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Tema 4 - Las normas del gobierno con rango de ley: el decreto-ley y el decreto-legislativo

- Tipos de normas del gobierno con rango de ley


- El decreto-ley
- El decreto legislativo

Tipos de normas del Gobierno con rango de ley


La CE de 1978 reconoce 2 modalidades de normas gubernamentales con rango de ley: los decretos-leyes y
los decretos legislativos.
- Tanto el decreto-ley como el decreto legislativo son manifestaciones de una potestad normativa que la
CE otorga al Gobierno en determinados supuestos, y constituyen, en este sentido, un mecanismo que
permite a este órgano intervenir en la función legislativa. Ambas tienen en común el hallarse dotadas de
rango de ley y como tales pueden ser objeto del control de constitucionalidad.
- Esta potestad normativa del Gobierno para dictar normas con rango de ley tiene un cierto carácter
excepcional ya que sólo puede activarse en los supuestos y bajo las condiciones que le impone el texto
constitucional, y además su ejercicio requiere siempre una intervención del Parlamento con carácter
previo, en el caso de los decretos legislativos y, a posteriori, en el caso de los decretos-leyes.
- Asimismo, el fundamento que origina esta potestad legislativa del Gobierno es diferente en uno y otro
supuesto.
- En el caso de los decretos legislativos, el presupuesto que permite activar la previa delegación de las
Cortes Generales es, precisamente, o bien descargar de obligaciones al Parlamento o bien encargar al
Gobierno una regulación técnica para la cual el Parlamento no cuenta con medios suficientes. 3
- En el caso de los decretos-leyes su fundamento se apoya en la existencia de una situación extraordinaria
y urgente que requiere la adopción de medidas legislativas inmediatas.

Fundamento que origina esta potestad legislativa del Gobierno


- Decretos legislativos: Descargar de obligaciones al parlamento o bien encargar al Gobierno una
regulación técnica para la cual el Parlamento no cuenta con medios suficientes
- Decreto-ley: Situación extraordinaria y urgente que requiere la adopción de medidas legislativas
inmediatas

El decreto-ley
- Es una disposición legislativa dictada por el Gobierno en supuestos de extraordinaria y urgente
necesidad, con carácter provisional y excepcional y que requiere, en todo caso, la colaboración del
Congreso de los Diputados para obtener una vigencia indefinida en el OJ.
- Es una facultad legislativa atribuida directa y originariamente al Gobierno, que la ejerce como propia,
aunque se encuentre limitada formal y materialmente. Ello significa que no requiere una previa
autorización parlamentaria. Es la propia CE la que autoriza al Gobierno a dictar decretos-leyes.

El presupuesto habilitante: la extraordinaria y urgente necesidad


- Es un concepto jurídico indeterminado que debe ser examinado supuesto a supuesto y que, en su caso,
podrá ser revisado por el TC a posteriori.
- Se puede realizar una primera aproximación al concepto a partir de su formulación constitucional.
- Por un lado, la «extraordinaria necesidad» parece indicar que deba tratarse de una situación inusual,
infrecuente, difícilmente previsible y de importancia o gravedad singulares.
- Por otro, el concepto de «urgente necesidad» atiende a una situación que requiere la adopción de unas
medidas de efecto inmediato e inaplazable para no producir una lesión de los intereses públicos, medidas
que además requieren ser adoptadas en un plazo tan breve que haga imposible o inútil acudir al
procedimiento legislativo ordinario, incluso en sus modalidades abreviadas. Además, debe existir una
coherencia entre las medidas adoptadas y la situación de urgencia de forma que aquéllas deban limitarse
a la resolución de la situación que se presenta como inaplazable.

