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La competitividad está relacionada con todas aquellas decisiones que permiten a la empresa
ser eficaz (lograr sus objetivos) y eficiente (lograrlos al menor coste) y conseguirlo de manera
continuada en el tiempo (es decir, de forma “sostenible” en el tiempo). Formas de potenciar
esta competitividad son, entre otras: Gestionar, motivar y liderar más eficazmente a su
Personal, implantar sistemas de mejora continua de sus procesos, invertir en el empleo de
nuevas tecnologías capaces de modernizarlos (capaces de reducir y/o evitar defectos de
producción, accidentes, consumo excesivo de energía, etc.), establecer sistemas de
aseguramiento de calidad, reducir costes, etc.
Ahora bien ¿cómo reducir costes? En esta lectura se ofrecen algunas ideas.
Existen diferentes formas de lograrlo y, si bien muchos piensan en “reducción de gastos” como
destitución de personal, reestructuración empresarial o disminución del número de
proveedores… Estas son, más bien, formas de deteriorar la calidad de muchos procesos, lo que
puede redundar “paradójicamente” en mayores costes estratégicos como pérdida de prestigio
e imagen, de clientes, de socios, de oportunidades de negocio, en suma.
Una de las mejores maneras de reducir costes consiste en implantar un sistema de mejora
continua, capaz de gestionar los procesos de forma más eficaz (gestión de proveedores, de
desarrollo y fabricación del producto, de distribución y venta, del servicio post-venta, etc.). Por
tanto, más que tratar de reducir costes, lo que se debe buscar es optimizar su gestión.
Medidas precipitadas
“Las áreas que más se trabajan son la reducción de personal (82%), el incremento de ventas
(71%) y la disminución de gastos generales (65%), frente a otras medidas correctoras más
adecuadas a medio plazo, como el cierre o la venta de unidades de negocio no rentables (32%)
o la eliminación de clientes y productos no rentables (21% y 33%, respectivamente)”.
Estas soluciones precipitadas, por sí solas, “no garantizan reconducir el negocio y sólo permiten
rebajar los costes fijos, a todas luces insuficientes, por lo que es vital compaginarlas con otras
medidas”.
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Resumiendo, se deben gestionar las ventas no sólo desde la facturación, sino desde la
rentabilidad y el valor potencial del cliente.
Según el proveedor
Baños, de AERCE, puntualiza: “Es importante establecer relaciones a largo plazo para trabajar
conjuntamente. En los casos en los que hay mucha competencia y el producto es estándar, no
es tan necesario cerrar acuerdos a largo plazo. Y cuando son proveedores estratégicos para la
empresa, con un coste elevado respecto al total o hay pocos proveedores, a la empresa le
interesa más fijar acuerdos de colaboración a largo”.
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Gestión de las existencias
¿Cuál es el stock idóneo que debe tener una empresa para dar el mejor servicio y evitar
gastos innecesarios? Las ventas perdidas por rotura de stock1, los costes por tener existencias
en exceso o una mala gestión de los imprevistos se pueden evitar… Y todo eso son beneficios
que van a parar a la empresa.
Optimizar el inventario del almacén ahorra dinero que se puede destinar a otras tareas.
Ahorrar en telecomunicaciones
Ésta es otra de las áreas de actividad que más gastos comporta dentro de la estructura de una
empresa: Telefonía fija y móvil, hardware, software, redes inalámbricas, impresión y
digitalización de documentos… Un mal uso de estas tecnologías incrementa de forma
considerable los gastos. Prestar atención al control de los sistemas de climatización, de
iluminación, y al buen funcionamiento de los equipos, etc. es también imprescindible.
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Quedarse sin existencias en almacén de forma que no puede darse servicio a un cliente potencial.
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Dinero en efectivo.
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Implementar el teletrabajo
Permitir que los trabajadores realicen actividades a distancia en lugar de trabajar físicamente
en la oficina, contribuye a recortar ciertos gastos: Alquileres, energía, climatización, agua,
mobiliario, etc. (se requieren espacios de trabajo más pequeños pues parte de la mano de
obra teletrabaja).
El gasto de material
Las empresas suelen utilizar enormes cantidades de cartón corrugado en sus embalajes.
¿Podría ser interesante adquirir maquinaria capaz de compactarlo y envolverlo tras su
utilización? Parece más eficiente (y ecológico) tratar de venderlo que destrozarlo, tirarlo y
pagar a una empresa para que venga a recogerlo.
Metodología de la eficiencia
Una forma eficaz de ahorrar costes consiste en aplicar la filosofía de gestión conocida como
“Lean Management”. En los negocios, “Lean” significa todo aquello que facilita reducir
residuos, desperdicio de recursos, gastos innecesarios. Y con ello no sólo no se reduce el nivel
de calidad del producto o servicio, sino que incluso aumenta. A través de esta filosofía, se
busca potenciar la productividad en todos los sentidos: Ya sea produciendo lo mismo con
menos recursos o generando más con los mismos inputs. Por ejemplo, en lugar de dar a cada
empleado una impresora, exigir que la compartan, o la creación de una impresora por cada
departamento es “lean” (pues ahorra dinero a la compañía y los empleados pueden seguir
realizando su trabajo). Animar a que los empleados traigan sus propios vasos, platos y
utensilios para comer desde casa, no sólo crea un ambiente informal más distendido, sino que
ahorra tener que solicitar suministros a granel de papel, plásticos, etc. Extender esta idea a
todos los procesos permite ganar en eficiencia.
Alianzas Estratégicas
Firmar algún tipo de alianza estratégica con otras empresas puede ser una buena opción para
potenciar la eficiencia. Así, a través de estos acuerdos de cooperación, cada socio se centra en
el recurso o proceso que domina de modo que, en equipo, logran desarrollar proyectos que
de forma individual no podrían afrontar (efecto sinérgico). A través de la alianza, los
“partenaires” comparten ciertos recursos: Conocimientos técnicos del personal, sistemas de
comercialización o transporte, etc. Al compartirlos, los socios “liberan” recursos
potencialmente útiles para otros proyectos (pues ya no tienen que “pagar” por estos
conocimientos o servicios).
Utilizar la Tecnología
Emplear tecnologías que permiten una comunicación virtual, por ejemplo dispositivos de
teleconferencia, facilita reuniones e intercambios de ideas sin necesidad de costosos
desplazamientos.