

La muerte de O'Donnell en 1867 propició el acercamiento de la Unión Liberal a los progresistas con el
propósito de poner fin al reinado de Isabel II. Los progresistas, dirigidos por el general Prim (héroe de las
campañas marroquíes), y los demócratas, partidarios del sufragio universal, habían firmado en 1866 el llamado
Pacto de Ostende (Bélgica) por el que se comprometieron a derrocar a la reina.

A las razones políticas hay que sumar otras de tipo económico y social: una grave crisis financiera en 1866,
debido a las pérdidas en el sector ferroviario (que arrastró a bancos y sociedades crediticias); una crisis
industrial, sobre todo del textil catalán, por la subida del precio del algodón a raíz de la Guerra de Secesión en
Estados Unidos; también se dio una crisis de subsistencias entre 1867-68 por las malas cosechas, que se
tradujo en una fuerte tensión social. Al hambre y al desempleo hay que sumar el rechazo popular al impuesto
de consumos (que gravaba todos los productos de “comer, beber y arder”) y al sistema de quintas.

La Gloriosa Revolución se inició en Cádiz el 17 de septiembre de 1868, con un pronunciamiento militar


dirigido por los generales Prim y Serrano, líderes de progresistas y unionistas. A ellos se unió el almirante
Topete, también unionista, al mando de la Armada. El manifiesto de los sublevados se titulaba España con
honra y proponía un Gobierno provisional y el sufragio universal. Criticaba a la reina y a los Borbones en
general. La insurrección se propagó por numerosas ciudades. El levantamiento obtuvo el apoyo popular,
generalmente liderado por los demócratas, que organizaron juntas revolucionarias. Las tropas leales a la reina
fueron derrotadas por las del general Serrano en Alcolea (Córdoba), hecho que permitió la entrada de los
sublevados en Madrid. Isabel II que veraneaba en San Sebastián, se exiliaba en Francia.
Tema 2. Revolución liberal en el reinado de Isabel II.
Carlismo y guerra civil. Construcción y evolución del Estado liberal.

Introducción
1. El pleito dinástico. Carlismo y guerra civil.
2. Isabel II (1833-68): la consolidación del régimen liberal
2.1. Minoría de edad de Isabel II
a) Regencia de María Cristina (1833-40).
b) Regencia del general Espartero (1840-43).
2.2. Mayoría de edad de Isabel II
a) Década Moderada (1844-1854).
b) Bienio Progresista (1854-1856).
c) El retorno del moderantismo y la etapa de la Unión Liberal (1856-1868).
3. Conclusión. El triunfo de la “Gloriosa” (1868).

Introducción

1. El pleito dinástico. Carlismo y guerra civil.


Ley Sálica
Pragmática Sanción
Fernando VII muere en 1833. Regencia de María Cristina
Primera Guerra Carlista (1833-40) enfrentamiento entre:
- carlistas, defensores del Antiguo Régimen (Carlos María Isidro, hermano del rey)
- isabelinos o cristinos, partidarios del nuevo Estado liberal (Isabel, hija del rey)
Carlismo: apoyos: campesinos, baja nobleza del norte de España, grupos conservadores de la Iglesia
- País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y áreas del este peninsular y Castilla.
Convenio de Vergara (1839)

2. Isabel II (1833-68): la consolidación del régimen liberal


2.1. Minoría de edad de Isabel II
a) Regencia de María Cristina (1833-1840)
nueva organización territorial (49 provincias) del ministro de Fomento Javier de Burgos
Estatuto Real de 1834, Martínez de la Rosa
Cortes sistema bicameral:
- Estamentos de Próceres (cámara alta) elegido por la Corona y de carácter vitalicio
- el de Procuradores (cámara baja), elegidos por sufragio restringido
pronunciamiento militar de los sargentos de La Granja de San Ildefonso (1836). Gobierno para
los Progresistas
Constitución de 1837: - soberanía nacional
- reconocimiento de derechos y libertades públicas
- limitación del poder real
- Cortes: - Senado (designados por el rey) y
- Congreso de los Diputados (sufragio censitario muy restrictivo)
desamortización de bienes del clero (1836): Juan Álvarez de Mendizábal
desaparición de los señoríos y mayorazgos

b) Regencia del general Espartero (1840-1843)


- retomar las leyes de Mendizábal
- intento de firmar un acuerdo de libre comercio con el Reino Unido
- revuelta urbana en Cataluña: bombardeo de Barcelona
- insurrección: general Narváez derrota a las tropas gubernamentales. Exilio de Espartero

2.2. Mayoría de edad de Isabel II


declaración de la mayoría de edad de la reina (13 años)
a) Década Moderada (1844-1854).
general Narváez
Constitución de 1845: - soberanía compartida entre las Cortes y el rey.
- limitaba la libertad de imprenta.
- aumentaba el poder de la corona.
- Senado: miembros designados por el monarca (cargo vitalicio).
- Congreso: sufragio censitario muy restringido.
centralización administrativa y legislativa: gobernador civil
Gobierno nombraba a los alcaldes de las ciudades importantes, y el gobernador civil, a los
del resto de municipios.
Guardia Civil (1844)
sistema de pesos y medidas
nuevo Código Penal (1848)
Ley Mon-Santillán (1845), reforma tributaria (creación de un presupuesto estatal anual; impuestos
indirectos)
acercamiento a la Iglesia católica (Concordato 1851),
Segunda Guerra Carlista 1846-49 (fracaso de la planeada boda entre Isabel II y el pretendiente
carlista al trono)
b) Bienio Progresista (1854-1856)
general O´Donnell protagoniza un pronunciamiento en Vicálvaro (Madrid) “la Vicalvarada”.
Manifiesto de Manzanares (continuidad del Trono, pero “sin camarillas que lo deshonren”)
Isabel ll encargó al general Espartero (líder de los progresistas) la formación de un nuevo Gobierno.
Constitución (1856), llamada “non nata”
- soberanía nacional no compartida
- bicameralismo: las dos cámaras eran electivas
- amplia declaración de derechos
- se contemplaban las elecciones municipales y la Milicia Nacional.
desamortización general, ministro de Hacienda Pascual Madoz. Tierras y bienes de los municipios
y del Estado.
Ley de Concesiones Ferroviarias (1855)
1856, creación del actual Banco de España.
huelgas y motines de subsistencia
general O'Donnell final del Bienio Progresista.
c) El retorno del moderantismo y la etapa de la Unión Liberal (1856-1868).
restaurar el orden.
la alternancia en el Gobierno de dos grupos:
- los moderados, dirigidos por Narváez.
- la Unión Liberal, nuevo partido creado y liderado por O'Donnell.
progreso económico para lo que se incrementaron las inversiones públicas
política de prestigio en el exterior, (guerra de Marruecos, envío de tropas a México o Cochinchina)
1865 crisis política y económica.
Pacto de Ostende (1866). Conspiración dirigida por Prim y el general Serrano
septiembre 1868 pronunciamiento del almirante Topete en Cádiz: estallaba la Gloriosa Revolución.
3. Conclusión. El triunfo de la “Gloriosa” (1868).
- Pacto de Ostende 1866: progresistas (dirigidos por el general Prim) y
demócratas - Unión Liberal, encabezada por el general Serrano
- grave crisis financiera en 1866
- crisis industrial, sobre todo del textil catalán
- crisis de subsistencias entre 1867-68
- rechazo popular al impuesto de consumos (que gravaba todos los productos de “comer, beber
y arder”) y al sistema de quintas.
- Gloriosa Revolución se inició en Cádiz el 17 de septiembre de 1868, con un
pronunciamiento militar dirigido por los generales Prim y Serrano
- Manifiesto de los sublevados: España con honra y proponía un Gobierno provisional y el
sufragio universal
- Se organizaron Juntas Revolucionarias.
Tema 3. Proceso de Desamortizaciones y cambios agrarios.
Introducción
Al cambio político que significó en España el triunfo del Liberalismo a partir del 1833, hay que sumar todas
las medidas jurídico-económicas que contribuyeron a modernizar las estructuras económicas por la senda del
capitalismo.

La eliminación de los gremios, de los señoríos laicos, del diezmo, de la Mesta, etc. son algunos ejemplos, pero
nada comparables como el proceso desamortizador, que acarreó la venta de un inmenso patrimonio rústico y
urbano, debilitando el papel económico y social que habían desempeñado en el Antiguo Régimen algunas
instituciones, sobre todo el clero y los municipios.

Por otra parte, no se puede olvidar que la agricultura fue la actividad económica más importante en la España
del XIX, y que no actuó, como en el caso británico, como motor de arranque de la Revolución Industrial. En
la historia de la economía, el siglo XIX es el siglo de la industrialización. El nacimiento en algunos países
(Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica) implicó una transformación radical en las formas de producir y en
las formas de propiedad, y supuso también una transformación en la organización de la sociedad, ahora
capitalista.

España como otros países del este y del sur del continente quedaron al margen de la consolidación de la
sociedad industrializada. Las transformaciones de su economía durante la centuria, sin ser irrelevantes, fueron
mucho más modestas. Al final del siglo XIX el sector agrario seguía empleando a más de dos tercios de la
población activa, proporción muy similar a la de 1800. Como resultado, la renta por habitante era inferior a la
de los países con una economía basada en la industria moderna, en especial Gran Bretaña, convertida en el
taller del mundo.

1. Evolución demográfica
La población española aumentó considerablemente a lo largo de la centuria, pasando de los 10,5 millones de
habitantes de 1797 (Censo de Godoy) a los 18,6 millones de 1900. No obstante, fue un aumento moderado si
lo comparamos con el de Europa occidental. El proceso fue, sobre todo, periférico (salvo Madrid) y se
acompañó de:
- aumento de la urbanización por el creciente éxodo rural.
- la emigración, sobre todo a América Latina, entre fines del XIX e inicios del XX.

2. Transformaciones agrarias
La marginación de España del proceso de industrialización europeo se explica en buena medida por el escaso
desarrollo del sector agrario. Influyeron la mala calidad de la mayor parte de la tierra de cultivo, las adversas
condiciones climatológicas, la desigual estructura de la propiedad (predominio del minifundio en el norte y del
latifundio en la mitad sur del país), sin olvidar que la mayor parte de la tierra estaba vinculada o amortizada
(nobleza, iglesia o municipios). Pero también fue consecuencia de la frustrada reforma agraria liberal, que
excluyó del acceso a la propiedad a la masa campesina. El resultado fue el mantenimiento de unos rendimientos
muy bajos y la pobreza de la mayor parte de la población agraria, lo que supuso un pobre estímulo para el
avance de la industrialización.

2.1. La Reforma Agraria liberal en España


La reforma agraria liberal forma parte del proceso de sustitución del Antiguo Régimen por la sociedad
capitalista, que en España se produjo a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Durante este proceso, se
abolieron los señoríos, los derechos jurisdiccionales asociados a los mismos, incluido el diezmo, los privilegios
de la Mesta y se avanzó hacia la consolidación de la propiedad privada de la tierra.

En ello desempeñó un papel muy destacado la desamortización. Esta consistió en la incautación por el Estado
de la mayoría de las tierras pertenecientes a la Iglesia y a los Ayuntamientos, sometidas a la amortización, para
ser vendidas en pública subasta. Así se consolidó la propiedad privada de la tierra y desaparecieron las formas
de propiedad comunales, incompatibles con el crecimiento económico contemporáneo. A cambio de sus
propiedades, la Iglesia recibió del Estado una partida presupuestaria para mantener al clero.
2.2. Las etapas de la desamortización y sus efectos
La desamortización española fue un proceso largo y discontinuo que se prolongó durante más de una centuria,
debido tanto a la masa de bienes afectados cuanto a los frenos impuestos por la reacción política. Aunque tuvo
algunos precedentes, los grandes procesos desamortizadores correspondieron a gobiernos progresistas
(Mendizábal en 1836 y Madoz en 1855). Se trata realmente de un hecho histórico complejo, tanto en su
desarrollo como en sus consecuencias.

- El precedente: la mal llamada desamortización de Godoy: se aplicó poco después de su caída en desgracia al
frente del gobierno de Carlos IV, se desamortizó una parte de la propiedad eclesiástica (sobre todo de la
Compañía de Jesús, también de las Órdenes Militares) cuya motivación principal fue la necesidad de ingresos
para afrontar el pago de los vales reales (Deuda Pública) expedidos para sufragar las guerras exteriores (con
Francia y Gran Bretaña).

- Las Cortes de Cádiz (1811): también emprendieron una obra desamortizadora (bienes de las comunidades
religiosas extinguidas, Inquisición, jesuitas, órdenes militares y ayuntamientos). La desamortización se
paralizó en 1814 con el regreso de Fernando VII.