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El presupuesto habilitante
- Extraordinaria necesidad: Situación inusual, infrecuente, difícilmente previsible y de importancia o
gravedad singulares
- Urgente necesidad: Adopción de unas medidas de efecto inmediato e inaplazable para no producir una
lesión de los intereses públicos

El TC, por su parte, ha señalado que la necesidad extraordinaria y urgente no equivale a «una necesidad
absoluta que suponga un grave peligro para el sistema constitucional o para el orden público […], sino que
hay que entenderla con mayor amplitud como necesidad relativa respecto de situaciones concretas de los
objetivos gubernamentales que, por razones difíciles de prever, requieren de una acción normativa
inmediata» (STC 6/1983).
A partir de esta jurisprudencia puede afirmarse que los hechos concretos que permiten acudir a la figura del
decreto-ley son apreciados por el Gobierno según criterios de oportunidad política, sin que ello signifique
que la previsión constitucional es una cláusula «vacía de contenido dentro de la cual el Gobierno puede
moverse sin restricción ninguna». Este margen de apreciación es controlable políticamente en la fase de
convalidación del decreto-ley ante el Congreso de los Diputados y jurisdiccionalmente sólo es posible su
control ante el TC en caso de uso abusivo y arbitrario del mismo.

Los límites materiales del decreto-ley


El Art. 86 CE delimita negativamente el ámbito material del decreto-ley prohibiendo su utilización en
determinadas materias. Así, se establece que «no podrán afectar al ordenamiento de las instituciones
básicas del Estado, a los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos que se regulan en el título I, al
régimen de las comunidades autónomas y al derecho electoral general». Como puede observarse, existe
cierta similitud con las materias reservadas a ley orgánica, aunque la prohibición constitucional de utilizar el
decreto-ley es más extensa.

Hay que entender por instituciones básicas del Estado no sólo las del Estado en sentido estricto o poder
central, sino, en un sentido amplio, aquéllas en que el Estado se organiza territorialmente: las autonómicas,
provinciales y municipales. Además, se admite, en general, que esta exclusión abarca no sólo a aquellas
instituciones cuya regulación la CE reserva a la ley orgánica sino también a aquéllas que están reservadas a
la ley ordinaria (Ministerio Fiscal, Jurado, delegado del Gobierno).

Instituciones básicas del Estado


- Instituciones del E. (en sentido estricto)
- Autonómicas, provinciales y municipales
Lo que se excluye de regulación mediante decreto-ley es el desarrollo legislativo directo de estas
instituciones (referido a elementos estructurales, esenciales o generales), no el que meramente incida en
ellas.

Los derechos y deberes de los ciudadanos recogidos en el título I:


- Sin embargo, esta prohibición no afecta necesariamente a todos los preceptos de este título, ya que
algunos de ellos no consagran derechos ni deberes sino principios o mandatos a los poderes públicos.
- En cuanto al alcance que cabe dar al término «afectar», el TC señala que la previsión constitucional
pretende impedir que por decreto-ley se regule el régimen jurídico general de los derechos, deberes y
libertades o se atente contra el contenido o los elementos esenciales de alguno de esos derechos; pero
no excluye cualquier regulación que incida en un aspecto concerniente a las materias incluidas en el
título I de la CE.

El régimen de las comunidades autónomas:


- Según la jurisprudencia constitucional, el decreto-ley no puede afectar al ámbito reservado por la CE a
determinadas leyes para delimitar las competencias del Estado y las diferentes comunidades autónomas
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o para regular o armonizar el ejercicio de las competencias de éstas (estatutos de autonomía, leyes de
transferencia y delegación, leyes de armonización, etc.).

El derecho electoral general:


El decreto-ley tiene vedado regular todas las consultas electorales de ámbito territorial general, y además
tampoco puede entrar a determinar los elementos esenciales de la legislación electoral.

La intervención parlamentaria
La función de la intervención:
La CE configura el decreto-ley como una disposición legislativa provisional, expresión que pretende indicar
que el decreto-ley nace con una vigencia condicionada.

El decreto-ley entra en vigor el mismo día de su publicación –no existe vacatio legis– y a partir de ese
momento es una norma con rango de ley que produce efectos jurídicos.
Sin embargo, esta vigencia del decreto-ley está condicionada, pues necesita de un pronunciamiento expreso
del Congreso de los Diputados en el plazo de treinta días. De no existir ese pronunciamiento, el decreto-ley
caduca, es decir, pierde su vigencia y deja de producir efectos jurídicos.

