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REGLAMENTOS

El reglamento es el acto unilateral que emite un órgano de la Administración Pública, creador de


normas jurídicas generales y obligatorias, que regula.

Los reglamentos constituyen fuentes del derecho para la Administración Pública, aun cuando proceden
de ella misma, ya que integran el bloque de legalidad, al cual los órganos administrativos deben ajustar
su cometido.

En nuestro concepto, la actividad reglamentaria es una actividad materialmente legislativa o


normativa, ya que se trata del dictado de normas jurídicas de carácter general y obligatorias por parte
de órganos administrativos que actúan dentro de la esfera de su competencia normativa.

Se denomina también a los reglamentos actos de alcance o contenido general; ésta es la terminología
que utiliza la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos, para la cual el reglamento es un acto de
alcance general, expresión que comprende a los meros actos de alcance general que no integran el
ordenamiento jurídico.

Pero la figura del Reglamento no agota todas las situaciones que traducen la emisión de actos de
alcance o contenido general en sede administrativa.

Los reglamentos se encuentran sujetos a un régimen jurídico peculiar que los diferencia de las leyes
en sentido formal, de los actos administrativos y de las instrucciones de servicio y circulares y demás
reglamentos internos, siendo sus principales características:

a) Constituyen o integran el ordenamiento jurídico.

b) Para que entren en vigencia deben ser publicados. Producen efectos a partir de su publicación oficial
y desde el día en que ellos determinen; si no designan tiempo, producirán efecto después de los ocho
días computados desde el día siguiente de su publicación oficial.

c) Pueden ser derogados total o parcialmente por la Administración en cualquier momento, no


rigiendo el principio de estabilidad del acto administrativo.

d)Están sujetos a los mismos principios que la ley en cuanto al principio de la irretroactividad.

e) Tienen un régimen de protección jurisdiccional propio. La L.N.P.A. hace posible su impugnación


judicial en dos supuestos: 1) cuando un interesado a quien el acto afecte o pueda afectar en forma
cierta e inminente en sus derechos subjetivos haya formulado reclamo ante la autoridad que lo dictó
con resultado negativo, 2) cuando el acto general se hubiera aplicado y contra tales actos se hubieran
agotado sin éxito las instancias administrativas. De otra parte, en sede administrativa, el R.N.L.P.A.
faculta a los particulares a impugnar por medio de recursos administrativos los actos de alcance
general —reglamentos— a los que la autoridad hubiera dado o comenzado a dar aplicación.

f) Dado que el reglamento contiene normas de carácter general y el acto administrativo normas
individuales o concretas existe un orden de prelación que determina que el acto administrativo deba
ser dictado conforme a las normas generales que contiene el Reglamento, lo que deriva del principio
de legalidad de la actividad administrativa.

El citado principio determina también que los actos concretos de autoridades superiores no pueden
vulnerar disposiciones reglamentarias de carácter general dictadas por autoridades inferiores, dentro
del límite de su competencia.
La Procuración del Tesoro de la Nación, máximo órgano de asesoramiento jurídico de la
Administración, reiteradamente ha dictaminado que el principio de legalidad de la actividad
administrativa no permite la violación de los reglamentos mediante actos administrativos de carácter
individual o singular.

En la terminología utilizada en nuestro país con la palabra Decreto se alude a los reglamentos del Poder
Ejecutivo. Pero en nuestra práctica administrativa se denomina Decreto tanto al acto de contenido
normativo, como al de alcance particular.

La terminología correcta es, en todos los casos, "Reglamento", cualquiera sea el órgano o ente estatal
que los produzca, siendo indiferente desde el punto de vista jurídico la utilización de distintos
términos.

Clases de reglamentos

La clasificación mas importante se establece por la relación que tienen los reglamentos con las leyes.
Así, se distinguen cuatro clases de reglamentos: Ejecutivos, autónomos, delegados y de necesidad o
urgencia.

a. Reglamentos ejecutivos, de ejecución o reglamentario. (Art. 99, inc. 2 CN)

Son los que dicta el Poder Ejecutivo (art. 99, inc. 2, CN) en ejercicio de facultades normativas propias,
para asegurar o facilitar la aplicación o ejecución de las leyes, llevando o regulando detalles necesarios
para un mejor cumplimiento de las leyes y de las finalidades que se propuso el legislador.

Se trata de una actividad normativa secundaria respecto de la actividad primaria que es la ley.

En el orden nacional, la Constitución establece que corresponde al presidente de la Nación expedir las
instrucciones y reglamentos que sean necesarios para la ejecución de las leyes de la Nación, cuidando
de no alterar su espíritu con excepciones reglamentarias.

Tiene límites. El citado artículo de la Constitución Nacional establece un primer límite al prescribir que
los reglamentos no pueden alterar el espíritu de las leyes. Sólo pueden reglamentarse aquellas leyes
cuya aplicación corresponde al Poder Ejecutivo.