Uno de los decretos más importantes de las Cortes de Cádiz fue la eliminación de los señoríos jurisdiccionales
y la conversión de los señoríos territoriales en propiedad individual. Gran parte de la nobleza se acogió a esta
opción, bien aportando los títulos de propiedad, bien litigando en los tribunales para que se les reconociese la
propiedad de esas tierras.

- La desamortización de Mendizábal (1836): fue la más importante, no sólo por su volumen y la rapidez con
que se llevó a cabo, sino también porque a partir de ese momento la desamortización fue un proceso
irreversible. Afectó a los bienes eclesiásticos y se plasmó en dos disposiciones: la primera suprimía las órdenes
religiosas y nacionalizaba sus bienes y la segunda determinaba el sistema de venta, que se haría en pública
subasta y se podía pagar o en efectivo o mediante Deuda Pública (a su valor nominal, a pesar de que estaban
muy depreciados). Sus dos grandes motivaciones vienen especificadas en los decretos: la política (atraerse al
liberalismo a una masa importante de compradores) y la económica (paliar la crisis de la Hacienda pública,
debido a la primera guerra carlista).

La iglesia española era la institución con mayor volumen de propiedad vinculada y fue la más afectada por
este proceso. Las relaciones de la Iglesia y el Estado pasaron por momentos muy críticos hasta que Narváez
firmó con la Santa Sede el Concordato de 1851, por el cual la Iglesia aceptaba la desamortización, pero a
cambio recibía del Estado el control la educación y la financiación de sus gastos. No obstante, las relaciones
entre un sector de la Iglesia católica española y el liberalismo más radical se fueron enturbiando
progresivamente, dando lugar a ese anticlericalismo de gran parte de la izquierda española y a ese
antiliberalismo de otra parte de la Iglesia Católica, que tanto ha marcado la historia de España.

- La desamortización general de Madoz (1855): consistió en la venta forzosa, aunque con indemnización, de
la totalidad de los bienes pertenecientes al Estado, a los municipios y otras instituciones. Con ella se cierra el
círculo del proceso desamortizador en España. Su objetivo principal siguió siendo fiscal pero ahora dirigido a
hacer inversiones públicas (ferrocarriles). También coincide con un gobierno progresista.

Con la desamortización de 1855 desaparecieron las inmensas posesiones de los pueblos y municipios, que
pasaron a manos de particulares, llamados a desempeñar un papel importante dentro de la historia política y
económica de España. Las consecuencias sociales fueron, si cabe, aún más perniciosas para el campesinado,
pues con la desamortización de los bienes comunales, muchos campesinos se vieron privados del único medio
de subsistencia que tenían, además perjudicó sobremanera a los Ayuntamientos ya que el alquiler de los
Propios constituía el único ingreso de muchos Ayuntamientos (sanidad, educación, etc.).

Consecuencias: Los historiadores discuten la importancia de este proceso: Las consecuencias del proceso
desamortizador fueron muy importantes:
a) Desde el punto de vista político.
- Políticamente se creó una masa de propietarios adictos al régimen liberal.
- Sin duda, las dos instituciones más perjudicadas fueron la Iglesia y los municipios, que
perdieron sus respectivas fuentes de ingreso.
- Las relaciones entre Iglesia y Estado se deterioraron hasta la firma del concordato con la
Santa Sede en 1851, por la que el primero sufragaba los gastos de la Iglesia. El liberalismo
español, sobre todo en sus versiones más radicales adquirió un tono anticlerical.

b) Desde el punto de vista económico.


- Aumentó la producción agrícola, pero fue gracias a la expansión del terreno cultivado, no
porque se realizase un aumento en las inversiones o una mejora de las técnicas agrarias.
- Un efecto negativo de lo anterior fue la deforestación. Muchos compradores compraron lotes
de monte para convertirlos en tierras de labor u obtener un beneficio inmediato con la venta
de leña y madera, para ello se talaron los árboles de forma indiscriminada.
- Aumentó la concentración de la tierra en pocas manos, porque las familias más poderosas
conservaron intactos sus patrimonios, sus tierras fueron desvinculadas, no expropiadas, con lo
que se mantuvieron los grandes latifundios en Andalucía, La Mancha y Extremadura.
- No se obtuvieron los resultados financieros esperados: la Hacienda pública mejoró su
situación, pero los fondos tardaron en llegar, tanto en metálico como en bonos de Deuda
Pública, y se desvalorizaron; además el proceso fue largo y costoso porque hubo que pagar a
los funcionarios.
- La desamortización probablemente retrasó el desarrollo de la industria, en tanto que canalizó
un volumen cuantioso de dinero a la compra de fincas.

c) Desde el punto de vista social.


- Los campesinos no pudieron adquirir las propiedades desamortizadas y muchos empeoraron
su situación, ya que la mano de obra agrícola se proletarizó.
- Al desaparecer las tierras comunales, los campesinos más pobres se vieron privados de los
pocos beneficios que obtenían tradicionalmente de estas tierras (bienes comunes) y de los
escasos servicios sociales ofrecidos por los Ayuntamientos (orfanatos, sanidad, educación...)
que se empobrecieron y perdieron su autonomía económica al desamortizarse también los
bienes de propios.
- No se consiguió crear una amplia clase media agraria, aunque sí reemplazó la vieja estructura
social señorial por otra capitalista.

d) Desde el punto de vista cultural.


Provocó la destrucción o el abandono de un importante patrimonio y la pérdida de numerosas
obras de arte. A nivel urbano, se produjo una remodelación del caserío y un nuevo trazado de
calles y de edificios públicos.

2.3. La evolución de la agricultura


A largo plazo, y como consecuencia de la desamortización y de los avances en la creación de la sociedad
capitalista, la comercialización de la producción agraria aumentó, y también la propia producción, aunque los
cambios técnicos fueran muy limitados.

La profundidad de las transformaciones agrarias en la España del siglo XIX, base de la capacidad para permitir
un crecimiento de la población, no debe exagerarse, salvo en algunas zonas (Valencia, Cataluña, etc.). En
algunos cultivos los rendimientos o la productividad aumentaron. Sin embargo, aunque la producción aumentó,
al igual que la superficie labrada y la población, el producto disponible por habitante no mejoró, o lo hizo
escasamente.

Por lo tanto, la agricultura fue incapaz de liberar población para dedicarse a la industria o al comercio. La
distancia con países de nuestro entorno aumentó, situación de atraso relativo que se mantuvo hasta los años
sesenta del siglo XX.

Las trabas al progreso de la productividad y de los rendimientos fueron, dentro de un marco natural poco
favorable con la excepción de algunas zonas, tanto institucionales como tecnológicas. Entre ellas destacó una
estructura de la propiedad desfavorable para fomentar la mejora técnica. Frente a las minúsculas propiedades
(minifundios) de la submeseta norte y de Galicia, cuyo producto era insuficiente para alimentar a una familia,
se situó la gran propiedad (latifundios de Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía) donde los
propietarios no estaban interesados en cultivar mejor sino en el estatus social que suponía poseer grandes
extensiones de tierra. Por otra parte, la desamortización contribuyó a concentrar las propiedades de estas
regiones.

La ganadería. Muy castigada por el declive de la trashumancia, la ganadería no tocó fondo hasta el comienzo
del siglo XX para recuperarse luego gracias al empuje de Andalucía, Extremadura y Galicia, que especializaron
su cabaña en tareas agrícolas y en razas productoras de carne y leche. La pérdida de pastos y las dificultades
de exportación arruinaron la ganadería lanar, que no pudo competir en los mercados peninsulares con la materia
prima extranjera importada a bajo precio en provecho de la burguesía textil catalana.

El ganado vacuno soportó mejor los cambios agropecuarios, adaptándose al consumo de las ciudades, en un
proceso de especialización paralelo al del porcino en Galicia, alto Ebro y Castilla la Nueva.

3. El proceso de industrialización.
España se industrializó en el siglo XIX, aunque distó mucho de los niveles de los principales países europeos.
A comienzos del XX, España seguía siendo un país agrario (sólo 1/5 de la renta nacional provenía de la
industria). La expansión de la industria se centró especialmente en Cataluña. En el resto del país, la actividad
industrial no experimentó un proceso de modernización similar. No obstante, despuntaron, aunque de manera
efímera, territorios como Málaga o Asturias, a los que se sumó Vizcaya a finales de siglo.

Se pueden establecer dos periodos diferenciados:


- 1ª etapa (1808-30): definida por un estancamiento de la actividad al desaparecer las Manufacturas
Reales.
- 2ª etapa (1830-54): caracterizada por el arranque de la nueva industria con el despertar de la
siderurgia, primero malagueña, luego asturiana y, finalmente, vasca. En este periodo se consolida el
empuje del textil algodonero catalán (desde mediados del XVIII se produjeron indianas o tejidos de
algodón estampados). Esta fase de crecimiento del sector textil sólo se vio interrumpida por la Guerra
de Secesión americana (1861-65), que dificultó la llegada de algodón.

Hay consenso entre los historiadores en señalar una serie de obstáculos a la industrialización nacional. Los
más importantes fueron:
- Posición geográfica de España en la “periferia europea”: la lejanía de los centros de innovación
tecnológica y de consumo, como es el N-O de Europa dificultan los intercambios comerciales y la
difusión del conocimiento.
- Bajo nivel de renta de la población española: hay, por tanto, escasa demanda en la compra de
productos industriales.
- Escasez de inversiones y de mentalidad empresarial.
- Ausencia de materias primas y de carbón de buena calidad que haga rentable su explotación.
- Transportes deficientes por carretera y retraso en el ferrocarril.
- Excesivo proteccionismo, que supuso la pérdida de competitividad frente al exterior.

3.1. Sectores industriales


Tras la Guerra de Independencia, el crecimiento del textil algodonero fue elevado, en especial en Cataluña,
como lo demuestra la importación de la materia prima. La mecanización, sin embargo, fue más rápida en la
hilatura que en el tejido, lo cual repercutió negativamente sobre los costes y la competitividad exterior. La
mecanización, aunque incompleta en el tejido, estimuló la demanda, aumentada por la protección arancelaria
y la sustitución de las prendas de lana por las de algodón.

La siderurgia moderna se introdujo con retraso respecto a otros países europeos. Los primeros intentos de
crear una siderurgia moderna se desarrollaron en Málaga gracias a Manuel Agustín Heredia, un comerciante
enriquecido con la exportación de aceites y vinos creó en 1831 dos plantas siderúrgicas, una en Marbella (La
Constancia) y otra en Málaga (La Concepción). La de Marbella usaba carbón vegetal de los montes cercanos.
A partir de 1860, comenzaron a declinar, debido al alto coste del carbón vegetal que utilizaba.

A partir de 1860, tomó el relevo la siderurgia asturiana, favorecida por la posesión de los dos elementos
principales: carbón y hierro. Se mantuvo hasta finales de la década de los setenta, por ser la única zona de
España con yacimientos de carbón mineral.
Desde 1876 comenzó a llegar al puerto de Bilbao coque de Gales, barato y de buena calidad. Fue el comienzo
de la industria siderúrgica de Vizcaya. En este desarrollo tuvo mucho que ver la consolidación del eje comercial
Bilbao-Cardiff: España exportaba mineral de hierro e importaba carbón (los fletes de retorno redujeron de
manera notable los gastos). Por otro lado, la industria vasca contó con el apoyo financiero de un sector bancario
muy fuerte, representado fundamentalmente por el Banco de Vizcaya y el Banco de Bilbao. El desarrollo de
la industria siderúrgica fue la base para otros sectores: industrias de bienes de equipo, construcciones
mecánicas y navales, compañías navieras, empresas químicas, etc.

Finalmente, la localización inadecuada y el retraso técnico de la incipiente industria se compensaron con la


protección aduanera que dispensaron el arancel de 1891 y otros posteriores.

4. La minería
Entre 1874 y 1914, se produjo una explotación masiva de los recursos mineros de España. Sin embargo, los
efectos económicos fueron modestos. Causas de la expansión minera:
- El aumento de la demanda internacional, motivada por el avance de la industrialización.
- Los progresos en las técnicas de explotación, que permitieron abaratar los costes de extracción.
- El déficit crónico de la Hacienda española, que vio en la explotación del subsuelo una posibilidad de
conseguir recursos para las arcas del Estado. Y para ello, basándose en la legislación minera del año
68, concedió licencias de explotación a compañías francesas e inglesas.

La minería del carbón. Los yacimientos de hulla más importantes de España se encontraban en Asturias, si
bien no eran de especial calidad.

La minería del hierro. El hierro de Vizcaya poseía dos características importantes que favorecieron su
rentabilidad: la proximidad al mar y su bajo nivel de fósforo, que lo hacía ideal para utilizarlo como base en la
fabricación de acero (convertidor Bessemer). Desde 1871, se crearon en el País Vasco numerosas empresas
mineras, con importante presencia de capital británico. Dada la escasa demanda de la industria española, la
mayor parte de la producción de hierro era exportada, sobre todo a Gran Bretaña.