Los requisitos y efectos de la convalidación:


El Art. 86.2 CE «los decretos-leyes deberán ser inmediatamente sometidos a debate y votación de totalidad
al Congreso de los Dip., convocado al efecto si no estuviere reunido, en el plazo de los 30 días ss a su
promulgación
- El Congreso habrá de pronunciarse expresamente dentro de dicho plazo sobre su convalidación o
derogación, para lo cual el Reglamento establecerá un procedimiento especial y sumario».
- De este modo, la CE exige un pronunciamiento expreso –no puede entenderse aprobado tácitamente–
por parte del Congreso de los Diputados para que el decreto-ley pierda su provisionalidad y pase a
integrarse con vigencia indefinida en el ordenamiento. El Congreso sólo puede aceptar el decreto-ley o
rechazarlo; no puede, pues, introducir enmiendas.
- El acto de convalidación supone también un control de oportunidad política por parte del Congreso. En
efecto, el acto de convalidación no cambia la naturaleza jurídica del decreto-ley, no lo convierte en una
ley parlamentaria; tampoco sana o valida los posibles vicios que pudiera tener el decreto-ley respecto a
las limitaciones constitucionales, tanto por la valoración que ha hecho el Gobierno de la existencia de
una situación de extraordinaria y urgente necesidad y de las medidas que ha adoptado para hacer frente
a la misma, como por afectar a alguna de las materias que tiene prohibidas.
- Y no los sana porque con la convalidación no se ejerce la actividad legislativa del Parlamento sino sólo la
función de control sobre esa disposición legislativa del Gobierno. Se trata de un control político y no de
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constitucionalidad, pues el Congreso carece de competencia de este tipo al corresponder en exclusiva el
control de constitucionalidad al propio TC.

La conversión en ley del decreto-ley: Prevista en el Art. 86.3 CE. En el plazo de 30 días, y siempre que el
decreto-ley haya sido convalidado por el Congreso, las Cortes pueden tramitar por el procedimiento de
urgencia los decretos-leyes como proyectos de ley, a fin de posibilitar la conversión en ley del decreto-ley
de que se trate.

Procedimiento potestativo --- conversión de un decreto ley en ley.

La ley resultante puede coincidir en todo o en parte con el articulado del decreto-ley.
Esta tramitación, pues, tendrá un carácter muy especial ya que las medidas normativas incorporadas en el
decreto-ley convalidado pueden ser modificadas por las Cortes si lo estiman oportuno.

El control jurisdiccional: la competencia del TC


El decreto-ley, como norma con rango de ley, puede ser objeto de control de constitucionalidad por parte
del TC por medio de los diversos procedimientos existentes para verificar la adecuación de las leyes y normas
con fuerza de ley a la CE. Sin embargo, este control adquiere matices diferentes en cuanto a su objeto y en
cuanto a las vías procesales utilizables.
- El objeto de control de constitucionalidad de un decreto-ley puede atender a razones formales o
materiales.
- Las primeras hacen referencia tanto a la adecuación del decreto-ley a los límites formales como a los
límites en su capacidad de regulación material que le impone la CE: la existencia y justificación del
presupuesto de hecho habilitante y de las medidas adecuadas para hacer frente al mismo, y el respeto a
las materias que tiene prohibidas el decreto-ley.
- Las razones materiales permiten efectuar un control de constitucionalidad que afecte al contenido
sustantivo del decreto-ley en atención a su conformidad o disconformidad con el contenido de los
mandatos constitucionales.

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En cuanto a las vías procesales utilizables, los matices vienen dados precisamente por el estadio o fase en
que se encuentre el decreto-ley:
- El decreto-ley convalidado puede ser objeto de control mediante un recurso o una cuestión de
inconstitucionalidad, y el objeto del control puede atender tanto a razones formales como materiales.
- En relación con el decreto-ley derogado, el posible control sólo podrá venir dado por la vía de la cuestión
de inconstitucionalidad en relación con los efectos producidos mientras estuvo vigente.
- Finalmente, los preceptos del decreto-ley incorporados en una ley posterior dejan de tener las
limitaciones que tenían por estar incorporados en una fuente diferente, y pueden ser impugnados vía
recurso o cuestión de inconstitucionalidad.
- Por otro lado, en cuanto a los preceptos del decreto-ley convalidado que no han sido incorporados en la
ley de conversión, podrán ser objeto de control mediante la cuestión de inconstitucionalidad en relación
con los actos concretos de aplicación que hayan tenido lugar durante su período de vigencia.