La reglamentación de una ley no puede prescribir cargas u obligaciones que por su naturaleza sólo
puedan ser dispuestas por la ley en sentido formal. La facultad de reglamentar las leyes no significa
que obligatoriamente deban reglamentarse; ellas entran en vigencia y deben ser aplicadas a los casos
particulares, aun cuando el órgano administrativo no hubiera hecho uso de la competencia atribuida
para reglamentarla.

La autoridad competente para reglamentar las leyes, de acuerdo a la Constitución Nacional, es el


órgano presidente de la República.

Fallo Etcheverry (2022): La CSJN ordenó la reglamentación del art. 179 de LCT (Sala materno-
paternales). Es un caso de omisión de la reglamentación, donde la CSJN ordenó al PEN a dictar el
reglamento en un plazo de 90 días hábiles.

b. Reglamentos autónomos (Art. 99, inc. 1 CN)

Esta clase de reglamentos se halla constituida por aquellas normas generales que dicta el Poder
Ejecutivo y, en general, la Administración sobre materias que pertenecen a su zona de reserva. En su
dictado, el gobierno y la Administración no aplican una ley, sino que directamente interpretan y aplican
la Constitución
El concepto de reglamento autónomo se vincula esencialmente con la llamada zona de reserva de la
Administración, cuya titularidad está a cargo del Poder Ejecutivo.

El dictado de los reglamentos autónomos corresponde, en principio, al Poder Ejecutivo de acuerdo a


la distribución de funciones que realiza la Constitución Nacional, la cual, en su artículo 99, inciso 1, le
atribuye responsabilidad política por la administración general del país.

Como ejemplos típicos de reglamentos autónomos pueden mencionarse: el decreto 7520/44 que
reglamentó el recurso jerárquico; el decreto 1429/72 sobre régimen de licencias para los agentes
públicos e incluso puede sostenerse que el decreto 1759/72 de Procedimientos Administrativos
constituyó un reglamento autónomo, por cuanto se refiere a materias que son claramente de
competencia del Poder Ejecutivo.

c. Reglamentos delegados (Art. 76 CN)

Se trata de normas generales dictadas por la Administración en base a una autorización o habilitación
del Poder Legislativo, regulando materias de competencia del legislador. Los reglamentos delegados
se diferencian de los decretos-leyes por la existencia de una ley formal que autoriza su emisión.

Como la facultad para dictarlos no emana de la potestad reglamentaria sino de la habilitación legal, se
trata de una actividad de carácter excepcional de la Administración, conteniendo normas sobre
materias que, si bien deben ser reguladas por la ley, el Congreso ha decidido que lo sean por la
Administración.

La delegación debe estar sujeta a límites y la política legislativa claramente establecida, no pudiendo
ser total ni tampoco encomendarse a los órganos administrativos la facultad de crear delitos,
contravenciones o impuestos, materias que exigen la presencia de una ley en sentido forma. Tiene las
mismas prohibiciones que un DNU, no puede tratar sobre materia penal, tributaria, régimen electoral
o partidos políticos.

En consecuencia, la delegación legislativa debe ser siempre expresa y especial, estableciéndose para
cada caso y no en forma genérica, a fin de permitir su acotamiento por medio de límites materiales.

En la reforma constitucional de 1994 se parte de una fórmula genérica que prohíbe la delegación
legislativa en el Poder Ejecutivo y se declara la caducidad, a los cinco años, de toda la delegación
delegada preexistente que no contenga plazo establecido para su ejercicio. No obstante, se prescribe
su admisión constitucional con respecto a dos materias determinadas:

a) de administración y

b) de emergencia pública.

La situación de emergencia pública configura un supuesto susceptible de quebrar la reserva legal (en
algunas circunstancias hasta las denominadas reservas absolutas) y como tal es de interpretación
restrictiva. Requiere que se produzca una gravísima situación de emergencia pública susceptible de
afectar la subsistencia del Estado y que ella sea reconocida y declarada por el Congreso. Dicho
concepto constitucional se ha inspirado, evidentemente, en la doctrina sentada por la Corte Suprema
de Justicia en el caso "Cochia" en el que se aceptó la validez constitucional del precepto contenido en
el artículo 10 de la ley 23.696 que permitió al Poder Ejecutivo derogar cláusulas monopólicas e incluso,
privilegios establecidos en diversas leyes, a fin de poder llevar a cabo el plan de privatizaciones y de
desregulación de la economía.
En resumidas cuentas, tanto la reserva legal (o prohibición) genérica que preceptúa el artículo 76 de
la Constitución Nacional como sus excepciones tienen por destinatarios al Poder Ejecutivo en sentido
amplio, es decir, que comprende la cabeza de la Administración y los diferentes órganos y entes
sometidos a las potestades jerárquicas y de tutela. Pero la validez constitucional de la delegación estará
siempre subordinada a que se fije un plazo para su ejercicio y se establezcan las bases de la delegación,
esto es, de lo que en la jurisprudencia de la Corte Suprema se denomina "la política legislativa".