Otros productos mineros: Además del carbón y del hierro, destacaron, entre otros: plomo (Linares y La
Carolina), cobre (Riotinto), mercurio (Almadén), etc. El balance que se puede hacer de la explotación minera
en esta época es el siguiente: la producción de estos minerales no sirvió para la economía de estas zonas, sino
para paliar el déficit de la Hacienda española. De todas formas, conviene precisar que aunque es verdad que
los beneficios de estas minas marcharon al exterior, también lo es que en España no había ni demanda para
estos productos ni empresas con capacidad para explotarlas.

5. El ferrocarril
Cuando a mediados del siglo XIX se inició la construcción de la red ferroviaria en España, el atraso de los
sistemas de transporte era notable con relación a otros países del continente. El primer trazado español unió
Barcelona-Mataró (1848), pero el impulso llegó con la Ley General de Ferrocarriles (1855), que consolidó
la estructura radial de la red ferroviaria española con centro en Madrid. Como en el caso de las carreteras, pesó
el deseo de consolidar un Estado centralizado. Otro de los aspectos establecidos en la Ley fue el ancho de las
vías, mayor que en las líneas europeas. Las causas de esta decisión no fueron, en contra de lo tradicionalmente
señalado, dificultar otra hipotética invasión desde Francia, sino de carácter técnico: poder instalar calderas de
vapor más grandes y aumentar la potencia de las locomotoras para superar mayores pendientes, así como dotar
de mayor estabilidad al transporte debido a la orografía nacional. Ello dificultó los intercambios por ferrocarril
con el resto de Europa al obligar a transbordar las mercancías en la frontera, con el consiguiente aumento de
costes y tiempo.

En 1866, la crisis financiera provocó una paralización en las construcciones. En 1876 se retomaría el plan de
ampliación de la red. Se dependió mucho de las inversiones del exterior, sobre todo francesas. Se autorizó a
las compañías extranjeras a importar, libres de aranceles, todos los materiales utilizados en la construcción, lo
que fue una oportunidad perdida para el desarrollo de la industria española; si bien cierto que la industria
española no estaba preparada para suministrar los materiales que la construcción del ferrocarril necesitaba.
Globalmente, y a pesar de estos problemas, el ferrocarril tuvo un efecto muy positivo sobre la economía
española: facilitó el transporte de mercancías y personas entre las distintas regiones de España, posibilitó el
crecimiento de las exportaciones y apuntaló un mercado nacional.

6. Las finanzas. El problema de la Hacienda Pública.


Analizaremos por el sistema monetario y la creación de la peseta, del desarrollo de la banca moderna, los
problemas de la Hacienda y las inversiones extranjeras; es decir, con todo lo que tiene que ver con el capital.

a) El sistema monetario. A inicios del siglo XIX había una verdadera anarquía de pesos, medidas y monedas,
lo que entorpecía el comercio interior. Los gobiernos liberales trataron de solucionar este problema, pero la
reforma definitiva llegó en 1868 cuando el gobierno salido de “la Gloriosa” creó la peseta, que estuvo en vigor
hasta la llegada del euro.

b) El desarrollo de la banca moderna. El primer banco español fue el Banco Nacional de San Carlos (1782).
Se creó para administrar la deuda pública emitida, pero entró en bancarrota a principios del siglo XIX, siendo
sustituido en 1829 por el Banco de San Fernando que, además de encargarse de administrar la deuda, tenía
como objetivo prestar dinero al Estado, algo que sería una constante a lo largo de la centuria. En los años
siguientes se fundaron numerosos bancos privados, como el de Málaga. Pero con la crisis financiera de 1866
terminó esa expansión bancaria, motivada principalmente por la “burbuja ferroviaria” producida por la escasa
rentabilidad de las vías férreas recién construidas. El mismo año el Banco de España recibía el monopolio
exclusivo de la emisión de billetes válidos en todo el territorio nacional y en 1874 poseía 58 sucursales. Por
tanto, el predominio de la banca pública era apabullante, sólo sobreviviendo cuatro bancos privados al acabar
el siglo.

c) Los problemas de la Hacienda. Fue una constante a lo largo del siglo. El sistema tributario antes de 1845
era caótico, arbitrario e ineficaz. Abundaban las exenciones fiscales entre la nobleza, el clero y algunos
territorios… y había que poner orden en todo eso si se quería progresar y modernizar el Estado y hacerlo más
eficaz. Todos los intentos de reforma fracasaron por razones políticas o técnicas, hasta la reforma de Mon y
Santillán en 1854, basada en:
- La imposición de dos tipos de impuestos: directos e indirectos. Los directos se basaron en la
contribución territorial de las propiedades agrarias y el subsidio industrial y de comercio para esas
actividades. Los indirectos se llamaron consumos porque gravaban la compra-venta de productos de
primera necesidad y fueron odiados por el pueblo.
- La fijación de los presupuestos generales del Estado, es decir, la previsión de ingresos y gastos para
un año.
- La adopción de medidas para reducir la deuda pública, que absorbía el 27% de los gastos del Estado
sólo en concepto de pago de intereses de la deuda. Con todo, el problema de la deuda siguió existiendo.
- Fracasó el intento de crear un catastro o inventario de todos los bienes por localidades e individuos,
dado el enorme nivel de ocultación de datos al fisco, y eso redujo la capacidad recaudatoria del Estado.
Esta reforma apenas cambió hasta principios del siglo XX.

Conclusiones. En los temas anteriores veíamos cómo, no sin dificultad, en lo político se implantaba el
liberalismo en España. En este hemos analizado los grandes cambios producidos en lo económico de la mano
de una burguesía con una mentalidad muy conservadora. Hemos visto las transformaciones de la agricultura
como consecuencia de las desamortizaciones y cómo éstas tuvieron un resultado muy mediocre; también las
dificultades para la industrialización y cómo al final sólo arraigó la industria en Cataluña y País Vasco; hemos
constatado las dificultades de los transportes y cómo se logró crear una red ferroviaria, aunque bastante más
raquítica que la de otros países europeos.

Por último, se han expuesto las dificultades para modernizar el sistema bancario, el déficit permanente de la
Hacienda y, por último, el impacto de la llegada de capitales extranjeros sobre algunos sectores de la economía.
En definitiva, el proceso de modernización fue incompleto y muchas transformaciones se quedaron a medias.
Tema 3. Proceso de Desamortizaciones y cambios agrarios.

Introducción.
1. Evolución demográfica
2. Transformaciones agrarias
2.1. La Reforma Agraria liberal en España
2.2. Las etapas de la desamortización y sus efectos
2.3. La evolución de la agricultura
3. El proceso de industrialización
3.1. Sectores industriales
4. La minería
5. El ferrocarril
6. Las finanzas. El problema de la Hacienda Pública.
Conclusión.

Introducción.

1. Evolución demográfica
10,5 millones de habitantes de 1797 (Censo de Godoy) a los 18,6 millones de 1900.
- aumento moderado, proceso periférico
- aumento de la urbanización por el creciente éxodo rural.
- la emigración, sobre todo a América Latina, entre fines del XIX e inicios del XX.

2. Transformaciones agrarias
- marginación de España del proceso de industrialización europeo
- escaso desarrollo del sector agrario.
- desigual estructura de la propiedad
- tierra estaba vinculada o amortizada (nobleza, iglesia o municipios).
- mantenimiento de unos rendimientos muy bajos
- pobreza de la mayor parte de la población agraria

2.1. La Reforma Agraria liberal en España


- proceso de sustitución del Antiguo Régimen por la sociedad capitalista
- abolición de los señoríos, los derechos jurisdiccionales, el diezmo, privilegios de la Mesta
- avance hacia la consolidación de la propiedad privada de la tierra.
- papel destacado de la desamortización
- desaparecieron las formas de propiedad comunales
- la Iglesia recibió del Estado una partida presupuestaria para mantener al clero.

2.2. Las etapas de la desamortización y sus efectos


proceso largo y discontinuo
- precedente: la mal llamada desamortización de Godoy: parte de la propiedad eclesiástica
necesidad de ingresos para afrontar el pago de los vales reales (Deuda Pública)
- Cortes de Cádiz (1811): bienes de las comunidades religiosas extinguidas, Inquisición, jesuitas, órdenes
militares y ayuntamientos).
- se paralizó en 1814 con el regreso de Fernando VII.
- eliminación de los señoríos jurisdiccionales
- conversión de los señoríos territoriales en propiedad individual
- desamortización de Mendizábal (1836): afectó a los bienes eclesiásticos
- motivaciones: - política (atraerse al liberalismo a una masa importante de compradores)
- económica (paliar la crisis de la Hacienda pública, debido a la primera guerra
carlista).
- Santa Sede el Concordato de 1851, por el cual la Iglesia aceptaba la desamortización, pero a
cambio recibía del Estado el control la educación y la financiación de sus gastos.
- desamortización general de Madoz (1855): bienes del Estado, los municipios y otras instituciones
- siendo fiscal pero ahora dirigido a hacer inversiones públicas (ferrocarriles)
- consecuencias sociales fueron, si cabe, aún más perniciosas para el campesinado

Consecuencias:
- Desde el punto de vista político.
- masa de propietarios adictos al régimen liberal.
- las dos instituciones más perjudicadas fueron la Iglesia y los municipios
- las relaciones entre Iglesia y Estado se deterioraron hasta la firma del concordato con la Santa Sede
en 1851.
- Desde el punto de vista económico.
- aumentó la producción agrícola gracias a la expansión del terreno cultivado
- efecto negativo: la deforestación (convertirlos en tierras de labor y venta de leña y madera)
- aumentó la concentración de la tierra en pocas manos
- No se obtuvieron los resultados financieros esperados: los fondos tardaron en llegar
- retrasó el desarrollo de la industria, ya que canalizó dinero a la compra de fincas.
- Desde el punto de vista social.
- campesinos empeoraron su situación, ya que la mano de obra agrícola se proletarizó.
- al desaparecer las tierras comunales, los campesinos pierden los beneficios que obtenían de estas
tierras (bienes comunes) y los servicios sociales ofrecidos por los Ayuntamientos (orfanatos,
sanidad, educación...)
- No se consiguió crear una amplia clase media agraria
- Desde el punto de vista cultural.
- Provocó la destrucción o el abandono de un importante patrimonio y la pérdida de numerosas obras
de arte.

2.3. La evolución de la agricultura


- aumento de la producción y de la comercialización agraria
- limitados cambios técnicos
- atraso respecto a países europeos
- desfavorable estructura de la propiedad: minifundios y latifundios
- la desamortización contribuyó a concentrar las propiedades
- ganadería: declive de la trashumancia; pérdida de pastos; poca competitividad con la lana extranjera

3. El proceso de industrialización
- principios XX país agrario, 20% de la renta nacional proviene de la industria
- expansión industrial en Cataluña
- destacó brevemente Málaga, Asturias y Vizcaya
- Se pueden establecer dos periodos diferenciados:
- 1ª etapa (1808-30): estancamiento al desaparecer las Manufacturas Reales.
- 2ª etapa (1830-54): arranque con la siderurgia (malagueña, asturiana y vasca)
- empuje textil algodonero catalán (interrumpido por la Guerra de Secesión americana (1861-
65), que dificultó la llegada de algodón.
- obstáculos a la industrialización nacional:
- posición geográfica de España en la “periferia europea”
- bajo nivel de renta de la población española
- escasez de inversiones y de mentalidad empresarial.
- ausencia de materias primas y de carbón de buena calidad que haga rentable su explotación.
- transportes deficientes por carretera y retraso en el ferrocarril.
- excesivo proteccionismo

Tras la Guerra de Independencia, el crecimiento del textil algodonero fue elevado, en especial en Cataluña,
La siderurgia moderna se introdujo con retraso respecto a otros países europeos.
Manuel Agustín Heredia, 1831 dos plantas siderúrgicas,: en Marbella (La Constancia) y en Málaga (La
Concepción).
A partir de 1860, tomó el relevo la siderurgia asturiana,
Desde 1876 comenzó a llegar al puerto de Bilbao coque de Gales, barato y de buena calidad. Fue el
comienzo de la industria siderúrgica de Vizcaya.
España exportaba mineral de hierro e importaba carbón (los fletes de retorno redujeron de manera notable los
gastos).
la localización inadecuada y el retraso técnico de la incipiente industria se compensaron con la protección
aduanera que dispensaron el arancel de 1891 y otros posteriores.

4. La minería
Causas de la expansión minera:
- aumento de la demanda internacional, motivada por el avance de la industrialización.
- progresos en las técnicas de explotación, que permitieron abaratar los costes de extracción.
- déficit crónico de la Hacienda española, que vio en la explotación del subsuelo una posibilidad de
conseguir recursos para las arcas del Estado. Y para ello, basándose en la legislación minera del año
68, concedió licencias de explotación a compañías francesas e inglesas.