El decreto legislativo
La delegación legislativa en la CE: Las normas que la CE denomina explícitamente decretos legislativos (art.
85 CE) responden a una actuación normativa elaborada por el Gobierno basada en un apoderamiento
previo o habilitación expresa conferida ad hoc por una ley emanada del Parlamento, fenómeno que se
conoce con el nombre de delegación legislativa.

El Gobierno, en este supuesto, no actúa habilitado directamente por la CE –como en el caso de los decretos-
leyes ante una situación excepcional– sino que requiere de una habilitación del propio Parlamento que
delega su ejercicio al Gobierno. La ley que otorga la habilitación al Gobierno para dictar normas con rango
de ley se denomina ley de delegación.

Las diversas modalidades de delegación


- La CE prevé 2 tipos de leyes de delegación: la ley de bases y la ley ordinaria (art. 82.2 CE)
- La diferenciación no implica una distinción entre fuentes distintas, ni tampoco diferencias de
procedimiento para elaborar una u otra.
- La delegación legislativa se produce siempre por medio de una ley ordinaria, no orgánica.
La diferencia entre ambas atiende principalmente a la estructura de la ley de delegación.

Las leyes de bases:


- La CE establece que la delegación legislativa deberá otorgarse mediante una ley de bases cuando su
objeto sea la formación de textos articulados en una materia determinada (art. 82.2 CE), sobre la cual o
bien no existe ninguna regulación o bien se quiere modificar bajo una nueva dirección la ya existente.
- En tanto que establece los fundamentos de la regulación, dejando un margen de concreción notable al
Gobierno. Éste innova el OJ sin más limitación material que la que imponen las bases y las directrices
fijadas por la ley de delegación.
- Esta ley debe delimitar con precisión el objeto y el alcance de la delegación legislativa y los principios o
criterios que deben seguirse necesariamente en el ejercicio de la delegación (arts. 82.4 y 83 CE).

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- Han de ser aprobadas por el Pleno, por lo que se excluye el procedimiento especial de las leyes aprobadas
por una comisión permanente legislativa.

Las leyes ordinarias de refundición de textos:


- Fin: reconducir a la unidad, a un único texto legal una normativa dispersa y fragmentaria que sobre una
materia concreta se contiene en diferentes textos legales.
- Es una operación de técnica legislativa en la que el Gobierno se encuentra limitado no a directrices o
principios fijados por las Cortes Generales en la ley de delegación, sino a la propia normativa ya existente
que debe ser objeto de sistematización.
- La actividad normativa del Gobierno es menos creativa aunque también mantiene un cierto poder de
innovación para cubrir lagunas o clarificar o especificar los textos legales que deben ser refundidos.
- El Art. 82.5 CE especifica que la ley de delegación debe indicar con exactitud «el ámbito normativo»
objeto de delegación, y debe también precisar el alcance de la refundición, es decir, si se circunscribe a
la mera formulación de un texto único o si se incluye también la autorización para «regularizar, aclarar y
armonizar los textos legales».

Los límites y requisitos constitucionales de la delegación legislativa


La CE regula en los Arts. 82 a 85 los límites que las Cortes Generales deben observar al elaborar las leyes de
delegación. El incumplimiento de dichos límites determinaría la inconstitucionalidad de la ley de delegación
por vulnerar los requisitos formales y materiales que la CE le impone.
1. La delegación debe ser efectuada por las Cortes Generales y exclusivamente al Gobierno (art. 82 CE).
Esta previsión prohíbe que la delegación se efectúe por normas distintas a las leyes aprobadas por el
órgano legislativo ordinario y que se conceda a autoridad diferente al Gobierno, no siendo posibles las
subdelegaciones, esto es, que el Gobierno a su vez faculte a otros órganos o autoridades el ejercicio de
la delegación atribuida.
2. Se excluyen expresamente de la delegación legislativa las materias reservadas a ley orgánica (art. 82.1
CE).
3. La delegación debe ser expresa. La delegación requiere, por tanto, para su propia existencia y validez, la
inclusión en la parte dispositiva de la ley delegante de un precepto que de modo inequívoco manifieste
la voluntad del legislador de habilitar al Gobierno para dictar una norma con rango de ley.
Además, la ley de delegación debe especificar el concreto ámbito material. Con ello se excluye tácitamente
tanto la posibilidad de una ley de plenos poderes como que la delegación se otorgue sobre la base de
conceptos materiales o títulos competenciales laxos o indefinidos.
Asimismo, la delegación deberá otorgarse necesariamente «con fijación del plazo para su ejercicio». Una vez
transcurrido dicho plazo, la delegación se extingue si no se ha hecho uso de ella. La delegación se agota por
la utilización que el Gobierno haga de ella mediante la publicación de la norma correspondiente.
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Finalmente, se establecen dos prohibiciones específicas impuestas a las leyes de bases: éstas no pueden,
en ningún caso, permitir la modificación de la propia ley de bases ni autorizar para dictar normas que
tengan carácter retroactivo.