De últimas, el reglamento delegado se encuentra sometido al control parlamentario que a posteriori


está habilitada a ejercer la Comisión Bicameral Permanente del Congreso (art. 100, inc. 12, Const. Nac).

Fallo Camaronera Patagónica (2014): El PEN no puede, mediante ninguno de sus órganos, dictar
reglamentos que traten sobre lo que la CN expresamente le prohíbe (Tributos, Partidos políticos,
Régimen electoral y materia penal). La CSJN dijo: “El principio de reserva de ley en materia tributaria
tampoco cede en caso de que se actúe mediante el mecanismo de la delegación legislativa previsto
por el art. 76 de la Constitución.”

d. Reglamentos de Necesidad y Urgencia (Art. 99, inc. 3)

La Constitución después de prohibir al Poder Ejecutivo en ningún caso emitir disposiciones de carácter
legislativo, bajo pena de nulidad absoluta e insanable, a continuación lo faculta, en rigor, a emitirlas,
cuando se produzcan "circunstancias excepcionales" que "... hicieran imposible seguir los trámites
previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes y no se trate de normas que regulen materia
penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos políticos". Al analizar dicha norma, se advierte,
por de pronto, que la locución "en ningún caso" se refiere sólo a las circunstancias de normalidad. En
cambio, la atribución del Poder Ejecutivo para dictar reglamentos de necesidad y urgencia se configura
como una potestad excepcional y, por tanto, de interpretación restrictiva, sujeta a un procedimiento
especial de sanción, que debe observarse inexcusablemente para que dichos reglamentos adquieran
validez constitucional.

Es evidente también que la configuración de la reserva legal, como actividad excluida de la


competencia del Ejecutivo, se opera de una manera expresa y no tiene, por tanto, carácter residual,
con lo que, en principio, se produce una ampliación de la competencia del Poder Ejecutivo para emitir
reglamentos de necesidad y urgencia, aunque sometidos, a partir de la Constitución reformada, a una
serie de requisitos formales de aprobación.

Las razones que justifican el dictado de un reglamento de esta especie (necesidad y urgencia) deben
existir, simultáneamente, en una situación que se caracteriza por:

a) Una necesidad que coloque al gobernante ante la decisión extrema de emitir normas para superar
una grave crisis o situación que afecte la subsistencia y continuidad del Estado; o de grave riesgo social;
en tal sentido, la emisión del acto ha de ser inevitable o imprescindible y su no dictado ser susceptible
de generar consecuencias de muy difícil, si no imposible, reparación ulterior;

b) Una proporción adecuada entre la finalidad perseguida y las medidas que prescribe el reglamento,

c) La premura con que deben dictarse las normas para evitar o prevenir graves riesgos comunitarios.

En principio, un reglamento de necesidad y urgencia no podría regular (por ejemplo) el procedimiento


a seguir en los pleitos entre particulares o los litigios en que es parte el Estado ni tampoco reformar
definitivamente los códigos de fondo.

Además, se agregan otros requisitos inherentes al procedimiento:


a) que la decisión de dictarlos se adopte en acuerdo general de ministros y

b) que el respectivo decreto sea refrendado por todos los ministros que intervienen en el acuerdo
juntamente con el jefe de gabinete.

A su vez, a posteriori de su dictado, el perfeccionamiento de la sanción de los reglamentos de


necesidad y urgencia por el Poder Ejecutivo demanda la observancia de los siguientes requisitos:

a) sometimiento de la medida -por parte del Jefe de Gabinete y dentro del plazo de diez días- a la
Comisión Bicameral Permanente;

b) elevación del despacho de esta última Comisión al plenario de cada Cámara (dentro del plazo de
diez días) para el inmediato tratamiento por las Cámaras.

Las cámaras deben trataron de forma expresa, pero no hay plazos para ello. El no tratamiento del DNU,
no importa su aceptación tácita, aunque seguirá en vigencia hasta que sea rechazado por ambas
cámaras ya que, si una lo aprueba, se entiende que seguirá vigente, sin importar lo que diga la otra.

Por último, no es posible negar que los jueces disponen de un amplio poder de revisión sobre la
acreditación de las causales y circunstancias que justifican la emisión de estos reglamentos, con
amplitud de debate y prueba, ya sea a través de un proceso ordinario o de un amparo (Arbitrariedad
manifiesta) donde puedan ventilarse debidamente todos los agravios que planteen los afectados y
lograr así que, en el futuro, esta potestad no se utilice en forma abusiva e indiscriminada, fuera de los
límites constitucionales.

Fallo Consumidores Argentinos (2010): Establece que no se permite utilizar como un presupuesto de
necesidad y urgencia la mera conveniencia política, y que los tribunales tienen las facultades para
evaluar las razones que llevan al dictado de DNU.

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