5. El ferrocarril
Cuando a mediados del siglo XIX se inició la construcción de la red ferroviaria en España, el atraso de los
sistemas de transporte era notable con relación a otros países del continente. El primer trazado español unió
Barcelona-Mataró (1848), pero el impulso llegó con la Ley General de Ferrocarriles (1855), que consolidó
la estructura radial de la red ferroviaria española con centro en Madrid.
ancho de las vías, mayor que en las líneas europeas.
En 1866, la crisis financiera provocó una paralización en las construcciones.

6. Las finanzas. El problema de la Hacienda Pública.


- sistema monetario. A inicios del siglo XIX había una verdadera anarquía de pesos, medidas y monedas, lo
que entorpecía el comercio interior.
- creación de la peseta en 1868
- desarrollo de la banca moderna: 1829 Banco de San Fernando que administra la deuda y presta dinero al
Estado
- 1866 Banco de España recibía el monopolio de la emisión de billetes
- Los problemas de la Hacienda. Fue una constante a lo largo del siglo.
- reforma de Mon y Santillán en 1854:
- imposición de dos tipos de impuestos: directos e indirectos.
- directos: contribución territorial de las propiedades agrarias
- indirectos: gravaban la compra-venta de productos de primera necesidad (consumos)
- fijación de los presupuestos generales del Estado (previsión de ingresos y gastos
para un año)
- adopción de medidas para reducir la deuda pública, que absorbía el 27% de los
gastos del Estado sólo en concepto de pago de intereses de la deuda.
- Fracasó el intento de crear un catastro o inventario de todos los bienes por
localidades e individuos, dado el enorme nivel de ocultación de datos al fisco, y eso
redujo la capacidad recaudatoria del Estado. Esta reforma apenas cambió hasta
principios del siglo XX.

Conclusiones.
Tema 4. El Sexenio Revolucionario (1868-1874): intentos democratizadores.
De la revolución al ensayo republicano.

1. Introducción. El triunfo de la “Gloriosa” (1868).


La crisis política de la España isabelina era ya claramente perceptible años antes de estallar la llamada Gloriosa
Revolución. El reinado de Isabel II se basaba en un sistema constitucional que perpetuaba el poder y los
privilegios de la oligarquía y donde no existía representación en la práctica, lo que desembocó en el
distanciamiento del juego político del otro partido liberal que sustentó el sistema isabelino en un primer
momento: el Progresista.

El Partido Moderado, con el apoyo de la reina, monopolizaba prácticamente el poder. Sin embargo, después
de tantos años de gobierno, el partido estaba considerablemente desgastado, sin nuevas figuras que hubieran
renovado a los líderes tradicionales y sin nuevas ideas en su programa, y también desprestigiado, debido a los
escándalos palaciegos y las prácticas dictatoriales. El fusilamiento de los sargentos del Cuartel de San Gil
(junio de 1866) alimentó el odio contra el régimen.

La muerte de O'Donnell en 1867 propició el acercamiento de la Unión Liberal a los progresistas con el
propósito de poner fin al reinado de Isabel II. Los progresistas, dirigidos por el general Prim (héroe de las
campañas marroquíes), y los demócratas, partidarios del sufragio universal, habían firmado en 1866 el llamado
Pacto de Ostende (Bélgica) por el que se comprometieron a derrocar a la reina.
A las razones políticas hay que sumar otras de tipo económico y social: una grave crisis financiera en 1866,
debido a las pérdidas en el sector ferroviario (que arrastró a bancos y sociedades crediticias); una crisis
industrial, sobre todo del textil catalán, por la subida del precio del algodón a raíz de la Guerra de Secesión en
Estados Unidos; también se dio una crisis de subsistencias entre 1867-68 por las malas cosechas, que se
tradujo en una fuerte tensión social. Al hambre y al desempleo hay que sumar el rechazo popular al impuesto
de consumos (que gravaba todos los productos de “comer, beber y arder”) y al sistema de quintas.

La Gloriosa Revolución se inició en Cádiz el 17 de septiembre de 1868, con un pronunciamiento militar


dirigido por los generales Prim y Serrano, líderes de progresistas y unionistas. A ellos se unió el almirante
Topete, también unionista, al mando de la Armada. El manifiesto de los sublevados se titulaba España con
honra y proponía un Gobierno provisional y el sufragio universal. Criticaba a la reina y a los Borbones en
general. La insurrección se propagó por numerosas ciudades. El levantamiento obtuvo el apoyo popular,
generalmente liderado por los demócratas, que organizaron juntas revolucionarias. Las tropas leales a la reina
fueron derrotadas por las del general Serrano en Alcolea (Córdoba), hecho que permitió la entrada de los
sublevados en Madrid. Isabel II que veraneaba en San Sebastián, se exiliaba en Francia.

2. El Gobierno provisional (1868-1871).


Tras el triunfo de la insurrección se formó un Gobierno provisional que debía promover la elección de Cortes
constituyentes. Estaba presidido por Serrano y compuesto por progresistas (Prim) y unionistas (Topete). Del
Gobierno provisional estaban excluidos, sin embargo, los demócratas. Estos tenían una gran influencia en las
populares juntas revolucionarias de las ciudades, desde las que se reclamaban:
- derechos democráticos (sufragio masculino, libertad de imprenta, de culto y de asociación).
- supresión de los consumos y las quintas.

Este doble poder (Gobierno provisional y juntas) se resolvió a favor del Gobierno, ya que este disolvió las
juntas y sus grupos de voluntarios armados. A cambio, se empezó a aplicar desde el poder la mayor parte del
programa demócrata (con excepción de la supresión de quintas). En consecuencia, se produjo la escisión del
Partido Demócrata en dos facciones: cimbrios y republicanos.
- cimbrios: eran posibilistas: estaban dispuestos a cooperar con una democracia real, fuese monarquía
o república.
- republicanos: creían indispensable una república federal constituida por diferentes estados o entes
territoriales que tuvieran autonomía legislativa y compartieran la política exterior y de defensa.

El Gobierno provisional convocó elecciones (las primeras que se celebraban en España con sufragio general
directo masculino) a Cortes Constituyentes en enero del año 1869. Obtienen la mayoría la coalición formada
por progresistas, unionistas y demócratas monárquicos. En los meses siguientes se preparó un nuevo texto
constitucional con el fin de dar una configuración jurídico-política al nuevo régimen.

2.1. La Constitución de 1869.


La tarea fundamental de las Cortes fue elaborar la Constitución de 1869, la más democrática de las aprobadas
hasta entonces. Una vez aprobada la norma constitucional, y hasta encontrar un monarca que ocupara el trono
español, fue nombrado regente el general Serrano.

Las principales características de la Constitución fueron:


- Soberanía nacional.
- Incluía, por primera vez, una declaración de derechos individuales, naturales e inalienables (derechos
de reunión y asociación)
- Se mantenía el poder legislativo bicameral, pero votado por, sufragio masculino directo (varones
mayores de veinticinco años) en el Congreso e indirecto en el Senado
- el Gobierno podía ser derribado por las Cortes, que tenían la última palabra (y no el rey).
- al poder judicial se incorporó el jurado
- libertad religiosa, aunque el Estado sigue asumiendo el mantenimiento del culto y clero católico.

El nuevo régimen tuvo que afrontar graves problemas entre los que destacaron las insurrecciones populares
y republicanas, las dificultades de la Hacienda estatal, la Guerra de Cuba y la búsqueda del nuevo rey.

Estallan sublevaciones republicanas en Cádiz, Málaga, Jerez, pero la más importante se produjo en el otoño
de 1869 en Cataluña, Valencia y Andalucía. A estos conflictos se añadieron motines de subsistencia, los
promovidos contra las quintas y las huelgas industriales organizadas. Eran los primeros pasos de un
movimiento obrero que comenzaba a alejarse de los partidos políticos dirigidos por la burguesía.

Por su parte, el ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, intensificó las medidas liberalizadoras del Bienio
Progresista, entre las que destacan:
- se establece la peseta como única moneda nacional. Se trataba de un instrumento indispensable para
la creación de un mercado interior unificado.
- se rebajan los aranceles aduaneros en contra de los intereses proteccionistas.
- se inicia, con la promulgación de la Ley de Minas, la llamada desamortización del subsuelo. Esta
consistió en la venta de las minas (hasta entonces un monopolio de la corona) a empresas privadas
(generalmente extranjeras) para que las explotasen. Con estas medidas se pretendía aplicar el principio
liberal de pasar a manos privadas los bienes amortizados. A la vez, se obtenían recursos que permitirían
reducir el déficit presupuestario del Estado.
Sin embargo, no se abordó una reforma fiscal, por lo que el volumen de la deuda pública no se redujo y pesó
como una losa sobre los gobiernos del Sexenio.

La Guerra de Cuba se inicia con la insurrección, conocida como Grito de Yara, que estalló en la parte oriental
de la isla, en octubre del año 1868 y siguió los ecos de la revolución que había tenido lugar en España,
liderada por el hacendado Carlos Manuel de Céspedes. Duró una década (1868-78) y consistió en el
hostigamiento, mediante guerrillas, de las tropas peninsulares. La guerra finalizó con la Paz de El Zanjón
(1878) y costó a España 130000 vidas, aunque retuvo la isla en su poder veinte años más.

3. La Monarquía democrática: Amadeo I (1871-1873)


Tras aprobarse la constitución en la que se establecía la monarquía como forma de gobierno, el general Serrano
fue nombrado Regente y Prim presidente del nuevo gobierno. Desechada la opción de los Borbones, se inició
la búsqueda de un candidato adecuado a la Corona entre las familias reales europeas.

Entre los distintos candidatos estuvieron:


- el duque de Montpensier (hijo de Luis Felipe de Orleáns y cuñado de Isabel II), que quedó descartado
por su participación en un duelo con resultado mortal;
- don Fernando de Coburgo, viudo de la reina portuguesa, candidatura promovida por quienes
defendían una unión ibérica: fue desechada, entre otras razones, por la oposición inglesa;
- el archiduque alemán Leopoldo Hohenzollern-Sigmaringen, a la cual se opuso Francia: cuestión que
acabaría provocando la guerra franco-prusiana.
- algunos pensaron también en el muy veterano general Espartero, que con buen sentido rechazó la
propuesta.

Finalmente, el empeño del general Prim y la aprobación de las Cortes, dio la corona al príncipe Amadeo de
Saboya, duque de Aosta, hijo del rey Víctor Manuel II de Italia y miembro de una de las familias reales más
influyentes de Europa y de talante liberal.

El mismo día de la llegada de Amadeo a España moría el general Prim, su principal valedor, por las secuelas
de un reciente atentado. Dicha pérdida debilitó mucho la posición del nuevo monarca. Amadeo I se encontró
inmediatamente con un amplio frente de rechazo:
- Los carlistas, todavía activos en el País Vasco y Navarra.
- Los alfonsinos, partidarios del retorno de del hijo de Isabel II.
- Los republicanos, grupo procedente del Partido Demócrata que reclamaba reformas más radicales
en lo político, económico y social y que destacaba por un fuerte anticlericalismo.
También tuvo la completa oposición de las clases altas españolas, de la nobleza, todavía fiel a la casa
borbónica, quienes le hicieron el vacío, así como de la Iglesia, que recelaba de un miembro perteneciente a la
Casa de Saboya, la cual, en Italia, había “despojado” al Papa de sus estados y lo mantenía “prisionero” en el
Vaticano.

Hay que subrayar que la alianza formada por unionistas, progresistas y demócratas, que había aprobado la
Constitución y llevado a Amadeo al trono, comenzó rápidamente a resquebrajarse. Los dos años que duró su
reinado estuvieron marcados por una gran inestabilidad política, con disensiones cada vez más acusadas entre
dichas formaciones políticas.

La rivalidad dentro del Partido Progresista llevó a la escisión en dos corrientes:


- Práxedes Mateo Sagasta, cercano a los unionistas, acabaría formando el Partido Constitucionalista.
- Manuel Ruiz Zorrilla, próximo a los demócratas, terminaría fundando el Partido Radical.

Un problema añadido a los ya existentes fue el estallido de la Tercera Guerra Carlista (1871-76) en los
mismos escenarios de la primera. El nuevo pretendiente carlista era Carlos VII, nieto del primer don Carlos, y
la rebelión mantuvo en jaque los territorios del norte, especialmente el vasco-navarro, hasta la proclamación
de Alfonso XII, que restó apoyos a la causa.

En febrero del año 1873, aprovechando un conflicto entre el Gobierno y el Ejército (cada vez más dispuesto a
dar un golpe de Estado), Amadeo I abdicó y regresó a Italia. Sin otra alternativa, era impensable iniciar una
nueva búsqueda de un rey entre las dinastías europeas, las Cortes proclamaron la República el 11 de febrero
de 1873.