La eficacia de la ley de delegación


La delegación que el Parlamento realiza en el Gobierno no supone una pérdida de la potestad
parlamentaria para dictar normas sobre la materia delegada. Por ello, las propias Cortes pueden, si así lo
estiman, dejar sin efecto la delegación legislativa efectuada por las cámaras.
- En primer término pueden realizarlo por medio de lo que se denomina revocación expresa, ya que
mediante una nueva ley pueden formular la voluntad de anulación de la delegación efectuada antes de
que se haya promulgado el decreto legislativo.
- Las Cortes Generales, en segundo término, también pueden revocar implícitamente la delegación
procediendo por sí mismas a la regulación detallada de la propia materia delegada, basándose en los
mismos principios y criterios que se contenían en la ley de delegación. Sin embargo, en este caso, la CE
faculta al Gobierno para oponerse a una proposición de ley o enmienda que sea contraria a una
delegación legislativa en vigor (art. 84 CE).

La legislación delegada: el decreto legislativo


La norma que aprueba el Gobierno producto de la delegación efectuada recibe el nombre de decreto
legislativo, y como tal debe constar en su denominación una vez publicada en el B.O. del Estado.
Como norma con rango de ley goza de la fuerza activa y pasiva propia de las leyes, y por ello podrá derogar
las disposiciones de rango legal e infralegal anteriores que sean contrarias a sus previsiones, con la excepción
de que, a pesar de su rango de ley, no puede modificar la ley de delegación.

El decreto legislativo es en este sentido una norma definitiva, perfeccionada con su publicación en el B.O.
del Estado. No es, como el decreto-ley, una disposición provisional.

El control parlamentario previo y a posteriori y sus efectos


El control parlamentario de los decretos legislativos está previsto en el Art. 82.6 de la CE, y habilita a las
Cortes Generales para establecer fórmulas adicionales de control, que podrán comprender tanto controles
previos como posteriores.

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- El control previo de origen parlamentario hace referencia a los requisitos que puede establecer el
Parlamento con el objeto de condicionar la actividad normativa del Gobierno en el proceso de
elaboración del decreto legislativo. Así, por ejemplo, la ley de delegación puede establecer la necesidad
de solicitar un informe al Parlamento previo a la elaboración del decreto legislativo.
- El control a posteriori está previsto en los Arts. 152 y 153 del Reglamento del Congreso de los Diputados.
De acuerdo con estos preceptos, en cuanto el Gobierno haya hecho uso de la delegación legislativa,
deberá dirigir al Congreso una comunicación que contendrá el texto articulado o refundido objeto de la
delegación y que será publicado en el B.O. del Estado.
- Si dentro del mes siguiente a la publicación ningún diputado o grupo parlamentario formulan objeciones
al mismo, se entenderá que el Gobierno ha hecho un uso correcto de la delegación.
- Si, por el contrario, se formula alguna objeción dentro de ese plazo, la Comisión del Congreso
correspondiente emitirá un dictamen que será debatido por el pleno del Congreso. El Reglamento del
Congreso remite a la propia ley de delegación para determinar los posibles efectos jurídicos del control
realizado. Sin embargo, dichos efectos sólo pueden ser políticos y, en consecuencia, no pueden suponer
la nulidad o invalidez del decreto legislativo.
o El reglamento del congreso determina los posibles efectos del control realizado. Los efectos nunca
pueden ser jurídicos, no van a poder anular ese decreto legislativo, eso solo lo podrá hacer el Tribunal
Constitucional. Esos efectos, lo único que permiten al congreso es manifestar su desacuerdo con la
norma aprobada por el gobierno y en un futuro podrán aprobar una nueva ley que derogue ese
decreto legislativo y regular en un sentido mas acorde con la regulación que debería tener esa materia
para el parlamento.
El control jurisdiccional - El control del TC:
- La competencia del TC para conocer de la constitucionalidad de las disposiciones normativas con fuerza
o rango de ley viene establecida en los Arts. 161.1 y 163 de la CE.
- La validez constitucional del decreto legislativo está condicionada por dos elementos: la observación y el
respeto de los límites específicos impuestos por la ley de delegación, que se convierte en parámetro de
control de la validez del decreto legislativo; y la adecuación del contenido material de éste a los principios
constitucionales.
- En ambos casos, es factible tanto el procedimiento del recurso de inconstitucionalidad como de la
cuestión para realizar dicho control.

La intervención de la jurisdicción ordinaria:


El Art. 82.6 CE establece que «sin perjuicio de la competencia de los tribunales, las leyes de delegación
podrán establecer, en cada caso, fórmulas adicionales de control». En efecto, este precepto parece atribuir
una competencia a la jurisdicción ordinaria para que efectúe un cierto tipo de control sobre los decretos
legislativos, competencia que ha sido corroborada por el ordenamiento infraconstitucional.

En este sentido, el Art. 27.2 b) LOTC tras detallar las disposiciones normativas susceptibles de declaración
de inconstitucionalidad, matiza respecto a los Decretos legislativos que esta competencia del TC “se entiende
sin perjuicio de lo previsto en el número 6 del Art. 82 CE”. Igualmente, el Art. 1.1 de la Ley 29/1998, de 13
de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa atribuye a los Juzgados y Tribunales del
orden contencioso-administrativo la competencia para conocer de las pretensiones que se deduzcan en
relación con «las disposiciones generales de rango inferior a la Ley y con los Dec. legislativos cuando excedan
los límites de la delegación».
- Sin embargo, aún admitida esta duplicidad de controles jurisdiccionales, esto es, la competencia tanto
del TC como de los Tribunales ordinarios para enjuiciar los Decretos Legislativos, no existe acuerdo en la
doctrina acerca del fundamento y alcance del control propio de cada Tribunal. Por su parte, el TC también
ha mantenido una jurisprudencia vacilante. Así en sus sentencias 29/1982 y 51/1982 afirma su propia
competencia para enjuiciar a los decretos legislativos, pues el exceso en el ejercicio de la potestad
legislativa delegada constituye por sí una infracción del Art. 82.6 de la CE y la norma ultra vires es por
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esa misma razón inconstitucional; pero al mismo tiempo ha afirmado que «el control de los excesos de
la delegación legislativa corresponde no solo al TC, sino también a la jurisdicción ordinaria» (STC
47/1984) e incluso ha llegado a rechazar una cuestión de inconstitucionalidad por estimar que estaba
planteada tan solo por exceso en la delegación y, en consecuencia, el juez podría proceder por sí mismo
a la inaplicación (ATC 69/1983).
- En el caso de estas últimas decisiones asume la «teoría de la degradación normativa», defendida por un
sector doctrinal integrado fundamentalmente por administrativistas, en virtud de la cual los preceptos
del decreto legislativo que hayan incurrido en exceso no tienen naturaleza de ley, ya que entonces el
contenido de la norma delegada no está cubierto por la ley de delegación y el decreto no puede darse a
sí mismo un rango que no le corresponde. Es decir, si el texto del Gobierno no se adecua a la ley de
delegación, no adquiere el rango de ley, quedándose en un simple reglamento y como tal puede ser
inaplicado por los tribunales ordinarios. De este modo, el TC descarta la competencia de los jueces
ordinarios para controlar la constitucionalidad de las normas con rango de ley. Los tribunales ordinarios
no podrían declarar la nulidad por sí mismos de los decretos legislativos que hayan incurrido en ultra
vires, es decir, que hayan ido más allá de lo constitucionalmente permitido por la ley de delegación. Pero
parece admitir que tienen una cierta competencia para inaplicarlos cuando incurren en ese exceso de
delegación.
- Sin embargo, un sector importante de la doctrina estima que esta posición plantea objeciones porque el
rango de ley del decreto legislativo no deriva de la ley de delegación, sino que le viene dado por la CE y
no es una cuestión sobre la que puedan disponer los jueces ordinarios. Ello resulta claro de su art. 82.1
«las Cortes Generales podrán delegar en el Gobierno la potestad de dictar normas con rango de ley».
Por tanto, la potestad que el Gobierno ejerce cuando expide un Decreto Legislativo no es la