4. La Primera República (febr.1873-dic.1874).


La República fue proclamada por unas Cortes en las que no había una mayoría de republicanos. Las ideas
republicanas tenían escaso apoyo social (clases medias urbanas) y contaban con la oposición de los grupos
sociales e instituciones más poderosos del país. La alta burguesía y los terratenientes, los altos mandos del
ejército y la jerarquía eclesiástica eran contrarios al nuevo régimen; por su parte, las clases trabajadores optaron
por dar su apoyo al incipiente movimiento obrero, especialmente anarquista.

La nueva república arrancó con notables problemas interiores y con el recelo general de los países del mundo:
sólo fue reconocida, en un primer momento, por Estados Unidos y Suiza. Además, partían de un lastre que
pronto se reveló insuperable, la propia división de los republicanos en grupos irreconciliables: centralistas y
federales. Cuatro presidentes de la República se sucedieron en el breve lapso de un año: Figueras, Pi y
Margall, Salmerón y Castelar.

En este contexto de inestabilidad, los gobiernos republicanos emprendieron una serie de reformas bastante
radicales que, en algunos casos, se volvieron contra el propio régimen republicano. Estas fueron las principales
medidas adoptadas:
- supresión del impuesto de consumos (reclamación clases populares, agravó el déficit de Hacienda).
- eliminación de las quintas.
- reducción de la edad para el derecho al voto a los 21 años.
- separación entre Iglesia y Estado. Este dejó de subvencionar a la Iglesia.
- se establece la edad mínima laboral a los dieciséis años
- abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico.
- Proyecto constitucional para instaurar una República federal.

Este programa reformista se intentó aplicar en un contexto totalmente adverso. Los gobiernos republicanos
tuvieron que hacer frente a un triple desafío bélico:
- La nueva guerra civil carlista. Aprovechando el caos general, los carlistas llegaron a establecer un
gobierno en Estella (Navarra).
- La guerra de Cuba. En 1868 se inició una insurrección anticolonial que derivó en lo que los cubanos
denominan la “Guerra Larga”. Tuvieron que pasar diez años hasta que las autoridades españolas
consiguieron pacificar la isla con la firma de la Paz de Zanjón en 1878.
- Las sublevaciones cantonales. Los republicanos federales más extremistas se lanzaron a
proclamar cantones (pequeños estados regionales cuasi independientes) en Valencia, Murcia y
Andalucía, sublevándose contra el gobierno republicano de Madrid. El último de los cuatro
presidentes, Castelar (republicano unitario), ejerció el gobierno de modo dictatorial, y recuperó la
confianza del ejército, que sofocó la rebelión cantonal en poco tiempo. La resistencia del cantón de
Cartagena le convirtió en el símbolo de este movimiento en el que las ideas republicano-federales y
anarquistas se entremezclaron.
- Las conspiraciones militares de los alfonsinos. Entre los mandos del ejército se fue imponiendo la
idea de la vuelta de los Borbones en la figura de Alfonso, hijo de Isabel II. Pronto empezaron las
conspiraciones para un pronunciamiento militar.

Conclusión
El golpe del general Pavía y el camino a la Restauración.
El 4 de enero de 1874, el general Pavía encabezó un golpe militar. Las Cortes republicanas fueron disueltas y
se estableció un gobierno presidido por el general Serrano que suspendió la Constitución, los derechos y
libertades y que legisló mediante decretos del gobierno. El objetivo principal, frente a la agitación de los meses
anteriores, era la garantía del orden.

El régimen republicano se mantuvo nominalmente un año más, aunque la dictadura de Serrano fue un simple
paso previa a la restauración de los Borbones que planeaban los alfonsinos con su líder, el malagueño Antonio
Cánovas del Castillo, partidario de que éste se produjera por aclamación de la nación. No obstante, la
restauración se vio finalmente precipitada por un golpe militar del general Martínez Campos en Sagunto el 29
de diciembre de 1874. El hijo de Isabel II fue proclamado rey de España con el título de Alfonso XII. Se
iniciaba en España el largo período de la Restauración.
Tema 4. El Sexenio Revolucionario (1868-1874): intentos democratizadores.
De la revolución al ensayo republicano.
Introducción
1. El triunfo de la “Gloriosa” (1868).
2. El Gobierno provisional (1868-71).
3. La Monarquía democrática: Amadeo I (1871-73)
4. La Primera República (febr.1873-dic.1874).
Conclusión

Introducción

1. El triunfo de la “Gloriosa” (1868).


- Pacto de Ostende 1866: progresistas, dirigidos por el general Prim
demócratas
- Unión Liberal, encabezada por el general Serrano
- grave crisis financiera en 1866
- crisis industrial, sobre todo del textil catalán
- crisis de subsistencias entre 1867-68
- rechazo popular al impuesto de consumos (que gravaba todos los productos de “comer, beber y
arder”) y al sistema de quintas.
- Gloriosa Revolución se inició en Cádiz el 17 de septiembre de 1868, con un pronunciamiento
militar dirigido por los generales Prim y Serrano
- Manifiesto de los sublevados: España con honra y proponía un Gobierno provisional y el sufragio
universal
- Se organizaron Juntas Revolucionarias.

2. El Gobierno provisional (1868-1871).


- presidido por Serrano y compuesto por progresistas (Prim) y unionistas (Topete), excluidos los
demócratas.
- doble poder (Gobierno provisional y Juntas)
Partido Demócrata dividido en dos facciones: cimbrios y republicanos.
Gobierno provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes en enero del año 1869.
- Obtienen la mayoría la coalición formada por progresistas, unionistas y demócratas monárquicos.
- regente el general Serrano.

2.1. La Constitución de 1869.


- Soberanía nacional.
- declaración de derechos individuales, naturales e inalienables (derechos de reunión y asociación)
- poder legislativo bicameral
- sufragio masculino directo (varones mayores de 25 años) en el Congreso e indirecto en el Senado
- el Gobierno podía ser derribado por las Cortes, que tenían la última palabra (y no el rey).
- incorporación del jurado
- libertad religiosa, aunque el Estado sigue asumiendo el mantenimiento del culto y clero católico.

graves problemas:
- las insurrecciones populares y republicanas
- sublevaciones republicanas en Cataluña, Valencia y Andalucía
- motines de subsistencia, contra las quintas
- huelgas industriales organizadas
- las dificultades de la Hacienda estatal
- ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, intensificó las medidas liberalizadoras:
- peseta
- rebaja de los aranceles aduaneros
- desamortización del subsuelo: Ley de Minas
- no se abordó una reforma fiscal
- la Guerra de Cuba (1868-78)
Grito de Yara, Carlos Manuel de Céspedes. Paz de El Zanjón
- la búsqueda del nuevo rey.
candidatos: - el duque de Montpensier (hijo de Luis Felipe de Orleáns y cuñado de Isabel II)
- don Fernando de Coburgo, viudo de la reina portuguesa
- el archiduque alemán Leopoldo Hohenzollern-Sigmaringen, se opuso Francia
- general Espartero, que rechazó la propuesta.
Amadeo de Saboya, hijo del rey Víctor Manuel II de Italia

3. La Monarquía democrática: Amadeo I (1871-1873)


amplio frente de rechazo: - carlistas
- alfonsinos
- republicanos
gran inestabilidad política
Partido Progresista se divide en dos corrientes:
- Práxedes Mateo Sagasta, cercano a los unionistas, acabaría formando el Partido
Constitucionalista.
- Manuel Ruiz Zorrilla, próximo a los demócratas, terminaría fundando el Partido Radical

Tercera Guerra Carlista (1871-76)


febrero 1873, aprovechando un conflicto entre el Gobierno y el Ejército, Amadeo I abdicó y regresó
a Italia.
Cortes proclamaron la República el 11 de febrero de 1873.

4. La Primera República (febr.1873-dic.1874).


- República proclamada por unas Cortes en las que no había una mayoría de republicanos
- escaso apoyo social
- división de los republicanos en grupos irreconciliables: centralistas y federales.
- Cuatro presidentes: Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar.
- principales medidas adoptadas:
- supresión del impuesto de consumos (reclamación clases populares, agravó el déficit de
Hacienda).
- eliminación de las quintas.
- reducción de la edad para el derecho al voto a los 21 años.
- separación entre Iglesia y Estado. Este dejó de subvencionar a la Iglesia.
- se establece la edad mínima laboral a los dieciséis años
- abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico.
- Proyecto constitucional para instaurar una República federal.
- Problemas: - Tercera Guerra Carlista (1871-76)
- La guerra de Cuba.
- Las sublevaciones cantonales.
- Las conspiraciones militares de los alfonsinos.

Conclusión
El 4 de enero de 1874, el general Pavía encabezó un golpe militar.
Gobierno presidido por el general Serrano que suspendió la Constitución
29 de diciembre de 1874 golpe militar del general Martínez Campos en Sagunto.
Alfonso XII rey de España.
Tema 5. El régimen de la Restauración.
Características y funcionamiento del sistema canovista.
1. Introducción. La génesis de la Restauración.
El 29 de diciembre de 1874 tuvo lugar en Sagunto el pronunciamiento del general Martínez Campos a favor
de Alfonso XII. La pasividad del resto de las fuerzas armadas y del gobierno dirigido por Serrano permitió la
llegada al poder de Cánovas, el gran artífice de la causa alfonsina, que se hizo cargo del llamado Ministerio-
Regencia. El 14 de enero de 1875 Alfonso XII entraba triunfalmente en Madrid y confirmaba al político
malagueño al frente del Ejecutivo. El régimen de la Restauración se subdivide en 3 fases:
- 1875-1885. Reinado de Alfonso XII.
- 1885-1902. Minoría de edad de Alfonso XIII. Regencia de su madre, María Cristina de Habsburgo-
Lorena.
- 1902-1931. Reinado de Alfonso XIII y Dictadura de Primo de Rivera (1923-29).

La gestación del nuevo régimen no fue fácil, se vino fraguando desde las Cortes Constituyentes de 1869, donde
el pequeño grupo liberal conservador (liderado por Cánovas) actuó calladamente en la oposición y a la espera
de conseguir una solución de estabilidad política para el país. Tras el fracaso de la monarquía de Amadeo I y
el desbordamiento de los acontecimientos del Sexenio, el político malagueño se erigió en defensor de la
restauración borbónica, pero no de Isabel II (que asociaba a la ingobernabilidad y a la confrontación entre
moderados y progresistas), sino de su joven hijo, el príncipe Alfonso. Su propósito fue instaurar un nuevo
régimen político que representase a la mayoría de las corrientes del liberalismo español, y donde se conciliase
lo antiguo y lo moderno. Buscó mantener el legado básico de la Revolución liberal e incluir parte de los valores
democráticos del 68. En definitiva, una combinación equilibrada de orden y libertad: un “término medio”.
Repasemos los pasos que siguió para conseguirlo:
- Se atrajo a los antiguos moderados isabelinos al nuevo proyecto alfonsino.
- Hizo una llamada a la vieja clase propietaria para defender un sistema que garantizase seguridad y
prosperidad.
- Convenció a los grupos dirigentes del Sexenio, cuyos principales apoyos (las clases medias urbanas)
anhelaban la paz y olvidarse de la pesadilla cantonalista.
- Logró que Isabel II abdicase en su hijo (1870).
- Preparó el terreno en el panorama internacional para ganarse la confianza de las principales potencias
europeas, como Austria-Hungría (tradicional simpatizante de la causa carlista), Francia o Reino Unido.
A tal fin, Cánovas aconsejó la formación del joven príncipe en la Corte austríaca (tradición autoritaria)
y en la Academia Militar británica de Sandhurst (tradición liberal). También se realizaron gestiones
ante el Vaticano, que pese a las reticencias iniciales no opuso ningún obstáculo, pues la mayor parte
del episcopado español era favorable a Alfonso XII.
- Controló al Ejército, pues Cánovas recelaba de un nuevo protagonismo del estamento militar en la
vida política. Paradójicamente, el advenimiento del nuevo régimen se produjo tras el pronunciamiento
del general Martínez Campos en Sagunto.

1.1. El proyecto político de Cánovas.


El malagueño Antonio Cánovas del Castillo (1828-97) fue el máximo artífice de la Restauración, hasta el
punto de que suele emplearse el término “sistema canovista” para referirse a este período. No obstante, sus
ideas no fueron del todo originales.

En su Manifiesto de Manzanares (1854) y su apoyo a O´Donnell se atisban sus ideas de conciliación y de


centralismo político. Él valoraba positivamente los logros obtenidos por la Revolución Liberal: creación de un
estado unitario y centralista, que había fomentado la conciencia nacional española, y el establecimiento de las
bases de una estructura socioeconómica moderna, pero también era consciente de los males que habían
caracterizado ese mismo proceso histórico y que se resumía en la difícil convivencia de las dos grandes
corrientes del liberalismo español: el partido moderado había monopolizado el poder durante la mayor parte
del reinado de Isabel II, lo que obligó al partido progresista a recurrir al pronunciamiento como única vía de
acceso al Gobierno. La consecuencia fue la militarización de la vida política.