reglamentaria, sino la legislativa. Eso sí, el ejercicio de esa potestad legislativa debe efectuarse dentro
de los rigurosos límites trazados por la propia CE. De modo que, ejercida la delegación por el Gobierno
dentro de los límites constitucionales y de acuerdo con lo establecido por la Ley de delegación, se
produce el supuesto de hecho contemplado en la CE, cuya consecuencia jurídica es la adquisición por la
norma del Gobierno del rango de ley. Por consiguiente, cuando la adecuación no se produce porque el
texto del Gobierno contradice la ley de delegación, no cabe predicar el carácter reglamentario del texto
gubernamental, sino su nulidad por haber incumplido la CE, que es la que le impone la obligación de
mantenerse dentro de los límites de la Ley de delegación, nulidad que sólo puede ser declarada por el
TC. Se evitaría así la inseguridad jurídica producida en el supuesto de un juez que proceda por sí mismo
a inaplicar el decreto legislativo que estima ultra vires mientras que otro, por el contrario, plantee la
cuestión de inconstitucionalidad con el posible resultado de que el TC declare que el decreto no incurrió
en exceso. Para esta postura los decretos legislativos, en cuanto que normas con rango de ley, están
sujetos al control del TC exclusivamente, y los demás órganos jurisdiccionales deberán aplicarlos en
cualquier caso o, si tienen dudas sobre su constitucionalidad, promover una cuestión de
inconstitucionalidad, y su posible control de inaplicación debería limitarse a los decretos legislativos
dictados sin ley habilitante alguna, o invocando una ley que no tiene ninguna relación con el texto del
Gobierno.
- No obstante, la importante peculiaridad que concurre en la legislación delegada, derivada de su
condicionamiento por otra ley interpuesta entre ella y la CE, en la que se contienen los principios y
criterios que el Gobierno debe seguir, implica que a la hora de su enjuiciamiento sean dos los parámetros
que hayan de tomarse como referencia: la CE y la ley de delegación.
- En este sentido, no puede descartarse la competencia de los tribunales ordinarios para comprobar la
adecuación del decreto legislativo a esta última (no sería un control de constitucionalidad, sino de
legalidad). En este caso el fundamento de este control no sería el carácter reglamentario de los decretos
legislativos cuando incurren en ultra vires, sino que residiría en la propia CE que, con la mención a los
“tribunales” en el Art. 82.6, parece haber querido excluir el monopolio sobre ellos del TC.

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Clase:
- Al margen de todo ello, los decretos legislativos no solo deben ser condormes con la constitución sino
también con la ley de delegación. No puede descartarse la competencia de los tribunales ordianrios para
comprobar la adecuación de dec. Legislativo a la ley de delegación, en cuyo caso no seria un control de
constitucionalidad sino de legalidad
- Lo que tampoco se puede obiar es que el a rt. 82.6 CN habla de TRIBUNALES en plural, por tanto es la
propia CN la que permita que exista esa duplicidad de control entre el Tribunal Constitucional y los
tribunales ordinarios. }
Muestra una resolución que va a subir en documentación de Madrid. A un juzgado se le plantea la duda de
si el decreto legislativo ha incurrido o no en exceso de la ley de delegación. El juzgado considera que si, que
incurrio en exceso en la refundación. EL tribunal constitucional entendio que la autorización al gobierno para
elaborar un texto que refundiese las disposiciones sobre propiedad intelectual NO SE CIRCUNSCRIBIA A LA
MERA REFUNDICION de un texto, sino que incluia la facultad de regular, armonizar y aclarar los textos legales
a ser refundidos. Entendieron que no existía ese exceso porque el decreto incluia esa facultad.

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