Tras el fracaso del Sexenio democrático, Cánovas estimó que la única solución era apelar a lo que él llamaba
la “constitución interna” de las naciones, cuyos elementos básicos en el caso de España habían sido la Corona
y las Cortes. A él le tocaba construir (en torno a estas dos instituciones) un nuevo sistema político basado en:
- Una monarquía hereditaria, constitucional y doctrinaria (expresada en el Manifiesto de Sandhurst).
- Una nueva Constitución, aceptada por todos los partidos simpatizantes de la monarquía de Alfonso
XII. El resto de las formaciones quedaban fuera del sistema (carlistas, republicanos, nacionalistas,
socialistas, anarquistas).
- Predominio del poder civil sobre el militar (para alejar el fantasma del pronunciamiento).
- La alternancia pacífica de dos partidos en el poder (conservador y liberal), que no se basaba en la
voluntad del cuerpo electoral (pues no tenía ni independencia, ni voz propia), sino en la decisión del
monarca, que se convierte en el árbitro de la vida política.
- En definitiva, un régimen político que aunase tradición y modernidad, orden y libertad. Sin
embargo, de carácter antidemocrático, porque se sustentaba en la exclusión de la gran masa de
población, en el predominio de una minoría oligárquica y en el fraude continuo del sistema electoral.
Una realidad, no obstante, no exclusiva de nuestro país.

2. Las bases políticas del sistema.


2.1. La Constitución de 1876.
Las elecciones de 1876, celebradas mediante sufragio universal masculino (>25 años) y con una clara
manipulación, dieron una abrumadora victoria al partido liberal-conservador de Cánovas. Además, las Cortes
electas tuvieron una buena representación de los constitucionales del 68 (con Sagasta a la cabeza), algún
republicano y un grupo de antiguos moderados.

Una Comisión de Notables, presidida por Manuel Alonso Martínez, redactó el proyecto constitucional, si bien
subyacía claramente en él el pensamiento canovista.

La Constitución de 1876, la de mayor vigencia en España hasta la fecha, fue un modelo de brevedad (89
artículos agrupados en torno 13 títulos), de flexibilidad y de síntesis. Su base programática fue el liberalismo
doctrinario de la Constitución de 1845 con la adopción del principio de soberanía compartida entre monarca
y Cortes (artículo 18), pero incorporó aspectos democráticos del 69, como una amplia declaración de derechos
individuales, aunque su concreción se remitió a una posterior legislación. En el caso de la cuestión religiosa,
se llegó a una solución de compromiso al declarar la confesionalidad del Estado al tiempo que se admitía el
derecho de los españoles a practicar otros credos, aunque siempre en el ámbito privado (art. 11).

La Corona se convirtió en uno de los pilares del régimen y se le otorgó un conjunto de prerrogativas como el
derecho de veto, la potestad legislativa compartida con las Cortes, el nombramiento de los ministros y la
jefatura del ejército.

Asimismo, la constitución establecía una composición bicameral de las Cortes, dos cuerpos colegisladores
iguales en facultades (artículo 19) en la línea de constituciones anteriores. El Senado era de composición mixta,
pues coexistían los senadores vitalicios (por derecho propio o nombrados por el rey) y los electos por un
período de 5 años. Entre los primeros estaban los miembros de la familia real, representantes de la alta nobleza,
del clero, del ejército o de las instituciones del Estado. Los designados por la corona lo eran en función de una
serie de requisitos profesionales o de renta. Los senadores elegidos saldrían de diversas corporaciones civiles,
políticas o religiosas, junto con los mayores contribuyentes de cada provincia, a través de un método indirecto.

En cuanto al Congreso de los Diputados, todos sus miembros eran elegidos a razón de uno por cada 50 mil
habitantes por un período de 5 años (artículo 27). No se concretaba el tipo de sufragio, pero con posterioridad
se implantó el sufragio censitario por la Ley Electoral de 1878, que pasó a universal masculino por la reforma
de 1890 aprobada por el liberal Sagasta.

La declaración de derechos fue similar a 1869, aunque se recortaban o se remitían a leyes posteriores. Las
restantes cuestiones contenidas en la Constitución de 1876, como por ejemplo la administración de justicia o
los ayuntamientos, se abordaron de forma imprecisa y se remitieron a un desarrollo legislativo posterior.

2.2. Los partidos políticos del sistema. Las bases sociales.


El sistema político de la Restauración se basó en la alternancia de dos partidos, el conservador (antes liberal-
conservador) y el liberal (antes liberal-fusionista). Ambos respondieron a las características propias de los de
otros sistemas liberales europeos del siglo XIX:
- eran partidos de notables o parlamentarios, es decir, estaban dominados por unos pocos individuos,
que tenían una base electoral propia y estable.
- estaban compuestos y controlados por las clases propietarias (aristocracia y gran burguesía), sobre
todo en el partido conservador, y por elementos de las clases medias acomodadas (profesiones
liberales) en el liberal.
- desde el punto de vista ideológico, ambos compartían un programa común basado en: la defensa de
la monarquía, la Constitución, el sistema capitalista y la consolidación del Estado Liberal, unitario y
centralista. Las diferencias eran, pues, mínimas, aunque los conservadores, por lo general eran más
proclives al inmovilismo político y a la defensa de la Iglesia y del orden social, mientras que los
liberales solían defender proyectos de carácter más progresista o laico.

Como puede verse, no eran partidos de masas con una organización amplia y centralizada, ni defendían
intereses económicos o ideológicos específicos; tampoco eran esencialmente dependientes de la opinión
pública expresada en unas elecciones, pues en ellas sólo participaba una pequeña parte de la población.

El Partido Conservador tuvo en Cánovas del Castillo a su fundador y gran figura. Su germen estaba en el
pequeño grupo de oposición liberal-conservadora surgido en la Cortes Constituyentes del Sexenio, donde
también destacó Francisco Silvela. Fracasada la monarquía de Amadeo I, empezó a fraguarse la alternativa
restauracionista en torno al príncipe Alfonso, y pasó a llamarse partido alfonsino. El pequeño grupo creció con
la adhesión de muchos elementos de la Unión Liberal y con algunos revolucionarios “arrepentidos”, como
Romero Robledo. No fue hasta tras el pronunciamiento de Martínez Campos cuando los antiguos moderados,
fieles a Isabel II y la Constitución de 1845, engrosaron sus filas.

La formación del Partido Liberal fue más compleja y aportó al sistema de la Restauración el legado
democrático de la Revolución de 1868. Su principal líder fue Mateo Práxedes Sagasta (1827-1903), hombre
clave del Sexenio, que ocupó la jefatura de Gobierno varias veces y fue líder del partido constitucional
(formado tras la escisión de los progresistas), que aunaba el ala derecha de éstos y el ala izquierda de la Unión
Liberal. Tras varios años de reticencias y de oposición a la Constitución de 1876, los partidarios de Sagasta
aceptaron las nuevas reglas de juego, también se les sumaron otras personalidades políticas del Sexenio, como
los radicales o, incluso, los republicanos de Castelar, creándose así el partido liberal-fusionista en 1880.
Quedaban así definidos los dos partidos del sistema: los llamados partidos dinásticos.

Hubo otras fuerzas políticas en la España de la Restauración, pero operaban fuera del sistema y constituían su
oposición. Por supuesto, el régimen siempre quiso mantener alejado el peligro de una revolución social que
alterase el orden liberal burgués. A la izquierda quedaba todo el conjunto de grupos republicanos (unitarios y
federales), mientras que en la derecha estaban los carlistas, aunque algunos de ellos se integraron en el partido
conservador a través del llamado integrismo católico. Por otra parte, y también en la izquierda del sistema, hay
que situar al movimiento obrero, tanto anarquista como marxista, éste último organizado el PSOE a partir de
1879 con la fundación por Pablo Iglesias, entre otros. También en los años noventa comenzaron a surgir los
movimientos regionalistas y nacionalistas periféricos (Cataluña y País Vasco, sobre todo), que reaccionaron
contra el centralismo liberal y defendieron sus peculiaridades nacionales.

A nivel social, el sistema canovista contó con una amplia base conformada por la gran burguesía industrial y
financiera, la nobleza terrateniente, la burguesía rural y los pequeños propietarios agrícolas, así como las clases
medias urbanas. El ejército abandonó la práctica del pronunciamiento y se profesionalizó, asumiendo el rey la
jefatura militar en una línea de actuación que siguieron sus sucesores. Por su parte, la Iglesia recobró su antiguo
prestigio e influencia, sobre todo en la enseñanza, aunque no faltaron las fricciones y los brotes de
anticlericalismo. En cuanto al campesinado y al proletariado urbano, se mantuvieron indiferentes y fueron
absorbidos paulatinamente por ideales anarquistas y socialistas, en constante auge, en sintonía con el resto del
continente.

2.3. El funcionamiento del sistema.


Ya se ha dicho que el sistema político de la Restauración se basó en la alternancia pacífica de dos partidos en
el gobierno. El acceso al poder de uno u otro dependía de dos factores principales: la confianza del rey y la
posesión de una mayoría parlamentaria. Para asegurarse la última los partidos “controlaban” la consulta
electoral.
El mecanismo de actuación solía ser el siguiente: cuando el partido en el gobierno sufría un proceso de desgaste
político y perdía la confianza de las Cortes, el rey llamaba al jefe del partido de la oposición para formar
gobierno. A continuación, se disolvían las Cortes y se convocaban elecciones con el objetivo de construirse
una mayoría parlamentaria suficiente. El fraude y el caciquismo aseguraban la victoria del partido del gobierno.

La dirección de la maquinaria electoral se centraba en Madrid, donde los líderes de los ambos partidos se
ponían de acuerdo para elaborar el llamado encasillado, una lista en la que figuraban aquellos candidatos que
contaban con el favor del gobierno, junto con la relación de distritos en los que aparecía dividido el país a
efectos electorales. El ministro de Gobernación enviaba a las provincias las propuestas de candidatos oficiales
y allí los gobernadores civiles se contactaban con los notables locales o caciques. Los candidatos oficiales
tenían prácticamente asegurada la elección antes de celebrarse, pero cuando el pacto se convertía en algo
imposible o inseguro, se recurría al pucherazo, consistente en la aplicación de la coacción, violencia, fraude,
compra de votos, etc.

El entramado electoral se sustentaba también en el caciquismo, un sistema apoyado en individuos o familias


que, por su poder económico o por sus influencias políticas, controlaban una determinada circunscripción
electoral. El caciquismo fue más palpable en las zonas rurales, donde una buena parte de la población estaba
supeditada a los intereses de los caciques quienes, gracias al control de los ayuntamientos, hacían informes y
certificados personales, controlaban el sorteo de las quintas, repartían las contribuciones, resolvían trámites
burocráticos. Gracias al reparto de favores se granjeaban la fidelidad a sus intereses. Por ello es famoso el
aforismo: “Al amigo, el favor y al enemigo, la ley”.

3. La obra de los conservadores y de los liberales


El conservador Cánovas empleó los primeros años en consolidar el sistema y a resolver los conflictos
pendientes desde el Sexenio: la Tercera Guerra Carlista y la insurrección cubana.

La Tercera Guerra Carlista venía ensangrentando las regiones de Cataluña, Navarra y País Vasco desde 1872.
Las partidas guerrilleras del centro de la Meseta fueron rápidamente sometidas. En Cataluña el problema era
más grave, pues las partidas dominaban prácticamente todo el medio rural, aunque en el verano de 1875 fueron
derrotadas por el general Martínez Campos. En Navarra y País Vasco, la guerra se prolongó más tiempo. Este
foco sólo fue liquidado cuando el grueso del ejército liberal se trasladó allí y tomó Estella en febrero de 1876,
con la presencia del propio rey Alfonso.

La victoria definitiva del Estado contra el carlismo tuvo una primera consecuencia: fue abolido el régimen
foral, y los vascos quedaron sujetos al pago de impuestos y a la recluta de quintos. A cambio, se estableció un
sistema de conciertos económicos que permitía un cierto grado de autonomía financiera, fiscal y
presupuestaria.

La guerra de Cuba se remontaba a la insurrección independentista en 1868. Para pacificar la colonia, se envió
a Martínez Campos a finales de 1876. La suma de factores como el cansancio, el uso de medidas pacificadoras
y la presión militar hizo posible firmar la Paz de Zanjón en 1878. Supuso una amplia amnistía, la abolición de
la esclavitud y un proceso de reformas políticas y administrativas. Pero el atraso e incumplimiento de estos
acuerdos provocó un nuevo conflicto en 1879 y la insurrección definitiva de 1895.

Por su parte, el partido liberal de Sagasta representaba el legado del Sexenio revolucionario. Por eso, cuando
alcanzó el poder entre 1881 y 1883 inició su programa reformista. Aunque la verdadera oportunidad de
aplicación de dicho proyecto le llegó durante el llamado “Gobierno Largo de Sagasta” (1885-90).

Conclusión
El temor a una posible desestabilización del sistema político tras la desaparición del rey (1885) impulsó a los
dos partidos dinásticos a llegar a un acuerdo, el llamado Pacto de El Pardo, que dio paso a un gobierno liberal
que, con su talante reformista, permitió asegurar la continuidad del régimen con la Regencia de María
Cristina.

El nuevo gobierno liberal llevó a cabo una serie de reformas emblemáticas: sufragio universal para elecciones
municipales (1882), abolición de la esclavitud en las colonias (1886), Ley de Asociaciones (1887),
promulgación del Código Civil (1889) y, por fin, la ley del sufragio universal para elecciones generales (1890).
De esta manera, se ampliaba el censo electoral desde los aproximadamente 800.000 votantes hasta cerca de 5
millones, al tener derecho al voto todos los varones mayores de 25 años. Pero la permanencia de los viejos
mecanismos creados por el sistema para el control electoral imposibilitó que la universalización del sufragio
se convirtiese en un elemento democratizador del sistema.

Tema 5. El régimen de la Restauración.


Características y funcionamiento del sistema canovista
Introducción
1. La génesis de la Restauración.
1.1. El proyecto político de Cánovas.
2. Las bases políticas del sistema.
2.1. La Constitución de 1876.
2.2. Los partidos políticos del sistema. Las bases sociales.
2.3. El funcionamiento del sistema.
3. La obra de los conservadores y de los liberales
Conclusión.

Introducción

1. La génesis de la Restauración.
pronunciamiento general Martínez Campos a favor de Alfonso XII (29 de dic. 1874 en Sagunto)
Ministerio-Regencia de Cánovas
14 de enero de 1875 Alfonso XII entraba triunfalmente en Madrid
Régimen de la Restauración se subdivide en 3 fases:
- Reinado de Alfonso XII (1875-85)
- Minoría de edad de Alfonso XIII. Regencia de su madre, María Cristina (1885-1902)
- Reinado de Alfonso XIII (1902-1931) y Dictadura de Primo de Rivera (1923-29)

1.1. El proyecto político de Cánovas


Antonio Cánovas del Castillo, máximo artífice de la Restauración (“sistema canovista”)
Manifiesto de Manzanares (1854) ideas de conciliación y de centralismo político
Tras el fracaso del Sexenio democrático, Cánovas apela la “constitución interna” de España: Corona y las
Cortes.
un nuevo sistema político en torno a estas dos instituciones basado en:
- monarquía hereditaria, constitucional y doctrinaria (Manifiesto de Sandhurst).
- nueva Constitución
- predominio del poder civil sobre el militar
- alternancia pacífica de dos partidos en el poder (conservador y liberal)
- régimen político que aunase tradición y modernidad, orden y libertad.

2. Las bases políticas del sistema.


2.1. La Constitución de 1876
elecciones 1876, victoria partido liberal-conservador de Cánovas (sufragio universal masculino >25 años
- brevedad (89 artículos), flexibilidad y síntesis.
- principio de soberanía compartida entre monarca y Cortes
- amplia declaración de derechos individuales
- cuestión religiosa: solución de compromiso: confesionalidad del Estado y derecho a practicar otros credos
- Corona: derecho de veto, potestad legislativa compartida con las Cortes, nombramiento de los ministros y
la jefatura del ejército.
- Cortes composición bicameral (Senado y Congreso de los Diputados)
2.2. Los partidos políticos del sistema. Las bases sociales
El sistema político de la Restauración se basó en la alternancia de dos partidos, el conservador y el liberal,
características:
- eran partidos de notables
- estaban compuestos y controlados por las clases propietarias y las clases medias acomodadas
- desde el punto de vista ideológico, ambos compartían un programa común basado en: la
defensa de la monarquía, la Constitución, el sistema capitalista y la consolidación del Estado Liberal,
unitario y centralista.
Partido Conservador, Cánovas del Castillo
Partido Liberal, Mateo Práxedes Sagasta
otras fuerzas políticas:
- grupos republicanos (unitarios y federales)
- los carlistas
- movimiento obrero, tanto anarquista como marxista (PSOE)
- movimientos regionalistas y nacionalistas periféricos
A nivel social, el sistema canovista contó con una amplia base conformada por la gran burguesía industrial y
financiera, la nobleza terrateniente, la burguesía rural y los pequeños propietarios agrícolas, así como las
clases medias urbanas. El ejército abandonó la práctica del pronunciamiento y se profesionalizó

2.3. El funcionamiento del sistema.


el sistema político de la Restauración se basó en la alternancia pacífica de dos partidos en el gobierno. El
acceso al poder de uno u otro dependía de dos factores principales: la confianza del rey y la posesión de una
mayoría parlamentaria. Para asegurarse la última los partidos “controlaban” la consulta electoral.
- mecanismo de actuación: disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones
- maquinaria electoral: encasillado, pucherazo, caciquismo

3. La obra de los conservadores y de los liberales


conflictos pendientes desde el Sexenio:
- Tercera Guerra Carlista
- fue abolido el régimen foral,
- se estableció un sistema de conciertos económicos que permitía un cierto grado de
autonomía financiera, fiscal y presupuestaria.
- Guerra de Cuba
- Paz de Zanjón en 1878
Pacto de El Pardo: continuidad del régimen con la Regencia de María Cristina.
- “Gobierno Largo de Sagasta” (1885-90).
- abolición de la esclavitud en las colonias (1886),
- Ley de Asociaciones (1887),
- promulgación del Código Civil (1889) y,
- ley del sufragio universal para elecciones generales (1890).

Conclusión.
Tema 6. Guerra Colonial y crisis de 1898.
Introducción.
La historiografía española considera la crisis del 98 un hito esencial de nuestra historia contemporánea, pues
marcó el final de una época y el inicio de otra. Supuso la primera gran crisis del sistema de la Restauración.
En el plano internacional se confirmó el paso de España a potencia de segundo orden, al perder los restos de
su imperio colonial (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). España se encontraba aislada internacionalmente, pues no
había conseguido entrar en ninguno de los sistemas bismarckianos, ni tampoco participar en el reparto de
África. Es en ese contexto de reajuste colonial cuando España acabó dirigiendo sus deseos imperialistas a
Marruecos (Conferencia de Algeciras, 1906).

A nivel interno, la crisis generó una fuerte inestabilidad política y social, además de una honda depresión moral
y anímica en la sociedad española. El contrapunto fue un importante desarrollo intelectual cuyas principales
manifestaciones fueron el regeneracionismo y la Generación del 98.

1. Proceso de Independencia de Cuba.


Las Antillas son un archipiélago situado en el mar Caribe, en la parte oriental de América Central. Se dividen
en dos zonas, Grandes Antillas (Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico) y Pequeñas Antillas. Poseen una
situación estratégica, pues cierran el golfo de México y además están muy próximas a Estados Unidos.

Cuba siempre tuvo una especial vinculación con España. Permaneció al margen de los movimientos
independentistas que recorrieron la América española de norte a sur y se mantuvo unida a España a lo largo
del siglo XIX. Basaba su riqueza en la caña de azúcar y en otros productos, como el tabaco, que exportaba a
Estados Unidos y a España. Esta isla significó, desde un punto de vista colonial, lo mismo que la India para
Inglaterra o Argelia para Francia.

En la segunda mitad del siglo XIX se inició el proceso de independencia de estos territorios, un proceso al que
los diferentes gobiernos no supieron darle solución. La gran preocupación de los gobiernos del Sexenio
Democrático (cuando se inició la primera guerra de independencia de Cuba) y de los gobiernos de la
Restauración fue mantener a toda costa la soberanía sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas, en vez de promover
soluciones políticas de carácter autonomista que satisficieran las demandas de la burguesía criolla (que se
sentía relegada en la toma de decisiones sobre sus islas).

La primera fase de la Guerra de Independencia Cubana (1868-78), conocida como Guerra Larga se inició con
el Grito de Yara y fue dirigida por el terrateniente criollo Manuel Céspedes. Finalizó, tras la actuación del
general Martínez Campos, con la Paz de Zanjón, pero esto no significó la solución del problema, sino sólo
un punto y aparte. El tratado prometía unas nuevas condiciones políticas y administrativas, mismo nivel de
representación política en las Cortes que a los habitantes de la península, participación en el gobierno de la
isla, libertad de comercio, el fin de la esclavitud y una amnistía. Sin embargo, el cumplimiento de lo pactado
se demoró en exceso y las primeras tentativas de dotar a Cuba de instituciones de gobierno autonomistas
llegaron muy tarde.

En 1879 se reprodujo la insurrección contra la presencia española en la isla, fue la llamada Guerra Chiquita
y fue sofocada un año después debido a su falta de apoyos y a la superioridad militar española sobre los
“mambises” (guerrilleros). En 1893 el intelectual José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano gracias
al apoyo de Estados Unidos, que se sumó a los dos ya existentes en la isla (Autonomista Cubano y Unión
Constitucional). Pronto alcanzó un amplio respaldo social y el de los generales que habían luchado contra las
tropas españolas en la Guerra Larga y no aceptaron las condiciones del acuerdo de paz.

El Partido Liberal de Sagasta era partidario de introducir mejoras, de conceder una amplia autonomía a la isla,
en tanto que el conservador Cánovas del Castillo defendía el statu quo existente. El gobierno español había
elevado las tarifas arancelarias a los productos no españoles vendidos en la isla, lo que perjudicaba los intereses
de Estados Unidos, principal cliente cubano. De hecho, Estados Unidos importaba el 88,1% de las
producciones cubanas (tabaco y caña de azúcar). El presidente norteamericano William Mckinley protestó
contra el fuerte proteccionismo y amenazó con cerrar las puertas al tabaco y al azúcar cubanos si España
continuaba su política arancelaria.
2. La gran insurrección. Cuba y Filipinas.
El 24 de febrero de 1895, con el llamado Grito de Baire, se iniciaba un levantamiento generalizado por toda
la isla, desde Santiago de Cuba hasta la zona occidental donde se situaba la capital, La Habana. En ella
participaron la pequeña burguesía independentista y, sobre todo, los sectores populares.

Cánovas del Castillo, jefe del gobierno español, envió una expedición militar bajo el mandato del general
Martínez Campos, que pensaba conciliar nuevamente la acción militar con la negociación con los sublevados.
Pero esta vez no obtuvo el éxito esperado, por lo que fue sustituido por el general Valeriano Weyler, partidario
de una fuerte represión para acabar con el problema. Su plan consistió en dividir el territorio de la isla en tres
zonas mediante trochas o líneas fortificadas que impedían el paso de los insurrectos, lo cual facilitaba su
represión. Con la desaparición de Antonio Maceo (líder de la revolución, que se sumó a la temprana muerte
de José Martí) la guerra se inclinó a favor de España, pero entonces se produjo la intervención norteamericana.
La crueldad de Weyler provocó una protesta internacional, y esto fue el pretexto de Estados Unidos para
intervenir. No olvidemos la vigencia de la doctrina defendida por el presidente norteamericano James Monroe
(1823), resumida en el lema “América para los americanos”.

Tras el asesinato de Cánovas (1897) y ante el fracaso de Weyler, el gobierno liberal decidió destituirlo y enviar
al general Blanco, quien inició una estrategia de conciliación. Se decretó la autonomía de Cuba, el sufragio
universal masculino, la igualdad de derechos entre insulares y españoles y la autonomía arancelaria. Pero estas
medidas llegaron demasiado tarde, pues los isleños ya contaban con la colaboración de EE.UU. y no aceptaron.

También en Filipinas se había producido una rebelión en 1896. Dicho archipiélago fue descubierto durante la
vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano. Localizado en el sureste de Asia, en el océano Pacífico, recibió
escasos inmigrantes españoles. Existía una débil ocupación militar, reforzada por la presencia de misioneros
de las principales órdenes religiosas. Los intereses económicos españoles no eran tan numerosos como en
Cuba, pero destacaba la producción de tabaco y su situación estratégica como enclave comercial con el
continente asiático.

Las ideas independentistas habían calado en la Liga Filipina, organización fundada por José Rizal (1892) y
en una organización clandestina llamada Katipunan. Tenían el apoyo de una facción de la burguesía mestiza
hispanoparlante y de grupos indígenas. La insurrección se extendió por la provincia de Manila y el capitán
general García Polavieja practicó una política de represión, condenando a muerte a Rizal. El nuevo gobierno
liberal (1897) nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera que negoció con los jefes de la insurrección
una pacificación momentánea del archipiélago.

3. La intervención de Estados Unidos. La Paz de Paris.


Los Estados Unidos habían establecido su área de expansión por la región del Caribe y por el Pacífico, donde
ya habían dejado sentir su influencia en Hawai y en Japón. Su interés por Cuba le llevó a realizar ofertas de
compra de la isla a los españoles, que España siempre rechazó. Tales hechos llevaron al presidente
norteamericano Mckinley a apoyar a los insurrectos frente a los españoles.

En abril de 1898, se produjo el estallido del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana,
hecho imputable a España según la prensa amarilla norteamericana dirigida por los magnates Pulitzer y Hearst,
que sólo buscaban el interés de las compañías azucareras de su país en la isla. En este contexto Estados Unidos
envió un ultimátum exigiendo la retirada de España de la isla. El gobierno español negó los hechos, rechazó
el ultimátum y amenazó con declarar la guerra si los americanos invadían Cuba. Conscientes de la inferioridad
militar española, nuestros gobernantes consideraron una humillación el ultimátum y comenzó la guerra entre
ambas naciones.

La guerra supuso un fuerte desgaste en vidas humanas para los españoles al desarrollarse en plena selva, la
“manigua”, y frente a unas fuerzas bien adaptadas a su terreno. Los soldados españoles no estaban preparados:
mal aprovisionados, faltos de pertrechos y afectados por enfermedades tropicales, sufrieron una elevada
mortandad.

Una escuadra mandada por el almirante Cervera partió rumbo a Cuba y fue derrotada en la batalla de
Santiago. Se enfrentaron barcos desvencijados contra navíos modernos. Por otra parte, Estados Unidos derrotó
a los españoles en Filipinas en la batalla de Cavite. En diciembre de 1898 se firmó la Paz de París, por la que
España abandonaba Cuba, Filipinas y Puerto Rico, que se convirtieron en un protectorado norteamericano. El
ejército español regresó vencido y humillado y los españoles allí residentes prepararon su repatriación y la de
sus intereses. Finalizaba así aquel viejo imperio “donde no se ponía el Sol”.

4. Las consecuencias del desastre del 98.


La derrota frente a los Estados Unidos y la pérdida de las colonias son conocidas en España como el “desastre
del 98”. Se convirtió en símbolo de la primera gran crisis política de la Restauración.

4.1. Una crisis política y moral.


El impacto económico de la pérdida de Cuba no fue tan elevado. Para afrontar las deudas contraídas por la
guerra cubana se ejecutó una reforma de la Hacienda que supuso un aumento de la presión fiscal.
Económicamente afectó a las exportaciones textiles catalanas y a las importaciones de materias primas baratas,
agudizando el déficit de la balanza de pagos e incrementando el proteccionismo comercial, si bien la
repatriación de capitales compensó en algo los efectos negativos.

La crisis del 98 fue sobre todo una crisis moral e ideológica, tan profunda y amplia que hizo tambalearse al
sistema de la Restauración (todavía se emplea el dicho “más se perdió en Cuba”). A partir de aquí, los
nacionalismos se expanden, el movimiento obrero y el republicanismo se radicalizan, comienza un
renacimiento del militarismo (el ejército derrotado se consideraba garante de la unidad nacional y de la paz
social, que amenazaban, respectivamente, los nacionalismos y el movimiento obrero), se presta una mayor
atención a Marruecos y se generalizan las críticas al sistema canovista. La prensa extranjera presentaba a
España como una “potencia moribunda” (en palabras del primer ministro británico Lord Salisbury),
caracterizada por un ejército ineficaz, un sistema político corrupto y una clase política incompetente.

Muchos historiadores opinan que el 98 marcó el inicio de la crisis de la Restauración y el nacimiento de otra
época. Esta crisis tuvo su continuidad en la Semana Trágica de Barcelona de 1909, la crisis de 1917 y el
desastre de Annual (Marruecos), hasta alcanzar la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

4.2. El regeneracionismo.
Había consenso en que la causa fundamental del desastre estaba en nuestro retraso con respecto a los países
del entorno. En ese contexto se desarrolló el movimiento regeneracionista, que culpaba a la Restauración de
todos los males del país y que persiguió una modernización política, económica y social. Según este
movimiento “había que europeizar España”.

El Regeneracionismo intelectual: Entre sus líderes destacaron: Lucas Mallada, Macías Picavea, Valentín
Almirall, los miembros de la Generación del 98, y, sobre todo, Joaquín Costa, quien propugnaba la necesidad
de modernizar España y olvidar las glorias del pasado: "Escuela y despensa y cien llaves al sepulcro del Cid".
Pretendía sustituir la política del régimen de la Restauración, que favorecía a la oligarquía, por otro que
beneficiase a las clases medias. Así proponía:
- el reparto de la tierra, la restauración de la antigua práctica española del colectivismo agrario
eliminado con las desamortizaciones.
- la construcción de grandes obras hidráulicas, capaz de aliviar la agricultura en un país con escasas
precipitaciones, irregulares y mal repartidas territorialmente.
- la extensión de un programa educativo, acompañado de la construcción de escuelas que sacará a las
masas de su tradicional ignorancia.
A este regeneracionismo intelectual le iba a suceder otro regeneracionismo más práctico, el de los políticos,
defendido desde muy diversos ángulos políticos.

La Generación del 98: este grupo se formó influenciado por el desastre del 98, el regeneracionismo y Joaquín
Costa. Todos ellos, Unamuno, Machado, Azorín, Baroja, Maeztu y Ganivet tienen en común su procedencia
periférica y su interés por Castilla, pero sobre todo les unió su "común dolor" por España y su decadencia. Su
preocupación giró en torno al "problema de España", de su definición como nación, de la búsqueda de sus
señas de identidad nacional, del alejamiento entre la España real y la España oficial, y de las causas de su
atraso con relación a Europa.

Los Regeneracionismos políticos: La crítica al sistema de la Restauración y al caciquismo que impedían la


modernización de España era común; ahora bien, la forma de conseguir esa modernización variaba tanto como
las distintas opciones políticas existentes. Podemos establecer una doble división; uno surgido dentro del
mismo régimen partidario de la revolución desde arriba (los partidos dinásticos) y otro partidario de la
revolución desde abajo, defendido por los republicanos y los socialistas.

Partidos Dinásticos. Silvela, Maura (ambos conservadores) y Canalejas (liberal) se convirtieron en el prototipo
de políticos regeneracionistas, intentando hacer "la revolución desde arriba", luchando contra el caciquismo.

Los Nacionalismos periféricos. Estos achacaban al estado liberal centralista la culpa de los males que asolaban
España. Los catalanes especialmente y, en menor medida, los vascos empezaron a contemplar la autonomía
como parte integral de la regeneración de España y de las reivindicaciones propias. Por otra parte, estos
nacionalistas catalanes se implicaron tanto en la regeneración de España que formaron parte de los gobiernos
centrales para hacerlo según sus propias ideas, como hizo Cambó.

Los Republicanos. Al igual que los nacionalismos periféricos, a partir de este momento van a conocer
momentos de desarrollo político. Achacaban todos los males a la monarquía y sus estructuras y defendían una
República como sistema de gobierno que posibilitaría la modernización.

El Movimiento Obrero. También conoció un gran desarrollo y culpaba a la monarquía y los partidos dinásticos
de las pésimas condiciones de vida y trabajo de los trabajadores. Reclamaban un nuevo sistema de gobierno
más acorde con los intereses de la clase trabajadora.

El Ejército. El desastre repercutió también sobre la ideología y el comportamiento de los militares. El ejército,
en su conjunto, se inclinó hacia posiciones conservadoras o autoritarias y abandonó las tendencias populistas
y republicanas que tuvo en el siglo XIX. El divorcio ejército-sociedad se gestó a raíz del 98. Los militares
achacaron a los políticos la responsabilidad del desastre, al sistema parlamentario la culpa de todos los males
de la nación, en tanto que las clases populares eran concebidas como una amenaza para el orden social.

Todos estos regeneracionismos, salvo el de los partidos dinásticos, confluyeron en la crisis de 1917.

Conclusión
La Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII supuso una etapa de estabilidad que duró hasta finales
del siglo XIX. Esa estabilidad estuvo propiciada por la Constitución de 1876, el sistema bipartidista creado
por Cánovas y una cierta prosperidad económica. Pero tales logros no ocultaban los grandes defectos del
sistema: fraude electoral y caciquismo que dejaba a las masas fuera del sistema (republicanos, movimiento
obrero). A la vez afloraron en las regiones periféricas los primeros movimientos regionalistas y nacionalistas
que aspiraban a conseguir un cierto grado de autonomía en un estado fuertemente centralizado.

Con la pérdida se empleó el término “desastre” y el pesimismo se adueñó de la sociedad española. España
perdía sus últimas colonias en un momento de expansión del imperialismo europeo y americano y el gobierno
aparecía como el responsable de la catástrofe. Por ello se vio la necesidad de importantes cambios en las
condiciones de vida de los españoles y en su educación; en la organización social, económica y en su política
interior y exterior. Sólo con cambios profundos se podría recuperar el prestigio perdido. El sistema de la
Restauración estaba obsoleto y acabó saltando por los aires en los años treinta, tras el fallido proyecto
dictatorial de Primo de Rivera (1923-29) y la proclamación de la II República en 1931.

Temas 6. Guerra Colonial y crisis de 1898.

Introducción
1. Proceso de Independencia de Cuba.
2. La gran insurrección. Cuba y Filipinas.
3. La intervención de Estados Unidos. La Paz de Paris.
4. Las consecuencias del desastre del 98.
4.1. Una crisis política y moral.
4.2. El regeneracionismo.
Conclusión.
1. Proceso de Independencia de Cuba.
la crisis del 98 marcó el final de una época y el inicio de otra.
La isla de Cuba, la “perla de las Antillas”.
- primera fase de la Guerra de Independencia Cubana (1868-78), Guerra Larga
- se inició con el Grito de Yara, dirigida por el terrateniente criollo Manuel Céspedes.
- finalizó con la Paz de Zanjón (actuación del general Martínez Campos)
- Guerra Chiquita 1879-80
- 1893 el intelectual José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano
- elevación tarifas arancelarias, EE.UU. amenazó con no comprar tabaco y azúcar cubanos
2. La gran insurrección. Cuba y Filipinas.
Grito de Baire (24 de febrero de 1895)
general Martínez Campos, sustituido por el general Valeriano Weyler
intervención norteamericana
general Blanco, quien inició una estrategia de conciliación.

en Filipinas se había producido una rebelión en 1896


Liga Filipina, organización fundada por José Rizal (1892)
general García Polavieja practicó una política de represión
3. La intervención de Estados Unidos. La Paz de Paris.
presidente norteamericano Mckinley
estallido del acorazado estadounidense Maine (abril de 1898)
escuadra mandada por el almirante Cervera, derrotada en la batalla de Santiago.
Estados Unidos derrotó a los españoles en Filipinas en la batalla de Cavite.
diciembre de 1898 se firmó la Paz de París,
4. Las consecuencias del desastre del 98.
primera gran crisis política de la Restauración
4.1. Una crisis política y moral.
- escaso impacto económico de la pérdida de Cuba. Aumento de la presión fiscal
- una crisis política y moral
- los nacionalismos se expanden
- el movimiento obrero y el republicanismo se radicalizan
- comienza un renacimiento del militarismo
- se generalizan las críticas al sistema canovista
- prensa extranjera presentaba a España como una “potencia moribunda”
4.2. El regeneracionismo.
Culpaba a la Restauración de todos los males del país
- persiguió una modernización política, económica y social (“había que europeizar España”)
- El Regeneracionismo intelectual. Joaquín Costa proponía:
- el reparto de la tierra
- la construcción de grandes obras hidráulicas
- la extensión de un programa educativo
- La Generación del 98: preocupación giró en torno al "problema de España", de su definición como
nación, de la búsqueda de sus señas de identidad nacional, del alejamiento entre la España real y la
España oficial, y de las causas de su atraso con relación a Europa.
- Los Regeneracionismos políticos: doble división:
- uno surgido dentro del mismo régimen partidario de la revolución desde arriba (los partidos
dinásticos)
- y otro partidario de la revolución desde abajo, defendido por los republicanos y los
socialistas.
- Partidos Dinásticos. Silvela, Maura (ambos conservadores) y Canalejas (liberal)
- Los Nacionalismos periféricos (catalanes y vascos)
- Los Republicanos.
- El Movimiento Obrero.
- El Ejército (se inclinó hacia posiciones conservadoras o autoritarias)
Todos estos regeneracionismos, salvo el de los partidos dinásticos, confluyeron en la crisis de 1917.
Conclusión
Bibliografía para cerrar el Examen

Siglo XIX
Bahamonde, A. (2005). Historia de España. Siglo XIX. Cátedra.

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